Higienismo y maternidad:
Carlos Costa y sus cartas
“as senhoras brazileiras” (1877)[1]
Hygienism
and maternity:
Carlos
Costa and his letters “as senhoras brazileiras” (1877)
Letícia
de Lara Portela
Pontifícia Universidade
Católica do Paraná (Brasil)
universidades.leticialara@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-3062-6840
Maria Cecilia Barreto Amorim
Pilla
Pontifícia Universidade
Católica do Paraná (Brasil)
ceciliapilla@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-6526-8249
Resumen
El presente
artículo tiene como objetivo
investigar los consejos sobre el universo de la maternidad contenidos
en las 24
cartas escritas por el reconocido médico carioca Carlos Antonio
de Paula Costa,
en 1877 para Gazeta de Notícias, diario de gran
relevancia en Rio de
Janeiro que introdujo una serie de innovaciones en la prensa de la
época. De
esa suerte, según las fuentes seleccionadas, se eligió la
metodología de
análisis del discurso a partir de las percepciones de Michel
Foucault (1996,
1999), Sandra Pesavento (2012) y José D'Assunção
Barros (2019), entendiendo el
discurso como un método que nos permite analizar los agentes que
crean valores
compartidos en la sociedad. Así, buscamos entender, desde los
preceptos
higienistas, un discurso científico que predicaba que la
maternidad era la
principal función social de la mujer, encaminada a una
misión civilizadora en
Brasil. En ese sentido, la división de roles en la sociedad se
vio a través de
construcciones de género, según Joan Scott (1995) y
Pierre Bourdieu (2020). Se
pretendía, por lo tanto, analizar cómo la
construcción social dirigió el
asesoramiento médico a las mujeres, que como madres deben cuidar
y amamantar a
sus propios hijos e hijas.
Palabras
Clave
Discurso
médico; Género;Maternidad; Preceptos
higienistas; Historia Cultural.
Abstract
This
study aims to examine the recommendations on motherhood contained in
the
twenty-four letters written by the renowned Brazilian physician Carlos
Antonio
de Paula Costa, in 1877, for the Gazeta de Notícias, a highly
relevant
newspaper in Rio de Janeiro that pioneered, then, a number of press
innovations. Therefore, according to the sources selected, the
methodology of
discourse analysis was elected taking into account the views of Michel
Foucault
(1996, 1999), Sandra Pesavento (2012) and José
D'Assunção Barros (2019), with
the concept of discourse as a method enabling to analyze the agents
responsible
for the creation of shared values in society. In this way, it is sought
to
comprehend, using hygienist precepts, a scientific discourse that
advocated motherhood
as the major social function of women, intended for a civilizatory
mission in
Brazil. In this sense, the division of roles in society was perceived
by way of
gender constructs, following Joan Scott (1995) and Pierre Bourdieu
(2020). It
was the purpose, hence, to analyze how social construction conducted
medical
counseling to women, who as mothers are expected to nurture and
breastfeed
their children.
Keywords
Medical discourse; Gender; Maternity; Hygienist
precets; Cultural history.
Introducción
En
los
centros urbanos, como Rio de Janeiro, de la segunda mitad del siglo
XIX, las
calles se convirtieron en unos de los espacios socialmente más
valorados. Uno
de sus grandes ejemplos fue la calle de Ouvidor, lugar central del
comercio y
las sociabilidades, donde se acentuaban los trazos de progreso y
transformación
de una antigua colonia que se hizo imperio en 1822. Había toda
una atmosfera
llena de vitrinas elegantes inspiradas en las últimas modas de
París. Allí se
alojaban actividades intelectuales, circulación de ideas y la
prensa. Su status quo era resultado del prodigio de
la clase media urbana que surgía en el país (Carula,
2014: 78).
Las
clases
medias cariocas, buscaban inspirarse en ideales políticos,
económicos y, sobre
todo, culturales oriundos de Europa, en lo que permitía a la
calle de Ouvidor,
ser un gran escenario de discusiones y concepciones modernizadoras. Y, ya a pocos metros, en
la
Academia Imperial de Medicina, tenían lugar los mayores debates
en cuanto a
infecciones y contagios, especialmente a partir de la década de
1870, tras la
cuestión de salud pública en Rio de Janeiro.
En 1832, desde las
Academias
Médico-Quirúrgicas, se fundaron dos facultades de
medicina en el país, una en
Río de Janeiro y otra en Salvador. En ese momento, el
conocimiento médico era
incipiente en el país, aunque se debatían muchos temas,
dentro y fuera de la
Academia Imperial de Medicina[2].
Para
Edler (2009: 155) la discusión relativa a la cientificidad de la
medicina
imperial brasileña es una cuestión mal aplicada. En otras
palabras, aún queda
mucho por saber sobre los debates con respecto al conocimiento
médico en Brasil
en el siglo XIX.
Muchos de los debates
mencionados se basaron en diferentes concepciones de la higiene.
Según
Mantovani & Marques (2020), a lo largo de la historia ha habido
muchas
concepciones de higiene, desde la comprensión de pensadores del
siglo XVIII y
principios del XIX, a saber el estadounidense Benjamin Franklin
(1706-1790) y
el médico alemán Christoph Hufeland (1762-1836) sobre el
cuidado de la dieta y
la templanza como medidas de higiene. Hubo igualmente académicos
de principios
del siglo XIX, como el epidemiólogo francés
Louis-René Villermé (1782-1863) y
el higienista francés Alexandre Parent du-Châtelet
(1790-1836), para estos expertos
de Francia la higiene podía aliviar los efectos de la pobreza y
colaborar para
el control poblacional a través de acciones estatales.
Finalmente, se mienta la
idea de limpieza, en sentido más amplio, del abogado y
reformador inglés Edwin
Chadwick (1800-1890). De concepto de salud personal, la higiene
pasó a ser un “conceito
para a ação do Estado para governar o corpo social”.[3]Tal
pensamiento legitimó los ideales relacionales entre la higiene y
los
comportamientos regulados por los tratados de higiene pública
(Mantovani &
Marques, 2020: 351).
