Juventudes políticas y derechos humanos: el
“Festival
contra el indulto” y el activismo político humanitario
Political youth and human rights: the “Festival
contra
el indulto” and humanitarian political activism
Daniela Pighin
Universidad Nacional de General
Sarmiento,
Consejo
Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas,
Instituto
de
Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales,
Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación (Argentina)
danielapighin19@gmail.com
Resumen
El 21 de
septiembre de 1989 la Asociación Madres
de Plaza de Mayo y las juventudes políticas realizaron el acto y
“Festival
contra el indulto” con la participación de artistas
populares de rock y
folclore. El evento condensó la participación juvenil en
pos de los derechos
humanos y se desarrolló en un momento histórico marcado
por los retrocesos en
la política de enjuiciamiento a miembros de las Fuerzas Armadas,
la falta de
respuesta del Estado a la legislación social y las evidencias
concretas de la
crisis económica.
El objetivo del
artículo es indagar en el
“Festival contra el indulto” observando qué
intereses proyectaron las
juventudes políticas que lo organizaron y/o participaron de esta
convocatoria;
qué intereses impulsaban las organizaciones de derechos humanos
respecto a los
jóvenes; y qué discursividades sociales circulaban en los
medios de
comunicación en torno a la relación entre los
jóvenes y el accionar
político-humanitario. De esta manera, se espera observar el
interés y la
movilización juvenil en pos de las convocatorias por los
derechos humanos y
ofrecer hilos de análisis para discutir las concepciones que el
Estado y los
medios hegemónicos intentaron construir en torno a la juventud.
Palabras
Clave
Juventudes
Políticas; amnistías; Derechos humanos.
Abstract
On
September 21, 1989, the Association Madres de Plaza de Mayo and the
political
youth held the act and " Festival contra el indulto " with the
participation of popular rock and folk artists. The event condensed
youth
participation in pursuit of human rights, in a historical moment marked
by
setbacks in the policy of prosecuting members of the armed forces, the
lack of
response by the State to social legislation and the concrete evidence
of the
crisis economical.
The
objective of the article is to investigate the " Festival contra el
indulto " observing what interests projected the political youths that
organized it and / or participated in this call; what interests were
promoted
by human rights organizations regarding young people; and what social
discursivities circulated in the media about the relationship between
young
people and political-humanitarian action. In this way, it is expected
to
observe the interest and youth mobilization in pursuit of the calls for
human
rights and offer threads of analysis to discuss the conceptions that
the State
and the hegemonic media tried to build around youth.
Keywords
Political Youth; Amnesties; Human rights.
El 21 de septiembre de
1989 la Asociación Madres de Plaza de Mayo y las juventudes
políticas
realizaron el acto y “Festival contra el indulto” con la
participación de
artistas populares de rock y folclore. Se trató de un evento que
condensó la
participación juvenil en pos de los derechos humanos y se desarrolló en un momento
histórico
marcado por la pérdida de esperanzas hacia una democracia que
supo ser
prometedora. Los retrocesos en la política de enjuiciamiento a
miembros de las Fuerzas
Armadas, la falta de respuesta del Estado a la legislación
social y las
evidencias concretas de la crisis económica iban cerrando el
ciclo que hacía
1983 se había concebido como el renacer de la vida social y
política.
En el presente
artículo
se pretende indagar el “Festival contra el indulto”
observando qué intereses
proyectaron las juventudes políticas que lo organizaron y/o
participaron de la
convocatoria; qué intereses impulsaban las organizaciones de
derechos humanos
respecto a los jóvenes; y qué discursividades circulaban
en los medios de
comunicación en torno a la relación entre los
jóvenes y el accionar
político-humanitario. Se trata de un análisis que se
interesa por el entramado
social, político y generacional de los jóvenes hacia
fines de los años ´80 y
que está asociado a mis estudios de posgrado sobre el
“Taller de la Amistad” de
La Plata, un espacio que nucleó a hijas e hijos de víctimas del terrorismo de
Estado hacia el final de la última dictadura militar y que
surgió a partir de
la actividad de organizaciones de derechos humanos platenses. En este
sentido, el
interés está puesto en observar cuál era el
estadio del vínculo entre las
juventudes y el activismo de derechos humanos en el contexto en que las
hijas y los hijos que formaban parte
del Taller
iniciaron una participación más activa dentro del
movimiento de derechos
humanos. El análisis que pretendo desarrollar me permite pensar
en clave
generacional. Es decir, no estoy discutiendo específicamente en
torno a los
jóvenes del Taller sino desde líneas
que permiten cruzar sus experiencias con las vivencias de la juventud
en torno
a los derechos humanos[1].
Al hacer referencia al
término
“juventud” adhiero a la tesis de Valeria Manzano (2017)
quien se opone a las
interpretaciones unificadoras en torno a dicho concepto. Es decir,
entiendo que
la noción de juventud comprende una construcción
sumamente heterogénea, que
engloba una multiplicidad de experiencias y, por ello, resulta central
establecer una temporalidad y ejes de interpretación para su
estudio. De
acuerdo con Antonio Pérez Islas (2000) lo juvenil es un concepto
relacional que
responde sólo a contextos bien definidos. Por ello, se deben
evitar las
generalizaciones, que hacen perder lo concreto y específico de
cada caso.
Asimismo, para Mariana Chávez (2009), hablar de juventudes en
plural responde a
“una lucha política de afirmación de la
heterogeneidad en oposición al discurso
homogeneizador que primó en los estudios previos sobre juventud
en el país”
(2009:16). En este sentido, considero importante especificar que,
durante el
desarrollo de este trabajo, al referir a los jóvenes
pondré el foco en las
“juventudes políticas”; es decir en aquellos grupos
que se movilizaron y
organizaron a partir de una denominación política[2].
