La construcción del Teatro Español de Chivilcoy (1885-1888). Acción colectiva, integración y sociabilidad[1]

 

 

The construction of the Spanish Theatre in Chivilcoy (1885-1888). Collective action, integration and sociability

 

 

José María D´Angelo

Universidad Nacional de Luján (Argentina)

josemdangelo@hotmail.com

 

 

Resumen

El trabajo realiza un análisis en torno al proyecto de construcción del denominado Teatro-Circo que la Sociedad Española de Chivilcoy emprendió entre los años 1885 y 1888. Para ello, primero se examina el financiamiento de la obra y la valoración que desde los sectores de la elite local se tuvo sobre la misma. Se pretende demostrar que la construcción del teatro fue impulsada gracias a la cooperación establecida entre la asociación y cierto sector de la sociedad local, y cuyo objetivo en común se centró en fomentar la creación de un nuevo ámbito de sociabilidad compartida. En segundo lugar, el trabajo se concentra en el evento de inauguración del teatro analizando una serie de discursos que fueron pronunciados y a partir de los cuales se busca discriminar diferentes nociones identitarias que subyacen en los mismos y otorgaron distintas valoraciones al proyecto.

 

Palabras Clave

Historia local; Inmigración; Asociacionismo español; Sociabilidad; Teatro.

 

Abstract

This paper analyses the construction project of the so-called circus-theatre that the Spanish Society of Chivilcoy undertook between 1885 and 1888. To do so, first we examine the financing of the work and the valuation of the project by the local high society. The aim is to demonstrate that the construction of the theatre was promoted thanks to the cooperation established between the association and a special sector of local society, whose common objective was to promote the creation of a new area of shared sociability. Secondly, the work concentrates on the theatre's inauguration event, analysing a series of speeches that were delivered and from which it seeks to identify different points of identity that underlie them and which gave different evaluations to the project.

 

Keywords

Local history; Immigration; Spanish associations; Sociability; Theatre.

 

Introducción

 

La inmigración masiva que recibió la Argentina entre finales del siglo XIX y principios del XX, considerada como el hecho sociológico más relevante de su historia (Mateo, 2013, p. 89), dejaría su impronta en todas las esferas de la sociedad. Esta contribuyó a impulsar el proceso de modernización a la vez que trastocaba la vida social y cultural mediante la interacción que los grupos arribados establecían con la sociedad receptora.

La presencia de estos grupos extranjeros fue acompañada por el desarrollo de prácticas asociativas que derivaron en la creación de instituciones de carácter étnicos y fines diversos, en donde el mutualismo se presentó como la forma más extendida (Fernández, 2013, p. 352). En este contexto, fueron los españoles –junto a italianos y franceses– quienes dieron mayor impulso a este tipo de instituciones. Estas asociaciones creadas en América son consideradas como “una de las huellas más persistentes aun después que perdiera impulso la corriente migratoria que les dio origen”[2]. Basta con recorrer hoy en día las calles de lo que en su momento fueron pueblos o pequeñas ciudades del interior para notar algunas de las edificaciones que estas colectividades dejaron como su impronta.

En este marco, el presente trabajo se propone hacer un análisis en torno al proyecto de construcción del denominado Teatro-Circo que la Asociación Española de Socorros Mutuos de Chivilcoy, pueblo ubicado a unos 160 kilómetros al oeste de Buenos Aires, emprendió entre los años 1885 y 1888. Intentaremos demostrar que el mismo fue impulsado gracias a la cooperación establecida entre la asociación y cierto sector de la vecindad local, y cuyo objetivo en común se centró en fomentar la creación de un nuevo ámbito en donde fuera posible desarrollar la vida social de los grupos involucrados.

En primer lugar, abordaremos la creación de la mutual española, en donde buscaremos discriminar un perfil relativamente abierto en lo que respecta al ingreso de sus asociados que encontraba su contraparte en un carácter cerrado de quienes conformaban su dirigencia. Dentro del mismo apartado daremos cuenta de las vinculaciones que existían entre este grupo y la esfera política local, vinculaciones que también se encontraban presentes en lo que respecta a las prácticas cotidianas que constituían el día a día de la sociabilidad[3]. En segundo lugar, examinaremos en detalle el proyecto emprendido para construir el Teatro-Circo, en donde se buscará analizar cómo fue financiada la obra y la valoración que desde la notabilidad local se le dio a la misma. Es a partir del desarrollo de estas cuestiones señaladas que intentaremos dar sustento a nuestra afirmación inicial.

Finalmente, concluiremos el trabajo centrándonos en los discursos pronunciados el día de inauguración del teatro, a partir de lo cual se buscará poner en relieve una serie de cuestiones fundamentales a tener en cuenta, tales como la valoración positiva hacia la inmigración española, cierto grado de integración entre los elementos extranjeros y nativos a nivel local, así como también el proceso de crecimiento y fortalecimiento que estaban experimentando las mutuales de dicho origen en la Argentina.

 

 

La Sociedad Española de Socorros Mutuos de Chivilcoy. Creación, perfil institucional y vínculos con la sociedad local

 

El 9 de julio de 1870 fue creada la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Chivilcoy, la cual surgió por iniciativa de un pequeño grupo de españoles que reunidos en la casa de José Irureta se propusieron dar vida a la institución. Ese mismo día, se procedió al nombramiento de su junta directiva y se inscribieron los primeros asociados, sumando en total 17 integrantes iniciales[4]. La institución fundada por los españoles era la tercera de su tipo en Chivilcoy, pueblo en donde los franceses e italianos ya habían creado sus propias mutuales en 1865 y 1867, respectivamente.

Los españoles eran, luego de los italianos, el segundo grupo de extranjeros en importancia demográfica dentro del cuadro general de la población de Chivilcoy[5]. Hacia 1869, de una población total calculada en 14.232 habitantes para el total del partido, 612 (4,3 %) eran de origen español (Argentina, 1872). En los años siguientes estos fueron aumentando en número e incrementando tanto su peso absoluto como relativo dentro del cuadro demográfico de la localidad. En 1881 se registran 837 pesonas de dicho origen, representando el 4,8 % de una población total que ascendía a 17.421 individuos (Provincia de Buenos Aires, 1883). Esta situación continuó experimentando un progresivo aumento y en 1895 de 30.133 habitantes censados en el partido 2.043 eran españoles, es decir un 6,77 % del total (Argentina, 1898)[6].

