La visión económica de la revista Cabildo frente al regreso de la democracia argentina (1983-1985): nacionalismo católico y economía nacional[1]

 

 

The economic vision of the Cabildo magazine in the face of the return of Argentine democracy (1983-1985): Catholic nationalism and the national economy

 

 

 

Ignacio Andrés Rossi

Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires,

Universidad Nacional de General Sarmiento (Argentina)

https://orcid.org/0000-0003-3870-1630

ignacio.a.rossi@outlook.com

 

Resumen

La revista Cabildo ha sido reconocida por diversos investigadores dado su repercusión e importancia en los años 1970. Con una impronta nacionalista católica, la publicación constituye una pieza importante de análisis dentro de los nacionalismos religiosos argentinos. Analizada desde diferentes perspectivas políticas por múltiples investigadores, en el presente trabajo proponemos específicamente un abordaje sobre sus columnas económicas durante los primeros años del gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1985). La sección económica contó con persistencia y continuidad, revelando la visión programática del grupo editorial en esa dimensión, aunque no sin tensiones importantes. Para ello se consultaron las columnas económicas y de política económica incluidas en los meses que van de diciembre de 1983 hasta junio de 1985, aunque también se realiza un análisis integral de la publicación. Se concluye en que la visión nacionalista de Cabildo, crítica hacia los poderes económicos considerados antinacionales, convivió con otras miradas inclinadas hacia la estabilización económica y las consignas proexportadoras. Además, observamos que la insignia general de la revista que asoció al alfonsismo al marxismo  las izquierdas, no fue lo la consigna principal en la visión económica y en las críticas formuladas a los funcionarios radicales.

 

Palabras Clave

Economía; deuda; Argentina; Cabildo; derechas; izquierda.

 

 

 

 

Abstract

The Cabildo magazine has been recognized by various researchers given its repercussion and importance in the 1970s. With a Catholic nationalist imprint, the publication constitutes an important piece of analysis within Argentine religious nationalisms. Analyzed from different political perspectives by multiple researchers, in this paper we specifically propose an approach to its economic columns during the first years of the government of Raúl Alfonsín (1983-1985). The economic section had persistence and continuity, revealing the editorial group's programmatic vision in this dimension, although not without significant tensions. For this, the economic and economic policy columns included in the months from December 1983 to June 1985 were consulted, although a comprehensive analysis of the publication is also carried out. It is concluded that the nationalist vision of the Cabildo, critical of the economic powers considered anti-national, coexisted with other views inclined towards economic stabilization and pro-export slogans. In addition, we observe that the general insignia of the magazine that associated the Left with Alphonsism with Marxism, was not the main slogan in the economic vision and in the criticisms made of radical officials.

 

Keywords

Economy; debt;  Argentina; Cabildo; right; left.

 

 

 

Introducción

 

El abordaje de las publicaciones periódicas, especialmente de revistas, ha alcanzado un gran desarrollo en la Argentina. Tradicionalmente, los historiadores han trabajado con este tipo de materiales utilizándolas en carácter de fuentes históricas. Es decir, como un insumo elemental de la investigación histórica a la hora de articular la construcción de un relato sobre el pasado, teniendo en cuenta los debates entre grupos sociales, las visiones sobre determinados hechos o, más generalmente, los hilos conductores en torno a las disputas en el espacio público. Quizás desde esta perspectiva, las revistas han constituido un elemento de segundo orden en el repertorio de objetos analizados por los historiadores, en tanto formaron y forman parte de un arsenal heterogéneo de fuentes para abonar ideas e interpretaciones históricas. Los trabajos pioneros que se han propuesto examinar publicaciones como objeto de estudios (Lafleur, Provenzano y Alonso, 1968), aunque se han centrado en revistas literarias, iniciaron un avance importante para comprender desde otros ángulos las revistas argentinas. Más recientemente, trabajos de colaboración colectiva con un tinte interdisciplinar vienen realizando progresos en el marco de la historiografía. En este sentido, se han estudiado las publicaciones relacionadas con la encomia, la producción, el comercio y las finanzas (Girbal-Blacha y Quatrochi-Woisson, 1999; Delgado y Roger, 2016).  Desde una mirada más novedosa, estos trabajos buscan conciliar herramientas propias de la historia económica, cultural y política, en sintonía con otras investigaciones que vienen interesándose por conciliar la economía y las ideas en la historia (Rougier y Odisio, 2018; Rougier y Mason, 2021) generando así nuevas herramientas para entender el papel de las revistas en el pasado. Este tipo de perspectiva permitiría reconstruir los debates de la historia económica y la política económica, integrándolos al conjunto de valores, creencias y proyecciones de los sujetos y grupos involucrados en los proyectos editoriales de las revistas.[2]

De modo que, como lo ha señalado recientemente Girbal-Blacha (2021), las revistas se diferencian de los libros y los diarios, en tanto estos últimos se encontrarían enmarcados en una discusión inmediata, y quizás algo ansiosa. Sin embargo, las revistas tendrían la virtud de captar las discusiones, intereses y preocupaciones de los actores en una coyuntura de tiempo medio. Es decir, permitiendo registrar continuidades y cambios profundos que se desarrollan en el ámbito de las instituciones sociales y, por eso, se tornan como objetos de estudio legítimos en sí mismo, y no ya como una fuente adicional. Incluso, como la ha registrado la misma autora en otros trabajos recientes (Birbal-Blacha, 2018), las revistas se proponen más que informar debatir, expresado pasiones individuales a la vez que colectivas y formando, también, un espacio importante de sociabilidad para abrir discusiones e intervenir en los asuntos públicos. Sin importar tanto si la intervención en esos asuntos se haga desde un abordaje cultural, político o económico, es claro que las revistas constituyen en sí la expresión de actores relevantes (Mason y Rougier, 2021).

Desde un punto de vista teórico, el marxismo cultural propuesto por Raymond Williams (2000) ha dado cuenta de cómo los aspectos inmateriales de la vida humana (ideas, conceptos, creencias, etc.) se insertan en los medios de comunicación dando cuenta, también, de importantes procesos económicos que se les vinculan. Por eso, se torna importante en las revistas entender la lengua y la escritura (como parte indisociable de ella) como continuidad de la realidad social con un significado traducido en acciones donde se construyen sentidos sobre el mundo. De esta forma, las relaciones entre economía y sociedad podrían pensarse a partir de que el lenguaje puede funcionar como un medio de producción, en tanto no se puede pensar la reproducción material de la vida sin ideas. A su vez, el historiador cultural Robert Darton (2010) planteó cómo en las ediciones impresas es importante destacar el rol que cumplen los actores como editores, autores, impresores, libreros, etc., en definitiva, el mundo que constituye el proceso por el cual el lector sería el último eslabón. Lo que quizás más interesa destacar de este punto, es que sobre el soporte material de las revistas se encuentra un complejo espacio de relaciones entre actores y la coyuntura histórica, entre ideas, discusiones e inquietudes y la sociedad misma. Con este énfasis y, en resumen, Mason y Rougier (2021), propusieron destacar que las revistas culturales, políticas y económicas no solo son recursos documentales, es decir, contenedoras de textos e ideas, sino también formas complejas de intervención en el proceso social contemporáneo” (17).

Siguiendo estas convicciones, proponemos analizar la revista Cabildo, una significativa publicación ligada al nacionalismo católico argentino, una publicación donde su superficie redaccional y narrativa puso mayor énfasis en la sensibilidad nacionalista tradicionalista que en sus inquietudes en materia religiosa (Mallimaci, 2008). La misma, mantuvo una sección económica fija y constante en los complejos meses de la transición democrática desde fines de 1983. Centramos en la dimensión económica de la misma, entendiendo que a pesar de que esta no fuera la especialización de la revista, puede aportar algunas claves nuevas sobre cómo se posicionaron sus mentores ante los convulsos eventos económicos en los años de del regreso de la democracia.