Respecto a la
metodología de análisis utilizada para el trabajo, por un
lado, atenderé a las
convocatorias al festival y a los discursos pronunciados en el evento,
recogidos de los archivos de la DIPPBA [3]
(Fondo
DIPPBA División Central de Documentación, Registro y
Archivo, Mesa de
referencia 18498, Factor Social, Carpeta 4, Legajo 624, Tomo I).
Asimismo,
analizaré las crónicas periodísticas de la
jornada, publicadas en los diarios Clarín, La
Nación y Sur[4]. A partir de ello, buscaré dar cuenta de las
discursividades sobre dicha convocatoria, apelando a las descripciones
del
evento presentes en los medios de comunicación, en tanto actores
clave en la
formación de opinión pública.
El activismo juvenil y el
movimiento por los derechos humanos en el contexto de reapertura
democrática
La
investigación de Pablo Vommaro y Alejandro Cozachcow (2018)
sobre las formas de
militancia juvenil durante la transición democrática
permite vislumbrar un
amplio repertorio de causas en las que los jóvenes tuvieron
participación y/o militancia,
y que exceden el ámbito estudiantil o partidario. De acuerdo con los
autores, desde los primeros años ´80 la juventud se
involucró, en el movimiento
del rock nacional, entendido como espacio político; en las
experiencias de
organización barrial; y en el movimiento por los derechos
humanos (2018).
Con relación a ello, si bien Elizabeth
Jelin
(1985) señala que las organizaciones de derechos humanos
construyeron un
movimiento social heterogéneo, la militancia de los
jóvenes tuvo una destacada
presencia. No se trataba de un espacio
esencialmente joven, pero sí un frente donde estudiantes y
militantes de las
ramas juveniles partidarias tuvieron protagonismo. Al mismo tiempo, la
juventud
estaba en el centro de los llamamientos de las organizaciones de
derechos
humanos que veían en dicho actor social el puente generacional
para la memoria;
es decir la continuidad de la lucha por verdad y justicia.
La
presencia
juvenil en este movimiento ya puede rastrearse a inicios de los
años ´80. En un
contexto de mayor movilización antidictatorial, muchos
jóvenes se integraron
desde 1983 en el “Frente por los Derechos humanos”, un
nucleamiento que agrupó
a artistas y activistas ligados a Madres de Plaza de Mayo. Por ejemplo,
la
“Marcha del pueblo por la democracia y la reconstrucción
nacional”, convocada
por la Multipartidaria, contó con la presencia de grupos
juveniles
estudiantiles y partidarios (Longoni, Bruzzone, 2008:6). Esto mismo se
puede
observar en los “siluetazos”[5],
organizados desde 1983 por las Madres.
De hecho, fue en la III Marcha de la Resistencia donde se
inició con
esta performance que tenía como objetivo visibilizar en el
espacio público la
ausencia de los desaparecidos. Dicha convocatoria se realizó
para el Día del Estudiante
de 1983.
De acuerdo con Ana
Longoni y Gustavo Bruzzone “El ‘Frente’
organizó los Siluetazos de diciembre de
1983 y marzo de 1984 en el Obelisco, e impulsó propuestas de
acciones visuales
o creativas que tuvieron lugar en marchas de las Madres en los
años siguientes”
(2008:6). Allí se organizaron talleres al aire libre donde los
propios
manifestantes pusieron el cuerpo para bosquejar las siluetas:
“Los días previos
a la asunción de Alfonsín, el ‘Frente’
organizó un campamento de producción de
siluetas con el objetivo de que la madrugada del primer día de
democracia los
30.000 desaparecidos estuvieran en las calles” (2008:19).
La reapertura
democrática y la concepción de un sistema institucional
fuerte, generó
entusiasmo entre los jóvenes y propició su
participación de manera predominante
en estructuras partidarias y en agrupaciones estudiantiles, vinculadas
a ellas
(Manzano, 2011). Por ejemplo, el Movimiento
de
Juventudes Políticas (MOJUPO), integró entre 1983 y 1987
a las ramas
juveniles de los principales partidos políticos. Asimismo, la
investigación de
Blanco y Vommaro (2018) da cuenta de la emergencia de un “ethos
militante”
sobre las agrupaciones juveniles de los años ´80 asociado
a nuevos sentidos sobre
la democracia y sobre los partidos políticos y vinculado a la
masificación del
espacio universitario.
En este punto resulta
interesante pensar el activismo juvenil desde las redes de sociabilidad
como
categoría analítica (Agulhon, 2009; Bertrand, 2012). Esta
concepción permite
indagar la movilización de los jóvenes a partir del
estudio de los propios
actores y de las reglas y valores compartidos por ellos. Con redes de
sociabilidad refiero, siguiendo la definición de Bertrand (2012), a un complejo
sistema de
vínculos que permiten la circulación de bienes y
servicios, materiales e
inmateriales, en el marco de las relaciones establecidas entre sus
miembros.
Esta
aproximación a los
hechos históricos permite mirar a las juventudes
políticas y comprender cómo
sus acciones no respondieron únicamente a una lógica
partidaria, sino también a
los vínculos que se generaban extrapolítica. Si bien en
los afiches de difusión
del festival, se observa que los propios jóvenes convocaban
desde su posición
política en las ramas juveniles de algunos partidos
políticos, la juventud en
tanto generación desarrollaba redes de sociabilidad que
excedían la
participación partidaria formal. Esas redes de sociabilidad se
pueden observar
en los círculos de estudio y de militancia estudiantil
(Universidad, colegios
secundarios, y sus respectivos centros de estudiantes, revitalizados y
fuertemente movilizados durante los años ´80); en
circuitos culturales (como el
caso del rock nacional y de diversos colectivos artísticos); y
en el activismo
barrial (como el caso de las tomas de tierras, ollas populares y
movilizaciones
contra el “gatillo fácil”). Pensar los espacios de
sociabilidad compartidos por
la juventud en los años ´80 permite dar cuenta de
cómo la política se construye
en el ámbito de la interacción social y “puede dar
lugar a formas relacionales
específicas que brindan (…) un conjunto de recursos
organizativos relacionales
e identitarios para el ejercicio de la soberanía”
(Agulhon, 2009:5.).
