Antifascismo y género en América Latina:
el caso
del Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCh)
entre 1935 y
1939
Antifascism
and gender in Latin
America: the case of Movement for the Emancipation of Chilean Women
(MEMCh)
between 1935 and 1939
Valeria Alejandra Olivares
Olivares
Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso (Chile)
https://orcid.org/0000-0002-2959-6050
Resumen
El presente
artículo analiza el caso del
Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile entre 1935 y
1939 y su
autodefinición como organismo antifascista. A partir de los
aportes de la
historia del antifascismo y de la perspectiva de género, se
estudia la manera
en que sus integrantes forjaron relaciones con feministas antifascistas
de
Europa y Latinoamérica. Se propone que la influencia del
antifascismo en las
relaciones internacionales del MEMCh, dimensión poco explorada
hasta la fecha,
fue fundamental en su conformación identitaria y en el
compromiso con
problemáticas más allá de sus fronteras
nacionales. Lo anterior, permite
concluir que el MEMCh tuvo un rol fundamental en el fortalecimiento de
la red
antifascista internacional de mujeres en Chile.
Palabras
Clave
Antifascismo;
Movimiento feminista; Mujeres
Latinoamericanas; Perspectiva de género; Historia transnacional.
Abstract
This
article analyzes the case of Movement for the Emancipation of Chilean
Women
between 1935 and 1939 and its self-definition as an anti-fascist
organization.
Based on the contributions of the history of antifascism and gender
perspective, how its members forged relationships with anti-fascist
feminists
in Europe and Latin America is studied. It is proposed that the
influence of
antifascism in the international relations of the MEMCh, a dimension
little
explored to date, was fundamental in shaping its identity and in its
commitment
to issues beyond its national borders. This allows us to conclude that
the
MEMCh played a fundamental role in strengthening the international
anti-fascist
network of women in Chile.
Keywords
Antifascism;
Feminist movement; Latin American women; Gender perspective;
Transnational
History.
Introducción
La historia del
antifascismo
de entreguerras (1919-1939) se ha estudiado mayoritariamente como un
proceso masculino.
Esto se debe, por una parte, a que los movimientos de resistencia al
fascismo pusieron
al centro los valores de virilidad y masculinidad, dejando a lo
femenino fuera de
lo político, relegando a las mujeres a tareas menores, en su
mayoría ligadas a
lo doméstico y a los cuidados (Nash, 1999). Por otra, a un
silencio
historiográfico de la actuación política de las
mujeres antifascistas (Bisso &
Valobra, 2013: 151), manifiesta en la ausencia de la perspectiva de
género,[1]
el desconocimiento de los movimientos feministas y la
concentración de los
estudios en sus luchas por el derecho a sufragio.
Este silencio que
predominó
por décadas contrasta con las diversas fuentes que evidencian el
papel
fundamental que tuvieron las mujeres. Así, la perspectiva de
género abrió el
camino para nuevas indagaciones. Los primeros esfuerzos se llevaron a
cabo en
los círculos académicos europeos, espacio donde
surgió el fenómeno. En América
Latina, los estudios sobre las antifascistas poseen una trayectoria
menor y se
han centrado en las prácticas políticas desarrolladas
durante la Guerra Civil
Española (GCE) (1936-1939)
o la
Segunda Guerra
Mundial (SGM) (1939-1945) (Bisso & Valobra, 2013). En esta
dirección, el
presente artículo es una primera aproximación al caso de
la asociación feminista
antifascista latinoamericana, Movimiento Pro Emancipación de las
Mujeres de
Chile (MEMCh).
El
MEMCh fue
fundado el 11 de mayo de 1935 en Santiago, Chile.[2]
El
primer núcleo que agrupó a las fundadoras y primeras
militantes fue el Comité
Ejecutivo Nacional (CEN), que se reunía semanalmente en su sede
en el centro de
la capital. Este grupo fue el encargado de definir las bases iniciales
del
organismo. Sus integrantes más destacadas fueron
la abogada Elena Caffarena,
la periodista Marta Vergara, las profesoras Aída Parada, Domitila
Ulloa y Susana Depassier, las militantes
comunistas María Ramírez y Eulogia
Román, junto con Angelina
Matte, Graciela Mandujano y Olga Poblete, entre otras (Antezana-Pernet,
1997: 63-70).
Beneficiándose
del capital cultural y la experiencia política de sus lideresas,
cientos
de mujeres se unieron a este proyecto que, a fines de 1940,
logró fundar más de
cuarenta comités (Antezana-Pernet, 1997: 15) y, al menos,
sesenta y siete
filiales a lo largo del país (Rojas & Jiles, 2019: 167).
El MEMCh
nació y se
desarrolló en un contexto sociopolítico particular de
recuperación de la crisis
socioeconómica de 1929, lo que coincidió con la
formación de Frentes Populares
en Europa y América Latina, con el fin de resistir al fascismo
(Rosemblatt,
2000).
En Chile, el Frente
Popular
(FPCh) se constituyó en 1936 y en 1938 se convirtió en
gobierno (Milos, 2008). El
MEMCh fue aliado de este conglomerado durante el periodo que aborda
este estudio.
Dicha unidad se entiende por los puntos en común de sus
programas, entre los que
destacó el antifascismo y la voluntad del presidente Pedro
Aguirre Cerda (1938-1941)
de legislar el derecho a sufragio para las
mujeres durante su mandato (Olivares, 2020: 198).
Lo anterior,
influyó en la
dirección que sus lideresas dieron al naciente organismo. Bajo
la consigna de
formar un frente único, amplio, diverso y nacional de mujeres,
las integrantes
del MEMCh –en adelante memchistas– lograron convocar a
mujeres de diversa
pertenencia, como intelectuales, obreras, comunistas, socialistas y
apartidistas, que dieron vida a la experiencia feminista más
relevante de la
primera mitad del siglo XX en el país (Olivares, 2020).
Debido a su
importancia,
este organismo ha sido ampliamente estudiado por la
historiografía del
movimiento feminista chileno. A partir de la revisión del estado
del arte se ha
identificado un conjunto de trabajos que exponen la importancia que
tuvo la dimensión
internacional para el MEMCh (Antezana-Pernet, 1997; Rosemblatt, 2000;
Montero,
2017; Rojas & Jiles; 2019; Olivares, 2020). A pesar de sus
innegables
aportes, hasta la fecha, ninguna indagación ha profundizado en
cómo se
configuró el antifascismo al interior del organismo.
