Ivanna Margarucci
“Siempre con la mirada hacia el proletariado internacional”: las agrupaciones de propaganda anarquista en La Paz, Bolivia, 1923-1926[1]
"Always with an eye to the international proletariat": the anarchist propaganda groups in La Paz, Bolivia, 1923-1926
Ivanna Margarucci
Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas,
Universidad Nacional de San Martín,
Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)
https://orcid.org/0000-0003-2138-6793
Resumen
En un momento de redescubrimiento global de la historia del anarquismo, dar el debate sobre los orígenes del caso boliviano constituye un ejercicio que puede aportar en la mejor comprensión, no sólo de la historia social y política de Bolivia, sino también de los procesos de difusión y recepción de las ideas de izquierda en América Latina. Sobre la base de un amplio corpus hemerográfico y archivístico, en este artículo examinamos el surgimiento y desarrollo de las agrupaciones de propaganda anarquista en La Paz entre 1923 y 1926, cuyos integrantes crearon un año después la Federación Obrera Local. Apoyados en los aportes metodológicos del giro transnacional aplicados en los estudios anarquistas, pero también cuestionando aquellos trabajos que, como parte de este giro, se concentraron exclusivamente en la escala transnacional, revelaremos en él la doble dimensión de un proceso de largo aliento que fue regional y local y asimismo tuvo un sentido bidireccional.
Palabras Clave
Anarquismo; Bolivia; grupos de propaganda; difusión y recepción ideológica; giro transnacional.
Abstract
At a time of global rediscovery of the history of anarchism, discussing the origins of the Bolivian case is an exercise that can contribute to a better understanding not only of Bolivian history but also of the processes of dissemination and reception of left-wing ideas in Latin America. On the basis of an extensive hemerographic and documentary corpus, in this article we examine the emergence and development of anarchist propaganda groups in La Paz between 1923 and 1926, whose members created the Federación Obrera Local a year later. Using the methodological contributions of the transnational turn applied in anarchist studies, but also questioning those works that as part of this turn concentrated exclusively on the transnational scale, we will reveal in it the double dimension of a long-lasting process that was both regional and local and that also had a bidirectional sense.
Keywords
Anarchism; Bolivia; propaganda groups; ideological dissemination and reception; transnational turn.
Introducción
En los últimos años, la historia del anarquismo en Bolivia, como la del mismo movimiento en otras partes del mundo, fue redescubierta por académicos locales y extranjeros. En el caso boliviano, este renovado interés vino a completar, también a discutir, una historiografía que planteó el tema como problema de investigación entre las décadas de 1970 y 1980. Importantes fueron en este sentido las producciones elaboradas por el militante e historiador trotskista Guillermo Lora, sintetizadas en su Historia del Movimiento Obrero Boliviano, seguido de la labor de recopilación documental e investigación conducidas por Zulema Lehm y Silvia Rivera Cusicanqui (1988) y el Taller de Historia Oral Andina.
Dicho de forma sencilla, mientras que Lora instaló un consenso historiográfico sobre esa historia escrita como una herramienta al servicio de la lucha encarada por su Partido Obrero Revolucionario, desde las filas de la historiografía anarquista, Lehm y Rivera Cusicanqui primero, otros autores después (Rodríguez García, 2010), cuestionaron ese consenso para el que el anarquismo aparecía representado como un movimiento con una inserción relativamente importante entre los artesanos y obreros de La Paz durante la apretada cronología 1927-1932, pero sobre el cual pesaron deficiencias desde ideológicas hasta organizativas que lo condenaron al fracaso y la súbita extinción. Una de estas deficiencias habría tenido que ver con el carácter exótico de las ideas libertarias, “copia y no siempre bien hecha, de la propaganda foránea” procedente de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) (Lora, 1980: 66) y, luego, del impulso organizativo de su militancia, lo que lo lleva al autor a concluir que “las organizaciones de ácratas fueron en gran medida obra de extranjeros” (Lora, 1970: 63). Detrás de este esquema de pensamiento, como plantea en esos y otros trabajos (Lora, 1984), subyace una concepción de difusión ideológica sin recepción, es decir, sin apropiación (Tarcus, 2013), producida a instancias de la importación e imitación de “ideas fuera de lugar” (Schwarz, 1973).
No exclusivo de Lora, esta forma de razonamiento atraviesa a otras historiografías militantes y académicas, por ejemplo, del anarquismo en Argentina (Gilimón, 1911; Zaragoza Ruvira, 1996). Lo distintivo del caso boliviano es el peso entre político e historiográfico de este personaje y profusa obra; de ahí la necesidad de continuar debatiendo algunos de los postulados sobre los que construyó dicho consenso.
Así, valiéndonos de los aportes metodológicos del giro transnacional aplicados en los estudios anarquistas (Shaffer, 2014; Margarucci, 2020b), en el presente artículo nos proponemos continuar con la reconstrucción de un período crucial aunque no lo suficientemente investigado de la historia libertaria en los Andes bolivianos, relacionado con el surgimiento y desarrollo de las agrupaciones de propaganda que, durante los años centrales de la década de 1920, actuaron en La Paz y, como veremos, más allá de ella. Elaborado a partir de un amplio corpus hemerográfico y archivístico que incluye prensa periódica, correspondencia y entrevistas relevado en Bolivia y otros países, el artículo sostiene como hipótesis principal que las “organizaciones de ácratas” paceñas, político-culturales pero también sindicales, lejos de ser “la obra de extranjeros” fueron la resultante de la doble dimensión de un proceso de largo aliento, regional y local, que asimismo tuvo un sentido bidireccional. Como parte de este proceso, las redes transnacionales tendidas con los países de la región impactaron en el día a día de un grupo de trabajadores locales, responsables de la organización de aquellos núcleos de difusión y poco después, de la Federación Obrera Local (FOL) que habrá de mantenerse en pie hasta la revolucionaria década de 1950. Dicha propaganda se encauzó dentro y fuera de las fronteras de Bolivia. De este modo, podemos advertir que las ideas anarquistas, difundidas y receptadas, no estuvieron aquí “fuera de lugar”.
Antecedentes para una historia anarquista en los 20’ bolivianos
Es llamativa la ausencia de grupos anarquistas en Bolivia durante las dos primeras décadas del siglo XX. El relativo aislamiento del país producido a consecuencia del resultado de la guerra del Pacífico (1879-1883) y la escasa inmigración europea recibida, explican, entre otras razones, el “retraso” con el que las ideas libertarias llegaron al altiplano boliviano, no en barco ni desde Europa, sino a pie, a lomo de mula y en tren desde Argentina, Uruguay, Chile y Perú durante esos años signados en los países vecinos por el conflicto social (Margarucci, 2020a; Margarucci y Godoy Sepúlveda, 2020). Con todo, superpuesta a estas vías de difusión regionales, existió otra ruta transatlántica a través de la cual circularon libros e impresos de los clásicos del anarquismo europeo que, a partir del último cuarto de siglo XIX, hicieron la travesía desde las principales ciudades de Francia y España (Margarucci, 2022).
Como vemos, tal ausencia no era sinónimo de ausencia de ideas, ni tampoco de individuos influenciados por ellas que integraron los primeros espacios gremiales, como la Unión Obrera 1° de Mayo de Tupiza, Potosí (1905) y la Federación Obrera Internacional de La Paz (1912), o político-culturales, como el Centro Obrero de Estudios Sociales (COES) de la misma ciudad (1915) (Lora, 1969). Se trata del periodo de la convivencia plural, del diálogo y “retroalimentación mutua” (Aricó, 1999: 39) entre distintos “ismos”: el liberalismo radical, el anarquismo y el socialismo; del no dogmatismo y la indefinición ideológica.
Las desavenencias aparecerán cuando en el contexto de la Revolución Rusa y sus ecos locales –la “epidemia de huelgas” que se propaga a partir de 1919–[2] anarquistas y socialistas disputaron en torno a la intromisión de la política en el seno del último centro. Del COES surgió en 1920 el Centro Obrero Internacional y de éste, en 1922, el Centro Obrero Libertario (COL), “reducido círculo” que reunía todavía “socialistas de diversos matices”.[3] La creciente relación con la FORA anarco-comunista, La Protesta y el Grupo para la Propaganda Internacional de Buenos Aires fue, en este primer momento, determinante para el futuro ácrata de la región boliviana (Margarucci, 2020a). Bajo su orientación, en el seno del COL se constituyó un grupo de afinidad libertaria compuesto por Luis Cusicanqui, Jacinto Centellas, Guillermo Palacios, Nicolás Mantilla, los hermanos Osuna y Domitila Pareja (Lehm y Rivera Cusicanqui, 1988: 25), ninguno de ellos, por cierto, nombres extranjeros.
Estas ideas e intentos organizativos se expresaron en la ciudad, pero también en las minas de cuyas vetas se extraía el estaño, la principal riqueza de Bolivia. El 4 de junio de 1923 el gobierno de Bautista Saavedra, “caudillo” del Partido Republicano que gobernó el país entre 1920 y 1925 representando, en teoría, a las clases medias urbanas y artesanas de extracción “chola” (mestiza), perpetró una masacre minera que marca un antes y un después en la historia del movimiento obrero y anarquista local. Salvo excepciones, ésta ha sido más mencionada que estudiada por la historiografía (Smale, 2010). Los artesanos y mineros de Uncía y Llallagua, Potosí que intentaron organizarse en la Federación Obrera Central de Uncía (FOCU) recibieron como respuesta una lluvia de balas y la muerte. El estado de sitio implantado por decreto el 1° de junio en casi todo el país, el confinamiento de los dirigentes de la FOCU y el desahucio de los rebeldes, mal pudieron ser resistidos por un movimiento obrero paralizado. En un informe posterior enviado a la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) de Berlín, “los camaradas de La Paz” denunciaron la “masacre criminal de trabajadores” y agregaron un dato exagerado aunque sugerente: “la Federación Obrera del Trabajo [FOT] de La Paz, que antes de los sucesos represivos de los últimos meses tenía más de treinta gremios adheridos con un total de 10.000 asociados, actualmente ha quedado reducida a dos mil miembros, escasamente”.[4] La respuesta que, en cambio, dieron los ácratas ya no individual sino de forma colectiva tenderá a su fortalecimiento. La matanza y la represión fueron así en Bolivia el detonante de la organización anarquista.
