El justicialismo santafesino en los albores de los años noventa (1990-1991)
El justicialismo santafesino en los albores de los años noventa (1990-1991)[1]
Santa Fe Justicialism in the early 1990s (1990-1991)
Mariano Rinaldi
Universidad de San Andrés (Argentina)
rinaldimariano22@gmail.com
https://orcid.org/0009-0001-4804-0138
Resumen
El estudio del partido justicialista santafesino en los albores de los años noventa, en particular en torno a las elecciones provinciales que tuvieron lugar en 1991, nos lleva a comprender la complejidad de este proceso histórico bajo la multidimensionalidad de matices que ofrece el concepto de cultura política al indagar en una determinada red de prácticas, valores y representaciones, compartidas y concebidas, que orientan los intereses de sujetos inmersos en relaciones de poder.
En la perspectiva de nuestro trabajo, el justicialismo santafesino inicia una nueva década atravesando una fuerte interna partidaria en su seno. Sin embargo, logró adaptarse a esa coyuntura política logrando una tercera administración consecutiva, desde 1983, teniendo como corolario la candidatura del gobernador electo Carlos Alberto Reutemann.
La investigación se sustenta en la exploración de materiales de prensa, archivos partidarios y bibliografía especializada.
Palabras clave: Democracia, justicialismo santafesino, cultura política..
Abstract
The study of the Santa Fe justicialist party in the early nineties, particularly around the provincial elections that took place in 1991, leads us to understand the complexity of this historical process under the multidimensionality of nuances offered by the concept of political culture when investigating a certain network of practices, values and representations, shared and conceived, that guide the interests of subjects immersed in power relations.
From the perspective of our work, the Santa Fe justicialism starts a new decade going through a strong internal partisan crisis. However, it managed to adapt to this political situation, achieving a third consecutive administration since 1983, with the corollary of the candidacy of the elected governor Carlos Alberto Reutemann.
The research is based on the exploration of press materials, party archives and specialized bibliography.
Keywords: Democracy, Santa Fe justicialism, political culture.
Introducción
El presente artículo indaga sobre la dinámica partidaria hacia el interior del justicialismo santafesino, a fines de la década del ochenta y los primeros años noventa, teniendo como corolario la candidatura a gobernador de Carlos Alberto Reutemann.
En sintonía con la propuesta de este dossier, recuperamos el concepto de cultura política, para dar cuenta de esa dinámica partidaria, que nos conduce hacia dos interrogantes principales: ¿qué nos aporta el concepto de cultura política para mejorar nuestra comprensión sobre las disputas internas del justicialismo santafesino?; ¿qué aspectos singulares y significativos ilumina de esas disputas internas?
El concepto de cultura política nos permite indagar en organizaciones y en territorios entendidos como espacios políticamente producidos por su interés en (....) cubrir una gama de fenómenos individuales y colectivos examinados por la politología bajo las rúbricas de afectividades, sensibilidades, imaginarios, identidades o memorias (Diego Romero, 2006: 253). Este enfoque interpretativo, aborda múltiples culturas políticas construidas social e históricamente, colectivamente e individualmente. Nos acerca a una idea de cultura como sistema simbólico, discursivo y de representaciones sociales en el que se estructuran y orientan las acciones de los distintos sujetos sociales.
Por lo tanto, a través de este enfoque, tendremos en cuenta ciertos procesos de emergencia y mudanzas en las expresiones identitarias del peronismo al calor de la incierta invención democrática a comienzos de los años noventa.
Desde 1983, con la reconstrucción de la democracia y la refundación de las organizaciones partidarias, se generó un proceso en donde los partidos políticos debieron buscar y generar la legitimidad tanto en las instituciones estatales como en sus propias prácticas políticas[2]. Como explica Portantiero (1989), producir la política y las reglas para construir la política, o también como afirma Lesgart (2003), un pacto fundacional que intenta construir orden político y una sociedad democrática(Lesgart, 2003: 82).
En primer lugar, desde una dimensión organizativa, entendemos que la producción de una cultura política democrática es aquel horizonte de expectativas con amplios espectros de posibilidades, procesos de cambios y una redimensión autónoma del término democracia[3]. Siguiendo a Schedler (2004), si bien hay certidumbre en los procedimientos y las reglas, hay una irrevocable incertidumbre de resultados. Por lo tanto, consideramos que la noción de incertidumbre es consustancial a la democracia y que la dinámica de la democratización se comprende si la entendemos como aquella que impide la definición de un camino concreto y consolidado[4] (Przeworski, 1998; Schedler, 2004; Landi, 1984; Maina, 2016).
En segundo lugar, desde una dimensión interpretativa, el desafío de indagar en una red de significados, valores y representaciones compartidas, que orientan la acción de sujetos inmersos en relaciones de poder, en un contexto histórico de una incierta invención democrática, nos lleva a comprender la concepción propia de la práctica política en el partido justicialista. Aquello que, desde un enfoque etnográfico, Balbi (2007) denomina la concepción peronista de la práctica política, es decir, qué es lo que toman y producen, en diferentes tiempos y lugares, los que se autoperciben y son percibidos como peronistas.[5] Por tanto los valores y representaciones compartidos y producidos no pueden ser entendidos más que por referencia a determinados contextos históricos (la incapacidad de que el peronismo sea una entidad unificada e idéntica a través del tiempo) y como elementos claves de la forma en que los actores conciben sus intereses y organizan su comportamiento.
Por último, debemos señalar que los recientes estudios de política subnacional ofrecen lecturas diferenciadas que cuestionan el sesgo nacional y el interés por las características de los partidos políticos provinciales (Sosa, 2014; Gervasoni, 2010; Beherend, 2012; Rodrigo, 2013; Ortiz de Rozas, 2014). Sin embargo, lo local no es autosuficiente ni tampoco se explica por sí solo. Es decir, las provincias pueden ser espacios de producción de lo político en el marco de un proceso nacional (Macor y Tcach, 2003; Ferrari y Mellado, 2016).
En esta misma dirección, el planteo pionero de O’Donnell (1997) sobre las variaciones territoriales del Estado y el consecuente cuestionamiento de los estudios sobre la democracia que apuntan con su crítica a cierto sesgo nacional del abordaje de los sistemas de partidos, la competencia electoral, la formación de coaliciones y la organización interna de los partidos. Las características de los regímenes políticos provinciales y las desigualdades territoriales de la democracia tienen un impacto en las características de la democracia en su conjunto, ya que la arena política provincial es un lugar central de acumulación de poder político, al tiempo que los actores provinciales tienen un rol fundamental en la política nacional.[6]
En adelante, indagaremos sobre este proceso de incierta invención democrática en la provincia de Santa Fe, a fines de la década del ochenta y comienzos de los años noventa, a través de la dinámica partidaria del justicialismo santafesino.[7]
El justicialismo santafesino iniciada la década del noventa
En la provincia de Santa Fe, a partir de las elecciones fundacionales democráticas en 1983 y hasta 2007, cuando asume el gobierno una fuerza política que nucleaba a los principales partidos de la oposición, el justicialismo santafesino gobernó sin interrupción[8]. Dentro de ese lapso podemos establecer, sin embargo, dos grandes periodos; el primero, entre 1983 hasta 1991 con los gobiernos de José Vernet (1983-1987) y Víctor Reviglio (1987-1991); y el segundo signado por la alternancia en el gobierno de Carlos Reutemann (1991-1995 y 1999-2003) y Jorge Obeid (1995-1999 y 2003-2007).
Desde 1983 hasta comienzos de los años noventa, nos encontramos con un justicialismo provincial inmerso en una continua disputa entre los distintos sectores y corrientes que lo integran. Como expresa Maina (2016) ninguna de las agrupaciones, lideradas por distintos referentes, logra imponerse sobre las demás y conseguir así hacerse del control partidario. Sin embargo, esta situación no impidió que el PJ santafesino llegase a la gobernación en 1983 y revalidó su triunfo en 1987, como también logró celebrar elecciones en el ámbito partidario para elegir a sus respectivas autoridades.
