Inmigración,
empresa
y comunidad: dos pioneros de la industria nacional en Valentín
Alsina, a lo
largo del siglo XX
Immigration,
business
and community: two pioneers of the national industry in Valentín
Alsina,
throughout the 20th century
Denise Ganza
Universidad
Nacional de Tres de Febrero,
Universidad
de Buenos Aires,
Instituto
de Investigaciones “Gino Germani” (Argentina)
deniseganza@gmail.com
Resumen
El presente
artículo pretenderá contribuir al conocimiento del
proceso
de integración de los inmigrantes europeos en un ámbito
particular de la
provincia de Buenos Aires, Valentín Alsina, por medio del
estudio de los rasgos
principales de su aporte como pioneros de la industria nacional. En
este
sentido, analizaremos el derrotero de la industria Campomar, fundada
por un
inmigrante de origen español a fines del siglo XIX, a
través de un archivo
familiar preservado en la Fundación Ortega y Gasset Argentina
(FOGA). Además,
optaremos por el seguimiento de la trayectoria personal del industrial
italiano
Ugolino Giardino que, junto con su hermano Juan, instaló una
hilandería a
principios de la década de 1920. Este análisis, a
diferencia del anterior, se
basará en fuentes de carácter más variado:
bibliografía, prensa periódica,
testimonios personales, etc. Finalmente, en los dos casos, pondremos el
foco en
las relaciones establecidas por estos empresarios con la comunidad.
Palabras Clave
Inmigración;
empresa; desarrollo comunitario; Gran Buenos Aires; siglo XX.
Abstract
The
aim of this
article is to contribute to the knowledge of the integration process of
European immigrants in a particular area in the Buenos Aires’
province,
Valentín Alsina, through the study of the main features of their
contribution
as pioneers of the national industry. As regard this, we will analyze
the
evolution of the Campomar industry, founded by an Spanish immigrant at
the end
of the 19th century, through a family archive preserved in the
Fundación Ortega
y Gasset Argentina (FOGA). In addition, we will choose to follow the
personal
trajectory of the Italian industrialist Ugolino Giardino who, together
with his
brother Juan, installed a spinning mill in the early 1920s. This
analysis,
unlike the previous one, will be based on sources of a more varied
nature:
bibliography, periodical press, personal testimonies, etc. Finally, in
both
cases, we will focus on the relationships established by these
entrepreneurs
with the community.
Keywords
Immigration; business; community development; Greater
Buenos Aires;
twentieth century.
En el marco de una
investigación más general que se interesa por el
influjo de la inmigración transatlántica en este espacio
particular de la
provincia de Buenos Aires durante la etapa 1900-1960, hemos destacado
el
marcado perfil industrial de Valentín Alsina, localidad del Gran
Buenos Aires
creada oficialmente en 1875, que en la actualidad forma parte del
partido de
Lanús (Figura 1). Ella se caracterizó, fundamentalmente,
por la instalación de
múltiples empresas de la rama textil (Ceva, 2010: 89).
Figura
1: Ubicación geográfica de Valentín Alsina.
Fuente: Elaboración propia (en
colaboración con la Diseñadora Gráfica Romina
Costa) sobre la base de
https://www.google.com/maps, consulta: 10/12/18.
En esta oportunidad nos
ocuparemos de aquella especificidad del área,
con la intención de dar cuenta de algunos de los rasgos
principales del aporte
de los inmigrantes como pioneros de la industria nacional.
En este sentido, tendremos en
cuenta que, a lo largo del tiempo, la
historiografía ha señalado en reiteradas oportunidades la
contribución de los
extranjeros al desarrollo industrial argentino (Beyhaut, Cortés Conde,
Gorostegui & Torrado, 1965: 117; Cortés Conde, 1964: 5, 63).
En términos
cuantitativos, concretamente, Adolfo Dorfman (1986: 290)
constató que, según el
Censo de 1887 realizado en la ciudad de Buenos Aires, solo el 15% de
quienes se
desempeñaban en la industria (incluidos los propietarios) eran
argentinos. En
ocasión del segundo censo nacional, “las dos terceras
partes de los
propietarios y aproximadamente la mitad del personal ocupado eran
extranjeros”
(Dorfman, 1986: 312), cifras algo menores a las registradas en 1895.
Los datos
de 1909, con los que contamos para la situación particular de Buenos Aires y el partido de
Avellaneda
(que incluía el actual territorio de Lanús en aquel
entonces), lo confirman. En
el Gráfico 1 se puede observar la abrumadora presencia de
empresarios
extranjeros, especialmente en el ámbito provincial, donde
alcanzaban el 71,6%.
En el caso municipal, si bien el censo presenta una alta
proporción de casos
“sin especificar”, se evidencia que el porcentaje de
industrias en manos de
extranjeros superaba ampliamente al correspondiente a los propietarios
argentinos.
Gráfico
1: Propietarios de industrias por nacionalidad en Buenos Aires y
Avellaneda
(1909). Fuente: Elaboración propia a partir de Ministerio de
Agricultura, 1915:
10, 12.
Por todo lo anterior, a lo largo
del texto intentaremos demostrar, a
partir de la selección de dos casos, que el rol de estos
empresarios no solo se
manifestó cuantitativamente sino que fue fundamental en materia
de los vínculos
con la comunidad. En este sentido, nuestro artículo se
organizará de la
siguiente manera. En primer lugar, nos detendremos en la trayectoria de
la
industria Campomar, fundada por un inmigrante de origen español.
Estudiaremos
el derrotero de la empresa a lo largo del tiempo y, en particular,
focalizaremos en el estudio de los vínculos relevantes que
mantuvo con la
sociedad de la localidad y las contribuciones mutuas que condujeron a
su
desarrollo.
En segundo término,
optaremos por el seguimiento de una trayectoria
personal, la del industrial italiano Ugolino Giardino que, junto con su
hermano
Juan, instaló una hilandería en Valentín Alsina a
principios de la década de
1920. Procuraremos analizar las características de su
experiencia migratoria,
las particularidades de la instalación y evolución de su
emprendimiento
industrial y, finalmente, también el establecimiento de
sólidos lazos con la
comunidad.
Con respecto a la
metodología implementada para la elaboración de este
trabajo, es importante destacar la diversidad de fuentes relevadas y
analizadas. En el caso del estudio de la trayectoria de la industria
Campomar,
tuvimos la ventaja de contar con el acceso a un archivo familiar
preservado en
la Fundación Ortega y Gasset Argentina (FOGA).[1]
En cambio, nuestro análisis
acerca de Ugolino Giardino y su familia se basó en fuentes de
carácter más
variado: bibliografía, prensa periódica, testimonios
personales, etc. En este
sentido, es importante destacar que muchas de ellas fueron obtenidas a
partir
del contacto con historiadores locales y, en especial, por medio de la
concreción de un viaje a Villa Giardino en mayo de 2019.
