Los liderazgos españoles en Buenos Aires entre fines del siglo XIX y comienzos del XX: una relectura del tema

a partir de un estudio de caso

 

 

The Spanish leaderships in Buenos Aires between the late nineteenth and early twentieth centuries: a rereading of the subject from a case study

 

 

Nadia Andrea De Cristóforis

Universidad de Buenos Aires,

Universidad Nacional de Luján,

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)

ndecristoforis@yahoo.com.ar

 

Resumen

Anselmo Villar Amigo, natural de Malpica de Bergantiños en Galicia, formó parte de las tempranas migraciones que se dirigieron desde el noroeste hispánico hacia Buenos Aires. Desde su llegada a la ciudad en 1862 experimentó un proceso de movilidad social ascendente y logró una destacada actuación en el ámbito político, social y cultural, de ambos lados del océano Atlántico. En este trabajo nos concentraremos en la trayectoria de Villar Amigo, no con el fin de reconstruir su biografía personal desde una perspectiva histórica, sino más bien para poner de relieve su amplia implantación en espacios de diversa índole, desde los cuales consolidó su liderazgo de cara a la comunidad peninsular y a la sociedad local. El objetivo central será caracterizar dicho liderazgo y comprender sus estrategias de construcción, con el fin de contribuir, desde un estudio de caso, al conocimiento de las diversas modalidades de liderazgo que tuvieron lugar dentro de la comunidad española instalada en Buenos Aires, entre fines del siglo XIX y principios del XX.

 

Palabras Clave

Liderazgos; españoles; Buenos Aires; migraciones tempranas; Anselmo Villar Amigo.

 

Abstract

Anselmo Villar Amigo, a native of Malpica de Bergantiños in Galicia, was part of the early migrations that went from the Hispanic northwest to Buenos Aires. Since his arrival in the city in 1862 he experienced a process of upward social mobility and achieved an outstanding performance in the political, social and cultural field, on both sides of the Atlantic Ocean. In this work we will concentrate on the trajectory of Villar Amigo, not in order to reconstruct his personal biography from a historical perspective, but rather to highlight his wide implantation in spaces of various kinds, from which he consolidated his leadership in the face of the peninsular community and local society. The central objective will be to characterize this leadership and understand its construction strategies, in order to contribute, from a case study, to the knowledge of the various forms of leadership that took place within the Spanish community installed in Buenos Aires, between the late nineteenth and early twentieth centuries.

 

Keywords

Leadership; Spanish; Buenos Aires; early migrations; Anselmo Villar Amigo.

 

 

 

 

Introducción

 

Hacia mediados del siglo XIX la Argentina era el segundo país de acogida de la emigración gallega en el Continente Americano, luego de Cuba.[1] Dentro de la primera nación, Buenos Aires concentraba la mayor comunidad del noroeste hispánico. Las corrientes humanas desde Galicia hacia la última ciudad se intensificaron en los primeros quinquenios de las décadas de 1840 y 1850,[2] con un ritmo bastante similar a las provenientes de Andalucía y Cataluña (Massé, 1992: 334-335). Dichos flujos siguieron creciendo hasta principios del siglo XX, alcanzando para ese entonces sus mayores dimensiones cuantitativas.

Los inmigrantes gallegos constituyeron numéricamente el principal grupo de peninsulares dentro de la comunidad española de Buenos Aires. En 1855 llegaban al 38% del total de peninsulares establecidos en la mencionada ciudad, durante el período que se extendió de 1878 a 1884 habrían representado aproximadamente el 54% de los mismos, y en la etapa comprendida entre 1900 y 1910, alrededor del 48% (Moya, 2004: 28).

Buenos Aires fue ganando preeminencia como destino de las emigraciones del noroeste hispánico desde fines del siglo XVIII, por diversas motivaciones socio-económicas, demográficas y políticas que operaron desde los ámbitos de partida de dichas corrientes (Carmona Badía, 1990: 200; Eiras Roel, 1991: 17-39; Rey Castelao, 2001: 30-40). A ello se unía el atractivo del espacio urbano porteño, que a mediados del siglo XIX experimentaba transformaciones en materia edilicia, un cierto refinamiento en la cultura de determinados grupos sociales y una creciente conexión comercial con los mercados europeos (Sarrailh, 2000: 403-417). Por las áreas costeras de las provincias gallegas de Pontevedra o La Coruña circulaban diversas informaciones sobre las potencialidades y ventajas del destino emigratorio sudamericano, que se difundían a través de distintas vías: las cartas, los retornados, los capitanes de buque, los armadores, los familiares y allegados de los que ya habían migrado, entre otros (De Cristóforis, 2011: 180; Vázquez González, 1992). En las décadas centrales del siglo XIX dichas áreas ya se encontraban vinculadas con el Río de la Plata por los desplazamientos previos de emigrantes pioneros, que para ese entonces llamaban o alentaban a sus parientes y paisanos a trasladarse a la América austral, facilitándoles los medios para insertarse en la sociedad de acogida. Así ocurrió en el caso de Anselmo Villar Amigo, un natural de Malpica de Bergantiños (provincia de La Coruña), quien emigró a Buenos Aires en 1862, a los doce años de edad. Cuando arribó a la ciudad porteña, un tío suyo, Francisco Villar, cura de la Parroquia del Socorro, lo recibió y lo ayudó a instalarse en la sociedad rioplatense (García Sebastiani, 2005: 151).

Recién llegado, el joven gallego entró a trabajar como dependiente, primero en una tienda y luego en la casa comercial de la familia Hueyo, una empresa de importación y exportación en el ramo de tejidos y ropería (“Obituario de Anselmo Villar”, 1918a). Desde su arribo al puerto rioplatense desarrolló su vida principalmente en Buenos Aires, con algunas etapas de permanencia en su Galicia natal, en París o San Sebastián. Falleció en la capital porteña el 10 de mayo de 1918, a los 67 años de edad, por una artritis crónica.[3] A lo largo de su existencia desplegó actividades comerciales, industriales, financieras, sociales, políticas, culturales y filantrópicas, convirtiéndose en un importante referente de su comunidad, y en un destacado mediador entre la misma y las dirigencias locales sudamericanas.

