Francisco Laxalte, recomponiendo retazos desde un lugar. Problematizar una experiencia de exilio interior en la frontera uruguaya

Francisco Laxalte, recomposing pieces from one place. Problematize an experience of internal exile on the Uruguayan border

Enrique Coraza de los Santos

Grupo de Estudios de Migración y Procesos Transfronterizos,

 Departamento de Sociedad y Cultura,

El Colegio de la Frontera Sur (México)

ecoraza@ecosur.mx

https://orcid.org/0000-0003-2572-7516 

Que lo sepan todos de una vez;

El exilio jamás puede ser una retórica.

El país donde quisiéramos volver

ya no existe;

lo perdimos en el intento

de construir el país

donde quisiéramos vivir.

Cristina Peri Rossi, en De Estado de Exilio, 2000.

Resumen

Francisco, “el Cura” reside en Chuy, localidad fronteriza de Uruguay con Brasil, uno de los confines de un país pequeño. Vive y milita en un lugar que aún le cuesta definir como “su lugar”. Llegó ahí por mandato de las fuerzas represivas de una dictadura cívico militar. Fue detenido, torturado y recorrió varias cárceles políticas hasta que le dieron a “elegir” a su salida: irse al exterior o a la frontera.

Es un relato multisituado tanto, desde mi relación vital con el espacio y el tema, como de quien me ha compartido sus recuerdos; cómo se piensa, se representa y se vive el territorio desde una situación de movilidad forzada. Problematizo diferentes dimensiones: conceptual –exilio-, historiográfica –relato histórico- y espacial -la frontera-. Para ello, realicé entrevistas en profundidad y conversaciones informales entre 2020 y 2022.

El análisis se hace desde una lectura crítica del concepto de exilio interior, el concepto de lugar como pertenencia y lo político, como sentido de vida. Este texto nos habla de mecanismos de exclusión, control y de cómo los representantes del aparato represivo de la dictadura cívico militar uruguaya actuaron frente a quienes identificaban como un “peligro”.

Palabras Clave

Exilio interior; Frontera, Lugar; Historia reciente.

Abstract

Francisco, the “priest”, lives in Chuy, a Uruguayan community located at the adjoining Brazilian border. Francisco is a political activist dwelling in a place that he finds difficulty in considering his place. He was sent to this community by orders of a dictatorship, a repressive regime that detained and tortured him; Francisco spent time as a political prisoner in several detention centers until the regime gave him two “choices” to regain his freedom: to be sent abroad or go to a border area.

This is a multi-location account, i.e., one that bears in mind my vital relationship with Chuy and the research subject, a situated account vis-à-vis the person who shares his memories, recollections that relate to the way he thinks about, represents, and inhabits Chuy from the stance of forced mobility. I problematize several categories, namely exile from a conceptual viewpoint, the historical account from a historiographic perspective, and the border from a spatial approach. I investigate these issues through in-depth interviews and informal conversations carried out in the period 2020-2022.

A critical reading around the notions of internal exile, place-as-belonging, and politics as the meaning of person’s life leads analysis of the data. The article deals with mechanisms of exclusion and control, and the way agents of the Uruguayan, repressive, dictatorship of the early 1970s handled those people who were considered a threat to the regime.

Keywords

Internal exile; Border; Place; Recent history.

Introducción

Abordar la temática del exilio interior ha representado todo un reto en términos personales y académicos. La elección del tema no partió solamente de un interés por abordar el concepto, sino del contacto directo con un protagonista de esa realidad. Surgió al haber conocido e interactuado con Francisco en diferentes instancias en la frontera entre Uruguay y Brasil. Más allá de las empatías generadas, este encuentro comenzó a despertar en mí una serie de preguntas y problematizaciones que me involucraron, tanto en términos vitales, como de interés académico. Esta situación, interaccionó con un momento en el que elegía, el espacio de sociabilidad y de pertenencia, asociada a mi niñez y juventud, como objeto de estudio; después de veintisiete años de experiencia migratoria se convertía como en una especie de retorno no previsto. Por tanto, reconozco, en el trasfondo, un cierto contenido autobiográfico en este planteamiento, que es de honestidad intelectual señalarlo, como parte de un relato resultado de un cruce de subjetividades e intersubjetividades atravesadas por ciertas claves analíticas.

Las movilidades forzadas, y los exilios en particular, en términos generales, siguen siendo, para muchas de las realidades latinoamericanas, parte de las no memorias (Coraza, 2001, 2018 y en prensa), de ciertas ausencias sociales, políticas y académicas.[1] El recorte del campo de las historias recientes, sobre todo en el Cono Sur, aún no las integran del todo (con ciertas diferencias nacionales) a la vez que, cuando lo hacen, es de forma parcial, tratando casi exclusivamente los exilios, pues este campo, aparece dominado por el llamado pasado traumático que recorre, desde los años 60 del siglo pasado, hasta la actualidad (extendido a partir de las llamadas luchas por las memorias), con un punto central en las dictaduras militares y cívico militares. Pero, otras formas de movilidades forzadas, como las migraciones forzadas y los desplazamientos forzados internos siguen aún ausentes y, sobre todo, del campo de la Historia, donde se asocian a las migraciones consideradas “históricas”, principalmente europeas de fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX (Olivera y Uriarte, 2021).

Al mismo tiempo, los estudios sobre los exilios, si bien se han ido complejizando en sus enfoques con diferentes claves –nacional, trasnacional, interseccional, distintas dimensiones de lo político, psicológico, emocional y demográfico- aún es posible identificar miradas no abordadas. En todas, es posible reconocer una predominancia de la temporalidad como el eje dinámico, cambiante, en transformación –en todos los niveles: individual, colectivo, nacional, histórico-, mientras tanto, el espacio, permanece en un grado mucho más estático, dado, como contexto, como soporte donde se da el devenir del tiempo.

Por lo anterior, este análisis, que parte del desarrollo conceptual de las movilidades (Creswell, 2006), intenta problematizar el exilio interior desde la interacción de las dimensiones de tiempo y espacio como elementos dinámicos, cambiantes, en transformación permanente donde, el punto central del análisis –las memorias de Francisco Laxalte como un exiliado interno- se construye desde el momento que intersecciona con la dimensión espacial –cuando llega a Chuy-. En definitiva, este texto, problematiza la situación de exilio, desde un estudio micro –en lo personal y en lo espacial-, como una forma de analizar lo que sucede con la idea, y la vivencia del tiempo y del espacio, en una situación de exilio. Con ello, pretendo presentar como propuesta, y aporte, en términos de conocimiento, que la condición exiliar también debe abordarse desde lo multi escalar y que, sus vivencias y experiencias en torno a esa relación multidimensional, no está determinada por el traspaso de una frontera internacional, sino por la condición del ser, al mismo tiempo que la del estar.

El cómo y desde dónde para comprender el qué y el para qué

Este artículo es resultado de un entrecruzamiento de circunstancias personales y académicas que no son inocentes, casuales ni contingentes. La mirada, como todas ellas, es subjetiva y está teñida de experiencias propias y familiares, al mismo tiempo que de intereses profesionales de investigación que es necesario explicitar para comprender, no sólo cuestiones de elección del tema, sino también explican el grado de análisis y de reflexión al que se llega.

Mi postura epistemológica, qué es lo que me une al tema, se constituye a partir de cuatro momentos o circunstancias que hacen inseparable, mi vida como persona, de mi vida como investigador en temas de movilidad y frontera.