El estudio se circunscribe entre los primeros años de Alfonsín hasta el recambio ministerial de Sourrouille en 1985. En esta etapa, donde Cabildo reaparecía en la escena pública, Alfonsín asumía el poder izando los valores de la república, la democracia, el pluralismo y el bienestar de las mayorías. Sin embargo, las limitaciones económicas impuestas por una crisis gestada a lo largo del Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) se convertirían en importantes limitaciones a las aspiraciones del nuevo presidente. En aquel entonces, el desempleo comenzaba a ser significativo y las inflaciones del más del 400% anuales guardaban, además de los fuertes déficits públicos y desequilibrios de los precios relativos, un importante componente inercial e indexatorio. Esto, junto a una deuda externa que sobrepasaba los 45. 000 millones de dólares, y que el Estado había privatizado durante la gestión de Domingo Cavallo en 1982, agravaba las posibilidades de que los asalariados y las capas más favorables de la sociedad recuperaran algo del nivel de vida perdido durante el régimen anterior. También deben mencionarse otros problemas a la hora implementar una política económica expansiva, como se lo propuesto en un primer momento Grinspun, como la escasez de reservas del Banco Central de la República Argentina, estimadas en menos de 1.000 millones de dólares. Por otro lado, agravaban el cuadro nacional la recesión que la economía argentina venía experimentando, la cual se encontraba en niveles del PBI comparables a los de 1974, una caída de la inversión que acumulaba alrededor de un 30% en una década y un déficit fiscal que alcanzaba un 15% del PBI. El contexto internacional, por otro lado, donde se acumulaba una sostenida caída de los términos de intercambios hasta 1987 y las altas tasas de interés internacional (que habían incrementado subas de más del 10% en menos de una década), no resultaba favorable a la Argentina.

En un primer momento Grinspun, un hombre perteneciente a la guardia radical, intentó llevar a cabo un plan económico keynesiano. El mismo, que proyectaba un crecimiento de 5% anual, un acuerdo directo con los acreedores privados en torno a la deuda, aumentos de salarios en un 8% y una política de ingresos sustentada en impuestos a la riqueza, no tardó en sucumbir ante los poderes externos e internos que complicarían las perspectivas de la democracia. Los intentos por no retomar el programa Stand By del FMI acordado con la gestión anterior, en un intento por eludir los ajustes recesivos, y formar un club de deudores con países latinoamericanos, se truncaron ante la presión de los bancos comerciales y el organismo internacional por renegociar los abultados cronogramas de pagos (Rapoport, 2020). Por su parte, los aumentos de salarios y de tarifas públicas, los controles de precios en sectores industriales y la reducción de las tasas de interés, eran herramientas graduales que buscaban contener la inflación en una sociedad donde la misma se había vuelto un hábito social difícil de desarraigar y donde los actores más poderosos encontraban mayores herramientas para sortear los controles. Tanto el desinterés en los sectores oligopólicos de la industria y la presión del FMI, perjudicaron los intentos por recuperar la actividad económica. En septiembre de 1984, y finalmente acordado hacia fines de ese año, se buscó llegar a un entendimiento con el FMI, retomando el programa Stand By inmediatamente anterior (Belini y Korol, 2020). El mismo, tampoco lograría grandes progresos ya que, a pesar de la recesión y la reducción del salario real, producto de las políticas de reducción del déficit, de la emisión monetaria, la devaluación de la moneda y de reprogramación de los pagos, alentó la inflación a niveles históricos. Las tasas inflacionarias y las cuentas fiscales siguieron su deterioro, pues la necesidad de divisas, agravada por el deterioro de los términos de intercambio, presionaba sobre el mercado cambiario. Finalmente, sería el mismo presidente quien decidiera la renuncia de Grinspun y retrocediera en la estrategia confrontativa para alinearse con más firmeza a las prescripciones norteamericanas (Brenta, 2019).

Los motivos del recorte temporal circunscripto a los primeros años del gobierno alfonsinista son dos. En primer lugar, el recambio del primer ministro de Economía Bernardo Grinspun por Juan Sourrouille hacia enero de 1985 debe entenderse como una ruptura no solo de la estrategia económica radical, sino del entendimiento que los actores tendrían sobre el devenir, los abordajes y los intereses en pugna en torno a la política económica. Este punto marca dos etapas que merecen ser abordadas en diferentes espacios, quedando la segunda para futuras indagaciones. En segundo lugar, porque la sección económica fue constante en los meses analizados, de modo que tratar con densidad el debate y desentrañar la mirada económica de Cabildo en la etapa inicial de la democracia planteo límites de espacios.

Así, el trabajo se encuentra dividido en tres secciones. En la primera de ellas, reconstruimos repasamos los estudios que se han ocupado de abordar la revista, analizamos sus principales temas de intereses y otras cuestiones como la relación de los precios en su contexto. En los dos próximos apartados nos ocupamos de los temas de interés de Cabildo, dividido en política productiva, centralmente energética, y política económica. En la primera de ellas revistamos los debates en torno a los contratos petroleros, la energía nucleoeléctrica y su relación con la visión estrategia que se tenía. En el segundo bloque, nos adentramos puntualmente en la visión programática que incolora la dimensión económica en torno al papel de la deuda externa, las empresas, el poder financiero y las alternativas sugeridas. Sostenemos, como premisa general, que a pesar de la fuerte postura que acusaba de marxista e izquierdista alfonsinismo, en la visión económica de los columnistas de Cabildo predominaron otras miradas. Entre ellas, las que señalaron las limitaciones del gobierno frente a los poderes internacionales y nacionales, por sobre la naturaleza política del alfonsinismo. Pero, sobre todo, también señalamos que convivieron las consignas de política económica clásicamente nacionalistas con algunas estabilizadoras y proexportadoras que replicaban el debate en torno a pagar o no pagar la deuda externa.

 

La revista Cabildo: algunas precisiones generales sobre su abordajes históricos y principales consigna políticas

 

La revista Cabildo fue uno de los principales organismos de prensa de sectores nacionalistas católicos de argentina durante los años 70. Lvovich (2011) ha trabajado extensamente sobre el fenómeno nacionalista, desde sus origines en el Rio de la Plata hasta su versatilidad en la segunda mitad del siglo XX. Sobre todo, en esta última etapa histórica, dio cuenta de cómo se hace más dificultoso para los observadores sociales encontrar aquello que denominó como común denominador ideológico (Lvovich, 2003: 23). Es decir, un corpus de ideas imprescindibles y relativamente homogéneos que dieran base al fenómeno nacionalista, a pesar de la trascendencia de la combinación de posturas antimodernas, antiliberales, antiizquierdistas y corporativas (Orbe, 2011). Cabe señalar que estas posturas, que en general pueden estar presentes en los idearios de los nacionalismos, motorizan en el caso del catolicismo una lucha contra una red corporativa compuesta por marxistas, liberales, democráticas, judíos, entre otros. No obstante, la porosidad de ideas que caracterizó a la segunda mitad del siglo XX, trascendió los antiguos límites del nacionalismo, lo que problematizaría la existencia de un consenso historiográfico en torno a los pilares y límites del nacionalismo (Lvovich, 2009).[3] En suma, la segunda mitad del siglo XX funcionó como una etapa caracterizada por una profusa e intensa circulación y apropiación de ideas, referentes intelectuales y trayectorias militantes por diversas derivas. De modo que, como lo recomienda el autor, es más factible analizar en estos grupos las formas de actuar y desenvolverse en cada situación histórica concreta que buscar encuadrar posiciones ideológicas estancas, uniformes e invariables. Justamente, creemos que analizar la faceta económica de la revista, como se propone, puede aportar hallazgos enriquecedores en relación con las consignas políticas y culturales ya señaladas por Saborido (2011), vinculadas a el rechazo de la modernidad, el liberalismo y la democracia.