En este trabajo nos concentraremos en la trayectoria de Anselmo Villar Amigo, no con el fin de reconstruir su biografía personal desde una perspectiva histórica,[4] sino más bien para poner de relieve su amplia implantación en espacios de diversa índole, desde los cuales consolidó su liderazgo. El objetivo central será caracterizar a este último y explicar sus estrategias de construcción, con el fin de contribuir, desde un estudio de caso, al conocimiento de las diversas modalidades de liderazgo que tuvieron lugar dentro de la comunidad española entre fines del siglo XIX y principios del XX. En esta dirección, el presente artículo intentará aportar algunos elementos de análisis a las indagaciones llevadas a cabo previamente por varios historiadores (Bragoni, 1999; Castro Montero, 2012; Cruset, 2008; Da Orden, 1995; Devoto y Fernández, 1990; Fasano, 2014; Fernández, 1987a; García Sebastiani, 2005; Lanciotti, 2006; Marquiegui, 1993; Núñez Seixas, 2006; entre otros), sobre los liderazgos hispánicos en diversos espacios y contextos de recepción de la Argentina. Dichos estudios han logrado poner de relieve las condiciones de surgimiento de los mismos, sus acciones y producciones escritas, las redes en las que estaban inmersos y los efectos de su ejercicio de uno y otro lado del océano Atlántico, entre muchas otras cuestiones.

Para llevar a cabo el examen propuesto nos basaremos en documentación dispersa perteneciente a las distintas instituciones en las cuales se insertó Villar Amigo, así como en la prensa hispánica y local de Buenos Aires. Estas fuentes primarias serán complementadas con la bibliografía relacionada con el tema.

 

 

El proceso de ascenso socio-económico del natural de Malpica

 

Cuando Villar Amigo ingresó a la firma Hueyo, la misma ya contaba con un importante local de ventas, en la calle Moreno, esquina Buen Orden. Pronto sus operaciones se multiplicaron, en gran parte debido a la existencia de una coyuntura económica que favoreció sus actividades comerciales, en momentos en que los lazos mercantiles entre la América del Sur y Europa se consolidaban progresiva y sostenidamente. A través del recorrido de diferentes etapas, el inmigrante malpicán fue ascendiendo de posición dentro de la casa Hueyo: primero granjeándose la confianza de sus patrones, luego siendo habilitado por los mismos y más tarde, asociándose a la firma (“Obituario de Anselmo Villar”, 1918a), un camino que siguieron muchos paisanos suyos, desde que los flujos del noroeste hispánico comenzaron a dirigirse a Buenos Aires, a fines del siglo XVIII (De Cristóforis, 2009: 170-171). Cuando uno de los dos hermanos titulares de la firma Hueyo (José Hueyo) falleció en un trágico accidente y Villar Amigo quedó asociado a la misma, el sobreviviente, Belisario, impulsó al joven gallego a integrarse más plenamente en la empresa, la cual comenzó a reconocerse como “Hueyo y Villar”, manteniéndose en actividad de este modo hasta 1898 (Finanzas, comercio, 1899: 11).

Tras avanzar en esta primera etapa de integración en el ámbito de acogida, Villar Amigo contrajo matrimonio con una porteña de buena posición económica, Luisa Bernal, con quien tuvo una hija, Adela Villar. Este enlace, además de poner de manifiesto un fenómeno de exogamia matrimonial inherente a las corrientes migratorias con altas tasas de masculinidad, como era la gallega de ese momento, revelaba también su interés por formar parte de los círculos de sociabilidad porteña más pudientes de la época.

Su posterior inserción en la vida económica argentina fue múltiple, llegando a alcanzar una particular relevancia en el ámbito industrial, comercial y financiero. A principios del siglo XX se lo reconocía como un destacado industrial, dentro de la comunidad española residente en Buenos Aires. Compartía este lugar con otros peninsulares: los hermanos Durán, Manuel Méndez de Andés, Casimiro Gómez y Manuel García Fernández (Latino, 1910: 126). Siete décadas después, se lo recordaría como uno de los españoles que había sobresalido en la banca y el comercio rioplatense (Álvarez, 1985: 59). Su crédito y buena reputación se motivaban en gran parte en la habilidad con que desplegó distintas actividades, en el medio que lo acogió. Veamos entonces en qué consistieron estas últimas.

El exitoso pasaje de Villar Amigo por la firma Hueyo constituyó un buen punto de partida para que su figura se proyectara en las altas esferas del ámbito mercantil, llegando a integrar la Cámara Oficial de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, primero como miembro titular (1894) y luego ocupando el cargo de Presidente de la misma (1895). Incluso, la misma Cámara lo designó como síndico para intervenir en los casos de quiebras que se produjeron en los años 1897 y 1898, con lo cual se reforzó la confianza que la primera había depositado en Villar Amigo, tras manifestarse como un obsecuente defensor de los intereses corporativos de los comerciantes del país.[5]

En efecto, a lo largo del año que ejerció la presidencia de la Cámara de Comercio, el oriundo de Malpica puso de manifiesto su propósito de resguardar los intereses del colectivo que representaba, que también eran los suyos propios. En este sentido, podríamos mencionar como ejemplo su férreo combate contra la sanción de una reforma de la legislación sobre quiebras, que lo condujo a buscar aliados y apoyos en las Cámaras de Comercio de Buenos Aires y Rosario (incluidas las que representaban a naciones europeas); instituciones bancarias varias, de gran peso financiero; y comerciantes mayoristas de las mencionadas ciudades. Todos estos organismos e individuos suscribieron conjuntamente distintas peticiones, solicitando que se mantuvieran las disposiciones vigentes, en relación con el nombramiento de los síndicos.[6] Los reclamos en los que Villar Amigo participó activamente fueron atendidos y la reforma quedó sin efecto.

