Inmigración, empresa y comunidad: dos pioneros de la industria nacional en Valentín Alsina, a lo largo del siglo XX

 

Immigration, business and community: two pioneers of the national industry in Valentín Alsina, throughout the 20th century

 

 

Denise Ganza

Universidad Nacional de Tres de Febrero,

 Universidad de Buenos Aires,

Instituto de Investigaciones “Gino Germani” (Argentina)

deniseganza@gmail.com

 

 

Resumen

El presente artículo pretenderá contribuir al conocimiento del proceso de integración de los inmigrantes europeos en un ámbito particular de la provincia de Buenos Aires, Valentín Alsina, por medio del estudio de los rasgos principales de su aporte como pioneros de la industria nacional. En este sentido, analizaremos el derrotero de la industria Campomar, fundada por un inmigrante de origen español a fines del siglo XIX, a través de un archivo familiar preservado en la Fundación Ortega y Gasset Argentina (FOGA). Además, optaremos por el seguimiento de la trayectoria personal del industrial italiano Ugolino Giardino que, junto con su hermano Juan, instaló una hilandería a principios de la década de 1920. Este análisis, a diferencia del anterior, se basará en fuentes de carácter más variado: bibliografía, prensa periódica, testimonios personales, etc. Finalmente, en los dos casos, pondremos el foco en las relaciones establecidas por estos empresarios con la comunidad.

 

Palabras Clave

Inmigración; empresa; desarrollo comunitario; Gran Buenos Aires; siglo XX.

 

Abstract

The aim of this article is to contribute to the knowledge of the integration process of European immigrants in a particular area in the Buenos Aires’ province, Valentín Alsina, through the study of the main features of their contribution as pioneers of the national industry. As regard this, we will analyze the evolution of the Campomar industry, founded by an Spanish immigrant at the end of the 19th century, through a family archive preserved in the Fundación Ortega y Gasset Argentina (FOGA). In addition, we will choose to follow the personal trajectory of the Italian industrialist Ugolino Giardino who, together with his brother Juan, installed a spinning mill in the early 1920s. This analysis, unlike the previous one, will be based on sources of a more varied nature: bibliography, periodical press, personal testimonies, etc. Finally, in both cases, we will focus on the relationships established by these entrepreneurs with the community.

 

Keywords

Immigration; business; community development; Greater Buenos Aires; twentieth century.

En el marco de una investigación más general que se interesa por el influjo de la inmigración transatlántica en este espacio particular de la provincia de Buenos Aires durante la etapa 1900-1960, hemos destacado el marcado perfil industrial de Valentín Alsina, localidad del Gran Buenos Aires creada oficialmente en 1875, que en la actualidad forma parte del partido de Lanús (Figura 1). Ella se caracterizó, fundamentalmente, por la instalación de múltiples empresas de la rama textil (Ceva, 2010: 89).

 

Figura 1: Ubicación geográfica de Valentín Alsina. Fuente: Elaboración propia (en colaboración con la Diseñadora Gráfica Romina Costa) sobre la base de https://www.google.com/maps, consulta: 10/12/18.

 

En esta oportunidad nos ocuparemos de aquella especificidad del área, con la intención de dar cuenta de algunos de los rasgos principales del aporte de los inmigrantes como pioneros de la industria nacional.

En este sentido, tendremos en cuenta que, a lo largo del tiempo, la historiografía ha señalado en reiteradas oportunidades la contribución de los extranjeros al desarrollo industrial argentino (Beyhaut, Cortés Conde, Gorostegui & Torrado, 1965: 117; Cortés Conde, 1964: 5, 63). En términos cuantitativos, concretamente, Adolfo Dorfman (1986: 290) constató que, según el Censo de 1887 realizado en la ciudad de Buenos Aires, solo el 15% de quienes se desempeñaban en la industria (incluidos los propietarios) eran argentinos. En ocasión del segundo censo nacional, “las dos terceras partes de los propietarios y aproximadamente la mitad del personal ocupado eran extranjeros” (Dorfman, 1986: 312), cifras algo menores a las registradas en 1895. Los datos de 1909, con los que contamos para la situación particular de Buenos Aires y el partido de Avellaneda (que incluía el actual territorio de Lanús en aquel entonces), lo confirman. En el Gráfico 1 se puede observar la abrumadora presencia de empresarios extranjeros, especialmente en el ámbito provincial, donde alcanzaban el 71,6%. En el caso municipal, si bien el censo presenta una alta proporción de casos “sin especificar”, se evidencia que el porcentaje de industrias en manos de extranjeros superaba ampliamente al correspondiente a los propietarios argentinos.

 

 

Gráfico 1: Propietarios de industrias por nacionalidad en Buenos Aires y Avellaneda (1909). Fuente: Elaboración propia a partir de Ministerio de Agricultura, 1915: 10, 12.

 

Por todo lo anterior, a lo largo del texto intentaremos demostrar, a partir de la selección de dos casos, que el rol de estos empresarios no solo se manifestó cuantitativamente sino que fue fundamental en materia de los vínculos con la comunidad. En este sentido, nuestro artículo se organizará de la siguiente manera. En primer lugar, nos detendremos en la trayectoria de la industria Campomar, fundada por un inmigrante de origen español. Estudiaremos el derrotero de la empresa a lo largo del tiempo y, en particular, focalizaremos en el estudio de los vínculos relevantes que mantuvo con la sociedad de la localidad y las contribuciones mutuas que condujeron a su desarrollo.

En segundo término, optaremos por el seguimiento de una trayectoria personal, la del industrial italiano Ugolino Giardino que, junto con su hermano Juan, instaló una hilandería en Valentín Alsina a principios de la década de 1920. Procuraremos analizar las características de su experiencia migratoria, las particularidades de la instalación y evolución de su emprendimiento industrial y, finalmente, también el establecimiento de sólidos lazos con la comunidad.

Con respecto a la metodología implementada para la elaboración de este trabajo, es importante destacar la diversidad de fuentes relevadas y analizadas. En el caso del estudio de la trayectoria de la industria Campomar, tuvimos la ventaja de contar con el acceso a un archivo familiar preservado en la Fundación Ortega y Gasset Argentina (FOGA).[1] En cambio, nuestro análisis acerca de Ugolino Giardino y su familia se basó en fuentes de carácter más variado: bibliografía, prensa periódica, testimonios personales, etc. En este sentido, es importante destacar que muchas de ellas fueron obtenidas a partir del contacto con historiadores locales y, en especial, por medio de la concreción de un viaje a Villa Giardino en mayo de 2019.

