Redes políticas y élites liberales en Colombia: una mirada a los enlaces parentales, sociopolíticos e intelectuales, 1930 – 1945

Redes políticas y élites liberales en Colombia: una mirada a los enlaces parentales, sociopolíticos e intelectuales, 1930 – 1945

Political Networks and Liberal Elites in Colombia: a look at parental, socio-political and intellectual links, 1930 – 1945

Juan David Restrepo Zapata

Universidad de Antioquia (Colombia)

juandrestrepozapata@gmail.com

https://orcid.org/0000-0002-2397-1577

Resumen

Las redes políticas y las élites con vinculación al Partido Liberal, desarrollaron, durante el segundo tercio del siglo XX en Colombia (1930 – 1945), formas perfeccionadas para acceder y mantenerse en el poder. Desde las conexiones familiares, hasta los vínculos intelectuales, sirvieron como herramientas básicas para generar una propuesta práctica que facilitara el control de instituciones y la orientación de una opinión pública diversificada y en expansión. Este artículo analiza estas estructuras entendiéndolas como redes sociales poliédricas que tenían intersección en ámbitos ideológicos, económicos políticos e intelectuales. Así, a partir del análisis de estas redes se observaron conexiones heterogéneas de largo alcance y de diferente tipo dentro del Partido Liberal durante el momento estudiado. Ello permite observar las complejas formas que componían la cultura política, que presentaba signos de transformación, en un país que estaba inmerso en las tensiones propias entre la tradición y la modernidad.

Palabras clave: Redes políticas; Élites políticas; Colombia; República Liberal; Redes sociales; Cultura política.

Abstract

During the second third of the Twentieth Century in Colombia (1930-1945), political networks and elites linked to the Liberal Party developed perfected ways to access and maintain themselves in power. From family connections to intellectual ties, they served as basic tools to generate a practical proposal that facilitated the control of institutions and the orientation of a diversified and expanding public opinion. This article analyzes these structures, understanding them as polyhedral social networks that intersected in ideological, economic, political and intellectual spheres. Thus, from the analysis of these networks, heterogeneous far-reaching connections of different types were observed within the Liberal Party during the time studied. This allows us to observe the complex forms that made up the political culture, which showed signs of transformation, in a country that was immersed in the tensions between tradition and modernity.

Keywords: Political networks; Political elites; Colombia; Liberal Republic; Social networks; Political culture.

Introducción

Los estudios sobre cultura política han brindado un panorama alentador en relación con las formas y dinámicas de gobierno, funcionamiento de las democracias, evolución empírica de las distintas asociaciones civiles o partidistas, entre otras, que determinan las complejas redes de poder que controlan un determinado capital social e influyen, de manera determinante, en la opinión pública (Putman, 1993). En dicho sentido, estudiar las redes de poder implica examinar estructuras profundas, compuestas por lazos que sistemáticamente conectan actores (Wellman, 1983) y que son permanentes en el tiempo. La presencia de estas redes facilita el control de las instituciones que les sirven para ejecutar sus proyectos y tendencias políticas, que, en la mayoría de las veces, son disputadas. A su vez, como bien lo señala Mann (1997), las redes de poder se superponen e intersectan a partir de campos ideológicos, económicos, políticos o militares.

El estudio de las redes de poder, a partir de la metodología del análisis de redes, facilita ubicar intersecciones clave que revelan afinidades, proyecciones, canales de comunicación e influencia y que explican las estructuras que posibilitan el ejercicio del poder. Recordemos que, como lo formuló Foucault (1980), el poder como elemento exclusivo no es funcional. Por el contrario, es heterogéneo, variable, obedece a características contextuales, históricas y geográficas, y, además, remite a planos tangibles e intangibles. Por ello, es necesario buscar conexiones en los vínculos parentales, relacionales, económicos, educativos e intelectuales.

Esta tarea pareciera no ser nueva para la historiografía. Múltiples, pero no prolongados estudios analizan las redes de poder en Colombia. Algunos de ellos se enfocan en la sociedad colonial, en las estructuras de poder hacendario, en los fenómenos del gamonalismo y el clientelismo, en el acontecer parental, comercial y, de manera reciente, en la conexión transnacional (Guillén, 1973; Vázquez, 2017; Henao, 2019; Giraldo, 2012; Aguirre, 2004). Este trabajo, que apunta a las élites políticas, se enfoca precisamente en develar el juego de poder de estos actores, vinculándolos a una perspectiva que entrelaza campos de acción.

Ahora bien, las élites como redes y grupos pequeños de individuos, relativamente cohesionados y estables -aunque con intereses heterogéneos-, y con gran poder de decisión, han sido estudiadas por diversos teóricos, desde múltiples posturas, metodologías y alcances explicativos. Dentro de los clásicos Mosca (2006) plantea la dicotomía entre gobernantes y gobernados y su relación asimétrica y vertical. Por su parte, Pareto (1968), describe a las élites como un grupo con características heterogéneas y, con base en ello, argumenta la circulación que padecen. Finalmente, Michels (1976), formula la ley de hierro de la oligarquía, donde interpreta las relaciones jerárquicas de poder al interior de cualquier organización partidista. En las estructuras sociales, es común observar complejas redes de poder, que tienen control de instituciones del orden político, principalmente instituciones estatales, que logran así ocupar altos cargos ejecutivos en las organizaciones y movimientos más grandes y ricos en recursos, para conformar poliédricas estructuras de dominio. Estos grupos, a pesar de representar el mantenimiento lineal del poder por parte de familias y clanes políticos, −en una especie de transmisión hereditaria− también buscan la incorporación de nuevos sujetos reconocidos y capaces, para renovar las caras e insuflar de nuevas ideas a sus discursos y prácticas que sostengan y rejuvenezcan la fuerza de la clase gobernante (Camp, 2006). Así se constituye una determinada adaptación en el tiempo. Este sector incrustado en la estructura estatal estaba conformado por un andamiaje de vínculos familiares, conyugales, políticos, sociales y económicos, es decir, presentaban una condición de relacionamiento cercano entre las personas que lo conformaban en distintos grados. A su vez, legitimaban su posición al invocar los «méritos», otrora fuente de superioridad, manifestados en el acceso a la educación, la posición social, los usos culturales, los logros en los sectores público y privado, y finalmente, en la victoria en los procesos electorales, punto nodal que en el siglo XX reiniciaba el acceso a la distribución de privilegios (Pakulski, 2018). Todo ello permite la consecución y conservación de un capital social, entendiendo a este, y siguiendo a Bourdieu (2001), como “la totalidad de los recursos potenciales o actuales asociados con la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento y reconocimiento mutuos. Expresado de otra forma, se trata aquí de la totalidad de recursos basados en la pertenencia a un grupo” (p. 148). Así, se desprenden ciertas ventajas que son revertidas de nuevo a la red “con la expectativa de obtener beneficios, favores, ingresos, influencias, etcétera, que son apropiables, convertibles y requieren mantenimiento” (Rodríguez, 2013, p.104). En dicho sentido, el objetivo de este ejercicio investigativo se centra en analizar la distribución del capital social, político o intelectual de un sector de las élites políticas colombianas vinculadas al Partido Liberal entre 1930 – 1945, con la intención de hallar centralidades, conexiones, patrones o mecanismos de selección y vinculación, así como de control de la opinión pública. Ejercicio que en sí mismo devela las azarosas redes de poder que se construían con el fin de mantener el control del espacio político. Ahora bien, no es gratuita la elección de este periodo como horizonte de estudio. Justamente en aquella brecha temporal estas élites analizadas volvieron al poder después de varias décadas de sucesivos gobiernos conservadores. Es entonces un periodo de transformaciones en las dinámicas discursivas que invitan a la expansión de derechos, a la democratización del escenario político, a la laicización y modernización del Estado y, sobre todo, es un momento para la aparición y defensa de ideales socialistas, vanguardistas y modernistas que ven en constante tensión lo viejo con lo nuevo. (Gutiérrez, 2017).