Núcleos de propaganda anarquista en tiempos de reacción
Contra todo pronóstico, un artículo publicado por La Protesta revela que en junio de 1923 el COL seguía funcionando. Durante ese mes un grupo de socios se informaron “por algunos diarios obreros de la Argentina” del “cobarde crimen burgués” de Kurt Wilckens cometido en esa. El 1° de julio su secretario general convocó a una asamblea donde “puso en consideración (…) habiéndose discutido ampliamente” los motivos de la huelga y los fusilamientos de los peones rurales de la “Patagonia rebelde”. En la reunión se resolvió aprobar por unanimidad la conducta de Wilckens –el atentado contra el responsable de la matanza, el teniente coronel Héctor Varela– y “protestar enérgicamente por intermedio de esa F.O.R.A. contra los autores” del asesinato.[5]
En el pronunciamiento del COL, en la reivindicación de Wilckens y en sus lazos con la FORA, vemos al grupo de afinidad libertaria imponerse como tendencia. No por casualidad, la disputa con los “comunistas políticos”[6] arreció: “Aquí también hay malos compañeros que posponen los apetitos personales a la grandeza del ideal por cuyo motivo nos alejamos los libertarios” comentaba meses después el sastre Desiderio Osuna en una carta a la Agrupación Comunista Anárquica Armonía de Tucumán.[7] Para el adentro y afuera, el motivo de división era uno: la vil política, sinónimo en la práctica de la “ferocidad comunista” de “dictadura” y “Estado proletario”, de tiranía y “crimen”.[8] Desde dicho flanco, los anarquistas recibían los mismos golpes lanzados años atrás en Argentina como parte de la riña (Albornoz, 2021): “Unos exclamaban: ‘¡es una utopía el anarquismo!’ Otros gritaban, despavoridos: ‘¡son terroristas!’”[9]
No por casualidad, la percepción de una convivencia imposible se profundizó por la actitud de los “elementos socialistas” que, según la versión entregada a posteriori a la prensa ácrata de ese país, “enmudecieron cobardemente poseídos de un miedo mujeril” frente a la masacre de Uncía. Así, el 9 septiembre de 1923 los “diez compañeros” integrantes de dicha tendencia, fundaron el primer núcleo de difusión anarquista de Bolivia: el Grupo de Propaganda Libertaria La Antorcha de La Paz, cuyo nombre emulaba el de una cercana publicación porteña. Su objetivo era, en principio, uno: “levantar el espíritu de los trabajadores y denunciar ante la conciencia obrera del mundo el horrible crimen consumado”.[10]
Los anarquistas paceños rompieron la censura impuesta por Saavedra publicando artículos alusivos en El Sembrador de Iquique y en La Antorcha de Buenos Aires, lo que incluía un famoso grabado del luto uncieño presentado a cuatro obreros ametrallados.[11] Con el transcurso de las semanas, otras publicaciones rioplatenses y andinas dieron la noticia de un crimen colectivo del cual más se sabía en el extranjero que en la propia Bolivia.[12] Las protestas cruzaron el océano y llegaron desde América hasta Berlín. Allí, el secretariado de la AIT corrió la voz en el orbe entero sobre la suerte de los trabajadores que quisieron federarse en las minas bolivianas.[13]
En simultáneo a la denuncia, durante sus primeros meses de vida, La Antorcha desarrolló una intensísima actividad de propaganda anarquista. Sin posibilidad de poder imprimir materiales, sus integrantes recurrieron a los contactos internacionales agenciados a través de viejos conocidos: La Protesta, el Grupo para la Propaganda Internacional y El Sembrador (Margarucci, 2020a; Margarucci y Godoy Sepúlveda, 2020). Además de a ellos, escribieron a La Antorcha de Buenos Aires, Ideas de La Plata y Nuestra Tribuna de Necochea, Argentina; El Hombre y El Hacha de Montevideo, Uruguay; Renovación de Asunción, Paraguay; Tribuna Libertaria de Santiago, Chile.[14] En pocos renglones, el referente y secretario de la agrupación anunciaba su organización y realizaba un urgente pedido:
Dada la absoluta carencia de material de propaganda y los infinitos obstáculos con que tenemos que luchar en estas lejanas y semibárbaras regiones, pedimos a los compañeros, agrupaciones y sindicatos que posean material y literatura de ideas, nos la envíen para facilitar nuestra labor. Correspondencia a nombre de Luis Cusicanqui, D. Calle Linares 97, La Paz (Bolivia) – El secretario.
NOTA – Rogamos a la prensa anarquista de todo el mundo, la reproducción de esta nota.[15]
La correspondencia recibida por el mecánico y tornero Luis Cusicanqui nos permite corroborar que la solicitud fue atendida en distintas latitudes de Sudamérica. Amén del Grupo para la Propaganda Internacional, que realizó un importante envío de por lo menos “cuatro paquetes de materiales de propaganda”,[16] individuos y grupos de diferentes tendencias contribuyeron con La Antorcha en su campaña de “perseverante difusión idealista”.[17] Algunas de esas cartas, hoy atesoradas en el Archivo Luis Cusicanqui del Tambo Colectivo Ch’ixi de La Paz, detallan el contenido de las encomiendas: prensa (argentina, uruguaya, chilena y hasta española, como Solidaridad Obrera)[18] y folletos de edición local, como “En tiempo de elecciones” de Errico Malatesta publicado por el Centro Anárquico La Brecha de Iquique[19] o los ofrecidos por Luis Heredia, redactor de Tribuna Libertaria de Santiago:
En cuanto a los folletos para propagar el comunismo anárquico, son muchos y muy buenos, por ejemplo: “En el café” de Malatesta, vale 0.40; “La conquista del pan” de Kropotkin [editorial Lux], vale 1.20 se podría conseguir á $1, estos son los mejores por su estilo sencillo y porque hablan directamente de comunismo anárquico. Para la propaganda sindical: “El Sindicalismo” de Faure [editorial Tierra y Libertad], vale 0.20; “El Sindicalismo Libertario en Cataluña” de A. Pestaña vale 0.40.
En dos días más le remitiré los ejemplares mencionados, y á vuelta de correo me dirá cuál le gusta.[20]
Las respuestas como las de Heredia o Rosario Rametta, secretario de la Agrupación El Sembrador de Avellaneda, muestran que los consejos elaborados desde la experiencia chilena o argentina eran igualmente valiosos para los hombres y mujeres que en “ece (sic) campo (…) casi virgen” estaban dando sus primeros pasos en el camino de la lucha social.[21]
La división del COL no supuso una separación tajante entre socialistas y anarquistas tal como insinúa Osuna en sus comunicaciones a Tucumán y Buenos Aires. Tampoco da la impresión que su secretario general, Alfredo B. Salinas, haya sido un “comunista político” demasiado ortodoxo. En diciembre de 1923 detectamos su nombre en la colecta financiera organizada por La Antorcha en favor de El Sembrador iquiqueño.[22] Un mes antes, Darío Borda –otro miembro del COL– pasó 14 días en la capital argentina. Ni bien llegó a esta, no se dirigió al local del comité central del Partido Socialista o Comunista, sino a uno de la FORA. Allí presentó un “Informe de Bolivia” que los camaradas publicaron en La Protesta.[23]
En una carta de seis páginas enviada a sus compañeros del COL, Borda relata su experiencia en una Buenos Aires inspiradora. Allí, recrea una asamblea de la Federación Obrera Regional Argentina: “el saludo de encuentro ó entrada y el de despedida, es una sola palabra: ‘salud’, ‘salud’, ya dejaron para nuestros antepasados de vieja civilización el arcaico buenos días, buenas tardes, buenas noches, hasta mañana, hasta luego. Congregados (…) deliberan sin destacarse los sombreros en razón de no estar rindiendo respetos burgueses ni estar adorando santos”. A continuación, describe una velada teatral realizada en beneficio del Comité Pro-Presos y Deportados. “Tres horas permanecí en el Teatro Unione y Benevolenza (…), sentía q. una voz alentadora me exortaba (sic) con verba calida, me decía: ¡adelante libertarios de Bolivia! ¡adelante!”.
Además de estas vívidas descripciones, Borda consigna el tipo de propaganda que esperaba que la FORA enviara desde la ciudad-puerto a la ollada andina: las publicaciones del informe entregado por el visitante, “de 50 a 100 números de los impresos q. contengan informaciones referentes a Bolivia” y “bastantes impresos incluso teatrales”.[24] Si allí no se podía editar debido al estado de sitio, a la falta de impresores amigos amordazados por una restrictiva ley de imprenta (Gómez Vela, 2012; Gómez Mallea, 2015), en los países vecinos como Argentina y Chile donde existían más libertades siempre relativas (Suriano, 2001; Persello, 2000; Donoso, 2016) sí habían grupos dispuestos a muñirlos con la palabra redentora.
No sólo en Buenos Aires, también en La Paz el teatro parece haber sido un importante componente de aquello que, excediendo los límites de la cultura libertaria, podemos denominar cultura obrera de izquierdas. Desde temprano, los centros de la capital boliviana organizaron sus propios cuadros dramáticos: el COES, el Cuadro Dramático Rosa Luxemburgo; el COI, el Cuadro Dramático anarquista Los Precursores (Lora, 1969: 188-191; 1970: 60). Sin cuadro propio, el COL sí se preocupó por organizar funciones teatrales bajo un doble propósito: realizar propaganda ideológica con un sentido más bien amplio y general (Grez Toso, 2011) y recaudar dinero para las causas urgentes.
