La
politización de lo
sagrado en la comunidad española de Buenos Aires.
Actos, misas y ‘platos únicos’ a favor del
franquismo durante la Guerra Civil (1936-1939)
The
politicization of
the sacred in the Spanish community of Buenos Aires. Acts, masses and
‘unique
dishes’ in favor of the Franco regime during the Civil War
(1936-1939)
Alejandra Noemí Ferreyra
Universidad
de Buenos Aires,
Instituto
de Investigaciones "Gino Germani",
Consejo
Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (Argentina)
alenoemiferreyra@gmail.com
Resumen
El inicio de la
Guerra Civil española (1936-1939) generó múltiples
campañas de propaganda y solidaridad que se desplegaron por todo
el territorio
argentino pero que involucraron, especialmente, a la nutrida comunidad
de
inmigrantes españoles que residía en la ciudad de Buenos
Aires. En este marco,
los actos públicos se convirtieron en un elemento central para
convocar a la
solidaridad y para reunir a los simpatizantes. Este trabajo se propone
analizar
los eventos (actos, misas y “platos únicos”)
realizados por el sector de la
comunidad española de Buenos Aires que se manifestaba a favor
del bando
sublevado en España durante la guerra. En particular, se
pretende examinar la
singular interacción de elementos religiosos y políticos
que se producen en
algunos de los actos públicos organizados por los partidarios
del franquismo en
Buenos Aires, así como también, la evolución de
los mismos conforme se
desarrolla la contienda y se prefigura un escenario de victoria militar
en la
península. Por otro lado, se estudia cuál fue el rol del
Estado argentino ante
esta activa movilización pro franquista que se generó en
el ámbito público
durante la contienda civil.
Palabras Clave
Guerra Civil
española; Inmigración española; Solidaridad;
Franquismo; Actos públicos; Religión
y política.
Abstract
The
Spanish Civil War
(1936-1939) generated multiple propaganda and solidarity campaigns in
over the argentinian
territory, but that especially involved the community of Spanish
immigrants
that live in Buenos Aires. The public acts became a central element to
motivate
solidarity and to bring together new adherents. This paper aims to
analyze the
acts (masses and "uniques dishes") made by the sector of the Spanish
community in Buenos Aires that demonstrated in favor of Francoism in
Spain
during the war. In particular, it is expected to examine the
interaction of
religious and political elements that happened in some of the public
acts
organized by supporters of the Franco’s regime in Buenos Aires,
as well as
their evolution as the conflict unfolds and prefigures a scene of
military
victory in the peninsula. In this particular case, it is studied what
was the
role of the Argentine State in front of this active pro-Franco
mobilization
that was generated in the public sphere during the civil war.
Keywords
Spanish Civil War; Spanish Immigration; Solidarity;
Francoism; Public
Acts; Religion and politics.
Introducción[1]
Al promediar la
década de
1930, desde hacía tiempo que el espacio público de la
ciudad de Buenos Aires se
había convertido en un marco propicio para la realización
de multitudinarias
manifestaciones de distintos signos políticos y sociales
(Lobato, 2011). Los
trabajadores ya no eran los únicos interesados en utilizar el
espacio urbano
como un escenario privilegiado para la canalización de sus
demandas por medio
de actos callejeros. En este periodo, los núcleos nacionalistas
y católicos
tuvieron una presencia cada vez más activa en las calles y se
mostraron capaces
de congregar a un amplio número de adherentes en sus actos, que
iban desde
misas y peregrinaciones, hasta mítines y eventos conmemorativos
(Rubinzal,
2012).
En este escenario
de
creciente movilización, el inicio de la Guerra Civil en
España (1936-1939) tuvo
una inmediata repercusión y generó un extenso activismo
civil en distintos
ámbitos de la sociedad (Delgado,
González Calleja, González, 1990; Figallo, 2007, 2016;
Goldar, 1986;
Montenegro, 2002; Rein, 1997; Trifone y
Svarzman, 1993; Quijada,
1991).
Aunque fue la
Segunda República la que contó con el apoyo mayoritario
de la población y,
especialmente, de la numerosa colectividad inmigratoria española
que se
encontraba radicada en el país.[2]
Los
sectores que se identificaron con el bando sublevado en la
península también
lograron fomentar una dinámica campaña de ayuda material
y pudieron articular
diversos canales de difusión para su propaganda (prensa, cine,
radiodifusión,
etc.), además de organizar la celebración de actos
públicos con el propósito de
reunir a los simpatizantes de la facción profranquista local.
Muchas de estas
cuestiones aún no han sido lo suficientemente exploradas por las
investigaciones interesadas en el estudio de las repercusiones que la
contienda
bélica española ocasionó en la Argentina. Por esta
razón, y con la intención de
abordar algunas de las múltiples formas de movilización
política que los
inmigrantes españoles asentados en la ciudad de Buenos Aires
desplegaron en
este periodo,[3]
este
trabajo se propone analizar los eventos públicos (actos, misas y
“platos
únicos”) organizados en el marco de las campañas de
solidaridad a favor del
bando sublevado en España durante la Guerra Civil.
En la
península, el
factor de religioso comenzó a ser omnipresente en los discursos,
los actos y
las prácticas festivas asociadas al bando rebelde al poco tiempo
de iniciarse
la sublevación militar. El origen de este fenómeno se
encuentra en la adhesión
de la mayor parte de la jerarquía eclesiástica
española a la rebelión y en la
denominación de la guerra como “cruzada” desde
septiembre de 1936. A partir de
ese momento, la Iglesia católica adquirió un rol
hegemónico, no solo en la
estructuración del régimen y la redefinición de la
identidad nacional que éste
proponía sino, fundamentalmente, en la gestión de los
ritos y símbolos que se
desarrollaron durante la guerra y la posguerra. Si bien la Falange
Española
promovió actos y manifestaciones que asumían la liturgia
y la ideología
fascista, su labor mantuvo siempre un lugar secundario e
interactuó con el
catolicismo con el objetivo de lograr la
“recatolización” del país (Di Febo,
2012: 18).
Es por esta
razón que en
España no se puede hablar de un fenómeno como el de la
“religión política” tal
como ocurre en Italia o Alemania durante el periodo de entreguerras.[4]
Al
contrario, allí se recurrió a la
“politización” de los espacios sagrados y se
hizo un uso político de la religión católica y de
sus dispositivos sacrales
como componentes primordiales para la legitimación de un Estado
que adquirió un
carácter confesional (Di Febo, 2012: 13-14). En este marco, las
manifestaciones
religiosas y festivas desempeñaron la función de
“simbolizar, reproducir y
reforzar niveles de identificación social -de clase, de
género- que tienen
además, una lectura política” (Moreno Seco, 2002:
16) y fueron
instrumentalizadas como medio para la socialización y la auto
justificación del
régimen.
Una experiencia
semejante
puede identificarse en la ciudad de Buenos Aires, en donde las
campañas de
solidaridad de los núcleos afines a la sublevación se
impregnaron, en mayor o
menor medida, de elementos religiosos y buscaron movilizar las
conciencias de
los españoles tanto para defender una fe como para socorrer a la
patria en
peligro. En función de ello, en este trabajo se pretende
examinar, por un lado,
la singular interacción de elementos religiosos y
políticos que se produce en
algunos de los eventos públicos organizados por los
simpatizantes del
franquismo en Buenos Aires, así como también, la
evolución de los mismos
conforme se desarrolla la contienda y se prefigura un escenario de
victoria
militar en España. Por otro lado, se estudia cuál fue el
rol del Estado
argentino ante esta activa movilización pro franquista que se
generó en el
ámbito público durante la contienda civil.
Como fuentes
principales
para llevar a cabo este estudio se analizarán las publicaciones
periódicas
editadas por los sectores de la comunidad española afines a la
sublevación,
tales como: El Diario Español; Acción
Española; Correo de
Galicia; Juan Español y Fe Gallega. Además,
se estudiarán los fondos
relativos a la Guerra Civil española resguardados en el Archivo
Histórico de la
Cancillería Argentina y, también, el Archivo Gomá,
un compendio de
documentación personal del Cardenal español Isidro
Gomá y Tomás, personaje de
gran importancia en las redes que se articularon entre el clero y el
universo
católico para lograr el respaldo a los sublevados.[5]
La solidaridad en
las
calles y el rol del Estado
Cuando se
inició el
conflicto bélico en España en julio de 1936, Argentina se
encontraba gobernada
por un bloque interpartidario liberal-conservador conocido como la
“concordancia”.[6]
Este
conglomerado político sostuvo una activa persecución
sobre los sectores
trabajadores y recurrió al uso sistemático del fraude
electoral para mantener
bajo su égida la sucesión al poder a lo largo de la
década de 1930. La dinámica
política de este periodo se caracterizó por establecer
una combinación
conflictiva de mecanismos autoritarios de gobierno en la
práctica con la
adhesión formal, aunque artificiosa, a los principios
democráticos en el plano
institucional y en la política exterior (Buchrucker, 1987: 109;
Rouquié, 1981:
245).
