Patrocinio deportivo y organización del trabajo en
la fábrica Coltejer, 1930-1960
Sports sponsorship and work organization at Coltejer from
1930 to 1960
Janeth Restrepo-Marín
Universidad
de San Buenaventura (Colombia)
janeth.restrepo@usbmed.edu.co
Luis Fernando Castrillón
Quintana
Universidad
de Medellín (Colombia)
Rodrigo Arboleda Sierra
Universidad
de Antioquia (Colombia)
rodrigoarboledasierra@gmail.com
Carlos Agudelo Loaiza
Universidad
de Antioquia (Colombia)
carlos.agudelo1@udea.edu.co
Resumen
El
artículo explora la relación entre control del tiempo
libre, trabajo
fabril y participación de los obreros en competencias deportivas
patrocinadas
por la industria textil. Se plantea que en el período de
consolidación de la
modernización económica en Colombia ocurrida entre 1930 y
1960, confluyen la
organización del trabajo en la fábrica y la
promoción del deporte en los
trabajadores. Como método se sigue la revisión documental
con enfoque histórico
y se propone como estudio de caso la fábrica textilera Coltejer.
El artículo
demuestra que entre las décadas del treinta y cuarenta, las
actividades
deportivas hicieron parte del tiempo de ocio de los trabajadores para
mantener
las buenas condiciones físicas que contribuían con la
eficiencia laboral y la
contención de los conflictos laborales. Esta fase impulsó
la participación de
los obreros en los años cincuenta en competencias deportivas con
patrocinio
industrial. Se concluyó que el campo deportivo reprodujo las
relaciones de
dependencia obrero patronales, a la vez que el patrocinio deportivo de
Coltejer
tuvo dentro de sus intereses la promoción del modelo de conducta
y valores que
orientaban el mundo del trabajo al interior de la fábrica.
Palabras
Clave
Fábrica
Coltejer; organización del trabajo; obreros, patrocinio
deportivo; competencias
deportivas.
Abstract
This
article explores
the relationship between controlling leisure time, factory work and
workers'
participation in textile-industry sponsored sports event. It is
proposed that
in the period of consolidation of economic modernization in Colombia
from 1930 to
1960, the organization of factory work and the promotion of sports
among
workers converged. The method used is a documentary review with a
historical
approach and a textile factory named Coltejer is proposed as a case
study. The
article shows that from the thirties to the forties, sports activities
were
part of the workers' leisure time to maintain good physical conditions
that
contributed to labor efficiency and the containment of labor conflicts.
This
phase boosted workers’ participation in the fifties in sports
events with
industrial sponsorship. It was concluded that the sports field
reproduced
employer-worker dependence relations, and Coltejer's sports sponsorship
was
interested in promoting a model of conduct and values that guided the
work
environment in the factory.
Keywords
Coltejer factory; work organization; workers; sports
sponsorship; sports
events.
Introducción
Sea desde lo
competitivo,
como espectáculo o como símbolo de bienestar y calidad de
vida, en la
actualidad el deporte es una actividad común para ocupar el
tiempo libre. Tan
es así, que la industria del deporte se encuentra consolidada a
nivel global
con múltiples posibilidades de negocios y actores. En
consideración a la
importancia del deporte en la sociedad, desde una mirada
histórica este trabajo
estudia el proceso de participación de los obreros fabriles en
el deporte
amateur en Antioquia, Colombia, y el papel del empresariado como
patrocinador del deporte entre 1930 a 1960, cuando el país
experimentó la
consolidación de la modernización industrial,
específicamente después de la
década del cuarenta.
En la
transformación
económica, social y política que comenzó a
experimentar el país en los años
treinta, el artículo se centra en dos procesos que corren en
paralelo: la organización
del trabajo fabril para el aumento de la productividad y la
promoción de las
prácticas deportivas. Al analizar ambos fenómenos como
parte del proyecto de
modernización industrial, se encuentra como punto de
conexión la adaptación a
la disciplina industrial que, como ocurrió en otros
países, en Colombia
presenta varias etapas en línea con las transformaciones
tecnológicas, la
expansión industrial y las formas de organización del
trabajo.
En este escenario,
el
interés se centra en la interrelación entre el control de
los obreros para el
disciplinamiento requerido por el trabajo industrial y la
promoción del deporte
al interior de las fábricas desde el estudio de la textilera
Coltejer. Empresa
líder ubicada en el Valle de la Aburrá en la
región de Antioquia, que se
convirtió en el epicentro de la industrialización de
Colombia en la primera
mitad del siglo XX.
Este trabajo busca
contribuir desde un enfoque interpretativo en la comprensión de
los intereses
que alentaron el patrocinio empresarial al campo deportivo en la
década del
cincuenta. Así como su apoyo a la participación de los
obreros como amateurs,
en momentos de cambios en la organización del trabajo y
medición de la
productividad como consecuencia de la implantación de la
ingeniería estándar
(Arango, 1991; Mora, 1999; Farnsworth-Alvear, 2000).
Respecto al enfoque
de
entender el deporte como producto de la modernización
industrial, son relevantes los aportes de Richard Mandell (1986)
quien desde una mirada histórico cultural encontró que
el deporte moderno incorporó
conceptos propios de la economía del mercado como
racionalización,
estandarización, precisión en las mediciones,
burocratización,
profesionalización, comercialización, espíritu
competitivo y búsqueda del
triunfo y del récord. En el caso aquí estudiado se
encontró que la influencia
del capitalismo industrial en el deporte moderno no fue solo de
carácter
conceptual y comercial sino también del traslado de las
relaciones y valores
que regían el trabajo en la fábrica.
La
administración
científica de Taylor comenzó a tener una mayor
aplicación en las principales
textileras antioqueñas desde mediados de los años
cuarenta, consolidándose en
la década siguiente. Este tipo de cambios jalonaron
modificaciones en el modelo
de autoridad empresarial que había
predominado en la
primera generación de obreros con mayoría de mano de obra
femenina, centrado en
prácticas paternalistas y en una férrea vigilancia moral.
Precisamente, un
cambio importante para la división y relaciones al interior de
la fábrica fue
que desde 1935 comenzaron a darse transformaciones en la
composición de la mano
de obra que era ahora mixta, para ser en su mayoría masculina en
los años
cincuenta (Arango, 1991; Farnsworth-Alvear, 2000).
Sin
que las diferencias de género sean el foco de este trabajo, es
importante esta mirada porque permite determinar que para los
años cincuenta
las fábricas se encontraban en un proceso de
reorganización de la división del
trabajo y de la medición de la producción que
terminó de consolidar la
concepción del obrero productivo que había iniciado desde
mediados de la década
del treinta.