Primero, soy uruguayo de nacimiento, habiendo desarrollado toda mi vida de niño y joven en el Departamento de Rocha a donde pertenece la localidad de Chuy-Chui en la frontera con Brasil. La frontera siempre ha estado presente en mi vida, es parte de mis elementos de arraigo y pertenencia que, incluso me han acompañado a lo largo de toda mi vida (emigrado de Uruguay, viví 17 años en la frontera entre España y Portugal, actualmente llevo 10 viviendo en la frontera entre México y Guatemala).

En segundo lugar, mi vida en España estuvo asociada, fundamentalmente, al desarrollo de mi formación de posgrado, y sobre todo doctoral, centrada en el estudio y análisis de los exilios uruguayos en España, así como, relacionalmente, los exilios republicanos españoles en Uruguay. Por tanto, el tema del exilio es una marca importante en la definición de mi línea fuerte de investigación hasta el presente.

En tercer lugar, mi vida en México está unida a mi desarrollo como académico, al estudio de las movilidades forzadas que integran la migración forzada y el desplazamiento forzado interno. Esta experiencia se vive desde un Centro Público de Investigación (CPI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México (CONACYT) en la ciudad de Tapachula, en Chiapas; uno de los corredores de movimientos de población más importantes a nivel global. Al mismo tiempo, me ha permitido estar en contacto con poblaciones muy diversas en cuanto a nacionalidades –centroamericanas, caribeñas, sudamericanas, africanas, asiáticas-, diversidad sexo genérica –mujeres, personas del colectivo LGTBIQ+-, la pertenencia generacional –niños, niñas, jóvenes, adultos y adultos mayores-, la racialidad –población negra, mestiza, de pueblos originarios, blanca, asiática- y la clase social –población con ciertos recursos para sostener un circuito migratorio que tiene como destino, principalmente, Estados Unidos-.

En cuarto lugar, entre septiembre de 2020 y marzo de 2022 estuve de año sabático y estancia de investigación en Uruguay y, dado el contexto de pandemia, y que buena parte de las actividades, incluidas las académicas, no estaban desarrollándose de forma presencial, ese tiempo lo pasé en el Departamento de Rocha. En ese marco desarrollo una serie de actividades, académicas y de vinculación social, como parte de una línea de investigación sobre movilidades y frontera en el límite Uruguay-Brasil. Esto, incluyó: trabajo de campo, investigación participante, talleres con sociedad civil e instituciones de gobierno local y departamental. En este contexto conocí a Francisco Laxalte y la historia de su vida.

Para llegar a los resultados que aquí se presentan, trabajé a partir de cuatro entrevistas de semi estructuradas que tuvieron una duración de unas dos horas cada una realizadas en su casa de Chuy, y fueron precedidas de encuentros y conversaciones informales en el marco de talleres sobre movilidad y frontera desarrollados en la localidad de Chuy entre noviembre de 2020 y marzo de 2022. Realicé una entrevista en profundidad inicial, de máxima apertura bajo la consigna de que contara su vida, sus experiencias como actor social y político hasta el presente. Posteriormente, definí las futuras consignas repartidas en tres aproximaciones centradas en momentos de su vida, identificados como hitos. La primera, su vida personal y su labor como militante político en su lugar de origen; la segunda, la represión, la cárcel hasta su “liberación” con el mandato de tener que ir a vivir a Chuy durante la dictadura y la tercera, su vida en Chuy, su período de exilio interno.

Para el procesamiento de la información seguí su trayectoria de vida desde el presente, desde el espacio donde se evocaron sus recuerdos (su hogar) que lo coloca en la intersección de lo habitado con su historia pasada en otros lugares. Por ello, soy consciente que Francisco se ubica como un líder y referente social y político en Chuy, con experiencias de militancia, persecución, represión y reconstitución de su papel de actor político en otro lugar y donde le cuesta definir cuál es “su lugar” (porque su lugar son todos los lugares habitados, no exentos de tensión y conflicto sobre su pertenencia). También, la carga política de su relato, cómo concibe el sentido de su vida: “…lo que fue la cuna para uno, la cuna no fue la de la crianza, sino que fue la de la política…” (F/8-3-2022).

El principal interés aquí son las memorias y las experiencias de las personas dentro de la categoría que adjudicamos como exilio interno y no establecer una generalización, sino que los elementos de análisis sirvan de posibles referentes para mirar otras experiencias que permitan reforzar y dotar de contenido y sentido a este concepto, aún en debate social y político y escaso abordaje académico.

Problematizando el concepto de exilio interior

Entiendo como problematización, reparar en cuáles son los elementos con los que se asocia el concepto de exilio y el papel que juega el espacio en su consideración. Para mí, el exilio,[2] es una forma de migración forzada inscripta dentro de las movilidades forzadas. Si bien es una realidad histórica, social y política que atraviesa a toda América Latina (tanto en su papel de receptor como de productor del mismo) aún sigue siendo, en algunos países, parte de las no memorias, de las memorias ausentes, sobre todo, si nos referimos a las colectivas o históricas. Al mismo tiempo, observo una falta de precisión conceptual o una confusión entre el uso de las diversas categorías que definen las modalidades de la movilidad forzada (Coraza, 2020; Coraza y Gatica, 2019 y, en prensa). En definitiva, el exilio como realidad y como categoría, no sólo sigue siendo parte de las memorias silenciadas, o no visibilizadas de la historia reciente, sino que, también es materia de debate académico.

Para mí, lo que define a una persona exiliada tiene que ver con su condición de quien está en una situación de peligro, de riesgo, de amenaza debido a fenómenos humanos –violencia-, como no humanos –medioambientales o de desastres naturales- y que, frente a esto, adopta la movilidad como una estrategia para resguardar su integridad física y debe salir de forma inmediata, enfrentándose a la “imposibilidad” del retorno, al menos mientras las circunstancias que definieron la salida no desaparezcan. Es decir, la condición exiliar está asociada a las circunstancias de la salida (Coraza 2020)[3].

Si reparamos en aquello que se considera como exilio interior, interno o “insilio”, su abordaje conceptual es escaso, al igual que su tratamiento como realidad o como reclamo político, el que se ha comenzado a manifestar, aun tibiamente, al interior de los países del Cono Sur. Incluso, reconociéndolo como categoría analítica, hoy en día, muchos y muchas de sus protagonistas, no se sienten identificados o reconocida en ella. El propio Francisco, al final de la última entrevista que le realicé, frente a la pregunta:

E: “cuando yo hablo de exilio interior ¿usted qué piensa sobre eso, o se considera como exiliado interior o que piensa sobre el exilio interior, sobre la categoría o sobre la palabra exilio interior?, responde:

F: Yo te digo la verdad, me di cuenta cuando me dijiste nunca lo había pensado” Yo no había tenido en cuenta dijiste, exilio, yo no me sentí exiliado, no sé si te doy una contestación con eso.

E.: Si ¿Por qué no se sintió exiliado?

F.: Y porque yo me sentía que, por encima de cualquier lugar, estaba la lucha.

E.:  Aunque no estuviera en su lugar.

E.- Aunque no estuviera en mi lugar, estoy en mi país.

(F/3-3-2022).

Acercarnos a sus múltiples acepciones también es parte del debate sobre la propia categoría de exilio asociada solamente al traspaso de una frontera y, por tanto, no aplicable para los casos internos. Esto es lo que afirma Aznar Soler (2018) y, por tanto, propone para estas situaciones el concepto de insilio. Sin embargo, en este texto justamente discutimos este tipo de visiones a partir de la propuesta de analizarlo desde la concepción del lugar.

Las pocas definiciones sobre exilio interior son más frecuentes en los análisis literarios, referido, sobre todo, a la posibilidad y características de producir desde un contexto de violencia, represión, vigilancia.