Esta
ambigüedad también
permeó las relaciones que el Estado argentino entabló con
la Segunda República
en el marco de la Guerra Civil en España (Quijada, 1991: 24). El comienzo de esta contienda impactó
profundamente
en el espacio diplomático internacional de los años
treinta y motivó la firma
de un acuerdo de “no intervención” entre las
potencias europeas (Moradiellos,
2002). La República Argentina adhirió formalmente a esta
postura y se declaró
“prescindente” ante la guerra, conservando la
tradición diplomática de
neutralidad ante las contiendas exteriores. No obstante, y aunque el
gobierno
argentino desestimó todos los intentos del bando insurgente para
lograr su
reconocimiento como “beligerante” y mantuvo hasta
último momento la relación
oficial con el gobierno de la Segunda República, no fue
desconocida la simpatía
que notables integrantes del Estado, la Iglesia y el Ejército
profesaron hacia
la sublevación militar en la península. Pero, más
allá de los posicionamientos
particulares, fue el temor a la propagación de las ideas
comunistas y la
posible irrupción de una revuelta social en el país,
alentada por los
acontecimientos españoles, lo que derivó en la
desconfianza permanente del
gobierno argentino hacia la Segunda República (Montenegro, 2002:
38; Quijada,
1991: 25).
Cuando
estalló la
contienda civil en España y comenzaron a extenderse actos,
mítines, festivales,
etc. con fines político-solidarios, pronto quedó de
manifiesto el afán de
vigilancia y control que el Estado mantuvo hacia este movimiento.[7]
No
obstante, no todas las actividades benéficas fueron objeto de la
misma
atención, solo los actos a favor de la Segunda República
fueron identificados
como potencialmente subversivos porque asociaban la lucha en
España con
críticas a la situación política local y
tendían a radicalizar sus demandas al
incorporar consignas de lucha internacional como la dicotomía
entre “fascismo”
y “antifascismo” (Montenegro, 2002: 169).
Las profusas
expresiones
de solidaridad a favor del gobierno republicano que se manifestaron en
la
Argentina ante el inicio del conflicto bélico en España
se plasmaron en
espontáneas muestras de adhesión y en la inmediata
recolección de recursos
monetarios y materiales para enviar a la península.
Muchas de estas iniciativas adquirieron la
forma de “comités de recaudación” (Merayo,
2020; Montenegro, 2002; Quijada, 1991: 136).
Estos organismos
proliferaron en el seno de instituciones políticas, sindicales,
asociaciones de
inmigrantes, etc. y organizaron toda una serie de actividades en el
espacio
público para dinamizar el esfuerzo solidario. Los actos
sirvieron como
exponentes de la fuerza numérica y el poder de convocatoria de
estas
agrupaciones pero, también, fueron vistos como un canal de
difusión de la
causa, un nexo para reclutar nuevos adherentes y un encuentro necesario
para
reforzar la cohesión del grupo (Montenegro, 2002: 169).
En virtud del
extenso
activismo que se generó por la contienda se promulgaron una
serie de normas que
intentaron controlar el desarrollo de los eventos que se vinculaban con
la
Guerra Civil. Por disposición del Ministerio del Interior, a
partir de
diciembre de 1936 en los Territorios Nacionales (Chaco, Formosa,
Misiones, La
Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra
del Fuego) no se
autorizaba la realización de actos públicos: “que
se relacionen con la actual
situación de la República española, a fin de
evitar en cuanto sea posible,
incidencias y alteraciones del orden, en nuestro territorio, que
pudieran
producirse por las distintas ideologías en pugna.”[8]
Esta resolución impidió que
se llevaran a cabo algunos de los actos previstos en adhesión al
gobierno
republicano en localidades del sur del país y algo similar
ocurrió en la
provincia de Santa Fe.[9]
Los
representantes
españoles acreditados en la Argentina cuestionaron los
constantes obstáculos
que se oponían a la labor solidaria que se desplegaba en favor
de la Segunda
República en el país.[10] Entre las principales dificultades que
debían
afrontar se indicaba la frecuente interrupción y el
entorpecimiento de los
eventos públicos por medio de actos de vandalismo perpetrados
por simpatizantes
de la fracción sublevada o, directamente, por la falta de
autorización del
gobierno provincial o municipal para el desenvolvimiento de los mismos.[11] Asimismo, desde
la
embajada se realizaron reiterados reclamos ante el permisivo desarrollo
de la
labor proselitista del enviado del general Franco en el territorio
nacional.[12]
El
embajador Ángel Osorio y Gallardo, quien había arribado
al país en junio de
1938, se sorprendió ante el dinámico funcionamiento de
una representación
oficiosa que celebraba actos públicos, dictaba conferencias y
organizaba
colectas y servicios religiosos en Iglesias en donde se enarbolaba la
bandera
monárquica sin ningún reparo.[13]
La
fundamentación que
brindaban los funcionarios diplomáticos argentinos para tolerar
la actuación de
Juan Pablo de Lojendio en el país se relacionaba con dos
cuestiones
principales. Por un lado, se argumentaba que el gobierno sedicioso en
la
península había logrado dominar “de hecho”
una parte considerable del
territorio español y que el gobierno argentino no podía
desconocer tal
situación, teniendo en cuenta, además, que allí se
radicaban representaciones
consulares que debían proteger los intereses de los ciudadanos
argentinos.[14]
Por
el otro lado, se consideraba que las acciones de la
representación oficiosa no
podían suspenderse en virtud de que las mismas se desarrollaban
dentro del
orden establecido y respetaban las leyes locales: “Sin
carácter político reconocido, ella [la
Representación oficiosa] es
para el Gobierno Argentino una simple representación de
tendencias que,
mientras no choquen con el orden interno del país, no tienen por
qué ser
reprimidas entre nosotros.”[15]
Al contrario, a
Ossorio y
Gallardo se le sugirió que moderara su actuación
propagandística a favor del
gobierno republicano argumentando que, en función del cargo y la
representación
oficial que ostentaba, no debía interceder en actividades
políticas o civiles
que pudieran alterar el orden público: “(…)
corresponde que, en forma verbal y
cortés, se haga saber al Sr. Embajador que debe abstenerse de
toda propaganda
en el sentido que lo hace, dado su carácter de Embajador de
España en la
Argentina.”[16]
La gran cantidad
de
eventos que desarrollaron los simpatizantes de la sublevación
española en
Buenos Aires y el desigual trato que se le dispensó respecto a
los sectores
pro-republicanos fueron un claro exponente de la aquiescencia con la
que el
gobierno argentino permitió el desarrollo de las acciones de
propaganda y
solidaridad de los primeros en el marco de la contienda. En lo que
sigue, se
analizarán algunas de las principales manifestaciones
públicas llevadas
adelante por los núcleos afines a la sublevación
española en la ciudad de
Buenos Aires.
“Platos
únicos” para
lograr la unidad
Si bien los
eventos
públicos organizados por los simpatizantes del Gobierno de
Burgos en la
Argentina estuvieron condicionados por el carácter no oficial de
su
representación en el país, ello no impidió la
realización de una gran multiplicidad
de actos en su beneficio. Las reuniones más frecuentes con fines
de
sociabilidad, adhesión y solidaridad para los que apoyaban al
bando liderado
por el general Franco fueron las misas y los “platos
únicos”.[17]
Aunque
podían realizarse
a lo largo de todo el año, los actos de adhesión
siguieron el calendario de
festividades instaurado por los rebeldes en la península. El
mismo giraba en
torno a fechas conmemorativas paradigmáticas como el 2 de mayo,
el 18 de julio
y el 12 de octubre. En particular, la conmemoración del
día de Santiago Apóstol
(25 de julio) y de la Virgen del Pilar (12 de octubre), festividad que
coincidía, además, con el festejo por el
“Día de la raza”, se convirtieron en
dos momentos propicios para unir la celebración litúrgica
con la prédica
política a favor de la sublevación militar.
Por su parte, los
“platos
únicos” eran reuniones que habían surgido en la
Alemania nazi con fines
recaudatorios. En ellos se consumía un solo plato pero se pagaba
por el menú
completo, entregándose la diferencia del coste para fines
benéficos (Riesco,
2007: 243-244). Manteniendo los mismos propósitos, se
estableció en España por
primera vez el 30 de octubre de 1936 y llegó a la Argentina a
principios de
1937, siendo una de las primeras reuniones de este tipo la celebrada
con motivo
de la llegada de Juan Pablo de Lojendio en calidad de representante
oficioso
del general Franco en el país.