Al
estudiar el caso de las obreras de Fabricato, Ann Farnsworth-Alvear
(2000) planteó que en la búsqueda de dar cumplimiento a
la encíclica papal Rerum
Novarum, la jerarquía eclesiástica influyó en
los industriales para la
adopción de un estilo paternalista de gestión para
contener el comunismo. Como
parte de su estrategia se crearon sindicatos de corte católico
que mantenían
alejados a los obreros de las ideas y organizaciones de izquierda.
De
acuerdo con Farnsworth-Alvear, después de 1953 el pragmatismo de
la
administración científica y del pago de salarios altos
(fordismo), que también
se aplicaron en Coltejer, logró predominar respecto al
sentimiento religioso.
Como resultado, la imagen cristiana de la empresa comenzó su
declive en la
década del sesenta como consecuencia de la pérdida del
poder de la religión
como elemento de integración identitaria. Concepto que
había sido definido por
Arango (1991), quien antes había ya abordado el caso de las
obreras de
Fabricato, como “la acción de la empresa dirigida a
desarrollar, en sus
trabajadores, una cierta adhesión comunitaria o
identificación con la fábrica,
por medio de mecanismos ideológicos como la identidad religiosa
y
participativos como el sindicato” (p. 27).
No
obstante, se considera que esto no significa precisamente que la
religión dejará de ser un elemento central en la
identidad antioqueña, pues
como lo ha estudiado María Teresa Uribe (2006) las tradiciones
religiosas han
hecho parte del modelo de región que proyectó la
élite antioqueña desde la
independencia, que incluyó aspectos económicos,
políticos, éticos y culturales.
Así mismo, durante
la primera mitad del siglo XX la
religión fue la base del orden social y de los valores
éticos que orientaron el
modelo industrial antioqueño que implantó “un medio
urbano y obrero” totalmente
dependiente de la fábrica (Arango, 1991, p. 36), lo que
difícilmente desaparece
en un corto plazo.
Esto
pudo rastrearse en las fuentes primarias que soportan este
artículo
al evidenciar la continuidad de la moral católica en las
concepciones que se
tenían sobre la conducta que debían seguir los obreros de
Coltejer en las
competencias deportivas. Revistas como Lanzadera, por ejemplo,
replicaban valores propios de la Doctrina Social de la Iglesia
Católica como
lealtad, disciplina, espíritu de trabajo, humildad y sentido del
cumplimiento
del deber.
Sin
embargo, lo anterior no indica que la rígida disciplina moral de
las
relaciones laborales construidas entre 1935 a 1953, según el
período propuesto
por Ann Farnsworth-Alvear (2000), hubieran permanecido estáticas
en los años
cincuenta. Después de todo, desde la década anterior se
evidenciaron ciertas grietas
en el control del tiempo libre tutelado por la Iglesia, al ser asumido
en mayor
medida por la élite industrial en línea con sus intereses
empresariales, como
fue sugerido por Alberto Mayor Mora (1999) en su estudio sobre
ética, trabajo y
productividad en Antioquia.
Método
y estructura del artículo
La
investigación se apoyó
en el método del estudio de caso de la textilera
antioqueña Coltejer que se
fundó en 1908 en la ciudad de Medellín, capital de
Antioquía que, como se
indicó antes, fue la región que lideró el modelo de
desarrollo industrial colombiano.
A partir de mediados de los años treinta la empresa
inició un proceso de
organización del trabajo que implicó el control del
tiempo libre para el
disciplinamiento del obrero fabril. En este proceso, las actividades
deportivas
fueron percibidas como pertinentes para la eficiencia laboral, lo que
en parte
abonó el camino para convertir a Coltejer en empresa
líder del patrocinio
deportivo en los años cincuenta.
Para el desarrollo
de la
investigación se privilegiaron fuentes históricas que
permitieran un acercamiento
a las concepciones de los trabajadores sobre el trabajo y el deporte, y
que a
la vez evidenciaran la reproducción de los valores que
orientaban las
relaciones obrero-patronales en las competencias deportivas
patrocinadas por
los dueños de la fábrica. Desde este enfoque, se
priorizaron las
revistas Lanzadera (números de 1944 a 1960) y el Heraldo
de Coltejer
(años cincuenta), órganos de difusión al interior
de la fábrica que eran
gestionadas por trabajadores. Estos documentos se complementaron con el
rastreo
de prensa y revistas deportivas de la época.
Para el tipo de
patrocinio
que aportaba la fábrica a los obreros amateurs, los
hallazgos fueron
validados con dos entrevistas a antiguos obreros de Coltejer que fueron
patrocinados por la empresa: Honorio Rúa y Ramón Quiroz,
campeones en ciclismo
y atletismo de fondo respectivamente. Es de aclararse que, por
cuestiones de
espacio y delimitación de los resultados, no fueron incluidos
los circuitos
deportivos que realizaba anualmente la empresa para conmemorar los
años de su
fundación, que si bien eran de carácter local en algunos
casos contó con
deportistas de otras regiones del país.
Es importante
aclarar que
como consecuencia de su proceso de expansión, en la
década del cuarenta
Coltejer anexó a su estructura organizacional las
factorías de Sedeco y
Rosellón. Por tal razón, en el artículo se
utilizan indistintamente estos
nombres, aunque algunos patrocinios llevaron el sello Sedeco,
Coltejer-Sedeco o
Rosellón.
En cuanto a la
estructura
del artículo, antes de los resultados se amplían aspectos
sobre la relación de
la práctica del deporte con el control del tiempo libre en la
década del
treinta, a la vez que se aportan ejemplos del inicio del patrocinio
industrial
a los certámenes deportivos a fines de los años cuarenta.
Época en la que el
país estaba experimentado el fenómeno de la
popularización del deporte que
influyó en que se convirtiera en una práctica cotidiana
al interior de las
fábricas, como dan cuenta las competencias que se realizaban
entre los equipos
de las distintas fábricas en disciplinas como el fútbol,
básquetbol y beisbol.
En los resultados,
el
artículo se concentra en los años cincuenta y discute que
la participación de
los obreros en las competencias deportivas dependía del
patrocinio de los
dueños de las fábricas. Este fenómeno, conocido
como deporte industrial,
posibilitó concluir que el campo deportivo reprodujo las
relaciones de
dependencia obrero-patronales construidas en la racionalización
del trabajo
fabril, lo cual está directamente conectado con la
asimilación del deporte
moderno de los valores y mediciones de la economía capitalista.
Tiempo,
actividades deportivas y organización
del trabajo
En la Colombia de
mediados
de los años treinta las principales textileras de la
región de Antioquia
iniciaron un proceso de expansión, importación de
tecnología y racionalización
del trabajo (Montenegro, 2002). Durante
este proceso, los empresarios aplicaron simultáneamente
preceptos cristianos
con algunos principios de la administración científica y
del fordismo, que
tenían como objetivo el aumento de la productividad y la
neutralización de la
lucha de clases (Mora, 1999).
