Antifascismo y género en América Latina: el caso del Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCh) entre 1935 y 1939

 

Antifascism and gender in Latin America: the case of Movement for the Emancipation of Chilean Women (MEMCh) between 1935 and 1939

 

 

Valeria Alejandra Olivares Olivares

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (Chile)

olivares.val@gmail.com

https://orcid.org/0000-0002-2959-6050

 

 

 

 

 

Resumen

El presente artículo analiza el caso del Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile entre 1935 y 1939 y su autodefinición como organismo antifascista. A partir de los aportes de la historia del antifascismo y de la perspectiva de género, se estudia la manera en que sus integrantes forjaron relaciones con feministas antifascistas de Europa y Latinoamérica. Se propone que la influencia del antifascismo en las relaciones internacionales del MEMCh, dimensión poco explorada hasta la fecha, fue fundamental en su conformación identitaria y en el compromiso con problemáticas más allá de sus fronteras nacionales. Lo anterior, permite concluir que el MEMCh tuvo un rol fundamental en el fortalecimiento de la red antifascista internacional de mujeres en Chile.

 

Palabras Clave

Antifascismo; Movimiento feminista; Mujeres Latinoamericanas; Perspectiva de género; Historia transnacional. 

 

Abstract

This article analyzes the case of Movement for the Emancipation of Chilean Women between 1935 and 1939 and its self-definition as an anti-fascist organization. Based on the contributions of the history of antifascism and gender perspective, how its members forged relationships with anti-fascist feminists in Europe and Latin America is studied. It is proposed that the influence of antifascism in the international relations of the MEMCh, a dimension little explored to date, was fundamental in shaping its identity and in its commitment to issues beyond its national borders. This allows us to conclude that the MEMCh played a fundamental role in strengthening the international anti-fascist network of women in Chile.

 

Keywords

Antifascism; Feminist movement; Latin American women; Gender perspective; Transnational History.

 

 

 

Introducción

 

La historia del antifascismo de entreguerras (1919-1939) se ha estudiado mayoritariamente como un proceso masculino. Esto se debe, por una parte, a que los movimientos de resistencia al fascismo pusieron al centro los valores de virilidad y masculinidad, dejando a lo femenino fuera de lo político, relegando a las mujeres a tareas menores, en su mayoría ligadas a lo doméstico y a los cuidados (Nash, 1999). Por otra, a un silencio historiográfico de la actuación política de las mujeres antifascistas (Bisso & Valobra, 2013: 151), manifiesta en la ausencia de la perspectiva de género,[1] el desconocimiento de los movimientos feministas y la concentración de los estudios en sus luchas por el derecho a sufragio.

Este silencio que predominó por décadas contrasta con las diversas fuentes que evidencian el papel fundamental que tuvieron las mujeres. Así, la perspectiva de género abrió el camino para nuevas indagaciones. Los primeros esfuerzos se llevaron a cabo en los círculos académicos europeos, espacio donde surgió el fenómeno. En América Latina, los estudios sobre las antifascistas poseen una trayectoria menor y se han centrado en las prácticas políticas desarrolladas durante la Guerra Civil Española (GCE) (1936-1939) o la Segunda Guerra Mundial (SGM) (1939-1945) (Bisso & Valobra, 2013). En esta dirección, el presente artículo es una primera aproximación al caso de la asociación feminista antifascista latinoamericana, Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCh).

El MEMCh fue fundado el 11 de mayo de 1935 en Santiago, Chile.[2] El primer núcleo que agrupó a las fundadoras y primeras militantes fue el Comité Ejecutivo Nacional (CEN), que se reunía semanalmente en su sede en el centro de la capital. Este grupo fue el encargado de definir las bases iniciales del organismo. Sus integrantes más destacadas fueron la abogada Elena Caffarena, la periodista Marta Vergara, las profesoras Aída Parada, Domitila Ulloa y Susana Depassier, las militantes comunistas María Ramírez y Eulogia Román,  junto con Angelina Matte, Graciela Mandujano y Olga Poblete, entre otras (Antezana-Pernet, 1997: 63-70).

Beneficiándose del capital cultural y la experiencia política de sus lideresas, cientos de mujeres se unieron a este proyecto que, a fines de 1940, logró fundar más de cuarenta comités (Antezana-Pernet, 1997: 15) y, al menos, sesenta y siete filiales a lo largo del país (Rojas & Jiles, 2019: 167).

El MEMCh nació y se desarrolló en un contexto sociopolítico particular de recuperación de la crisis socioeconómica de 1929, lo que coincidió con la formación de Frentes Populares en Europa y América Latina, con el fin de resistir al fascismo (Rosemblatt, 2000).

En Chile, el Frente Popular (FPCh) se constituyó en 1936 y en 1938 se convirtió en gobierno (Milos, 2008). El MEMCh fue aliado de este conglomerado durante el periodo que aborda este estudio. Dicha unidad se entiende por los puntos en común de sus programas, entre los que destacó el antifascismo y la voluntad del presidente Pedro Aguirre Cerda (1938-1941) de  legislar el derecho a sufragio para las mujeres durante su mandato (Olivares, 2020: 198).

Lo anterior, influyó en la dirección que sus lideresas dieron al naciente organismo. Bajo la consigna de formar un frente único, amplio, diverso y nacional de mujeres, las integrantes del MEMCh –en adelante memchistas– lograron convocar a mujeres de diversa pertenencia, como intelectuales, obreras, comunistas, socialistas y apartidistas, que dieron vida a la experiencia feminista más relevante de la primera mitad del siglo XX en el país (Olivares, 2020).

Debido a su importancia, este organismo ha sido ampliamente estudiado por la historiografía del movimiento feminista chileno. A partir de la revisión del estado del arte se ha identificado un conjunto de trabajos que exponen la importancia que tuvo la dimensión internacional para el MEMCh (Antezana-Pernet, 1997; Rosemblatt, 2000; Montero, 2017; Rojas & Jiles; 2019; Olivares, 2020). A pesar de sus innegables aportes, hasta la fecha, ninguna indagación ha profundizado en cómo se configuró el antifascismo al interior del organismo.