En este sentido, el
presente artículo tiene como objetivo analizar cómo se
gestó su identidad
antifascista entre 1935 y 1939. A partir de los aportes de la historia
del
antifascismo y de la perspectiva de género, se estudia la manera
en que sus
integrantes forjaron relaciones con feministas antifascistas de Europa
y
Latinoamérica. Al respecto, se propone que la influencia del
antifascismo en
las redes transnacionales del MEMCh fue fundamental en su
conformación y
compromiso con problemáticas más allá de sus
fronteras nacionales.
Las fuentes a
partir de las
cuales se realiza el análisis son el boletín "La Mujer
Nueva" y la correspondencia del organismo. El
primero tuvo como propósito mostrar a sus socias y lectores en
general el
apremio político de su contexto, tanto en Chile como en el
extranjero. Por su
parte, las cartas muestran su organización interna.
A fin de comprender
este
proceso, en un primer momento se realiza un balance de la
historiografía sobre
el antifascismo en Europa y América Latina, con especial
énfasis en aquellos estudios
que han incorporado la perspectiva de género. Luego, se analizan
las dimensiones
en las que se manifestó el antifascismo del MEMCh, para cerrar
con un conjunto
de conclusiones y líneas de investigación pendientes, que
permiten seguir
abonando al estudio de las feministas antifascistas en la
región.
La
historiografía
sobre antifascismo y género en Europa y América Latina
La
historiografía del
antifascismo se ha desarrollado intrínsecamente relacionada al
estudio del
fascismo. Con el fin de comprender históricamente los procesos
ocurridos en el
periodo de entreguerras, los/las académicas, primero europeos, y
luego de otras
latitudes, se han enfocado en su comprensión desde diversos
enfoques.
Como
lo ha propuesto el historiador español Hugo García, la
historiografía del
antifascismo tiene distintas etapas que pueden dividirse en tres
momentos. El
primero, denominado "mítico", propuso un gran relato heroico
enfocado
en las memorias de sus dirigentes, muchos de los cuales se convirtieron
en
precursores de las democracias de posguerra. Esta perspectiva
predominó desde
1945 hasta la década de 1970 (2015: 236).
Un
segundo momento, designado "revisionista", tiene su raíz a
mediados
de los setenta y se caracteriza por resaltar el impacto del comunismo
en la
conformación de grupos antifascistas. Según
García, la obra revisionista de
mayor impacto fue El pasado de una
ilusión de François Furet, publicada en 1995, la
cual ha sido criticada por
presentar una historia de las ideas descontextualizada, en la que se
asegura
que la ideología fascista fue una reacción al comunismo
de la URSS (2015: 235).
Fue
tal su relevancia e impacto, que la obra de Furet motivó una
nueva etapa a
finales de los noventa. Para el historiador italiano Enzo Traverso
–uno de los
principales exponentes de esta nueva perspectiva– esta
sustituyó la lectura
revisionista por una "historización crítica"
caracterizada por
analizar el fenómeno desde la pluralidad de culturas,
identidades, prácticas y
movimientos que se concibieron como antifascistas (1998 en
García, 2015:
237-238).
Es así que
en las últimas
décadas el antifascismo se ha vuelto un objeto de estudio
relevante en distintas
partes del mundo. Esto quedó manifestado en el reciente volumen
de Fascism,[3]
que
recopila un conjunto de artículos dedicados a analizar las
culturas globales
del antifascismo entre 1921 y 2020. En su presentación editorial
Mattie Fitch,
Michael Ortiz y Nick Underwood realzan la proliferación de los
estudios de
diversas experiencias. Es así que se puede encontrar textos
sobre la lucha
antifascista en Asia, la cultura antifascista judía en
Australia, el
antifascismo checo en la era postsocialista o las disputas callejeras
entre nazis
y antifascistas en los barrios alemanes a inicios de 1930 (2020: 1-7).
De esta
renovación
historiográfica, también han surgido nuevas líneas
que conciben al antifascismo
como una de las culturas políticas más importantes del
siglo XX. En este grupo
se encuentran los estudios del historiador francés Bruno Groppo,
para quien el
antifascismo "más que un movimiento político
estructurado, ha sido una
sensibilidad política compartida por todos aquellos que
estuvieron preocupados
por el ascenso al poder del nazismo y de otros movimientos fascistas"
(2004: 28). Para Groppo, si bien el origen del movimiento se
circunscribe a
Europa, existen otros antifascismos en el mundo que deben ser
estudiados de
manera crítica.
Como
parte de estas nuevas miradas, en América Latina la
historiografía sobre el antifascismo
se ha desarrollado gracias al impulso de los estudios críticos
de principios de
siglo. Sin duda, el principal referente es Argentina. La influencia de
la
inmigración europea en el periodo de entreguerras –cerca
de dos millones de
italianos vivían en el país en la década de
1920– (Bisso, 2000 ;2001: 212) y
las relaciones transnacionales que los intelectuales mantuvieron con la
resistencia en Europa, han sido parte de los estímulos para que
académicas/os
hayan desarrollado una historiografía amplia y prolífica.[4]
Por su parte, en
Chile el antifascismo
ha sido estudiado, mayormente, en el Partido Comunista (PCCh), durante
las
décadas de 1920 y 1930. Entre las investigaciones más
relevantes se encuentra
el estudio de Hernán Venegas (2010) relativo a las alianzas del
PCCh durante
1935 y 1943. En este periodo, se remarca el cumplimiento de los
acuerdos
tomados por el Comintern, por ejemplo, con la estrategias de los
frentes
populares y el cambio producido por el pacto Molotov-Ribbentrop de
1939.
Asimismo, Ximena
Urtubia estudia
el antifascismo en el PCCh entre 1922 y 1934, demostrando cómo
al interior del
partido fueron cambiando su percepción y significado respecto al
fascismo/antifascismo,
pasando de una incomprensión y exaltación exclusiva de la
violencia a una
comprensión teórica, propiciada por el Comintern y
estudios como el de Henri
Barbusse. Así, el antifascismo encontró terreno
fértil entre los militantes,
que veían actitudes fascistas en los gobiernos de la
época producto de las
represiones a las organizaciones populares (2017: 28).
Si los primeros
esfuerzos
por analizar la historia del antifascismo en Latinoamérica son
recientes, lo
son aún más aquellos que lo hacen desde el género.
Como plantearon Bisso y
Valobra, organizadores del "I Coloquio sobre Género y
Trayectorias
Antifascistas" de 2013, hasta hace un par de décadas la
historiografía
consideró que las mujeres no eran actrices relevantes (2013:
151).
