La articulación del asociacionismo italiano
de Buenos Aires, 1878-1918
The interaction of
Italian associationism from Buenos Aires, 1878-1918
Leonardo Maggio
Universidad
de Buenos Aires,
Instituto
de Investigaciones "Gino Germani",
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)
maggioangel@gmail.com
Resumen
El propósito de este trabajo es analizar el proceso de
articulación entre las diversas asociaciones de la comunidad italiana de Buenos
Aires, hacia mediados del siglo XIX y principios del XX. Si bien el
asociacionismo italiano en la Argentina ha sido abordado desde diversas
perspectivas, nos proponemos hacer foco en las relaciones que se establecieron
entre las distintas instituciones. En este sentido, podemos pensar esta
articulación como la interacción de las asociaciones que los inmigrantes
italianos fueron conformando en una misma estructura. La multiplicidad de
instituciones y su superposición, las crisis financieras recurrentes, los grandes
emprendimientos y los conflictos que fueron surgiendo entre los líderes de las
asociaciones requería de la conformación de un ámbito de confluencia donde se
pudieran abordar estas problemáticas. Sin embargo, los fuertes enfrentamientos
ideológicos fueron determinantes para postergar la unidad. Esto cambió ante la
incursión de Italia en la Guerra de Libia y la Primera Guerra Mundial, en un
contexto internacional atravesado por un fuerte nacionalismo, lo cual favoreció
diversos emprendimientos por parte de los inmigrantes italianos que derivaron
en el desarrollo de una estructura propia para el asociacionismo.
Palabras Clave
Asociacionismo migratorio; liderazgo étnico; inmigración italiana;
nacionalismo; identidades colectivas.
Abstract
The purpose of this
work is to analyze the process of articulation between the various associations
of the Italian community of Buenos Aires, towards the middle of the 19th
century and the beginning of the 20th. Although Italian associationism in
Argentina has been approached from different perspectives, we propose to focus
on the relationships that were established between the different institutions.
In this sense, we can think of this articulation as the interaction of the
associations that the Italian immigrants were forming in the same structure.
The multiplicity of institutions and their superposition, the recurring
financial crises, the great entrepreneurships, and the conflicts that arose
between the leaders of the associations required the formation of a confluence
area where these problems could be approached. However, the strong ideological
confrontations were decisive to postpone the unit. This situation changed with
the Italy's incursion into the Libyan War and World War I, in an international
context crossed by a strong nationalism, which favored diverse undertakings by
the Italian immigrants that derived in the development of their own structure
for the associationism.
Keywords
Migratory
associationism; ethnic leadership; Italian immigration; nationalism; collective
identities.
Introducción
La Argentina constituyó uno de los principales países de destino de los
más de 17.000.000 de inmigrantes italianos registrados durante 1880 y 1929
(Rosoli, 1978, pp. 345-355). Entre 1881 y 1914 ingresaron al país cerca de
4.200.000 personas, de las cuales 2.000.000 eran italianos. Aquí debemos
considerar también el porcentaje de retornos, ya que entre 1861 y 1920 se
produjeron 2.328.771 ingresos, por sobre 1.226.013 egresos de italianos, lo que
nos estaría sugiriendo que casi la mitad de los peninsulares que entraron se
establecieron (Devoto, 2003, pp. 235-248).
El aumento de
inmigrantes italianos a la Argentina desde mediados del siglo XIX provocó el
surgimiento de una gran cantidad de asociaciones y periódicos “étnicos”. Este
proceso se extendió hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, la cual
ocasionó una brusca interrupción en los flujos migratorios. Según el censo
nacional de 1914 existían cuatrocientas sesenta y tres asociaciones mutuales
italianas, las cuales contaban con ciento sesenta y seis mil socios. En la
ciudad de Buenos Aires en particular, se registraron sesenta y seis sociedades
mutuales italianas con cincuenta y un mil quinientos socios. Si bien sabemos
por diversas fuentes que muchas instituciones no fueron relevadas en este
censo, nos permite tener una idea concreta acerca de la magnitud de
asociaciones en el momento mayor auge.
El
trabajo de Baily (1982) respecto al surgimiento de las asociaciones italianas
en Argentina a partir de mediados de siglo XIX, y su influencia en el proceso
de asimilación de los inmigrantes, abrió las puertas a una vasta producción
historiográfica dentro de esta área de estudio, como así también a nivel
metodológico. Entre las múltiples investigaciones que han abordado el tema del
asociacionismo italiano en los estudios migratorios, podemos mencionar los
conflictos en el interior de las asociaciones italianas (Devoto, 1985); la
élite dirigente italiana a mediados del siglo XIX (Devoto, 1989); la importancia
del liderazgo “étnico” para la reproducción de la estratificación social
(Devoto y Fernández, 1990); o la relación entre clase y etnia dentro de estas
instituciones (Gandolfo, 1992). También hubo algunos autores que han puesto la
mirada en comprender el asociacionismo italiano en la Argentina como un
fenómeno de largo plazo con continuidades y rupturas (Bernasconi, 1993 y 2018;
Devoto, 2006).
El importante
desarrollo de las asociaciones italianas en la Argentina, que en comparación
con otros países de destino de estos inmigrantes tuvieron una menor tendencia a
la fragmentación, lo cual les permitía contar con una elevada masa societaria y
un considerable capital, se debió en gran medida al rol desempeñado por los
militantes republicanos que habían migrado y su tradición para la conformación
de las primeras asociaciones mutuales (Devoto, 2006, pp. 168-169).
De todas formas,
debemos tener en cuenta que una porción muy baja de los inmigrantes italianos
de la Argentina participaba activamente de la vida asociativa. Los momentos de
mayor convocatoria de los socios ocurrían cuando se daban los enfrentamientos
entre grupos dirigentes, los cuales se dirimían en grandes eventos, asambleas
relevantes o elecciones internas (Devoto y Fernández, 1990, pp. 141-143).
Ante la gran
cantidad de asociaciones italianas, se hizo evidente para los contemporáneos la
necesidad de conformar una entidad que agrupara a todas las instituciones de la
comunidad, aunque su concreción demandó un proceso de más de veinte años. La dirección
de emprendimientos y actividades propias de los inmigrantes durante esos años
fue necesaria para la construcción de prestigio en una elite que tenía fuertes
vínculos con los funcionarios locales. Estos inmigrantes habían logrado cierto
“éxito” económico, o bien eran reconocidos profesionales, lo cual les permitía
conducir diversos espacios de representación de la comunidad y desarrollar un
liderazgo de proyección (Núñez Seixas, 2006, pp.
21-22).
Sin embargo, el
enfrentamiento ideológico de los líderes fue el principal motivo que impidió el
agrupamiento de todas las asociaciones bajo una misma institución. Debemos tener en cuenta que el surgimiento de estas
sociedades precedió en muchos casos a la unificación del Reino de Italia. En
ese contexto, hubo fuertes enfrentamientos entre republicanos y monárquicos, y
entre católicos y anticlericales, que provocaron el exilio de muchos italianos
y trasladó estos debates a las comunidades en el exterior. Por tal motivo, la
unidad de los italianos fue un proceso lento, el cual se dio a través de la
creación y selección de elementos culturales comunes que terminaron definiendo
la “italianidad”.
En
este sentido, podemos pensar la “italianidad” como una categoría histórica y
cultural, que apela a consolidar el sentimiento nacional en la sociedad
italiana. Si bien la misma fue utilizada desde mediados del siglo XIX, durante
el fascismo fue adoptada para referir al compromiso del ciudadano con la nación
italiana y su pertenencia a la misma (Gentile, 1986, pp. 143-144). Pero incluso
con la caída del régimen fue empleada para dejar de lado las divisiones
políticas. Sin embargo, en un país fuertemente marcado por las diferencias
regionales, ya sea el idioma, la economía o la historia, entre otras
cuestiones, la “italianidad” fue promovida para confluir hacia una
homogenización cultural.