Como herramienta metodológica en el análisis de las redes, se realizó una división por tipos de redes, decisión sustentada en varias razones no menos importantes unas de otras. La literatura académica ha mostrado en diversos estudios al periodo como un solo régimen liberal (Bushnell, 1997), y nada es más alejado que ello. Por el contrario, el mismo Partido estaba conformado por faccionalismos que, en ocasiones, parecían irreconciliables, poco organizados y nada disciplinados. Muchos de los movimientos del liberalismo contaron con verdaderos representantes que distaban de algunos modelos ideológicos y pragmáticos del Partido. Así, son notables las diferencias entre las formas y el fondo de los presidentes del periodo: el primero de ellos buscó una mayor gobernanza a partir de la implementación de un modelo bipartidista, que le diera cuotas burocráticas al derrotado Partido Conservador, es decir, este fue un gobierno mixto y era común encontrar una continuidad, tal vez nunca desaparecida, entre los azules y los rojos. El segundo gobierno, y según algunos historiadores señalan, el más disruptor de los tres, se declaraba profundamente “antioligárquico”, y por ello apelaba al pueblo principalmente obrero, organizado en sindicatos, y en general a la movilización popular (Tirado, 1995). Y el tercero, encabezado por Santos, prefería un gobierno discreto que enfrentaba estas organizaciones obreras e incluso cerró espacios que prometían una horizontalidad en los mecanismos constructores de cultura política como las Casas Liberales (Gutiérrez, 2017). A ello habría que sumarle, además, el movimiento gaitanista y los demás intelectuales de izquierda que militaban en el liberalismo. Todo ello implica una configuración poliédrica de las redes de este partido, que se componían de élites tradicionales y caciques políticos, burguesías comerciales, banqueras e industriales, y nuevos tecnócratas. Toda una poliarquía, en la que el poder político se ejercía desde diversos centros (Dahl & Moreno, 2009).

Las redes parentales como vínculos políticos

Las redes parentales son comunes en cualquier ordenamiento social. La cultura europea occidental, al establecer a la familia como institución y el núcleo esencial de su organización, la dotó de prácticas, valores morales y jurídicos, y esquemas que han permanecido en el tiempo. Uribe de Hincapié (1996) analizó, de forma teórica y empírica, la familia en sociedades como la antioqueña, uno de los departamentos más tradicionales de Colombia. Sus trabajos dan cuenta de los ejercicios de poder que de manera mecánica realizaban los pater familias, por su adquirida legitimidad social, por el manejo de la riqueza y por el control de instituciones en los ámbitos políticos, intelectuales y en los distintos espacios de sociabilidad. Así se configuraba “una parentela que podía ser principio y núcleo básico de una clientela; y ésta, con frecuencia, se transformaba en una parentela mediante la alianza matrimonial de miembros de distintas familias relacionadas entre sí por negocios conjuntos” (p.226).

Estas redes eran aquellas que se efectuaban por la vía consanguínea o por afinidad, mediante el establecimiento de vínculos matrimoniales, que resultaban siendo alianzas que permitían la circulación de información, el apoyo mutuo, y la expansión de bienes y servicios (Segalen, 1997). Aquellos lazos de forma general referían convivencia, así como la herencia de status y habitus (Bourdieu, 1988). En consecuencia, las familias de élite se proyectan en el tiempo a partir de la sucesión de su capital social, y de la conservación de valores e imaginarios que para ellos implicaban el progreso y la civilización. Sobre este aspecto, es valioso el aporte de Escobar Villegas (2009), quien argumenta que las nuevas parejas “entraban por lo tanto en el circuito de las parentelas, de tal forma que con el apoyo de parientes y amigos fundaran empresas y sociedades, diseñaran edificaciones, urbanizaran la ciudad, pusieran a circular impresos y, con ellos, el conjunto de imágenes mentales con el que construyeron el discurso de identidad” (p.111). Por todo ello, fue común observar una trasmutación entre la institución familiar y la institución estatal, en la que, por algunos periodos, se diluía la frontera que las separaba (Balmori, Voss & Wortman, 1990; Camp, 2006). En tal sentido, enfocándonos en la vida republicana latinoamericana del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, el control del Estado fue un asunto de familias (Uribe & Álvarez, 1998; Bott, 1990). Es preciso observar los vínculos familiares durante la República Liberal, para analizar cercanías y vínculos egocéntricos, que se fortalecían y se volcaban al campo político, electoral y burocrático.

Para iniciar, Enrique Olaya Herrera, personaje en el que convergía el proyecto liberal durante sus inicios por ocupar la presidencia de Colombia entre 1930 y 1934, tenía una familia constituida por verdaderos actores estatales de relevancia nacional con profundas raíces en el periodo republicano y colonial. El origen de ellos se remonta hasta Antón de Olalla, Alférez Real de la Corona en Santafé e integrante de la avanzada de Gonzalo Jiménez de Quesada, quien llegó hasta las tierras cundiboyacenses en 1537 (Flórez de Ocáriz, 1944: 127). Este hombre, durante la etapa del descubrimiento, obtuvo como compensación por sus servicios gran cantidad de hectáreas. Su hija Gerónima de Orrego y Castro, fue quien heredó las encomiendas, establecidas de forma posterior en enormes mayorazgos. Uno de sus futuros herederos, siglos después, fue Jorge Miguel Lozano de Peralta y Varáez Maldonado de Mendoza y Olalla, primer Marqués de San Jorge, que se casó con María Tadea González, padres, a su vez, del prócer de la independencia Jorge Tadeo Lozano. Cabe resaltar, además, que Antonio Ricaurte fue uno de sus yernos. De esta red salió el tronco familiar que luego se uniría en matrimonio hasta llegar a los padres de Olaya Herrera: Emeterio Lorenzo Justiniano Olaya Ricaurte y Emperatriz Herrera Medina. Sobre la madre de Enrique Olaya hay que mencionar que era prima de Pedro A. López Medina, padre de Alfonso López Pumarejo. Es decir, Olaya Herrera y López Pumarejo eran primos segundos por línea materna. Además, su tatarabuelo, Andrés José Medina Ramírez, fue el fundador y alcalde del pueblo de Guayatá, en Boyacá (Roa, 2003). Justamente, como vemos, el primer presidente de la República Liberal pertenecía a una familia acostumbrada a ejercer puestos de autoridad y que, además, tenía ascendencia nobiliaria y se configura la línea de poder en el tiempo.

Una característica propia de estas redes de poder es que se fortalecían con vínculos matrimoniales para proyectar la capacidad de maniobra hacia otras esferas. La esposa de Olaya Herrera, María Teresa Londoño Sáenz amplió el espectro de cobertura del político liberal gracias a su extensa red de contactos vinculados con su parentela. María Teresa era descendiente de criollos que ocuparon cargos militares y de gobierno durante el periodo colonial. Era descendiente por línea paterna de Juan de Londoño Trasmiera[1], quien se asentó en la Villa de Medellín, lugar en el que contrajo matrimonio con Bárbara Gertrudis Zapata de Toro, hija de Antonio Zapata Gómez de Múnera[2]. De esta unión se desprendieron personajes de la élite antioqueña como Sancho de Londoño y Zapata. Sancho fue uno de los más ricos y notables del Valle de San Nicolás de Rionegro, del que fue Corregidor durante muchos años. Una de sus hijas, Manuela de Londoño Piedrahíta, contrajo nupcias con el español Felipe Villegas, famoso por la concesión de enormes cantidades de tierra que llevaban su apellido como referencia. Otro de los personajes distinguidos de la familia fue la controversial señora Javiera Londoño[3]. De este linaje migró a la ciudad de Bogotá el señor Andrés Adolfo Londoño Azcuenaga, quien contrajo matrimonio con Manuela Sáenz, hija del prestante Dr. José María Sáenz Montoya[4] y María Pinzón. Sus hijos, entre ellos Manuela, se desempeñaron en las altas esferas de la sociedad bogotana.[5] Ello evidencia que esta era la conjugación de familias de élite, que no solo habían tenido cargos en el Estado, sino que tenían un capital social y económico logrado en sus actividades comerciales, agrícolas y banqueras.

