Reseña bibliográfica

Albornoz, M. (2021). Cuando el anarquismo causaba sensación. La sociedad argentina, entre el miedo y la fascinación por los ideales libertarios. Buenos Aires: Ediciones Siglo XXI, 256 páginas.

Cuando el anarquismo causaba sensación, reúne los avances de investigación de la tesis doctoral en historia de la Facultad de Filosofía y Letras de Martín Albornoz. El libro pertenece a la colección “Hacer historia” de la editorial Siglo XXI, cuyo comité editorial está compuesto por Lila Caimari, Vera Carnovale, Roy Hora, Sylvia Saítta y Marcela Ternavasio.

Martín Albornoz es investigador del CONICET, doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires y Magíster en Historia por el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad de San Martín (IDAES-UNSAM). Se desempeña como profesor de grado en la UNSAM en la asignatura Historia General y de posgrado en el seminario Problemas de Historia Social. Integra el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y el Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani”. Se especializa en Historia Social de la cultura en Argentina, particularmente en la presencia del anarquismo en la cultura y la sociedad porteña de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. En la actualidad investiga la participación de las autoridades argentinas en la vigilancia transnacional de anarquistas a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

La propuesta del libro consiste en realizar un recorrido por las diversas representaciones del anarquismo en la ciudad de Buenos Aires a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Cuyo objetivo es evidenciar que para reconstruir la historia ácrata es necesario dar cuenta de la importancia tanto del modo en el que fueron representados por otros, como sus propios relatos. En este sentido, su preocupación principal es demostrar que el anarquismo no ha tenido la misma interpretación sino que se lo representó de múltiples maneras.

La hipótesis sugerida por Albornoz es que el nacimiento del anarquismo en la ciudad no obedeció principalmente a la dinámica del conflicto social ni al desarrollo propio del movimiento libertario, sino que fue la expresión de un imaginario social construido en relación con la modernización periodística. Es por ello que el escrito se desarrolla  alrededor de la experiencia de las y los lectores de los periódicos de Buenos Aires que se enteraron de la existencia del anarquismo.

Al inicio, el libro toma cierta distancia de la historiografía sobre el anarquismo en la ciudad de Buenos Aires, que, aunque es diversa, puede dividirse en dos grandes líneas de investigación. La primera proviene de la historia social de fines de 1970, de la mano de Iaacov Oved y Gonzalo Zaragoza, cuyo fin es indagar sobre la presencia libertaria en los orígenes del movimiento obrero. La segunda línea de análisis se centró en las intervenciones culturales del anarquismo, que involucraron a otros actores de origen no proletario, y en la construcción de una cultura contestataria opuesta a la dominante, cuyos principales exponentes son Dora Barrancos y Juan Suriano.

Con el fin de aportar al estudio del origen del anarquismo, el autor sugiere incorporar el análisis de su dimensión transnacional. Para ello, su investigación se sirve de la perspectiva de la historia global como marco de análisis teórico-metodológico. A su juicio, la importancia de la historia global radica en demostrar que no se puede comprender el origen del anarquismo en Argentina sino se lo coloca en diálogo con lo que sucedía en otras partes del mundo. Para el autor es relevante resaltar la importancia que tenían los acontecimientos mundiales ligados al anarquismo por lo que enfocó con especial atención la circulación de información supranacional de la época. Esta perspectiva tiene en cuenta las conexiones globales, las condiciones estructurales y sus manifestaciones locales debido a que ninguna institución, sociedad, nación o civilización puede desarrollarse y existir en forma aislada.

El cuerpo documental incluye, por una parte, un variado corpus de prensa de gran circulación como La Nación, La Prensa, Caras y Caretas que delinearon las primeras representaciones del anarquismo en Buenos Aires. Por otra parte, el autor utiliza informes policiales, fotografías, producciones de criminólogos como Cesare Lombroso y José Ingenieros e informes de viajes de estudio.

El  libro se estructura a través de cinco capítulos y un epílogo. En el capítulo uno, al tiempo que se propone reconstruir explosiones de bombas y regicidios ocurridos en Europa y Estados Unidos entre 1890 y 1905, analiza las interpretaciones que circularon y reacciones populares. En este capítulo, Albornoz parte de casos concretos y locales de regicidios, expulsiones y atentados anarquistas con el fin de identificar aspectos importantes que a las lecturas de grandes dimensiones se le escaparían. Poniendo el foco en las convergencias e influencias recíprocas de los diversos casos, situándolos en contextos más amplios y potencialmente globales. Por ese motivo, utiliza como fuente principal prensa de amplia circulación, que formaba parte de un entramado comunicativo internacional y, que gracias al telégrafo permitió conocer, en pocos minutos, hechos que tenían lugar a miles de kilómetros. El gran impacto que generaban las acciones de los anarquistas de Europa trajo como consecuencia el recrudecimiento de las leyes represivas en diversos países y la realización de eventos y conferencias internacionales, que fomentaron el incremento de la coordinación e intercambio de información entre instituciones policiales de diversos países.

El capítulo dos reconstruye y caracteriza el diverso y complejo sistema que le permite afirmar que el origen del anarquismo no reconoce una sola dimensión. Para ello, al tiempo que reduce la escala analítica analizando noticias locales recorre las diversas representaciones de la actividad porteña sobre el anarquismo. Da cuenta de cómo la prensa local reconoció una existencia bifronte del anarquismo: por un lado, peligroso y polémico y por otro, sabio, racional y calmo. Entonces, el objetivo del capítulo reposa en demostrar que el anarquismo de Buenos Aires estaba lejos del imaginario que lo asimiló con las prácticas de atentados regicidios, sino que existía un anarquismo que podía asimilarse a la vida cultural y social porteña. Sin embargo, aquello no implicó que el anarquismo sea inofensivo, sino que el meollo radicó en cómo y quién lo conservará.