Asimismo, nos proponemos ubicar los casos de Giardino y Campomar dentro de fenómenos de un alcance más amplio. Razón por la cual no solo sopesaremos las similitudes y diferencias entre nuestros casos de estudio sino que tendremos presentes algunos conceptos ya utilizados por otros investigadores en la materia. Por un lado, la categoría de “notable”, definida por Mónica Bartolucci (2009) en función del éxito económico y la relación de cooperación con la comunidad establecida por algunos inmigrantes. Además, consideraremos los aportes de María Inés Barbero y Mariela Ceva (1992) acerca de la importancia de las estrategias paternalistas de vinculación con los trabajadores que fueron habituales entre los empresarios textiles.

 

La fábrica Campomar de Valentín Alsina, la población inmigrante y el desarrollo local

 

Surgimiento y expansión de la industria Campomar

 

La industria Campomar de Valentín Alsina, fundada a fines del siglo XIX en la localidad, fue protagonista de una interesante evolución. Con el paso del tiempo se fue transformando, desde su origen como un modesto emprendimiento de elaboración de trenzas, hasta convertirse en la principal firma lanera del país. Luego, su actividad se extendió al Uruguay, donde también ocuparía el primer lugar entre las industrias de su tipo (Álbum Argentino, 1910: 55; Belini, 2010: 7-8, Bertino, 1996).

La fábrica de ponchos, mantas y frazadas instalada en Valentín Alsina en 1883 fue constituida por iniciativa del español Juan Campomar, proveniente de Palma de Mallorca. Juan había nacido en 1861, en el seno de una familia dedicada a la elaboración de paños y cueros para la fabricación de sombreros y calzado. Junto con sus padres y hermanos se dirigió al Río de la Plata, estableciéndose inicialmente en Montevideo. Presuntamente, la decisión de emigrar se habría relacionado con las desavenencias mantenidas con un socio en el país de origen. Más tarde, Juan arribó a la Argentina y, poco tiempo después, inició el emprendimiento fabril en Valentín Alsina (Ibarra, 1998a: 6). El mismo atravesaría por diversas etapas, hasta su definitiva desaparición.

A principios del siglo XX, Juan Campomar equipó su industria con modernas máquinas que posibilitaron la producción de hilados, peinados y casimires. Así, la empresa ganó en relevancia dentro del sector. Además, en 1903, la fábrica de la localidad pasó a formar parte de un conjunto de establecimientos de la firma Campomar & Soulas, que comprendería también la hilandería de lanas peinadas ubicada en Avellaneda (Pavón -actual Hipólito Yrigoyen- 177) y la fábrica de paños y casimires emplazada en el barrio porteño de Belgrano (Blanco Encalada 1550), tres grandes plantas donde se realizaba la totalidad del ciclo productivo. Eduardo Soulas, flamante socio de Campomar, era un importante comerciante de lanas desde las últimas décadas del siglo anterior (Hora, 2009: 329; Ibarra, 1998a: 6). Por su parte, la localización de las oficinas de la firma en Alsina 930 (que muestra la Figura 2) era un rasgo común respecto de otras empresas de origen español, concentradas en el barrio de Monserrat (Fernández, 2006: 220).

 

Logotipo de las industrias Campomar y Soulas (1919). Fuente: FOGA, Fondo Campomar.

 

Cabe recordar aquí que existen posiciones historiográficas contradictorias acerca de los efectos de la Gran Guerra en lo que refiere al desarrollo de la industria local. Mientras una visión más antigua solía sostener la existencia de un impulso para el sector secundario, vinculado a estos acontecimientos internacionales y en virtud de la necesidad de proveer al mercado interno de mercancías que anteriormente solían importarse, otra más reciente ha puesto de manifiesto que lo que predominó fue un impacto negativo por la dependencia respecto de la materia prima y los insumos extranjeros. No obstante, hubo excepciones, como la rama textil, que contaba con capacidad productiva suficiente y materia prima nacional (Barbero & Rocchi, 2002: 62-63). Por ejemplo, las tejedurías lograron exportar paños y frazadas para el abastecimiento de los países de la Entente. Para Dorfman (1986: 347-348), fue precisamente en las industrias textiles donde se operó la transformación más interesante durante la contienda internacional.

En particular, hacia 1915 la empresa Campomar se encontraba en una situación de plena expansión, vinculada fundamentalmente a la fabricación de mantas para el gobierno francés durante la Primera Guerra Mundial. En aquel año, Juan y su esposa María Scasso, junto con sus hijas menores, emprendieron un viaje a España, para alejarse del invierno local debido a un desmejoramiento de la salud del jefe de familia. Si observamos la correspondencia intercambiada, nos es posible tomar nota de que el contexto de guerra y su relación con la producción de la industria resultaron cuestiones de suma importancia. Además de los envíos de mantas a Francia, las cartas dan cuenta de la visita de un ministro ruso interesado en estos artículos a la fábrica de Valentín Alsina y de la buena recepción de las noticias acerca de la entrada de Italia en el conflicto bélico, así como de la prolongación del mismo (Carlos Campomar, 10/06/1915; Miguel Campomar, 29/05/1915; 10/07/1915; 2/09/1915). Al respecto, Eduardo Soulas, encontrándose en la comuna francesa de Lamalou-les-Bains, relataba a Juan Campomar los acontecimientos de la guerra, señalando que “todo el mundo está conforme en luchar hasta el extremo” (Soulas, 19/08/1915).

El 22 de junio de 1919 se produjo el fallecimiento de Juan Campomar (A cien años del nacimiento de Juan Campomar, 1961), de modo que la empresa se vio imbuida en un importante cambio generacional y se inició una distribución de las tareas entre los hijos de la pareja que aquél conformara con María Scasso. Por ese entonces, las tres fábricas alcanzaban el número de dos mil obreros empleados y una producción de siete mil metros de paño y dos mil frazadas por día, entre otros artículos. Además, Juan Campomar había invertido los beneficios extraordinarios obtenidos durante la Gran Guerra, de más del 20% anual, tanto en la actividad rural como en la financiera (Hora, 2009: 329).

De allí en adelante y hasta la década de 1960, la empresa sostendría un importante ritmo de crecimiento de la mano de la labor de los herederos. En 1923, la firma había aumentado su capital al doble y el número de obreros empleados alcanzaba a 2.500 (Hora, 2009: 329). Por otra parte, hacia 1925, la empresa integraba la Cámara Española de Comercio y formaba parte del grupo destacado por su antigüedad en la entidad y porque solía proporcionar los dirigentes de la misma (Fernández, 2006: 220).