Al compás del arribo de estos flujos migratorios fue que la Asociación Española de Chivilcoy experimentó un aumento progresivo del número de sus socios[7]. Tan solo siete años después de su creación, en 1877, contaba con un total de 283 asociados de los cuales 12 eran mujeres. Esta cifra aumentaría en lo siguiente, llegando a registrar 434 asociados para el año 1889 y 599 hacia 1894[8]. Una cuestión a destacar, es que desde sus primeros años de existencia la institución presentó un perfil relativamente abierto en lo que respecta a los requisitos de asociación. Su reglamento habilitaba el ingreso tanto a hombres como mujeres de origen español –siempre que tuvieran entre 12 y 60 años de edad–, así como también a descendientes de quienes habían sido o fueran socios, sin importar su sexo o nacionalidad. En idénticas condiciones se encontraban las esposas de los socios activos, las cuales también podían asociarse (AESMCh, 1873). Para comprender dicho perfil, tomemos como ejemplo y a modo de comparación la Asociación Española de Socorros Mutuos de Luján, fundada en 1877, la cual durante sus primeros treinta años registró una media de asociados de poco más de dos centenares y no admitió mujeres durante todo este período (Fernández, 2013, p. 352)[9]. Otro caso a considerar es el de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Buenos Aires, fundada en 1857, la cual recién trés décadas después de su creación efectuó reformas en sus reglamentos que en un principio solo permitían el ingreso a penisnsulares varones (Fernández, 2008, p. 472).

Una lista de socios activos para el año 1889 (AESMCh, 1888, pp. 84-89) nos permite dar cuenta de que para dicho momento la Asociación Española de Socorros Mutuos de Chivilcoy registraba un total de 434 asociados, en cuyo conjunto las mujeres representaban el 15 % (65). Además de los nombres, la lista nos ofrece otros datos de los cuales podemos extraer algunas conclusiones. Si bien solo figuran los socios activos, el nombre de cada uno de ellos es acompañado por el número de orden en que ingresaron a la institución. Entonces, si bien son 434 socios en 1889, la lista también nos informa que desde 1870 hasta la fecha se habían inscripto un total de 1.269 personas, lo cual nos permite aventurarnos a pensar que la institución registró una fluida rotación y renovación en la composición de sus asociados. Esta idea se refuerza si tenemos en cuenta que de los 369 socios –varones–  activos, 212 (57 %) figuran como inscriptos en un número de orden superior al 800, por lo cual estaríamos hablando de una masa de asociados relativamente nueva. Sintetizado esta idea, durante el período 1870-1889 habían ingresado en calidad de socios un total de 1.269 personas de ambos sexos, de las cuales solo un 34 % se encontraban activas al final del mismo. Si hacemos foco en las mujeres esta proporción es mayor. Se habían inscripto para la fecha un total de 123, de las cuales 65 (52,8 %) se mantenían activas. Para explicar estos niveles de rotación y renovación debemos considerar diversos factores tales como el arribo de nuevos inmigrantes a la localidad, la reorientación del destino migratorio, el retorno al país de origen, a lo que se suma también el deceso de los socios o la simple desafiliación. En el caso de las mujeres podríamos pensar su nivel de permanencia como reflejo de una aventura migratoria relativamente más estable.

Este perfil abierto no encontraba su reflejo en lo que respecta al control y manejo de la institución. Si contrastamos los nombres de los fundadores con la lista de quienes ocuparon la presidencia de la Asociación Española durante sus primeros 20 años de existencia, podemos notar que los nombres tienden a alternarse dentro del mismo grupo inicial, lo cual nos da a entender que este manejó dentro de su círculo la dirección de la misma[10]. Se destaca allí la figura de Miguel Elósegui, quien luego de ocupar la presidencia durante tres períodos, en 1891 fue nombrado en dicho cargo con caracter honorario. Este perfil cerrado de la cúpula dirigente ocasionó tensiones que derivaron en la escisión de la institución. Producto de ello, en 1888 surgió en la localidad otra mutual española denominada “La Democrática”, la cual al momento de su creación contó con un total de 80 asociados (Rondino, 1995, p. 216). Vemos entonces que, si bien el asociacionismo español al menos durante este período tendió a la concentración y no experimentó líneas de fisuras producidas por cuestiones ideológicas o regionalistas (Fernández, 2008) no por eso estuvo completamente exento de enfrentamientos promovidos principalemente por rivalidades individuales o grupales entre quienes pretendían controlar las instituciones[11]. Un caso similar lo encontramos en los españoles de Mar de Plata, en donde este tipo de luchas también generó que la mutual española de la localidad se escindiera  (Da Orden, 2005, pp. 153-156). Sin lugar a dudas, la posición de influencia y prestigio que confería el manejo de este tipo de asociaciones, tanto dentro de la misma comunidad de extranjeros como también así en relación a la sociedad nativa, fue un incentivo para que quienes formaran parte de la conducción de las mismas buscaran consolidar sus puestos.

Por otro lado, no debemos dejar de señalar la existencia de múltiples vínculos entre quienes controlaban la mutual española y la dirigencia política del pueblo[12]. El hecho de que en los municipios de la provincia de Buenos Aires los extranjeros estuvieran habilitados a votar en las elecciones locales e incluso a formar parte del gobierno de las comunas dio lugar a que muchos de ellos practicaran una participación política directa[13]. No resulta extraño entonces que nos encontremos con dirigentes étnicos accediendo a cargos, aunque sean estos escasos o en ocasiones de carácter secundario, lo cual nos indica que existía cierto grado de integración de estos extranjeros en relación al grupo de “notables” de la sociedad nativa. El anteriormente mencionado Miguel Elósegui, por ejemplo, fue designado como integrante suplente de la Corporación Municipal en 1877, año en el cual también se encontraba ejerciendo su primer mandato como presidente de la Asociación Española[14]. En 1886, lo encontramos nuevamente ocupando el mismo cargo municipal, el cual luego de la renuncia de uno de los titulares pasó a desempeñar de manera efectiva[15].

Los ejemplos de la participación de españoles en el gobierno local no se limitan al caso de Elósegui. En 1886, al realizarse las elecciones que dieron origen a la constitución del primer Concejo Deliberante, tres de los nueve individuos que accedieron al cargo de concejal eran de origen extranjero y particularmente dos de ellos, Guillermo Sánchez y Ramón Vazquez, españoles[16]. Como ha sido señalado por Bjerg & Otero (2006), el ascenso económico y la posición de líderes étnicos que detentaban algunos extranjeros habrían ampliado su influencia social y su capacidad para gravitar en las decisiones colectivas de la esfera local, otorgándoles a partir de ello una cuota de prestigio y poder en el municipio (p. 44)[17].