Continuando con los Londoño, de la unión de Andrés Londoño con Manuela Sáenz, nacieron algunos hijos, entre ellos, el hermano político de Olaya Herrera, Pedro Londoño Sáenz. Este último se movía entre las altas esferas de la sociedad, como se demuestra en las actas de constitución del Country Club Bogotá del 28 de septiembre de 1917, uno de los lugares más elitistas del mundo capitalino durante la primera mitad del siglo XX (El Tiempo, 1992). Junto a él, se encontraban los señores Rafael Reyes, Carlos Vengoechea, Enrique Reyes, Enrique de Narváez, Enrique Umaña Umaña, Eusebio Umaña Umaña, Guillermo Gómez, Ignacio Sanz de Santamaría, Jorge Herrera, Joaquín Reyes, Joaquín Samper, Miguel López, Manuel Vicente Ortiz, Manuel Santamaría, Pedro N. López y Ulpiano de Valenzuela. Reunión que parecería de ministros, exministros, congresistas, secretarios y directores de entidades estatales del país.

Pedro Londoño consiguió conformar una empresa de manufactura de cigarrillos llamada Sultán (República de Colombia, Diario Oficial, 1918, p.268), además de fundar una compañía para la comercialización y venta de diversos productos, dentro de los cuales se encontraba el café. También hizo parte de las juntas directivas de algunos bancos como el Banco López (Sastoque, 2018), propiedad de Pedro A. López, padre del futuro presidente Alfonso López Pumarejo.

La suma relevancia de esta familia llegó a ser registrada en el periódico La Prensa, un diario español e hispanoamericano publicado en Nueva York:

“A bordo del «Calamares» es esperado en esta ciudad, con procedencia de Colombia, el señor don Pedro Londoño Sáenz, distinguido caballero bogotano, hermano político del señor ministro de Colombia, doctor Enrique Olaya-Herrera. Seguirá para Europa después de una corta permanencia en Nueva York y de visitar al ministro colombiano y su señora esposa en Washington.” (La Prensa, 25 de julio de 1928: 3).

La familia de Enrique Olaya Herrera y María Teresa Londoño Sáenz era una poliédrica red de relaciones parentales que iba desde políticos hasta banqueros que se cruzaban entre sí negocios, política y familias. Un capital social que, en gran parte, era heredado y permanente en el tiempo.

Justamente, una de las características más significativas del análisis de redes sociales es que con ella se permite ver posibles intersecciones que son alejadas de los nodos egocéntricos y que son, de forma general, las que aumentan los márgenes de maniobra y la proyección de las capacidades relacionales, que facilitan la consecución de nuevos recursos u objetivos. En dicho sentido, si nos detenemos en la red de la familia política de Olaya Herrera, vemos que Pedro Londoño tiene una hija llamada Dolores Londoño Obregón[6], quien, a su vez, es la esposa del político Carlos Sanz de Santamaría[7] quien fue Alcalde de Bogotá (1942 - 1944), Ministro de Economía (1944 - 1945), Ministro de Obras Públicas (1944), y Ministro de Hacienda (1945), ejercicio de poder realizado durante el gobierno de López Pumarejo.

Otro vínculo es el que provenía del General Rafael Uribe Uribe, destacado líder del liberalismo durante la primera mitad del siglo XX, del que no se pudo liberar la burocracia durante los tiempos de Olaya Herrera. Dos de los hijos del General tuvieron incidencia directa en el gobierno. El primero de ellos, Julián Uribe Gaviria, fue Primer Designado Presidencial, entre 1932-1934. Además, ocupó el cargo de Gobernador de Antioquia entre 1932-1934 y fue el primer liberal del siglo XX en conseguir esta nominación que repetiría luego en 1937 (Melo, 1988). Asimismo, esta red parental era conformada por Carlos Uribe Gaviria, también hijo del reconocido General Uribe. Este personaje ocupó curules en la Cámara de Representantes y fue Diplomático de Colombia en San Francisco, Estados Unidos, durante el periodo de su cuñado Carlos Adolfo Ureata, en el Ministerio de Relaciones Exteriores (1917-1921). Asimismo, Carlos Uribe fue Ministro de Guerra entre 1932-1934, por lo que afrontó la Guerra con el Perú.

Cabe detenerse en Carlos Ureata, quien era pariente cercano de Uribe Uribe, no solo por ser esposo de su hija María Uribe Gaviria, hermana de los dos ministros ya citados, sino por su proximidad con el General, conseguida durante la Guerra de los Mil Días. Ureata, gracias a la confianza plena que alcanzó con el reconocido líder liberal, escaló en posiciones dentro del partido, y luego del asesinato de Uribe en 1914, fue nombrado Director de la colectividad roja para, posteriormente, erigirse como Ministro de Relaciones Exteriores, como ya se mencionó, durante la presidencia de José Vicente Concha. Ureata, al inicio del gobierno de Olaya Herrera, también ocupó un puesto de poder, en este caso el Ministerio de Guerra, que ejerció de manera efímera del 27 de julio de 1931 al 13 de septiembre siguiente por su repentina muerte (Rosales, 1931).

Justamente, el antecesor Ureata en el Ministerio de Guerra fue el General Agustín Morales Olaya, primo hermano por la línea materna del Presidente Olaya Herrera. Como asunto relevante, en su periodo en este ministerio, y en nombre de todas las Fuerzas Militares del país, Morales Olaya solicitó al Congreso de la República la supresión del voto militar so pretexto de que, con ello, se recobraría la independencia y honor del cuerpo militar. (Pérez Deaquiz, 2021). Asimismo, pocos días después fue nombrado Ministro de Gobierno, en el que se desempeñó hasta el 21 de septiembre de 1933. Morales Olaya era de corriente conservadora y su posición, en parte, obedecía al modelo de Concentración Nacional que tanto se buscaba difundir desde la presidencia.

Otro de los actores clave durante la República Liberal fue Alfonso López Pumarejo. Su vida y familia son, quizás, unas de las más estudiadas por la historiografía (Tirado Mejía, 1986, 1999; Zuleta Ángel, 1986; Eastman, 2004; Ardila, 2004; Patiño, 2009). Ello implica prestarle atención, no tanto a su hoja de vida, que se perfeccionó durante su paso académico por Europa y Estados Unidos, y a la praxis en el mundo de los negocios, sino más bien a los enlaces matrimoniales de los que era heredero, y que le posibilitaron acceder a un capital social explotado durante su vida pública. Uno de los primeros detalles para resaltar es su vínculo consanguíneo con algunos otros actores del liberalismo. Pedro A. López Medina, padre del futuro presidente, estaba vinculado por vía materna con la madre del Presidente Enrique Olaya Herrera, quienes compartían ascendencia con Andrés José Medina Ramírez, fundador y alcalde del pueblo de Guayatá (Boyacá), ya mencionado con antelación. Además, Pedro López, contrajo matrimonio con Rosario Pumarejo Cotes, hija del empresario barranquillero Sinforoso Pumarejo Quirós, importante líder político costeño que se desempeñó en varios cargos, especialmente en la prefectura de la Sierra Nevada de Santa Marta, donde también tenía terrenos e hijo de José Domingo Pumarejo Daza y Ciriaca Quirós Daza, abuelos, a su vez de Alberto Pumarejo Vengoechea[8], es decir, primo de López Pumarejo, quien ocuparía altos cargos en la República Liberal.