El 11 de diciembre de 1991, tras imponerse en las elecciones provinciales, Carlos Alberto Reutemann asume la gobernación de la provincia de Santa Fe. Reutemann, no tenía actividad, ni trayectoria política previa a su candidatura. En su juventud fue un ídolo deportivo santafesino, corredor de fórmula 1, luego fue un productor agropecuario del centro-oeste provincial.
Si bien durante la década del ochenta (1983-1989) predominó lo que se llamó “democracia de partidos”, donde la relación de representación se canaliza principalmente a través de las organizaciones partidarias tradicionales, a partir de 1989, se empezó a evidenciar la conformación de un tipo de representación “personalizada” (Novaro, 1994). Al mismo tiempo, comenzaron a surgir nuevos “líderes de popularidad” (Cheresky, 2006) distanciados de las fuerzas políticas tradicionales, cuyo discurso político era posibilitado a través de los medios de comunicación masiva y se centraba en una crítica a la corrupción de la clase política “tradicional” (Palermo y Novaro, 1996).
Para el caso santafesino, trabajos recientes observan la conformación de un particular vínculo representativo de proximidad con la ciudadanía, resignificando y recuperando elementos de la propia identidad política peronista, a través de la figura outsider de Reutemann (Lascurain, 2022). Desde nuestra perspectiva, la candidatura de Reutemann supone más bien la tracción de relaciones de fuerzas, adosadas a un paisaje político de intensas disputas internas, que marcan la emergencia del reutemanismo como una progresiva expresión provincial del justicialismo santafesino (Rinaldi, 2016).
Ahora bien, para fines de la década del ochenta y principios de los años noventa ¿qué significaban esas disputas internas del partido justicialista santafesino? Antes de situarnos en el contexto histórico, debemos tener en cuenta que esas disputas internas orientaron la acción de sujetos, inmersos en relaciones de poder en el marco de una incierta invención democrática, donde se producen y reproducen tensiones, ideas, prácticas y representaciones concebidas por los propios sujetos. En este caso, los dirigentes justicialistas santafesinos, a fines de la década del ochenta y comienzos del noventa.
A comienzos de 1990, podemos evidenciar en el justicialismo provincial un sentido redireccionamiento en las prácticas, ideas y comportamientos de sus dirigentes. El gobernador provincial y presidente del partido justicialista santafesino, Víctor Reviglio, intentaba buscar y afirmar un camino que le ayude a mejorar la imagen de su gobierno, fuertemente vapuleada por la sociedad santafesina como también criticada por muchos dirigentes justicialistas.
Esta búsqueda coincide con un cambio estructural demandado desde Nación. Siguiendo a Pucciarelli (2011) la primera etapa del menemismo estuvo signada por las leyes de Reforma de Estado y Emergencia Económica. Para principios de 1990 el gobierno nacional decidió enfrentar la escalada inflacionaria por medio de un severo plan de ajuste denominado “Erman III” que acentuó aún más la recesión, desocupación, redistribución regresiva del ingreso y enfrentamiento con gran parte del sindicalismo. Así, en las provincias la Reforma de Estado implicaba un severo plan de ajuste llevado a cabo con el objetivo de reducir los gastos del Estado bajo la modificación de la Ley de Ministerios. El gobierno provincial fijó una agenda, buscando un camino más firme ante una administración desbordada. En palabras del gobernador Reviglio, durante el discurso de apertura de sesiones legislativas de 1990, esto era: “Entregar un Estado moralizado y racionalizado”.[9]
Por otro lado, el justicialismo provincial avizoraba las elecciones de 1991, en medio de una fuerte interna partidaria que impidió la unidad y el consenso a la hora de hablar de candidaturas. El oficialismo provincial se encuentra en un callejón que pareciera sin salida. Así lo puntualizó la prensa provincial:
“Hombres de este gobierno no han cumplido con sus deberes, porque no supieron o porque antepusieron intereses personales o subordinan intereses públicos a las alianzas partidarias internas”.[10]
En buena medida, la oposición al gobierno provincial estaba representada por un abanico de dirigentes justicialistas santafesinos en sintonía con el menemismo. Algunos de ellos tempranamente, desde las elecciones internas disputadas entre Antonio Cafiero y Carlos Menem en 1988.[11]
Raúl Carignano, ex-presidente del congreso provincial justicialista, ahora subsecretario nacional de asuntos latinoamericanos, amenazaba con abandonar el partido[12]. En tanto, desde Rosario, el Senador Nacional Luis Rubeo se acercaba al dirigente y también funcionario nacional Eduardo Cevallo (aunque este tenía propias aspiraciones para llegar a la gobernación) y Rubén Cardozo, proyectaba un frente electoral con el diputado nacional demoprogresista Alberto Natale, pero también diagramaba la posibilidad de apoyar un candidato extrapartidario, específicamente de origen empresarial.[13] Cardozo, mantenía fuertes lazos con los sindicatos de SMATA, 62 organizaciones y lideraba la agrupación política MAJ (movimiento de acción justicialista).
Es destacable, como todos estos dirigentes compartían un temor en común: el acercamiento, si bien nunca consumado públicamente, entre Menem y el candidato provincial del sector amarillo de la Unión Civica Radical (UCR) Horacio “el Vasco” Usandizaga, quien tenía altas posibilidades electorales para consagrarse gobernador de Santa Fe.[14]
De esta manera, desde Nación, el menemismo fue tomando cierta distancia de todos los sectores justicialistas santafesinos debido a la apatía y desprestigio social en la que se encontraban, presagiando una derrota en la futura contienda electoral provincial y una pérdida en el segundo distrito más importante para el Congreso Nacional en las elecciones de legisladores nacionales de 1991.
En ese sentido, un enfoque heurístico a partir del juego de escalas de análisis entre Nación-provincia, nos permite observar la conflictiva relación entre el Congreso Nacional y el consejo provincial justicialista en decisiones que atañen a la política provincial y en especial las candidaturas. Una trama que se caracteriza por un complejo paisaje de alianzas y disputas entre distintas corrientes internas representadas por diversos referentes provinciales del justicialismo santafesino y sectores mayoritarios del menemismo nacional.[15]
Durante 1990, el menemismo llevó adelante el denominado “Operativo Cepillo” para obtener un primer análisis de la situación conflictiva en la que estaba inmerso el justicialismo provincial[16]. Este operativo llevado a cabo por delegados menemistas, oriundos de Santa Fe, Alberto Kohan, Mario Truffat, Francisco Paz y Moisés Ikonicoff, realizaban la tarea de evaluar una estrategia electoral capitalizando información, ciudad por ciudad, en todo el territorio provincial.
“El menemismo busca desembarcar en Santa Fe”[17] titulaba la prensa provincial y allí se exponían las tres alternativas con más “chances” que tenía el justicialismo para ganar las elecciones en Santa Fe. La primera era la “clásica” del candidato peronista: Rubeo, Carignano, Cevallo. La segunda en una alianza: Natale del PDP, Estévez Boero del PSP, pero ninguna de ellas es confirmada más allá de las desmentidas de parte de sus protagonistas. La tercera y última es la del empresario exitoso y creíble para la sociedad.
Como afirmamos más arriba, durante la década del ochenta, el peronismo santafesino tenía profunda dificultad para elegir sus propios candidatos para las elecciones partidarias y gubernamentales y buscó en una nueva modalidad electoral, la llamada “Ley de lemas” o el “sistema del doble voto simultáneo” evitar el mayor obstáculo que se le presentaba en su horizonte: las elecciones internas partidarias y definición de candidatos para cargos provinciales y nacionales.
Los dirigentes justicialistas que apoyaban la Ley de Lemas eran Carignano y Rubeo, en cambio Cardozo y Cevallo optan por elecciones de Primarias Abiertas. Para mediados de 1990 Reviglio, desde la presidencia del partido, se define a favor de la Ley de lemas.
