La politización de lo sagrado en la comunidad española de Buenos Aires.  Actos, misas y ‘platos únicos’ a favor del franquismo durante la Guerra Civil (1936-1939)

 

The politicization of the sacred in the Spanish community of Buenos Aires. Acts, masses and ‘unique dishes’ in favor of the Franco regime during the Civil War (1936-1939)

 

 

 

Alejandra Noemí Ferreyra

Universidad de Buenos Aires,

Instituto de Investigaciones "Gino Germani",

 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)

alenoemiferreyra@gmail.com

 

Resumen

El inicio de la Guerra Civil española (1936-1939) generó múltiples campañas de propaganda y solidaridad que se desplegaron por todo el territorio argentino pero que involucraron, especialmente, a la nutrida comunidad de inmigrantes españoles que residía en la ciudad de Buenos Aires. En este marco, los actos públicos se convirtieron en un elemento central para convocar a la solidaridad y para reunir a los simpatizantes. Este trabajo se propone analizar los eventos (actos, misas y “platos únicos”) realizados por el sector de la comunidad española de Buenos Aires que se manifestaba a favor del bando sublevado en España durante la guerra. En particular, se pretende examinar la singular interacción de elementos religiosos y políticos que se producen en algunos de los actos públicos organizados por los partidarios del franquismo en Buenos Aires, así como también, la evolución de los mismos conforme se desarrolla la contienda y se prefigura un escenario de victoria militar en la península. Por otro lado, se estudia cuál fue el rol del Estado argentino ante esta activa movilización pro franquista que se generó en el ámbito público durante la contienda civil.

 

Palabras Clave

Guerra Civil española; Inmigración española;  Solidaridad; Franquismo; Actos públicos; Religión y política.

 

 

Abstract

The Spanish Civil War (1936-1939) generated multiple propaganda and solidarity campaigns in over the argentinian territory, but that especially involved the community of Spanish immigrants that live in Buenos Aires. The public acts became a central element to motivate solidarity and to bring together new adherents. This paper aims to analyze the acts (masses and "uniques dishes") made by the sector of the Spanish community in Buenos Aires that demonstrated in favor of Francoism in Spain during the war. In particular, it is expected to examine the interaction of religious and political elements that happened in some of the public acts organized by supporters of the Franco’s regime in Buenos Aires, as well as their evolution as the conflict unfolds and prefigures a scene of military victory in the peninsula. In this particular case, it is studied what was the role of the Argentine State in front of this active pro-Franco mobilization that was generated in the public sphere during the civil war.

 

Keywords

Spanish Civil War; Spanish Immigration; Solidarity; Francoism; Public Acts; Religion and politics.

 

 

 

 

Introducción[1]                

Al promediar la década de 1930, desde hacía tiempo que el espacio público de la ciudad de Buenos Aires se había convertido en un marco propicio para la realización de multitudinarias manifestaciones de distintos signos políticos y sociales (Lobato, 2011). Los trabajadores ya no eran los únicos interesados en utilizar el espacio urbano como un escenario privilegiado para la canalización de sus demandas por medio de actos callejeros. En este periodo, los núcleos nacionalistas y católicos tuvieron una presencia cada vez más activa en las calles y se mostraron capaces de congregar a un amplio número de adherentes en sus actos, que iban desde misas y peregrinaciones, hasta mítines y eventos conmemorativos (Rubinzal, 2012).

En este escenario de creciente movilización, el inicio de la Guerra Civil en España (1936-1939) tuvo una inmediata repercusión y generó un extenso activismo civil en distintos ámbitos de la sociedad (Delgado, González Calleja, González, 1990; Figallo, 2007, 2016; Goldar, 1986; Montenegro, 2002; Rein, 1997; Trifone y Svarzman, 1993; Quijada, 1991). Aunque fue la Segunda República la que contó con el apoyo mayoritario de la población y, especialmente, de la numerosa colectividad inmigratoria española que se encontraba radicada en el país.[2] Los sectores que se identificaron con el bando sublevado en la península también lograron fomentar una dinámica campaña de ayuda material y pudieron articular diversos canales de difusión para su propaganda (prensa, cine, radiodifusión, etc.), además de organizar la celebración de actos públicos con el propósito de reunir a los simpatizantes de la facción profranquista local.

Muchas de estas cuestiones aún no han sido lo suficientemente exploradas por las investigaciones interesadas en el estudio de las repercusiones que la contienda bélica española ocasionó en la Argentina. Por esta razón, y con la intención de abordar algunas de las múltiples formas de movilización política que los inmigrantes españoles asentados en la ciudad de Buenos Aires desplegaron en este periodo,[3] este trabajo se propone analizar los eventos públicos (actos, misas y “platos únicos”) organizados en el marco de las campañas de solidaridad a favor del bando sublevado en España durante la Guerra Civil.

En la península, el factor de religioso comenzó a ser omnipresente en los discursos, los actos y las prácticas festivas asociadas al bando rebelde al poco tiempo de iniciarse la sublevación militar. El origen de este fenómeno se encuentra en la adhesión de la mayor parte de la jerarquía eclesiástica española a la rebelión y en la denominación de la guerra como “cruzada” desde septiembre de 1936. A partir de ese momento, la Iglesia católica adquirió un rol hegemónico, no solo en la estructuración del régimen y la redefinición de la identidad nacional que éste proponía sino, fundamentalmente, en la gestión de los ritos y símbolos que se desarrollaron durante la guerra y la posguerra. Si bien la Falange Española promovió actos y manifestaciones que asumían la liturgia y la ideología fascista, su labor mantuvo siempre un lugar secundario e interactuó con el catolicismo con el objetivo de lograr la “recatolización” del país (Di Febo, 2012: 18).

Es por esta razón que en España no se puede hablar de un fenómeno como el de la “religión política” tal como ocurre en Italia o Alemania durante el periodo de entreguerras.[4] Al contrario, allí se recurrió a la “politización” de los espacios sagrados y se hizo un uso político de la religión católica y de sus dispositivos sacrales como componentes primordiales para la legitimación de un Estado que adquirió un carácter confesional (Di Febo, 2012: 13-14). En este marco, las manifestaciones religiosas y festivas desempeñaron la función de “simbolizar, reproducir y reforzar niveles de identificación social -de clase, de género- que tienen además, una lectura política” (Moreno Seco, 2002: 16) y fueron instrumentalizadas como medio para la socialización y la auto justificación del régimen.

Una experiencia semejante puede identificarse en la ciudad de Buenos Aires, en donde las campañas de solidaridad de los núcleos afines a la sublevación se impregnaron, en mayor o menor medida, de elementos religiosos y buscaron movilizar las conciencias de los españoles tanto para defender una fe como para socorrer a la patria en peligro. En función de ello, en este trabajo se pretende examinar, por un lado, la singular interacción de elementos religiosos y políticos que se produce en algunos de los eventos públicos organizados por los simpatizantes del franquismo en Buenos Aires, así como también, la evolución de los mismos conforme se desarrolla la contienda y se prefigura un escenario de victoria militar en España. Por otro lado, se estudia cuál fue el rol del Estado argentino ante esta activa movilización pro franquista que se generó en el ámbito público durante la contienda civil.

Como fuentes principales para llevar a cabo este estudio se analizarán las publicaciones periódicas editadas por los sectores de la comunidad española afines a la sublevación, tales como: El Diario Español; Acción Española; Correo de Galicia; Juan Español y Fe Gallega. Además, se estudiarán los fondos relativos a la Guerra Civil española resguardados en el Archivo Histórico de la Cancillería Argentina y, también, el Archivo Gomá, un compendio de documentación personal del Cardenal español Isidro Gomá y Tomás, personaje de gran importancia en las redes que se articularon entre el clero y el universo católico para lograr el respaldo a los sublevados.[5]

 

 

La solidaridad en las calles y el rol del Estado

 

Cuando se inició el conflicto bélico en España en julio de 1936, Argentina se encontraba gobernada por un bloque interpartidario liberal-conservador conocido como la “concordancia”.[6] Este conglomerado político sostuvo una activa persecución sobre los sectores trabajadores y recurrió al uso sistemático del fraude electoral para mantener bajo su égida la sucesión al poder a lo largo de la década de 1930. La dinámica política de este periodo se caracterizó por establecer una combinación conflictiva de mecanismos autoritarios de gobierno en la práctica con la adhesión formal, aunque artificiosa, a los principios democráticos en el plano institucional y en la política exterior (Buchrucker, 1987: 109; Rouquié, 1981: 245).