En relación a esto, no debemos limitarnos a pensar que la integración de los extranjeros que dirigían las asociaciones o actuaban en carácter de líderes étnicos se reducía únicamente a la esfera política. Esto más bien puede ser pensado como una derivación de una inserción anteriormente establecida en el plano social de las elites locales, y a partir de la cual algunos extranjeros exitosos se habrían incorporado a las mismas. Algunos de ellos, al participar en determinados espacios de sociabilidad que se desarrollaban en la localidad establecían una serie de vínculos que operaban como “puente y enlace” (Da Orden, 2005, p. 154) y daban estímulo a un proceso de paulatina integración[18]. Por ejemplo, varios de los individuos que en 1881 crearon el Club Social de la localidad eran a su vez españoles y socios de la Asociación Española. Tales son los casos de Miguel Elósegui, Antonio Fernández, Fidel Florán, Manuel Alonso, Guillermo Sánchez y Manuel Lopez Lorenzo[19]. De forma inversa, otras personalidades nativas de fuerte peso social y político en la localidad, como por ejemplo Ireneo Moras o Vicente Loveira –ambos hijos de españoles–, figuran como socios de la mutual española (AESMCh, 1888, pp. 86-87), ocupando un lugar marginal seguramente en lo que respecta al funcionamiento interno de la misma, pero no por ello dejando de estimular este tipo de interacciones que señalamos. Sin duda el carácter relativamente abierto que señalamos en lo referido a los requisitos de asociación potenciaba este tipo de vinculaciones.

Una sociedad relativamente “nueva” y más abierta –tengamos en cuenta que hacia la década de 1880 la fundación del pueblo se remontaba a tan solo 30 años (1854) – dio margen a que la notabilidad en la esfera local se construyera sobre patrones de diferenciación en los cuales algunos extranjeros encontraron un canal de rápido acceso y así pasaron a formar parte de un reducido grupo de individuos que podríamos catalogar como “distinguidos vecinos” o elite local[20]. El caso que estudiamos en este trabajo, puede ser pensado como un ejemplo de integración en donde por sobre las diferencias existen vínculos que estimulan un sentido de identidad compartida que tiene como punto de referencia la dimensión inmediata de los individuos o grupos, es decir el espacio local[21]. En este marco, las asociaciones étnicas cumplieron un importante rol articulándose de forma diversa con otras asociaciones de variado tipo que impulsaban el proyecto de modernización en el ámbito local. Los vínculos no se establecían únicamente a partir de la interacción entre dichas asociaciones, sino que además eran los propios individuos quienes hacian de nexo entre unas y otras. Una misma persona, por ejemplo, podía integrar la Asociación Española, el Club Social, la Logia Masónica, un club político, y demás agrupaciones en forma simultanea lo cual tendía a crear canales de diálogo, aceptación, integración y prácticas conjuntas.

 

El proyecto de construcción del Teatro-Circo Español

 

El 2 de agosto 1885, tras reunirse en asamblea, la Asociación Española de Chivilcoy resolvió emprender la tarea de construir sobre un terreno de su propiedad un edificio del cual pudiera obtener utilidades, seleccionándose para ello un teatro por ser considerado “un refugio del arte y una necesidad en la población dada su importancia social” (AESMCh, 1888, p. 5). Hacia finales de noviembre del mismo año, Miguel Elósegui presentó ante la comisión los planos y el presupuesto correspondientes, y tras ser aprobados fue nombrado como director de la obra. El proyecto se inició rápidamente y poco más de tres años después, el 3 de septiembre de 1888, el teatro fue oficialmente inaugurado.

Contando en un inicio con tan solo $ 3.000 moneda nacional (en adelante m/n), y teniendo por delante una obra que demandaría más de $ 38.000[22], la Asociación Española de Chivilcoy se propuso desplegar diferentes estrategias con el fin de obtener el financiamiento necesario[23]. En relación a este tipo de emprendimientos, Alejandro Fernández (2013) nos señala que debido a que las cuotas sociales que nutrían de ingreso a este tipo de asociaciones apenas alcanzaban para cubrir las prestaciones normales, era necesario recurrir a un financiamiento extraordinario. Para esto, se solían emitir acciones que otorgaban algún tipo de interés o renta generada a partir de los futuros ingresos de los proyectos a solventar (p. 353). Siguiendo esta lógica, es que la mutual española emitió 1.500 acciones a valor de $ 10 m/n[24] cada una y de las cuales logró colocar 1.189.

La lista de quienes suscribieron a dichas acciones fue registrada por la asociación y publicada posteriormente (AESMCh, 1888, pp. 76-82). En la misma, figuran sus nombres y apellidos acompañado del número de acciones que compraron o donaron. Si bien la lista no tiene un orden alfabético, ya que parece haber sido elaborada en relación al orden en que las personas abonaron las acciones, la hemos contrastado con la nómina de socios activos para el año 1889 y a partir de allí pudimos establecer qué porcentaje de accionistas eran asociados o no de la institución y de esa forma poder estimar qué proporción del financiamiento correspondió a un origen interno o externo.

El grueso de las acciones colocadas fueron abonadas por individuos particulares, mientras que un porcentaje relativamente bajo lo fue por instituciones. De las 1.189 acciones, 1.064 (89,48 %) fueron suscriptas por un total de 452 particulares, de los cuales solamente 143 (31,6 %) formaban parte de la masa societaria de la mutual española. Estos últimos participaron con la adquisición de 386 acciones, aportando al proyecto la suma de $ 3.860 m/n. Este índice nos da un claro indicio para establecer en qué medida el aporte de personas externas a la institución (57,02 %) constituyó la principal fuente de recursos provenientes de la colocación de acciones. En conjunto, 309 personas que no estaban asociadas a la mutual adquirieron 678 acciones, aportando $6.780 m/n.

 

Cuadro 1

Acciones emitidas por la Asociación Española para financiar parte de la obra


                                                                                            Fuente: Lista de accionistas y donantes (AESMCh, 1888, pp. 76-82 y 84-89).

 

Una parte de los adquirientes figuran como donantes, por lo cual habrían colaborado con el monto equivalente al valor de las acciones y cedido estas a la Asociación Española. En este sentido, un total de 142 personas contribuyeron con la donación de 395 acciones. De este último número, 256 (64,8 %) fueron abonadas por 78 asociados. Como vemos, y es de esperar, el aporte de los asociados fue de mayor peso en lo que respecta a las donaciones, no obstante lo cual el volumen de acciones donadas por aquellos individuos que no formaban parte de la institución (35 %)  no deja de ser significativo. Del análisis se desprende que mientras las donaciones fueron una tendencia en el caso de los asociados, quienes cedieron el 66,3 % de sus acciones, gran parte de los adquirientes externos se suscribieron en carácter de accionistas reteniendo en sus manos casi el 80 % de las mismas. El hecho de que la mutual española registre en sus balances las acciones suscriptas como deuda pendiente, nos da a entender que su objetivo era ir absorbiendo estas en la medida que le fuera posible[25].

Otro dato a discriminar es a cuántas acciones suscribió en promedio cada individuo. Los 143 socios que compraron o donaron acciones lo hicieron por un número total de 386, es decir 2,7 acciones por cada uno. En el caso de quienes no eran socios, aunque inferior, el número se aproxima. Un total de 309 personas externas adquirieron 678 acciones, con lo cual el promedio en este caso fue de 2,19. Por lo general, los diferentes individuos –sean socios o no– adquirieron o donaron una cantidad relativamente baja de acciones. Nos encontramos con pocas personas que lo hayan hecho por un número superior a 10 y la suma máxima registrada fue de 20 acciones[26].