Gracias a estudios
pioneros
(Nash, 1999; Yusta, 2011; Yusta, 2012; Yusta, 2013; McGee Deutsch,
2013), es
posible plantear que las mujeres cumplieron papeles fundamentales en la
lucha
política. En este sentido, uno de los tantos puntos pendientes
es estudiar cómo
hombres y mujeres resistieron a los modelos de feminidad y masculinidad
impuestos por el fascismo (Valobra y Nállim, 2016: 161).
Un estudio que
sigue esta
línea es "Antifascism in the Neighborhood" de Sara Ann Sewell
(2020),
que demuestra cómo el género alimentó el conflicto
en los barrios de Alemania
entre grupos nazistas y antifascistas, pues la presencia de mujeres
muestra la discriminación
generalizada por parte de sus camaradas y opositores, quienes haciendo
alarde
de una "hipermasculina militancia", insistieron en que ellas
debían
ser parte de la retaguardia (p. 172).
Debido a la
cantidad de
investigaciones respecto a la problemática, la presente
revisión
historiográfica es, por cierto, sintética y acotada. A
pesar de ello, este
balance permite definir ciertos elementos sustantivos respecto a las
líneas de
investigación pendientes que se pueden seguir.
Por una parte,
aún cuando
ha habido una renovación historiográfica en las
últimas décadas, los estudios
históricos sobre el antifascismo han seguido concentrados en los
casos de
Alemania e Italia. Por ello, analizarlo en otros contextos es un aporte
para
comprender su relevancia como movimiento transnacional.
Por otra parte,
enfocarse
en el antifascismo de entreguerras en otros espacios, permite
vislumbrar otras
relaciones, aparte del comunismo. Como lo han propuesto Sewell y
Urtubia, las
conexiones locales, nacionales e internacionales del movimiento y la
influencia
del Comintern en los contextos locales-nacionales, es solo una de las
aristas
de análisis.
En tercer lugar, es
preciso
tomar en cuenta otras corrientes como el pacifismo, el
internacionalismo y, por
cierto, el feminismo, todas presentes en el MEMCh. Parafraseando a
García, los
trabajos consagrados a la compleja y a menudo tensa relación
entre el
antifascismo y el feminismo, representan una vía de suma
importancia que es preciso
explorar (2015: 244).
Es en esta
línea que se
enmarca la presente indagación. Para esto, se analizan las
circunstancias que
definieron al MEMCh como antifascista, cuáles fueron sus redes,
estrategias y
prácticas, así como, los acontecimientos que impactaron
en su conformación. Esto
con el fin de entender el aporte del movimiento feminista y sus
incidencias en
un plano trasnacional, que visibilice a mujeres de distintas latitudes
que consolidaron
el movimiento antifascista mundial.
Las circunstancias
que definieron al MEMCh como un organismo
antifascista
Desde
su fundación el MEMCh se definió como un organismo
feminista y antifascista.
Las primeras integrantes del CEN declararon que la asociación
buscó reunir a mujeres
de un amplio espectro "con el fin de desarrollar una labor común
por la
conquista de su liberación integral ó sea su
emancipación JURÍDICA, ECONÓMICA Y
BIOLÓGICA".[5]
Bajo
esta consigna, su antifascismo se justificó en la lucha por la
emancipación
integral de las mujeres. En particular, las razones para declararse
contrarias
al fascismo radicaron en lo que denominaron,
"Dos
campañas máximas que debe librar el MEMCh por estar
dirigidas
contra los dos mayores enemigos de la mujer y de la Humanidad: el
Fascismo y la
Guerra. Lucharemos contra el Fascismo, porque tiende a privar a la
mujer de sus
más elementales derechos adquiridos, considerándola
solamente apta para
desempeñar las ocupaciones domésticas. Y contra la Guerra
por ser una crueldad
inhumana y que sirve tan sólo para proteger los intereses
comerciales".[6]
En
este sentido, al posicionarse como feministas antifascistas –y
también
antibelicistas–, las lideresas del MEMCh incorporaron el plano
internacional en
su discurso y prácticas de manera consciente y deliberada. Tal
como lo señaló Olga
Poblete, líder del movimiento en la década de 1940, el
MEMCh,
"Nunca
abandonó el concepto dinámico de la interrelación
entre el
acontecer nacional y el internacional. Por las páginas de "La
Mujer
Nueva" transcurre la vida del país, pero paralelamente a ella el
curso de
los sucesos mundiales. La guerra civil española, la solidaridad
con sus
huérfanos, coexisten con artículos sobre las
cárceles de mujeres en Chile, o el
análisis del control de la natalidad; se escribe sobre el voto
político para
las chilenas y se informa acerca del feminismo en otros
países...Chile no era
ni una isla, ni un eslabón perdido" (1983: 5).
El
acontecer internacional fue para esta organización feminista una
dimensión tan
relevante como lo nacional o local. Ante esto, cabe preguntarse
¿por qué un
grupo de mujeres chilenas, tan alejadas de la realidad que se estaba
viviendo
en países europeos, incorporaron demandas internacionales a sus
principios
organizativos y se auto-concibieron como antifascistas?
La
respuesta se encuentra en sus escritos. Bajo el argumento de la
privación de
derechos que el fascismo estaba ejecutando en contra de las mujeres y
la
sociedad en general, la memchista Sofía Martínez
aclaró a fines de 1935, que el
MEMCh incorporó en su programa la lucha contra el fascismo, pues
estos
regímenes estaban negando a las mujeres su participación
en la esfera pública.
En sus palabras,
"Desde
el momento que sentimos la necesidad de liberarnos,
tácitamente nos enfrentamos al fascismo, como la
encarnación suprema de lo que
es más salvaje y humillante para nosotras. "La mujer al hogar"
gritan
impúdicamente los bufones de pacotilla de Hitler, Mussolini,
Goering y
compañía. "Hijos para la patria", es su voz de orden. "El
lugar
sagrado de la mujer es el lecho, el fogón, la aguja, la escoba".
"La
mujer es la reina del hogar", repiten por medio de todos sus altos
parlantes.
Es el espejuelo de lujo con que quieren cegarnos".[7]
Tal como lo
estipula Martínez, bajo argumentos que
apelaban a los modelos tradicionales de feminidad, se coartó el
avance de sus
demandas y se utilizó el hogar y las labores domésticas
como parte del deber
ser de las mujeres. En otras palabras, los regímenes fascistas
se construyeron
sobre la base de la imposición de roles de género
tradicionales, impactando en
los avances que las mujeres habían conseguido como ciudadanas en
el amplio
sentido que ello implica.[8]
Este es uno de los elementos más importantes para comprender las
acciones
ejecutadas por las memchistas para hacer frente a la imposición
fascista.