Este evento fue
celebrado
el 21 de febrero (Imagen 1) y convocó a todas las instituciones
afines a la
sublevación militar que funcionaban en Buenos Aires desde el
estallido de la
contienda.[18]
Los
representantes de estos organismos se congregaron en el almuerzo de
“plato
único” junto a, según sus registros, más de
tres mil personas en un acto de
inusitada “exaltación patriótica”.[19]
En esa ocasión, el
representante oficioso, los presidentes de las entidades e invitados
especiales, declamaron discursos impregnados de un profundo “amor
a la patria”
que fueron retrasmitidos por Radio Cultura.[20]
Las escuadras de
falangistas y requetés uniformados hicieron la guardia de honor
a las banderas
argentina y española (monárquica) y el almuerzo se
acompañó por los acordes del
himno nacional argentino y la marcha real de España.[21]
Solo para finalizar el acto
el padre Alberto de los Bueys dio su bendición destacando el
destino
providencial que guiaba al bando sublevado en la guerra.[22]
“Plato único”, 21 de febrero de
1937. Fuente: Acción Española,
Buenos Aires, 4/03/1937, p. 6.
En este primer
encuentro
general de las fuerzas afines a la sublevación española
en la ciudad de Buenos
Aires, el elemento religioso y el representante de la Iglesia no
tuvieron el
rol protagónico en el esquema de organización del evento.
En cambio, el acto
giró en torno a la figura del enviado del general Franco, Juan
Pablo de
Lojendio, quien llamó a la adhesión y la solidaridad de
la colectividad
española apelando al sentimentalismo patriótico de los
inmigrantes y convocó a
los indecisos para que se definieran y apoyaran al ejército
rebelde.[23]
La
comunión de las
instituciones alrededor de Lojendio que se plasmó en la
organización conjunta
de este primer “plato único” en la Argentina se fue
resquebrajando
paulatinamente a medida que comenzaron a surgir las discrepancias con
respecto
a la organización de las colectas de ayuda material y a la
autoridad de unas
personalidades e instituciones sobre otras. Es que, poco tiempo
después, la
implementación de las directivas de unificación de las
fuerzas políticas que se
dictaminó en España a partir de la conformación
del partido único Falange
Española Tradicionalista y de las JONS (FET-JONS) tuvo una
recepción dispar y
conflictiva en el seno del movimiento solidario que se había
organizado
espontáneamente desde julio de 1936 en la ciudad de Buenos Aires.[24]
La
conmemoración del 2 de
mayo de 1937, declarada “fiesta nacional” por el general
Franco, sirvió como
aglutinante para volver a reunir a los grupos afectos a la
sublevación en un
evento y dar a conocer las nuevas orientaciones procedentes de la
península.
Esta reunión pretendía recuperar de la memoria colectiva
esa fecha señalada
desde 1808 como símbolo de la lucha del pueblo español
por su independencia
ante la invasión de fuerzas extranjeras.[25] La
apelación a la
participación popular en la empresa liberadora del siglo XIX era
clave como
referencia para la construcción de un discurso de legitimidad
que reivindicaba
el supuesto acompañamiento de la población al
ejército sublevado en el marco de
la Guerra Civil (Box, 2008: 212-214).
Misa en la Iglesia Nuestra Señora de la Piedad,
2 de mayo de 1937. Fuente:
Acción Española, Buenos Aires, 8/05/1937, p. 1.
La
celebración de esta
fecha tuvo dos partes bien diferenciadas. Por la mañana se
realizó el acto
religioso que consistió en una misa en honor a los
“caídos” en la guerra
celebrada en la Iglesia Nuestra Señora de la Piedad que fue
adornada con
banderas monárquicas de España para la ocasión y
en la que participaron
falangistas y requetés uniformados (Imagen 2).[26]
Por la noche y en un tono
más suntuoso, se celebró una reunión de
“plato único” en el Alvear Palace Hotel
organizada por la fracción de la Cámara Española
de Comercio que se había
escindido del gobierno republicano y había reconocido al general
Franco en España.[27]
El
representante oficioso presidió el acto, que también
contó con la presencia de
destacados miembros de la colectividad española, y en el que
nuevamente los
falangistas y los requetés acompañaron con entusiasmo los
acordes de la marcha
real española a la que se sumó el himno de la Falange.[28]
El discurso
central, a
cargo de Juan Pablo de Lojendio, fue retransmitido por Radio
Excelsior.[29]
En
un sentido práctico, sus palabras fueron una clara convocatoria
a la
unificación de las fuerzas. Pero a un nivel simbólico, se
sirvió del cuadro
alegórico que le proveía la conmemoración del 2 de
mayo para movilizar los
sentimientos de amor a la patria en esa hora de peligro:
“Y
para esta reunión
patriótica, ninguna fecha, señores y amigos, como esta
fecha del 2 de mayo,
declarada fiesta nacional por nuestro Gobierno y que nunca como en
estas horas
decisivas de dolor y de esperanza de nuestro pueblo, adquiere ese
sentido honda
y entrañable que le liga a todo lo que hay de más
auténtico y popular en
España.
…Porque
esta fiesta
coincide con los ecos aún no borrados de los aplausos con que
los voluntarios
de España y el pueblo de España, han clamado el discurso
magnífico que el 19
del mes pasado pronunció en Salamanca el insigne caudillo que
Dios no ha guardado.
…
Y en esta hora,
señores, de la victoria y de la responsabilidad, tengo que
pediros algo muy
serio y muy concreto, que era lo que al principio os anunciaba. En
nombre de Su
Excelencia, el Jefe del Estado cuya representación tengo el alto
honor de
ostentar, en nombre de su Excelencia, el Jefe supremo de la Falange
Tradicionalista, yo quiero pediros a todos: ¡unión!”
(Lojendio de, 1937).
El carácter
político-patriótico de este evento y
la urgencia con la que se solicitaba la unidad de las fuerzas no
dejó mucho
lugar para las manifestaciones litúrgicas. Como se
analizará más adelante, la
más compleja imbricación de elementos políticos y
religiosos llegaría de la
mano de otras instituciones en las que la defensa de la religión
católica se
había convertido en una seña de pertenencia e identidad.
Los eventos
“patriótico-religiosos” y el 12 de octubre
En el marco de la
construcción de este nuevo
andamiaje de sentidos que proponía el franquismo durante la
guerra, ninguna
conmemoración tuvo tanta resonancia entre los simpatizantes de
la sublevación
en Buenos Aires como la celebración del 12 de octubre. Esta
efeméride, que fue
adoptada tanto por las vertientes liberales como conservadoras de
pensamiento
en España, recupera la dimensión americana del
nacionalismo español y reúne
referencias históricas múltiples asociadas a la gesta del
descubrimiento, la
conquista, la evangelización, la lengua, el pasado imperial y la
inmigración
(Sebastiani, 2016a: 73).
Desde su
inclusión al calendario festivo oficial
del Estado argentino, la ciudad de Buenos Aires se había
convertido en el
escenario privilegiado de los actos y homenajes que se realizaban en el
mes de
octubre para conmemorar la gesta colombina.[30]
Estos eventos incluían tanto a los sectores populares como
más acomodados de la
inmigración española, a las esferas del gobierno
identificadas con la herencia
hispánica de la nacionalidad argentina y a sectores de la
Iglesia Católica
local. Durante la década de 1930 la festividad fue incorporando
cada vez más
elementos religiosos, pero fue en el marco de la celebración del
XXXII Congreso
Eucarístico Internacional (1934) que el cristianismo
prácticamente se apropió
de esta fecha conmemorativa y “recurrió al tradicionalismo
hispánico de la
identidad nacional para hacer propaganda internacional del
catolicismo” (García
Sebastiani, 2016b: 163).
En España,
desde el comienzo mismo de la Guerra
Civil en la zona franquista se llevaron adelante festejos por el
“Día de la
raza” que reivindicaron, no solo el valor simbólico de
esta fiesta vinculada a
la epopeya imperial de España, sino que también, situaron
en el centro de la
escena a la festividad de la Virgen del Pilar, fecha con la que
coincidía. A
partir del relanzamiento del culto mariano que se llevó a cabo
en este periodo,
las imágenes de las vírgenes se adornaron con insignias
políticas y militares
que continuaron con la tradición iniciada durante las guerras
carlistas.[31]
Los
dos contendientes se disputaron la protección de la virgen sobre
sus
respectivas causas, pero fue el franquismo el que retomó la
impronta política y
militar vinculada a la imagen de la “Pilarica” y la
convirtió en el centro de
las devociones marianas durante la guerra.[32]
La concurrencia de esta festividad de raíz católica y
popular con la
celebración del “Día de la raza” y su
conexión con América Latina no resultaba
fortuita para el discurso nacionalcatólico del régimen,
por lo que ambos
eventos se articularon y se celebraron siguiendo una misma
sintonía de
significados (Cenarro, 1997).
