Luz Ainaí Morales-Pino

Memorias restaurativas, saberes subyugados y tensiones en las escrituras de guerra Mercedes Cabello de Carbonera, Clorinda Matto de Turner y Virginia Gil de Hermoso

Restorative Memories, Subjugated Knowledge, and Tensions within Mercedes Cabello de Carbonera, Clorinda Matto de Turner and Virginia Gil de Hermoso’s Writings on War

Luz Ainaí Morales-Pino

Pontificia Universidad Católica del Perú (Perú)

https://orcid.org/ 0000-0001-9339-5731

lmoralesp@pucp.edu.pe

Resumen

Este trabajo analiza los textos literarios y ensayísticos de tres escritoras latinoamericanas de entre siglos: Mercedes Cabello de Carbonera (Moquegua, 1845- Lima, 1909), Clorinda Matto de Turner (Cusco, 1852- Buenos Aires, 1909) y Virginia Gil de Hermoso (Coro, 1856-1912), los cuales convergen en abordar temáticas relacionadas con la guerra. En estas obras, las autoras vehiculizan una serie de saberes subyugados que visibilizan heroicidades alternativas, la agencia política de sujetos minorizados (mujeres, indígenas y campesinos) y la propuesta de masculinidades modélicas tensionales respecto a las privilegiadas por el sistema patriarcal. Así, los textos confrontan los proyectos hegemónicos de nación y modernidad a los que representan en clave de decadencia, mientras posibilitan la configuración de memorias restaurativas erigidas en resistencia frente al discurso histórico-letrado y el labrado de pasajes para el tránsito de estos grupos olvidados a la modernidad. Empero, la lectura de estos textos de denuncia y reivindicación desde una perspectiva interseccional también visibiliza los silencios y las tensiones de estas agendas y, contribuye a una visión crítica sobre el complejo mapa de las escrituras de mujeres sobre guerra en el periodo.

Palabras Clave

mujeres y guerra, escritoras latinoamericanas; siglo XIX,; feminismo; saberes subyugados; “El patriotismo de la mujer”; “La vuelta del recluta”; “El recluta”; Clorinda Matto de Turner; Mercedes Cabello de Carbonera; Virginia Gil de Hermoso.

Abstract

This paper analyzes the texts (narrative and essay) of three Latin American women writers from the turn of the century: Mercedes Cabello de Carbonera (Moquegua, 1845- Lima, 1909), Clorinda Matto de Turner (Cusco, 1852- Buenos Aires, 1909) and Virginia Gil de Hermoso (Coro, 1856-1912). Amid their differences, these works converge in the topic of war. Moreover, they shed light on subjugated knowledge that fosters alternative forms of heroism, while making feasible the political agency of subaltern subjects (women, indigenous peoples, and farmers) and the advent of counter normative masculinities. By doing so, they not only confront the patriarchal system, but also the hegemonic projects of nation and modernity, portrayed in these texts as decadent and failed. Thus, they pave the way for the articulation of restorative memories that resist and confront the hegemonic historical discourse, while promoting paths for these minorized groups’ transit into modernity. However, an intersectional reading of these texts, with their claims and vindications, also reveals the silences and tensions of their agendas. Delving into these problematics contributes to a critical perspective of women writings on war in the turn of the century.

Keywords

Women and war; 19th century; Latin American women writers; feminism; “subjugated knowledge”; “El patriotism de la mujer”; “La vuelta del recluta”; “El recluta”; Clorinda Matto de Turner; Virginia Gil de Hermoso.

“La guerra la relatan las mujeres. Lloran. Su canto es como el llanto”

(Svletana Alexiévich, 2015 [1985], 5)

La guerra constituye un asunto patriarcal por excelencia. Las acciones y figuras destacadas en estos eventos y sus relatos corresponden, por lo general, a figuras varoniles en quienes es tácita la relación entre patriotismo, acción y virilidad (Miseres, 2019, 305-306; Peluffo, 2019, 23-25). Al igual que el discurso histórico-letrado hegemónico, las escrituras sobre la guerra convergen en la exclusión y el silenciamiento de las mujeres, especialmente si su participación es en roles y facetas allende el servicio, el cuidado y la abnegada entrega a los hombres. Como refiere Hortensia Moreno,

“La guerra es cosa de hombres. Todo parece indicar que quienes deciden iniciarlas y concluirlas, quienes las dirigen y organizan y quienes finalmente las pelean son todos del sexo masculino. El hecho por sabido se da por descontado, como si fuera un dato de la naturaleza […] Como ocurre con las cosas del sentido común, resulta poco probable que cuestionemos las implicaciones del asunto: la guerra es cosa de hombres y las mujeres tenemos poco que hacer al respecto, excepto tal vez lamentar la mera existencia del fenómeno o sufrir su influjo en nuestras vidas.” (Moreno, 2002, 73)

Para Moreno, relegar a las mujeres a la invisibilidad o la trastienda de la zona de combate revela una “división del trabajo” que continúa asociando al sujeto femenino a los imperativos de la reproducción y la preservación. Esto naturaliza la distancia de las mujeres con respecto al poder y la agencia política, pues “a un sexo se le ha encargado la tarea de matar ya que el otro se encarga— ¿natural e inevitablemente? – de dar la vida.” (2002, 74). El imperativo de bondad, afectividad y abnegación para las mujeres determina características concebidas como esenciales y delimita lugares enunciativos (Peluffo, 2019, 24). Así, se configura un “orden discursivo” con claras parcelaciones entre lo pensable, lo decible y lo prohibido (Foucault, 1973) para el sujeto femenino, alejado de la reflexión intelectual y la acción política.

