Higienismo y maternidad:

Carlos Costa y sus cartas “as senhoras brazileiras” (1877)[1]

 

Hygienism and maternity:

Carlos Costa and his letters “as senhoras brazileiras” (1877)

 

 

 

Letícia de Lara Portela

Pontifícia Universidade Católica do Paraná (Brasil)

leeportslp@gmail.com

 universidades.leticialara@gmail.com

https://orcid.org/0000-0003-3062-6840

 

 

Maria Cecilia Barreto Amorim Pilla

Pontifícia Universidade Católica do Paraná (Brasil)

ceciliapilla@gmail.com

https://orcid.org/0000-0002-6526-8249

 

 

 

 

Resumen

El presente artículo tiene como objetivo investigar los consejos sobre el universo de la maternidad contenidos en las 24 cartas escritas por el reconocido médico carioca Carlos Antonio de Paula Costa, en 1877 para Gazeta de Notícias, diario de gran relevancia en Rio de Janeiro que introdujo una serie de innovaciones en la prensa de la época. De esa suerte, según las fuentes seleccionadas, se eligió la metodología de análisis del discurso a partir de las percepciones de Michel Foucault (1996, 1999), Sandra Pesavento (2012) y José D'Assunção Barros (2019), entendiendo el discurso como un método que nos permite analizar los agentes que crean valores compartidos en la sociedad. Así, buscamos entender, desde los preceptos higienistas, un discurso científico que predicaba que la maternidad era la principal función social de la mujer, encaminada a una misión civilizadora en Brasil. En ese sentido, la división de roles en la sociedad se vio a través de construcciones de género, según Joan Scott (1995) y Pierre Bourdieu (2020). Se pretendía, por lo tanto, analizar cómo la construcción social dirigió el asesoramiento médico a las mujeres, que como madres deben cuidar y amamantar a sus propios hijos e hijas.

 

Palabras Clave

Discurso médico; Género;Maternidad; Preceptos higienistas; Historia Cultural.

 

 

Abstract

This study aims to examine the recommendations on motherhood contained in the twenty-four letters written by the renowned Brazilian physician Carlos Antonio de Paula Costa, in 1877, for the Gazeta de Notícias, a highly relevant newspaper in Rio de Janeiro that pioneered, then, a number of press innovations. Therefore, according to the sources selected, the methodology of discourse analysis was elected taking into account the views of Michel Foucault (1996, 1999), Sandra Pesavento (2012) and José D'Assunção Barros (2019), with the concept of discourse as a method enabling to analyze the agents responsible for the creation of shared values in society. In this way, it is sought to comprehend, using hygienist precepts, a scientific discourse that advocated motherhood as the major social function of women, intended for a civilizatory mission in Brazil. In this sense, the division of roles in society was perceived by way of gender constructs, following Joan Scott (1995) and Pierre Bourdieu (2020). It was the purpose, hence, to analyze how social construction conducted medical counseling to women, who as mothers are expected to nurture and breastfeed their children.

 

Keywords

Medical discourse; Gender; Maternity; Hygienist precets; Cultural history.

 

 

 

 

Introducción

 

En los centros urbanos, como Rio de Janeiro, de la segunda mitad del siglo XIX, las calles se convirtieron en unos de los espacios socialmente más valorados. Uno de sus grandes ejemplos fue la calle de Ouvidor, lugar central del comercio y las sociabilidades, donde se acentuaban los trazos de progreso y transformación de una antigua colonia que se hizo imperio en 1822. Había toda una atmosfera llena de vitrinas elegantes inspiradas en las últimas modas de París. Allí se alojaban actividades intelectuales, circulación de ideas y la prensa. Su status quo era resultado del prodigio de la clase media urbana que surgía en el país (Carula, 2014: 78).

Las clases medias cariocas, buscaban inspirarse en ideales políticos, económicos y, sobre todo, culturales oriundos de Europa, en lo que permitía a la calle de Ouvidor, ser un gran escenario de discusiones y concepciones modernizadoras. Y, ya a pocos metros, en la Academia Imperial de Medicina, tenían lugar los mayores debates en cuanto a infecciones y contagios, especialmente a partir de la década de 1870, tras la cuestión de salud pública en Rio de Janeiro.

En 1832, desde las Academias Médico-Quirúrgicas, se fundaron dos facultades de medicina en el país, una en Río de Janeiro y otra en Salvador. En ese momento, el conocimiento médico era incipiente en el país, aunque se debatían muchos temas, dentro y fuera de la Academia Imperial de Medicina[2]. Para Edler (2009: 155) la discusión relativa a la cientificidad de la medicina imperial brasileña es una cuestión mal aplicada. En otras palabras, aún queda mucho por saber sobre los debates con respecto al conocimiento médico en Brasil en el siglo XIX.

Muchos de los debates mencionados se basaron en diferentes concepciones de la higiene. Según Mantovani & Marques (2020), a lo largo de la historia ha habido muchas concepciones de higiene, desde la comprensión de pensadores del siglo XVIII y principios del XIX, a saber el estadounidense Benjamin Franklin (1706-1790) y el médico alemán Christoph Hufeland (1762-1836) sobre el cuidado de la dieta y la templanza como medidas de higiene. Hubo igualmente académicos de principios del siglo XIX, como el epidemiólogo francés Louis-René Villermé (1782-1863) y el higienista francés Alexandre Parent du-Châtelet (1790-1836), para estos expertos de Francia la higiene podía aliviar los efectos de la pobreza y colaborar para el control poblacional a través de acciones estatales. Finalmente, se mienta la idea de limpieza, en sentido más amplio, del abogado y reformador inglés Edwin Chadwick (1800-1890). De concepto de salud personal, la higiene pasó a ser un “conceito para a ação do Estado para governar o corpo social.[3]Tal pensamiento legitimó los ideales relacionales entre la higiene y los comportamientos regulados por los tratados de higiene pública (Mantovani & Marques, 2020: 351).