Tudela Fournet (2020), al contraponer exilio e insilio nos dice:

“La única diferencia, pues, del exilio y del insilio sería su desplazamiento físico, quedando sustantivamente definido por las mismas sensaciones y los mismos sentimientos” (p. 84) “Un exilio que nos aísla de nuestros semejantes, rompiendo los lazos sociales que hacen la multitud, una multitud informada y con sentido” (p. 86)

Puerto (2020), señala: “El Insilio es el estar dentro del país de origen, pero forzado al silencio. La persona insiliada, lo está en su propio país, donde eso propio le es ajeno, donde eso propio es territorio peligroso

En estas definiciones, o aproximaciones al concepto, se alude directamente a esta escala local, próxima, incluso íntima, afectiva, relacional, de socialización y pertenencia. Aquí, es donde nos acercamos más a la mirada que se pretende desarrollar, que es crítica frente a esta materialidad del espacio y, por el contrario, busca pensarlo a partir de los procesos que marcan relaciones, identificaciones, pertenencias, sentimientos, emociones y conocimiento que se desarrollan en, con y frente a él.

Todo exilio es político, y no necesariamente político partidario, partiendo de la materialización de un mecanismo de expulsión, que no necesariamente se reduce al acto físico de desplazarse, sino de una forma de extrañamiento, de exclusión, rechazo, incluso desaparición, como acto premeditado asociado a la violencia institucional e institucionalizada. En este sentido, no sólo es la eliminación del ámbito político partidario o de militancia social, religiosa, por derechos, medioambiental o periodístico, asociado indefectiblemente al concepto y práctica del ejercicio ciudadano, sino de una concepción amplia de la política como toda acción en el espacio público. Y es aquí donde, hasta el no moverse, el quedar “atrapado” en el propio hogar, puede ser un espacio de exilio, pero todo aquello a lo que se encontraba asociado, identificado, pertenecido, no existe, o ha sido anulado, o se le ha impedido la posibilidad de mantenerlo. En definitiva, asociamos exilio a lugar, y éste no solamente como algo físico o material, sino también simbólico, afectivo, relacional, en definitiva, un espacio en el que el sujeto ha sido actor político y ha ejercido su capacidad de agencia.

Las geografías de la historia nacional

Otro de los puntos de problematización es el de pensar y reflexionar desde la disciplina que se analiza, desde la Historia y, cómo se inserta en los relatos que se han desarrollado respecto al tiempo –la Historia Reciente- y el espacio –la Historia Nacional-. La pertinencia de este abordaje se sustenta en observar cómo las movilidades forzadas están, o no, consideradas desde el campo historiográfico y, por tanto, un estudio desde el exilio interior, también aporta a una visión crítica de cómo se piensan, construyen y trasmiten las realidades y los relatos históricos en su relación con el espacio.

El historiador Javier Correa (2008, 2016, 2017) en algunos de sus análisis sobre diferentes aspectos de cómo se vivió la dictadura cívico militar uruguaya en la localidad de Durazno en Uruguay, realiza un diagnóstico coincidente en el sentido de, cómo la historiografía uruguaya (extensivo a una forma cultural de entender el país), en primer lugar, concibe la “Historia Nacional” elaborada y pensada desde la capital, Montevideo y, en segundo, polariza entre Montevideo y “el interior” (refiriéndose al resto del país que no es la capital). En un pormenorizado recorrido de los escasos ejemplos de investigadores e investigadoras con abordajes que se centran en ciertas localidades, sobre todo referidas al período de la dictadura cívico militar –con algunas extensiones a los años anteriores y posteriores-, pone en evidencia otro de los recortes sobre los que se ha estructurado en Uruguay la Historia Reciente. Señala como algunos elementos explicativos la centralidad de los espacios de producción de conocimiento en Montevideo, a la vez que la escasez de recursos y tiempos para un trabajo que requiere de mayores recursos. Sin embargo, esto que es una posible razón, considero que también se corresponde con estructuras de poder –no sólo político, sino también académico- y de concebir el espacio de “lo nacional” desde estos espacios hegemónicos, en términos de pretensión de espacio macro. Cómo, en ellos, se considera que es donde se produjeron fenómenos de real trascendencia política y social y, por tanto, condenan a la invisibilidad y el desconocimiento, los reflejos de éstos en los distintos espacios micros fuera de la capital o aún peor, procesos que surgieron desde estas consideradas periferias.

En un sentido similar, sucede con el campo de las movilidades forzadas, entendiendo que éstas, para el caso uruguayo, sólo han sido trabajadas en clave de exilio, y éste entendido como el exilio fuera de fronteras. Si bien los primeros exilios, en algunos casos resultado de la emergencia de la salida, en otros de las posibilidades de “seguridad” que representaba el país fronterizo (Argentina durante el gobierno del segundo peronismo 1973-1976) o la mera proximidad, para el caso de Brasil, representaron la primera huida, los estudios sobre los mismos se centran en los análisis en los lugares de llegada –independiente de la temporalidad del exilio en los mismos-, pero no abordan los tránsitos, las experiencias de la itinerancia, de la salida del país centrados en las fronteras.

Estas visiones, están ancladas en lo que Doreen Massey (2011) identifica como construcciones iniciadas con el proceso de modernidad, como posiciones enunciativas particulares que reclaman universalidad, y que dan cuenta de relaciones de poder que incluyen, también, el campo del conocimiento y, hasta determina, lo que denomina como “geografías del poder” que evidencian una forma de concebir el espacio. En su alegato, reclama mirar desde otras geografías, alternativas, disonantes, incluso con temporalidades diferentes o estableciendo conexiones donde no las había, permitiendo la existencia de focos de encuentro de lo no relacionado y, de esta forma, estas otras espacialidades se convierten en generadoras de narrativas (pp. 137-139). En el mismo sentido, Blair (2011) también señala estos relatos como parte de una visión estadocéntrica que no toma en cuenta la potencialidad del lugar, lo micro como productor de relaciones políticas también importantes. En su visión, no descarta lo nacional, sino que advierte sobre la necesidad de transitar entre las diferentes escalas para acercarse a la visión del Estado como una entidad heterogénea y, lo local, como uno de los espacios donde se manifiesta, de ahí, el llamado a recuperar la cotidianeidad y la subjetividad (pp. 68-70). Como bien señala Massey (2011), “el espacio ya no es aquel contenedor que alberga o en el que suceden cosas, sino que es el resultado de procesos que se extienden desde la intimidad del propio cuerpo a todo el globo” (p. 281). A su vez, las escalas, no son solamente el producto de una mirada de quien observa y analiza, sino también de quien las vive las ordena y se apropia de una forma jerárquica y articulada, generando diversas lealtades y permitiendo abordajes y vivencias diferenciadas dependiendo desde dónde se aborde –lo personal, familiar, local, nacional, regional o mundial- o de qué combinación –no necesariamente armoniosa, sino a veces conflictiva- se haga de ellas (Garay 2013 pp. 7-8)

La frontera como lugar

El tercer elemento, es la mirada sobre la frontera, que es la referencia espacial y temporal donde se desarrolla la vida y las experiencias de Francisco, en este abordaje sobre su exilio interior. La frontera se asocia a lo recóndito, como el margen, el borde, el confín, alejado del “centro”, del progreso, en definitiva, del poder. En este caso, esta representación corresponde a la localidad de Chuy-Chui como ciudad internacional donde, el límite entre Uruguay y Brasil, se materializa en una avenida y coincide con el cantero central de la misma. Por ello, el lugar de estudio comparte las generalidades de toda frontera –en sus diferentes dimensiones- con esta particularidad de ser, dos localidades, pero visualizadas como una. Esto, dota a la misma, de una serie de dinámicas, sobre todo de movilidad e interrelación, particulares.