Integrante destacado de los círculos mercantiles rioplatenses, Villar Amigo no tardó en incorporarse a la vida financiera de la ciudad porteña, en el seno de una institución que alcanzó un particular prestigio: el Banco Español del Río de la Plata. El natural de Malpica fue accionista de esta última entidad y llegó a formar parte de su Directorio, como vocal, entre agosto de 1905 y el mismo mes de 1906. A lo largo de este período, ejercieron el cargo de gerente y segundo sub-gerente Augusto Coelho y Jorge Mitchell, respectivamente. Villar Amigo fue electo miembro del Directorio por los accionistas del Banco, en la Asamblea general celebrada el 7 de agosto de 1905, por una cantidad importante de votos (307).[7]

El Banco Español del Río de la Plata abrió sus puertas en 1877 y a comienzos del siglo XX experimentó una singular etapa de expansión y consolidación. La entidad dio el mayor impulso a sus relaciones con Europa, organizando preferentemente el servicio de corresponsales en España, por ser ésta la nación donde la mayoría de la clientela tenía sus vinculaciones de sangre, amistad y negocios (Banco Español, 1986: 39-40; Fernández, 1912: 13-14). El año en que Villar Amigo formó parte del Directorio, el informe final de este último era altamente optimista, con respecto a la evolución de la institución.[8]

Tal como puso de relieve Moya, el Banco Español del Río de la Plata, y otros que surgieron posteriormente en relación con los capitales peninsulares (el “Banco de España y América”, el “Hispano Sudamericano”, el de “Galicia y Buenos Aires”, el “Basko-Asturiano”, el “Santander”, el de “Madrid y Buenos Aires”, entre otros) establecieron estrechas vinculaciones con las instituciones de la comunidad hispánica instalada en la América austral. Las asociaciones voluntarias solían depositar sus fondos en los mencionados bancos y éstos, a su vez, donaban un pequeño porcentaje de sus ganancias a las principales asociaciones, concediéndoles préstamos hipotecarios y de otro tipo, para la expansión de sus instalaciones (Moya, 2004: 299). En la época en que Villar Amigo se integró al Directorio del Banco Español del Río de la Plata, por ejemplo, el saldo de las utilidades fue distribuido del siguiente modo: los accionistas (80%), el fondo de reserva (12%), el Directorio y síndicos (3%), el fondo de auxilio de empleados (3%), el Hospital Español (1%) y la Sociedad de Beneficencia española (1%).[9] Además, en 1906, por ejemplo, el Hospital Asilo Español de Montevideo solicitó al Banco Español del Río de la Plata que lo socorriera con una ayuda monetaria. La reacción positiva del Directorio (del que formaba parte Villar Amigo), ante el mencionado pedido, quedó plasmada en las Actas de las sesiones de dicho órgano colectivo, del siguiente modo: “Deseoso el Directorio de contribuir en alguna forma a los humanitarios fines de tan benéfica institución, resolvió destinar a tal objeto la suma de $300.000 uruguayos”.[10]

Asimismo, las dirigencias de los citados bancos ocupaban cargos directivos o pertenecían simultáneamente a otras instituciones representativas de la comunidad peninsular instalada en Buenos Aires (como la Asociación Española de Socorros Mutuos; la Sociedad Española de Beneficencia, que administraba el Hospital Español; el Club Español; la Asociación Patriótica Española o la Cámara Española de Comercio y Navegación, entre otras). Así ocurrió en el caso de Villar Amigo y los comerciantes españoles Vicente Caride, José María Blanco, Juan Cañás, Cayetano Sánchez, Manuel Mieres, Casimiro Polledo, Manuel Durán, quienes además de accionistas y directivos del Banco Español del Río de la Plata, también desempeñaron puestos directivos en todas las citadas entidades (Quiñones, 237-243).

Más allá de estar presente en todas las sesiones del Directorio del Banco Español del Río de la Plata, Villar Amigo dio otras muestras de su compromiso con las responsabilidades o tareas que se le asignaban en el seno de dicho órgano. Para ilustrar esta última afirmación, podemos comentar que el 22 de agosto de 1905 se le encargó, junto al Presidente del Directorio, Casimiro Polledo, gestionar la adquisición del terreno lindero a la Casa central. El día 29 de agosto esta pequeña comitiva ya estaba en condiciones de anunciar al resto de los miembros del Directorio que la compra se había efectivizado, a un precio de $385.000 c. legal, un valor algo más bajo que el pretendido por su vendedor ($400.000).[11] Como parte del Directorio, Villar Amigo también promovió la moción para colocar en el salón de sesiones del Banco el retrato del ex-Presidente, Aurelio Pérez del Cerro. Esta propuesta fue aceptada con beneplácito por los otros integrantes del Directorio.[12]

En el ámbito industrial, Anselmo Villar Amigo jugó un importante papel en la conducción de dos fábricas: La Cantábrica y La Primitiva. El 12 de junio de 1902, junto con un grupo de hombres de negocios, participó en la fundación de una Sociedad Anónima que se denominó La Cantábrica y que se especializó en la fundición y laminación de hierros y aceros. Villar Amigo se incorporó al Directorio, que fue presidido por Antonio Saralegui y estuvo conformado por Antonio Aróstegui, Ciriaco Morea, José Drysdale, Vicente Sánchez y Manuel Magdalena (“Discurso pronunciado por el Presidente”, 1941). El mencionado establecimiento, que trabajaba con materia prima importada (como el resto de los de su ramo), cumplió un destacado rol en su época, al proveer productos indispensables para la infraestructura de distintos sectores de la economía del país sudamericano (Álbum de la Industria, 1923: 49). Para formarnos una idea de la centralidad alcanzada por La Cantábrica, deberíamos tener presente que a comienzos del siglo XX existían en la Argentina alrededor de tres mil establecimientos dedicados a la producción metalúrgica, pero tan sólo algunas fábricas instaladas en la ciudad de Buenos Aires (Rezzonico, Otonello y Cía.; La Acero Platense; Pedro Vasena e Hijos; Pedro Merlini, Gibelli y Cía.; y La Cantábrica), concentraban más de la mitad de la producción nacional (Rougier, 2006: 387; 2007: 135).

Asimismo, en 1910 Villar Amigo llegó a ser presidente de La Primitiva, una fábrica que producía bolsas para cereales y harinas, toldos para parvas, carpas y lienzos para lana, todos artículos estrechamente ligados a la economía agro-exportadora que se estaba consolidando en el país. Surgida por la fusión de tres fábricas de bolsas, fundadas por extranjeros, La Primitiva conoció una primera etapa de apogeo a comienzos de la década de 1890 (Moorne, 1893: 118-126). Para 1910, cuando Villar Amigo ocupó el Directorio, la fábrica empleaba a unos 1.000 obreros y los dividendos anuales eran de $20 por acción, un valor elevado, si lo comparamos con el correspondiente a 1902 (de $8 por acción) (“Sociedad Anónima”, 1910: 192).