En esa línea, el movimiento higienista en Brasil en las últimas tres décadas del siglo XIX constituyó “um novo ideal cujo eixo era a preocupação com a saúde da população, coletiva e individual. Suas propostas residiam na defesa da educação pública e no ensino de novos hábitos higiênicos” (Milagres & SIlva & Kowalski, 2018:162). [4]

Precisamente, las medidas higiénicas pasaron a formar parte de las políticas imperiales principalmente por la necesidad latente de controlar las epidemias que azotaban Brasil. Se intensificaron discursos y posturas conducentes a una ciudad que pudiera albergar lo idealizado por la élite, es decir, ideas de prácticas higiénicas que se combinaban con lo concebido, en ese momento, como higiene pública, lo que sustentaba, a su vez, las aspiraciones políticas brasileñas.

Eran muchas las controversias abordadas por los higienistas acerca de las epidemias en Río de Janeiro, porque incluso entre ellos no hubo consenso teórico y práctico. Muchos consideraron la existencia de colmenas, habitaciones colectivas de capas sociales más pobres, de esclavos y extranjeros como uno de los orígenes de enfermedad en la ciudad. Según Sidney Chalhoub (2017: 33), se creía que esos lugares eran un núcleo de diseminación de enfermedades, vivienda de una “clase peligrosa”. Ese discurso se divulgó en la época por la ciencia médica brasileña, que fue exitoso en los durante el siglo XVIII, intensificando su influencia en la vida pública, sobre todo, impulsada por el deseo de modernizar las ciudades.

Mientras se discutían cuestiones relacionadas con el movimiento higienista, en Brasil también se estaban produciendo debates con respecto al darwinismo evolutivo. Regina Gualtieri (2003: 45) afirma que “... convicções evolucionistas permitiam a seus adeptos ter uma visão otimista quanto à possibilidade de o Brasil superar o que consideravam atraso econômico, social e político[5], pues solamente era necesario seguir los pasos de naciones más “civilizadas”.

Es innegable que el discurso evolucionista darwinista fue cautivador para las élites brasileñas, dice Gualtieri (2003), especialmente bajo la influencia de las concepciones del determinismo histórico de Herbert Spencer (1820-1903), según el cual las civilizaciones evolucionan a partir de estructuras más simples, para los más sofisticados, existe, por lo tanto, parámetros creados por “grupos superiores” y que podrían/deberían ser seguidos por “grupos inferiores”. La diferencia entre Darwin y Spencer es que, mientras el primero defendía la idea de que la diferencia entre razas era algo irreparable y definitivo, en tanto que, existía la posibilidad de una especie de proceso evolutivo, para el segundo.

Aún sobre las discusiones evolucionistas en Brasil a fines del siglo XIX, Lilia Schwarcz (2003: 167) señala que, si las ideas evolucionistas se hubieran aplicado en Brasil como fueron concebidas en algunos países europeos, se reconocería que el mestizaje sería un problema, “um erro, e levava à degeneração não só do indivíduo como de toda a coletividade ”.[6] La solución entonces habría sido aceptar la diferencia entre las razas sin condenar el mestizaje.[7]

Influidos por esas y otras ideas del campo biológico y social, muchos médicos[8] comenzaron a intervenir directamente en la construcción y la regulación de los comportamientos a seguirse, incluyendo la definición de roles sociales a los hombres y las mujeres que deberían cumplir con el destino definido por la "naturaleza", o sea, padres y madres cuidadosos, especialmente capacitados para el cuidado de sus hijos.

En tal contexto, el presente estudio tiene como objetivo analizar un conjunto de 24 cartas que publicadas por el médico Carlos Antonio de Paula Costa (1844-1915)[9] en el periódico Gazeta de Noticias, en el año 1877. Se buscó comprender cómo se instauró esa práctica discursiva, y cómo esta encontró en dicha publicación su forma de divulgación. En esas fuentes se pretende observar la narrativa que se construyó acerca de la maternidad, divulgada mediante un discurso científico dirigido a las mujeres de una determinada clase media urbana brasileña del período.

Ante una situación en la cual se predicaba la necesidad de la educación femenina direccionada a la maternidad, bajo los lineamientos de la ciencia médica, se verifica que la prensa contribuyó para consolidar la noción de genitora como protectora y responsable del niño, señalando la maternidad como ‘... um dos maiores dons, serviço e finalidade da vida das mulheres’’ (Leal & Zanello, 2019: 210)[10].

Fundado en 1875 por José Ferreira de Souza Araújo, Henrique Chaves Manoel Carneiro y Elísio Mendes, el periódico Gazeta de Notícias pretendía ser innovador y comprometido con la modernización de las causas de Brasil. Contaba con intelectuales destacados desde su inicio, más concretamente, Quintino Bocaiúva, Silva Jardim y José do Patrocínio. En 1888, Raúl Pompéia publicó en ese diario, en forma de serie, su obra “O Ateneu”. Durante este mismo período también contribuyó Machado de Assis.

Según Ramos (2008), la Gazeta de Notícias representó los aires renovadores que se sentían en aquellos tiempos en Río de Janeiro, convirtiéndose en una importante empresa comercial. En sus páginas se pueden encontrar las transformaciones vividas por el país a finales de siglo.

En su primer número del 2 de agosto de 1875, en su página inicial postulaba el compromiso de ser un periódico de variedad, "una novela en serie", pero también un "libro de actualidad", con información comercial, aceptando "correspondencia de interés privado", entre otros asuntos. La gaceta se vendía por separada por 40 reales y quien quisiera comprarlo tenía que buscarlo en “kiosques, estações de bond, barcas, e em todasas estações da Estrada de Ferro de D. Pedro II [11]”. (Gazeta de Notícias, ed. 01). En su segundo año de circulación se anunció que tenía una tirada de 12 mil ejemplares diarios. Al tiempo que circulaban las cartas de Carlos Costa en 1877, ya eran 16 mil ejemplares diarios.

El diario tenía generalmente cuatro páginas, distribuidas en columnas estrechas con temas de actualidad. Su encabezado estaba constituido de la siguiente manera: en la parte superior izquierda, se presentaba el nombre de la ciudad y la dirección de la oficina, también el precio del periódico por separado. En el marco centralizado, estaba el nombre del periódico, junto con los valores de las suscripciones trimestrales, semestrales y anuales para la región de la Corte y para las Provincias (también se vendía en San Pablo y Minas Gerais). En la esquina superior derecha estaba la dirección de la imprenta del periódico: calle Siete de Septiembre, número 72.