En este sentido, el presente artículo tiene como objetivo analizar cómo se gestó su identidad antifascista entre 1935 y 1939. A partir de los aportes de la historia del antifascismo y de la perspectiva de género, se estudia la manera en que sus integrantes forjaron relaciones con feministas antifascistas de Europa y Latinoamérica. Al respecto, se propone que la influencia del antifascismo en las redes transnacionales del MEMCh fue fundamental en su conformación y compromiso con problemáticas más allá de sus fronteras nacionales.

Las fuentes a partir de las cuales se realiza el análisis son el boletín "La Mujer Nueva" y la correspondencia del organismo. El primero tuvo como propósito mostrar a sus socias y lectores en general el apremio político de su contexto, tanto en Chile como en el extranjero. Por su parte, las cartas muestran su organización interna.

A fin de comprender este proceso, en un primer momento se realiza un balance de la historiografía sobre el antifascismo en Europa y América Latina, con especial énfasis en aquellos estudios que han incorporado la perspectiva de género. Luego, se analizan las dimensiones en las que se manifestó el antifascismo del MEMCh, para cerrar con un conjunto de conclusiones y líneas de investigación pendientes, que permiten seguir abonando al estudio de las feministas antifascistas en la región.

 

La historiografía sobre antifascismo y género en Europa y América Latina

 

La historiografía del antifascismo se ha desarrollado intrínsecamente relacionada al estudio del fascismo. Con el fin de comprender históricamente los procesos ocurridos en el periodo de entreguerras, los/las académicas, primero europeos, y luego de otras latitudes, se han enfocado en su comprensión desde diversos enfoques.

Como lo ha propuesto el historiador español Hugo García, la historiografía del antifascismo tiene distintas etapas que pueden dividirse en tres momentos. El primero, denominado "mítico", propuso un gran relato heroico enfocado en las memorias de sus dirigentes, muchos de los cuales se convirtieron en precursores de las democracias de posguerra. Esta perspectiva predominó desde 1945 hasta la década de 1970 (2015: 236).

Un segundo momento, designado "revisionista", tiene su raíz a mediados de los setenta y se caracteriza por resaltar el impacto del comunismo en la conformación de grupos antifascistas. Según García, la obra revisionista de mayor impacto fue El pasado de una ilusión de François Furet, publicada en 1995, la cual ha sido criticada por presentar una historia de las ideas descontextualizada, en la que se asegura que la ideología fascista fue una reacción al comunismo de la URSS (2015: 235).

Fue tal su relevancia e impacto, que la obra de Furet motivó una nueva etapa a finales de los noventa. Para el historiador italiano Enzo Traverso –uno de los principales exponentes de esta nueva perspectiva– esta sustituyó la lectura revisionista por una "historización crítica" caracterizada por analizar el fenómeno desde la pluralidad de culturas, identidades, prácticas y movimientos que se concibieron como antifascistas (1998 en García, 2015: 237-238).  

Es así que en las últimas décadas el antifascismo se ha vuelto un objeto de estudio relevante en distintas partes del mundo. Esto quedó manifestado en el reciente volumen de Fascism,[3] que recopila un conjunto de artículos dedicados a analizar las culturas globales del antifascismo entre 1921 y 2020. En su presentación editorial Mattie Fitch, Michael Ortiz y Nick Underwood realzan la proliferación de los estudios de diversas experiencias. Es así que se puede encontrar textos sobre la lucha antifascista en Asia, la cultura antifascista judía en Australia, el antifascismo checo en la era postsocialista o las disputas callejeras entre nazis y antifascistas en los barrios alemanes a inicios de 1930 (2020: 1-7).

De esta renovación historiográfica, también han surgido nuevas líneas que conciben al antifascismo como una de las culturas políticas más importantes del siglo XX. En este grupo se encuentran los estudios del historiador francés Bruno Groppo, para quien el antifascismo "más que un movimiento político estructurado, ha sido una sensibilidad política compartida por todos aquellos que estuvieron preocupados por el ascenso al poder del nazismo y de otros movimientos fascistas" (2004: 28). Para Groppo, si bien el origen del movimiento se circunscribe a Europa, existen otros antifascismos en el mundo que deben ser estudiados de manera crítica.

Como parte de estas nuevas miradas, en América Latina la historiografía sobre el antifascismo se ha desarrollado gracias al impulso de los estudios críticos de principios de siglo. Sin duda, el principal referente es Argentina. La influencia de la inmigración europea en el periodo de entreguerras –cerca de dos millones de italianos vivían en el país en la década de 1920– (Bisso, 2000 ;2001: 212) y las relaciones transnacionales que los intelectuales mantuvieron con la resistencia en Europa, han sido parte de los estímulos para que académicas/os hayan desarrollado una historiografía amplia y prolífica.[4]

Por su parte, en Chile el antifascismo ha sido estudiado, mayormente, en el Partido Comunista (PCCh), durante las décadas de 1920 y 1930. Entre las investigaciones más relevantes se encuentra el estudio de Hernán Venegas (2010) relativo a las alianzas del PCCh durante 1935 y 1943. En este periodo, se remarca el cumplimiento de los acuerdos tomados por el Comintern, por ejemplo, con la estrategias de los frentes populares y el cambio producido por el pacto Molotov-Ribbentrop de 1939.

Asimismo, Ximena Urtubia estudia el antifascismo en el PCCh entre 1922 y 1934, demostrando cómo al interior del partido fueron cambiando su percepción y significado respecto al fascismo/antifascismo, pasando de una incomprensión y exaltación exclusiva de la violencia a una comprensión teórica, propiciada por el Comintern y estudios como el de Henri Barbusse. Así, el antifascismo encontró terreno fértil entre los militantes, que veían actitudes fascistas en los gobiernos de la época producto de las represiones a las organizaciones populares (2017: 28).

Si los primeros esfuerzos por analizar la historia del antifascismo en Latinoamérica son recientes, lo son aún más aquellos que lo hacen desde el género. Como plantearon Bisso y Valobra, organizadores del "I Coloquio sobre Género y Trayectorias Antifascistas" de 2013, hasta hace un par de décadas la historiografía consideró que las mujeres no eran actrices relevantes (2013: 151).