No obstante, la historia de Campomar terminaría con la concreción de un proceso que podríamos calificar de “vaciamiento”. En el año 1968, la familia vendió su paquete accionario a un grupo delictivo, liderado por militares retirados, que emprendió maniobras fraudulentas similares sobre quince importantes empresas nacionales. En el caso de Campomar, la venta de las acciones fue seguida poco después por la declaración de quiebra de la Justicia (en función del incumplimiento de un acuerdo previo, vinculado a la convocatoria de acreedores). El lapso entre uno y otro acontecimiento daba tiempo al directorio para vender los bienes de la empresa a otra, a precios bajísimos, concretando el proceso al que nos referimos al principio de este párrafo (Ibarra, 1998b: 5; La justicia decretó la quiebra, 1970; La masacre de empresas, 1970).

 

Campomar y la comunidad

 

Para comenzar con este apartado, es preciso señalar que la industria Campomar mantuvo vínculos de singular importancia tanto con el conjunto de la población de la localidad de Valentín Alsina como con la colectividad española de la zona. En lo que refiere a la primera relación, cabe destacar que, a partir de 1920, el grupo Campomar inició la promoción de una serie de actividades destinadas a fomentar un acercamiento con los trabajadores de la industria y con la comunidad en general, tras un periodo de intensa conflictividad obrera. De la mano de la Asociación Católica de Obreros Textiles y Empleados de Campomar (ACOTEC), creada por iniciativa de Jaime Campomar (uno de los hijos de Juan; Figura 3), se realizaron aportes educativos, sociales y culturales, tanto en Belgrano como en Valentín Alsina (Ibarra, 1998b: 5). Esta idea contó fundamentalmente con la inspiración del ideario católico a través de la figura de monseñor Miguel de Andrea, quien participara de la fundación de la Liga Patriótica Argentina en 1919 y actuara en el terreno social a través de la organización de un activo movimiento socialcristiano, basado en la idea de fortalecer el acercamiento entre las clases altas y las fracciones más cultas de las clases populares (Ibarra, 1998b: 5; Lida, 2013: 12-13, 39). En este sentido, la experiencia de Campomar no resultó una excepción. Muy por el contrario, se inscribió dentro de los rasgos comunes de las más importantes empresas textiles del periodo de entreguerras, lideradas por empresarios católicos, que promovieron el paternalismo empresarial e inclusive la conformación de sindicatos afines. La conducta de Jaime Campomar era semejante a la de Julio Steverlynk, titular de la Algodonera Flandria y ejemplo paradigmático de este tipo de empresariado (Ceva: 2010: 66-69; Lida: 2013: 175).

 

 

Retrato de Jaime Campomar. Fuente: Instituto de Investigaciones Bioquímicas “Fundación Campomar” (en adelante IIB), 1969.

 

Si bien los emprendimientos deportivos, educativos, recreativos y de asistencia sanitaria parecieron haber tenido una mayor envergadura en el caso de Belgrano, los aportes de la empresa Campomar al desarrollo de la localidad de Valentín Alsina no resultaron menores (Bodas de oro, s./f.). Inclusive, los miembros de la familia colaboraron a título personal a través de distintas acciones.

 

 

 

Placa conmemorativa en homenaje a Juan Campomar y María Scasso, ubicada en la fachada de la parroquia San Juan Bautista de Valentín Alsina. Fuente: Fotografía gentileza de Natalia Martínez Sayé (febrero de 2020)

 

Un ejemplo central es el de la parroquia local (donde se ubica la placa conmemorativa de la Figura 4), que venía funcionando en un emplazamiento provisorio desde 1908. La sede definitiva (Pres. Tte. Gral. Juan Domingo Perón -ex Boulevard Valentín Alsina- 2998) comenzó a construirse en 1923, luego de que María Scasso donara el predio donde se ubicaría (Álbum Argentino, 2010: 122; Álvarez, 2014: 6; De Paula, Gutiérrez & Viñuales: 1974: 133-134; Levitán, 1993: 190; Marta Campomar, s. /f.; Scaltritti, s./f.: 3-6). La advocación (San Juan Bautista), por su parte, fue elegida para homenajear al recientemente fallecido Juan Campomar.

Al mismo tiempo, la comunidad de Valentín Alsina dio muestras de reconocimiento a la acción de la familia, por lo menos en las siguientes dos ocasiones. En primer lugar, la elección por unanimidad, durante una asamblea de socios, de Carlos Campomar como presidente de la Comisión Honoraria del club local “El Aeroplano” (Club Atlético “El Aeroplano”, 7/05/1917). Por otra parte, en 1921, la Intendencia de Avellaneda otorgó el nombre de Juan Campomar a una plaza ubicada en la zona, acción iniciada con motivo de una solicitud presentada por la Sociedad de Fomento de Valentín Alsina (Intendencia Municipal de Avellaneda, 14/11/1921).

Sin embargo, aquello no implicó la existencia de un vínculo completamente armónico. Muy por el contrario, en el contexto de la conflictividad obrera antes mencionada, un volante describía la relación entre la industria y la localidad de la siguiente manera:

 

“Juan Campomar tenía al pueblo de V. Alsina bajo su bota; y cuando sus esclavos se revelaban [SIC] porqué [SIC] querían más pan y menos horas de trabajo (porque el cansancio y el hambre les obligaba a pedirlo) cerraba las puertas de ‘su’ fábrica por seis (6) meses y él se iba a Montevideo, hasta tanto ‘sus’ esclavos le pedían abriera por favor otra vez la fábrica que tenían hambre” (Felicitaciones, 1919).

 

Por su parte, el lazo de la industria con la colectividad española de la zona también queda demostrado. En primer lugar, por las referencias al carácter preferencial que se otorgó a la incorporación a la fábrica de inmigrantes de origen español, especialmente catalán. Si bien no contamos con la información desglosada por nacionalidad, y tampoco por región, es de interés señalar que, con motivo del censo efectuado en 1895, la fábrica Campomar declaró contar con 150 empleados. De ellos, 139 eran extranjeros y apenas once, nativos (Censo Nacional, 1895).