El objetivo de este trabajo consiste en desarrollar
el contexto en que se conformó una estructura que permitió agrupar a todas las
instituciones italianas de la Argentina, a partir de la consolidación de un
grupo dirigente con objetivos concretos. Esto es sumamente interesante, ya que
el agrupamiento del asociacionismo a través de federaciones fue la forma de
organización que permitió la integración de estas asociaciones en una misma
estructura, manteniéndose hasta el presente, con significativos cambios.
Este proceso estuvo atravesado por algunos intentos
fallidos de consenso, como fue el Primo Congresso delle Società Italiane
en 1891, el cual abordaremos de forma particular. Respecto
de este evento, Devoto sostiene brevemente que más allá de las problemáticas
abordadas y de los deseos de sus organizadores, poco pudo hacerse para lograr
la unidad de las entidades (2006: 175). A pesar de esto, como señala el autor,
otros agrupamientos puntuales más acotados y fusiones de entidades afines
fueron posibles por aquellos años. En nuestra opinión, consideramos que, a
pesar de no haberse logrado el objetivo principal – la conformación de una
federación que agrupara a todas las asociaciones –, este congreso fue
importante en términos de organización, movilización y experiencia para los
dirigentes del asociacionismo italiano en la Argentina.
Nuestra hipótesis es que la unidad de los líderes
se terminó de concretar gracias al impacto que tuvieron en los inmigrantes
italianos el estallido de la Guerra de Libia de 1911 y
1912, entre Italia y el Imperio Otomano, y la Primera Guerra Mundial. Esto
es algo que identificó Bertagna en su trabajo sobre el nacionalismo de los
inmigrantes italianos de la Argentina ante el estallido de la Guerra de Libia
(2007: 451), y que nosotros pretendemos presentar de forma integral con los
acontecimientos previos y posteriores que se vinculan para comprender la
complejidad del proceso.
Para esto analizaremos brevemente el surgimiento de
aquellas primeras asociaciones italianas en Buenos Aires y algunos
emprendimientos comunitarios que permitieron ir desarrollando cierta forma de
representación colectiva, así como lo enfrentamientos que determinaron la
necesidad de establecer acuerdos para construir consenso entre los dirigentes.
En
un contexto de exaltación y exacerbación del nacionalismo a nivel
internacional, contemporáneo en el caso de la Argentina con la entrada de una
importante cantidad de inmigrantes, la construcción de una identidad nacional
atravesó a la dirigencia política argentina hacia fines del siglo XIX y
principios del XX. En este sentido, la intervención del espacio público a
través de la implementación de diversos dispositivos culturales tuvo como
propósito la consolidación del patriotismo y la memoria. De igual manera es
posible pensar los festejos y emplazamientos de monumentos realizados por la
comunidad italiana de Buenos Aires como una respuesta directa a las elites
locales para reafirmar la “italianidad” del grupo (Dosio, 2010, pp. 64-65).
Para
llevar adelante este trabajo utilizaremos como fuentes principales las actas
del mencionado congreso publicadas en 1891, que hasta el momento no han sido analizadas
de forma exhaustiva. También incorporaremos la obra presentada por los propios
líderes italianos en la cual describieron las acciones emprendidas ante el
estallido de la Primera Guerra Mundial. Finalmente, utilizaremos como fuentes
secundarias el periódico La Patria degli Italiani y la revista Caras
y Caretas, además de obras testimoniales y conmemorativos de la época que
nos permitirán complejizar el desarrollo de nuestra investigación, al tiempo
que nos brindarán acceso a determinados discursos de los principales líderes.
Para reconstruir la trayectoria de la mayoría de los dirigentes mencionados
utilizamos como fuente el Diccionario
Biográfico Ítalo-Argentino de
Petriella y Sosa Miatello (1976).
La conformación de las primeras
asociaciones italianas en la Argentina
El 14 de
septiembre de 1853 se constituyó la Società di Beneficenza en una reunión de la
cual participaron el Encargado de Negocios de S. M. el Rey de Cerdeña, Marcello
Cerruti, y el Conde Giovanni Albini, en representación del Rey Vittorio
Emanuele II de Cerdeña, junto a otros líderes. El objetivo principal de esta
nueva sociedad era la conformación de un hospital para toda la comunidad
italiana, a pesar de que esta empresa corría con la representación del gobierno
sardo. Sin embargo, la celeridad con la que comenzó este proyecto contrastó con
la parálisis total de la obra en 1857. Entre los diversos motivos expuestos por
los representantes oficiales se mencionaba una disminución de las
contribuciones de diversos sectores de la comunidad debido al enfrentamiento
entre republicanos y monárquicos. (Rezzónico, 1985, p. 22).
En este contexto
fue que surgió, en 1858, la Unione e Benevolenza de Buenos Aires. Esta
asociación fue conducida principalmente por republicanos, quienes tenían como máximo
referente político a Giuseppe Mazzini. De carácter mutual y con una fuerte
composición de sectores medios, la conformación de esta institución puede
también ser interpretada como una nueva iniciativa con aspiraciones más
concretas, ante el fracaso de las élites de la comunidad (Devoto, 2006, pp.
81-82). Detenido el desarrollo del hospital por los enfrentamientos
ideológicos, la asociación pretendía contribuir a la solución de los problemas
que demandaba la comunidad bajo el reconocimiento de un espacio de pertenencia
propio.
Con la
conformación del Reino de Italia en 1861, un grupo de socios de la Unione e
Benevolenza propuso la inclusión del escudo de la Casa Real de Saboya en la
bandera italiana de la institución. El rechazo de la mayoría, militantes del
republicanismo, fue contundente. Ante esto, veinticuatro socios renunciaron a
la institución y, por recomendación del Encargado de Negocios, Marcello
Cerruti, fundaron la Nazionale Italiana ese mismo año (Cibotti, 1987, pp.
20-25). A pesar de las diferencias, ambas asociaciones compartieron su
anticlericalismo, lo que las alejaba de las instituciones católicas.
En 1862 se
conformó una nueva comisión edilicia para concluir la obra del hospital. Si
bien las nuevas contribuciones reactivaron el emprendimiento, no estuvo en
pleno funcionamiento hasta 1872, diecinueve años después de que se constituyera
la Società di Beneficenza, a pesar de que durante los últimos años del proceso
había sido utilizado de forma parcial por el ejército brasilero durante la Guerra
de Paraguay y por el gobierno de Buenos Aires durante la epidemia de fiebre
amarilla (Rezzónico, 1985, p. 23).
De esta manera
la institucionalización de los inmigrantes italianos de Buenos Aires, a través
de la proliferación de diversas asociaciones, fue la base de la organización
del grupo que se percibía a sí mismo como una colonia. La conducción de estos
espacios atrajo desde el principio a renombrados inmigrantes que se fueron
posicionando como los líderes y representantes naturales de la comunidad
italiana. Mientras que los monárquicos se hicieron con el control del hospital,
los republicanos, muchos de los cuales eran exiliados políticos, se hicieron
fuertes en el desarrollo y proliferación de las asociaciones mutuales. Las
mismas estaban conducidas en su gran mayoría por sectores medios y
profesionales, y tenían una fuerte representación de la clase trabajadora
inmigrante (Devoto, 1989, pp. 174-175).