La presencia de gaceta en el panorama carioca perteneció a un proceso de modernización de la prensa la Revolución Científico-Tecnológica, que ocurrió en Europa en el siglo XIX impulsó la incorporación de la industrialización y un proceso de urbanización en la sociedad (Bonilha, 2009: 19-23). Tal tendencia en un principio fue asimilada en Brasil junto con los avances hacia la abolición de la esclavitud. El objetivo era comportarse de acuerdo a las innovaciones europeas para transformar la sociedad. Tanto es así que, hacia 1870 en Brasil, aparecieron más de veinte periódicos, entre los cuales se encontraba la Gazeta de Notícias (Bonilha, 2009: 32).

Por medio del uso de fuentes como publicaciones de periódicos, se eligió el análisis del discurso de Foucault (1996 y 1999) incorporado al método historiográfico a partir de la Historia Cultural de Pesavento (2012). Según esta historiadora, esa concepción conlleva la necesidad de reflexionar, mediante el campo de las interpretaciones culturales, los agentes históricos resultantes en un análisis de los significados compartidos en conjunto en la sociedad. Conforme Foucault (1996, p. 30), el discurso consiste en un conjunto de prácticas a lo largo del tiempo que se articulan como verdaderas, por intermedio de un conjunto de símbolos acompañados a esas representaciones materializadas a través del texto escrito. De esa suerte, se partió del supuesto de que los contenidos desarrollados por Carlos Costa fueron herramientas para la construcción de discursos, buscando evaluar lo declarado u omitido, lo que llevó a la construcción de normas suficientemente fuertes como para influir el universo que incluía las prácticas de la maternidad (Foucault, 1999: 82).

En semejante sentido, José D'Assunção Barros (2019: 163) considera los periódicos como medios de comunicación que transmiten ideas, valores y buscan actuar sobre la sociedad. De ese modo, se entiende que los periódicos son fuentes históricas que expresan el carácter de sus productores ‘‘... se uma das funções declaradas do jornal é informar, outra delas é de opinar’’ (Barros, 2019: 174)[12]. Dicho esto, se entiende que el periódico Gazeta de Noticias contribuyó a la articulación de una estrategia de poder del ámbito médico sobre el femenino, especialmente en cuanto a ser madre. En ese sentido, este análisis se centra en los discursos presentes en las 24 cartas escritas por Carlos Costa y publicadas en el periódico, en el año 1877, desde la perspectiva de la maternidad como “mandamiento biológico” de la mujer (Matos, 2003, p. 172).

En razón de ello, las distinciones biológicas actuadas en los roles de género fueron líneas de comprensión para el análisis teórico de la fuente, sobre todo, a partir de los trabajos de Pierre Bourdieu (2020) y Joan Scott (1995). Por lo tanto, se evidencia la necesidad de analizar los contextos sociales de los géneros, en la segunda mitad del siglo XIX para entender las construcciones de los discursos higienistas destinados a las mujeres.

 

 

 

 

Maternidad y ciencia

 

En la década de 1870, aún sujeto al régimen de esclavitud, los saberes relacionados a los cuidados con el cuerpo de los cautivos estaban fundamentados en las experiências práticas e nas tradições orais (Talles, 2018: 121)[13]. La convivencia esclavista permitió una simbiosis con las vivencias de la maternidad en casas señoriales, especialmente dado a partir de la figura de las nodrizas negras, libres o esclavas quienes tenían bajo su cuidado a niños blancos lactantes.

En ese escenario, en la segunda mitad del siglo XIX en Brasil, según Koutsoukos (2009:138), los médicos se oponían a esas prácticas tradicionales de lactancia materna, porque creían que, a través de la lactancia, las niñeras negras esclavas o libres transmitirían sus creencias y costumbres al bebé blanco, lo que sería abominable, según el discurso predominante en la época. Además, se creía que la presencia de esclavas podía corromper a la familia "moral y físicamente".

Ante esto, muchos médicos comenzaron a influir todavía más en los discursos acerca de la crianza de los hijos y del cuerpo de la mujer. Asimismo, buscaron estudiar y controlar la feminidad a través de la obstetricia y la ginecología. Según Matos (2003, p. 110), este era un “punto clave para la medicina”, puesto que la mujer sujeta a la supervisión médica transformaría la moral de la sociedad. La maternidad alojó así un nuevo significado, exponiendo los cuerpos femeninos al control médico, quienes crearon reglas por intermedio de discursos científicos. Según esos preceptos, se domesticó una naturaleza frágil, sometida a malas influencias y creencias que obstaculizaron la construcción de una sociedad ideal. Los obstetras creían que era necesario “combatir la charlatanería” y las prácticas tradicionales con respecto al embarazo, el parto y la lactancia.

Entre esos médicos se encuentra el Doctor Carlos Costa, graduado como médico en la Facultad de Medicina de Río de Janeiro en 1866. Médico de la Escuela Militar, se destacó por sus escritos en publicaciones periódicas y por haber sido profesor de cursos de higiene popular en la Escuela de Botafogo y la Escuela Nocturna de Lagoa de Rio de Janeiro entre 1877 y 1879. Desde su creación en agosto de 1875, la Gazeta de Notícias lo calificó de especialista en obstetricia, ginecología y más tarde, como experto en enfermedades infantiles. También fue miembro de la Academia Nacional de Medicina, director de la Sociedad para la Instrucción a las Clases Trabajadoras de la Parroquia de São João Baptista da Lagoa, en donde dictó una serie de conferencias con respecto de su especialidad. En 1878 fue elegido presidente de la Sociedad Médica de Río de Janeiro. La Gazeta de Notícias incluso hace alusión a que Costas, fue juez de paz en la Freguesia da Candelária en 1878, desarrollando allí actividades como voluntario. Por lo tanto, no cabe duda de la importancia de Carlos Costa en la medicina brasileña, y especialmente en Río de Janeiro en la segunda mitad del siglo XIX.