Finalmente, queda ver qué instituciones apoyaron el proyecto de la Asociación Española y en qué medida. Colaboraron mediante la compra de acciones 10 mutuales españolas de otras ciudades que estaban hermanadas con la de Chivilcoy a través de la Confederación de Sociedades Españolas de Socorros Mutuos, siendo en este caso las de Lavalle Norte, San Pedro, Bragado, Navarro, Gualeguaychú, Goya, Chacabuco, Mar del Plata, Río Cuarto y San Luís. Estas adquirieron en conjunto un total de 35 acciones. Solo un pequeño número de las mutuales nucleadas en la Confederación aportaron al proyecto de su homónima chivilcoyana y las acciones que compraron, como vemos, fueron relativamente pocas[27].

La institución que sí realizó un aporte significativo para contribuir al financiamiento de la obra fue el municipio local, suscribiéndose a un total de 50 acciones[28]. Debemos considerar aquí el estímulo que para quienes conformaban el gobierno de la comuna significaba el contar en la localidad con un edificio de este tipo, que contribuya a organizar la vida social de determinados grupos, así como también las vinculaciones que, como vimos, existían entre la dirigencia de la Asociación Española y la esfera política local. Como contrapartida y en relación a estos vínculos, el municipio recibió en calidad de donación el palco número uno del teatro, para lo cual se le solicitó fondos con la finalidad de “adornarse ese palco lo mejor posible para que se distinguiera de los demás”[29].

No alcanzando las acciones colocadas para financiar la totalidad del proyecto, otra fuente considerable de recursos provino de espectáculos y eventos que se realizaron antes de la inauguración oficial. En este marco de acciones, la comisión dispuso la realización de un bazar que se efectuó en octubre de 1887 “con éxito sorprendente, gracias al concurso del vecindario y especialmente a la buena voluntad de varias Señoras y Señoritas, que llenaron su cometido de una manera digna de la más alta recompensa” (AESMCh, 1888, p. 6). Nuevamente, vemos en estos casos la colaboración del vecindario para dar impulso al proyecto[30].

 

Colocación de la piedra fundamental del Teatro español de Chivilcoy (1886)

Fuente: Archivo Literario Municipal de Chivilcoy, a través de Petrucci (2016, p. 33)

 

La Asociación Española también logró recaudar algunos fondos, aunque menores, mediante el alquiler del inmueble incluso antes de su culminación. Su reglamento establecía un monto de $ 40 m/n para los eventos políticos, $ 40 m/n para banquetes y $ 60 m/n para bailes. Por otro lado, las reuniones vecinales que revistieran un interés general sobre todo aquellas orientadas a la beneficencia– no pagarían monto alguno por el uso de las instalaciones siempre y cuando la junta directiva estuviera de acuerdo con su realización[31]. A partir de agosto de 1888, es decir un año antes de la inauguración, parte del edificio fue alquilado de forma permanente por el Club Social, el cual comenzó a funcionar regularmente en sus instalaciones[32]. Vemos entonces que el proyecto se presentaba como una solución para aquellos sectores de la elite local que deseaban con ansias encontrar un lugar adecuado en donde desarrollar sus hábitos de sociabilidad.

Finalmente, el dinero faltante para dar por concluida la construcción fue obtenido a partir de un crédito bancario[33]. Las diferentes estrategias desplegadas para obtener financiamiento reflejan una prolija y eficiente administración. Al momento de su culminación, El Correo Español destacaba que quienes dirigieron la obra de forma “desinteresada y patrióticamente se han constituido en celosos vigilantes del dinero social”[34]. Tal como nos indica Liliana Da Orden (2005), este tipo de accionar demostrado por los dirigentes de las mutuales españolas en la administración financiera de las asociaciones seguramente es un claro reflejo del modo en que estas mismas personas, varias de ellas comerciantes, debían adoptar en sus propios negocios (p. 156).

En base al análisis anterior es que podemos afirmar que si bien fue la Asociación Española quien decidió emprender y dirigir el proyecto, la realización de la obra fue posible en gran medida gracias a la acción colectiva local, que por tener simpatías hacia la asociación o bien deseos de que Chivilcoy contase con una edificación de este tipo contribuyeron en la medida de lo posible a prestar su apoyo. Al parecer, entusiasmaba a parte del vecindario impulsar la construcción de un edificio “destinado a ser de los primeros teatros de la provincia”[35]. La necesidad social de la obra y el carácter “popular” que la hizo posible era algo que no escapaba a la visión de los contemporáneos. En vísperas del bazar mencionado, desde la prensa local se subrayaba “la participación que en este edificio han tomado nuestras autoridades y el vecindario en general, merced á cuyos esfuerzos viene realizando Chivilcoy la más brillante conquista del progreso”[36]. Sin desmerecer el protagonismo de la Asociación Española, otro periódico destacaba que “primando sobre estos resultados, se halla lo que importa en el terreno de la sociabilidad, como factor de la cultura moral y razón demostrativa del engrandecimiento local”[37]. El teatro, particularmente el lírico, era valorado como una de las manifestaciones más refinadas de la cultura europea (Graciano, 2013, p. 170), por lo cual su construcción era aplaudida por aquellos que –compartiendo una visión ligada a los valores de la sociedad burguesa occidental– veían en su presencia una herramienta civilizadora. En este caso, el proyecto también era acompañado por una valoración positiva de los grupos extranjeros que lo impulsaban:

 

“Aquí, como en otros pueblos de la Provincia, las Sociedades extranjeras están cumpliendo una misión recomendable cooperando con éxito en el desarrollo del progreso general. Se diría tal vez que cumplen un deber moral ayudándonos en la obra fatigosa de nuestro mejoramiento, pero no podríamos negar que son acreedoras á sincera gratitud por la nobleza que corresponden a la generosa hospitalidad de la tierra argentina, trayéndonos el valioso contingente de sus brazos y de su inteligencia, de que tanto necesita un país nuevo como el nuestro”[38].

 

Finalmente, cabe señalar que la distinción de “popular” debe ser fuertemente matizada. Si bien colaboraron mediante la suscripción de acciones un grupo heterogéneo de personas, el proyecto en sí revistió un fuerte rasgo elitista y estuvo destinado a nuclear en su recinto a la sociabilidad más distinguida de la localidad. No es extraño entonces que el grupo de personas que conformaban la elite local dieran su apoyo desde un principio. Cuando el 28 de febrero de 1886 se colocó la piedra fundamental del futuro edificio, la prensa local, luego de hacer mención a la existencia de un público heterogéneo que se acercó curioso a presenciar el evento, subrayó la presencia de “varias personas de lo más selecto que cuenta Chivilcoy, [que] representaba al pueblo argentino; igualmente las colonias francesas e italianas hacían acto de presencia por medio de sus miembros más conspicuos”[39]. La ceremonia de aquel día estuvo acompañada por un ritual que simbolizaba la integración de la colectividad española y la local. Sobre un terreno descubierto a cuyos extremos se colocaron dos banderas, una española y la otra argentina, se introdujeron en una urna de plomo diversos objetos[40] que representaban dicha unión y luego esta fue introducida en la piedra fundamental mientras se entonaban las estrofas del himno nacional argentino[41].