 

 

Las actividades políticas de Villar Amigo entre Buenos Aires y Madrid

 

Con el paso de los años, Anselmo Villar Amigo también empezó a ser reconocido dentro de la vida social y política argentina. Según su biógrafo de El Diario Español, algunas acciones “heroicas” le habrían permitido comenzar a ganar una cierta “respetabilidad”, dentro del ámbito de acogida. Siendo joven, y junto con otros emigrantes españoles e italianos, asistió voluntariamente a los heridos del ejército argentino, durante la Guerra del Paraguay (1865-1870). Tiempo después salvó a una persona que se estaba ahogando, en las aguas del Río de la Plata, sin aceptar ninguna recompensa por su noble acción (El Diario Español, 1912). Al parecer, estos hechos habrían contribuido a cimentar un incipiente prestigio, que luego se fue acrecentando a medida que se fue integrando a las redes sociales de dirigentes políticos de primera línea en el ámbito nacional, como quienes ocuparon cargos presidenciales: Bartolomé Mitre y Roque Sáenz Peña.

Villar Amigo simpatizó desde temprano con las ideas del Partido Nacionalista del primero. En 1874 participó en las fuerzas auxiliares de la revolución mitrista, que intentó derrocar sin éxito al presidente electo Nicolás Avellaneda. Posteriormente, y ya como miembro de la Comisión Municipal de la ciudad de Buenos Aires, siguió manifestando actitudes de lealtad hacia la figura de Mitre, a quien visitaba en su domicilio particular (ver Imagen 1).

 

El General Bartolomé Mitre, en su domicilio, acompañado por los señores Villar Amigo (a la izquierda de B. Mitre), Cañás y Unzué. Fuente: Archivo General de la Nación (Buenos Aires, Argentina), Departamento de Documentos Fotográficos.

 

Villar Amigo también mantuvo estrechos vínculos de amistad con Roque Sáenz Peña. Como puso de relieve García Sebastiani (2005) la última figura “se imponía entre las elites de la colectividad española, a la hora de hablar de los políticos e intelectuales argentinos que se mostraban dispuestos a encauzar unas relaciones más estrechas entre ambos países” (p. 156). Sáenz Peña y Villar Amigo compartían además amistades, como la de Augusto Coelho o Justo López de Gomara. Estos últimos, junto con otros dirigentes de la colectividad española -entre los que se encontraba el natural de Malpica-, llevaron a cabo una campaña a favor de la candidatura presidencial de Roque Sáenz Peña, considerándolo un interlocutor válido entre las autoridades nacionales y las elites de las comunidades inmigrantes.[13] Creemos que el aprecio y respeto mutuo que unían a Villar Amigo, Coelho y Sáenz Peña pueden haber impulsado a los dos primeros a ofrecer la casa habitación del Banco Español del Río de la Plata en Madrid (sita en Alcalá 23) a Sáenz Peña, en momentos en que este último estaba próximo a realizar un viaje a España, por motivos laborales.[14]

A principios del siglo XX la trayectoria política de Anselmo Villar Amigo en las filas del liberalismo y su crecimiento económico como empresario industrial, lo convirtieron en una figura atractiva para ocupar diferentes cargos públicos. Tras haberse desempeñado como miembro del Consejo Escolar y de la Comisión de Higiene de distintas jurisdicciones porteñas, fue nombrado miembro de la Comisión Municipal de Buenos Aires (29 de mayo de 1905), por el Presidente de la Nación, Manuel Quintana, con el previo acuerdo del Senado Nacional.[15] Esta última designación constituía la manifestación de la confianza que los grupos dirigentes habían depositado en su persona, al impulsar su participación en el órgano legislativo de la ciudad capital del país, junto a otros veintiún vecinos, también elegidos por el Presidente de la Nación.[16] Su nombramiento fue recibido con gran satisfacción por El Diario Español y La Nación. Este último órgano de prensa consideraba que la elección de Manuel Quintana resultaba muy acertada: “su incorporación a ese cuerpo [la Comisión Municipal] es una justa recompensa para los sentimientos de afecto que el Sr. Villar ha demostrado en todos los momentos hacia nuestro país” (“Comisionado Municipal”, 1905).

 

Anselmo Villar Amigo como miembro de la Comisión Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Fuente: Archivo General de la Nación (Buenos Aires, Argentina), Departamento de Documentos Fotográficos.

 

Inicialmente, el mandato de Villar Amigo era de siete meses (en reemplazo de Cecilio López Bouchardo, que había renunciado), pero el 25 de diciembre de 1905 el Poder Ejecutivo nacional lo reeligió por un término reglamentario de dos años. Al ingresar a la Comisión Municipal el malpicán se incorporó a la subcomisión edilicia; a partir de octubre de 1905, a la de presupuesto; y en 1906, a la de hacienda. Desde abril de 1907 pidió licencia por motivos de salud, desdibujándose su participación directa dentro de la institución en consideración (El Comisionado Municipal, s.f.: 3; Revista Municipal, 1906).

A lo largo de su mandato dentro de la Comisión Municipal, Villar Amigo promovió diferentes medidas, siendo de particular interés las que concibió como integrante de las subcomisiones de presupuesto y hacienda, como veremos a continuación. Algunas de sus iniciativas estuvieron encaminadas a honrar y reivindicar figuras y acontecimientos estrechamente ligados a la evolución de la historia rioplatense y a la consolidación de la nación que lo había acogido. Otras parecen haber estado motivadas por su deseo de satisfacer necesidades de la comunidad española, de la que se sentía parte y portavoz. Finalmente, otras se vincularon con los ideales modernizadores de la época, tendientes a emular las modas, costumbres y hábitos europeos, como instrumento o medio para alcanzar el supuesto “progreso” del país.

Consideramos que en el fondo, las medidas propuestas por Villar Amigo estaban orientadas a satisfacer distintos objetivos, relacionados con el logro del bienestar general de la población (incluida la española radicada en la ciudad), pero también, con la legitimación de su figura, ante los poderes públicos locales y ante otros líderes de la colectividad hispánica, instalados de uno y otro lado del océano Atlántico. Detengámonos en algunas de las iniciativas impulsadas por el natural de Malpica, para comprender mejor estas últimas afirmaciones.