Asimismo, nos proponemos ubicar
los casos de Giardino y Campomar dentro
de fenómenos de un alcance más amplio. Razón por
la cual no solo sopesaremos
las similitudes y diferencias entre nuestros casos de estudio sino que
tendremos presentes algunos conceptos ya utilizados por otros
investigadores en
la materia. Por un lado, la categoría de “notable”,
definida por Mónica
Bartolucci (2009) en función del éxito económico y
la relación de cooperación
con la comunidad establecida por algunos inmigrantes. Además,
consideraremos
los aportes de María Inés Barbero y Mariela Ceva (1992)
acerca de la
importancia de las estrategias paternalistas de vinculación con
los
trabajadores que fueron habituales entre los empresarios textiles.
La fábrica
Campomar
de Valentín Alsina, la población inmigrante y el
desarrollo local
Surgimiento y
expansión de la industria Campomar
La industria Campomar de
Valentín Alsina, fundada a fines del siglo XIX
en la localidad, fue protagonista de una interesante evolución.
Con el paso del
tiempo se fue transformando, desde su origen como un modesto
emprendimiento de
elaboración de trenzas, hasta convertirse en la principal firma
lanera del
país. Luego, su actividad se extendió al Uruguay, donde
también ocuparía el
primer lugar entre las industrias de su tipo (Álbum
Argentino, 1910: 55; Belini, 2010: 7-8, Bertino, 1996).
La fábrica de ponchos,
mantas y frazadas instalada en Valentín Alsina en
1883 fue constituida por iniciativa del español Juan Campomar,
proveniente de
Palma de Mallorca. Juan había nacido en 1861, en el seno de una
familia
dedicada a la elaboración de paños y cueros para la
fabricación de sombreros y
calzado. Junto con sus padres y hermanos se dirigió al
Río de la Plata,
estableciéndose inicialmente en Montevideo. Presuntamente, la
decisión de
emigrar se habría relacionado con las desavenencias mantenidas
con un socio en
el país de origen. Más tarde, Juan arribó a la
Argentina y, poco tiempo
después, inició el emprendimiento fabril en
Valentín Alsina (Ibarra, 1998a: 6).
El mismo atravesaría por diversas etapas, hasta su definitiva
desaparición.
A principios del siglo XX, Juan
Campomar equipó su industria con
modernas máquinas que posibilitaron la producción de
hilados, peinados y
casimires. Así, la empresa ganó en relevancia dentro del
sector. Además, en
1903, la fábrica de la localidad pasó a formar parte de
un conjunto de
establecimientos de la firma Campomar & Soulas, que
comprendería también la
hilandería de lanas peinadas ubicada en Avellaneda (Pavón
-actual Hipólito
Yrigoyen- 177) y la fábrica de paños y casimires
emplazada en el barrio porteño
de Belgrano (Blanco Encalada 1550), tres grandes plantas donde se
realizaba la
totalidad del ciclo productivo. Eduardo Soulas, flamante socio de
Campomar, era
un importante comerciante de lanas desde las últimas
décadas del siglo anterior
(Hora, 2009: 329; Ibarra, 1998a: 6). Por su parte, la
localización de las
oficinas de la firma en Alsina 930 (que muestra la Figura 2) era un
rasgo común
respecto de otras empresas de origen español, concentradas en el
barrio de
Monserrat (Fernández, 2006: 220).
Logotipo
de las industrias Campomar y Soulas (1919). Fuente: FOGA, Fondo
Campomar.
Cabe recordar aquí que
existen posiciones historiográficas
contradictorias acerca de los efectos de la Gran Guerra en lo que
refiere al desarrollo
de la industria local. Mientras una visión más antigua
solía sostener la
existencia de un impulso para el sector secundario, vinculado a estos
acontecimientos internacionales y en virtud de la necesidad de proveer
al
mercado interno de mercancías que anteriormente solían
importarse, otra más
reciente ha puesto de manifiesto que lo que predominó fue un
impacto negativo
por la dependencia respecto de la materia prima y los insumos
extranjeros. No
obstante, hubo excepciones, como la rama textil, que contaba con
capacidad
productiva suficiente y materia prima nacional (Barbero & Rocchi,
2002:
62-63). Por ejemplo, las tejedurías lograron exportar
paños y frazadas para el
abastecimiento de los países de la Entente. Para Dorfman (1986:
347-348), fue
precisamente en las industrias textiles donde se operó la
transformación más
interesante durante la contienda internacional.
En particular, hacia 1915 la
empresa Campomar se encontraba en una
situación de plena expansión, vinculada fundamentalmente
a la fabricación de
mantas para el gobierno francés durante la Primera Guerra
Mundial. En aquel
año, Juan y su esposa María Scasso, junto con sus hijas
menores, emprendieron
un viaje a España, para alejarse del invierno local debido a un
desmejoramiento
de la salud del jefe de familia. Si observamos la correspondencia
intercambiada, nos es posible tomar nota de que el contexto de guerra y
su
relación con la producción de la industria resultaron
cuestiones de suma
importancia. Además de los envíos de mantas a Francia,
las cartas dan cuenta de
la visita de un ministro ruso interesado en estos artículos a la
fábrica de
Valentín Alsina y de la buena recepción de las noticias
acerca de la entrada de
Italia en el conflicto bélico, así como de la
prolongación del mismo (Carlos
Campomar, 10/06/1915; Miguel Campomar, 29/05/1915; 10/07/1915;
2/09/1915). Al
respecto, Eduardo Soulas, encontrándose en la comuna francesa de
Lamalou-les-Bains, relataba a Juan Campomar los acontecimientos de la
guerra,
señalando que “todo el mundo está conforme en
luchar hasta el extremo” (Soulas,
19/08/1915).
El 22 de junio de 1919 se
produjo el fallecimiento de Juan Campomar (A
cien años del nacimiento de Juan Campomar, 1961), de modo que la
empresa se vio
imbuida en un importante cambio generacional y se inició una
distribución de
las tareas entre los hijos de la pareja que aquél conformara con
María Scasso.
Por ese entonces, las tres fábricas alcanzaban el número
de dos mil obreros
empleados y una producción de siete mil metros de paño y
dos mil frazadas por
día, entre otros artículos. Además, Juan Campomar
había invertido los
beneficios extraordinarios obtenidos durante la Gran Guerra, de
más del 20%
anual, tanto en la actividad rural como en la financiera (Hora, 2009:
329).
De allí en adelante y
hasta la década de 1960, la empresa sostendría un
importante ritmo de crecimiento de la mano de la labor de los
herederos. En
1923, la firma había aumentado su capital al doble y el
número de obreros
empleados alcanzaba a 2.500 (Hora, 2009: 329). Por otra parte, hacia
1925, la
empresa integraba la Cámara Española de Comercio y
formaba parte del grupo
destacado por su antigüedad en la entidad y porque solía
proporcionar los
dirigentes de la misma (Fernández, 2006: 220).