En el tiempo que Carlos Costa ejercía la medicina, las prácticas relacionadas con el parto estaban generalmente a cargo de las parteras. Aunque algunas de ellas habían completado cursos de parto, en general eran mujeres pobres y libres que obtenían su sustento de los partos y cuidados de los recién nacidos y contaban con los conocimientos adquiridos mediante la tradición oral[14]. Solían anunciar sus servicios, principalmente en periódicos, y eran ampliamente aceptadas por las mujeres. Tras la ayuda de la partera, la madre solía confiar la lactancia de sus pequeños a una nodriza negra, ya que existía la creencia popular de que la leche materna de la mujer blanca era débil (Telles, 2018: 100). Por otro lado, los médicos argumentaron que se trataba de una actividad “mercenaria” y una creencia obsoleta y peligrosa (Telles, 2018: 216). Por consiguiente, en convenciones, periódicos y en la esfera pública, sus discursos deslegitimaron esas asistencias y consagraron la figura femenina de la madre como protectora del hogar y del niño, excluyendo así a las nodrizas.

De esa relación entre medicina y mujer, según Costa (1979: 255-256), se creó la idea de “madre higiénica”, lo que ayudó a transformar las costumbres coloniales del rol materno. Ese fenómeno inculpó a las mujeres de clase media por la liviandad y reformuló la maternidad como esencia de la feminidad. Los niños y las mujeres se convirtieron en el elemento centralizador de la sociedad, pues serían guiados para ser el estándar de comportamiento higiénico que se pretendía construir en Brasil. Se puede ver, entonces, que la mujer del siglo XIX está en el centro de un discurso masculino “excessivo, repetitivo, obssesivo” (Perrot, 2020: 199)[15].

La ciencia colaboró para que los espacios fueran cada vez más segregados y con tareas muy bien definidas entre los sexos. Los espacios públicos se limitaban a los que supuestamente debían permanecer en el entorno privado: la casa, que era el ambiente de la mujer burguesa, por definición. Así que las mujeres que vivían en las ciudades se convirtieron en un símbolo del éxito familiar, en términos de nivel social y prestigio al depender su cónyuge de su imagen pública (D'incao, 1997: 229). Lo cual reforzó el poder conyugal y paterno sobre la vida de las mujeres. Para Pierre Bourdieu (2020:111), esa atribución a lo masculino es resultante de un campo simbólico que legitima esa autoridad.

 

“A dominação masculina, que constitui as mulheres como objetos simbólicos, cujo ser (esse) é um ser-percebido (percipi), tem por efeito colocá-las em permanente estado de insegurança corporal, ou melhor, de dependência simbólica: elas existem primeiro pelo, e para, o olhar dos outros, ou seja, enquanto objetos receptivos, atraentes, disponíveis. Delas se espera que sejam ‘‘femininas’’, isto é, sorridentes, simpáticas, atenciosas, submissas, discretas, contidas ou até mesmo apagadas”[16].

 

Los miembros de la familia deben comportarse de acuerdo a su género sexual, muy bien encuadrados entre padre, madre o hija(o). El destino de la mujer era tener y criar hijos. Y estos, por cierto, dependían solo de la madre para existir, porque el padre nunca podía ser considerado impotente. También deben brindar apoyo, afecto y protección a su esposo, ser la mediadora y la facilitadora dentro de la familia, y construir círculos de amigos y actividades sociales que aumenten el estatus del esposo para la comunidad (Barman, 2005).

Para Costa (1979), la mujer debe buscar siempre conciliar sus deberes como madre y esposa, para ser una verdadera ama de casa. Al esposo y/o al padre se le asignó la función de brindar honor a la familia, trabajar fuera del hogar y ser propietario: poseer bienes, esclavos, mujeres y niños. El podría ejercer actividades intelectuales y científicas, profesiones de refinamiento e insertarse en la política. Podía seguir los pasos de su esposa, bien como haría toda la sociedad. Finalmente, los niños deben ejercer las actividades que su género sexual los determinara. La reforma higiénica encontró una nueva identidad para la familia, cambiando el comportamiento de los ciudadanos. La madre, creando vínculos al amamantar, y el padre, siendo el modelo del masculino, permitiendo justamente una nueva adaptación de los individuos, con comportamientos específicos para la mujer y el hombre (Martins, 2000).

 

“Tradicionalmente presa ao serviço do marido, da casa e da propriedade familiar, a mulher ver-se-á, repentinamente, elevada à categoria de mediadora entre os filhos e o Estado. Em função destes encargos, suas características físicas, emocionais, sexuais e sociais vão ser redefinidas. A higiene passou a solicitar insistentemente à mulher que, de reprodutora dos bens do marido, passasse a criadora de riquezas nacionais” (Costa, 1979: 73)[17].

 

De esa manera, para asegurar la perpetuación del ideal higienista, los médicos incorporan el desarrollo de manuales dirigidos a las mujeres casadas, para que ellas pudieran producir niños y ciudadanos sanos, afirma Martins (2000). A semejanza de esa autora, Costa (1979: 219), dice que los higienistas creían que la salud de los niños de las clases medias urbanas dependía del cuidado antes y después de sus nacimientos y de las condiciones de la familia. Para ello, los médicos iniciaron un “trabalho pedagógio sobre a maternidade” (Martins, 2000: 226)[18] que elevó el estatus de importancia de la mujer en la sociedad.

 

Letras ‘‘As senhoras brazileiras’’

 

Fue a partir de las concepciones higienistas, Carlos Costa escribió en 1877[19] veinticuatro cartas dirigidas As senhoras brasileiras, en el periódico carioca Gazeta de Notícias, en las que considera la relación entre enfermedad, medio ambiente y sociedad. El objetivo del médico era orientar a las mujeres acerca de los cuidados debidos con los recién nacidos y durante el período de la primera infancia. Esa educación femenina formaba parte de un discurso que buscaba modelos y normas para las madres, bajo la supervisión de médicos (Matos, 2003). De esa forma, la prensa, aliada a la medicina, asumió un papel estratégico para la difusión y afirmación de los médicos del siglo XIX (Telles, 2018).

