Los liderazgos
españoles en Buenos Aires
entre fines del siglo XIX y comienzos del XX: una relectura del tema
a partir de un
estudio de caso
The
Spanish
leaderships in Buenos Aires between the late nineteenth and early
twentieth
centuries: a rereading of the subject from a case study
Nadia Andrea De Cristóforis
Universidad
de Buenos Aires,
Universidad
Nacional de Luján,
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(Argentina)
ndecristoforis@yahoo.com.ar
Resumen
Anselmo Villar
Amigo, natural de Malpica de Bergantiños
en Galicia, formó parte de las tempranas migraciones que se
dirigieron desde el
noroeste hispánico hacia Buenos Aires. Desde su llegada a la
ciudad en 1862
experimentó un proceso de movilidad social ascendente y
logró una destacada
actuación en el ámbito político, social y
cultural, de ambos lados del océano
Atlántico. En este trabajo nos concentraremos en la trayectoria
de Villar
Amigo, no con el fin de reconstruir su biografía personal desde
una perspectiva
histórica, sino más bien para poner de relieve su amplia
implantación en
espacios de diversa índole, desde los cuales consolidó su
liderazgo de cara a
la comunidad peninsular y a la sociedad local. El objetivo central
será
caracterizar dicho liderazgo y comprender sus estrategias de
construcción, con
el fin de contribuir, desde un estudio de caso, al conocimiento de las
diversas
modalidades de liderazgo que tuvieron lugar dentro de la comunidad
española
instalada en Buenos Aires, entre fines del siglo XIX y principios del
XX.
Palabras Clave
Liderazgos;
españoles; Buenos Aires; migraciones tempranas; Anselmo Villar
Amigo.
Abstract
Anselmo
Villar Amigo,
a native of Malpica de Bergantiños
in Galicia, was part of the early migrations that went from the
Hispanic
northwest to Buenos Aires. Since his arrival in the city in 1862 he
experienced
a process of upward social mobility and achieved an outstanding
performance in
the political, social and cultural field, on both sides of the Atlantic
Ocean.
In this work we will concentrate on the trajectory of Villar Amigo, not
in
order to reconstruct his personal biography from a historical
perspective, but
rather to highlight his wide implantation in spaces of various kinds,
from
which he consolidated his leadership in the face of the peninsular
community
and local society. The central objective will be to characterize this
leadership and understand its construction strategies, in order to
contribute,
from a case study, to the knowledge of the various forms of leadership
that
took place within the Spanish community installed in Buenos Aires,
between the
late nineteenth and early twentieth centuries.
Keywords
Leadership;
Spanish; Buenos Aires; early migrations; Anselmo Villar
Amigo.
Introducción
Hacia mediados
del siglo XIX la Argentina era el segundo país de acogida
de la emigración gallega en el Continente Americano, luego de
Cuba.[1]
Dentro de la primera nación, Buenos Aires concentraba la mayor
comunidad del
noroeste hispánico. Las corrientes humanas desde Galicia hacia
la última ciudad
se intensificaron en
los
primeros quinquenios de las décadas de 1840 y 1850,[2]
con un ritmo bastante similar a las provenientes de Andalucía y
Cataluña (Massé, 1992:
334-335). Dichos flujos siguieron creciendo
hasta principios del siglo XX, alcanzando para ese entonces sus mayores
dimensiones cuantitativas.
Los inmigrantes gallegos
constituyeron
numéricamente el principal grupo de peninsulares dentro de la
comunidad
española de Buenos Aires. En 1855 llegaban al 38% del
total de
peninsulares establecidos en la mencionada ciudad, durante el
período que se
extendió de 1878 a 1884 habrían representado
aproximadamente el 54% de los
mismos, y en la etapa comprendida entre 1900 y 1910, alrededor del 48%
(Moya,
2004: 28).
Buenos
Aires fue ganando preeminencia como destino de las emigraciones del
noroeste
hispánico desde fines del siglo XVIII, por diversas motivaciones
socio-económicas, demográficas y políticas que
operaron desde los ámbitos de
partida de dichas corrientes (Carmona Badía,
1990:
200; Eiras
Roel, 1991: 17-39; Rey Castelao, 2001:
30-40). A ello
se unía el atractivo del espacio urbano porteño, que a
mediados del siglo XIX
experimentaba transformaciones en materia edilicia, un cierto
refinamiento en
la cultura de determinados grupos sociales y una creciente
conexión comercial
con los mercados europeos (Sarrailh, 2000:
403-417).
Por las áreas costeras de las provincias gallegas de Pontevedra
o La Coruña
circulaban diversas informaciones sobre las potencialidades y ventajas
del
destino emigratorio sudamericano, que se difundían a
través de distintas vías:
las cartas, los retornados, los capitanes de buque, los armadores, los
familiares y allegados de los que ya habían migrado, entre otros
(De Cristóforis, 2011: 180;
Vázquez González, 1992). En las
décadas centrales del siglo XIX dichas áreas ya se
encontraban vinculadas con
el Río de la Plata por los desplazamientos previos de emigrantes
pioneros, que
para ese entonces llamaban o alentaban a sus parientes y paisanos a
trasladarse
a la América austral, facilitándoles los medios para
insertarse en la sociedad
de acogida. Así ocurrió en el caso de Anselmo Villar
Amigo, un natural de
Malpica de Bergantiños (provincia
de La Coruña),
quien emigró a Buenos Aires en 1862, a los doce años de
edad. Cuando
arribó a la ciudad porteña, un tío
suyo, Francisco Villar, cura de la Parroquia del Socorro, lo
recibió y lo ayudó
a instalarse en la sociedad rioplatense (García Sebastiani,
2005: 151).
Recién
llegado, el joven gallego entró a
trabajar como dependiente, primero en una tienda y luego en la casa
comercial
de la familia Hueyo, una empresa de
importación y
exportación en el ramo de tejidos y ropería
(“Obituario de Anselmo Villar”,
1918a). Desde su arribo al puerto rioplatense desarrolló su vida
principalmente
en Buenos Aires, con algunas etapas de permanencia en su Galicia natal,
en
París o San Sebastián. Falleció en la capital
porteña el 10 de mayo de 1918, a
los 67 años de edad, por una artritis crónica.[3]
A lo largo de su existencia desplegó actividades comerciales,
industriales,
financieras, sociales, políticas, culturales y
filantrópicas, convirtiéndose en
un importante referente de su comunidad, y en un destacado mediador
entre la
misma y las dirigencias locales sudamericanas.