Gracias a estudios pioneros (Nash, 1999; Yusta, 2011; Yusta, 2012; Yusta, 2013; McGee Deutsch, 2013), es posible plantear que las mujeres cumplieron papeles fundamentales en la lucha política. En este sentido, uno de los tantos puntos pendientes es estudiar cómo hombres y mujeres resistieron a los modelos de feminidad y masculinidad impuestos por el fascismo (Valobra y Nállim, 2016: 161).

Un estudio que sigue esta línea es "Antifascism in the Neighborhood" de Sara Ann Sewell (2020), que demuestra cómo el género alimentó el conflicto en los barrios de Alemania entre grupos nazistas y antifascistas, pues la presencia de mujeres muestra la discriminación generalizada por parte de sus camaradas y opositores, quienes haciendo alarde de una "hipermasculina militancia", insistieron en que ellas debían ser parte de la retaguardia (p. 172).

Debido a la cantidad de investigaciones respecto a la problemática, la presente revisión historiográfica es, por cierto, sintética y acotada. A pesar de ello, este balance permite definir ciertos elementos sustantivos respecto a las líneas de investigación pendientes que se pueden seguir.

Por una parte, aún cuando ha habido una renovación historiográfica en las últimas décadas, los estudios históricos sobre el antifascismo han seguido concentrados en los casos de Alemania e Italia. Por ello, analizarlo en otros contextos es un aporte para comprender su relevancia como movimiento transnacional.

Por otra parte, enfocarse en el antifascismo de entreguerras en otros espacios, permite vislumbrar otras relaciones, aparte del comunismo. Como lo han propuesto Sewell y Urtubia, las conexiones locales, nacionales e internacionales del movimiento y la influencia del Comintern en los contextos locales-nacionales, es solo una de las aristas de análisis.

En tercer lugar, es preciso tomar en cuenta otras corrientes como el pacifismo, el internacionalismo y, por cierto, el feminismo, todas presentes en el MEMCh. Parafraseando a García, los trabajos consagrados a la compleja y a menudo tensa relación entre el antifascismo y el feminismo, representan una vía de suma importancia que es preciso explorar (2015: 244).

Es en esta línea que se enmarca la presente indagación. Para esto, se analizan las circunstancias que definieron al MEMCh como antifascista, cuáles fueron sus redes, estrategias y prácticas, así como, los acontecimientos que impactaron en su conformación. Esto con el fin de entender el aporte del movimiento feminista y sus incidencias en un plano trasnacional, que visibilice a mujeres de distintas latitudes que consolidaron el movimiento antifascista mundial.

 

Las circunstancias que definieron al MEMCh como un organismo antifascista

 

Desde su fundación el MEMCh se definió como un organismo feminista y antifascista. Las primeras integrantes del CEN declararon que la asociación buscó reunir a mujeres de un amplio espectro "con el fin de desarrollar una labor común por la conquista de su liberación integral ó sea su emancipación JURÍDICA, ECONÓMICA Y BIOLÓGICA".[5] Bajo esta consigna, su antifascismo se justificó en la lucha por la emancipación integral de las mujeres. En particular, las razones para declararse contrarias al fascismo radicaron en lo que denominaron,

 

"Dos campañas máximas que debe librar el MEMCh por estar dirigidas contra los dos mayores enemigos de la mujer y de la Humanidad: el Fascismo y la Guerra. Lucharemos contra el Fascismo, porque tiende a privar a la mujer de sus más elementales derechos adquiridos, considerándola solamente apta para desempeñar las ocupaciones domésticas. Y contra la Guerra por ser una crueldad inhumana y que sirve tan sólo para proteger los intereses comerciales".[6]

 

En este sentido, al posicionarse como feministas antifascistas –y también antibelicistas–, las lideresas del MEMCh incorporaron el plano internacional en su discurso y prácticas de manera consciente y deliberada. Tal como lo señaló Olga Poblete, líder del movimiento en la década de 1940, el MEMCh,

 

"Nunca abandonó el concepto dinámico de la interrelación entre el acontecer nacional y el internacional. Por las páginas de "La Mujer Nueva" transcurre la vida del país, pero paralelamente a ella el curso de los sucesos mundiales. La guerra civil española, la solidaridad con sus huérfanos, coexisten con artículos sobre las cárceles de mujeres en Chile, o el análisis del control de la natalidad; se escribe sobre el voto político para las chilenas y se informa acerca del feminismo en otros países...Chile no era ni una isla, ni un eslabón perdido" (1983: 5).

 

El acontecer internacional fue para esta organización feminista una dimensión tan relevante como lo nacional o local. Ante esto, cabe preguntarse ¿por qué un grupo de mujeres chilenas, tan alejadas de la realidad que se estaba viviendo en países europeos, incorporaron demandas internacionales a sus principios organizativos y se auto-concibieron como antifascistas?

La respuesta se encuentra en sus escritos. Bajo el argumento de la privación de derechos que el fascismo estaba ejecutando en contra de las mujeres y la sociedad en general, la memchista Sofía Martínez aclaró a fines de 1935, que el MEMCh incorporó en su programa la lucha contra el fascismo, pues estos regímenes estaban negando a las mujeres su participación en la esfera pública. En sus palabras,

 

"Desde el momento que sentimos la necesidad de liberarnos, tácitamente nos enfrentamos al fascismo, como la encarnación suprema de lo que es más salvaje y humillante para nosotras. "La mujer al hogar" gritan impúdicamente los bufones de pacotilla de Hitler, Mussolini, Goering y compañía. "Hijos para la patria", es su voz de orden. "El lugar sagrado de la mujer es el lecho, el fogón, la aguja, la escoba". "La mujer es la reina del hogar", repiten por medio de todos sus altos parlantes. Es el espejuelo de lujo con que quieren cegarnos".[7]

 

 

Tal como lo estipula Martínez, bajo argumentos que apelaban a los modelos tradicionales de feminidad, se coartó el avance de sus demandas y se utilizó el hogar y las labores domésticas como parte del deber ser de las mujeres. En otras palabras, los regímenes fascistas se construyeron sobre la base de la imposición de roles de género tradicionales, impactando en los avances que las mujeres habían conseguido como ciudadanas en el amplio sentido que ello implica.[8] Este es uno de los elementos más importantes para comprender las acciones ejecutadas por las memchistas para hacer frente a la imposición fascista.