 

La inauguración del Teatro-Circo

 

El teatro fue terminado y finalmente inaugurado el 3 de septiembre de 1888. Su construcción había sido seguida con entusiasmo por la prensa local y al momento de su apertura definitiva esta destacó los suntuosos acabados y sus dimensiones. El vestíbulo de entrada fue descripto por La Democracia como “una obra de arte [que] quizá y sin quizá, no lo tenga igual ningún teatro de Buenos Aires, de los que hoy funcionan”[42]. El periódico local destacaba también la sala principal, en la cual se apreciaban diferentes murales con temáticas diversas, y su sistema de maquinaria de telón similar a “la del teatro San Martín, pero sin necesidad de arrollar las decoraciones para subirlas”[43]. Con una capacidad para recibir a más de 900 personas, el edificio resultaba sin duda exagerado para un pueblo del interior bonaerense[44]. No obstante, se señaló que primó en esto la perspectiva de futuro. El Correo Español comentaba que la Asociación Española “lo ha construido teniendo en cuenta no solamente la población actual de Chivilcoy, sino lo que está llamada a ser en plazo breve, dado su creciente desarrollo y el impulso que por allí toman los negocios” [45].

 

 

Dibujo del exterior e interior del Teatro Español de Chivilcoy

Fuente: AESMCh (1888)

 

Considerada por algunos sectores de la población como un “paréntesis a nuestra vida de quietud”[46], la apertura fue acompañada por una serie de festejos que dinamizaron la vida social de la localidad en sus altas esferas. En línea con esta idea, se señalaba que gracias al evento “ha desaparecido, aunque momentáneamente, la monotonía habitual de nuestros círculos sociales”[47]. El evento central tuvo inicio a las 9 de la noche en un teatro colmado y cuyos palcos “todos, absolutamente todos, estaban ocupados por distinguidas familias”[48]. Durante el mismo, diferentes oradores pronunciaron una serie de discursos sobre los cuales nos resulta oportuno detenernos. Consideramos que estos traslucen algunas cuestiones fundamentales a tener en cuenta, tales como la valoración positiva hacia la inmigración española[49], cierto grado de integración entre los elementos extranjeros y nativos a nivel local, así como también el proceso de crecimiento y fortalecimiento que estaban registrando las mutuales de dicho origen en la Argentina.

El primero de ellos corresponde Pedro Barreira, joven chivilcoyano destacado en el campo del periodismo y cuyo padre era de origen español. Tras comenzar diciendo que “no podía vencer la emoción que lo dominaba” y mostrarse impresionado por “la presencia en aquel recinto de cuanto enaltece a Chivilcoy[50], Barreira destacó los beneficios que las asociaciones étnicas brindaban al desarrollo de la localidad[51]. Sostuvo que estas “no son, como se ha creído alguna vez, agrupaciones egoístas que consagren su existencia puramente a fomentar preocupaciones de raza o a rememorar glorias de sus antepasados”[52] sino que más bien se encontraban integradas a la sociedad como un gran aporte de progreso:

 

“Constituimos con el extranjero una sola y grande familia, y no podemos entonces distanciarnos de él, ni considerarlo como un simple extranjero, en la acepción egoísta que suele darse a esa palabra cuando todos nos agitamos en una misma evolución, vamos marchando por la misma senda, bajo la misma luz, animados por el sentimiento vivificante del progreso que nos presta alas y entusiasmos, para elevarnos con aquellas y con estos para creernos grandes y poderosos”[53].

 

Otro de los oradores de aquella noche fue Fidel Florán, secretario de la Asociación Española de Chivilcoy, quien manifestó su agradecimiento a las distinguidas personalidades del mutualismo español que se habían hecho presentes en el evento y resaltó la participación del vecindario local en el proyecto. Señaló que su colaboración para contribuir a la edificación de la obra “vivirá eternamente reconocida” y remarcó que “algunas de las disposiciones de su Reglamento son primera prueba de lo que dejo dicho”[54]. Florán también exaltó la figura de Miguel Elósegui, quien había dirigido desde sus inicios la obra, pero por cuestiones personales se encontraba ausente. La enfermedad terminal de un ser querido en España lo impulsó a viajar en carácter urgente hacia el viejo continente.

El último discurso en el cual nos queremos detener es el que fue pronunciado por José M. Buyo, quien asistía a la inauguración en representación de la Confederación de Sociedades Españolas de Socorros Mutuos. Buyo fue uno de los fundadores de la pionera Sociedad de Socorros Mutuos de Montevideo (1853) y era considerado el principal impulsor de la expansión de este tipo de instituciones a ambos márgenes del Río de la Plata (Llordén Miñambres, 2008, pp. 66-67). Enorgullecido por lo que significa la construcción del primer teatro español en América del Sur[55] y exaltando los progresos y la expansión del mutualismo español[56], Buyo también reivindicó la presencia española en América:

 

 “La inauguración que celebramos significa, señores, que nuestra colonia progresa vigorosamente, gracias al grande impulso con que marcha esta república a su engrandecimiento y no nos basta ya con asociarnos para resistir unidos a las vicisitudes de la vida laboriosa dedicada exclusivamente a adquirir bienes de fortuna; sino que ya sentimos en nuestra prosperidad la necesidad de asociarnos para cultivar nuestro espíritu y los generosos impulsos de los corazones de nuestros jóvenes compatriotas, así como de nuestros hijos argentinos, para que unos y otros sirvan de ejemplo a todos los demás, y juntos labren la felicidad de esta joven nación, que dígase lo que se quiera, siempre consideraremos los españoles como un pedazo de nuestra patria”.[57]

 

Ampliando esta última idea, Buyo también hizo alusión a un segundo tipo de patriotismo español que “se extiende sobre todas las naciones surgidas del seno de nuestra patria y nutridas con su sangre”. Señaló además que aquellos territorios que en algún momento estuvieron bajo el dominio de España “son y serán siempre el mundo español”, sosteniendo que ante todo “esta es nuestra tierra porque es la patria de nuestros hijos que anhelamos ver próspera, grande y gloriosa”[58]. Las palabras de Buyo reflejan dos cuestiones señaladas oportunamente por Andrea Reguera (2010). Por un lado, un paradigma cultural eurocéntrico típico de siglo XIX según el cual América se presentaba como una prolongación de la misma Europa y una tierra de promisión. Por otro lado, la exaltación de una patria idealizada que era acompañada por un discurso uniforme que buscaba reforzar el sentido de identidad (p. 85).