En este trabajo
nos concentraremos en la
trayectoria de Anselmo Villar Amigo, no con el fin de reconstruir su
biografía
personal desde una perspectiva histórica,[4]
sino más bien para poner de relieve su amplia
implantación en espacios de
diversa índole, desde los cuales consolidó su liderazgo.
El objetivo central
será caracterizar a este último y explicar sus
estrategias de construcción, con
el fin de contribuir, desde un estudio de caso, al conocimiento de las
diversas
modalidades de liderazgo que tuvieron lugar dentro de la comunidad
española
entre fines del siglo XIX y principios del XX. En esta
dirección, el presente
artículo intentará aportar algunos elementos de
análisis a las indagaciones
llevadas a cabo previamente por varios historiadores (Bragoni,
1999; Castro Montero, 2012; Cruset, 2008;
Da Orden,
1995; Devoto y Fernández, 1990; Fasano,
2014;
Fernández, 1987a; García Sebastiani,
2005; Lanciotti, 2006; Marquiegui,
1993; Núñez Seixas, 2006; entre otros), sobre los
liderazgos hispánicos en
diversos espacios y contextos de recepción de la Argentina.
Dichos estudios han
logrado poner de relieve las condiciones de surgimiento de los mismos,
sus
acciones y producciones escritas, las redes en las que estaban inmersos
y los
efectos de su ejercicio de uno y otro lado del océano
Atlántico, entre muchas
otras cuestiones.
Para llevar a
cabo el examen propuesto nos
basaremos en documentación dispersa perteneciente a las
distintas instituciones
en las cuales se insertó Villar Amigo, así como en la
prensa hispánica y local
de Buenos Aires. Estas fuentes primarias serán complementadas
con la
bibliografía relacionada con el tema.
El proceso de
ascenso socio-económico
del natural de Malpica
Cuando Villar
Amigo ingresó a la firma Hueyo, la
misma ya contaba con un importante local de
ventas, en la calle Moreno, esquina Buen Orden. Pronto sus operaciones
se
multiplicaron, en gran parte debido a la existencia de una coyuntura
económica
que favoreció sus actividades comerciales, en momentos en que
los lazos
mercantiles entre la América del Sur y Europa se consolidaban
progresiva y
sostenidamente. A través del recorrido de diferentes etapas, el
inmigrante malpicán fue ascendiendo
de posición dentro de la casa Hueyo:
primero granjeándose la confianza de sus patrones,
luego siendo habilitado por los mismos y más tarde,
asociándose a la firma
(“Obituario de Anselmo Villar”, 1918a), un camino que
siguieron muchos paisanos
suyos, desde que los flujos del noroeste hispánico comenzaron a
dirigirse a
Buenos Aires, a fines del siglo XVIII (De Cristóforis,
2009: 170-171). Cuando
uno de los dos hermanos titulares de la
firma Hueyo (José Hueyo)
falleció en un trágico accidente y Villar Amigo
quedó asociado a la misma, el
sobreviviente, Belisario, impulsó al joven gallego a integrarse
más plenamente
en la empresa, la cual comenzó a reconocerse como “Hueyo
y Villar”, manteniéndose en actividad de este modo hasta
1898 (Finanzas, comercio, 1899: 11).
Tras
avanzar en esta primera etapa de integración en el ámbito
de acogida, Villar
Amigo contrajo matrimonio con una porteña de buena
posición económica, Luisa Bernal, con quien tuvo una
hija,
Adela Villar. Este enlace, además de poner de manifiesto un
fenómeno de
exogamia matrimonial inherente a las corrientes migratorias con altas
tasas de
masculinidad, como era la gallega de ese momento, revelaba
también su interés
por formar parte de los círculos de sociabilidad porteña
más pudientes de la
época.
Su posterior
inserción en la vida económica
argentina fue múltiple, llegando a alcanzar una particular
relevancia en el
ámbito industrial, comercial y financiero. A principios del
siglo XX se lo
reconocía como un destacado industrial, dentro de la comunidad
española
residente en Buenos Aires. Compartía este lugar con otros
peninsulares: los
hermanos Durán, Manuel Méndez de Andés,
Casimiro
Gómez y Manuel García Fernández (Latino, 1910:
126). Siete décadas después, se
lo recordaría como uno de los españoles que había
sobresalido en la banca y el
comercio rioplatense (Álvarez, 1985: 59). Su crédito y
buena reputación se
motivaban en gran parte en la habilidad con que desplegó
distintas actividades,
en el medio que lo acogió. Veamos entonces en qué
consistieron estas últimas.
El exitoso pasaje
de Villar Amigo por la
firma Hueyo constituyó un buen
punto de partida para
que su figura se proyectara en las altas esferas del ámbito
mercantil, llegando
a integrar la Cámara Oficial de la Bolsa de Comercio de Buenos
Aires, primero
como miembro titular (1894) y luego ocupando el cargo de Presidente
de la misma (1895). Incluso, la misma Cámara lo designó
como síndico para
intervenir en los casos de quiebras que se produjeron en los
años 1897 y 1898,
con lo cual se reforzó la confianza que la primera había
depositado en Villar
Amigo, tras manifestarse como un obsecuente defensor de los intereses
corporativos de los comerciantes del país.[5]
En efecto, a lo
largo del año que ejerció
la presidencia de la Cámara de Comercio, el oriundo de Malpica
puso de
manifiesto su propósito de resguardar los intereses del
colectivo que
representaba, que también eran los suyos propios. En este
sentido, podríamos
mencionar como ejemplo su férreo combate contra la
sanción de una reforma de la
legislación sobre quiebras, que lo condujo a buscar aliados y
apoyos en las
Cámaras de Comercio de Buenos Aires y Rosario (incluidas las que
representaban
a naciones europeas); instituciones bancarias varias, de gran peso
financiero;
y comerciantes mayoristas de las mencionadas ciudades. Todos estos
organismos e
individuos suscribieron conjuntamente distintas peticiones, solicitando
que se
mantuvieran las disposiciones vigentes, en relación con el
nombramiento de los
síndicos.[6]
Los
reclamos en los que Villar Amigo participó activamente fueron
atendidos y la
reforma quedó sin efecto.