Fue el 17 de mayo de 1973 cuando Cabildo comenzara su primera tirada, caracterizada por una postura crítica hacia los gobiernos peronistas, un antisemitismo de época y por posicionarse en favor de golpes militares.[4] Sin embargo, fue intervenida en tres ocasiones tras la muerte de Juan Perón. Luego de su reaparición en agosto de 1976, nuevamente fue intervenida por el régimen de 1976, tras haber cubierto el secuestro del reconocido periodista Jacobo Timerman. Luego, en los años del regreso de la democracia, Cabildo inicia su segunda época hasta 1989, cuando el grave contexto económico del país la interrumpiera hasta un ciclo posterior. Por eso, los años democráticos dotan a la publicación de cierta irregularidad a consecuencia de las periódicas crisis económicas en esta etapa. Como lo ha señalado Saborido (2008), los años de mayor estabilidad de la publicación fueron los de referidos al periodo 1976-1983. Durante esta época, la publicación se caracterizó por un papel de alta calidad, a color y de circulación mayormente circunscripta a ámbitos intelectuales. Por su parte, la los datos específicos de la tirada no son fehacientemente conocidos, aunque se ha estimado que en aquel entonces se posicionaba entre las mayores del país (Beraza, 2005). Respecto a sus temáticas, Saborido (2008) también ha señalado cómo, a pesar de mantener una línea editorial estrictamente alineada al espíritu de la publicación, en el área económica pueden datarse ciertas divergencias como consecuencia de la falta de especialistas ligados al nacionalismo católico. En los años democráticos, donde los primeros años se mostrará cierto vigor y continuidad en las tiradas, la publicación identificó al alfonsinismo con ideas modernistas y de izquierdas vistas como contrarias a los valores fundacionales del nacionalismo católico (Saborido y Borrelli, 2014).

En este sentido, y como lo señaló Patin (2020), la revista Cabildo, entre otras de raíz nacionalista y católica, ha sido ampliamente abordada. Más específicamente, fue a partir del regreso de la democracia que comenzaron a analizarse las posturas conservadoras, tradicionales, nacionalistas y, en alguna medida también católica, con un importante énfasis en comprender su estrecho vínculo con el autoritarismo. Es decir, en los años en que la Argentina comenzaba la senda democrática, pero que también comenzaba a preocuparse -al menos para una parte significativa de las izquierdas y los progresismos locales- por asentar un nuevo régimen de ese carácter. Así, los trabajos específicos sobre la publicación definieron su perfil nacionalista católico, su vinculación con las derechas (Beraza, 2005) y su espíritu dentro del complejo mundo católico (Saborido, 2005). En lo referido a los abordajes de la historia política en torno a la publicación, pueden destacarse la relación con los gobiernos militares, las disputas en la cúpula clerical, las prácticas políticas reivindicadas, entre otras. En los años democráticos, los abordajes se centraron en la relación con las nuevas autoridades políticas (Fabris, 2018), las trayectorias intelectuales y redes editoriales (Pattin, 2020), los perfiles y debates educativos (Rodríguez, 2014), la representaciones identitarias y políticas desde la sociolingüística histórica (Orbe, 2012) o, más específicamente, el tratamiento que le dio la publicación al denominado levantamiento militar de carapintadas en abril de 1987 (Saborido y Borrelli, 2014).

La revista es identificada por sus portadas de color rojo fuerte y grandes primeras planas que resaltaban las principales preocupaciones sobre la política nacional. Las mismas, a su vez, eran acompañadas de interrogantes y/o afirmaciones que se realizaban desde un punto de vista contrario al régimen. En ocasiones, las portadas podían contener gráficas caricaturescas de los principales ministros como del ejecutivo, o bien solo reflejar el estado político de ánimo de la publicación con una frase contundente y polémica. En general, puede observarse el tono crítico hacia el gobierno, al que se asociaba a la izquierda socialista, la desgracia política y la inestabilidad de la nación. La publicación comenzó valiendo a comienzos de 1983 70.000$ moneda nacional, pasando en noviembre de 1983, ya electo Alfonsín, 25$ argentinos (precio que siguió subiendo hasta 110$). Luego, una vez que se implementara el Austral, esta comenzó julio de 1985 valiendo 1,30 australes, para llegar al año 1987 valiendo 3 (es decir, subió casi un 300%). Finalmente, hacia 1988 con el proceso inflacionario, su precio salto de 8,50 australes a 45. Esto demuestra la inestabilidad de los precios, en un comienzo por el cambio de moneda aún en el régimen militar, pero posteriormente por la subida de precios casi hiperinflacionaria entre 1984 y 1985 con el fracaso de Grinspun. Luego que el Austral estabilizara los precios en un piso más bajo, la devaluación de la moneda siguió su curso hasta desbocarse en enero-febrero de 1989. Es dificultoso realizar comparaciones con otros precios, pero si tenemos en cuenta los equivalentes del diario de alcance nacional Clarín, vemos que esta tenía un precio de 15.000$ en marzo de 1983, 0.50$ argentinos en noviembre de 1983, 0.02 australes en julio de 1985 y 0.10 australes en julio de 1987. Así, teniendo en cuenta que en junio de 1983 se reemplazara el peso ley, por el peso argentino (lo que explica la devaluación entre 1983 y 1984)[5] y que en julio de 1984 se implementara el Austral (paridad 1 austral=1.000 pesos argentinos), se puede inferir que Cabildo era más costosa.[6] Al menos, esta costaba más del doble que Clarín, lo que es lógico teniendo en cuenta los costos gráficos de la revista, como sus planas a color y fotografías e imágenes, que, aunque en blanco y negro, eran frecuentes. Si la comparación se realiza con otra revista que, aunque de temáticas diferentes y signo político contrapuesto, tuvo (a nuestro juicio) un formato estético similar, como la revista del movimiento de izquierda Todos por la Patria Entre Todos, pueden obtenerse comparaciones más fructíferas.[7] Esta, Valia 200$ argentinos hacia febrero de 1985 contra 470 de Cabildo. De la misma forma, una vez implementado el Austral, esta valía 0.65 australes en julio de 1985 contra 1.30 de Cabildo. En definitiva, Cabildo no solo era una publicación más cara que los diarios, sino que, aparentemente, las revistas que mantenían un formato y tamaño análogo en la época.

 

 

 

 

                                                

Imagen 1

Primera plana de la revista Cabildo. Revista Cabildo (noviembre de 1983), Año VIII, N. 70.


Imagen 2 Primera plana de la revista Cabildo. Revista Cabildo (abril de 1987), Año XI, N. 110.

 

Imagen 3

Primera plana de la Revista Cabildo. Revista Cabildo (julio de 1985), Año IX, N. 90.

Imagen 4

Primera plana de la Revista Cabildo. Revista Cabildo (enero de 1989), Año XIII, N. 128.

Inmediatamente luego de las portadas, seguía en su primera página una plana completa que podía variar según la ocasión a solicitadas en contra del régimen liberal y de partidos,[8]reivindicaciones de corte patriota en apoyo al movimiento nacionalista de restauración (entonces liderado por Federico Ibarguren con la participación de Ricardo Curutchet), propuestas de militancia política (como la lanzada en contra de la Ley 23.515 de divorcio vincular impulsada por el alfonsinismo en aquel entonces), insignias referidas a festividades católicas y consignas de corte político,[9] como las realizadas contra la subversión[10] y en favor de la Guerra de Malvinas (1982) en diferentes conmemoraciones.[11] La publicación abordaba en su mayor medida de noticias críticas sobre la política nacional, principalmente sobre el ejecutivo y sus ministros. También se cubrían personajes relevantes de la cultura católica como de las derechas a nivel internacional.[12]De la misma forma, no faltaban los análisis de política internacional en torno a temas de interés, con una importante densidad intelectual, aunque también ideológica, como los realizados en torno al régimen cubano, las socialdemocracias europeas y el papel de la Iglesia Católica en el mundo. [13]Un papel no menos importante lo ocupaban los artículos sobre celebraciones históricas argentinas como de personajes envalentonados en un tono nacionalista de la cultura católica argentina.[14]