Empero, las investigaciones recientes sobre las escrituras de guerra desde una perspectiva de género en el ámbito latinoamericano han emprendido un trabajo arqueológico de rastreo, recuperación y conceptualización de las formas en que las mujeres retaron y confrontaron tales dicotomías sociosexuales y las estrategias de adquisición de poder que desplegaron para abrirse un espacio enunciativo en una zona ideológico-cultural patriarcal por excelencia (Alcibíades 2013, Rosas Lauro, 2014, 2021a y b; García López, 2011; Miseres 2019, 2022; Cárdenas Moreno, 2019).[1] 

Este trabajo se inserta en esa línea de investigaciones al estudiar una selección de textos de tres escritoras latinoamericanas de entre siglos: el ensayo “El patriotismo de la mujer” (1876), de Mercedes Cabello de Carbonera (Moquegua, 1845- Lima, 1909), el relato “La vuelta del recluta” (1887), de Clorinda Matto de Turner (Cusco, 1852- Buenos Aires, 1909) y la novela El recluta, 1978), de Virginia Gil de Hermoso (Coro, 1856-1912) [2]. Pese a sus diferencias estético-ideológicas, geográfico-temporales y enunciativas, estos textos convergen en la aproximación crítica a la temática de la guerra, la articulación de memorias restitutivas y la configuración de modelos alternativos de agencia política y heroicidad. Al poner en circulación una serie de “saberes subyugados” y descalificados (Foucault, 2001 [1976], 22) -en tanto relativos a las comunidades de mujeres e individuos subalternizados, circulantes en textos minorizados por las historias literario-culturales tradicionales-, las obras configuran posturas contestatarias frente al poder. La visibilización de otras historias sobre la guerra y su impacto en los espacios y sujetos relegados a condiciones periféricas permite “desvelar la estructura invisible del mundo” (Moreno, 2002, 73) y, también, labrar pasajes para los tránsitos de estos individuos y comunidades al discurso histórico y la modernidad.

Antes de comenzar el recorrido, es pertinente comentar que la aproximación relacional a un corpus heterogéneo busca contribuir con la problematización de las parcelaciones tradicionales de la historia literaria y, también, ahondar en la densidad y complejidad de la producción intelectual de las mujeres, gesto clave para superar las despolitizadoras y esencialistas tipificaciones habituales sobre la “escritura femenina” del periodo. Igualmente, este enfoque busca colaborar con una perspectiva regional sobre las escrituras de mujeres acerca de la guerra más allá de los marcos impuestos por las “literaturas nacionales”; marcos de los que estas producciones minorizadas fueron excluidas. Esta perspectiva, combinada con la mirada interseccional, muestra las vinculaciones de las escritoras con la política local y regional al abordar distintos eventos bélicos en variados registros y formatos discursivos y las tensiones y silencios que atraviesan estas propuestas reivindicativas[3].

“El patriotismo de la mujer” (1876), de Mercedes Cabello: entre la preservación del poder y las fisuras del proyecto liberal[4]

“[A]ún nosotras débiles mujeres, mandábamos al combate á nuestros esposos, á nuestros hijos, á nuestros hermanos, á morir envueltos en el pabellón nacional.” (Cabello de Carbonera, 1876,154).

El ensayo “El patriotismo de la mujer”, de Mercedes Cabello, celebra la resistencia de las tropas peruanas, conformadas por soldados y civiles comprometidos, ante la embestida colonialista española[5]. Pronunciado como discurso y publicado en El correo del Perú (1876)[6], el texto plantea una interpretación celebratoria del controvertido rol del frente peruano ante las tropas españolas, mientras incluye a las mujeres en el “nosotros” de esa patria de la cual solían ser separadas dada la opacidad de sus derechos (Pratt,1993; Morales-Pino; 2022). Además, resalta la agencia política de las mujeres, planteadas como las responsables de la toma de decisiones en la contienda:

“¡Dos de mayo! Esta gloria es nuestra, la aureola de ese día nos ilumina á todos, pues, aun nosotras débiles mujeres, mandábamos al combate á nuestros esposos, a nuestros hijos, á nuestros hermanos, á morir envueltos en el pabellón nacional.” (Cabello de Carbonera, 2017 [1876]: 13)

Este abordaje del patriotismo y del evento histórico-político ha sido analizado por investigadoras como Nelly Goswitz desde una perspectiva que enfatiza el carácter disruptivo de una escritura que se inserta – o usurpa (Rojas y Saporta, 176-177) -espacios tradicionalmente patriarcales (Goswitz, 2018, 128). En un trabajo anterior, analizo este ensayo partiendo de las estrategias semánticas e ideológicas desplegadas por Cabello para articular una genealogía femenina y feminista que no solo visibiliza a las mujeres excepcionales, sino especialmente a las genéricas, quienes ejercen el patriotismo desde la intensificación de los imaginarios patriarcales de lo femenino (Morales Pino, 2022, 137-139)[7].

Aquí, continúo la reflexión crítica sobre el texto desde otra perspectiva. Sostengo que la dislocación y resignificación del patriotismo y la heroicidad, desvinculadas de lo viril y asociadas más bien con las características y los espacios asignados a lo femenino (la sentimentalidad, la emoción y el ámbito doméstico), constituye una estrategia para preservar el poder y la agencia adquirida por las mujeres mientras sus hombres estaban en la guerra[8]. Así, si estudiosos como Goldstein (2001) conciben la guerra como un sistema que determina con rigidez los roles de género, mientras conforma una estructura socio-económica con espacios sociosexuales bien parcelados, propongo que el texto de Cabello muestra los puntos de fuga del sistema y los intersticios espacio-temporales capitalizados por las mujeres, obligadas a (o excusadas para) tomar ciertos espacios ante la ausencia o licencia de sus hombres. La precariedad de los tiempos de posguerra, donde las mujeres lidian con la viudez, la orfandad, la penuria y la responsabilidad de sostener a sus familias, explica la demanda del texto de salvaguardar los ámbitos conquistados una vez restaurada la paz (e instaurada la pobreza).