Estos espacios de
sociabilidad colaboraron en la
interpelación de los jóvenes en causas como las del
“Festival contra el
indulto”, en un momento en el que las ramas oficiales de sus
partidos sí
apoyaban las políticas de “reconciliación
nacional” (principalmente en los
casos del Partido Justicialista y Radical).
Desde esta
perspectiva,
también es posible comprender cómo la confianza inicial
en las instituciones,
que acompañó al retorno a la democracia, no
significó una participación pasiva
o acrítica por parte de las juventudes, sino que “muchos
jóvenes cuestionaron
la propuesta de participación del alfonsinismo y se
comprometieron en espacios
culturales y barriales, o mantuvieron autonomía política
respecto a las
decisiones gubernamentales con las que no acordaban” (Vommaro y
Cosachcow,
2018:9). Esto se puede observar en el rechazo de los centros de
estudiantes a
la concepción cultural o asociativa que se impulsaba desde el
Ministerio de
Educación; en las críticas a las recetas
económicas ensayadas por el gobierno
radical: y en las respuestas de los jóvenes a la sanción
de las Leyes de Punto
Final y de Obediencia Debida. En el caso de estas últimas
decisiones políticas,
es posible notar cómo acrecentaron la participación de
los jóvenes en el
movimiento de Derechos Humanos.
En diciembre de 1985
la Cámara Federal había
condenado a
cinco de los integrantes
de las tres juntas militares. El juicio a las Juntas había dado
cuenta de un
“cambio histórico y (había constituido) el
símbolo mayor de la transición a la
democracia” (Vezzetti, 2002:135) a partir de la creación
de un consenso sobre
la verdad de lo ocurrido durante el terrorismo de Estado. Se
trató de un hito
político y simbólico para legitimar la transición
a la democracia tras la
experiencia de violaciones sistemáticas a los derechos humanos y
de la
existencia de miles de desaparecidos.
Ahora bien, hacia 1986
la situación había cambiado:
el escenario judicial se mostraba poco prometedor para la continuidad
del
juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad cometidos por
miembros de las Fuerzas
Armadas. Las presiones militares sobre el gobierno de Raúl
Alfonsín comenzaron
a evidenciarse públicamente y el poder ejecutivo se alejó
del discurso ético y
de defensa de los derechos humanos. En este contexto, en diciembre de 1986,
se sancionó la Ley de Punto Final, con el objetivo de frenar el
descontento de
las Fuerzas Armadas, evitar posibles rebeliones y también
reestructurar el
vínculo social con la institución militar. Esta ley
establecía un plazo límite
(de 30 a 60 días) para denunciar crímenes de lesa
humanidad y para iniciar el
enjuiciamiento de quiénes ya habían sido denunciados; es
decir se fijó un
término de prescripción de la acción penal.
Rocío Lozano (2019) señala que esta ley
generó que “las organizaciones
de derechos humanos la denunciaran como una amnistía encubierta
y como la
consolidación del compromiso de impunidad entre el gobierno y
los militares”
(2019:32).
Asimismo, en junio de
1987, tras el alzamiento
militar “carapintada”, se sancionó la Ley de
Obediencia Debida que asumía (a
partir de una presunción) que el accionar de oficiales medios y
subalternos no
era punibles por haber obrado bajo la obediencia de órdenes de
superiores. Este
levantamiento dejó en claro la crisis de autoridad del gobierno
sobre las
Fuerzas Armadas e impartió “el golpe final a las promesas
democráticas que
desde 1983 Raúl Alfonsín intentó, con idas y
vueltas, plasmar en políticas de
Estado” (Lozano, 2019:34). Además,
su
resolución “puertas adentro” del cuartel, y en
términos de negociación, implicó
una ruptura con la movilización ciudadana concentrada en Plaza
de Mayo tras el
levantamiento. La continuidad de las rebeliones militares con el
alzamiento de
Monte Caseros (enero de 1988) y el de Villa Martelli (diciembre de
1988) demostraron
que “las armas de un importante sector de las fuerzas armadas no
estaban al
servicio del gobierno civil” (Quiroga, 2005: 8).
La asunción
como presidente de la Nación de Carlos
Menem en julio de 1989 profundizó el retroceso en las
políticas de justicia y
memoria. En octubre de 1989 Menem emitió cuatro decretos que
iniciaron la serie
de indultos que dejaron en libertad a cientos de militares procesados y
condenados por violaciones a los derechos humanos, así como a
los líderes de
las principales organizaciones político-revolucionarias que
habían actuado en
el país (Decretos 1002/89, 1003/89, 1004/89, 1005/89), y que en
1990
permitieron la liberación de los miembros de la Junta Militar,
condenados en
1985 (Decreto 2741/90).
Los indultos, según
el presidente, estaban orientados a “pacificar” y
convocaban a dejar
definitivamente atrás los “fantasmas” del pasado.
Hacia septiembre de
1989, cuando los indultos
comenzaron a estar en la agenda pública del nuevo gobierno, las
organizaciones
de derechos humanos iniciaron convocatorias bajo el lema: “Por la
verdad y la
justicia, no al indulto” (Lozano, 2019:47). Se multiplicaron
manifestaciones
masivas en repudio a la decisión presidencial que incluyeron la
presencia de
organizaciones de derechos humanos, partidos políticos,
agrupaciones
estudiantiles, sindicatos, y de la sociedad civil en general.
