Santiago Stavale

Entre el peronismo, el socialismo y la revolución: las revistas Pasado y Presente y Nuevo Hombre ante la apertura democrática (1973)

Between Peronism, Socialism and the Revolution: magazines Pasado y Presente and Nuevo Hombre before the democratic opening (1973)

Santiago Stavale

Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales,

 Universidad Nacional de la Plata,

Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)

santiagostavale@gmail.com 

https://orcid.org/0000-0001-9038-3815

Resumen

Los años ‘70 en Argentina estuvieron marcados por un proceso de radicalización política, social y cultural que tuvo como protagonistas a un conjunto de actores y organizaciones que conformaron la nueva izquierda y que albergó en su seno a distintos proyectos político-editoriales. En el presente artículo estudiaremos comparativamente dos de ellos: las revistas Pasado y Presente y Nuevo Hombre. Específicamente analizaremos cómo pensaron y articularon los ejes peronismo, socialismo y revolución, qué estrategia pregonaron, cómo se vincularon con las organizaciones revolucionarias y de qué manera se posicionaron ante la coyuntura del año 1973, atravesada por la salida democrática a la dictadura y el retorno del peronismo al gobierno.

Palabras Clave

Pasado y Presente; Nuevo Hombre; peronismo; revolución; apertura democrática.

Abstract

The 1970s in Argentina were marked by a process of political, social and cultural radicalization whose protagonists were a group of actors and organizations that made up the new left and which housed different political-editorial projects within it. In this article we will study comparatively two of them: the magazines Pasado y Presente and Nuevo Hombre. Specifically, we will analyze how they thought and articulated the Peronism, socialism and revolution axes, what strategy they proclaimed, how they were linked with the revolutionary organizations and how they positioned themselves before the situation of the year 1973, crossed by the democratic solution to the dictatorship and the return of the Peronism to the government.

Keywords

Pasado y Presente; Nuevo Hombre; peronism; revolution; democratic opening.

Introducción

En el presente artículo realizaremos un análisis comparativo entre dos revistas político-culturales de la nueva izquierda: Pasado y Presente (PyP) y Nuevo Hombre (NH). Estas experiencias fueron espacios de reunión y canales de expresión de agrupamientos intelectuales que formaron parte del proceso de modernización cultural y radicalización política de los años sesenta y setenta argentinos (Celentano, 2016). En ese sentido, se enmarcan en lo que Fernada Beigel (2003) denomino como “revistas de vanguardia” y “editorialismo programático”, es decir, proyectos editoriales que estuvieron atados a coyunturas históricas complejas, signadas por distintas formas de revolución que auguraron cambios de épocas, y en la cual intervinieron con una acción política concertada. De modo que constituyen documentos históricos y fuentes privilegiadas que nos informan sobre las problemáticas que definieron a aquel presente y sobre el espíritu intelectual y los debates político-culturales de aquella época (Sarlo, 1992). Al mismo tiempo nos permiten acceder a las respuestas ensayadas por aquellos grupos ante las cambiantes coyunturas políticas.

En ese sentido, luego de realizar un breve repaso sobre sus orígenes, nos concentraremos en sus intervenciones del año 1973, momento en que se concretó la “salida democrática” del régimen dictatorial instaurado en 1966 y el retorno del peronismo al gobierno luego de 18 años de proscripción política. Estos factores, sumado al nuevo impulso que adquirieron las luchas obreras y populares, modificaron sustancialmente las condiciones en que venía desenvolviéndose la lucha de clases en Argentina, significando un desafío no solo para las organizaciones revolucionarias que venían actuando y animando la dinámica política del país, sino también para el resto de las expresiones de la nueva izquierda, entre las que se hallaron PyP y NH.

Si por un lado a las fuerzas sociales y políticas que conformaron esta nueva izquierda las unificó la ruptura con la izquierda tradicional, su estrategia reformista, su perspectiva evolucionista y sus interpretaciones esquemáticas del peronismo -al cual consideraban como una variante vernácula del totalitarismo fascista- por otro lado, las respuestas que cada uno de estos actores ensayó sobre dichas rupturas no fueron homogéneas y monolíticas sino que, por el contrario, en ciertos puntos fueron profundamente diferentes y hasta contradictorias. Así, las interpretaciones que cada uno de ellos le dio a los ejes peronismo, socialismo y revolución configuraron estrategias, posiciones e intervenciones políticas distintas en la coyuntura que aquí abordaremos.

La discusión sobre el papel que debía jugar el peronismo y Perón en la revolución fue un parteaguas en ese sentido: mientras unos consideraban a Perón como un líder del Tercer Mundo, otros “se mantenían críticos respecto de su papel pues lo consideraban un ‘líder burgués’” (Tortti, 2014: 27). Esto se manifestó en los objetivos que articularon la actividad política de una u otra expresión. Así, para algunos el retorno de Perón era una demanda y un objetivo de orden estratégico, y para otros se trató de un falso eje que alejaba a los trabajadores y el pueblo de su tarea central, “la construcción de un verdadero partido de la clase” (Tortti, 2014: 25).

Las consecuencias políticas de dichas diferencias estratégicas, que se habían visto relativizadas durante la dictadura debido a la unidad táctica que estos grupos habían tenido en el enfrentamiento a la misma, pasaron a un primerísimo plano con el retorno del peronismo al gobierno. Las publicaciones que aquí estudiaremos fueron una caja de resonancia de estos debates y una de las tantas expresiones de las distintas posiciones que circularon y constituyeron el convulsionado escenario político de 1973.

En ese sentido, si bien existen trabajos que, desde distintas perspectivas y analizando distintos aspectos, han estudiado ambas revistas en su especificidad (Burgos, 2004; Petra, 2013; Acha, 2014; Casco, 2014;  Zarowsky, 2014; Prislei, 2015 ; Santanna, 2015; De la Fuente, 2015; Abbattista, 2015), consideramos que un análisis comparativo nos permitirá contrastar los distintos elementos que pusieron en juego en sus análisis y en sus respuestas ante la coyuntura de aquel año, enmarcándolas en la disputa político-estratégica más amplia de la que formaron parte.

Para ello tenderemos puentes de diálogo haciendo eje en sus interpretaciones teórico-políticas y sus apuestas programáticas, así como en la forma en que experimentaron la tensión entre la organicidad a un proyecto político (o, aún más, a una organización política) y la autonomía que requería y significaba constituirse y definirse como una publicación independiente.

Un poco de historia: el origen y la trayectoria de las revistas

Para el propósito de este artículo, es necesario comenzar realizando un breve repaso por la historia de las revistas.