Integrante
destacado de los círculos
mercantiles rioplatenses, Villar Amigo no tardó en incorporarse
a la vida
financiera de la ciudad porteña, en el seno de una
institución que alcanzó un
particular prestigio: el Banco Español del Río de la
Plata. El natural de
Malpica fue accionista de esta última entidad y llegó a
formar parte de su
Directorio, como vocal, entre agosto de 1905 y el mismo mes de 1906. A
lo largo
de este período, ejercieron el cargo de gerente y segundo
sub-gerente Augusto
Coelho y Jorge Mitchell, respectivamente. Villar Amigo fue electo
miembro del
Directorio por los accionistas del Banco, en la Asamblea general
celebrada el 7
de agosto de 1905, por una cantidad importante de votos (307).[7]
El Banco
Español del Río de la Plata abrió
sus puertas en 1877 y a comienzos del siglo XX experimentó una
singular etapa
de expansión y consolidación. La entidad dio el mayor
impulso a sus relaciones
con Europa, organizando preferentemente el servicio de corresponsales
en
España, por ser ésta la nación donde la
mayoría de la clientela tenía sus
vinculaciones de sangre, amistad y negocios (Banco Español,
1986: 39-40; Fernández, 1912: 13-14). El año
en que Villar Amigo formó parte del Directorio, el informe
final de este último era altamente optimista, con respecto a la
evolución de la
institución.[8]
Tal como puso de
relieve Moya, el Banco
Español del Río de la Plata, y otros que surgieron
posteriormente en relación
con los capitales peninsulares (el “Banco de España y
América”, el “Hispano
Sudamericano”, el de “Galicia y Buenos Aires”, el
“Basko-Asturiano”,
el “Santander”, el de “Madrid y Buenos Aires”,
entre otros) establecieron estrechas vinculaciones con las
instituciones de la
comunidad hispánica instalada en la América austral. Las
asociaciones voluntarias
solían depositar sus fondos en los mencionados bancos y
éstos, a su vez,
donaban un pequeño porcentaje de sus ganancias a las principales
asociaciones,
concediéndoles préstamos hipotecarios y de otro tipo,
para la expansión de sus
instalaciones (Moya, 2004: 299). En la época en que Villar Amigo
se integró al
Directorio del Banco Español del Río de la Plata, por
ejemplo, el saldo de las
utilidades fue distribuido del siguiente modo: los accionistas (80%),
el fondo
de reserva (12%), el Directorio y síndicos (3%), el fondo de
auxilio de
empleados (3%), el Hospital Español (1%) y la Sociedad de
Beneficencia española
(1%).[9]
Además, en
1906, por ejemplo, el Hospital Asilo Español de Montevideo
solicitó al Banco
Español del Río de la Plata que lo socorriera con una
ayuda monetaria. La
reacción positiva del Directorio (del que formaba parte Villar
Amigo), ante el
mencionado pedido, quedó plasmada en las Actas de las sesiones
de dicho órgano
colectivo, del siguiente modo: “Deseoso el Directorio de
contribuir en alguna
forma a los humanitarios fines de tan benéfica
institución, resolvió destinar a
tal objeto la suma de $300.000 uruguayos”.[10]
Asimismo, las
dirigencias de los citados
bancos ocupaban cargos directivos o pertenecían
simultáneamente a otras
instituciones representativas de la comunidad peninsular instalada en
Buenos
Aires (como la Asociación Española de Socorros Mutuos; la
Sociedad Española de
Beneficencia, que administraba el Hospital Español; el Club
Español; la
Asociación Patriótica Española o la Cámara
Española de Comercio y Navegación,
entre otras). Así ocurrió en el caso de Villar Amigo y
los comerciantes españoles
Vicente Caride, José María
Blanco, Juan Cañás, Cayetano
Sánchez, Manuel Mieres,
Casimiro Polledo, Manuel Durán,
quienes además de
accionistas y directivos del Banco Español del Río de la
Plata, también
desempeñaron puestos directivos en todas las citadas entidades
(Quiñones,
237-243).
Más
allá de estar presente en todas las
sesiones del Directorio del Banco Español del Río de la
Plata, Villar Amigo dio
otras muestras de su compromiso con las responsabilidades o tareas que
se le
asignaban en el seno de dicho órgano. Para ilustrar esta
última afirmación,
podemos comentar que el 22 de agosto de 1905 se le encargó,
junto al Presidente del Directorio,
Casimiro Polledo,
gestionar la adquisición del terreno lindero a la Casa central.
El día 29 de
agosto esta pequeña comitiva ya estaba en condiciones de
anunciar al resto de
los miembros del Directorio que la compra se había efectivizado,
a un precio de
$385.000 c. legal, un valor algo más bajo que el pretendido por
su vendedor
($400.000).[11]
Como
parte del Directorio, Villar Amigo también promovió la
moción para colocar en
el salón de sesiones del Banco el retrato del ex-Presidente,
Aurelio Pérez del Cerro. Esta propuesta fue aceptada con
beneplácito por los
otros integrantes del Directorio.[12]
En el
ámbito industrial, Anselmo Villar
Amigo jugó un importante papel en la conducción de dos
fábricas: La Cantábrica
y La Primitiva. El 12 de junio de 1902, junto con un grupo de hombres
de
negocios, participó en la fundación de una Sociedad
Anónima que se denominó La
Cantábrica y que se especializó en la fundición y
laminación de hierros y
aceros. Villar Amigo se incorporó al Directorio, que fue
presidido por Antonio Saralegui y estuvo
conformado por Antonio Aróstegui,
Ciriaco Morea, José Drysdale, Vicente Sánchez y Manuel
Magdalena (“Discurso
pronunciado por el Presidente”,
1941). El mencionado
establecimiento, que trabajaba con materia prima importada (como el
resto de
los de su ramo), cumplió un destacado rol en su época, al
proveer productos
indispensables para la infraestructura de distintos sectores de la
economía del
país sudamericano (Álbum de la Industria,
1923: 49). Para formarnos una idea de la centralidad alcanzada por La
Cantábrica, deberíamos tener presente que a comienzos del
siglo XX existían en
la Argentina alrededor de tres mil establecimientos dedicados a la
producción
metalúrgica, pero tan sólo algunas fábricas
instaladas en la ciudad de Buenos
Aires (Rezzonico, Otonello
y Cía.; La Acero Platense; Pedro Vasena
e Hijos;
Pedro Merlini, Gibelli
y
Cía.; y La Cantábrica), concentraban más de la
mitad de la producción nacional
(Rougier, 2006: 387; 2007: 135).
Asimismo, en 1910
Villar Amigo llegó a ser
presidente de La Primitiva, una fábrica que producía
bolsas para cereales y
harinas, toldos para parvas, carpas y lienzos para lana, todos
artículos
estrechamente ligados a la economía agro-exportadora que se
estaba consolidando
en el país. Surgida por la fusión de tres fábricas
de bolsas, fundadas por
extranjeros, La Primitiva conoció una primera etapa de apogeo a
comienzos de la
década de 1890
(Moorne, 1893: 118-126). Para 1910,
cuando Villar Amigo ocupó el
Directorio, la fábrica empleaba a unos 1.000 obreros y los
dividendos anuales
eran de $20 por acción, un valor elevado, si lo comparamos con
el
correspondiente a 1902 (de $8 por acción) (“Sociedad
Anónima”, 1910: 192).
