Benito Machado en la frontera sur de Buenos Aires. Construcción, apogeo y crisis de una carrera militar (1852-1872)

Benito Machado en la frontera sur de Buenos Aires. Construcción, apogeo y crisis de una carrera militar (1852-1872)

Benito Machado on the southern frontier of Buenos Aires. Construction, peak, and crisis of a military career (1852-1872)

Leonardo Daniel Canciani

Centro de Estudios Sociales de América Latina,

Facultad de Ciencias Humanas,

Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires,

Centro Asociado a la Comisión de Investigaciones Científicas de la Prov. de Bs. As. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas  (Argentina)

leonardo_canciani@hotmail.com

https://orcid.org/0000-0003-0664-3288

Resumen

En este artículo estudiamos la carrera militar de Benito Machado en la frontera sur de Buenos Aires entre 1852 y 1872. Fue un modesto propietario y arrendatario, que desde la comandancia de la Guardia Nacional y del ejército de la frontera, logró transformarse en un importante dirigente mitrista en el sur de la campaña. No construyó su autoridad por ser un militar de carrera, sino más bien se destacó por su pericia en la guerra de frontera, por su capacidad para reunir y dirigir hombres, por tener aptitudes para el liderazgo y por poseer un amplio conocimiento del territorio. Tras el alejamiento del mitrismo de los gobiernos nacional y provincial, fue apartado del ejército y de la comandancia de la Guardia Nacional. A través de este caso, problematizaremos ciertos aspectos del orden social y militar en la frontera, como así también algunas cuestiones vinculadas a la relación entre lo nacional, lo provincial y lo local durante el contexto de la construcción estatal.

Palabras clave: Benito Machado; carrera militar; frontera; ejército; mitrismo; vínculos sociales.

Abstract

In this article, we study the military career of Benito Machado in the southern frontier of Buenos Aires between 1852 and 1872. He was a modest landowner and tenant, who from the command of the National Guard and the border army, managed to become an important mitrista leader in the countryside. He did not build his authority by being a career military man, but rather stood out for his expertise in border warfare, his ability to gather and lead men, his leadership skills, and his extensive knowledge of the territory. After the mitrista withdrawal from the national and provincial governments, he was removed from the army and the command of the National Guard. Through this case, we will problematize certain aspects of the social and military order on the frontier, as well as some issues related to the relationship between the national, provincial, and local levels during the context of state building.

Keywords: Benito Machado; military career; frontier; army; mitrismo; social ties.

Introducción

En las últimas décadas, la historiografía ha presenciado el resurgir de los estudios biográficos. Los sujetos abordados son vistos como parte de un tiempo y espacio, es decir, como personas que viven físicamente en un territorio durante intervalos cronológicos definidos. Descender al estudio de las historias de vidas concretas de ciertos individuos nos puede ayudar a entender mejor el curso de los procesos históricos generales (Moradiellos, 2022: 9-12). Este es el caso de Benito Machado, un coronel de caballería del ejército de línea que cimentó su carrera militar desde las milicias de la campaña y ascendió de rango en el escalafón como consecuencia de su arrojo en el campo de batalla, de su efectiva capacidad para movilizar hombres y de sus estrechos vínculos con el mitrismo.

La ascendencia de Machado en la frontera sur tiene pocos paralelos en la provincia de Buenos Aires durante la segunda mitad del siglo XIX. En cierta manera, se parece, más bien, al liderazgo de los caudillos federales surgidos tras la revolución,[1] en especial a partir de 1820, que se caracterizaban por su capacidad de apelar a la movilización militar de los sectores populares rurales para imponerse en la disputa por el poder, apelando a las relaciones clientelares y volviéndose expresión de la identidad política de sus seguidores (Míguez, 2021: 24). Pero Machado vivió en un contexto político e institucional diferente. Tras la caída de Rosas, las provincias buscaron construir un nuevo orden político que fuera respaldado por la constitución federal que habían sancionado, pese a la ausencia de Buenos Aires. Con la incorporación de esta última a ese orden a partir de 1860, se fortaleció la idea de construir un Estado nacional que las abarcara y que se solidificara con el imperio de la constitución (Sabato, 2012 y Alonso & Bragoni, 2015).