Pero un ejemplo más concreto sobre la presencia de los españoles es el del contexto de las huelgas que afectaron a la empresa en 1919, con motivo de la excesiva extensión de la jornada laboral y por mejoras salariales, y que podrían haber estado influenciadas por el clima de la “Semana Trágica” (Ibarra, 1998b: 5).[2] Durante este periodo, se difundió un volante dirigido a los españoles de Valentín Alsina y, en particular, a los catalanes. En él se acusaba a José Solá, peluquero de la zona (del mismo origen), por ser confidente de la familia Campomar y transmitirle los comentarios realizados por los obreros en su local, a la vez que se lo señalaba como ex anarquista (A los españoles, 1919). En una publicación posterior, se agregaría la referencia a un gerente de origen gallego, de apellido Galván, al que se atribuía el liderazgo de un grupo de confidentes de la familia Campomar, al que se solía denominar “sagrada familia” (A los obreros, marzo 1920; Manifiesto, 1920).[3]

La importancia del origen nacional en la selección de los obreros se vio ratificada por las apreciaciones vertidas por Nélida Cores (que ingresó a trabajar en la fábrica Campomar de Valentín Alsina en 1944) en ocasión de una entrevista con María Inés Fernández y Lilian Legnazzi (Cores, 5/05/2013). En ella, sostuvo que la mayoría de los obreros eran españoles. Por nuestra parte, podemos señalar que los nombres de varios delegados que firmaron una carta dirigida a Miguel Campomar parecen sugerir la importante presencia de individuos de dicho origen: José Lagares, José Font, Joaquín Miguens y José Trillo (Carta, 1919).

Sobre la participación de la familia Campomar en el plano político, hemos encontrado constancia del desempeño de Miguel Campomar en un cargo legislativo del partido de Avellaneda durante los años 1915, 1916 y 1917 (Municipalidad de Avellaneda, 1925: 196). Asimismo, jugó un importante rol en el movimiento anti autonomista que se produjo en la localidad a fines de la misma década, cuestión sobre la que volveremos a propósito de Ugolino Giardino (Valentín Alsina en contra de la autonomía, 5/08/1919). La firma fue socia del Centro Comercial e Industrial de Avellaneda (Centro Comercial e Industrial de Avellaneda, 1928: 137).

A pesar de no vincularse de manera directa con el desarrollo de la localidad de Valentín Alsina, la participación de la familia Campomar en la creación de la actual Fundación Leloir, instituto de investigaciones bioquímicas, merece un párrafo aparte, ya que muestra el carácter más ambicioso que fueron adquiriendo sus contribuciones a la comunidad. El Instituto de Investigaciones Bioquímicas “Fundación Campomar” fue creado en 1947 por iniciativa de Jaime Campomar, a modo de homenaje a sus padres Juan y María, e inaugurado el día 3 de noviembre de dicho año. Se propuso el objetivo de realizar investigaciones básicas y formar investigadores y técnicos, bajo la forma de una entidad civil sin fines de lucro. Su primera localización fue en J. Álvarez 1719 (Ciudad de Buenos Aires) y fue designado como director el ilustre científico Luis F. Leloir (IIB, 1951: 3).

Durante sus primeros cinco años de vida, la fundación llevó a cabo una importante tarea, dentro de la cual se destacaron la publicación de comunicaciones científicas, la creación de becas para promover la formación de investigadores y la organización de una biblioteca. La labor valió que, en 1950, Luis F. Leloir recibiera el Premio Sociedad Científica Argentina en la rama de Biología por el conjunto de sus trabajos, en especial los desarrollados en el marco de la institución con sus colaboradores, entre los que se encontraba Carlos E. Cardini (Figura 5) (IIB, 1951: 6, 13-14). Cardini era cuñado de Jaime Campomar e inclusive fue señalado como el consejero que lo llevó a vincularse con Houssay y Leloir, así como a favorecer sus actividades (IIB, 1973: 26).

En cuanto a la financiación, es de destacar que la totalidad de los gastos efectuados en moneda nacional en la etapa comprendida entre mayo de 1947 y septiembre de 1952 fueron devengados por cuenta de Jaime Campomar, mientras que los realizados en dólares fueron el producto de los aportes de la Fundación Rockefeller y el Instituto McCollum-Pratt (IIB, 1951: 18).

Más tarde, en 1957, se produjo el fallecimiento de Jaime Campomar (IIB, 1982). Al año siguiente, la institución se trasladó a un espacio otorgado por el Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública, en Obligado 2490 (Ciudad de Buenos Aires), y comenzó a vincularse asiduamente con la Universidad de Buenos Aires. Además, el instituto pasaría a formar parte del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, y conviviría con otras instituciones dentro de aquel mismo edificio (IIB, 1969: 3).

Podemos subrayar, por otra parte, que Carlos Campomar también se sumó como benefactor de la entidad y ocupó cargos directivos en la misma. La Figura 6 lo muestra en ocasión del vigésimo aniversario de la institución. A su muerte, en el año 1978, una parte de su patrimonio también fue destinada a las actividades del instituto (IIB, 1982).

 

                                                                                                                                                             

Fotografía de Luis F. Leloir y Carlos E. Cardini (ca. 1973). Fuente: IIB, 1973: 27.

 

Acto con motivo del vigésimo aniversario del Instituto de Investigaciones Bioquímicas “Fundación Campomar” (1967)Fuente: IIB, 1969.

 

Pero, con seguridad, el hecho más significativo en la vida de la institución fue el otorgamiento del Premio Nobel de Química a su director, el doctor Leloir, cuyo anuncio se realizó el 27 de octubre de 1970 y queda ilustrado en la Figura 7 (IIB, 1973: 30).

 

 

Luis F. Leloir recibe el Premio Nobel de Química de manos del Rey Gustavo de Suecia (Estocolmo, 1970). Fuente: IIB, 1973.

 

Por último, en 1980, se comenzó a construir el edificio definitivo que actualmente ocupa el instituto, en las inmediaciones del Parque Centenario (IIB, 1982). El mismo fue inaugurado en 1983 (IIB, 1997: 1).