La revista se encontraba bajo la dirección de Ricardo Curutchet, en aquel entonces un histórico personaje del nacionalismo argentino. En los años 30 había fundado la Acción Nacionalista de Estudiantes Secundarios (ANDES), y desde entonces atravesó una larga trayectoria en el nacionalismo católico desde la revista Nueva Política, aunque también estuvo vinculado a Azul y Blanco y Tiempo Político. Lo acompañaron en la secretaria de redacción Juan Carlos Mondero, Ricardo Bernotas y Antonio Caponnetto sucesivamente, develando en este cargo cierta inestabilidad. Todos eran hombres ligados al pensamiento católico, y como señaló Saborido (2008), el plantel de colaboradores estuvo caracterizado por entonces polémicos personajes que tuvieron un papel en la lucha contra grupos subversivos en los 70 como Adel Edgardo Viñas e intelectuales de gran trayecto en la militancia nacionalista como Julio Irazusta, Federico Ibarguren, Osiris Villegas, Francisco Vocos, entre otros.  En su sección final, la publicación promocionaba los libros comerciados por la librería Huemul, y editados en la mayoría de los casos por Ediciones Thule Antártica. Estos, se encontraban referidos a la historia nacional del país, pero también a temáticas referidas al catolicismo en tiempos del imperio romano, el marxismo latinoamericano y la filosofía política, entre otras. Esto da cuenta de un soporte intelectual importante, además de perfilar al público al que se encontraba dirigido. Fuera de estos ejemplos, la publicidad era escasa en la revista, lo que quizás sugiera una posición financiera sólida, al menos hasta su desaparición, que le permitió sostener las más de treinta páginas por edición desde 1983 hasta 1988. En este sentido, de acuerdo a lo señalado por los estudios mencionados, la revista tuvo una presencia importante, por lo que cabe señalar que se realizaba la distribución en Capital Federal, por un lado, y en el interior del país, por el otro. Esta, estaba a cargo de dos empresas diferentes. Ademes, se ofrecían suscripciones de 6 meses y 1 año, incluso al exterior del país y se promocionaban ejemplares atrasados constantemente.  

Respecto de los columnistas que nutrieron las páginas, resultan difícilmente rastreables, específicamente conocer si hubo especialistas convocados para nutrir las ideas económicas. Habitualmente las notas no eran firmadas, y en la mayoría de los casos ocasiones aparecían con seudónimos. Sin embargo, hasta donde se sabe, Juan Olmedo y Víctor Eduardo Ordoñez, que en verdad no poseían trayectoria en el área de la economía, eran encargados de articular la sección.

 

Críticas en torno a la política energética

 

Recién asumido Alfonsín, en su número de noviembre de 1983, un nota anónima de Cabildo afirmaba que el ministro de Economía Grinspun “posee oficinas comerciales en el edificio Watergate, de Nueva York, la forma sede del partido Demócrata norteamericano”.[15]En la misma línea, sostenía que el vicepresidente Víctor Martínez, ex gobernador de Córdoba, durante la época de Arturo Illia (1963-1966), “habrá retirado del banco municipal en que se hallaban los fondos municipales […] para depositarlos en las sucursales respectivas del City Bank y el London Bank”.[16] También, se apuntó al director de la sociedad del Estado Telám (Agencia Nacional de Noticias) Hugo Gambini, por su extracción marxista. Así, Cabildo pintaba a los empresarios de Estado y funcionarios económicos asociadas a la izquierda y el antinacionalismo, mostrando una excesiva desconfianza inicial.

Sin embargo, las notas sobre economía no fueron abundantes en los primeros números de la democracia, aunque si ocuparon un lugar las referidas a diferentes sectores productivos. Por ejemplo, sobre la política Nuclear inquietaba la continuidad del titular de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), vicealmirante Castro Amadeo, ligado al régimen anterior.[17] En esta línea, se decía que “si Alfonsín es consecuente con los apoyos externos recibidos durante su campaña, es decir, si sede a las presiones de la socialdemocracia nuestro Plan Nuclear está condenado a muerte”.[18]De lo único estrictamente económico que se pronunciaba al respecto, en la nota firmada por Molina se entendía que la grave situación fiscal del Estado argentino lo haría relegar la visión nuclear nacional estratégica en un segundo plano. Luego, en la tirada de noviembre de 1983, la sección política nuclear se ampliaría, nuevamente de la mano de Luis Molina. Este, más precisamente entendía que “el sector se ha convertido en uno de los ejes principalísimos de la presencia argentina en el sistema internacional”.[19]Los debates en tono internacional eran dirigidos “a los centros de poder mundial que vinieron con el cuento de la bomba argentina”[20] pero, especialmente se expresaba “el temor con respecto a la actitud que asumirá el gobierno radical en esta materia”.[21]Se partía de que el alfonsinismo tenía una perspectiva socialdemócrata que replicaba una visión negativa sobre la política nuclear, asociándola al totalitarismo, lo cual también tendría las intenciones de “lavar la imagen argentina en el mundo”.[22] En este aspecto, se entendía que el alfonsinismo iría contra los intereses de la Nació en materia nuclear, producto de las limitaciones impuestas por los presuntos apoyos externos de las socialdemocracias europeas.

Aunque no siempre firmadas por Luis Molina, las noticias que cubrían la política nuclear fueron estables en prácticamente todas las ediciones. Se cuestionaba que el secretario de Energía de la democracia, Conrado Storani, aunque había cuestionado en el pasado el manejo de los funcionarios del proceso en la central eléctrica de Yacyretá, se disponía a hacer lo mismo que se venía haciendo. Los errores señalados como continuidad eran “carencia de objetivos, ineptitud, irresponsabilidad, dilapidación de recursos, corrupción, negociados”, entre otras.[23]Al respecto, se afirmaba que “el hombre común olfatea que hay algo muy podrido en Yacyretá”,[24]luego de reproducir acusaciones sobre la interrupción de las obras de construcción de la central junto al Paraguay y de sugerir la posibilidad de que el radicalismo ignoraba la importancia de la energía nuclear en materia geopolítica y que sus funcionarios carecían de aptitudes en la materia.[25]

Nuevamente, además de esto, se reconocía que el radicalismo llegaba al gobierno condicionado por el apoyo financiero de las socialdemocracias europeas, poco interesadas, según la revista, en desarrollar este tipo de recursos. Por último, además de señalar la continuidad de funcionario del proceso en el área, como como el secretario de Recursos Hídricos Ferrari Bono, se cuestionaba la posibilidad de que se interrumpiera el Tratado Virgens de 1973 que prescribía el desarrollo de la central.[26]Así, ya en febrero de 1984 se anunciaba que “Conrado Storani pasará a la historia con el dudoso honor de haber sido el funcionario que decretó la muerte del Plan Nuclear argentino”, debido a los anuncios de que Atucha II sería la última central núcleo-eléctrica que construiría el país.[27]

Así, se entendía que, en materia de política nuclear, el gobierno de Alfonsín asistía a virajes contradictorios, como con los contratos petroleros, abordados más adelante.[28]En los hechos, se aseguraba que el nuevo equipo económico radical se disponía a reducir las arcas del CENEA en un 30%, y se dudaba de la competencia los funcionarios Dante Caputo, Jorge Federico Sábato y Jorge Roulet, quienes tendrían un antecedente en un anteproyecto presentado al Congreso en la materia en 1974. Sobre la base de este proyecto, se afirmaba que los mismos desconocían las potencialidades del uranio enriquecido, el plutonio o el torio. También se resaltaba la ignorancia en torno a otros procesos afines como los que ofrecían los reactores reproductores, la fusión nuclear, la disposición final de los desechos de alta radioactividad, entre otras.[29]En este marco se aseguraba que el alfonsinismo se encontraba en un ambivalencia que, a pesar de decir los contrario, suscribiría a los tratados internacionales de no proliferación nuclear, afectando aún más al sector.[30]Esta postura crítica respecto del alfonsinismo y sus funcionarios, se articulaba en torno a los apoyos del gobierno a la política internacional de desarme nuclear, donde se entendía que el mismo se encontraba condicionado, aunque también se entendía que en su naturaleza la energía no constituía un pilar de importancia. Posiblemente esta postura, se inclinaba excesivamente por la crítica no solo alfonsinismo, sino a la política internacional en la materia y a las socialdemocracias europeas, dejando de lado la delicada situación fiscal en la que se encontraban las empresas públicas en aquel entonces.