Esta ambigüedad también permeó las relaciones que el Estado argentino entabló con la Segunda República en el marco de la Guerra Civil en España (Quijada, 1991: 24).  El comienzo de esta contienda impactó profundamente en el espacio diplomático internacional de los años treinta y motivó la firma de un acuerdo de “no intervención” entre las potencias europeas (Moradiellos, 2002). La República Argentina adhirió formalmente a esta postura y se declaró “prescindente” ante la guerra, conservando la tradición diplomática de neutralidad ante las contiendas exteriores. No obstante, y aunque el gobierno argentino desestimó todos los intentos del bando insurgente para lograr su reconocimiento como “beligerante” y mantuvo hasta último momento la relación oficial con el gobierno de la Segunda República, no fue desconocida la simpatía que notables integrantes del Estado, la Iglesia y el Ejército profesaron hacia la sublevación militar en la península. Pero, más allá de los posicionamientos particulares, fue el temor a la propagación de las ideas comunistas y la posible irrupción de una revuelta social en el país, alentada por los acontecimientos españoles, lo que derivó en la desconfianza permanente del gobierno argentino hacia la Segunda República (Montenegro, 2002: 38; Quijada, 1991: 25).

Cuando estalló la contienda civil en España y comenzaron a extenderse actos, mítines, festivales, etc. con fines político-solidarios, pronto quedó de manifiesto el afán de vigilancia y control que el Estado mantuvo hacia este movimiento.[7] No obstante, no todas las actividades benéficas fueron objeto de la misma atención, solo los actos a favor de la Segunda República fueron identificados como potencialmente subversivos porque asociaban la lucha en España con críticas a la situación política local y tendían a radicalizar sus demandas al incorporar consignas de lucha internacional como la dicotomía entre “fascismo” y “antifascismo” (Montenegro, 2002: 169).

Las profusas expresiones de solidaridad a favor del gobierno republicano que se manifestaron en la Argentina ante el inicio del conflicto bélico en España se plasmaron en espontáneas muestras de adhesión y en la inmediata recolección de recursos monetarios y materiales para enviar a la península.  Muchas de estas iniciativas adquirieron la forma de “comités de recaudación” (Merayo, 2020; Montenegro, 2002; Quijada, 1991: 136). Estos organismos proliferaron en el seno de instituciones políticas, sindicales, asociaciones de inmigrantes, etc. y organizaron toda una serie de actividades en el espacio público para dinamizar el esfuerzo solidario. Los actos sirvieron como exponentes de la fuerza numérica y el poder de convocatoria de estas agrupaciones pero, también, fueron vistos como un canal de difusión de la causa, un nexo para reclutar nuevos adherentes y un encuentro necesario para reforzar la cohesión del grupo (Montenegro, 2002: 169).

En virtud del extenso activismo que se generó por la contienda se promulgaron una serie de normas que intentaron controlar el desarrollo de los eventos que se vinculaban con la Guerra Civil. Por disposición del Ministerio del Interior, a partir de diciembre de 1936 en los Territorios Nacionales (Chaco, Formosa, Misiones, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego) no se autorizaba la realización de actos públicos: “que se relacionen con la actual situación de la República española, a fin de evitar en cuanto sea posible, incidencias y alteraciones del orden, en nuestro territorio, que pudieran producirse por las distintas ideologías en pugna.”[8] Esta resolución impidió que se llevaran a cabo algunos de los actos previstos en adhesión al gobierno republicano en localidades del sur del país y algo similar ocurrió en la provincia de Santa Fe.[9]

Los representantes españoles acreditados en la Argentina cuestionaron los constantes obstáculos que se oponían a la labor solidaria que se desplegaba en favor de la Segunda República en el país.[10]  Entre las principales dificultades que debían afrontar se indicaba la frecuente interrupción y el entorpecimiento de los eventos públicos por medio de actos de vandalismo perpetrados por simpatizantes de la fracción sublevada o, directamente, por la falta de autorización del gobierno provincial o municipal para el desenvolvimiento de los mismos.[11] Asimismo, desde la embajada se realizaron reiterados reclamos ante el permisivo desarrollo de la labor proselitista del enviado del general Franco en el territorio nacional.[12] El embajador Ángel Osorio y Gallardo, quien había arribado al país en junio de 1938, se sorprendió ante el dinámico funcionamiento de una representación oficiosa que celebraba actos públicos, dictaba conferencias y organizaba colectas y servicios religiosos en Iglesias en donde se enarbolaba la bandera monárquica sin ningún reparo.[13]

La fundamentación que brindaban los funcionarios diplomáticos argentinos para tolerar la actuación de Juan Pablo de Lojendio en el país se relacionaba con dos cuestiones principales. Por un lado, se argumentaba que el gobierno sedicioso en la península había logrado dominar “de hecho” una parte considerable del territorio español y que el gobierno argentino no podía desconocer tal situación, teniendo en cuenta, además, que allí se radicaban representaciones consulares que debían proteger los intereses de los ciudadanos argentinos.[14] Por el otro lado, se consideraba que las acciones de la representación oficiosa no podían suspenderse en virtud de que las mismas se desarrollaban dentro del orden establecido y respetaban las leyes locales:Sin carácter político reconocido, ella [la Representación oficiosa] es para el Gobierno Argentino una simple representación de tendencias que, mientras no choquen con el orden interno del país, no tienen por qué ser reprimidas entre nosotros.”[15]

Al contrario, a Ossorio y Gallardo se le sugirió que moderara su actuación propagandística a favor del gobierno republicano argumentando que, en función del cargo y la representación oficial que ostentaba, no debía interceder en actividades políticas o civiles que pudieran alterar el orden público: “(…) corresponde que, en forma verbal y cortés, se haga saber al Sr. Embajador que debe abstenerse de toda propaganda en el sentido que lo hace, dado su carácter de Embajador de España en la Argentina.”[16]

La gran cantidad de eventos que desarrollaron los simpatizantes de la sublevación española en Buenos Aires y el desigual trato que se le dispensó respecto a los sectores pro-republicanos fueron un claro exponente de la aquiescencia con la que el gobierno argentino permitió el desarrollo de las acciones de propaganda y solidaridad de los primeros en el marco de la contienda. En lo que sigue, se analizarán algunas de las principales manifestaciones públicas llevadas adelante por los núcleos afines a la sublevación española en la ciudad de Buenos Aires.

 

 

“Platos únicos” para lograr la unidad

 

Si bien los eventos públicos organizados por los simpatizantes del Gobierno de Burgos en la Argentina estuvieron condicionados por el carácter no oficial de su representación en el país, ello no impidió la realización de una gran multiplicidad de actos en su beneficio. Las reuniones más frecuentes con fines de sociabilidad, adhesión y solidaridad para los que apoyaban al bando liderado por el general Franco fueron las misas y los “platos únicos”.[17]

Aunque podían realizarse a lo largo de todo el año, los actos de adhesión siguieron el calendario de festividades instaurado por los rebeldes en la península. El mismo giraba en torno a fechas conmemorativas paradigmáticas como el 2 de mayo, el 18 de julio y el 12 de octubre. En particular, la conmemoración del día de Santiago Apóstol (25 de julio) y de la Virgen del Pilar (12 de octubre), festividad que coincidía, además, con el festejo por el “Día de la raza”, se convirtieron en dos momentos propicios para unir la celebración litúrgica con la prédica política a favor de la sublevación militar.

Por su parte, los “platos únicos” eran reuniones que habían surgido en la Alemania nazi con fines recaudatorios. En ellos se consumía un solo plato pero se pagaba por el menú completo, entregándose la diferencia del coste para fines benéficos (Riesco, 2007: 243-244). Manteniendo los mismos propósitos, se estableció en España por primera vez el 30 de octubre de 1936 y llegó a la Argentina a principios de 1937, siendo una de las primeras reuniones de este tipo la celebrada con motivo de la llegada de Juan Pablo de Lojendio en calidad de representante oficioso del general Franco en el país.