En la carta de respuesta a Borda, sus secretarios le comentaban que el centro “tenía que llevar a cabo una función biográfica con el objeto de arbitrar fondos para los compañeros que estuvieron confinados en Corque, pero las autoridades políticas prohibieron terminantemente dicha función y además fue perseguido el actual Strio. Gral del Centro y apresado durante 7 horas el compañero [Rigoberto] Rivera”, versión que confirmaban a Bandera Proletaria de Buenos Aires los desterrados de Uncía en la “Siberia Boliviana”[25]. A raíz de ello, el COL solicitó la colaboración del Cuadro Dramático Rosa Luxemburgo, tramitándose con normalidad la velada teatral. En esta oportunidad, el conflicto se produjo por la falta de entendimiento con La Antorcha:
Antes de dar la función, los compañeros del Grupo [La Antorcha] fueron advertidos por el Strio. Gral. del Centro y la directora del Cuadro, para que no se distribuyeran periódicos obreros extranjeros, porque la Policía perseguía de cerca los pasos de los actuales dirijentes de estas dos organizaciones culturales (…) Pero los compañeros Mantilla y Centellas, intransigentes en todo respecto, salieron con su capricho (…) y se molestaron por habérseles impedido que continuaran repartiendo.
Tras la polémica, esos “compañeros” enviaron “una carta bastante descomedida” a nombre de La Antorcha y “fueron separados” del COL,[26] hecho que evidencia que para fines de 1923, pese a la ruptura de septiembre, algunos militantes ácratas mantenían una suerte de doble filiación a ambos centros. La persecución denunciada por Alfredo Salinas les impidió asimismo “celebrar acto alguno en público o en privado” en favor de dos anarquistas catalanes condenados a muerte, Pedro Mateu y Luis Nicolau, “por lo que os encarecemos –pedían a la FORA– hagáis constar nuestra protesta en los actos que celebréis”.[27]
Como enseñan estos episodios, la labor del COL y La Antorcha tuvo que desarrollarse de manera clandestina. Con el endurecimiento de los controles en la frontera con Argentina y Chile, el estado de sitio permanente y la matanza de Uncía, la de Saavedra fue una represión preventiva que poco pudo prevenir. Entre finales de 1923 y comienzos de 1924, el anarquismo paceño se mostró particularmente activo. Era el contexto de “dictadura” aquello que lo energizaba.
En el ocaso del primer año, el “diálogo transnacional” (Fernández Cordero, 2017b) de La Antorcha se replicó, extendiéndose hacia otros grupos y publicaciones de la región. Su alcance geográfico se amplió al noroeste argentino, paso obligado entre Buenos Aires y La Paz: Campo Quijano, Salta, en la construcción del ramal a Huaytiquina, y más al sur, San Miguel de Tucumán.[28] La joven agrupación se incorporó en una suerte de círculo cerrado compuesto por los periódicos de Argentina y América del Sur que, desde distintos flancos, cuestionaban la ortodoxia libertaria representada por la FORA y La Protesta (Anapios, 2012; Migueláñez Martínez, 2018). Esto no significaba que los pedidos o los mensajes de solidaridad hacia La Antorcha fueran desestimados por dicho matutino. Pero el intercambio frecuente y fluido era antes bien con La Antorcha y El Libertario de Buenos Aires, Nuestra Tribuna de Necochea, El Hombre de Montevideo, Tribuna Libertaria de Santiago y El Sembrador de Iquique, dentro de cuya línea editorial, más empática con la realidad latinoamericana, cabían las particularidades de la formación social boliviana.
Otro periódico antorchista con el que, casi con certeza, esa y otras agrupaciones paceñas por venir tuvieron relación es el El Coya, “Órgano de los Sindicatos Obreros de la Prov. de Salta”,[29] cuyos números de la primera etapa (1924-1928) componen, entre muchos materiales dispersos o perdidos, el “acervo ausente” del anarquismo del noroeste argentino. En el archivo personal del anarquista ítalo-argentino Renato Rocco Giansante, alias Mario Forti, Mario Fortunatti y Tomás Soria, que actuó por esos años entre Tucumán y Tupiza, descubrimos un recorte: una colaboración suya hecha desde la última ciudad el 25 de octubre de 1924,[30] fecha en que sale el número 1 de una publicación ya desde su nombre, contenido y posterior iconografía (un cholo pastor y una chola madre a ambos lados del título), volcados hacia esas particularidades andinas (Diz, 2018) que la prensa de las grandes urbes no ponderaba.
La red anarquista tendida desde el Atlántico a los Andes funcionaba en verdad como una “red internacional de redes” (Bantman y Altena, 2017: 12), lo que permitió que los ecos de dicho diálogo se escucharan en América del Norte y Europa. En diciembre de 1923, Luis Montes contactó a Cusicanqui pidiéndole le comunique “todo aquello que pueda interesarnos de vuestra lucha en esa, prometiendoos (…) teneros al corriente de nuestro movimiento”. Escribía en nombre del Grupo “LOS DESEOS” de Morgantown, pequeña ciudad de West Virginia, Estados Unidos.[31] A comienzos de año, había solicitado en las páginas de El Sembrador dirigido por Celedonio Enrique Arenas el envío de “un paquete cada vez que aparezcan” de algunos periódicos sudamericanos, por ejemplo, El Hombre y La Antorcha.[32] Entre febrero y marzo de 1924, un Diego Abad de Santillán radicado en Berlín obtuvo a través del mismo “hombre-nodo” de Iquique, la dirección de Nicolás Mantilla en La Paz, interesándose la AIT “en trabar relaciones con los compañeros de Bolivia, a fin de que vosotros [La Antorcha] le proporcionéis datos sobre el movimiento proletario de esa región”.[33]
Pero además, la palabra constante, el ida y vuelta con vivencias y aspiraciones compartidas acercaron a los personajes por fuera del ámbito político. El anarquismo ya no como ideología o movimiento, sino, ante todo, como espacio de confraternidad internacional. Fue así como Cusicanqui se hizo amigo de Arenas y todavía más del español José Tato Lorenzo, fundador y editor de El Hombre uruguayo, quien le enseñará a pulir su prosa de “embajador libertario” por correspondencia. Nos faltan las cartas, pero sabemos que “aquel indio aimara, de pura raza autóctona” y la mesa redactora de La Antorcha porteña entablaron también un fuerte “lazo afectivo”.[34]
Mientras en enero de 1924 el grupo boliviano de igual nombre se encontraba trabajando con la Agrupación Armonía de Tucumán en la traducción del inglés y edición de un folleto anticlerical –“¿Existe Dios?”– que apareció entre marzo y abril,[35] en La Paz se fundó bajo dirección de Guillermo Palacios un nuevo núcleo de propaganda: Redención.[36] Animado por los mismos ideales y fines que La Antorcha, Palacios escribió de inmediato a “los compañeros y agrupaciones editoras” del extranjero ya conocidas solicitándoles “toda clase de material de propaganda para su distribución en esta región”.[37]
Un punto destacable de esa actividad intensificada entre fines de 1923 y comienzos de 1924 es que ambos grupos desarrollaron un estrecho vínculo con el anarco-bolchevismo defendido por la Alianza Libertaria Argentina (Doeswijk, 2013), bajo cuyo influjo actuaban El Libertario de Buenos Aires, la Agrupación Armonía de Tucumán y su órgano de prensa El Trabajo. Conocedores de los acuerdos políticos de la Alianza, los militantes bolivianos aceptaron su colaboración pragmáticamente (Margarucci, 2020a). Antes que reparar en las disputas del anarquismo argentino (foristas versus antorchistas versus aliancistas) proyectadas en el exterior como “luchas de representación” (Migueláñez Martínez, 2018: 86) y posicionarse de un lado u otro, lo que éstos esperaban –de ellos y los otros periódicos y centros que conformaban aquel círculo cerrado– era que los “viejos luchadores” no los dejaran “solos” y los ayudaran en todo lo que pudieran “porque por el momento –insistían– no contamos con medios de ninguna naturaleza para propagar, como es nuestro deseo, las ideas emancipadoras”.[38]
La confirmación de la actividad proselitista de La Antorcha la hallamos en la correspondencia recibida por Cusicanqui desde La Paz[39] y, más importante todavía, desde los departamentos del interior de Bolivia. De individualidades, a título personal o a nombre de entidades sindicales como la Federación de Mineros y Obreros de Corocoro y la Federación Obrera Unión de Alantaña Poopó, que justificaban, de diferentes maneras, la necesidad de hacerse de “periódicos revistas de nuestros compañeros del exterior”: “El empuje obrero asía (sic) la reconquista de nuestros derechos ollados”, “nosotros, los de este pueblo (…) también abrigamos la mente por el ideal análogo al suyo”.[40] De hombres y mujeres,[41] quienes en Corocoro y Oruro le ofrecían actuar como agentes locales de La Antorcha, es decir, redistribuir los materiales remitidos a fin de esparcir la voz anárquica de un Mijail Bakunin o una Juana Rouco Buela en los minerales de cobre o de estaño donde el poder destructor de la dinamita se potenciaba con el del verbo incendiario.
Además de Cusicanqui, otro destacado personaje de La Antorcha fue el sastre Nicolás Mantilla Ceballos. Nacido en Bolivia[42] –no en España como afirma Lora (1970: 63)– y autodidacta, Mantilla se convirtió desde esta época temprana en su principal referente intelectual. Sus primeras colaboraciones para El Sembrador de Iquique, anticipan su erudición y dotes para la escritura. En ellas, denuncia la coyuntura represiva boliviana y sudamericana; impugna desde la doctrina ácrata el comunismo y el patriotismo.[43] Este empuje inicial quedará certificado en el transcurso de la década, con su determinante participación en otros dos grupos de propaganda y sus corresponsalías bajo diferentes seudónimos franceses, quechuas y aymaras (“Jean Valjean”, “Camilo Flamarión”, “Manco Kapac”, “Tomás Catari”, entre otros) estampados en la prensa continental de ideas desde Buenos Aires hasta Nueva York que desciframos en su fondo personal preservado en el Archivo Luis Cusicanqui.