El
enfrentamiento entre monárquicos y republicanos había comenzado a encausarse
cuando aquellos republicanos de ideas más radicalizadas, denominados mazzinianos,
fueron expulsados de la conducción de Unione e Benevolenza en 1864. La anexión
de Roma al Reino de Italia en 1870 motivó el apaciguamiento de los monárquicos
que se apoyaban en la figura del rey, y que también destacaban el rol de
Giuseppe Garibaldi en el proceso de unificación, lo que sin dudas los acercaba
a los republicanos más moderados. Por el contrario, la inclusión de aquellas
asociaciones donde los mazzinianos tenían mayor peso fue un proceso más
lento, que comenzó con el debilitamiento de estos líderes a partir de la muerte
de Giuseppe Mazzini en 1872 (Devoto, 1989, p. 184).
Por otra parte,
debemos considerar que, con la constitución de la monarquía en Italia, los
dirigentes liberales argentinos privilegiaron los lazos formales con
funcionarios y diplomáticos italianos, alejándose de los mazzinianos
(Sábato y Cibotti, 1990, p. 24). Al mismo tiempo, los republicanos moderados
que habían llegado a la conducción de la Unione e Benevolenza en 1864
comenzaron a consolidar la idea de que la única forma de que el asociacionismo
italiano pudiera mantenerse en el tiempo sería a través de la apoliticidad.
Esto fue retomado incluso por los propios historiadores y cronistas de la
comunidad, quienes atribuyeron esta construcción impuesta por los dirigentes
como una característica natural del grupo (Cibotti, 1987, pp. 12-13).
Para comienzos
de la década de 1870 el “éxito” económico de diversos empresarios italianos en
la Argentina derivó en la conformación de redes interpersonales, que tenían
como propósito la diversificación de sus emprendimientos. Este fue el caso del
“grupo Devoto”, dirigido por Antonio Devoto, junto a sus hermanos Bartolomé,
Tommaso y Gaetano quienes, además de contar con una red familiar ampliada para
el mundo de los negocios, encabezaron una trama más extensa con otros
empresarios de origen italiano en torno al Banco de Italia y Río de la Plata.
La gran mayoría de estos empresarios estuvieron vinculados desde temprano al
asociacionismo, formando parte de instituciones como el Círculo Italiano y la
Società di Beneficenza. También participaron de diversos emprendimientos
llevados adelante por la comunidad, a través de la conformación de distintos
comités. Algunos de los principales miembros de este grupo eran Tommaso
Ambrosetti, Onorio Stopani y Giovanni Massone, entre otros (Barbero, 2009, pp. 34-35). Asimismo, se establecieron otras
redes en torno a un líder destacado que incursionaba en el asociacionismo y
convocaba a otros empresarios, como, por ejemplo, al comerciante Achille
Maveroff, al industrial Giuseppe Solari, o a los abogados Annibale Blosi y
Giovanni Rolleri (Baily, 1982, pp. 508-510).
El Círculo
Italiano (1873) estaba compuesto principalmente por miembros de
la elite económica y dirigencial italiana. Muchos socios fundadores del Círculo
participaron del Hospital Italiano, sus primeros dos presidentes, Carlo
Gallarani (1873-1874) y Paolo Marnego (1874-1875), quien ejerció la presidencia
la Società di Beneficenza del Hospital durante 1872 y 1875, constituyen una
muestra de lo señalado. También podemos agregar a esta lista a dos presidentes
más del Círculo: Mario Froncini (1878), que presidió la Società di Beneficenza
entre 1881 y 1882, y a Alessandro Ferrari (1888), quien estuvo al frente de
esta asociación en 1887 (Cien Años del Círculo Italiano de Buenos Aires,
1974).
La
reconstrucción del surgimiento de las primeras sociedades de beneficencia y
socorros mutuos nos permite evidenciar como estas instituciones fueron un
espacio para el desarrollo de diversas prácticas políticas, y como los
enfrentamientos entre republicanos y monárquicos también se dirimieron en estos
espacios. Rápidamente, en la cúpula de estas asociaciones se fueron
posicionando inmigrantes italianos que habían logrado el crecimiento económico
deseado y tenían aspiraciones de conformar una elite dirigencial a partir de
sus vínculos personales. Reduci delle Patrie Battaglie (1869), Unione Operai
Italiana (1874), Colonia Italiana (1877), Italia (1878), Giuseppe Garibaldi
(1890), Dante Alighieri (1896) y Club Ciclístico Italiano (1898)
– posteriormente rebautizado como Club Italiano –, son algunas de las instituciones
más importantes que fueron conformándose rápidamente en Buenos Aires. Pero
también surgieron otras de menor tamaño que, a pesar de no brindar la misma
calidad de servicios que las más grandes, ni de tener la misma relevancia,
contribuyeron a la proliferación del movimiento asociativo (Baily, 1982:
489-492).
De todas formas,
no debemos limitar el surgimiento de estas instituciones a la capital del país,
ya que en varias ciudades del interior se dio un proceso similar, aunque con
sus particularidades. Acompañando el desarrollo de la infraestructura en el
territorio nacional por parte del Estado, los inmigrantes italianos fueron una
de las principales fuentes de mano de obra y, en muchos casos, terminaron
asentándose en aquellos lugares. Por tal motivo, en diversas ciudades de la
provincia de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, la instalación de comunidades
italianas se dio a la par del avance del ferrocarril (Bernasconi, 2018, p. 45).
Este proceso, sumado a la importante cantidad de colonias agrícolas que
recibieron a los italianos, derivó en la creación de asociaciones en gran
cantidad de pueblos y ciudades de la Argentina.
Las celebraciones y emprendimientos comunes, a pesar de los
enfrentamientos
La organización
de la comunidad italiana a través de instituciones de diversa índole fue una
característica determinante del grupo. Al mismo tiempo que se dio un fuerte
enfrentamiento ideológico en dichos espacios, los grupos dirigentes fueron
tejiendo alianzas con miembros de la élite local. En este contexto, las
demostraciones públicas de la comunidad tuvieron un gran impulso y fueron una
práctica recurrente, aun cuando se impuso su apoliticidad.
El momento de
mayor exposición pública de los inmigrantes italianos era la celebración anual
del XX de septiembre, conocida como “la pascua de los italianos”, la cual
conmemoraba el ingreso del ejército del Reino de Italia a Roma en 1870 para
lograr la unificación de la península. Aquí se realizaban importantes festejos
públicos, caracterizados por sus coloridos desfiles, contiendas y banquetes
(Leiva, 2012). Esta fecha que sin dudas puede ser pensada como un punto de
encuentro entre monárquicos y republicanos que buscaban la unidad, marginaba a
los católicos. De todas formas, las crónicas de aquel primer festejo dan cuenta
de un importante impacto en la mayoría de los inmigrantes italianos.
Por aquellos
años, la ausencia de telégrafos entre Europa y Sudamérica hacía que las
noticias provenientes de los barcos tardaran más de veinte días en llegar. Por
tal motivo, el anuncio de la entrada de las fuerzas realistas a Roma a Buenos
Aires fue el 26 de octubre. Posterior al estruendo de bombas y diversas
manifestaciones espontaneas de la comunidad, algunos periódicos de la época,
como La Prensa, El Nacional o La Tribuna, entre otros; publicaron
un boletín especial por la tarde anunciando la unificación. Rápidamente, los
principales líderes del grupo resolvieron conformar un comité especial para la
organización de un festejo, el cual estuvo presidido por el representante del
Rey, el conde Della Croce, compuesto por dirigentes de las principales
instituciones. La celebración tuvo lugar a fines de noviembre, en el café Il
Povero Diabolo, en la que predominaron las banderas tricolores, entre otros
símbolos patrios (Caras y Caretas, 22/09/1917, p. 54).