Este tipo de discursos que exaltaban la nacionalidad española era proyectado desde las elites que dirigían las asociaciones como un aglutinante identitario que buscaba reforzar el sentimiento de unidad de los peninsulares que se encontraban lejos de su tierra natal, así como también sobreponerse a cualquier criterio de diferenciación para englobar el accionar de sus instituciones en una representación global del conjunto. En sintonía con esto, las palabras de Buyo se nutren de un discurso de tipo nacionalista que transmitía la idea de una colectividad cohesionada y que a través de sus instituciones desarrollaba un proceso de fortalecimiento y expansión. Según José Moya (2004), durante la primera fase de expansión de este tipo de instituciones, los españoles en Argentina lograron construir una red institucional que operó como una “comunidad organizada”, notablemente funcional, en la que primó -a diferencia de otras colectividades como fue el caso de los italianos- la identificación con la lealtad nacional por sobre las identidades regionales[59]. En algunos casos, como el analizado por Alejando Fernández (1992) al estudiar el mutualismo español en el barrio porteño de San José de Flores, el nacionalismo español pudo haber actuado entre otros factorescomo móvil o “pretexto necesario” que acompañó el surgimiento de este tipo de asociaciones[60].

Como vemos, los discursos pronunciados durante la inauguración del teatro focalizaron en diferentes cuestiones que giraban alrededor de un mismo evento. Desde los oradores vinculados a la localidad –tanto el chivilcoyano Pedro Barreira como también el secretario de la Asociación Española, Fidel Florán– se remarcaron los beneficios que la colectividad española aportaba al desarrollo del pueblo y la cooperación que desde el vecindario hizo posible la construcción del teatro.  En cambio, el discurso hispánico tendió a cerrarse en el papel de las instituciones mutuales, su crecimiento y la exaltación del patriotismo. No obstante, sería equívoco pensar que los mismos adquirieron un carácter contradictorio, sino más bien que desde diferentes lentes entraron en juego valoraciones distintas. En sí, la construcción del Teatro-Circo simboliza ambas cuestiones. Por un lado una muestra del desarrollo y el peso que la comunidad española proyectaba a partir del crecimiento de sus instituciones, y por el otro una obra de carácter colectivo en donde confluyeron intereses comunes de diferentes grupos o personas que por sobre sus diferencias perseguían objetivos afines. 

 

Consideraciones finales

 

Creada en 1870 por un reducido grupo de peninsulares, la Asociación Española de Socorros Mutuos de Chivilcoy fue progresivamente aumentando su número de socios a medida que la gran inmigración aportaba nuevos integrantes a la colectividad española del partido. Desde sus inicios se caracterizó por tener un perfil relativamente abierto en lo que respecta a los requisitos de asociación, situación que no encontró su reflejo en la composición de su dirigencia, la cual se constituyó como un grupo cerrado que controló en sus manos el manejo de la institución.

Existían fluidas vinculaciones entre algunos extranjeros y los sectores de la elite local, hasta el punto que podemos llegar a afirmar cierto grado de integración entre los mismos. En el caso particular de los españoles, la presencia de varios de ellos ocupando cargos en el gobierno comunal es una muestra de ello. No obstante, dicha integración no se limitaba a la esfera política sino que adquiría un plano de mayores dimensiones que abarcaba el conjunto de prácticas que constituían la sociabilidad distinguida. En este marco, no eran solo las instituciones quienes articulaban y estimulaban dichos vínculos, sino que los mismos individuos, posicionados en múltiples lugares, hacían de nexo entre unas y otras.

En 1885 la Asociación Española se propuso construir un teatro del cual pudiera obtener utilidades. La idea fue bien recibida por algunos sectores de la localidad que apoyaron el proyecto suscribiéndose a las acciones emitidas para financiar la obra, así como también la realización de diferentes eventos que buscaron recaudar recursos. Como se desprende del análisis que efectuamos, el apoyo de estos grupos externos a la institución fue clave para lograr el financiamiento necesario. El proyecto tuvo un fuerte carácter elitista y puede decirse que la obra estaba destinada a nuclear en su recinto las prácticas de los sectores más distinguidos de la localidad. En este sentido, el nexo en común que aunó los esfuerzos fue el entusiasmo por construir un nuevo espacio de sociabilidad compartida.

Una serie de discursos pronunciados durante la inauguración del teatro nos permiten subrayar algunas cuestiones de relevancia. Por un lado, la valoración positiva que desde los grupos locales se tenía sobre la inmigración española y el papel de sus instituciones en lo que se consideraba el progreso de la localidad, destacándose la cooperación establecida entre los sectores extranjeros y nativos. Por el otro, los discursos pronunciados desde la voz hispánica hicieron foco en el desarrollo que estaban registrando las mutuales españolas en el país, buscando exaltar el patriotismo y con ello su identidad. Sin entrar en carácter contradictorio, los oradores proyectaron desde diferentes lentes valoraciones distintas que giraban en torno a un mismo evento.

 

Referencias bibliográficas

 

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Archivos consultados

 

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Archivo Histórico del Concejo Deliberante de Chivilcoy (AHCDCh).

Biblioteca Popular Antonio Novaro, Chivilcoy. Sala Tesoro.

Biblioteca Popular de la Universidad Nacional de La Plata.

 

 

Recibido: 14/10/2021

Evaluado: 04/01/2022

Versión Final: 13/02/2022



[1] El presente trabajo constituye un avance de mi futura tesis de maestría “Las elites locales del interior bonaerense y los desafíos de la modernización. Chivilcoy hacia finales del siglo XIX”.

 

[2] La frase corresponde a Alejandro Fernández, quien es referenciado por Blanco Rodríguez (2008, pp. 28-29).

[3] Sociabilidad que era entendida como el desarrollo de “prácticas y lenguajes de cortesía para contribuir a una sociedad civilizada” y que se vinculaba estrechamente a los sectores de la elite. El concepto, también se presenta para los historiadores como una propuesta analítica capaz de indagar en los procesos socioculturales (Gayol, 2008, p. 495). Fue a partir de la influencia de los trabajos de Maurice Agulhon que la sociabilidad se estableció como una categoría histórica de relevancia para el estudio del pasado en diferentes espacios académicos. Para el caso de la historiografía española, véase Canal (1992; 2014). En Argentina, su estudio registró una fructífera expansión a partir de diferentes investigaciones pioneras que actuaron como centro de referencia (Bernaldo de Quirós, 2001; Gayol, 2000; Sabato, 1998; entre otros).

[4] La junta directiva estaba compuesta de la siguiente manera: Presidente, Antonio Echaide; Tesorero, Manuel Ayarza; Secretario, Antonio Fernández. Eran vocales de la misma Sebastián Echave, Manuel López Lorenzo, Miguel Elósegui y José Irureta. Los socios restantes eran Sebastían Echave, José Iriarte, Francisco Viñas, Tomás Iñurrutegui, Santiago Muñagorri, Esteban Lizarralde, Miguel Guisasola, Bautista Mendarte, Domingo Arregui e Ignacio Ormazabal. En Acta de fundación (AESMCh, 1888, pp. 82-83).