“A paso seguro avanza la propaganda anarquista en la tierra del dictador Saavedra. A pesar (…) del estado de sitio, los compañeros forman grupos para hacer brillar la luz de la libertad en los cerebros del oprimido y del explotado pueblo”. Así comienza una “Crónica Internacional” de Tribuna Libertaria de Santiago de Chile publicada en mayo de 1924, que anuncia el nacimiento de una nueva agrupación bautizada, como otra tucumana, Brazo y Cerebro. Deja una dirección donde enviar unas palabras de aliento, un paquetito con impresos esclarecedores: “Litoral 10, La Paz, Bolivia”.[44] No hay responsables, sólo localizamos un representante del centro un año después en el Segundo Congreso Obrero de Bolivia –Félix Conde– (Lora, 1970: 20), con quien nos volvemos a topar en 1931 como secretario de correspondencia de la Unión Sindical de Trabajadores en Calzado, presidida por Alejandro Silva, antiguo contacto de Cusicanqui.[45] Posiblemente aquella denominación no sea obra de la casualidad ni de la influencia indirecta, sino de la implicación en su organización de un trajinante Giansante (en 1924 ya en Bolivia), el mismo que en 1928 colaborará en la redacción de su hasta ahora desconocido Boletín, en el que aparece un artículo firmado por su alter ego Tomás Soria.[46]
Mayo de 1924 es un mes de novedades importantes. Superado el traspié que implicó no poder “conseguir el arrendamiento de un teatro para una función en beneficio de la propaganda, pues, todas las empresas le notificaron [a La Antorcha] no admitir a ninguna sociedad obrera”,[47] la agrupación redactó y puso en circulación el primer manifiesto ácrata de factura local con motivo del día internacional de los trabajadores, del cual no parece haber sobrevivido copia alguna. El 4 de junio de 1924 el grupo se aprontaba a distribuir un segundo libelo, cuyo contenido reprodujeron completo El Sembrador de Iquique y La Antorcha de Buenos Aires.[48]
En su primer aniversario, La Antorcha rememora un luctuoso episodio que no debía ser olvidado, ni perdonado. “¿Permaneceremos así, sordos, indiferentes, humillados e inicuamente explotados? ¿Toleraremos que se entregue al olvido la cobarde masacre de Uncía? ¡¡No!! ¡¡Mil veces no, compañeros!! La tragedia de Uncía debe repararse y ser vengadas sus víctimas”. Este ejercicio conmemorativo implicaba no sólo recordar, requería asimismo practicar un ideal del que los miembros del grupo se mostraban sus más fieles devotos: “Agitemos de una vez en los campos, fábricas y talleres, la enseña roja de las reivindicaciones (…) Démosnos el abrazo fraterno con todos los desheredados de la tierra, por encima de las fronteras trazadas únicamente por las manos de los capitalistas (…) Marchemos ya a la destrucción del actual carcomido edificio social (…) para elevar sobre sus ruinas la sociedad libertaria del Comunismo Anárquico”.
El llamado era “a todo el proletariado de la extensa región boliviana a la Unión que debe reinar entre los oprimidos, para que se dé cuenta del sublime significado de la palabra Solidaridad y enfrentarnos contra la trinidad que explota y domina: Capital, Estado y Religión, procurando nuestra emancipación de semejante yugo que desde hace siglos pesa sobre la humanidad”. Pero también se hacía extensivo a los “proletarios del ejército”, a quienes invitaban a reflexionar sobre sus padecimientos, sobre su propia condición de “víctimas de la actual sociedad burguesa” y convocaban a desertar y a rebelarse con las armas en contra “de nuestros y vuestros verdugos”.[49]
¿Habrán considerado los miembros de La Antorcha repartir el manifiesto entre esos reclutas? No sería extraño, pues “hasta en el ejército boliviano había quien sembraba semilla libertaria”.[50] Sin confirmarlo, Desiderio Osuna aseguró décadas más tarde en una entrevista que el plan era enviar comisionados a Uncía y repartirlo “el mismo día y a la misma hora” de la matanza.[51] Pero el material no llegó a ser conocido en la “extensa región boliviana”. El 7 de junio El Sembrador lo publicó íntegro porque en su imprenta de Iquique había sido impreso. Remitido por Arenas con todo cuidado –tres paquetes a nombre de Cusicanqui y dos a nombre de Mantilla “para evitar tropiezos o dificultades imprevistas”–,[52] el manifiesto cayó en las manos equivocadas. Según Osuna y Mantilla, antes del 4 Cusicanqui entregó un ejemplar a la militante socialista Angélica Ascui. “Un día después la policía iniciaba la caza”.[53]
Luis Cusicanqui, Jacinto Centellas y Guillermo Palacios fueron detenidos, torturados y confinados, como antes los “cabecillas” de Uncía, a las más apartadas y mortíferas regiones tropicales: Cusicanqui a la “cárcel” de Tajma emplazada en el Río Cajones,[54] Centellas a Cojoata y Palacios a Apolo.[55] “A parte (sic) de los compañeros mencionados hay otros que se encuentran incomunicados en la cárcel de La Paz”,[56] por ejemplo, Domitila Pareja que permaneció encerrada ocho días y “con grandes dificultades” se liberó “de los abusos de los ejecutores de la policía”.[57] “Los hogares de los camaradas han sido totalmente allanados. Libros, folletos, periódicos y correspondencia han sido secuestrados por la policía. Como nuestra correspondencia es detenida en el correo y entregada a la policía –nos dice el compañero fugitivo que nos escribe– haga saber por ‘El Sembrador’ a los grupos y publicaciones que suspendan sus envíos hasta nuevo aviso”.[58] Ese “compañero fugitivo”, posiblemente Osuna, se lamentaba meses después ante El Libertario: “Todos los demás camaradas de ‘La Antorcha’, están ocultos o fugitivos, ante la perspectiva del destierro o del asesinato (…) Mi pluma no puede detallar el barbarismo con que hemos sido tratados los anarquistas, los ‘criminales’, los ‘terroristas’, cegún (sic) los gobernantes ‘sapientísimos’ de Bolivia”.[59]
Mientras tanto, a instancias de la densa red transnacional que Cusicanqui supo tejer, se organizó una campaña de solidaridad internacional. El Sembrador dio la primicia ese mismo junio. En julio “Los crímenes del gobierno de Bolivia contra los anarquistas” eran tapa del segundo número del Boletín de la Alianza Anárquica Internacional de Uruguay vinculada con El Hombre,[60] mientras que Tribuna Libertaria activaba desde la capital chilena. José Tato Lorenzo publicó en las páginas de su periódico un retrato de Luis Cusicanqui, confeccionado en base a otro que le había enviado “este indio aimara (…) propagandista de los ideales libertarios” de quien hablaba en pasado, como si estuviera muerto. No, no estaba muerto, pero quería morirse: “en una carta que (…) ha logrado escribirnos desde la cárcel de la ciudad de Chulimani [i.e. Chulumani], dícenos que el mismo ha pedido a los esbirros que le fusilen, pues ya no puede aguantar más los suplicios a que le someten”.[61]
Muy pronto más de una decena periódicos anarquistas de América, desde Buenos Aires hasta México, se hicieron eco de la noticia, compartida también por el servicio de prensa internacional de la AIT.[62] Un lugar destacado en esta campaña le correspondió a La Antorcha porteña que no dejó de hablar durante meses de la suerte de los camaradas, en especial de Cusicanqui. En octubre, sin comunicaciones con Bolivia, se corrían rumores de lo peor, su fusilamiento. Finalmente se supo que se había fugado.[63] Pero, ¿dónde estaba él? Escondido, durmiendo en los cementerios recordaba su hijo en una entrevista.[64] Recién en febrero de 1925 reapareció en La Paz “reducido a la indigencia más extrema. No puede moverse. Tiene que ocultarse” decía El Hombre de Montevideo y lanzaba la propuesta de “ayudarle por lo menos a salir del país”.[65] Pero allí, en su ciudad, se quedó. Celedonio Enrique Arenas poco después se enteró a través de la publicación uruguaya de la noticia: festejó, ofreció su ayuda y regaló a sus lectores un nuevo retrato de Cusicanqui dibujado por Max Gordieff.[66] “Lucho”, “Cusi” –así lo apodaban– se había salvado y con él, había esperanza.
El Centenario y el gobierno de Hernando Siles
Marzo de 1925. Alfonso Arias denuncia desde La Paz la suma de atropellos cometidos por el gobierno de Saavedra contra el movimiento anarquista. Resume: “La libertad de pensamiento no existe en Bolivia (…) Bolivia es la vergüenza de América de Sud”. Sin embargo, en el medio de tanta opresión, “hay todavía un consuelo. Lo poco que se ha hecho por las ideas de libertad, por la anarquía, se mantiene latente. No se ha perdido la siembra. La germinación se producirá recién en el momento que sea favorable y oportuno. Tenemos fé en que reaparecerá con más ímpetu que antes. Esperamos que las ideas anarquistas realicen el milagro en Bolivia de renovar las conciencias”.[67]
Arias tenía razón, su optimismo no pecaba de exagerado. Una semana después de haber sido publicadas estas líneas en Montevideo, el presidente de Bolivia levantaba el estado de sitio decretado casi dos años antes. Si bien como sugería La Patria de Oruro en una editorial “la normalidad constitucional en lo que respecta a las garantías personales y políticas, no ha sido restablecida”,[68] ella permitirá una lenta reagrupación del movimiento libertario. De hecho, para mayo de 1925 estaba en funcionamiento un nuevo núcleo de difusión con una gran influencia en los próximos años: el Centro Cultural Obrero Despertar (CCO Despertar).