Este evento fue celebrado el 21 de febrero (Imagen 1) y convocó a todas las instituciones afines a la sublevación militar que funcionaban en Buenos Aires desde el estallido de la contienda.[18] Los representantes de estos organismos se congregaron en el almuerzo de “plato único” junto a, según sus registros, más de tres mil personas en un acto de inusitada “exaltación patriótica”.[19] En esa ocasión, el representante oficioso, los presidentes de las entidades e invitados especiales, declamaron discursos impregnados de un profundo “amor a la patria” que fueron retrasmitidos por Radio Cultura.[20] Las escuadras de falangistas y requetés uniformados hicieron la guardia de honor a las banderas argentina y española (monárquica) y el almuerzo se acompañó por los acordes del himno nacional argentino y la marcha real de España.[21] Solo para finalizar el acto el padre Alberto de los Bueys dio su bendición destacando el destino providencial que guiaba al bando sublevado en la guerra.[22]

 

“Plato único”, 21 de febrero de 1937. Fuente: Acción Española, Buenos Aires, 4/03/1937, p. 6.

 

 

En este primer encuentro general de las fuerzas afines a la sublevación española en la ciudad de Buenos Aires, el elemento religioso y el representante de la Iglesia no tuvieron el rol protagónico en el esquema de organización del evento. En cambio, el acto giró en torno a la figura del enviado del general Franco, Juan Pablo de Lojendio, quien llamó a la adhesión y la solidaridad de la colectividad española apelando al sentimentalismo patriótico de los inmigrantes y convocó a los indecisos para que se definieran y apoyaran al ejército rebelde.[23]

La comunión de las instituciones alrededor de Lojendio que se plasmó en la organización conjunta de este primer “plato único” en la Argentina se fue resquebrajando paulatinamente a medida que comenzaron a surgir las discrepancias con respecto a la organización de las colectas de ayuda material y a la autoridad de unas personalidades e instituciones sobre otras. Es que, poco tiempo después, la implementación de las directivas de unificación de las fuerzas políticas que se dictaminó en España a partir de la conformación del partido único Falange Española Tradicionalista y de las JONS (FET-JONS) tuvo una recepción dispar y conflictiva en el seno del movimiento solidario que se había organizado espontáneamente desde julio de 1936 en la ciudad de Buenos Aires.[24]

La conmemoración del 2 de mayo de 1937, declarada “fiesta nacional” por el general Franco, sirvió como aglutinante para volver a reunir a los grupos afectos a la sublevación en un evento y dar a conocer las nuevas orientaciones procedentes de la península. Esta reunión pretendía recuperar de la memoria colectiva esa fecha señalada desde 1808 como símbolo de la lucha del pueblo español por su independencia ante la invasión de fuerzas extranjeras.[25] La apelación a la participación popular en la empresa liberadora del siglo XIX era clave como referencia para la construcción de un discurso de legitimidad que reivindicaba el supuesto acompañamiento de la población al ejército sublevado en el marco de la Guerra Civil (Box, 2008: 212-214).

 

Misa en la Iglesia Nuestra Señora de la Piedad, 2 de mayo de 1937. Fuente: Acción Española, Buenos Aires, 8/05/1937, p. 1.

 

La celebración de esta fecha tuvo dos partes bien diferenciadas. Por la mañana se realizó el acto religioso que consistió en una misa en honor a los “caídos” en la guerra celebrada en la Iglesia Nuestra Señora de la Piedad que fue adornada con banderas monárquicas de España para la ocasión y en la que participaron falangistas y requetés uniformados (Imagen 2).[26] Por la noche y en un tono más suntuoso, se celebró una reunión de “plato único” en el Alvear Palace Hotel organizada por la fracción de la Cámara Española de Comercio que se había escindido del gobierno republicano y había reconocido al general Franco en España.[27] El representante oficioso presidió el acto, que también contó con la presencia de destacados miembros de la colectividad española, y en el que nuevamente los falangistas y los requetés acompañaron con entusiasmo los acordes de la marcha real española a la que se sumó el himno de la Falange.[28]

El discurso central, a cargo de Juan Pablo de Lojendio, fue retransmitido por Radio Excelsior.[29] En un sentido práctico, sus palabras fueron una clara convocatoria a la unificación de las fuerzas. Pero a un nivel simbólico, se sirvió del cuadro alegórico que le proveía la conmemoración del 2 de mayo para movilizar los sentimientos de amor a la patria en esa hora de peligro:

 

“Y para esta reunión patriótica, ninguna fecha, señores y amigos, como esta fecha del 2 de mayo, declarada fiesta nacional por nuestro Gobierno y que nunca como en estas horas decisivas de dolor y de esperanza de nuestro pueblo, adquiere ese sentido honda y entrañable que le liga a todo lo que hay de más auténtico y popular en España.

…Porque esta fiesta coincide con los ecos aún no borrados de los aplausos con que los voluntarios de España y el pueblo de España, han clamado el discurso magnífico que el 19 del mes pasado pronunció en Salamanca el insigne caudillo que Dios no ha guardado.

… Y en esta hora, señores, de la victoria y de la responsabilidad, tengo que pediros algo muy serio y muy concreto, que era lo que al principio os anunciaba. En nombre de Su Excelencia, el Jefe del Estado cuya representación tengo el alto honor de ostentar, en nombre de su Excelencia, el Jefe supremo de la Falange Tradicionalista, yo quiero pediros a todos: ¡unión!” (Lojendio de, 1937).

 

El carácter político-patriótico de este evento y la urgencia con la que se solicitaba la unidad de las fuerzas no dejó mucho lugar para las manifestaciones litúrgicas. Como se analizará más adelante, la más compleja imbricación de elementos políticos y religiosos llegaría de la mano de otras instituciones en las que la defensa de la religión católica se había convertido en una seña de pertenencia e identidad.

 

 

Los eventos “patriótico-religiosos” y el 12 de octubre

 

En el marco de la construcción de este nuevo andamiaje de sentidos que proponía el franquismo durante la guerra, ninguna conmemoración tuvo tanta resonancia entre los simpatizantes de la sublevación en Buenos Aires como la celebración del 12 de octubre. Esta efeméride, que fue adoptada tanto por las vertientes liberales como conservadoras de pensamiento en España, recupera la dimensión americana del nacionalismo español y reúne referencias históricas múltiples asociadas a la gesta del descubrimiento, la conquista, la evangelización, la lengua, el pasado imperial y la inmigración (Sebastiani, 2016a: 73).

Desde su inclusión al calendario festivo oficial del Estado argentino, la ciudad de Buenos Aires se había convertido en el escenario privilegiado de los actos y homenajes que se realizaban en el mes de octubre para conmemorar la gesta colombina.[30] Estos eventos incluían tanto a los sectores populares como más acomodados de la inmigración española, a las esferas del gobierno identificadas con la herencia hispánica de la nacionalidad argentina y a sectores de la Iglesia Católica local. Durante la década de 1930 la festividad fue incorporando cada vez más elementos religiosos, pero fue en el marco de la celebración del XXXII Congreso Eucarístico Internacional (1934) que el cristianismo prácticamente se apropió de esta fecha conmemorativa y “recurrió al tradicionalismo hispánico de la identidad nacional para hacer propaganda internacional del catolicismo” (García Sebastiani, 2016b: 163).

En España, desde el comienzo mismo de la Guerra Civil en la zona franquista se llevaron adelante festejos por el “Día de la raza” que reivindicaron, no solo el valor simbólico de esta fiesta vinculada a la epopeya imperial de España, sino que también, situaron en el centro de la escena a la festividad de la Virgen del Pilar, fecha con la que coincidía. A partir del relanzamiento del culto mariano que se llevó a cabo en este periodo, las imágenes de las vírgenes se adornaron con insignias políticas y militares que continuaron con la tradición iniciada durante las guerras carlistas.[31] Los dos contendientes se disputaron la protección de la virgen sobre sus respectivas causas, pero fue el franquismo el que retomó la impronta política y militar vinculada a la imagen de la “Pilarica” y la convirtió en el centro de las devociones marianas durante la guerra.[32] La concurrencia de esta festividad de raíz católica y popular con la celebración del “Día de la raza” y su conexión con América Latina no resultaba fortuita para el discurso nacionalcatólico del régimen, por lo que ambos eventos se articularon y se celebraron siguiendo una misma sintonía de significados (Cenarro, 1997).