Luego, ya entrado el año 1984, las notas firmadas por R.C. Bello o R.C.B., replicaban las ironías de los funcionarios radicales, como Conrado Storani, Juan Sábato y Carlos Emérito González, que habían prometido investigar los contratos petroleros que, desde el control militar de la petrolera estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), durante la dictadura militar habrían generado más de 1.000 millones de dólares para el sector privado, especialmente a la empresa Bridas y Bulgheroni, a costa del país.[31]Puntualmente, y reproduciendo las declaraciones de los funcionarios en otros medios, Cabildo cuestionaba que, a pesar de haber denunciado los contratos petroleros con empresas privadas, ahora los funcionarios “aseguran que son secundarios y que compete al Congreso Nacional”.[32] Así, se entendía que el radicalismo “se lava las manos en público”,[33]mientras que ahora, como consecuencia, advierten  que “el autoabastecimiento  de petróleo corre el peligro de perderse”[34]si no se revisan los contratos con privados. Así, Cabildo subrayaba la continuidad del alfonsinismo con el régimen,[35] como también “la devoción por unirse con el enemigo”.[36]De esta manera, hacia finales de 1984 se aseguraba que el radicalismo, a pesar de su tradicional postura en favor del petróleo nacional “hay un continuismo con todo lo que resolvió el gobierno del Gral. Videla”.[37]Especialmente, se denunciaba que “se mantienen los mismos contratistas […], se mantienen todas las medidas de privatizaciones [y, se pretende otorgar] a un consorcio de la Shell la explotación de un yacimiento (Estrecho de Magallanes)”.[38] Así, se entendida no solo no se ha corregido el vaciamiento económico-financiero, sino que se ha agravado y no se han modificado ninguna de las medidas en defensa de las multinacionales petroleras”.[39]Este tipo de acusaciones eran recurrentes, especialmente centradas en el secretario de Energía Conrado Storani, de quien ante un posible acuerdo con Shell para la explotación petrolera en el área del Estrecho de Magallanes, se decía  “en julio de 1983 no trepida en formular una denuncia acusando a la empresa Shell de haber exportado fuel oil durante la guerra de Malvinas y que dicho combustible podría haber sido utilizado para abastecer los buques de guerra de la armada británica. En julio de 1984 pareciera que, inspirado en el viraje que dio en 1958 el Dr. Arturo Frondizi [polémico por acordar contratos petroleros con monopolios extranjeros], concurre a agasajar al nuevo presidente de la Shell, empresa que como antes se señaló se encuentra indirecta por pertenecer a capitales británicos”.[40]

Aquí tenemos otro pilar de los análisis coyunturales de la revista, donde la continuidad con la política del régimen de 1976 va a constituir un punto vertebral a la hora de señalar las contradicciones del radicalismo, que en aquel entonces dada la combinación entre las presiones cruzadas que atravesaba el partido como el deterioro creciente de la situación económica van a ser frecuentes.

Así se siguió desarrollando la misma lógica en las siguientes secciones, a tal punto que, durante marzo de 1983, se reprochaba al gobierno no terminar con los contratos que costaban al Estado unos 400 millones de dólares, pese a sus promesas. Así, se siguió denunciando que “se esperaba la condena de Sábato, pero hasta ahora no ha tenido lugar. Se confiaba en la fulminación de Emérito González, que había enjuiciado duramente la renegociación de Bignone, pero nada ha ocurrido”.[41] De hecho, se entendida que este último, del que se esperaba que presida YPF, había sido derivado a Agua y Energía, “para callarse la boca en materia de petróleo”.[42]Luego, durante abril de 1984 se afirmó que el recorte que sufriría el CNEA sería de 3.600 millones de pesos argentinos, de la mano del actual presidente de la organización, funcionario del proceso y del radicalismo -como se remarcaba-, Alberto Constantitni.[43]Especialmente, preocupaban a Cabildo las obras interrumpidas como la planta de agua pesada de Arroyito, Atucha II, el Laboratorio de Procesos Radio-químicos y se discutía “la campaña antinuclear yanqui a la que cedería el canciller [Dante] Caputo.[44]

Por su parte, el tema de la política Nuclear estuvo también asociado a las noticas que cubrían la política económica, demostrando así el amplio interés que generaba. En este sentido, un artículo firmado por Rómulo Lucena aseguraba que el gobierno se encontraba dispuesto a desmantelar la CNEA “único punto de vanguardia de la experiencia argentina de los últimos 50 años”,[45]mientras el partido no atacaba a “la patria financiera” tal como había afirmado en la inmediata transición política. Así, aparecía una exigencia concreta al alfonsinismo, quien no contrarrestaba al poder económico fortalecido tras la dictaduras beneficiado de la financiarización económica, algo que había sido un punto significativo de Alfonsín y Grinspun tanto en la campaña como en sus primeros años. Y, en la misma línea pero considerando los condicionamientos económicos, Álvaro Riva entendida que el país ya sufría las consecuencias de la deuda externa, la caída de los términos de intercambio, las consecuencias de la crisis del norte industrializado y que, “la pérdida o renuncia de esta formidable arma que representa la tecnología nuclear […] viene a cerrar este anillo de hierro que asfixia a la Nación”.[46]Así, se cuestionaba al gobierno al afirmar que “se beneficia de una mentalidad economicista y por una estructura social. Finalmente, hacia diciembre de 1984 se aseguraba que la Argentina “finalmente enterró el Plan Nuclear",[47] en tanto desde los acuerdos de estabilización con el FMI, el gobierno sólo habría otorgado 17.056 millones de pesos de los 29.971 previstos de presupuesto para la CNEA (el cual aprobado mediante el Congreso en 15.000).[48]Respecto de esta última parte, puede verse que Cabildo consideraba la crítica situación externa que azotaba a la Argentina, pero aún así entendía que el alfonsinismo elegía inclinarse por las recetas monetaristas del FMI adhiriendo a un economicismo que iba a contramano de los beneficios de la Nación, como la política nuclear.

 

Cabildo y la política económica inicial del gobierno de Alfonsín

 

Desde un comienzo se tornó importante la cuestión de la deuda externa, punto vertebral en el gobierno de Alfonsín. Sobre esta, en un artículo anónimo aseguraba que el endeudamiento argentino había sido excesivo e irregular desde 1976, y se exhibía una transcripción de un informe judicial presentado a los contadores Sabatino Forino y Alberto Tandurella denominado: “La Trampa de la Deuda Externa”.[49]En este, no solo se demostraba el caso del endeudamiento argentino como uno de los más graves de la región, sino que responsabilizaba a los acreedores externos, a los funcionarios del régimen dictatorial de 1976 y a los actuales por continuar con los pagos y la refinanciación de la misma.[50]Aparecía así otro punto central no solo de continuidad con el régimen anterior, sino de sensibilidad a la hora de señalar las contradicciones del alfonsinismo, que paralelamente denunciaba la legitimidad de la deuda externa, aunque debió dar marcha atrás completamente posteriormente, hacia septiembre de 1984.