[5] Los italianos constituían el grupo extranjero más numeroso de Chivilcoy. De los 2.254 extranjeros de origen italiano censados en 1881, su número se acrecentó en menos de 15 años a un total de 7.584, llegando a representar hacia 1895 el 25 % de la población total del partido y el 68 % de la extranjera (Provincia de Buenos Aires, 1883; Argentina, 1898).

[6] Debemos aclarar, tal como nos señala Alejandro Fernández (2013), que caeríamos en un equívoco si limitáramos la importancia de la gran oleada inmigratoria a su aporte total en la población registrada por los censos. Esto se debe principalmente a que muchos extranjeros no se radicaron definitivamente en el país sea porque contemplaban una estadía transitoria con la finalidad de acumular ahorros o porque retornaron a sus países luego de concluir el período más activo de sus vidas. (p. 338). Similares recaudos también son señalados por De Cristóforis (2016, pp. 71-75).

[7] Aunque pueda parecer una obviedad señalar que el surgimiento o la expansión del mutualismo encontraba una relación directa con el aumento numérico de las colectividades, es importante destacar, como lo ha hecho José Moya (2014), que la densidad del asociacionismo español en el extranjero “varió enormemente según el tamaño y la complejidad de las colectividades” (p. 27). El aumento del número de integrantes de la colectividad hacía posibles formas más complejas como lo eran las instituciones mutuales, las cuales se desarrollaron a partir de una lógica que “promovía la economía de escala” (p. 29).

[8] El número de socios correspondiente a los años 1877 y 1894 es señalado por Rondino (1995, p. 213). En lo que respecta a los socios registrados en 1889, la cifra es extraída de una lista de asociados publicada por la institución (AESMCh, 1888, p. 89).

[9] Sobre la Asociación Española de Socorros Mutuos de Luján, véase Marquiegui (1999).

[10] Fueron presidentes durante esos años: Antonio Echaide (1870-1873), Manuel López Lorenzo (1873-1874), Esteban Arenas (1874-1876), Miguel Elósegui (1876-1878), Pedro Beltrán (entre julio y septiembre de 1878), Cirilo Laredo (1878-1880), Martín Izaguirre (1880-1881), José E. Fernández (1881-1882), Miguel Elósegui (entre enero y julio de 1882), José Fresno (1882-1883), Indalencio Cancelo (1883-1884), José Elósegui (1884-1886), Miguel Elósegui (1886-1890) y José Fresno (1890-1892). En Petrucci (2017, p. 60).

[11] Diferente parece haber sido para el caso italiano, en donde si bien también existieron rivalidades de este tipo, el componente ideológico o regionalista constituyó la base de algunos conflictos (Devoto, 2006, pp. 169-175).

[12] La cuestión a la que referimos no se limita únicamente a nuestro caso. Estos vínculos estrechos y de diverso tipo entre los grupos que ejercían el liderazgo étnico y las dirigencias políticas de los pueblos y ciudades han sido demostrados por diferentes estudios que contribuyeron a crear consenso sobre su existencia e importancia (Fernández, 2010, p. 154).

[13] Sobre el régimen municipal y los diferentes grados de participación que tuvieron los extranjeros en la política local de los pueblos y ciudades bonaerenses, véase Martirén (2010).

[14] Nota al Presidente de la Municipalidad solicitando varias renuncias, septiembre de 1877, AHCh, Caja M24.

[15] Actas de la Corporación Municipal, sesión del 9 de enero de 1886. En AHCDCh, Libro N° 20, p. 1.

[16] Actas del Concejo Deliberante de Chivilcoy, sesión del 30 de junio de 1886. En AHCDCh, Libro N°20, pp. 21-23.

[17] Si bien aquí se tiende a tomar a estos “líderes étnicos” como grupo, se hace necesario, tal como señalan Bjerg & Otero (2006), un estudio de casos a nivel individual que haga posible identificar los mecanismos microsociales en la construcción del poder y liderazgo (p. 44).

[18] Sin espacio aquí para entrar en detalles sobre un debate tan profundo como el de “crisol de razas” y “pluralismo cultural” (véase Devoto & Otero, 2003), nos interesa señalar la existencia de un proceso de pronta integración entre algunos elementos extranjeros y autóctonos que operaba por lo menos en el plano de los sectores que conformaban la elite local del pueblo.

[19] Lista de socios fundadores del Club Social de Chivilcoy (1881). En La Razón 16/05/1941, a través de http://galeriadelajedrezdechivilcoy.blogspot.com/

[20] En relación a esta idea sobre el carácter abierto de las sociedades de la campaña, De Cristóforis (2016) nos señala que incluso hacia fines del siglo XIX es posible “percibir en el territorio bonaerense las pinceladas de una sociedad abierta y plural, donde coexistían grupos de diversa procedencia, tanto en los ámbitos urbanos como rurales” (p. 75).

[21] Al analizar el caso de los vascos en la localidad bonaerense de Tandil, Marcelino Irianni (2010) sostiene que las características que presentaron aquellos “espacios nuevos” constituidos por los pueblos de la campaña en los cuales los extranjeros se vieron en parte obligados a una participación comunal que tenía como finalidad responder a las problemáticas locales más elementales habrían actuado como un acelerador en el proceso de integración social. (pp. 219-233).

[22] El costo total de la construcción, según los registros contables de la asociación, fue de $38.635,45 m/n. De dicha suma $21.784,81 correspondieron a materiales y $16.850 m/n a mano de obra. Al finalizar el teatro, la tasación del edificio era de $66.200 m/n (AESMCh, 1888, p. 72).

[23] Un impulso inicial provino de los mismos asociados. Se menciona que “el buen espíritu que había animado a los socios para acordar la edificación, hizo que en la Asamblea del 21 de Febrero de 1886, renunciaran por unanimidad a la pensión que el Reglamento acuerda dejándola exclusivamente para aquellos que la merecieran con verdadera necesidad” (AESMCh, 1888, pp. 5).

[24] Para establecer una referencia respecto al valor de las acciones, tomemos como base de comparación los siguientes valores. En 1886, $1,39 m/n era equivalente a $1 oro, por lo que el valor de cada acción equivaldría a 7,19 pesos oro. Para establecer otra referencia, consideremos que el salario mensual de un obrero no calificado (peón de policía) osciló entre $27 y $30 m/n durante los años 1885-1888. Por otro lado, los índices de salarios rurales arrojan valores de entre $14,50 m/n (1885) y $30 m/n (1888). Véase Cortés Conde (1979, pp. 213-228).