El carácter híbrido de este evento también se hizo presente en el marco de las compañas de solidaridad que llevaron adelante los grupos afines al ejército sublevado en la ciudad de Buenos Aires. Pero aquí, las distintas entidades y agrupaciones solidarias priorizaron uno u otro de los distintos elementos simbólicos que confluían en esa fecha señalada. Algunos reforzaron el carácter católico, mientras que otros, subrayaron la faceta imperial de la nacionalidad española y su conexión con América Latina como elemento central.[33] 

El “plato único” del 12 de octubre de 1937 organizado por FET-JONS fue un exponte claro de la consagración del carácter imperial de la efeméride en la Argentina (Imagen 3).[34] En este almuerzo, que se celebró en salón “Casablanca” de la ciudad de Buenos Aires, se reivindicó el “Día de la raza” no solo por la epopeya española, sino, fundamentalmente, por la influencia que ésta habría depositado sobre los pueblos americanos y, en particular, sobre la identidad nacional argentina.[35]

En su conjunto, el acto pretendió recuperar simbólicamente el ascendente imperial de España sobre América Latina. El evento contó con la presencia de Juan Pablo de Lojendio, el senador argentino Matías Sánchez Sorondo y los falangistas procedentes de Marruecos integrantes de la denominada “Misión de la Bandera de Marruecos”. Este contingente, que arribó al país en julio de 1937, tenía como finalidad reforzar la presencia del partido luego de la unificación y supervisar la labor propagandística de las seccionales de FET-JONS en el cono Sur americano.[36] En el “plato único” de octubre no faltaron los miembros uniformados, los himnos y los discursos de ocasión. Pero una vez más, el elemento religioso estuvo prácticamente ausente, a excepción de la breve participación del capellán de FET-JONS encargado de realizar la “bendición de la mesa” antes de comenzar el almuerzo.[37]

 

 

Cartel de propaganda celebración del 12 de octubre de 1937. Fuente: Falange Española, Buenos Aires, 9/10/1937, p. 3.

 

 

Al contrario, la conmemoración del 12 de octubre para otras instituciones pro-franquistas en Buenos Aires estuvo centrada en la celebración litúrgica y en el culto a la Virgen del Pilar. Esta festividad fue especialmente significativa para Legionarios Civiles de Franco (LCF), una de las instituciones más paradigmáticas por su compromiso y nivel de colaboración con la “cruzada” desde la Argentina.[38] Soledad Alonso de Drysdale,[39] inmigrante española nacida en Gádor (Almería), creó esta entidad con el propósito de socorrer a la infancia que sufría los padecimientos de la guerra en la península y contó para ello con la colaboración de múltiples medios de propaganda que acompañaron la divulgación de esta obra.[40]

El compromiso de Soledad Alonso de Drysdale con la labor benéfica de tenor religioso la llevó a unir indisolublemente su proyecto caritativo en España con la advocación protectora de la Virgen del Pilar. La imagen de la virgen que se encontraba ubicada en la Iglesia Regina Martyrum del barrio porteño de Balvanera se convirtió en el epicentro de los actos “patriótico-religiosos” que encabezó la entidad en Buenos Aires. La celebración del 12 de octubre de 1937 realizada a pocos meses de la fundación de LCF ejemplificó los nexos simbólicos que se fueron forjando entre el factor piadoso que inspiraba a la causa a favor de la infancia española, los representantes eclesiásticos y las derivas políticas del apoyo al ejército sublevado en la península desde la Argentina.

El día 12 de octubre, los núcleos afines a la sublevación se congregaron por la mañana en la misa que se celebró en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires presidida por el representante oficioso del general Franco, Juan Pablo de Lojendio, y por Miguel de los Santos Díaz de Gomara, Obispo de Cartagena, quien había sido enviado por la España franquista como representante al Congreso Eucarístico Nacional de Paraguay.[41] No obstante, la verdadera festividad tuvo lugar por la tarde, en la Iglesia Regina Martyrum y sus alrededores. Allí se llevó a cabo una ceremonia en la que se le impuso un nuevo manto con insignias de “capitán general” a la imagen de la Virgen del Pilar, que fue obsequiado por Soledad Alonso de Drysdale. Seguidamente, se llevó a la imagen en procesión por las calles de la ciudad y se finalizó el evento con una serie de discursos pronunciados desde las puertas del templo y que fueron retransmitidos por Radio Excelsior (Imagen 4).[42]

 

 

 

 

 

Procesión de la Virgen del Pilar en el barrio de Balvanera, 12 de octubre de 1937. Fuente: El Diario Español, Buenos Aires, 13/10/11937, p. 2.

 

La imbricación de los elementos litúrgico-religiosos con el posicionamiento político afín al bando sublevado en España fue evidente. La defensa de la fe se concebía unida de manera indisoluble a la defensa de la patria y se alimentaba del entusiasmo y la participación popular:

 

“…hoy, en que España pasa por uno de los grandes momentos de su historia, análogo a aquel de la Reconquista… sumida en dolores de reconstrucción y restitución, vuelven los esplendores de los actos religiosos, ajenos a toda interpretación interesada y recobran su brillante prestigio las consagraciones seculares en que la fe iba unida a los dictados de la Patria.

… [los boys scouts] con sus trompetas y tambores precedían a las andas floridas y rutilantes en que la santísima Virgen del Pilar paseó por primera vez por las calles porteñas su flamante manto de Generala, que la tradición hispana había honrado hace tiempo, escoltada por las enseñas argentina y española, que con el señor Obispo, las autoridades eclesiásticas, las madrinas y padrinos llevando las cintas que de ella pendían, daban escolta de honor y presidían solemnemente el acto que era presenciado, entre vítores y aplausos por una enorme concurrencia…”[43]

 

Esta no fue la única ocasión en la que la Virgen del Pilar se convirtió en el centro depositario de una nueva adjudicación simbólica. Gran relevancia tuvo la imposición del “fajín de generala” donado por propio el general Franco a la misma imagen en octubre de 1938. Este objeto, que llegó a Buenos Aires de la mano del representante oficioso al regreso de su viaje a España, fue utilizado como elemento de prestigio para destacar la especial relación que la benefactora de los LCF, Soledad Alonso de Drysdale, mantenía con las altas esferas del nuevo régimen en la península. No sólo se le concedió a la directora de los legionarios el honor de ser la depositaria del fajín que debía llegar a la imagen de la Virgen del Pilar en Buenos Aires, sino que también, le fue otorgada la “Gran Cruz de Isabel la Católica” en reconocimiento por su labor a favor de la causa.[44]

La ceremonia de imposición del fajín a la imagen sacra representó, una vez más, la concentración de los elementos religiosos y patrióticos que caracterizaron a los eventos realizados por estos núcleos afines a la sublevación durante la guerra: la “emotividad” de la celebración litúrgica se conjugó con los discursos políticos de los representantes del franquismo y las arengas de los miembros del clero que exhortaban a la solidaridad y el apoyo a las armas “nacionalistas” desde el púlpito de la Iglesia y, todo ello, retransmitido por la radio.[45] En este caso, además, la pieza ornamental obsequiada a la virgen era poseedora de un valor simbólico añadido por tratarse de un objeto personal utilizado por el “caudillo”, lo que resulta indicativo de la deferencia con la que éste trataba a la comunidad española afín residente en Buenos Aires.[46]

La presencia de elementos políticos asociados al bando sublevado en España en el sitio sacro de las iglesias católicas se advirtió también en otros puntos del territorio argentino.[47] Estas manifestaciones litúrgico-patrióticas no pasaron desapercibidas para los representantes diplomáticos españoles, quienes intentaron en vano frenar el apoyo público de algunos sectores de la jerarquía eclesiástica argentina en favor de las armas franquistas.

 

 

Un territorio en disputa: iglesias católicas y movilización política

 

En el caso de los núcleos afectos a la sublevación en España, muchos de sus eventos se desarrollaron en un sitio que representaba una compleja intersección entre el espacio público y el privado: las iglesias católicas. El uso de estos lugares representativos del culto oficial de la República Argentina para la realización de reuniones organizadas por la representación oficiosa del bando rebelde en la península y el acompañamiento de miembros de la Iglesia en esas celebraciones litúrgicas fueron cuestionados duramente por el embajador español Ángel Ossorio y Gallardo.