En este contexto, el tiempo libre fue
una
fuente de preocupación de las élites empresariales y
eclesiásticas que
percibieron las formas tradicionales de diversión (consumo de
alcohol, visita a burdeles
y juegos de azar) como riesgo para las buenas costumbres y el
rendimiento en el
trabajo. Este tipo de diversiones fueron objeto de campañas
moralizantes que buscaron promover alternativas
para el
aprovechamiento del tiempo por fuera de la fábrica como la
educación y las
actividades deportivas (Mora, 1999; Archila,1991).
En la
Medellín de los años
veinte los círculos católicos desplegaron la Doctrina
Social Cristina en los
patronatos de mujeres y Centros Obreros, cuyas enseñanzas
tuvieron continuidad
en los sindicatos que actuaron bajo el modelo del sindicalismo
cristiano con
una clara influencia de la Iglesia. Aspecto que en parte permite
entender el bajo
arraigo del sindicalismo de corte comunista en las fábricas
antioqueñas (Mayor, 1999).
La importancia del
uso del
tiempo libre tomó nuevos matices a partir de 1934 debido a la
regulación de la
jornada laboral a ocho horas (Decreto 895 del 26 de abril), que
liberó más
tiempo a los obreros. En sus investigaciones ya clásicas Alberto
Mayor Mora
(1999) y Mauricio Archila (1991) evidenciaron que el escaso
tiempo libre de los obreros se
convirtió en sinónimo de conflicto, por lo que en la
segunda mitad de la década
del treinta la Iglesia antioqueña fortaleció su sistema
de vigilancia para la
construcción de un modelo de trabajador regido por la doctrina
social
cristiana; en medio de un contexto de tensión política,
huelgas laborales y
rebeldía sindical. Este modelo de vigilancia, que contó
con el beneplácito de
los dueños de las fábricas, fue el que Arango (1991)
definió como de
paternalismo y religiosidad que creó todo un sistema para
controlar a los
trabajadores dentro y fuera de la fábrica.
De esta forma,
textileras
como Coltejer y Fabricato trasladaron al interior de la fábrica
símbolos y
tradiciones católicas con fuerte arraigo en la región, lo
que posibilitó la
introducción de la ética del trabajo como deber
religioso. Este cambió fue
jalonado por la expansión de la industria textil, pues a medida
que aumentaba
el número de trabajadores y se complejizaba la división
del trabajo, la
autoridad que ejercían los patronos con su presencia directa en
el lugar de
trabajo ya no era posible. Al extender el control religioso al interior
de las
plantas, la disciplina en el trabajo quedaba ahora resguarda por los
ojos de
Dios (Arango, 1991; Mora, 1999; Farnsworth-Alvear, 2000).
Este proceso
exigió la
transformación de las tradiciones preindustriales que iban en
contra de la
laboriosidad y compromiso en el trabajo, a la vez que
reforzó el sentido de pertenencia
de los obreros para que percibieran la fábrica como una familia
a la que debían
entregarse con fervor y devoción. Creencia que estaba en el
centro de la
cultura antioqueña, caracterizada por su férrea
convicción católica y
conservadora (Archila, 1991).
En lo concerniente
al
control social desde lo deportivo, Jorge Humberto Ruiz (2017)
realizó un
recorrido histórico sobre la aparición del deporte en
Colombia en la primera
mitad del Siglo XX y concluyó que en las clases populares estuvo
asociado a un
mecanismo de desfogue necesario para salir de las rutinas laborales; a
la vez
que fue concebido como elemento moralizador, regenerador y de control
que
alejaba a las personas del ocio, el alcohol y los juegos de azar.
De forma similar, a
partir de la segunda mitad de la década del treinta en
departamentos
como Valle del Cauca y Antioquia se incluyeron las actividades
deportivas como
parte de los dispositivos de control social para disciplinar al obrero
y
promover su buena condición física, a la par que se le
percibía como una
práctica que los alejaba de la violencia política (Mayor,
1999) y bloqueaba los
conflictos obrero-patronales. Un dato que ilustra lo anterior lo ofrece
el
semanario El Obrero Católico que en 1934
reconoció la utilidad de los
“campos de deporte y de juegos físicos” para el buen
uso del tiempo libre de
los obreros (como se citó en Mayor, 1999, p. 304).
Para los
años cuarenta el
uso del descanso dominical en actividades deportivas fue calificado
como
provechoso, en tanto alejaba a los obreros de los vicios y
contribuía en su
buena salud para retomar el trabajo los lunes. Este tipo de
percepciones fueron
descritas en 1944 por un obrero en la revista Lanzadera. Desde
su
visión, el descanso “dedicado a un deporte” otorgaba
al trabajador energía para
regresar “al trabajo con gran voluntad” y facilitaba su
capacidad para resolver
los problemas del día a día; “dando a la empresa en
todos los campos, el justo
rendimiento que les merece”. Para este obrero, el deporte era una
actividad que
permitía lograr la recuperación corporal y mental del
trabajador y les protegía
“de dedicar sus descansos a otras diversiones que arruinan el
cuerpo y el
espíritu” (Lanzadera, 1944a, p. 8).
Lo anterior guarda
conexión
directa con
la complejidad que alcanzó la estructura
organizacional en los años cuarenta gracias al
proceso de expansión y tecnificación que experimentaron
fábricas como
Coltejer. En este escenario,
la fábrica puso a prueba algunos principios
administrativos del
taylorismo para la intensificación de la producción que
antes no eran posibles
por el tamaño reducido de la compañía y el escaso
número de obreros. Este
cambio implicó una nueva reorganización del trabajo que
fue dividido en tres
turnos (Mayor, 1999).
Gracias
a la introducción de nueva maquinaria la textilera Coltejer
triplicó los medios de producción entre 1939 y 1946. Para
este último año, la
empresa contaba con “75.000 mil husos y con los telares
correspondientes y
todos los demás procesos” manufactureros que permitieron
mayor diversificación
productiva, logrando en 1958 su punto máximo de expansión
(Echavarría, 1946, p. 286). Un ejemplo de
lo
anterior es que mientras para 1936 se contaba con 562 obreros y 26
empleados,
para 1945 habían aumentado a 5.880 y 173 respectivamente (Gómez y Puerta, 1942, p. 37).
El caso es que para
los
años cincuenta, cuando los obreros de Coltejer incursionaron
como amateurs
a las competencias deportivas, ya habían asimilado el nuevo
ritmo del trabajo
industrial en un ambiente de tecnificación y de relaciones
obrero-patronales
alejadas de la lucha de clases (Mayor, 1999). Este ideal, que estaba en
la base
de la estructura fabril antioqueña, también fue
compartido por el Estado que
encontró en el deporte un espacio de
fraternidad capaz de promover sentimientos de unidad nacional y
expresión de la democracia (Morales, 2018). Emociones asociadas
con el deporte
que se promocionaron como necesarias para contrarrestar el estallido de
violencia política que enfrentó el país entre 1948
y 1957 como consecuencia del
asesinato del líder caudillista del partido liberal Jorge
Eliécer Gaitán, el 9
de abril de 1948.