No obstante, la historia de
Campomar terminaría con la concreción de un
proceso que podríamos calificar de “vaciamiento”. En
el año 1968, la familia
vendió su paquete accionario a un grupo delictivo, liderado por
militares
retirados, que emprendió maniobras fraudulentas similares sobre
quince
importantes empresas nacionales. En el caso de Campomar, la venta de
las
acciones fue seguida poco después por la declaración de
quiebra de la Justicia
(en función del incumplimiento de un acuerdo previo, vinculado a
la
convocatoria de acreedores). El lapso entre uno y otro acontecimiento
daba
tiempo al directorio para vender los bienes de la empresa a otra, a
precios
bajísimos, concretando el proceso al que nos referimos al
principio de este
párrafo (Ibarra, 1998b: 5; La justicia decretó la
quiebra, 1970; La masacre de
empresas, 1970).
Campomar y la
comunidad
Para comenzar con este apartado,
es preciso señalar que la industria
Campomar mantuvo vínculos de singular importancia tanto con el
conjunto de la
población de la localidad de Valentín Alsina como con la
colectividad española
de la zona. En lo que refiere a la primera relación, cabe
destacar que, a
partir de 1920, el grupo Campomar inició la promoción de
una serie de
actividades destinadas a fomentar un acercamiento con los trabajadores
de la
industria y con la comunidad en general, tras un periodo de intensa
conflictividad obrera. De la mano de la Asociación
Católica de Obreros Textiles
y Empleados de Campomar (ACOTEC), creada por iniciativa de Jaime
Campomar (uno
de los hijos de Juan; Figura 3), se realizaron aportes educativos,
sociales y
culturales, tanto en Belgrano como en Valentín Alsina (Ibarra,
1998b: 5). Esta
idea contó fundamentalmente con la inspiración del
ideario católico a través de
la figura de monseñor Miguel de Andrea, quien participara de la
fundación de la
Liga Patriótica Argentina en 1919 y actuara en el terreno social
a través de la
organización de un activo movimiento socialcristiano, basado en
la idea de
fortalecer el acercamiento entre las clases altas y las fracciones
más cultas
de las clases populares (Ibarra, 1998b: 5; Lida, 2013: 12-13, 39). En
este
sentido, la experiencia de Campomar no resultó una
excepción. Muy por el
contrario, se inscribió dentro de los rasgos comunes de las
más importantes
empresas textiles del periodo de entreguerras, lideradas por
empresarios
católicos, que promovieron el paternalismo empresarial e
inclusive la
conformación de sindicatos afines. La conducta de
Jaime Campomar era
semejante a la de Julio Steverlynk, titular de la Algodonera Flandria y
ejemplo
paradigmático de este tipo de empresariado (Ceva: 2010: 66-69;
Lida: 2013:
175).
Retrato
de Jaime Campomar. Fuente: Instituto de Investigaciones
Bioquímicas “Fundación
Campomar” (en adelante IIB), 1969.
Si bien los emprendimientos
deportivos, educativos, recreativos y de
asistencia sanitaria parecieron haber tenido una mayor envergadura en
el caso
de Belgrano, los aportes de la empresa Campomar al desarrollo de la
localidad
de Valentín Alsina no resultaron menores (Bodas de oro, s./f.).
Inclusive, los
miembros de la familia colaboraron a título personal a
través de distintas
acciones.
Placa
conmemorativa en homenaje a Juan Campomar y María Scasso,
ubicada en la fachada
de la parroquia San Juan Bautista de Valentín Alsina. Fuente:
Fotografía
gentileza de Natalia Martínez Sayé (febrero de 2020)
Un ejemplo central es el de la
parroquia local (donde se ubica la placa
conmemorativa de la Figura 4), que venía funcionando en un
emplazamiento
provisorio desde 1908. La sede definitiva (Pres. Tte. Gral. Juan
Domingo Perón
-ex Boulevard Valentín Alsina- 2998) comenzó a
construirse en 1923, luego de
que María Scasso donara el predio donde se ubicaría (Álbum Argentino, 2010: 122; Álvarez, 2014:
6; De Paula, Gutiérrez
& Viñuales: 1974: 133-134; Levitán, 1993: 190; Marta
Campomar, s. /f.;
Scaltritti, s./f.: 3-6). La advocación (San Juan Bautista), por
su parte, fue
elegida para homenajear al recientemente fallecido Juan Campomar.
Al mismo tiempo, la comunidad de
Valentín Alsina dio muestras de
reconocimiento a la acción de la familia, por lo menos en las
siguientes dos
ocasiones. En primer lugar, la elección por unanimidad, durante
una asamblea de
socios, de Carlos Campomar como presidente de la Comisión
Honoraria del club
local “El Aeroplano” (Club Atlético “El
Aeroplano”, 7/05/1917). Por otra parte,
en 1921, la Intendencia de Avellaneda otorgó el nombre de Juan
Campomar a una
plaza ubicada en la zona, acción iniciada con motivo de una
solicitud
presentada por la Sociedad de Fomento de Valentín Alsina
(Intendencia Municipal
de Avellaneda, 14/11/1921).
Sin embargo, aquello no
implicó la existencia de un vínculo
completamente armónico. Muy por el contrario, en el contexto de
la
conflictividad obrera antes mencionada, un volante describía la
relación entre
la industria y la localidad de la siguiente manera:
“Juan
Campomar
tenía al pueblo de V. Alsina bajo su bota; y cuando sus esclavos
se revelaban
[SIC] porqué [SIC] querían más pan y menos horas
de trabajo (porque el cansancio
y el hambre les obligaba a pedirlo) cerraba las puertas de
‘su’ fábrica por
seis (6) meses y él se iba a Montevideo, hasta tanto
‘sus’ esclavos le pedían
abriera por favor otra vez la fábrica que tenían
hambre” (Felicitaciones,
1919).
Por su parte, el lazo de la
industria con la colectividad española de la
zona también queda demostrado. En primer lugar, por las
referencias al carácter
preferencial que se otorgó a la incorporación a la
fábrica de inmigrantes de
origen español, especialmente catalán. Si bien no
contamos con la información
desglosada por nacionalidad, y tampoco por región, es de
interés señalar que,
con motivo del censo efectuado en 1895, la fábrica Campomar
declaró contar con
150 empleados. De ellos, 139 eran extranjeros y apenas once, nativos
(Censo
Nacional, 1895).