Para empezar, Anselmo Villar Amigo parecía preocupado por conmemorar aquellos acontecimientos históricos que en su opinión, habían contribuido a engrandecer y fortalecer a la patria que lo había acogido. Como muchos otros líderes étnicos españoles de su tiempo y posteriores, trataría de glorificar momentos que habían implicado una tácita conciliación entre la antigua madre patria y la joven nación argentina, como la gesta de la Reconquista de Buenos Aires (donde españoles y criollos aunaron esfuerzos en pos de expulsar a los invasores ingleses).[17] De este modo, postuló la necesidad de destinar una importante suma del presupuesto municipal de 1905 a los festejos del aniversario de la Reconquista.[18] Si bien la posición de Villar Amigo a favor de la erogación de fondos no logró imponerse en 1905, fue aceptada al año siguiente.[19]

Asimismo, Villar Amigo buscó promover aquellas iniciativas tendientes a ensalzar o enaltecer a figuras destacadas de la vida política argentina. En este sentido, presentó en la Comisión Municipal un proyecto, que luego fue aprobado por unanimidad, para designar con el nombre de “Carlos Pellegrini” a la calle de la ciudad porteña que hasta ese momento se identificaba como “Nueva Granada”.[20] También, por su iniciativa, la calle que se denominaba “Industria” pasó a designarse “Aristóbulo del Valle”, en reconocimiento a la “notable actuación pública” de este último.[21] Para Villar Amigo, la memoria de los “hombres ilustres de la nación” no sólo se resguardaba con este tipo de medidas, sino también con el cuidado de sus restos. De allí que promoviera la sanción de una minuta destinada al Intendente de la ciudad, donde se le solicitaba que dedicara una especial atención al mantenimiento de los sepulcros construidos en el Cementerio del Norte porteño, para conservar los restos de hombres que habían prestado “eminentes servicios” a la patria.[22] Su militancia a favor de Bartolomé Mitre lo condujo a proponer que se nombrara una comitiva, dentro de la Comisión Municipal, para asistir y presenciar los actos conmemorativos del aniversario de su fallecimiento. Villar Amigo fue designado para integrar esta delegación, junto con los señores Martínez y Rosa.[23]

Los gestos políticos tendientes a afianzar los vínculos con la comunidad peninsular y sus dirigentes, de ambas márgenes del Atlántico, fueron diversos, destacándose algunos que merecen un particular comentario. Con motivo del fracasado atentado anarquista que tuvo lugar en la capital española (1906), contra la vida del Rey, Villar Amigo, poniendo de manifiesto su inclinación pro-monárquica, defendió la necesidad de que a través de la Presidencia de la Nación se enviara un telegrama al Ayuntamiento de Madrid, manifestando la satisfacción que había producido la frustación de tal “condenable acción”. Esta moción fue aprobada por todos los miembros de la Comisión Municipal.[24] Villar Amigo también oficiaba como intermediario entre la comunidad española instalada en Buenos Aires y las autoridades locales. En esta dirección, transmitía sus peticiones o intereses, como por ejemplo, la solicitud presentada por la Sociedad Española de Socorros Mutuos, para que se acordara la exoneración de los derechos correspondientes a la reducción de los restos depositados en el Panteón de su propiedad, en el Cementerio del Norte de la ciudad.[25]

En cuanto a las iniciativas que concebimos como “modernizadoras” o destinadas a lograr el bienestar de la población en general, mencionaremos las siguientes: el fomento del establecimiento de una adecuada calefacción en los teatros; la exigencia de que se fijara un tope para las tarifas de gas que se cobraban por el alumbrado público; su propósito de que las correspondientes a la Compañía del Tranvía de Buenos Aires fueran uniformes, al precio de diez centavos para todas las líneas (abaratándose de este modo el valor en algunas de ellas, que en ese momento era más elevado); la propuesta de que los cocheros devolvieran obligatoriamente los objetos olvidados por sus clientes en sus carruajes; el interés por disminuir la cantidad de accidentes producidos por tranvías eléctricos dentro del ámbito municipal, reduciendo el número de pasajeros habilitados a permanecer en las plataformas de los mismos y prohibiendo la circulación de coches acoplados; su estímulo para que se terminaran los trabajos de edificación de la Avenida de Mayo porteña para 1910, año que presenciaría los festejos del primer Centenario de la Revolución de Mayo; el impulso dado a la construcción de un Hospicio de Crónicos; o su proyecto de reglamentar la edificación en la Avenida Alvear, entre otras.[26]

Con algunas de estas últimas medidas Anselmo Villar Amigo manifestaba su vocación de limitar las concesiones realizadas a las empresas privadas, en pos de garantizar los intereses de la Muncipalidad. Un claro ejemplo de ello lo tenemos en la postura adoptada por el natural de Malpica, frente a un hecho puntual y concreto: la futura publicación de una guía oficial del Jardín Zoológico, con reproducciones ilustradas de los edificios y animales que se encontraban en su interior. El negocio de esta publicación iba a ser concedido a los Señores Vasco, Fogli y Cía., inicialmente, por diez años. Sin embargo, los comisionados Carranza y Villar Amigo promovieron la idea de que dicha concesión fuera acordada por el término de cinco años, y además, el último también sostuvo la necesidad de que la Municipalidad percibiera de manera adelantada la suma de $1000, que la empresa debía pagarle. Estas consideraciones fueron incorporadas en la resolución definitiva, llegando a buen término las propuestas de Villar Amigo y Carranza.[27]

El pedido de licencia de Villar Amigo en la Comisión Municipal porteña, en 1907, coincidió con su necesidad de asumir otros compromisos públicos. La visibilidad lograda en la esfera local, junto con su creciente prestigio social, le abrieron nuevas puertas de participación política, en el ámbito europeo. Por un lado, fue designado como delegado consejero en la “VIII Conferencia Internacional de la Cruz Roja”, evento que tuvo lugar en Londres, en junio de 1907. Villar Amigo, junto con otro representante, el Teniente de Fragata Esteban de Loqui, tenían la misión de obtener de dicha Conferencia la aprobación de la siguiente propuesta: que en todos los países donde se habían organizado Sociedades de la Cruz Roja, se implementase un servicio permanente de socorros durante la época de paz, para brindar asistencia a las víctimas de calamidades públicas, prescindiendo del origen, religión o posición social de las personas. La misión alcanzó el objetivo perseguido, siendo sancionada favorablemente la proposición argentina (Lozano, 1932: 38-39).