Es en
este contexto que resulta
interesante analizar la presencia juvenil en las movilizaciones
convocadas por
las organizaciones de derechos humanos frente a los indultos.
Específicamente, el acto y festival
convocado por
la Asociación Madres de Plaza de mayo para el 21 de septiembre
de 1989
representa un ejemplo de ello. Bajo el lema “Por la memoria, la
justicia y la
vida” ese día, en el obelisco, se realizó una
concentración juvenil “contra
todo tipo de impunidad” (Figura 1).
Figura
1.
Volante Madres de Plaza de Mayo. Fondo
DIPPBA División Central de Documentación, Registro y
Archivo, Mesa
de referencia 18498, Factor Social, Carpeta 4, Legajo 624, Tomo I, P.3
El
“Festival”: la juventud en la disputa de
discursos y memorias sobre el pasado reciente
Analizar
el
“Festival contra el indulto”, organizado por la Asociación
Madres de
Plaza de Mayo y las juventudes políticas, permite
observar el interés y la movilización juvenil en pos de
las convocatorias por
los derechos humanos. Asimismo, ofrece hilos de análisis para
discutir las
concepciones que el Estado y los medios hegemónicos intentaron
construir en torno
a la juventud.
El 21 de septiembre de
1989 Madres convocó al acto y siluetazo “La juventud
contra todo tipo de
impunidad” para luego continuar con el festival “Por la
memoria, la justicia,
la vida, contra el indulto y la amnistía”[6]
(Diario Sur. 21/9/1989). El evento se
extendió entre las 18.30 y la medianoche y contó con la
presencia de artistas
de fuerte presencia nacional como Antonio Tarrago Ros, León
Gieco, Fito Paez,
Teresa Parodi, Ignacio Copani, Víctor Heredia, Rubén Rada
y el duo Pedro y Pablo
(Figura 2). Asimismo, tuvo sus correlatos en algunas ciudades del
interior del
país.
Figura 2.
Fondo
DIPPBA División Central de
Documentación, Registro y Archivo, Mesa de referencia 18498,
Factor Social,
Carpeta 4, Legajo 624, Tomo I. P.19
Hacia 1989 el
movimiento de derechos humanos
constituía un espacio consolidado y heterogéneo donde
habían logrado construir
mayor peso simbólico las organizaciones establecidas a partir
del vínculo
filial con los desaparecidos. Para Elizabeth Jelin, esto se vincula a
que “El
‘familismo’ y el ‘maternalismo’ son criterios
centrales de la atribución de
legitimidad de la palabra pública en la Argentina
post-dictatorial” (2007:2).
En este sentido, Madres de Plaza de Mayo constituyó un discurso
combativo frente
al Estado nacional y mantuvo una clara distancia respecto a otros
organismos. De
acuerdo con el estudio de Raúl Veiga (1985) para esa
época las Madres eran consideradas
las más radicalizadas dentro de las organizaciones defensoras de
los derechos
humanos, mantenían una posición fuertemente
crítica contra el arco político y
construían sus reclamos desde cierto aislamiento respecto al
resto de
organismos. Para el autor, las Madres lograban movilizar a “la
vanguardia joven
de los partidos y a miles de inexpertos luchadores que con la apertura
democrática entraron a la militancia política por el
camino de la defensa de
los derechos humanos” (1985:53).
Tanto
la
organización como la difusión de la convocatoria al
Festival estuvo liderada
por Madres. De hecho, aprovechando que se realizaría un jueves,
se definió como
una continuidad de las rondas que la asociación realizaba todas
las semanas en
la Plaza de Mayo. Desde allí, las Madres se dirigieron al
Obelisco para
continuar con el evento artístico donde desplegaron
“rodeadas de jóvenes,
entidades sociales y políticas, cientos de siluetas de
desaparecidos” (Diario Sur, 21/9/1989).
Más allá de surgir de
la línea de Madres, la movilización contó con el
apoyo de “todo el arco de
alianzas que protagonizó el acto del 8 de septiembre contra la
impunidad”,
entre ellos Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y la
Asamblea Permanente
por los Derechos humanos. (Diario Sur,
21/9/1989)
Asimismo, las fuentes
de
inteligencia de la DIPPBA dan cuenta de una fuerte participación
de las ramas
juveniles partidarias en la organización y difusión del
festival. Con mayor
énfasis, los informes atienden a los partidos de izquierda. Por
ejemplo, dan
cuenta de “actividad panfletaria y pinturas murales del Partido
Obrero”, así
como de la puesta a disposición de micros para la
movilización. (Fondo DIPPBA
División Central de Documentación, Registro y Archivo,
Mesa de referencia
18498, Factor Social, Carpeta 4, Legajo 624, Tomo I, p22). En las
figuras 3a y
3b se puede observar uno de los panfletos del Partido Obrero cuyos
motivos de
movilización excedieron los reclamos en torno al indulto. El PO convocó a jóvenes y
centros de
estudiantes a partir de un llamamiento de más amplio alcance,
asociado a las
luchas obreras “contra el hambre, contra el indulto, contra la
ilegalidad de
los sindicatos en lucha, por el juicio y castigo a todos los culpables,
fuera
Bunge y Born”.
En ese mismo volante,
el
Partido Obrero puso en discusión no solo a los indultos sino a
las políticas de
memoria del Estado, y ello permite pensar en una perspectiva de lucha
que
visibilizó la continuidad de violaciones a los derechos humanos
en democracia.