La imposibilidad
para alcanzar la unidad de todo el asociacionismo italiano de la Argentina en
un único espacio no impidió la realización de otros emprendimientos y
conmemoraciones que, de cierta forma, reivindicaban diversas representaciones
colectivas dentro del grupo. Un ejemplo que refleja el desarrollo de proyectos
comunes para gran parte de la comunidad fue la construcción del monumento a
Giuseppe Mazzini en 1878. Esta obra se emplazó en la actual plaza Roma de la
ciudad de Buenos Aires.
La “Comisión
popular para el monumento de Giuseppe Mazzini” estaba compuesta por varias
personalidades que detentaban cargos en espacios donde los mazzinianos
no eran tan fuertes. El presidente de la Comisión fue Mario Froncini,
presidente del Círculo Italiano en 1878 y quien, posteriormente, sería
presidente del Hospital Italiano entre 1881 y 1886. También estaban, entre
otros, Antonio Tarnassi, que presidió las mismas instituciones que Froncini en
diversos períodos; Basilio Cittadini, fundador del periódico La Patria degli
Italiani (1893-1931) y presidente de la Asociación Dante Alighieri de
Buenos Aires; y Gaetano Pezzi, quien había sido secretario de la Unione e
Benevolenza y que, al igual que su hermano Filippo, había sido desplazado de la
misma por su radicalización republicana en 1864 (Petriella y Sosa Miatello,
1976).
El emplazamiento
del monumento tuvo varios detractores en el gobierno y en algunos periódicos
locales. Muchos nacionalistas cuestionaban fuertemente la realización de un
monumento a un héroe extranjero. Esto provocó una escalada de apoyos por parte
de la comunidad italiana que, finalmente, logró la inauguración del monumento a
Mazzini en Argentina antes que en Italia gracias a un decreto del presidente
Avellaneda. Siendo Mazzini el mayor exponente del republicanismo italiano, los
representantes diplomáticos del Reino de Italia no concurrieron al acto
inaugural (Smolensky, 2013, pp. 256-257).
Una situación
similar ocurrió con el monumento a Giuseppe Garibaldi de 1904. El proyecto tuvo
su origen desde que se conoció la noticia de su fallecimiento, en 1882, entre
algunos miembros del Círculo Italiano. Sin embargo, la realización de este
homenaje atravesó diversas discusiones en el gobierno local respecto a la
figura de Garibaldi que retrasaron su emplazamiento (Dosio, 2010, pp. 74-75).
Hacia fines de
la década de 1890 se dio un importante conflicto diplomático entre la Argentina
y Chile por la definición de la frontera. En este contexto de exacerbación del
nacionalismo, no solo en Argentina sino a nivel internacional, los inmigrantes
italianos se involucraron activamente para apoyar a su país de acogida. De esta
manera, el “Comité del monumento a Giuseppe Garibaldi”, conformado en 1897,
aprovechó la colocación de la piedra inaugural el XX de septiembre del año
siguiente para respaldar a la Argentina. A partir de este acto que convocó a
una verdadera multitud, el lugar del emplazamiento pasaría a llevar el nombre
de plaza Italia (Devoto, 2006, p. 305).
Si analizamos
los integrantes de ese Comité, observamos nuevamente una fuerte presencia de
los principales dirigentes del asociacionismo. La presidencia recayó en Tommaso
Ambrosetti, quien fuera presidente del Círculo Italiano y de la Cámara Italiana
de Comercio de Buenos Aires, además de formar parte del Hospital Italiano; y la
secretaría en Giovanni Rolleri, presidente de la Unione e Benevolenza en
1908. Asimismo, contó con la participación de otros dirigentes como Giuseppe
Gatti, presidente de la Unione Operai Italiani; Davide Spinetto, ligado al Banco
de Italia y Río de la Plata y a la Asociación Dante Alighieri de Buenos Aires;
y Francesco Janello, director del Banco de Italia y Río de la Plata de Buenos
Aires durante 1915 y 1932, entre otros destacados dirigentes (Petriella y Sosa
Miatello, 1976).
De similares
características fue la composición de la “Comisión pro-monumento a Cristóbal
Colón”, pensado como un obsequio de la comunidad italiana a la Argentina en
conmemoración del centenario de la Revolución de Mayo. Además de Ambrosetti,
Spinetto y Janello – y del propio Antonio Devoto, quien junto con varios
miembros de su grupo más cercano también habían participado del monumento a
Garibaldi –, comenzaron a aparecer en estos espacios de representatividad
dirigentes como Vittorio Valdani, destacado empresario de la comunidad italiana
de la Argentina, y Guido Buffarini Guidi, quien posteriormente sería presidente
de la Federación General de Asociaciones Italianas (Petriella y Sosa Miatello,
1976). A partir de la década de 1920, esto dos dirigentes se posicionarían como
los representantes más importantes del fascismo italiano en la Argentina.
La conformación
de nuevas asociaciones de carácter mutual durante este período, así como las
celebraciones de cada XX de septiembre y la organización de comités para el
emplazamiento de monumentos muestran una comunidad italiana muy dinámica, a
partir de un sólido grupo de dirigentes embanderados en la “italianidad” que
abogaron por la unidad, a pesar de sus diferencias ideológicas. De todas
formas, los desacuerdos se mantuvieron y fueron la principal causa para impedir
el reagrupamiento de todas las asociaciones bajo un programa común. Sin
embargo, estos desentendimientos entre dirigentes se dirimieron siempre al
interior del grupo, evitando que trascendieran a la sociedad receptora, al
igual que se escondían los conflictos entre clase y “etnia” que se daban en
estas instituciones (Gandolfo, 1992: 323). La articulación formal de las
asociaciones italianas de la Argentina fue un proceso de avances y retrocesos.
El
Primo Congresso delle Società Italiane de 1891
Hacia fines del
siglo XIX los principales enfrentamientos en la comunidad italiana de la
Argentina estaban dados entre republicanos y monárquicos, y entre estos con los
representantes de las asociaciones de carácter religioso. Debemos recordar que,
la celebración anual del XX de septiembre los excluía, ya que marcó un fuerte
conflicto entre el Reino de Italia y la Iglesia católica hasta la firma de los
Pactos lateranenses en 1929. Por ende, la comunidad reflejaba los
enfrentamientos ideológicos de su propio país de origen, con la particularidad
de que en la Argentina los inmigrantes que adscribían a las ideas republicanas
tenían una importante representatividad. Sin embargo, comenzaron a aparecer
algunos puntos de acercamiento entre los republicanos moderados y los
monárquicos.
En este
contexto, la posibilidad de alcanzar la organización de la comunidad a partir
de las diversas instituciones que los propios inmigrantes habían conformado era
una posibilidad latente. La primera señal de esto fue la realización del
Congreso Pedagógico Italiano de Buenos Aires en 1881. La celebración de un
evento de estas características se debió a que muchas de las asociaciones
mutuales contaban con instituciones educativas propias. La situación en que
estas escuelas funcionaban, las condiciones materiales de desarrollo y su
rápido esparcimiento fueron algunas de las cuestiones que motivaron la
convocatoria (Devoto, 2006, pp. 149-150).
En 1891 surgió
por parte de los líderes la propuesta de celebrar el XX de septiembre de ese
año con un gran festejo que abarcara a todas las asociaciones italianas de la
Argentina. El objetivo final era que se pudiera lograr la deseada formalización
de una estructura que integrara a todas las asociaciones italianas del país. Si
bien este propósito no se logró, se alcanzaron algunos importantes acuerdos que
sin dudas sentaron las bases de las dos décadas siguientes.