Las letras fueron insertadas en la columna Hygiene del periódico, normalmente ubicada en la segunda página, con un título que representaba el tema a tratar y, siempre, un subtítulo dirigido As senhoras brazileiras. A pesar de no haber una periodicidad definida, la primera carta se publicó el 5 de mayo de 1877, y la última, el 31 de diciembre de 1877. Las justificaciones del higienista para sus publicaciones fueron la necesidad de revisar el cuidado del recién nacido, en razón de la alta tasa de mortalidad infantil en Río de Janeiro.

Es interesante notar que, a pesar de tratar temas específicamente relacionados con la mujer, era un hombre que brindaba consejos a través de las enseñanzas contenidas en las cartas, no obstante ser un hombre del mundo de la ciencia. Este paradigma forma parte del mundo androcéntrico, en el que lo masculino se toma como medida de todas las cosas (Bourdieu, 2020). La mujer, por ejemplo, formaba parte de un discurso y una práctica, que veía la madre y el niño como elementos centrales para el desarrollo paulatino de las familias burguesas (Martins, 2004).

La concepción del cuidado de la maternidad contenida en muchos discursos médicos reveló una diferencia sexual percibida sobre la que se construyeron relaciones de poder y representaciones simbólicas, justificadas por un discurso científico que protegería a la familia, corazón de una nación deseosa de ser civilizada.

Según França (2020), el discurso higienista se combinó con la apreciación de la maternidad en ese momento. Las madres, a través del conocimiento científico, “deben continuar con su embarazo y luego con la crianza de sus hijos. En el  contexto referido, pese a que los médicos estaban dirigidos a las madres, el foco central residía en los niños”. Esa fue probablemente una de las principales razones por las que Carlos Costa dirigió sus cartas a las mujeres de la clase media urbana de Rio de Janeiro, ya que serían ellas las que llevarían en el vientre el niño ideal de la nación. Por ello, el médico, con base en sus consejos, señaló los males de la maternidad y la infancia, con el fin de evitarlos. El médico, en virtud de ello, señala que:

 

“... as mulheres em nosso paiz não cumprem tanto quanto deveriam os sagrados deveres de mãis… Umas por vaidade, outras por pobreza e finalmente muitas por desculpada ignorancia, não cumprem a sua missão sublime, a unica que lhes foi confiada, a da maternidade!” (Gazeta de NotíciaS, 1877, ed. 257)[20]

 

En esta perspectiva, el discurso médico en discusión terminó reforzando, aunque no fuera ese su propósito primordial la diferencia biológica entre los sexos y una condición derivada de la naturaleza femenina centrada en la maternidad. Para Pierre Bourdieu (2020), tal simbología forma parte de las diferencias sexuales establecidas, que fomentan prácticas que se convienen a un sexo en particular. La mujer, que tiene fortalecido su rol materno en la simbología cristiana, aliado al discurso médico científico, también es considerada protectora del hogar, del niño y de la familia.

Según Foucault (1999), esa ciencia, subordinada a los imperativos de una moral, atribuía una práctica médica insistente, indiscreta y, muchas veces, mentirosa. Se construyó, en torno al sexo y su propósito, un dispositivo para la producción de pseudoverdades. Esa colocación en el discurso engendra un dispositivo que vincula el sexo a la ciencia, ya que produce el médico como articulador y productor de verdades.

 

“Sua verdade não é garantida pela autoridade altiva do magistério, nem pela tradição por ele transmitida, mas pelo vínculo, pela mútua implicação, essencial ao discurso, entre aquele que fala e aquilo de que fala. Em compensação, a instância de dominação não se encontra do lado do que fala (pois é ele o pressionado) mas do lado de quem escuta e cala; não do lado do que sabe e responde, mas do que interroga e supostamente ignora. E, finalmente, esse discurso de verdade adquire efeito, não em quem o recebe, mas sim naquele de quem é extorquido” (Foucault, 1999: 62)[21].

 

Como resultado, Carlos Costa y sus contemporáneos naturalizaron la maternidad no solo bajo el prisma del discurso de la ciencia, sino también a la luz de las normas morales. Además de ejercer su función de madre, según su naturaleza femenina, la mujer tiene un deber moral de cuidado y responsabilidad. Pues, conforme al médico, la mujer pasaba nueve meses compartiendo su sangre con el niño a través del cordón umbilical y, cuando llega el parto, ella debía alargar ese intercambio de nutrientes y afectos por medio de la leche de sus pechos. La lactancia materna se consideraba el nutriente más rico para el desarrollo del niño: era su fuente de vida. No es casualidad que el médico se manifieste, desde el principio en sus consejos, en cuanto a la importancia de la lactancia materna. Por eso mismo, desaprueba que esa práctica estuviera casi siempre relegada a las nodrizas (Gazeta de Notícias, 1877, ed. 269).

Lo que se vio en el Brasil del siglo XIX fue un gran número de mujeres que ofrecían sus servicios como nodrizas, siendo ellas libres o esclavas. Esas mujeres eran alquiladas o vendidas para amamantar a las hijas o hijos de mujeres blancas. Su condición restringía su propia maternidad, puesto que sus bebés sufrían privación de leche (Telles, 2018). A menudo, una niñera se veía obligada a amamantar a varios niños al mismo tiempo, lo que podría amenazar gravemente la vida de los que fueron amamantados, en razón de la falta de leche, e incluso la salud de las nodrizas.