La revista PyP tuvo dos etapas: la primera de abril de 1963 a septiembre de 1965, período en que fueron publicados nueve números en seis volúmenes. La segunda, a la que le daremos centralidad en este trabajo, sale entre abril y diciembre de 1973 y consta de tres números y dos volúmenes. Los orígenes de la revista se remontan a principios de los años ‘60 en el seno del Partido Comunista Argentino (PCA). El fracaso del proyecto desarrollista de Frondizi, al cual el PCA le había puesto expectativas (basada en la concepción etapista de la revolución), el impacto del triunfo de la Revolución Cubana y la liberación de Argelia, así como la preocupación creciente por el “desencuentro” cada vez más profundo entre la clase obrera, las organizaciones de izquierda y los intelectuales revolucionarios, fueron los elementos que crearon las condiciones para el surgimiento de un creciente malestar en las filas comunistas (un proceso similar vivió el Partido Socialista Argentino[1]). A su vez, la falta de espacios para la crítica y para el impulso de cambios al interior de la organización, llevó a un grupo de jóvenes partidarios, encabezados por José María Arico y Juan Carlos Portantiero, a impulsar un proyecto editorial independiente que tuviera como objetivo vehiculizar debates que al interior del PCA no podían expresarse, razón por la cual sus miembros recibieron la inmediata expulsión de las filas de este último. Así nace PyP, una revista de neto y explícito corte gramsciano, en la que se combinaban editoriales y notas políticas de carácter estratégico-programáticas, con documentos y escritos de Marx, Gramsci, Lukács, Togliatti, Debray y otros clásicos e intelectuales de renombre internacional. El proyecto editorial nacía preguntándose por las razones del “distanciamiento masa-conciencia”, por la “anémica inserción del marxismo en la dinámica real del país” y por las “razones que impidieron la concreción de una voluntad colectiva nacional de tipo revolucionaria”.[2]

En las páginas de PyP se pueden recorrer múltiples temáticas y debates que se articulan en base a algunos ejes centrales: la búsqueda por zurcir la grieta que mediaba entre los intelectuales y la clase obrera, la recuperación de un marxismo no dogmático alejado de las prescripciones estalinistas, y la revisión y el estudio en clave revolucionaria de la cuestión nacional, lo que se traducía en volver a pensar el peronismo. Estas claves se dan en un tono de polémica directa con la tradición comunista, con la que rompen en la mayoría de sus postulados teórico-políticos fundamentales. De este modo, los autores echaban por tierra a la concepción etapista de la revolución, rechazando la idea de que existía una burguesía nacional progresista y antiimperialista con tareas político-revolucionarias para la Argentina. Bajo el influjo de la Revolución Cubana, el grupo “pasadopresentista” planteaba que la lucha debía ser por la liberación nacional y al mismo tiempo por la liberación social, y que para ello las vías ya no podían ser las ensayadas por la izquierda tradicional, sino que el castro-guevarismo marcaba el nuevo camino. Como señala Aricó, esta primera etapa de la revista estará marcada por un “deambular detrás del sujeto político” y en busca de un “anclaje político” (Burgos, 2004) que los llevó a involucrarse “en las más variadas iniciativas y tácticas de la izquierda: desde el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) de Jorge Ricardo Masseti y Ernesto Guevara a las comisiones obreras y el clasismo cordobés (…)” (Sztulwark, 2014: 30)

Según Raúl Burgos (2004), el fin de la primera etapa de PyP está relacionado con la “forma difusa de organización” que tuvo la revista, en la que no terminaba de quedar claro cuáles eran sus implicancias orgánicas y políticas. Si PyP se resistía a transformarse en un grupo u organización política, al mismo tiempo no podía ser calificada como un proyecto editorial meramente ideológico-cultural. Este carácter hibrido, de “pasaje”, “inclasificable”, afectó la continuidad del proyecto editorial que no pudo resistir a la demanda de dar pasos políticos más claros y contundentes.[3] Ello cambiará para la segunda etapa.

Por su parte, la revista NH salió a la luz por primera vez en julio de 1971, seis años después de clausurada la primera etapa de PyP. Fundada por Enrique “Jairito” Walker (periodista gráfico de la revista comercial Gente), en su primer año de existencia fue una revista independiente de actualidad política, cultura y reflexión intelectual que congregó a periodistas, intelectuales, abogados y militantes destacados, la mayoría de orientación peronista. Coincidimos con Martín Santana (2015), de que pueden identificarse 4 etapas de la revista[4] marcadas fundamentalmente por los cambios de dirección, así como por los cambios de coyuntura política. Sin embargo, entendemos que la ruptura o quiebre fundamental se dio en 1972 cuando pasó a la órbita política del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), una de las organizaciones revolucionarias más importantes e influyentes de la época.

En la primera etapa, dirigida por Walker, pasaron por la revista personajes destacados de la intelectualidad y la militancia de la nueva izquierda. Por las páginas de NH desfilaron notas y documentos de Nicolás Casullo, Vicente Zito Lema, Eduardo Luis Duhalde y Rodolfo Ortega Peña, Alicia Eguren, Dardo Cabo, Augusto Kesselman, entre tantos otros. La revista buscaba diferenciarse de las clásicas publicaciones partidarias, dando espacio a la reflexión intelectual y cultural, al mismo tiempo que se hacía eco y funcionaba como caja de resonancia de todas las expresiones de resistencia y de lucha revolucionaria de Argentina y el mundo. Como remarca Santana (2015) si bien la revista se declaraba independiente, expresaba la voz de la lucha armada. De este modo, y a pesar de no partir del mismo origen, podemos decir que la agenda de esta versión de NH era muy similar a la de PyP. La interpretación del peronismo en calve nacional y popular, como movimiento de liberación nacional, se plasman en varios artículos de la revista, entre los que se destacan los escritos por Dardo Cabo, Alicia Eguren, Juan Carlos Bird (hombre de la resistencia peronista), y los varios documentos y textos inéditos de John William Cooke. Al mismo tiempo, daba un espacio importante (una sección fija denominada “Cultura y cuestionamiento”) a la reflexión sobre el rol de los intelectuales, destacándose la idea del “intelectual comprometido”. En ese mismo sentido, la recuperación de un marxismo heterodoxo a través de figuras intelectuales como Marcuse, Abraham Guillen y Jean-Paul Sartre, la recuperación de la experiencia cubana, y las reflexiones sobre el poder obrero (a partir de las experiencias del proletariado cordobés), son muestras claras de que NH transitaba las mismas preocupaciones y temáticas que PyP.

Sin embargo, lo hacía en un contexto profundamente distinto: NH daba cuenta y estaba profundamente marcada por los fuegos del Cordobazo. De modo que si, como dijimos, el surgimiento de PyP y las preocupaciones políticas e intelectuales de su primera etapa deben ser entendidos debido al clima de “heterodoxia política” que reinó en los primeros años ‘60 y por la búsqueda de un sujeto político todavía en formación; NH debe comprenderse como la expresión directa de la eclosión del clasismo y la novedad en plena expansión de las organizaciones guerrilleras, etapa en el que la centralidad de la clase obrera así como de la lucha armada aparecían como certezas estratégicas.

De hecho, el dinamismo que adquirió el auge de esas luchas fue exigiendo niveles de definiciones políticas que, incluso, desafió rápidamente los límites del formato que caracterizó a la primera NH. Su perfil amplio e independiente, que permitía la convivencia de peronistas revolucionarios y militantes perretistas como Daniel Hopen, fue haciéndose cada vez más insostenible a la luz de los procesos individuales y colectivos que confluían en la misma.

Esta primera etapa se cerrará con el alejamiento de “Jairito” Walker, quien pasará a las filas montoneras, y con el encuadre de la revista en el marco político del PRT-ERP, organización que se hará cargo financiera[5] y políticamente de la misma, lo que supuso no solo un nuevo formato, sino un cambio importante en los niveles de organicidad e independencia política de la revista.