Empero, este ejercicio de reivindicación y preservación de espacios y derechos se circunscribe a las mujeres de un sector socioracial específico: las de clase media y alta, coaccionadas por imperativos conductuales, quienes, como lo evidencian varios textos de la autora, conocen lo azaroso de su estabilidad y las amenazas sobre su honra en tiempos precarios[9]. Así, este archivo de heroicidades soterradas entabla un diálogo tensional con otro archivo circulante de imágenes que visibiliza, aunque no en clave de heroicidad, grandeza o patriotismo normativo, la participación de mujeres pertenecientes a grupos socioraciales subalternizados en la contienda. Se trata de las “rabonas”, motivo recurrente en las imágenes costumbristas que circulaban desde mediados del siglo XIX, que representaban a las soldaderas como extensión de sus maridos (Majluf, 2008; Riviale, 2011; Villegas Torres, 2011; Miseres, 2014; Portocarrero, 2015, Rosas Lauro, 2021). Sus imágenes serán referidas y reinterpretadas por diversos intelectuales a lo largo del siglo, entre los que destacan Manuel Atanasio Fuentes (1866) y Carlos Prince (1900) (figs. 1 y 2) quienes, pese a sus distintas agendas e ideologías, confluyen en la propuesta costumbrista orientada a preservar en la memoria a estos “tipos” cuya existencia desaparecería con los tiempos modernos (Morales-Pino, 2019). En estas obras, letra e imagen naturalizan e intensifican la barbarie de las rabonas, con su abnegación inusitada y su capacidad de tolerar cargas, trayectos, golpizas y dolores impensables. Así, vacían de subjetividad a estas mujeres cuyas resistencias las alejan del imaginario épico al devenir testimonio pasatista de la barbarie.

Figura 1. Descripción de “la rabona” en Lima, or sketches of the Capital of Peru, Historical, Statistical, Administrative, Commercial, and Moral (1866), de Manuel Atanasio Fuentes. El autor la presenta como “insensible a la fatiga” y señala que es la clave de la resistencia del soldado. Fuente: https://play.google.com/books/reader?id=NhpEAQAAMAAJ&hl=es 

Figura 2. “La Rabona” (Prince, 2012 [1900], 4). Fuente: http://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/Lima%20Antigua.pdf 

Al no mencionarlas dentro de la genealogía femenina que propone, Cabello converge con Fuentes y Prince en la tachadura de la rabona como potencial paradigma de heroicidad bélica y agencia política[10]. Esto responde a una visión interseccional de estas cualidades y a una naturalizada percepción del sujeto indígena como incapaz de compromiso ideológico (Miseres, 2014, 191; Peluffo, 2019, 27-28), tal como lo expresaría Ricardo Palma en sus correspondencias a Nicolás de Piérola (1881)[11], o el mismo Clemente Palma, cuando describe al indígena como cobarde, traicionero, débil y alienado (Palma,1897, 7-8). La convergencia ideológica de Cabello con la doxa de su tiempo (que tampoco dudó en confrontarla y ridiculizarla por su condición sociosexual, Denegri, 1996), revela las fisuras del planteamiento liberal defendido por ella en este texto que presenta a las mujeres (de un grupo socioracial específico) como las más comprometidas con las causas de los oprimidos y la lucha libertaria (Goswitz, 2018, 128)[12]. Así, mientras se busca el reconocimiento de las mujeres, excepcionales y genéricas, y la preservación de los espacios ganados con la guerra, las omisiones de otras mujeres racializadas en el campo de batalla exhiben la distancia del texto frente a propuestas como la de Matto, enfocadas en destacar la heroicidad del sujeto indígena y el sufrimiento de sus mujeres, como recurso para confrontar la mirada racista naturalizada en ciertos circuitos intelectuales y político-sociales de la época.

La vuelta del recluta”, de Clorinda Matto: el recluta como manifiesto para un proyecto regenerador

“Y las lágrimas condensadas quedan suspensas en los ojos del recluta que al volver a la choza no encontró ya nada.”

(Matto de Turner, 1887, 10)

“La vuelta del recluta” aparece en El Perú Ilustrado en 1887, acompañando la ilustración homónima de Paulino Tirado (fig. 3). Imagen y texto se publican en los años posteriores a la Guerra del Pacífico (1879-1883)[13], en tiempos de ruina económica, moral y mermas territoriales denunciadas mediante la representación sentimentalizada del recluta andino que lo pierde todo a causa del combate, sin reconocimiento por parte del Estado[14].

Figura 3. Imagen de Paulino Tirado y texto de Clorinda Matto titulados “La vuelta del recluta”. El Perú Ilustrado, 3/12/1887, 9. Fuente: https://archive.org/details/elperuilustrado1887lima/page/n326/mode/1up?view=theater

Las relaciones entre letra e imagen en estas obras han sido objeto de diversas reflexiones y ameritan aún una lectura más profunda[15]. En este trabajo, analizo cómo el texto de Matto plantea un camino para abordar el tema bélico que se inscribe en, tanto como problematiza, una larga tradición literaria, cultural y visual propuesta desde distintas agendas y orillas ideológicas convergentes en reclamar el reconocimiento de los campesinos reclutados para combatir por una patria que desconoce sus derechos[16]. El caso de Matto es singular dentro de esta tradición por tratarse de una voz femenina abordando la viril temática bélica y, también, por usar el formato sentimental para restaurar la identidad y la subjetividad negadas al recluta andino por parte de discursos de poder que lo reducen a una entidad genérica, desindividualizada y deshistorizada. Matto celebra al recluta indígena por su valía, apego a la tierra y domesticidad, razones que permiten leer en el texto el planteamiento de una masculinidad modélica y regeneradora de la nación—pero, también, del sistema patriarcal en crisis en el periodo[17].

Con “La vuelta del recluta”, Matto irrumpe en la tradición patriarcal para fijar su postura acerca del soldado sin nombre al que convierte en paradigma de regeneración, dadas sus cualidades afectivas, su apego al hogar, a sus mujeres y a la tierra. El texto torna al recluta arquetípico, desprovisto de identidad e historia, en el presente vacío desde el cual se construye un proyecto futuro y alternativo de nación moderna. Así, su planteamiento puede entenderse en términos de lo que Michael Hardt y Antonio Negri denominan un “manifiesto”, es decir, un discurso que “describe en realidad un proyecto y una utopía”, donde el presente se toma “como vacío para el futuro, […] y, en este espacio abierto, establece un acto inmanente del sujeto que constituye una nueva posición del ser” (2000, 54).