Según el dignatario, dado que la religión católica era el culto oficial del Estado argentino y que se sostenía gracias al erario público, el gobierno debía ejercer un mayor control sobre sus actividades: “La circunstancia de tratarse de un acto celebrado en una Iglesia, lejos de allanar la posición del Gobierno, como podría ocurrir en países con independencia religiosa, la hace más precisa y concreta (…)”.[48] Por esta razón, para el embajador resultaba contradictorio que, mientras el Estado argentino mantenía relaciones diplomáticas cordiales con el gobierno de la Segunda República, éste permitiera la celebración de misas y servicios religiosos en honor al representante del bando que se encontraba en guerra con aquélla:

 

“… Mi pretensión es mucho más sencilla. Se limitaba a llamar respetuosamente la atención de V.E. sobre el hecho de que las autoridades eclesiásticas y aún las civiles puedan recibir oficialmente a los partidarios de cierta tendencia política como representante de un Gobierno, que para la Argentina no existe y a saber si puede exhibirse en cualquier parte y más especialmente en lugar oficial como es el presbiterio de una Iglesia, la bandera representativa de la rebelión armada contra el Estado legítimo y normalmente reconocido.

… Ante la reiteración de sucesos tales y para que mi gobierno y yo sepamos a qué atenernos, me limito a plantear este tema ¿son lícitas cosas tales? Nada más.”[49]

 

Este argumento fue rebatido por el consejero legal del Ministerio de Relaciones Exteriores argentino, Isidoro Ruiz Moreno, quien le sugirió al canciller José María Cantilo que se le respondiera al mandatario español en forma evasiva:

 

“… nada impide que esos Agentes Oficiosos puedan hacer realizar servicios religiosos, en un país que, por preceptos constitucionales expresos, garantiza a todos los extranjeros el libre ejercicio de sus cultos.

… Las consideraciones expuestas, no dudo que han de llevar al ánimo de V.E. el convencimiento de que el Gobierno argentino no puede tomar intervención alguna en el hecho en cuestión.”[50]

 

Sin embargo, la continuidad de los actos a favor de los rebeldes españoles que se desarrollaban en las iglesias del territorio argentino volvió a generar nuevos cruces de notas entre ambas partes. Aunque se recibían las reclamaciones del embajador, las respuestas del Ministerio continuaban sin comprometerse a interferir en el asunto.[51]

Finalmente, el embajador español desistió de sus quejas para evitar un altercado de mayor envergadura.[52] No obstante, la persistencia y la gravedad de los reclamos elevados por Ossorio y Gallardo a la Cancillería resultan indicativos, por un lado, de cuán notorias eran las actividades y la creciente visibilidad pública de los simpatizantes del franquismo en la Argentina y, por el otro, de la evidente pasividad del gobierno argentino frente al despliegue de sus actos de propaganda y solidaridad.

 

 

Las celebraciones de la “victoria”

 

La secuencia de eventos de tenor político y religioso de los grupos pro franquistas en la capital argentina llegó a su apogeo con la finalización de la guerra y la proclamación del triunfo de las armas “nacionalistas” en abril de 1939. Los “ritos de la victoria” (Di Febo, 2012) fueron igual de importantes para reforzar los roles de liderazgo y espacios de legitimidad de instituciones y personas que participaron de la movilización solidaria durante los años que duró la contienda.

En la etapa final de la guerra, el avance del ejército franquista sobre el territorio español generó expresiones de apoyo que se materializaron en múltiples reuniones benéficas.[53] Pero fue la conquista de Cataluña a principios de 1939 el acontecimiento que señaló el inicio de una serie de celebraciones anticipatorias de la victoria que se veía como inminente. Debido a la gran demanda de entradas para el acto que se celebraría con ese motivo el 29 de enero en el Teatro Cómico[54] y que tendría como principal orador a Juan Pablo de Lojendio, se decidió sumar un nuevo evento en simultáneo en el Teatro San Martín, ubicado a pocos metros de aquél sobre la avenida Corrientes. De esta forma, el discurso del representante oficioso se pronunciaría en dos partes (una mitad en cada teatro) mientras que sería retransmitido en su totalidad por conferencia radio telefónica en ambos eventos.[55]

El nutrido público de las salas esperó con impaciencia al representante oficioso, los teatros fueron engalanados con banderas argentinas, españolas, insignias de FET-JONS y LCF escoltadas por falangistas y requetés uniformados, sonaron los himnos usualmente presentes en este tipo de actos y los representantes de las agrupaciones del fascismo, del nazismo, del régimen en Portugal y del nacionalismo argentino tuvieron un espacio de honor por haber apoyado a las armas franquistas (Imagen 5).[56] El discurso del representante oficioso fue extenso y abarcó diversos tópicos generales, tales como: las causas que propiciaron el inicio de la sublevación; las consecuencias negativas del liberalismo y de la lucha de clases; el “separatismo”; el rol del partido único como garante de la unidad nacional, etc.[57]

No obstante, el argumento principal giró alrededor de la necesidad de reorganizar a la comunidad española residente en la Argentina de cara a la finalización de la contienda. Había un especial interés por unificar a la colectividad en torno al nuevo régimen ahora que se veía con mayor claridad un escenario de victoria.[58] El elemento religioso estuvo prácticamente ausente en estos eventos en los que el carácter político fue prioritario con miras a apuntalar el triunfo bélico a partir de la unificación simbólica de las fuerzas en la “retaguardia americana”.

Conferencia de Juan Pablo de Lojendio en el Teatro San Martin, 29 de enero de 1939. Fuente: Correo de Galicia, Buenos Aires, febrero 1939.

La impronta religiosa de las celebraciones por la victoria se retomó en las instituciones de clara confesionalidad católica. Por ejemplo, la Asociación Gallega Cruzados de Santiago,[59] lideró en marzo de 1939 una peregrinación a la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar, ubicada en la localidad homónima en la provincia de Buenos Aires (Imagen 6 y 7).[60] La organización de este evento incluyó la procesión desde la estación del ferrocarril de Retiro, un desayuno en las afueras del templo, la misa y la bendición de una imagen ecuestre de Santiago Apóstol (de 1,80 metros de altura) obsequiada para una de las capillas de templo.[61] Toda la jornada se acompañó de gaitas que alternaron la música típica del terruño con las melodías religiosas y la convocatoria final dejó satisfechos a los organizadores, quienes buscaban demostrar que los gallegos en Argentina también eran “capaces de movilizar grandes muchedumbres para los desfiles públicos de fe religiosa.”[62]

 

Bendición de la imagen de Santiago Apóstol en Pilar, marzo de 1939. Fuente: Fe Gallega, Buenos Aires, marzo 1939, p. 1.

Peregrinación al Templo de la Virgen del Pilar (Pilar, Buenos Aires), marzo 1939. Fuente: Fe Gallega, Buenos Aires, marzo 1939, p. 2.

 

 

El entusiasmo generalizado de estos grupos afines a la sublevación por el reconocimiento de Lojendio como representante de España por parte del gobierno argentino en febrero de 1939 se coronó con la finalización oficial de la guerra en abril (Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores, 1939: 179-184). Los actos adquirieron una impronta más oficial, pero evidentemente festiva. El edificio de la embajada, recientemente ocupado por la nueva representación de España en la Argentina, fue el nuevo epicentro de las celebraciones. Allí se congregaron los simpatizantes en una recepción organizada por el propio Lojendio para recibir los saludos, los gestos de apoyo y las muestras de solidaridad de las instituciones argentinas, españolas y extranjeras.[63] Estas celebraciones concluyeron con el almuerzo de “plato único” realizado a fines de abril en el salón de exposiciones de la Sociedad Rural Argentina al que asistieron, según sus registros, más de cinco mil personas.[64] Esta reunión, que volvió a congregar a prácticamente la totalidad de las entidades “nacionalistas” con motivo de la victoria, se convertiría en una de las últimas expresiones públicas de los núcleos afines al franquismo en la Argentina.