Con la frase “Menem quiere la reconciliación nacional
(…)” da cuenta de las
luchas por la memoria que atravesaban las discusiones políticas
y sociales en
torno al pasado reciente. En el caso argentino, desde el retorno a la
democracia en 1983, los modos de recordar los procesos violentos de los
años
´70 han evidenciado cómo las experiencias individuales
entraron en relación y/o
tensión con los discursos públicos esgrimidos desde
diferentes “emprendedores
de la memoria” (Jelin, 2002) y con la memoria hegemónica
(Da Silva Catela,
2011). Es decir que coexisten miradas sobre el pasado reciente que se
enfrentan
por sostener la verdad de lo vivido en los años de la dictadura
y por otorgar
los títulos de culpables e inocentes a distintos actores
(Lvovich, Bisquert,
2008).
En este caso, el
Partido
Obrero hecha por tierra las memorias asociadas a la teoría de
los dos demonios[7]
y de
la reconciliación nacional[8]
para
mantener alzados los reclamos por Juicio y Castigo. Asimismo, cuestiona
los
vínculos entre la represión estatal y el proyecto de
transformación de las
estructuras socioeconómicas; así como denuncia a la
continuidad de la represión
emanada por el Estado y aplicada por las fuerzas represivas.
Figura
3a.
Panfleto Partido Obrero. Fondo
DIPPBA División Central de
Documentación, Registro y Archivo, Mesa de referencia 18498,
Factor Social,
Carpeta 4, Legajo 624, Tomo I. P.11
Figura
3b.
Panfleto Partido Obrero. Fondo
DIPPBA División Central de
Documentación, Registro y Archivo, Mesa de referencia 18498,
Factor Social,
Carpeta 4, Legajo 624, Tomo I. p.12
Los volantes de la convocatoria también dan cuenta de una disputa generacional al interior de los partidos políticos. Por ejemplo, en la figura 4, la Juventud Peronista de Florencio Varela, bajo el lema “Los que votamos a Menem decimos NO AL INDULTO”, cuestiona la política de amnistía del ejecutivo nacional a pesar de que se trata de un gobierno elegido a través del partido justicialista. Asimismo, en un documento de inteligencia de la DIPPBA sobre la convocatoria de Florencio Varela para la marcha contra el indulto del 8 de septiembre de ese mismo año, se menciona que el partido peronista tenía posiciones encontradas respecto a la asistencia y que los dirigentes de la zona decidieron no adherir a la movilización. De esta manera, el documento de inteligencia refiere a una división interna en torno al Peronismo Revolucionario, y considera a este último cercano al Partido Obrero (Fondo DIPPBA División Central de Documentación, Registro y Archivo, Mesa de referencia 18498, Factor Social, Carpeta 4, Legajo 624, Tomo I, p.8)
Figura
4. Panfleto Juventud Peronista de Florencio Varela. Fondo
DIPPBA División Central de
Documentación, Registro y Archivo, Mesa de referencia 18498,
Factor Social,
Carpeta 4, Legajo 624, Tomo I, p.9
Volviendo al Festival,
la fecha elegida para
realizarlo no solo coincidió con la ronda que las Madres de
Plaza de Mayo
realizaban cada jueves, sino también con el tradicional festejo
juvenil del día
del estudiante, y el asueto estudiantil correspondiente. De acuerdo con
las
publicaciones de los medios de comunicación, durante dicha
jornada miles de
jóvenes se habían concentrado en los bosques de Palermo
(donde también se
realizaron presentaciones musicales) y en espacios públicos
clásicos para estos
festejos, como el Parque Pereyra Iraola en La Plata. Sin embargo,
muchos
jóvenes no solo respondieron a la convocatoria, sino
también participaron de la
organización del “Festival contra el Indulto”.
Este evento no
surgió de
manera inesperada. Se inscribió en una serie de manifestaciones
de repudio a la
amnistía impulsada por el gobierno menemista. Ya a inicios de
septiembre los
estudiantes secundarios representaron “un cuarto” de las
200.000 personas que
(…) marcharon contra los indultos que el recientemente asumido
Carlos Menem
dispensó a los jerarcas de la última dictadura”
(Manzano, 2011:10). Los jóvenes
se habían hecho presenten en diversos programas de lucha
impulsados por las
organizaciones de derechos humanos. Como se mencionó
anteriormente, las
movilizaciones antidictatoriales, los siluetazos y el repudio a los
levantamientos militares fueron causas que lograron convocatoria
juvenil.
Asimismo, en mayo de 1987 se profundizó la discusión en
torno a la continuidad
de prácticas represivas y a la existencia de violaciones a los
derechos humanos
en democracia a partir de la masacre de Ingeniero Budge[9]. La figura del “Gatillo
Fácil” comenzó a
interpelar el compromiso de los jóvenes en diversas
movilizaciones barriales y
de derechos humanos (Tiscornia, 2008).
La presentación
en el
Festival de numerosos artistas del ambiente del rock nacional, el
folclore y la
nueva canción latinoamericana da cuenta de los consumos
culturales de las
juventudes políticas, sobre todo teniendo en cuenta que se
trataba de músicos
que combinaban su arte con reclamos políticos y de derechos
humanos. En
relación con esto último, Débora Ermosi (2017)
señala que otro de los recitales
de gran repercusión de ese periodo fue la gira que Amnesty
International
cerró en Buenos Aires el 15 de octubre de 1988 en River Plate.
De acuerdo con el
diario
Clarín, el documento emitido por las
juventudes convocantes durante el Festival “ratificó su
reclamo de ‘juicio y
castigo’ a los culpables de las violaciones a los derechos
humanos, reiteró el
‘nunca más al gatillo fácil’ y se
definió ‘por un país que antes de garantizar
las ganancias de las grandes empresas garantice que no haya más
mortalidad
infantil por insuficiencia alimenticia’” (Clarín,
22/9/1989). Por su parte, el documento leído por las Madres de
Plaza de Mayo
reivindicó la militancia de sus hijos, al tiempo que
enlazó una crítica a todo
un programa social y económico que acechaba la Argentina:
“Como lo hicimos
antes contra la dictadura, por Malvinas, contra el hambre, contra el
FMI, para
enfrentar al golpismo en Semana Santa, Monte Caseros y Villa Martelli
hoy nos
volvemos a convocar por la memoria, la justicia y la vida”
(Lozano, 2019:56).