Así, el tema de la deuda externa fue ocupando paulatinamente más espacio, al punto de afirmar hacia abril de 1984 que, para acordar las renegociaciones habrá que implementar, antes, un plan de ajuste económico y que “sabremos por lo menos quien será el futuro ministro de economía: el Fondo Monetario Internacional”.[51]Específicamente la nota firmada por Enrique S. Giraldi Navarro cuestionaba el reconocimiento de la deuda ilegítima, como la estrategia de convocar a países latinoamericanos endeudados para dar préstamos puentes que cierren los vencimientos de intereses. Ante estas declaraciones, se decía con más vehemencia que el memorándum firmado por el francés Jaques Larossiere, en representación del FMI y el asesor argentino Raúl Prebisch, era la antesala de un acuerdo entre la Argentina y el FMI (que llegaría finalmente en septiembre de 1984). Esto, decían, significa “la continuidad de una política recesiva y definitivamente dirigida a asestar el golpe final a la industria Nacional”.[52]El argumento del artículo afirmaba que se violaban principios constitucionales interrogándose “¿Es hacer justicia que se pague la deuda con el empobrecimiento y, en miles de casos, con el hambre y la desocupación?”.[53] También habría que aclarar que la visión opuesta al FMI, que lo acusaba de promover un ajuste económico ortodoxo, era contrapuesta en las filas de la misma revista por ideas que consideraban que el desorden del gasto público se conjugaba con una fuerte presión tributaria, indisciplina social y consecuente aumento de precios que requieren un programa económico como precondición para balancear la postura del FMI.[54]De hecho también se le cuestionó al gobierno no implementar una necesaria devaluación que permitiera promover un aceptable nivel de exportaciones para satisfacer los compromisos externos y como instrumento de reactivación económica.[55] En este sentido, también se criticaba la promoción de políticas económicas que incentivaran el consumismo y la excesiva distribución del ingreso porque deteriora cualquier estrategia de grandeza de la Nación”.[56]En suma, puede observarse cómo convivían en Cabildo las posturas inclinadas hacia un nacionalismo económico, traducidas en la defensa de la industria nacional y una critica acérrima a la injerencia del FMI en la economía, con las voces que promovía una estabilización económica con defensa de medidas puntuales como la devaluación y las limitaciones al gasto público.

También, en la misma edición Álvaro Riva manifestaba su inquietud por un acuerdo secreto de capitalización de Aerolíneas Argentinas a manos de bancos nativos y extranjeros ligados a “la oligarquía que generó y se enriqueció con la patria financiera”.[57] Del supuesto acuerdo, se consideraba que resultaba lesivo para la soberanía de la Nación y que el gobierno democrático incurriría en una traición a la patria. Quizás este tema congeniaba en alguna medida con el problema de la deuda externa, y que con una visión iberoamericana -como se decía- se aseguraba que “todas las negociaciones celebradas en el último año y medio para reestructurar o aligerar la carga de la deuda […] solo han servido para incrementar la magnitud del saqueo financiero […] y preparar las condiciones financieras y políticas para obligarlas a entregar a los acreedores los bienes nacionales”.[58]Específicamente sobre la Argentina, Cabildo se pronunciaría en una nota cuestionando la promesa de Alfonsín de revisar los contratos y las cifras de una deuda externa que se suponía de 43. 000 millones de dólares. Es más, se decía que a pesar que los economistas de la Unión Cívica Radical (UCR) habían prometido realizar “el mayor esfuerzo para sanear la deuda externa”,[59]ahora los Grinspun se rendían ante las recomendaciones de Raúl Prebisch.[60]De esta forma, Cabildo denunciaba las presiones internas dentro de la UCR, donde convivían voces que no iban en el mismo sentido, como las de Grinspun y Prebisch, pero que además se contradecían con las promesas alfonsinistas revelando los limites de sus ambiciones.

Así, el número de mayo de 1984 tenía al ministro de Economía Grinspun en la tapa y versaba “las incoherencias de Alfonsín”.[61]Inmediatamente en la editorial que acompañaba las primeras páginas de todos los números, se afirmaba que el ministro que había anunciado “la muerte de la hiperinflación”,[62]ahora enfrentaba un “20% de aumento del costo de vida, una inflación [trimestral] del 87, 6%”,[63]preguntándose inmediatamente por quien reemplazaría a Grinspun el presidente ante una inminente renuncia. En la misma edición, Rómulo Lucena afirmaba que los pilares de la reactivación económica, el mejoramiento del salario real y la derrota de la inflación”[64]estaban perdidos. Sin embargo, el tono crítico se morigeraba al afirmar que esto era así, “no porque el gobierno haya mentido, sino más bien porque la herencia de la deuda externa actúa como un peligroso condicionante”[65] y que el problema residía en que el partido no se opusiera al enfoque Prebisch dado su diagnóstico “parcial, inoperante y tan contraproducente”.[66]En este sentido, quizás es observable como nuevamente conviven en Cabildo voces cruzadas: una postura critica hacia los funcionarios, sus decisiones y menos contemplativa de los condicionantes con otra inclinada a la ponderación de los factores externos al alfonsinismo como la deuda y la presión de funcionarios como Prebisch.

Puntualmente se discutía al asesor presidencial el culpar al salario real como causante de las dificultades económicas  y “pensar que desestabilizan la economía quienes solo reciben un 30% del ingreso nacional”.[67] Así, se cuestionaba la parcialidad de la mirada, asegurando que se podría aceptar el factor salario como espiral inflacionaria acompañado de otras medidas que tiendan disminuir la subfacturación de las exportaciones [dado la caída de los precios internacionales], una reforma del sistema fiscal tendiente a incrementar la recaudación centrada en impuestos directos,  la erradicación de los mercados paralelos de moneda y discutir la ficticia deuda del FMI.[68]Así y todo, con este planteo, se entendida que debía implementarse una estrategia exportadora  “dirigía a reactivar la economía, […] fortalecer las ganancias en divisas del país, no solo para pagar los servicios de la deuda, sino para situarse en una posición negociadora mucho más atractiva”.[69]Nuevamente, las posturas cruzadas de Cabildo se manifestaban en la estrategia económica, donde contrastaban una nacionalista, de carácter defensiva ante los ajustes económicos y otra proexportadora, que asumía que una mayor provisión de divisas permitirá afrontar los pagos externos.

A raíz de estas ideas es que quizás se entienda que, cuando en septiembre de 1984 la Argentina acordara un programa de estabilización con el FMI de variables macroeconómicas y acuerdo stand by, se dijera en Cabildo que se perdieron meses de gestión impidiendo desarrollar en ese lapso el mismo programa, pero con una propuesta más integral por parte del gobierno: “lo cierto es que el ajuste unilateral, ya en vigor, supone otro golpe a la economía argentina, ratificando una situación recesiva que alejara cualquier aspiración concreta de revertir el proceso de empobrecimiento”.[70]De esta manera, una postura estabilizadora en Cabildo asumía el ordenamiento de las cuentas y cierto sacrificio del ajuste, pero el punto parecía estar centrado en la injerencia del FMI sobre la autonomía de la Nación para realizar esta tarea.

Luego, en octubre de 1984 Rómulo Lucena repasaba la gestión de Grinspun asegurando que una reducción del 20% de los ingresos reales, una inadecuada orientación del gasto y una invencible inflación tornan la gestión económica en un fracaso.[71]Especialmente se centraba en que “el gobierno debería explicar algunos aspectos relacionados con el gasto público [porque] es difícil comprender el aluvión propagandístico que rodea a la cuestión del Beagle”[72]tras considerar que dichos eventos enriquecen a los grandes medios de difusión. En el mismo sentido, se suman “la impresionante cabalgata oficial de viajes al exterior”[73] privando, por otro lado, “a fondos de la Comisión de Energía Atómica”.[74] Este tema, que se llevaba un espacio importante de las noticias relacionadas a la economía y la producción, era vinculado con una actitud negativa de Caputo, en tanto “este capellán de la diplomacia […] lo que logra es favorecer la expansión industrial y tecnológica de los dos países más expansivos de la región [EE. UU y Gran Bretaña, mientras tanto] la Argentina deja vacante […] nuestro plan nuclear”.[75]