Si bien el vínculo entre NH y el PRT-ERP nunca fue explícito, la revista era financiada y supervisada por dicho partido, el cual promovía condiciones de relativa independencia en su interior, ya que era parte de la política de masas y alianzas[6] que la organización había definido ante la evaluación de una posible salida electoral (al igual que otro tipo de publicaciones, como el diario El Mundo[7]). A partir de entonces la revista abandonó los debates sobre el papel de los intelectuales y se transformó en una “revista de la urgencia” (Santanna, 2015: 14) en la que predominaron los debates de coyuntura política, las denuncias a las persecuciones y atentados políticos perpetrados por la dictadura y luego por el gobierno peronista, y la cobertura de gran parte de las luchas obreras de la época.

Como vemos, aunque en situaciones sustancialmente diferentes (a pesar de estar separados por solo 6 años), PyP y NH sufrieron las consecuencias de una época en que parecía no alcanzar con la pertenencia a un proyecto político-cultural independiente para muchos de sus protagonistas. Es que, como bien remarca Marcelo Maggio,

“[d]entro del espíritu de época, la organicidad era un valor (no solo para las organizaciones armadas, sino para la izquierda en un sentido amplio) y podía ser entendida mediante términos como ‘seguir la línea’ o ‘subordinación consciente’. La autonomía, por otra parte, si se planteaba de modo laxo o imprudente, podía ser el equivalente a ‘desviación individualista’ o ‘espíritu pequeño burgués’” (2012: 97).

Entendemos al concepto de “subordinación consciente” o “subordinación estratégica” como la decisión de grupos o movimientos político-intelectuales –en este caso vinculados a proyectos editoriales- de encuadrarse implícita o explícitamente bajo la égida de una dirección política determinada, sea ésta una organización política, o bien una estrategia política representada por un conjunto de organizaciones. La necesidad de adherir a una estrategia política llevó a que muchas de estas experiencias editoriales pasaran a formar parte de un “paraguas” estratégico o campo político concreto, adoptando una línea política más clara, sin que ello significara, necesariamente, una relación orgánica formal con tal o cual organización.

No obstante, es preciso remarcar que aquel proceso asumió características particulares en los casos aquí estudiados, configurando dos modelos de “subordinación estratégica” distintos: NH, como dijimos, al ser adquirida por el PRT-ERP se transformó en lo que Carrera y Denza definen como “prensa partidaria”, es decir, en una herramienta impulsada por una organización que, aunque mantiene una cierta independencia profesional tanto formal como de contenido, en última instancia depende de su dirección política (2016:33). PyP, en cambio, aun reconociendo en Montoneros la encarnación de una propuesta que los representaba (Aricó, 2014: 105), y ubicándose en el campo político dirigido por esta organización, mantuvo su independencia e intentó conformarse como un “grupo político”[8], con posiciones políticas y estrategia propia: la de formar una tendencia de izquierda socialista al interior del movimiento peronista (Burgos, 2004: 17).

Ahora bien, lo que nos interesa remarcar es que ambas revistas, de una u otra manera, respondieron a los desafíos de la nueva etapa delimitando con mayor claridad la posición político-estratégica en la que estaban ubicadas. Esto se verá claramente en sus segundas etapas, a las veras de la apertura democrática y el retorno del peronismo al gobierno. Las discusiones sobre el peronismo cobraron más que nunca importancia táctica y estratégica, contorneando a grandes rasgos dos alternativas: o se apostaba a la lucha al interior del gobierno peronista, o se bregaba por construir una alternativa por fuera del mismo.

En ese sentido, a continuación, reconstruiremos las interpretaciones y el rol que cada una de las publicaciones le asignaba al peronismo, para comprender sus diferentes posiciones y apuestas ante la coyuntura electoral

Interpretando al peronismo

Ya desde su primera etapa PyP planteó la necesidad de revisar teórica y políticamente el peronismo. A su juicio, entender dicho fenómeno más allá de la “ortodoxia” marxista era clave para comprender el divorcio histórico que se había producido entre la clase obrera y la izquierda. De ese modo, la interpretación pasadopresentista rompía con la clásica visión comunista que veía en el peronismo una versión del nazifascismo vernácula, y se disponía a un análisis marxista exento de “paternalismo” y de “estereotipos positivistas” que le permitiera comprender la realidad histórica particular de la clase obrera argentina y su experiencia.

A la luz de la Revolución Cubana, entendían necesario revalorizar la “cuestión nacional” dejando de lado la importación de modelos prefabricados y aplicando el marxismo al estudio de las clases y sus experiencias concretas tal como se dieron en la realidad histórica y no tal como la teoría suponía que debían darse.

En sus primeros análisis, la revista calificó al peronismo como una solución “bonapartista” (como veremos que también hará NH en su “etapa perretista”). Así, era interpretado como la resultante del fracaso de los partidos políticos burgueses y pequeñoburgueses tradicionales para darle una salida “civil” a las pujas de su clase por acceder al poder, sumado a la incapacidad de incorporar políticamente al nuevo proletariado urbano.[9] En ese sentido, el gobierno de Perón era considerado como un intento por establecer un bloque histórico “industrialista”, sostenido e impulsado por el Estado y asentado en una alianza (aparente) entre la burguesía industrial y el proletariado. Ahora bien, pese a sus claros límites burgueses y a la “falsa idea de equilibrio social” que representaba, consideraban que dicha experiencia política le había posibilitado a la clase obrera constituirse como un actor unificado moral y políticamente a nivel nacional. Es decir, había ayudado a universalizar la cuestión obrera, algo que la izquierda tradicional no había sabido comprender.[10] 

Por otro lado, consideraban que desde 1955 el peronismo se había transformado en la principal interferencia de los planes políticos y económicos del capital monopolista, debido al creciente protagonismo que había adquirido la clase obrera en la resistencia. Además, interpretaban que el debilitamiento de la burguesía nacional hacía inviable la reedición de un proyecto reformista burgués y que, en ese marco, se habría una clara posibilidad para el desarrollo de una alternativa política autónoma para la clase obrera.[11] En ese sentido, PyP criticaba a la izquierda que intentaba superar el reformismo desconociendo la realidad nacional y lo que significaba la participación de los trabajadores en el peronismo. Desde su punto de vista, el proletariado no debía dejar de ser peronista para convertirse en revolucionario porque el movimiento obrero peronista era parte del proceso revolucionario en tanto tal.[12] La clase obrera argentina no podía ser considerada una clase virgen políticamente, sino que debía ser entendida como “políticamente situada en el interior de un movimiento nacional-popular” donde reconocían “su único término de unidad y lealtad política”.[13]

En síntesis, como remarca José Casco, el grupo caracterizaba al movimiento peronista desde una doble perspectiva: por un lado como el movimiento desde el cual los trabajadores se habían transformado en el centro aglutinante de la resistencia al capital monopolista y al imperialismo, y por el otro como un momento en el desarrollo de la autoconciencia de la clase obrera que, en la medida que se consolidase como alternativa política autónoma, podía devenir en un movimiento de liberación y de signo socialista (2012: 184).