En este marco más general, el estudio de la carrera militar de Machado, en sus tres etapas de construcción, apogeo y crisis, nos permitirá ilustrar algunos rasgos de la dinámica relación entre lo nacional, lo provincial y lo local durante el proceso construcción estatal, un tema que ha sido ampliamente tratado por la historiografía argentina en la últimas dos décadas.[2] La particularidad de este texto es que se sitúa preferencialmente en la esfera local,[3] o sea, en el territorio donde este jefe militar operaba con amplios márgenes de acción: la frontera sur de Buenos Aires. Lejos de ser considerado como un espacio marginal, ajeno a la política provincial y nacional, la frontera adquiere protagonismo por la trascendencia que allí tuvieron ciertos hombres dedicados a la carrera de las armas, quienes debían garantizar la paz con las poblaciones indígenas y cubrir las vacantes de un ejército siempre carente de reclutas. Por lo tanto, a través de este caso, nos proponemos entonces analizar cómo los sucesos del ámbito local podían influir en la toma de decisiones a nivel provincial y nacional y, a la vez, cómo impactaba en aquel la situación política en estas dos últimas esferas de poder.

¿Cómo hizo Machado para ascender de capitán de milicias en 1853 hasta coronel graduado del ejército de línea en 1858 con apenas 35 años? ¿Cómo fue posible que, en menos de una década, un alcalde de cuartel de un alejado partido de la campaña bonaerense se transformara en jefe de frontera y, un lustro más tarde, alcance la cúspide de su poder como comandante de los departamentos Sud y Costa Sud? ¿Cómo se explica que, a finales de la década de 1860, su ascendente carrera militar en el Ejército se derrumbara como un castillo de naipes y quedara reducida a la condición de caudillo local con capacidad de movilización popular en el sur de la campaña bonaerense?

Aunque no se lo planteara de forma explícita, Álvaro Barros fue el primero en responder estas preguntas. Atravesado por un encono personal con Machado, sostuvo que éste “empezó por tratar de hacerse simpático entre las masas, constituyéndose en protector de todos los criminales que la justicia perseguía”, por lo cual adquirió “una fama favorable entre los gauchos”. En su lucha contra los resabios del rosismo en la campaña, el gobierno porteño habría encontrado en él un “caudillo unitario” para “oponer a la influencia de los caudillejos federales”. Al poco tiempo, se erigió en “señor de la frontera”, acarreando sobre el país males profundos, pero cuando el gobierno le quitó su apoyo cayó “de su pedestal como una figura de papel al soplo de un niño” (Barros, 1872: 161 y 181). Es decir, se trataría de un liderazgo personalizado, impropio de una estructura institucional, como la del Ejército. En la vereda de enfrente, y aún en vida del coronel, su sobrino nieto Benito P. Machado y Antonio del Valle escribieron los primeros apuntes y rasgos biográficos. El primero lo hizo con el propósito de “salvar del olvido su vida militar” (1907: 4) y el segundo para rescatar “el nombre de un ciudadano y soldado meritorio que consagró su vida al servicio de la civilización” (1908: 7). Décadas más tarde, Salvador Romeo redactó la más completa biografía que existe sobre Machado, aunque sin esconder la admiración que le merecía aquel hombre, al que consideraba “el valiente conquistador […], cuya espada estuvo siempre al lado de la justicia y de las instituciones, defendiendo y apuntalando la civilización” (1934: 8).

Finalmente, en los últimos años, la historiografía ha estudiado a Machado como un caso de liderazgo y de construcción de poder en la frontera (Yangilevich, 2006; Canciani, 2012); como un instrumento al que recurrió el Estado liberal para hacer pie en zonas alejadas de los centros gubernamentales (Míguez, 2010); en su rol de comandante militar durante las revoluciones de 1874 y 1880 (Míguez, 2011; Canciani, 2014 & 2017); como lo opuesto al militar honrado que personificaba Barros (Poggi, 1997); en la administración de las relaciones fronterizas y en la construcción de redes políticas (Cordero, 2013); y como parte de una generación de jefes del naciente Ejército nacional vinculados al mitrismo (Canciani, 2020; Codesido, 2021).