La idea de Carlos Costa sobre esta práctica fue descrita en el periódico como consecuencia de una cultura que no valoraba el amamantamiento materno a sus propios hijos, muchas veces impulsada por la negligencia, el egoísmo y el lujo (Gazeta de Notícias, 1877, ed. 269). Se consideraba arriesgado ese medio de lactancia, en lo que las mujeres negras, para esa norma, eran mujeres sin educación e inteligencia, o sea, eran ‘‘mulheres desgraçadas’’ (Gazeta de Notícias, 1877, ed. 271)[22]. Pensaba que era peligroso entregar a sus hijos a una nodriza. La mujer que tuviera que depender de ese servicio debería ser consciente de la posibilidad de que la enfermera infectara al niño con tuberculosis, sífilis u otras situaciones extremas (Matos, 2003). Ilustrando una ocasión como esa, se describía la experiencia de un amigo cercano con una nodriza:

 

“Tendo alugado uma ama, escrava de uma senhora digna de todos os respeitos e considerações, com plena confiança no medico que a declarou em boas condicções, entregou-lhe sua filha… Com effeito, tudo marchava perfeitamente; a criança muito lucrára com o leite e os pais esttavam muitissimo contentes, quando, em um dia, estando o meu amigo fora de casa, origina-se uma questão entre a senhora e ama e esta ameaça… nada menos do que atirar a criança pela janella, se a não deixassem sahir, como pretendia fazer… “(GAZETA DE NOTÍCIAS, 1877, ed. 271)[23].

 

El médico, sin embargo, hace la reserva de que habría casos que podrían impedir a la madre biológica amamantar a sus hijos, por ejemplo si esta padeciera de enfermedades como la tuberculosis. Pero, en otros casos, esto no fue más que vanidad. Escuchar las orientaciones médicas que, en casos extremos, las familias podrían disfrutar de los servicios de una nodriza, siempre que ella se sometiera a exámenes clínicos que demostrasen su aptitud para la lactancia materna. Es de esa manera que, en su décima carta, Carlos Costa ofrece elementos para reconocer las características de una buena nodriza, a saber, tener entre 20 y 30 años; haber amamantado previamente; no haber pasado más de seis meses desde que hubiese dado a luz; no tener adicciones; que la leche fuera pura y nutritiva y que preferiblemente no tuviera hijos. Y si los tuviera, que no se “rentarían juntos”. También aclaró que los senos de las nodrizas debían tener “pezones” grandes para que no hubiese dificultad para el bebé mamar. (Gazeta de Notícias, 1877, ed. 271).

No obstante, Carlos Costa afirma que la leche materna es el único y real alimento para los niños. Se entendía que ni todos tendrían acceso a la lactancia materna, ni al servicio de una nodriza, lo que indica que las madres usaban leche de vaca o de cabra como sustituto. En ese caso, se observaba que la cantidad de leche que se les diera a los niños debería estar en referencia a su peso. Asimismo, el biberón era la herramienta imprescindible para esa finalidad, sobre todo aquellos que ofrecían menos dificultad para succionar, como los de vidrio con amplia apertura. Además, se aconsejaba que el uso de esas leches en forma pura requeriría algunos cuidados, a saber, mezclarlo en la proporción de dos tercios de leche por uno de agua, pues esa leche, conforme al médico, tenía más "mantequilla y caseína" que la leche de la mujer (Gazeta de Notícias, 1877, ed. 278).

Además, Carlos Costa se mostraba preocupado por temas distintos a la lactancia materna, por ejemplo, el corte del cordón umbilical; cómo deberían ser las habitaciones, la ropa, el cuidado de la dentición y la atención a la vacunación.

Al tratar, en la carta cinco, del cuidado durante el parto, Carlos Costa enfatizó que el cuidado higiénico es de suma importancia cuando se corta el cordón umbilical. Señaló que muchas mujeres estaban esperando que llegara un médico para cortar el cordón umbilical mientras dejaban el niño en lugares antihigiénicos o incluso peligrosos. Ante lo expuesto, el médico recomendó a las madres cortar el cordón umbilical poco después del nacimiento, con la ayuda de un tercero(a). Para ello, debían hacer lo siguiente: colocar de 3 a 4 dedos de manera transversal en el lugar donde estaba el cordón, pasar unas vueltas de hilo, atarlo bien y cortarlo con unas tijeras un poco por delante del punto conectado (Gazeta de Notícias, 1877, ed. 235).

Durante ese período, el parto se realizaba regularmente en casa, con la ayuda de familiares, vecinos y una partera. Según Martins (2004), las parteras eran las mujeres que ayudaban a la madre con los preparativos durante el embarazo y realizaban el corte en el cordón umbilical. Esas mujeres representaban, para la medicina, un conjunto de conocimientos y prácticas populares que la ciencia buscaba deslegitimar. Al aconsejar a las mujeres en cómo cortar el cordón umbilical, es posible entender que, pese a que sea parte del discurso higienista del siglo XIX, Carlos Costa concibió que muchas mujeres seguirían utilizando el servicio de parteras. Por lo tanto, ellas necesitaban ser guiadas para no poner en riesgo a los propios hijos.

 

Se é elevada a missão do medico, minhas senhoras, aconselhando sempre por todos os meios, a maneira de conservar se a vida dos novos entes, muito séria é a vossa missão, unica subblime n’esta terra, a de mãis. A mortalidade nas crianças do Rio de Janeiro é enorme. As mães de familia são as principaes responsaveis por esse triste facto (Gazeta de Notícias, 1877, ed. 235)[24].

 

Además del parto y la lactancia, el médico se refirió a los peligros de la muerte de los niños en casi todas sus cartas, porque él entendía que existía una serie de problemas higiénicos durante el posparto. Por ejemplo, la cuestión de las habitaciones que debían seguir los principios higienistas de la época, es decir, estar ventiladas y facilitar de ese modo la respiración del recién nacido. Sin embargo, también era necesario fijarse en las corrientes de aire, pues el frío ''era el mayor enemigo de los niños”. En ese sentido, también trae preocupación por los primeros baños de los bebés, que deberían ser en agua limpia y tibia, a una temperatura ideal que no enfriase ni quemase al niño (Gazeta de Notícias, 1877, ed. 222). Un baño frío podría provocar la muerte súbita del niño, igual que un muy caliente, advertía el médico (Gazeta de Notícias, 1877, ed. 230).