En esa línea,
el movimiento
higienista en Brasil en las últimas tres décadas del
siglo XIX constituyó “um
novo ideal cujo eixo era a preocupação com a saúde
da população, coletiva e
individual. Suas propostas residiam na defesa da educação
pública e no ensino de
novos hábitos higiênicos” (Milagres
& SIlva & Kowalski, 2018:162). [4]
Precisamente, las
medidas
higiénicas pasaron a formar parte de las políticas
imperiales principalmente
por la necesidad latente de controlar las epidemias que azotaban
Brasil. Se
intensificaron discursos y posturas conducentes a una ciudad que
pudiera
albergar lo idealizado por la élite, es decir, ideas de
prácticas higiénicas
que se combinaban con lo concebido, en ese momento, como higiene
pública, lo
que sustentaba, a su vez, las aspiraciones políticas
brasileñas.
Eran
muchas las
controversias abordadas por los higienistas acerca de las epidemias en
Río de
Janeiro, porque
incluso entre
ellos no hubo consenso teórico y práctico. Muchos
consideraron la
existencia
de colmenas, habitaciones colectivas de capas sociales más
pobres, de esclavos
y extranjeros como uno de los orígenes de enfermedad en la
ciudad. Según Sidney
Chalhoub (2017: 33), se creía que esos lugares eran un
núcleo de diseminación
de enfermedades, vivienda de una “clase peligrosa”. Ese
discurso se divulgó en
la época por la ciencia médica brasileña, que fue
exitoso en los durante el
siglo XVIII, intensificando su influencia en la vida pública,
sobre todo,
impulsada por el deseo de modernizar las ciudades.
Mientras se
discutían cuestiones
relacionadas con el movimiento higienista, en Brasil también se
estaban
produciendo debates con respecto al darwinismo evolutivo. Regina
Gualtieri
(2003: 45) afirma que “... convicções
evolucionistas
permitiam a seus adeptos ter uma visão otimista quanto à
possibilidade de o
Brasil superar o que consideravam atraso econômico, social e
político”[5],
pues solamente
era necesario seguir los pasos de naciones más
“civilizadas”.
Es innegable que el
discurso
evolucionista darwinista fue cautivador para las élites
brasileñas, dice
Gualtieri (2003), especialmente bajo la influencia de las concepciones
del
determinismo histórico de Herbert Spencer (1820-1903),
según el cual las civilizaciones
evolucionan a partir de estructuras más simples, para los
más sofisticados,
existe, por lo tanto, parámetros creados por “grupos
superiores” y que podrían/deberían
ser seguidos por “grupos inferiores”. La diferencia entre
Darwin y Spencer es
que, mientras el primero defendía la idea de que la diferencia
entre razas era
algo irreparable y definitivo, en tanto que, existía la
posibilidad de una
especie de proceso evolutivo, para el segundo.
Aún sobre las
discusiones
evolucionistas en Brasil a fines del siglo XIX, Lilia Schwarcz (2003:
167)
señala que, si las ideas evolucionistas se hubieran aplicado en
Brasil como
fueron concebidas en algunos países europeos, se
reconocería que el mestizaje
sería un problema, “um erro, e levava
à degeneração não só do
indivíduo
como de toda a coletividade ”.[6]
La
solución entonces habría sido aceptar la diferencia entre
las razas sin
condenar el mestizaje.[7]
Influidos
por
esas y otras ideas del campo biológico y social, muchos
médicos[8]
comenzaron a intervenir directamente en la construcción y la
regulación de los
comportamientos a seguirse, incluyendo la definición de roles
sociales a los
hombres y las mujeres que deberían cumplir con el destino
definido por la
"naturaleza", o sea, padres y madres cuidadosos, especialmente
capacitados
para el cuidado de sus hijos.
En
tal
contexto, el presente estudio tiene como objetivo analizar un conjunto
de 24 cartas
que publicadas por
el médico Carlos Antonio de Paula Costa (1844-1915)[9] en el
periódico Gazeta de Noticias, en el año 1877. Se
buscó comprender cómo
se instauró esa práctica discursiva, y cómo esta
encontró en dicha publicación
su forma de divulgación. En esas fuentes se pretende observar la
narrativa que
se construyó acerca de la maternidad, divulgada mediante un
discurso científico
dirigido a las mujeres de una determinada clase media urbana
brasileña del
período.
Ante
una situación en la cual se predicaba la necesidad de la
educación
femenina direccionada a la maternidad, bajo los lineamientos de la
ciencia
médica, se verifica que la prensa contribuyó para
consolidar la noción de genitora
como protectora y responsable del niño, señalando la
maternidad como ‘‘...
um dos maiores dons, serviço e finalidade da vida das mulheres’’
(Leal & Zanello, 2019:
210)[10].
Fundado en 1875 por
José
Ferreira de Souza Araújo, Henrique Chaves Manoel Carneiro y
Elísio Mendes, el
periódico Gazeta de Notícias pretendía ser
innovador y comprometido con la
modernización de las causas de Brasil. Contaba con intelectuales
destacados
desde su inicio, más concretamente, Quintino Bocaiúva,
Silva Jardim y José do
Patrocínio. En 1888, Raúl Pompéia publicó
en ese diario, en forma de serie, su
obra “O Ateneu”. Durante este mismo período
también contribuyó Machado de
Assis.
Según Ramos
(2008), la Gazeta
de Notícias representó los aires renovadores que se
sentían en aquellos
tiempos en Río de Janeiro, convirtiéndose en una
importante empresa comercial.
En sus páginas se pueden encontrar las transformaciones vividas
por el país a
finales de siglo.
En su primer
número del 2 de
agosto de 1875, en su página inicial postulaba el compromiso de
ser un
periódico de variedad, "una novela en serie", pero
también un
"libro de actualidad", con información comercial, aceptando
"correspondencia de interés privado", entre otros asuntos. La
gaceta
se vendía por separada por 40 reales y quien quisiera comprarlo
tenía que buscarlo
en “kiosques, estações de bond, barcas, e em
todasas estações
da Estrada de Ferro de D. Pedro II [11]”. (Gazeta de
Notícias,
ed. 01). En su segundo año de circulación se
anunció que tenía una tirada de 12
mil ejemplares diarios. Al tiempo que circulaban las cartas de Carlos
Costa en
1877, ya eran 16 mil ejemplares diarios.
El diario tenía
generalmente
cuatro páginas, distribuidas en columnas estrechas con temas de
actualidad. Su
encabezado estaba constituido de la siguiente manera: en la parte
superior
izquierda, se presentaba el nombre de la ciudad y la dirección
de la oficina,
también el precio del periódico por separado. En el marco
centralizado, estaba
el nombre del periódico, junto con los valores de las
suscripciones
trimestrales, semestrales y anuales para la región de la Corte y
para las
Provincias (también se vendía en San Pablo y Minas
Gerais). En la esquina
superior derecha estaba la dirección de la imprenta del
periódico: calle Siete
de Septiembre, número 72.