Igualmente, se
pronunciaron sobre acontecimientos
como el ataque del ejército fascista italiano a Etiopía,
desencadenado en
octubre de 1935.[9]
Su principal cuestionamiento fue que, bajo consignas como "patria",
"nacionalismo" y "heroísmo", se mandaba a hijos y esposos al
frente de batalla. Como lo manifestó Myriam,[10]
quienes se beneficiaron de la guerra "no fueron a ella, los
dueños del oro
y sus instrumentos, los gobiernos. ¿Y ante esto que
fluirá de los corazones y
de los cerebros de todas las mujeres que los son de verdad? No otro
grito:
¡Abajo la guerra! ¡Cese la matanza de Etiopía!
¡Abajo la guerra y sus
defensores!".[11]
A partir de
escritos como estos, el MEMCh comenzó a
ser reconocido en los círculos sociales e intelectuales del
país como parte de
los organismos antifascistas, la mayoría de ellos, agrupados en
torno al FPCh. De
hecho, las lideresas del CEN comenzaron a entablar
relaciones con dicho conglomerado desde marzo de 1936, y en varios
comités de
provincias las militantes mantuvieron estrechas redes de alianza con
políticos
frentepopulistas, como sucedió en La Serena, Valparaíso y
Temuco.
Esta
alianza se manifestó en la atención que pusieron a los
triunfos del Frente
Popular francés (FPF)[12]
y
el Frente Popular español (FPE)[13]
en
1936, presentándolos como ejemplos que trazaban la ruta de la
centroizquierda a
nivel mundial. Del FPE subrayaron el rol activo de mujeres como Dolores
Ibárruri, la "Pasionaria", María Teresa León y
María Zambrano.[14]
Como
lo planteó Claudia Montero, en "La Mujer Nueva" se alzó
"a las
republicanas como modelo" (2017: 785). Esto se aprecia en uno de los
textos reproducidos en el boletín, escrito originalmente en
Buenos Aires por la
feminista argentina Amparo Mom,[15]
quien viajó a España en 1935 y 1937, instancias en las
que conoció a Ibárruri.
A partir de esta experiencia, relató su encuentro personal en
Madrid,
describiendo el momento de esta manera,
"Todos
mis amigos me hablaron con gran entusiasmo y admiración de
Dolores... en la actualidad la mujer de más prestigio en
España, dentro de la
lucha antifascista y antiguerrera... Ibárruri estaba en Madrid;
pero con su
libertad amenazada por varios procesos de índole
política. Un día fui invitada
a conocerla... su expresión de bondad, simpatía y firmeza
indicaban su dominio,
su prestigio. Una mujer, no una muchacha. Una mujer de cuarenta
años, de rasgos
sufridos y bellos... Su conciencia revolucionaria despertó
mientras los pesados
trabajos de su hogar le permitían leer los libros que su
compañero conocía ya.
Aprendió sola, por instinto. Por eso cuando habla se despliega
una fuerza
irresistible de agitadora popular. Su estampa magnífica,
además, impresiona...
Es la Pasionaria".[16]
Esta
caracterización ilustra el papel de las trabajadoras en la
República Española,
específicamente en el periodo del FPE. No obstante, como lo
recalca Montero
(2017), los modelos que llegaron a Chile fueron mediados por el
Ministerio de
Propaganda español, es decir, por un organismo institucional. Es
en esta medida
que el testimonio de Mom es valioso, pues a pesar de no abandonar la
mirada
mítica que predominó en torno a las republicanas, permite
conocer otros
aspectos de la cotidianeidad de estas lideresas que eran dejados de
lado por
los discursos oficiales.
Así,
el boletín fue el vehículo a través del cual el
CEN presentó a sus militantes
en provincias la labor de las antifascistas en otros países,
conectando el
devenir de su organización con los acontecimientos
internacionales, tanto de
regímenes que apoyaban los derechos de las mujeres como de
aquellos que los
estaban restringiendo.
En el plano local,
las memchistas confrontaron a
organismos de raigambre nacionalista, como el Movimiento
Nacional-Socialista (MNS)
–junto a otros, como el Partido Nacional Fascista (PNF) o el
Movimiento
Nacionalista de Chile (MNCh)–, por sostener que las mujeres no
debían estar en política,
cuestión que "biológicamente" era tarea de los hombres
(Vera, 2018: 146).
Estos conglomerados reforzaban los modelos de feminidad fascistas y
caricaturizaron a las mujeres que participaban en lo público.
La editora del
boletín, Marta
Vergara, los cuestionó severamente y planteó que para los
nacionalsocialistas,
las mujeres servían "para estas luchas actuales siempre que no
pidamos
nada, siempre que nos resignemos a ser víctimas pasivas... de
todos los
crímenes de la época actual. Entonces somos flores,
hadas, reinas del hogar y
pilares de la sociedad".[17]
Estas controversias
les
sirvieron a las memchistas para reforzar su identidad. No obstante,
esta
discrepancia fue más allá del plano discursivo y tuvo
repercusiones concretas
en la práctica de las militantes. Un caso que dilucida esto fue
lo ocurrido en
una reunión del comité local de la ciudad de
Valparaíso, en la que un grupo de
pro-nazis atacó a las mujeres presentes en una asamblea,
agrediéndolas verbal y
físicamente. Este hecho impulsó a las lideresas
nacionales a afirmar que el
ataque no les cayó de sorpresa pues sabían "hace mucho
tiempo que los
nacistas[18]
son nuestros enemigos".[19]
Fue así que
la amenaza
externa de los regímenes fascistas y su posible
instalación en un gobierno en
Chile, el desmedro en que se encontraban las mujeres en países
como Alemania e
Italia, su alianza con los partidos políticos y conglomerados
del FPCh, sumado
a los acontecimientos ocurridos con los grupos nacionalistas chilenos,
fortalecieron el antifascismo proclamado por el MEMCh en sus primeros
años de
formación.
Las
campañas del MEMCh en favor de los republicanos durante la
Guerra Civil
A cinco meses de la
victoria del FPE, se desencadenó la GCE. Este conflicto
enfrentó al bando
republicano o frentepopulista –conformado por las fuerzas
sociopolíticas tanto
de la izquierda como de sectores revolucionarios que apoyaban la
Segunda
República– contra el bando insurgente o franquista
–constituido por militares
sublevados y fuerzas sociopolíticas de las derechas
contrarrevolucionarias y
antirrepublicanas– (Moradiellos, 2018: 15).