Al proponerse articular el “idilio” desde el “cuadro” (1887, 9), Matto emprende la operación ideológico-política de darle un nombre al personaje anónimo, pero representativo de un grupo silenciado en la historia nacional; acto que se potencia en tanto el apelativo escogido reafirma su filiación con una tradición indígena minorizada a nivel político, ideológico y cultural (Sotomayor, 2019). Al llamarlo “Huamán”, visibiliza el saber subyugado (Foucault, 2001 [1976], 22) que constituye la tradición indígena y posibilita una lectura heroica y celebratoria del colectivo vilipendiado en los discursos hegemónicos del campo letrado. Así, vehiculiza la consolidación del recluta genérico en entidad colectiva, aspecto que constituye un contundente gesto político y politizador:

“Huamán, fotografía del tipo peruano que fue arrancado de la alegre choza por los esbirros de la leva, salió dejando allá su mundo todo encerrado en la cabaña donde quedaban, su madre, su hermana, su gato cenizo acurrucado junto al fogón, el bueye castaño atado a la estaca, el gallo ají-seco alegrando con su canto la madrugada, sus hermosas chacras, sembradas de maíz y de habas; y el alma de su alma—Juanacha—tejiendo la honda para la carrera del Malccoy”. (1887, 9)

El marco sentimental del relato neutraliza las incomodidades despertadas por el abordaje de un asunto histórico y político desde un lugar enunciativo no normativo. Igualmente, mientras algunos estudios sostienen que la guerra construye y privilegia un tipo de masculinidad viril y destructiva reafirmada en el ejercicio de la violencia y la demarcación del territorio mediante la violación (Goldstein, 2001; Moreno, 2002; Segato, 2003, 2016); Matto privilegia a una masculinidad afectiva y sensible que se horroriza ante “el plomo homicida”, que sale de la choza entre lágrimas y que concibe a sus mujeres como vínculo fundamental con el mundo (1887, 9) (en lugar de la patria). Así, el texto tensiona la tradicional visión de la homosociabilidad de los soldados y problematiza la matriz ideológica hegemónica que privilegió “identidades anti-domésticas” asociadas con la esfera pública (Peluffo y Sánchez Prado 2010, 11). En Huamán, la masculinidad doméstica, el “corazón peruano” y la valentía viril del buen soldado (1887, 9), conviven en una armonía que supera las polarizaciones del discurso hegemónico y lo validan como portador de la reforma socionacional.

Huamán encarna un saber descalificado planteado como angular para contrarrestar las falencias de las masculinidades en crisis del periodo, lamentadas por la intelligentsia del momento. Sus virtudes serían el antídoto de la deshumanización del self-made man que reduce sus relaciones afectivas a dinámicas transaccionales guiadas por la búsqueda de ganancias económicas; y de la masculinidad decadente y abúlica confrontada por escritores como Martí, con sus lamentaciones sobre el afeminamiento y la debilidad de los hombres en el marco de la modernidad (“1882).

La confrontación ideológica planteada por el prototipo de Huamán: lacrimoso, doméstico, pero valiente y esperanzado[r] (Matto de Turner, 1887, 9), también problematizará el ideario racista prevalente en ciertos sectores del campo intelectual y social decimonónico. Mientras figuras como Clemente Palma cuestionan el excesivo apego de los indígenas a su tierra;[18] Matto celebra en Huamán un paradigma ecológico de modernidad que privilegia el trabajo agrícola y la armonía con la naturaleza[19].

Finalmente, el reconocimiento de esta masculinidad regeneradora, planteada como manifiesto para el futuro, resulta estratégico al imaginar la posibilidad de un sistema patriarcal más favorable para las mujeres. Con la sensibilidad de Huamán, su ida al combate lacrimoso y añorando el amor doméstico, Matto acerca a esta heroicidad a las características hegemónicas de lo femenino y contribuye tanto con la reducción simbólica de la brecha entre mujer y poder, como con la visibilización del sufrimiento de las mujeres durante la guerra. Las mujeres de Huamán, encarnaciones de la patria, enterradas en la tierra y totalmente deshistorizadas (como lo muestran imagen y texto, de ellas solo queda el testimonio de una cruz aislada en medio de la nada), son exhibidas como víctimas de la guerra y la fallida dirigencia nacional. Mientras en Matto el reclamo político abre una posibilidad para imaginar un futuro distinto y crear pasajes para el tránsito de los grupos subalternizados a la modernidad[20], El recluta, de Virginia Gil de Hermoso, presentará una mirada distópica reiterativa en torno a la ausencia de futuro, dada la recurrencia de la guerra.

El recluta (1978), de Virginia Gil de Hermoso: guerra, circularidad, distopía y el no lugar de las mujeres en la modernidad

“¡Otra vez! ¡Otra vez la repetición de nuestros interminables males! Entre nosotros la calma no se restablecerá jamás, porque los nubarrones los forma la ambición y la tempestad las pasiones, remolinos nefastos de un mal gobierno, que antes de hacer feliz al pueblo, opta por el sistema de oprimirlo. La paz no puede resplandecer en el reinado del despotismo.”

(Virginia Gil de Hermoso, s/f, 190)

Ambientada en los primeros años del siglo XX, El recluta recrea las constantes guerras civiles durante el mandato de Cipriano Castro[21]. La fecha de escritura del texto es imprecisa y tenemos acceso al material gracias a su recuperación por parte de la Biblioteca de Autores Falconianos[22]. Según Julio Diez, prologuista de esta edición, El recluta es posterior a Incurables (1905) y Sacrificios (1908) y, también tiene como móvil la muerte del hijo de la autora en la guerra (1977, 8). Prevalece en El Recluta el tono sentimental que ha llevado a la crítica a insertar a Gil de Hermoso en la corriente romántico- pedagógica, dados los paratextos donde expresa su rechazo a la vanidad intelectual y declara su uso de la escritura desde una postura adecuada a los lineamientos del ideario patriarcal[23]. Empero, destaco en estos textos novelísticos el extrañamiento del paradigma melodramático, tan caro a una matriz ideológica sentimental que celebra el potencial reparador de las acciones movilizadas por el amor y la nobleza. Las obras de Gil de Hermoso decantan hacia el más crudo realismo al visibilizar la imposibilidad de finales felices o complacientes; aspecto manifestado con contundencia en El recluta, mediante la recreación de un periodo de constantes enfrentamientos militares destruyen familias en formación, fomentan el abandono del campo y exponen a mujeres y niños a la desgracia y la miseria.[24]

Según Miseres (2022), las escrituras de mujeres sobre guerras configuran relatos históricos y de modernidad alternativos que circulan paralela y tensionalmente con respecto al discurso histórico-letrado. La novela de Gil de Hermoso plasma una etapa caldeada de la historia nacional desde las vivencias de los campesinos reclutados para defender a un régimen tiránico que desconocía sus derechos. Así, los campesinos y sus tragedias estructuran un discurso histórico-político revelador de las fisuras del relato oficial y de las banderas que estaban siendo erigidas por las elites intelectuales y políticas del momento, en cuyas agendas no tenían cabida los sectores que protagonizan la novela.