En base a estos aportes y al análisis de variada documentación editada e inédita, en este trabajo intentaremos dar respuestas a las preguntas arriba explicitadas. Para ello, dividimos el texto en función de los tres momentos de la carrera militar de Machado. En la primera nos abocamos a la construcción de la misma durante la década de 1850. Abordamos su intervención en la defensa de la frontera indígena y en los enfrentamientos contra los federales. En la segunda tratamos su apogeo durante la primera mitad de la década de 1860 hasta el inicio de la Guerra del Paraguay. Fue allí cuando ejerció su empleo de jefe de la Frontera Costa Sud. Finalmente, en la tercera analizamos la crisis, propiciada por el enfrentamiento con Barros y los gobiernos nacional y provincial en el contexto de desamparo político que transitó entre mediados de 1865 e inicios de 1868.

Construcción (1852-1860)

El 18 de enero de 1849, Benito Machado retornó a Buenos Aires, dejando atrás nueve años de exilio.[4] Durante su periplo por el Estado Oriental, Corrientes y Rio Grande del Sur (Brasil), intervino en la lucha contra el rosismo y sus aliados regionales.[5] Instalado en el sur bonaerense, en febrero de 1849 comenzó a trabajar como encargado en una de las estancias familiares que habían sido desembargadas por Rosas en agosto de 1847 (Banzato, 2001: 28).[6] 

Su primera intervención política y militar habría sido en Buenos Aires con motivo de la Revolución del 11 de Septiembre de 1852. Según afirma en la reseña que confeccionó sobre su servicio militar, habría sido nombrado juez de paz y comandante de la Guardia Nacional de Lobería;[7] aunque, al momento no hemos podido reunir pruebas suficientes para corroborar esta información. Si es más claro su rol en favor del gobierno porteño tras el pronunciamiento de Hilario Lagos en la Guardia de Luján. A diferencia de lo que sucedió en el norte y en el centro de la campaña, el sur fue una zona disputada por los federales y los defensores del gobierno citadino. La figura clave de los segundos fue Pedro Rosas y Belgrano, quien junto a destacados hacendados y militares, como Matías Ramos Mejía, Martín Campos y Agustín Acosta, debieron reclutar milicianos e indígenas para llevar la guerra a los sitiadores (Barcos, 2023: 159). Machado respondió a este llamado. Ascendido a capitán de Guardias Nacionales, reunió dos escuadrones de milicias de Lobería que se incorporaron a las fuerzas de Acosta, las que fueron derrotadas bajo el mando de Rosas y Belgrano en el combate de “San Gregorio”, el 22 de enero de 1853.[8]

Tras la disolución del sitio, el gobierno de Buenos Aires inició un arduo proceso de “construcción de la paz” en la campaña (Rabinovich & Zubizarreta, 2021: 52). En 1853 fue alcalde de cuartel y, de facto, comandante militar de Lobería, “en razón de haber comandado la milicia en todas las salidas que se han hecho a recorrer la frontera”, según decía al ministro de gobierno Irineo Portela.[9] El 8 de febrero de 1854 ascendió a comandante de Guardias Nacionales y en noviembre de ese mismo año se le encargó la organización del regimiento N° 14 de la Guardia Nacional de caballería de campaña, conformada por los partidos de Chapaleofú (Tandil) y Lobería. Al mismo tiempo, en 1854 y 1855, fue juez de paz de este último y, de forma infructuosa, propuso la fundación de un pueblo cabecera para dicho partido en la desembocadura del Río Quequén Grande en el Océano Atlántico (Suárez García, 1949: 14).

Desde entonces, tuvo un rol destacado en la defensa de la frontera sur ante los malones que se incrementaron desde 1855 (Ratto, 2012). En ese escenario construyó su imagen de hombre necesario en la frontera, resultado de algunos triunfos resonantes en combates contra los lanceros de Calfucurá. Sin embargo, en sus primeros años como comandante de milicias, no gozó del consenso que tendría posteriormente entre las autoridades provinciales y nacionales. El día anterior a la sangrienta derrota de Nicanor Otamendi en “San Antonio de Iraola” (13 de septiembre de 1855), a manos de una partida del cacique Yanquetruz, Emilio Mitre reprobaba fuertemente su accionar en una carta escrita a su hermano Bartolomé: “no estoy nada contento con la conducta de Machado, y no será difícil que me obligue a tomar con él alguna medida severa […] La mayor parte de nuestros oficiales de caballería no son capaces de cuidar una gallina”.[10] 

