Patrocinio deportivo y organización del trabajo en la fábrica Coltejer, 1930-1960

 

Sports sponsorship and work organization at Coltejer from 1930 to 1960

 

 

Janeth Restrepo-Marín

Universidad de San Buenaventura (Colombia)

janeth.restrepo@usbmed.edu.co

 

Luis Fernando Castrillón Quintana

Universidad de Medellín (Colombia)

lfcastrillon@udem.edu.co

 

Rodrigo Arboleda Sierra

Universidad de Antioquia (Colombia)

rodrigoarboledasierra@gmail.com

 

Carlos Agudelo Loaiza

Universidad de Antioquia (Colombia)

carlos.agudelo1@udea.edu.co

 

 

Resumen

El artículo explora la relación entre control del tiempo libre, trabajo fabril y participación de los obreros en competencias deportivas patrocinadas por la industria textil. Se plantea que en el período de consolidación de la modernización económica en Colombia ocurrida entre 1930 y 1960, confluyen la organización del trabajo en la fábrica y la promoción del deporte en los trabajadores. Como método se sigue la revisión documental con enfoque histórico y se propone como estudio de caso la fábrica textilera Coltejer. El artículo demuestra que entre las décadas del treinta y cuarenta, las actividades deportivas hicieron parte del tiempo de ocio de los trabajadores para mantener las buenas condiciones físicas que contribuían con la eficiencia laboral y la contención de los conflictos laborales. Esta fase impulsó la participación de los obreros en los años cincuenta en competencias deportivas con patrocinio industrial. Se concluyó que el campo deportivo reprodujo las relaciones de dependencia obrero patronales, a la vez que el patrocinio deportivo de Coltejer tuvo dentro de sus intereses la promoción del modelo de conducta y valores que orientaban el mundo del trabajo al interior de la fábrica. 

 

Palabras Clave

Fábrica Coltejer; organización del trabajo; obreros, patrocinio deportivo; competencias deportivas.

 

Abstract

This article explores the relationship between controlling leisure time, factory work and workers' participation in textile-industry sponsored sports event. It is proposed that in the period of consolidation of economic modernization in Colombia from 1930 to 1960, the organization of factory work and the promotion of sports among workers converged. The method used is a documentary review with a historical approach and a textile factory named Coltejer is proposed as a case study. The article shows that from the thirties to the forties, sports activities were part of the workers' leisure time to maintain good physical conditions that contributed to labor efficiency and the containment of labor conflicts. This phase boosted workers’ participation in the fifties in sports events with industrial sponsorship. It was concluded that the sports field reproduced employer-worker dependence relations, and Coltejer's sports sponsorship was interested in promoting a model of conduct and values that guided the work environment in the factory. 

 

Keywords

Coltejer factory; work organization; workers; sports sponsorship; sports events.

 

 

 

Introducción

 

Sea desde lo competitivo, como espectáculo o como símbolo de bienestar y calidad de vida, en la actualidad el deporte es una actividad común para ocupar el tiempo libre. Tan es así, que la industria del deporte se encuentra consolidada a nivel global con múltiples posibilidades de negocios y actores. En consideración a la importancia del deporte en la sociedad, desde una mirada histórica este trabajo estudia el proceso de participación de los obreros fabriles en el deporte amateur en Antioquia, Colombia, y el papel del empresariado como patrocinador del deporte entre 1930 a 1960, cuando el país experimentó la consolidación de la modernización industrial, específicamente después de la década del cuarenta.

En la transformación económica, social y política que comenzó a experimentar el país en los años treinta, el artículo se centra en dos procesos que corren en paralelo: la organización del trabajo fabril para el aumento de la productividad y la promoción de las prácticas deportivas. Al analizar ambos fenómenos como parte del proyecto de modernización industrial, se encuentra como punto de conexión la adaptación a la disciplina industrial que, como ocurrió en otros países, en Colombia presenta varias etapas en línea con las transformaciones tecnológicas, la expansión industrial y las formas de organización del trabajo.

En este escenario, el interés se centra en la interrelación entre el control de los obreros para el disciplinamiento requerido por el trabajo industrial y la promoción del deporte al interior de las fábricas desde el estudio de la textilera Coltejer. Empresa líder ubicada en el Valle de la Aburrá en la región de Antioquia, que se convirtió en el epicentro de la industrialización de Colombia en la primera mitad del siglo XX.

Este trabajo busca contribuir desde un enfoque interpretativo en la comprensión de los intereses que alentaron el patrocinio empresarial al campo deportivo en la década del cincuenta. Así como su apoyo a la participación de los obreros como amateurs, en momentos de cambios en la organización del trabajo y medición de la productividad como consecuencia de la implantación de la ingeniería estándar (Arango, 1991; Mora, 1999; Farnsworth-Alvear, 2000).

El artículo plantea como hipótesis que uno de los intereses de los dueños de Coltejer fue la divulgación del modelo del obrero ideal que había configurado la industria textil antioqueña. Se propone, además, que un efecto del apoyo industrial al deporte fue la reproducción de las relaciones de dependencia obrero-patronales del mundo del trabajo. Lo que está interrelacionado con el desarrollo del campo deportivo, puesto que aún no existía la figura del deportista profesional sino del amateur dependiente del apoyo económico de sus patronos y de su flexibilidad al momento de concederles los permisos para asistir a las competencias en el tiempo del trabajo.

Respecto al enfoque de entender el deporte como producto de la modernización industrial, son relevantes los aportes de Richard Mandell (1986) quien desde una mirada histórico cultural encontró que el deporte moderno incorporó conceptos propios de la economía del mercado como racionalización, estandarización, precisión en las mediciones, burocratización, profesionalización, comercialización, espíritu competitivo y búsqueda del triunfo y del récord. En el caso aquí estudiado se encontró que la influencia del capitalismo industrial en el deporte moderno no fue solo de carácter conceptual y comercial sino también del traslado de las relaciones y valores que regían el trabajo en la fábrica.

La administración científica de Taylor comenzó a tener una mayor aplicación en las principales textileras antioqueñas desde mediados de los años cuarenta, consolidándose en la década siguiente. Este tipo de cambios jalonaron modificaciones en el modelo de autoridad empresarial que había predominado en la primera generación de obreros con mayoría de mano de obra femenina, centrado en prácticas paternalistas y en una férrea vigilancia moral. Precisamente, un cambio importante para la división y relaciones al interior de la fábrica fue que desde 1935 comenzaron a darse transformaciones en la composición de la mano de obra que era ahora mixta, para ser en su mayoría masculina en los años cincuenta (Arango, 1991; Farnsworth-Alvear, 2000).