El borrador de una carta escrita por este centro pero nunca enviada a la AIT compartía el diagnóstico de Arias, recalcando el vínculo existente entre dos dimensiones de un proceso que se les presentaban a sus protagonistas inseparables: lo local (y las percepciones subjetivas de ello) y lo transnacional. “Bolivia es el país mas atrasado que ay en el orbe, pero no ovstante (sic) eso se agita paulatinamente por los pocos camaradas existentes en ella; la lucha es tenaz por parte de nosotros (…) mal que bien ganamos terreno en cuanto nuestra vida esta empeñada a la muerte siempre con la mirada hacia el proletariado internacional”. A éste aprovechaba el CCO Despertar para agradecerle la “potente vós (sic) de protesta” lanzada por la vida de los compañeros, amenazada por el régimen “tiránico y odioso” de Saavedra.[69]
¿Habrá llegado alguna otra versión de esta comunicación a Berlín? Difícil saberlo. El “Informe de la actividad del secretariado [de la AIT] desde enero de 1923 a enero de 1925, presentado al segundo congreso, en Ámsterdam” publicado en La Protesta, consignaba la existencia de relaciones con las organizaciones bolivianas, pero hacía la autocrítica que éstas, debido a la “muy poca propaganda [hecha] por la A.I.T.”, no se tradujeron en una adhesión orgánica. “Será necesario que el segundo Congreso (…) se preocupe detenidamente de esos países”.[70] Con el fin del estado sitio y la ampliación de las libertades que el gobierno debió otorgar durante los festejos de los 100 años de vida republicana, renacía en Bolivia el espíritu anarquista. A su vez, con este nuevo espíritu se rompía el cerco que la represión les había impuesto a sus partidarios, en tanto forma de bloquear molestas campañas de solidaridad e interrumpir la “importación” de una “literatura de ideas” siempre peligrosa.
El principal síntoma de dicho renacer se manifestó en ocasión del Centenario. Pese a los preparativos iniciados desde 1923, pese a las conmemoraciones prometidas que contemplaban en palabras de un invitado peruano “un programa ‘social’, con muchos lujos, con muchos derroches” (Seoane, 1926: 48), el pueblo boliviano no demostró puro ánimo festivo.
Según la prensa opositora orureña “Las únicas ciudades de Bolivia donde se percibe cierto afán para celebrar las fiestas del Centenario (…) son La Paz y Sucre (…) En el resto de la República reina una completa indiferencia, no faltando algunas ciudades donde el sentimiento dominante se inclina más bien a la supresión de todas las celebraciones” como Cochabamba y Oruro.[71] La Patria aventuraba que “Las causas de este aplanamiento” tenían que ver con la “obscura situación política”: “Muchas familias tienen todavía a sus deudos en el ostracismo y en las prisiones. Sobre los ciudadanos que no militan en las filas del Gobierno se levanta la amenaza constante de la persecución”.[72] Una semana antes que comenzaran, la Federación Obrera de Potosí se pronunció en el mismo sentido, imbuyendo de una prédica antisaavedrista y clasista a los considerandos de la resolución en la que se negaba a concurrir a “algazaras y fiestas inútiles, una vez que Bolivia no puede mostrar nada digno de labor de cien años, sino vergüenza y humillación ante el recuerdo de nuestros manes [i.e. males]”.[73]
Distintos grupos parecen haber traccionado, o al menos expresado ese sentimiento, por ejemplo, la generación de intelectuales inconformistas estudiada por Pablo Stefanoni (2015). También, un nuevo núcleo de propaganda anarquista organizado para la ocasión. Con diferencia de pocos días, La Protesta, La Antorcha y El Libertario de Buenos Aires reprodujeron un manifiesto enviado por la Agrupación Comunista Anárquica Sembrando Ideas, que decía estar “compuesta por modestos obreros bolivianos (…) surgida del seno del montón anónimo cual una antorcha en la obscuridad de la noche”.
El mensaje estaba dirigido a los camaradas de “toda la América-Ispana”. La celebración del Centenario de Bolivia no era para ellos sino una “comedia burda, fraguada por el moderno Calígula, el presidente Bautista Saavedra”, difundida por “la propaganda interesada de los escribas del periodismo grande” que aventaba al mundo la mentira que “el pueblo está asociado a la algaraza de las clases ricas”. Pero no, “no es el pueblo consciente el que festeja (…) ni son los trabajadores que rinden culto a ese siglo de ignominia que escarnece la libertad”.
Ante “el círculo de hierro de las fronteras” impuesto por esos escribas al servicio de los “señores de la burguesía criolla”, el nuevo centro justificaba su misión: “Denunciaremos siempre todos los crímenes, todas las maldades del monstruo Capital, Estado, Iglesia, aunque para ello nos cueste la vida” –en alusión a la represión inaugurada con la masacre de Uncía. Así, el párrafo final del manifiesto se enhebraba con una idea del comienzo, un tópico que será recurrente en la literatura anarquista local en tanto esbozo de la noción de “colonialismo interno” (Rivera Cusicanqui, 2010). La denuncia fronteras afuera de la ficción de la fiesta del Centenario servía para develar otra mentira más grande todavía: la pervivencia de la colonia. Explotado, “flagelado”, “sometido”, el obrero ayer “alto peruano”, hoy “boliviano”, “sigue siendo esclavo en pleno reinado de las luces, en pleno siglo XX y en plena República del Nuevo Mundo”.[74]
Pocas personas pueden haber redactado un texto tan bien logrado. Similar en su estilo incisivo, en la argumentación teórica, en el uso de determinadas figuras al de junio del 24’ de La Antorcha. Hasta ahora oculto, su autor, según develaba en una entrevista Desiderio Osuna, había sido Nicolás Mantilla.[75] Entre los recortes de diarios de su fondo personal, corroboramos esa filiación al desempolvar una copia del manifiesto de El Libertario. Con estos elementos, confirmamos la caracterización de Lora (1970: 61) para quien el sastre-intelectual fue el “cerebro” de La Antorcha. Del mismo modo hubo de serlo de Sembrando Ideas, que se valdrá de sus contactos con el extranjero para dar a conocer la huelga de estudiantes y la represión que ésta activó en el marco de las fiestas patrias, al tiempo que incitaba a sus hermanos “a defender nuestros derechos en actitud rebelde y decisiva. Si así lo hacemos (…) no tardará el día en que la Libertad por nosotros conquistada sea festejada de verdad”.[76]
Hablamos páginas atrás de un invitado peruano a la fiesta aguada por la prédica anárquica y la oposición estudiantil, el universitario aprista Manuel Seoane, quien recaló en la Bolivia de 1925 buscando escapar de la “vida demasiado apacible de Buenos Aires” donde estaba exiliado (Bergel, 2017: 8). Sus agudas observaciones quedaron registradas en un libro editado al año siguiente titulado Con el ojo izquierdo mirando a Bolivia. Allí Seoane describe cada aspecto de su experiencia boliviana, indagando en el pasado que explica ese presente dominado por la injusticia. “De la vida proletaria” es uno de los tópicos capturados por su atenta mirada. Su relato sobre la cuestión nos introduce en otro evento desarrollado a finales de agosto de 1925 como una suerte de contra-festejo obrero al que también fuera convidado.
“El proletariado del país del altiplano tiene una organización rudimentaria relativamente a su volumen y a sus reivindicaciones” dice Seoane. A continuación presenta una lista de “los sindicatos de ferroviarios (…), los mineros, en algunas regiones, y los industriales de la capital”, en su mayoría artesanos: “aurigas, ebanistas y carpinteros, tranviarios, pintores, choferes y artes mecánicas y ramos similares”. La propaganda ideológica le correspondía a “algunos núcleos, más o menos fuertes como el Centro Obrero Libertario, Grupo Brazo y Cerebro, Propaganda Libertaria La Antorcha (sic), Centro Despertar, Agrupación Comunista Anarquista Sembrando Ideas y otros de menor cuantía, un tanto consumidos y divididos por su doctrinarismo ortodoxo”. La preponderancia era de la anarquía; el socialismo sólo tenía presencia en el relato a través del viejo COL. Seoane concluye que su acción era “muy relativa, hallándose desorientados en cuanto a las características del medio boliviano”, el mismo que había tenido oportunidad de conocer en su viaje en tren por el altiplano. Entre otras razones, esta situación contribuyó a “La no contexturación clasista del proletariado” que “ha permitido el incontrol (sic) de las ambiciones del capitalismo” y a la existencia de una legislación social por su origen “hipócrita” (el gobierno de Saavedra) y “deficiente”. Todas estas condiciones realzaban en opinión del peruano el “primer Congreso de la clase trabajadora de Bolivia” al que concurrió como invitado (Seoane, 1926: 136-138), denominado de ese modo –primer y no segundo Congreso– por la escasa repercusión que había tenido la primera reunión obrera de alcance “nacional” organizada por los ferroviarios en Oruro en diciembre de 1920.[77]
“Rómulo Chumacero [anarquista, futuro socialista] y Carlos Mendoza [socialista, futuro comunista] desempeñaban la presidencia y la secretaría, respectivamente. Asistían, de ordinario cincuenta delegados de las distintas regiones del país” cuenta Seoane (1926: 138) aunque exagerando: de las 15 agrupaciones de propaganda y sindicales, 14 eran de La Paz (capital y departamento) y sólo una de Sucre. Al menos un tercio de ellas eran libertarias. Luis Cusicanqui, Jacinto Centellas y Desiderio Osuna, sobrevivientes del destierro, volvían a la carga; otros como Félix Conde se sumaban a las filas de la militancia ácrata (Lora, 1970: 20-21). “Funcionaba el Congreso en la calle Lanza (…) Unas docenas de sillas apiñadas, una bandera roja, un estrado modesto, los retratos de Marx y de Lenín y el escudo simbólico de la hoz y del martillo. En la barra se apretujaban los indios y los cholos, acuciados por esa mística esperanzadora, plena del optimismo difuso pero caudaloso, que Sorel denomina el nuevo mito revolucionario” (Seoane, 1926: 139).
El Segundo Congreso fungió así como un espacio de encuentro y debate en el que socialistas y anarquistas trataron una serie de aspectos organizativos y reivindicativos: “Sistema de organización y desenvolvimiento de la Confederación”, mejora de los jornales, “protección a la mujer y al niño”, “alfabetización del indio”, sin olvidar de “declarar ‘La Internacional’ el himno obrero de los trabajadores de Bolivia” (Seoane, 1926: 139-140). Las diferencias ideológicas de la que, en este plano, era una ruptura consumada y la falta de madurez de las asociaciones obreras impidieron que los acuerdos alcanzados se concretaran en la práctica. De la reunión nació la Confederación Nacional del Trabajo, “primera entidad nacional obrera”. Su existencia fue no obstante nominal, en sus resoluciones y en la credencial de “portavoz y representante (…) ante las organizaciones de todos los explotados de la República Argentina” entregada al visitante (Seoane, 1926: 162).