Las actividades
políticas de Villar
Amigo entre Buenos Aires y Madrid
Con el paso de
los años, Anselmo Villar
Amigo también empezó a ser reconocido dentro de la vida
social y política
argentina. Según su biógrafo de El Diario
Español, algunas acciones “heroicas” le
habrían permitido comenzar a ganar
una cierta “respetabilidad”, dentro del ámbito de
acogida. Siendo joven, y
junto con otros emigrantes españoles e italianos, asistió
voluntariamente a los
heridos del ejército argentino, durante la Guerra del Paraguay
(1865-1870).
Tiempo después salvó a una persona que se estaba
ahogando, en las aguas del Río
de la Plata, sin aceptar ninguna recompensa por su noble acción (El Diario Español, 1912). Al parecer,
estos hechos habrían contribuido a cimentar un incipiente
prestigio, que luego
se fue acrecentando a medida que se fue integrando a las redes sociales
de
dirigentes políticos de primera línea en el ámbito
nacional, como quienes
ocuparon cargos presidenciales: Bartolomé Mitre y Roque
Sáenz Peña.
Villar Amigo
simpatizó desde temprano con
las ideas del Partido Nacionalista del primero. En 1874
participó en las
fuerzas auxiliares de la revolución mitrista,
que
intentó derrocar sin éxito al presidente electo
Nicolás Avellaneda.
Posteriormente, y ya como miembro de la Comisión Municipal de la
ciudad de
Buenos Aires, siguió manifestando actitudes de lealtad hacia la
figura de
Mitre, a quien visitaba en su domicilio particular (ver Imagen 1).
El
General Bartolomé Mitre, en su
domicilio, acompañado por los señores Villar Amigo (a la
izquierda de B.
Mitre), Cañás y Unzué. Fuente:
Archivo General
de la Nación (Buenos Aires, Argentina), Departamento de
Documentos
Fotográficos.
Villar Amigo
también mantuvo estrechos
vínculos de amistad con Roque Sáenz Peña. Como
puso de relieve García Sebastiani
(2005) la última figura “se imponía entre las
elites de la colectividad española, a la hora de hablar de los
políticos e
intelectuales argentinos que se mostraban dispuestos a encauzar unas
relaciones
más estrechas entre ambos países” (p. 156).
Sáenz Peña y Villar Amigo
compartían además amistades, como la de Augusto Coelho o
Justo López de Gomara. Estos
últimos, junto con otros dirigentes de la
colectividad española -entre los que se encontraba el natural de
Malpica-,
llevaron a cabo una campaña a favor de la candidatura
presidencial de Roque
Sáenz Peña, considerándolo un interlocutor
válido entre las autoridades
nacionales y las elites de las comunidades inmigrantes.[13]
Creemos que el aprecio y respeto mutuo que unían a Villar Amigo,
Coelho y Sáenz
Peña pueden haber impulsado a los dos primeros a ofrecer la casa
habitación del
Banco Español del Río de la Plata en Madrid (sita en
Alcalá 23) a Sáenz Peña,
en momentos en que este último estaba próximo a realizar
un viaje a España, por
motivos laborales.[14]
A principios del
siglo XX la trayectoria
política de Anselmo Villar Amigo en las filas del liberalismo y
su crecimiento
económico como empresario industrial, lo convirtieron en una
figura atractiva
para ocupar diferentes cargos públicos. Tras haberse
desempeñado como miembro
del Consejo Escolar y de la Comisión de Higiene de distintas
jurisdicciones
porteñas, fue nombrado miembro de la Comisión Municipal
de Buenos Aires (29 de
mayo de 1905), por el Presidente de la Nación, Manuel Quintana,
con el previo
acuerdo del Senado Nacional.[15]
Esta
última designación constituía la
manifestación de la confianza que los grupos
dirigentes habían depositado en su persona, al impulsar su
participación en el
órgano legislativo de la ciudad capital del país, junto a
otros veintiún
vecinos, también elegidos por el Presidente de la Nación.[16]
Su nombramiento fue recibido con gran satisfacción por El Diario Español y La Nación.
Este último órgano de prensa consideraba que la
elección de Manuel Quintana
resultaba muy acertada: “su incorporación a ese cuerpo [la
Comisión Municipal]
es una justa recompensa para los sentimientos de afecto que el Sr.
Villar ha
demostrado en todos los momentos hacia nuestro país”
(“Comisionado Municipal”,
1905).
Anselmo
Villar Amigo como miembro de la
Comisión Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Fuente: Archivo
General de la
Nación (Buenos Aires, Argentina), Departamento de Documentos
Fotográficos.
Inicialmente, el
mandato de Villar Amigo
era de siete meses (en reemplazo de Cecilio López Bouchardo,
que había renunciado), pero el 25 de diciembre de 1905 el Poder
Ejecutivo
nacional lo reeligió por un término reglamentario de dos
años. Al ingresar a la
Comisión Municipal el malpicán
se incorporó a la
subcomisión edilicia; a partir de octubre de 1905, a la de
presupuesto; y en
1906, a la de hacienda. Desde abril de 1907 pidió licencia por
motivos de
salud, desdibujándose su participación directa dentro de
la institución en
consideración (El Comisionado Municipal,
s.f.: 3; Revista Municipal, 1906).
A lo largo de su
mandato dentro de la
Comisión Municipal, Villar Amigo promovió diferentes
medidas, siendo de
particular interés las que concibió como integrante de
las subcomisiones de
presupuesto y hacienda, como veremos a continuación. Algunas de
sus iniciativas
estuvieron encaminadas a honrar y reivindicar figuras y acontecimientos
estrechamente ligados a la evolución de la historia rioplatense
y a la
consolidación de la nación que lo había acogido.
Otras parecen haber estado
motivadas por su deseo de satisfacer necesidades de la comunidad
española, de
la que se sentía parte y portavoz. Finalmente, otras se
vincularon con los
ideales modernizadores de la época, tendientes a emular las
modas, costumbres y
hábitos europeos, como instrumento o medio para alcanzar el
supuesto “progreso”
del país.
Consideramos que
en el fondo, las medidas propuestas por Villar Amigo estaban orientadas
a
satisfacer distintos objetivos, relacionados con el logro del bienestar
general
de la población (incluida la española radicada en la
ciudad), pero también, con
la legitimación de su figura, ante los poderes públicos
locales y ante otros
líderes de la colectividad hispánica, instalados de uno y
otro lado del océano
Atlántico. Detengámonos en algunas de las iniciativas
impulsadas por el natural
de Malpica, para comprender mejor estas últimas afirmaciones.