Hoy en día, Chuy cuenta con una población superior a los 9000 habitantes del lado uruguayo,[4] mientras, Chui, del lado brasileños poco más de 6000.[5] Sigue siendo ese lugar de frontera, donde se va solamente de compras por una ventaja comparativa de precios más baratos de la mercancía y asociado, sobre todo en verano, a los lugares de vacaciones de la costa atlántica en ambos países. Esta atracción comercial obra en doble sentido, no sólo desde Uruguay, sino también desde Brasil hacia Chuy, especialmente desde 1986, con la instalación, del lado uruguayo, de tiendas free shop que ofrecen mercancías importadas y uruguayas a precios atractivos para la población brasileña. Desde Uruguay, se va a comprar, sobre todo, ropa y productos comestibles, y desde Brasil, bebidas, perfumes y electrodomésticos. Esta dinámica se establece, fundamentalmente, desde la instalación de una colonia palestina (que en realidad es una mezcla de sirios, libaneses y palestinos, e incluso algunas familias judías) desde la década de los años 60 del siglo XX (Jardim, 2000). Anteriormente, este territorio tuvo otra connotación diferente, pero que sigue estando en la memoria histórica, en la medida que aún quedan vestigios de ese pasado. Fue un punto importante en el período de la lucha de los imperios entre españoles y portugueses quedando construcciones militares como evidencias de ese conflicto (la fortaleza de Santa Teresa y el fuerte de San Miguel) que marcan un período que va, desde 1680 con la construcción, por parte de Portugal, en el entonces territorio de la Banda Oriental, de la Colonia del Sacramento, frente a Buenos Aires, hasta 1825-28 con la Declaratoria de la Independencia de la Banda Oriental, y la Convención Preliminar de Paz -que otorga esa independencia de manera formal- terminando con el dominio portugués primero, y brasileño después –con la independencia de Brasil en 1822- de lo que se llamó, la República Cisplatina (1817-1828) (Frega, 2009).

Este espacio está atravesado por múltiples sentidos en el presente que retrotraen a momentos históricos, fundacionales del lugar, diferentes, pero que se funden, con distinto grado de conocimiento y conciencia, tanto en el visitante, como en quien lo habita. Así, permanece un sentido de territorio de disputa colonial, como reminiscencia del pasado histórico y asociado al carácter de frontera límite, con el de lugar de compras donde la sociedad local, la urbanidad, las dinámicas de lo local –sociales, culturales, políticas e incluso ciertos aspectos de la economía local- no revisten interés para el visitante y son meramente un espacio receptáculo de humanidad asociado a la oferta comercial ventajosa.

Justamente, un hecho reciente, de corta duración, en términos braudelianos, es el que ha colocado este sitio nuevamente en la mirada social y política de las y los uruguayos, y es la migración internacional de personas provenientes, sobre todo, de República Dominicana, Haití, Cuba y Venezuela. Al convertirse en un lugar de ingreso de esta población, que ha tenido a Brasil como lugar de tránsito o de asentamientos temporales, llega a Uruguay, en algunos casos para continuar con el tránsito o, también experimentar diferentes tiempos de estancia (asociándose la población cubana como en tránsito, mientras a la venezolana procurando un destino). Esto, que impactó en un país y una sociedad más acostumbrada a la expulsión de su población que a recibir flujos significativos de población extranjera, se intensificó durante la pandemia donde, se combinaron las directivas gubernamentales de emergencia sanitaria y cierre de fronteras, con la “amenaza” de contagios que podían provenir del exterior. En la realidad, lo que sucedió es que una buena parte de esta población migrante quedó varada en la frontera sin poder ingresar a Uruguay, pero tampoco sin posibilidades de regresar a Brasil, transformando, Chuy-Chui, en un lugar liminar donde se vieron obligados a permanecer en situación de espera, muchas veces en condiciones muy precarias.[6] 

De esta forma, el espacio donde se ubica nuestro sujeto/objeto de estudio es portador, como todo espacio, de su propio devenir histórico marcado por diferentes temporalidades, desde las de mayor larga duración, como las que lo anclan en la colonia, a los de media, que lo asocia a lugar de frontera comercial y de compras hasta el más reciente de punto de ingreso de migrantes. Es por ello, que Francisco aterriza en un lugar construido a partir de múltiples interrelaciones espacio temporales que, además, al ser fronterizo/transfronterizo y trasnacional, integra dinámicas de ambos países que han tenido una resolución propia, local particular, vivida por la población local y poco percibida por la población visitante o en tránsito.

Espacio, lugar, tiempo y subjetividad

Un último acercamiento desde las categorías y las dimensiones, nos lleva al abordaje de cómo concebir, desde la experiencia de movilidad, en este caso forzada, la relación espacio tiempo, unida a las formas subjetivas de percibirlo y vivirlo, transitarlo y apropiarse para convertirlo en parte de una trayectoria vital. Acercarnos desde esta mirada permite ordenar el tiempo desde la memoria donde, los pasados, presentes y futuros de la persona, y el lugar, se encuentran y se funden para desarrollar un proyecto que no olvida el pasado, pero que lo resignifica y habilita evocarlo desde una pertenencia multisituada (Herrera y Piazzini, 2006). De esta forma, el lugar al que Francisco va a llegar puede ser apropiado desde su capacidad de agencia social y política como resultado de un conflicto entre, el lugar dejado, resultado de la represión y de la prohibición de regresar, y el lugar obligado a habitar, que pasa a transformarlo en una “espacialidad de resistencia” (Oslender, 2006).

Acercarme al exilio interior desde esta consideración del espacio/lugar es trabajar desde el testimonio, desde el relato, por tanto, apelar a la memoria, sobre todo a la dimensión emocional, afectiva, por tanto, desde las experiencias vitales consideradas como parte de hechos sociales y políticos al mismo tiempo. Esto, también brinda la posibilidad de percibir la capacidad de agencia del individuo como resultado de un proceso donde se piensa, se analiza el contexto en el que se desenvuelve y actúa para desarrollar acciones que le afectan a él y a su entorno convirtiéndose en un agente en y de trasformación en el lugar (Blair, 2011 p. 22-25).

De esta forma, se aborda el lugar como un producto social e históricamente construido, pero a partir de un proceso dinámico que va resignificando el espacio y transformando o sustituyendo los lugares a los que se considera pertenecer. El resultado, es pensar en un sentimiento de arraigo que no es estático ni permanente, es dinámico y está asociado a las experiencias y relaciones sociales y afectivas que desarrollan en un determinado espacio. Cada lugar puede ser sustituido a lo largo de la vida, puede ser cambiado, recuperado y repensado a partir de los procesos de movilidad y el conjunto de experiencias y relaciones sociales que se tejen en el mismo. No hablamos solamente de “UN” lugar, sino de la trayectoria vital habitada en distintos lugares con mayor o menor distancia –no sólo en términos materiales sino de percepción y sentido de la misma- y posibilidades o limitaciones en el movimiento como espacio controlado o vigilado. (Massey, 2011 pp. 103-104). El lugar habitado también genera diferentes narrativas sociales de cómo se piensa, se percibe pero que son, a su vez, dinámicas, cambiantes, producto de las diferentes interacciones que en él se producen. De esta manera, la percepción que recojamos del mismo, dependerá del momento –en términos de espacio y tiempo- en el que la persona se encuentre y en el que se produce el acto de evocación, de recuerdo. Al mismo tiempo, esas narrativas, resultado de las diversas experiencias por las que la persona atraviesa en su trayectoria vital, mediadas por relaciones interseccionales que se van yuxtaponiendo y generando resignificaciones de los lugares pasados, del habitado en el presente, y del que se proyecta como visión de futuro (Massey, 2011 p. 152). Estas experiencias, representadas en la propia historicidad del individuo –en interacción social- van generando y estableciendo diferentes acontecimientos fundantes, hitos que la persona organiza como parte del relato vital.