Pese a ello, tiempo después logró revertir esa imagen. El 14 de julio de 1857 fue comisionado para organizar el regimiento N° 17 de la Guardia Nacional de caballería, para lo cual se le nombró su jefe. Luego, el gobierno ordenó una campaña militar para combatir a Calfucurá, que no había firmado la paz y amenazaba la frontera. Nicolás Granada recibió el mando del ejército, mientras que Emilio Conesa y Wenceslao Paunero dirigieron las divisiones de Azul y de Tandil, respectivamente. Bahía Blanca debía ser el punto de concentración de las fuerzas. Machado recibió la orden de Paunero de comandar la vanguardia del ejército y explorar el territorio que debía transitar la división. Fue allí donde se encontró con los lanceros de Calfucurá y entabló los combates de “Sol de Mayo”, el 31 de octubre de 1857, y “Cristiano Muerto”, al día siguiente, donde fue herido de un lanzazo (De Marco, 2010: 347-348).

Este combate fue un punto de inflexión en su carrera militar. A los pocos días del suceso, en comunicación con Paunero, el gobernador Valentín Alsina destacaba la valentía de Machado y que se había convertido en un jefe “bien recomendable”, como así también subrayaba que habían sido guardias nacionales los que vencieron a los indígenas.[11] Además, el gobierno distinguió al regimiento N° 17 con la denominación “Sol de Mayo” y su jefe fue reconocido con una mención honorífica.[12] Se consolidaría, desde ese entonces, una identificación simbiótica entre Machado y el regimiento, que se extendería por casi dos décadas hasta la revolución de 1874 (Canciani, 2017: 226-235). Además, el 16 de julio y el 14 de agosto de 1858 fue ascendido a teniente coronel y coronel graduado de caballería de Línea, respectivamente, aunque recién recibirá de forma efectiva su empleo de coronel el 18 de mayo de 1864.[13] Después de oficiar durante quince años como soldado, suboficial, oficial y comandante de milicias, desde entonces pasó a revistar en las fuerza armadas como jefe del ejército regular.

Para el año 1858, Machado destaca en su foja de servicios otras intervenciones en campañas contra los indígenas en Salinas Grandes, en Pigüé y en el Río Sauce Grande bajo las órdenes de Paunero y Granada. Particularmente, pone de relieve el encuentro de “San Lorenzo”, en las cercanías del Arroyo Quequén Chico, donde al mando del regimiento “Sol de Mayo” derrotó a los nativos a fines de noviembre, dejando un saldo –según afirma– de “120 o 130 indios muertos” y “quitándoles como 50.000 cabezas vacunas que habían robado”.[14]

En 1859 fue nombrado 2° jefe de la Frontera Sud, quedando a cargo de la misma durante la campaña de “Cepeda”, cuando su titular, Ignacio Rivas, se movilizó hacia el norte bonaerense. Por ese entonces, en esa jurisdicción las fuerzas milicianas representaban el 70% de los efectivos y, dentro de ellas, el “Sol de Mayo” contribuyó con 7 de cada 10 milicianos en servicio. Por su parte, las regulares alcanzaban el 27% y un 3% de lanceros del cacique Maicá completan la lista (Ratto, 2012: 378). Es decir, ¡el regimiento “Sol de Mayo” aportaba el 48% del total de las fuerzas de la Frontera Sud! Si bien no intervino en la derrota porteña a manos de Urquiza, si lo hizo en las consecuencias que trajo este desenlace al sur bonaerense. Tras sitiar por unos días el pueblo de 25 de Mayo, Calfucurá, Rosas y Belgrano y Olivencia hicieron lo mismo en Azul por un mes. La defensa de este último pueblo fue llevada a cabo por Venancio Flores, Nicolás Ocampo y Juan Noguera, quienes armaron a los vecinos y a los lanceros de Maicá. Fue aquí donde Benito Machado reunió unos 250 guardias nacionales de su regimiento y se unió a la defensa de Azul para expulsar a los sitiadores (Allende, 1956: 7-45; De Marco, 2010: 365-368).