Desde un lugar enunciativo cercano al de las maternidades políticas (Denegri, 2019; Moreno, 2020), los personajes de El recluta acusan al gobierno de promover guerras incesantes y lo culpabilizan de la ruina socionacional, al plantear la contraposición entre la guerra, la estabilidad de la familia y el trabajo productivo del campo. Así, la apelación al realismo deviene una estrategia angular para vehiculizar la crítica política blindada en el argumento de la reproducción objetiva de los hechos:

“El drama que vengo a ofrecer a mis lectores en este escenario montuoso, no tendrá encantos, ni las melancolías indecibles del romanticismo que llena el espíritu de dulces irrealidades, pero sí grandes y provechosas enseñanza en los episodios que he arrancado del libro de la verdad, cuyas páginas llenan siempre los hombres con sus pasiones, que desde el principio del mundo han venido dando lugar a grandes y terribles luchas, como en la época de nuestra narración, en que ya no solamente se trataba de defender derechos, libertades y leyes; era cuestión de vida.” (Gil de Hermoso, 1978, 12)

Empero, se trata de un realismo con marcas de género enfocado en visibilizar los reveses del proyecto de modernidad socionacional y su impacto sobre los sujetos más vulnerables, especialmente, los campesinos y las mujeres.

El enfoque anclado en la historia de amor de Juana y Santiago, truncada por el reclutamiento, confronta el ideario positivista que triunfa como paradigma de modernidad en la Venezuela de la época, pues, Santiago, masculinidad trabajadora, anclada a la tierra y deseosa de consolidar una familia normativa, lamenta su incapacidad de progreso, pese a sus esfuerzos laborales y voluntad siempre burlada:

De verdá, ya falta nada. Lo que me aflije, Juana, es que por más que trabajo como un burro, no tengo más que esta vida que te voy a entregar. Pero, en fin, vamos a comenzar, y caminando uno y andando el tiempo, quien sabe si a fuerza de trabajar, llegamos a tener una vida descansá. Mi yegua rucia, que ha dado ya dos crías, de ésas que tanto han gustao, que me las cambió en Coro aquel tendero de mala fe, engañándome con trapos viejos de contrabando, me dará otra el mes que viene. Con esto, y mi conuco, viviremos desahogaos, y ya juntos, Juana, manque vengas muchos hijos, aumentaremos lo poquito, y este cariño que se me ha metío en las entrañas se aumentará también, viéndote levantar todas las mañanas a prender la candela para que tu negro no vaya a la sabana sin calentar el estómago con café. (1978, 15)

Adicionalmente, el texto visibiliza la amenaza constante del reclutamiento y, con ello, denuncia la ausencia de libertad y derechos para los campesinos, cuyo trabajo garantizaría el bienestar nacional. Santiago teme ser reclutado intempestivamente y comprende el impacto que esto tendría en las vidas de Juana y las mujeres bajo su cuidado. (Gil de Hermoso 1978, 17). Al visibilizar los horrores del reclutamiento y enfatizar sus consecuencias para las mujeres, condenadas a la muerte, la pobreza y la prostitución, el texto muestra el no- lugar al que estas son relegadas en el mapa socionacional.

Los miedos de Santiago se fundan en las tragedias presenciadas en su trayecto vital: ese saber subyugado que circula en historias menores, rumores y recuerdos, el cual lo hace escéptico ante el porvenir, mientras visibiliza un tiempo circular disrutptivo respecto a los relatos hegemónicos sobre el progreso y su marcha lineal hacia el futuro[25]:

“Yo tengo mis miedos, Juana. Puede venirme como al maestro Saturnino una enfermedá, y entonces, vas a andar como su mujer, buscando adelantao y no a quien te dé, y si viene la guerra, y me llevan, como se llevaron al pobre Juan el otro día, y lo mataron, y dicen que se lo comieron los zamuros en Tinaquillo, según contó Tomás que volvió muerto de hambre y con una pierna de palo. ¡Cada vez que me acuerdo de la madre del pobre Canutillo, me entra un frío!” (15)

Santiago recuerda recurrentemente el testimonio de Juliana, madre de Canutillo, muerta de hambre y deshidratación tras el reclutamiento del marido. Sus palabras, mientras entregaba su hijo a Santiago, justo antes de morir, son reproducidas por el personaje y evidencian la inexistencia de un tejido social capaz de sostener a mujeres como ella: mujeres solas porque sus hombres han partido a la recluta en servicio de la patria (o, más bien, de los grupos de poder):

“Era al anochecer, cuando vi a una mujer acostada a un lado del camino. Un muchachito, llorando, llamaba pidiéndole pan. Yo me arrimé y ella medio se levantó, al verme. Me dio miedo. Parecía que salía del cementerio. “Tengo mucha sed”—dijo pasito--; yo le dí un poquito de agua de la tapara que traía y vi como que se alentó, pues me dijo que se llamaba Juliana, que ella vivía con Justo Piña, pero que a este se lo llevaron de recluta y lo mataron en Los Andes. Después de eso, -- dijo ella--, “como yo no tenía a nadie, se perdió el conuco que dejó Justo y, entonces, me fui a buscar trabajo en la ciudad. No encontré, porque tenía el muchachito, y a más las señoras piden informes para concertar a una y nadie me conocía. Pedí limosna, pero como era muchacha, todos me decían que fuera a trabajar y llegué a tener hambre, y la leche se me secó y no tenía que darle al muchachito. Entonces, como ya no podía más, me vine a buscar en Quiragua un tío que tenía justo, para entregarle mi hijo antes de morirme, pero yo creo que me he perdío, y no puedo seguir, tengo mucho cansancio… y hace tres días que no pruebo bocao”. […] Aquella mujer se estaba muriendo. Me entregó el muchachito, diciendo: “por caridá… por su mamá, cójaselo usted, dios se lo pagará… se llama Canuto.” Y se murió al mismo salir la luna, como para que yo le viera la cara y no se me olvidara nunca” (Gil de Hermoso, 1978, 15-16).