Igualmente, se pronunciaron sobre acontecimientos como el ataque del ejército fascista italiano a Etiopía, desencadenado en octubre de 1935.[9] Su principal cuestionamiento fue que, bajo consignas como "patria", "nacionalismo" y "heroísmo", se mandaba a hijos y esposos al frente de batalla. Como lo manifestó Myriam,[10] quienes se beneficiaron de la guerra "no fueron a ella, los dueños del oro y sus instrumentos, los gobiernos. ¿Y ante esto que fluirá de los corazones y de los cerebros de todas las mujeres que los son de verdad? No otro grito: ¡Abajo la guerra! ¡Cese la matanza de Etiopía! ¡Abajo la guerra y sus defensores!".[11]

A partir de escritos como estos, el MEMCh comenzó a ser reconocido en los círculos sociales e intelectuales del país como parte de los organismos antifascistas, la mayoría de ellos, agrupados en torno al FPCh. De hecho, las lideresas del CEN comenzaron a entablar relaciones con dicho conglomerado desde marzo de 1936, y en varios comités de provincias las militantes mantuvieron estrechas redes de alianza con políticos frentepopulistas, como sucedió en La Serena, Valparaíso y Temuco.

Esta alianza se manifestó en la atención que pusieron a los triunfos del Frente Popular francés (FPF)[12] y el Frente Popular español (FPE)[13] en 1936, presentándolos como ejemplos que trazaban la ruta de la centroizquierda a nivel mundial. Del FPE subrayaron el rol activo de mujeres como Dolores Ibárruri, la "Pasionaria", María Teresa León y María Zambrano.[14]

Como lo planteó Claudia Montero, en "La Mujer Nueva" se alzó "a las republicanas como modelo" (2017: 785). Esto se aprecia en uno de los textos reproducidos en el boletín, escrito originalmente en Buenos Aires por la feminista argentina Amparo Mom,[15] quien viajó a España en 1935 y 1937, instancias en las que conoció a Ibárruri. A partir de esta experiencia, relató su encuentro personal en Madrid, describiendo el momento de esta manera,

 

"Todos mis amigos me hablaron con gran entusiasmo y admiración de Dolores... en la actualidad la mujer de más prestigio en España, dentro de la lucha antifascista y antiguerrera... Ibárruri estaba en Madrid; pero con su libertad amenazada por varios procesos de índole política. Un día fui invitada a conocerla... su expresión de bondad, simpatía y firmeza indicaban su dominio, su prestigio. Una mujer, no una muchacha. Una mujer de cuarenta años, de rasgos sufridos y bellos... Su conciencia revolucionaria despertó mientras los pesados trabajos de su hogar le permitían leer los libros que su compañero conocía ya. Aprendió sola, por instinto. Por eso cuando habla se despliega una fuerza irresistible de agitadora popular. Su estampa magnífica, además, impresiona... Es la Pasionaria".[16]

 

Esta caracterización ilustra el papel de las trabajadoras en la República Española, específicamente en el periodo del FPE. No obstante, como lo recalca Montero (2017), los modelos que llegaron a Chile fueron mediados por el Ministerio de Propaganda español, es decir, por un organismo institucional. Es en esta medida que el testimonio de Mom es valioso, pues a pesar de no abandonar la mirada mítica que predominó en torno a las republicanas, permite conocer otros aspectos de la cotidianeidad de estas lideresas que eran dejados de lado por los discursos oficiales.

Así, el boletín fue el vehículo a través del cual el CEN presentó a sus militantes en provincias la labor de las antifascistas en otros países, conectando el devenir de su organización con los acontecimientos internacionales, tanto de regímenes que apoyaban los derechos de las mujeres como de aquellos que los estaban restringiendo.

En el plano local, las memchistas confrontaron a organismos de raigambre nacionalista, como el Movimiento Nacional-Socialista (MNS) –junto a otros, como el Partido Nacional Fascista (PNF) o el Movimiento Nacionalista de Chile (MNCh)–, por sostener que las mujeres no debían estar en política, cuestión que "biológicamente" era tarea de los hombres (Vera, 2018: 146). Estos conglomerados reforzaban los modelos de feminidad fascistas y caricaturizaron a las mujeres que participaban en lo público. 

La editora del boletín, Marta Vergara, los cuestionó severamente y planteó que para los nacionalsocialistas, las mujeres servían "para estas luchas actuales siempre que no pidamos nada, siempre que nos resignemos a ser víctimas pasivas... de todos los crímenes de la época actual. Entonces somos flores, hadas, reinas del hogar y pilares de la sociedad".[17]

Estas controversias les sirvieron a las memchistas para reforzar su identidad. No obstante, esta discrepancia fue más allá del plano discursivo y tuvo repercusiones concretas en la práctica de las militantes. Un caso que dilucida esto fue lo ocurrido en una reunión del comité local de la ciudad de Valparaíso, en la que un grupo de pro-nazis atacó a las mujeres presentes en una asamblea, agrediéndolas verbal y físicamente. Este hecho impulsó a las lideresas nacionales a afirmar que el ataque no les cayó de sorpresa pues sabían "hace mucho tiempo que los nacistas[18] son nuestros enemigos".[19]

Fue así que la amenaza externa de los regímenes fascistas y su posible instalación en un gobierno en Chile, el desmedro en que se encontraban las mujeres en países como Alemania e Italia, su alianza con los partidos políticos y conglomerados del FPCh, sumado a los acontecimientos ocurridos con los grupos nacionalistas chilenos, fortalecieron el antifascismo proclamado por el MEMCh en sus primeros años de formación.

 

Las campañas del MEMCh en favor de los republicanos durante la Guerra Civil

 

A cinco meses de la victoria del FPE, se desencadenó la GCE. Este conflicto enfrentó al bando republicano o frentepopulista –conformado por las fuerzas sociopolíticas tanto de la izquierda como de sectores revolucionarios que apoyaban la Segunda República– contra el bando insurgente o franquista –constituido por militares sublevados y fuerzas sociopolíticas de las derechas contrarrevolucionarias y antirrepublicanas– (Moradiellos, 2018: 15).