Por otro lado, en enero de 1907 Villar Amigo fue nombrado diputado en Cortes por el distrito de Corcubión (La Coruña), por el Partido Liberal. Esta elección fue facilitada por la relación que el natural de Malpica mantenía con el político y jurista Eugenio Montero Ríos, quien impulsó su candidatura, apoyándose en el importante control que ejercía sobre los distritos electorales de Santiago de Compostela y La Coruña. Como sugirió García Sebastiani (2005: 160), ambos gallegos vislumbraban la conveniencia mutua del nombramiento en Cortes: para Villar Amigo implicaba el reconocimiento y la coronación del éxito socio-económico logrado en el Río de la Plata, y para el ya experimentado y maduro Montero Ríos, la posibilidad de aprovechar la capacidad económica del rico emigrado, para proyectos regeneracionistas en su pueblo natal y para campañas políticas. El oriundo de Malpica viajó a Madrid con motivo de su nombramiento, pero según parece, no tanto para ocupar su escaño, sino para reunirse con destacados políticos dinásticos de la época, como el conservador Antonio Maura o el propio Rey Alfonso XIII. En 1910 Anselmo Villar Amigo fue reelecto como diputado en Cortes, esta vez por el distrito de Muros (La Coruña), aunque aparentemente, en esta ocasión, su participación en la mencionada institución no logró trascender.

Los lazos que lo unían con la monarquía española tuvieron la oportunidad de reforzarse con motivo de la visita de la Infanta Isabel (tía del Rey Alfonso XIII) a la Argentina en 1910, en ocasión de los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo. Las celebraciones públicas de este acontecimiento duraron varios días, convocando a múltiples personalidades del ámbito nacional e internacional. Villar Amigo había iniciado una campaña a favor de estos festejos en Madrid, durante un viaje que realizó en 1907 (El Diario Español, 1907). En 1908 se integró como vocal a la “Comisión Española del Centenario Argentino”, la que quedó conformada por los más reconocidos españoles establecidos en el país austral y tuvo como misión contribuir a los festejos del Centenario desde la comunidad peninsular organizada –entre otras cuestiones, se encargó de la realización del “Monumento a la Nación Argentina”- (Quiñones, 2017: 155-156). Además, Villar Amigo estuvo presente en uno de los más importantes actos de recepción con los que dicha colectividad agasajó a la Infanta Isabel: un banquete organizado por la Embajada española en el Club Español de Buenos Aires (institución que como veremos más adelante, había presidido). A esta reunión asistieron más de quinientas personas, entre las que se encontraron las figuras políticas más destacadas de la comunidad hispánica instalada en el Río de la Plata (“La Infanta Isabel”, 1910: 10).

 

 

La inserción en la comunidad española de Buenos Aires y las acciones en relación con la “patria chica”

 

Villar Amigo llegó a presidir tres importantes instituciones representativas de la colectividad peninsular en Buenos Aires: la Sociedad Española de Socorros Mutuos, el Club Español y el Hospital Español. Además, fue presidente de la compañía de seguros Hispano-Argentina. La primera entidad nació en 1857 y contó con un gran número de socios gallegos.[28] Estos últimos también formaron parte de sus dirigencias, como es el caso de Villar Amigo, quien ocupó el cargo de presidente en 1883-1885 y en 1893-1898 (Fernández, 1987b: 56). En el marco de este segundo período de su presidencia, el natural de Malpica suscribió el acta de fundación de la Asociación Patriótica Española (1896), contribuyendo inicialmente con la misma con una suma de $2.000 (“Redacción. Asociación Patriótica”, 1896). Como es sabido, la última institución fue creada en la coyuntura de la Guerra Hispano-Norteamericana, entre otros fines, para canalizar la ayuda de la comunidad inmigrante a la Madre Patria en guerra (Fernández, 1987a: 297). La Asociación Patriótica compró a España el Río de la Plata, un buque acorazado de 1.775 toneladas, y donó una cantidad que representaba aproximadamente el 35% de todo lo que recogió la Comisión de Suscripción Nacional que encabezó la Reina Regente en Madrid, para gastos de la guerra con los Estados Unidos en 1898 (García, 1998: 210). Como presidente de la Asociación Española de Socorros Mutuos, Villar Amigo trabajó activamente para aumentar los fondos de ambas colectas, ya sea aportando voluntariamente importantes sumas a las mismas, o gestionando personalmente las donaciones de sus congéneres. Incluso, en mayo de 1898 llegó a sostener la necesidad de que la Asociación Española de Socorros Mutuos destinara la mitad del fondo de reserva ($15.000) a la Suscripción Nacional. Estas muestras de patriotismo se complementaban con otras, de carácter más simbólico, como su moción para que los asistentes de la asamblea general de la Asociación Española de Socorros Mutuos, reunida el 8 de mayo de 1898, se pusieran de pie, en homenaje a los marinos peninsulares que habían caído en Manila, defendiendo la integridad del territorio español y el honor de su bandera (“Asociación Española”, 1898a; “Asociación Española”, 1898b; “Reunión de anoche”, 1898).

Por otro lado, Villar Amigo fue uno de los socios fundadores del Club Español y llegó a ser su presidente en 1902 y 1903 (“El Club Español”, 1913: 373).[29] Dicha institución surgió como continuación de la Sala Española de Comercio (1852-1857) y se convirtió en centro de cohesión de la elite de la comunidad emigrada, contribuyendo a delinear muchos de sus liderazgos (Moya, 2004: 296-297).