Sin que las diferencias de género sean el foco de este trabajo, es importante esta mirada porque permite determinar que para los años cincuenta las fábricas se encontraban en un proceso de reorganización de la división del trabajo y de la medición de la producción que terminó de consolidar la concepción del obrero productivo que había iniciado desde mediados de la década del treinta.

Al estudiar el caso de las obreras de Fabricato, Ann Farnsworth-Alvear (2000) planteó que en la búsqueda de dar cumplimiento a la encíclica papal Rerum Novarum, la jerarquía eclesiástica influyó en los industriales para la adopción de un estilo paternalista de gestión para contener el comunismo. Como parte de su estrategia se crearon sindicatos de corte católico que mantenían alejados a los obreros de las ideas y organizaciones de izquierda.

De acuerdo con Farnsworth-Alvear, después de 1953 el pragmatismo de la administración científica y del pago de salarios altos (fordismo), que también se aplicaron en Coltejer, logró predominar respecto al sentimiento religioso. Como resultado, la imagen cristiana de la empresa comenzó su declive en la década del sesenta como consecuencia de la pérdida del poder de la religión como elemento de integración identitaria. Concepto que había sido definido por Arango (1991), quien antes había ya abordado el caso de las obreras de Fabricato, como “la acción de la empresa dirigida a desarrollar, en sus trabajadores, una cierta adhesión comunitaria o identificación con la fábrica, por medio de mecanismos ideológicos como la identidad religiosa y participativos como el sindicato” (p. 27).

No obstante, se considera que esto no significa precisamente que la religión dejará de ser un elemento central en la identidad antioqueña, pues como lo ha estudiado María Teresa Uribe (2006) las tradiciones religiosas han hecho parte del modelo de región que proyectó la élite antioqueña desde la independencia, que incluyó aspectos económicos, políticos, éticos y culturales. Así mismo, durante la primera mitad del siglo XX la religión fue la base del orden social y de los valores éticos que orientaron el modelo industrial antioqueño que implantó “un medio urbano y obrero” totalmente dependiente de la fábrica (Arango, 1991, p. 36), lo que difícilmente desaparece en un corto plazo.

Esto pudo rastrearse en las fuentes primarias que soportan este artículo al evidenciar la continuidad de la moral católica en las concepciones que se tenían sobre la conducta que debían seguir los obreros de Coltejer en las competencias deportivas. Revistas como Lanzadera, por ejemplo, replicaban valores propios de la Doctrina Social de la Iglesia Católica como lealtad, disciplina, espíritu de trabajo, humildad y sentido del cumplimiento del deber.

Sin embargo, lo anterior no indica que la rígida disciplina moral de las relaciones laborales construidas entre 1935 a 1953, según el período propuesto por Ann Farnsworth-Alvear (2000), hubieran permanecido estáticas en los años cincuenta. Después de todo, desde la década anterior se evidenciaron ciertas grietas en el control del tiempo libre tutelado por la Iglesia, al ser asumido en mayor medida por la élite industrial en línea con sus intereses empresariales, como fue sugerido por Alberto Mayor Mora (1999) en su estudio sobre ética, trabajo y productividad en Antioquia.

 

Método y estructura del artículo

 

La investigación se apoyó en el método del estudio de caso de la textilera antioqueña Coltejer que se fundó en 1908 en la ciudad de Medellín, capital de Antioquía que, como se indicó antes, fue la región que lideró el modelo de desarrollo industrial colombiano. A partir de mediados de los años treinta la empresa inició un proceso de organización del trabajo que implicó el control del tiempo libre para el disciplinamiento del obrero fabril. En este proceso, las actividades deportivas fueron percibidas como pertinentes para la eficiencia laboral, lo que en parte abonó el camino para convertir a Coltejer en empresa líder del patrocinio deportivo en los años cincuenta.

Para el desarrollo de la investigación se privilegiaron fuentes históricas que permitieran un acercamiento a las concepciones de los trabajadores sobre el trabajo y el deporte, y que a la vez evidenciaran la reproducción de los valores que orientaban las relaciones obrero-patronales en las competencias deportivas patrocinadas por los dueños de la fábrica. Desde este enfoque, se priorizaron las revistas Lanzadera (números de 1944 a 1960) y el Heraldo de Coltejer (años cincuenta), órganos de difusión al interior de la fábrica que eran gestionadas por trabajadores. Estos documentos se complementaron con el rastreo de prensa y revistas deportivas de la época.

Para el tipo de patrocinio que aportaba la fábrica a los obreros amateurs, los hallazgos fueron validados con dos entrevistas a antiguos obreros de Coltejer que fueron patrocinados por la empresa: Honorio Rúa y Ramón Quiroz, campeones en ciclismo y atletismo de fondo respectivamente. Es de aclararse que, por cuestiones de espacio y delimitación de los resultados, no fueron incluidos los circuitos deportivos que realizaba anualmente la empresa para conmemorar los años de su fundación, que si bien eran de carácter local en algunos casos contó con deportistas de otras regiones del país. 

Es importante aclarar que como consecuencia de su proceso de expansión, en la década del cuarenta Coltejer anexó a su estructura organizacional las factorías de Sedeco y Rosellón. Por tal razón, en el artículo se utilizan indistintamente estos nombres, aunque algunos patrocinios llevaron el sello Sedeco, Coltejer-Sedeco o Rosellón.

En cuanto a la estructura del artículo, antes de los resultados se amplían aspectos sobre la relación de la práctica del deporte con el control del tiempo libre en la década del treinta, a la vez que se aportan ejemplos del inicio del patrocinio industrial a los certámenes deportivos a fines de los años cuarenta. Época en la que el país estaba experimentado el fenómeno de la popularización del deporte que influyó en que se convirtiera en una práctica cotidiana al interior de las fábricas, como dan cuenta las competencias que se realizaban entre los equipos de las distintas fábricas en disciplinas como el fútbol, básquetbol y beisbol.

En los resultados, el artículo se concentra en los años cincuenta y discute que la participación de los obreros en las competencias deportivas dependía del patrocinio de los dueños de las fábricas. Este fenómeno, conocido como deporte industrial, posibilitó concluir que el campo deportivo reprodujo las relaciones de dependencia obrero-patronales construidas en la racionalización del trabajo fabril, lo cual está directamente conectado con la asimilación del deporte moderno de los valores y mediciones de la economía capitalista.