Volviendo a la cuestión de los acuerdos con el FMI, puntalmente se cuestionaba las concertaciones con el organismo para renegociar la deuda como “un destape monetarista”[76] que significaba una caída de la producción, de la recaudación y un virtual fortalecimiento de la inflación futura.[77] Directamente, Álvaro Riva, diría que “ la estrategia desquiciante del Fondo Monetario no es, ni más ni menos, que el programa con Martínez de Hoz, con tablita, hambre y entrega”.[78]De hecho, la crítica también diría “no deja de ser conmovedor que el presidente socialdemócrata haya procurado mantener la farsa hasta último momento y más allá aun ¿para qué seguir declamando contra un organismo que es la encarnación del abstracto enemigo  si ya conocía los términos de la rendición, si ya había firmado el plan de pobreza y desequilibrio?”[79]. De la misma manera, las continuidades con el régimen anterior, que eran vinculaciones recurrentes, aparecían de nuevo cuando se declaraba que “no solo es Grinspun quien retoma la política de Martínez de Hoz […], y así demuestra que la patria financiera es una sola y nunca tuvo interrupción, sino Storani, que perfecciona la entrega de petróleo”[80], apuntando, en el mismo relato, a que la socialdemocracia se encuentra con la realidad de las transnacionales. En suma, se decía que Alfonsín, como el régimen anterior, lo que hizo fue “consolidar la deuda, reconocerla y legitimarla “de un golpe reivindicó la Patria Financiera y convirtió en una burla las feroces vindictas prometidas”.[81]La postura critica hacia el FMI, la cons0olidacion de la patria financiera y las contradicciones del alfonsinismo en materia de deuda externa eran partes de los pilares más críticos de Cabildo, aunque como hemos visto no era la única voz económica.

Inmediatamente antes de la salida de Grinpun en Economía, Cabildo decía que el acuerdo al que Argentina habría llegado con el FMI, se encontraba subsumido “a alentar  el superávit comercial para que el país pueda exportar más de lo que importa  y destinar ese beneficio al pago de la deuda atrasada”,[82]resaltando que el gobierno implementaba un tipo de cambio elevado cuando prometió no devaluar, encareciendo las mercaderías que se consumen internamente y reduciendo el poder adquisitivo de la población mientras que, paralelamente, se cuestionaba “no haber asociado un plan de estas características con un programa de crecimiento de todas las actividades generadoras de ventas al exterior, al tiempo de que haber negociado con los acreedores condiciones favorables que permitan la mejor colocación de nuestros productos en un mercado mundial decididamente proteccionista”.[83]Así, como contraparte esta segundo voz económica no cuestionaba en si el plan de estabilización, que podría ser soportable si lo decidían las fuerzas nacionales, sino la falta de articulación para reactivar la producción interna y también externa de la Argentina.

Así, finalmente y de cara a la salida de Grinspun, Cabildo publicaba un conjunto de sugerencias para un futuro plan económico de la mano de Julio Meinvielle recomendando: “gravar con un impuesto progresivo a los grandes capitales y aligerar a los pequeños […] gravar fuertemente ciertas inversiones de capital en regiones o en actividades económicas saturadas […] fomentar, con subsidios y primas […] economías regionales con industrias, aun familiares, sobre la base de la producción agrícola ganadera. De aquí que haya que fomentarse el tipo de explotación industrial regional como el del azúcar en Tucumán o del vino en la región de Cuyo y no castigarlas […]. Con el crédito sabiamente acordado, hay que estimular la pequeña explotación rural e industrial, de suerte que se restrinja la acumulación de riqueza y se fomente su dispersión […] hay que robustecer la incorporación de los productores rurales en sociedades de interés común, bajo el control del Estado, que los libere de ser víctimas de los usureros. Se ha de asegurar una condición digna a las familias de obreros y de empleados de todas las ramas de la actividad económica, estimulando al mismo tiempo su agremiación […] los recursos allegados con los impuestos a los fuertes capitales han de servir […] para estimular las industrias […] y sobre todo para financiar la industria domestica del tipo de los telares de Catamarca o de la tejeduría de las lanas”.[84]

Así, se exponía con algo más de precisión que las fuertes críticas formuladas a la política económica del gobierno, un plan económico con alternativas concretas. De este, se sentenciaba que “o el Estado domina al poder financiero y lo hace servir a los fines superiores del bien común, o el poder financiero absorberá -por uno u otro lado- al Estado”.[85]Paradójicamente, lo que vendría se centraría en busca la estabilidad económica, apuntando en primer término a bajar la inflación, pero hacia fines de 1988 los poderes financieros, incentivados por los agudos desequilibrios macroeconómicos, “absorberán al Estado”.

 

Consideraciones finales

 

Desde un comienzo, las noticias de Cabildo se encontraban impregnadas de la desconfianza a la extracción marxista, socialdemócrata y de izquierda en general, de los funcionarios del gobierno asumido desde fines de 1983. Sin embargo, y aunque este fue el espíritu de la revista, en la sección económica predominó el balance de los sectores productivos de energía nuclear, la explotación petrolera y las presiones en política económica. Las criticas fueron contundentes, pero también los balances y propuestas alternativas, por sobre la desconfianza de un gobierno considerado izquierdista. Si bien en el tema nuclear, las insignias fueron las condiciones que imponía la socialdemocracia internacional, ligada al alfonsinismo, la discusión se centraba en la parálisis que parecía sufrir el alfonsinismo, condenado a no revertir la continuidad con el régimen anterior.

Aún más con el tema del petróleo, las explicaciones se suscribieron a discusiones nacionales. En este sentido, se cuestionó fuertemente las promesas del alfonsinismo en revisar los contratos petroleros firmados con privados durante el régimen de 1976. Más puntualmente, se habló de una traición donde los funcionarios radicales se inscribían en un proceso de continuidad en materia de beneficios a privados y posibles privatizaciones en desmedro del sector público. Este punto resultaba vertebral para los economistas de Cabildo en tanto presentaban a la Patria Financiera, empresarios que se habían beneficiado de los contratos con el sector público y la desregulación financiera durante los años del régimen de 1976. Cabildo entendía así, como era ampliamente también debatido en las izquierdas contemporáneas, que el Estado se doblegaba a los poderes nacionales e internacionales. Pero sobre todo, que el alfonsinismo, se encontraba seriamente limitado al descubrir en desbalance entre sus promesas y el poder financiero.

En este último punto, hubo una postura monolítica en torno a que el FMI replicaba un ajuste económico recesivo. Este, sustentado en un excesivo monetarismo, estaba dirigido contra la industria nacional y pueblo argentino. También, en política económica hubo posturas ambivalentes que a la vez que denunciaban la promesa alfonsinista inicial para revisar la deuda y la entendían como una herencia condicionante, convalidaban un necesario ajuste económico y cuestionaban el tipo de cambio alto y el aliento del consumismo argentino contra la grandeza de la Nación. Pero quizás el punto vertebral en este asunto estaba en que, el necesario ajuste económico, dirigido a reordenar los déficits públicos y constituir una salida exportadora para pagar la deuda, debía ser orquestado por el gobierno nacional sobre la base de una devaluación, impuestos a los sectores más pudientes, estímulo a la industria nacional y regional y plan antiinflacionario progresivo, entre otras cosas. Así, convivían dos posturas en Cabildo, una crítica y defensiva de las medidas del FMI, y otra asociada a una visión más modernista, estabilizadora y exportadora, pero que convalidaba los pagos externos.

 

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Recibido: 06/09/2021

Evaluado: 15/10/2021

Versión Final: 23/11/2021



[1] Extiendo un especial agradecimiento al historiador Matías Grinchpun por facilitar materiales y sugerir recomendaciones para la realización de este artículo.

[2] Siguiendo esta línea de estudios, asumimos que la lucha política por el poder también se lleva a cabo, en un marco simbólico, mediante una lucha por la palabra (Van Dijk y Digital, 2001). De esta manera, sería imprescindible integrar al análisis el papel de los gobiernos y de la dinámica sociopolítica en cada etapa histórica analizada.

[3] El autor corroboró sus aseveraciones en sus estudios sobre el grupo nacionalista Tacuara durante los años 1960, donde especialmente analiza una inestabilidad identitaria en relación a un contexto político y cultural volátil (Lvovich, 2020).