Pero un ejemplo más
concreto sobre la presencia de los españoles es el
del contexto de las huelgas que afectaron a la empresa en 1919, con
motivo de
la excesiva extensión de la jornada laboral y por mejoras
salariales, y que
podrían haber estado influenciadas por el clima de la
“Semana Trágica” (Ibarra,
1998b: 5).[2]
Durante este periodo, se difundió un volante dirigido a los
españoles de
Valentín Alsina y, en particular, a los catalanes. En él
se acusaba a José
Solá, peluquero de la zona (del mismo origen), por ser
confidente de la familia
Campomar y transmitirle los comentarios realizados por los obreros en
su local,
a la vez que se lo señalaba como ex anarquista (A los
españoles, 1919). En una
publicación posterior, se agregaría la referencia a un
gerente de origen
gallego, de apellido Galván, al que se atribuía el
liderazgo de un grupo de
confidentes de la familia Campomar, al que se solía denominar
“sagrada familia”
(A los obreros, marzo 1920; Manifiesto, 1920).[3]
La importancia del origen
nacional en la selección de los obreros se vio
ratificada por las apreciaciones vertidas por Nélida Cores (que
ingresó a
trabajar en la fábrica Campomar de Valentín Alsina en
1944) en ocasión de una
entrevista con María Inés Fernández y Lilian
Legnazzi (Cores, 5/05/2013). En
ella, sostuvo que la mayoría de los obreros eran
españoles. Por nuestra parte,
podemos señalar que los nombres de varios delegados que firmaron
una carta
dirigida a Miguel Campomar parecen sugerir la importante presencia de
individuos de dicho origen: José Lagares, José Font,
Joaquín Miguens y José
Trillo (Carta, 1919).
Sobre la participación de
la familia Campomar en el plano político,
hemos encontrado constancia del desempeño de Miguel Campomar en
un cargo
legislativo del partido de Avellaneda durante los años 1915,
1916 y 1917
(Municipalidad de Avellaneda, 1925: 196). Asimismo, jugó un
importante rol en
el movimiento anti autonomista que se produjo en la localidad a fines
de la
misma década, cuestión sobre la que volveremos a
propósito de Ugolino Giardino
(Valentín Alsina en contra de la autonomía, 5/08/1919).
La firma fue socia del
Centro Comercial e Industrial de Avellaneda (Centro Comercial e
Industrial de
Avellaneda, 1928: 137).
A pesar de no vincularse de
manera directa con el desarrollo de la
localidad de Valentín Alsina, la participación de la
familia Campomar en la
creación de la actual Fundación Leloir, instituto de
investigaciones
bioquímicas, merece un párrafo aparte, ya que muestra el
carácter más ambicioso
que fueron adquiriendo sus contribuciones a la comunidad. El Instituto
de
Investigaciones Bioquímicas “Fundación
Campomar” fue creado en 1947 por
iniciativa de Jaime Campomar, a modo de homenaje a sus padres Juan y
María, e
inaugurado el día 3 de noviembre de dicho año. Se propuso
el objetivo de
realizar investigaciones básicas y formar investigadores y
técnicos, bajo la
forma de una entidad civil sin fines de lucro. Su primera
localización fue en
J. Álvarez 1719 (Ciudad de Buenos Aires) y fue designado como
director el
ilustre científico Luis F. Leloir (IIB, 1951: 3).
Durante sus primeros cinco
años de vida, la fundación llevó a cabo una
importante tarea, dentro de la cual se destacaron la publicación
de
comunicaciones científicas, la creación de becas para
promover la formación de
investigadores y la organización de una biblioteca. La labor
valió que, en
1950, Luis F. Leloir recibiera el Premio Sociedad Científica
Argentina en la
rama de Biología por el conjunto de sus trabajos, en especial
los desarrollados
en el marco de la institución con sus colaboradores, entre los
que se
encontraba Carlos E. Cardini (Figura 5) (IIB, 1951: 6, 13-14). Cardini
era
cuñado de Jaime Campomar e inclusive fue señalado como el
consejero que lo
llevó a vincularse con Houssay y Leloir, así como a
favorecer sus actividades
(IIB, 1973: 26).
En cuanto a la
financiación, es de destacar que la totalidad de los
gastos efectuados en moneda nacional en la etapa comprendida entre mayo
de 1947
y septiembre de 1952 fueron devengados por cuenta de Jaime Campomar,
mientras
que los realizados en dólares fueron el producto de los aportes
de la Fundación
Rockefeller y el Instituto McCollum-Pratt (IIB, 1951: 18).
Más tarde, en 1957, se
produjo el fallecimiento de Jaime Campomar (IIB,
1982). Al año siguiente, la institución se
trasladó a un espacio otorgado por
el Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública, en Obligado
2490 (Ciudad de
Buenos Aires), y comenzó a vincularse asiduamente con la
Universidad de Buenos
Aires. Además, el instituto pasaría a formar parte del
Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas, y
conviviría con otras instituciones
dentro de aquel mismo edificio (IIB, 1969: 3).
Podemos subrayar, por otra
parte, que Carlos Campomar también se sumó como
benefactor de la entidad y ocupó cargos directivos en la misma.
La Figura 6 lo
muestra en ocasión del vigésimo aniversario de la
institución. A su muerte, en
el año 1978, una parte de su patrimonio también fue
destinada a las actividades
del instituto (IIB, 1982).
Fotografía
de Luis F. Leloir y Carlos E. Cardini (ca. 1973). Fuente: IIB, 1973: 27.
Acto
con motivo del vigésimo aniversario
del Instituto de Investigaciones Bioquímicas
“Fundación Campomar” (1967)Fuente:
IIB, 1969.
Pero, con seguridad, el hecho
más significativo en la vida de la
institución fue el otorgamiento del Premio Nobel de
Química a su director, el
doctor Leloir, cuyo anuncio se realizó el 27 de octubre de 1970
y queda
ilustrado en la Figura 7 (IIB, 1973: 30).
Luis
F. Leloir recibe el Premio Nobel de
Química de manos del Rey Gustavo de Suecia (Estocolmo, 1970).
Fuente: IIB,
1973.
Por último, en 1980, se
comenzó a construir el edificio definitivo que
actualmente ocupa el instituto, en las inmediaciones del Parque
Centenario
(IIB, 1982). El mismo fue inaugurado en 1983 (IIB, 1997: 1).
La trayectoria
personal e industrial de Ugolino Giardino
Entre Italia y la
Argentina
Ugolino Giardino resultó
el mayor exponente de una familia dedicada a la
industria textil en una localidad donde, como hemos visto, esta rama
fabril
tuvo siempre un rol protagónico. Sobre su trayectoria
migratoria, comenzaremos
por decir que la familia Giardino era originaria de Trivero, en Biella
(Piamonte).[4]
El
matrimonio conformado en 1865 por Alejandro Giardino y María
Verzoletto tuvo un
total de dieciséis hijos, de los cuales lograron sobrevivir los
siguientes
siete: Juan, Silvestre, Siler, Félix, Ugolino e Irma. Ugolino
nació el 26 de
marzo de 1887 (Álvarez, 2000: 4; Giono de Micono, 2017: 23). A
excepción de
Silvestre, que ya había formado su familia en la tierra de
origen, padres e
hijos emprendieron el viaje hacia el Río de la Plata en 1896.