La presencia de gaceta
en el
panorama carioca perteneció a un proceso de modernización
de la prensa la
Revolución Científico-Tecnológica, que
ocurrió en Europa en el siglo XIX impulsó
la incorporación de la industrialización y un proceso de
urbanización en la
sociedad (Bonilha, 2009: 19-23). Tal tendencia en un principio fue
asimilada en
Brasil junto con los avances hacia la abolición de la
esclavitud. El objetivo era
comportarse de acuerdo a las innovaciones europeas para transformar la
sociedad.
Tanto es así que, hacia 1870 en Brasil, aparecieron más
de veinte periódicos,
entre los cuales se encontraba la Gazeta de Notícias (Bonilha,
2009:
32).
Por
medio del
uso de fuentes como publicaciones de periódicos, se
eligió el análisis del
discurso de Foucault (1996 y 1999) incorporado al método
historiográfico a
partir de la Historia Cultural de Pesavento (2012). Según esta
historiadora, esa
concepción conlleva la necesidad de reflexionar, mediante el
campo de las interpretaciones
culturales, los agentes históricos resultantes en un
análisis de los
significados compartidos en conjunto en la sociedad. Conforme Foucault
(1996,
p. 30), el discurso consiste en un conjunto de prácticas a lo
largo del tiempo
que se articulan como verdaderas, por intermedio de un conjunto de
símbolos acompañados
a esas representaciones materializadas a través del texto
escrito. De esa
suerte, se partió del supuesto de que los contenidos
desarrollados por Carlos
Costa fueron herramientas para la construcción de discursos,
buscando evaluar
lo declarado u omitido, lo que llevó a la construcción de
normas suficientemente
fuertes como para influir el universo que incluía las
prácticas de la
maternidad (Foucault, 1999: 82).
En
semejante
sentido, José D'Assunção Barros (2019: 163)
considera los periódicos como
medios de comunicación que transmiten ideas, valores y buscan
actuar sobre la
sociedad. De ese modo, se entiende que los periódicos son
fuentes históricas
que expresan el carácter de sus productores ‘‘...
se uma das funções
declaradas do jornal é informar, outra delas é de opinar’’
(Barros, 2019:
174)[12].
Dicho esto, se entiende que el periódico Gazeta de Noticias
contribuyó a
la articulación de una estrategia de poder del ámbito
médico sobre el femenino,
especialmente en cuanto a ser madre. En ese sentido, este
análisis se centra en
los discursos presentes en las 24 cartas escritas por Carlos Costa y
publicadas
en el periódico, en el año 1877, desde la perspectiva de
la maternidad como
“mandamiento biológico” de la mujer (Matos, 2003, p.
172).
En
razón de
ello, las distinciones biológicas actuadas en los roles de
género fueron líneas
de comprensión para el análisis teórico de la
fuente, sobre todo, a partir de
los trabajos de Pierre Bourdieu (2020) y Joan Scott (1995). Por lo
tanto, se evidencia
la necesidad de analizar los contextos sociales de los géneros,
en la segunda
mitad del siglo XIX para entender las construcciones de los discursos
higienistas
destinados a las mujeres.
Maternidad
y
ciencia
En
la década
de 1870, aún sujeto al régimen de esclavitud, los saberes
relacionados a los
cuidados con el cuerpo de los cautivos estaban fundamentados en las “experiências
práticas
e nas tradições orais”
(Talles, 2018: 121)[13].
La convivencia esclavista permitió una simbiosis con las
vivencias de la
maternidad en casas señoriales, especialmente dado a partir de
la figura de las
nodrizas negras, libres o esclavas quienes tenían bajo su
cuidado a niños
blancos lactantes.
En
ese
escenario, en la segunda mitad del siglo XIX en Brasil, según
Koutsoukos (2009:138),
los médicos se oponían a esas prácticas
tradicionales de lactancia materna,
porque creían que, a través de la lactancia, las
niñeras negras esclavas o
libres transmitirían sus creencias y costumbres al bebé
blanco, lo que sería
abominable, según el discurso predominante en la época.
Además, se creía que la
presencia de esclavas podía corromper a la familia "moral y
físicamente".
Ante
esto, muchos
médicos comenzaron a influir todavía más en los
discursos acerca de la crianza
de los hijos y del cuerpo de la mujer. Asimismo, buscaron estudiar y
controlar
la feminidad a través de la obstetricia y la ginecología.
Según Matos (2003, p.
110), este era un “punto clave para la medicina”, puesto
que la mujer sujeta a
la supervisión médica transformaría la moral de la
sociedad. La maternidad alojó
así un nuevo significado, exponiendo los cuerpos femeninos al
control médico, quienes
crearon reglas por intermedio de discursos científicos.
Según esos preceptos, se
domesticó una naturaleza frágil, sometida a malas
influencias y creencias que
obstaculizaron la construcción de una sociedad ideal. Los
obstetras creían que
era necesario “combatir la charlatanería” y las
prácticas tradicionales con
respecto al embarazo, el parto y la lactancia.
Entre esos
médicos se
encuentra el Doctor Carlos Costa, graduado como médico en la
Facultad de
Medicina de Río de Janeiro en 1866. Médico de la Escuela
Militar, se destacó
por sus escritos en publicaciones periódicas y por haber sido
profesor de
cursos de higiene popular en la Escuela de Botafogo y la Escuela
Nocturna de
Lagoa de Rio de Janeiro entre 1877 y 1879. Desde su creación en
agosto de 1875,
la Gazeta de Notícias lo calificó de especialista
en obstetricia, ginecología
y más tarde, como experto en enfermedades infantiles.
También fue miembro de la
Academia Nacional de Medicina, director de la Sociedad para la
Instrucción a
las Clases Trabajadoras de la Parroquia de São João
Baptista da Lagoa,
en donde dictó una serie de conferencias con respecto de su
especialidad. En
1878 fue elegido presidente de la Sociedad Médica de Río
de Janeiro. La Gazeta
de Notícias incluso hace alusión a que Costas, fue
juez de paz en la Freguesia
da Candelária en 1878, desarrollando allí actividades
como voluntario. Por
lo tanto, no cabe duda de la importancia de Carlos Costa en la medicina
brasileña, y especialmente en Río de Janeiro en la
segunda mitad del siglo XIX.