Otro punto, que advertía Carlos Costa, eran las enfermedades que podrían tener los niños como consecuencia de la mala higiene de la ropa y la cama. Según él, no todas las madres eran conscientes de esos peligros, pero podrían llevar el niño a tener enfermedades como dermatitis, él afirmó (Gazeta de Notícias 1877, ed. 234, 245). Asimismo, señaló la importancia de no perturbar el sueño del niño y que el niño debe dormir siempre en su propia cuna, no junto con sus padres (Gazeta de Notícias, 1877, ed.249), justificando esto para que el niño no se volviera dependiente de dormir solamente en presencia de la madre. Todos esos cuidados, bajo la responsabilidad materna, remiten a un discurso simbólico relacionando el rol femenino con la maternidad, algo de naturaleza femenina, ya que este cuidado le conviene a su género sexual, siendo una verdadera naturalización de una ética. (BOURDIEU, 2020). Este discurso, según Foucault (1998) actuó como un control del cuerpo femenino, ya que la mujer tenía, para los médicos, un rol predeterminado en relación a su familia.

Carlos Costa también se preocupó por la dentición del niño, vista por el médico como el período de cambio del destete a la inserción de alimentos. Ese proceso debe pasar por reducciones graduales en la disponibilidad de leche para el bebé. Se creía que, bajo ninguna circunstancia, los niños debían comer alimentos sólidos hasta que se les saliesen los dientes y, preferiblemente, que dicho proceso solo comenzaba cuando el niño ya tenía, al menos, dieciséis dientes pequeños. Igual que la dieta alimentaria del niño, los primeros pasos también deben empezar con calma, pues "no hay prisa para que los niños caminen". Caminar es un acto natural, repito, que se debe realizar, siempre que los huesos tengan la consistencia precisa y los músculos el desarrollo esencial" (Gazeta de Notícias, 1877, ed.  321).

Los preceptos descritos por Carlos Costa destacaron prácticas discursivas ante el comportamiento femenino, en las que los silencios, en cuanto al rol del padre en el cuidado del recién nacido, actuaban como discursos en relación al rol paterno. Las ausencias revelan la presencia de roles de género en la sociedad del siglo XIX (PEsavento, 2012). Se necesita comprender, pues, que la posición binaria fue constitutiva de una historización, en la que discursos médicos como esos fueron abordados al ámbito femenino de la sociedad (Scott, 1995: 84).

 

Consideraciones finales

 

¿Era Carlos Costa un médico adepto a los ideales higienistas? Podemos decir que sí por algunas razones. Primero, por la propia trayectoria profesional de él, que fue, entre otras cosas, miembro de la Academia Imperial de Medicina de Río de Janeiro. Asimismo, según Ferreira (1999) él habría trasladado los principios higienistas al contexto social brasileño, aunque la referida academia no estaba al frente del movimiento higienista del país. Él también se mostró preocupado por las condiciones laborales de la población. Justamente lo evidenció tras haber sido director de la Sociedad Propagando Instrucción a las Clases Obreras, ofreciendo, además de otras acciones, clases nocturnas en forma de conferencias, que publicó, en el mismo año en el que hicieron su aparición las cartas en Gazeta de Notícias. Trataba de orientar a los trabajadores sobre la higiene de la ropa, la limpieza del cuerpo, el baño, la alimentación, las enfermedades de los niños y las bebidas alcohólicas y fue comisionado por el Consejo de la Asociación de Saneamiento de la Capital del Imperio, para dar “conferencias sobre higiene pública e privada” en 1878 (Gazeta de Notícias, 1878, ed. 38). Por lo tanto, muchas de las concepciones higienistas estuvieron presentes en su trayectoria como médico.

¿Hasta qué punto podemos reconocer principios de higiene en sus cartas? Las veinticuatro cartas publicadas por Carlos Costa, dirigidas ”as senhoras brazileiras” se pueden reconocer como vehículos de un discurso médico higienista. En ellas encontramos la gran preocupación por el comportamiento y las condiciones de vivienda, alimentación y salud[25] de las mujeres y sus futuros hijos, relacionando enfermedad, medio ambiente y sociedad.

Carlos Costa consideraba al “higienista” tan necesario como al pedagogo, por estimar que, a través de la instrucción pública, debían difundir los principios de la higiene. Además para el médico, no había mejor forma de propagar ese conocimiento que por medio  de la prensa, “fuente de educación popular, cuyos frutos serán sin duda la verdadera civilización de las naciones constituida por la regeneración del organismo humano”. (Gazeta de Notícias, 1877, ed. 215, p. 1)[26].

Convino en que la mortalidad infantil estaba directamente relacionada con la falta de preparación de las madres que cometían varios errores en la crianza de sus hijos. Igualmente, consideró que los cuidados con la alimentación eran los más descuidados. Señalando, también, los errores más graves, a saber, el uso de nodrizas; el uso de alimentación artificial; y la introducción de alimentos sólidos en la dieta del niño antes de la dentición completa. Sin embargo, a pesar de considerar erróneas esas prácticas, trató de aceptarlas en sus discursos, orientando, según las medidas higiénicas, las mejores formas de ejercerlas.

En tal sentido, Carlos Costa parece entender que se estaba dirigiendo a una sociedad en proceso de civilización, y los mandamientos de la medicina popular todavía estaban profundamente arraigados en la cultura brasileña, pese a que estaba canalizado, en gran medida, a una determinada élite privilegiada del acceso a la lectura y los periódicos.

Este fue un contexto lleno de contradicciones propias de una sociedad que buscaba modelos de civilización importados de Europa. El mismo periódico que publicaba los preceptos médicos higienistas de Carlos Costa anunciaba el alquiler o la compra de nodrizas negras, libres o esclavas. La gaceta se beneficiaba de esos anuncios, que difícilmente estarían ausentes en las publicaciones diarias, a pesar de haber sido un periódico con colaboradores abolicionistas. El médico, pese a que consideraba erróneas y desactualizadas las prácticas populares, trató de aceptarlas, aunque fuera contra su voluntad en sus discursos, orientando las mejores formas de ejercerlas conforme a los preceptos higiénicos. Por un lado, probablemente comprendió que, incluso cuando se trataba de mujeres – a menudo, alfabetizadas –, pertenecientes a las clases medias urbanas, el cambio no se produciría rápidamente. Brasileño como era, conocía la permanencia de creencias de un pasado difícil de borrar. También se enteró del universo de las desigualdades sociales y de que sus preceptos, cuando publicados en los periódicos, acabaron por llegar no solamente a las mujeres de los grupos ricos, sino también a aquellas que, no obstante pobres, podían cuidar mejor a sus hijos e hijas. Por fin, todas deberían ser controladas y obligadas a seguir lo que la sociedad y los preceptos higienistas esperaban de ellas.