 

 

La trayectoria personal e industrial de Ugolino Giardino

 

Entre Italia y la Argentina

 

Ugolino Giardino resultó el mayor exponente de una familia dedicada a la industria textil en una localidad donde, como hemos visto, esta rama fabril tuvo siempre un rol protagónico. Sobre su trayectoria migratoria, comenzaremos por decir que la familia Giardino era originaria de Trivero, en Biella (Piamonte).[4] El matrimonio conformado en 1865 por Alejandro Giardino y María Verzoletto tuvo un total de dieciséis hijos, de los cuales lograron sobrevivir los siguientes siete: Juan, Silvestre, Siler, Félix, Ugolino e Irma. Ugolino nació el 26 de marzo de 1887 (Álvarez, 2000: 4; Giono de Micono, 2017: 23). A excepción de Silvestre, que ya había formado su familia en la tierra de origen, padres e hijos emprendieron el viaje hacia el Río de la Plata en 1896. Según el testimonio de Ada Giono de Micono (sobrina política de Ugolino), al hacerlo, llevaron consigo dos telares manuales (Álvarez, 2000: 4; Giono de Micono, 2017: 23).

Cuando llegaron a Brasil, el viaje se vio complicado por la declaración de fiebre amarilla en el barco. Por esa razón, los pasajeros fueron sometidos a una cuarentena y debieron permanecer en Santos. Trabajando en una fazenda, se produjo la muerte de uno de los hermanos de Ugolino, Siler, cuando tenía apenas 19 años (Giono de Micono, 2017: 24).

En 1897, la familia volvió a viajar rumbo a su destino definitivo: la Argentina. Inicialmente se radicaron en la zona de Congreso, donde instalaron sus telares para comenzar a trabajar. Por su parte, Ugolino se desempeñó como personal de servicio en una casona del mismo barrio. Precisamente, habría sido un evento ocurrido con la familia empleadora de Ugolino el que condujera a los Giardino a trasladarse a Valentín Alsina. Según el relato de su sobrina Ada Giono, Ugolino habría decidido irse de aquella casa tras un comentario de otros sirvientes, que le hicieron saber que el señor estaba dispuesto a “comprarlo” a sus padres. Tras escaparse y caminar largamente, habría llegado a Valentín Alsina. Allí, otro hecho casual lo llevaría a conocer a Juan Campomar, que se encontraba junto con un grupo de obreros que cavaban zanjas en la zona. Luego de enterarse de que los Giardino eran hilanderos, Campomar le solicitó a Ugolino hablar con su padre, dado que necesitaban obreros especializados para su fábrica. Producto del ofrecimiento laboral, toda la familia se trasladó a Valentín Alsina, donde comenzaron a construir su casa en Rosetti (actual Patxot) 2651 (Giono de Micono, 2017: 24-26).

En esa vivienda, Ugolino conoció a quien sería su esposa, Juana Micono (la pareja aparece ilustrada en la Figura 8). Dos años menor que él, había llegado a la Argentina a muy temprana edad, junto con sus progenitores, todos de origen italiano. En Buenos Aires, Francisco Micono, su padre, se desempeñó como sastre y las mujeres de la familia prestaron sus servicios en una casa particular. La llegada a la vivienda de los Giardino se produjo tras una incursión fallida como trabajadores agrícolas en la provincia de Córdoba. Francisco había regresado solo a Buenos Aires y se encontraba en una reunión de paisanos en Valentín Alsina, cuando relató su experiencia y Alejandro Giardino le ofreció la posibilidad de ocupar una habitación y una cocina en la casa familiar (Giono de Micono, 2017: 26).

 

Ugolino Giardino y Juana Micono en su domicilio de Valentín Alsina (1919). Fuente: Museo de la Casa Municipal de Villa Giardino (Córdoba, Argentina).

 

Cuando Ugolino y Juana contrajeron matrimonio, el 1° de diciembre de 1910, él cumplía funciones en la fábrica Campomar, pero también era propietario de un pequeño almacén, que estaba a cargo de sus cuñadas. Más tarde, en un local del que su suegro era dueño, instalaron otro almacén y casa de comidas que atendía Juana. El emprendimiento incluía la entrega de pedidos a domicilio. Esta tarea la realizaba Ugolino durante el horario previsto en la fábrica para el almuerzo. Dos años después, abandonaría su trabajo en Campomar, para dedicarse de manera exclusiva a su negocio (Giono de Micono, 2017: 27).[5] El matrimonio no tendría descendencia.

 

Instalación y desarrollo de la industria textil Ugolino y Juan Giardino

 

El origen de la empresa textil de Ugolino y Juan Giardino data del 1° de mayo de 1920, cuando los hermanos instalaron algunas máquinas en un pequeño establecimiento (Figura 9) de la calle Boulevard Alsina (actual Pte. Tte. Gral. Juan Domingo Perón) 3069, el cual empleó a un total de veintidós obreros (Hilanderías y Fábrica de Tejidos Ugolino y Juan Giardino, 1945).

 

Primer establecimiento de la fábrica de los hnos. Giardino y personal (ca. 1920). Fuente: Hilanderías y Fábrica de Tejidos Ugolino y Juan Giardino, 1945.

 

 

                                                                   Establecimientos de la fábrica de los hnos. Giardino en Valentín Alsina (ca. 1945. Fuente: Hilanderías y Fábrica de Tejidos Ugolino y Juan Giardino, 1945.

 

La expansión de la fábrica resultó muy rápida. Por ese motivo, los hermanos Giardino adquirieron un local en la calle Remedios de Escalada de San Martín 2328, de la misma localidad de Valentín Alsina, con la finalidad de disponer de la primera tintorería para la firma. En 1928, los obreros que trabajaban ya se contaban en 700 y la fábrica se especializaba en la producción y venta de artículos variados: frazadas, mantas, lanas de tejer y telas cardadas. Más tarde, se ocuparon de la instalación de una hilandería de lanas peinadas, a los fines de expandir la producción, incorporando la de casimires y telas finas. Asimismo, en 1935, se anexó una hilandería de algodón, para completar la disponibilidad de materias primas de origen nacional. Con la continuidad del progreso de la firma, en los albores de la década de 1940, las instalaciones de la empresa (Figura 10) habían crecido considerablemente en extensión, pero además se contaban por miles los obreros empleados (Hilanderías y Fábrica de Tejidos Ugolino y Juan Giardino, 1945).

El 16 de agosto de 1941, la firma quedó legalizada bajo la forma de una sociedad anónima, con el nombre “Hilanderías y Fábrica de Tejidos Ugolino y Juan Giardino”. Pronto, se sumarían a los establecimientos de la empresa sendas fábricas en las localidades de San Justo (la cual iría reemplazando a la de Valentín Alsina tras su cierre) y Banfield (Giono de Micono, 2017: 27-28; Hilanderías y Fábrica de Tejidos Ugolino y Juan Giardino, 1945).