 

 

 

Tiempo, actividades deportivas y organización del trabajo

 

En la Colombia de mediados de los años treinta las principales textileras de la región de Antioquia iniciaron un proceso de expansión, importación de tecnología y racionalización del trabajo (Montenegro, 2002). Durante este proceso, los empresarios aplicaron simultáneamente preceptos cristianos con algunos principios de la administración científica y del fordismo, que tenían como objetivo el aumento de la productividad y la neutralización de la lucha de clases (Mora, 1999). 

En este contexto, el tiempo libre fue una fuente de preocupación de las élites empresariales y eclesiásticas que percibieron las formas tradicionales de diversión (consumo de alcohol, visita a burdeles y juegos de azar) como riesgo para las buenas costumbres y el rendimiento en el trabajo. Este tipo de diversiones fueron objeto de campañas moralizantes que buscaron promover alternativas para el aprovechamiento del tiempo por fuera de la fábrica como la educación y las actividades deportivas (Mora, 1999; Archila,1991).

En la Medellín de los años veinte los círculos católicos desplegaron la Doctrina Social Cristina en los patronatos de mujeres y Centros Obreros, cuyas enseñanzas tuvieron continuidad en los sindicatos que actuaron bajo el modelo del sindicalismo cristiano con una clara influencia de la Iglesia. Aspecto que en parte permite entender el bajo arraigo del sindicalismo de corte comunista en las fábricas antioqueñas (Mayor, 1999). 

La importancia del uso del tiempo libre tomó nuevos matices a partir de 1934 debido a la regulación de la jornada laboral a ocho horas (Decreto 895 del 26 de abril), que liberó más tiempo a los obreros. En sus investigaciones ya clásicas Alberto Mayor Mora (1999) y Mauricio Archila (1991) evidenciaron que el escaso tiempo libre de los obreros se convirtió en sinónimo de conflicto, por lo que en la segunda mitad de la década del treinta la Iglesia antioqueña fortaleció su sistema de vigilancia para la construcción de un modelo de trabajador regido por la doctrina social cristiana; en medio de un contexto de tensión política, huelgas laborales y rebeldía sindical. Este modelo de vigilancia, que contó con el beneplácito de los dueños de las fábricas, fue el que Arango (1991) definió como de paternalismo y religiosidad que creó todo un sistema para controlar a los trabajadores dentro y fuera de la fábrica.

De esta forma, textileras como Coltejer y Fabricato trasladaron al interior de la fábrica símbolos y tradiciones católicas con fuerte arraigo en la región, lo que posibilitó la introducción de la ética del trabajo como deber religioso. Este cambió fue jalonado por la expansión de la industria textil, pues a medida que aumentaba el número de trabajadores y se complejizaba la división del trabajo, la autoridad que ejercían los patronos con su presencia directa en el lugar de trabajo ya no era posible. Al extender el control religioso al interior de las plantas, la disciplina en el trabajo quedaba ahora resguarda por los ojos de Dios (Arango, 1991; Mora, 1999; Farnsworth-Alvear, 2000).   

Este proceso exigió la transformación de las tradiciones preindustriales que iban en contra de la laboriosidad y compromiso en el trabajo, a la vez que reforzó el sentido de pertenencia de los obreros para que percibieran la fábrica como una familia a la que debían entregarse con fervor y devoción. Creencia que estaba en el centro de la cultura antioqueña, caracterizada por su férrea convicción católica y conservadora (Archila, 1991).

En lo concerniente al control social desde lo deportivo, Jorge Humberto Ruiz (2017) realizó un recorrido histórico sobre la aparición del deporte en Colombia en la primera mitad del Siglo XX y concluyó que en las clases populares estuvo asociado a un mecanismo de desfogue necesario para salir de las rutinas laborales; a la vez que fue concebido como elemento moralizador, regenerador y de control que alejaba a las personas del ocio, el alcohol y los juegos de azar.

De forma similar, a partir de la segunda mitad de la década del treinta en departamentos como Valle del Cauca y Antioquia se incluyeron las actividades deportivas como parte de los dispositivos de control social para disciplinar al obrero y promover su buena condición física, a la par que se le percibía como una práctica que los alejaba de la violencia política (Mayor, 1999) y bloqueaba los conflictos obrero-patronales. Un dato que ilustra lo anterior lo ofrece el semanario El Obrero Católico que en 1934 reconoció la utilidad de los “campos de deporte y de juegos físicos” para el buen uso del tiempo libre de los obreros (como se citó en Mayor, 1999, p. 304).

Para los años cuarenta el uso del descanso dominical en actividades deportivas fue calificado como provechoso, en tanto alejaba a los obreros de los vicios y contribuía en su buena salud para retomar el trabajo los lunes. Este tipo de percepciones fueron descritas en 1944 por un obrero en la revista Lanzadera. Desde su visión, el descanso “dedicado a un deporte” otorgaba al trabajador energía para regresar “al trabajo con gran voluntad” y facilitaba su capacidad para resolver los problemas del día a día; “dando a la empresa en todos los campos, el justo rendimiento que les merece”. Para este obrero, el deporte era una actividad que permitía lograr la recuperación corporal y mental del trabajador y les protegía “de dedicar sus descansos a otras diversiones que arruinan el cuerpo y el espíritu” (Lanzadera, 1944a, p. 8).

Lo anterior guarda conexión directa con la complejidad que alcanzó la estructura organizacional en los años cuarenta gracias al proceso de expansión y tecnificación que experimentaron fábricas como Coltejer. En este escenario, la fábrica puso a prueba algunos principios administrativos del taylorismo para la intensificación de la producción que antes no eran posibles por el tamaño reducido de la compañía y el escaso número de obreros. Este cambio implicó una nueva reorganización del trabajo que fue dividido en tres turnos (Mayor, 1999).

Gracias a la introducción de nueva maquinaria la textilera Coltejer triplicó los medios de producción entre 1939 y 1946. Para este último año, la empresa contaba con “75.000 mil husos y con los telares correspondientes y todos los demás procesos” manufactureros que permitieron mayor diversificación productiva, logrando en 1958 su punto máximo de expansión (Echavarría, 1946, p. 286). Un ejemplo de lo anterior es que mientras para 1936 se contaba con 562 obreros y 26 empleados, para 1945 habían aumentado a 5.880 y 173 respectivamente (Gómez y Puerta, 1942, p. 37).