La Ley de lemas fue presentada a la sociedad como una modalidad electoral que tenía el beneficio de orientar los esfuerzos de dirigentes y gobernantes al servicio de la sociedad y no a la atención preponderante de grupos internos que son los que garantizan la posibilidad de triunfos hacia adentro de la estructura partidaria.
La oposición provincial representada por la Unión Cívica Radical (UCR)[18], el Partido Demócrata Progresista (PDP) y el Partido Socialista Popular (PSP) esgrimen:
“Esta reforma electoral es un manotazo de ahogado de todos los justicialistas que saben que ya no tiene muchas posibilidades en esta provincia. Por eso buscan este sistema de Lemas, para que cada uno por su lado maneje a su gente, después sumen todo”.[19]
Mediante el nuevo régimen electoral, que tuvo como protagonista a la Ley de lemas, las elecciones de 1991 para los cargos provinciales serán realizadas sin internas partidarias a la hora de designar los candidatos de cada fuerza. Evitar esta instancia era el objetivo deseado por buena parte del justicialismo y del radicalismo provincial. Pero además, la Ley de lemas habilitó la entrada al ruedo electoral de la figura del “extrapartidario”. Es decir, aquel candidato que tiene como característica principal la no necesidad de atravesar los controles de quienes hasta ese momento monopolizaban las candidaturas.
Una vez promulgada la Ley de lemas, podemos observar cómo se plantea un arco de posibilidades y estrategias electorales frente a las elecciones de 1991. Por un lado, la total negativa a la búsqueda del candidato por fuera del justicialismo y, en el otro extremo, la posibilidad de encontrar el candidato en otro partido político o en referentes, empresarios y figuras reconocidas en la provincia. En el medio de este arco de posibilidades está la del gobernador y presidente del PJ santafesino. Resultó decisiva la inclinación desde la presidencia del partido hacia la Ley de lemas, no solo por la tarea de conciliar en la Cámara de diputados todas las posturas diversas de los legisladores y canalizar hacia una mayoría, sino que sin el visto bueno del partido era imposible la aprobación de la reforma electoral.
Una vez que es aprobada la nueva modalidad electoral, los que la apoyaron se afianzan en sus deseos de convertirse en candidatos a la gobernación de la provincia bajo un sublema, los que estuvieron en contra verán matizadas sus ideas a la hora de pensar cómo enfrentarán las elecciones venideras en septiembre de 1991.
Para responder al interrogante inicial sobre ¿qué significaban esas disputas internas dentro del partido justicialista santafesino en los albores de los años noventa? Podemos observar cómo a principios de la década del noventa, el justicialismo santafesino se ve envuelto en una difícil situación que tiene como característica principal la indefinición a la hora de generar y consensuar candidaturas mediante todos los sectores internos que lo componen. Sobre todo, la incertidumbre alrededor del perfil que el candidato a la gobernación debía reunir, como también el apoyo del presidente Menem, era considerado fundamental a la hora de encabezar un sublema dentro del lema justicialista.
Tanto los dirigentes Cevallo como Cardozo difieren en la concepción y perfil del candidato, el primero lo buscaría en las filas del justicialismo, el segundo lo haría fuera de él y en otras esferas que componen la sociedad. En un discurso de Cardozo en la ciudad de Rosario decía:
“Reducir el peronismo a la estructura partidaria y centrar su acción casi por exclusividad a la política electoral, es parcializar el rol de nuestro movimiento y por tanto debilitarlo en términos generales (…) ¿porque no descubrir nuevos hombres, nuevos sectores, nuevas propuestas y coincidencias?”.[20]
En el caso de Rubeo, quien apoyaba la Ley de lemas y se oponían a la figura del extrapartidario, junto a los dirigentes rosarinos, Liliana Gurdulich, Gualberto Venesia y Angel Baltuzzi expresaban:
“La sociedad está cansada de internas partidarias (…) esta Ley es transparente a fin de permitir que sea la sociedad, sin filtros amañados, la que elija el candidato que represente a los partidos políticos de la democracia.”[21]
De esta manera, los dirigentes justicialistas exponían sus respectivas posturas e ideas alrededor de lo que significaba la figura de extrapartidario dentro del justicialismo santafesino. Lo que nos lleva al segundo interrogante inicial, ¿qué nos aporta el concepto de cultura política para mejorar nuestra comprensión sobre las disputas internas del justicialismo santafesino y sus protagonistas?
A inicios de la década del noventa, en Santa Fe, se asistió a un menemismo de múltiples voces en torno a las candidaturas para la gobernación de 1991 y, parafraseando a la mítica torre de babel, pareciera haber un mismo idioma, pero con diversos significados, que impide la definición de un camino concreto. Como afirma Offerlé, en un partido político se presentan unas dinámicas:
“(...) que ocultan una multitud de interacciones entre individuos que, dotados de ciertos tipos de disposiciones y ocupando posiciones varias en o respecto a la relación partidista, usan de manera considerablemente diferencial este cuerpo inmaterial que es un partido político.” (Offerlé, 2004:138).
En este escenario, el partido justicialista es una organización compleja con una dinámica propia, compuesto de múltiples sujetos que rivalizan entre sí.[22]
Estas disputas partidarias con altos niveles de incertidumbre e indefinición a la hora de generar y consensuar candidaturas nos pueden llevar a pensar en cierto agotamiento de las tradiciones políticas (...) un desajuste entre lo esperado y lo efectivamente realizado (…) (Novaro, 1995: 100) o en cierta organización desorganizada que caracteriza al partido (Levitsky, 2005: 75).
Sin embargo, como expone Balbi (2007) esas disputas internas pueden ser la expresión de determinadas concepciones que los propios protagonistas tienen sobre la política y sobre cómo hacer política. En donde los valores y los intereses necesariamente no son excluyentes, sino que son conceptos operativos imbricados en la acción social, son sus fundamentos, sus parámetros, en un contexto histórico de incierta invención democrática que marca la movilidad de los valores y representaciones que los dirigentes justicialistas tienen sobre su praxis política.
A fines de la década del ochenta y principios de los años noventa, comenzó un proceso que lejos de ser una desestructuración o desintegración partidaria, estuvo marcada por la capacidad de flexibilidad y amplitud del justicialismo y los justicialistas, que rivalizaban entre sí en el marco de una incierta invención democrática y que derivó en la candidatura a gobernador provincial del extrapartidario Carlos Alberto Reutemann.
Carlos Alberto Reutemann, el candidato
A comienzos de 1991 el proceso de apoderamiento, por parte del menemismo, del Congreso Nacional justicialista es visto como la última ofensiva hacia el otro sector interno, los justicialistas renovadores.[23] Esto les permitió despejar el camino para el control del partido por parte de los diferentes sectores políticos que integraban el menemismo.[24] Como afirma Pucciarelli (2011: 55), el partido se convirtió en una ‘rueda de auxilio’ de su estrategia de concentración del poder presidencial de Carlos Menem y en la agencia electoral de la nueva política de alianzas (...).
El comando electoral lanzado a las provincias por el presidente Menem, a fines de 1990, reflejaba esa nueva política de alianzas internas y externas, en donde el partido enfrentó a viejos dirigentes y promovió nuevas figuras para consolidar emergentes poderes territoriales.
En Santa Fe los comicios provinciales estaban definidos para el 8 de septiembre de 1991. Para el gobierno nacional significaba un obstáculo en su estrategia electoral, ya que desde Nación se quería evitar la influencia del radicalismo que se proclamaba ganador en las urnas provinciales.
La lectura que se realizaba desde Nación sobre el fracaso de una elección provincial en nombre del justicialismo iba en forma paralela a la posibilidad, cada vez más cercana, de una intervención al Consejo Provincial Justicialista.
La mayoría de los candidatos a gobernador[25] confirmados no conseguían la resonancia que el menemismo esperaba que debían tener. Además, el congreso provincial santafesino no era el lugar más propicio para resolver las candidaturas a diputados nacionales.