Para empezar,
Anselmo Villar Amigo parecía
preocupado por conmemorar aquellos acontecimientos históricos que en su opinión, habían
contribuido a engrandecer y
fortalecer a la patria que lo había acogido. Como muchos otros
líderes étnicos
españoles de su tiempo y posteriores, trataría de
glorificar momentos que
habían implicado una tácita conciliación entre la
antigua madre patria y la
joven nación argentina, como la gesta de la Reconquista de
Buenos Aires (donde
españoles y criollos aunaron esfuerzos en pos de expulsar a los
invasores
ingleses).[17]
De este
modo, postuló la necesidad de destinar una importante suma del
presupuesto
municipal de 1905 a los festejos del aniversario de la Reconquista.[18]
Si bien
la posición de Villar Amigo a favor de la erogación de
fondos no logró
imponerse en 1905, fue aceptada al año siguiente.[19]
Asimismo, Villar
Amigo buscó promover
aquellas iniciativas tendientes a ensalzar o enaltecer a figuras
destacadas de
la vida política argentina. En este sentido, presentó en
la Comisión Municipal
un proyecto, que luego fue aprobado por unanimidad, para designar con
el nombre
de “Carlos Pellegrini” a la calle de la ciudad
porteña que hasta ese momento se
identificaba como “Nueva Granada”.[20]
También, por su iniciativa, la calle que se denominaba
“Industria” pasó a
designarse “Aristóbulo del Valle”, en reconocimiento
a la “notable actuación
pública” de este último.[21]
Para
Villar Amigo, la memoria de los “hombres ilustres de la
nación” no sólo se
resguardaba con este tipo de medidas, sino también con el
cuidado de sus
restos. De allí que promoviera la sanción de una minuta
destinada al Intendente
de la ciudad, donde se le solicitaba que dedicara una especial
atención al
mantenimiento de los sepulcros construidos en el Cementerio del Norte
porteño,
para conservar los restos de hombres que habían prestado
“eminentes servicios”
a la patria.[22]
Su militancia
a favor de Bartolomé Mitre lo condujo a proponer que se nombrara
una comitiva,
dentro de la Comisión Municipal, para asistir y presenciar los
actos
conmemorativos del aniversario de su fallecimiento. Villar Amigo fue
designado
para integrar esta delegación, junto con los señores
Martínez y Rosa.[23]
Los gestos
políticos tendientes a afianzar
los vínculos con la comunidad peninsular y sus dirigentes, de
ambas márgenes
del Atlántico, fueron diversos, destacándose algunos que
merecen un particular
comentario. Con motivo del fracasado atentado anarquista que tuvo lugar
en la
capital española (1906), contra la vida del Rey, Villar Amigo,
poniendo de
manifiesto su inclinación pro-monárquica, defendió
la necesidad de que a través
de la Presidencia de la Nación se enviara un telegrama al
Ayuntamiento de Madrid,
manifestando la satisfacción que había producido la frustación
de tal “condenable acción”. Esta moción fue
aprobada por todos los miembros de
la Comisión Municipal.[24]
Villar
Amigo también oficiaba como intermediario entre la comunidad
española instalada
en Buenos Aires y las autoridades locales. En esta dirección,
transmitía sus
peticiones o intereses, como por ejemplo,
la solicitud
presentada por la Sociedad Española de Socorros Mutuos, para que
se acordara la
exoneración de los derechos correspondientes a la
reducción de los restos
depositados en el Panteón de su propiedad, en el Cementerio del
Norte de la
ciudad.[25]
En cuanto a las
iniciativas que concebimos
como “modernizadoras” o destinadas a lograr el bienestar de
la población en
general, mencionaremos las siguientes: el fomento del establecimiento
de una
adecuada calefacción en los teatros; la exigencia de que se
fijara un tope para
las tarifas de gas que se cobraban por el alumbrado público; su
propósito de
que las correspondientes a la Compañía del Tranvía
de Buenos Aires fueran
uniformes, al precio de diez centavos para todas las líneas
(abaratándose de
este modo el valor en algunas de ellas, que en ese momento era
más elevado); la
propuesta de que los cocheros devolvieran obligatoriamente los objetos
olvidados por sus clientes en sus carruajes; el interés por
disminuir la
cantidad de accidentes producidos por tranvías eléctricos
dentro del ámbito
municipal, reduciendo el número de pasajeros habilitados a
permanecer en las
plataformas de los mismos y prohibiendo la circulación de coches
acoplados; su
estímulo para que se terminaran los trabajos de
edificación de la Avenida de
Mayo porteña para 1910, año que presenciaría los
festejos del primer Centenario
de la Revolución de Mayo; el impulso dado a la
construcción de un Hospicio de
Crónicos; o su proyecto de reglamentar la edificación en
la Avenida Alvear,
entre otras.[26]
Con algunas de
estas últimas medidas
Anselmo Villar Amigo manifestaba su vocación de limitar las
concesiones
realizadas a las empresas privadas, en pos de garantizar los intereses
de la Muncipalidad. Un claro ejemplo de
ello lo tenemos en la
postura adoptada por el natural de Malpica, frente a un hecho puntual y
concreto: la futura publicación de una guía oficial del
Jardín Zoológico, con
reproducciones ilustradas de los edificios y animales que se
encontraban en su
interior. El negocio de esta publicación iba a ser concedido a
los Señores
Vasco, Fogli y Cía., inicialmente,
por diez años. Sin
embargo, los comisionados Carranza y Villar Amigo promovieron la idea
de que
dicha concesión fuera acordada por el término de cinco
años, y
además, el último también sostuvo la necesidad de
que la Municipalidad
percibiera de manera adelantada la suma de $1000, que la empresa
debía pagarle.
Estas consideraciones fueron incorporadas en la resolución
definitiva, llegando
a buen término las propuestas de Villar Amigo y Carranza.[27]
El pedido de
licencia de Villar Amigo en la
Comisión Municipal porteña, en 1907, coincidió con
su necesidad de asumir otros
compromisos públicos. La visibilidad lograda en la esfera local,
junto con su
creciente prestigio social, le abrieron nuevas puertas de
participación
política, en el ámbito europeo. Por un lado, fue
designado como delegado
consejero en la “VIII Conferencia Internacional de la Cruz
Roja”, evento que
tuvo lugar en Londres, en junio de 1907. Villar Amigo, junto con otro
representante, el Teniente de Fragata
Esteban de Loqui, tenían la
misión de obtener de dicha Conferencia la
aprobación de la siguiente propuesta: que en todos los
países donde se habían
organizado Sociedades de la Cruz Roja, se implementase un servicio
permanente
de socorros durante la época de paz, para brindar asistencia a
las víctimas de
calamidades públicas, prescindiendo del origen, religión
o posición social de
las personas. La misión alcanzó el objetivo perseguido,
siendo sancionada
favorablemente la proposición argentina (Lozano, 1932: 38-39).