Francisco Laxalte, recomponiendo retazos desde un lugar

Francisco tiene 85 años (marzo 2022), nació el 18 de mayo de 1937 en el seno de una familia muy humilde en el Departamento de Treinta y Tres. Desarrolla su niñez en una zona rural de pequeña propiedad (chacras) a pocos quilómetros de la capital (a 139 kms. del paso de frontera de Yaguarón –Departamento de Cerro Largo, al noreste- y a 156 kms. de Chuy –Departamento de Rocha al sureste-) concurriendo, primero a una escuela rural y, posteriormente, con el estímulo de su maestro y la anuencia de sus padres, a una escuela de varones en la capital departamental. Desde muy temprana edad manifiesta interés por la ayuda a los demás y se inclina por los estudios religiosos en un Seminario católico “… comienza a entrar la idea de que quería tener una forma de vida que fuera predicar el bien” (F/13-12-2021). Durante su formación como seminarista en el centro de la Diócesis comienza a desarrollar ciertas dudas y cuestionamientos que terminan por alejarlo de esa ruta.

Ahí, regresa a lo que llama “su barrio” –Barrio María Isabel- que era donde su familia se había mudado de las chacras a la capital departamental de Treinta y Tres en torno al año 1955. Desarrolla varias actividades, desde ayudante de panadería, pasa por instrucción militar para integrar la banda del Batallón de Infantería n° 10, gana un concurso para la Banca, a la que no pudo acceder por la corrupción para el sistema de entrada, y compagina su trabajo de músico en diversas orquestas, con su integración en el movimiento Boy Scout católico que desarrollaba una importante labor social en el barrio. En este punto, como un nuevo hito, resalta todo este pasaje de su vida asociado al barrio y lo que marca, para él, su inicio en la labor social cristiana que es el paso a la acción política, pero desde lo barrial 

Esta confluencia de cuestiones sociales y deportivas se va complementando con la incorporación de espacios artísticos como la creación de murgas y en su relato comienza a interrelacionar la vida social, deportiva, artística como elemento fundacional de lo político, como su sentido de vida, pero también de comunidad, a tal punto que llega a alcanzar una definición de lo que, para él, representa un lugar, ese lugar asociado a su identidad primaria:

“…había un club de fútbol Club Unión Barrio Artigas, con una murga, Andá a cantarle a Gardel, la expresión del barrio, la murga, la cuestión de la olla, el problema del vecino, y entonces qué pasa, un escenario con una cultura donde estaba la escuela número 31, pero dónde estaba el Batallón de Infantería número 10, el cuadro de fútbol CUBA, Club Unión Barrio Artigas, entonces en general, la tropa, el soldado, la familia, el Soldado, hincha de su barrio, y el soldado jugaba el cuadro Lavalleja que era del cuartel, había entonces todo un relacionamiento” (F/12-10-2021)

En esa confluencia ubica la llegada de dirigentes nacionales a su barrio provenientes del movimiento social cristiano de base, pero que, a la vez, están integrados en el recién creado Partido Demócrata Cristiano (PDC-1962) escindido de la Unión Cívica (UC-1912) y parte de la Organización Demócrata Cristiana de América (1947). En ese momento señala su ingreso a la política partidaria ligándola de inmediato con la creación del Frente Amplio (FA-1971) como coalición de partidos de izquierda. A partir de ese momento, Francisco es parte de los candidatos a las elecciones como edil departamental, resultando electo.

Esta selección de los elementos constitutivos de su construcción de memoria son los que no abandonará como elemento central de su historia vital hasta el presente, evidenciando la centralidad de lo político. Al mismo tiempo, comienza a perfilar cómo es la percepción de su entorno, donde lo político es, sobre todo, vivido en clave local, incluso, cuando refiere a líderes nacionales, lo hace a partir de su presencia en lo local, ya sea por una visita política o como parte de reuniones donde se debe dirimir algún asunto local.

El siguiente hito importante en su vida, es el Golpe de Estado del 27 de junio de 1973. Pero, una vez más, si bien es una referencia nacional, su relato se centra en los acontecimientos locales, sobre todo, en su calidad de líder y referente de la vida política del Departamento. Aquí comienzan a percibirse varios elementos trascendentales, por un lado, las manifestaciones locales de la represión, por otro el clima social y político que se vivía y sus acciones de oposición y resistencia al régimen que se estaba imponiendo. Sus relatos sobre los hechos de violencia comienzan incluso antes, con un episodio sucedido en 1972 que es la detención en un cuartel militar, tortura y muerte de un amigo y compañero de militancia en el marco de las Medidas Prontas de Seguridad.[7] También aquí es posible advertir cómo estaban constituidas y construidas las relaciones sociales locales. Ante el reclamo a la familia para exhumar el cuerpo y hacerle una autopsia tiene que gestionarlo con diferentes actores locales

“…[vengo] Don Tiburcio [padre del asesinado], para qué la familia, usted, autorice abrir el cajón, volvemos a quedar ahí, y él me diceyo estoy de acuerdo, pero usted hable con Perico y la señora [esposa del asesinado]. Y Perico era el Sub jefe de policía, pero en los pueblos, todos se conocen, él jugaba en el Valdense, yo en el Barrio Artigas, el patrón donde trabajaba él era patrón de la Crush, donde yo vendía antes…” (F/12-10-2021)

Llegados a este punto, se hace presente un nuevo hito, y tiene que ver son su detención. Este evento, inaugura un momento traumático que le tocó vivir y se presenta como un hilo de acontecimientos desencadenantes:

“…a ver si le puedo transmitir de la mejor manera, es la siguiente: el Club Unión Barrio Artigas nace en el 56, con los colores y la sigla, Fidel triunfa en el 59, 60, cuando me llevan, que sí me llevan al cuartel, porque yo me reunía con compañeros del Partido Comunista, un Socialista. Ahí, dicen, bueno, es clarito que no es venganza por lo que nos hiciste con Batalla [se refiere a las acciones de denuncia por el asesinato de su amigo], ahora te pescamos [21 de abril de 1975], [me vienen a buscar] a casa con fusiles con esto, con todo, tiraron lo que fueron cosas mías, los libros, matera, todo ¡al mango! ahí tocaron conmigo para el cuartel y antes de entrar me encapuchan y bueno, empiezan las torturas…” (F/13-12-2021).

La cárcel aparece como un momento traumático, no sólo por las condiciones de la estancia como preso político, sino por lo que representa “…cuando uno es procesado, pierde el ser, pasa a ser el numero yo era el preso 1836, mil ochocientos trecientos treinta y seis” (F/12-10-2021).

Aquí, el hito que le continúa es el más interesante para nuestro análisis, y también en su vida, puesto que marca el momento de interacción de tiempo y espacio, del momento dentro del devenir de su vida, la “liberación” (después de tres años), y la imposición autoritaria de no poder regresar a su lugar, de aceptar que, para quedarse en el país, tenía que permitir que le ordenaran dónde vivir y cómo vivir. Y tal vez el punto nodal, es el final, cómo lo relata, porque justamente pone sobre la mesa su dilema respecto al lugar.