En primer lugar,
el 5 de agosto de 1891 se conformó el Comité Permanente de Presidentes, bajo
propuesta de la asociación Reduci delle Patrie Battaglie, compuesta por
cuarenta y cuatro presidentes de asociaciones italianas de Buenos Aires. En
aquella reunión, realizada en la sede de la Unione Operai Italiani, se eligió
la Junta Directiva de ese comité conformada por Luigi Zoccola, presidente de la Unione Operai Italiani, como
presidente; Attilio Boraschi, ligado al Hospital Italiano y al Circulo
Italiano, fue el vicepresidente; Andrea Seitun, de la asociación Giuseppe
Garibaldi, fue elegido tesorero; Domenico Fosca, de la Società Veneta di M.S.,
era el secretario; y Carlo Corbellini, dirigente de Colonia Italiana y la
Giuseppe Garibaldi, el subsecretario.
A los tres días
se llevó a cabo una segunda reunión del Comité Permanente de Presidentes y se
decidió aunar esfuerzos para la realización de un congreso que reuniera a todas
las asociaciones italianas del país para el XX de septiembre. El 18 de agosto
se cursaron invitaciones a cientos de instituciones de todo el país,
convocándolas a participar del evento. Los temas a
desarrollar serían: la ayuda mutua; la cooperación; la educación italiana; y “tutto
quanto direttamente od indirettamente può interessare la collettività Italiana
al Plata, fatta eccezione per argomenti di carattere politico e religioso”[1] (Primo
Congresso delle Società Italiane, 1891, pp. 4-5).
Estaba claro
que, en el frágil contexto de estabilidad que se había alcanzado entre sectores
monárquicos y republicanos de la comunidad, la excepción de referirse a temas
políticos era la base sobre la que decidieron avanzar los líderes del grupo.
Sin embargo, la elección de la fecha era una declaración de hecho a la
exclusión de los católicos.
Otro tema
importante en cuanto a la representación de las comunidades en el congreso fue
el criterio que se estableció para determinar la cantidad de delegados. Aquí
hubo una fuerte impronta de las asociaciones de Buenos Aires, en detrimento de
las del interior del país. Se decidió que los delegados de las asociaciones de
las provincias debían ser cuatro, incluyendo al presidente de cada entidad o a
un representante, sin importar la cantidad de socios. En cambio, las
instituciones de la capital que contaran con menos de quinientos socios podían
inscribir seis delegados, incluyendo al presidente o representante legal, con
la posibilidad de sumar un delegado más por cada cien socios para aquellas
asociaciones que superaran esa base (Primo Congresso delle Società Italiane,
1891, pp. 7-9).
Analizando
la nómina de instituciones que participaron del congreso observamos que hubo en
total ciento dieciocho asociaciones, representadas por casi setecientos
delegados de diez provincias, además de la ciudad de Buenos Aires (Primo
Congresso delle Società Italiane, 1891, pp. 13-27). En la tabla N° 1 se
detalla el desglose de asociaciones y delegados por provincia.
Provincia |
Asociaciones |
Delegados |
Buenos
Aires |
55 |
139 |
Ciudad
de Buenos Aires |
43 |
517 |
Córdoba |
2 |
2 |
Corrientes |
3 |
3 |
Entre
Ríos |
4 |
11 |
Jujuy |
1 |
1 |
La
Rioja |
1 |
3 |
Salta |
1 |
2 |
San
Juan |
1 |
4 |
San
Luis |
1 |
2 |
Santa
Fe |
6 |
10 |
Total |
118 |
694 |
Tabla Nº 1: Participación de asociaciones y
delegados por provincia. Elaboración propia en función de los datos
suministrados por Primo Congresso delle Società Italiane, 1891.
Si
bien se logró un base de representatividad de la mayoría de las provincias, recordemos
que muchas de las actuales eran en aquella época territorios federales en
proceso de conformación, hemos observado que algunas asociaciones del interior
eligieron a un miembro de una institución de Buenos Aires como delegado.
Continuando
con el análisis de las fuentes, podría estimarse la cantidad de socios que han
declarado tener las asociaciones de Buenos Aires, en función de lo dictaminado
por el reglamento del congreso para la determinación de la cantidad de
delegados. Según se observa en la tabla N° 2, donde se priorizaron aquellas
asociaciones que presentaron más de veinte representantes, hubo una fuerte
presencia de las asociaciones más relevantes de la época. Sin embargo, un dato
llamativo, además de la ya mencionada ausencia de asociaciones de carácter
religioso, es la no concurrencia del Círculo Italiano. Aunque varios de sus
miembros participaron por estar vinculados a otros espacios, resulta
interesante la falta de delegados propios de esta entidad.
Asociación |
Delegados |
Socios estimados |
Nazionale
Italiana |
47 |
4.600 |
Unione
e Benevolenza |
40 |
3.900 |
Unione
Operai Italiani |
39 |
3.800 |
Italia |
37 |
3.600 |
Colonia
Italiana |
36 |
3.500 |
Nuova
Italia |
30 |
2.900 |
Italia
Unita |
27 |
2.600 |
Giuseppe
Garibaldi |
22 |
2.100 |
Tabla N° 2: Socios estimados de las asociaciones de Buenos
Aires que presentaron más de veinte delegados. Elaboración propia en función
del criterio fijado para la designación de representantes: 6 delegados hasta
500 socios y un delegado extra por cada 100 socios más (Primo Congresso
delle Società Italiane, 1891).
El Primo
Congresso delle Società Italiane tuvo lugar entre el 21 y el 26 de
septiembre. Las reuniones se llevaron a cabo en las sedes de las asociaciones
Unione e Benevolenza, Unione Operari Italiani, Italia y Colonia Italiana. Los
principales temas abordados fueron: los desacuerdos en las asociaciones y la
mejor manera de resolverlos; las medidas a tomar para que las asociaciones de
socorros mutuos puedan enfrentar las dificultades financieras creadas por la
situación actual del país; la multiplicidad de asociaciones en una misma
localidad; la relación entre las sociedades de ayuda mutua de un mismo lugar,
especialmente en lo que respecta a las subvenciones, el servicio médico
farmacéutico y las escuelas; entre muchos otros.
Cada tema contó
con un informe elaborado por un referente, previamente designado por el Comité
Permanente de Presidentes. Los expositores designados fueron Annibale Blosi, ligado al Círculo Italiano y
al Hospital Italiano; Vicenzo Cerutti y Carlo Francesco Scotti, del periódico L'Operaio
Italiano; Luigi Albasio, abogado especialista en extradiciones; Alberto
Porchietti, miembro de la Unione e Benevolenza y docente del Colegio
Internacional; Alberto Massimino, de la asociación Unione Operai Italiani;
Torquato Sacchi; Ausonio Franzoni miembro de la Asociación Dante Alighieri de Buenos
Aires, el Hospital Italiano y Cámara Italiana de Comercio de Buenos Aires;
Attilio Boraschi, ligado al Círculo Italiano y al Hospital Italiano; e Ignazio
Martignetti, miembro de la Cámara Italiana de Comercio de Buenos Aires (Primo
Congresso delle Società Italiane, 1891, pp. 29-32).
En las actas del
congreso se detallaron las deliberaciones a las que arribaron los participantes
sobre los diversos temas. Nos interesa resaltar la recomendación a todas las
asociaciones para que adquirieran la personería jurídica, a fin de lograr una
mejor organización interna y administrar de forma correcta su capital. Por otra
parte, el contexto de crisis económica en el que se desarrolló el evento quedó
evidenciado en las intervenciones de los participantes. Al respecto, se sugería
que se fueran actualizando periódicamente la cuota de los socios y el padrón,
para tratar de compensar los ingresos con las sostenidas pérdidas.