Por otro lado, en
enero de 1907 Villar
Amigo fue nombrado diputado en Cortes por el distrito de Corcubión
(La Coruña), por el Partido Liberal. Esta elección fue
facilitada por la
relación que el natural de Malpica mantenía con el
político y jurista Eugenio
Montero Ríos, quien impulsó su candidatura,
apoyándose en el importante control
que ejercía sobre los distritos electorales de Santiago de
Compostela y La
Coruña. Como sugirió García Sebastiani
(2005: 160),
ambos gallegos vislumbraban la conveniencia mutua del nombramiento en
Cortes:
para Villar Amigo implicaba el reconocimiento y la coronación
del éxito
socio-económico logrado en el Río de la Plata, y para el
ya experimentado y
maduro Montero Ríos, la posibilidad de aprovechar la capacidad
económica del
rico emigrado, para proyectos regeneracionistas en su pueblo natal y
para
campañas políticas. El oriundo de Malpica viajó a
Madrid con motivo de su
nombramiento, pero según parece, no tanto para ocupar su
escaño, sino para
reunirse con destacados políticos dinásticos de la
época, como el conservador
Antonio Maura o el propio Rey Alfonso XIII. En 1910 Anselmo Villar
Amigo fue
reelecto como diputado en Cortes, esta vez por el distrito de Muros (La
Coruña), aunque aparentemente, en esta ocasión, su
participación en la
mencionada institución no logró trascender.
Los lazos que lo
unían con la monarquía
española tuvieron la oportunidad de reforzarse con motivo de la
visita de la
Infanta Isabel (tía del Rey Alfonso XIII) a la Argentina en
1910, en ocasión de
los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo. Las
celebraciones
públicas de este acontecimiento duraron varios días,
convocando a múltiples
personalidades del ámbito nacional e internacional. Villar Amigo
había iniciado
una campaña a favor de estos festejos en Madrid, durante un
viaje que realizó
en 1907 (El Diario Español, 1907). En
1908 se integró como vocal a la “Comisión
Española del Centenario Argentino”,
la que quedó conformada por los más reconocidos
españoles establecidos en el
país austral y tuvo como misión contribuir a los festejos
del Centenario desde
la comunidad peninsular organizada –entre otras cuestiones, se encargó
de la realización del “Monumento a la Nación
Argentina”- (Quiñones, 2017: 155-156). Además,
Villar
Amigo estuvo presente en uno de los más importantes actos de
recepción con los
que dicha colectividad agasajó a la Infanta Isabel: un banquete
organizado por
la Embajada española en el Club Español de Buenos Aires
(institución que como
veremos más adelante, había presidido). A esta
reunión asistieron más de
quinientas personas, entre las que se encontraron las figuras
políticas más
destacadas de la comunidad hispánica instalada en el Río
de la Plata (“La
Infanta Isabel”, 1910: 10).
La
inserción en la comunidad española
de Buenos Aires y las acciones en relación con la “patria
chica”
Villar Amigo
llegó a presidir tres importantes
instituciones representativas de la colectividad peninsular en Buenos
Aires: la
Sociedad Española de Socorros Mutuos, el Club Español y
el Hospital Español.
Además, fue presidente de la compañía de seguros
Hispano-Argentina. La primera
entidad nació en 1857 y contó con un gran número
de socios gallegos.[28]
Estos
últimos también formaron parte de sus dirigencias, como
es el caso de Villar
Amigo, quien ocupó el cargo de presidente en 1883-1885 y en
1893-1898
(Fernández, 1987b: 56). En el marco de este segundo
período de su presidencia,
el natural de Malpica suscribió el acta de fundación de
la Asociación
Patriótica Española (1896), contribuyendo inicialmente
con la misma con una
suma de $2.000 (“Redacción. Asociación
Patriótica”, 1896). Como es sabido, la
última institución fue creada en la coyuntura de la
Guerra Hispano-Norteamericana, entre otros
fines, para canalizar la ayuda
de la comunidad inmigrante a la Madre Patria en guerra
(Fernández, 1987a: 297).
La Asociación Patriótica compró a España el
Río
de la Plata, un buque acorazado de 1.775 toneladas, y donó
una cantidad que
representaba aproximadamente el 35% de todo lo que recogió la
Comisión de
Suscripción Nacional que encabezó la Reina Regente en
Madrid, para gastos de la
guerra con los Estados Unidos en 1898 (García, 1998: 210). Como
presidente de
la Asociación Española de Socorros Mutuos, Villar Amigo
trabajó activamente
para aumentar los fondos de ambas colectas, ya sea aportando
voluntariamente
importantes sumas a las mismas, o gestionando personalmente las
donaciones de
sus congéneres. Incluso, en mayo de 1898 llegó a sostener
la necesidad de que
la Asociación Española de Socorros Mutuos destinara la
mitad del fondo de
reserva ($15.000) a la Suscripción Nacional. Estas muestras de
patriotismo se
complementaban con otras, de carácter más
simbólico, como su moción para que
los asistentes de la asamblea general de la Asociación
Española de Socorros
Mutuos, reunida el 8 de mayo de 1898, se pusieran de pie, en homenaje a
los
marinos peninsulares que habían caído en Manila,
defendiendo la integridad del
territorio español y el honor de su bandera
(“Asociación Española”, 1898a;
“Asociación Española”, 1898b;
“Reunión de anoche”, 1898).
Por otro lado,
Villar Amigo fue uno de los
socios fundadores del Club Español y llegó a ser su
presidente en 1902 y 1903
(“El Club Español”, 1913: 373).[29]
Dicha
institución surgió como continuación de la Sala
Española de Comercio
(1852-1857) y se convirtió en centro de cohesión de la
elite de la comunidad
emigrada, contribuyendo a delinear muchos de sus liderazgos (Moya,
2004:
296-297).