Deporte
moderno y patrocinio
industrial
La llegada del
deporte
moderno a Colombia se dio entre fines del siglo XIX y las primeras
décadas del
XX, configurándose hacia 1916 como una nueva práctica
social para el
entretenimiento de la élite en los clubes sociales de las
ciudades capitales,
en las que se practicaban deportes aristocráticos como polo,
tenis y golf (Alfonso, 2012; Quitián, 2013).
Para el resto
de la población el Estado impulsó la educación
física como una actividad con
alto potencial moralizador, higienizador y civilizador capaz de modelar
el tipo
de colombiano que requería la modernización del
país (Ruiz, 2009).
En este contexto,
la
organización estatal del deporte tuvo como fecha de partida el
año de 1925
cuando se inició un proceso de regulación para impulsar
el desarrollo de la
educación física y del deporte en todas las clases
sociales a lo largo del
país. Este desarrollo experimentó una primera fase entre
1925 a 1933 y tomó
fuerza durante los gobiernos liberales (1930-1946), que concibieron las
pasiones atléticas como expresión de modernidad y avance
tecnológico. La figura 1 detalla algunas
de las regulaciones estatales que sentaron las bases para la
organización del
deporte en Colombia.
Figura 1
Ejemplos legislación deportiva, Colombia
(1925-1938)
Ley |
Descripción |
Ley
80 de 1925 |
Se
creó la Comisión Nacional de Educación
Física para reglamentar la educación física y los
deportes |
Decreto
1528 del 25 de junio de 1936 |
Creación
del Instituto Nacional de Educación Física y del
Comité Olímpico Colombiano |
Decreto
2216 de 3 de diciembre de 1938 |
Reguló
la creación de deportes y se crearon tres tipos de asociaciones:
nacionales, Ligas departamentales y Comités Municipales de
Deportes compuestos principalmente por clubes locales |
Decretó
que solo las organizaciones reconocidas podían organizar
actividades deportivas |
|
Se
clasificaron los deportes en 16 categorías |
Nota: elaboración
propia (2021).
A mediados de los
años
treinta, las políticas para popularizar la cultura y el deporte
contaron con el
apoyo de agentes privados que promovieron el acceso de las clases
populares al
consumo de espectáculos deportivos. En el ámbito
político se destacó la Ley 80
de 1925 que ordenó la construcción de campos deportivos
en las principales
urbes. Para la década del veinte, en ciudades como
Medellín los espacios que
predominaban eran la plaza de toros y el hipódromo que estaban
destinados para
el disfrute de las élites. Para esta
época, los primeros lugares públicos que se adecuaron
como
canchas de fútbol fueron espacios verdes ubicados en diversos
sectores de la
ciudad. No obstante, después de los años treinta los
dueños de las fábricas
construyeron canchas en los barrios obreros y promovieron actividades
deportivas para ocupar el tiempo libre de los trabajadores, sus
familias y
vecinos de barrios circundantes (Martínez, 2018).
En cuanto al sector
empresarial, las asociaciones de obreros contribuyeron a popularizar el
deporte
al interior de las empresas al solicitar la promoción de los
deportes entre los
empleados, la construcción de los espacios requeridos y el
patrocinio de
certámenes deportivos (Morales, 2018). Todo esto causó
cambios en la
organización de la práctica deportiva que pasó de
clubes sociales cerrados a
ligas y federaciones (Morales, 2018).
En lo que concierne
al
patrocinio empresarial, un cambio relevante ocurrió a fines de
la década del
cuarenta cuando hombres de negocios, casas comerciales e
industriales empezaron a apoyar la
realización de eventos deportivos y a patrocinar a sus
trabajadores en las
competencias. Un acto inaugural ocurrió a
inicios de 1949 en Bogotá, cuando la
Federación Industrial y Comercio Deportivo (FEINCO)
promovió los deportes entre
empleados públicos y trabajadores industriales. Un evento
importante fue la
promoción de competencias de ciclismo urbano para los obreros
que fue imitado
por otras industrias en Bucaramanga, Medellín y Cali (Morales,
2018). En este
tiempo se dio inicio a lo que fue denominado por la prensa de la
época como:
“ciclismo industrial” y “carreras de la
industria”, para definir las
competencias organizadas y promocionadas por las casas industriales.
Otro ejemplo lo
ofreció en
Medellín la Asociación Nacional de
Industriales (ANDI) que patrocinó el 29 de mayo de 1949 la
carrera ciclística: Doble
Medellín-Caldas a la que se inscribieron 208 participantes.
Una
particularidad de este deporte es que, a diferencia del
fútbol y el
tenis que habían sido exclusivos de la élite, el ciclismo
comenzó como un
deporte popular.
En una
publicación sobre
los escarabajos de la Vuelta a Colombia, Rafael Duque (1984)
explicó que la práctica de deportes como boxeo, ciclismo
y
atletismo por personas humildes se facilitó porque no
requerían de implementos
o escenarios costosos. El ciclismo, por ejemplo, era practicado con el
instrumento de trabajo o con el medio de transporte de los
trabajadores,
mientras que el atletismo solo requería de fuerza en las
piernas. De hecho, en
uno de los números de 1957 de Lanzadera se
escribió que antes de 1949
las bicicletas eran usadas como medio de transporte por algunos
empleados de
fábricas o como máquina de trabajo de mensajeros de
tiendas, “farmacias,
almacenes y carnicerías” (Lanzadera,
1957c, p.
12).
No en vano, la
carrera
promocionada por la ANDI hizo principalmente eco en los trabajadores
que tenían
bicicleta pese a no ser de carreras” (Lanzadera,
1957c, p. 12)”. Con este tipo de acontecimientos
cambió la percepción de
los trabajadores sobre el uso de la bicicleta, considerándola una máquina deportiva que podía llevarlos
“a
cualquier parte, siempre y cuando se contara con buenas piernas y el
coraje
indispensable en suficiencia” (Lanzadera,
1957c, p. 13).
Y si bien en los
años
cuarenta el ciclismo ya se había posicionado en el país,
en 1950 el
departamento de Antioquia aún no contaba con Liga de ciclismo.
Sin embargo,
después de la Primera Vuelta a Colombia en bicicleta celebrada a
comienzos de
1951, se reestructuraron los clubes de ciclismo con el predominio del
Club
Coltejer. Una prueba de éxito es que luego de la Vuelta a
Colombia de 1952 los
ciclistas antioqueños estuvieron a la cabeza de una nueva
generación de
campeones amateurs que perduró durante toda la
década. En este tiempo,
el deporte en Coltejer alcanzó una amplia dimensión con
el patrocinio de sus
obreros en disciplinas individuales dentro de las que destacaron
ciclismo,
tenis y atletismo, y en deportes de conjunto como béisbol.