En este mismo sentido,
en la edición del 21 de septiembre del diario Sur
se publicaron dos escritos que colaboran en pensar cómo desde
los organismos de derechos humanos se buscaba construir un puente
generacional
con los jóvenes. Por un lado, Hebe de Bonafini, presidenta de la
Asociación
Madres de Plaza de Mayo, convocó a la juventud al acto contra el
indulto
estableciendo una continuidad entre la causa de los desaparecidos y las
de
“cada luchador que pide trabajo, vivienda,
educación” (Diario Sur, 21/9/1989). Ese
nexo con la
juventud también es citado por Veiga (1985) a propósito
de un discurso previo
de Bonafini, pronunciado para el 24 de marzo de 1985. Allí, la
líder de Madres
refiere a que si bien ellas no estaban encuadradas bajo una estructura
política
“la juventud se nos acerca. Nosotras les decimos: queridos hijos
que nos
nacieron a partir de la desaparición de los nuestros
(…)” (185:54)
Por otro lado, en otra
columna también del diario Sur,
Alejandro Mosquera, político con trayectoria ligada a las
demandas de las
organizaciones de derechos humanos, sostuvo que “la juventud
tiene memoria” y
asoció el indulto presidencial con la necesidad de
reconciliación estatal con
las fuerzas de seguridad para la represión de las luchas
populares. Asimismo,
Mosquera estableció una línea de continuidad entre el
terrorismo de Estado, el
“gatillo fácil” y las políticas neoliberales;
asociando así la necesidad de
movilización de la juventud por “una vida por la que vale
la pena luchar como
lo hicieron los 30000 compañeros desaparecidos” (Diario Sur, 21/9/1989).
Esta
aproximación al
estudio del Festival permite pensar cómo la juventud estaba
siendo disputada
por diferentes memorias en torno al pasado reciente. En ese mismo
sentido, para
Antonio Pérez Islas (2000) sobre lo juvenil se dan procesos de
disputa y
negociación entre las representaciones elaboradas por agentes o
instituciones
externos a los jóvenes y las propias autopercepciones de los
jóvenes. Ejemplos
de ello lo ofrecen investigaciones como la de Débora Ermosi,
quien ha dado
cuenta que durante los años 80 tanto el radicalismo como el
Partido Comunista
“se disputaban a la juventud para dar forma y contenido a la
nueva “cultura
política” que el país requería”
(2017:2); y la de Alejandra Álvarez (2019)
quien ha demostrado cómo la juventud fue foco de los intereses
del
autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”
que regularmente aprovechó
la jornada del Día del Estudiante para legitimarse y construir
una imagen del
joven adaptada al régimen.
Finalmente, esa
disputa
también se puede observar en las discursividades que circulaban
en los medios
de comunicación sobre la relación entre los
jóvenes y el accionar
político-humanitario. Puntualmente, en el caso de los diarios de
mayor tirada
nacional (como Clarín y La Nación), la convocatoria de
los jóvenes contra el
indulto fue colocada en un lugar marginal.
Según
Héctor Borrat, los
periódicos se constituyen como actores del sistema
político que actúan sobre el
ámbito de la influencia en tanto pueden “afectar el
comportamiento de cientos
de actores en un sentido favorable a sus propios intereses”
(Borrat, 1989:67).
Es decir que los diarios tienen una actuación pública
destinada no solamente a
informar sino a formar el presente, dado que lo convierten en tema de
debate de
la agenda pública. No se pretende trazar una línea
directa y acrítica en el
camino entre lo que el periódico comunica y la toma de
posición del público,
pero es evidente que los diarios intervienen en dicho posicionamiento.
De esta
manera, el periódico permite la construcción social de
significados y se erige
como una trinchera de la memoria donde, lo que se dice u omite y la
forma en
que se enuncia, permiten conformar visiones sobre la realidad.
Asimismo, el
análisis de
la mirada mediática puede pensarse en vínculo con el
Estado dado que en los medios
muchas veces se pliegan las concepciones estatales hacia la juventud.
En este
sentido, es importante destacar que el Estado no debe ser concebido
como un
agente unívoco y autoconsciente, únicamente analizado en
términos políticos o
de gestión. Es decir, debe ser entendido en su
fragmentación y desacople en
multiplicidad de agencias, figuras, lógicas y prácticas
sociales. (Bohoslavsky
y Soprano, 2010). Asumir que al Estado lo conforman los sujetos que
producen
sus prácticas cotidianas, pero también, los sujetos
extra-Estado permite
visualizar las razones o motivaciones de la circulación de
determinadas
concepciones sobre la juventud en los periódicos.
Teniendo
en cuenta estas referencias teóricas,
se puede observar que el diario La Nación
del 22 de septiembre ofrece un pequeño apartado sobre el
“festival juvenil
contra el indulto a militares” donde cataloga a los asistentes
como parte de
las “juventudes políticas de izquierda” (La
Nación, 22/9/1989), pero a partir de los afiches de la
convocatoria y de
los registros que figuran en el archivo de la DIPPBA, se puede asegurar
que la
asistencia superó a la militancia de izquierda[10].
También resulta interesante cómo la nota refiere a los
reclamos realizados
durante el festival: da cuenta del rechazo de los jóvenes al
“posible indulto
de los militares procesados y condenados por abusos en la
represión del terrorismo
de Estado” (La Nación, 22/9/1989),
manteniendo vigente el discurso de los “excesos” en la
represión.