El carácter
híbrido de este evento también se
hizo presente en el marco de las compañas de solidaridad que
llevaron adelante
los grupos afines al ejército sublevado en la ciudad de Buenos
Aires. Pero
aquí, las distintas entidades y agrupaciones solidarias
priorizaron uno u otro
de los distintos elementos simbólicos que confluían en
esa fecha señalada.
Algunos reforzaron el carácter católico, mientras que
otros, subrayaron la
faceta imperial de la nacionalidad española y su conexión
con América Latina
como elemento central.[33]
El “plato
único” del 12 de octubre de 1937
organizado por FET-JONS fue un exponte claro de la consagración
del carácter
imperial de la efeméride en la Argentina (Imagen 3).[34]
En este almuerzo, que se celebró en salón
“Casablanca” de la ciudad de Buenos
Aires, se reivindicó el “Día de la raza” no
solo por la epopeya española, sino,
fundamentalmente, por la influencia que ésta habría
depositado sobre los
pueblos americanos y, en particular, sobre la identidad nacional
argentina.[35]
En su conjunto, el acto
pretendió recuperar simbólicamente el ascendente imperial
de España sobre
América Latina. El evento contó con la presencia de Juan
Pablo de Lojendio, el
senador argentino Matías Sánchez Sorondo y los
falangistas procedentes de
Marruecos integrantes de la denominada “Misión de la
Bandera de Marruecos”.
Este contingente, que arribó al país en julio de 1937,
tenía como finalidad reforzar la presencia del partido luego de
la unificación
y supervisar
la labor
propagandística de las seccionales de FET-JONS en el cono Sur
americano.[36]
En el “plato único” de octubre no
faltaron los miembros uniformados, los himnos y los discursos de
ocasión. Pero
una vez más, el elemento religioso estuvo prácticamente
ausente, a excepción de
la breve participación del capellán de FET-JONS encargado
de realizar la
“bendición de la mesa” antes de comenzar el almuerzo.[37]
Cartel
de propaganda celebración del 12 de octubre de 1937. Fuente: Falange
Española, Buenos Aires, 9/10/1937, p. 3.
Al contrario, la
conmemoración del 12 de octubre
para otras instituciones pro-franquistas en Buenos Aires estuvo
centrada en la
celebración litúrgica y en el culto a la Virgen del
Pilar. Esta festividad fue especialmente
significativa para Legionarios Civiles de Franco (LCF), una de las
instituciones más paradigmáticas por su compromiso y
nivel de colaboración con
la “cruzada” desde la Argentina.[38]
Soledad
Alonso de
Drysdale,[39]
inmigrante española nacida en Gádor (Almería),
creó esta entidad con el
propósito de socorrer a la infancia que sufría los
padecimientos de la guerra
en la península y contó para ello con la
colaboración de múltiples medios de
propaganda que acompañaron la divulgación de esta obra.[40]
El compromiso de
Soledad
Alonso de Drysdale con la labor benéfica de tenor religioso la
llevó a unir
indisolublemente su proyecto caritativo en España con la
advocación protectora
de la Virgen del Pilar. La imagen de la virgen que se encontraba
ubicada en la
Iglesia Regina Martyrum del barrio porteño de Balvanera se
convirtió en el
epicentro de los actos “patriótico-religiosos” que
encabezó la entidad en
Buenos Aires. La celebración
del 12 de octubre
de 1937 realizada a pocos meses de la fundación de LCF
ejemplificó los nexos
simbólicos que se fueron forjando entre el factor piadoso que
inspiraba a la
causa a favor de la infancia española, los representantes
eclesiásticos y las
derivas políticas del apoyo al ejército sublevado en la
península desde la
Argentina.
El día 12
de octubre, los
núcleos afines a la sublevación se congregaron por la
mañana en la misa que se
celebró en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires presidida
por el
representante oficioso del general Franco, Juan Pablo de Lojendio, y
por Miguel
de los Santos Díaz de Gomara, Obispo de Cartagena, quien
había sido enviado por
la España franquista como representante al Congreso
Eucarístico Nacional de
Paraguay.[41]
No
obstante, la verdadera festividad tuvo lugar por la tarde, en la
Iglesia Regina
Martyrum y sus alrededores. Allí se llevó a cabo una
ceremonia en la que se le
impuso un nuevo manto con insignias de “capitán
general” a la imagen de la
Virgen del Pilar, que fue obsequiado por Soledad Alonso de Drysdale.
Seguidamente,
se llevó a la imagen en procesión por las calles de la
ciudad y se finalizó el
evento con una serie de discursos pronunciados desde las puertas del
templo y
que fueron retransmitidos por Radio Excelsior (Imagen 4).[42]
Procesión de la Virgen del Pilar en el barrio de
Balvanera, 12 de
octubre de 1937. Fuente: El Diario Español, Buenos
Aires, 13/10/11937,
p. 2.
La
imbricación de los
elementos litúrgico-religiosos con el posicionamiento
político afín al bando
sublevado en España fue evidente. La defensa de la fe se
concebía unida de
manera indisoluble a la defensa de la patria y se alimentaba del
entusiasmo y
la participación popular:
“…hoy,
en que
España pasa por uno de los grandes momentos de su historia,
análogo a aquel de
la Reconquista… sumida en dolores de reconstrucción y
restitución, vuelven los
esplendores de los actos religiosos, ajenos a toda
interpretación interesada y
recobran su brillante prestigio las consagraciones seculares en que la
fe iba
unida a los dictados de la Patria.
…
[los boys
scouts] con sus trompetas y tambores precedían a las andas
floridas y
rutilantes en que la santísima Virgen del Pilar paseó por
primera vez por las
calles porteñas su flamante manto de Generala, que la
tradición hispana había
honrado hace tiempo, escoltada por las enseñas argentina y
española, que con el
señor Obispo, las autoridades eclesiásticas, las madrinas
y padrinos llevando
las cintas que de ella pendían, daban escolta de honor y
presidían solemnemente
el acto que era presenciado, entre vítores y aplausos por una
enorme
concurrencia…”[43]
Esta no fue la
única
ocasión en la que la Virgen del Pilar se convirtió en el
centro depositario de
una nueva adjudicación simbólica. Gran relevancia tuvo la
imposición del “fajín
de generala” donado por propio el general Franco a la misma
imagen en octubre
de 1938. Este objeto, que llegó a Buenos Aires de la mano del
representante
oficioso al regreso de su viaje a España, fue utilizado como
elemento de
prestigio para destacar la especial relación que la benefactora
de los LCF,
Soledad Alonso de Drysdale, mantenía con las altas esferas del
nuevo régimen en
la península. No sólo se le concedió a la
directora de los legionarios el honor
de ser la depositaria del fajín que debía llegar a la
imagen de la Virgen del
Pilar en Buenos Aires, sino que también, le fue otorgada la
“Gran Cruz de
Isabel la Católica” en reconocimiento por su labor a favor
de la causa.[44]
La ceremonia de
imposición del fajín a la imagen sacra representó,
una vez más, la
concentración de los elementos religiosos y patrióticos
que caracterizaron a
los eventos realizados por estos núcleos afines a la
sublevación durante la
guerra: la “emotividad” de la celebración
litúrgica se conjugó con los
discursos políticos de los representantes del franquismo y las
arengas de los
miembros del clero que exhortaban a la solidaridad y el apoyo a las
armas
“nacionalistas” desde el púlpito de la Iglesia y,
todo ello, retransmitido por
la radio.[45]
En
este caso, además, la pieza ornamental obsequiada a la virgen
era poseedora de
un valor simbólico añadido por tratarse de un objeto
personal utilizado por el
“caudillo”, lo que resulta indicativo de la deferencia con
la que éste trataba
a la comunidad española afín residente en Buenos Aires.[46]
La presencia de
elementos
políticos asociados al bando sublevado en España en el
sitio sacro de las
iglesias católicas se advirtió también en otros
puntos del territorio
argentino.[47]
Estas manifestaciones litúrgico-patrióticas no pasaron
desapercibidas para los
representantes diplomáticos españoles, quienes intentaron
en vano frenar el
apoyo público de algunos sectores de la jerarquía
eclesiástica argentina en
favor de las armas franquistas.
Un territorio en
disputa:
iglesias católicas y movilización política
En el caso de los
núcleos
afectos a la sublevación en España, muchos de sus eventos
se desarrollaron en
un sitio que representaba una compleja intersección entre el
espacio público y
el privado: las iglesias católicas. El uso de estos lugares
representativos del
culto oficial de la República Argentina para la
realización de reuniones
organizadas por la representación oficiosa del bando rebelde en
la península y
el acompañamiento de miembros de la Iglesia en esas
celebraciones litúrgicas
fueron cuestionados duramente por el embajador español
Ángel Ossorio y
Gallardo.