NH, en cambio, aunque partía de una caracterización de base similar, llegaba a una conclusión distinta. Desde el cambio de dirección en marzo de 1972, año en que el PRT-ERP decidió hacerse cargo de la misma, y bajo el mando de Silvio Frondizi[14] primero y Rodolfo Mattarollo[15] después, la revista abandonó la interpretación del peronismo que la había atravesado hasta el momento y adoptó, a grandes rasgos, la interpretación perretista. En sus páginas se pueden leer una serie de tres artículos titulados “El Peronismo”, firmados por el “Cuerpo de Redacción”, en las que se realiza una caracterización general del mismo.[16] En función del 27 aniversario del 17 de octubre de 1945, en la que “las masas ignoradas y explotadas aparecen en la vida política argentina como nunca lo habían hecho hasta entonces”, el número 34 de la revista comienza con el primero de estos tres artículos, con el objetivo de realizar un “análisis correcto, desprovisto de la fobia o de la idealización, propias del subjetivismo o del oportunismo”, que aporte al “fortalecimiento ideológico y político de la clase trabajadora y el pueblo”.[17] En estos artículos los autores se distancian de las interpretaciones que consideraban al peronismo como “movimiento fascista” o “aluvión zoológico”, así como de aquellas que lo definían como un “movimiento revolucionario antiimperialista” y, al igual que PyP, lo definían como un gobierno “bonapartista”. De esta manera el peronismo era interpretado como un intento fracasado de desarrollar un capitalismo independiente, que había tenido que apoyarse en la clase obrera ante la ausencia de una burguesía nacional dispuesta a encabezar dicho proceso. A su juicio, esto significaba una contradicción irresoluble sustentada en la imposibilidad de la conciliación entre las clases, que hacía del peronismo un proyecto inviable. Para el cuerpo de redacción, el peronismo había cumplido el rol de encauzar por vías reformistas el espontaneísmo obrero, evitando los riesgos de una explosión revolucionaria.[18] 

Ahora bien, consideraban (coincidiendo parcialmente con PyP), que simultánea y paradójicamente el peronismo había representado para la clase obrera una etapa inicial en el desarrollo de su conciencia. No obstante (y aquí se distanciaba de la interpretación pasadopresentista), se había transformado en una seria traba para el desarrollo de la conciencia política revolucionaria y debía ser superado; camino que había comenzado la “nueva vanguardia obrera”. Según su interpretación, todos los intentos por transformar al peronismo en un movimiento que respondiera a los intereses obreros, o que al menos matizara el predominio de las corrientes burguesas en su seno, habían fracasado, ya que no podían liberarse del carácter burgués de su ideología ni del paternalismo de Perón. En ese sentido, si para la burguesía el peronismo aparecía como la última tabla de salvación en la defensa del capitalismo ante la radicalización de las masas, para la clase obrera significaba un obstáculo para avanzar en posiciones revolucionarias, por lo que, aunque reconocía la existencia de sectores peronistas combativos, consideraban que el desarrollo de una “auténtica corriente proletaria” no pasaba por dentro del peronismo.[19]

Como veremos a continuación, estas diferencias sustanciales de interpretación se plasmaron en las posiciones que ambas publicaciones asumieron ante el escenario electoral y en las posteriores lecturas y expectativas que tuvieron en torno al retorno del peronismo al gobierno.

Votar o no votar, esa es la cuestión: las revistas ante la coyuntura electoral

La dictadura militar instaurada en 1966, que había pretendido poner fin a la conflictividad abierta con el golpe de 1955, lejos de cumplir su cometido, se  transformó en un caldo de cultivo para el surgimiento de nuevas experiencias antiburocráticas en el movimiento obrero, al mismo tiempo que ayudó a acelerar los procesos de transformación política, intelectual y cultural que venía sacudiendo a la izquierda. Este proceso de radicalización política asumió un nuevo giro hacia 1969 con las manifestaciones conocidas como Rosariazo-Cordobazo-Rosariazo que dieron inicio a una nueva etapa en la lucha de clases (Balvé; Balvé, 2005). El contexto de generalización de la protesta y expansión de las organizaciones armadas, empujó a las clases dominantes y a la cúpula militar a buscar una salida política que le permitiera absorber el descontento, preservando el imperio de las clases dominantes (Schneider, 2005). En ese marco, la convocatoria a elecciones, el regreso a las instituciones democráticas y la legalización del peronismo se sintetizaron en la propuesta del Gran Acuerdo Nacional (GAN) que se erigió como el único camino posible para salir de la crisis social y política. La audacia de la estrategia radicó en proyectar la reinserción del peronismo al sistema político con el objetivo de aislar a los elementos más radicalizados, devolverle legitimidad a la acción estatal y encauzar la conflictividad en el marco de la democracia parlamentaria, frustrando la confluencia entre la izquierda social y la izquierda política (Tortti, 2014). Luego de intensas negociaciones entre Perón y la dictadura, se acordó la fecha para los comicios y, bajo la candidatura presidencial de Héctor Cámpora y organizados en el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI), el peronismo encaró la campaña electoral bajo una épica y una retórica de tónica revolucionaria.

Así, el retorno de este último al poder se transformó en un hecho y el año 1973 inauguró una nueva etapa política marcada por un cambio de las condiciones en las que se iba a desenvolver la conflictividad obrera, ya no en un contexto dictatorial sino bajo un régimen democrático (Lenci, 1998).

En este nuevo contexto las discusiones y polémicas al interior del campo de la nueva izquierda se agudizaron, lo que se reflejó en las publicaciones aquí estudiadas. Como dijimos, las posiciones que asumieron los actores ante las elecciones dependieron de la valoración que cada uno hacía del peronismo, así como de las expectativas que se depositaban en la participación de sectores de la tendencia revolucionaria en el gobierno.

Por su parte, PyP razonaba de la siguiente manera: si con la resistencia a los golpes de 1955 y 1966, y aún más desde el Cordobazo, la clase obrera se había transformado en el “legítimo caudillo de la lucha nacional contra la dictadura”, y la gran mayoría de ella era peronista, el peronismo aparecía como la fuerza fundamental del proceso revolucionario y como el protagonista del escenario en ciernes. Las elecciones entonces pasaban a ser el “escenario de una lucha feroz entre la camarilla militar en el gobierno y el proletariado peronista”. Y si bien advertían la existencia del “peronismo burgués” y reaccionario al interior del FREJULI, evaluaban que tarde o temprano el enfrentamiento interno se daría, y que la izquierda peronista estaba llamada a desempeñar un papel clave en aquel conflicto. Por último, si bien consideraban a las elecciones como una “artimaña de la reacción para salir del atolladero político”, también creían que un triunfo popular podía ayudar a profundizar la lucha de clases, realizando un gran avance hacia la revolución. De modo que en aquella coyuntura no había más que dos alternativas: o hacerle el juego a los enemigos de clase no votando junto a los trabajadores o participar de las elecciones apoyando al FREJULI.[20] Para la revista, este último era el único voto clasista posible. En ese sentido polemizaba y se distanciaba rotundamente de las posiciones abstencionistas de la izquierda marxista no peronista (como el PRT-ERP y  NH), que a criterio de PyP, terminaban aislados de las masas por sus políticas “vanguardistas”.