El discurso de Juliana revivido por Santiago, junto al recuerdo persistente de su rostro moribundo, es el testimonio de la guerra y sus consecuencias sobre las vidas de las mujeres, ya no genéricas, sino con identidad, subjetividad e historia. Estas vivencias, retransmitidas y rememoradas por otro sujeto subalterno como Santiago, confrontan la invisibilización de las mujeres en el marco de la guerra y los discursos que destacan sus supuestos privilegios al no ser objeto de reclutamiento. El texto revela que la guerra, como forma de hacer política, no se limita al espacio público, pues afecta el ámbito privado y transforma radical e irreversiblemente las vidas de las mujeres, incapaces de brindar sustento a sus hijos, imposibilitadas para trabajar el campo y víctimas de una sociedad poco solidaria. Asimismo, la necesidad de la mediación de otra voz – la de un sujeto masculino-- para la transmisión y sobrevivencia del testimonio de Juliana, revela su condición triplemente subalterna como mujer, campesina y pobre, imposibilitada de hacer escuchar por ella misma su palabra.

Dando cuenta de lo planteado por Pratt en torno a las escrituras de mujeres y su tensionamiento de los imaginarios nacionales hegemónicos (1993, 54), la novela confronta el pensamiento dicotómico que ubica en el espacio urbano la civilización fomentada por los valores ilustrados. El campo se presenta como el espacio-tiempo de “hermandad verdadera” y solidaridad, en contraste con la hostilidad del entorno urbano (Gil de Hermoso, 1978, 20). Así, no son casuales las alusiones a la mirada hacia atrás de los reclutas al partir con la vista puesta en la tierra que dejan con añoranza[26]; ni la evocación constante, por parte de los personajes y la voz narrativa, de las palabras (saberes) de madres y abuelas, quienes encarnan la genealogía de resistencia frente a la guerra y el reclutamiento. El caso de la madre del cura es elocuente, pues, al perder a tres de sus hijos por la recluta, convence al más pequeño de entregarse al sacerdocio: “Hago el sacrificio de separarme de mi hijo. Prefiero que sirva a Dios y no a los hombres. Él es el único amo que no engaña: paga siempre.” (Gil de Hermoso, 1978, 19).

Con todas sus mediaciones, el espacio brindado a las voces de las mujeres y los campesinos labra un pasaje angular para confrontar la escritura patriarcal sobre la guerra. Como lo refiere la cita de Alexiévich al comienzo de este trabajo, las mujeres no van a la guerra, pero la denuncian con una palabra que no es solo llanto, sino también alocución política. En El recluta, la descripción de las vicisitudes de los campesinos, las violencias y vejaciones de las que son víctimas y la corrupción perpetrada por el poder son enunciadas y respaldadas con las intervenciones y los reclamos de las mujeres desde ámbitos domésticos y en constante defensa de un sistema patriarcal de consentimiento alterado por la guerra:

Si Goldstein (2001) sostiene que la guerra establece una división del trabajo, que tiene continuidad en la cotidianidad, El recluta visibiliza la alteración que la misma guerra plantea frente a esta distribución de tareas, al denunciar cómo el reclutamiento obliga a las mujeres a desempeñar labores para las que no están preparadas, tanto por los recorridos que deben realizar (y los riesgos implícitos en estos desplazamientos sin protección masculina[27]), como por su incapacidad de manejar los instrumentos de trabajo. En estas comunidades de mujeres que comentan sus sufrimientos a causa del reclutamiento y la muerte de sus hombres, se narra la tragedia de otra madre cuyo hijo menor había perdido la mano cuando intentaba apoyar a su hermana, ahora encargada del trapiche. En el crudo realismo característico del texto, la reacción de una de las escuchas fue celebratoria, alegando que al menos por manco se salvaría el niño del reclutamiento (1978, 65).  

El poco margen de acción de las mujeres revela lo inexorable de la condena y las falencias de la modernidad patriarcal. Todas las mujeres de esta comunidad campesina mueren o tienen vidas truncadas por la tragedia. Juana, quien se queda cuidando a su abuela y a la madre de Santiago, debe casarse con Dionisio, encarnación del poder envilecido, para sobrellevar la pobreza y mantener a las dos ancianas a su cargo. Su matrimonio es infeliz y Juana muere mientras intentaba huir del esposo, dejando a su hija huérfana al cuidado de Casilda, la viuda de Filintio (también reclutado y fallecido). Tomasita, la hermana del cura, cae en la prostitución, lo que la lleva a la enfermedad y la locura sin posibilidad de reinserción social. Las ancianas, encarnación de la memoria en el texto, mueren en la precaria espera del retorno de los reclutados. Además, el campo, otrora productivo y bucólico, deviene terreno baldío.

El texto de Gil de Hermoso plantea un escenario distópico que constituye una contranarrativa con respecto a los “romances fundacionales” latinoamericanos del siglo XIX e inicios del XX (Sommer 1991) y, también, ante los relatos idealistas que, desde la comodidad del entorno urbano, celebraban la realidad idílica del campo. Como lo refiere la voz narrativa, estos discursos ignoran la cruda realidad de los campesinos, exentos de derechos y control sobre sus vidas:

Y llamamos dichosos a los campesinos porque viven lejos de la senda, porque viven en lo más llano de la existencia sin sentir antojos de subir a las empinadas cumbres del Poder, de la popularidad o de la fama, donde las caídas son mortales. Y, decimos, dichosos, porque ellos no rodarán nunca a los abismos oscurísimos del odio. Pero no pensamos que viven estrellados en los fríos peñascales de su ignorancia, que los sostiene en ese círculo de hierro de la fuerza. No pensamos en las miserias desoladoras de sus chozas, ni en los males infinitos que sufren sin comprender, creyendo siempre, en su inocencia, que hasta el mal lo dispone Dios. (Gil de Hermoso, 1978, 24)

Aun cuando el texto confronta la visión celebratoria del campo desde una distancia que ignora sus problemáticas, participa de las mismas falencias que cuestiona al circunscribir la alocución crítica, bien articulada y potencialmente transformadora a las masculinidades letradas: el cura, el médico o los presos políticos (Gil de Hermoso, 1978, 57). Así, la novela cristaliza las tensiones de una escritura que aboga por la libertad y la defensa de los derechos de los campesinos, mientras continúa, relegándolos a la condición de subordinación mediante el tutelaje. No en balde, Santiago se deslumbra al escuchar a los presos políticos y su discurso de resistencia y anhela acompañarlos en la lucha: “—Yo me iría con esos hombres, decía él. Cuántas cosas no aprende uno con ellos. Si es que parece que le estaban abriendo a uno los ojos”. (Gil de Hermoso, 1978, 53).