Según el
dignatario, dado
que la religión católica era el culto oficial del Estado
argentino y que se
sostenía gracias al erario público, el gobierno
debía ejercer un mayor control
sobre sus actividades: “La circunstancia de tratarse de un acto
celebrado en
una Iglesia, lejos de allanar la posición del Gobierno, como
podría ocurrir en
países con independencia religiosa, la hace más precisa y
concreta (…)”.[48]
Por
esta razón, para el embajador resultaba contradictorio que,
mientras el Estado
argentino mantenía relaciones diplomáticas cordiales con
el gobierno de la
Segunda República, éste permitiera la celebración
de misas y servicios
religiosos en honor al representante del bando que se encontraba en
guerra con
aquélla:
“…
Mi pretensión
es mucho más sencilla. Se limitaba a llamar respetuosamente la
atención de V.E.
sobre el hecho de que las autoridades eclesiásticas y aún
las civiles puedan
recibir oficialmente a los partidarios de cierta tendencia
política como
representante de un Gobierno, que para la Argentina no existe y a saber
si
puede exhibirse en cualquier parte y más especialmente en lugar
oficial como es
el presbiterio de una Iglesia, la bandera representativa de la
rebelión armada
contra el Estado legítimo y normalmente reconocido.
…
Ante la
reiteración de sucesos tales y para que mi gobierno y yo sepamos
a qué
atenernos, me limito a plantear este tema ¿son lícitas
cosas tales? Nada más.”[49]
Este argumento
fue
rebatido por el consejero legal del Ministerio de Relaciones Exteriores
argentino, Isidoro Ruiz Moreno, quien le sugirió al canciller
José María
Cantilo que se le respondiera al mandatario español en forma
evasiva:
“…
nada impide
que esos Agentes Oficiosos puedan hacer realizar servicios religiosos,
en un
país que, por preceptos constitucionales expresos, garantiza a
todos los
extranjeros el libre ejercicio de sus cultos.
…
Las
consideraciones expuestas, no dudo que han de llevar al ánimo de
V.E. el
convencimiento de que el Gobierno argentino no puede tomar
intervención alguna
en el hecho en cuestión.”[50]
Sin embargo, la
continuidad de los actos a favor de los rebeldes españoles que
se desarrollaban
en las iglesias del territorio argentino volvió a generar nuevos
cruces de
notas entre ambas partes. Aunque se recibían las reclamaciones
del embajador,
las respuestas del Ministerio continuaban sin comprometerse a
interferir en el
asunto.[51]
Finalmente, el
embajador español
desistió de sus quejas para evitar un altercado de mayor
envergadura.[52]
No
obstante, la persistencia y la gravedad de los reclamos elevados por
Ossorio y
Gallardo a la Cancillería resultan indicativos, por un lado, de
cuán notorias
eran las actividades y la creciente visibilidad pública de los
simpatizantes
del franquismo en la Argentina y, por el otro, de la evidente pasividad
del
gobierno argentino frente al despliegue de sus actos de propaganda y
solidaridad.
Las celebraciones
de la
“victoria”
La secuencia de
eventos
de tenor político y religioso de los grupos pro franquistas en
la capital
argentina llegó a su apogeo con la finalización de la
guerra y la proclamación
del triunfo de las armas “nacionalistas” en abril de 1939.
Los “ritos de la victoria”
(Di Febo, 2012) fueron igual de importantes para reforzar los roles de
liderazgo y espacios de legitimidad de instituciones y personas que
participaron de la movilización solidaria durante los
años que duró la
contienda.
En la etapa final
de la
guerra, el avance del ejército franquista sobre el territorio
español generó
expresiones de apoyo que se materializaron en múltiples
reuniones benéficas.[53]
Pero fue la conquista de Cataluña a principios de 1939 el
acontecimiento que
señaló el inicio de una serie de celebraciones
anticipatorias de la victoria
que se veía como inminente. Debido a la gran demanda de entradas
para el acto
que se celebraría con ese motivo el 29 de enero en el Teatro
Cómico[54]
y
que tendría como principal orador a Juan Pablo de Lojendio, se
decidió sumar un
nuevo evento en simultáneo en el Teatro San Martín,
ubicado a pocos metros de
aquél sobre la avenida Corrientes. De esta forma, el discurso
del representante
oficioso se pronunciaría en dos partes (una mitad en cada
teatro) mientras que
sería retransmitido en su totalidad por conferencia radio
telefónica en ambos
eventos.[55]
El nutrido
público de las
salas esperó con impaciencia al representante oficioso, los
teatros fueron
engalanados con banderas argentinas, españolas, insignias de
FET-JONS y LCF
escoltadas por falangistas y requetés uniformados, sonaron los
himnos
usualmente presentes en este tipo de actos y los representantes de las
agrupaciones del fascismo, del nazismo, del régimen en Portugal
y del
nacionalismo argentino tuvieron un espacio de honor por haber apoyado a
las
armas franquistas (Imagen 5).[56]
El
discurso del representante oficioso fue extenso y abarcó
diversos tópicos
generales, tales como: las causas que propiciaron el inicio de la
sublevación;
las consecuencias negativas del liberalismo y de la lucha de clases; el
“separatismo”; el rol del partido único como garante
de la unidad nacional,
etc.[57]
No obstante, el
argumento
principal giró alrededor de la necesidad de reorganizar a la
comunidad española
residente en la Argentina de cara a la finalización de la
contienda. Había un
especial interés por unificar a la colectividad en torno al
nuevo régimen ahora
que se veía con mayor claridad un escenario de victoria.[58]
El elemento religioso
estuvo prácticamente ausente en estos eventos en los que el
carácter político
fue prioritario con miras a apuntalar el triunfo bélico a partir
de la
unificación simbólica de las fuerzas en la
“retaguardia americana”.
Conferencia de Juan Pablo de Lojendio en el Teatro San Martin, 29 de enero de 1939. Fuente: Correo de Galicia, Buenos Aires, febrero 1939.
La impronta
religiosa de
las celebraciones por la victoria se retomó en las instituciones
de clara
confesionalidad católica. Por ejemplo, la Asociación
Gallega Cruzados de
Santiago,[59]
lideró en marzo de 1939 una peregrinación a la Iglesia de
Nuestra Señora del
Pilar, ubicada en la localidad homónima en la provincia de
Buenos Aires (Imagen
6 y 7).[60]
La
organización de este evento incluyó la procesión
desde la estación
del ferrocarril de Retiro, un desayuno en las afueras del templo, la
misa y la
bendición de una imagen ecuestre de Santiago Apóstol (de
1,80 metros de altura)
obsequiada para una de las capillas de templo.[61]
Toda la
jornada se acompañó de gaitas que
alternaron la música típica del terruño con las
melodías religiosas y la
convocatoria final dejó satisfechos a los organizadores, quienes
buscaban
demostrar que los gallegos en Argentina también eran
“capaces de movilizar
grandes muchedumbres para los desfiles públicos de fe
religiosa.”[62]
Bendición de la imagen de Santiago
Apóstol en Pilar, marzo de 1939. Fuente:
Fe Gallega, Buenos Aires, marzo 1939, p. 1.
Peregrinación
al Templo de la Virgen del Pilar (Pilar, Buenos Aires), marzo 1939. Fuente: Fe
Gallega, Buenos Aires, marzo 1939, p. 2.
El entusiasmo
generalizado de estos grupos afines a la sublevación por el
reconocimiento de
Lojendio como representante de España por parte del gobierno
argentino en
febrero de 1939 se coronó con la finalización oficial de
la guerra en abril (Memoria
del Ministerio de Relaciones Exteriores, 1939: 179-184). Los actos
adquirieron una impronta más oficial, pero evidentemente
festiva. El edificio
de la embajada, recientemente ocupado por la nueva
representación de España en
la Argentina, fue el nuevo epicentro de las celebraciones. Allí
se congregaron
los simpatizantes en una recepción organizada por el propio
Lojendio para
recibir los saludos, los gestos de apoyo y las muestras de solidaridad
de las
instituciones argentinas, españolas y extranjeras.[63]
Estas celebraciones
concluyeron con el almuerzo de “plato único”
realizado a fines de abril en el
salón de exposiciones de la Sociedad Rural Argentina al que
asistieron, según
sus registros, más de cinco mil personas.[64]
Esta reunión, que volvió a
congregar a prácticamente la totalidad de las entidades
“nacionalistas” con
motivo de la victoria, se convertiría en una de las
últimas expresiones
públicas de los núcleos afines al franquismo en la
Argentina.
Poco tiempo
después, más
precisamente el 15 de mayo de 1939, entró en vigencia un decreto
del Poder Ejecutivo
Nacional (N.º 31.321) que trató de controlar la
actuación de las asociaciones extranjeras en todo el territorio
nacional
restringiendo sus actividades políticas y
propagandísticas. La medida imponía
una serie de controles al desarrollo de las actividades de estas
instituciones.