Bajo esa lectura, el contundente triunfo del FREJULI en las urnas, fue leído como el pasaje a una nueva etapa de lucha, marcada por la existencia de una nueva fuerza social y por la maduración del rechazo popular al capitalismo dependiente. No obstante, el grupo advertía sobre el peligro de caer en un “optimismo injustificado”, ya que consideraba que aquel rechazo o “no disponibilidad” no significaba mecánicamente la existencia de una clase obrera con voluntad política consciente de realizar una revolución socialista. De modo que, si bien valoraban que las elecciones habían modificado profundamente las relaciones de fuerzas sociales y políticas, creían que aún no estaban dadas las condiciones instrumentales para la instauración de un poder revolucionario de tipo socialista.[21] 

Para cumplir dicho objetivo, planteaban la necesidad de construir núcleos de base que ayudasen a la movilización y, motorizando “iniciativas socialistas multiplicadas y articuladas”, generasen el movimiento de masas necesario. Inspirados en un Gramsci “consejista”, apostaban a la fábrica como espacio privilegiado para la construcción de los mismos. Su estrategia apuntaba a la construcción de un poder obrero que prefigurara la nueva democracia proletaria. Para ello hacía falta una fuerza organizativa que unificara las expresiones anticapitalistas que anidaban en la clase obrera peronista. Debía superarse la etapa de hostigamiento al enemigo para pasar a conformar un movimiento de ofensiva revolucionaria que superase al peronismo burgués imponiendo el peronismo de las masas.[22] 

Por su parte, los análisis y las conclusiones de NH eran completamente distintos. Para esta última, la lucha por el retorno de Perón, y la idea de “socialismo nacional” levantada por el peronismo combativo o de izquierda en el marco de la campaña, no ayudaban en absoluto al avance de la conciencia proletaria, sino por el contrario, abonaban a retrasarla.

Si bien para la revista el peronismo estaba yendo hacia una “agudización cada vez mayor de las contradicciones entre las aspiraciones de las bases por un lado y la ideología burguesa y la táctica acuerdista de sus direcciones, por el otro”, esto no debía generar ninguna expectativa.[23] Para NH una victoria electoral del peronismo significaba un triunfo táctico de las clases dominantes que pretendían con ello “frenar y revertir el desarrollo de las luchas populares en todo el país”, “la institucionalización del peronismo a través del Frente Justicialista de Liberación” y “el aislamiento, y si fuera posible, la posterior eliminación de la izquierda revolucionaria y de los sectores revolucionarios que militan en el peronismo”.[24]

Esta contundente conclusión, estuvo respaldada por una posición bien definida que llevó a la revista a ser expresión de una propuesta programática concreta. Desde 1972 en NH se denunció por un lado al GAN, como un “salvavidas” de las clases dominantes ante el auge del movimiento de masas, y por el otro, a la táctica pendular de Perón y sus intentos de construir frentes burgueses, como el Frente Cívico de Liberación Nacional y, posteriormente, el FREJULI. Ante este panorama, la revista exhortaba a todos los sectores revolucionarios y populares a formar un Frente Antidictatorial y Antiimperialista (FAA) desde el cual, entre otros objetivos, poder construir candidaturas populares e independientes para las elecciones en puerta, a través de Comités de Base. La revista participó y se hizo carne de esta breve experiencia desde su fundación, y por propuesta e iniciativa del PRT-ERP, Silvio Frondizi (todavía director de NH) asumió la presidencia del mismo.

Sin embargo, las posibilidades de participar en las elecciones con candidaturas propias se vieron frustradas, lo que motivó el alejamiento de Frondizi de la revista.[25] Por su parte NH, ahora con Rodolfo Mattarollo en su dirección, siguió haciéndose eco de la política perretista, y desde sus páginas defendió y militó una posición abstencionista ante el escenario electoral. Así, la tapa de su número 37, de la primera quincena de marzo de 1973, lleva como título la pregunta “¿Por quién votar?” que era inmediatamente respondida por una lista de nombres de militantes populares secuestrados, asesinados, presos y perseguidos por la dictadura.[26]

NH analizaba al FREJULI como un frente “sin principios programáticos que puedan garantizar un plan de gobierno revolucionario” y que buscaba “domesticar a las masas peronistas, uniéndolas al carro de la burguesía”.[27] De este modo ante la ausencia de una propuesta electoral independiente y revolucionaria, planteaba la abstención como una posición táctica, al mismo tiempo que llamaba a construir el FAA, donde debían confluir todos los sectores del campo revolucionario y popular (socialistas y peronistas) con independencia de la burguesía. La abstención, aclaraba NH,

“se diferencia del boicot –que consistiría en no concurrir a las urnas- y del voto en blanco. La abstención entonces equivale a admitir que cada votante está en libertad de acción para votar o no, y de votar para hacerlo afirmativamente, en blanco o anular su voto”.[28] 

Una vez consumados los comicios, el contundente triunfo del FREJULI fue interpretado por la revista como el resultado de la canalización de la reacción popular en repudio a la dictadura. Según los redactores, el éxito del frente estaba dado por el desastroso gobierno dictatorial, el prestigio que tenía Perón ante las masas por el recuerdo de su primer período presidencial, y por la participación de un sector revolucionario que había ganado la “guerra de consignas”. Sin embargo, estos factores no alteraban la caracterización de la fuerza triunfante. La revista seguía haciendo un llamado general a forjar un frente independiente, ahora el Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS), que impulsara la movilización permanente por las libertades democráticas, la investigación de los crímenes de la dictadura, la legalización de las fuerzas de izquierda y derogación de la legislación represiva, la intensificación de las luchas reivindicativas (salariales, contra los despidos, y la desocupación) y para garantizar el cumplimento de las medidas progresistas impulsadas por el gobierno.[29]

Como vemos, NH y PyP tomaron claro partido en la nueva situación política abierta y el proceso de “subordinación estratégica” asumido, lejos de matizarse, se fue radicalizando a lo largo de 1973. Los hechos que animaron aquel año motivaron la salida del último número de PyP, y ocuparon centralidad en las páginas de NH.

Un diagnóstico similar, dos caminos opuestos

La vertiginosidad de los hechos de 1973 aceleró los tiempos políticos, tensando aún más las discusiones y diferencias al interior de la nueva izquierda. La ola de tomas de fábrica, la masacre de Ezeiza, la renuncia inducida de Cámpora, la vuelta de Perón a la presidencia, el Pacto Social, el asalto al Comando de Sanidad del ejército por parte del ERP y la promulgación de la Ley de Asociaciones Profesionales fueron algunos de los sucesos que obligaron a profundizar los planteos de las organizaciones y las revistas, ahondando la brecha que las separaban política e ideológicamente entre sí. De este modo, por un lado, PyP volcó sus esperanzas a la fusión de FAR y Montoneros y los incitó a desoír los planteos de la izquierda revolucionaria que los llamaba a romper con el movimiento peronista; por el otro, NH -que formaba parte de esta última- denunciaba el Pacto Social, la ola macartista y la derechización promovida por el gobierno peronista y llamaba a enfrentarlos con movilización.

Esta candente coyuntura política se halla condensada en el último número (doble) de PyP de julio/diciembre de ese año. La revista partía de un diagnóstico claro: desde el 13 de julio, con la “obligada renuncia del presidente Cámpora” estalló una crisis política que marcaba “el punto de un complicado proceso”, cuya característica central estaba dada por el desplazamiento de la lucha de clases al interior del peronismo. Esto queda claro en su larga editorial titulada “La crisis de julio y sus consecuencias políticas”:

“La guerra declarada en el seno del peronismo, y agudizada hasta el paroxismo desde el regreso de Perón, es una de las manifestaciones, la más importante, de la lucha abierta y frontal por la dirección de las masas en la que están comprometidas las fuerzas que combaten por una u otra salida de la crisis.”[30]

De este modo, para los pasadopresentistas, al interior del movimiento peronista se dibujaban nítidamente dos campos bien definidos: el de la revolución y el de la contrarrevolución. Esta era una contradicción que el peronismo ya no podía sintetizar en su interior, y la masacre de Ezeiza era una muestra de ello.