Por último, en diálogo con el texto de Matto, el tipo de masculinidad que constituyen los reclutas del texto se aleja del paradigma de virilidad tradicional que feminiza al enemigo para destruirlo (Moreno 2002, 78). Los reclutas son sensibles, leales, duermen juntos, lloran en añoranza del hogar y se consuelan en las noches de miedo. La comunidad que entablan se acerca en sus dinámicas a las de las mujeres que permanecen en el campo, velando unas por otras tras la partida de sus hombres. Esto visibiliza una organización socionacional alternativa donde las características asociadas con lo femenino desde el ideario patriarcal devienen un paradigma de comunidad socioafectiva y ecológica privilegiada frente a las destructivas dinámicas de la modernidad capitalista. Empero, en contraste con los textos de Matto y Cabello, los cuales presentan pasajes para proyectos futuros esperanzadores y restaurativos, El recluta destaca por el tono desolador de un discurso articulado desde la conciencia de la imposibilidad de cambio y transformación para las realidades de las mujeres y los campesinos, condenados a permanecer como los puntos ciegos de los macroproyectos de nación y modernidad. Sus tragedias constituyen anónimos daños colaterales.

En medio de sus diferencias, estas obras son claves para considerar la heterogeneidad, complejidad y densidad de las escrituras de mujeres sobre guerras en el entre siglos latinoamericano, las distintas agendas detentadas y las tensiones de sus proyectos reivindicativos. Mientras el texto de Cabello busca la preservación de los espacios ganados por las mujeres genéricas y la visibilización de su heroicidad; el de Matto se inserta en una agenda de reivindicación socioracial que hace del indígena el manifiesto de un tipo de masculinidad regeneradora de la nación en crisis dadas las falencias sistema patriarcal. Entretanto, la novela de Gil de Hermoso expone las voces y vivencias de las mujeres que permanecen en el campo a causa del reclutamiento de sus hombres, al tiempo que reclama la restauración de los roles y espacios sociosexuales tradicionales. Este gesto se inserta en el “mirar atrás” de los personajes subalternos, cuyas tragedias recurrentes e historias condenadas a la repetición constituyen el testimonio del fracaso del proyecto hegemónico de progreso.

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Recibido: 12/03/2022

Evaluado: 30/04/2022

Versión Final: 09/06/2022

páginas / año 14 – n° 36/ ISSN 1851-992X /2022                               


[1] Aunque no limitado a la perspectiva de género, el monográfico “La guerra y sus relatos: conflicto, modernización y producción cultural en América Latina” (Segade y Uriarte, 2022) reúne trabajos centrados en el tema de la guerra, sus representaciones, enunciaciones y tensiones en el marco de las conflictuadas modernidades latinoamericanas.

[2] El texto de Gil de Hermoso se publica póstumamente (1978). Los estudios críticos sobre su obra son aún limitados, pero recomiendo los trabajos de Dunia Galindo (2004, 2006), quien analiza su obra y la red de asociacionistas que conformó con escritoras e intelectuales en la ciudad de Coro (Venezuela).

[3] Concebidos por ellas mismas—o por la crítica--, como “textos misceláneos” (Ferrús Anton, 2013, 45-48).

[4] Se mantendrá la grafía original de los textos primarios.

[5] Diversos estudios sobre este evento histórico-político considerado un hito que marca “la derrota definitiva de las aspiraciones de España por seguir tratándonos como colonias”, sigue siendo objeto de lecturas controvertidas. Historiadores españoles y peruanos argumentan el triunfo de sus respectivos países en la contienda (Gutiérrez, 2022).

[6] Juana Manuela Gorriti también abordó este episodio bélico en su libro Misceláneas (1878). Bajo el título “Recuerdos del dos de mayo”, plantea una postura ideológica distinta a la de Cabello, pues apela al tono intimista enfocado en la cotidianidad de la guerra para comentar el rol protagónico de las mujeres como enfermeras y cuidadoras seculares (Cohen Imach, 2011, 12-13)

[7] Continuando la operación genealógica, es fundamental mencionar el texto de Nicole Loraux, Madres en duelo (1990) sobre la regulación política del dolor de las madres cuyos hijos iban a la guerra en la antigua Grecia.

[8] Este aspecto es abordado por Peluffo en su estudio sobre la retórica de González Prada desde la perspectiva afectiva (2019, 29).

[9] Blanca Sol (1888) o El Conspirador (1892) son novelas protagonizadas por mujeres temerosas de la caída en desgracia económica y la ruina social concomitante (planteada como inexorable). En una línea ideológica similar, su ensayo “La necesidad de una industria para la mujer” (1875), defiende el acceso de las mujeres (de un grupo socioracial específico) al trabajo, para obtener el sustento y la autonomía necesarias para emprender proyectos sentimentales funcionales (en lugar del matrimonio por necesidad).  

[10] Flora Tristán también menciona a las rabonas y, al igual que Fuentes, las considera angulares para la resistencia del soldado. Empero, Miseres alega que esto respondería más a su precariedad que a su patriotismo, pues, el batallón era “su único medio de subsistencia” (2014, 193).

[11] Fuentes enfatiza la ausencia de heroicidad y patriotismo del indígena, representado como ignorante y ciegamente obediente (1866, 170). Entretanto, Ricardo Palma lo culpabiliza del fracaso bélico: “la mayoría del Perú la forma una raza abyecta y degradada que […] no tiene el sentimiento de la patria; es enemigo nato del blanco y del hombre de la costa y, Señor por Señor, tanto le da ser chileno como turco” (en correspondencia a Piérola, Kapsoli Escudero, 2018, 49).