A su vez, se
hizo mención a los conflictos que pudieran ocurrir entre dos o más
asociaciones, o la multiplicidad de instituciones en un mismo lugar. Sobre este
tema se recomendaba que la mejor forma de arribar a una solución sería
aceptando la mediación de otras asociaciones italianas. De todas formas, esto
era presentado como una respuesta paliativa, ya que el problema de fondo
debería ser resuelto con la constitución de una federación que agrupara a todas
las instituciones. Hasta que esto no pudiera ser alcanzado se proponían
agrupamientos intermedios, como, por ejemplo, para el caso de las asociaciones
que contaban con escuelas propias se mencionaba la posibilidad de formar parte
de un espacio común que marcara una conducción pedagógica. Asimismo, se recomendaba que “[…] tutte le Società che hanno eguali
principi ed eguali scopi possano riunirsi sotto una sola direzione suprema, pur
lasciando intatta l'autonomia delle singole Associazioni”[2] (Primo Congresso delle Società Italiane,
1891, pp. 54-56).
El estallido de la Gran Guerra y la
reorganización del asociacionismo italiano
Luego
de muchos años de desencuentros, finalmente, el 29 de mayo de 1912 se conformó
la Federación de Sociedades Italianas de Buenos Aires, siendo el primer
presidente electo Alessandro Tedeschi (Caras y Caretas, 22/9/1917, p. 48). Se logró, de esta manera, un consenso
inicial para que las asociaciones italianas de esta ciudad y sus alrededores
comenzaran a trabajar de forma orgánica. Sin embargo, debemos mencionar que las
asociaciones de carácter religioso quedaron excluidas de la Federación. En el
acta de constitución quedó expuesto una disputa en torno a la decisión de
proclamar el XX de septiembre fecha oficial de celebración de la nueva entidad,
lo que provocó la oposición de los delegados de la Asociación Popular Católica
Italiana y su posterior expulsión de la asamblea (Maggio, 2020, pp. 59-60).
La
reunión tuvo lugar en la sede de Colonia Italiana dónde se aprobó el reglamento
y se eligió a las autoridades gracias al voto de setenta y cinco delegados. Por
otra parte, también intervino el Real Encargado de Negocios, Marchese Negrotto
di Cambiaso, quien mencionó que ya se había establecido un comité nacional en
Roma bajo el patrocinio del Comisionado de Emigración para recolectar los
esfuerzos de ayuda para los italianos expulsados de Turquía (La Patria degli
Italiani, 30/05/1912, p. 8).
La
conformación de la Federación se dio en un contexto particular, ya que Italia
estaba invadiendo al Imperio Otomano en la Guerra Libia, en el mismo año en que
se celebraba el cincuentenario del Reino de Italia. Como resultado de este
enfrentamiento, la élite de la comunidad italiana en Buenos Aires acompañó la
guerra a la distancia, aprovechando el fuerte apoyo que despertaba en los
inmigrantes. El periódico La Patria degli Italiani realizó una
importante cobertura de la guerra, al tiempo que polemizaba con aquellos
periódicos argentinos que caracterizaban el comportamiento de Italia como una
avanzada colonialista. Por su parte, en muchas asociaciones se llevaron a cabo
festejos, colectas de fondos y diversas muestras de apoyo (Bertagna, 2007).
Sin embargo, la integración de las asociaciones
italianas de todo el país en una sola federación debió esperar seis años más y
fue consecuencia directa del auge nacionalista que atravesó la comunidad
italiana ante el advenimiento de la Gran Guerra. En este contexto, las acciones
de beneficencia emprendidas por el grupo, la organización de una estructura
capaz de incluir a la gran mayoría de las comunidades italianas de las
distintas provincias, y la centralización para establecer canales de
comunicación con su país de origen fueron determinantes para concretar un
proceso de articulación atravesado por los enfrentamientos entre los distintos
grupos dirigentes.
Con el estallido
de la Primera Guerra Mundial se multiplicaron las movilizaciones y actividades
propagandísticas de las comunidades de inmigrantes de la Argentina. La posición
neutral adoptada por el país sudamericano, condicionada por los intereses
económicos establecidos con los países beligerantes, dio lugar a que los
enfrentamientos entre germanófilos y aliadófilos fueran incrementándose al
calor de los acontecimientos de la guerra. En el caso de los inmigrantes
italianos de Argentina es preciso señalar que el reclutamiento fue menor a
otros grupos y que, a diferencia de los franceses y británicos, la ayuda se
concentró en la comunidad local, como, por ejemplo, en contribuciones a las
familias de los combatientes (Tato, 2011).
La entrada de
Italia a la guerra implicó que muchos inmigrantes italianos retornaran a su
país de origen con el fin de enlistarse en el ejército para participar en el
frente de batalla. Mientras que otros hicieron uso de su posición de liderazgo
y emprendieron fuertes campañas de ayuda, financiamiento y propaganda. En el
periódico La Patria degli Italiani se realizó una importante cobertura
de la guerra y, al comienzo del enfrentamiento, la sección especial dedicada a
este tema llevaba el título de “L’Ultima Guerra d’Italia”.
A partir de una
convocaría realizada por la Federación de las Asociaciones Italianas de Buenos
Aires, el 27 de mayo de 1915 se constituyó el “Comité Italiano de Guerra de
Buenos Aires”, a instancias del ministro Plenipotenciario y enviado
extraordinario, Vittorio Cobianchi, en el antiguo Teatro Victoria. El principal
objetivo de Cobianchi era lograr la unidad del asociacionismo italiano de la
Argentina. El Comité estaba compuesto por el Cónsul
General, Davide De Gaetani, y los principales dirigentes del asociacionismo:
Antonio Devoto, Francesco Janello, Lorenzo Pellerano, Bartolomeo Gianocchio,
Giovanni Buschiazzo, Giovanni Pelleschi, Tommaso Ambrosetti y Giuseppe Devoto. En la primera
reunión del 30 de mayo se designaron los cargos ejecutivos, mientras que los
representantes oficiales se repartirían los puestos honoríficos. Así, Antonio
Devoto fue nombrado presidente, Ambrosetti vicepresidente 1ro, Pellerano
vicepresidente 2do, y se decidió incorporar al experimentado Giovanni Rolleri
como secretario, quien además de ser presidente de Unione e Benevolenza también
había sido secretario del Comité del monumento a Giuseppe Garibaldi (Gli italiani nel Sud America ed il loro contributo alla
guerra 1915-1918, 1923, p. 21).
El periódico
La Patria degli Italiani destacó que el evento de masiva convocatoria había
sido una irrefutable prueba de que la unión de todos los inmigrantes italianos
que no había podido conseguir la Argentina, lo había logrado Italia y su
incursión en la guerra, al despertar en toda la comunidad un fuerte patriotismo
(La Patria degli Italiani, 28/05/1915, p. 5).
En los
encuentros posteriores se fue desarrollando una estructura más compleja para
ampliar la participación y articular el funcionamiento del Comité,
extendiéndose a todo el territorio de la ciudad de Buenos Aires y sus
alrededores. Como consecuencia de esto, se conformó un Comité ejecutivo que fue
convocando a distintos dirigentes de la comunidad. Finalmente, se constituyó
una oficina de presidencia, en la cual estaban agrupados los cargos ejecutivos
más importantes. De todas formas, la conformación del Comité estuvo abierto a
nuevas incorporaciones y cambios en los cargos directivos. Al respecto, debemos
mencionar el ingreso de Tito Luciani y Enrico Figari en representación de la Federación
de Asociaciones Italianas de Buenos Aires, el 26 de junio de 1916; y la
asunción del nuevo presidente, Giuseppe Devoto, tras el fallecimiento de su
hermano Antonio el 30 de julio de ese año.
Entendemos que,
el propósito de reunir a miembros de casi todos los espacios de la comunidad
italiana, como, por ejemplo, asociaciones, entidades bancarias, periódicos,
empresarios, excombatientes, entre otros, era lograr un comité que pudiera
arrogarse la representatividad incuestionable de todo el grupo.