Preocupado por la circulación de periódicos representativos de los peninsulares en el Río de la Plata, el oriundo de Malpica propició la publicación de dos importantes órganos de prensa de la comunidad hispánica: El Diario Español, dirigido por su amigo Justo López de Gomara, y El Correo Español, fundado por Enrique Romero Jiménez. Por un lado, Villar Amigo contribuyó monetariamente al surgimiento de este último medio de prensa en 1872 y por otro, aportó fondos para la compra de una máquina rotativa que le permitió a El Diario Español prescindir de los talleres de imprenta que alquilaba a otros diarios porteños y ampliar la distribución de sus ejemplares.[30] Hacia fines de 1911, Villar Amigo también adquirió parte de las acciones que se derivaron de la venta de El Diario Español, cuando el mismo pasó de la propiedad de López de Gomara a la de una sociedad anónima, que quedó integrada, además de por el natural de Malpica, por otros miembros destacados de la colectividad española en la Argentina (entre otros: Rafael Calzada, Avelino Gutiérrez, Félix Ortiz y San Pelayo, Manuel Llamazares, Gonzalo Sáenz, Jorge Mitchell, Casimiro Gómez, León Durán o Vicente Blasco Ibáñez) (García Sebastiani, 2004: 541). Gracias a la compra de El Diario Español por parte de los citados peninsulares, el mismo pudo subsistir sin interrupciones hasta entrados los años cuarenta del siglo XX.

Sin embargo, vale la pena señalar que las vinculaciones de Villar Amigo con el mundo de las letras no se agotaron en las acciones comentadas, sino que llegaron a involucrar la producción literaria personal, como autor de una obra que reivindicaba las acciones llevadas a cabo por Camilo García Polavieja y del Castillo Negrete, Capitán General del Ejército, Marqués de Polavieja. El libro se adentraba en las hazañas militares de este soldado español y en sus múltiples servicios a la patria (Villar y Amigo, 1914).

Además de constituirse en representante y portavoz de la comunidad española en general, Villar Amigo también ofreció su ayuda a paisanos de uno y otro lado del Atlántico. En el Río de la Plata, y según el periódico porteño La Prensa, prestó una importante asistencia a los inmigrantes gallegos recién llegados: “los colaba según sus aptitudes, subviniendo a sus primeras y más perentorias necesidades con la solicitud de un verdadero padre de los aldeanos de la tierra” (“Obituario de Anselmo Villar”, 1918b: 8).

Otro tipo de acciones, que podríamos caracterizar a grandes rasgos como “filantrópicas”, propiciaron la consolidación de su prestigio en su tierra natal y el mejoramiento de las condiciones de vida de sus habitantes. En esta dirección, facilitó la extensión de la red de agua potable; contribuyó con el financiamiento de una fuente pública, una rampa, una escuela, las obras del muelle y del puerto, la plaza de Abastos y un reloj público; y ayudó económicamente a los más necesitados, con donaciones monetarias o de objetos (por ejemplo, máquinas de coser para mujeres de muy escasos recursos). Con este tipo de gestos, que lo condujeron a recibir la Orden de Isabel la Católica, se asimilaba al comportamiento de algunos otros emigrados gallegos y asturianos “exitosos”, que también beneficiaron a sus localidades de nacimiento con distintos tipos de obras de infraestructura y actos simbólicos.

 

 

Conclusiones

 

Tras su fallecimiento el 10 de mayo de 1918, los restos de Villar Amigo fueron enterrados en el Cementerio del Norte (hoy de la Recoleta), en presencia de una gran cantidad de amigos y conocidos, entre los que se encontraban destacadas figuras, como Pablo Soler y Guardiola (el Embajador español en Buenos Aires), Lorenzo Ruiz y Justo López de Gomara. Las principales instituciones en las que había participado activamente (el Club Español, la Cámara de la Bolsa de Comercio, los establecimientos industriales La Primitiva y La Cantábrica, y la Asociación Española de Socorros Mutuos) le dedicaron sentidas palabras, en avisos que fueron publicados en los principales órganos de prensa de la ciudad. Al parecer, en su testamento dejó una respetable suma de dinero para el socorro de los más carenciados, en su pueblo de origen (Rico de Santiago, 1922). En agradecimiento a su obra benefactora, el Ayuntamiento de Malpica decidió designar a la calle principal de la villa con su nombre, contribuyendo a perpetuar su recuerdo en la memoria de los lugareños. En la Argentina, otros organismos se ocuparon de mantener vivo su espíritu: El Diario Español, por ejemplo, colocó una placa en su honor en el panteón donde fue sepultado, en testimonio del reconocimiento a su persona.

Villar Amigo fue uno de los muchos inmigrantes españoles que dejó un destacado legado en el país que lo acogió. Como hemos puesto de relieve, su actuación en el ámbito económico, político, social y cultural fue sumamente diversa y rica, siendo particularmente notable su capacidad de liderazgo y dirección. Esta última condición le permitió desplegar un rol particular, en tanto representante de la comunidad española (tanto la emigrada en Buenos Aires como la peninsular) y del pueblo porteño.

Podría sugerirse que su dinamismo y visibilidad en el seno de su colectividad constituyó un punto de partida para construir su legitimidad y prestigio de cara a las dirigencias de la sociedad receptora. Pero a su vez, su protagonismo en el ámbito municipal porteño –donde desempeñó los cargos públicos señalados- y su vínculo con importantes figuras de la política nacional argentina, lo posicionaron mejor para desarrollar su carrera política en la península. Esta última también se vio beneficiada con su liderazgo en el seno de la comunidad española de Buenos Aires, es decir, sus habilidades como líder étnico fueron utilizadas como bagaje a rentabilizar en su sociedad de origen, en un proceso de “interacción osmótica” estudiado por Núñez Seixas (2006: 40). Asimismo, las actividades y relaciones políticas del oriundo de Malpica fueron consecuencia, y en ciertos momentos condicionantes, de su éxito económico. Su rol como representante y dirigente se retroalimentó con su papel de empresario exitoso, y viceversa.