Preocupado por la
circulación de periódicos
representativos de los peninsulares en el Río de la Plata, el
oriundo de
Malpica propició la publicación de dos importantes
órganos de prensa de la
comunidad hispánica: El Diario Español,
dirigido por su amigo Justo López de Gomara,
y El Correo Español, fundado por Enrique
Romero Jiménez. Por un lado, Villar Amigo contribuyó
monetariamente al
surgimiento de este último medio de prensa en 1872 y por otro,
aportó fondos
para la compra de una máquina rotativa que le permitió a El Diario Español prescindir de los talleres de
imprenta que
alquilaba a otros diarios porteños y ampliar la
distribución de sus ejemplares.[30]
Hacia
fines de 1911, Villar Amigo también adquirió parte de las
acciones que se
derivaron de la venta de El Diario
Español, cuando el mismo pasó de la propiedad de
López de Gomara a la de una
sociedad anónima, que quedó integrada,
además de por el natural de Malpica, por otros miembros
destacados de la
colectividad española en la Argentina (entre otros: Rafael
Calzada, Avelino
Gutiérrez, Félix Ortiz y San Pelayo, Manuel Llamazares,
Gonzalo Sáenz, Jorge
Mitchell, Casimiro Gómez, León Durán o Vicente
Blasco Ibáñez) (García Sebastiani,
2004: 541). Gracias a la compra de El Diario Español
por parte de los
citados peninsulares, el mismo pudo subsistir sin interrupciones hasta
entrados
los años cuarenta del siglo XX.
Sin embargo, vale
la pena señalar que las
vinculaciones de Villar Amigo con el mundo de las letras no se agotaron
en las
acciones comentadas, sino que llegaron a involucrar la
producción literaria
personal, como autor de una obra que reivindicaba las acciones llevadas
a cabo
por Camilo García Polavieja y del
Castillo Negrete,
Capitán General del Ejército, Marqués de Polavieja.
El libro se adentraba en las hazañas militares de este soldado
español y en sus
múltiples servicios a la patria (Villar y Amigo, 1914).
Además de
constituirse en representante y
portavoz de la comunidad española en general, Villar Amigo
también ofreció su
ayuda a paisanos de uno y otro lado del Atlántico. En el
Río de la Plata, y
según el periódico porteño La Prensa,
prestó una importante asistencia a los inmigrantes gallegos
recién llegados:
“los colaba según sus aptitudes, subviniendo a sus
primeras y más perentorias
necesidades con la solicitud de un verdadero padre de los aldeanos de
la
tierra” (“Obituario de Anselmo Villar”, 1918b: 8).
Otro tipo de
acciones, que podríamos caracterizar
a grandes rasgos como “filantrópicas”, propiciaron
la consolidación de su
prestigio en su tierra natal y el mejoramiento de las condiciones de
vida de
sus habitantes. En esta dirección, facilitó la
extensión de la red de agua
potable; contribuyó con el financiamiento de una fuente
pública, una rampa, una
escuela, las obras del muelle y del puerto, la plaza de Abastos y un
reloj
público; y ayudó económicamente a los más
necesitados, con donaciones
monetarias o de objetos (por ejemplo, máquinas de coser para
mujeres de muy
escasos recursos). Con este tipo de gestos, que lo condujeron a recibir
la
Orden de Isabel la Católica, se asimilaba al comportamiento de
algunos otros
emigrados gallegos y asturianos “exitosos”, que
también beneficiaron a sus localidades
de nacimiento con distintos tipos de obras de infraestructura y actos
simbólicos.
Conclusiones
Tras su
fallecimiento el 10 de mayo de
1918, los restos de Villar Amigo fueron enterrados en el Cementerio del
Norte
(hoy de la Recoleta), en presencia de una gran cantidad de amigos y
conocidos,
entre los que se encontraban destacadas figuras, como Pablo Soler y
Guardiola
(el Embajador español en Buenos Aires), Lorenzo Ruiz y Justo
López de Gomara. Las principales
instituciones en las que había
participado activamente (el Club Español, la Cámara de la
Bolsa de Comercio,
los establecimientos industriales La Primitiva y La Cantábrica,
y la Asociación
Española de Socorros Mutuos) le dedicaron sentidas palabras, en
avisos que
fueron publicados en los principales órganos de prensa de la
ciudad. Al
parecer, en su testamento dejó una respetable suma de dinero
para el socorro de
los más carenciados, en su pueblo de origen (Rico de Santiago,
1922). En
agradecimiento a su obra benefactora, el Ayuntamiento de Malpica
decidió
designar a la calle principal de la villa con su nombre, contribuyendo
a
perpetuar su recuerdo en la memoria de los lugareños. En la
Argentina, otros
organismos se ocuparon de mantener vivo su espíritu: El
Diario Español, por ejemplo, colocó una placa en su
honor en el
panteón donde fue sepultado, en testimonio del reconocimiento a
su persona.
Villar Amigo fue
uno de los muchos
inmigrantes españoles que dejó un destacado legado en el
país que lo acogió.
Como hemos puesto de relieve, su actuación en el ámbito
económico, político,
social y cultural fue sumamente diversa y rica, siendo particularmente
notable
su capacidad de liderazgo y dirección. Esta última
condición le permitió
desplegar un rol particular, en tanto representante de la comunidad
española
(tanto la emigrada en Buenos Aires como la peninsular) y del pueblo
porteño.
Podría
sugerirse que su dinamismo y
visibilidad en el seno de su colectividad constituyó un punto de
partida para
construir su legitimidad y prestigio de cara a las dirigencias de la
sociedad
receptora. Pero a su vez, su protagonismo en el ámbito municipal
porteño –donde
desempeñó los cargos públicos señalados- y
su vínculo con importantes figuras
de la política nacional argentina, lo posicionaron mejor para
desarrollar su
carrera política en la península. Esta última
también se vio beneficiada con su
liderazgo en el seno de la comunidad española de Buenos Aires,
es decir, sus
habilidades como líder étnico fueron utilizadas como
bagaje a rentabilizar en
su sociedad de origen, en un proceso de “interacción
osmótica” estudiado por
Núñez Seixas (2006: 40). Asimismo, las actividades y
relaciones políticas del
oriundo de Malpica fueron consecuencia, y en ciertos momentos
condicionantes,
de su éxito económico. Su rol como representante y
dirigente se retroalimentó
con su papel de empresario exitoso, y viceversa.