El caso es que para los años cincuenta, cuando los obreros de Coltejer incursionaron como amateurs a las competencias deportivas, ya habían asimilado el nuevo ritmo del trabajo industrial en un ambiente de tecnificación y de relaciones obrero-patronales alejadas de la lucha de clases (Mayor, 1999). Este ideal, que estaba en la base de la estructura fabril antioqueña, también fue compartido por el Estado que encontró en el deporte un espacio de fraternidad capaz de promover sentimientos de unidad nacional y expresión de la democracia (Morales, 2018). Emociones asociadas con el deporte que se promocionaron como necesarias para contrarrestar el estallido de violencia política que enfrentó el país entre 1948 y 1957 como consecuencia del asesinato del líder caudillista del partido liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948.

 

 

Deporte moderno y patrocinio industrial

 

La llegada del deporte moderno a Colombia se dio entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX, configurándose hacia 1916 como una nueva práctica social para el entretenimiento de la élite en los clubes sociales de las ciudades capitales, en las que se practicaban deportes aristocráticos como polo, tenis y golf (Alfonso, 2012; Quitián, 2013). Para el resto de la población el Estado impulsó la educación física como una actividad con alto potencial moralizador, higienizador y civilizador capaz de modelar el tipo de colombiano que requería la modernización del país (Ruiz, 2009).

En este contexto, la organización estatal del deporte tuvo como fecha de partida el año de 1925 cuando se inició un proceso de regulación para impulsar el desarrollo de la educación física y del deporte en todas las clases sociales a lo largo del país. Este desarrollo experimentó una primera fase entre 1925 a 1933 y tomó fuerza durante los gobiernos liberales (1930-1946), que concibieron las pasiones atléticas como expresión de modernidad y avance tecnológico. La figura 1 detalla algunas de las regulaciones estatales que sentaron las bases para la organización del deporte en Colombia.

 

Figura 1

 

                                                                                                           Ejemplos legislación deportiva, Colombia (1925-1938)

 

Ley

Descripción

Ley 80 de 1925

Se creó la Comisión Nacional de Educación Física para reglamentar la educación física y los deportes

Decreto 1528 del 25 de junio de 1936

Creación del Instituto Nacional de Educación Física y del Comité Olímpico Colombiano

 

Decreto 2216 de 3 de diciembre de 1938

Reguló la creación de deportes y se crearon tres tipos de asociaciones: nacionales, Ligas departamentales y Comités Municipales de Deportes compuestos principalmente por clubes locales

Decretó que solo las organizaciones reconocidas podían organizar actividades deportivas

Se clasificaron los deportes en 16 categorías

 

  Nota: elaboración propia (2021).

 

A mediados de los años treinta, las políticas para popularizar la cultura y el deporte contaron con el apoyo de agentes privados que promovieron el acceso de las clases populares al consumo de espectáculos deportivos. En el ámbito político se destacó la Ley 80 de 1925 que ordenó la construcción de campos deportivos en las principales urbes. Para la década del veinte, en ciudades como Medellín los espacios que predominaban eran la plaza de toros y el hipódromo que estaban destinados para el disfrute de las élites. Para esta época, los primeros lugares públicos que se adecuaron como canchas de fútbol fueron espacios verdes ubicados en diversos sectores de la ciudad. No obstante, después de los años treinta los dueños de las fábricas construyeron canchas en los barrios obreros y promovieron actividades deportivas para ocupar el tiempo libre de los trabajadores, sus familias y vecinos de barrios circundantes (Martínez, 2018).

En cuanto al sector empresarial, las asociaciones de obreros contribuyeron a popularizar el deporte al interior de las empresas al solicitar la promoción de los deportes entre los empleados, la construcción de los espacios requeridos y el patrocinio de certámenes deportivos (Morales, 2018). Todo esto causó cambios en la organización de la práctica deportiva que pasó de clubes sociales cerrados a ligas y federaciones (Morales, 2018).

En lo que concierne al patrocinio empresarial, un cambio relevante ocurrió a fines de la década del cuarenta cuando hombres de negocios, casas comerciales e industriales empezaron a apoyar la realización de eventos deportivos y a patrocinar a sus trabajadores en las competencias. Un acto inaugural ocurrió a inicios de 1949 en Bogotá, cuando la Federación Industrial y Comercio Deportivo (FEINCO) promovió los deportes entre empleados públicos y trabajadores industriales. Un evento importante fue la promoción de competencias de ciclismo urbano para los obreros que fue imitado por otras industrias en Bucaramanga, Medellín y Cali (Morales, 2018). En este tiempo se dio inicio a lo que fue denominado por la prensa de la época como: “ciclismo industrial” y “carreras de la industria”, para definir las competencias organizadas y promocionadas por las casas industriales.

Otro ejemplo lo ofreció en Medellín la Asociación Nacional de Industriales (ANDI) que patrocinó el 29 de mayo de 1949 la carrera ciclística: Doble Medellín-Caldas a la que se inscribieron 208 participantes. Una particularidad de este deporte es que, a diferencia del fútbol y el tenis que habían sido exclusivos de la élite, el ciclismo comenzó como un deporte popular.

En una publicación sobre los escarabajos de la Vuelta a Colombia, Rafael Duque (1984) explicó que la práctica de deportes como boxeo, ciclismo y atletismo por personas humildes se facilitó porque no requerían de implementos o escenarios costosos. El ciclismo, por ejemplo, era practicado con el instrumento de trabajo o con el medio de transporte de los trabajadores, mientras que el atletismo solo requería de fuerza en las piernas. De hecho, en uno de los números de 1957 de Lanzadera se escribió que antes de 1949 las bicicletas eran usadas como medio de transporte por algunos empleados de fábricas o como máquina de trabajo de mensajeros de tiendas, “farmacias, almacenes y carnicerías” (Lanzadera, 1957c, p. 12).

No en vano, la carrera promocionada por la ANDI hizo principalmente eco en los trabajadores que tenían bicicleta pese a no ser de carreras” (Lanzadera, 1957c, p. 12)”. Con este tipo de acontecimientos cambió la percepción de los trabajadores sobre el uso de la bicicleta, considerándola una máquina deportiva que podía llevarlos “a cualquier parte, siempre y cuando se contara con buenas piernas y el coraje indispensable en suficiencia” (Lanzadera, 1957c, p. 13). 