En el horizonte del justicialismo santafesino, el partido profundizó su comportamiento atomizante y conformaba de esta manera un prisma con múltiples caras y representando cada una de ellas distintas estrategias electorales. Por un lado, con los dirigentes que habían protagonizado el desembarco menemista en septiembre de 1990: Paz, Truffaut y Kohan.[26] Sumado a estos el dirigente rosarino, Cevallo. Por otro lado, el gobernador y titular del partido justicialista, Reviglio y los diputados provinciales (conocidos informalmente como “los coroneles”) promocionando la candidatura de Fernando Caimmi y ofreciendo a Héctor García Sola, del desarrollismo santafesino (MID) la posibilidad de acercarse al justicialismo. También, Rubeo presentó su sublema “Primero Santa Fe” era apoyado por diputados provinciales.
Sin embargo, también en ese escenario, se estaba conformando una alianza al interior del justicialismo santafesino. Aquellos dirigentes que no habían tenido el protagonismo durante la década del ochenta, desde el departamento Rosario. Ellos eran el senador provincial Ángel Baltuzzi, el diputado nacional Gualberto Venesia y el intendente de Puerto San Martín, Lorenzo Domínguez. Todos convinieron en la conformación de una “confederación” de sublemas departamentales.[27]
Este sector tiene el objetivo de acercarse a dirigentes justicialistas, en la búsqueda de candidatos con aquellos sublemas departamentales que ya se hayan conformado, o estén en vías de hacerlo, para luego confluir en un sublema provincial y competir en las elecciones de septiembre de 1991 bajo el lema justicialista.[28]
En este escenario provincial y de la mano del presidente Menem, Reutemann se autodefinió como extrapartidario.[29] En la búsqueda de los avales necesarios para la conformación del sublema Creo en Santa Fe, Reutemann exponía a la prensa: Mi convocatoria está dirigida a los dirigentes, cuadros, militantes y afiliados del justicialismo que quieran acompañarme, por sobre las cuestiones internas. A lo que, su operador, Carlos “Chango” Funes agregó: La convocatoria para avalar el sublema está por encima de las cuestiones internas, existen muchos compañeros justicialistas que quieren avalar esta candidatura.[30]
De esta manera, el sublema Creo en Santa Fe manifestaba su distancia con respecto a los sectores justicialistas que formaban parte de la estructura partidaria y que tienen un rol protagonista en la interna partidaria.
El efecto político inmediato en los sectores tradicionales del justicialismo santafesino, luego que Reutemann logró los avales necesarios para institucionalizar el sublema del cual es partícipe, modifica nuevamente el paisaje electoral.[31] En una entrevista Reutemann afirmaba:
“En estos momentos existen muchas operaciones políticas, hay mucho movimiento y fuego cruzado (…) Existen muchos dirigentes que se apartaron del partido por el enfrentamiento con la conducción del mismo, pero tienen intacto su espíritu peronista (…) yo soy un candidato de la gente y quienes lleguen a ocupar una banca provincial serán los candidatos naturales de la gente y será la sociedad misma quien los apruebe o rechace”.[32]
Las posturas de los dirigentes justicialistas, con miras hacia las elecciones de 1991, toman un nuevo giro. Revisan sus posturas y su lugar en la trama electoral provincial, donde hasta el momento su objetivo primordial era cercar los votos que el radical Uzandizaga podía hacer fugar del justicialismo hacia el radicalismo.[33]
El intendente Domínguez explica la proyección provincial que buscaba desde su sector:
“Creemos que expresamos la línea de las dirigencias intermedias y de segunda y tercera línea que no tienen una representatividad política y que sintiéndose responsables por la situación actual del justicialismo no se sienten culpables sino con ganas de mostrar lo que tienen”.[34]
Este sector, buscaba la creación de un sublema provincial integrado por diversos referentes del PJ provincial, exponía que no había participado de las decisiones que el partido justicialista había tomado durante la década del ochenta.
Para mediados de 1991, el justicialismo tiene un nuevo candidato, Carlos Alberto Reutemann y detrás de su figura un armado de poder con sus particularidades que responden, en parte, a la topografía del justicialismo santafesino y, por otro lado, a los objetivos que desde la Nación esperaban cumplir aquellos sectores del menemismo con una victoria electoral en territorio provincial. En una de sus entrevistas, Reutemann afirmaba:
“El peronismo no tiene posibilidades en la provincia. Si yo voy en un sublema como extrapartidario el peronismo irá detrás de mí como un furgón (…) para cualquier partido un extrapartidario cae como un bombazo”[35].
Los dirigentes santafesinos veían con recelo la candidatura de Reutemann, peticionada por el presidente Menem. Aquellos que estaban conformando sus respectivos sublemas provinciales y desde la conducción partidaria provincial esperaban peronizar las listas frente a la distancia que desde el menemismo se generaba para con las filas partidarias justicialistas.
El gobernador y en ese entonces todavía presidente del justicialismo santafesino Reviglio, afirma que desde el partido:
“El peronismo ha dejado de ser faccioso y tiene que responder a los distintos perfiles de hombres que busca la sociedad y desde el partido se va a trabajar para el conjunto”.[36]
Para marzo de 1991, Reutemann en una de las tantas reuniones con el ejecutivo nacional pedía que:
“El presidente limpie el panorama político para poder tener libertad a la hora de elegir las personas que lo acompañen en las postulaciones y que los problemas que hacen a la interna peronista no repercutan en las candidaturas”.[37]
Mientras tanto, junto a sus operadores políticos, intentaba lograr contactos sobre todo en el interior de la provincia tratando de encolumnar al peronismo detrás de su figur.[38] Los contactos con dirigentes del interior, que no habían tenido el protagonismo decisivo dentro del partido justicialista en los años ochenta. Con el correr de los meses y a días de las elecciones Reutemann afirmaba: Todos los candidatos tienen entorno, pero al mío creo que lo manejo (…) no quise tener compromisos con la estructura partidaria peronista”.[39]
Es así como, quedarán tres sectores representativos del paisaje político justicialista provincial: un sector “histórico” liderado por Rubeo, un sector “contestatario” que conforma el equipo de Domínguez, Baltuzzi y Venesia y otro “emergente” protagonizado por la candidatura de Reutemann. Por último, y no por ello menos importante, el sector de Fernando Caimmi y Miguel Angel Sola, dos funcionarios ministeriales del gobierno provincial.
Por otro lado, en 1991, al menemismo le interesaba contener las expectativas que parte de la dirigencia justicialista provincial tenía con respecto a integrar una lista en las candidaturas a diputados nacionales por Santa Fe. El consejo nacional del PJ fue el encargado de desestimar cualquier interés de consensuar una lista por parte de las autoridades partidarias santafesinas.
