Reseña bibliográfica
Fernández Sebastián, J. (2021). Historia conceptual en el Atlántico ibérico. Lenguajes, tiempos, revoluciones. México: Fondo de Cultura Económica, 2021, 571 páginas.
Este libro es en gran medida resultado de dos décadas de investigación y trabajo crítico en torno de la historia conceptual en el ámbito de las independencias iberoamericanas, que remata en reflexiones de carácter más amplio sobre la legitimidad y los alcances de los estudios en la semántica social, en “cuestiones técnicas y metodológicas” (p. 19). Desde esta matriz Javier Fernández Sebastián se centra en el vocabulario social de la modernidad bajo la óptica de lo que el autor considera el espacio “prenacional” (p. 24) hispanoluso, es decir, el dominio de los usos sociales y políticos del lenguaje anteriores a la disolución de los imperios trasatlánticos de España y Portugal. La extensa obra pretende sostener la tesis general de que “una de las tareas del historiador es despresentizar el pasado” (p. 28), esto en polémica con los usos actuales del lenguaje de la actualidad para juzgar el pasado y actualizarlo en narrativas políticamente interesadas. El libro consta de doce capítulos y se divide en cuatro secciones. Vamos ahora a dar la reseña general de cada una para luego pasar a la explicación de los capítulos de manera separada.
La primera de las secciones se denomina “Perspectivas teórico-metodológicas” (pp. 31-151), que incluye los cuatro primeros capítulos y plantea de alguna manera los objetivos de la obra, centrados en una concepción de la práctica de la historia desde el punto de vista de la semántica social, que califica de “otra clase de historia” (p. 23). La segunda parte, “El Atlántico ibérico en la modernidad euroamericana” (pp. 153-214) presenta y resume las reflexiones sobre lenguaje político y social surgidas en el Proyecto Iberconceptos, impulsado desde inicio del siglo presente por la Universidad del País Vasco; debe anotarse que Iberconceptos ha articulado las últimas dos décadas el trabajo cooperativo sobre semántica política en el mundo prenacional atlántico de historiadores y otros intelectuales de Iberoamérica, España, Portugal y Francia y del cual el autor del libro ha sido el director; fruto del trabajo conjunto de Iberconceptos han sido sendos diccionarios de conceptos políticos impresos en 2009 y 2014, respectivamente, así como diversas obras en el mismo sentido que se han desprendido de este proyecto en Iberoamérica.
La tercera sección del libro se titula “Lenguajes, tiempos, revoluciones” (pp. 217-390) y abarca los capítulos VII-X. En su conjunto esta sección puede ser considerada como una semántica del tiempo histórico en la modernidad temprana; en esta empresa el autor sigue la huella trazada por Reinhart Koselleck de postular un periodo de umbral (Sattelzeit) en el ingreso a la modernidad como un fenómeno a la vez político y lingüístico, pero en referencia al espacio del lenguaje en el contexto hispano-luso, lo que el autor denomina “la crisis de lenguaje y crisis del tiempo” (p. 239) en la “Sattelzeit ibérica” (p. 254); en vista de la vigencia y hasta normalidad de esta manera de proceder en la historia conceptual del presente hay que destacar la originalidad inicial de este movimiento que, en los estudios de semántica política, debe ser referida al autor. La cuarta y última sección, “Nuevo tiempo / Tiempo nuevo” (pp. 397-494) el autor entra en diálogo con el tema de la temporalidad en los estudios de semántica política, tema en gran medida marcado por la obra de François Hartog, Régimes d’historicite. Présentisme et expériences du temps (1993); esta cuarta sección comprende los capítulos 11-12 y se nuclea en un planteamiento de la historia en general y de la historia conceptual en particular como antídoto contra el “presentismo”, muy vigente en la actualidad, especialmente en la academia de habla inglesa, como “un nuevo género de barbarie” (p. 487).
El capítulo I trata de manera general sobre “la semántica histórica”, explicando “el sentido de la historia conceptual” (p. 31); se trata de alguna manera de una redefinición del quehacer del historiador a través y luego del giro lingüístico en el conocimiento social del pasado, como la forma propia de “pensar históricamente” (p. 42). En este sentido, el trabajo del investigador es definido como una “hermenéutica textual basada en la crítica histórica rigurosa” (p. 39) que, ante la evidente hegemonía de una lectura del presente sobre los testimonios del pasado, más bien exhorta a la labor de estar atentos al pasado, a ver sus aspectos más inesperados y quizá incomprensibles, algo que va a denominar Fernández Sebastián como “una actitud propiamente histórica” o “historizadora”, apta para una perspectiva empática con el otro del pasado cuya voz traduce el investigador (p. 46). Esta exhortación tiene por base un problema metodológico, el anacronismo, especialmente agravado en la “cultura cronocéntrica” (p. 47), el “virus presentista” (p. 51) de la actualidad posmoderna. En este sentido, el capítulo II está consagrado en gran medida a presentar el rol de la historia conceptual como un estudio del lenguaje social cuyo propósito es ser “un eficaz auxiliar para mantener a raya indeseadas retroyecciones conceptuales y anacronismos ilegítimos” (p. 68).