Y si bien en los años cuarenta el ciclismo ya se había posicionado en el país, en 1950 el departamento de Antioquia aún no contaba con Liga de ciclismo. Sin embargo, después de la Primera Vuelta a Colombia en bicicleta celebrada a comienzos de 1951, se reestructuraron los clubes de ciclismo con el predominio del Club Coltejer. Una prueba de éxito es que luego de la Vuelta a Colombia de 1952 los ciclistas antioqueños estuvieron a la cabeza de una nueva generación de campeones amateurs que perduró durante toda la década. En este tiempo, el deporte en Coltejer alcanzó una amplia dimensión con el patrocinio de sus obreros en disciplinas individuales dentro de las que destacaron ciclismo, tenis y atletismo, y en deportes de conjunto como béisbol.

 

Resultados

 

Coltejer y el patrocinio deportivo

 

El nombre de Coltejer comenzó a figurar en las competencias de ciclismo en la Doble Medellín – Caldas que financió la ANDI en mayo de 1949. Pedro Nel Gil, mecánico electricista de la filial Sedeco ocupó el segundo puesto y pasó a las páginas de la historia deportiva como pionero del ciclismo en Antioquia. Gil participó en las dos primeras vueltas a Colombia (1951 – 1952) y en ambas ocupó la tercera posición. En las siguientes Vueltas integró el equipo de apoyo del Club Ciclístico de Coltejer en calidad de mecánico.

Este fue el inicio de casi una década de triunfos deportivos de este Club que aportó la base de los pedalistas de Antioquia para la Vuelta a Colombia, uno de los espectáculos deportivos más importantes en esa época. Coltejer también se destacó en atletismo de fondo con Ramón Quiroz y en tenis de campo con Carlos Restrepo y William Álvarez. En la figura 2 se incluyen algunos de los certámenes deportivos en los que participaron obreros patrocinados por Coltejer y los reconocimientos que alcanzaron, con la primacía del ciclismo con el pentacampeón de la Vuelta a Colombia, Ramón Hoyos Vallejo.

 

Obreros patrocinados por Coltejer en competencias deportivas, 1949 – 1959

  Nota: elaboración propia (2021).

 

Al rastrear los intereses deportivos de la textilera Coltejer emerge como figura clave Carlos J. Echavarría, quien estuvo al frente de la gerencia entre 1940 y 1961, tiempo en el que dirigió la expansión de la empresa familiar. Para la línea de análisis que aquí interesa, se destaca el perfil de deportista de Carlos J. Echavarría que fue campeón nacional senior de tenis en 1932, 1933, 1935 y 1938. Así mismo, participó como presidente de la Asociación Colombiana de Tenis (1932), fundó la Liga de Tenis de Antioquia (1933) y ocupó la vicepresidencia del Comité Olímpico Colombiano (1936). Además, donó canchas de tenis y patrocinó competidores contratándolos como trabajadores de Coltejer (Vea Deportes, 1965, p. 8). A la par, promovió la construcción de espacios deportivos en las instalaciones de la fábrica y en los barrios construidos para sus obreros.

No es entonces fortuito que durante su gerencia se propusiera como meta convertir a Coltejer en empresa líder del deporte nacional, como quedó consignado el día 7 de noviembre de 1944 en la revista Lanzadera (1944d). Proyección que respaldaron los trabajadores que observaban complacidos el apoyo que brindaba el señor gerente al deporte y vaticinaron que “en un futuro no muy lejano” los empleados y obreros podrían contar con espacios para entrenamientos y torneos que ubicaran a la compañía en lo más alto del deporte en el país (Lanzadera, 1944a, p. 8).

Pese a este liderazgo, en la revisión de las Actas de Junta Directiva de 1945 a 1961 no se registraron decisiones relacionadas con el deporte. Precisamente, ante el vacío de información se triangularon las demás fuentes consultadas y se emergió como hipótesis de trabajo que la afinidad de Carlos J. Echavarría con los deportes influyó en el patrocinio de Coltejer a las diversas actividades y espacios deportivos. De igual forma, se infiere que el patrocinio de los obreros fue manejado directamente por el Club de Deportes y la Gerencia. De hecho, en las entrevistas realizadas a Honorio Rúa y Ramón Quiroz, ambos destacaron el papel que cumplió Carlos J. Echavarría para que los obreros pudieran compaginar el trabajo con el deporte.

En el apoyo de Coltejer al deporte también pudo influir las políticas de incentivos y el pago de salarios altos que estaban presentes en el modelo industrial que estaba aplicándose en los años cincuenta tanto en Coltejer como en Fabricato (Arango, 1991). A manera de ilustración, en las Actas de Junta se registraron auxilios para compra de vivienda, atención médica y odontológica, programas de restaurantes y dormitorios, préstamos de dinero y apoyo para el acceso a medicamentos.

En cuanto a la vinculación laboral a la empresa, el rastreo documental evidenció que no todos los obreros que compitieron en representación de Coltejer habían estado antes empleados en la fábrica. En algunos casos fueron contratados precisamente por ser promesa deportiva y el ofrecerles contratación hacía parte del patrocinio para asegurar su estabilidad económica. Algunos ejemplos fueron los tenistas Carlos Restrepo y William Álvarez. En el caso del primero, antes de ser trabajador de la textilera había ganado varias competencias y tras ganar el Campeonato Nacional de Medellín, en el que se jugó la copa Coltejer, Carlos J. Echavarría “lo llamó a trabajar en la empresa” (Lanzadera, 1944a, p. 8).

De la misma manera, en la entrevista concedida Ramón Quiroz afirmó que en sus inicios como deportista trabajaba en la empresa Postobón de la que tenía patrocinio; pero cierto día en el Estadio Deportivo de la ciudad se le acercaron dos personas muy elegantes que lo invitaron a trabajar en Coltejer y le ofrecieron lo necesario para seguir compitiendo. Quiroz recuerda que hacer parte del Club de Deportes Coltejer significaba ser “un niño mimado” porque la empresa facilitaba las mejores condiciones para los entrenamientos y competencias.