[12] Según Cabello, estas mujeres “han roto las cadenas del esclavo y los cetros de los reyes” (1876, 14). La genealogía trazada en el ensayo visibiliza el archivo trasatlántico de mujeres que antepusieron la patria al cuidado del hogar y el archivo literario- cultural de escritoras que abordaron la problemática de la esclavitud y la desigualdad como vía para denunciar la problemática situación de las mujeres (Sab, de Gertrudis Gómez de Avellaneda, 1841; La familia del Comendador, de Juana Paula Manso, 1854 o Úrsula, de María Firmina dos Reis, 1859, y Aves sin nido, de Clorinda Matto de Turner, 1889).

[13] La Guerra del Pacífico (1879-1883) involucró inicialmente a Bolivia y Chile. Perú se sumó al frente boliviano debido al “Tratado Secreto de Alianza Defensiva” firmado en 1873. Este enfrentamiento representó la ruina política, moral y territorial de la nación peruana, ya en declive por la mala administración de la bonanza guanera. Al respecto, sugiero revisar la obra de Basadre (1939), los postualdos de Mallon (1983, 1994), los de Parodi (2001, 2009, 2010) y McEvoy (2011) referidos en la bibliografía.

[14] Para el análisis del entramado implícito en la reivindicación de lo andino, revisar Sotomayor (2019). Para la lectura crítica de la sentimentalidad como estrategia de intervención política en Matto, revisar Peluffo (2005, 2019).

[15] Velázquez Castro (2012, 2015) Sotomayor (2014, 2019), Morales-Pino (2018), y Cárdenas-Moreno y Ferreira (2021).

[16] Por ejemplo, la convocatoria literaria en el marco de la revista colombiana La Miscelánea (1886-1894) invitaba a presentar alguna obra lírica o narrativa que tuviera como eje temático “La vuelta del recluta después de la guerra”. Resaltan tanto la ausencia de voces femeninas entre los convocados, como la referencia recurrente en los textos al abandono de la mujer—metonimia del hogar—, la falta de reconocimiento por parte del Estado y la carencia de compromiso ideológico de los reclutas con algún partido o proyecto nacional (y viceversa) (Naranjo 1997, 91-93).

[17] Historiadores como Nelson Manrique (1981) y Florencia Mallon (1995) han leído en el apego de los indígenas a la tierra una forma de nacionalismo y patriotismo contestatario frente al paradigma celebratorio de la industrialización. Esto también ha sido estudiado por Peluffo en su análisis de las emociones viriles en el Perú posbélico (2019).

[18] Según Palma, “El indio no tiene aspiraciones; todas ellas se reducen a vivir tranquilo en su comunidad, poseyendo unas cuantas varas de tierra para sembrar papas y coca con qué alimentarse y alimentar a sus mujeres e hijos, una botella de ron con qué embriagarse, y nada más; no necesita más. De esta falta de aspiraciones se explica su poca iniciativa, su inactividad mental, que a lo más, en materia de elucubraciones cerebrales, puede llegar a la astucia. […] La raza india no es ni será adaptable a la vida civilizada de las razas indo-europeas, porque es una tendencia ingénita en ella como en todas las inferiores, el aislamiento, la refracción con respecto a las ideales y la vida psíquica y hasta material de los extraños” (1897, 8).

[19] Este paradigma ecológico de la modernidad es planteado por Matto en otros ensayos y discursos, como en los textos reunidos en sus Cuatro conferencias sobre América del Sur (1909), donde aborda las riquezas naturales del suelo peruano como camino complementario a la industrialización.

[20] Matto concluye con una alocución política donde reclama la recuperación de las tierras perdidas de Arica y Tacna, para justificar el sacrificio de reclutas como Huamán (1887, 10).

[21] Militar y político venezolano que llega al poder entre 1899 y 1908. Su gobierno es conocido por el talante autoritario, la ruptura de relaciones diplomáticas con las potencias extranjeras y las arremetidas bélicas constantes para mantenerse en el poder.

[22] Si bien Diez data su prólogo con la fecha de 1977, la portada del libro señala 1978 como año de publicación.

[23] Galindo refiere cómo Nicanor Bolet Peraza recomienda la sobriedad y el disimulo a las mujeres intelectuales de Coro con las que mantenía buena amistad: “vístete con la piel del cordero y no serás notada” (2004, 191)

[24] Diez afirma que esta obra “es la condena más enérgica que se ha escrito en el país contra la tradicional y odiosa práctica de reclutar en la calle y el campo a los humildes hijos del pueblo, arrancándolos de su trabajo y de su hogar.” (1977, 9)

Empero, mientras celebra la contundencia política del texto, neutraliza a la autora al reducirla al lugar de la bondad y la dulzura y al basar su semblanza en el aspecto físico. Paradójicamente, se sorprende de haberla “imaginado” con una apariencia distinta. Además, explica “su amargo carácter” a partir de sus tragedias vitales: “Casi nada se ha escrito sobre Virginia Gil de Hermoso. He procurado indagar, entre las personas que alcanzaron a conocerla, datos sobre su carácter y su comportamiento, pero he recibido escasa información. Se me ha manifestado que contrariamente a lo que uno imagina no era una mujer bella, ni esbelta, pero que suplía la cortedad de su talla con la arrogancia de su porte, de tal modo que, no siéndolo, parecía alta. La trágica muerte del hijo amargó, como era natural, su carácter, temperamentalmente inclinado hacia la bondad y la dulzura.” (1977, 9)

[25] Como veremos en textos posteriores como Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos (1929).

[26] “Así van, infelices reclutas, mirando siempre atrás, hacia los sitios donde, por voluntad ajena, dejan abandonadas las criaturas a que tienen el deber de cuidar y sostener.  

Así iban ya a marchar los de nuestro relato. Aquella onda de desdichas humanas iba a cruzar entre el lloro de las mujeres y las bendiciones que, a gritos, daban las madres.” (1978, 24).

[27] La vulnerabilidad denunciada por los personajes femeninos en el texto, cuando refieren los riesgos a los que se exponen sin sus hombres, revela la cotidianeidad de la violencia enfrentada por las mujeres en el marco de la modernidad (Goldstein 2001; Segato 2003, 2016).