Según recuerdan las memorias escritas en 1945 con motivo de los 25 años de la firma, la misma había llegado a satisfacer en buena medida las necesidades del mercado interno argentino y las del Gobierno Nacional (Hilanderías y Fábrica de Tejidos Ugolino y Juan Giardino, 1945). No obstante, la fábrica de Valentín Alsina cerró sus puertas en 1946, poco antes del fallecimiento de Juana Micono y una década antes del de su marido Ugolino (Álvarez, 2000: 6-8).

Sin embargo, anteriormente, en 1944, se había producido la unión de Ugolino y Juan Giardino con el emprendimiento de otra parte de la familia, “Giardino y Cía.”, que había encabezado Félix (hermano de Juan y Ugolino) hasta su fallecimiento en 1941. Esta asociación resultó en que se instalara una fábrica en la localidad de Villa Caraza, del mismo partido de Lanús, cuyo nombre fue “La Proveedora” y funcionó hasta fines de la década de 1950.

 

Giardino y la comunidad

 

Al igual que ocurrió con la industria Campomar y los emprendimientos sociales impulsados por Jaime, también los Giardino construyeron su propia “obra social” en Valentín Alsina. A propósito de ello, el libro confeccionado con motivo de las bodas de plata de la firma destaca dos acciones. En primer lugar, la implementación de una colonia de vacaciones en Villa Giardino, a la que asistían los hijos e hijas de los obreros de la fábrica entre los meses de diciembre y marzo, por veinte o treinta días, en contingentes de sesenta o setenta niños. Los costos de los pasajes, el personal destinado a acompañarlos y la atención médica corrían por cuenta de la empresa. Por otra parte, se mencionaba el funcionamiento de un club, destinado a las prácticas deportivas, dentro del establecimiento fabril. El libro en cuestión anunciaba la próxima mejora de sus instalaciones, así como la inminente construcción de una iglesia, una escuela y un hospital (Hilanderías y Fábrica de Tejidos Ugolino y Juan Giardino, 1945).

En otro orden de cuestiones, Juan y Ugolino Giardino participaron activamente de las entidades empresarias de Avellaneda, a través de sus tareas en el Centro Comercial e Industrial del partido. Ugolino se desempeñaba como síndico de la rama de “Tejidos” en ocasión de las bodas de plata del centro (Centro Comercial e Industrial de Avellaneda, 1928: 79). Además, la firma resultó distinguida durante la entrega de medallas y diplomas que se efectuó con motivo del 50° aniversario del mismo (Centro Comercial e Industrial de Avellaneda, 1953: 41). De igual modo, según los relatos de su sobrino-nieto Osvaldo Giardino y su sobrina política Ada Giono de Micono, Ugolino también habría ocupado funciones directivas en el Banco Comercial e Industrial de Avellaneda (que comenzó a funcionar en 1913) y la compañía de seguros “La Comercial e Industrial de Avellaneda” (creada en 1919), ambos instrumentados en el marco de las actividades del centro. Al mismo tiempo, Ugolino habría promovido la instalación en Valentín Alsina de una sucursal del Banco de Italia y Río de la Plata (Centro Comercial e Industrial de Avellaneda, 1928: 10-11; Giono de Micono, 2007: 32; O. Giardino, 21/01/2019).

Además, Juan y Ugolino se encontraban fuertemente vinculados a distintas autoridades políticas y miembros representativos de la Iglesia Católica. Eran habituales los banquetes realizados con ellos en las instalaciones de la fábrica (Figura 11), según relata Osvaldo Giardino (21/01/2019). Entre las figuras que solían asistir, mencionó a Monseñor de Andrea, a quien ya nos referimos por sus vínculos con la familia Campomar.

 

 

Banquete en las instalaciones de la fábrica de Ugolino y Juan Giardino (s./f.).Fuente: Museo de la Casa Municipal de Villa Giardino.

 

Un asunto de particular importancia es el de la relevante participación de Ugolino en el movimiento de oposición desarrollado en Valentín Alsina con motivo de los primeros intentos de autonomía de Lanús: la intención de crear el partido de Hipólito Vieytes. En este contexto, Ugolino Giardino se desempeñó como presidente de una de las dos agrupaciones que representaron la postura anti autonomista y se pusieron al frente de las iniciativas para evitar la creación del nuevo partido, el “Comité pro-separación de Valentín Alsina de la autonomía de Lanús”, del que formarían parte industriales, comerciantes y profesionales de la zona, entre ellos Miguel Campomar y el Frigorífico Wilson (Valentín Alsina en contra de la autonomía, 5/08/1919: 5).

A partir de aquí, nos dedicaremos a describir un aspecto muy particular de la relación de Ugolino y su esposa Juana Micono con la comunidad: la fundación de Villa Giardino. Esta villa veraniega (Figura 12) se ubica en el Departamento de Punilla, en el extremo noroeste del valle homónimo, en el territorio de la provincia de Córdoba (Camarca: 2009: 17), zona donde el matrimonio adquirió la estancia “Alto de San Pedro”, que fue rematada judicialmente (Giono de Micono, 2007: 29).

 

Ubicación geográfica de Villa Giardino. Fuente: Elaboración propia sobre la base de los mapas disponibles en https://es.wikipedia.org/wiki/Villa_Giardino y https://es.wikipedia.org/wiki/Provincia_de_C%C3%B3rdoba_(Argentina).

 

                                                                                                                           

Anuncio del remate de lotes del 9 de abril de 1939 en el Pueblo “Alejandro Giardino”. Fuente: Archivo personal del historiador local de Villa Giardino, Roque Rosales (Villa Giardino, Córdoba)

 

El domingo de Pascuas 9 de abril de 1939 se efectuó el primer remate de lotes (Camarca, 2009: 14; Giono de Micono, 2007: 32; Loyola & Rosales, 2005: 18). En el anuncio que reproduce la Figura 13 se destacaban los beneficios que se otorgarían a los adquirientes: facilidades de pago y diez mil ladrillos gratis para los compradores que se comprometieran a edificar dentro del plazo de seis meses. Al respecto, son de destacar tres cuestiones. Por un lado, que este procedimiento de ayuda para la construcción no se limitó al caso del Pueblo “Alejandro Giardino”, como fue bautizado en honor al padre de Ugolino. Según el testimonio de su sobrino-nieto Osvaldo, la misma modalidad fue habitual en el vínculo entre patrones y obreros en la fábrica de Villa Caraza, por ejemplo (O. Giardino, 21/01/2019). Por otra parte, la urgencia por edificar fue hecha propia por la familia vinculada a la industria textil. De hecho, entre los sitios indicados para la consulta sobre el loteo figura el denominado “Chalet Giardino” de la villa veraniega (Figura 14). Conocido como “Villa Juanita”, en la actualidad es habitado por descendientes de la familia Micono. Finalmente, existen testimonios de que la familia realizó una activa difusión de las ventajas del pueblo, incluidos viajes a su cargo para promover la venta de lotes, algunos de los cuales fueron luego donados por sus propietarios para diversos emprendimientos vinculados a la comunidad (Loyola & Rosales, 2005)

 

Chalet “Villa Juanita” (Villa Giardino, Córdoba, Argentina). Fuente: Fotografía de Denise Ganza (mayo de 2019).