El inicio de un nuevo año traerá a la presidencia a otro miembro del Partido Republicano, Hernando Siles Reyes (1926-1930), cuyo gobierno toleró durante el primer bienio –siempre de forma condicional y relativa– las actividades de grupos, sindicatos y federaciones obreras. Conforme nos acercamos al final de la década Siles irá enseñando su cara represiva, utilizando los mismos mecanismos de disciplinamiento del mundo laboral y de las izquierdas, legales e ilegales, característicos del quinquenio de Saavedra.
Desde La Paz, “Un rebelde” (quizás Desiderio Osuna) advertía en febrero de 1926 las consecuencias que tuvo el estado de sitio ininterrumpido de casi dos años sobre el movimiento libertario: “Actualmente la propaganda está muerta, salvo por la acción aislada efectuada por pocos compañeros, pero comenzaremos a intensificar actividades apenas las circunstancias lo permitan con el optimismo de ver regenerados a los parias, a los esclavos de la avaricia burguesa y estatal”.[78] Desde Berlín, Abad de Santillán ratificaba la tesis pesimista.[79]
Declarado feriado nacional por primera vez en la historia de Bolivia,[80] el 1° de Mayo de 1926 parecía la circunstancia propicia para resucitar la propaganda. De acuerdo a otro “Corresponsal en La Paz”, Nicolás Mantilla, el “grandioso mitin organizado por la Federación Obrera Local” –la Federación Obrera del Trabajo– con el consorcio de la Federación de Estudiantes y las veladas literarias de “los centros El Despertar (sic), Brazo y Cerebro y [Centro Obrero] Libertario (…) han dado la pauta de un gran entusiasmo y convicción que se va abriendo paso en el pueblo de La Paz”, “anuncio de nuevas y más fecundas actividades por el Comunismo Anarquista”.[81] Este sentir puede corroborarse en el libro de actas de la recientemente reorganizada Federación de Artes Mecánicas y Ramos Similares (FAM), cuyos miembros asistieron a la velada del CCO Despertar y al “gran comicio del 1° de mayo” vistiendo escarapelas rojas y portando una bandera del mismo color.[82]
Durante un cambiante 1926, los núcleos de difusión anarquista organizados en los años anteriores tomaron caminos diferentes. Mientras que La Antorcha dejó de ser mencionada en los documentos (aunque alguien seguía estampando su sello en la correspondencia), sabemos por las crónicas de Mantilla que Brazo y Cerebro, Sembrando Ideas y Despertar se mantuvieron activas, lo cual tensiona las apreciaciones de “Un rebelde” y Abad de Santillán.[83]
El sastre anarquista figura en este momento como secretario general del primer centro[84] –el tercero en el que interviene en el curso de tres años–, cuya mayor actividad y visibilidad tiene un basamento local: la Federación Obrera del Trabajo paceña,[85] entidad a la que confirmamos su afiliación para junio de 1926. En un informe escrito sobre la federación por Rigoberto Rivera para La Correspondencia Sudamericana de Buenos Aires, el peluquero de pasado libertario caracteriza al Centro Cultural Obrero Despertar como “un organismo formado por 15 ácratas teóricos (nada más que teóricos)” a quienes le reconocía “que hacen algo en pro de la solidaridad proletaria”.[86] Los responsables de Bandera Roja también se refieren a la “descollante actuación” que el CCO Despertar “tuviera en la época del quinquenio terrorífico, habiendo merecido la mayor parte de ellos (…) ser confinados a mortíferas regiones”,[87] prueba que muchos de esos “15 ácratas teóricos”, sino todos, habían militado antes en La Antorcha.
Como podemos observar, el pasado del grupo era reivindicado en Bandera Roja, “Vocero y defensor del proletariado”, luego “Periódico de doctrina y de combate. Órgano oficial del proletariado”, editado por dos conocidos militantes socialistas de la FOT: Julio M. Ordóñez y Carlos Mendoza Mamani.[88] O sea, si bien es posible sostener que la influencia del socialismo y del naciente comunismo boliviano predominaron en su línea editorial, difícilmente fuera su meta principal “imprimir a las organizaciones laborales una orientación marxista revolucionaria” (Lora, 1969: 269). La creciente presencia que el anarquismo conquistó en el seno la federación gracias a la labor persistente de los grupos de propaganda, se tradujo en las páginas de Bandera Roja. Órgano de prensa al que Mantilla consideró propio, “uno de los únicos voceros de las ideas nuevas”[89] capaz de allanar “el camino de la liberación de los esclavos del odioso como injusto régimen” defendido por los dos enemigos comunes de socialistas y anarquistas: “el filo de las bayonetas y los dogmas de la Iglesia”[90]. De ahí la cercana relación que Bandera Roja habrá de desarrollar con El Peludo, “semanario satírico anti-clerical ilustrado” anarquista de Buenos Aires que lo imaginamos ofrecido hasta entre los curas y beatas de la capital boliviana.
En este sentido, fue el sastre ácrata, no Ordóñez ni Mendoza Mamani, el encargado de imprimirle la orientación política a su número inaugural dedicado a la masacre de Uncía a través de un manifiesto dirigido “A los trabajadores de Bolivia y al proletariado en general” rubricado por el CCO Despertar. En él, Mantilla además de conmemorar la “tragedia del proletariado boliviano” recupera el gesto de La Antorcha de ser la “primera institución que llevó el dolor obrero más allá de los mares y las fronteras” e intentar al año siguiente rendirles un homenaje a sus víctimas, cancelado con otro “crimen”. La postura de Mantilla era clara –también su consideración de los usos del periódico– cuando concluye el manifiesto llamando “al proletariado de Bolivia hacia la organización, como el medio más eficaz para luchar contra la burguesía (…) ¡Obreros: Organizaos en Sindicatos y Federaciones, y alejaos de la política!”.[91]
Pese a la poca cantidad de artículos con firma que Bandera Roja publica, aparecen varias voces anarquistas como las de los hermanos Osuna, miembros también del CCO Despertar. La de Santiago, autor de una carta abierta al viejo integrante del COES José Vera Portocarrero donde lo critica por haberse pasado a las filas del saavedrismo[92] y la de Desiderio, quien redacta la semblanza de “La camarada Domitila Pareja”, “mujer del pueblo en cuyo pecho latían las más bellas pasiones del ideal de la liberación proletaria”, compañera de agrupación fallecida de tuberculosis poco después de la represión de 1924 a los 26 años de edad.[93]
Apuntamos también en esta lista a Jacinto Centellas con un artículo dirigido “A las mujeres en general” y, con ellas, a los hombres donde anticipaba el proceso de organización emprendido en 1927 por la Federación Obrera Femenina. Con todo, su contenido recuerda los “problemas de la inclusión de la mujer” considerados por Laura Fernández Cordero (2017a: 60) en relación a la paradójica fórmula masculina “queremos emanciparos” planteada por los libertarios en Argentina, profundizada en Bolivia por el sometimiento legalmente sancionado de las mujeres al “patriarca” –el padre y luego el marido– “patria potestad” mediante (Barragán, 2004):
En esta región proletaria boliviana (…)
La mujer dentro de las leyes humanas y divinas, no está reconocida como un ser libre, sin derecho ni prerrogativa alguna, sin garantía de ninguna clase. Es una esclava del confesor, del marido, de la moda, de los prejuicios sociales (…)
Es en tal caso, imprescindible que los hombres honrados y de buena voluntad, amantes de la civilización y el progreso, sustraigan a la mujer de la situación de inferioridad y de esclavitud (…) para convertirla en un ser libre, dueño y árbitro de sus destinos (…) debemos contribuir por la prensa, por medio de las conferencias, por la labor del magisterio y por todos los medios a su educación integral.
A vosotras, mujeres, de toda categoría y condición social me dirijo para deciros: –“que ha llegado la hora de vuestra emancipación, que está en vuestras manos, que depende de vosotras mismas”.[94]
El despliegue del CCO Despertar en 1926, equiparable al de La Antorcha entre septiembre de 1923 y junio de 1924, queda asimismo confirmado en otro órgano de prensa que debe haber tenido una importante circulación en La Paz: La Antorcha de Buenos Aires. En su sección “Administrativas” advertimos los nombres de los hermanos Osuna que adquieren en reiteradas oportunidades folletos y libros,[95] quizás con la finalidad de montar una biblioteca obrera. Del mismo modo, otro importante personaje del mundo ácrata paceño, el carpintero Carlos Calderón, remite dinero para suscribirse al periódico.[96]
La comunicación de La Antorcha con Bolivia es, como desde 1923, fluida. Tomás Soria escribe de manera frecuente desde Tupiza y Mantilla aparece con distintos seudónimos como su corresponsal en La Paz. Con regularidad envía de capital a capital crónicas sobre su país, sobre el contexto social y político, sobre la situación del movimiento anarquista local. Para diciembre de 1926 su balance era, a diferencia de los de “Un rebelde” y Abad de Santillán, optimista: “gracias al libro, al folleto y al periódico que logra internarse en el país, la idea va abriéndose paso entre los trabajadores, lentamente pero segura. En todas las ciudades y centros mineros de importancia, van organizándose pequeños grupos de obreros con fines de propaganda ideológica”, por ejemplo en Oruro, donde consigna la existencia de un nuevo Centro Obrero Internacional orientado “en los principios del comunismo anárquico”.[97] El año siguiente, se le sumará el Centro Libertario Cultural Obrero de Uyuni, editor de Acción Obrera, publicación hasta ahora desconocida.[98]
No obstante, dicho optimismo se veía empañado por las enormes carencias que los trabajadores tenían que afrontar en la tarea de difusión del ideal: “los medios únicos que se disponen son algunas veladas, una que otra conferencia por la falta de local; solamente con la distribución de periódicos se puede hacer algo siempre que escapen a la censura o al secuestro en las oficinas postales”. La principal dificultad continuaba siendo una: “En todo el país no hay una sola hoja anarquista debido a la imposibilidad de hacer cualquier impresión por falta de una imprenta o de algún impresor que se atreva a materializar nuestras ideas, por el temor de un empastelamiento y la cárcel”.[99]
Pero Mantilla se equivocaba. A comienzos de 1926 había aparecido en Sucre el primer periódico boliviano de ideas: Tierra y Libertad orquestado por Rómulo Chumacero, el mismo que circulaba en Potosí, Oruro y La Paz.[100] Impreso en la Imprenta Boliviana, se vendía a 10 centavos y contaba con cuatro páginas plagadas de artículos del mismo sastre que animaba la Escuela Ferrer y Guardia. En los tres números de la “hojita (…) luchadora de conciencia”[101] editados a partir de marzo que logramos hallar, sus “Carteles” anticlericales que emulan los de Rodolfo González Pacheco en La Antorcha, sus intervenciones presentes y sus aspiraciones futuras robadas del Ideario de Malatesta (1926),[102] enseñan una ideología ácrata dominante. De todas maneras, su desaparición hacia septiembre acaso provocada por problemas financieros confirma una tendencia que distinguirá al anarquismo boliviano a lo largo de su historia: la ausencia de publicaciones periódicas capaces de sostenerse en el tiempo.