Según el
testimonio de Ada Giono de Micono (sobrina política de Ugolino),
al hacerlo,
llevaron consigo dos telares manuales (Álvarez, 2000: 4; Giono
de Micono, 2017:
23).
Cuando llegaron a Brasil, el
viaje se vio complicado por la declaración
de fiebre amarilla en el barco. Por esa razón, los pasajeros
fueron sometidos a
una cuarentena y debieron permanecer en Santos. Trabajando en una fazenda,
se produjo la muerte de uno de los hermanos de Ugolino, Siler, cuando
tenía
apenas 19 años (Giono de Micono, 2017: 24).
En 1897, la familia
volvió a viajar rumbo a su destino definitivo: la
Argentina. Inicialmente se radicaron en la zona de Congreso, donde
instalaron
sus telares para comenzar a trabajar. Por su parte, Ugolino se
desempeñó como
personal de servicio en una casona del mismo barrio. Precisamente,
habría sido
un evento ocurrido con la familia empleadora de Ugolino el que
condujera a los
Giardino a trasladarse a Valentín Alsina. Según el relato
de su sobrina Ada
Giono, Ugolino habría decidido irse de aquella casa tras un
comentario de otros
sirvientes, que le hicieron saber que el señor estaba dispuesto
a “comprarlo” a
sus padres. Tras escaparse y caminar largamente, habría llegado
a Valentín
Alsina. Allí, otro hecho casual lo llevaría a conocer a
Juan Campomar, que se
encontraba junto con un grupo de obreros que cavaban zanjas en la zona.
Luego
de enterarse de que los Giardino eran hilanderos, Campomar le
solicitó a
Ugolino hablar con su padre, dado que necesitaban obreros
especializados para
su fábrica. Producto del ofrecimiento laboral, toda la familia
se trasladó a
Valentín Alsina, donde comenzaron a construir su casa en Rosetti
(actual
Patxot) 2651 (Giono de Micono, 2017: 24-26).
En esa vivienda, Ugolino
conoció a quien sería su esposa, Juana Micono
(la pareja aparece ilustrada en la Figura 8). Dos años menor que
él, había
llegado a la Argentina a muy temprana edad, junto con sus progenitores,
todos
de origen italiano. En Buenos Aires, Francisco Micono, su padre, se
desempeñó
como sastre y las mujeres de la familia prestaron sus servicios en una
casa
particular. La llegada a la vivienda de los Giardino se produjo tras
una
incursión fallida como trabajadores agrícolas en la
provincia de Córdoba.
Francisco había regresado solo a Buenos Aires y se encontraba en
una reunión de
paisanos en Valentín Alsina, cuando relató su experiencia
y Alejandro Giardino
le ofreció la posibilidad de ocupar una habitación y una
cocina en la casa
familiar (Giono de Micono, 2017: 26).
Ugolino
Giardino y Juana Micono en su domicilio de
Valentín Alsina (1919). Fuente:
Museo de la Casa Municipal de Villa
Giardino (Córdoba, Argentina).
Cuando Ugolino y Juana
contrajeron matrimonio, el 1° de diciembre de
1910, él cumplía funciones en la fábrica Campomar,
pero también era propietario
de un pequeño almacén, que estaba a cargo de sus
cuñadas. Más tarde, en un
local del que su suegro era dueño, instalaron otro
almacén y casa de comidas
que atendía Juana. El emprendimiento incluía la entrega
de pedidos a domicilio.
Esta tarea la realizaba Ugolino durante el horario previsto en la
fábrica para
el almuerzo. Dos años después, abandonaría su
trabajo en Campomar, para
dedicarse de manera exclusiva a su negocio (Giono de Micono, 2017: 27).[5]
El
matrimonio no tendría descendencia.
Instalación
y
desarrollo de la industria textil Ugolino y Juan Giardino
El origen de la empresa textil
de Ugolino y Juan Giardino data del 1° de
mayo de 1920, cuando los hermanos instalaron algunas máquinas en
un pequeño
establecimiento (Figura 9) de la calle Boulevard Alsina (actual Pte.
Tte. Gral.
Juan Domingo Perón) 3069, el cual empleó a un total de
veintidós obreros
(Hilanderías y Fábrica de Tejidos Ugolino y Juan
Giardino, 1945).
Primer
establecimiento de la fábrica de los hnos.
Giardino y personal (ca. 1920). Fuente:
Hilanderías
y Fábrica de Tejidos Ugolino y Juan Giardino, 1945.
Establecimientos de la fábrica de los hnos.
Giardino
en Valentín Alsina (ca. 1945. Fuente:
Hilanderías y Fábrica de Tejidos
Ugolino y Juan Giardino, 1945.
La expansión de la
fábrica resultó muy rápida. Por ese motivo, los
hermanos Giardino adquirieron un local en la calle Remedios de Escalada
de San
Martín 2328, de la misma localidad de Valentín Alsina,
con la finalidad de
disponer de la primera tintorería para la firma. En 1928, los
obreros que
trabajaban ya se contaban en 700 y la fábrica se especializaba
en la producción
y venta de artículos variados: frazadas, mantas, lanas de tejer
y telas
cardadas. Más tarde, se ocuparon de la instalación de una
hilandería de lanas
peinadas, a los fines de expandir la producción, incorporando la
de casimires y
telas finas. Asimismo, en 1935, se anexó una hilandería
de algodón, para
completar la disponibilidad de materias primas de origen nacional. Con
la
continuidad del progreso de la firma, en los albores de la
década de 1940, las
instalaciones de la empresa (Figura 10) habían crecido
considerablemente en
extensión, pero además se contaban por miles los obreros
empleados (Hilanderías
y Fábrica de Tejidos Ugolino y Juan Giardino, 1945).
El 16 de agosto de 1941, la
firma quedó legalizada bajo la forma de una
sociedad anónima, con el nombre “Hilanderías
y Fábrica
de Tejidos Ugolino y Juan Giardino”. Pronto, se
sumarían a los
establecimientos de la empresa sendas fábricas en las
localidades de San Justo
(la cual iría reemplazando a la de Valentín Alsina tras
su cierre) y Banfield
(Giono de Micono, 2017: 27-28; Hilanderías y Fábrica de
Tejidos Ugolino y Juan
Giardino, 1945).