Resultados
Coltejer y el
patrocinio
deportivo
El
nombre de Coltejer comenzó a figurar en las competencias de
ciclismo en la Doble
Medellín – Caldas que financió la ANDI en mayo
de 1949. Pedro Nel Gil,
mecánico electricista de la filial Sedeco ocupó el
segundo puesto y pasó a las páginas
de la historia deportiva como pionero del ciclismo en Antioquia. Gil
participó
en las dos primeras vueltas a Colombia (1951 – 1952) y en ambas
ocupó la
tercera posición. En las siguientes Vueltas integró el
equipo de apoyo del Club
Ciclístico de Coltejer en calidad de mecánico.
Este fue el inicio
de casi
una década de triunfos deportivos de este Club que aportó
la base de los
pedalistas de Antioquia para la Vuelta a Colombia, uno de los
espectáculos
deportivos más importantes en esa época. Coltejer
también se destacó en
atletismo de fondo con Ramón Quiroz y en tenis de campo con
Carlos Restrepo y
William Álvarez. En la figura 2 se
incluyen algunos de los certámenes deportivos en los
que participaron obreros patrocinados por Coltejer y los
reconocimientos que
alcanzaron, con la primacía del ciclismo con el
pentacampeón de la Vuelta a
Colombia, Ramón Hoyos Vallejo.
Obreros
patrocinados por
Coltejer en competencias deportivas, 1949 – 1959
Nota: elaboración
propia (2021).
Al rastrear los
intereses
deportivos de la textilera Coltejer emerge como figura clave Carlos J.
Echavarría, quien estuvo al frente de la gerencia entre 1940 y
1961, tiempo en
el que dirigió la expansión de la empresa familiar. Para
la línea de análisis
que aquí interesa, se destaca el perfil de deportista de Carlos
J. Echavarría
que fue campeón nacional senior de tenis en 1932, 1933, 1935 y
1938. Así mismo,
participó como presidente de la Asociación Colombiana de
Tenis (1932), fundó la
Liga de Tenis de Antioquia (1933) y ocupó la vicepresidencia del
Comité
Olímpico Colombiano (1936). Además, donó canchas
de tenis y patrocinó
competidores contratándolos como trabajadores de Coltejer (Vea Deportes, 1965, p. 8). A la par, promovió
la construcción de espacios deportivos en las instalaciones de
la fábrica y en
los barrios construidos para sus obreros.
No es entonces
fortuito que
durante su gerencia se propusiera como meta convertir a Coltejer en
empresa
líder del deporte nacional, como quedó consignado el
día 7 de noviembre de 1944
en la revista Lanzadera (1944d).
Proyección que respaldaron los
trabajadores que observaban complacidos el apoyo que brindaba el
señor gerente
al deporte y vaticinaron que “en un futuro no muy lejano”
los empleados y
obreros podrían contar con espacios para entrenamientos y
torneos que ubicaran
a la compañía en lo más alto del deporte en el
país (Lanzadera, 1944a, p. 8).
Pese a este
liderazgo, en
la revisión de las Actas de Junta Directiva de 1945 a 1961 no se
registraron
decisiones relacionadas con el deporte. Precisamente, ante el
vacío de
información se triangularon las demás fuentes consultadas
y se emergió como
hipótesis de trabajo que la afinidad de Carlos J.
Echavarría con los deportes
influyó en el patrocinio de Coltejer a las diversas actividades
y espacios
deportivos. De igual forma, se infiere que el patrocinio de los obreros
fue
manejado directamente por el Club de Deportes y la Gerencia. De hecho,
en las
entrevistas realizadas a Honorio Rúa y Ramón Quiroz,
ambos destacaron el papel
que cumplió Carlos J. Echavarría para que los obreros
pudieran compaginar el
trabajo con el deporte.
En el
apoyo de Coltejer al
deporte también pudo influir las políticas de incentivos
y el pago de salarios
altos que estaban presentes en el modelo industrial que estaba
aplicándose en
los años cincuenta tanto en Coltejer como en Fabricato (Arango,
1991). A manera
de ilustración, en las Actas de Junta se registraron auxilios
para compra de
vivienda, atención médica y odontológica,
programas de restaurantes y
dormitorios, préstamos de dinero y apoyo para el acceso a
medicamentos.
En cuanto a la
vinculación
laboral a la empresa, el rastreo documental evidenció que no
todos los obreros
que compitieron en representación de Coltejer habían
estado antes empleados en
la fábrica. En algunos casos fueron contratados precisamente por
ser promesa
deportiva y el ofrecerles contratación hacía parte del
patrocinio para asegurar
su estabilidad económica. Algunos ejemplos fueron los tenistas
Carlos Restrepo
y William Álvarez. En el caso del primero, antes de ser
trabajador de la
textilera había ganado varias competencias y tras ganar el
Campeonato Nacional
de Medellín, en el que se jugó la copa Coltejer, Carlos
J. Echavarría “lo llamó
a trabajar en la empresa” (Lanzadera, 1944a, p.
8).
De la misma manera,
en la
entrevista concedida Ramón Quiroz afirmó que en sus
inicios como deportista
trabajaba en la empresa Postobón de la que tenía
patrocinio; pero cierto día en
el Estadio Deportivo de la ciudad se le acercaron dos personas muy
elegantes
que lo invitaron a trabajar en Coltejer y le ofrecieron lo necesario
para
seguir compitiendo. Quiroz recuerda que hacer parte del Club de
Deportes
Coltejer significaba ser “un niño mimado” porque
la empresa
facilitaba las mejores condiciones para los entrenamientos y
competencias.
Lo
cierto es que para los años cincuenta el deporte logró
consolidarse en
la fábrica con equipos
de ciclismo, fútbol, ajedrez, atletismo, béisbol y
baloncesto. Para esta década
los obreros contaron con patrocinio para participar en torneos y
competencias
de tipo departamental, nacional e incluso internacional. Sin ser
general para
todas las categorías y eventos, el patrocinio cubría
uniformes, equipamiento,
construcción de espacios para la práctica deportiva,
desplazamientos y
entrenadores. Así da cuenta uno de los números del Heraldo de Coltejer (1955a) que
describió de esta forma el apoyo al equipo de fútbol:
COLTEJER,
en materia deportiva, ha obrado siempre con increíble
generosidad, sin ahorrar
ni un centavo, sin reparar en esfuerzos de ninguna clase. Por eso su
equipo
dispone de todas las facilidades para cumplir su misión, desde
la inteligente y
acertada dirección de un alto empleado, el entusiasta Javier
Jiménez, hasta la
más insignificante dotación. Porque, efectivamente, el
equipo no tiene
problemas: disfruta de hermosos uniformes, de implementos de toda
índole, de
servicio médico, de entrenador, de tiempo suficiente para la
realización de las
prácticas y de los encuentros y de estímulo moral -que
vale mucho- de toda la
empresa. (p.20)
Para el caso del
patrocinio
al ciclismo, en 1957 la empresa contaba con un equipo permanentemente
de 18
ciclistas entre consagrados y en ascenso. La coordinación estaba
a cargo del
Club Ciclístico Coltejer-Sedeco que tenía como entrenador
exclusivo al
argentino y exciclista Roberto Guerrero. Además de tener dentro
de su inventario
cuarenta bicicletas de distinta clase, el Club disponía de
cuatro “camionetas
acompañantes, fuera del tren de mecánicos y
alimentadores” (Lanzadera, 1957c, p. 13).