Poco tiempo después, más precisamente el 15 de mayo de 1939, entró en vigencia un decreto del Poder Ejecutivo Nacional (N.º 31.321) que trató de controlar la actuación de las asociaciones extranjeras en todo el territorio nacional restringiendo sus actividades políticas y propagandísticas. La medida imponía una serie de controles al desarrollo de las actividades de estas instituciones. En adelante, el Ministerio del Interior tendría la potestad para inspeccionarlas y se les prohibía el uso de insignias, distintivos, uniformes e himnos que pudieran caracterizar a partidos o asociaciones extranjeras. Asimismo, se les coartaba la posibilidad de mantener registros en otro idioma que no fuera el español, de recibir subvenciones o aportes económicos de gobiernos o entidades del exterior y, lo más importante:

 

“Ninguna asociación podrá realizar actos que importen inmiscuirse, directa o indirectamente, en la política de los países extranjeros; ni ejercer acción individual o colectiva compulsiva para obtener la adhesión a determinados idearios políticos, bajo promesa de ventajas o amenazas de perjuicios de cualquier naturaleza.”[65]

 

En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, el contexto internacional ya se encontraba profundamente afectado por las diferencias ideológicas que se encontrarían en el campo de batalla y que tendrían como corolario el progresivo ascendente de la política antitotalitaria y antifascista promovida por Estados Unidos sobre América Latina (Pardo Sanz, 1992: 210-212). Por esta razón, las agrupaciones se preocuparon por moderar los contenidos políticos de sus actividades y reorientar su labor hacia una actividad de tipo social y cultural con el propósito de continuar su existencia en el marco del nuevo conflicto bélico que se avecinaba.

 

 

Conclusiones

 

Los actos organizados por los sectores afines a la sublevación española en la ciudad de Buenos Aires se realizaron en su mayoría en espacios como iglesias, colegios católicos, teatros y salones de hoteles. Las misas, en las que se relacionaban los elementos litúrgicos con las expresiones de apoyo al bando rebelde en la península, y los “platos únicos” fueron los eventos más frecuentes. Entre estos últimos, aquellos que fueron analizados en este trabajo y que estuvieron liderados por Juan Pablo de Lojendio en Buenos Aires, se caracterizaron por reforzar la autoridad política del representante oficioso y por reafirmar el liderazgo de FET-JONS a partir de la propagación de la doctrina del partido único y del incentivo a la unificación de las fuerzas afines, tal como se proponía desde España. Los elementos litúrgico-religiosos tuvieron un espacio muy limitado en este tipo de eventos y, prácticamente, permanecieron reducidos a una funcionalidad alegórica centrada en las “bendiciones” iniciales o finales del acto.

En cambio, pudo advertirse un más claro entrelazamiento entre los elementos políticos y religiosos en aquellas instituciones de confesionalidad católica que hacían de la práctica de su fe una seña de identidad. Entidades como el Centro Acción Española, Acción Gallega Cruzados de Santiago y, sobre todo, Legionarios Civiles de Franco (LCF), concibieron sus actos institucionales como momentos propicios para la defensa de la causa sublevada en relación directa con el ejercicio litúrgico y la fe. La “politización” de los espacios sagrados que se llevó a cabo en los eventos “patriótico-religiosos” encabezados por LCF fueron un exponente de esa compleja imbricación de sentidos. Algo que quedó de manifiesto en la conmemoración del 12 de octubre, fecha en la que coincidían la celebración del “Dia de la raza” y la festividad de la Virgen del Pilar, patrona de España, y que fue para esta entidad el marco oportuno para unir la predica religiosa con la propaganda política. A su vez, esos eventos sirvieron para reafirmar el liderazgo de la institución y de su fundadora, Soledad Alonso de Drysdale, en el núcleo de adherentes a la causa sublevada que actuaba en la Argentina. La labor solidaria y propagandística de Drysdale fue reconocida a partir de los gestos simbólicos de deferencia que el propio general Franco destinó a los legionarios y a su principal benefactora a través del obsequio de su “fajín de General” a la imagen de la Virgen del Pilar venerada en la Iglesia Regina Martyrum en Buenos Aires.

En este sentido, los actos políticos y piadosos no solo sirvieron para legitimar la construcción de un nuevo régimen en España, sino que, también, se utilizaron para reafirmar los liderazgos dentro de la propia comunidad española que comulgaba con el franquismo desde la Argentina. De esta forma, los “platos únicos” encabezados por Lojendio y los eventos “patriótico-religiosos” organizados por LCF se complementaron para reforzar los vínculos con el régimen español y al mismo tiempo legitimar la preeminencia simbólica de determinadas figuras e instituciones sobre otras.

Si bien desde el inicio de la contienda bélica en España el Estado argentino manifestó cierto interés por controlar el desarrollo de los actos públicos que se relacionaban con la guerra, las normativas tuvieron una incidencia puntual sobre los Territorios Nacionales y algunos gobiernos provinciales. No obstante, fue frecuente que se produjera el entorpecimiento de los actos organizados en favor de la Segunda República española en todo el país. El embajador español, Ángel Ossorio y Gallardo, realizó reiterados pedidos al Ministerio de Relaciones Exteriores para que permitiera el despliegue de las tareas de solidaridad (sin interrupciones) en favor de su gobierno y que, a la vez, frenara las acciones de proselitisimo y propaganda que lideraba el representante oficioso del general Franco en la Argentina.

La continua celebración de misas y servicios religiosos a favor de la sublevación española produjeron un singular intercambio de misivas entre el embajador y el Ministerio. El espacio sacro era considerado por el mandatario español una extensión del dominio público del Estado. Por ello, le resultaba contradictorio que mientras el gobierno argentino mantenía relaciones diplomáticas cordiales con la Segunda República española, permitiera que los sacerdotes y las Iglesias se prestaran para congregar a los simpatizantes de la rebelión militar en España. Las respuestas evasivas que recibió a sus reclamos y la sugerencia para que él mismo frenara su campaña de propaganda en favor de la Segunda República resultan indicativos del desigual trato que se le dispensó a los dos bandos en el territorio nacional. Mientras que el representante oficioso pudo desarrollar sus tareas de solidaridad y propaganda con un amplio margen de libertad, el embajador español veía obstaculizados los medios para llevar a cabo las mismas actividades.

Al finalizar a contienda, las celebraciones de la victoria fueron muy importantes para reconocer la labor de aquellas instituciones y personas que participaron activamente de la campaña solidaria durante la guerra. Desde la conquista del territorio catalán a principios de 1939 comenzaron a desarrollarse eventos con un evidente tono triunfalista. El representante oficioso, pronto reconocido como Encargado de Negocios de España, se apresuró a reforzar su posición de liderazgo y a adjudicarse la representación de la totalidad de la comunidad española emigrada con un discurso que intentaba unificar a las fuerzas con la intención de apuntalar al nuevo régimen en la península. La impronta religiosa del triunfo de las armas franquistas se retomó, nuevamente, con mayor claridad en las instituciones de confesionalidad católica. La procesión al santuario de la Virgen del Pilar en la provincia de Buenos Aires organizada por Acción Gallega Cruzados de Santiago en marzo de 1939 expuso la capacidad de movilización de la comunidad galaico-española católica al concluir la guerra.

Luego del reconocimiento de Juan Pablo de Lojendio por el gobierno argentino, las celebraciones se multiplicaron en el edificio de la embajada, convertida ahora en la sede oficial del régimen. No obstante, tan solo dos meses después, el Decreto del Poder Ejecutivo nacional del 15 de mayo de 1939 pondría fin a las manifestaciones públicas de las instituciones extranjeras en la Argentina en el marco de una compleja situación internacional que ya se encontraba visiblemente atravesada por las disputas que se enfrentarían en el campo de batalla durante la Segunda Guerra Mundial.

 

 

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Recibido: 01/11/2021

Evaluado: 31/12/2021

Versión Final: 25/01/2022



[1] Este trabajo forma parte del Proyecto de Investigación UBACyT 20020190100223BA: “La inserción y el activismo político-cultural de los españoles en las instituciones hispánicas de Buenos Aires (1914-1960)”, radicado en el Instituto de Investigaciones “Gino Germani” de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires bajo la dirección de la Dra. Nadia De Cristóforis.

[2] Se estima que en 1936 en Argentina vivían, aproximadamente, entre un millón y medio y dos millones de españoles sobre un total de doce millones de habitantes en total (Rein, 1997: 339). Para ampliar sobre la inmigración española en el país, véase: Moya, (2004); Fernández y Moya, (1999).