Lo cierto es que para los años cincuenta el deporte logró consolidarse en la fábrica con equipos de ciclismo, fútbol, ajedrez, atletismo, béisbol y baloncesto. Para esta década los obreros contaron con patrocinio para participar en torneos y competencias de tipo departamental, nacional e incluso internacional. Sin ser general para todas las categorías y eventos, el patrocinio cubría uniformes, equipamiento, construcción de espacios para la práctica deportiva, desplazamientos y entrenadores. Así da cuenta uno de los números del Heraldo de Coltejer (1955a) que describió de esta forma el apoyo al equipo de fútbol:

 

COLTEJER, en materia deportiva, ha obrado siempre con increíble generosidad, sin ahorrar ni un centavo, sin reparar en esfuerzos de ninguna clase. Por eso su equipo dispone de todas las facilidades para cumplir su misión, desde la inteligente y acertada dirección de un alto empleado, el entusiasta Javier Jiménez, hasta la más insignificante dotación. Porque, efectivamente, el equipo no tiene problemas: disfruta de hermosos uniformes, de implementos de toda índole, de servicio médico, de entrenador, de tiempo suficiente para la realización de las prácticas y de los encuentros y de estímulo moral -que vale mucho- de toda la empresa. (p.20)

 

Para el caso del patrocinio al ciclismo, en 1957 la empresa contaba con un equipo permanentemente de 18 ciclistas entre consagrados y en ascenso. La coordinación estaba a cargo del Club Ciclístico Coltejer-Sedeco que tenía como entrenador exclusivo al argentino y exciclista Roberto Guerrero. Además de tener dentro de su inventario cuarenta bicicletas de distinta clase, el Club disponía de cuatro “camionetas acompañantes, fuera del tren de mecánicos y alimentadores” (Lanzadera, 1957c, p. 13). Cabe aquí resaltar que en la Vuelta a Colombia de 1957 el equipo de Coltejer fue uno de los más numerosos con cuatro pedalistas y un equipo de 15 personas.

 

 Equipo de Coltejer en uno de los recorridos de la Vuelta a Colombia de 1955. Heraldo de Coltejer (1955b, p. 8).

 

Dadas sus condiciones económicas, los obreros dependían de sus patronos para poder participar en eventos de alto costo como la Vuelta a Colombia. Esta afirmación se puede corroborar en fuentes de la época que describen lo difícil que era conseguir patrocinio para este evento. Incluso era algo que se le dificultaba a la Liga Departamental que tenía como una de sus funciones la de ayudar a conseguir el patrocinio, debido precisamente a los altos costos. El valor del patrocinio a este certamen deportivo quedó así consignado en la revista Lanzadera (1957c): 

 

el patrocinio de un corredor cuesta, sin exagerar, un ojo. Cada ciclista, en la Vuelta a Colombia, precisa cuatro bicicletas, con diferentes tipos de aros y tubulares, ropas variadas, repuestos en cantidades industriales, y tres individuos acompañantes, además de una camioneta en óptimas condiciones: alimentador, mecánico y chofer. Esto sin contar viáticos, sueldos, desgaste de equipo, etc. (p.13)

 

Al tratarse de deportistas amateurs, los triunfos en los campeonatos no representaban premios en dinero y cuando se daban no eran tan significativos como para poder vivir solo del deporte. En varias oportunidades la prensa puso en circulación debates sobre la pertinencia del pago a los ciclistas que comenzó a generar cambios en la actitud de los competidores. En 1955, por ejemplo, el periódico conservador de Antioquia, El Colombiano, apoyó los reclamos de los pedalistas que exigían una mayor recompensa y sugerían que para una competencia como la Vuelta a Colombia se establecieran “grandes premios en metálico como un pago justo a los triunfos alcanzados”. Para algunos periodistas deportivos era una necedad el que se les pidiera a los pedalistas aceptar “todos los sacrificios en forma romántica” (1955, p. 4). Esta discusión en parte se debió a la decisión que tomó en la Primera Vuelta a Colombia la Asociación Nacional de Ciclismo de prohibir los premios en dinero, para evitar que los ciclistas perdieran la condición de amateurs (Morales, 2018).

La tensión entre la figura del amateur y el profesionalismo también fue abordada en la entrevista realizada a Honorio Rúa, quien sostuvo que el pentacampeón Ramón Hoyos Vallejo expresó en 1958 al gerente Carlos J. Echavarría su deseo de obtener mayor retribución económica, dados sus resultados deportivos a título personal y de la empresa. Según el entrevistado, esta petición no fue bien recibida por el gerente y no se llegó a ningún acuerdo.

Sobre los beneficios que obtenían los obreros por los triunfos en las competencias, Rúa afirmó que si bien no les significó una mayor remuneración en salario, contaban con privilegios al momento de la asignación de viviendas como ocurrió con Ramón Hoyos a quien “le dieron casi que regalada la casa".

Sin embargo, para inicios de los años sesenta se evidenciaron cambios en la organización del deporte en Coltejer que significaron la pérdida de su liderazgo deportivo. En efecto, en 1961 por primera vez la Vuelta a Colombia no contó con la participación de representantes de la textilera. En la revista Lanzadera se publicó que esta decisión se debió a “razones que la Junta Directiva de la empresa consideró justificables”, a la vez que indicaban que Carlos J. Echavarría había declarado que Coltejer continuaría “patrocinando su equipo en los próximos eventos”. Paralelo a este acontecimiento, la revista informó que con posterioridad a este anuncio se produjo “la renuncia de Ramón Hoyos Vallejo, como servidor de Coltejer” (Lanzadera, 1959, p. 16).

 

 

 

Reproducción en el deporte de las relaciones de dependencia obrero-patronales

 

A medida que se institucionalizó el patrocinio deportivo de Coltejer y que competencias como la Vuelta a Colombia subieron de nivel, los obreros se percibieron como privilegiados al ser conscientes del costo del patrocinio. También se reconocían ciertas ventajas indispensables para un buen desempeño al poder realizar algunos desplazamientos en avión, contar con bicicletas de repuesto y de alta calidad, tener entrenador, mecánico, alimentador y piezas de repuesto suficientes para los daños en la ruta.

Este tipo de percepciones están relacionadas con el hecho de que en los años cincuenta se incorporaron entrenamientos con mediciones científicas, lo que significó que competencias como la Vuelta a Colombia fueran más estrictas en cuanto a las exigencias técnicas, aplicación del reglamento y adecuado uso de equipamiento (Morales, 2018). Todo esto contribuyó a aumentar los costos de participación, que en esta competencia implicaba gastos como desplazamientos de los pedalistas y su equipo de apoyo, hospedaje, alimentación, pago de entrenadores, compra de piezas de repuesto y de bicicletas de carreras aptas para las condiciones geográficas del recorrido (Morales 2018; Duque, 1984).

Es de anotar que para los años cincuenta las entidades gubernamentales responsables de la organización del deporte en el país solo cubrían algunos gastos generales en los eventos nacionales, a la vez que se presentaban dificultades para cumplir con el presupuesto requerido para participar en las competencias internacionales (Morales, 2018). En este punto es pertinente recordar que hasta los años setenta en Colombia no era posible hablar de deportistas profesionales, salvo en el fútbol que se había profesionalizado a fines de los años cuarenta.