En el tiempo que
Carlos Costa ejercía
la medicina, las prácticas relacionadas con el parto estaban
generalmente a
cargo de las parteras. Aunque algunas de ellas habían completado
cursos de
parto, en general eran mujeres pobres
y
libres que obtenían su sustento de los partos y cuidados de los
recién nacidos
y contaban con los conocimientos adquiridos mediante la
tradición oral[14]. Solían
anunciar sus
servicios, principalmente en periódicos, y eran ampliamente
aceptadas por las
mujeres. Tras la ayuda de la partera, la madre solía confiar la
lactancia de
sus pequeños a una nodriza negra, ya que existía la
creencia popular de que la
leche materna de la mujer blanca era débil (Telles, 2018: 100).
Por otro lado,
los médicos argumentaron que se trataba de una actividad
“mercenaria” y una
creencia obsoleta y peligrosa (Telles, 2018: 216). Por consiguiente, en
convenciones, periódicos y en la esfera pública, sus
discursos deslegitimaron
esas asistencias y consagraron la figura femenina de la madre como
protectora del
hogar y del niño, excluyendo así a las nodrizas.
De
esa
relación entre medicina y mujer, según Costa (1979:
255-256), se creó la idea
de “madre higiénica”, lo que ayudó a
transformar las costumbres coloniales del
rol materno. Ese fenómeno inculpó a las mujeres de clase
media por la liviandad
y reformuló la maternidad como esencia de la feminidad. Los
niños y las mujeres
se convirtieron en el elemento centralizador de la sociedad, pues
serían
guiados para ser el estándar de comportamiento higiénico
que se pretendía
construir en Brasil. Se puede ver, entonces, que la mujer del siglo XIX
está en
el centro de un discurso masculino “excessivo, repetitivo,
obssesivo” (Perrot,
2020: 199)[15].
La
ciencia
colaboró para que los espacios fueran cada vez más
segregados y con tareas muy
bien definidas entre los sexos. Los espacios públicos se
limitaban a los que supuestamente
debían permanecer en el entorno privado: la casa, que era el
ambiente de la
mujer burguesa, por definición. Así que las mujeres que
vivían en las ciudades
se convirtieron en un símbolo del éxito familiar, en
términos de nivel social y
prestigio al depender su cónyuge de su imagen pública
(D'incao, 1997: 229). Lo
cual reforzó el poder conyugal y paterno sobre la vida de las
mujeres. Para
Pierre Bourdieu (2020:111), esa atribución a lo masculino es
resultante de un
campo simbólico que legitima esa autoridad.
“A dominação masculina, que constitui
as
mulheres como objetos simbólicos, cujo ser (esse) é um
ser-percebido (percipi),
tem por efeito colocá-las em permanente estado de
insegurança corporal, ou
melhor, de dependência simbólica: elas existem primeiro
pelo, e para, o olhar
dos outros, ou seja, enquanto objetos receptivos, atraentes,
disponíveis. Delas
se espera que sejam ‘‘femininas’’, isto
é, sorridentes, simpáticas, atenciosas,
submissas, discretas, contidas ou até mesmo apagadas”[16].
Los
miembros
de la familia deben comportarse de acuerdo a su género sexual,
muy bien
encuadrados entre padre, madre o hija(o). El destino de la mujer era
tener y
criar hijos. Y estos, por cierto, dependían solo de la madre
para existir,
porque el padre nunca podía ser considerado impotente.
También deben brindar apoyo,
afecto y protección a su esposo, ser la mediadora y la
facilitadora dentro de
la familia, y construir círculos de amigos y actividades
sociales que aumenten
el estatus del esposo para la comunidad (Barman, 2005).
Para
Costa
(1979), la mujer debe buscar siempre conciliar sus deberes como madre y
esposa,
para ser una verdadera ama de casa. Al esposo y/o al padre se le
asignó la
función de brindar honor a la familia, trabajar fuera del hogar
y ser
propietario: poseer bienes, esclavos, mujeres y niños. El
podría ejercer
actividades intelectuales y científicas, profesiones de
refinamiento e
insertarse en la política. Podía seguir los pasos de su
esposa, bien como haría
toda la sociedad. Finalmente, los niños deben ejercer las
actividades que su
género sexual los determinara. La reforma higiénica
encontró una nueva
identidad para la familia, cambiando el comportamiento de los
ciudadanos. La
madre, creando vínculos al amamantar, y el padre, siendo el
modelo del masculino,
permitiendo justamente una nueva adaptación de los individuos,
con comportamientos
específicos para la mujer y el hombre (Martins, 2000).
“Tradicionalmente
presa ao serviço do marido, da casa e da propriedade familiar, a
mulher
ver-se-á, repentinamente, elevada à categoria de
mediadora entre os filhos e o
Estado. Em função destes encargos, suas
características físicas, emocionais,
sexuais e sociais vão ser redefinidas. A higiene passou a
solicitar
insistentemente à mulher que, de reprodutora dos bens do marido,
passasse a
criadora de riquezas nacionais” (Costa, 1979: 73)[17].
De
esa
manera, para asegurar la perpetuación del ideal higienista, los
médicos incorporan
el desarrollo de manuales dirigidos a las mujeres casadas, para que
ellas pudieran
producir niños y ciudadanos sanos, afirma Martins (2000). A
semejanza de esa
autora, Costa (1979: 219), dice que los higienistas creían que
la salud de los
niños de las clases medias urbanas dependía del cuidado
antes y después de sus
nacimientos y de las condiciones de la familia. Para ello, los
médicos
iniciaron un “trabalho pedagógio sobre a maternidade”
(Martins, 2000: 226)[18]
que elevó el estatus de importancia de la mujer en la sociedad.
Letras
‘‘As
senhoras brazileiras’’
Fue a partir de las
concepciones higienistas, Carlos
Costa escribió en
1877[19]
veinticuatro cartas dirigidas As senhoras brasileiras,
en el
periódico carioca Gazeta de Notícias, en las que considera
la relación entre enfermedad,
medio ambiente y sociedad. El
objetivo del médico era orientar a las mujeres acerca de los
cuidados debidos con los recién nacidos y durante el
período de la primera
infancia. Esa educación femenina formaba parte de un discurso
que buscaba
modelos y normas para las madres, bajo la supervisión de
médicos (Matos, 2003).
De esa forma, la prensa, aliada a la medicina, asumió un papel
estratégico para
la difusión y afirmación de los médicos del siglo
XIX (Telles, 2018).