La victoria de Urquiza precipitó la renuncia del gobernador Valentín Alsina y la designación interina del presidente del Senado, Felipe Lavallol. Fue éste quien reorganizó la Guardia Nacional de campaña en 18 regimientos, confirmando a Machado en el “Sol de Mayo” (partidos de Tandil, Lobería y Mar Chiquita). El 2 de abril de 1860, Bartolomé Mitre fue elegido gobernador de Buenos Aires y, al mes siguiente, subdividió la frontera sur en dos departamentos, otorgando a Machado el mando de la Costa Sud, al cual se le adscribieron los regimientos 11, 14, 15 y 17 de Guardias Nacionales y fuerzas del ejército regular.[15] En menos de una década al servicio del gobierno de Buenos Aires, el flamante coronel graduado asumía el mando militar, político y administrativo de una nueva jurisdicción en la frontera bonaerense. Aquel comandante de milicias, adquiría la misma posición que otros tres jefes de frontera muy allegados al gobernador que habían realizado toda su carrera en el ejército de línea: Emilio Mitre, Julio de Vedia e Ignacio Rivas, con quienes compartirá una historia común entre 1860 y 1865. De este período nos ocuparemos a continuación.

Apogeo (1860-1865)

Entre 1860 y 1865, Machado vivió la etapa de apogeo en la frontera sur. Se consolidó su liderazgo en el territorio, volviéndose un hombre necesario y no fácilmente reemplazable para el gobierno. A continuación, analizaremos diversos aspectos de su función como jefe de frontera y hombre fuerte del mitrismo en el sur bonaerense.

Los vínculos políticos y el rol en la guerra

Uno de los factores que explica el liderazgo de Machado fue la relación de amistad política que estableció con Bartolomé Mitre, con funcionarios de su gobierno como Wenceslao Paunero y Rufino de Elizalde, y con camaradas de armas como Ignacio Rivas. El coronel sabía cuántos dividendos podía generarle su relación con Mitre, de allí que se preocupara tanto por cultivar este vínculo. Por ejemplo, tras el ascenso de este último al rango de brigadier general de la Nación, el 6 de octubre de 1860 le escribió una breve carta para enviarle “mil y mil felicitaciones”.[16] Días más tarde, aprovecharía otra comunicación para repetir sus congratulaciones “muy de corazón” a quien veía como “el timonero de la gran nave” y para confirmarle que en Tandil y en los pueblos fronterizos de la Costa Sud se brindarían entusiastas manifestaciones de apoyo a la jura de la constitución nacional.[17]

Este respaldo de palabra se trasladó al terreno de la guerra. Tras ordenarse la incorporación de los otros jefes de frontera al Ejército de Operaciones que se enfrentaría a Urquiza en “Pavón”, Machado no quiso perder la oportunidad de probar su valentía en el campo de batalla. Su ausencia en la campaña de “Cepeda” había dejado huellas en su relación con las autoridades porteñas, y se lo hizo saber a Mitre y a Paunero, en cartas del 18 de julio de 1861.

En el caso del primero, le informaba que prácticamente había logrado concertar un acuerdo de paz con Calfucurá, a fin de que éste no asolara la frontera sur durante la presente campaña militar. En vistas de ello, le pedía que ordenase su incorporación al Ejército, tal como se lo había prometido en una ocasión anterior. La solicitud se fundamentaba, sobre todo, en que “en ese Ejército se encuentran reunidos todos los jefes de frontera y esper[aba] no ser un lunar ni como jefe ni como soldado”.[18]

Con argumentos similares, se dirigió a Paunero para felicitarlo por su nombramiento como Jefe del Estado Mayor del Ejército y solicitarle su incorporación a la fuerza. La estrategia consistió en recordarle que había sido su subalterno en la campaña de 1857-1858, en destacar que el regimiento “Sol de Mayo” –con el cual había combatido en la misma– se hallaba ahora con más hombres y mejor disciplinados, y en señalar que todos los otros jefes de frontera ya se habían sumado al Ejército.[19] La solicitud dio resultado. El día 22, Paunero le sugirió a Mitre que ordenara la movilización de Machado hacia el campamento con su regimiento. Para Paunero se trataba de “un jefe de valor experimentado” y de una “buena milicia”, y no dudaba que dicho jefe, lograría reunir y conducir “mil hombres sin mayor esfuerzo […] cuya decisión no puede ser más pronunciada”.[20] En respuesta, el día 24, Machado recibió de parte de Mitre la autorización para dirigirse a San Nicolás, haciéndoselo saber a Paunero,[21] pero antes le encomendó la tarea de recolectar la mayor cantidad posible de caballos en los partidos del sur –con los cuales debía marchar al campamento– y dejar guarnecida la frontera para evitar malones indígenas.[22] Una vez cumplida esta misión, el 3 de agosto Machado recibió la orden de marchar junto a su división de más un millar de hombres.[23] Antes de partir, se le habían presentado “algunos gauchos sueltos” para pedirle un indulto por delitos anteriores. Ante la necesidad de reclutas, el coronel no dudo en conceder tal solicitud y sumarlos a la división “Sol de Mayo”, sin contar para ello con la autorización del gobierno, aunque previendo su aprobación.[24]