“…me llamaron día y me dicen, prepare sus cosas que se va … cuando me pasan la requisa, me llevan a la isla … y aparecen dos vestidos de blanco, y uno era militar, los de blanco me hacen una serie de preguntas, cuándo paran, el militar me dice, bueno me dice, nosotros cometimos un error muy grave, los teníamos que haber limpiado a todos ustedes, como cometimos ese error tuvimos que hacer esto, porque el derechos humanos que vinieron a joder, al final tuvimos obligándonos a hacer esto y esto está hecho para destruirlos, de lo que acabo de ver usted no está destruido. Dice, pero lo vamos a soltar, yo sigo en silencio. Y dice, ¿para dónde va ahora? Bueno salí en libertad voy para mi pago, a Treinta y Tres. Noooo, ya está todo estipulado, el camino es el exterior, afuera no va a tener ningún problema, hay países que lo van a recibir, no va a tener problema económico, ni nada, todo va a estar bien, tiene que optar el exterior. Ahora, si usted quiere quedarse, y en Uruguay, ese lugar lo marcamos nosotros, y donde le marquemos no puede salir salvo que, lo autoricemos. El lugar para usted es Chuy” (F/12-10-2021)

Incluso, hoy en día reflexiona y le encuentra un sentido a lo que le sucedió dentro de la lógica represiva de la dictadura:

“Una forma de aislar, y el otro edil [por Treinta y Tres], que era Gadea, que falleció ya, cuando lo sueltan, lo mandaron a un pueblito, le dieron la opción en Lavalleja y allá lo dejan, y allá murió, lejos de Treinta y Tres, pero a Treinta y Tres no pudimos volver, ninguno de los dos, que fuimos los que, salimos, electos, es decir, hay cosas que nosotros no la teníamos en cuenta, y entonces, qué fue lo que cayó en cana, los Tupas [integrantes del MLN-Tupamaros], no era de masa, era fierro, el Partido Comunista de lo que cayó, el que se quería ir, se quería ir, pero depende de lo que fuera, es decir, analizaron para mí quienes tenían determinada, digamos, ascendencia en la zona, y esos les costaba, no se quería ir, no pues, va pa tal lado” (F/8-3-2022).

Este punto reviste interés porque es parte de su trayectoria vital pensada, no solamente en términos individuales, sino colectivos, ser parte de un grupo determinado, que es una forma de pertenencia a una comunidad con la que compartía elementos en común. Este relato trasciende su propia experiencia personal y nos permite observar y comprender cómo era visto, percibido y valorado el exilio fuera del país desde el liderazgo político de la izquierda.

Algunos de los episodios narrados visualizan en qué consistía esa “libertad vigilada” de la que goza en su destino impuesto de Chuy, sobre todo, en términos de posibilidades de movimiento fuera de la localidad.

“… [para salir] tenía que pedir [autorización] en la comisaría [de Chuy], ellos al 12 [Batallón de Infantería en la ciudad de Rocha], que planteaba a la región 4 [en la localidad de Minas del Departamento de Lavalleja], sí me dejaba ir…” (F/8-3-2022).

El momento nudo, de encuentro de historicidades, entre la del espacio encontrado y la del espacio impuesto se produce cuando Francisco es “liberado” con el condicionamiento de irse a vivir a la frontera, a Chuy, que en la primera mención que hace de ese momento, sin una pregunta previa dice “…hay una parte que este, que yo no puedo dejarla, cuando llego acá en Chuy. Lo primero, es observar el lugar donde vivo, donde me había tenido que quedar (F/8-3-2022). En ese punto enfatiza esta situación de “…donde me había tenido que quedar”, reafirmando esta condición de forzado, de obligado, de impuesto. Lo que me permite repreguntar sobre cuál es la imagen que tiene previamente sobre ese lugar a donde se le enviaba. A lo que responde “Y, pensé que estaba en la región” (F/8-3-2022).

En un primer acercamiento esto le permite minimizar el efecto de lo forzado al traspasar de la escala local (Chuy) a la escala regional (el este del país) donde se comparten algunas características comunes –fronterizos con Brasil y con una predominancia de la producción arrocera, que había sido su actividad al momento de su detención en Treinta y Tres- yo cuando caigo en cana soy productor arrocero, y esto, es cuenca arrocera” (F/8-3-2022). Es decir, apela a elementos de similitud, de cierta proximidad para rebajar el posible sentimiento de extrañamiento, algo que en los exilios internacionales se señala muchas veces como desencadenante de las primeras crisis, sobre todo en países con culturas muy diferentes a la uruguaya –Suecia, Unión Soviética, Alemania, Holanda, por ejemplo-.

En esta tercera etapa de su vida, un nuevo hito, es este encuentro con ese nuevo lugar, esa geografía de la frontera a la que llega, se enfrenta y tiene que vivir. Aquí lo interesante es cómo refiere al lugar, y cómo se coloca frente a él, cuál es su actitud, su comportamiento, pero también su estrategia, no sólo como habitante, sino también como actor con una trayectoria y experiencia política

“Cuando vengo a Chuy, lo primero es estudiar, me sentaba en la plaza, me sentaba en un bar, iba a otro, recorría, escuchaba, iba al Banco República y veía, por ejemplo, lo que venían con las bolsas de dinero, volcaban encima del mostrador y los funcionarios contando el dinero. Es decir, era todo atípico que, por eso, cuando voy analizando es la cultura fronteriza también entiendo, ¿no? por más que no comparta, lo que piensan desde la capital, tanto desde Montevideo, como en Rocha, lo que es Chuy. Porque acá, en vez de trabajar, se hablaba de revolverse, ¿no? No, se hablaba de voy a trabajar, no, voy a pasar bolso en la aduana y, me voy a escuchar música. Era una sociedad que vivía en función de lo que habilitaba, en definitiva, las autoridades, porque acá no hay que engañarse, porque eso quiere decir que lo sabía la policía, ni que hablar la aduana ¿no? Yo no tengo fotos, pero las colas de ómnibus de la aduana hasta donde está ahora el estadio, era común, era el bagayo [mercancía de contrabando] permanente, no había, por ejemplo, Escuela Industrial [Formación profesional], porque quien iba ir aprender a trabajar, si culturalmente lo que había era otro planteo. Lo que no quiere decir que no hubiera gente produciendo, que no hubiera gente del tema campo, del tema turismo, es decir, otra temática, pero al no a haber Escuela Industrial, era una señal muy clave” (F/8-3-2022).

El punto interesante, además de lo ya señalado, es que no es cualquier lugar, una otra localidad diferente a la de su lugar de residencia anterior, sino que era una localidad de frontera, de una ciudad internacional, con un fuerte carácter y sentido de intercambio comercial (sobre todo de pequeño contrabando individual/familiar)

Si bien su lugar impuesto está condicionado por la vigilancia, por el control, sobre todo de la movilidad y la posibilidad de tener relaciones sociales y políticas (totalmente prohibidas, al menos visiblemente, si se hacían, debían ser clandestinas), eso no fue obstáculo para que éstas se desarrollaran, y no solamente como parte de iniciativa propia, sino también, como mandato partidario.

“…a mí me toca un rol que no debo dejar de escapar, que es lo siguiente, hay un acuerdo [1978], que si yo digo quienes lo hicieron, no lo sé, sé que estuvo alguien del MLN, alguien del Partido Comunista, y alguien de Cáritas, de la iglesia católica. Cáritas actuaba en Porto Alegre, y bueno entonces, el tema era cómo pasar a los que se querían ir … se me plantea asumir la responsabilidad de que los que vinieran, con determinadas señas, contraseñas, habilitar buscar forma de pasar, y de llegar a Porto Alegre que ahí lo recibían … el tema era cuanto más pudiéramos ocultar mejor, pero el mecanismo se logró [1979], era como pasar la aduana brasilera con algo que pudiera llevar documentado legal a Porto Alegre eso lo, logramos … tuvimos situaciones que cuando vuelven a votar [con el retorno del exilio], preguntaban [quienes se habían exiliado y los habían pasado], pero no, no habían conocimiento, el desconocimiento era un elemento mejor, mejor no saber quién es [el que pasa y a quién pasas]” (F/8-3-2022).