Producto de la polarización que existía entre sectores franquistas y republicanos, este acontecimiento fue uno de los campos en los que se libró la batalla entre fascismo/antifascismo. El MEMCh se posicionó políticamente con el bando republicano antifascista; por esto, de manera paralela a su apoyo en medios escritos, entre 1937 y 1939, enfocó su práctica política en el trabajo coordinado de sus militantes a partir de "campañas", actividades comunes en que los distintos comités concentraron sus esfuerzos, la mayoría, en favor de las/los niños y mujeres españolas.  

Esto evidencia la articulación entre feminismo/antifascismo en el MEMCh, a través de su alianza con otras iniciativas que se ejecutaban en el país como parte del movimiento antifascista de solidaridad con la República Española. La mayoría de ellas fueron impulsadas por la Embajada de España, por el FPCh (Sapag, 1996: 166-182) y por grupos de intelectuales, como fue el caso de la Alianza de Intelectuales de Chile (AICh) (Binns, 2014). Siguiendo la ruta trazada por el gobierno español, levantaron campañas en torno a las consignas "Un Barco de Víveres para España", "Un cigarrillo para el soldado español" y "Por la alimentación y el apadrinamiento de la niñez española".

Para su difusión y ejecución, la correspondencia entre los comités fue fundamental. Con decenas de cartas intercambiadas entre las provincias y la capital, las memchistas organizaron sus actividades, reconfiguraron los preceptos emanados de sus organismos aliados y adecuaron sus ideales a los distintos contextos locales.

Un primer conjunto de cartas, fechadas a mediados de 1937, aludieron al envío de propaganda desde el CEN. En palabras de Caffarena a las socias de Valparaíso, "en algunos días más trataré de enviarles afiches, especialmente de los que circulan con relación a la guerra de España".[20] Además, como esta fue escasa en el país y, en varias ocasiones, llegaba con bastante retraso, las lideresas nacionales recomendaron imprimir copias para difundirla en distintas actividades. Así lo manifestaron a las socias del naciente comité de Corral, al sur del país, a quienes junto con los estatutos y programa del organismo, enviaron "un afiche para la propaganda en favor de España. A fin de intensificar la propaganda por el MEMCh podrían Uds., en común con las compañeras de Valdivia, hacer imprimir allá el programa y repartirlo profusamente".[21]

Un segundo conjunto de cartas, enviadas desde 1938, se relacionan con el reforzamiento de la ayuda solidaria a España. En Santiago, las memchistas del CEN, Caffarena y Vergara, eran parte de las fundadoras del "Patronato Pro Ayuda a los niños de España". Junto a mujeres de clase media y alta, como Amanda Labarca,[22] y las escritoras Marta Brunet e Inés Echeverría de Larraín,[23] crearon una campaña de recolección de alimentos y vestimenta para los niños españoles.[24] Para ello, realizaron giras por las provincias para incentivar la colaboración entre organizaciones de mujeres y hombres de todo el país.[25] Como el MEMCh era el organismo de mujeres con mayor presencia a nivel nacional (Antezana-Pernet, 1997: 60), se convirtió en el aliado idóneo para impulsar esta labor en las regiones. 

La correspondencia da cuenta de colectas, eventos para recaudar dinero y visitas a domicilios, fábricas y lugares de trabajo. Así lo demuestra una misiva de las militantes de Rancagua,

 

"Ya hemos empezado nuestro trabajo [de recolección de leche], empezamos por un baile que se efectuará el 2 de julio [de 1938] y luego una colecta pública que la autorizó la Municipalidad para el 9 de julio... También enviamos una nota al Sindicato de Sewell y otra a la Sociedad Femenina "Aurora de Chile" de la misma localidad, insinuándoles la idea de que ahí se forme; en esa entidad femenina un comité Pro Ayuda a los niños de España o si no pueden, nos ayuden a nosotras con lo que ellas y ellos crean conveniente".[26]

 

Por su parte, en La Serena, zona centro-norte, concentraron sus esfuerzos en la campaña de recolección de cigarrillos para los soldados republicanos. Así lo muestra una carta escrita por María Bustos, secretaria general del comité de dicha ciudad, 

 

"Compañeras esta se dirije a Ud. para comunicar a Ud. el 1° de marzo enviáramos un paquete con 375 cajetillas de cigarrillos que recolectamos los sindicatos también nos donaron cigarrillos el sindicato gráfico & de panificadores, sindicato de sapateros entre estos algunos españoles leal que hai en esta ciudad; estos paquetes fue dirijido al señor Jorge Jiles[27] para que por su intermedio fuera entregado al recolector del Frente Popular".[28]

 

Gracias a estas cartas es posible conocer cómo operaron las redes de solidaridad. Sindicatos, organizaciones sociales y partidos políticos estuvieron en constante comunicación y realizaron actividades conjuntas para ayudar a los republicanos.

Otro comité que se destacó fue el de Chañaral, ciudad ubicada en el norte. Sus socias, junto a la recolección de víveres, apadrinaron a un niño, pagando la cotización que había estipulado el "Comité Chileno de Ayuda a España". En sus palabras, manifestaron que "ya estamos dando los pasos que nos corresponden a esta tareas para demostrarles que desde esta apartadas regiones, también hay sentimiento de repudio odio en contra la banda de criminales de los fascista internacionales que han hecho víctima a todos nuestros hermanos de España".[29]

A pesar de los obstáculos que debieron sortear para llevar a cabo estas campañas, como las acusaciones de autoridades regionales que las incriminaron de quedarse con el dinero y víveres recolectados,[30] las memchistas de la capital y las provincias lograron actuar de manera coordinada bajo la consigna de la ayuda a las víctimas de la GCE. Lo recolectado fue transferido por el MEMCh al "Patronato", quienes a su vez lo entregaron al embajador republicano en Chile, Rodrigo Soriano. Por medio de la prensa, Soriano destacó la labor que, para él, fortalecía las redes internacionales con otras mujeres latinoamericanas y españolas.[31]

De modo que, la perspectiva de género posibilita el análisis de cómo se configuró una amplia red solidaria que, a pesar de no traer beneficio directo a las familias chilenas, fue bien recibida en los comités del país. Esto muestra cómo las memchistas las significaron como parte de su misión como feministas antifascistas en una lucha por la democracia y la paz más allá de las fronteras nacionales.