Producto de la
polarización
que existía entre sectores franquistas y republicanos, este
acontecimiento fue uno
de los campos en los que se libró la batalla entre
fascismo/antifascismo. El
MEMCh se posicionó políticamente con el bando republicano
antifascista; por
esto, de manera paralela a su apoyo en medios escritos, entre 1937 y
1939,
enfocó su práctica política en el trabajo
coordinado de sus militantes a partir
de "campañas", actividades comunes en que los distintos
comités
concentraron sus esfuerzos, la mayoría, en favor de las/los
niños y mujeres
españolas.
Esto evidencia la
articulación entre feminismo/antifascismo en el MEMCh, a
través de su alianza
con otras iniciativas que se ejecutaban en el país como parte
del movimiento
antifascista de solidaridad con la República Española. La
mayoría de ellas
fueron impulsadas por la Embajada de España, por el FPCh (Sapag,
1996: 166-182)
y por grupos de intelectuales, como fue el caso de la Alianza de
Intelectuales
de Chile (AICh) (Binns, 2014). Siguiendo la ruta trazada por el
gobierno
español, levantaron campañas en torno a las consignas "Un
Barco de Víveres
para España", "Un cigarrillo para el soldado español" y
"Por la alimentación y el apadrinamiento de la niñez
española".
Para su
difusión y ejecución,
la correspondencia entre los comités fue fundamental. Con
decenas de cartas intercambiadas
entre las provincias y la capital, las memchistas organizaron sus
actividades,
reconfiguraron los preceptos emanados de sus organismos aliados y
adecuaron sus
ideales a los distintos contextos locales.
Un primer conjunto
de
cartas, fechadas a mediados de 1937, aludieron al envío de
propaganda desde el
CEN. En palabras de Caffarena a las socias de Valparaíso, "en
algunos días
más trataré de enviarles afiches, especialmente de los
que circulan con
relación a la guerra de España".[20]
Además,
como esta fue escasa en el país y, en varias ocasiones, llegaba
con bastante
retraso, las lideresas nacionales recomendaron imprimir copias para
difundirla
en distintas actividades. Así lo manifestaron a las socias del
naciente comité
de Corral, al sur del país, a quienes junto con los estatutos y
programa del
organismo, enviaron "un afiche para la propaganda en favor de
España. A
fin de intensificar la propaganda por el MEMCh podrían Uds., en
común con las
compañeras de Valdivia, hacer imprimir allá el programa y
repartirlo
profusamente".[21]
Un segundo conjunto
de
cartas, enviadas desde 1938, se relacionan con el reforzamiento de la
ayuda
solidaria a España. En Santiago, las memchistas del CEN,
Caffarena y Vergara,
eran parte de las fundadoras del "Patronato Pro Ayuda a los
niños de
España". Junto a mujeres de clase media y alta, como Amanda
Labarca,[22]
y las escritoras Marta Brunet e Inés Echeverría de
Larraín,[23]
crearon
una campaña de recolección de alimentos y vestimenta para
los niños españoles.[24]
Para ello, realizaron giras por las provincias para incentivar la
colaboración
entre organizaciones de mujeres y hombres de todo el país.[25]
Como el
MEMCh era el organismo de mujeres con mayor presencia a nivel nacional
(Antezana-Pernet, 1997: 60), se convirtió en el aliado
idóneo para impulsar
esta labor en las regiones.
La correspondencia
da
cuenta de colectas, eventos para recaudar dinero y visitas a
domicilios,
fábricas y lugares de trabajo. Así lo demuestra una
misiva de las militantes de
Rancagua,
"Ya
hemos
empezado nuestro trabajo [de recolección de leche], empezamos
por un baile que
se efectuará el 2 de julio [de 1938] y luego una colecta
pública que la
autorizó la Municipalidad para el 9 de julio... También
enviamos una nota al
Sindicato de Sewell y otra a la Sociedad Femenina "Aurora de Chile"
de la misma localidad, insinuándoles la idea de que ahí
se forme; en esa
entidad femenina un comité Pro Ayuda a los niños de
España o si no pueden, nos
ayuden a nosotras con lo que ellas y ellos crean conveniente".[26]
Por su parte, en La
Serena,
zona centro-norte, concentraron sus esfuerzos en la campaña de
recolección de
cigarrillos para los soldados republicanos. Así lo muestra una
carta escrita
por María Bustos, secretaria general del comité de dicha
ciudad,
"Compañeras
esta
se dirije a Ud. para comunicar a Ud. el 1° de marzo
enviáramos un paquete con
375 cajetillas de cigarrillos que recolectamos los sindicatos
también nos
donaron cigarrillos el sindicato gráfico & de panificadores,
sindicato de
sapateros entre estos algunos españoles leal que hai en esta
ciudad; estos
paquetes fue dirijido al señor Jorge Jiles[27]
para que
por su intermedio fuera entregado al recolector del Frente Popular".[28]
Gracias a estas
cartas es
posible conocer cómo operaron las redes de solidaridad.
Sindicatos,
organizaciones sociales y partidos políticos estuvieron en
constante
comunicación y realizaron actividades conjuntas para ayudar a
los republicanos.
Otro comité
que se destacó
fue el de Chañaral, ciudad ubicada en el norte. Sus socias,
junto a la
recolección de víveres, apadrinaron a un niño,
pagando la cotización que había
estipulado el "Comité Chileno de Ayuda a España". En sus
palabras,
manifestaron que "ya estamos dando los pasos que nos corresponden a
esta
tareas para demostrarles que desde esta apartadas regiones,
también hay
sentimiento de repudio odio en contra la banda de criminales de los
fascista
internacionales que han hecho víctima a todos nuestros hermanos
de
España".[29]
A pesar de los
obstáculos
que debieron sortear para llevar a cabo estas campañas, como las
acusaciones de
autoridades regionales que las incriminaron de quedarse con el dinero y
víveres
recolectados,[30]
las memchistas de la capital y las provincias lograron actuar de manera
coordinada bajo la consigna de la ayuda a las víctimas de la
GCE. Lo
recolectado fue transferido por el MEMCh al "Patronato", quienes a su
vez lo entregaron al embajador republicano en Chile, Rodrigo Soriano.
Por medio
de la prensa, Soriano destacó la labor que, para él,
fortalecía las redes internacionales
con otras mujeres latinoamericanas y españolas.[31]
De modo que, la
perspectiva
de género posibilita el análisis de cómo se
configuró una amplia red solidaria
que, a pesar de no traer beneficio directo a las familias chilenas, fue
bien
recibida en los comités del país. Esto muestra
cómo las memchistas las significaron
como parte de su misión como feministas antifascistas en una
lucha por la
democracia y la paz más allá de las fronteras nacionales.