Por su parte, el
diario Clarín plantea un escenario fuertemente
dicotómico entre el ideal de juventud y los jóvenes que
asistieron al festival contra
el indulto. En primer lugar, la nota central de la página de
política del 22 de
septiembre refiere al “Respaldo de la iglesia al indulto” (Clarín, 22/9/1989). Allí se da cuenta del
discurso menemista sobre
la necesidad de “pacificación definitiva del
país” y el apoyo de los
principales referentes de la iglesia católica a nivel nacional. (Clarín, 22/9/1989).
En esa misma
página, en
la esquina inferior derecha y con un espacio claramente reducido
respecto a la
nota central, el diario Clarín
refiere al festival juvenil. Allí titula “Hubo
oposición en un nutrido acto
rockero” en un intento por restarle sentido político. Al
igual que La Nación, Clarín
refiere a las juventudes de izquierda como organizadores y
le quita fuerza al motivo de la convocatoria al afirmar que muchos
jóvenes se
acercaron por la “popularidad de las figuras musicales que
animaron el
encuentro contra el indulto” (Clarín,
22/9/1989). El diario pone en duda la asistencia de 80 mil personas que
“anunció la organización por
micrófono” y adhiere a la referencia de la agencia
DYN sobre 40 mil asistentes (Clarín,
22/9/1989).
Más adelante,
en formato
doble página el diario destaca los tradicionales festejos del
Día del
Estudiante y de la primavera en los bosques de Palermo. Allí
queda explicitado
el ideal de juventud que solamente utiliza la jornada para disfrutar y
divertirse. El diario refiere a “miles de jóvenes”
que se hicieron presentes en
la jornada organizada por la Subsecretaría de la Juventud
porteña y que
“Tomaron sol, jugaron a la pelota, cantaron, anduvieron en bote y
se volvieron
a enamorar” así como participaron de una
“multitudinaria búsqueda del tesoro” (Clarín,
22/9/1989) y del concierto de
diversas bandas de rock. La nota detalla en profundidad qué se
podía hacer en
los bosques y postula a la jornada como un evento para toda la familia.
Es
interesante destacar que, en toda la descripción, Clarín
refiere a “jóvenes” y no “estudiantes” y
pone el acento en
el festejo por el día de la “primavera”. Esta mirada
despolitizada y light
sobre la juventud se opone al volante de convocatoria al festival
contra el
indulto elaborado por militantes del “Frente” donde se hace
un recorrido
histórico por diferentes procesos de avasallamiento de los
derechos
democráticos y estudiantiles, poniendo el acento en los
acontecimientos de “La
noche de los lápices” (Figura 7a y 7b).
De esta manera, se
puede
afirmar que tanto Clarín como La
Nación optan por presentar un ideal
de juventud centrado en una celebración ajena a la
intervención político-humanitaria
donde priman “viandas, pelotas de fútbol, guitarras y
bicicletas”. (La Nación, 22/9/1989)
Figura
5. Volante convocatoria al Festival. Fondo
DIPPBA División Central de
Documentación, Registro y Archivo, Mesa de referencia 18498,
Factor Social,
Carpeta 4, Legajo 624, Tomo I, p.44
Figura 6. Fondo
DIPPBA División Central de Documentación,
Registro y Archivo, Mesa de referencia 18498, Factor Social, Carpeta 4,
Legajo
624, Tomo I, p.44
Figura 7 a. Volante convocatoria del “Frente”. Fondo DIPPBA
División Central de Documentación, Registro y Archivo,
Mesa de referencia
18498, Factor Social, Carpeta 4, Legajo 624, Tomo I, p.50
Figura 7 b.
Volante convocatoria del “Frente”. Fondo DIPPBA
División Central de Documentación, Registro y Archivo,
Mesa
de referencia 18498, Factor Social, Carpeta 4, Legajo 624, Tomo I, p.51
A modo
de cierre
El caso
del acto
y del festival contra
el indulto, convocado por la Asociación Madres de Plaza
de Mayo en
septiembre de 1989, permite analizar la
presencia
juvenil en las movilizaciones convocadas por las organizaciones de
derechos
humanos en la postdictadura. Se trata de un análisis que
se interesa por
vislumbrar el entramado social, político y generacional de los
jóvenes hacia
fines de los años ´80 para observar cuál era el
estadio del vínculo entre las
juventudes y el activismo de derechos humanos
Los años
posteriores al
retorno a la democracia en 1983 dan cuenta de diversas formas
de militancia juvenil y de un amplio repertorio de causas en las que
los
jóvenes tuvieron participación y/o militancia. No
solamente en el ámbito
estudiantil o partidario, sino también en los espacios
políticos construidos en
torno a los nuevos movimientos sociales. Como se mencionó
anteriormente, la
reapertura democrática y la concepción de un sistema
institucional fuerte,
generó entusiasmo entre los jóvenes y propició su
participación de manera
predominante en diversas causas. Atendiendo específicamente a
este caso de
estudio, si bien el movimiento de derechos
humanos no
era un espacio exclusivamente joven, para esos años
resultó un frente donde
estudiantes y militantes de las ramas juveniles partidarias tuvieron
protagonismo.
El análisis
presentado
en el artículo pretendía, en primer lugar, observar
qué intereses proyectaron
las juventudes políticas que organizaron y/o participaron de la
convocatoria de
Madres. En ese sentido, pensar el activismo juvenil desde las redes de
sociabilidad (Agulhon, 2009; Bertrand, 2012) permitió mirar a
las juventudes
políticas y comprender cómo sus acciones no respondieron
únicamente a una
lógica partidaria. Si bien en los afiches de difusión del
festival, se observa
que los propios jóvenes convocan desde su posición
política en las ramas
juveniles de algunos partidos políticos, la juventud en tanto
generación
desarrollaba redes de sociabilidad que excedían la
participación partidaria
formal.