Las letras fueron
insertadas
en la columna Hygiene del periódico,
normalmente ubicada en la segunda página, con un título
que representaba el
tema a tratar y, siempre, un subtítulo dirigido As
senhoras brazileiras. A
pesar de no haber una
periodicidad definida, la primera carta se publicó el 5 de mayo
de 1877, y la última,
el 31 de diciembre de 1877. Las justificaciones del higienista para sus
publicaciones
fueron la necesidad de revisar el cuidado del recién nacido, en
razón de la
alta tasa de mortalidad infantil en Río de Janeiro.
Es interesante notar
que, a
pesar de tratar temas específicamente relacionados con la mujer,
era un hombre
que brindaba consejos a través de las enseñanzas
contenidas en las cartas, no
obstante ser un hombre del mundo de la ciencia. Este
paradigma forma parte del mundo androcéntrico, en el que lo
masculino se toma
como medida de todas las cosas (Bourdieu, 2020). La mujer, por ejemplo,
formaba
parte de un discurso y una práctica, que veía la madre y
el niño como elementos
centrales para el desarrollo paulatino de las familias burguesas
(Martins, 2004).
La
concepción
del cuidado de la maternidad contenida en muchos discursos
médicos reveló una
diferencia sexual percibida sobre la que se construyeron relaciones de
poder y
representaciones simbólicas, justificadas por un discurso
científico que
protegería a la familia, corazón de una nación
deseosa de ser civilizada.
Según
França (2020), el discurso
higienista se combinó con la apreciación de la maternidad
en ese momento. Las
madres, a través del conocimiento científico,
“deben continuar con su embarazo
y luego con la crianza de sus hijos. En el contexto
referido, pese a que los médicos
estaban dirigidos a las madres, el foco central residía en los
niños”. Esa fue
probablemente una de las principales razones por
las
que Carlos Costa dirigió sus cartas a las mujeres de la clase
media urbana de
Rio de Janeiro, ya que serían ellas las que llevarían en
el vientre el niño
ideal de la nación. Por ello, el médico, con base en sus
consejos, señaló los
males de la maternidad y la infancia, con el fin de evitarlos. El
médico, en
virtud de ello, señala que:
“... as mulheres em nosso paiz não cumprem
tanto quanto deveriam os sagrados deveres de mãis… Umas
por vaidade, outras por
pobreza e finalmente muitas por desculpada ignorancia, não
cumprem a sua missão
sublime, a unica que lhes foi confiada, a da maternidade!”
(Gazeta de NotíciaS,
1877, ed. 257)[20].
En esta perspectiva,
el
discurso médico en discusión terminó reforzando,
aunque no fuera ese su
propósito primordial la
diferencia
biológica entre los sexos y una condición derivada de la
naturaleza femenina
centrada en la maternidad. Para Pierre Bourdieu (2020), tal
simbología forma
parte de las diferencias sexuales establecidas, que fomentan
prácticas que se
convienen a un sexo en particular. La mujer, que tiene fortalecido su
rol
materno en la simbología cristiana, aliado al discurso
médico científico,
también es considerada protectora del hogar, del niño y
de la familia.
Según
Foucault (1999), esa ciencia, subordinada a los imperativos de una
moral, atribuía
una práctica médica insistente, indiscreta y, muchas
veces, mentirosa. Se
construyó, en torno al sexo y su propósito, un
dispositivo para la producción
de pseudoverdades. Esa colocación en el discurso engendra un
dispositivo que
vincula el sexo a la ciencia, ya que produce el médico como
articulador y productor
de verdades.
“Sua verdade não é garantida pela
autoridade
altiva do magistério, nem pela tradição por ele
transmitida, mas pelo vínculo,
pela mútua implicação, essencial ao discurso,
entre aquele que fala e aquilo de
que fala. Em compensação, a instância de
dominação não se encontra do lado do
que fala (pois é ele o pressionado) mas do lado de quem escuta e
cala; não do
lado do que sabe e responde, mas do que interroga e supostamente
ignora. E, finalmente,
esse discurso de verdade adquire efeito, não em quem o recebe,
mas sim naquele
de quem é extorquido” (Foucault, 1999: 62)[21].
Como
resultado, Carlos Costa y sus contemporáneos naturalizaron la
maternidad no
solo bajo el prisma del discurso de la ciencia, sino también a
la luz de las
normas morales. Además de ejercer su función de madre,
según su naturaleza
femenina, la mujer tiene un deber moral de cuidado y responsabilidad.
Pues, conforme
al médico, la mujer pasaba nueve meses compartiendo su sangre
con el niño a
través del cordón umbilical y, cuando llega el parto,
ella debía alargar ese
intercambio de nutrientes y afectos por medio de la leche de sus
pechos. La
lactancia materna se consideraba el nutriente más rico para el
desarrollo del
niño: era su fuente de vida. No es casualidad que el
médico se manifieste,
desde el principio en sus consejos, en cuanto a la importancia de la
lactancia
materna. Por eso mismo, desaprueba que esa práctica estuviera
casi siempre
relegada a las nodrizas (Gazeta de Notícias, 1877, ed.
269).
Lo
que se vio
en el Brasil del siglo XIX fue un gran número de mujeres que
ofrecían sus
servicios como nodrizas, siendo ellas libres o esclavas. Esas mujeres
eran alquiladas
o vendidas para amamantar a las hijas o hijos de mujeres blancas. Su
condición
restringía su propia maternidad, puesto que sus bebés
sufrían privación de
leche (Telles, 2018). A menudo, una niñera se veía
obligada a amamantar a
varios niños al mismo tiempo, lo que podría amenazar
gravemente la vida de los
que fueron amamantados, en razón de la falta de leche, e incluso
la salud de
las nodrizas.
La
idea de
Carlos Costa sobre esta práctica fue descrita en el
periódico como consecuencia
de una cultura que no valoraba el amamantamiento materno a sus propios
hijos,
muchas veces impulsada por la negligencia, el egoísmo y el lujo
(Gazeta de Notícias,
1877, ed. 269). Se consideraba arriesgado ese medio de lactancia, en lo
que las
mujeres negras, para esa norma, eran mujeres sin educación e
inteligencia, o sea,
eran ‘‘mulheres
desgraçadas’’ (Gazeta
de Notícias, 1877, ed. 271)[22].