Se conformaron
cuarenta y nueve seccionales que abarcaron el territorio de la ciudad de Buenos
Aires y sus alrededores. En la ciudad fueron denominadas del 1 al 43,
concordantes a la misma cantidad de reparticiones policiales, y se sumaron seis
de las localidades aledañas más importantes: Avellaneda, Ciudadela, Lanús,
Caseros y Santos Lugares, Villa Ballester y San Isidro. Cada una de estas
contaba con su respectivo presidente, vicepresidente, secretario, tesorero y un
número variable de consejeros, que podríamos estimar entre diez y veinte
miembros (Gli italiani nel Sud America ed il loro contributo alla guerra
1915-1918, 1923, p. 22).
También en estas
reuniones se acordó un reglamento en el cual se estableció que, durante el
transcurso de la guerra y mientras las circunstancias no requieran lo
contrario, el Comité dedicará “[…] tutte le somme raccolte per provvedere ai
bisogni dei richiamati alle armi ed in special modo delle loro famiglie
[…]”[3] (Gli italiani nel Sud America ed il loro contributo alla guerra 1915-1918,
1923, p. 26).
De esta manera,
quedaba debidamente expresado que las aspiraciones individuales o fraccionales
debían quedar de lado. A su vez, en este reglamento se creaban las siguientes
comisiones: “Vigilancia, protección y trabajo”, “Finanzas”, “Distribución de
víveres y vestimenta”, y “Asistencia médica, farmacéutica y legal”. También se
establecía una estructura piramidal, donde cada asociación reportaba a la
sección que le correspondía, las cuales rendían cuenta de lo actuado al Comité
Central. Se pretendía que “[…] tutta la Colonia
costituisca un immenso unanime comitato patriottico […]”[4], que requería de la “[…] cooperazione spontanea e generosa di tutti
quanti sentono l’orgoglio d’essere italiani.”[5]
(Gli italiani nel Sud America ed il loro contributo alla guerra 1915-1918,
1923, pp. 25-26).
Además del
trabajo desarrollado por las distintas comisiones, tendientes a favorecer la
inserción laboral, la distribución de víveres, vestimenta, remedios y
asistencia médica; el Comité llevó a cabo otras iniciativas. Entre las más
destacadas debemos mencionar, actividades de propaganda, entrega de canastas de
alimento por el XX de septiembre, colecta de cereales, pago de pensiones, la
impresión de un boletín periódico, y una rifa de beneficencia que vendió casi
veintiocho mil billetes. En total, todas las actividades emprendidas lograron
recaudar más de siete millones de pesos (Gli italiani nel Sud America ed il
loro contributo alla guerra 1915-1918, 1923, pp. 38-43).
Si observamos detalladamente
el balance presentado, identificamos que la principal fuente de ingresos está
compuesta por las actividades llevadas a cabo por el Comité para recaudar
fondos. A su vez, las iniciativas locales de cada seccional conformaron un
aporte significativo. Por el contrario, las suscripciones de las entidades
bancarias (Banco Italia y Río de la Plata, Nuevo Banco Italiano, Banco
Comercial Italiano, Banco Ítalo-Belga y Banco Francés e Italiano) y empresas de
la comunidad no logran equipararse con las anteriores (Gli italiani nel Sud
America ed il loro contributo alla guerra 1915-1918, 1923, pp. 56-57).
El análisis del
destino que tuvieron esos fondos nos permite comprobar que el grueso de lo
recaudado se asignó para la asistencia a familiares de combatientes, según lo
dictaba el reglamento del Comité. También las contribuciones realizadas a las
campañas organizadas por el Reino de Italia recibieron un fuerte monto. Es
necesario destacar el aporte que se hizo para conformar un fondo de pensión de
suma importancia y que también se otorgó una ayuda económica a excombatientes
que habían participado de las batallas durante la unificación italiana,
detallado como “Guerra de la Independencia”, ya que muchos estaban en calidad
de exiliados o emigrados en la Argentina.
Por otra parte,
debemos tener en cuenta que si bien este Comité fue muy importante no fue la
única institución italiana de la Argentina que recaudó fondos y se organizó con
fines benéficos. Otras de las más relevantes de la capital del país fueron la
Delegación General de la Cruz Roja Italiana en Buenos Aires, el Comité Pro
Mutilados, Comité por los huérfanos de Guerra y las organizaciones de veteranos
de guerra, entre otros. En La Plata podemos mencionar al Comité Italiano
Pro-Patria y la Cruz Roja. A su vez el Comité de Guerra de la provincia de
Buenos Aires nucleó a cincuenta y nueve comités de guerra de distintas
ciudades. También se constituyeron los Comité de Guerra en la gran mayoría de
las provincias y territorios federales del país. Finalmente, hay que aclarar
que muchas asociaciones participaron de forma independiente en las campañas, es
decir, por fuera de los Comités de Guerra. Estas instituciones estuvieron
distribuidas por todo el territorio nacional, evidenciando distintas formas de
organización y coordinación (Gli italiani nel Sud America ed il loro
contributo alla guerra 1915-1918, 1923, pp. 44-45).
El desarrollo de
esta articulación entre las asociaciones italianas de la Argentina y el
establecimiento de canales formales de comunicación con autoridades
diplomáticas, en un contexto de fuerte nacionalismo, confluyó en la tan mentada
unión del grupo. Aunque también debemos agregar que
tanto las asociaciones grandes como las más pequeñas estaban atravesando una
profunda crisis económica hacia principios del siglo XX (Baily, 1982, pp.
492-493).
En paralelo al funcionamiento del Comité Italiano
de Guerra, hubo dos procesos de unidad que emprendieron las asociaciones
italianas de la Argentina. El primero de estos atravesó a las asociaciones mutuales
de Buenos Aires, las cuales acordaron esta nueva reestructuración debido a las
crisis económicas que arrastraban. El mismo se dio en dos etapas: el 3 de enero
de 1915 seis instituciones se unieron en la Unione Italiana al Plata y al cabo
de un año, el 21 de febrero de 1916, esta institución junto a la Unione e
Benevolenza, Unione Operai Italiani, Giuseppe Garibaldi, Veneta di M. S.,
Camillo Benso Conte di Cavour, La Patiottica, Fratellanza Militare y La
Italiana al Plata conformaron la Associazione Italiana di Mutualitá e
Istruzione (AIMI).
El segundo proceso se dio en 1918 y fue la
incorporación de las asociaciones del interior del país a la Federación de
Asociaciones Italianas de Buenos Aires. Reunidos en el Círculo Italiano de
Buenos Aires, representantes de asociaciones italianas de distintas ciudades,
como Rosario, Córdoba, Santa Fe, entre otras, establecieron la elaboración de
un nuevo estatuto. En total fueron ciento setenta instituciones italianas las
que conformaron la nueva Federación General de Asociaciones Italianas, que
posteriormente adoptaría la sigla FEDITALIA (La Patria degli Italiani,
29/09/1918, p. 3).
Al día siguiente, el 29 de septiembre, se procedió
al acto formal de constitución, donde los distintos delegados de las
asociaciones procedieron a la firma de un documento. Aquí la crónica
periodística solo detalló las ciento dieciocho asociaciones del interior del
país que participaron: cincuenta y siete del interior de Buenos Aires,
veintinueve de Santa Fe, doce de Córdoba, seis de Entre Ríos, y el resto de La
Pampa, Mendoza, Corrientes, Chubut, Tucumán y Chaco. Por lo que podemos inferir
que las cincuenta y dos instituciones restantes que conformaban la nueva
federación eran de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores.