En adelante, el Ministerio del Interior tendría la potestad para
inspeccionarlas y se les prohibía el uso de insignias,
distintivos, uniformes e
himnos que pudieran caracterizar a partidos o asociaciones extranjeras.
Asimismo, se les coartaba la posibilidad de mantener registros en otro
idioma
que no fuera el español, de recibir subvenciones o aportes
económicos de
gobiernos o entidades del exterior y, lo más importante:
“Ninguna
asociación podrá realizar actos
que importen inmiscuirse, directa o indirectamente, en la
política de los
países extranjeros; ni ejercer acción individual o
colectiva compulsiva para
obtener la adhesión a determinados idearios políticos,
bajo promesa de ventajas
o amenazas de perjuicios de cualquier naturaleza.”[65]
En vísperas de la Segunda
Guerra Mundial, el contexto internacional ya
se encontraba profundamente afectado por las diferencias
ideológicas que se
encontrarían en el campo de batalla y que tendrían como
corolario el progresivo
ascendente de la política antitotalitaria y antifascista
promovida por Estados
Unidos sobre América Latina (Pardo Sanz, 1992: 210-212). Por
esta razón, las
agrupaciones se preocuparon por moderar los contenidos políticos
de sus
actividades y reorientar su labor hacia una actividad de tipo social y
cultural
con el propósito de continuar su existencia en el marco del
nuevo conflicto
bélico que se avecinaba.
Conclusiones
Los actos
organizados por
los sectores afines a la sublevación española en la
ciudad de Buenos Aires se realizaron
en su mayoría en espacios como iglesias, colegios
católicos, teatros y salones
de hoteles. Las misas, en las que se relacionaban los elementos
litúrgicos con
las expresiones de apoyo al bando rebelde en la península, y los
“platos
únicos” fueron los eventos más frecuentes. Entre
estos últimos, aquellos que
fueron analizados en este trabajo y que estuvieron liderados por Juan
Pablo de
Lojendio en Buenos Aires, se caracterizaron por reforzar la autoridad
política
del representante oficioso y por reafirmar el liderazgo de FET-JONS a
partir de
la propagación de la doctrina del partido único y del
incentivo a la
unificación de las fuerzas afines, tal como se proponía
desde España. Los
elementos litúrgico-religiosos tuvieron un espacio muy limitado
en este tipo de
eventos y, prácticamente, permanecieron reducidos a una
funcionalidad alegórica
centrada en las “bendiciones” iniciales o finales del acto.
En cambio, pudo
advertirse un más claro entrelazamiento entre los elementos
políticos y
religiosos en aquellas instituciones de confesionalidad católica
que hacían de
la práctica de su fe una seña de identidad. Entidades
como el Centro Acción
Española, Acción Gallega Cruzados de Santiago y, sobre
todo, Legionarios
Civiles de Franco (LCF), concibieron sus actos institucionales como
momentos
propicios para la defensa de la causa sublevada en relación
directa con el
ejercicio litúrgico y la fe. La
“politización” de los espacios sagrados que se
llevó a cabo en los eventos
“patriótico-religiosos” encabezados por LCF fueron
un exponente de esa compleja imbricación de sentidos. Algo que
quedó de
manifiesto en la conmemoración del 12 de octubre, fecha en la
que coincidían la
celebración del “Dia de la raza” y la festividad de
la Virgen del Pilar,
patrona de España, y que fue para esta entidad el marco oportuno
para unir la
predica religiosa con la propaganda política. A su vez, esos
eventos sirvieron
para reafirmar el liderazgo de la institución y de su fundadora,
Soledad Alonso
de Drysdale, en el núcleo de adherentes a la causa sublevada que
actuaba en la
Argentina. La labor solidaria y propagandística de Drysdale fue
reconocida a
partir de los gestos simbólicos de deferencia que el propio
general Franco
destinó a los legionarios y a su principal benefactora a
través del obsequio de
su “fajín de General” a la imagen de la Virgen del
Pilar venerada en la Iglesia
Regina Martyrum en Buenos Aires.
En este sentido,
los
actos políticos y piadosos no solo sirvieron para legitimar la
construcción de
un nuevo régimen en España, sino que, también, se
utilizaron para reafirmar los
liderazgos dentro de la propia comunidad española que comulgaba
con el
franquismo desde la Argentina. De esta forma, los “platos
únicos” encabezados
por Lojendio y los eventos “patriótico-religiosos”
organizados por LCF se
complementaron para reforzar los vínculos con el régimen
español y al mismo
tiempo legitimar la preeminencia simbólica de determinadas
figuras e
instituciones sobre otras.
Si bien desde el
inicio
de la contienda bélica en España el Estado argentino
manifestó cierto interés
por controlar el desarrollo de los actos públicos que se
relacionaban con la
guerra, las normativas tuvieron una incidencia puntual sobre los
Territorios
Nacionales y algunos gobiernos provinciales. No obstante, fue frecuente
que se
produjera el entorpecimiento de los actos organizados en favor de la
Segunda
República española en todo el país. El embajador
español, Ángel Ossorio y
Gallardo, realizó reiterados pedidos al Ministerio de Relaciones
Exteriores
para que permitiera el despliegue de las tareas de solidaridad (sin
interrupciones) en favor de su gobierno y que, a la vez, frenara las
acciones
de proselitisimo y propaganda que lideraba el representante oficioso
del
general Franco en la Argentina.
La continua
celebración
de misas y servicios religiosos a favor de la sublevación
española produjeron
un singular intercambio de misivas entre el embajador y el Ministerio.
El
espacio sacro era considerado por el mandatario español una
extensión del
dominio público del Estado. Por ello, le resultaba
contradictorio que mientras
el gobierno argentino mantenía relaciones diplomáticas
cordiales con la Segunda
República española, permitiera que los sacerdotes y las
Iglesias se prestaran
para congregar a los simpatizantes de la rebelión militar en
España. Las
respuestas evasivas que recibió a sus reclamos y la sugerencia
para que él
mismo frenara su campaña de propaganda en favor de la Segunda
República
resultan indicativos del desigual trato que se le dispensó a los
dos bandos en
el territorio nacional. Mientras que el representante oficioso pudo
desarrollar
sus tareas de solidaridad y propaganda con un amplio margen de
libertad, el
embajador español veía obstaculizados los medios para
llevar a cabo las mismas
actividades.
Al finalizar a
contienda,
las celebraciones de la victoria fueron muy importantes para reconocer
la labor
de aquellas instituciones y personas que participaron activamente de la
campaña
solidaria durante la guerra. Desde la conquista del territorio
catalán a principios
de 1939 comenzaron a desarrollarse eventos con un evidente tono
triunfalista.
El representante oficioso, pronto reconocido como Encargado de Negocios
de
España, se apresuró a reforzar su posición de
liderazgo y a adjudicarse la
representación de la totalidad de la comunidad española
emigrada con un
discurso que intentaba unificar a las fuerzas con la intención
de apuntalar al
nuevo régimen en la península. La impronta religiosa del
triunfo de las armas
franquistas se retomó, nuevamente, con mayor claridad en las
instituciones de
confesionalidad católica. La procesión al santuario de la
Virgen del Pilar en
la provincia de Buenos Aires organizada por Acción Gallega
Cruzados de Santiago
en marzo de 1939 expuso la capacidad de movilización de la
comunidad
galaico-española católica al concluir la guerra.
Luego del
reconocimiento
de Juan Pablo de Lojendio por el gobierno argentino, las celebraciones
se
multiplicaron en el edificio de la embajada, convertida ahora en la
sede
oficial del régimen. No obstante, tan solo dos meses
después, el Decreto del
Poder Ejecutivo nacional del 15 de mayo de 1939 pondría fin a
las
manifestaciones públicas de las instituciones extranjeras en la
Argentina en el
marco de una compleja situación internacional que ya se
encontraba visiblemente
atravesada por las disputas que se enfrentarían en el campo de
batalla durante
la Segunda Guerra Mundial.
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Recibido:
01/11/2021
Evaluado:
31/12/2021
Versión
Final: 25/01/2022
[1] Este trabajo forma parte del
Proyecto de Investigación UBACyT 20020190100223BA:
“La
inserción y el activismo político-cultural de
los españoles en las instituciones hispánicas de Buenos
Aires (1914-1960)”, radicado en
el Instituto de Investigaciones “Gino Germani” de la
Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires bajo la dirección de
la Dra.
Nadia De Cristóforis.
[2] Se estima que en
1936 en Argentina vivían, aproximadamente, entre un
millón y medio y dos
millones de españoles sobre un total de doce millones de
habitantes en total (Rein, 1997: 339). Para
ampliar sobre la
inmigración española en el país, véase:
Moya, (2004); Fernández y Moya, (1999).