A su vez eran igual de contundentes a la hora de definir el papel que jugaba el propio Perón en su seno. Así, descartaban la idea de que éste último estuviera siendo “usado” o estuviera “cercado”, poniendo sobre el tapete lo evidente:

“Hoy para nadie pueden caber dudas que el actual proceso de desmovilización de las masas y de descabezamiento de los sectores más radicalizados del peronismo cuenta con la aprobación de Perón y no es un mero producto de presiones externas.”[31] 

El problema era de proyecto político. Perón nunca sería un líder socialista ya que su proyecto era el de la “reconstrucción nacional” basada en el acuerdo con los grandes partidos y las fuerzas económicas y gremiales. No obstante, para el grupo, aquel modelo nacionalista burgués, promovido por el viejo líder, era irrealizable para la Argentina de 1973. En ese sentido no había más que dos alternativas: o se avanzaba hacia el socialismo o se retrocedía a la fascistización de la vida nacional.[32]

Sin embargo, y a pesar de dicha caracterización, PyP seguía apostando, y ahora más que nunca, a construir al interior del peronismo. Para la revista, se debía apuntar a transformarlo expandiendo sus núcleos revolucionarios, profundizando la lucha de masas y transformando a la clase obrera y a la fábrica en el eje de toda la política revolucionaria. La suerte de dicho proceso dependía de la lucidez de la izquierda peronista que debía transformarse en la dirección organizativa que desplazara a Perón de la cima del movimiento. Sus expectativas, como dijimos, estaban puestas en la fusión de las organizaciones FAR y Montoneros, a quienes consideraba como el “núcleo originario de constitución de una dirección del proceso revolucionario”. En ese sentido los instaba a no caer en la “tentación” de romper con el movimiento peronista y pasar a la lucha armada, como pretendían algunas organizaciones (entre ellas el PRT-ERP), ya que eso significaría dilapidar el “capital primero que los hizo crecer”, aislándose de las grandes masas y perdiendo la posibilidad de profundizar la inserción en la clase trabajadora.

A juicio del grupo, la izquierda como el PRT-ERP, pese a contribuir a la movilización, tenía escasa vinculación con la clase obrera industrial, era excesivamente ideologísta y sectaria y oscilaba entre posiciones “empiristas y demagógicas” en la acción práctica y posiciones “principistas” en lo político y estratégico, volviéndolas impotentes a la hora de aprovechar el vacío abierto por la crisis política. En consecuencia, el objetivo de la izquierda peronista no debía pasar por la unidad con estos sectores sino con las clases trabajadoras, lo que solo podía conseguirse manteniéndose adentro del peronismo. A su vez, reafirmaban la idea de que para construir la hegemonía proletaria debía concentrarse los esfuerzos políticos-estratégicos en las fábricas, espacios desde donde se debía desarrollar la conciencia socialista entre los trabajadores así como también ayudar a impulsar instituciones de tipo “consejista”.

Del otro lado, NH polemizaba abiertamente con posiciones de este tipo. Es que, si bien partía de un diagnóstico similar al que hacía PyP en relación a la situación política y al rol de Perón, nuevamente arribaba a conclusiones diametralmente opuestas. En su número 45 de la segunda quincena de julio, en la sección “La quincena política” bajo el título “Frenar a la derecha” la revista planteaba que para contestar si Perón estaba cercado o no, debía evaluarse su proyecto político. Y para NH el proyecto de “reconstrucción nacional” del viejo líder era un proyecto de conciliación de clases que suponía un acuerdo con las FFAA y los empresarios a través del cual se “contrabandeaba” un acuerdo con el imperialismo. En esta línea, en el número 46, se afirma:

“Todo este proceso que se viene desarrollando aceleradamente desde el 13 de julio, significa una vasta maniobra realizada desde el campo burgués para dar a la represión una base de masas que permita realizar la política antipopular que exige la salvación del capitalismo dependiente en esta Argentina prerrevolucionaria. Esto no podía hacerlo el gobierno de Cámpora. Pero la burguesía y el imperialismo pueden intentarlo a través de un líder capaz de cohesionar a todos los sectores de la clase dominante y a importantes sectores de la clase obrera y el pueblo.”[33]

Al igual que PyP, NH advertía que en los discursos mismos de Perón se encontraban los fundamentos de una política destinada a frenar el auge de masas, a desmovilizar al pueblo y a neutralizar, y destruir si era posible, a sus organizaciones progresistas y revolucionarias.[34] 

Sin embargo, para los últimos esto era una muestra cabal de que no había más posibilidad que la de enfrentar al gobierno y construir una alternativa independiente por fuera del movimiento peronista, y dirigida por la clase obrera: el FAS.[35] Como en la experiencia del FAA, NH participó de este frente desde su fundación, militando desde sus páginas y transformándose, informalmente, en su vocero. El FAS se transformó rápidamente en un punto de confluencia de distintos dirigentes y sectores sociales, sindicales y políticos y se planteó como una alternativa independiente al gobierno con un programa amplio de reivindicaciones económicas, democráticas y socialistas. Desde la revista se promocionaba la organización de sus núcleos de base y la adhesión e incorporación de agrupaciones sindicales, políticas y sociales de todo el país. La búsqueda principal de aquel espacio era la unidad política –que PyP rechazaba- de todas las organizaciones revolucionarias, así como el impulso de espacios más amplios para la lucha democrática como un Frente Antifascista. Pero, sobre todo, se buscaba la incorporación de los sectores más influyentes del peronismo revolucionario (fundamentalmente Montoneros y la Juventud Peronista), así como del PCA. En ese sentido, NH instaba constantemente a estas organizaciones a que abandonaran “la influencia de las ideas burguesas que aún pesan sobre ellos” y se unieran al frente.[36] 

En este punto se configuraba una distancia insalvable entre las propuestas que sostenían ambas revistas. Evidentemente sus apuestas chocaban en el mismo punto en que lo hacían las estrategias de las principales organizaciones armadas. Es que, como dijimos, representaron, con sus matices, las dos opciones estratégicas en que, a grandes rasgos, se dividió la nueva izquierda y que, en parte, estuvo determinada por la posición y la relación que decidieron mantener con el movimiento peronista.

No obstante, ninguna de estas apuestas pudo prosperar y se chocaron con una realidad arrolladora. PyP dejó de salir después de su número doble de julio-diciembre de 1973. Siguiendo a Burgos, consideramos que, tras la decisión de no devenir en organización política, y ante la creciente radicalización del clima político y la vertiginosa coyuntura, se agotaron las posibilidades que les permitía la intervención “a distancia”, es decir, oficiar de consejeros en el proceso político (2004: 23). NH, por su parte, subió su tono y endureció su postura, develando cada vez más su vinculación con el PRT-ERP, al punto de defender públicamente acciones como la toma del cuartel de Azul en enero de 1974, lo que le valió la persecución política, la censura y atentados. Aunque en diferentes momentos y pese a que respondieron a vicisitudes particulares, el final de ambas publicaciones tuvo como común denominador la derrota de las opciones estratégicas a las que decidieron subordinarse.  