Ahora bien, la trayectoria de ascenso social de Villar Amigo no fue lineal y presentó incertidumbres y momentos más críticos –que han dejado pocos rastros en las fuentes disponibles-, pero en el largo plazo exhibió una tendencia muy positiva. Desde ya que la historia de vida del malpicán no fue compartida por todos los emigrados gallegos: muchos de ellos ni siquiera pudieron cumplir sus deseos de mejoramiento o progreso social en tierras sudamericanas. Sin embargo, la experiencia vital de Villar Amigo nos autoriza a identificar un conjunto de factores que en su caso actuaron relacionados entre sí, favoreciendo su encumbramiento económico y político: su capacidad personal; su espíritu emprendedor; su sentido de la oportunidad; el momento relativamente temprano de su llegada a la Argentina, que le permitió ocupar espacios socio-económicos y políticos abiertos a los extranjeros; su inserción en redes sociales capaces de abrirle oportunidades de crecimiento y promoción; y una sociedad de acogida en expansión, permeable a la integración de los migrantes (al menos, en la vida económica de la región), entre otros. Compartió con algunos congéneres (como Tomás Bargiela, José Benito Casás, Fernando García, Casimiro Gómez, Manuel Chillado García, Adolfo Rey Ruibal, José M. Miranda Luaces) algunos rasgos vitales (como su arribo antes de la gran oleada migratoria de fines del siglo XIX, su inserción en el comercio de exportación e importación, su ascenso socio económico en el ámbito mercantil y su pasaje desde el mismo a la banca, la industrial o los seguros) (Fernández, 2001: 149-150) y por ello podríamos afirmar que su trayectoria, si bien presentó características singulares y únicas, también se inscribió dentro de un conjunto de biografías similares, conformando un universo de dirigentes prósperos a nivel socio-económico, con proyecciones políticas hacia la sociedad argentina y hacia la de origen, las cuales propiciaron una doble inserción: por un lado, una fuerte integración en el ámbito emigratorio y por otro, un importante reconocimiento y prestigio en la tierra natal.

 

 

 

 

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Recibido: 31/01/2022

Evaluado: 02/03/2022

Versión Final: 07/03/2022



[1] Mientras que la isla del Caribe acaparó un 56% de las emigraciones gallegas hacia América entre 1847 y 1864, la Argentina recibió en ese periodo un 32% de las mismas. Cfr. De Cristóforis, 2010: 65.

[2] Archivo General de la Nación (Bs. As., Argentina), Censos y Padrones, Censo de Buenos Aires de 1855, Vols. 1390-1402.

[3] Cementerio de la Recoleta (Bs. As., Argentina), Registro de Inhumaciones, f. 19.

[4] Para un interesante balance sobre las potencialidades y limitaciones de las distintas aproximaciones biográficas históricas, cfr. Gómez-Navarro (2005), entre muchos otros trabajos sobre el tema.

[5] Memorias de la Cámara de Comercio de la Bolsa, correspondientes a los años 1894, 1895, 1896 y 1897, Bs. As., 1895, 1896, 1897 y 1898, respectivamente.

[6] A. Villar y M. Maldonado, “Nota al Poder Ejecutivo y a la Cámara de Senadores”, Bs. As., 11/09/1895, en Memoria de la Cámara de Comercio de la Bolsa, correspondiente al año 1895, Bs. As., 1896, p. 19.

[7] “Acta de la Trigésima Sexta Asamblea General Ordinaria, 7/08/1905”, en Banco Español del Río de la Plata. Actas del Directorio y de las Asambleas Generales Nº 5, pp. 66-67.

[8] “Banco Español del Río de la Plata. Balance General. Casa matriz y sucursales. 30/06/1906”, en Banco Español del Río de la Plata. Memorias y Balances, años 1887-1921.

[9] Ibid.

[10] “Acta de Directorio (en adelante, AD), 3/07/1906”, en Banco Español del Río de la Plata. Actas del Directorio … cit., p. 162.

[11] “AD, 22/08/1905 y 29/08/1905”, en Banco Español del Río de la Plata. Actas del Directorio …, cit., pp. 73 y 75.

[12] “AD, 10/07/1906”, en Banco Español del Río de la Plata. Actas del Directorio …, cit., p. 165.

[13] Academia Nacional de la Historia (Bs. As., Argentina), Archivo Roque Sáenz Peña, caja Nº 20, ff. 260-261.

[14] “AD, 8/05/1906”, Banco Español del Río de la Plata. Actas del Directorio…, cit., p. 147.

[15] “Decreto nombrando un miembro de la Comisión Municipal de la Capital”, en Registro Nacional de la República Argentina, Año 1905, Bs. As., 1905, p. 59.

[16] Vale la pena aclarar que la Comisión Municipal reemplazó transitoriamente al Concejo Deliberante Municipal, que había entrado en una fase institucional crítica (puesta de manifiesto en la renuncia de muchos de sus integrantes y en el aumento descontrolado de la deuda de la Comuna), siendo suplantado por la primera institución mencionada, por la Ley Nº 4029. Cfr. Actas del Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, correspondientes al año de 1901, (en adelante, ACD), Bs. As., 1902, pp. 233, 245 y 256.

[17] Sobre esta actitud conciliatoria de las dirigencias peninsulares, cfr. Núñez Seixas, 2006: 31.

[18] ACD, 14/07/1905 y 18/07/1905, pp. 292-293.

[19] ACD, 5/06/1906, pp. 145-146.

[20] ACD, 20/07/1906, p. 255.

[21] ACD, 21/09/1906, p. 395.

[22] ACD, 24/12/1906, pp. 642-643.

[23] ACD, 26 y 28/12/1906, p. 785.

[24] ACD, 1/06/1906, pp. 139-140.

[25] ACD, 27/07/1906, p. 284.

[26] ACD, 9/06/1905, pp. 177-178; ACD, 7/07/1905, p. 269; ACD, 11/09/1906, p. 320; ACD, 21/07/1905, p. 315; ACD, 25/07/1905, p. 321; ACD, 28/11/1905, p. 631; ACD, 20-24/10/1905, p. 529; ACD, 29/11/1905, p. 644; ACD, 28/07/1906, pp. 294-295; ACD, 21/09/1906, p. 339; ACD, 9/10/1906, pp. 390 y 393; ACD, 15/06/1906, p. 169; ACD, 19/06/1906, p. 178; ACD, 14/12/1906, p. 566.

[27] ACD, 3/11/1905, pp. 563-565.

[28] Según los estudios de Fernández (2001: 143-144), entre 1890 y 1930 las solicitudes de ingreso de los gallegos en la institución en consideración alcanzó al 40% del total.

[29] En el Libro de Socios por orden de antigüedad del Club Español, Villar Amigo figuraba en séptimo lugar. Cfr. Club Español, Libro de Socios por orden de antigüedad, p. 1.

[30] “AD, 29/09/1905 y 19/01/1906”, Banco Español del Río de la Plata. Actas del Directorio…, cit., pp. 82-83 y 116. Sobre la evolución de El Correo Español, v. la amplia indagación de Garabedian, 2017.