[3] Según el cuarto Censo General de la
Ciudad de Buenos Aires,
realizado el 22 de octubre de 1936, cerca del 13% del total de la
población
(324.650 personas sobre un total de 2.420.142) que habitaba en la ciudad
había nacido en
España (Cuarto Censo General de la Ciudad de Buenos
Aires, 1939).
[4] Para profundizar
sobre este debate, véase: Box (2006) y Linz (2006).
[5] Publicados en una
edición de trece tomos por el Consejo Superior de
Investigaciones Científicas y
Técnicas de España.
[6] Este bloque, que
era heredero del golpe de Estado perpetrado por el
general del Ejército José F. Uriburu en contra del
Presidente radical Hipólito
Yrigoyen (6 de septiembre de 1930), estaba integrado por partidos
provinciales
de tendencia conservadora representados por el Partido Demócrata
Nacional, un
sector minoritario de socialistas disidentes nucleados en el Partido
Socialista
Independiente y radicales “antipersonalistas” opositores a
Yrigoyen.
[7] En la ciudad de
Buenos Aires, desde 1932 existía un edicto policial que
establecía claros
mecanismos de control sobre las manifestaciones callejeras. Por medio
de esta
norma se pautaba la obligatoriedad de contar con la autorización
del Jefe de
Policía para realizar eventos en el espacio público
porteño (González Alemán,
2012).
[8] Archivo
Histórico
de la Cancillería Argentina (en adelante: AHCA). División
Política-España (en
adelante: DPE), Caja N° 3835, Exp. 9, 1937. Circular del Ministerio
del
Interior, Buenos Aires, 2/02/1937.
[9] AHCA, Guerra
Civil española (en adelante: GCE), Caja Nº 11, Leg. 40.
Correspondencia enviada
por Felipe Jiménez de Asúa, Encargado de Negocios de
España, a Carlos Saavedra
Lamas, Ministro de Relaciones
Exteriores, Buenos Aires, 7/05/1937; Ídem, DPE, Caja N°
3649, Exp. 13, 1936.
Telegrama enviado por Francisco J. Madero, Director General del
Interior, a
Gobernador del Territorio Nacional de Río Negro, Buenos Aires,
7/12/1936.
[10] AHCA, GCE, Caja
Nº 11, Legajo 40. Correspondencia enviada por Ángel Ossorio
y Gallardo,
Embajador de España, a José María Cantilo,
Ministro de Relaciones Exteriores,
Buenos Aires, 4/08/1938.
[11] AHCA, GCE,
Caja Nº 11, Legajo 40.
Correspondencia enviada por Ángel Ossorio y Gallardo a
José María Cantilo,
Buenos Aires, 20/10/1938; ídem, correspondencia enviada por
Felipe Jiménez de
Asúa a Carlos Saavedra Lamas, Buenos Aires, 19/10/1937.
[12] En diciembre de
1936 llegó al país Juan Pablo de Lojendio en calidad
de representante oficioso del general Francisco Franco. Este joven
diplomático
cumplió funciones extraoficiales de coordinación del
envío de la ayuda material
y de la difusión de una propaganda favorable al naciente
régimen hasta
diciembre de 1939 inclusive y obtuvo, en febrero de ese mismo
año, el
reconocimiento oficial como Encargado de Negocios de España ante
el gobierno
argentino (Cava Mesa, 2013; Ferreyra, 2016a).
[13] Sobre la labor
propagandística de Ángel Ossorio y Gallardo a favor de
la Segunda República en Argentina, ver: López
García
(2015); Montenegro & Rodríguez Otero (2020).
[14] AHCA, GCE, Caja
Nº 11, Legajo 40. Correspondencia enviada
por José María Cantilo a Ángel Ossorio y
Gallardo, Buenos Aires,
11/08/1938.
[15] AHCA, GCE,
Caja Nº 11, Legajo 40.
Correspondencia enviada por José María Cantilo a
Ángel Ossorio y Gallardo,
Buenos Aires, 16/08/1938.
[16] AHCA, GCE,
Caja Nº 11, Legajo 54. Dictamen
del Consejero Legal, Dr. Isidoro Ruiz Moreno, Buenos Aires, 21/09/1938.
[17] Eventos que
fueron realizados en lugares como teatros, Iglesias,
colegios católicos y salones de hoteles. Entre ellos se puede
mencionar a la Basílica de la
Merced, el Colegio Champagnat, el Colegio La Salle, el Teatro Coliseo,
el
Teatro Avenida, el Teatro San Martin, el Salón Casablanca, el
Salón de la
Biblioteca del Consejo Nacional de Mujeres, el Alvear Palace Hotel y el
Hotel
Ambassadeurs, entre otros.
[18] Algunas entidades de origen
español preexistentes al
inicio de la guerra, tales como: el Centro Acción
Española, la Agrupación
Monárquica Tradicionalista y la Agrupación
Monárquica Española, a las que se
sumaron luego aquellas creadas con el objeto de contribuir en el
esfuerzo
bélico como la Falange Española y la Asociación
Acción Gallega Cruzados de Santiago,
se habían convertido en el eje central del apoyo, tanto material
como
simbólico, que respaldaba al bando insurgente en la
península desde Buenos
Aires (Velasco Martínez, 2011).
[19] “El almuerzo de
“plato único” ofrecido el domingo al representante
del Gral. Franco”,
Falange Española, Buenos Aires, 27/02/1937, p. 6.
[20] Esta emisora
radial creada en 1922 fue una de las primeras emisoras de la ciudad de
Buenos
Aires dedicada a la propalación de audiciones artísticas
y culturales. Para
ampliar sobre el ambiente radiofónico de la ciudad de Buenos
Aires en la década
de 1930, véase: Rocca (2001).
[21] Félix Rangil
Alonso “El día del plato único en Buenos Aires fue
un acto de afirmación
Nacionalista”, Acción Española, Buenos
Aires, 4/03/1937, p. 6.
[22] “El homenaje que
ayer se ofreció al representante del Gral. Franco”, El
Diario Español, Buenos Aires, 22/02/1937, p. 2.
[23] En otros eventos
también se incorporaron referencias identitarias al regionalismo
vasco, galaico
y asturiano de los inmigrantes. Para un análisis más
detallado, véase:
Rodríguez Otero (2007). “El almuerzo de “plato
único” ofrecido el domingo al
representante del Gral. Franco”, Falange Española,
Buenos Aires,
27/02/1937, p. 7.
[24] El 19 de abril de
1937 se publicó el Decreto de Unificación que creó
un partido único en la
España nacionalista (FET y de las JONS) y disolvía todas
las organizaciones
políticas existentes e integraba en su interior a las dos
principales fuerzas
militares y políticas del movimiento rebelde, la Falange
Española y el Tradicionalismo
(Payne, 1985: 174-175).
[25] “Fiesta
nacional española”, El Diario Español,
Buenos Aires,
2/05/1937, p. 1.
[26] “Todos los
verdaderos nacionalistas españoles celebraron con entusiasmo
patriótico el 2 de
mayo”, Acción Española, Buenos Aires,
8/05/1937, p. 1.
[27] Esta
acción motivó la queja de la embajada de España y
un pedido de
intervención al Ministerio de Relaciones Exteriores argentino
para que
impidiera la concreción de la reunión en la que se
planeaba la desvinculación
de la Cámara España de Comercio de la Segunda
República en España. Desde el
Ministerio se respondió que dicha cuestión debía
dirimirse exclusivamente en el
ámbito privado y en relación directa con el gobierno
español. AHCA, DPE, Exp.
12, Caja Nº 3835, 1937.
[28] “Celebrase ayer
con todo entusiasmo y fervor patriótico el 2 de mayo”, El
Diario Español,
Buenos Aires, 3/05/1937, p. 2.
[29] Esta emisora
radial creada en 1929 era propiedad del inglés Alfred Mc
Dougall, un declarado simpatizante de la causa franquista (Ramos, 1984:
89;
Rocca, 2001).
[30] Esta fecha fue
institucionalizada como fiesta nacional tanto por el Estado argentino
(1917)
como por la Monarquía española (1918) en el marco del
progresivo estrechamiento
de vínculos diplomáticos y culturales ocurrido en torno
al centenario de las
independencias americanas (Figallo, 2014: 174).
[31] Con motivo del
primer centenario de la independencia española respecto a la
invasión francesa
del siglo XIX se le concedió a la Virgen del Pilar honores de
“capitán general”
y se le colocó por primera vez un manto con el fajín e
insignias de “capitana”
(Di Febo, 2012: 42-43).