Consideraciones finales

En este trabajo hemos intentado reconstruir la intervención política de dos proyectos editoriales que formaron parte del conjunto de fuerzas sociales y políticas que protagonizaron el ciclo de auge revolucionario abierto en los años sesenta y setenta. Para ello hemos reconstruido brevemente sus historias, sus interpretaciones del peronismo y nos hemos concentrado en sus intervenciones en el marco de la salida democrática a la dictadura militar instaurada en 1966 y el retorno del peronismo al gobierno, en el año 1973. El triunfo electoral peronista obligaba a los distintos grupos a tomar una posición ante el nuevo gobierno. Apoyarlo podía significar estar del lado del pueblo y de la revolución o ser funcionales a una maniobra contrarrevolucionaria, dependiendo del papel que cada uno le asignaba al peronismo. Esto dividió aguas en el campo popular y revolucionario, ya que de dichas definiciones se desprendían opciones políticas y estratégicas distintas y contradictorias.

Como vimos, lejos de quedar al margen, las revistas estuvieron profundamente atravesadas por estos debates, y no solo fueron caja de resonancia de los mismos, sino que, como en el caso de PyP, aun formando parte de un campo político determinado, tuvieron una posición propia con la cual intentaron intervenir en estas discusiones e influir con ellas a las organizaciones políticas más importantes de la época. Sin embargo, esto no se dio sin sobresaltos. Las publicaciones vivieron la presión de una época que exigía niveles de compromiso político que un proyecto de tipo intelectual y cultural no podía satisfacer. De este modo, la tensión entre la independencia político-partidaria y la “subordinación estratégica” estuvo a la orden de la situación política y desafió a ambas revistas, que, de distintas maneras, terminaron optando por dar un paso cualitativo, asumiendo una posición programática y estratégica definida, y abandonando parcialmente la trinchera cultural para hacerse un lugar en la trinchera política.

Este proceso, radicalizado por la vertiginosidad de los hechos, terminó conspirando contra ambos proyectos. Para el caso de PyP, según Juan Carlos Portantiero, “la revista había aparecido para intervenir en la política en una coyuntura que se modificaba tan rápidamente que hace a la revista perder la razón de continuar existiendo. La revista había dicho lo que quería decir y no había más que hablar.”(Burgos; 2004: 222). Por su parte, NH (publicación legal), sufrió las consecuencias de haber asumido, de manera casi explícita, su vinculación con el PRT-ERP en momentos en que este último era ilegalizado y perseguido. La revista debió suspender su salida hasta fines de 1975 en el que reaparecerá en un marco y con objetivos distintos.

No obstante, es menester dejar planteada la pregunta de si la extinción total o parcial de esas experiencias fue producto de decisiones políticas erradas o bien fue el resultado del agotamiento de las condiciones de una situación democrática que hizo de dichas herramientas algo insuficiente o insostenible.

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Recibido: 11/03/2022

Evaluado: 12/05/2022

Versión Final: 01/06/2022

páginas / año 15 – n° 38/ ISSN 1851-992X /2023                             


[1] Para conocer el proceso que se dio en el Partido Socialista Argentino ver Tortti, 2009.

[2] “Examen de conciencia.” Pasado y Presente nº 4, Ene.-Mar. 1964

[3] Es de destacar que en paralelo y como “relator de fondo” de la experiencia de la revista, el grupo emprendió un proyecto editorial sumamente prolífico y de largo alcance: los Cuadernos de Pasado y Presente. Se trató de una encomiable colección de libros editados, publicados, y muchos de ellos traducidos por el grupo, bajo la dirección de José María Aricó (98 tomos en total). Aquel proyecto nació en el año 1968 (duró hasta 1983) luego de que se cerrara la primera etapa de la revista y terminó siendo el proyecto más importante de difusión del pensamiento marxista en el continente. Según Aricó, con la edición de los Cuadernos buscaron aportar a la recomposición de la cultura de izquierda en Argentina, afirmando una perspectiva crítica y heterodoxa del marxismo que reconociera la diversidad y multiplicidad de perspectivas en su interior (Crespo, 2009). Así, la colección se destacó por una gran amplitud temática y de autores que fueron desde los clásicos (se destacan la traducción de los Grundisse y una nueva traducción de El Capital de Marx, la publicación de textos de Lenin, Luxemburgo, Kautsky, etc.) pasando por los autores del llamado “marxismo occidental” (Karl Korsch, György Lukács, Jean-Paul Sartre, Althusser y Gramsci), hasta los debates sobre los modos de producción en América Latina, entre muchos otros.

[4] La primera etapa va de julio de 1971 hasta enero de 1972, la segunda de marzo y diciembre de este último año, la tercera, y más extensa, de marzo de 1973 a septiembre de 1974, y la cuarta y última de noviembre de 1975 a marzo de 1976.

[5] La revista vivía un ahogo financiero y presupuestario que hacía muy difícil continuar con su publicación. Éste fue un factor que, sumado al político, llevó a Walker a buscarle una salida a la revista: se presentaba la posibilidad de venderla. El PRT-ERP realizó una oferta a través de Daniel Hopen (militante del partido y miembro de la revista) que terminó resolviendo el problema político y financiero al mismo tiempo.

[6] La revista estaba pensada como un espacio amplio, que fuera reflejo de la política legal que empezaba a impulsar el PRT-ERP ante la salida electoral. De esta forma, NH no solo debía transformarse en una caja de resonancia del Frente Antiimperialista por el Socialismo (primeramente del Frente Antidictatorial Antiimperialista) y del Movimiento Sindical de Base, sino que en sí misma debía ser un espacio para el trabajo en conjunto con otras fuerzas políticas que formaran parte de la alianza básica estratégica. Tal fue el caso del Frente Revolucionario Peronista, que participó activamente de la misma.

[7] Para un estudio sobre la experiencia del Diario El Mundo ver: Maggio, 2012.

[8] Si bien, como remarca Burgos (2004), es difícil definir el alcance que tuvo PyP, y algunos de los protagonistas niegan que haya llegado a tener la organicidad suficiente como para tomarlo como un “grupo”, aquí decidimos denominar a dicha experiencia como “grupo político” como lo emplea Mariela Stavale (2021). La autora lo utiliza para el estudio de proyectos político-editoriales con el fin de hacer alusión a aquellas revistas que se constituyeron como publicaciones independientes, que no se redujeron al equipo editorial, sino que reunieron y representaron a un conjunto más amplio de actores que se identificaron con sus posiciones, y que sin ser organizaciones políticas discutieron con ellas, incidiendo y ocupando un lugar en el debate político.

[9] “Política y clases sociales en la argentina actual” Pasado y Presente nº 1, Abr.-Jun. 1963.

[10] “Examen de conciencia.” Pasado y Presente nº 4, Ene.-Mar. 1964

[11] “Política y clases sociales en la Argentina actual” Pasado y Presente nº 1, Abr.-Jun. 1963; La ‘larga marcha’ al socialismo en la Argentina” Pasado y Presente, año IV, nº 1, Abr.-Jun. de 1973.

[12] “El único voto clasista es el voto al Frejuli (Declaración de la Comisión de apoyo y movilización. Crodoba, marzo 1973)” Pasado y Presente nº 1 (segunda etapa), Abr.-Jun. 1973 .