Asimismo, López Pumarejo estaba casado con María Michelsen Lombana, cuyo padre era el científico Carlos Michelsen Uribe ascendiente de familia danesa, país del cual era industrial y cónsul en Colombia (Ríos, 1996). De manera adicional, su madre era Antonia Lombana Barreneche, quien era la hermana de José María Lombana Barreneche, político liberal que fue representante y senador de la República, y candidato a la Presidencia en 1918. Su familia, los Lombana, compartía una ascendencia de políticos activos y funcionarios durante todo el periodo colonial y republicano, asignándose para sí un capital familiar importante. Prueba de ello fue la información sobre nobleza y limpieza de sangre presentada por su abuelo Cayetano Lombana Buendía para conseguir ser aceptado en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (Guillén de Iriarte, 2008, p.253). También María Michelsen era sobrina del banquero Jaime Michelsen Uribe, fundador del Grupo Grancolombiano. Estas redes familiares se derivaban en una combinación entre clientelas y parentelas donde el asunto del poder terminaba siendo compartido con primos, sobrinos y ahijados.

Siguiendo este análisis, la familia Santos es, sin duda alguna, un clan con profundos vínculos en el poder desde el periodo colonial y acentuados en la vida republicana (Martínez, 2012; Mateus, 2005). Uno de sus ascendientes, Pedro Santos Meneses, fue varias veces alcalde de poblaciones de la Provincia del Socorro, escenario repetido con sus hijos, quienes ocuparon en los inicios del siglo XIX algunos puestos en los cabildos de aquellas poblaciones, para después encabezar los movimientos constitucionalistas durante la independencia del Virreinato de Nueva Granada. Producto de su directa participación de los movimientos emancipadores, una integrante de la familia, María Antonia Santos Plata, fue presa y ejecutada durante el periodo de reconquista, por lo que se convirtió en una heroína nacional, destacada en los anaqueles del Ejército de Colombia. Su hermano, José María Santos Plata, se casó con Antonia Galvis Galvis, unión de la cual nacieron cuatro hijos, entre ellos, Francisco Santos Galvis, quien estudió derecho en el Colegio Nuestra Señora del Rosario y a su graduación obtuvo cargos en el Estado Soberano de Santander.

Su salto a la política electoral lo dio al lanzarse a la Cámara de Representantes y obtener una curul en 1875, en la que participó en temas de hacienda, para después ser elegido en la Asamblea Legislativa de Santander, pocos años después. Con él, la familia Santos se adentró en el mundo de la prensa al fundar dos semanarios liberales, El Corresponsal en 1878 y El Republicano en 1882, que servirían de contrapeso a los movimientos políticos de Rafael Núñez y de las alas radicales del liberalismo. Asimismo, como tradicionalmente se hacía, contrajo matrimonio con Leopoldina Montejo Camero, en la capilla de la hacienda de su abuelo Fructuoso Montejo, un terrateniente de Boyacá, lo que unió a esta familia con profundas redes en esa zona del país.

Santos Galvis captó la atención de varios miembros de la política liberal independiente y conservadora por el medio periodístico hasta el punto de ser amigo cercano de Miguel Antonio Caro y, de forma posterior, del Presidente Rafael Núñez. Producto de este vínculo, obtuvo efímeramente un puesto como tesorero general de los Estados Unidos de Colombia, en 1885 (Martínez Garnica, 2012, p.28). Luego, decidió apoyar de nuevo la candidatura presidencial de estos hombres, alejándolo de manera parcial de las bases del Partido Liberal.

Del matrimonio de Francisco y Leopoldina nacieron los hermanos Santos Montejo, todos ellos, sin excepción, se desempeñaron en el ámbito periodístico y ocuparon puestos en el Estado, bien sea como asesores de ministerios, embajadores o, como el caso de Eduardo Santos Montejo, en la presidencia de la República.

Esta red de conexiones se fortaleció su matrimonio con Lorenza Villegas Restrepo, hija de José Antonio Villegas, quien luchó en varias guerras civiles para el bando conservador y posteriormente se formó como educador. Estos Villegas son descendientes de Felipe Villegas y Córdoba, famoso terrateniente de la “Concesión Villegas”. La señora Lorenza era hermana de Alfonso Villegas, quien hacía parte de la tendencia republicana de Carlos E. Restrepo, y, además, fue el fundador del periódico El Tiempo en 1911. Este vínculo posibilitó la venta del periódico a su cuñado, Eduardo Santos, quien modificó la línea editorial por cuanto viró hacia el liberalismo, algo que causó fuertes enemistades entre estos personajes.

En la Imagen 1[9] es posible observar un breve ejemplo de las relaciones parentales aquí descritas. Allí se ilustra la concentración de actores alrededor de personajes clave de la República Liberal, con una vinculación exclusiva a partir de enlaces familiares o conyugales, en su mayoría. Estas vinculaciones son denominadas clústeres, tal como lo plantea el análisis de redes sociales, y resultan de la conjugación de enlaces alrededor de nodos. Según la herramienta utilizada se evidencian 5 grandes clústeres, estos son: López Pumarejo, que reúne el 27% de los enlaces; Olaya Herrera, el 24%; Santos Montejo, el 22%; Carlos Lleras, el 15% y Luis Cano Villegas, el 15%. Estas cifras reflejan el poder que sin duda poseían estos personajes, quienes además de tener una participación directa en la toma de decisiones, controlaban, en conjunto, algunos de los medios de comunicación que impregnaban el rumbo de la opinión pública. Estas eran verdaderas familias instaladas en las instituciones del Estado.

Imagen 1. Redes parentales (Fuente: elaboración propia)

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Redes intelectuales

Las redes intelectuales han sido el producto del intercambio relacional entre sujetos que comparten bienes culturales, entendidos estos por su participación en el mundo letrado (revistas, libros y en un momento posterior, la radio), capitales simbólicos que pueden referirse, entre otras, a ideas, conocimiento acumulado, conferencias y educación. Ello complejiza el análisis de las conexiones que pueden estar por fuera del orden tangible y que de manera oficial se logran contabilizar, como lo podrían tener otro tipo de redes, por ejemplo, las mercantiles. Así, estas redes intelectuales consiguen ubicarse de mejor manera en narrativas propias de estos sujetos, en las que se hacen referencias constantes entre sí y hay colaboración constante (Devés, 2007; Bernal Bermúdez, 2015). Muchas de estas redes pasaron a ajustarse en los gobiernos de turno, y varios de sus miembros consiguieron posiciones de poder.

Sin embargo, estas redes de poder no eran homogéneas. Por el contrario, para el caso del Partido Liberal, eran verdaderos tejidos poliédricos que ideológica, relacional, territorial y políticamente divergían en muchas ocasiones. Algunos de los personajes aquí analizados comulgaban, por ejemplo, con grupos intelectuales de izquierda que, con el paso al gobierno, se tornaron más mesurados como Alberto Lleras o Carlos Arango Vélez. También coexistían personajes del ámbito regional como José Mar y Diego Luis Córdoba, que eran caciques en sus departamentos (Gutiérrez, 2017, p.96).