De la mano de los Celestes menemistas, Eduardo Menem presidente del Consejo Nacional del PJ y el secretario presidencial Eduardo Bauzá, se coartaron las aspiraciones que tenían las autoridades del partido provincial. Así lo expresaba Reviglio:
“El PJ tendrá elecciones internas para diputaciones nacionales, en tanto la renovación de las autoridades partidarias así como la convocatoria al Congreso partidario y fruto de él la fecha de las elecciones justicialistas serán objeto de definición a partir del diálogo entre los representantes de los sublemas que presente el partido para los comicios generales”.[40]
El principal problema que el menemismo veía en la provincia era la lista de diputados nacionales:
“(...) todo depende de una actitud responsable de moderación por parte de los dirigentes santafesinos. Una lista hecha en Buenos Aires no va a ser aceptada. ¿Interna? reabre todas las heridas que tiene dentro de sí este partido e invalidará el sentido que se buscó con la Ley de lemas y modificar este aspecto solo puede hacerse con el Congreso partidario y los congresales han perdido sus referentes”.[41]
Los Celestes menemistas, ante la atomización partidaria provincial resultando en una cantidad de sublemas inesperados[42], tienen como objetivo la intervención al partido para nominar los candidatos a diputados nacionales y también que se puedan realizar alianzas con otros candidatos de otros partidos políticos para enfrentar las elecciones provinciales.[43]
Con respecto a esto último, este sector del menemismo nacional intentó el acercamiento con el dirigente demócrata-progresista (PDP) Ricardo Molinas, candidato a gobernador por la alianza Honestidad, Trabajo y Eficiencia junto al socialismo (PSP) que presentaba a Guillermo Estévez Boero como candidato a diputado nacional respectivamente. Pero el principal conflicto a la hora de hablar de alianzas, bajo el sistema electoral de la Ley de lemas, era la dificultad que presentaba para establecer bajo qué lema se consolida esa alianza. En este caso bajo el lema Honestidad, Trabajo y Eficiencia o del Justicialismo.[44]
Por otro lado, la prensa provincial con el título de “¿Molinas tentado?”, haciendo referencia a su aspiración a la gobernación, pero en alianza con el sector del justicialismo provincial que lideraba Venesia, junto a Baltuzzi y Domínguez.[45]
Finalmente, y una vez intervenido el partido provincial, podemos observar cómo desde la conducción nacional del justicialismo, se propició un acercamiento entre el sector que apoyaba la candidatura de Reutemann bajo el sublema Creo en Santa Fe, con el otro sector que postulaba la candidatura a gobernador del rosarino y diputado nacional, Venesia, junto con el senador provincial Baltuzzi, el intendente de Puerto San Martín, Domínguez y el dirigente santafesino Jorge Obeid.
Es importante marcar que los dos sectores, antes de fusionarse, estaban llevando adelante su campaña electoral propia, en la que interpretaban, a su manera, lo que desde Nación se pedía para competir en las elecciones provinciales de 1991. Es decir, por el lado de Reutemann, el hecho de recorrer la provincia, significó la búsqueda de avales y el contacto con los sublemas y referentes departamentales que se iban conformando. En cambio, por el lado del rosarino Venesia, el acercamiento al PSP, en la búsqueda de la cristalización de una alianza partidaria que fue truncada e hizo finalmente que este sector vea cómo potable migrar al sublema que tenía a Reutemann como candidato a gobernador.
Los dos sectores confluyeron bajo el sublema Creo en Santa Fe, y es en este sentido que cabe marcar el por qué de este acercamiento, su sentido detrás de la escena. Es decir, tenían en común una necesidad que sobrepasaba las diferencias, alejarse de aquellos sectores del justicialismo santafesino que habían participado activamente en las decisiones partidarias durante la década del ochenta.
El 8 de septiembre de 1991, el sublema Creo en Santa Fe obtuvo una holgada mayoría sobre los demás sublemas del PJ. Logró 10 bancas de 15 que obtuvo el justicialismo en la Cámara de Senadores y en la Cámara de diputados 20 bancas de 28 que obtiene el lema electo según la Constitución provincial.
Creo en Santa Fe estaba compuesto por más de una línea interna del justicialismo provincial, el acercamiento entre el sector que apoyaba al extrapartidario Reutemann y el sector rosarino compuesto por Venesia, Baltuzzi y Domínguez.
Más allá de las declaraciones del gobernador electo con respecto a su independencia y autonomía en su condición de extrapartidario, el justicialismo santafesino proveyó desde sus filas a buena parte de los integrantes del sublema Creo en Santa Fe y fue decisivo para consagrarse gobernador de la provincia.
La confección de la lista de diputados nacionales para las elecciones que se celebrarían el 27 de octubre de 1991 fue motivo de tensiones entre los sectores internos del justicialismo santafesino. Sin embargo, la puja que predomina es entre los sectores locales y las autoridades interventoras, a la hora de colocar cada uno sus respectivos candidatos. Como expresa la prensa provincial:
“Otra interna nos muestra el PJ local. En este caso por la lista de diputados nacionales, pero a no confundirse, esta no es una interna como la del 19 de julio pasado. Aquí la pelea es de pesos pesados, reservadas para unas pocas líneas, las elecciones de septiembre tuvieron definiciones y solo quedaron en pie tres líneas internas. Las demás están llamadas al silencio”.[46]
Luego de la primera reunión de Reutemann y Reviglio, después de las elecciones provinciales, el gobernador electo se refería a la cuestión de los candidatos justicialistas para la lista de diputados nacionales. Había un acuerdo de respetar la proporción de los votos que sacaba cada sublema para su confección:
“A nosotros nos corresponde los dos primeros lugares, a Nuevo Rumbo el tercero y el cuarto y quinto también a nosotros. Yo soy el dueño de un sublema pero la elección es del justicialismo”.[47]
Pero la idea del interventor González era tratar de armonizar en ella a todos los sectores del justicialismo local, pero proponiendo los nombres desde Bs. As. Tanto el sector de Reutemann como el de Rubeo y Reviglio, serían los convocados para ser representados en la lista. La respuesta de estos fue oponerse al condicionamiento desde Buenos Aires. Rubeo solicitó internas y el recambio del interventor González, mientras que Reviglio proponía su nombre, apoyado en parte por Menem, pero resistido por los denominados menemistas Celestes y gran parte del justicialismo local.[48]
Reutemann sostenía que los dos primeros puestos debían ser para Creo en Santa Fe, para los cuales se proponía a dos personas, allegadas al gobernador electo desde que se había decidido participar en política: Marcelo Muniagurria (presidente de la Sociedad Rural de Rosario) y Héctor Visentín (empresario aceitero del norte santafesino). Sin embargo, dos lugares correspondientes a Creo en Santa Fe, para disgusto de Reutemann, fueron adjudicados al diputado nacional Saturnino Dantti Aranda (presidente de la comisión de relaciones exteriores de la Cámara de diputados de la Nación) y desde el norte provincial, Hugo Rodríguez Sañudo[49](secretario de justicia de la Nación).
Se plantea para el justicialismo provincial un futuro cargado de incertidumbre. Después de ocho años gobernando la provincia y con las perspectivas de un nuevo gobierno justicialista, reina la paradoja y el desconcierto en los sectores que disputaron dentro del partido justicialista desde 1983.
Un mes antes de las elecciones nacionales titulaba El Litoral en su editorial, Pareciera ser la hora de la dispersión y falta de conducción para ordenar dirigentes, agrupaciones y corrientes.[50]
El justicialismo santafesino transcurría por un proceso de reacomodamiento interno. Es decir, la elaboración de un nuevo consenso entre sus sectores internos para restablecer su coalición dominante. Se esperaba, desde las autoridades intervencionistas, que el proceso de normalización partidaria sea el espacio adecuado para llevar adelante los nuevos acuerdos entre los sectores del justicialismo santafesino. Desde el nuevo gobierno provincial, se marcaba la necesidad de que el próximo presidente del partido sea proveniente del sublema Creo en Santa Fe, garantizando así un diálogo entre gobierno y partido. Entonces, el arribo de Reutemann a comienzos de los años noventa ¿representaría una ruptura con respecto a esta situación interna partidaria?
En términos de lo propuesto por Balbi (2007) la lealtad como valor moral internalizado por lo peronistas, altamente consensuado, les permite reconocer y reconocerse como leal. Será este valor moral el parámetro con el que Reutemann demostrara su lealtad, a través de sus actos y también si es poseedor de la virtud de la prudencia, cualidad de carácter personal, para conducir efectivamente. En ese caso, el partido tiende a ser instrumento de la conducción
“La conducción, sin duda, requiere de recursos materiales, pecuniarios, simbólicos, relacionales e institucionales; estos últimos incluyen, a las propias organizaciones partidarias, que son las únicas habilitadas a participar del sistema electoral. Pero, por otra parte, la conducción exige ciertos recursos o capacidades personales: no todo dirigente, ni siquiera todo líder, es conductor, por más que controle las estructuras partidarias (...) porque es en torno de esta donde se estructuran las relaciones entre los peronistas” (Balbi, 2020: 47).