Pensaba que era peligroso entregar a sus hijos a una nodriza. La mujer
que
tuviera que depender de ese servicio debería ser consciente de
la posibilidad
de que la enfermera infectara al niño con tuberculosis,
sífilis u otras
situaciones extremas (Matos, 2003). Ilustrando una ocasión como
esa, se describía
la experiencia de un amigo cercano con una nodriza:
“Tendo alugado uma ama, escrava de uma
senhora digna de todos os respeitos e considerações, com
plena confiança no
medico que a declarou em boas condicções, entregou-lhe
sua filha… Com effeito,
tudo marchava perfeitamente; a criança muito lucrára com
o leite e os pais
esttavam muitissimo contentes, quando, em um dia, estando o meu amigo
fora de
casa, origina-se uma questão entre a senhora e ama e esta
ameaça… nada menos do
que atirar a criança pela janella, se a não deixassem
sahir, como pretendia
fazer… “(GAZETA DE NOTÍCIAS, 1877, ed. 271)[23].
El
médico,
sin embargo, hace la reserva de que habría casos que
podrían impedir a la madre
biológica amamantar a sus hijos, por ejemplo si esta padeciera
de enfermedades
como la tuberculosis. Pero, en otros casos, esto no fue más que
vanidad.
Escuchar las orientaciones médicas que, en casos extremos, las
familias podrían
disfrutar de los servicios de una nodriza, siempre que ella se
sometiera a
exámenes clínicos que demostrasen su aptitud para la
lactancia materna. Es de
esa manera que, en su décima carta, Carlos Costa ofrece
elementos para
reconocer las características de una buena nodriza, a saber,
tener entre 20 y
30 años; haber amamantado previamente; no haber pasado
más de seis meses desde
que hubiese dado a luz; no tener adicciones; que la leche fuera pura y
nutritiva y que preferiblemente no tuviera hijos. Y si los tuviera, que
no se
“rentarían juntos”. También aclaró que
los senos de las nodrizas debían tener
“pezones” grandes para que no hubiese dificultad para el
bebé mamar. (Gazeta
de Notícias, 1877, ed. 271).
No
obstante,
Carlos Costa afirma que la leche materna es el único y real
alimento para los
niños. Se entendía que ni todos tendrían acceso a
la lactancia materna, ni al
servicio de una nodriza, lo que indica que las madres usaban leche de
vaca o de
cabra como sustituto. En ese caso, se observaba que la cantidad de
leche que se
les diera a los niños debería estar en referencia a su
peso. Asimismo, el biberón
era la herramienta imprescindible para esa finalidad, sobre todo
aquellos que
ofrecían menos dificultad para succionar, como los de vidrio con
amplia
apertura. Además, se aconsejaba que el uso de esas leches en
forma pura requeriría
algunos cuidados, a saber, mezclarlo en la proporción de dos
tercios de leche
por uno de agua, pues esa leche, conforme al médico,
tenía más
"mantequilla y caseína" que la leche de la mujer (Gazeta de
Notícias,
1877, ed. 278).
Además,
Carlos Costa se mostraba preocupado por temas distintos a la lactancia
materna,
por ejemplo, el corte del cordón umbilical; cómo
deberían ser las habitaciones,
la ropa, el cuidado de la dentición y la atención a la
vacunación.
Al
tratar, en
la carta cinco, del cuidado durante el parto, Carlos Costa
enfatizó que el
cuidado higiénico es de suma importancia cuando se corta el
cordón umbilical.
Señaló que muchas mujeres estaban esperando que llegara
un médico para cortar
el cordón umbilical mientras dejaban el niño en lugares
antihigiénicos o
incluso peligrosos. Ante lo expuesto, el médico recomendó
a las madres cortar
el cordón umbilical poco después del nacimiento, con la
ayuda de un tercero(a).
Para ello, debían hacer lo siguiente: colocar de 3 a 4 dedos de
manera
transversal en el lugar donde estaba el cordón, pasar unas
vueltas de hilo,
atarlo bien y cortarlo con unas tijeras un poco por delante del punto
conectado
(Gazeta de Notícias, 1877, ed. 235).
Durante
ese
período, el parto se realizaba regularmente en casa, con la
ayuda de
familiares, vecinos y una partera. Según Martins (2004), las
parteras eran las
mujeres que ayudaban a la madre con los preparativos durante el
embarazo y realizaban
el corte en el cordón umbilical. Esas mujeres representaban,
para la medicina,
un conjunto de conocimientos y prácticas populares que la
ciencia buscaba
deslegitimar. Al aconsejar a las mujeres en cómo cortar el
cordón umbilical, es
posible entender que, pese a que sea parte del discurso higienista del
siglo
XIX, Carlos Costa concibió que muchas mujeres seguirían
utilizando el servicio
de parteras. Por lo tanto, ellas necesitaban ser guiadas para no poner
en
riesgo a los propios hijos.
Se é
elevada a missão do medico, minhas senhoras, aconselhando sempre
por todos os
meios, a maneira de conservar se a vida dos novos entes, muito
séria é a vossa
missão, unica subblime n’esta terra, a de mãis. A
mortalidade nas crianças do
Rio de Janeiro é enorme. As mães de familia são as
principaes responsaveis por
esse triste facto (Gazeta de Notícias, 1877, ed. 235)[24].
Además
del
parto y la lactancia, el médico se refirió a los peligros
de la muerte de los
niños en casi todas sus cartas, porque él entendía
que existía una serie de
problemas higiénicos durante el posparto. Por ejemplo, la
cuestión de las
habitaciones que debían seguir los principios higienistas de la
época, es
decir, estar ventiladas y facilitar de ese modo la respiración
del recién
nacido. Sin embargo, también era necesario fijarse en las
corrientes de aire, pues
el frío ''era el mayor enemigo de los niños”. En
ese sentido, también trae
preocupación por los primeros baños de los bebés,
que deberían ser en agua
limpia y tibia, a una temperatura ideal que no enfriase ni quemase al
niño (Gazeta
de Notícias, 1877, ed. 222). Un baño frío
podría provocar la muerte súbita
del niño, igual que un muy caliente, advertía el
médico (Gazeta de Notícias,
1877, ed. 230).
Otro
punto, que
advertía Carlos Costa, eran las enfermedades que podrían
tener los niños como
consecuencia de la mala higiene de la ropa y la cama. Según
él, no todas las
madres eran conscientes de esos peligros, pero podrían llevar el
niño a tener
enfermedades como dermatitis, él afirmó (Gazeta de
Notícias 1877, ed.