El autor analiza en el capítulo tres las representaciones y figuras del anarquismo que desplegó el socialismo de Buenos Aires. En este capítulo examina principalmente, por un lado, los periódicos socialistas como El Obrero y La Vanguardia, sin aislarlos de un clima más amplio, y, por otro lado, los relatos de los propios militantes. Principalmente, el capítulo sitúa el foco en cómo los socialistas construyeron un relato donde vislumbraban los vínculos entre la policía y los libertarios. Aquí, el objetivo del autor es exponer la polémica que atravesaban los anarquistas y socialistas. Esta tensión era fundamentalmente competitiva dentro de un espacio en el que ambos disputaban un público en general. Asimismo, da cuenta de las noticias internacionales que tomaron aquellos relatos de los socialistas y que llegaron a definirse como rasgos propios del anarquismo. En este sentido, el autor ve que la construcción del relato que relaciona al anarquismo con los atentados no fue monopolio de las élites.

El capítulo cuatro se centra en la influencia de la criminología en Buenos Aires, donde da cuenta de las investigaciones y las acciones de médicos y criminólogos como José Ingenieros, Francisco de Veyga, Cesare Lombroso y Gabriel Tarde. Demuestra lo heterogéneo que es el campo de la criminología, la influencia criminológicas internacionales y las peculiaridades locales. El fin de este capítulo radica en ver cómo las trayectorias personales de los criminólogos imprimían las variaciones en las lecturas y representaciones del anarquismo. En este sentido, Albornoz muestra cómo las investigaciones fueron variando en el tiempo. En un principio los atentados se presentaban como una novedad y por ende estaban carentes de una etimología criminal clara. La criminología buscó demostrar que no había un modelo de anarquista, sino que existían modulaciones y representaciones dispares.

En el último capítulo, Albornoz aborda la labor de vigilancia de parte de la institución policial hacia el anarquismo en varios países de América y Europa. El eje central del capítulo reside en poner en evidencia cómo anarquistas y policías ayudaron a forjarse mutuas identidades. Para ello, el autor relata diversos momentos en los que se desarrollan variadas formas de vínculos y encuentros entre policías y militantes anarquistas. Dichas relaciones se dieron, en ocasiones, con una profunda intimidad que trajo como consecuencia la creación de una figura de militante anarquista con límites difusos de trazar.

Finalmente, en el epílogo el autor indaga cómo el movimiento libertario captó la atención pública gracias a, por un lado, su integración cultural en la estructura social porteña y, por otro, por su recorrido de asaltos, atentados y tiroteos, incluso luego de 1920. De allí nació el interés diverso de conocer las características del anarquista, que atravesó múltiples sensibilidades y prácticas sociales.

Cuando el anarquismo causaba sensación delimita un mapa transnacional anarquista con matices y problemáticas, a través de la construcción de una mirada más contextualizada sobre el anarquismo como problema social. Si bien parte del ámbito local, específicamente en Buenos Aires, no dejar de tener en cuenta las conexiones entre diversos países de una misma región y entre aparatos burocráticos para la circulación de información.

Aun cuando su propuesta aclara que se circunscribe a Buenos Aires, podría señalarse cierto límite en el hecho que refiera a diversas acciones e imaginarios del anarquismo en Europa y no se encuentre mención al anarquismo desplegado en el territorio nacional. A la vez, si bien dentro de los objetivos planteados por el autor esboza que posará su mirada sobre las percepciones de otros actores sociales sobre el anarquismo, existe un profuso trabajo con fuentes documentales propias del espacio ácrata, como La Protesta y El Perseguido, que por momentos vuelcan el peso interpretativo en las percepciones propias del anarquismo.  

El libro aporta en comprender al anarquismo como un fenómeno representado por múltiples maneras. El autor logró demostrar el modo en el que fueron representados por otros como por sus propios relatos. Al tiempo que puso en evidencia que el eje distintivo del anarquismo fue el de haber sido vivido como un fenómeno radicalmente novedoso y que fue un elemento clave en la modernidad de la ciudad de Buenos Aires.

Esta investigación puso en evidencia la necesidad de desarrollar una perspectiva del pasado que sea más inclusiva, menos estrictamente nacional, y revela un mundo multipolar, en el que la globalización temprana se construye mediante el cruce de influencias que se generan en sitios con sentidos diversos y cambiantes.

 Desde su perspectiva, Albornoz, por un lado, propone pensar al anarquismo no como un fenómeno unívoco y homogéneo sino como un movimiento múltiple y diverso que despertó curiosidad en amplios sectores de la vida porteña. Por otro lado permite pensar en límites más allá de los nacionales, estudiar sus dinámicas y mecanismos inmersos en un flujo incesante de circulación de saberes, cooperación policial, experiencias migratorias y conexiones culturales que no pueden pensarse como fenómenos exclusivos de un país.

Ayelén Lucía Burgstaller

Facultad de Filosofía y Letras,

Universidad Nacional de Buenos Aires,

Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas (Argentina)

ayelen.burgstaller@gmail.com