El valor de este testimonio estriba en cómo sus acciones combinan su propia capacidad de agencia como actor político, con asumir las tareas que se le encomiendan como parte de la resistencia a la dictadura. Al mismo tiempo, es una evidencia de cómo, si bien su relato es, fundamentalmente en clave personal y local, no deja de señalar la forma y el tipo de relaciones que teje, y el tránsito entre escalas que permite comprender su papel y el del lugar en un contexto más amplio al tiempo de verlo como los elementos que marcan su propia historicidad en relación con el lugar, algo de lo que es consciente “Entonces voy juntando anécdotas de vida, que van marcando como, en realidad se fueron dando los procesos” (F/8-3-2022).

Pero también termina, en esa comprensión y apropiación del nuevo lugar, haciendo un diagnóstico de, no sólo lo que era la frontera, sino lo que representó en su experiencia política, pero también lo que representaba vista desde fuera.

“…porque acá qué pasa, nos reunimos en casa de uruguayos que vivían del otro lado, y con la gente de la OLP [Organización para la Liberación de Palestina], que estábamos en acuerdo, en ese momento, con el Partido Comunista … y ahí viene todo lo que viene ahí y a mí me toca darme cuenta, de a poco, los que venían con interés económico, y los que venían políticamente [a la frontera], y bueno hay todas unas historias de vida de relaciones de las distintas culturas, de relacionamiento de distintos intereses políticos y económicos, que hacen de este fenómeno [el de la frontera], que yo sigo sosteniendo, que ni en Montevideo, ni los nacionales, ni lo departamental central la capital, no entienden la frontera, la expresión cultural de la frontera es una diversidad tan grande, que prefieren tomarla como lugar de bagayo [contrabando] … la historia de Chuy, y ninguno va a la raíz, porque la raíz es todo joda, todo contrabando, y todo bagayo, los comisarios vendidos…” (F/12-10-2021).

También da cuenta de cómo, la resistencia, la oposición, el trabajo de acción política, en su relato, entreteje elementos que obedecen al sentido de libertad vigilada, el del papel que desempeñó, incluso para sus represores, y lo que habilitó en términos de redes sociales en el lugar:

“Yo quedé convencido de que inteligencia actuaba mucho más allá de lo que nosotros creíamos, porque estando en una de las sesiones de tortura, en Treinta y Tres, me preguntan, si yo lo conocía y lo visitaba a Seregni, dije que sí, y ahí me pregunta cuantas veces voy, que digo, iba, algunas veces fui, ¿cuál era el tema que hablabas con ese traidor? Aquello era espantoso, bueno, hablábamos distintos temas, bueno diceaceptaste que lo ibas a visitar, ahora te vamos a mostrar, a demostrary ahí me mostraron, todas las veces que he ido y el tiempo que había estado en cada una de las idas, de las visitas. Es decir, el control era mucho más allá de lo que, por lo menos, algunos creíamos, lo cual una operativa, donde coincide, entre los que se quieren ir por su motivo, con el mismo motivo que ellos quieren, que no quedemos en Uruguay, por lo cual nosotros, haciendo lo que era un riesgo, también estábamos siendo utilizados para el objetivo que ellos tenían. Y ahí yo no me puedo olvidar que hubo gente, sin ser del Frente, que se prestó, para cuando había que quedarse, un día para cuando tenía que quedar dos días, es decir que había gente que, sin ser del Frente, que me llamaban y me decían, mire, que nos damos cuenta como se están moviendo, estamos a la orden” (F/8-3-2022)

Al finalizar la última entrevista, como en un cierre de su trayectoria vital, elabora una reflexión sobre cómo percibe, desde el hoy, esa relación que el lugar, el habitado y el dejado

“Uno va transitando y uno va quedando, también integrado a la comunidad, este, del Departamento de Rocha en su expresión, pero nada del olvido, de lo que fue la cuna para uno, la cuna no solo de la crianza, si no de la política. Yo siempre digo, yo no me fui de Treinta y Tres, ¡me llevaron preso!, y por eso, cuando se da el primer acto en Treinta y Tres, viniendo la democracia y ver la alegría de que, de Treinta y Tres … me habían pedido a Montevideo, entonces me avisan, cosa que viajo a Treinta y Tres y vamos con la compañera, y le digo… vamos hacer un acuerdo de no hablarlo hasta que voy a ver qué digo, no me mira más y cuando vamos en el auto y tiro la curva, en Lascano, hacia Varela para continuar a Treinta y Tres, ahí le digo ¡ya se lo que voy a decir! ¿qué vas a decir?, ¡que voy a rendir cuentas! yo no me fui, voy a rendir cuentas de por qué, me llevaron, que pasó y punto. Y entonces ahí, cuando subo a la tribuna… vengo a rendir cuentas a mi pueblo, yo no me fui, me llevaron. Porque si yo no me fui, y no me había ido, no era culpa mía, porque se podía decir que culpa mía era en ese momento [por no retornar], de más pa atrás, mientras estaba la dictadura, era acá [Chuy], entonces quedaba claro” (F/8-3-2022).

Y también sobre el final, se plantea el tema del retorno cuando éste era posible, y a su vez, es consciente del dilema que se le presentó, que es el mismo que tuvieron, y aún tienen, muchos exiliados y exiliadas respecto al lugar, a la pertenencia y a cómo pensarse desde el momento que, objetivamente, se deja de ser exiliado y se comienza a transitar la dimensión subjetiva de ese exilio.

“Yo cuando puedo volver ya habíamos armado acá muchas cosas y bueno el planteo de que me quedara y que fuera la ciudad a la capital [del Departamento de Rocha] que estuve de 6 años allá y cuando lo que dije, que hoy tengo dos hijos, son de acá [de Chuy] entonces estoy en un… si voy a Treinta y Tres (…) es decir el objetivo [de los militares al enviarlo a Chuy] era que no esté allá, en definitiva yo nunca había pensado eso del exilio interno, eso se lo escuché a ustedes, a mí no se me había ocurrido eso, y realmente es un exilio interno, porque así como el exilio en el exterior ¿no? Porque no puedes estar en tu país, acá no puedes estar en tú Departamento, es interno, no me había dado por pensar… pero tienen razón” (F/12-10-2021).

Para cerrar la última entrevista le hago una pregunta: E.: ¿y cuál es su lugar en el mundo? ¿dónde está su lugar? No responde, se emociona y no es capaz de responder (F/8-3-2022). Evidencia que el silencio es una respuesta y lo dice todo…

Apuntes para una reflexión general

Podemos observar como la violencia ha dejado marcas en la memoria sobre el lugar obligado a dejar, nos evidencia dónde aparecen esas marcas a través de su testimonio y podemos formular la pregunta ¿se puede pensar el no retorno como algo asociado a esas geografías de la violencia? A partir de ahí cómo Chuy se resignifica como un nuevo lugar habitable y se reconfigura como lugar de futuro. En qué medida su proceso de exploración del espacio es una forma de hacerlo habitable frente a las circunstancias de destierro que vive.

No sólo permite comprender la vida de una persona, de un sujeto, de un actor político y social en un contexto represivo, sino también comprender el lugar, en tanto contexto, pero también en tanto construcción para el propio Francisco, como para Chuy, en la medida que su presencia representará cambios y resignificaciones. Cómo los espacios, el dejado (Treinta y Tres), el de contexto más general (la dictadura) y el encontrado (Chuy en la frontera con Brasil) se han constituido relacionalmente a partir de la interacción de los diferentes actores sociales y políticos, pero también las instituciones de una forma plural, en coexistencia (no exentos de diversidad, tensión, conflicto, hegemonías y resistencias). Es ver el lugar a partir de la categoría de exilio interior encarnado en un sujeto particular, pero a la vez, cómo se puede problematizar esa misma categoría de exilio desde el/los lugar (es). También la relación espacio-tiempo donde las transformaciones no sólo se pueden observar en la temporalidad, sino también en la espacialidad, tanto para el protagonista del análisis, como para el espacio local en sí.