234, 245). Asimismo, señaló la importancia de no
perturbar el sueño del niño y
que el niño debe dormir siempre en su propia cuna, no junto con
sus padres (Gazeta
de Notícias, 1877, ed.249), justificando esto para que el
niño no se
volviera dependiente de dormir solamente en presencia de la madre.
Todos esos
cuidados, bajo la responsabilidad materna, remiten a un discurso
simbólico
relacionando el rol femenino con la maternidad, algo de naturaleza
femenina, ya
que este cuidado le conviene a su género sexual, siendo una
verdadera
naturalización de una ética. (BOURDIEU, 2020). Este
discurso, según Foucault
(1998) actuó como un control del cuerpo femenino, ya que la
mujer tenía, para
los médicos, un rol predeterminado en relación a su
familia.
Carlos
Costa
también se preocupó por la dentición del
niño, vista por el médico como el período
de cambio del destete a la inserción de alimentos. Ese proceso
debe pasar por
reducciones graduales en la disponibilidad de leche para el
bebé. Se creía que,
bajo ninguna circunstancia, los niños debían comer
alimentos sólidos hasta que
se les saliesen los dientes y, preferiblemente, que dicho proceso solo
comenzaba cuando el niño ya tenía, al menos,
dieciséis dientes pequeños. Igual
que la dieta alimentaria del niño, los primeros pasos
también deben empezar con
calma, pues "no hay prisa para que los niños caminen". Caminar
es un
acto natural, repito, que se debe realizar, siempre que los huesos
tengan la
consistencia precisa y los músculos el desarrollo esencial" (Gazeta
de
Notícias, 1877, ed. 321).
Los
preceptos
descritos por Carlos Costa destacaron prácticas discursivas ante
el
comportamiento femenino, en las que los silencios, en cuanto al rol del
padre
en el cuidado del recién nacido, actuaban como discursos en
relación al rol
paterno. Las ausencias revelan la presencia de roles de género
en la sociedad
del siglo XIX (PEsavento, 2012). Se necesita comprender, pues, que la
posición
binaria fue constitutiva de una historización, en la que
discursos médicos como
esos fueron abordados al ámbito femenino de la sociedad (Scott,
1995: 84).
Consideraciones
finales
¿Era Carlos
Costa un médico
adepto a los ideales higienistas? Podemos decir que sí por
algunas razones.
Primero, por la propia trayectoria profesional de él, que fue,
entre otras
cosas, miembro de la Academia Imperial de Medicina de Río de
Janeiro. Asimismo,
según Ferreira (1999) él habría trasladado los
principios higienistas al
contexto social brasileño, aunque la referida academia no estaba
al frente del
movimiento higienista del país. Él también se
mostró preocupado por las
condiciones laborales de la población. Justamente lo
evidenció tras haber sido
director de la Sociedad Propagando Instrucción a las Clases
Obreras,
ofreciendo, además de otras acciones, clases nocturnas en forma
de
conferencias, que publicó, en el mismo año en el que
hicieron su aparición las cartas
en Gazeta de Notícias. Trataba de orientar a los
trabajadores sobre la
higiene de la ropa, la limpieza del cuerpo, el baño, la
alimentación, las
enfermedades de los niños y las bebidas alcohólicas y fue
comisionado por el Consejo
de la Asociación de Saneamiento de la Capital del Imperio, para
dar
“conferencias sobre higiene pública e privada” en
1878 (Gazeta de Notícias,
1878, ed. 38). Por lo tanto, muchas de las concepciones higienistas
estuvieron
presentes en su trayectoria como médico.
¿Hasta
qué punto podemos
reconocer principios de higiene en sus cartas? Las veinticuatro cartas
publicadas por Carlos Costa, dirigidas ”as senhoras
brazileiras” se pueden
reconocer como vehículos de un discurso médico
higienista. En ellas encontramos
la gran preocupación por el comportamiento y las condiciones de
vivienda,
alimentación y salud[25]
de las
mujeres y sus futuros hijos, relacionando enfermedad, medio ambiente y
sociedad.
Carlos Costa
consideraba al
“higienista” tan necesario como al pedagogo, por estimar
que, a través de la instrucción
pública, debían difundir los principios de la higiene. Además
para el médico, no había mejor forma de propagar ese
conocimiento que por medio
de la prensa, “fuente de
educación
popular, cuyos frutos serán sin duda la verdadera
civilización de las naciones
constituida por la regeneración del organismo humano”. (Gazeta
de Notícias,
1877, ed. 215, p. 1)[26].
Convino en que la
mortalidad
infantil estaba directamente relacionada con
la falta de preparación de las madres que cometían varios
errores en
la
crianza de sus hijos. Igualmente,
consideró que los cuidados con
la alimentación eran los más descuidados.
Señalando, también, los errores más
graves, a saber, el uso de nodrizas; el uso de alimentación
artificial; y la
introducción de alimentos sólidos en la dieta del
niño antes de la dentición
completa. Sin embargo, a pesar de considerar erróneas esas
prácticas, trató de
aceptarlas en sus discursos, orientando, según las medidas
higiénicas, las
mejores formas de ejercerlas.
En
tal sentido,
Carlos Costa parece entender que se estaba dirigiendo a una sociedad en
proceso
de civilización, y los mandamientos de la medicina popular
todavía estaban
profundamente arraigados en la cultura brasileña, pese a que
estaba canalizado,
en gran medida, a una determinada élite privilegiada del acceso
a la lectura y los
periódicos.
Este
fue un
contexto lleno de contradicciones propias de una sociedad que buscaba
modelos
de civilización importados de Europa. El mismo periódico
que publicaba los
preceptos médicos higienistas de Carlos Costa anunciaba el
alquiler o la compra
de nodrizas negras, libres o esclavas. La gaceta se
beneficiaba de esos
anuncios, que difícilmente estarían ausentes en las
publicaciones diarias, a
pesar de haber sido un periódico con colaboradores
abolicionistas. El médico, pese a que consideraba
erróneas y
desactualizadas las prácticas populares, trató de
aceptarlas, aunque fuera
contra su voluntad en sus discursos, orientando las mejores formas de
ejercerlas conforme a los preceptos higiénicos. Por
un lado, probablemente comprendió que, incluso cuando se trataba
de mujeres – a
menudo, alfabetizadas –, pertenecientes a las clases medias
urbanas, el cambio
no se produciría rápidamente. Brasileño como era,
conocía la permanencia de
creencias de un pasado difícil de borrar. También se
enteró del universo de las
desigualdades sociales y de que sus preceptos, cuando publicados en los
periódicos, acabaron por llegar no solamente a las mujeres de
los grupos ricos,
sino también a aquellas que, no obstante pobres, podían
cuidar mejor a sus
hijos e hijas. Por fin, todas deberían ser controladas y
obligadas a seguir lo
que la sociedad y los preceptos higienistas esperaban de ellas.