Según recuerdan las
memorias escritas en 1945 con motivo de los 25 años
de la firma, la misma había llegado a satisfacer en buena medida
las
necesidades del mercado interno argentino y las del Gobierno Nacional
(Hilanderías y Fábrica de Tejidos Ugolino y Juan
Giardino, 1945). No obstante,
la fábrica de Valentín Alsina cerró sus puertas en
1946, poco antes del
fallecimiento de Juana Micono y una década antes del de su
marido Ugolino
(Álvarez, 2000: 6-8).
Sin embargo, anteriormente, en
1944, se había producido la unión de
Ugolino y Juan Giardino con el emprendimiento de otra parte de la
familia,
“Giardino y Cía.”, que había encabezado
Félix (hermano de Juan y Ugolino) hasta
su fallecimiento en 1941. Esta asociación resultó en que
se instalara una
fábrica en la localidad de Villa Caraza, del mismo partido de
Lanús, cuyo
nombre fue “La Proveedora” y funcionó hasta fines de
la década de 1950.
Giardino y la
comunidad
Al igual que ocurrió con
la industria Campomar y los emprendimientos
sociales impulsados por Jaime, también los Giardino construyeron
su propia
“obra social” en Valentín Alsina. A propósito
de ello, el libro confeccionado
con motivo de las bodas de plata de la firma destaca dos acciones. En
primer
lugar, la implementación de una colonia de vacaciones en Villa
Giardino, a la
que asistían los hijos e hijas de los obreros de la
fábrica entre los meses de
diciembre y marzo, por veinte o treinta días, en contingentes de
sesenta o
setenta niños. Los costos de los pasajes, el personal destinado
a acompañarlos
y la atención médica corrían por cuenta de la
empresa. Por otra parte, se
mencionaba el funcionamiento de un club, destinado a las
prácticas deportivas,
dentro del establecimiento fabril. El libro en cuestión
anunciaba la próxima
mejora de sus instalaciones, así como la inminente
construcción de una iglesia,
una escuela y un hospital (Hilanderías y Fábrica de
Tejidos Ugolino y Juan
Giardino, 1945).
En otro orden de cuestiones,
Juan y Ugolino Giardino participaron
activamente de las entidades empresarias de Avellaneda, a través
de sus tareas
en el Centro Comercial e Industrial del partido. Ugolino se
desempeñaba como
síndico de la rama de “Tejidos” en ocasión de
las bodas de plata del centro
(Centro Comercial e Industrial de Avellaneda, 1928: 79). Además,
la firma
resultó distinguida durante la entrega de medallas y diplomas
que se efectuó
con motivo del 50° aniversario del mismo (Centro Comercial e
Industrial de
Avellaneda, 1953: 41). De igual modo, según los relatos de su
sobrino-nieto
Osvaldo Giardino y su sobrina política Ada Giono de Micono,
Ugolino también
habría ocupado funciones directivas en el Banco Comercial e
Industrial de
Avellaneda (que comenzó a funcionar en 1913) y la
compañía de seguros “La
Comercial e Industrial de Avellaneda” (creada en 1919), ambos
instrumentados en
el marco de las actividades del centro. Al mismo tiempo, Ugolino
habría
promovido la instalación en Valentín Alsina de una
sucursal del Banco de Italia
y Río de la Plata (Centro Comercial e Industrial de Avellaneda,
1928: 10-11;
Giono de Micono, 2007: 32; O. Giardino, 21/01/2019).
Además, Juan y Ugolino se
encontraban fuertemente vinculados a distintas
autoridades políticas y miembros representativos de la Iglesia
Católica. Eran
habituales los banquetes realizados con ellos en las instalaciones de
la
fábrica (Figura 11), según relata Osvaldo Giardino
(21/01/2019). Entre las
figuras que solían asistir, mencionó a Monseñor de
Andrea, a quien ya nos
referimos por sus vínculos con la familia Campomar.
Banquete
en las instalaciones de la fábrica de Ugolino y Juan Giardino
(s./f.).Fuente:
Museo de la
Casa Municipal de Villa Giardino.
Un asunto de particular
importancia es el de la relevante participación
de Ugolino en el movimiento de oposición desarrollado en
Valentín Alsina con
motivo de los primeros intentos de autonomía de Lanús: la
intención de crear el
partido de Hipólito Vieytes. En este contexto, Ugolino Giardino
se desempeñó
como presidente de una de las dos agrupaciones que representaron la
postura
anti autonomista y se pusieron al frente de las iniciativas para evitar
la
creación del nuevo partido, el “Comité
pro-separación de Valentín Alsina de la
autonomía de Lanús”, del que formarían parte
industriales, comerciantes y
profesionales de la zona, entre ellos Miguel Campomar y el
Frigorífico Wilson
(Valentín Alsina en contra de la autonomía, 5/08/1919:
5).
A partir de aquí, nos
dedicaremos a describir un aspecto muy particular
de la relación de Ugolino y su esposa Juana Micono con la
comunidad: la
fundación de Villa Giardino. Esta villa veraniega (Figura 12) se
ubica en el
Departamento de Punilla, en el extremo noroeste del valle
homónimo, en el
territorio de la provincia de Córdoba (Camarca: 2009: 17), zona
donde el
matrimonio adquirió la estancia “Alto de San Pedro”,
que fue rematada
judicialmente (Giono de Micono, 2007: 29).
Ubicación
geográfica de Villa Giardino. Fuente:
Elaboración propia sobre la base de los mapas disponibles en https://es.wikipedia.org/wiki/Villa_Giardino
y
https://es.wikipedia.org/wiki/Provincia_de_C%C3%B3rdoba_(Argentina).
Anuncio
del remate de lotes del 9 de abril de 1939
en el Pueblo “Alejandro Giardino”. Fuente:
Archivo
personal del historiador local de Villa Giardino, Roque Rosales (Villa
Giardino, Córdoba)
El domingo de Pascuas 9 de abril
de 1939 se efectuó el primer remate de
lotes (Camarca, 2009: 14; Giono de Micono, 2007: 32; Loyola &
Rosales,
2005: 18). En el anuncio que reproduce la Figura 13 se destacaban los
beneficios que se otorgarían a los adquirientes: facilidades de
pago y diez mil
ladrillos gratis para los compradores que se comprometieran a edificar
dentro
del plazo de seis meses. Al respecto, son de destacar tres cuestiones.