[25] Según sus registros, al finalizar el teatro la Asociación Española adeudaba un total de $ 7770 m/n por dichas acciones (AESMCh, 1888, p. 72).

[26] Consideramos que el factor de una posible rentabilidad no era un fuerte incentivo para la compra de acciones, ya que encontramos algunos casos de individuos que poseían una fuerte posición económica y posibilidad de inversión, pero no por ello suscriben a un gran número. Unos años después, en 1896, encontramos que algunas personas donaron las acciones que habían adquirido en su momento. La asociación recibió entonces 16 acciones, una por parte de los herederos de Antonio Amezqueta, cinco por Mario M. Calderón y 10 por “un socio que quiere reservar su nombre”. En El Pueblo, Chivilcoy, 01/10/1896, AHCh, Hemeroteca.

[27] Hacia 1889, la Confederación de Sociedades Españolas de Socorros Mutuos estaba compuesta por 89 instituciones en Argentina, 32 en Uruguay, 3 en Brasil, 1 en Paraguay y 1 en Chile. (AESMCh, 1888, pp. 89-91).

[28] En enero de 1887, la Asociación Española solicitó formalmente la suscripción por parte del municipio a algunas de las acciones emitidas (AHCDCh, Libro 20, p. 68). Las mismas fueron abonadas hacia agosto del mismo año (AESMCh, 1888, p. 64).

[29] Acta de sesiones del Concejo Deliberante de Chivilcoy, en AHCDCh, libro N°20, p. 257.

[30] Entre los diferentes espectáculos y la realización del bazar se recaudaron $ 6564,59 m/n (AESMCh, 1888, p. 71).

[31] Reglamento Interno, en AESMCh (1888, pp. 94-95).

[32] El monto del alquiler mensual estaba fijado en $ 60 m/n.

[33] Finalizado el proyecto, los balances contables de asociación señalaban que la deuda bancaria pendiente de pago ascendía a $ 12.900 m/n. (AESMCh, 1888, p. 72)

[34] El Correo Español, Buenos Aires, s/f [agosto de 1888], en AESMCh (1888, p. 25).

[35] La Democracia, s/f [hacia finales de 1887], en AESMCh (1888, p. 11).

[36] Ibídem., pp. 12-13.

[37] El Pueblo, Chivilcoy, 02/09/1888, en AESMCh (1888, p. 20).

[38] La Democracia, Chivilcoy, 02/09/1888, en AESMCh (1888, pp. 19-20).

[39] La Democracia, Chivilcoy, 02/03/1886, en AESMCh (1888, p. 8).

[40] Los objetos introducidos fueron un reglamento de la asociación, una acción, números de diferentes períodicos (La Democracia, La Época, La Nación, La Prensa Española y El Correo Español), así como también varias monedas de plata españolas, otras argentinas y papel moneda nacional. En La Democracia, Chivilcoy, 02/03/1886, en AESMCh (1888, p. 9).

[41] No deja de ser llamativa la entonación del himno durante el evento, ya que por el contenido de su letra “provocó irritación en la comunidad española a lo largo de todo el siglo XIX” (De Cristóforis, 2010, p. 40).

[42] La Democracia, Chivilcoy, 02/09/1888, en AESMCh (1888, p. 22).

[43] La Democracia, Chivilcoy, 04/09/1888, en AESMCh (1888, pp. 22-23).

[44] Prueba de ello es la escasa concurrencia que se menciona en alguno de los eventos realizados una vez inaugurada la obra. En 1890 desde la prensa local se señalaba que “una escasísima concurrencia asistió a él [concierto] a pesar de haberse repartido las localidades a domicilio. Lástima grande que sean pocos amantes a lo bueno, a lo que deleita y conmueve el espíritu, en una palabra, a la música! Chivilcoy, siempre muestra indiferencia a todo lo que no sea el frío cálculo, el tanto por ciento”. En El Pueblo, Chivilcoy, 09/08/1890, AHCh, Hemeroteca.

[45] El Correo Español, Buenos Aires, s/f [agosto de 1888], en AESMCh (1888, p. 25).

[46] El Pueblo, Chivilcoy, 02/09/1888, en AESMCh (1888, p. 28).

[47] La Democracia, Chivilcoy, s/f [posiblemente 06/09/1888], en AESMCh (1888, p. 31)

[48] Ibídem., p 38.

[49] Dequier Marquiegui (2005) nos señala que una vez liquidada la ilusión alberdiana de atraer al país inmigrantes provenientes de la Europa industrial, se efectúa una revalorización de España y la corriente española llegó a ser considerados el arquetipo del inmigrante deseable (p. 9). Uno de los factores que contribuyó a que esto ocurriera fue el mismo accionar de la elite española, que a través de la prensa desplegó una serie de estrategias discursivas con la finalidad de revalorizar la figura del inmigrante español otorgándole nuevos atributos. De esta manera, buscaron realizar una inversión del estereotipo que parte de la sociedad nativa proyectaba sobre los extranjeros de origen español, en particular los gallegos, generalmente cargado de elementos peyorativos. Al respecto, véase Núñez Seixas (2001).

[50] Parafraseo del discurso de Pedro Barreira, en La Democracia, Chivilcoy, s/n [posiblemente 06/09/1888], en AESMCh (1888, pp. 32-33).

[51] Si bien puede resultar obvio que quien se presente como orador local enaltezca a la colectividad extranjera que era el centro del evento, consideramos también que este discurso reflejó las valoraciones colectivas que con anterioridad fueron señaladas en la prensa.

[52] Ibídem., p. 34.

[53] Ibídem., p. 35.

[54] Discurso del Sr. Fidel Florán, en AESMCh (1888, p. 44).

[55] Así es señalado por El Correo Español, s/f [agosto de 1888], en AESMCh (1888, p. 26).

[56] En otro de los discursos, Ángel Ramón Cartavio –quien actuaba en representación de la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Buenos Aires– señaló la existencia de “121 sociedades de las que se tiene noticia” constituidas por un total de 29.000 socios. Discurso del señor Cartavio, en AESMCh (1888, p. 56).

[57] Discurso del señor J. M. Buyo, en AESMCh (1888, pp. 51-52).

[58] Ibídem., p. 53.

[59] Al respecto, véase Moya (2004, pp. 290-320; 2014, pp. 27-31). Siguiendo al autor, es importante señalar que esto no ocurrió de la misma manera en Cuba –junto con Argentina, el otro destino predilecto por los españoles durante la gran inmigración–, en donde “al parecer los inmigrantes españoles encontraron en la isla caribeña una extensión colonial de la metrópoli donde resultaba más fácil y seguro diferencias regionales que en las repúblicas hispanoamericanas” (Moya, 2014, p. 28).

[60] La Asociación de Socorros Mutuos de San José de Flores fue creada en 1896, en un contexto marcado por la crisis generada a raíz de la insurrección cubana y la amenaza de intervención norteamericana en la misma. Véase Fernández (1992, p. 165 y ss.).