La actividad de los intelectuales se manifestaba en programas políticos, órganos de difusión como la revista Acción Liberal, conformación de nuevas estructuras como las Casas Liberales, y en los “crecientes vínculos orgánicos de miembros del partido con nuevos actores, en particular con la clase obrera organizada. (…). Aspecto importante por las distintas oleadas de protestas rurales y obreras que habían sacudido al país, pero también por la convicción que tenían los liderazgos de los partidos tradicionales de que los trabajadores manuales se convertirían en una potencia política en un futuro inmediato”. (Gutiérrez, 2017, p.97). Así, una de las formas más inmediatas para ganar la venia de los trabajadores, fue legalizando a los sindicatos en 1931. Esto por dos razones. La primera, como una decisión tomada frente al contexto internacional y su adopción de nuevas figuras legales para instituir dichos espacios de agremiación. Y, segundo, porque la masa obrera por sí misma era considerada acéfala (Ver: Le bon, 1895), y permitir que se vincularan de forma legal a un sindicato, los introducía a un doble juego de poder, donde se organizaban las funciones con un orden jerárquico, y ello podría ser utilizado en la mecánica electoral. Dicha situación se convierte en el ensamble perfecto de la “ley de hierro de la oligarquía” propuesta por Michels, quien desarrolla su teoría con base en las organizaciones partidistas o gremiales, teniendo como referencia el Partido Socialista Alemán (SPD), una agrupación marxista que más tarde influirá y caracterizará el centralismo democrático de Lenin. Eran estos partidos los lugares para la génesis de la dominación entre elegidos-electores, mandatarios-mandantes o delegados-delegadores. Afirma: “Quien dice organización, dice oligarquía” (Michels, 1973 p. 189). Así, la mecánica y negociación política podrían seducir más fácil a unos cuantos líderes que al resto de la masa obrera.

Olaya Herrera fortaleció su vínculo con el mundo intelectual a partir de sus escritos sobre la política nacional radical regeneracionista y la diplomacia latinoamericana frente a la amenaza imperialista que imponía Estados Unidos durante los primeros años del siglo XX, en periódicos o revistas locales. Su colaboración como columnista le facilitó el acceso a círculos de pensamiento con destacadas figuras del ámbito nacional. Una de sus primeras participaciones fue en el periódico bogotano El Autonomista, que funcionó entre 1898-1899, que sirvió como plataforma para el liberalismo radical, dirigido por Alejandro Rodríguez F. y Rafael Uribe Uribe, y tuvo como colaboradores a figuras del talante de: Maximiliano Grillo y Ricardo Tirado Macías (Pérez, 2014). Más tarde fundó el diario El Mercurio y participó como columnista en el periódico Gaceta Republicana entre 1908 y 1919.  Este diario tenía como línea editorial la defensa del republicanismo que centró su acción en la crítica a la presidencia de Rafael Reyes y la posterior candidatura y gobierno de Carlos E. Restrepo. Allí, Olaya Herrera pudo establecer contactos con muchos actores de ambos partidos, tales como Gustavo Gaitán, Luis Cano, Arturo Manrique, Juan Ignacio Galves, Joaquín Borda y Gabriel González, directores del diario, así como con sus colaboradores, a saber: Mariano Ospina Vásquez[10], Luis Eduardo Nieto Caballero, Alberto Coradine, Alfonso Villegas Restrepo[11], Julio Enrique Santos, Enrique Gómez Carrillo[12], Guillermo Camacho Carrizosa, Daniel Camacho (Uribe y Álvarez, 1996). Algunos de ellos tendrían una participación durante su presidencia. Además, este diario reproducía las columnas del diario antioqueño La Organización dirigido por Nicolás Mendoza, Liborio López y Roberto Botero.

Vemos que muchos de los actores de la red intelectual en la que se insertó Olaya Herrera a través del mundo periodístico, tenían una profunda conexión con la política partidista y referían ámbitos de acción que le favorecerían al futuro presidente a la hora de mostrar su candidatura como una opción bipartidista, que no pondría en jaque el statu quo de la élite tradicional.

Asimismo, Olaya Herrera fue director y columnista de El Diario Nacional, un periódico publicado entre 1915 y 1938, afín al Partido Liberal, aunque marcó distancia con el director de la colectividad, Benjamín Herrera. Este periódico brindaba panoramas internacionales, noticias del partido y desarrollos socioeconómicos de las diferentes zonas del país. El cambio de dirección ocurrió en 1922, cuando fue comprado por López Pumarejo y, años más tarde, se convirtió en el periódico oficial del liberalismo hasta llegar a ser el medio por excelencia para difundir la campaña de Olaya. Este diario tuvo la común la participación de personajes como Tomás Uribe Uribe, Diego Mendoza, Ricardo Baeza, Luis Araquistáin, José María Salaverría, Dionisio Pérez, José María Lombana Barreneche, Gabriel Posada, Baldomero Sanín Cano y Luis Cano Villegas (Cacua Prada, 1968).

Estos periódicos eran espacios intelectuales que servían como campos de batalla de las diferencias programáticas e ideológicas que representaban sectores o facciones de algunos partidos políticos y que buscaban formar a las nuevas audiencias electorales para lograr con ello conquistar el poder y retenerlo (Uribe y Álvarez, 1996: 11). Por ello, los diarios se editaban, en su mayoría, entre copartidarios y afines a las ideologías que se defendían con tinta. En virtud de ello, muchos de los colaboradores mencionados (columnistas-redactores), pasaban de las oficinas editoriales, a las oficinas ministeriales, como una prolongación de las redes de poder que se tejían, como se observa en la Tabla 1.

Tabla 1. Redes de Olaya y López conformadas en la Gaceta Republicana y en El Diario Nacional.

Actor

Cargo ocupado

Luis Cano Villegas

Ministro de Gobierno (1934)

Baldomero Sanín Cano

Ministro de Hacienda y Tesoro (1908)

Gabriel González

Director General de la Policía Nacional de Colombia (1911-1914). Abogado de ferrocarriles nacionales y Secretario General en la dirección de la Policía (1935)

Mariano Ospina Vásquez

Ministro de Guerra de Colombia (1910-1911). Ministro de Instrucción Pública (1910). Fundador del Banco de la República y su secretario.

Luis Eduardo Nieto Caballero

Ministro Plenipotenciario en Suiza y en la Liga de las Naciones (1939). Representante de la Cámara (1936). Fundador del Gimnasio Moderno (1914).

Alfonso Villegas Restrepo

Destacado periodista. Abogado y asesor jurídico de empresas nacionales e internacionales Scadta, Magdalena Fruit Company, Tropical Oil Company, entre otras.

Guillermo Camacho Carrizosa

Ministro de Relaciones Exteriores y Ministro de Obras Públicas (1909). Presidente de la Cámara de Representantes (1922). Gobernador de Cundinamarca (1929)

Diego Mendoza Pérez

Embajador en Washington, Representante a la Cámara, Ministro de Hacienda (1915).

José María Lombana Barreneche

Representante y Senador. Candidato a la Presidencia de la República (1918).

Gabriel Posada Villa

Ministro del Tesoro (1922). Acaudalado empresario antioqueño, fundador de Postobón.

Fuente: elaboración propia

De forma posterior, su vinculación a la Universidad Republicana lo uniría con diferentes círculos intelectuales conformado por personajes como Salvador Camacho Roldán, Luis Antonio Robles, Antonio José Iregui, Juan David Herrera, Clímaco Calderón, todos ellos pensadores del liberalismo, entre otros. Además, uno de los insignes profesores fue Santiago Pérez Manosalva, quien ocupó la presidencia de la República (1874-1876) y dejó un legado en la Universidad, que se materializó en la conformación de una Sociedad Literaria que llevaba su nombre, en la que participaba Olaya Herrera y era su principal orador (Mira, 2014).