El lector del libro podría preguntarse cuál es la posición de la historia conceptual en medio de la gama de saberes referidos al pasado; del mismo modo, cuáles podrían ser las fuentes de legitimidad de lo antes denominado “una actitud propiamente histórica”. El capítulo III inicia en este sentido un diálogo con las diversas disciplinas que sirven a la historia conceptual de caja de herramientas; el punto de vista que pivota el diálogo es la posición de que la historia conceptual es intrínsecamente una disciplina situada históricamente, que “requiere un cierto nivel de conciencia histórica” (p. 77). En el sentido anterior, se confrontaría y adquiriría su lugar en compañía de otras disciplinas situadas de la misma manera, como la hermenéutica filosófica y la filosofía política, así como la metaforología de Hans Blumenberg; el capítulo IV, que prolonga en cierta medida al anterior, acusa la influencia de la filosofía del giro lingüístico, especialmente del segundo Ludwig Wittgenstein (pp. 143 y ss.).
El capítulo V da inicio a la segunda parte del libro, sección donde se aplica, por así decirlo, las herramientas lingüísticas y epistemológicas de la historia conceptual a la Sattelzeit atlántico-iberolusa (pp. 168 y ss.), enfocándose en detallar los aportes del Proyecto Iberconceptos (pp. 158 y ss.), cuyo trabajo, afirma el autor, consiste en “cartografiar el disenso” (p. 161) y “poner el acento en la discontinuidad” (p. 171) en el estudio de los lenguajes sociales. El capítulo VI, complementario del anterior, pasa a ocuparse del liberalismo desde el enfoque de la historia conceptual, marcando la diferencia entre una lectura más bien ideológica y las pretensiones genuinamente epistemológicas de la historia conceptual. Los capítulos desde el VII al X constituyen la parte estrictamente semántica del libro centrada en los “conceptos funcionales” (p. 331) en “la crisis del lenguaje y la crisis del tiempo” (p. 239) en la “Sattelzeit ibérica” (p. 256).
El capítulo VII, “La lengua trastornada” resume de manera muy didáctica los logros de la historia conceptual en su tratamiento del inicio del siglo XIX atlántico iberoluso (pp. 217-251); se describe aspecto ideológico del Sattelzeit (p. 223 y ss.) y su despliegue como guerra de palabras iniciada con el Real Decreto de Libertad de Imprenta de 1810, una genuina guerra de folletería, prensa, diccionarios y catecismos políticos (pp. 228 y ss.). “El abuso de las palabras” (p. 224) del periodo Sattelzeit se transforma en una verdadera “revolución conceptual” (p. 247) y con ésta “se puso en acción a pleno rendimiento el laboratorio conceptual” (p. 249). En el capítulo VIII, “Conceptos y mitos”, se esboza “un panorama impresionista de los cambios histórico-semánticos que tuvieron lugar durante las revoluciones hispánicas” (p. 253); el autor hace una tabla comparativa de los términos políticos más resaltantes antes y después del Sattelzeit, subrayando que los conceptos comparados se integran en “procesos metasémicos interconectados” (p. 257); estos procesos en realidad tratan también de esferas de significado mitológicas, un tema poco trabajado en historiografía similar (pp. 277 y ss.). Los capítulos subsiguientes tratan sobre otros órdenes de significación, las metáforas y los imaginarios (capítulos IX y X respectivamente) por “su alto valor cognoscitivo” y porque “contribuyen a la construcción discursiva del mundo político” (p. 316).
Los capítulos restantes, XI y XII, conforman la parte cuarta, “Nuevo tiempo /Tiempo nuevo”. Como una cuestión transversal al libro, el autor propone que la Sattelzeit ibérica constituye un horizonte en que entra en crisis y se transforma a la vez el lenguaje y la experiencia del tiempo, de tal manera que el lenguaje social moderno se temporaliza; en palabras del autor: “Uno y otro, lenguaje y tiempo, salieron de la era de las revoluciones intensamente transformados” (p. 21). La crisis del lenguaje es un fenómeno indesligable de la crisis de tiempo (pp. 406-407). Los capítulos VII-X se han ocupado del lenguaje; ahora los dos capítulos finales tratan del tiempo. A la lengua trastornada en una guerra de catecismos y diccionarios sigue ahora el estudio del “tiempo trastornado” (pp. 399 y ss.). Deudor de las reflexiones de Reinhart Koselleck en Aceleración, prognosis y secularización (2003), el autor articula el capítulo XI articula las nociones de temporalidad y tiempo dentro del lenguaje social como una experiencia de intensidad en la experiencia del tiempo social y el lenguaje como un lugar de anticipación del futuro: el lenguaje genera “el predominio del futuro como tiempo verbal” cargando a las palabras con “grandes expectativas” (p. 408).
Una reflexión en torno del tiempo apocalíptico, en que se hace una distinción entre las experiencias del tiempo en clave milenarista o religiosa de la experiencia del tiempo socialmente acelerado de la Sattelzeit (pp. 426 y ss.; pp. 431-435; p. 438) precede y se encabalga desde el capítulo XI al último capítulo, que enfatiza el tema del futuro como una experiencia histórica, de alguna manera ya tratado en el anterior, subrayando su aparición como sustantivo dentro de la semántica de la Sattelzeit (p. 436). Se trataría del “descubrimiento del futuro” como una dimensión social de la experiencia moderna del lenguaje (p. 440), “el tiempo es concebido como un poderoso agente propulsor del cambio histórico” (p. 454). El conjunto de la obra desemboca en unas reflexiones finales en forma de epílogo (pp. 475 y ss.), donde se hace un balance de los retos de la historia conceptual frente al marcado presentismo de los usos contemporáneos de la historia.
Víctor Samuel Rivera
Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco (Perú)
victorsamrivera@gmail.com