[3] Según el cuarto Censo General de la Ciudad de Buenos Aires, realizado el 22 de octubre de 1936, cerca del 13% del total de la población (324.650 personas sobre un total de 2.420.142) que habitaba en la ciudad había nacido en España (Cuarto Censo General de la Ciudad de Buenos Aires, 1939).

[4] Para profundizar sobre este debate, véase: Box (2006) y Linz (2006).

[5] Publicados en una edición de trece tomos por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Técnicas de España.

[6] Este bloque, que era heredero del golpe de Estado perpetrado por el general del Ejército José F. Uriburu en contra del Presidente radical Hipólito Yrigoyen (6 de septiembre de 1930), estaba integrado por partidos provinciales de tendencia conservadora representados por el Partido Demócrata Nacional, un sector minoritario de socialistas disidentes nucleados en el Partido Socialista Independiente y radicales “antipersonalistas” opositores a Yrigoyen.

[7] En la ciudad de Buenos Aires, desde 1932 existía un edicto policial que establecía claros mecanismos de control sobre las manifestaciones callejeras. Por medio de esta norma se pautaba la obligatoriedad de contar con la autorización del Jefe de Policía para realizar eventos en el espacio público porteño (González Alemán, 2012).

[8] Archivo Histórico de la Cancillería Argentina (en adelante: AHCA). División Política-España (en adelante: DPE), Caja N° 3835, Exp. 9, 1937. Circular del Ministerio del Interior, Buenos Aires, 2/02/1937.

[9] AHCA, Guerra Civil española (en adelante: GCE), Caja Nº 11, Leg. 40. Correspondencia enviada por Felipe Jiménez de Asúa, Encargado de Negocios de España, a Carlos Saavedra Lamas,  Ministro de Relaciones Exteriores, Buenos Aires, 7/05/1937; Ídem, DPE, Caja N° 3649, Exp. 13, 1936. Telegrama enviado por Francisco J. Madero, Director General del Interior, a Gobernador del Territorio Nacional de Río Negro, Buenos Aires, 7/12/1936.

[10] AHCA, GCE, Caja Nº 11, Legajo 40. Correspondencia enviada por Ángel Ossorio y Gallardo, Embajador de España, a José María Cantilo, Ministro de Relaciones Exteriores, Buenos Aires, 4/08/1938.

[11] AHCA, GCE, Caja Nº 11, Legajo 40. Correspondencia enviada por Ángel Ossorio y Gallardo a José María Cantilo, Buenos Aires, 20/10/1938; ídem, correspondencia enviada por Felipe Jiménez de Asúa a Carlos Saavedra Lamas, Buenos Aires, 19/10/1937.

[12] En diciembre de 1936 llegó al país Juan Pablo de Lojendio en calidad de representante oficioso del general Francisco Franco. Este joven diplomático cumplió funciones extraoficiales de coordinación del envío de la ayuda material y de la difusión de una propaganda favorable al naciente régimen hasta diciembre de 1939 inclusive y obtuvo, en febrero de ese mismo año, el reconocimiento oficial como Encargado de Negocios de España ante el gobierno argentino (Cava Mesa, 2013; Ferreyra, 2016a).

[13] Sobre la labor propagandística de Ángel Ossorio y Gallardo a favor de la Segunda República en Argentina, ver: López García (2015); Montenegro & Rodríguez Otero (2020).

[14] AHCA, GCE, Caja Nº 11, Legajo 40. Correspondencia enviada  por José María Cantilo a Ángel Ossorio y Gallardo, Buenos Aires, 11/08/1938.

[15] AHCA, GCE, Caja Nº 11, Legajo 40. Correspondencia enviada por José María Cantilo a Ángel Ossorio y Gallardo, Buenos Aires, 16/08/1938.

[16] AHCA, GCE, Caja Nº 11, Legajo 54. Dictamen del Consejero Legal, Dr. Isidoro Ruiz Moreno, Buenos Aires, 21/09/1938.

[17] Eventos que fueron realizados en lugares como teatros, Iglesias, colegios católicos y salones de hoteles. Entre ellos se puede mencionar a la Basílica de la Merced, el Colegio Champagnat, el Colegio La Salle, el Teatro Coliseo, el Teatro Avenida, el Teatro San Martin, el Salón Casablanca, el Salón de la Biblioteca del Consejo Nacional de Mujeres, el Alvear Palace Hotel y el Hotel Ambassadeurs, entre otros.

[18] Algunas entidades de origen español preexistentes al inicio de la guerra, tales como: el Centro Acción Española, la Agrupación Monárquica Tradicionalista y la Agrupación Monárquica Española, a las que se sumaron luego aquellas creadas con el objeto de contribuir en el esfuerzo bélico como la Falange Española y la Asociación Acción Gallega Cruzados de Santiago, se habían convertido en el eje central del apoyo, tanto material como simbólico, que respaldaba al bando insurgente en la península desde Buenos Aires (Velasco Martínez, 2011).

[19] “El almuerzo de “plato único” ofrecido el domingo al representante del Gral. Franco”, Falange Española, Buenos Aires, 27/02/1937, p. 6.

[20] Esta emisora radial creada en 1922 fue una de las primeras emisoras de la ciudad de Buenos Aires dedicada a la propalación de audiciones artísticas y culturales. Para ampliar sobre el ambiente radiofónico de la ciudad de Buenos Aires en la década de 1930, véase: Rocca (2001).

[21] Félix Rangil Alonso “El día del plato único en Buenos Aires fue un acto de afirmación Nacionalista”, Acción Española, Buenos Aires, 4/03/1937, p. 6.

[22]El homenaje que ayer se ofreció al representante del Gral. Franco”, El Diario Español, Buenos Aires, 22/02/1937, p. 2.

[23] En otros eventos también se incorporaron referencias identitarias al regionalismo vasco, galaico y asturiano de los inmigrantes. Para un análisis más detallado, véase: Rodríguez Otero (2007). “El almuerzo de “plato único” ofrecido el domingo al representante del Gral. Franco”, Falange Española, Buenos Aires, 27/02/1937, p. 7.

[24] El 19 de abril de 1937 se publicó el Decreto de Unificación que creó un partido único en la España nacionalista (FET y de las JONS) y disolvía todas las organizaciones políticas existentes e integraba en su interior a las dos principales fuerzas militares y políticas del movimiento rebelde, la Falange Española y el Tradicionalismo (Payne, 1985: 174-175).

[25] “Fiesta nacional española”, El Diario Español, Buenos Aires, 2/05/1937, p. 1.

[26] “Todos los verdaderos nacionalistas españoles celebraron con entusiasmo patriótico el 2 de mayo”, Acción Española, Buenos Aires, 8/05/1937, p. 1.

[27] Esta acción motivó la queja de la embajada de España y un pedido de intervención al Ministerio de Relaciones Exteriores argentino para que impidiera la concreción de la reunión en la que se planeaba la desvinculación de la Cámara España de Comercio de la Segunda República en España. Desde el Ministerio se respondió que dicha cuestión debía dirimirse exclusivamente en el ámbito privado y en relación directa con el gobierno español. AHCA, DPE, Exp. 12, Caja Nº 3835, 1937.

[28] “Celebrase ayer con todo entusiasmo y fervor patriótico el 2 de mayo”, El Diario Español, Buenos Aires, 3/05/1937, p. 2.

[29] Esta emisora radial creada en 1929 era propiedad del inglés Alfred Mc Dougall, un declarado simpatizante de la causa franquista (Ramos, 1984: 89; Rocca, 2001).

[30] Esta fecha fue institucionalizada como fiesta nacional tanto por el Estado argentino (1917) como por la Monarquía española (1918) en el marco del progresivo estrechamiento de vínculos diplomáticos y culturales ocurrido en torno al centenario de las independencias americanas (Figallo, 2014: 174).

[31] Con motivo del primer centenario de la independencia española respecto a la invasión francesa del siglo XIX se le concedió a la Virgen del Pilar honores de “capitán general” y se le colocó por primera vez un manto con el fajín e insignias de “capitana” (Di Febo, 2012: 42-43).

[32] A la figura que presidía el santuario en Zaragoza se le atribuyeron una serie de manifestaciones milagrosas (siendo la más significativa la de las bombas republicanas que cayeron en su Basílica en agosto de 1936 y que nunca llegaron a estallar) que la convirtieron en el centro de las expresiones, ofrendas, actos y peregrinaciones (Di Febo, 2012: 43-44)

[33] Algo que FET-JONS planteaba en el tercer punto de su programa (González Calleja & Limón Nevado, 1998: 29).