Dichos
espacios colaboraron en la interpelación de los jóvenes
en causas como las del
“Festival contra el indulto”, en un momento en el que las
ramas oficiales de
sus partidos sí apoyaban las políticas de
“reconciliación nacional” (principalmente
en los casos del Partido Justicialista y Radical).
En segundo lugar, el
artículo buscaba analizar qué
intereses impulsaban las organizaciones de derechos humanos respecto a
los
jóvenes y qué discursividades circulaban en los medios de
comunicación en torno
a la relación entre los jóvenes y el accionar
político-humanitario. Esta
aproximación al estudio del Festival permitió pensar
cómo la juventud estaba
siendo disputada por diferentes memorias en torno al pasado reciente.
Por un
lado, la elección del día del Festival, coincidente con
la jornada de festejos
del 21 de septiembre, la inclusión de presentaciones musicales y
la
convocatoria directa de referentes de derechos humanos, como Hebe de
Bonafini y
Alejandro Mosquera, permiten observar el interés de dichas
organizaciones por recibir
el apoyo juvenil y por construir una línea de continuidad entre
el terrorismo
de Estado, el “gatillo fácil” y las políticas
neoliberales. Por otro lado, esa
disputa también se pudo observar en las discursividades de los
medios de comunicación
sobre la relación entre los jóvenes y el accionar
político-humanitario.
Puntualmente, en el caso de los diarios de mayor tirada nacional (como Clarín
y La Nación), la convocatoria de los jóvenes
contra el indulto fue
colocada en un lugar marginal, mientras se apelaba a un relato que
destacaba los
festejos del día del estudiante y que despolitizaba a la
juventud.
Analizar el
“Festival contra el indulto” permitió
indagar en un contexto de activa movilización juvenil en favor
de las luchas
por los derechos humanos. Se trata de un momento histórico
crucial para pensar
la inserción en el activismo político-humanitario de las hijas y los hijos que
formaron parte del “Taller de las Amistad”. Asimismo,
estudiar los vínculos
entre juventudes políticas y derechos humanos hacia fines de los
´80 también es
un eje necesario para problematizar la década del ´90 en
la que la generación
de las hijas y los hijos formalizaron
su activismo político
y de derechos humanos con el surgimiento de la agrupación
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Recibido:
21/08/2021
Evaluado:
15/10/2021
Versión
Final: 16/02/2022
[1]
Entiendo que el análisis que realizo en este trabajo no ofrece
rasgos
totalizantes para pensar a la juventud, pero sí me permite
dimensionar su
vínculo con las luchas por los derechos humanos. Asimismo, el
objeto está
centrado en la experiencia bonaerense y capitalina, sin intenciones de
generalizar o asumir las características de esta región
al resto de
experiencias juveniles y político humanitarias que se
desarrollaron en otras
partes del país.
[2] Más
adelante explicaré que la denominación
“política” no implicaba necesariamente
una adhesión estructural a la política partidaria.
[3] En
el año 2000 la Legislatura de la provincia de Buenos Aires
cedió los
archivos de la Dirección de Inteligencia de la Policía de
la Provincia de
Buenos Aires a la Comisión Provincial por la Memoria a partir de
la Ley Nº 12.642. Este organismo se
ha encargado de la conservación,
preservación y
gestión
de este fondo
documental y, desde
el 2003, ha abierto
el
archivo para la
consulta pública.
Consultados en
septiembre del 2020
[4] Consultados
digitalmente en la Hemeroteca del Congreso de la Nación en
septiembre del 2020
[5] Práctica
artístico-política que proporcionó una fuerte
visibilidad en el espacio público
porteño a los reclamos del movimiento de derechos humanos
[6] Esta titulación
utilizada para la
convocatoria también se puede observar en la figura 2
[7] De
acuerdo con esta teoría, en los años ´70, Argentina
experimentó el
enfrentamiento entre la violencia revolucionaria y la violencia
estatal. La
mayor parte de la sociedad se piensa aislada de estos “extremos
ideológicos” y
la violencia política no es historizada, más allá
del reconocimiento de “una
aún más condenable violencia estatal” (Lvovich y
Bisquert; 2008:35)
[8] Se
trata de un imperativo de memoria apoyado en la idea de “olvidar
un pasado ya
cerrado y preocuparse por mantener la estabilidad de un sistema
democrático
caracterizado por su fragilidad” (Lvovich y Bisquert; 2008:45).
Marcado por
leyes como las de punto final y obediencia debida y por los indultos
firmados
por el entonces presidente Carlos Menem, esta memoria apuntaba a una
política
de “pacificación nacional” asociada a la
inmersión de Argentina en el mercado
mundial y en la igualación de responsabilidades entre el
terrorismo estatal y
el “subversivo”
[9] El
8 de mayo de
1987 personal de la policía bonaerense asesinó a los
jóvenes Agustín Olivera
(26), Oscar Aredes (19), y Roberto Argañaraz (24), en la esquina
de Guaminí y
Figueredo de la localidad de Ingeniero Budge, en la que se encontraban
tomando
una cerveza. A partir de ese momento se desató una
movilización de amigos y
vecinos que acompañaron a los familiares de las víctimas,
quienes
posteriormente impulsaron el camino para esclarecer los hechos. La
masacre de
Budge es conocida como el primer caso de “gatillo
fácil” (fuente CPM)
[10] Esto puede
asumirse a partir de la figura 4, 5 y 6 donde la convocatoria a los
jóvenes excede a los partidos
de izquierda