Con la llegada de Reutemann a la gobernación de Santa Fe, el justicialismo santafesino comenzó una etapa en donde sus sectores internos, enfrentados entre sí, necesitan de nuevos acuerdos y reglas. Si bien Creo en Santa Fe tendrá un rol preponderante en el escenario político, el resto de los sectores internos del justicialismo santafesino buscarán los espacios necesarios a la hora de dialogar desde sus respectivos lugares. A días de ser gobernador electo, Reuteman afirmó:
“Muchos peronistas me lo decían lo vamos a votar a usted para que produzca un cambio y que desaparezcan personas que dentro del peronismo han hecho mucho daño. Pero, las personas que yo elijo están fuera y dentro del peronismo”.[51]
El nuevo gobierno provincial, encabezado por Reutemann, tendrá la tarea de entablar un diálogo con el resto de los que no formaban parte de Creo en Santa Fe, a la hora de conformar una nueva coalición dominante más amplia.
En ese sentido, ¿Reutemann, será el conductor del justicialismo santafesino o será el partido, una vez normalizado, el espacio para que se galvanice la oposición interna? Por otro lado, ¿Todos los sectores internos de Creo en Santa Fe van a acompañar una conducción del peronismo santafesino por parte de Reutemann?
El Gobernador Reviglio, en medio de una difícil transición política debido a la tensa relación con el gobernador electo y su sector, decía:
“La gente está cansada de las internas. Si el PJ es la escudería, no puede venir cualquier piloto a cambiarle de color. (…) Reutemann va a terminar queriendo al peronismo. Lo que ocurre es que es un movimiento con más de una cabeza, difícil de entender. Reutemann deberá conducir el gobierno, pero también mantener una relación fluida con el conjunto del peronismo y no solo con su sublema”.[52]
En tanto Obeid, intendente electo de Santa Fe, apoyaba a Reutemann expresando:
“Adhiero al estilo de Reutemann. Creo que la cooperativa sigue insistiendo con su modo de interpretar la política (...) Yo me adhiero a la primera”.[53]
El gobernador Reutemann y sus allegados tendrán que llevar adelante diálogos recurrentes y permanentes con el resto de los sectores que integran el justicialismo santafesino representado tanto dentro como fuera de Creo en Santa Fe. Esta última no es una fuerza política monolítica y que acuerde de manera uniforme con el gobernador. Resta decir que tampoco lo son aquellos sectores que no integraron el sublema que llevó a la gobernación a Reutemann.
A días de asumir el gobierno, Reutemann se refería al justicialismo santafesino y su situación argumentando:
“Creo que hay que hacer una división de mi relación con el justicialismo. Hay que establecer una relación con las bases, con la gente (…) pero también existe la parte más encumbrada del partido, que es una interna fenomenal en la que no me voy a meter”.
Siguiendo la entrevista periodística, más adelante se refirió a las designaciones de extrapartidarios como:
“Voy a tener en mi gobierno mucho más peronismo del que iba a tener (…) lo que pasa es que por ejemplo hay un compañero peronista en determinada función que pertenece a una línea interna y para otra línea ese no es peronista. Pero para mí lo que vale es su ficha de afiliación, todos en un plano de igualdad”.[54]
Es así como para fines de 1991, Santa Fe tiene nuevo gobernador y el justicialismo santafesino va por su tercera administración en el gobierno provincial. Un partido que ganó las elecciones y llegó a la Casa Gris con una recomposición de su coalición dominante. Quienes resultaron victoriosos serán quienes dominen la escena política, pero la estructura partidaria tendrá su resonancia e influencia sobre aquellos que gobiernan. Esta caja de resonancia será la legislatura provincial y el partido hasta ahora intervenido, a la espera de su normalización.
Conclusión
Nuestra investigación en torno a la candidatura de Reutemann, en 1991, nos ha permitido proponer que, por un lado, no se puede entender su candidatura como un epifenómeno de la política nacional. Por otro lado, su llegada es consustancial a las disputas internas, lo que nos advierte que el partido provincial no es un actor en absoluto pasivo o secundario respecto a su aparición demostrando flexibilidad y amplitud en medio de fuertes disidencias entre los sectores internos.
En 1991 la intervención desde el Consejo Nacional al provincial se llevó adelante. Mientras tanto, Reutemann y su sector hacían hincapié en estar afuera de la interna justicialista provincial, con la posibilidad que les daba la Ley de lemas para que sea posible por fuera de una elección interna. Sin embargo, su candidatura era una entre otras dentro del justicialismo santafesino. Incluso, algunas de ellas gestadas desde Buenos Aires de la mano de los menemistas celestes.
De esta manera, el desarrollo de Creo en Santa Fe tendrá un rol preponderante en el escenario político provincial y el resto de los sectores internos del justicialismo santafesino buscarán el protagonismo y los espacios necesarios a la hora de dialogar desde sus respectivos lugares teniendo como caja de resonancia la legislatura provincial y el intervenido consejo provincial justicialista en espera de normalización.
Lo que nos permite interpretar al reutemanismo como una progresiva expresión provincial del justicialismo santafesino. Su origen está en medio de las interacciones recurrentes y una compleja trama organizativa con la necesidad de convocar a otros a un espacio en común de valores y representaciones en el marco de una incierta invención democrática.
Bibliografía
Aboy Carles, G. (2001). “Las dos fronteras de la democracia argentina: la reformulación de las identidades políticas de Alfonsín a Menem”. Buenos Aires: Homo Sapiens.
Balbi, F. (2020). “…quiero andar con mucha libertad”. Consideraciones en torno de los lugares de las organizaciones partidarias y de la conducción en la praxis política de los peronistas”, en Melon Pirro, Julio y Quiroga, Nicolás (comps.). El peronismo y sus partidos. Tradiciones y prácticas políticas entre 1946 y 1976, Rosario: Prohistoria. Pág. 17-53.
Balbi, F. (2007). “De leales, desleales y traidores. Valor moral y concepción de política en el peronismo”. Buenos Aires: Antropofagia.
Berstein, S. (1999). “La cultura política”. En “Para una historia cultural”. México: Taurus.
Behrend, Jacqueline (2012). Democratización subnacional: algunas preguntas teóricas. En Revista Postdata: Revista de reflexión y análisis político, N° 17(2)
Calvo, E y Escolar, M. (2005). “La nueva política de partidos en la Argentina”. Buenos Aires: Prometeo.
Chartier, R. (1992). El Mundo como Representación. Historia Cultural: entre práctica y representación. Barcelona: Gedisa.
Chereky, I. (2006). “La política después de los partidos”. Buenos Aires: Prometeo.
Diego Romero, J. (2006). “El concepto de “cultura política”. En “Ciencia política y sus implicaciones para la historia”. En: Ayer. Revista de Historia Contemporánea, 61.
Gervasoni, Carlos (2010). “A Rentier Theory of Subnational Regimes: Fiscal Federalism, Democracy, and Authoritarianism in the Argentine Provinces. En World Politics, Vol. 62, N° 2.
Levitsky, S. (2005). “La transformación del justicialismo. Del partido sindical al partido clientelista, 1983-1999”. Siglo XXI: Buenos Aires.
Pucciarelli, A. (2011). “Los años de Menem. La construcción del orden neoliberal”, Buenos Aires: Siglo XXI.
Przeworski, A. (1998). Democracia sustentable. Paidós: Buenos Aires.
Schedler, A. (2006). “La incertidumbre institucional y las fronteras borrosas de la transición y la consolidación democrática”. En Estudios Sociológicos Vol XXII Nº 1.
Lascurain, María Cecilia (2022). “Legitimación tradicional y privatización del sentimiento peronista. La identidad peronista en la provincia de Santa Fe (1983-1995)”. En: Revista Temas y Debates. Vol 26 (43) pp. 145-172
Landi, O. (1988). Reconstrucciones. Las nuevas formas de la cultura política. Buenos Aires, Puntosur: Buenos Aires.
Lefort, Claude. (1990). La invención democrática. Nueva Visión: Buenos Aires.