 

Fundación oficial del pueblo “Alejandro Giardino”. Colocación de pergaminos recordatorios (24 de septiembre de 1939). Fuente: Archivo personal del historiador local Roque Rosales.

 

La fundación oficial del pueblo se concretó el 24 de septiembre de 1939, con la asistencia de Ugolino y Juana (Figura 15). La labor del matrimonio fue realmente activa a lo largo del tiempo. Aún después de su fallecimiento, la misma continuó a través de las gestiones de otros parientes, principalmente los de la familia Micono.

La primera obra de importancia iniciada fue la construcción de la Iglesia Nuestra Señora de Lourdes, la cual comenzó en 1942 y finalizó con la inauguración, el 11 de febrero de 1943 (Camarca, 2009: 38). Esta iglesia y el Instituto “Juana Micono de Giardino”, que empezó a funcionar en sus inmediaciones en el mismo año 1942, se encuentran bajo la dirección de la Congregación de la Virgen Niña, cuyo convento se ubica en el mismo predio que las instituciones anteriores (Camarca, 2009: 38; Giono de Micono, 2007: 33-34).

En la iglesia, descansan los restos de Ugolino Giardino y Juana Micono,[6] mientras que la entrada del colegio se encuentra presidida por una escultura que representa a Juana rodeada por varios niños (Figura 16). A propósito de esto, la relación privilegiada de los benefactores con los niños de la localidad queda ilustrada por varios testimonios de pobladores de Villa Giardino, que recuerdan las contribuciones de Juana en las celebraciones de la primera comunión y las visitas realizadas a “Villa Juanita”, en especial durante las fiestas patrias, cuando los desfiles culminaban con la entrega de dulces en su casa (Loyola & Rosales, 2005: 49, 52; Barrionuevo, 2017: 140).

 

 

Escultura en homenaje a Juana Micono de Giardino (Instituto “Juana Micono de Giardino, Villa Giardino, Córdoba, Argentina). Fuente: Fotografías de Denise Ganza (mayo de 2019).

 

Por otra parte, el matrimonio de Juana y Ugolino, así como familiares de generaciones posteriores, contribuyeron a la creación de numerosas obras e instituciones, a través de donaciones diversas: el dique San Juan para la provisión de agua corriente y la usina eléctrica de la localidad, la sala de cine-teatro “Alejandro Giardino” (donde funcionó la primera sociedad de fomento de la villa veraniega), la Casa del Teatro, el Correo, la Policía, el Edificio Municipal, la Gruta de Nuestra Señora de Lourdes, la Maternidad y Sala de Primeros Auxilios “Juana Micono de Giardino” (establecimiento considerado modelo en su época), el Jardín de Infantes “Irma Giardino de Giono”, la escuela y jardín de infantes “Esteban Echeverría” y otros institutos educativos (Giono de Micono, 2007: 30; Loyola & Rosales, 2005: 28).

Para finalizar este apartado, es de destacar que, con motivo de la obra realizada en particular en Villa Giardino, Ugolino fue beneficiado con el otorgamiento del título de “conde papal” por el Sumo Pontífice Pío XII, el mismo que autorizó que los restos del matrimonio pudieran ubicarse detrás del altar de la iglesia local (Loyola & Rosales, 2005: 32; O. Giardino, 21/01/2019).

 

 

Reflexiones finales

 

Entre los muchos empresarios extranjeros que dinamizaron la industria nacional desde fines del siglo XIX, en las páginas precedentes nos ocupamos de dos familias, los Campomar y los Giardino, ambas vinculadas a la industria textil y de origen español e italiano respectivamente.

En cuanto a la industria Campomar, destacamos su evolución a lo largo de los años y, en especial, el auge de su producción en el contexto de la Primera Guerra Mundial. A pesar de la tarea exitosa de los herederos tras el fallecimiento de Juan Campomar, el final de la existencia de la empresa estaría marcado por una maniobra de “vaciamiento”.

A propósito de los Giardino, enfatizamos en la trayectoria migratoria de Ugolino, quien resultó el mayor exponente de una familia dentro de la cual muchos miembros estuvieron vinculados a la industria textil. Relatamos su viaje desde Italia, sus primeros tiempos en la Argentina, la radicación en Valentín Alsina, su matrimonio con Juana Micono y, por último, las vicisitudes de la instalación y evolución de la empresa que fundó junto con su hermano Juan.

No obstante, en estas conclusiones nos interesa particularmente concentrarnos en los aspectos más sobresalientes de su vínculo con la comunidad. Al respecto, no son pocas las similitudes registradas. Tanto en un caso como en el otro se observaron importantes contribuciones en los terrenos educativo, social, cultural y sanitario. Asimismo, las autoridades de ambas industrias se vieron influenciadas por el ideario católico y mantuvieron relaciones fluidas con miembros de la Iglesia.

En cuanto a las diferencias, la participación de Campomar en la creación de la Fundación Leloir, por un lado, y la fundación de una villa veraniega por parte de Ugolino Giardino y su esposa Juana Micono, por el otro, resultan particularidades dignas de destacar.

De igual modo, es de señalar que las fuentes con las que contamos para el caso de Campomar también posibilitaron un acercamiento a la intensa conflictividad obrera que se desarrolló hacia 1919. En este marco, pudimos observar tanto la preferencia por la contratación de obreros de origen español, como el hecho de que la nacionalidad en común no logró evitar los reclamos y la tensión. Las fuentes consultadas para el caso de Giardino, probablemente por el predominio de los testimonios familiares, resultan opacas en este sentido.