Superpuesta a la anterior, hay otra aclaración hecha por el sastre en ese presente de 1926 que se proyecta hacia el futuro inmediato, de organización y lucha artesana y obrera, chola e indígena. Fundamentalmente y, ante todo, plebeya:
La llamada clase intelectual no toma parte en esta hermosa iniciación de los ideales redentores. Médicos, abogados, estudiantes, profesores y periodistas viven en vivacs de la de la política partidista, agenos (sic) a las ideas de transformación social, porque creen esos que el anarquismo es propio de criminales o de las clases miserables de Europa en particular de la Rusia (…) Prefieren quemar incienso a los pies de un amo o hincar la rodilla en los altares de un templo (…) traicionando así los años mozos dando la nota de una juventud vencida sin combate.[103]
La cita evidencia un proceso subterráneo, aunque no por ello menos evidente. Con el surgimiento de grupos como La Antorcha o el CCO Despertar el anarquismo se divorció en el plano ideológico del socialismo. También, de forma definitiva, de los intelectuales. Más no se quedó solo. A través de la propaganda se encontró con un amplio espectro de trabajadores, surgiendo así, en un capítulo que queda pendiente escribir, los primeros sindicatos animados por esas ideas. El 24 de agosto de 1927 “un grupo de auténticos proletarios, con la visión del ideal libertario, fundaron (…) la FEDERACION OBRERA LOCAL con la afiliación de doce organizaciones sindicales, iniciando el movimiento libertario-sindical, tanto local como interdepartamental”.[104] Tan importante fue la intervención del CCO Despertar, que Desiderio Osuna fue elegido su primer secretario general; del mismo modo Luis Cusicanqui será hasta 1941 una de sus piezas irremplazables, año en que dimitió del mismo cargo. Junto a Mantilla, quien “ha estado junto con nosotros”[105] pese a enrolarse entre los años 30’ y 40’ en las filas de la federación comunista, encarnaron desde temprano una forma de militancia que, en efecto, se nutrió de las redes transnacionales, pero para crear sus propias organizaciones, político-culturales y sindicales. Para hacer suyo “el ideal libertario”.
Conclusiones
Un día después de la creación de la FOL, el ala socialista y comunista de la FOT atribuyó su escisión a “cierta actividad apasionada por tendencias extremistas del Directorio (…) elegido en mayo último” y a “la intromisión descarada de algunos elementos extranjeros que intentan hacer acción extremista”.[106] Influenciado por esta interpretación, Lora sostendrá décadas más tarde la misma tesis: el anarquismo boliviano como un fenómeno implantado, o lo que es lo mismo, “las ideas fuera de lugar”. Los procesos históricos no son tan sencillos. Su trama, densa, nos revela la complejidad.
Este artículo intentó, en el detalle del nombre de la agrupación remitente o destinataria, del número y tipo de los impresos enviados, de las palabras textuales de un manifiesto, en fin, en el detalle que puede parecer pero no es irrelevante, mostrar precisamente eso. La densidad de un proceso tan breve como significativo que no fue sino doble: regional (“extranjero” podemos conceder) y local.
En efecto, las redes transnacionales fueron decisivas para la historia anarquista en Bolivia. En un principio y a instancias del COL, la FORA –es verdad– tuvo un rol destacado dentro de éstas, pero en el ocaso de 1923 los amigos argentinos y sudamericanos son otros. En su diversidad, todos o casi todos desafían el dogma forista-protestista. El abanico de relaciones es pues más amplio que aquel sugerido por el historiador trotskista: va del Atlántico a los Andes, siendo Chile, luego Uruguay en la segunda mitad de la década de 1920, dos países clave por sus “hombres-nodos” –Celedonio Arenas y José Tato Lorenzo–, responsables de transformar las relaciones regionales en continentales e intercontinentales.
No está demás insistir que por estas redes circulaba de todo. Primero, páginas escritas con letras de molde que juntas formaban una, dos, decenas de ideas. Bolivia es esa cultura impresa peculiar, cuyos anarquistas quieren pero mal pueden editar debido a “las anormalidades q. estrangulan toda iniciativa en esa región”;[107] debido a una cultura que es indígena, multilingüe y oral. Los vínculos salvan los obstáculos, los trabajadores bolivianos aprenden a escribir y recitar la anarquía con los periódicos de “los compañeros del exterior”. Pero aquellas también transportaban cartas de puño y letra, contribuciones financieras, consejos, amistad, solidaridad, proyectos políticos, alianzas y conflictos.
Para describir el tejido de esas redes Kirwin Shaffer (2014) utilizó una imagen muy atinada: la de las líneas y puntos. “Los anarquistas no vivían y trabajaban diariamente en las líneas que conectaban un punto con el otro. Ellos vivían y trabajaban en los puntos”. De ahí la importancia de “enraizar esas redes en lugares”, en contextos concretos, lo cual significa poner en diálogo diferentes escalas analíticas. Una precaución metodológica que nos conduce, como señala Shaffer, a no ponderar una sobre la otra –crítica que le cabe al nacionalismo metodológico del siglo XX y algunos trabajos inscriptos en el paradigma transnacional del XXI– sino a “desarrollarlas de forma tan densa y simultánea como sea posible”.
Así, en ese “punto” andino que fue La Paz las redes transnacionales impactaron en los padecimientos y las esperanzas, primero, de un grupo de trabajadores locales, y a instancias de éstos, de otras regiones de Bolivia. Es decir, ellas se vincularon, como dijera en 1925 el CCO Despertar, desde lo objetivo y subjetivo con un “nosotros”, con “nuestra vida” que “esta empeñada a la muerte” (la represión como la de Uncía y otras subsiguientes; la explotación, pero también la discriminación en esencia colonial por ser mestizo o “indio aimara”) y con “la lucha tenaz” que les brindaba a estos abigarrados sujetos la posibilidad de un presente y futuro mejores. “Siempre con la mirada hacia el proletariado internacional”. Aunque de diferentes maneras.
De este modo, durante 1923 y 1924, la apuesta de La Antorcha, secundada por Redención y Brazo y Cerebro, fue denunciar al mundo la matanza de Uncía y sobre todo, distribuir localmente “literatura de ideas” extranjera, lo cual los impulsó a elaborar sus propios materiales, por ejemplo el manifiesto de 1924 impreso, difundido fronteras afuera. Como señalaron los protagonistas, el “camino” estaba “abierto”.[108] Desde 1925, con la aparición de la Agrupación Sembrando Ideas advertimos un cambio que fue también continuidad. Sumar la redacción de un nuevo manifiesto y darlo a conocer en “toda la América-Ispana” denunciando esta vez la doble mentira del Centenario: la fiesta y la reactualización de la colonia en la república. Para 1926, la estrecha relación del CCO Despertar con la FOT y Bandera Roja permiten una actuación que parece “depender” menos de las redes transnacionales, aunque Mantilla y otros personajes mantienen una importante presencia, menos grupal que individual, en la prensa del extranjero, la misma que en el detalle de esas corresponsalías revela que era utilizada en Bolivia como si fuera local.
Según podemos observar, si las redes son líneas y puntos, “cada punto fue influenciado por otros puntos” (Shaffer, 2014). O lo que es lo mismo: si Buenos Aires, Tucumán, Montevideo, Santiago e Iquique influencian a La Paz, La Paz los influencia a ellos a partir de la denuncia, del pedido del periódico, de los manifiestos; a partir de las oraciones que escribe Cusicanqui en cada una de sus epístolas u Osuna o Mantilla en sus artículos contándoles a los camaradas del exterior de la suerte del movimiento en una región, en algunos casos, geográfica y simbólicamente desconocida. Antes que unidireccional, el sentido de las redes fue así bidireccional.
Como sugerimos al final del artículo, no es casualidad que, pese a los cambios que se producen entre 1923 y 1926, nos topemos con esos mismos nombres a partir de los cuales es posible ensayar un borrador de biografía colectiva. Las figuras principales que costuran aquellas líneas y puntos son mestizos, más o menos cercanos al mundo urbano o indígena; son autodidactas y son artesanos. El hilo conductor entre las tres experiencias es el último, Nicolás Mantilla Ceballos, el sastre-intelectual. No español, como sostuvo Lora, sino hijo de paceños y bautizado en una iglesia de Oruro. Ellos, entre otros hombres y mujeres, difundirán y receptarán las ideas. Se apropiarán de ellas para convertir al anarquismo boliviano en algo que estuvo lejos de ser una burda imitación, una copia mal hecha del de la FORA.