Ya durante el gobierno se conformó el equipo ministerial con algunas figuras que destacaban por sus capacidades intelectuales sobresalientes, como Tulio Enrique Tascón Quintero, un eminente jurista que desarrolló su campo jurisprudencial junto con la vida política. La mayoría de sus aportes intelectuales versaron sobre constitucionalismo e historia del derecho, por lo que fue nombrado miembro número de la Academia Colombiana de Historia, de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, de la Sociedad de Estudios Históricos de La Habana y del Centro de Historia Latinoamericana de EEUU (Medellín Becerra y Fajardo, 2005: 943). También es menester expresar sobre la presencia de Gabriel Turbay Abunader, un político liberal pero con orientaciones socialistas, que incluso participó en el Congreso Socialista Nacional de Colombia en 1924. Se le consideró uno de los mejores oradores durante la República Liberal. Otros de los personajes del partido y del gobierno que tenían una cercanía con la intelectualidad eran Carlos Arango Vélez, Plinio Mendoza Neira, Roberto Urdaneta Arbeláez, Raimundo Rivas Escovar, Abel Cruz Santos, Roberto García Peña y Alberto Mario Pumarejo Vengoechea.

Como vemos, la vida intelectual y las redes de algunas de las élites liberales del periodo estuvieron marcadas por un influyente mundo de políticos letrados e intelectuales que mostraban el camino de la hispanidad, así como algunos otros que, por el contrario, al salir al mundo, volcaban su mirada a los nuevos movimientos como el vanguardismo, el surrealismo, o las nuevas opciones ideológicas que tomaban fuerza en Europa. El caso de López Pumarejo afrontó una particularidad. Sus padres buscaron una formación tradicional en cabeza de profesores como Miguel Antonio Caro y José Camacho Carrizosa, pero también le brindaron la posibilidad de desarrollar sus estudios en economía, finanzas y macroeconomía en universidades extranjeras como el Brigthon College, en Inglaterra, y la Packard School, en Estados Unidos. Ello facilitó una mirada multifacética a los problemas de la empresa privada, pero también de la organización del Estado y de la sociedad.

Gran parte de su prolífica actividad en redes intelectuales se pueden observar en el periódico Diario Nacional, que fue adquirido por López Pumarejo a Olaya Herrera, en el que escribió varias editoriales sobre política bancaria y exportación, así como diversos análisis sobre las grandes empresas de petróleo y transportes del país, la situación con Panamá, la llamada prosperidad a debe, y la cuestión social. Este periódico claramente liberal, estuvo acompañado por editorialistas de la talla de Baldomero Sanín Cano y Luis Cano Villegas. Asimismo, el espacio intelectual se fortalecía con las constantes conferencias brindadas por López a diversos públicos. Ejemplo de ello fue la invitación realizada por Germán Arciniegas[13], en 1927, a pronunciar una serie de conferencias sobre el contexto político colombiano e internacional, así como la puesta en marcha de algunas de sus percepciones y bases ideológicas de lo que serían sus futuros gobiernos. Estas conferencias se desarrollaron, en su mayoría, en la Universidad Nacional y en el Teatro Municipal de Bogotá, espacios en los que compartió con intelectuales como Sanín Cano, Nemesio Camacho y Luis López de Mesa, entre otros.

Una de las redes más exitosas durante el gobierno de López Pumarejo estaba encabezada por Plinio Mendoza Neira, quien fue Contralor General de la República (1933-36), Representante a la Cámara (1933-37) y Ministro de Guerra (1936 - 1937). Sin embargo, su papel intelectual estaba mediado por los debates, la producción literaria y periodística que emanaba de las revistas y periódicos que editó durante su vida política. Mendoza Neira fundó los semanarios Reconquista, Unión Liberal y Acción Liberal, (Mendoza, 1946) todos ellos de una vertiente más hacia la izquierda en el liberalismo y, en algunos casos, faccionalista (Lozano, 1943). Ello significa que la conexión brindada por Mendoza Neira podría garantizar el apoyo de un sector fuerte que buscaba reformas al sistema y que implicaba, también, contactos con organizaciones sindicales y de masas, que proyectaban el poder político. Uno de los mecanismos por los cuales se articulaban estas conexiones eran, por ejemplo, las Casas Liberales. Mendoza Neira fue uno de los que dedicó sus esfuerzos a adelantar estos proyectos (Gutiérrez, 2017: 245) para darle espacialidad al proselitismo, es decir, lugares para el encuentro entre el político y el pueblo.

Mendoza Neira tenía vínculos, desde la Casa Liberal, y desde las actividades intelectuales, con personajes como Roberto Botero Saldarriaga (1869-1948), orador durante la inauguración de la sede de Bogotá, que provenía de Santa Fe de Antioquia, quien participó en la Guerra de los Mil Días, desde el bando liberal, donde conoció a Rafael Uribe Uribe y a Fidel Cano (Múnera, 2020). Botero provenía de una rica familia antioqueña, sus padres, Pedro Luis Botero Pardo y Matilde Saldarriaga Londoño, eran comerciantes, fundadores de varias sociedades comerciales y bancarias, que después de varias reorganizaciones pasaron al negocio de la exportación de café y la tenencia de grandes haciendas en el suroeste del departamento, especialmente en Urrao (Botero y Sáenz, 1923). Realizó estudios de ingeniería en la Escuela de Minas, pero se dedicó, en mayor medida a la escritura. Además, Botero Saldarriaga estaba emparentado por línea materna con Jesús María Marulanda Botero, Ministro de Hacienda durante el periodo Olaya, junto con algunas otras actividades burocráticas. Uno de los aspectos que demuestra la posición relevante de Botero en el Partido Liberal, fue la proclamación que hicieron de la candidatura de Olaya Herrera, junto con Eduardo Santos, Gabriel Turbay y Francisco Chaux.

Su actividad intelectual estaba vinculada con los estudios históricos, siendo característica la biografía de personajes como Simón Bolívar, José María Córdova, Francisco Antonio Zea, entre otros, lo que llevó a que se le diera participación en los centros de historia y llegó a ser presidente de la Academia Colombiana de Historia. Por esta vía de la Academia, era cercano también a Raimundo Rivas Escovar[14]. Así, la red de influencia tomaba formas y proyecciones relevantes. Además, por este espacio, Mendoza tenía conexión con Julio Roberto Salazar, Carlos Martínez, Ramón Barba y Noel Rodríguez, Germán Arciniegas, Diego Montoya y Luis de Greiff.

Otra red de esta naturaleza era la de su ya mencionado primo Alberto Pumarejo Vengoechea[15], quien fue fundador, junto con los liberales Juan B. Fernández Ortega[16] y Luis Eduardo Manotas Llinás[17], del periódico El Heraldo de Barranquilla. Este diario fue el proyecto periodístico e intelectual que se marcaba como contraposición a los periódicos La Prensa y La Nación, claramente conservadores y atacaban la gestión de Olaya Herrera y enfilaban baterías a la campaña de López Pumarejo. En dichas circunstancias se reunió en el Club Barranquilla un grupo de políticos liberales conformado por «Julio Montes, alcalde de Barranquilla; Ramón Santo Domingo, Enrique A. De la Rosa, Luis Eduardo Manotas —en representación de Alberto Pumarejo—, Carlos Manuel Pereira —en representación de Juan B. Fernández Ortega,— y Antonio Luis Carbonell Baena, propietario del Diario del Comercio». (Goenaga, 2008). Adicional a ello, por las páginas de este diario pasaron algunos personajes como Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio, Héctor Rojas Erazo, Manuel Zapata Olivella, Juan Gossaín, Alberto Duque López. Así se conformaban las redes de poder, que luego se volcarían al campo político.