Para culminar, entonces, procuraremos ofrecer un análisis a través de los conceptos de notabilidad y paternalismo, dos nociones largamente utilizadas en el campo de las Ciencias Sociales, aunque aquí nos referiremos específicamente al uso que han realizado algunos autores que vincularon estas ideas con el fenómeno de la inmigración.[7]

En cuanto a la primera de las categorías, Bartolucci (2009) se refiere a la figura del “notable” en el marco de su análisis sobre las estrategias de ascenso social de los inmigrantes italianos en Mar del Plata, a principios del siglo XX. Si bien esta autora le otorga un lugar central a la cuestión de la propiedad del suelo, algunos rasgos de su definición resultan elocuentes a la luz de nuestros casos:

 

“…aquellos personajes que cumplieron funciones de servicio, desarrollaron actividades comerciales de cierta magnitud y desplegaron formas de intermediación social o económica al interior de la comunidad. Se trata de unas condiciones que, como esperamos mostrar, solían estar relacionadas con la propiedad del suelo urbano y cuyos sujetos sobresalían claramente -se notaban-, en un ámbito local donde los vínculos sociales se establecían cara a cara” (p. 16; el resaltado es de la autora).

 

Junto con estos rasgos, otros que también están presentes en el análisis de Bartolucci (2009: 108, 110) son el carácter de figuras exitosas, dignas de imitar, que revisten estos notables, y sus gestos de protección y cooperación en el seno de la comunidad. En el primer caso, podríamos destacar la experiencia de ascenso social que protagonizaron Juan Campomar y Ugolino Giardino, inmigrantes que arribaron a la Argentina y lograron instalar empresas exitosas dentro de la rama textil, sobre la que poseían ciertos conocimientos técnicos derivados de la experiencia en la sociedad de origen. Por lo segundo, ya nos hemos referido largamente a sus similitudes y diferencias en cuanto a la relación con la comunidad.

En la misma línea, la actuación de Giardino y Campomar podría inscribirse dentro de lo que Bragoni (1993) definió como la “voluntad legitimatoria de un grupo de origen inmigrante”, en el marco de su estudio sobre la bodega Escorihuela Gascón. Para la autora, la concreción de una trayectoria de ascenso social contribuía a materializar el mito de la Argentina como “crisol de razas” y podía actuar como un elemento descompresor de los conflictos sociales (Bragoni, 1993). Sin embargo, la conflictividad registrada en el caso de Campomar podría matizar estas afirmaciones, aunque sea parcialmente, inclusive las relacionadas con la potencialidad de la apelación a la solidaridad nacional como mecanismo para atenuar el conflicto, puesta en práctica a través de la selección de trabajadores de igual origen étnico (Barbero & Felder, 1992: Prislei, 1985).

En lo que refiere a la noción de paternalismo, Barbero y Ceva (1992) resaltaron su peso significativo en la industria textil, al mismo tiempo que evidenciaron su continuidad hasta el siglo XX, cuando se vio revitalizado por los vínculos entre nacionalismo y catolicismo que caracterizaron al periodo de entreguerras. Ejemplificado a través del recorrido por las “dimensiones extraeconómicas del proyecto empresarial” encarnado por Julio Steverlynk, a la cabeza de Algodonera Flandria, las autoras destacaron no solo su carácter de estrategia de control social sino también la intención reformadora, orientada a mejorar la calidad de vida de los trabajadores y trasmitir valores morales y religiosos.

De este modo, los emprendimientos de Campomar y Giardino, cuyo vínculo con el factor religioso fue evidente en muchos casos, parecen ubicarse dentro de los rasgos comunes adoptados por el paternalismo en la industria textil. Al respecto, cabe mencionar que la mayoría de las empresas textiles más importantes del periodo de entreguerras estaban en manos de empresarios católicos o que practicaban el paternalismo empresarial, lo cual retrasó la sindicalización de sus obreros, en tanto ya contaban con algunos de los beneficios que éste podía significarles (Ceva, 2010: 66-67).

En síntesis, a lo largo de este artículo creemos haber evidenciado el importante rol cumplido por los inmigrantes asentados en Valentín Alsina como pioneros de la industria nacional. Con énfasis en sus vínculos con la comunidad, logramos señalar sus contribuciones al desarrollo local, aunque también tuvimos la oportunidad de mencionar los rasgos conflictivos, además de ubicar el fenómeno dentro de un panorama más general.

 

 

 

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Recibido: 15/11/2021

Evaluado: 31/12/2021

Versión Final: 15/02/2022



[1] Desde ya, nuestro profundo agradecimiento a la Dra. Marta Campomar, actual Vicepresidente de la entidad, que nos permitió y facilitó el acceso a este valioso repositorio perteneciente a su familia. Asimismo, agradecemos a todo el personal de FOGA por su gentil asistencia.

[2] Cabe señalar que varios de los documentos consultados y citados en este apartado se hallaban firmados por una agrupación denominada “Los judíos errantes”, de filiación anarquista.

[3] Si bien no tenemos constancia de una relación certera entre ambas situaciones, es preciso mencionar que Miranda Lida (2013: 39), en su libro sobre Monseñor De Andrea, hizo referencia a la organización por parte del clérigo de la denominada “Sociedad de la Sagrada Familia”, grupo integrado por matronas de la alta sociedad que tenía a su cargo la protección de los Círculos de Obreros de diferentes barrios.

[4] Sobre la importancia de esta región en cuanto a la procedencia de importantes empresarios textiles, expuso María Inés Barbero (2015).

[5] Cabe aclarar, respecto de la boda, que se habría efectuado en la Catedral Nuestra Señora de la Asunción de Avellaneda. Sin embargo, se intentó certificar la fecha indicada sin éxito a través de la búsqueda en la página web Family Search de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y presencialmente. En este último caso, se revisó el índice, entre los años 1907 y 1917.

[6] El Papa Pío XII autorizó la colocación de los restos de Juana Micono detrás del altar en 1949. Luego se colocaron los de Ugolino Giardino. Cfr. Loyola & Rosales (2005: 32).

[7] Para una aproximación más general, cfr. Zucchini (1998: 1065-1066) y Matteucci (1998: 1160-1162). Zucchini define el concepto de “notable” en tanto referente a una persona que, detentando una base social y económica significativa, ejerce su influencia en la vida de la comunidad y puede establecer vínculos clientelares. En cuanto a la idea de “paternalismo”, Pasquino se ocupa principalmente de describirlo desde el punto de vista del Estado, aunque también señala que, para el sentido común, puede definírselo de una manera más amplia, como una política social que tiende al bienestar, al mismo tiempo que limita la participación autónoma de los sujetos.