La marcha de Machado al campamento de San Nicolás debió lidiar con la sugerencia que en sentido contrario le hiciera a Mitre el gobernador delegado, Manuel Ocampo. Tras escuchar a Miguel Martínez de Hoz, que también hablaba en nombre del juez de paz Azul, Ocampo le decía a Mitre que la salida del coronel y su división de la frontera generaría “graves inconvenientes”, ya sea “porque algunos gauchos malos podrían alzarse en montoneras”, como porque ante la necesidad de caballos para el ejército “sólo el coronel Machado podría hacer cumplir las órdenes que se impartiesen al efecto”.[25]

El 17 de septiembre, Machado y su división participaron en la batalla de “Pavón”, cubriendo el flanco derecho del Primer Cuerpo de Caballería del Ejército que mandaba Venancio Flores (Ruiz Moreno, 2008: 119). Cuatro días después de la victoria porteña, los oficiales recorrieron la zona del combate en búsqueda de quienes se habían apartado del ejército y cometían todo tipo de tropelías. Al respecto, el ministro de Guerra Juan Gelly y Obes le presentaba a Mitre un panorama muy distinto al expuesto por Paunero dos meses atrás, en referencia a la cualidad de la milicia del sur bonaerense:

A Machado le he ordenado marche a su departamento, porque, como todos sus pájaros son los mayores bandidos y los que han cometido toda clase de crímenes, no ha quedado ninguno por estos lados, y para que los tome y diezme como es necesario hacerlo, ninguno es más aparente para que lleve esa misión que desde ya se la doy.[26]

Finalizada la batalla, aquella “buena milicia” y cuyo compromiso no podía ser más pronunciado en favor de la causa porteña, se había convertido en un cuerpo sin orden, constituido por “los mayores bandidos” y por hombres que habían “cometido toda clase de crímenes”. Luego del triunfo, era preciso reunir a los dispersos y recuperar el orden que se había perdido tras el disparo de la primera bala de cañón. Según Gelly y Obes, nadie podía hacerlo mejor que Machado. No obstante, este último permaneció en el campamento y el 22 de noviembre de 1861 participó en el sangriento encuentro de “Cañada de Gómez”.

Los trabajos electorales

Las funciones militares se complementaron con el accionar político y electoral. El ejército de línea y la Guardia Nacional fueron mecanismos de organización, captación y control de las personas y del territorio, de manera que el papel de los comandantes resultó decisivo en las votaciones, especialmente en la campaña (Sabato, 2004: 134). El 14 de febrero de 1864, los bonaerenses debían elegir los nuevos diputados provinciales que los representarían en el Congreso de la Nación. Si bien el liberalismo porteño todavía no se había escindido formalmente, las diferencias entre autonomistas y nacionalistas eran difíciles de ocultar, haciéndose particularmente fuertes en la conformación de las candidaturas, en la prensa y en las votaciones (Heras, 1954a y b).

Machado se encargó de dirigir los trabajos electorales en los partidos de la Frontera Costa Sud y, para ello, estuvo en contacto directo con el presidente Mitre. Para inicios de la década de 1860, contamos con indicios que nos muestran que la comunicación política-electoral entre ambos no era tan directa, demostrando ciertos reparos de parte de Mitre a la hora de hablar francamente con el coronel. El 25 de enero de 1861, éste le escribió a aquel para responder una carta en la cual Mitre le reprochaba no haber intervenido activamente en las elecciones. El argumento de Machado radicaba en que no había recibido una indicación suya sobre cómo actuar en la elección y que consideraba insuficiente la directriz del ministro Gelly y Obes. Le reprochaba la “poca confianza” que el gobernador había depositado en él y le aseguraba que la próxima vez sería retribuida “sea como amigo sea como correligionario de causa”.[27]