Cabe aquí resaltar
que en la Vuelta a Colombia de 1957 el equipo de Coltejer fue uno de
los más
numerosos con cuatro pedalistas y un equipo de 15 personas.
Equipo de Coltejer en uno de
los
recorridos de la Vuelta a Colombia de 1955. Heraldo de
Coltejer (1955b, p. 8).
Dadas sus
condiciones
económicas, los obreros dependían de sus patronos para
poder participar en
eventos de alto costo como la Vuelta a Colombia. Esta afirmación
se puede
corroborar en fuentes de la época que describen lo
difícil que era conseguir
patrocinio para este evento. Incluso era algo que se le dificultaba a
la Liga
Departamental que tenía como una de sus funciones la de ayudar a
conseguir el
patrocinio, debido precisamente a los altos costos. El valor del
patrocinio a
este certamen deportivo quedó así consignado en la
revista Lanzadera (1957c):
el
patrocinio de un
corredor cuesta, sin exagerar, un ojo. Cada ciclista, en la Vuelta a
Colombia,
precisa cuatro bicicletas, con diferentes tipos de aros y tubulares,
ropas
variadas, repuestos en cantidades industriales, y tres individuos
acompañantes,
además de una camioneta en óptimas condiciones:
alimentador, mecánico y chofer.
Esto sin contar viáticos, sueldos, desgaste de equipo, etc.
(p.13)
Al tratarse de
deportistas amateurs,
los triunfos en los campeonatos no representaban premios en dinero y
cuando se
daban no eran tan significativos como para poder vivir solo del
deporte. En
varias oportunidades la prensa puso en circulación debates sobre
la pertinencia
del pago a los ciclistas que comenzó a generar cambios en la
actitud de los
competidores. En 1955, por ejemplo, el periódico conservador de
Antioquia, El
Colombiano, apoyó los reclamos de los pedalistas que
exigían una mayor
recompensa y sugerían que para una competencia como la Vuelta a
Colombia se
establecieran “grandes premios en metálico como un pago
justo a los triunfos
alcanzados”. Para algunos periodistas deportivos era una necedad
el que se les
pidiera a los pedalistas aceptar “todos los sacrificios en forma
romántica” (1955, p. 4). Esta
discusión en parte se debió
a la decisión que tomó en la Primera Vuelta a Colombia la
Asociación Nacional
de Ciclismo de prohibir los premios en dinero, para evitar que los
ciclistas
perdieran la condición de amateurs (Morales, 2018).
La tensión
entre la figura
del amateur y el profesionalismo también fue abordada en
la entrevista
realizada a Honorio Rúa, quien sostuvo que el
pentacampeón Ramón Hoyos Vallejo
expresó en 1958 al gerente Carlos J. Echavarría su deseo
de obtener mayor retribución
económica, dados sus resultados deportivos a título
personal y de la empresa.
Según el entrevistado, esta petición no fue bien recibida
por el gerente y no
se llegó a ningún acuerdo.
Sobre los
beneficios que
obtenían los obreros por los triunfos en las competencias,
Rúa afirmó que si
bien no les significó una mayor remuneración en salario,
contaban con
privilegios al momento de la asignación de viviendas como
ocurrió con Ramón
Hoyos a quien “le dieron casi que regalada la
casa".
Sin embargo, para
inicios
de los años sesenta se evidenciaron cambios en la
organización del deporte en
Coltejer que significaron la pérdida de su liderazgo deportivo.
En efecto, en
1961 por primera vez la Vuelta a Colombia no contó con la
participación de
representantes de la textilera. En la revista Lanzadera se
publicó que
esta decisión se debió a “razones que la Junta
Directiva de la empresa
consideró justificables”, a la vez que indicaban que
Carlos J. Echavarría había
declarado que Coltejer continuaría “patrocinando su equipo
en los próximos
eventos”. Paralelo a este acontecimiento, la revista
informó que con
posterioridad a este anuncio se produjo “la renuncia de
Ramón Hoyos Vallejo,
como servidor de Coltejer” (Lanzadera, 1959, p.
16).
Reproducción
en el deporte
de las relaciones de dependencia obrero-patronales
A medida que se
institucionalizó el patrocinio deportivo de Coltejer y que
competencias como la
Vuelta a Colombia subieron de nivel, los obreros se percibieron como
privilegiados al ser conscientes del costo del patrocinio.
También se
reconocían ciertas ventajas indispensables para un buen
desempeño al poder
realizar algunos desplazamientos en avión, contar con bicicletas
de repuesto y
de alta calidad, tener entrenador, mecánico, alimentador y
piezas de repuesto
suficientes para los daños en la ruta.
Este tipo de
percepciones
están relacionadas con el hecho de que en los años
cincuenta se incorporaron entrenamientos con
mediciones científicas, lo que significó que competencias
como la Vuelta a
Colombia fueran más estrictas en cuanto a las exigencias
técnicas, aplicación
del reglamento y adecuado uso de equipamiento (Morales, 2018). Todo
esto
contribuyó a aumentar los costos de participación, que en
esta competencia
implicaba gastos como desplazamientos de
los pedalistas y su equipo de apoyo, hospedaje, alimentación,
pago de entrenadores, compra de piezas de repuesto y de bicicletas de
carreras
aptas para las condiciones geográficas del recorrido (Morales
2018; Duque,
1984).
Es de anotar que
para los
años cincuenta las entidades gubernamentales responsables de la
organización
del deporte en el país solo cubrían algunos gastos
generales en los eventos
nacionales, a la vez que se presentaban dificultades para cumplir con
el
presupuesto requerido para participar en las competencias
internacionales
(Morales, 2018). En este punto es pertinente recordar que hasta los
años
setenta en Colombia no era posible hablar de deportistas profesionales,
salvo
en el fútbol que se había profesionalizado a fines de los
años cuarenta.