Lesgart, C. (2003). Usos de la transición a la democracia. Ensayo, Ciencia y Política en la década del 80’. Homo Sapiens: Rosario.
Levitsky, S. (2005). La transformación del justicialismo. Del partido sindical al partido clientelista, 1983-1999, Buenos Aires, Siglo XXI.
Rustow, D. (1970). Transitions to democracy. Toward a Dynamic Model. En University of New York. Comparative Politics Vol 2 Nº 3.
Rinaldi, M. (2019). El origen del reutemanismo y la dinámica organizacional del PJ santafesino (1990-1991). En Colección. Universidad Católica Argentina. 2019, 30(2).
Rinaldi, M. (2016). El origen del reutemanismo. 1990-1995. (Tesis de grado inédita) Universidad Nacional del Litoral. Santa Fe
Rodrigo, Cintia (2013). El poder en crisis. Relaciones de gobierno e inestabilidad política en San Juan. (Tesis doctoral). Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina.
Maina, M.(2016). Transición democrática y política provincial. Santa Fe, 1982 - 1987. (Tesis de maestría inédita) Universidad Nacional del Litoral. Santa Fe.
Novaro, M. (1994). Pilotos de tormentas: crisis de representación y personalización de la política en Argentina (1989-1993). Letra Buena. Buenos Aires.
O’donnell, G. (1997). Contrapuntos. Ensayos escogidos entre autoritarismo y democratización. Paidós: Buenos Aires
O’donnell, G. (2007). Disonancias: críticas democráticas a la democracia. Prometeo: Buenos Aires.
Ortiz De Rozas, Victoria (2014). Dirigentes representativos y capital territorial. Los partidos provinciales a través del estudio de los capitales políticos de los líderes intermedios. Santiago del Estero (1999-2013) (Tesis doctoral). Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina.
Palermo V. Novaro M. (1996). “Política y poder en el gobierno de Menem”. Tesis-Norma. Buenos Aires,
Panebianco, A. (2009). “Modelos de partido. Organización y poder en los partidos políticos”. Madrid: Alianza.
Portantiero, J, C. (2000). Revisando el camino: las apuestas de la democracia en Sudamérica. En: El tiempo de la política. Buenos Aires: Temas.
Pucciarelli, A, (2011). “Los años de Menem. La construcción del orden neoliberal”, Buenos Aires: Siglo XXI.
Robin, S. (2007). “Régimen electoral y sistema de partidos. La influencia de la ley de lemas sobre el sistema de partidos en la provincia de Santa Fe”, (Tesis de Maestría) Universidad del Litoral. Santa Fe.
Sosa, Pamela. (2014). Desintegración social y poder político. Génesis y consolidación del Frente para la Victoria en la Provincia de Santa Cruz (1988-1996) (Tesis doctoral). Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina.
Fuentes
Diario El Litoral (Santa Fe)
Diario El Matutino (Santa Fe)
Diario La Capital (Rosario)
Diario Rosario/12 (Rosario)
Recibido: 05/05/2023
Evaluado: 15/06/2023
Versión Final: 16/07/2023
páginas / año 16 – n° 40/ ISSN 1851-992X /2024
[1]Las reflexiones vertidas en este artículo forman parte del grupo de investigación CAI+D (UNL) Culturas políticas en escalas. La experiencia democrática entre lo nacional, subnacional y regional (siglos XX – XXI).
[2]Uno de los ejes conceptuales protagónicos, en la renovación de la historiografía política, emerge desde la sociología y la politología con la idea de transición a la democracia. Gestándose con anterioridad a los procesos históricos que desembocaron en las elecciones fundacionales de 1983, su aparición determinó la producción de un vocabulario nuevo, empezando a ocupar un lugar predominante en las ciencias sociales al revalorizar la democracia política y haciendo de ella una idea límite. Esto significa que se podía presentar frente a lo no querido como experiencia política reciente: el autoritarismo.
Hacia fines de la década de los setenta la renovada ciencia política latinoamericana es influenciada por lecturas provenientes de Estados Unidos y Europa (Dhal, 1971; Shumpeter, 1942). Los trabajos en torno a los procesos de crisis dictatorial y transición fueron cruciales para otorgarle una dimensión autónoma a lo político, destacándose el trabajo pionero de Rustow (1970) y la clásica obra “Transiciones desde un gobierno autoritario” de O'Donnell, Schmitter, Whitehead (1988) en ambos trabajos se encuentra la definición de un campo de estudio donde se otorga autonomía explicativa a la cuestión política.
[3]Autonomía a lo político refiere a una figura retórica, ya que es imposible observar a la política en total soledad y aislada de toda interacción social.
[4]Siguiendo a O'Donnell (2007) este escenario democrático plantea un juego de lo posible, es decir, aquello que consiste en saber qué puede hacerse y decirse para convocar a otros a un espacio en común como también a un juego no determinado de antemano. Los márgenes en donde se juega la política se van ampliando con cada nueva posibilidad (ganar espacios, lograr reivindicaciones) que ensancha los límites.
[5]Balbi (2007) entiende que los valores morales son conceptos dotados de un contenido moral y de una carga emotiva que las personas internalizan en el curso de su propia experiencia social, entonces, tanto los sentidos de esos conceptos como sus asociaciones emocionales son un producto contingente de los procesos sociales que sirven de marco a la sucesión de ocasiones socialmente situadas, a través de las cuales las personas experimentan el mundo que las rodea.
[6]Calvo y Escolar (2005) denominan a esto como la territorialización de la política de partidos. Una primera manifestación de ello es la disgregación federal del sistema de partidos, es decir, el hecho de que el voto para los mismos cargos se distribuye entre distintos partidos de distintas provincias, y como consecuencia, las diferencias en las estructuras de los sistemas de partidos entre las provincias se hacen cada vez más marcadas. Una segunda manifestación de la territorialización es la desnacionalización de los partidos y del sistema de partidos. La desnacionalización es un fenómeno distinto a la disgregación, o sea, podría ocurrir que un sistema este desnacionalizado, en el sentido de que cada partido obtenga distintas proporciones de votos en distintas provincias, pero no disgregado, en el sentido en que cada provincia los votos se distribuyen entre una cantidad de partidos semejantes. Cada provincia transitó su propia experiencia en torno a la competencia política, en algunas de ellas cambió mucho, en otras menos, como tampoco afectaron a todos los partidos por igual.
[7]La idea de incierta invención democrática en clave provincial, tiene su origen en las lecturas y trabajos de investigación de Marcelino Maina. De quien, sin sus agudos comentarios, no hubiese sido posible la escritura de este artículo.
[8]Formando parte de frentes electorales con otros partidos como el Partido Demócrata Cristiano, el Movimiento de Integración y Desarrollo o el Partido Intransigente.
[9]El Litoral, 02/05/1990, Pág. 1
[10]El Litoral, Santa Fe, 21/03/1990, Pág. 3.
[11]En el justicialismo santafesino se produce un realineamiento de fuerzas luego de las elecciones internas justicialistas de 1988 entre Antonio Cafiero y Carlos Menen para las elecciones presidenciales de 1989. Las internas nacionales fueron llevadas a cabo el 9 de julio de 1988 y en Santa Fe con Cafiero se agrupaba el gobernador Reviglio, Carignano y el ex-gobernador Vernet; mientras que con Menem se encontraba el dirigente Rubén Cardozo, el vicegobernador Antonio Vanrell y dirigentes como el ex-senador nacional por Santa Fe, Marini, junto con el diputado provincial Francisco Ghezzi.
[12]El Litoral, Santa Fe, 03/07/1990 Pág 3.
[13]El Litoral, Santa Fe, 04/07/1990 Pág 5.
[14]El Litoral, Santa Fe, 01/09/1990 Pág 6.