Ahora bien, la
trayectoria de ascenso
social de Villar Amigo no fue lineal y presentó incertidumbres y
momentos más
críticos –que han dejado pocos rastros en las fuentes
disponibles-, pero en el
largo plazo exhibió una tendencia muy positiva. Desde ya que la
historia de
vida del malpicán no fue compartida
por todos los
emigrados gallegos: muchos de ellos ni siquiera pudieron cumplir sus
deseos de
mejoramiento o progreso social en tierras sudamericanas. Sin embargo,
la
experiencia vital de Villar Amigo nos autoriza a identificar un
conjunto de
factores que en su caso actuaron relacionados entre sí,
favoreciendo su
encumbramiento económico y político: su capacidad
personal; su espíritu
emprendedor; su sentido de la oportunidad; el momento relativamente
temprano de
su llegada a la Argentina, que le permitió ocupar espacios
socio-económicos y
políticos abiertos a los extranjeros; su inserción en
redes sociales capaces de
abrirle oportunidades de crecimiento y promoción; y una sociedad
de acogida en
expansión, permeable a la integración de los migrantes
(al menos, en la vida
económica de la región), entre otros. Compartió
con algunos congéneres (como
Tomás Bargiela, José Benito Casás,
Fernando García, Casimiro Gómez, Manuel Chillado
García, Adolfo Rey Ruibal,
José M. Miranda Luaces) algunos
rasgos vitales (como
su arribo antes de la gran oleada migratoria de fines del siglo XIX, su
inserción en el comercio de exportación e
importación, su ascenso socio
económico en el ámbito mercantil y su pasaje desde el
mismo a la banca, la
industrial o los seguros) (Fernández, 2001: 149-150) y por ello
podríamos
afirmar que su trayectoria, si bien presentó
características singulares y
únicas, también se inscribió dentro de un conjunto
de biografías similares,
conformando un universo de dirigentes prósperos a nivel
socio-económico, con
proyecciones políticas hacia la sociedad argentina y hacia la de
origen, las
cuales propiciaron una doble inserción: por un lado, una fuerte
integración en
el ámbito emigratorio y por otro, un importante reconocimiento y
prestigio en
la tierra natal.
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Recibido:
31/01/2022
Evaluado:
02/03/2022
Versión
Final: 07/03/2022
[1] Mientras que la
isla del Caribe acaparó un 56% de las emigraciones gallegas
hacia América entre
1847 y 1864, la Argentina recibió en ese periodo un 32% de las
mismas. Cfr. De Cristóforis, 2010:
65.
[3] Cementerio de la
Recoleta (Bs. As., Argentina), Registro de Inhumaciones, f. 19.
[4] Para un interesante
balance sobre las potencialidades y limitaciones de las distintas
aproximaciones biográficas históricas, cfr.
Gómez-Navarro (2005), entre muchos
otros trabajos sobre el tema.
[5] Memorias de la
Cámara de Comercio de la Bolsa,
correspondientes a los años 1894, 1895, 1896 y 1897, Bs. As., 1895,
1896, 1897 y 1898, respectivamente.
[6] A. Villar y M.
Maldonado, “Nota al Poder Ejecutivo y a la Cámara de
Senadores”, Bs. As., 11/09/1895, en Memoria
de la Cámara de Comercio de la Bolsa, correspondiente al
año 1895, Bs. As.,
1896, p. 19.
[7] “Acta de la
Trigésima Sexta Asamblea General Ordinaria, 7/08/1905”, en
Banco Español del Río de la Plata. Actas del
Directorio y de las
Asambleas Generales Nº 5, pp. 66-67.
[8] “Banco
Español
del Río de la Plata. Balance General. Casa matriz y sucursales.
30/06/1906”, en
Banco Español del Río de la Plata.
Memorias y Balances, años 1887-1921.
[9] Ibid.
[10] “Acta de
Directorio (en adelante, AD), 3/07/1906”, en Banco
Español del Río de la Plata. Actas del Directorio …
cit., p.
162.
[11] “AD, 22/08/1905
y
29/08/1905”, en Banco Español del Río
de
la Plata. Actas del Directorio …,
cit., pp. 73 y 75.
[12] “AD,
10/07/1906”,
en Banco Español del Río de la Plata.
Actas del Directorio …, cit., p. 165.
[13] Academia Nacional
de la Historia (Bs. As., Argentina), Archivo Roque Sáenz
Peña, caja Nº 20, ff.
260-261.
[14] “AD,
8/05/1906”, Banco Español del Río de
la Plata. Actas del
Directorio…, cit., p. 147.
[15] “Decreto
nombrando un miembro de la Comisión Municipal de la
Capital”, en Registro Nacional de la
República Argentina,
Año 1905, Bs. As., 1905, p. 59.
[16] Vale la pena
aclarar que la Comisión Municipal reemplazó
transitoriamente al Concejo Deliberante Municipal, que había
entrado en una
fase institucional crítica (puesta de manifiesto en la renuncia
de muchos de
sus integrantes y en el aumento descontrolado de la deuda de la
Comuna), siendo
suplantado por la primera institución mencionada, por la Ley
Nº 4029. Cfr. Actas del Concejo
Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires,
correspondientes al año de 1901, (en adelante, ACD),
Bs. As., 1902, pp. 233, 245 y
256.
[17] Sobre esta
actitud conciliatoria de las dirigencias peninsulares, cfr.
Núñez Seixas, 2006: 31.
[18] ACD, 14/07/1905 y
18/07/1905, pp. 292-293.
[19] ACD, 5/06/1906,
pp. 145-146.
[20] ACD, 20/07/1906,
p. 255.
[21] ACD, 21/09/1906,
p. 395.
[22] ACD, 24/12/1906,
pp. 642-643.
[23] ACD, 26 y
28/12/1906, p. 785.
[24] ACD, 1/06/1906,
pp. 139-140.
[25] ACD, 27/07/1906,
p. 284.
[26] ACD, 9/06/1905,
pp. 177-178; ACD, 7/07/1905, p. 269; ACD, 11/09/1906, p. 320; ACD,
21/07/1905,
p. 315; ACD, 25/07/1905, p. 321; ACD, 28/11/1905, p. 631; ACD,
20-24/10/1905,
p. 529; ACD, 29/11/1905, p. 644; ACD, 28/07/1906, pp. 294-295; ACD,
21/09/1906,
p. 339; ACD, 9/10/1906, pp. 390 y 393; ACD, 15/06/1906, p. 169; ACD,
19/06/1906, p. 178; ACD, 14/12/1906, p. 566.
[27] ACD, 3/11/1905,
pp. 563-565.
[28] Según los
estudios de Fernández (2001: 143-144), entre 1890 y 1930 las
solicitudes de
ingreso de los gallegos en la institución en
consideración alcanzó al 40% del
total.
[29] En el Libro de
Socios por orden de antigüedad del Club Español, Villar
Amigo figuraba en
séptimo lugar. Cfr. Club Español, Libro de Socios por
orden de antigüedad, p.
1.
[30] “AD, 29/09/1905
y
19/01/1906”, Banco Español del Río de
la
Plata. Actas del Directorio…, cit., pp. 82-83 y 116. Sobre
la evolución de El Correo Español, v. la
amplia
indagación de Garabedian, 2017.