Las palabras del presidente, Atilio Massone, se
centraron en agradecer la amplia incorporación de las instituciones a la nueva
federación, al tiempo que señaló su entusiasmo por el logro alcanzado. Luego se
pronunciaron varios discursos por parte de los distintos representantes de las
asociaciones y delegados oficiales, los cuales estuvieron cargados de un fuerte
nacionalismo en las postrimerías de la guerra. Tito Luciani señaló que “el
trabajo de retaguardia en Buenos Aires no palidecería en comparación con el
trabajo realizado por los hermanos en Italia”. Por su parte, Giovanni Rolleri
dijo que “dondequiera que residan en la República Argentina dos italianos,
deben sentirse unidos y unánimes en el pensamiento de su patria, en el deseo de
armonía, en el respeto a los recuerdos de glorias comunes” (La Patria degli
Italiani, 30/09/1918, p. 9).
Sin embargo, una importante cantidad de
asociaciones aún no formaban parte de la Federación. Recordemos que en 1914 se
habían censado cuatrocientas sesenta y tres asociaciones italianas de carácter
mutual, sin contar aquellas con fines culturales, educativas y recreativas. El
proceso de federación de las distintas asociaciones del país fue una de las
motivaciones personales de Massone, quien falleció dos años después de la
asamblea realizada en el Círculo Italiano. Si bien la incorporación de nuevas
instituciones fue lenta, para 1923 la Federación contaba con más de trescientas
instituciones asociadas (Gli italiani nel Sud America ed il loro contributo
alla guerra 1915-1918, 1923, pp. 239-241).
De todas formas,
la unidad de la comunidad italiana de la Argentina sufrió un importante
retroceso durante el fascismo, ya que los dirigentes al frente de la Federación
General de Asociaciones Italianas apoyaban abiertamente el régimen, provocando el
alejamiento de muchas asociaciones que se oponían. El proceso finalmente se
completaría a partir de la década de 1950, justamente, cuando los líderes
fascistas, que todavía contaban con el apoyado del gobierno argentino,
entregaron la conducción de la Federación a un nuevo grupo dirigente (Maggio,
2020, pp. 60-61).
Consideraciones finales
A lo largo de
este trabajo hemos desarrollado el largo proceso de articulación que ha
atravesado al asociacionismo italiano de Argentina, desde mediados del siglo
XIX hasta principios del XX, a partir de lo que ocurría en Buenos Aires. Ese
período estuvo marcado por los fuertes enfrentamientos ideológicos entre los
grupos dirigentes. La constitución del Reino de Italia favoreció a la
disminución de las divisiones internas, algo que no fue sencillo. Aquí
desempeñaron un papel importante los representantes oficiales del gobierno de
Italia en la Argentina, quienes emplearon diversas estrategias para lograr esa
unidad con los grupos dirigentes más afines a sus intereses. Al comienzo
detallamos que, a pesar de sus diferencias, los monárquicos y los republicanos
moderados pudieron construir una alianza a partir de una pretendida
apoliticidad que ocultaba la historia reciente.
En este sentido,
es posible afirmar que, si bien los mazzinianos fueron los primeros
impulsores del asociacionismo mutual en la Argentina, luego perdieron
representatividad en estos espacios. Por otra parte, pese a que durante el
período analizado en este trabajo las asociaciones católicas quedaron relegadas
de la unidad del grupo, posteriormente fueron integrándose a la estructura de
la comunidad italiana de la Argentina, llegando a fundar en 1963 la Federación
de Asociaciones Católicas Italianas de la Argentina y formar parte de
FEDITALIA.
Sin superar esas
diferencias ideológicas, la organización de comités para el emplazamiento de
monumentos, celebraciones o festejos evidenciaron que los líderes de la
comunidad italiana de la Argentina podían actuar de forma conjunta respetando
la premisa de sostenerse en la “italianidad” y ocultar lo máximo posible las
diferencias. En este sentido, el Primo Congresso delle Società Italiane de
1891 fue un evento determinante que mostró la potencialidad de los líderes de
Buenos Aires, con una importante convocatoria de muchas asociaciones del país.
De todas formas,
si bien hubo acuerdos entre los grupos dirigentes para desarrollar diversos
emprendimientos, la unidad del asociacionismo se logró en un contexto histórico
determinado. El auge del nacionalismo a nivel internacional y el estallido de
la Gran Guerra, sumado a la crisis económica de las asociaciones, fue conducido
por las autoridades diplomáticas italianas en la Argentina, junto con los
líderes del grupo, a partir de la implementación de una estructura representativa
en una importante extensión territorial y con un fuerte centro político en la
ciudad de Buenos Aires.
Esto consolidó a
un grupo dirigente que se constituyó en interlocutor entre el gobierno italiano
y la comunidad en el exterior. Teniendo en cuenta su composición social, los
intereses de clase de estos líderes diferían de la masa trabajadora que había
migrado. De todas formas, el rol mutual que desempeñaban estas instituciones no
podía ser descuidado, a pesar las etapas de crisis económicas, ya que constituía
el interés principal para la captación de asociados.
Es posible
pensar que esta situación de fuertes enfrentamientos internos que atravesaban a
la comunidad italiana de la Argentina, y las dificultades que tuvieron sus
líderes para aglutinar a todas sus instituciones en una única estructura, haya
sido una de las premisas que determinaron que la mayor parte de los ingresos
recaudados por el Comité Italiano de Guerra se concentraran en la propia
comunidad.
El éxito de
aquellos líderes fue confirmar su capacidad de organización y movilización del
grupo, algo que ya había sido demostrado anteriormente en diversas ocasiones,
aunque en menor escala. El mayor legado de este comité fue el establecimiento
de una estructura que agrupó a las asociaciones más importantes de los
italianos en la Argentina, el cual sigue vigente en la actualidad, con
importantes reestructuraciones, como es FEDITALIA.
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Fuentes
Periódicos y revistas
La
Patria degli Italiani, Buenos Aires, 1912-1918.
Caras y Caretas, Buenos Aires, 1916-1918.
Publicaciones
AA.VV. (1891). Primo Congresso delle Società
Italiane. Atti e documenti. Buenos Aires: Tipografia Industriale di
Alessandro Itter.
Zuccarini,
E. (1910). Il lavoro degli Italiani nella Repubblica Argentina dal 1516
al 1910. Buenos Aires: Compañía General de Fósforos.
Censo, C. N. (1916). Tercer Censo Nacional,
1914. Buenos Aires: Talleres Gráficos L. J. Rosso, Tomo X.
Arigoni, A. y Barbieri, S. (eds.) (1923). Gli italiani nel Sud
America ed il loro contributo alla guerra 1915-1918. Buenos Aires:
Secondo Betta & figli.
AA.VV. (1974).
Cien Años del Círculo Italiano de Buenos Aires. Buenos Aires: Frigerio.
Petriella,
D. y Sosa Miatello, S. (1976). Diccionario
Biográfico Ítalo-Argentino. Buenos Aires: Asociación Dante Alighieri.
Recibido: 10/11/2021
Evaluado: 31/12/2021
Versión Final: 07/03/2022
[1] “todo lo que directa o indirectamente puede
interesar a la comunidad italiana en el Plata, a excepción de temas políticos y
religiosos” [traducción del autor].
[2] […] todas las
entidades que tienen iguales principios e iguales propósitos puedan unirse bajo
una única dirección suprema, dejando intacta la autonomía de las asociaciones
individuales [traducción del autor].
[3] “[…] todas sus
energías y destinará todas las sumas recaudadas para atender las necesidades de
los llamados a las armas y en especial de sus familias […]” [traducción del
autor].
[4] “[…] la colonia constituya un inmenso comité
patriótico unánime […]” [traducción del autor].
[5] “[…] cooperación
espontánea y generosa de todos aquellos que sienten el orgullo de ser
italianos” [traducción del autor].