Junto con los
costos
económicos, la participación de los obreros en eventos
deportivos también
dependía de los permisos concedidos en la fábrica para
compaginar el trabajo
con el entrenamiento y participación en los eventos. En la
entrevista que
concedió Ramón Quiroz, afirmó que la empresa era
flexible al momento de
organizar los turnos laborales de modo que pudieran cumplir con sus
jornadas
deportivas, lo que le posibilitó llegar a ser parte de la
élite del atletismo
de fondo en la Colombia de los años cincuenta.
Con relación
al patrocinio,
en las fuentes consultadas se encontró que los obreros
sentían el deber de
agradecer el apoyo a la empresa cosechando triunfos, para de esta forma
contribuir en su exaltación a nivel nacional.
Así lo demostró un obrero del salón de
Hilados de Rosellón en una carta
de agradecimiento publicada en Lanzadera de 1944, al reconocer
el
compromiso que tenía su equipo en “cosechar muchos
triunfos para ser merecedor
de la confianza y aprecio de los que apoyan”. A
continuación, recordaba que
estaban a la espera de “la pronta terminación del campo,
que la misma empresa
está construyendo”. La carta finalizaba con la
descripción de los beneficios
del deporte para la empresa en tanto “ayuda al desarrollo
físico del individuo,
mantiene sano el organismo, siendo por lo tanto más apto para el
desempeño de
sus funciones y el cumplimiento de sus deberes” (Lanzadera,
1944c, p. 8).
En lo competitivo,
otra
constante fue que los deportistas agradecieran a Coltejer y
reconocieran que
sin su apoyo habría sido difícil lograr el triunfo. Tras
ganar la Vuelta a la
Costa en 1955, Juan Esteban “pantalla” Montoya
afirmó en una entrevista que
“obtener tantos éxitos” no sería posible sin
el “apoyo de Coltejer” (El Heraldo
de Coltejer, 1955a, p. 20).
Al reproducir una
nota del
diario El Espectador sobre los resultados de los ciclistas de
Coltejer
en la Quinta Vuelta a Colombia, que dejó como campeón a
Ramón Hoyos y
subcampeón a Honorio Rúa, en la revista Lanzadera
se publicó que los
triunfos fueron posibles tanto por “el aporte del elemento
humano” pero también
por el apoyo financiero de la textilera (Lanzadera, 1957b, p. 15).
En coherencia con
los
valores del capitalismo industrial, el patrocinio deportivo estaba
medido por
la eficiencia representada en el
triunfo. En la
entrevista realizada al campeón en ciclismo Honorio Rúa,
aparte de confirmar el
respaldo de Coltejer en lo deportivo, advirtió que para lograr
más apoyo debían
sobresalir en las competencias. De esto se infiere que pese al estatus
que
tenían los obreros deportistas dentro de la empresa,
debían comportarse igual
que en el trabajo: esforzarse para cumplir las metas de
producción que en el
deporte se convertía en obtener el récord deportivo.
Al recordar su
tiempo como
obrero y ciclista, Rúa reconoce que era muy duro para ellos
cumplir con el
trabajo y las prácticas deportivas, pues después de
largas competencias de un
fin de semana, por ejemplo, tenían que volver “a trabajar
en el turno
correspondiente”. Sobre los permisos, afirmó que no les
fue posible obtener
mayor flexibilidad de la fábrica distinta a la de organizar los
turnos, de modo
que pudieran hacer compatible el trabajo y el deporte. En cuanto a los
permisos, sostuvo que debían gestionarse directamente con la
Gerencia y era el
mismo Carlos J. Echavarría el que organizaba los horarios.
Respecto al tiempo,
la
percepción de los trabajadores era precisamente que el
patrocinio también
implicaba sacrificios para la empresa pues aparte de asumir los costos
de “su
patrocinado durante todo el año”, la fábrica
debía “emplearlo con fines de
trabajo muy poco tiempo, pues el ciclista se la pasa entrenando
continuamente.
A esto se le suma que cuando no se encuentra en fase de
preparación es porque
“está participando o reponiéndose de una
participación reciente” (Lanzadera, 1957c,
p. 13).
El deporte como
reproductor
del elemento humano de la fábrica
La dependencia de
los
obreros del patrocinio de la empresa para participar en las
competencias, trasladó al campo deportivo
las relaciones de subordinación que orientaban el mundo del
trabajo que tenían
como base la lealtad hacia la empresa, la vocación de sacrifico
y el
rendimiento en el trabajo. De la misma forma, estas competencias fueron
aprovechadas por las directivas de Coltejer para
promover
los valores del obrero ideal fabril. Aspecto que
hacía parte del
modelo industrial antioqueño que buscaba el control de los
obreros a nivel
regional y el fortalecimiento de la identidad católica como
forma de
integración (Arango,
1991;
Farnsworth-Alvear, 2000).
En efecto, más allá de la
técnica y el talento, en las
participaciones deportivas se esperaba que las buenas prácticas
fomentadas al
interior de la fábrica se mantuvieran firmes y se hicieran
visibles. Por lo
general, la adaptación al proceso productivo por parte de los
obreros logra
rastrearse en las descripciones sobre su conducta al momento de las
competencias. En la Vuelta a Colombia de 1957 al hablar de las
cualidades que
hacían único a Ramón Hoyos, por ejemplo, Pedro Nel
Gil sostuvo que antes que lo
físico o la capacidad de superación, sus principales
atributos eran de orden
moral y ético (Lanzadera, 1957c, p. 13).
De igual forma, previo a las competencias la empresa alentaba a los
ciclistas
con mensajes en los que publicitaban el patrocinio, a la vez que
exaltaban el
esfuerzo de sus trabajadores. La siguiente propaganda de la Vuelta a
Colombia
de 1953 permite ejemplificar lo anterior (figura 4):
Pedro Nel Gil y Ramón Hoyos antes de iniciar la
3ra Vuelta a Colombia,
1953. La transcripción de la publicidad es: “COLTEJER
y SEDECO
patrocinan la participación en la vuelta a Colombia de dos
trabajadores de sus
fábricas, verdaderos ejemplos de constancia, de valor y de alto
espíritu
deportivo en Colombia: PEDRO NEL GIL, mecánico electricista de
SEDECO y RAMÓN
HOYOS, mecánico de hilados de COLTEJER”. El colombiano,
24 de febrero de
1953, p.5.
La entrega total y
compromiso en el trabajo, al igual que la fidelidad a la empresa y la
obediencia al patrón, estaban presentes en las narrativas que
publicitaban los
trabajadores en Lanzadera, como se dejó constancia en
uno de sus números
de 1957. Allí se exaltaban los valores que posibilitaban a los
competidores
otorgarle el triunfo a la empresa mediante la disciplina, el
sacrificio, la
perseverancia y la resolución de los problemas.