Las redes
antifascistas transnacionales del MEMCh
Producto
de su posicionamiento como feministas antifascistas, las memchistas
emprendieron
acciones concretas para fortalecer sus redes transnacionales. Las
estrategias
centrales para vincularse con el movimiento antifascista mundial fueron
la
difusión de sus actividades y la participación de
lideresas de Argentina y
España en el MEMCh.
Respecto
a lo primero, el MEMCh informó las actividades del "Comité Mundial de Mujeres
contra la Guerra y el Fascismo" (CMMGF), que surgió a partir del
ejemplo
del "Comité Mundial contra la Guerra y el Fascismo", auspiciado
por el
Comintern (Yusta, 2011: 255). El CMMGF tuvo su sede en París y
centró sus
estrategias en la defensa de las mujeres y la promoción de la
paz entre las
naciones (Negrete, 2020, p. 407). Preocupadas por lo que estaba
sucediendo en
España, las lideresas de este comité, entre las que
destacaron Bernadette
Cattaneo, dirigente comunista belga, y Gabrielle Duchêne,
feminista y pacifista
francesa, solicitaron al FPF la aplicación de leyes "contra las
organizaciones facciosas y la degradación en los cuadros de las
principales
ramas administrativas ya que los acontecimientos españoles han
sido una
demostración dramática que el fascismo es la guerra".[32]
Sin embargo, el
acontecimiento que mayor impacto tuvo en el antifascismo del MEMCh fue
la estancia
de la filósofa española María Zambrano, quien
estuvo en Chile entre noviembre
de 1936 y mayo de 1937 (Martín, 2020). Zambrano llegó
acompañando a su marido
Alfonso Rodríguez, nombrado secretario en la Embajada de
España. Si bien su
estancia duró solo un par de meses, este tiempo fue suficiente
para que la
filósofa participara en distintas actividades del MEMCh.
A través de ella, las
memchistas supieron de primera fuente los efectos de la GCE (Barchino
&
Cano, 2014: 51). Asimismo, por medio de su pluma pudieron conocer el
papel de
las mujeres republicanas en el conflicto civil. El MEMCh la
recibió así,
"María
Zambrano
acaba de llegar de España, su patria que ha dejado en momentos
trágicos, pero
para servirla pues acompaña a su marido que ha sido designado
Secretario de la
Embajada ante nuestro Gobierno. Su inteligencia viva, su gran cultura,
su trato
sencillo conquistará muchos amigos para ella y para la causa".[33]
Como lo recalcó Montero, a
Chile llegaron dos imágenes predominantes de las mujeres
republicanas: la miliciana
y la madre combativa (2017:792-794). Zambrano abonó sobre todo
en la
construcción del imaginario de esta última, que fue la
que tuvo mayor
repercusión en el país. Así queda de manifiesto en
el boletín,
"Tradicionalmente la
mujer era la paz; su actuación estaba más allá de
las contiendas de los
hombres, casi lindando con la naturaleza, era la fuerza de una
maternidad
protectora que quería mantenerse ignorante de lo que en el
hombre no era lo
infantil y primario... Pero la vida humana no es siempre la misma y los
cambios
históricos, son algo más que cambios de regímenes
políticos y batallas, son en
realidad cambios de costumbres y hábitos, son cambios
sentimentales. Y esto es
lo que ocurre dentro de la revolución española, un cambio
sentimental de enorme
profundidad en la vida producido por la mujer... que lucha heroicamente
y
resiste los terribles bombardeos de alemanes e italianos... madre del
mundo
nuevo que nace al mismo tiempo que madre de sus hijos".[34]
Esta reflexión es parte de
los cimientos de su "razón poética",[35] pues puso a la madre
combativa como modelo de mujer que abandonó su rol tradicional y
ocupó un lugar
en la lucha contra el fascismo. Esta resignificación de las
madres como
"mujeres nuevas" antifascistas, fue una respuesta de Zambrano a los
cuestionamientos que recibían por parte de las fuerzas
reaccionarias, que
argumentaron que la guerra era cuestión de hombres. Con ello,
resignificó la
maternidad como una cuestión social y política, punto en
el que coincidieron
las memchistas.
En este sentido, las redes
internacionales del MEMCh robustecieron su postura feminista y
antifascista, lo
que impactó en su conformación identitaria y el
compromiso con problemáticas
más allá de sus fronteras nacionales. Además,
implicó una ruptura con los
modelos de feminidad y masculinidad fascistas, alineándose con
nuevos modelos
en los que hombres y mujeres tenían, al menos en el ideal, una
igualdad
política y social.
El reajuste del
movimiento
antifascismo mundial y su impacto en el MEMCh
En
1939 hubo tres cambios geopolíticos que impactaron a las
sociedades
occidentales: la derrota de los republicanos en abril; el pacto de
alianza
entre la Unión Soviética (URSS) y la Alemania Nazi en
agosto; y el inicio de la
SGM en septiembre. Estos acontecimientos afectaron también las
relaciones del MEMCh.
La
derrota de los republicanos fue un duro golpe para el antifascismo
mundial. Muchos
de los líderes sociales y políticos fueron perseguidos y
asesinados por el
franquismo, mientras otros se refugiaron en países como Francia
y México. A
nivel internacional, este reacomodo significó la
persecución internacional de
los antifascistas y sus aliados, lo que quebrantó a las
organizaciones europeas
y de América Latina (Fernández, 2013; Yusta, 2013). En
cuanto a las mujeres
antifascistas, como lo planteó Mercedes Yusta para el caso de
España, si bien su
acción se mantuvo aún en el exilio, para que sus redes se
reactivaran
"hubo que esperar al fin de la Segunda Guerra Mundial, período
en el que
las mujeres antifascistas no estuvieron inactivas pero durante el que
no
pudieron, por razones obvias, reconstruir una organización de
forma legal"
(2011: 275).
De
igual
manera, la relación entre el MEMCh y el PCCh cambió tras
el pacto
nazi-soviético. Como señaló Ulianova, su principal
efecto en organismos
interclasistas como el MEMCh, fue que el discurso del antifascismo
perdió
sentido (2008: 149). Los comunistas abandonaron la estrategia de
frentes y retomaron
su línea "clase contra clase"[36], lo
que modificó la alianza entre sectores burgueses y proletarios.
Los
aliados que impulsaron el FPCh no estuvieron de acuerdo con este giro,
por lo
que el peso político que había ganado el PCCh, que los
llevó incluso al gobierno,
se debilitó.