De este modo se habrá de tramitar en el país de los Andes la doble ruptura entre anarquistas y marxistas: ideológica, en 1923, sindical, en 1927. Un proceso particular, que no siguió ni la cronología ni el pulso que tomó en otros países, pero cuya explicación, no contradictoriamente, es también regional. “Las organizaciones de ácratas” no fueron allí pues “en gran medida obra de extranjeros”, sino que ellas se desarrollaron en un escenario cuya escala fue móvil; nunca estática, nunca única.
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Recibido: 23/02/2022
Evaluado: 30/04/2022
Versión Final: 23/05/2022
páginas / año 15 – n° 38/ ISSN 1851-992X /2023
[1] Agradezco a Ariel Salcito y a Marisa Armida, por la lectura de una versión preliminar de este artículo, y a los evaluadores, por sus comentarios y sugerencias. Igualmente, al Centre for Latin American Research and Documentation (CEDLA) de Ámsterdam, cuya beca (Slicher van Bath de Jong Fonds 2020) me permitió terminar de consultar archivos y bibliotecas de Argentina, Bolivia y Chile.
[2] El Norte, La Paz, 12/11/1919
[3] El Trabajo (ET), Tucumán, 25/03/1924.
[4] La Protesta (LPr), Buenos Aires, 19/02/1924.
[5] LPr, 24/07/1923.
[6] El Libertario (EL), Buenos Aires, 20/01/1924.
[7] ET, 25/04/1924.
[8] El Sembrador (ES), Iquique, 12/01/1924.
[9] EL, 20/01/1924.
[10] La Antorcha (LA), Buenos Aires, 06/07/1928.
[11] ES, 18/08/1923; LA, 05/10/1923.
[12] Nuestra Tribuna (NT), Necochea, 01/11/1923; El Hacha (EHa), Montevideo, 15/11/1923; Tribuna Libertaria (TL), Santiago, 1°q/12/1923; Verba Roja, Santiago, 1°q/12/1923.
[13] Instituto Internacional de Historia Social, Ámsterdam (IISH), AIT, “Servicio de la Prensa” (“SP”), Berlín, 05/01/1924.
[14] ES, 27/10/1923; NT, 1/11/1923; LPr, 14/11/1923; EHa, 15/11/1923; LA, 16/11/1923; Ideas, La Plata, 2°q/11/1923; Renovación (RN), Asunción, 01/12/1923; TL, 1°q/12/1923.
[15] LPr, 14/11/1923.
[16] Archivo Luis Cusicanqui, La Paz (ALC), “Carta L. Luchen a Luis Cusicanqui”, Buenos Aires, 22/03/1924.
[17] LA, 16/11/1923.
[18] ALC, “Carta [Jesús María Suárez] a Luis Cusicanqui.”, Tucumán, 02/11/1923.
[19] ALC, “Carta E. Arenas R. a Luis Cusicanqui”, Iquique, 01/04/1924.
[20] ALC, “Carta Luis H. Heredia a Luis Cusicanqui”, Santiago, 31/05/1924.
[21] ALC, “Carta Rosario Rametta a Luis Cusicanqui”, Avellaneda, 13/04/1924.
[22] ES, 24/11/1923.
[23] LPr, 11/11/1923.
[24] ALC, “(Borrador) Copia del informe Darío Borda al COL (27/11/1923)”, Vapor Antonio Delfino, 18/11/1923.
[25] Bandera Proletaria, Buenos Aires, 09/02/1924.
[26] ALC, “Carta Alfredo B. Salinas y otros a Darío Borda R.”, La Paz, 29/01/1924.
[27] LPr, 19/12/1923.
[28] ALC, “Carta Victorio Vetulli a Agrupación La Antorcha”, Tucumán, 25/12/1923; “Carta Manuel Cabesas a Luis Cusicanqui”, Campo Quijano, 06/01/1924 y 20/03/1924.
[29] El Coya (EC), Salta, 06/1930.
[30] Archivo personal Ilda Forti (APIF), Córdoba, EC, 25/10/1924.
[31] ALC, “Carta Luis Montes a Agrupación La Antorcha”, Morgantown, 15/12/1923.
[32] ES, 27/01/1923.
[33] IISH, Abad de Santillán Papers n° 315, “Carta Enrique Arenas R. a Diego Abad de Santillán”, Iquique, 26/02/1924, IISH; ALC, “Carta E. Arenas R. a Luis Cusicanqui”, La Paz, 07/03/1924.
[34] LA, 26/09/1924.
[35] ET, 25/03/1924 y 10/04/1924.
[36] ALC, “Carta Gmo. Palacios a Agrupación La Antorcha”, La Paz, 21/01/1924.
[37] LPr, 31/01/1924; LA, 01/02/1924; ES, 02/02/1924; EL, 10/02/1924; TL, 1q°/02/1924; EHa, 15/02/1924.
[38] EL, 10/05/1924.
[39] ALC, “Carta Liga de Empleados de Comercio a Agrupación La Antorcha”, La Paz, 20/01/1924.
[40] ALC, “Carta Alberto Hilarión Muñoz y Rafael Viscarra C. a Luis Cusicanqui”, Poopó, 22/09/1923; “Carta Ezequiel J. Aguilar a Luis Monje (sic)”, [Corocoro], 18/04/1924.
[41] ALC, “Carta Genaro Jeréz y Alejandro Silva a Luis Cusicanqui”, Oruro, 19/02/1924; “Carta Florencia Montes S. a Luis Cusicanqui”, Corocoro, 20/05/1924.
[42] FamilySearch, “Bolivia, registros parroquiales, 1566-1996”, Nicolás Mantilla Ceballos, acta de bautismo, Oruro, 30/07/1893. Disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:8CHY-LCW2
[43] ES, 17/11/1923, 15/12/1923, 12/01/1924 y 15/03/1924.
[44] TL, 1°q/05/1924.
[45] Última Hora, La Paz, 07/09/1931.
[46] APIF, Boletín Agrupación Brazo y Cerebro, 1928.
[47] TL, 2°q/06/1924.
[48] ES, 07/06/1924; LA, 20/06/1924.
[49] ES, 07/06/1924
[50] Boletín informativo Alianza Anárquica Internacional (BAAI), Montevideo, 07/1924.
[51] ALC, Entrevista Desiderio Osuna, La Paz, 05/10/1985, p. 5.
[52] ALC, “Carta E. Arenas R. a Luis Cusicanqui”, Iquique, 20/05/1924.
[53] EL, 01/09/1924; LA, 06/07/1928.
[54] LA, 11/07/1924.
[55] El Hombre (EHo), Montevideo, 15/02/1925.
[56] ES, 21/06/1924.
[57] Golos Truda, Buenos Aires, 23/08/1924; LA, 07/10/1928.
[58] ES, 21/06/1924.
[59] EL, 01/09/1924.
[60] BAAI, 07/1924.
[61] EHo, 10/07/1924.
[62] IISH, AIT, “SP”, Berlín, 09/09/1924
[63] LA, 10/10/1924.
[64] Entrevista Alberto Cusicanqui Alcócer, Buenos Aires, 29/07/2014.
[65] EHo, 15/02/1925.
[66] El Sembrador, Valparaíso, 04/04/1925.
[67] EHo, 15/03/1925.
[68] La Patria (LPa), Oruro, 16/05/1925.
[69] ALC, “Carta-borrador CCO Despertar a AIT”, La Paz, 25/05/1925.
[70] LPr, 24/03/1925.
[71] Sobre los festejos en Oruro, Sucre y La Paz, véase Stefanoni, 2015.
[72] LPO, 26/06/1925.
[73] LPO, 29/07/1925.
[74] EL, 10/08/1925.
[75] ALC, Entrevista Desiderio Osuna, La Paz, 05/10/1985, p. 6.
[76] LA, 21/08/1925.
[77] El Comercio, Oruro, 22/12/1920.
[78] LA, 16/02/1926.
[79] LPr, 05/08/1926.
[80] La Razón (LR), La Paz, 30/04/1926.
[81] LR, 01/05/1926; LA, 15/05/1926.
[82] ALC, “Libro de actas de la FAM”, La Paz, 27 y 30/04/1926.
[83] LA, 03/12/1926.
[84] Bandera Roja (BR), La Paz, 14/06/1926.
[85] LR, 29/04/1926.
[86] La Correspondencia Sudamericana, Buenos Aires, 30/06/1926.
[87] BR, 14/06/1926.
[88] El acervo del anarquismo boliviano es, como el del noroeste argentino, uno “ausente”. No hay institución pública, en Bolivia o el extranjero, que conserve una colección completa de Bandera Roja. De los 54 números que salieron entre el 08/06/1926 y el 24/06/1927 –lo que la convierte en una de las publicaciones de las izquierdas más exitosas de la época– sólo pudimos consultar escasos 10 ejemplares dispersos entre dos bibliotecas y algunos archivos personales.
[89] LA, 06/09/1926.
[90] BR, 14/06/1926.
[91] BR, 08/06/1926.
[92] BR, 14/06/1926.
[93] BR, 11/10/1926.
[94] BR, 13/12/1926.
[95] LA, 16/04/1926, 06/08/1926 y 08/04/1927.
[96] LA, 15/05/1926.
[97] LA, 03/12/1926.
[98] Humanidad, Buenos Aires, 07/1927.
[99] LA, 03/12/1926.
[100] ALC, “Carta R. Chumacero a Luis Cusicanqui”, Sucre, 31/03/1926, 22/09/1926 y 16/12/1926.
[101] ALC, “Carta R. Chumacero a Luis Cusicanqui”, Sucre, 21/04/1926.
[102] Tierra y Libertad, Sucre, 13/03/1926 y 28/03/1926.
[103] LA, 03/12/1926.
[104] FOL, La Paz, 01/05/1947.
[105] ALC, Entrevista Petronila Infantes, 12/08/1986.
[106] El País, La Paz, 25/08/1927.
[107] ALC, “Copia del informe Darío Borda al COL (27/11/1923)”, Vapor Antonio Delfino, 18/11/1923.
[108] LA, 06/07/1928.