[13] “La ‘larga marcha’ al socialismo en la Argentina” Pasado y Presente, año IV, nº 1, Abr.-Jun. de 1973

[14] Silvio Frondizi fue un intelectual y abogado muy reconocido durante las décadas del 50 y 60. Su acercamiento temprano a la Revolución Cubana y sus diálogos con Ernesto “Che” Guevara lo transformaron en una referencia intelectual del marxismo y la nueva izquierda argentina. Su teoría de la “integración mundial capitalista”, sus análisis sobre la naturaleza de las formaciones sociales latinoamericanas y su convicción de que la revolución socialista era la única vía para el desarrollo y la independencia de la región, lo enfrentaron a los análisis de la izquierda tradicional (tanto estalinista como trotskista). A lo largo de su trayectoria buscó constantemente ligar su rol de intelectual con el del militante revolucionario. Ello lo llevó a comprometerse de distintas maneras con la militancia: fundando el grupo MIR-Praxis, donde se formaron varios militantes que luego se desempeñaron en diferentes organizaciones y corrientes políticas; presidiendo el Frente Antiimperialista Antidictatorial (FAA); siendo candidato a diputado en las elecciones de 1973 por el Frente de Izquierda Popular (FIP) de Abelardo Ramos; y, por último, siendo una de las figuras más importantes del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS). A su vez forjó un vínculo estable con el PRT-ERP, por el cual dicha organización le ofreció la dirección de la revista NH. En ese marco, debido a su compromiso político, fue asesinado en 1974 por la organización paramilitar Triple A (Stavale, 2021).

Su figura, como la de José María Aricó, puede ser pensada desde las ideas sartreana de “intelectual comprometido” o gramsciana de “intelectual orgánico” y es un claro testimonio del tipo de vínculo que se forjó en aquellos años entre teoría y práctica e intelectuales y política revolucionaria.

[15] Rodolfo Mattarollo, fue un abogado defensor de presos políticos durante la década de los 70. Formo parte de la Gremial de Abogados, junto con Eduardo Luis Duhalde, Rodolfo Ortega Peña, Vicente Zito Lema, entre otros. En el año 1975 debió exiliarse a Francia por las persecuciones políticas.

[16] En sus trazos gruesos la publicación replicaba la interpretación del PRT-ERP publicada en el periódico El Combatiente entre los números 56 al 59 del año 1971, y compilados posteriormente en un folleto, también bajo el título El Peronismo.

[17] “El Peronismo (I)” En: Nuevo Hombre nº. 34. Segunda quincena de diciembre de 1972.

[18] “El Peronismo (III)” En: Nuevo Hombre nº 36. Segunda quincena de febrero de 1973.

[19] “El Peronismo (III)” En: Nuevo Hombre nº 36. Segunda quincena de febrero de 1973.

[20] “El único voto clasista es el voto al Frejuli”  Pasado y Presente, año IV, nº 1, Abr.-Jun. de 1973.

[21] “La ‘larga marcha’ al socialismo en la Argentina” Pasado y Presente, año IV, nº 1, Abr.-Jun. de 1973.

[22] “La ‘larga marcha’ al socialismo en la Argentina” Pasado y Presente, año IV, nº 1, Abr.-Jun. de 1973.

[23] “El Peronismo (III)” En: Nuevo Hombre nº 36. Segunda quincena de febrero de 1973.

[24] “Balance de las elecciones” Nuevo Hombre nº 38. Primera quincena de abril de 1973.

[25] La perspectiva de la participación electoral con candidaturas propias a través de los Comité de Base y el Movimiento Socialista Bonaerense (partido legal impulsado para tales fines) se vio frustrada por varios motivos, entre ellos por la falta de decisión política de las bases perretistas de asumir las tareas legales que ello suponía. Ante la imposibilidad de participar electoralmente con candidaturas propias el PRT-ERP se inclina por la abstención electoral, posición que no fue compartida por Silvio Frondizi que decidió aceptar la candidatura a senador por FIP de Abelardo Ramos, lo que significará su alejamiento de la revista. Ello fue una clara muestra de las implicancias que comportó la “subordinación estratégica” en el devenir de NH: así, ante una diferencia de orden táctico-estratégico, como era la participación electoral, entre el director de la revista y la política perretista terminó imperando esta última. Del mismo modo, aquel suceso es un ejemplo de las contradicciones que atravesó el complejo vínculo entre los intelectuales y la política y, más específicamente, entre éstos y los partidos revolucionarios.  

[26] En la tapa de la revista figuran: “Zenteno, Pampillón, Astudillo, Bello, Sabelli, Kahon, Ruy Frondizi, Maestre, Martins, Cabral, Mena, Santucho, Verd, Polti, Gómez, Lesgart, Montouto, Blanco, Jáuregui, Cepeda, Taborda, Cesaris…”

[27] “Las elecciones.” En: Nuevo Hombre nº 37. Primera quincena de marzo de 1973.

[28] “Balance de las elecciones” En Nuevo Hombre nº. 38. Primera quincena de abril de 1973.

[29] “Balance de las elecciones” En Nuevo Hombre nº. 38. Primera quincena de abril de 1973; “Guerrilla, balotaje y 5 puntos” En Nuevo Hombre nº. 39. Segunda quincena de abril de 1973.

[30] “La crisis de julio y sus consecuencias políticas” Pasado y Presente, año IV, nº 2/3 Jul.-Dic. de 1973, p. 179

[31] “La crisis de julio y sus consecuencias políticas” Pasado y Presente, año IV, nº 2/3 Jul.-Dic. de 1973

[32] “La crisis de julio y sus consecuencias políticas” Pasado y Presente, año IV, nº 2/3 Jul.-Dic. de 1973.

[33] “La quincena política” Nuevo Hombre nº 46 Segunda quincena de agosto de 1973, p.5.

[34] “La quincena política: Argentina: la derecha al asalto final” Nuevo Hombre nº 48. Primera quincena de octubre.

[35] El FAS contó con seis congresos, tres de los cuales forman parte de su período de formación (período pre-FAS) y otros tres que se realizaron formalmente como FAS en el período que aquí estudiamos (18/08/73 en Tucumán, 23/11/73 en Chaco, y el 16/06/74 en Rosario). Estos últimos tres congresos reunieron 5000, 12000 y 25000 personas respectivamente, y entre reunión y reunión se fundaron al menos 6 regionales (Tucumán, Mendoza, Córdoba, Santiago del Estero, Santa Fe y Buenos Aires). El programa del FAS estaba compuesto por un conjunto de medidas que intentaban dar respuesta a los principales problemas del pueblo trabajador entre las que figuraban la educación, la salud, la vivienda y el trabajo. A su vez daba un lugar muy importante a la lucha anti represiva y se asentaba en definiciones ideológicas tales como la independencia de clase, la hegemonía obrera y la lucha antiimperialista, anticapitalista y socialista. De él participaron y adhirieron organizaciones y personalidades políticas como el Frente Revolucionario Peronista, MIR-Grupo El Obrero-ORPO, Agustín Tosco, Alicia Eguren, Ortega Peña, Manuel Gaggero, etc. (Silva Mariño, 2017).

[36]  “Hacia el IV Congreso del FAS” Nuevo Hombre nº 51 Segunda quincena de noviembre de 1973.