Junto con los costos económicos, la participación de los obreros en eventos deportivos también dependía de los permisos concedidos en la fábrica para compaginar el trabajo con el entrenamiento y participación en los eventos. En la entrevista que concedió Ramón Quiroz, afirmó que la empresa era flexible al momento de organizar los turnos laborales de modo que pudieran cumplir con sus jornadas deportivas, lo que le posibilitó llegar a ser parte de la élite del atletismo de fondo en la Colombia de los años cincuenta. 

Con relación al patrocinio, en las fuentes consultadas se encontró que los obreros sentían el deber de agradecer el apoyo a la empresa cosechando triunfos, para de esta forma contribuir en su exaltación a nivel nacional.  Así lo demostró un obrero del salón de Hilados de Rosellón en una carta de agradecimiento publicada en Lanzadera de 1944, al reconocer el compromiso que tenía su equipo en “cosechar muchos triunfos para ser merecedor de la confianza y aprecio de los que apoyan”. A continuación, recordaba que estaban a la espera de “la pronta terminación del campo, que la misma empresa está construyendo”. La carta finalizaba con la descripción de los beneficios del deporte para la empresa en tanto “ayuda al desarrollo físico del individuo, mantiene sano el organismo, siendo por lo tanto más apto para el desempeño de sus funciones y el cumplimiento de sus deberes” (Lanzadera, 1944c, p. 8).

En lo competitivo, otra constante fue que los deportistas agradecieran a Coltejer y reconocieran que sin su apoyo habría sido difícil lograr el triunfo. Tras ganar la Vuelta a la Costa en 1955, Juan Esteban “pantalla” Montoya afirmó en una entrevista que “obtener tantos éxitos” no sería posible sin el “apoyo de Coltejer” (El Heraldo de Coltejer, 1955a, p. 20).

Al reproducir una nota del diario El Espectador sobre los resultados de los ciclistas de Coltejer en la Quinta Vuelta a Colombia, que dejó como campeón a Ramón Hoyos y subcampeón a Honorio Rúa, en la revista Lanzadera se publicó que los triunfos fueron posibles tanto por “el aporte del elemento humano” pero también por el apoyo financiero de la textilera (Lanzadera, 1957b, p. 15).

En coherencia con los valores del capitalismo industrial, el patrocinio deportivo estaba medido por la eficiencia representada en el triunfo. En la entrevista realizada al campeón en ciclismo Honorio Rúa, aparte de confirmar el respaldo de Coltejer en lo deportivo, advirtió que para lograr más apoyo debían sobresalir en las competencias. De esto se infiere que pese al estatus que tenían los obreros deportistas dentro de la empresa, debían comportarse igual que en el trabajo: esforzarse para cumplir las metas de producción que en el deporte se convertía en obtener el récord deportivo.

Al recordar su tiempo como obrero y ciclista, Rúa reconoce que era muy duro para ellos cumplir con el trabajo y las prácticas deportivas, pues después de largas competencias de un fin de semana, por ejemplo, tenían que volver “a trabajar en el turno correspondiente”. Sobre los permisos, afirmó que no les fue posible obtener mayor flexibilidad de la fábrica distinta a la de organizar los turnos, de modo que pudieran hacer compatible el trabajo y el deporte. En cuanto a los permisos, sostuvo que debían gestionarse directamente con la Gerencia y era el mismo Carlos J. Echavarría el que organizaba los horarios. 

Respecto al tiempo, la percepción de los trabajadores era precisamente que el patrocinio también implicaba sacrificios para la empresa pues aparte de asumir los costos de “su patrocinado durante todo el año”, la fábrica debía “emplearlo con fines de trabajo muy poco tiempo, pues el ciclista se la pasa entrenando continuamente. A esto se le suma que cuando no se encuentra en fase de preparación es porque “está participando o reponiéndose de una participación reciente” (Lanzadera, 1957c, p. 13).

 

 

El deporte como reproductor del elemento humano de la fábrica

 

La dependencia de los obreros del patrocinio de la empresa para participar en las competencias, trasladó al campo deportivo las relaciones de subordinación que orientaban el mundo del trabajo que tenían como base la lealtad hacia la empresa, la vocación de sacrifico y el rendimiento en el trabajo. De la misma forma, estas competencias fueron aprovechadas por las directivas de Coltejer para promover los valores del obrero ideal fabril. Aspecto que hacía parte del modelo industrial antioqueño que buscaba el control de los obreros a nivel regional y el fortalecimiento de la identidad católica como forma de integración (Arango, 1991; Farnsworth-Alvear, 2000).

En efecto, más allá de la técnica y el talento, en las participaciones deportivas se esperaba que las buenas prácticas fomentadas al interior de la fábrica se mantuvieran firmes y se hicieran visibles. Por lo general, la adaptación al proceso productivo por parte de los obreros logra rastrearse en las descripciones sobre su conducta al momento de las competencias. En la Vuelta a Colombia de 1957 al hablar de las cualidades que hacían único a Ramón Hoyos, por ejemplo, Pedro Nel Gil sostuvo que antes que lo físico o la capacidad de superación, sus principales atributos eran de orden moral y ético (Lanzadera, 1957c, p. 13). De igual forma, previo a las competencias la empresa alentaba a los ciclistas con mensajes en los que publicitaban el patrocinio, a la vez que exaltaban el esfuerzo de sus trabajadores. La siguiente propaganda de la Vuelta a Colombia de 1953 permite ejemplificar lo anterior (figura 4):

 

 

Pedro Nel Gil y Ramón Hoyos antes de iniciar la 3ra Vuelta a Colombia, 1953. La transcripción de la publicidad es:COLTEJER y SEDECO patrocinan la participación en la vuelta a Colombia de dos trabajadores de sus fábricas, verdaderos ejemplos de constancia, de valor y de alto espíritu deportivo en Colombia: PEDRO NEL GIL, mecánico electricista de SEDECO y RAMÓN HOYOS, mecánico de hilados de COLTEJER”. El colombiano, 24 de febrero de 1953, p.5.  

 

La entrega total y compromiso en el trabajo, al igual que la fidelidad a la empresa y la obediencia al patrón, estaban presentes en las narrativas que publicitaban los trabajadores en Lanzadera, como se dejó constancia en uno de sus números de 1957. Allí se exaltaban los valores que posibilitaban a los competidores otorgarle el triunfo a la empresa mediante la disciplina, el sacrificio, la perseverancia y la resolución de los problemas.