[4] Incluso, durante los años democráticos, la revista contó con la profusa participación de quien había sido jefe de la Policía de la provincia de Buenos Aires Ramón J. Camps, uno de los principales acusados por crímenes de lesa humanidad.

[5] La moneda nacional se había devaluado un 200.000 por ciento entre 1975-183 respecto al dólar. El régimen militar, en junio de 1983, decidió reemplazar el Peso Ley por el peso argentino en una paridad de 10.000 Pesos Ley por cada 18.188 pesos argentinos, que no tardó en perder su valor con inflaciones de más del 500% anuales, tanto en ese año como en 1984.

[6] La comparación se realizó contrastando con las tapas antiguas consultadas en el sitio web de Clarín.  https://tapas.clarin.com/

[7] En otro trabajo hemos indagado en la dimensión económica de la revista Entre Todos (Rossi, 2021), la cual estuvo ligada al Movimiento Todos por la Patria que participara hacia 1988 de la controversial toma del Cuartel de La Tablada, Buenos Aires. Esta, tuvo un discurso de izquierda clasista crítico hacia la política económica del gobierno, aunque más moderada respecto del régimen político como del alfonsinismo.

[8] Cabildo (marzo de 1983), AÑO, 7, N. 62, p. 1.

[9] Cabildo (febrero de 1988), Año XIII, N. 120, p. 1.

[10] Cabildo (enero de 1989), Año 8, N. 128, p. 1.

[11] Cabildo (marzo de 1986). Año X, N. 98, p. 1.

[12] Cabildo (noviembre de 1983), Año VIII, N. 70, p. 9.

[13] Ver, por ejemplo, Cabildo (julio de 1985), Año IX, N. 90, p. 11 y Cabildo (febrero de 1988), Año XIII, N. 120, p. 25.

[14] Cabildo (diciembre de 1983), Año VIII, N. 71, p. 12.

[15] Cabildo (noviembre de 1983), A. 8, N. 69, p. 7.

[16] Idem.

[17] Esta idea de continuidad de la democracia respecto de las políticas del proceso también fue recurrente en las noticias económicas donde afirmaba que “la política del proceso se extiende impasible como nada hubiera pasado”. Ver Cabildo (julio de 1984), A. VIII, N. 78, p. 25.

[18] Ibidem, p. 18.

[19] Cabildo (noviembre de 1983), A. VIII, N. 71, p. 20.

[20] Idem.

[21] Idem.

[22] Idem.

[23] Cabildo (enero de 1984), A. IX, N. 72, p. 24.

[24] Idem.

[25] Idem.

[26] Idem.

[27] Cabildo (febrero de 1984), A. VIII, N. 73, p. 29.

[28] Idem.

[29] Ibidem, p. 30.

[30] También, en este sentido, se cuestionaba la postura de que la actividad nuclear fuera contaminante, especialmente la reproducida por el funcionario radical Antonio Elio Brailovsky, que en verdad estaría alineado a “los centros de poder mundial para promover la desnuclearización”. Ver Cabildo (mayo de 1984), A. VIII, N. 76, p. 23.

[31] Ibidem, p. 29.

[32] Idem.

[33] Idem.

[34] Idem.

[35] De hecho, la primera plana de la siguiente edición que correspondió a febrero de 1984 versaba “Alfonsín: quinto presidente del proceso”. Ver Cabildo (febrero de 1984), A. VIII, N. 73.

[36] Idem. Aún más, cuando el tema se volviera a cubrir en la edición de febrero de 1984, R.C. Bello afirmaría que empresas petrolíferas reunidas en Mónaco habrían reunido 3.000 millones para la campaña radical, lo que explicaría las contradicciones del alfonsinismo. Ver Cabildo (febrero de 1984), A. VIII, N. 73, p. 31.

[37] Cabildo (septiembre de 1984), A. IX, N. 80, p. 14.

[38] Idem.

[39] Idem.

[40] Cabildo (octubre de 1984), A. IX, N. 81, p. 18. Fundamentalmente se cuestionaba el precio que se compromete a pagar YPF por los hidrocarburos extraídos por Shell (el 75% del precio internacional), el plazo de duración de los contratos (20 años), que YPF asumía los costos por el incremento de bienes exentos del pago de importación, garantías del BCRA para la adquisición de divisas, entre otras. Idem.

[41] Cabildo (marzo de 1984), A. VIII, N. 74, p. 30.

[42] Idem.

[43] Cabildo (abril de 1984), A. VIII, N. 75, p.25.

[44] Idem.

[45] Ibidem, p. 22.

[46] Cabildo (junio de 1984), A. VIII, N. 77, p. 24.

[47] Cabildo (diciembre de 1984), A. IX, A. 83, p. 26.

[48] Idem.

[49] Ibidem, p. 21.

[50] Ibidem, p. 22.

[51] Ibidem, p. 26.

[52] Idem. De hecho, se entendía que el ajuste tradicional del fondo, argumentado desde la disciplina fiscal, restricciones monetarias y crediticias y un superávit destinado a pagar la deuda, descansaba en el “pretexto de que la inflación tiene su origen en los desarreglos del sector público”. Ver Cabildo (julio de 1984), A. VIII, N. 78, p.24.

[53] Idem.

[54] Cabildo (agosto de 1984), A. IX, N. 79, p. 23.

[55] Idem.

[56] Ibidem, p. 25.

[57] Cabildo (abril de 1984), A. VIII, N. 75, p. 20.

[58] Cabildo (febrero de 1984), A. VIII, N. 73, p. 31.

[59] Cabildo (abril de 1984), A. VIII, N. 75, p. 5.

[60] La figura de Prebisch tuvo un lugar relevante en las noticias económicas, aunque fue más bien ambivalente, en tanto, si bien se la cuestionaba, también se entendía que “cualquier espíritu medianamente enterado no puede menos que compartir sus preocupaciones antinflacionarias y los efectos deletéreos resultantes de la lucha por la distribución del ingreso”. Ver Cabildo (agosto de 1984), A. IX, N. 79, p. 22.

[61] Cabildo (mayo de 1984), A. VIII, N. 76.

[62] Idem.

[63] Ibidem, p. 1.

[64] Ibidem, p. 21.

[65] Idem.

[66] Idem. En un sentido similar, una nota firmada por Rómulo Lucena entendía afirmaba que “es difícil formular un programa con pocos renglones, pero pueden formularse algunas medidas destinadas a detener la caída de la actividad económica. Entre estas recomendaciones, se mencionaban jerárquicamente la reactivación productiva [combinado con menos impuestos y gasto publico], una política financiera de reducción de las tastas de interés y estímulo productivo y, consecuentemente, una política antinflacionaria. Sobre esta, se entendía que no sería estimulada por las dos primeras recomendaciones al contraatacarse simultáneamente la evasión considerada del 50% de lo que se recauda. Ver Cabildo (junio de 1984), A. VIII, N. 77, p. 26.

[67] Idem.

[68] Ibidem, P. 22.

[69] Idem. Los artículos firmados por Rómulo Lucena defendieron esta idea de que el ajuste del FMI, o bien la recesión ya existente, se podría combatir con una estrategia exportadora, que el gobierno no tenía. Ver Cabildo (julio de 1984), A. VIII, N. 78, p. 25.

[70] Cabildo (septiembre de 1984), A. IX, N. 80, p. 18.

[71] Cabildo (octubre de 1984), A. IX, N. 81, p. 30.

[72] Idem.

[73] Idem.

[74] Idem.

[75] Idem.

[76] Idem.

[77] Idem.

[78] Cabildo (noviembre de 1984), A. IX, .N. 82, p. 22.

[79] Idem.

[80] Idem.

[81] Ibidem, p. 22.

[82] Cabildo (diciembre de 1984), A. IX, A. 83, p. 27.

[83] Idem.

[84] Cabildo (enero de 1984), A. X., N. 84, p. 23.

[85] Idem.