 

 

 

 

Bibliografía

 

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Fuentes

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Recibido: 15/09/2021

Evaluado: 15/12/2021

Versión Final: 30/01/2022



[1] Este artículo es parte de una investigación desarrollada con financiamiento de la Fundação Araucária.

 

[2] En 1929 se creó la Sociedad de Medicina de Río de Janeiro, que posteriormente, en 1835, se convertiría en la Academia Imperial de Medicina (AIM). Hasta mediados del siglo XIX, según Edler (2009: 159), la AIM se convertiría en el “principal instrumento de la política imperial de salud pública”, al mismo tiempo que ayudaba “al gobierno en materia de educación médica, política higienista y salud pública

[3] “...concepto de acción del Estado para gobernar el cuerpo social”

[4]un nuevo ideal cuyo eje fue la preocupación por la salud de la población, colectiva e individual. Sus propuestas se respaldaron en defensa de la educación pública y la enseñanza de nuevos hábitos higiénicos”.

[5] “...las creencias evolutivas permitieron a sus seguidores tener una visión optimista sobre la posibilidad de que Brasil supere lo que ellos consideraban un atraso económico, social y político”.

[6] “... un error, y condujo a la degeneración no solo del individuo sino de toda la comunidad”.

[7] En quanto a las discusiones sobre el darwinismo evolucionista brasileño, el siguiente trabajo es particularmente indicado: Domingues, H. M. B., Sá, M. R., Click, T. (Orgs.). (2003). Recepciones del darwinismo en Brasil. Río de Janeiro: Fiocruz.
[8] Según Gualteri (2003, p. 50), hubo una influencia del darwinismo social en las escuelas de medicina de Brasil.
[9] A lo largo del texto, se decidió llamarlo solo Carlos Costa.

[10]... uno de los mayores dones, servicio y propósito de la vida de las mujeres”.

[11] “... kioscos, estaciones de fianza, barcazas y en todas las estaciones de la Estrada de Ferro de D. Pedro II”.

[12] “... si una de las funciones declaradas del periódico es informar, otra de ellas es opinar”

[13]  “... experiencias prácticas y en las tradiciones orales”.

[14] Junto con la creación de las Academias Médico-Quirúrgicas en 1832, además de los cursos de medicina en Brasil, también se instituyeron cursos de farmacia y parto. (Edler, 2009: 159).

[15] “... excesivo, repetitivo, obsesivo”.

[16]La dominación masculina, que se constituye en las mujeres como objetos simbólicos, cuyo ser (esse) es un ser percibido (percipi), tiene el efecto de colocarlas en un estado permanente de inseguridad corporal, o mejor dicho, de dependencia simbólica: ellas existen primero a través de él, y para la mirada de los demás, es decir, como objetos receptivos, atractivos, disponibles. Se espera que sean “femeninas”, es decir, sonrientes, amigables, reflexivas, sumisas, discretas, contenidas o incluso borradas”.

[17]Tradicionalmente vinculada al servicio de su marido, del hogar y de la propiedad familiar, la mujer se verá repentinamente elevada a la categoría de mediadora entre sus hijos y el Estado. Debido a esos cargos, se redefinirán sus características físicas, emocionales, sexuales y sociales. La higiene comenzó a obligar insistentemente a la mujer que se convierta en creadora de riqueza nacional y criadora de los bienes de su marido”.

[18] “... trabajo pedagógico sobre la maternidad”.

[19] Recién en 1877, la Gazeta de Notícias presentó las cartas de Carlos Costa. Tras el éxito de sus publicaciones, inspirado, en 1879, él creó el periódico A Mãi de Família (La Madre de Familia), que circuló hasta el año 1888. El periódico médico se presentó en la inauguración como “periódico científico”, literario e ilustrado – Educação da Infância, Hygiene Familiar.

[20] “... las mujeres de nuestro país no cumplen tanto como debieran los sagrados deberes de madres… Algunas por vanidad, otras por pobreza y finalmente muchas por ignorancia justificada, no cumplen su sublime misión, la única que les ha sido encomendada: ¡la de la maternidad!”.

[21]Su verdad no está garantizada por la alta autoridad del magisterio, ni por la tradición que éste transmite, sino por el vínculo, por la implicación mutua, esencial al discurso, entre el hablante y lo que se habla. Por otro lado, la instancia de dominación no se encuentra del lado del hablante (ya que es el que está bajo presión) sino del lado del que escucha y calla; no del lado de quien sabe y responde, sino del que interroga y supuestamente ignora. Y finalmente, este discurso de verdad surte efecto, no sobre quien lo recibe, sino sobre aquel a quien se le extorsiona”.

[22] “mujeres vergonzosas”.

[23]Habiendo contratado a una nodriza, esclava de una dama digna de todo respeto y consideración, con plena confianza en el médico que la declaró en buen estado, le entregó a su hija… De hecho, todo salió a la perfección; la niña se había beneficiado mucho de la leche y los padres estaban extremadamente contentos cuando, un día, con mi amigo fuera de la casa, surge un problema entre la señora y la nodriza y esta amenaza ... nada menos que tirar al niño por la ventana, si no la dejaban salir, como pretendía hacer…”

[24] Si la misión del médico es elevada, estimadas señoras, aconsejando siempre por todos los medios, la forma de preservar la vida de nuevos seres, muy grave es su misión, la única sublime en esta tierra, la de las madres. La mortalidad infantil en Rio de Janeiro es enorme. Las madres de familia son las principales responsables de este triste hecho.

[25] Luiz Otávio Ferreira (1999), en su obra Una interpretación higienista de Brasil, trae algunas características de las políticas higienistas que se preocuparon por el comportamiento demográfico de la población, sus condiciones de trabajo, vivienda, alimentación, salud, geografía, clima, control médico-estatal.

[26] “... fuente de educación popular, cuyos frutos serán sin duda la verdadera civilización de las naciones constituida por la regeneración del organismo humano”.