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271, 278,
321.
Recibido:
15/09/2021
Evaluado:
15/12/2021
Versión
Final: 30/01/2022
[1] Este artículo es parte de una investigación desarrollada con financiamiento de la Fundação Araucária.
[2] En 1929 se creó la Sociedad de Medicina de Río de Janeiro, que posteriormente, en 1835, se convertiría en la Academia Imperial de Medicina (AIM). Hasta mediados del siglo XIX, según Edler (2009: 159), la AIM se convertiría en el “principal instrumento de la política imperial de salud pública”, al mismo tiempo que ayudaba “al gobierno en materia de educación médica, política higienista y salud pública
[3] “...concepto de
acción del Estado para gobernar el
cuerpo social”
[4] “un nuevo ideal cuyo
eje fue la preocupación por la
salud de la población, colectiva e individual. Sus propuestas se
respaldaron en
defensa de la educación pública y la enseñanza de
nuevos hábitos higiénicos”.
[5] “...las creencias
evolutivas permitieron a sus
seguidores tener una visión optimista sobre la posibilidad de
que Brasil supere
lo que ellos consideraban un atraso económico, social y
político”.
[6] “... un error, y condujo a
la degeneración no solo del
individuo sino de toda la comunidad”.
[7] En quanto a las discusiones sobre el darwinismo evolucionista brasileño, el siguiente trabajo es particularmente indicado: Domingues, H. M. B., Sá, M. R., Click, T. (Orgs.). (2003). Recepciones del darwinismo en Brasil. Río de Janeiro: Fiocruz.
[8] Según Gualteri (2003, p. 50), hubo una influencia del darwinismo social en las escuelas de medicina de Brasil.
[9] A lo largo del texto, se decidió llamarlo solo Carlos Costa.
[10] “... uno
de los mayores dones, servicio y propósito de la vida de las
mujeres”.
[11] “... kioscos, estaciones de
fianza, barcazas y en todas
las estaciones de la Estrada de Ferro de D. Pedro II”.
[12] “...
si una de las funciones declaradas
del periódico es informar, otra de ellas es opinar”
[13] “...
experiencias prácticas y en las tradiciones
orales”.
[14] Junto con la creación de las Academias Médico-Quirúrgicas en 1832, además de los cursos de medicina en Brasil, también se instituyeron cursos de farmacia y parto. (Edler, 2009: 159).
[15] “... excesivo,
repetitivo, obsesivo”.
[16] “La
dominación
masculina, que se constituye en las mujeres como objetos
simbólicos, cuyo ser (esse)
es un ser percibido (percipi), tiene el efecto de colocarlas en
un
estado permanente de inseguridad corporal, o mejor dicho, de
dependencia
simbólica: ellas existen primero a través de él, y
para la mirada de los demás,
es decir, como objetos receptivos, atractivos, disponibles. Se espera
que sean
“femeninas”, es decir, sonrientes, amigables, reflexivas,
sumisas, discretas,
contenidas o incluso borradas”.
[17] “Tradicionalmente
vinculada al servicio de su marido,
del hogar y de la propiedad familiar, la mujer se verá
repentinamente elevada a
la categoría de mediadora entre sus hijos y el Estado. Debido a
esos cargos, se
redefinirán sus características físicas,
emocionales, sexuales y sociales. La
higiene comenzó a obligar insistentemente a la mujer que se
convierta en
creadora de riqueza nacional y criadora de los bienes de su
marido”.
[18] “... trabajo
pedagógico sobre la maternidad”.
[19] Recién
en 1877, la Gazeta de Notícias presentó las cartas de
Carlos Costa. Tras el
éxito de sus publicaciones, inspirado, en 1879, él
creó el periódico A Mãi de
Família (La Madre de Familia), que circuló hasta el
año 1888. El periódico
médico se presentó en la inauguración como
“periódico científico”, literario e
ilustrado – Educação da Infância, Hygiene
Familiar.
[20] “...
las
mujeres de nuestro país no cumplen tanto como debieran los
sagrados deberes de
madres… Algunas por vanidad, otras por pobreza y finalmente
muchas por
ignorancia justificada, no cumplen su sublime misión, la
única que les ha sido
encomendada: ¡la de la maternidad!”.
[21] “Su
verdad no
está garantizada por la alta autoridad del magisterio, ni por la
tradición que
éste transmite, sino por el vínculo, por la
implicación mutua, esencial al
discurso, entre el hablante y lo que se habla. Por otro lado, la
instancia de
dominación no se encuentra del lado del hablante (ya que es el
que está bajo
presión) sino del lado del que escucha y calla; no del lado de
quien sabe y
responde, sino del que interroga y supuestamente ignora. Y finalmente,
este
discurso de verdad surte efecto, no sobre quien lo recibe, sino sobre
aquel a
quien se le extorsiona”.
[22] “mujeres
vergonzosas”.
[23] “Habiendo
contratado a una nodriza,
esclava de una dama digna de todo respeto y consideración, con
plena confianza
en el médico que la declaró en buen estado, le
entregó a su hija… De hecho,
todo salió a la perfección; la niña se
había beneficiado mucho de la leche y
los padres estaban extremadamente contentos cuando, un día, con
mi amigo fuera
de la casa, surge un problema entre
la señora y la nodriza y esta amenaza
... nada menos que tirar al niño por la ventana, si no la
dejaban salir, como
pretendía hacer…”
[24] Si
la misión
del médico es elevada, estimadas señoras, aconsejando
siempre por todos los
medios, la forma de preservar la vida de nuevos seres, muy grave es su
misión,
la única sublime en esta tierra, la de las madres. La mortalidad
infantil en
Rio de Janeiro es enorme. Las madres de familia son las principales
responsables
de este triste hecho.
[25] Luiz Otávio Ferreira (1999), en su obra Una interpretación higienista de Brasil, trae algunas características de las políticas higienistas que se preocuparon por el comportamiento demográfico de la población, sus condiciones de trabajo, vivienda, alimentación, salud, geografía, clima, control médico-estatal.
[26] “... fuente de
educación popular, cuyos frutos serán sin
duda la verdadera civilización de las naciones constituida por
la regeneración
del organismo humano”.