 

Las redes antifascistas transnacionales del MEMCh

 

Producto de su posicionamiento como feministas antifascistas, las memchistas emprendieron acciones concretas para fortalecer sus redes transnacionales. Las estrategias centrales para vincularse con el movimiento antifascista mundial fueron la difusión de sus actividades y la participación de lideresas de Argentina y España en el MEMCh.

Respecto a lo primero, el MEMCh informó las actividades del "Comité Mundial de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo" (CMMGF), que surgió a partir del ejemplo del "Comité Mundial contra la Guerra y el Fascismo", auspiciado por el Comintern (Yusta, 2011: 255). El CMMGF tuvo su sede en París y centró sus estrategias en la defensa de las mujeres y la promoción de la paz entre las naciones (Negrete, 2020, p. 407). Preocupadas por lo que estaba sucediendo en España, las lideresas de este comité, entre las que destacaron Bernadette Cattaneo, dirigente comunista belga, y Gabrielle Duchêne, feminista y pacifista francesa, solicitaron al FPF la aplicación de leyes "contra las organizaciones facciosas y la degradación en los cuadros de las principales ramas administrativas ya que los acontecimientos españoles han sido una demostración dramática que el fascismo es la guerra".[32]

Sin embargo, el acontecimiento que mayor impacto tuvo en el antifascismo del MEMCh fue la estancia de la filósofa española María Zambrano, quien estuvo en Chile entre noviembre de 1936 y mayo de 1937 (Martín, 2020). Zambrano llegó acompañando a su marido Alfonso Rodríguez, nombrado secretario en la Embajada de España. Si bien su estancia duró solo un par de meses, este tiempo fue suficiente para que la filósofa participara en distintas actividades del MEMCh.

A través de ella, las memchistas supieron de primera fuente los efectos de la GCE (Barchino & Cano, 2014: 51). Asimismo, por medio de su pluma pudieron conocer el papel de las mujeres republicanas en el conflicto civil. El MEMCh la recibió así,

 

"María Zambrano acaba de llegar de España, su patria que ha dejado en momentos trágicos, pero para servirla pues acompaña a su marido que ha sido designado Secretario de la Embajada ante nuestro Gobierno. Su inteligencia viva, su gran cultura, su trato sencillo conquistará muchos amigos para ella y para la causa".[33]

 

Como lo recalcó Montero, a Chile llegaron dos imágenes predominantes de las mujeres republicanas: la miliciana y la madre combativa (2017:792-794). Zambrano abonó sobre todo en la construcción del imaginario de esta última, que fue la que tuvo mayor repercusión en el país. Así queda de manifiesto en el boletín,

 

"Tradicionalmente la mujer era la paz; su actuación estaba más allá de las contiendas de los hombres, casi lindando con la naturaleza, era la fuerza de una maternidad protectora que quería mantenerse ignorante de lo que en el hombre no era lo infantil y primario... Pero la vida humana no es siempre la misma y los cambios históricos, son algo más que cambios de regímenes políticos y batallas, son en realidad cambios de costumbres y hábitos, son cambios sentimentales. Y esto es lo que ocurre dentro de la revolución española, un cambio sentimental de enorme profundidad en la vida producido por la mujer... que lucha heroicamente y resiste los terribles bombardeos de alemanes e italianos... madre del mundo nuevo que nace al mismo tiempo que madre de sus hijos".[34]

 

Esta reflexión es parte de los cimientos de su "razón poética",[35] pues puso a la madre combativa como modelo de mujer que abandonó su rol tradicional y ocupó un lugar en la lucha contra el fascismo. Esta resignificación de las madres como "mujeres nuevas" antifascistas, fue una respuesta de Zambrano a los cuestionamientos que recibían por parte de las fuerzas reaccionarias, que argumentaron que la guerra era cuestión de hombres. Con ello, resignificó la maternidad como una cuestión social y política, punto en el que coincidieron las memchistas.

En este sentido, las redes internacionales del MEMCh robustecieron su postura feminista y antifascista, lo que impactó en su conformación identitaria y el compromiso con problemáticas más allá de sus fronteras nacionales. Además, implicó una ruptura con los modelos de feminidad y masculinidad fascistas, alineándose con nuevos modelos en los que hombres y mujeres tenían, al menos en el ideal, una igualdad política y social.

 

El reajuste del movimiento antifascismo mundial y su impacto en el MEMCh

 

En 1939 hubo tres cambios geopolíticos que impactaron a las sociedades occidentales: la derrota de los republicanos en abril; el pacto de alianza entre la Unión Soviética (URSS) y la Alemania Nazi en agosto; y el inicio de la SGM en septiembre. Estos acontecimientos afectaron también las relaciones del MEMCh.

La derrota de los republicanos fue un duro golpe para el antifascismo mundial. Muchos de los líderes sociales y políticos fueron perseguidos y asesinados por el franquismo, mientras otros se refugiaron en países como Francia y México. A nivel internacional, este reacomodo significó la persecución internacional de los antifascistas y sus aliados, lo que quebrantó a las organizaciones europeas y de América Latina (Fernández, 2013; Yusta, 2013). En cuanto a las mujeres antifascistas, como lo planteó Mercedes Yusta para el caso de España, si bien su acción se mantuvo aún en el exilio, para que sus redes se reactivaran "hubo que esperar al fin de la Segunda Guerra Mundial, período en el que las mujeres antifascistas no estuvieron inactivas pero durante el que no pudieron, por razones obvias, reconstruir una organización de forma legal" (2011: 275).

De igual manera, la relación entre el MEMCh y el PCCh cambió tras el pacto nazi-soviético. Como señaló Ulianova, su principal efecto en organismos interclasistas como el MEMCh, fue que el discurso del antifascismo perdió sentido (2008: 149). Los comunistas abandonaron la estrategia de frentes y retomaron su línea "clase contra clase"[36], lo que modificó la alianza entre sectores burgueses y proletarios. Los aliados que impulsaron el FPCh no estuvieron de acuerdo con este giro, por lo que el peso político que había ganado el PCCh, que los llevó incluso al gobierno, se debilitó.