[15]Los Rojo Punzó apoyaron a Menem y fueron los más activos durante su campaña electoral a candidato a presidente y se enarbolaban dentro del entorno del presidente autodenominándose como los “doce apóstoles”. Desde este espacio se intentaban frenar las propuestas políticas partidarias opuestas al programa económico del presidente. Para ellos el horizonte programático estaba puesto en superar el escenario que presentaban los partidos tradicionales, apostando a la crisis de la UCR y disolución de los renovadores justicialistas, fundamentando el poder político y la construcción de su legitimidad en un nuevo movimiento social superador de la política que encarnaba la figura de Menem. Los celestes, habían formado parte de la renovación justicialista de la mano de Antonio Cafiero, y en la gestión del presidente Menem ocupaban cargos ministeriales estratégicos. Trataban de neutralizar la prédica anti-partidaria de los rojos punzó, creyendo que el único modo de recuperar la gobernabilidad era reconstruyendo el desprestigiado régimen representativo, basando su legitimidad en el predominio institucional y poder electoral de los partidos.
[16]El Litoral, Santa Fe, 09/08/1990 Pág 10.
[17]El Litoral, 20/08/1990, Pág. 7
[18]En la UCR la cuestión alrededor de la Ley de lemas estaba tajantemente dividida. El partido provincial y el sector blanco, liderado por Luís “Changui” Cáceres, no convalidaban la modalidad electoral. Pero el sector amarillo, liderado por Usandizaga, fue promotor de la Ley de lemas, siendo que unos de los dos proyectos de dicha ley pertenecían al Diputado Provincial Eugenio Malaponte que respondía a este sector disidente del radicalismo santafesino.
[19]El Litoral, Santa Fe, 22/07/1990 Pág. 4.
[20]El Litoral, 30/09/1990, Pág. 5
[21]La Capital, 20/10/1990, Pág. 3
[22]Siguiendo a Panebianco (2009 [1982]) el justicialismo provincial para principios de los años noventa se presenta con una fisonomía resultado de alianzas entre sus dirigentes y sus respectivos movimientos organizados, lo que denomina Panebianco como la coalición dominante. Siendo esta el resultado de alianza de alianzas entre grupos que a su vez son coaliciones de grupos más pequeños, que visualizamos como sectores internos del justicialismo provincial. En su estructura organizativa el justicialismo santafesino tenía así una fisonomía con poca cohesión interna, resultado del compromiso entre diversos sectores y por ende un disperso control de los recursos de poder en una pluralidad de líderes que definen los intercambios con sus seguidores. En lo que respecta al grado de estabilidad, que define los intercambios entre líderes, Panebianco entiende que se dan casos donde un partido dividido, en el caso del justicialismo santafesino, no siempre es inestable por el hecho de que un partido dividido puede conseguir mantenerse estable a través del tiempo mediante compromisos recíprocamente aceptables entre las organizaciones que lo integran.
[23] Producto de esto, el alejamiento de la presidencia y vicepresidencia de Antonio Cafiero y José Maria Vernet para tomar el lugar de Eduardo y Carlos Menem en el partido.
[24]Luego de enfrentar al Movimiento Renovador y vencerlo, el internismo que asumió el esquema de poder político del menemismo, a la hora encarar la cuestión partidaria, era representado por una lucha en la imposición de estrategias por parte de sus agrupaciones internas. Siguiendo a Pucciarelli (2011) una de ellas fue la menemización del peronismo, o sea llevar hasta las últimas consecuencias una prédica anti-partido, desarticulando dos ámbitos diferentes pero interconectados: el político partidario y el político institucional. El primero en contra de la dirigencia partidocrática desplazándose hacia otros protagonistas, y el segundo, en contra aquellos representantes legislativos de la burocracia partidocrática que dominaban el sistema de decisiones del Congreso Nacional. La otra estrategia fue la llamada peronización del menemismo, tratando de aprovechar la crisis ideológica y política que luego de la derrota de los renovadores había provocado en una enorme cantidad de dirigentes y afiliados de distinto nivel social, político y territorial. De esta manera el PJ, conducido por menemistas, debía recuperar su credibilidad subrayando el rol principal de los partidos, pero modificando su naturaleza, eliminando su capacidad de gestación, adopción y discusión de las políticas gubernamentales y designación de candidatos. De esta situación saldrán ilesos Celestes y Blancos (estos últimos son una alternativa entre Rojos punzó y Celestes) por lo que se insistió nuevamente en que se debía volver a la arena política, al partido, al parlamento y al acuerdo con la oposición.
[25]Hasta ese momento el PJ presentaba en el tribunal electoral 13 sublemas. El Litoral 07/01/1991 Pág.5 Para mediados de año serán 28 los sublemas reconocidos. El Litoral 10/05/1991, Pág. 5
[26]El Litoral, Santa Fe, 29/04/1991, Pág. 5
[27]El Litoral, Santa Fe, 13/03/1991, Pág. 7
[28]Destacable es como el foro de intendentes justicialistas santafesinos tiene un rol importante en esta confederación.
[29]Al preguntársele si era hombre de Menem el deportista afirmó: “aunque no soy justicialista vale la pena colaborar y trabajar para Santa Fe” además de ponderar las candidaturas de Usandizaga y Molinas. El Matutino, Santa Fe, 09/04/1991, Pág. 3
[30]El Litoral, Santa Fe, 08/04/1991, Pág. 5.
[31]Para fines de abril, Reutemann había recolectado 34.000 firmas en los 19 departamentos provinciales. Consideraba, junto a sus operadores políticos, el inicio de una segunda etapa donde cada distrito elegirá su candidato. Funes, operador político del corredor, afirma ante la pregunta de si se mantuvo con “asepsia” su candidatura con respecto al PJ “lo que hemos buscado es una metodología distinta”. El Litoral, Santa Fe, 30/04/1991, Pág. 18.
[32]El Litoral, Santa Fe, 11/05/1991, Pág. 12.
[33]Tanto Cevallo, Carignano y Lamberto, desde sus respectivos sectores, han intentado un acercamiento con el PSP a través del intendente de Rosario, Cavallero. Existía una certeza alrededor de que el intendente socialista es el único dirigente que puede hacerle frente a Usandizaga en Rosario.
[34]El Litoral, Santa Fe, 18/04/1991, Pág. 5.
[35]El Litoral, Santa Fe, 21/01/1991, Pág. 5.
[36]El Litoral, Santa Fe, 31/01/1991, Pág. 6.
[37]El Litoral, Santa Fe, 20/02/1991, Pág. 9.
[38]El Litoral, Santa Fe, 29/01/1991, Pág. 3.
[39]El Litoral, Santa Fe, 05/09/1991, Pág. 10.
[40]El Litoral, Santa Fe, 20/03/1991, Pág. 5.
[41]El Litoral, Santa Fe, 18/04/1991, Pág. 1.
[42]De los 28 sublemas reconocidos, 18 pertenecían al justicialismo provincial. El Litoral, Santa Fe, 10/05/1991, Pág. 7.
[43]El Litoral, Santa Fe, 08/05/1991, Pág. 5.
[44]Como subraya Molinas en su discurso inaugural: “Porque hay que colocarse en un lema, yo no creo que ellos quieran colocarse en un lema nuestro, ni nosotros estamos dispuestos a colocarnos en un lema ajeno”. El Litoral, Santa Fe, 10/05/1991, Pág. 16.
[45]El Litoral, Santa Fe, 12/05/1991, Pág. 16.
[46] El Litoral 23/09/1991, Pág 5
[47]El Litoral 17/09/1991, Pág. 5
[48]El Litoral 20/09/1991, Pág 16
[49]Dantti Aranda era hombre cercano a Bauza y Sañudo a Manzano. Habían trabajado juntos como legisladores nacionales durante 1989-1990, en los primeros años del menemismo.
[50]El Litoral 30/09/1991, Pág. 4.
[51]El Litoral 31/10/1991, Pág. 7
[52]El Litoral 22/11/1991, Pág. 6
[53]El Litoral 19/11/1991, Pág. 5
[54]El Litoral 06/12/1991, Pág. 20.