Si
bien desde un inicio las memchistas delimitaron su autonomía y
aspiraron a que el PCCh no las controlara, su influencia es innegable,
sobre
todo porque varias de sus integrantes eran militantes comunistas. Por
este
motivo, el pacto de no agresión repercutió en sus
estrategias. A partir del
análisis de las fuentes, se evidencia un declive de la lucha
antifascista,
mientras que las comunistas se enfrentaron a la disyuntiva de seguir la
línea
del partido o el ideal del frente único de mujeres (Olivares,
2020: 217-219).
El
CEN no declinó en su articulación como frente amplio y
diverso, lo
que provocó un aumento de las tensiones con las memchistas
apartidistas y de
clase media tanto de provincias como de la capital, que no comulgaban
con el
comunismo. Así, varias de las memchistas reprocharon a las
lideresas nacionales
que no se pronunciaran abiertamente respecto al estallido de la SGM[37]
y que dejaran de lado las preocupaciones que habían marcado su
agenda en el
ámbito internacional.
En su
lugar, la dirigencia reforzó sus redes con
asociaciones
de Estados Unidos y Latinoamérica. Esto se materializó en
la participación de
delegadas en encuentros y congresos donde se discutieron los efectos de
la
guerra y se retomaron preceptos de la lucha antifascista, pero en los
que adquirieron
protagonismo otras demandas que habían sido parte de su agenda
inicial, como la
obtención del derecho a sufragio. Producto
de lo anterior,
es posible plantear que con el inicio de la SGM comenzó una
nueva etapa en la
lucha antifascista mundial, la cual, en el caso del MEMCh, es
aún materia de
indagación.
Conclusiones
El MEMCh tuvo un
rol
fundamental en el fortalecimiento de la red antifascista en Chile.
Analizarlo en
un ámbito de conflictos geopolíticos en los que no solo
se estaban reduciendo
los derechos de las mujeres, sino de toda la población, ha
permitido llegar
a hallazgos que otras
investigaciones han pasado por alto, al solo mencionar lo internacional
como un
elemento constitutivo del organismo sin profundizar en ello.
Parte de estos
hallazgos son la forma en que lo
internacional fue incorporado en su programa y actividades. Esto da
cuenta de que
esta dimensión no fue vista como ajena por las lideresas y
militantes; todo lo
contrario, los problemas transnacionales fueron tan importantes como
los que
aquejaban a la sociedad chilena y a las mujeres en particular. Esto se
relaciona con el carácter del movimiento feminista, que desde
fines del siglo
XIX se gestó como una corriente política compartida,
manifiesta en
organizaciones de la mayoría de los países occidentales.
Otro hallazgo
importante es la recepción del antifascismo
en la capital y las provincias. Hasta la fecha se ha privilegiado el
análisis
de las redes del CEN en Santiago, sin ahondar en la manera en que en
las
regiones hicieron propias las campañas, por ejemplo, de ayuda a
los
republicanos durante la GCE. Así, mientras que para las
lideresas de Santiago
era importante difundir los ideales del antifascismo en su
periódico, reuniones
y asambleas, en los comités barriales y provinciales las
memchistas
privilegiaron las colectas de dinero, la organización de rifas,
cenas bailables
y la recolección de alimentos y vestimenta para niños,
mujeres y soldados.
Asimismo, las
estrategias
de alianza, pero también de resistencia y oposición, son
claves para entender
su antifascismo. Las alianzas de las memchistas estuvieron
íntimamente ligadas
con su posicionamiento político, como feministas y aliadas del
FPCh; en tanto,
su resistencia y oposición fue focalizada en los partidos y
organizaciones
nacionalistas antifeministas.
De igual manera, la
GCE fue
el acontecimiento internacional que mayor impacto tuvo en su
definición
antifascista durante el periodo de estudio. Con el fin de ser
parte de las campañas de ayuda, las memchistas impulsaron una
serie de acciones
y estrategias discursivas que impactaron en el devenir del organismo.
Así, insertaron
su propio discurso y práctica política en el marco de un
movimiento de mujeres
que traspasaba sus necesidades locales.
En
tanto, el cuestionamiento público a los modelos de feminidad y
masculinidad impuestos
por los regímenes fascistas, y el cambio de enfoque a
través de otros, como la miliciana
y la madre combativa, dan cuenta que al interior de este organismo
convivieron feministas
que luchaban desde su rol político y de madres. Esto es otro
aspecto que
permite problematizar las características del feminismo de la
década de 1930,
puesto que entrega elementos para comprender la complejidad de
perspectivas que
convivían al interior de organizaciones amplias, interclasistas
y nacionales
como el MEMCh.
Finalmente,
cabe resaltar que esta problemática es aún materia de
estudio. Este primer
acercamiento a las redes internacionales entre antifascistas de Chile,
Latinoamérica
y Europa en la década de 1930, deja abierto un amplio campo de
análisis. Por
ello, se propone como futuras líneas de investigación
indagar en las
organizaciones internacionales y el papel que las chilenas y
latinoamericanas
tuvieron allí; o en la influencia que tuvo el MEMCh en otros
frentes de mujeres
conformados en este periodo en países como Argentina,
México y España, por
mencionar algunos.
Con
todo lo anterior, existe un importante trabajo de visibilización
y resignificación
de la participación política de las mujeres en esferas
poco exploradas, como es
el caso de las redes antifascistas.
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6.
Recibido: 16/09/2021
Evaluado: 15/12/2021
Versión Final: 15/02/2022
[1]
Entiendo la perspectiva de género
como una categoría analítica que pone el énfasis
en las relaciones entre los
sexos, discutiendo cómo se ha construido su diferencia y
considerándola, como
ha propuesto Joan Scott, un elemento constitutivo de las relaciones
sociales y
una forma primaria de las relaciones de poder (2012, p. 65).
[2] En cuanto a la
fecha de fundación, en ciertos
documentos se menciona el 11 de mayo y en otros el 15.
Movimiento Pro
Emancipación de las Mujeres de Chile, ¿Qué es el
MEMCh? ¿Qué ha hecho el MEMCh?,
Santiago, 1938, p. 2.
[3] Fascism.
Journal of Comparative Fascist
Studies es una revista de la editorial Brill and NIOD (Institute
for War,
Holocaust and Genocide Studies) de Países Bajos. Tiene como
objetivo difundir
estudios relativos al fenómeno del fascismo en un contexto
comparativo y se
enfoca en diversos temas, entre los que destacan los aspectos
genéricos del
fascismo; sus expresiones en el arte, la cultura y la propaganda,
así como sus
relaciones con los totalitarismos, capitalismo, comunismo y
patriarcado, entre
otros.