 Otro de los hombres más cercanos al gobierno de López Pumarejo fue Alberto Lleras Camargo, quien fue Ministro de Gobierno (1935 - 1938; 1943 - 1945), Ministro de Educación (1937), Ministro de Relaciones Exteriores (1944) y además fue Presidente (e) de Colombia (1945 - 1946). Lleras relata en sus memorias que mientras desarrollaba sus estudios en el Colegio del Rosario, conoció o veía pasar a algunos de los que años más tarde serían sus amigos, colegas, colaboradores y ministros como Darío Echandía, los Zuleta Ángel (Eduardo y Alberto), Gerardo Martínez Pérez, Carlos Lozano y Lozano, entre otros (Lleras, 1997: 174). Asimismo, conoció a Jorge Zalamea Borda, destacado integrante del grupo intelectual de Los Nuevos, quienes durante la década de los veinte oficializaron tácitamente el Café Windsor como un lugar para la tertulia y el debate. Según Lleras, fue Zalamea quien lo llevó

(…) por primera vez a la mesa que él mismo presidía con arrogancia apenas tolerable en el Café Windsor, en donde se discutían todos los valores estéticos que estaban a nuestro alcance. Allí abordaban, ocasionalmente, aparte de los habituados –León de Greiff, Rendón, Francisco Umaña Bernal, Tejada, Vidales– (…). (Lleras, 1997, p.177).

Estos espacios de sociabilidad generaban redes intelectuales que discutían sobre diversos temas, pero que también servían como lugares de cantera para columnistas de las revistas y periódicos editados por estos sujetos, así como actores clave a la hora de renovar la burocracia estatal. Según Lleras, era común encontrarse en espacios como estos a personajes como Laureano Gómez, Alfonso López Pumarejo, Luis Cano, Jorge Eliécer Gaitán, o su hermano Felipe Lleras (Lleras, 1997: 180-181). Es preciso señalar que los hermanos Lleras Camargo serían los encargados de dirigir la publicación que encarnó la producción intelectual de esta generación que proponía un cambio de paradigma con respecto a los Centenarios. Así, en 1925, fundaron la revista Los Nuevos, que fue conformada por una junta directiva de reconocidos pensadores tales como: Rafael Maya, Germán Arciniegas, Eliseo Arango, José Enrique Gaviria, Abel Botero, Jorge Zalamea, León de Greiff, Francisco Umaña Bernal, José Vicente Combariza, más conocido como «José Mar», Mario García Herreros, Luis Vidales, y Calos Arturo Tapia Sánchez. Esta red intelectual impulsó la carrera política de muchos de ellos, que en diversas ocasiones ocuparon ministerios, secretarías, gobernaciones y alcaldías.

Además de todo ello, Lleras también se inició en el mundo periodístico, asunto habitual en los políticos liberales. Uno de sus primeros trabajos lo consiguió de la mano de Germán Arciniegas en el periódico La República de propiedad de Alfonso Villegas Restrepo, cuñado de Eduardo Santos. El trabajo ad honorem que representaba su permanencia en el mencionado periódico, lo llevó a conseguir otras columnas en diarios como El Espectador y, posteriormente, en El Tiempo. Sin embargo, una de las redes intelectuales más significativas fue la desplegada por Lleras cuando refundó el periódico El Liberal, en 1938, para defender el gobierno de López Pumarejo y hacer oposición al de Eduardo Santos.[18]

Por su parte, Santos le dedicó gran parte de su juventud al periodismo, lo que le otorgó el don de la pluma y la capacidad de influir con ella en la opinión pública. Su participación en El Tiempo surgió de la venta de aquel medio por parte de su cuñado Alfonso Villegas y allí compartió espacios con personajes como Germán Arciniegas, Eduardo Caballero Calderón, Eduardo Carranza Fernández, Roberto García Peña, Alberto Lleras, Agustín y Luis Nieto Caballero, entre otros, quienes fueron resaltados por sus dotes humanísticas, dedicados a la filosofía, la historia, la literatura y el derecho puesto que, además, propició un ambiente intelectual que debatía de manera constante sobre los asuntos políticos y de Estado. Muchos de los mencionados participaron en su gobierno o en algunos otros de la República Liberal.

Sobre esto último, Santos buscó rodearse de políticos con perspectiva intelectual. Su notable equipo de trabajo estaba conformado por personajes como Carlos Lozano y Lozano, quien estudió derecho en la Universidad del Rosario y realizó estudios posgraduales en La Sorbona de París y en la Universidad de Roma «Sapienza», por donde pasaron personajes como Carlos Arango Vélez, Rafael Escallón, Roberto Goenaga, Darío Echandía, Pepe Caicedo Castilla, y su hermano Juan Lozano y Lozano (Lozano, 1972, p.11). También contó con la presencia en su gabinete de Carlos Lleras quien se formó en política económica de la mano de Esteban Jaramillo; asimismo, participaron del gobierno Abel Cruz Santos, Gonzalo Restrepo, Marco Aurelio Arango, Alfonso Araújo, Jorge Gartner y Gabriel Turbay, y algunas figuras de izquierda como Gaitán en el Ministerio de Educación y a Plinio Apuleyo Mendoza, como diplomático. Todos ellos, destacados pensadores.

Conclusiones

Estas redes de poder, cada una multidimensional y con particularidades en sus orígenes geográficos, académicos, familiares e ideológicos, a veces disímiles, reflejan un aspecto clave de la política partidista en Colombia, de forma especial en la liberal: el personalismo y el caciquismo, propios de los mecanismos tradicionales de hacer política, eran usuales en un partido que enarbolaba las banderas de la modernidad política. Así, en su mayoría, no era una estructura de partido la que necesariamente conseguía los votos, sino las diferentes redes humanas con capital social y político las que alimentaban los votos del partido, que, además, en un momento en el que se exacerbaba la dicotomía amigo-enemigo, azul o rojo, la militancia aún predominaba, pero comenzaba a estar influenciada por una masificación del discurso.

Igualmente, las redes políticas de las élites del mundo liberal aceitaron sus maquinarias guiándose por prácticas rudimentarias vinculadas a la colaboración vía influencias, a construir un fuerte relacionamiento social que fuera tributario del sistema electoral, es decir, de una cultura política que no solo acudía a la defensa programática e ideológica del programa liberal, sino a los movimientos pragmáticos de actores ubicados en el territorio que conseguirían los votos puerta a puerta.

Sin embargo, los mecanismos de intersección en la vida política fueron atravesados por diversas formas de relacionamiento que iban desde lo familiar y parental hasta lo letrado e intelectual. Con ello fue preciso ubicar redes de poder en espacios que elaboraban el pensamiento, tales como universidades, periódicos o revistas, y justamente los vínculos allí producidos y fortalecidos conducían a sus integrantes hacia la vida política y partidista. Este rastreo posibilitó observar el poder derivado de familias como las López, Santos, Olaya, y sus familias políticas, donde el asunto del poder terminaba siendo compartido con primos, sobrinos y ahijados. Se demostró el desconocido vinculo consanguíneo entre los presidentes López Pumarejo y Olaya Herrera, además de las alianzas matrimoniales de estos que, por parte del primero le otorgaron influencias sobre el sector empresarial costeño y expandir aún más su rango de acción en el sector banquero capitalino; y por parte del segundo, lo vincularon con una parte importante de la élite terrateniente antioqueña, así como con la élite de abolengo del centro del país.

Además, se analizó como estas redes familiares terminaron heredando capital simbólico, cultural y económico de una manera recíproca. Es de resaltar el caso de los periódicos El Tiempo y El Espectador, que llegaron a las élites políticas por la vía del matrimonio y por compartir espacios de relación intelectual. Como se observó, muchos de los que hicieron parte de estos proyectos editoriales pasaban a ocupar cargos burocráticos en la alta política. Unos de los casos expuestos más interesantes es el de Plinio Mendoza Neira, fundador de algunos medios de comunicación desde los cuales tenía una profunda influencia sobre organizaciones sindicales y de masas, y además, articuló proyectos, como las Casas Liberales, que brindaban mecanismos de encuentro entre las élites, la mecánica electoral y el proselitismo. Mendoza Neira, ocupó a su vez, altos cargos en el Estado colombiano, generando profundas conexiones que centralizaban el poder. Así, con una mezcla de estrategias (matrimonios, reproducción cultural y control de medios de comunicación), entre otras muchas cosas, fue posible acceder al poder y mantenerlo.  