Si bien desde un inicio las memchistas delimitaron su autonomía y aspiraron a que el PCCh no las controlara, su influencia es innegable, sobre todo porque varias de sus integrantes eran militantes comunistas. Por este motivo, el pacto de no agresión repercutió en sus estrategias. A partir del análisis de las fuentes, se evidencia un declive de la lucha antifascista, mientras que las comunistas se enfrentaron a la disyuntiva de seguir la línea del partido o el ideal del frente único de mujeres (Olivares, 2020: 217-219).

El CEN no declinó en su articulación como frente amplio y diverso, lo que provocó un aumento de las tensiones con las memchistas apartidistas y de clase media tanto de provincias como de la capital, que no comulgaban con el comunismo. Así, varias de las memchistas reprocharon a las lideresas nacionales que no se pronunciaran abiertamente respecto al estallido de la SGM[37] y que dejaran de lado las preocupaciones que habían marcado su agenda en el ámbito internacional.  

En su lugar, la dirigencia reforzó sus redes con asociaciones de Estados Unidos y Latinoamérica. Esto se materializó en la participación de delegadas en encuentros y congresos donde se discutieron los efectos de la guerra y se retomaron preceptos de la lucha antifascista, pero en los que adquirieron protagonismo otras demandas que habían sido parte de su agenda inicial, como la obtención del derecho a sufragio. Producto de lo anterior, es posible plantear que con el inicio de la SGM comenzó una nueva etapa en la lucha antifascista mundial, la cual, en el caso del MEMCh, es aún materia de indagación.

 

Conclusiones

 

El MEMCh tuvo un rol fundamental en el fortalecimiento de la red antifascista en Chile. Analizarlo en un ámbito de conflictos geopolíticos en los que no solo se estaban reduciendo los derechos de las mujeres, sino de toda la población, ha permitido llegar a hallazgos que otras investigaciones han pasado por alto, al solo mencionar lo internacional como un elemento constitutivo del organismo sin profundizar en ello.

Parte de estos hallazgos son la forma en que lo internacional fue incorporado en su programa y actividades. Esto da cuenta de que esta dimensión no fue vista como ajena por las lideresas y militantes; todo lo contrario, los problemas transnacionales fueron tan importantes como los que aquejaban a la sociedad chilena y a las mujeres en particular. Esto se relaciona con el carácter del movimiento feminista, que desde fines del siglo XIX se gestó como una corriente política compartida, manifiesta en organizaciones de la mayoría de los países occidentales.

Otro hallazgo importante es la recepción del antifascismo en la capital y las provincias. Hasta la fecha se ha privilegiado el análisis de las redes del CEN en Santiago, sin ahondar en la manera en que en las regiones hicieron propias las campañas, por ejemplo, de ayuda a los republicanos durante la GCE. Así, mientras que para las lideresas de Santiago era importante difundir los ideales del antifascismo en su periódico, reuniones y asambleas, en los comités barriales y provinciales las memchistas privilegiaron las colectas de dinero, la organización de rifas, cenas bailables y la recolección de alimentos y vestimenta para niños, mujeres y soldados.

Asimismo, las estrategias de alianza, pero también de resistencia y oposición, son claves para entender su antifascismo. Las alianzas de las memchistas estuvieron íntimamente ligadas con su posicionamiento político, como feministas y aliadas del FPCh; en tanto, su resistencia y oposición fue focalizada en los partidos y organizaciones nacionalistas antifeministas.

De igual manera, la GCE fue el acontecimiento internacional que mayor impacto tuvo en su definición antifascista durante el periodo de estudio. Con el fin de ser parte de las campañas de ayuda, las memchistas impulsaron una serie de acciones y estrategias discursivas que impactaron en el devenir del organismo. Así, insertaron su propio discurso y práctica política en el marco de un movimiento de mujeres que traspasaba sus necesidades locales.

En tanto, el cuestionamiento público a los modelos de feminidad y masculinidad impuestos por los regímenes fascistas, y el cambio de enfoque a través de otros, como la miliciana y la madre combativa, dan cuenta que al interior de este organismo convivieron feministas que luchaban desde su rol político y de madres. Esto es otro aspecto que permite problematizar las características del feminismo de la década de 1930, puesto que entrega elementos para comprender la complejidad de perspectivas que convivían al interior de organizaciones amplias, interclasistas y nacionales como el MEMCh.

Finalmente, cabe resaltar que esta problemática es aún materia de estudio. Este primer acercamiento a las redes internacionales entre antifascistas de Chile, Latinoamérica y Europa en la década de 1930, deja abierto un amplio campo de análisis. Por ello, se propone como futuras líneas de investigación indagar en las organizaciones internacionales y el papel que las chilenas y latinoamericanas tuvieron allí; o en la influencia que tuvo el MEMCh en otros frentes de mujeres conformados en este periodo en países como Argentina, México y España, por mencionar algunos.

Con todo lo anterior, existe un importante trabajo de visibilización y resignificación de la participación política de las mujeres en esferas poco exploradas, como es el caso de las redes antifascistas.

 

 

 

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Recibido: 16/09/2021

Evaluado: 15/12/2021

Versión Final: 15/02/2022



[1] Entiendo la perspectiva de género como una categoría analítica que pone el énfasis en las relaciones entre los sexos, discutiendo cómo se ha construido su diferencia y considerándola, como ha propuesto Joan Scott, un elemento constitutivo de las relaciones sociales y una forma primaria de las relaciones de poder (2012, p. 65).

[2] En cuanto a la fecha de fundación, en ciertos documentos se menciona el 11 de mayo y en otros el 15. Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile, ¿Qué es el MEMCh? ¿Qué ha hecho el MEMCh?, Santiago, 1938, p. 2.

[3] Fascism. Journal of Comparative Fascist Studies es una revista de la editorial Brill and NIOD (Institute for War, Holocaust and Genocide Studies) de Países Bajos. Tiene como objetivo difundir estudios relativos al fenómeno del fascismo en un contexto comparativo y se enfoca en diversos temas, entre los que destacan los aspectos genéricos del fascismo; sus expresiones en el arte, la cultura y la propaganda, así como sus relaciones con los totalitarismos, capitalismo, comunismo y patriarcado, entre otros.