En otro de los números de 1957, se describió a Ramón Hoyos como un “símbolo de la capacidad de los servidores de COLTEJER en los distintos campos de la actividad humana” y se aclaraba que no era una excepción pues eran varios los trabajadores capacitados “para destacarse ante el país” (Lanzadera, 1957d, p. 14). De Honorio Rúa de Sedeco se reconocía que el triunfo era una recompensa “a su esfuerzo y a su denodada voluntad de lucha”. Acto seguido, se nombraba a los servidores de Coltejer como parte de una “gran familia”, cuyo éxito en la competencia evidenciaba las “buenas condiciones de trato ante la sociedad que distinguen al personal de la empresa y al sentido de la disciplina que ya es característico de todos sus servidores” (Lanzadera, 1957d, p. 14).

Como cualidad principal de los Coltejerianos se incluyó el sentido de abnegación y su capacidad de no quejarse. Esto último lo ejemplificaron con los mecánicos y alimentadores del equipo de apoyo, que pese al agotamiento de la jornada siempre “estuvieron listos para rendir […] sin que saliera de sus labios una palabra de protestas y sin que se reflejara en sus rostros la más leve huella de cansancio” (Lanzadera, 1957d, p. 14).

El deporte actuaba entonces como un canal de reconocimiento en lo público de los valores forjados como necesarios para la eficiencia del obrero industrial que estaba “preparado para sortear los más severos compromisos” (Lanzadera, 1957d, p. 14). Obtener el triunfo era poner en alto el nombre de la empresa a través de un camino de abnegados sacrificios. Para los trabajadores, el deporte se concebía como un campo de lucha en el que debían responder con esfuerzo, honor y lealtad al apoyo que recibían de la fábrica (Lanzadera, 1957b, p. 15).

En la dualidad del obrero/deportista, quedaba claro que se era primero trabajador y como subordinados se debían a la empresa. En una entrevista realizada en Lanzadera a Carlos Restrepo, campeón nacional de tenis que trabajaba en el salón de telares, al preguntársele por sus aspiraciones respondió que antes que nada deseaba ser el mejor trabajador de la empresa. Y tras reconocer que “al principio trabajaba a media máquina, sin poner todo el conato de su voluntad en la obra que realizaba”, en un acto de firmeza cierto día decidió “tomar muy apecho su trabajo” y había logrado encontrar “en el trabajo acabado una compensación agradable del esfuerzo sufrido”. En este proceso se apoyó en la voluntad que aplicaba en el deporte. Al preguntársele por su trabajo respondió que era muy interesante y que pese a los “esfuerzos y sacrificios incontables” que exigía el deporte, todo “se compensa en el entusiasmo de la sana emulación” entre el deporte y el trabajo. En consecuencia, buscaba no “ahorrar esfuerzos ni sacrificios” para convertirse en el primer trabajador de Coltejer” (Lanzadera, 1944b, p. 4).

Sobre esta intención la revista aclaraba que ser el campeón en el trabajo era un lugar de alta competencia porque en la fábrica eran millares los hombres “esforzados que participan en el mismo campeonato”, caracterizados por su empeño en el trabajo en tanto les proporcionaba emoción y “novedad cada día, igual que el deporte” (Lanzadera, 1944b, p. 4). Dentro de la misma línea, en una entrevista para el Heraldo de Coltejer Honorio Rúa, revelación del ciclismo en 1954 que ingresó al año siguiente como ayudante mecánico de la sección de tintorería en Sedeco, respondió que su aspiración en lo deportivo era consolidarse como uno de los mejores ciclistas del mundo. En cuanto al trabajo, confesó que su deseo era aprovechar todas sus capacidades para “llegar a ser uno de los mejores mecánicos de la empresa” (El Heraldo de Coltejer, 1955b, p. 20).

Cabe destacar que en la comparación que se hacía del trabajo con un campeonato, en el que cada persona trabajaba a toda máquina para conseguir el triunfo de ser el mejor trabajador de la empresa, no se estable una separación entre el trabajador y el deportista. Aun así, en ambos roles la empresa sigue siendo la familia a la que se consagra los esfuerzos y sacrificios. En ejemplos como estos, se evidencia la continuidad del modelo de obrero que se comenzó a disciplinar desde mediados de los años treinta. Y si bien, como lo sostienen Arango (1991) y Farnsworth-Alvear (2000), para los años cincuenta cambian las políticas de bienestar destinadas a favorecer la constitución de familias obreras estables y padres de familia con salarios altos al estilo del sistema fordiano en Detroit, esta concepción de familia no se hace aún presente en los obreros deportistas de Coltejer, y la fábrica se percibe como un todo.

Desde esta lógica, el espíritu deportivo que debía prevalecer en cada competencia era el de la responsabilidad de no defraudar la confianza que en ellos depositaron aquellos que “manejan las riendas del deporte en [la] empresa” (Lanzadera, 1957a, p. 13).  A su vez, se evidencia lo que propuso Arango (1991) al estudiar el caso de Fabricato: que la reproducción de la fuerza de trabajo direccionada desde la empresa buscaba también crear “las condiciones de existencia extra-laboral de la mano de obra que permiten su adecuada reproducción como fuerza de trabajo, es decir su renovación cotidiana y a largo plazo, así como la formación de la fuerza de trabajo futura” (p. 27).

 

 

Conclusiones

 

Al analizar la participación de los obreros de Coltejer en las competencias deportivas de los años cincuenta del siglo XX, se concluye que los trabajadores industriales fueron agentes importantes en los inicios del desarrollo del deporte competitivo en Colombia. Por otro lado, se evidenció que el patrocinio deportivo de Coltejer a sus obreros amateur reprodujo las relaciones de dependencia obrero patronales, al ser las competencias concebidas como un espacio de promoción no solo de la imagen de la empresa sino también del modelo social implantado en la región antioqueña. De este modo, se propone que el deporte actúo como plataforma de visibilidad a nivel nacional del modelo de obrero ideal de la industria textil antioqueña, basado en la eficiencia laboral, la doctrina social cristiana y la contención de los conflictos laborales que exigía la entrega sin límites de los obreros a la empresa como una gran familia.

En cuanto al patrocinio, se concluye que para los obreros de Coltejer hubiera sido difícil alcanzar los triunfos obtenidos sin contar con el respaldo económico y de flexibilización en los turnos de trabajo, En este sentido, se considera pertinente continuar profundizando en estudios sobre la organización del trabajo, el tiempo libre y el patrocinio deportivo en el período de consolidación y declive de la industrialización en Colombia.

 

 

 

 

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Recibido: 04/08/2021

Evaluado: 15/10/2021

Versión Final: 29/11/2021