Por un
lado, que este procedimiento de ayuda para la construcción no se
limitó al caso
del Pueblo “Alejandro Giardino”, como fue bautizado en
honor al padre de
Ugolino. Según el testimonio de su sobrino-nieto Osvaldo, la
misma modalidad
fue habitual en el vínculo entre patrones y obreros en la
fábrica de Villa
Caraza, por ejemplo (O. Giardino, 21/01/2019). Por otra parte, la
urgencia por
edificar fue hecha propia por la familia vinculada a la industria
textil. De
hecho, entre los sitios indicados para la consulta sobre el loteo
figura el
denominado “Chalet Giardino” de la villa veraniega (Figura
14). Conocido como
“Villa Juanita”, en la actualidad es habitado por
descendientes de la familia
Micono. Finalmente, existen testimonios de que la familia
realizó una activa difusión
de las ventajas del pueblo, incluidos viajes a su cargo para promover
la venta
de lotes, algunos de los cuales fueron luego donados por sus
propietarios para
diversos emprendimientos vinculados a la comunidad (Loyola &
Rosales, 2005)
Chalet
“Villa Juanita” (Villa Giardino, Córdoba,
Argentina). Fuente:
Fotografía de Denise Ganza (mayo de 2019).
Fundación
oficial del pueblo “Alejandro Giardino”.
Colocación de pergaminos recordatorios (24 de septiembre de
1939). Fuente:
Archivo personal del historiador local Roque Rosales.
La fundación oficial del
pueblo se concretó el 24 de septiembre de 1939,
con la asistencia de Ugolino y Juana (Figura 15). La labor del
matrimonio fue
realmente activa a lo largo del tiempo. Aún después de su
fallecimiento, la
misma continuó a través de las gestiones de otros
parientes, principalmente los
de la familia Micono.
La primera obra de importancia
iniciada fue la construcción de la
Iglesia Nuestra Señora de Lourdes, la cual comenzó en
1942 y finalizó con la
inauguración, el 11 de febrero de 1943 (Camarca, 2009: 38). Esta
iglesia y el
Instituto “Juana Micono de Giardino”, que empezó a
funcionar en sus
inmediaciones en el mismo año 1942, se encuentran bajo la
dirección de la
Congregación de la Virgen Niña, cuyo convento se ubica en
el mismo predio que
las instituciones anteriores (Camarca, 2009: 38; Giono de Micono, 2007:
33-34).
En la iglesia, descansan los
restos de Ugolino Giardino y Juana Micono,[6]
mientras que la entrada del colegio se encuentra presidida por una
escultura
que representa a Juana rodeada por varios niños (Figura 16). A
propósito de
esto, la relación privilegiada de los benefactores con los
niños de la
localidad queda ilustrada por varios testimonios de pobladores de Villa
Giardino, que recuerdan las contribuciones de Juana en las
celebraciones de la
primera comunión y las visitas realizadas a “Villa
Juanita”, en especial
durante las fiestas patrias, cuando los desfiles culminaban con la
entrega de
dulces en su casa (Loyola & Rosales, 2005: 49, 52; Barrionuevo,
2017: 140).
Escultura
en homenaje a Juana Micono de Giardino
(Instituto “Juana Micono de Giardino, Villa Giardino,
Córdoba, Argentina). Fuente:
Fotografías de Denise Ganza (mayo de 2019).
Por otra parte, el matrimonio de
Juana y Ugolino, así como familiares de
generaciones posteriores, contribuyeron a la creación de
numerosas obras e
instituciones, a través de donaciones diversas: el dique San
Juan para la
provisión de agua corriente y la usina eléctrica de la
localidad, la sala de
cine-teatro “Alejandro Giardino” (donde funcionó la
primera sociedad de fomento
de la villa veraniega), la Casa del Teatro, el Correo, la
Policía, el Edificio
Municipal, la Gruta de Nuestra Señora de Lourdes, la Maternidad
y Sala de
Primeros Auxilios “Juana Micono de Giardino”
(establecimiento considerado
modelo en su época), el Jardín de Infantes “Irma
Giardino de Giono”, la escuela
y jardín de infantes “Esteban Echeverría” y
otros institutos educativos (Giono
de Micono, 2007: 30; Loyola & Rosales, 2005: 28).
Para finalizar este apartado, es
de destacar que, con motivo de la obra
realizada en particular en Villa Giardino, Ugolino fue beneficiado con
el
otorgamiento del título de “conde papal” por el Sumo
Pontífice Pío XII, el
mismo que autorizó que los restos del matrimonio pudieran
ubicarse detrás del
altar de la iglesia local (Loyola & Rosales, 2005: 32; O. Giardino,
21/01/2019).
Reflexiones
finales
Entre los muchos empresarios
extranjeros que dinamizaron la industria
nacional desde fines del siglo XIX, en las páginas precedentes
nos ocupamos de
dos familias, los Campomar y los Giardino, ambas vinculadas a la
industria
textil y de origen español e italiano respectivamente.
En cuanto a la industria
Campomar, destacamos su evolución a lo largo de
los años y, en especial, el auge de su producción en el
contexto de la Primera
Guerra Mundial. A pesar de la tarea exitosa de los herederos tras el
fallecimiento de Juan Campomar, el final de la existencia de la empresa
estaría
marcado por una maniobra de “vaciamiento”.
A propósito de los
Giardino, enfatizamos en la trayectoria migratoria de
Ugolino, quien resultó el mayor exponente de una familia dentro
de la cual
muchos miembros estuvieron vinculados a la industria textil. Relatamos
su viaje
desde Italia, sus primeros tiempos en la Argentina, la
radicación en Valentín
Alsina, su matrimonio con Juana Micono y, por último, las
vicisitudes de la
instalación y evolución de la empresa que fundó
junto con su hermano Juan.
No obstante, en estas
conclusiones nos interesa particularmente
concentrarnos en los aspectos más sobresalientes de su
vínculo con la
comunidad. Al respecto, no son pocas las similitudes registradas. Tanto
en un
caso como en el otro se observaron importantes contribuciones en los
terrenos
educativo, social, cultural y sanitario. Asimismo, las autoridades de
ambas
industrias se vieron influenciadas por el ideario católico y
mantuvieron
relaciones fluidas con miembros de la Iglesia.
En cuanto a las diferencias, la
participación de Campomar en la creación
de la Fundación Leloir, por un lado, y la fundación de
una villa veraniega por
parte de Ugolino Giardino y su esposa Juana Micono, por el otro,
resultan
particularidades dignas de destacar.
De igual modo, es de
señalar que las fuentes con las que contamos para
el caso de Campomar también posibilitaron un acercamiento a la
intensa
conflictividad obrera que se desarrolló hacia 1919. En este
marco, pudimos
observar tanto la preferencia por la contratación de obreros de
origen español,
como el hecho de que la nacionalidad en común no logró
evitar los reclamos y la
tensión. Las fuentes consultadas para el caso de Giardino,
probablemente por el
predominio de los testimonios familiares, resultan opacas en este
sentido.