La cultura política durante este periodo consiguió responder a una expansión de la democracia por medio del control de la imprenta, la radio y las revistas. No es ello mismo novedoso si lo comparamos con las dinámicas del siglo XIX que, incluso, pudieron ser más sofisticadas en estos aspectos, sin embargo, durante el periodo de la República Liberal se fortaleció y se convirtió en un propulsor de una opinión pública masificada. Así, los letrados pasaron de un lugar político a otro periodístico sin marcar con exactitud sus fronteras de diferenciación, y por esa vía captaron un capital cultural que les brindó posibilidades en el control del poder, la burocracia y las instituciones del Estado. Eran pues distintas formas que las élites utilizaron para renovar sus condiciones jerárquicas y verticales para garantizar su ejercicio del poder, pero que también permitía intuir una especie de superioridad moral e intelectual, al frecuentar clubes o universidades, por ejemplo. Así se conservaba y reproducía la centralidad de su condición de élite, se aceitaban las redes políticas, y se proyectaba la capacidad de dominio en Colombia.

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Recibido: 29/06/2022

Evaluado: 04/09/2022

Versión Final: 18/09/2022

páginas / año 16 – n° 40/ ISSN 1851-992X /2024                           


[1] “Nació en la Villa de Requema, provincia de La Mancha, y pertenece a una de las más antiguas e ilustres casas del Reino de Valencia. El cronista y rey de armas don Alfonso de Guerra y Villegas certifica que en los libros de armería y linajes consta que el célebre mariscal Sancho de Londoño, sirvió en la corte del rey don Juan de Navarra y poseía un cuantioso mayorazgo en la Villa de Requena, del cual hizo cesión a favor de su hijo Antonio y este, a su turno, lo cedió a su tío don Agustín Londoño Trasmiera, quien vino al Nuevo Reino con su hermano”. (Vélez, 2011, p.3; Londoño, 2017).

[2] Maestre de campo del ejército español. Su familia era dueña de solares en la Villa de Medellín, y de una casa con cocina y trapiche en la ciudad de Antioquia, donde ocupó puestos en el cabildo. Eran dueños de varias familias de esclavos. Ver: “Juicio de sucesión del comisario general de la caballería don Lorenzo Zapata de Múnera (1720)”. Archivo Judicial de Medellín, CO.AUN.AHJM/.3562.

[3] El patrimonio de la señora Londoño, declarado en su testamento, incluía prendas de seda,

holán y tafetán, joyería, oro en polvo, una casa en la plaza principal de San Nicolás de Rionegro, una hacienda en Llanogrande, reses, caballos, y la ranchería para explotar el oro en los Aventaderos de El Guarzo (Actual municipio de El Retiro) y Pantanillo. Ver: Archivo Histórico de la Casa de la Convención, Rionegro. Fondo Municipal, Folios 443 al 4434.

[4] Gobernador de la Provincia de Córdova (Antioquia). Prestante comerciante antioqueño que participó en la fundación de la Compañía de Navegación Anglo Granadina, que organiza la navegación a vapor por el Río Magdalena. (Gallo, 2008, p. 481).

[5] Uno más de ellos, Nicolás Sáenz Pinzón ejerció como docente de ciencias naturales y medicina en la Universidad Nacional. Además, fue propulsor de la industria cafetera en Cundinamarca, haciendo de su finca Libera, un modelo en la siembra del café. Asimismo, fue de los fundadores del Banco de Exportación y de una casa comercial para la venta de café en Nueva York. (Gallo, 2008, p. 642).

[6] Perteneciente a la élite económica barranquillera, por vía de la familia Obregón Arjona. Ver: (Solano & Conde, 1993; Zambrano, 1998).

[7] Bisnieto de Mariano Sánz de Santamaría y Ricaurte, emparentado con Antonio Ricaurte. Este último tenía vínculos directos con Domingo Caycedo y Sánz de Santamaría, quien ejerció la presidencia de Colombia en 1830.

[8] Curiosamente su hermana Beatriz Helena Pumarejo Vengoechea era la madre del empresario Julio Mario Santodomingo Pumarejo, catalogado durante varios años como el hombre más rico de Colombia, y que ocupaba la posición 108 en la lista Forbes 2011.

[9] Los enlaces entre actores son: matrimonio (azul), hijo (purpura), hermanos (amarillo), nieto (azul), primos (morado), tíos (rojo), ministro (gris). Red realizada en: https://graphcommons.com/ 

[10] Empresario, político y militar. Miembro de la prestigiosa familia antioqueña Ospina. Hijo, hermano y tío de presidentes (Mariano Ospina Rodríguez, Pedro Nel Ospina y Mariano Ospina Pérez).

[11] Fundador de El Tiempo y cuñado de Eduardo Santos.

[12] Literato y diplomático guatemalteco, reconocido intelectual hispanoamericano que estuvo en constante contacto con Carlos E. Restrepo.

[13] La mayor parte de su actividad la desarrolló en torno al quehacer intelectual, a la diplomacia y a la lucha por algunos ideales político. Ocupó la cartera de Educación durante la presidencia de Eduardo Santos, así como los equipos de legaciones colombianas. Fue un activo participante de las reformas a las que invitaba el Manifiesto de Córdoba.

[14] Rivas, además de historiador y especialista en genealogía, fue Alcalde de Bogotá (1917), y Ministro de Relaciones Exteriores (1930 – 1931), durante el gobierno de Olaya Herrera. Además, participó en las reuniones en las que se dio pie a la creación de El Tiempo y la llegada de El Espectador a Bogotá.

[15] Quien fue Gobernador del Atlántico (1930-1931), ocupó la cartera del Ministro de Correos y Telégrafos durante el gobierno de Olaya Herrera, y fue Ministro de Guerra (1934; 1937 - 1938).

[16] Abogado de la liberal Universidad Republicana, en cuya tesis participó como director Olaya Herrera, quien pasó a ser su amigo, por lo que asumió como su Secretario General, Gobernador del Atlántico, director del Diario Nacional y Embajador en Panamá durante su presidencia. Ver: (El Tiempo, 1993).

[17] Su formación pasó por la Universidad de Cartagena, la Universidad Republicana, el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional en donde recibió su título de abogado. «Ocupó la Presidencia de la Cámara de Comercio de Barranquilla y durante muchos años fue abogado consultor de importantes firmas como la Grace y Co., South American Gulf Company, Banco de Bogotá, Banco de la República, Banco Central Hipotecario, Empresas Públicas Municipales, Cervecería Barranquilla y Bolívar, S.A., Filtta, Rayón, Celta, Almendra Tropical, Circuito ABC, La Insuperable, Industria de Grasas Vegetales. En diferentes oportunidades presidió al Directorio Liberal del Atlántico.» (Ver: Goenaga, 2008).

[18] Durante esta etapa participaron personajes como Eduardo Zalamea Borda, Enrique Gómez Latorre, Alberto Galindo, Carlos Restrepo Piedrahíta, Hugo Latorre Cabal, Indalecio Liévano, Darío Bautista, Gerardo Molina, Eduardo Carranza, Luis Eduardo Nieto Arteta, Santiago Muñoz, Miguel Lleras, Humberto Castro, Álvaro Pachón de la Torre, Arturo Galvis Ortiz y Enrique Luis Cotes Bernier, entre otros.