En otro de los
números de
1957, se describió a Ramón Hoyos como un
“símbolo de la capacidad de los
servidores de COLTEJER en los distintos campos de la actividad
humana” y se
aclaraba que no era una excepción pues eran varios los
trabajadores capacitados
“para destacarse ante el país” (Lanzadera,
1957d, p. 14). De Honorio Rúa de Sedeco se
reconocía que el triunfo era
una recompensa “a su esfuerzo y a su denodada voluntad de
lucha”. Acto seguido,
se nombraba a los servidores de Coltejer como parte de una “gran
familia”, cuyo
éxito en la competencia evidenciaba las “buenas
condiciones de trato ante la
sociedad que distinguen al personal de la empresa y al sentido de la
disciplina
que ya es característico de todos sus servidores” (Lanzadera, 1957d, p. 14).
Como cualidad
principal de
los Coltejerianos se incluyó el sentido de abnegación y
su capacidad de no
quejarse. Esto último lo ejemplificaron con los mecánicos
y alimentadores del
equipo de apoyo, que pese al agotamiento de la jornada siempre
“estuvieron
listos para rendir […] sin que saliera de sus labios una palabra
de protestas y
sin que se reflejara en sus rostros la más leve huella de
cansancio” (Lanzadera, 1957d, p. 14).
El deporte actuaba
entonces
como un canal de reconocimiento en lo público de los valores
forjados como
necesarios para la eficiencia del obrero industrial que estaba
“preparado para
sortear los más severos compromisos” (Lanzadera,
1957d, p. 14). Obtener el triunfo era poner en alto el nombre de
la
empresa a través de un camino de abnegados sacrificios. Para los
trabajadores,
el deporte se concebía como un campo de lucha en el que
debían responder con
esfuerzo, honor y lealtad al apoyo que recibían de la
fábrica (Lanzadera, 1957b, p. 15).
En la dualidad del
obrero/deportista, quedaba claro que se era primero trabajador y como
subordinados se debían a la empresa. En una entrevista realizada
en Lanzadera
a Carlos Restrepo, campeón nacional de tenis que trabajaba en el
salón de
telares, al preguntársele por sus aspiraciones respondió
que antes que nada
deseaba ser el mejor trabajador de la empresa. Y tras reconocer que
“al
principio trabajaba a media máquina, sin poner todo el conato de
su voluntad en
la obra que realizaba”, en un acto de firmeza cierto día
decidió “tomar muy
apecho su trabajo” y había logrado encontrar “en el
trabajo acabado una
compensación agradable del esfuerzo sufrido”. En este
proceso se apoyó en la
voluntad que aplicaba en el deporte. Al preguntársele por su
trabajo respondió
que era muy interesante y que pese a los “esfuerzos y sacrificios
incontables”
que exigía el deporte, todo “se compensa en el entusiasmo
de la sana emulación”
entre el deporte y el trabajo. En consecuencia, buscaba no
“ahorrar esfuerzos
ni sacrificios” para convertirse en el primer trabajador de
Coltejer” (Lanzadera, 1944b, p. 4).
Sobre esta
intención la
revista aclaraba que ser el campeón en el trabajo era un lugar
de alta
competencia porque en la fábrica eran millares los hombres
“esforzados que participan
en el mismo campeonato”, caracterizados por su empeño en
el trabajo en tanto
les proporcionaba emoción y “novedad cada día,
igual que el deporte” (Lanzadera, 1944b, p. 4).
Dentro de la misma
línea, en una entrevista para el Heraldo de Coltejer
Honorio Rúa,
revelación del ciclismo en 1954 que ingresó al año
siguiente como ayudante
mecánico de la sección de tintorería en Sedeco,
respondió que su aspiración en
lo deportivo era consolidarse como uno de los mejores ciclistas del
mundo. En
cuanto al trabajo, confesó que su deseo era aprovechar todas sus
capacidades
para “llegar a ser uno de los mejores mecánicos de la
empresa” (El Heraldo de Coltejer, 1955b, p. 20).
Cabe destacar que
en la
comparación que se hacía del trabajo con un campeonato,
en el que cada persona
trabajaba a toda máquina para conseguir el triunfo de ser el
mejor trabajador
de la empresa, no se estable una separación entre el trabajador
y el
deportista. Aun así, en ambos roles la empresa sigue siendo la
familia a la que
se consagra los esfuerzos y sacrificios. En ejemplos como estos, se
evidencia
la continuidad del modelo de obrero que se comenzó a disciplinar
desde mediados
de los años treinta. Y si bien, como lo sostienen Arango (1991)
y Farnsworth-Alvear
(2000),
para los años cincuenta cambian
las políticas de bienestar destinadas a favorecer la
constitución de familias
obreras estables y padres de familia con salarios altos al estilo del
sistema
fordiano en Detroit, esta concepción de familia no se hace
aún presente en los
obreros deportistas de Coltejer, y la fábrica se percibe como un
todo.
Desde esta
lógica, el
espíritu deportivo que debía prevalecer en cada
competencia era el de la
responsabilidad de no defraudar la confianza que en ellos depositaron
aquellos
que “manejan las riendas del deporte en [la] empresa” (Lanzadera, 1957a, p. 13). A
su vez, se evidencia lo que propuso Arango (1991) al estudiar el caso
de
Fabricato: que la reproducción de la fuerza de trabajo
direccionada desde la
empresa buscaba también crear “las condiciones de
existencia extra-laboral de
la mano de obra que permiten su adecuada reproducción como
fuerza de trabajo,
es decir su renovación cotidiana y a largo plazo, así
como la formación de la
fuerza de trabajo futura” (p. 27).
Conclusiones
Al analizar la
participación de los obreros de Coltejer en las competencias
deportivas de los
años cincuenta del siglo XX, se concluye que los trabajadores
industriales
fueron agentes importantes en los inicios del desarrollo del deporte
competitivo en Colombia. Por otro lado, se evidenció que el
patrocinio
deportivo de Coltejer a sus obreros amateur reprodujo las
relaciones de
dependencia obrero patronales, al ser
las competencias concebidas como un espacio de promoción no solo
de la imagen
de la empresa sino también del modelo social implantado en la
región
antioqueña. De este modo, se propone que el deporte actúo
como plataforma de
visibilidad a nivel nacional del modelo de obrero ideal de la industria
textil
antioqueña, basado en la eficiencia laboral, la doctrina social
cristiana y la
contención de los conflictos laborales que exigía la
entrega sin límites de los
obreros a la empresa como una gran familia.
En
cuanto al patrocinio, se concluye que para los
obreros de Coltejer hubiera sido
difícil alcanzar los triunfos obtenidos sin contar con el
respaldo económico y
de flexibilización en los turnos de trabajo, En este sentido, se considera pertinente continuar
profundizando en estudios sobre la organización del trabajo, el
tiempo libre y
el patrocinio deportivo en el período de consolidación y
declive de la
industrialización en Colombia.
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Recibido:
04/08/2021
Evaluado:
15/10/2021
Versión
Final: 29/11/2021