[34] “El almuerzo de “plato único” de Falange Tradicionalista y de las JONS dio margen a una emocionante demostración de españolismo”, El Diario Español, Buenos Aires, 13/10/1937, p. 3. 

[35] “Falange puso en el día de la raza la más pura y vibrante nota hispano-argentina”, Falange Española, Buenos Aires, 16/10/1937, pp. 6-7.

[36] Esta misión estaba compuesta por Augusto Atalaya, en calidad de jefe, Juan Antonio Martin Cotano (jefe provincial de FET-JONS en Marruecos), Joaquín Arbeloya (director y guionista de cine), Rafael Duyos (médico, poeta y dramaturgo aficionado) y Antonio Solano Ruiz (camarógrafo). Esta fue la primera “Misión cultural” con fines propagandísticos y de supervisión enviada por el general Franco a América en colaboración con el Alto Comisariado de Marruecos. Para ampliar, véase: Ferreyra (2016b) y Zubillaga (2005: 80).

[37] “Falange puso en el día de la raza la más pura y vibrante nota hispano-argentina”, Falange Española, Buenos Aires, 16/10/1937, p. 6.

[38] LCF se creó en abril de 1937 con el objeto de socorrer a los niños y niñas españoles por medio de la construcción y la manutención de orfanatos en distintos puntos de la península. En muy poco tiempo llegó a contar con más de diez mil socios activos y enviar a la península más de tres millones de pesos (moneda/nacional) en concepto de donativos.Síntesis de la obra realizada por “Legionarios Civiles de Franco”, Por Ellos, Buenos Aires, diciembre 1943, pp. 1-4.

[39] Soledad Alonso (1899-1971) se casó con Eric J. Drysdale, industrial de origen inglés vinculado a la producción ganadera en la Argentina, con quien se trasladó a vivir en Buenos Aires en 1928. Luego de la muerte de su esposo (1934) quedó amparada por una solvente posición económica y se dedicó a realizar tareas benéficas en distintas instituciones católicas porteñas (Amate Aguilar, s. f.).

[40] Los periódicos Juan Español, órgano financiado por la oficina de prensa y propaganda de la representación oficiosa de España y El Diario Español fueron incesantes difusores de la labor de LCF, a la vez que la institución publicaba una revista mensual denominada Por Ellos. Asimismo, financió la salida de una audición radial a cargo del periodista Carlos Micó y España, que se transmitía semanalmente por Radio Excelsior.

[41] Correspondencia enviada por Miguel de los Santos Díaz Gómara, Obispo de Cartagena, al Cardenal Isidro Gomá y Tomás, Buenos Aires, 5/08/1937, en: Andrés Gallego-Pazos (2005a: 62); “La bendición de la bandera de Legionarios Civiles de Franco”, El Diario Español, Buenos Aires, 4/10/1937, p. 2-3; “Grandioso acto patriótico religioso de la imposición del Manto de Generala a la Santísima Virgen del Pilar donado por la señora Soledad Alonso de Drysdale”, El Diario Español, Buenos Aires, 13/10/1937, pp. 2-3.

[42] Notas de viaje de Miguel de los Santos Díaz de Gomara, Obispo de Cartagena, al I Congreso Eucarístico Nacional de Paraguay. A bordo del “Neptunia”, 28/10/1937, en: Andrés Gallego-Pazos (2005b: 219).

[43] “Grandioso acto patriótico religioso de la imposición del Manto de Generala a la Santísima Virgen del Pilar donado por la señora Soledad Alonso de Drysdale”, El Diario Español, Buenos Aires, 13/10/1937, p. 3.

[44] El Diario Español, Buenos Aires, 23/10/1938, p. 6.

[45] “La imposición del fajín del Gral. Franco a la Virgen del Pilar”, El Diario Español, Buenos Aires, 26/10/1938, pp. 2-4.

[46] Para demostrar la supuesta autenticidad del fajín se labró un acta en la que se detalló el uso de la prenda por el general Franco desde el 18 de julio de 1936 hasta el 20 se septiembre de 1938 y la donación echa por intermedio del representante oficioso, Juan Pablo de Lojendio.  “La imposición del fajín del Gral. Franco a la Virgen del Pilar”, El Diario Español, Buenos Aires, 26/10/1938, p. 2-4.

[47] AHCA, DPE, Exp. 10, 1937.

[48] AHCA, GCE, Caja Nº 11, Legajo 40. Correspondencia enviada por Ángel Ossorio y Gallardo a José María Cantilo, Buenos Ares, 22/07/1938.

[49] AHCA, GCE, Caja Nº 11, Legajo 40. Correspondencia enviada por Ángel Ossorio y Gallardo a José María Cantilo, Buenos aires, 6/09/1938.

[50] AHCA, GCE, Caja Nº 11, Legajo 40. Correspondencia enviada por José María Cantilo a Ángel Osorio y Gallardo, Buenos Aires, 11/08/1938.

[51] AHCA, GCE, Caja Nº 11, Legajo 40. Correspondencia enviada por José María Cantilo a Ángel Ossorio y Gallardo, Buenos Aires, 16/08/1938.

[52] AHCA, GCE, Caja Nº 11, Legajo 54. Dictamen del Consejero Legal, Dr. Isidoro Ruiz Moreno, Buenos Aires, 21/09/1938.

[53] La lucha para lograr la ocupación de Asturias había propiciado la creación de un organismo especialmente abocado a la “reconstrucción” de esa zona a mediados de junio de 1938, el cual se encargó de organizar numerosos festivales en su beneficio. “Fabada en la asociación pro reconstrucción de Asturias”, El Diario Español, Buenos Aires, 20/06/1938, p. 3. “El banquete ayer por la liberación de Asturias”, El Diario Español, Buenos Aires, 30/10/1937, p. 2.

[54] Actual Teatro Lola Membrives.

[55] “Discurso del Representante del General Franco con motivo de la liberación de Cataluña”, El Diario Español, Buenos Aires, 28/01/1939, p. 3.

[56] “Con extraordinario entusiasmo se celebró ayer la liberación de Cataluña”, El Diario Español, Buenos Aires, 30/01/1939, pp. 4-5 y 7-8.

[57] “Dossier especial Discurso a los españoles de la Argentina de Juan Pablo de Lojendio”, Correo de Galicia, Buenos Aires, 29/01/1939.

[58] “Dossier especial Discurso a los españoles de la Argentina de Juan Pablo de Lojendio”, Correo de Galicia, Buenos Aires, 29/01/1939.

[59] Una entidad fundada en agosto de 1936 con la finalidad de contribuir a la causa de los sublevados españoles y de propiciar una “recristianización” de la colectividad gallega local. Para ampliar, véase: De Cristóforis (2021) y Velasco (2018).

[60] “Todos a Pilar”, Fe Gallega, febrero 1939, p. 1.

[61] Esta imagen, que fue obsequiada con el grabado: “Dedicada al Templo de Pilar por Cruzados Gallegos de Santiago en conmemoración del año triunfal y de gloria de nuestra España – 19 de marzo de 1939”, hoy se encuentra desaparecida. Sin embargo, aún persiste el mural alegórico reivindicando la victoria del franquismo en la Guerra Civil en el ala derecha del templo. “Detalles de nuestra peregrinación a Pilar”, Fe Gallega, marzo 1939, p. 2; “Peregrinación patriótico-religiosa de los Cruzados Gallegos de Santiago”, Correo de Galicia, Buenos Aires, 5/03/1939, p. 3; Vázquez (8 de septiembre de 2012).

[62] “Peregrinación gallega a Pilar”, Fe Gallega, Buenos Aires, diciembre 1938, p. 2.

[63]Brillante recepción popular en la embajada” y “Expresiones de la colectividad por la terminación de la guerra”, El Diario Español, Buenos Aires, 1/04/1939, pp. 3-4.

[64] “En celebración de la paz y en homenaje al Generalísimo”, El Diario Español, Buenos Aires, 1/05/1939, p. 4.

[65] Artículo Nº 4 Decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº 31.321 (Anales de Legislación Argentina, 1953: 1.192).