Para culminar, entonces,
procuraremos ofrecer un análisis a través de
los conceptos de notabilidad y paternalismo, dos nociones largamente
utilizadas
en el campo de las Ciencias Sociales, aunque aquí nos
referiremos
específicamente al uso que han realizado algunos autores que
vincularon estas ideas
con el fenómeno de la inmigración.[7]
En cuanto a la primera de las
categorías, Bartolucci (2009) se refiere a
la figura del “notable” en el marco de su análisis
sobre las estrategias de
ascenso social de los inmigrantes italianos en Mar del Plata, a
principios del
siglo XX. Si bien esta autora le otorga un lugar central a la
cuestión de la
propiedad del suelo, algunos rasgos de su definición resultan
elocuentes a la
luz de nuestros casos:
“…aquellos
personajes que cumplieron funciones de servicio,
desarrollaron actividades comerciales de cierta magnitud y desplegaron
formas
de intermediación social o económica al interior de la
comunidad. Se trata de
unas condiciones que, como esperamos mostrar, solían estar
relacionadas con la
propiedad del suelo urbano y cuyos sujetos sobresalían
claramente -se notaban-,
en un ámbito local donde los vínculos sociales se
establecían cara a cara” (p.
16; el resaltado es de la autora).
Junto con estos rasgos, otros
que también están presentes en el análisis
de Bartolucci (2009: 108, 110) son el carácter de figuras
exitosas, dignas de
imitar, que revisten estos notables, y sus gestos de protección
y cooperación
en el seno de la comunidad. En el primer caso, podríamos
destacar la
experiencia de ascenso social que protagonizaron Juan Campomar y
Ugolino
Giardino, inmigrantes que arribaron a la Argentina y lograron instalar
empresas
exitosas dentro de la rama textil, sobre la que poseían ciertos
conocimientos
técnicos derivados de la experiencia en la sociedad de origen.
Por lo segundo,
ya nos hemos referido largamente a sus similitudes y diferencias en
cuanto a la
relación con la comunidad.
En la misma línea, la
actuación de Giardino y Campomar podría
inscribirse dentro de lo que Bragoni (1993) definió como la
“voluntad
legitimatoria de un grupo de origen inmigrante”, en el marco de
su estudio
sobre la bodega Escorihuela Gascón. Para la autora, la
concreción de una
trayectoria de ascenso social contribuía a materializar el mito
de la Argentina
como “crisol de razas” y podía actuar como un
elemento descompresor de los
conflictos sociales (Bragoni, 1993). Sin embargo, la conflictividad
registrada
en el caso de Campomar podría matizar estas afirmaciones, aunque
sea
parcialmente, inclusive las relacionadas con la potencialidad de la
apelación a
la solidaridad nacional como mecanismo para atenuar el conflicto,
puesta en
práctica a través de la selección de trabajadores
de igual origen étnico
(Barbero & Felder, 1992: Prislei, 1985).
En lo que refiere a la
noción de paternalismo, Barbero y Ceva (1992)
resaltaron su peso significativo en la industria textil, al mismo
tiempo que
evidenciaron su continuidad hasta el siglo XX, cuando se vio
revitalizado por
los vínculos entre nacionalismo y catolicismo que caracterizaron
al periodo de
entreguerras. Ejemplificado a través del recorrido por las
“dimensiones
extraeconómicas del proyecto empresarial” encarnado por
Julio Steverlynk, a la
cabeza de Algodonera Flandria, las autoras destacaron no solo su
carácter de
estrategia de control social sino también la intención
reformadora, orientada a
mejorar la calidad de vida de los trabajadores y trasmitir valores
morales y
religiosos.
De este modo, los
emprendimientos de Campomar y Giardino, cuyo vínculo
con el factor religioso fue evidente en muchos casos, parecen ubicarse
dentro
de los rasgos comunes adoptados por el paternalismo en la industria
textil. Al
respecto, cabe mencionar que la mayoría de las empresas textiles
más
importantes del periodo de entreguerras estaban en manos de empresarios
católicos o que practicaban el paternalismo empresarial, lo cual
retrasó la
sindicalización de sus obreros, en tanto ya contaban con algunos
de los
beneficios que éste podía significarles (Ceva, 2010:
66-67).
En síntesis, a lo largo
de este artículo creemos haber evidenciado el
importante rol cumplido por los inmigrantes asentados en
Valentín Alsina como
pioneros de la industria nacional. Con énfasis en sus
vínculos con la
comunidad, logramos señalar sus contribuciones al desarrollo
local, aunque también
tuvimos la oportunidad de mencionar los rasgos conflictivos,
además de ubicar
el fenómeno dentro de un panorama más general.
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Recibido:
15/11/2021
Evaluado:
31/12/2021
Versión
Final: 15/02/2022
[1] Desde ya, nuestro
profundo agradecimiento a la Dra. Marta Campomar, actual Vicepresidente
de la
entidad, que nos permitió y facilitó el acceso a este
valioso repositorio
perteneciente a su familia. Asimismo, agradecemos a todo el personal de
FOGA
por su gentil asistencia.
[2] Cabe
señalar que varios de los documentos
consultados y citados en este apartado se hallaban firmados por una
agrupación
denominada “Los judíos errantes”, de
filiación anarquista.
[3] Si bien no
tenemos constancia de una relación certera entre ambas
situaciones, es preciso
mencionar que Miranda Lida (2013: 39), en su libro sobre
Monseñor De Andrea,
hizo referencia a la organización por parte del clérigo
de la denominada
“Sociedad de la Sagrada Familia”, grupo integrado por
matronas de la alta
sociedad que tenía a su cargo la protección de los
Círculos de Obreros de
diferentes barrios.
[4] Sobre la
importancia de esta región en cuanto a la procedencia de
importantes
empresarios textiles, expuso María Inés Barbero (2015).
[5] Cabe aclarar,
respecto de la boda, que se habría efectuado en la Catedral
Nuestra Señora de
la Asunción de Avellaneda. Sin embargo, se intentó
certificar la fecha indicada
sin éxito a través de la búsqueda en la
página web Family Search de la Iglesia
de Jesucristo de los Santos de
los Últimos Días y presencialmente. En
este último caso, se
revisó el índice, entre los años 1907 y 1917.
[6] El Papa Pío
XII
autorizó la colocación de los restos de Juana Micono
detrás del altar en 1949.
Luego se colocaron los de Ugolino Giardino. Cfr. Loyola & Rosales
(2005:
32).
[7] Para una
aproximación más general, cfr. Zucchini (1998: 1065-1066)
y Matteucci (1998:
1160-1162). Zucchini define el concepto de “notable” en
tanto referente a una
persona que, detentando una base social y económica
significativa, ejerce su
influencia en la vida de la comunidad y puede establecer
vínculos clientelares.
En cuanto a la idea de “paternalismo”, Pasquino se ocupa
principalmente de
describirlo desde el punto de vista del Estado, aunque también
señala que, para
el sentido común, puede definírselo de una manera
más amplia, como una política
social que tiende al bienestar, al mismo tiempo que limita la
participación
autónoma de los sujetos.