[4] Se destacan las
investigaciones de Andrés Bisso sobre
el antifascismo argentino; de Ricardo Pasolini sobre intelectuales
antifascistas y comunistas; y de Jorge Nállim, sobre
antifascismo y
antiperonismo en la década de 1940 (Valobra & Nállim,
2016: 152-153).
[5]
"Programa del Movimiento pro Emancipación de las Mujeres". La Mujer Nueva, 8 de noviembre de 1935,
p. 3. Las
mayúsculas son
originales.
[6]
"Programa del Movimiento pro Emancipación de las Mujeres". La Mujer Nueva, 8 de noviembre de 1935,
p. 3.
[7] Sofía
Martínez, "Las mujeres y el fascismo". La Mujer
Nueva, 8 de noviembre de 1935, p. 1.
[8] Es
decir, una ciudadanía no solo en el sentido jurídico y
legal que la restringe a
la noción política, sino como una forja que abrió
espacios de participación
para posicionar sus demandas y luchar por sus derechos (Olivares, 2020,
p. 10).
[9] La
Guerra de Etiopía (1935-1936) fue un
ataque
del Ejército fascista italiano, con el objetivo imperialista de
anexar
territorios y explotar recursos etíopes. Este conflicto se
enmarca en una
ofensiva que tuvo su primera manifestación a fines del siglo
XIX, cuando el
Ejército italiano perdió la Primera Guerra
ítalo-etíope (1895-1896) (Consuegra,
2015, p. 80).
[10] Muchas
mujeres que escribieron en periódicos lo hicieron de manera
anónima o bajo
pseudónimos, para evitar el impacto que podía tener en
sus vidas participar en
organizaciones feministas como el MEMCh.
[11] Myriam. 1935. "La
Guerra". La Mujer Nueva, 8 de diciembre, p. 4.
[12] "Mujeres en el
gabinete francés". 1936. La Mujer Nueva, junio,
p. 8.
[13]
"Triunfo del Frente Popular en España". 1936. La Mujer Nueva, febrero, pp. 1-2.
[14] Dolores
Ibárruri. 1936. "Las mujeres en el Frente". La Mujer Nueva, noviembre, p. 6.
[15] Amparo
Mom era una de las lideresas de la Unión Argentina de Mujeres.
Estaba casada
con el destacado poeta, periodista e intelectual argentino Raúl
González Tuñón,
quien fue corresponsal durante la Guerra Civil Española y,
además, participó
junto con otros intelectuales como Pablo Neruda en la Alianza de
Intelectuales
Antifascistas para la Defensa de la Cultura.
[16] Amparo
Mom. 1936. "Unos momentos con la pasionaria". La Mujer
Nueva, marzo, p. 2.
[17] "Objeciones a la
participación de la mujer en la
política". 1937. La Mujer Nueva,
marzo, p. 2.
[18] Los
integrantes del MNS se autodenominaron
"nacistas" a fin de diferenciarse del nazismo alemán
(Guzmán, 2015,
p. 131).
[19]
"Sin extrañeza". 1937. La Mujer Nueva, abril, p. 2.
[20] Archivo
Nacional Histórico (ANH). Fondo correspondencia MEMCh (MEMCH).
Caja 1 (C1).
Carpeta 4 (C4). 139. Carta de Elena Caffarena de
Santiago a Toya Miranda en Valparaíso, 19 de abril de 1937.
[21] ANH.MEMCH.C1.C4.157.
Carta
de Elena Caffarena de Santiago a Claudina
Paredes en Corral, 9 de julio de 1937.
[22]
Militante del Partido Radical y destacada pedagoga.
[23] Ambas
mujeres instruidas de la élite chilena, quienes tenían
una larga trayectoria en
organizaciones en defensa de los derechos
cívico-políticos de las mujeres, como
el Círculo de Lectura (1915) y el Club de Señoras (1916).
[24] "Damas de nuestra
sociedad han organizado un
Patronato de ayuda a los niños de España". 1937. La Mujer Nueva, diciembre-enero, p. 2.
[25] ANH.MEMCH.C2.C6.286.
Carta de Elena Caffarena de Santiago a María Aguirre en
Pitrufquén, 3 de mayo
de 1938.
[26] ANH.MEMCH.C2.C7.325.
Carta
de Carmela Aguilera de Rancagua a Elena
Caffarena en Santiago, 27 de junio de 1938.
[27] Jorge
Jiles era militante
comunista y abogado del PCCh.
Estaba casado con Elena Caffarena, secretaria general del MEMCh entre
1935 y
1940.
[28] ANH.MEMCH.C2.C7.326.
Carta
de María Bustos de La Serena a Elena
Caffarena en Santiago, 30 de junio de 1938.
[29] ANH.MEMCH.C2.C8.365.
Carta
de Ana B. de Cortez y Celia Gutiérrez L.
de Chañaral a Elena Caffarena en Santiago, 17 de agosto de 1938.
[30] Un
funcionario de la alcaldía de Viña del Mar
manifestó que en Santiago el CEN
"pedía tarros de leche para la infancia española y
después era vendida a
bajos precios". ANH.MEMCH.C2.C8.374. Carta de Clorinda Tapia de
Viña del
Mar a Elena Caffarena en Santiago, 26 de agosto de 1938.
[31]
"El embajador de España agradece y acusa recibo del dinero
recolectado por
el MEMCh". 1938. La Mujer Nueva, octubre, p. 7.
[32]
"Conferencia del Comité Mundial de Mujeres contra la guerra y el
fascismo". 1937. La Mujer Nueva,
marzo, p. 5.
[33] María
Zambrano. 1936. "La mujer en la lucha
española". La Mujer Nueva,
diciembre, p. 6.
[34] María
Zambrano. 1936. "La mujer en la lucha
española". La Mujer Nueva,
diciembre, p. 6.
[35] Según
Martín (2020), la razón poética es una
reflexión filosófica en que confluyen
una razón creadora, la vida y el pensamiento, lo irracional y lo
racional, que son
parte de un todo.
[36] En el
caso del PCCh, este cambio se fue haciendo patente desde el XI Congreso
Nacional del Partido, celebrado en Santiago el 21 de diciembre de 1939.
[37] Estas
críticas fueron manifestadas en el Segundo
Congreso del MEMCh en 1940. "Discusión de la memoria de la
secretaria
general". 1941. La Mujer
Nueva,
febrero, p. 1.