[4] Se destacan las investigaciones de Andrés Bisso sobre el antifascismo argentino; de Ricardo Pasolini sobre intelectuales antifascistas y comunistas; y de Jorge Nállim, sobre antifascismo y antiperonismo en la década de 1940 (Valobra & Nállim, 2016: 152-153).

[5] "Programa del Movimiento pro Emancipación de las Mujeres". La Mujer Nueva, 8 de noviembre de 1935, p. 3. Las mayúsculas son originales.

[6] "Programa del Movimiento pro Emancipación de las Mujeres". La Mujer Nueva, 8 de noviembre de 1935, p. 3.

[7] Sofía Martínez, "Las mujeres y el fascismo". La Mujer Nueva, 8 de noviembre de 1935, p. 1.

[8] Es decir, una ciudadanía no solo en el sentido jurídico y legal que la restringe a la noción política, sino como una forja que abrió espacios de participación para posicionar sus demandas y luchar por sus derechos (Olivares, 2020, p. 10).

[9] La Guerra de Etiopía (1935-1936) fue un ataque del Ejército fascista italiano, con el objetivo imperialista de anexar territorios y explotar recursos etíopes. Este conflicto se enmarca en una ofensiva que tuvo su primera manifestación a fines del siglo XIX, cuando el Ejército italiano perdió la Primera Guerra ítalo-etíope (1895-1896) (Consuegra, 2015, p. 80).

[10] Muchas mujeres que escribieron en periódicos lo hicieron de manera anónima o bajo pseudónimos, para evitar el impacto que podía tener en sus vidas participar en organizaciones feministas como el MEMCh.

[11] Myriam. 1935. "La Guerra". La Mujer Nueva, 8 de diciembre, p. 4.

[12] "Mujeres en el gabinete francés". 1936. La Mujer Nueva, junio, p. 8.

[13] "Triunfo del Frente Popular en España". 1936. La Mujer Nueva, febrero, pp. 1-2.

[14] Dolores Ibárruri. 1936. "Las mujeres en el Frente". La Mujer Nueva, noviembre, p. 6.

[15] Amparo Mom era una de las lideresas de la Unión Argentina de Mujeres. Estaba casada con el destacado poeta, periodista e intelectual argentino Raúl González Tuñón, quien fue corresponsal durante la Guerra Civil Española y, además, participó junto con otros intelectuales como Pablo Neruda en la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura.

[16] Amparo Mom. 1936. "Unos momentos con la pasionaria". La Mujer Nueva, marzo, p. 2.

[17] "Objeciones a la participación de la mujer en la política". 1937. La Mujer Nueva, marzo, p. 2.

[18] Los integrantes del MNS se autodenominaron "nacistas" a fin de diferenciarse del nazismo alemán (Guzmán, 2015, p. 131).

[19] "Sin extrañeza". 1937. La Mujer Nueva, abril, p. 2.

[20] Archivo Nacional Histórico (ANH). Fondo correspondencia MEMCh (MEMCH). Caja 1 (C1). Carpeta 4 (C4). 139. Carta de Elena Caffarena de Santiago a Toya Miranda en Valparaíso, 19 de abril de 1937.

[21] ANH.MEMCH.C1.C4.157. Carta de Elena Caffarena de Santiago a Claudina Paredes en Corral, 9 de julio de 1937.

[22] Militante del Partido Radical y destacada pedagoga.

[23] Ambas mujeres instruidas de la élite chilena, quienes tenían una larga trayectoria en organizaciones en defensa de los derechos cívico-políticos de las mujeres, como el Círculo de Lectura (1915) y el Club de Señoras (1916).

[24] "Damas de nuestra sociedad han organizado un Patronato de ayuda a los niños de España". 1937. La Mujer Nueva, diciembre-enero, p. 2.

[25] ANH.MEMCH.C2.C6.286. Carta de Elena Caffarena de Santiago a María Aguirre en Pitrufquén, 3 de mayo de 1938.

[26] ANH.MEMCH.C2.C7.325. Carta de Carmela Aguilera de Rancagua a Elena Caffarena en Santiago, 27 de junio de 1938.

[27] Jorge Jiles era militante comunista y abogado del PCCh. Estaba casado con Elena Caffarena, secretaria general del MEMCh entre 1935 y 1940.

[28] ANH.MEMCH.C2.C7.326. Carta de María Bustos de La Serena a Elena Caffarena en Santiago, 30 de junio de 1938.

[29] ANH.MEMCH.C2.C8.365. Carta de Ana B. de Cortez y Celia Gutiérrez L. de Chañaral a Elena Caffarena en Santiago, 17 de agosto de 1938.

[30] Un funcionario de la alcaldía de Viña del Mar manifestó que en Santiago el CEN "pedía tarros de leche para la infancia española y después era vendida a bajos precios". ANH.MEMCH.C2.C8.374. Carta de Clorinda Tapia de Viña del Mar a Elena Caffarena en Santiago, 26 de agosto de 1938.

[31] "El embajador de España agradece y acusa recibo del dinero recolectado por el MEMCh". 1938. La Mujer Nueva, octubre, p. 7.

[32] "Conferencia del Comité Mundial de Mujeres contra la guerra y el fascismo". 1937. La Mujer Nueva, marzo, p. 5.

[33] María Zambrano. 1936. "La mujer en la lucha española". La Mujer Nueva, diciembre, p. 6.

[34] María Zambrano. 1936. "La mujer en la lucha española". La Mujer Nueva, diciembre, p. 6.

[35] Según Martín (2020), la razón poética es una reflexión filosófica en que confluyen una razón creadora, la vida y el pensamiento, lo irracional y lo racional, que son parte de un todo.   

[36] En el caso del PCCh, este cambio se fue haciendo patente desde el XI Congreso Nacional del Partido, celebrado en Santiago el 21 de diciembre de 1939.

[37] Estas críticas fueron manifestadas en el Segundo Congreso del MEMCh en 1940. "Discusión de la memoria de la secretaria general". 1941. La Mujer Nueva, febrero, p. 1.