[32] A la figura que
presidía el santuario en Zaragoza se le atribuyeron
una serie de manifestaciones milagrosas (siendo la más
significativa la de las
bombas republicanas que cayeron en su Basílica en agosto de 1936
y que nunca
llegaron a estallar) que la convirtieron en el centro de las
expresiones,
ofrendas, actos y peregrinaciones (Di Febo, 2012: 43-44)
[33] Algo que FET-JONS
planteaba en el tercer punto de su programa (González Calleja
& Limón
Nevado, 1998: 29).
[34] “El almuerzo de
“plato único” de Falange Tradicionalista y de las
JONS dio margen a una
emocionante demostración de españolismo”, El
Diario Español, Buenos
Aires, 13/10/1937, p. 3.
[35] “Falange
puso en el día de la raza la más
pura y vibrante nota hispano-argentina”, Falange
Española, Buenos Aires,
16/10/1937, pp. 6-7.
[36] Esta misión estaba compuesta
por Augusto Atalaya, en calidad de jefe, Juan Antonio
Martin Cotano (jefe provincial de FET-JONS en Marruecos),
Joaquín Arbeloya
(director y guionista de cine), Rafael Duyos (médico, poeta y
dramaturgo
aficionado) y Antonio Solano Ruiz (camarógrafo). Esta fue la primera
“Misión cultural”
con fines propagandísticos y de supervisión enviada por
el general Franco a
América en colaboración con el Alto Comisariado de
Marruecos. Para ampliar,
véase: Ferreyra (2016b) y Zubillaga (2005: 80).
[37] “Falange
puso en el día de la raza la más
pura y vibrante nota hispano-argentina”, Falange
Española, Buenos Aires,
16/10/1937, p. 6.
[38] LCF se creó en
abril de 1937 con el objeto de socorrer a los niños y
niñas españoles por medio
de la construcción y la manutención de orfanatos en
distintos puntos de la
península. En muy poco tiempo llegó a contar con más
de
diez mil socios activos y enviar a la península más de
tres millones de pesos
(moneda/nacional) en concepto de donativos. “Síntesis
de la obra realizada por “Legionarios Civiles de Franco”, Por
Ellos, Buenos Aires, diciembre 1943, pp. 1-4.
[39] Soledad Alonso
(1899-1971) se casó con Eric J. Drysdale, industrial de origen
inglés vinculado
a la producción ganadera en la Argentina, con quien se
trasladó a vivir en
Buenos Aires en 1928. Luego de la muerte de su esposo (1934)
quedó amparada por
una solvente posición económica y se dedicó a
realizar tareas benéficas en
distintas instituciones católicas porteñas (Amate
Aguilar, s. f.).
[40] Los
periódicos Juan Español, órgano
financiado por la oficina de prensa y
propaganda de la representación oficiosa de España
y El Diario Español fueron incesantes
difusores de la labor de LCF, a la vez que la institución
publicaba una revista
mensual denominada Por Ellos.
Asimismo, financió la salida de una audición radial a
cargo del periodista
Carlos Micó y España, que se transmitía
semanalmente por Radio Excelsior.
[41] Correspondencia
enviada por Miguel de los Santos Díaz Gómara, Obispo de
Cartagena, al Cardenal
Isidro Gomá y Tomás, Buenos Aires, 5/08/1937, en:
Andrés Gallego-Pazos (2005a:
62); “La bendición de la bandera de Legionarios Civiles de
Franco”, El
Diario Español, Buenos Aires, 4/10/1937, p. 2-3;
“Grandioso acto patriótico
religioso de la imposición del Manto de Generala a la
Santísima Virgen del
Pilar donado por la señora Soledad Alonso de Drysdale”, El
Diario Español,
Buenos Aires, 13/10/1937, pp. 2-3.
[42] Notas de viaje de
Miguel de los Santos Díaz de Gomara, Obispo de Cartagena, al I
Congreso
Eucarístico Nacional de Paraguay. A bordo del
“Neptunia”, 28/10/1937, en: Andrés
Gallego-Pazos (2005b: 219).
[43] “Grandioso acto
patriótico religioso de la imposición del Manto de
Generala a la Santísima
Virgen del Pilar donado por la señora Soledad Alonso de
Drysdale”, El Diario
Español, Buenos Aires, 13/10/1937, p. 3.
[44] El
Diario Español, Buenos Aires,
23/10/1938, p. 6.
[45] “La
imposición
del fajín del Gral. Franco a la Virgen del Pilar”, El Diario Español, Buenos Aires, 26/10/1938, pp.
2-4.
[46] Para demostrar la
supuesta autenticidad del fajín se labró un acta en la
que se detalló el uso de
la prenda por el general Franco desde el 18 de julio de 1936 hasta el
20 se
septiembre de 1938 y la donación echa por intermedio del
representante
oficioso, Juan Pablo de Lojendio. “La
imposición del fajín del Gral. Franco a la Virgen del
Pilar”, El Diario Español, Buenos Aires,
26/10/1938, p. 2-4.
[47] AHCA, DPE, Exp.
10, 1937.
[48] AHCA, GCE,
Caja Nº 11, Legajo 40.
Correspondencia enviada por Ángel Ossorio y Gallardo a
José María Cantilo,
Buenos Ares, 22/07/1938.
[49] AHCA, GCE, Caja
Nº 11, Legajo 40. Correspondencia enviada por Ángel Ossorio
y Gallardo a José
María Cantilo, Buenos aires, 6/09/1938.
[50] AHCA, GCE,
Caja Nº 11, Legajo 40.
Correspondencia enviada por José María Cantilo a
Ángel Osorio y Gallardo,
Buenos Aires, 11/08/1938.
[51] AHCA, GCE,
Caja Nº 11, Legajo 40.
Correspondencia enviada por José María Cantilo a
Ángel Ossorio y Gallardo,
Buenos Aires, 16/08/1938.
[52] AHCA, GCE, Caja
Nº 11, Legajo 54. Dictamen del Consejero Legal, Dr. Isidoro Ruiz
Moreno, Buenos
Aires, 21/09/1938.
[53] La lucha para
lograr la ocupación de Asturias había propiciado la
creación de un organismo especialmente abocado a la
“reconstrucción” de esa
zona a mediados de junio de 1938, el cual se encargó de
organizar numerosos
festivales en su beneficio. “Fabada en la
asociación pro reconstrucción de Asturias”, El Diario Español, Buenos Aires,
20/06/1938, p. 3. “El banquete ayer por la liberación de
Asturias”, El Diario Español, Buenos
Aires,
30/10/1937, p. 2.
[54] Actual Teatro
Lola Membrives.
[55] “Discurso del
Representante del General Franco con motivo de la liberación de
Cataluña”, El
Diario Español, Buenos Aires, 28/01/1939, p. 3.
[56] “Con
extraordinario entusiasmo se celebró ayer la liberación
de Cataluña”, El
Diario Español, Buenos Aires, 30/01/1939, pp. 4-5 y 7-8.
[57] “Dossier
especial
Discurso a los españoles de la Argentina de Juan Pablo de
Lojendio”, Correo
de Galicia, Buenos Aires, 29/01/1939.
[58] “Dossier
especial
Discurso a los españoles de la Argentina de Juan Pablo de
Lojendio”, Correo
de Galicia, Buenos Aires, 29/01/1939.
[59] Una entidad
fundada en agosto de 1936 con la finalidad de contribuir a
la causa de los sublevados españoles y de propiciar una
“recristianización” de
la colectividad gallega local. Para ampliar,
véase: De Cristóforis (2021) y Velasco (2018).
[60] “Todos a
Pilar”, Fe
Gallega, febrero 1939, p. 1.
[61] Esta imagen, que
fue obsequiada con el grabado: “Dedicada al Templo de Pilar por
Cruzados
Gallegos de Santiago en conmemoración del año triunfal y
de gloria de nuestra
España – 19 de marzo de 1939”, hoy se encuentra
desaparecida. Sin embargo, aún
persiste el mural alegórico reivindicando la victoria del
franquismo en la
Guerra Civil en el ala derecha del templo. “Detalles de nuestra
peregrinación a
Pilar”, Fe Gallega, marzo 1939, p. 2;
“Peregrinación patriótico-religiosa de
los Cruzados Gallegos de Santiago”, Correo de Galicia,
Buenos Aires,
5/03/1939, p. 3;
Vázquez (8 de septiembre de 2012).
[62]
“Peregrinación
gallega a Pilar”, Fe Gallega, Buenos
Aires, diciembre 1938, p. 2.
[63] “Brillante
recepción popular en la embajada” y “Expresiones de
la
colectividad por la terminación de la guerra”, El
Diario Español, Buenos
Aires, 1/04/1939, pp. 3-4.
[64] “En
celebración
de la paz y en homenaje al Generalísimo”, El Diario
Español, Buenos Aires,
1/05/1939, p. 4.
[65] Artículo
Nº 4
Decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº 31.321 (Anales
de Legislación Argentina, 1953: 1.192).