Partir del presente, de cómo Francisco se define hoy, quién es, de dónde es, cuál es su sentido de vida. A partir de ahí rastrear cómo se forjaron esos elementos, cómo se construyeron y cuál es el papel que la (in) movilidad forzada en esa construcción.

También se evidencian los distintos momentos de su historicidad, desde su origen social, cómo se convierte en actor político, cómo se produce la ruptura de su trayectoria vital a partir de un acto de represión que buscaba excluirlo, una crisis representada por el aislamiento y la inmovilidad, una reconstrucción cuando vuelve a construir un lugar de pertenencia y un presente dividido, pero sin retorno.

Problematizar sobre el concepto de exilio y a qué características está asociado. Contraponer exilio como exterior a exilio como interior y la inmovilidad como imposición, contra el alto grado de movilidad en la escala posible, como resistencia. Pero pensar en exilio como interior o exterior es pensarlo en términos de estado nación, el adentro o el afuera lo determinan los límites políticos administrativos. Ahora, si nos centramos en el exilio como resultado de una huida o de una imposición y, por tanto, movilidad forzada, entonces la movilidad no tiene por qué darse solamente en la escala internacional, sino cualquier tipo de movilidad es válida. Ahora, si centramos el concepto de exilio en relación al lugar de pertenencia, entonces la inmovilidad puede ser exilio porque es el lugar el que ha cambiado, y el sentido de pertenencia, porque ese lugar al que se pertenece ya no existe.

En definitiva, el lugar al que llega Francisco está asociado a una identidad propia que lo define como localidad y para él va mutando de la extrañeza y la lejanía, a la identidad a partir del conocimiento y de establecer lazos, redes, conexiones, sentidos. Podemos observar cuándo comienza a ser apropiado y convertirse en un nuevo lugar. Revisar su testimonio permite evidenciar cómo y qué significa el lugar desde la mirada de un sujeto al que quisieron excluir. Una mirada sobre el pasado desde un presente de evocación. Un actor político auto definido a partir de la política como sentido de vida, de existencia y de protagonista de sus decisiones y sus transformaciones que han afectado, no solamente su vida, sino la de su entorno familiar.

Este análisis habilita pensar un lugar, en este caso Chuy, como un espacio con límites en torno a, que puede ser imaginado como momentos articulados en redes de relaciones sociales y política históricamente construidas y para comprenderlas debemos ir a una escala mucho más grande que es donde se han construido y que, con las circunstancias vividas, han pasado a definir para ese momento, Chuy como el lugar en sí. Y esto, a su vez, permite un sentido de lugar que es extrovertido, que incluye una conciencia de su vinculación con el mundo, que se integra en forma positiva lo nacional y lo local. Chuy tiene su especificidad como lugar, intersección de procesos sociales, políticos, culturales históricamente dados, pero lo podemos ver como diferentes capas, donde cada una, es un conjunto de experiencias dadas desde un lugar: turista, comprador ocasional, habitante, comerciante, migrante, político –local, departamental, nacional, internacional-

Todo ello nos acerca a cuál es la experiencia del lugar. El lugar dejado, del que se es expulsado, el del destierro, el prohibido, el negado, frente al impuesto, el obligado a habitar, el extraño, el por descubrir, y por construir ¿qué espacio se ha construido? ¿a partir de qué elementos –viejos y nuevos- se ha construido? ¿el nuevo lugar cómo interactúa y en qué lugar deja a ese otro lugar del pasado?

El reasentamiento, no sólo implica llegar a un nuevo lugar, incertidumbre, desconocimiento, desprotección, sino también pensar en lo que se ha dejado, o se ha visto obligado a dejar. Pero también la búsqueda de comprensión del nuevo lugar al que se llega. Ahora ¿qué se ha perdido? La respuesta es lo que define la pertenencia, y por tanto se inicia un proceso de transterritorialización, ahora, también ¿qué se busca en el nuevo lugar? El inicio de un proceso de desterritorialización y reterritorialización donde el pasado no se pierde, queda ahí, en la memoria, pero se sustituye por otro, pero es un proceso histórico, social y afectivo. Ahora, ¿con qué herramientas se inicia y se da ese proceso? ¿la recuperación de la agencia política puede ser una? ¿cuál el objetivo y cuáles los instrumentos?

Pensar el exilio interior desde el concepto de lugar de pertenencia desde el presente de evocación nos lleva a problematizar sobre el propio concepto de exilio, sobre sus características, sobre su definición, tanto en términos analíticos como subjetivos.

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Recibido: 07/10/2022

Evaluado: 15/12/2022

Versión Final: 15/01/2023

páginas / año 15 – n° 38/ ISSN 1851-992X /2023                             


[1] Por razones de espacio no es posible realizar una revisión detallada de esta temática sobre los distintos abordajes que asocian movilidades y violencias en América Latina pero se pueden consultar obras de investigadoras como Erica Sarmiento de la Universidad del Estado de Río de Janeiro y Geni Rosa Duarte de la Universidad Estatal del Oeste de Paraná, ambas de Brasil, Silvia Dutrénit del Instituto Mora de México, Mónica Gatica de la Universidad Nacional de Patagonia y Silvina Jensen de la Universidad Nacional del Sur, ambas de Argentina, Carmen Norambuena de la Universidad de Santiago de Chile, o Bárbara Ortuño y sus investigaciones en Argentina de la Universidad de Alicante, para señalar solamente algunas referencias.

[2] En primer lugar, señalar una diferencia que establezco entre el exilio y los exilios (Coraza 2006). El exilio es la proyección social y política que tiene un colectivo de exiliados y exiliadas a la vez que todos los elementos que genera en los diferentes espacios donde se manifiesta, desde las estrategias, hasta los espacios de representación y cómo se percibido por la sociedad de recepción. Mientras que los exilios, se refiere a la diversidad y heterogeneidad de experiencias exiliares que tienen las personas exiliadas consideradas desde una mirada interseccional.

[3] Es tal vez necesario señalar que, así como los exilios son una forma particular de migración forzada, el exilio interior podría ser una forma particular de desplazamiento forzado interno. La particularidad de la categoría de exilio radica en la individualización del ejercicio de la violencia sobre una persona en particular por su pertenencia a una ideología, organización política, armada, social o confesional determinada.

[4] Fuente: https://www.municipio.uy/municipio-chuy.html 

[5] Fuente: https://www.cidade-brasil.com.br/municipio-chui.html 

[6] Resultados del trabajo de campo realizados con la Dra. Pilar Uriarte Bálsamo de la Universidad de la República de Uruguay en la frontera Uruguay-Brasil (2020-2022) en el marco de la investigación liderada por la Universidad Alberto Hurtado (Chile) y el Consejo Episcopal Latinoamericano -CELAM-. Estudio de Movilidad Humana- Migraciones en Latinoamérica y el Caribe, en el marco del proyecto Porticus Bridges of Solidarity Phase-out, a transition to CLAMOR Network (CELAM). REF. 1115.2

[7] Fórmula constitucional que permitía su aplicación en casos graves de ataque desde el exterior o conmoción interior y que permitían al Poder Ejecutivo mantener el orden institucional. Se aplicaron, incluso en forma reiterada, sobre todo durante los períodos de democracias autoritarias de Pacheco Areco (1967-1972) y Juan María Bordaberry (1972-1973).