Tres años después, este tipo de malentendidos habían desaparecido. El 9 de febrero de 1864, Machado le escribía a Mitre desde Tandil con gran optimismo: “Las elecciones por este punto tendrán a mi juicio el resultado que Ud. desea, pues nada se omite por mi parte al objeto”. También actuó en Mar Chiquita y, en ese partido, contó con la complicidad de dos vecinos, quienes al año siguiente se desempeñarán como alcalde del distrito y como capitán del regimiento “Sol de Mayo” a las órdenes de Machado (Heras, 1954a: 97 y 105).[28] Con respecto a los comicios de Mar Chiquita, en una carta del 27 de febrero, le informó que de no haber sido por las protestas del juez de paz Máximo de Elía, quien había trabajado en favor del gobierno provincial, se habría logrado un triunfo completo y unánime para “nuestros amigos” a quienes le había encomendado los trabajos electorales en favor de “nuestra lista”.[29]

El jefe y sus subalternos

No menos importante fue la relación que Machado estableció con los hombres que servían bajo sus órdenes en la Frontera Costa Sud y, en especial, con la oficialidad y los guardias nacionales del regimiento “Sol de Mayo”. Una de las principales preocupaciones de los comandantes de frontera era mantener la regularidad del servicio militar y la obediencia de los milicianos ante la insuficiencia de las fuerzas regulares y las recurrentes amenazas de malones indígenas. Así se lo hacía saber Rivas a Mitre en septiembre de 1860: “no cuento trescientos guardias nacionales que tengo en los fortines, caballadas y demás servicio de la frontera; […] porque es gente que viene por tres o cuatro meses de servicio, y por consiguiente no tienen moral, ni entusiasmo, y sólo desean una oportunidad para volver a sus casas”.[30] ¿Cómo lidiar, entonces, con esta situación?

El coronel hacía gala de sus habilidades para manejar a los paisanos, disponer de su tiempo y garantizar el servicio armado en la frontera. Recurría a instrumentos de sospechosa constitucionalidad y, a la vez, velaba por sus necesidades. Por ejemplo, en febrero de 1865, había enviado una partida reclutadora por las haciendas de la campaña para tratar de cubrir las vacancias en sus fuerzas. Uno de los establecimientos afectados fue el de Germán de Elizalde, hermano de ministro de Relaciones Exteriores, que vio cómo se atropellaba su casa y se llevaban tres jornaleros sin que pudiese hacer nada para impedirlo, más que escribir una carta a Machado para mostrarle su disconformidad. Como respuesta, éste escribió:

Amigo, Ud. no extrañe que a veces es preciso hacer sentir la autoridad, y en estas alturas más que en otros puntos, porque muchas veces los haraganes o jugadores toman por base el trabajar un día y después con pretextos se salen del trabajo, y como yo tengo amigo la ventaja de conocer a todos mis paisanos de estos departamentos, es que a veces hago lo de ayer.[31]

Pero no solo era necesario “hacer sentir la autoridad”, también era preciso ejercerla por medio de la coacción. Durante esos días de febrero, le informaba a Paunero que había detenido y remitido al juez de paz de Tandil al asesino de una familia y que tenía aprendidos en el campamento a dos ladrones. “Ya verá U. que tengo que hacer de Alcalde porque no lo hacen quienes les corresponde”, decía.[32] Por otro lado, el coronel atendía los méritos de los oficiales de origen miliciano, al interceder por ellos ante el propio presidente.[33] Además, no descuidaba a sus soldados y pedía por ellos ante el gobierno para poder paliar el frío invernal y la vida de campamento en la llanura pampeana, solicitando armamento, ropas y carpas.[34]

Otros comandantes reconocían estas condiciones de Machado y la necesidad de su presencia en la frontera. En enero de 1864, Rivas le decía a Mitre con respecto a la baja del servicio solicitada por el coronel: “creo sería un trastorno en aquella frontera la separación de este jefe en estos momentos, porque él tiene su modo especial de marchar, que al que lo reemplace le sería muy difícil marchar”.[35] Meses más tarde, en agosto de 1864, Alfredo Seguí decía a Paunero: “el capitán Amarante permanece en los Sauces haciendo que reúne la G.N., pero no creo que consiga sino reunir unos pocos, pues los gauchos andan a monta y no quieren obedecer las órdenes del Señor Elía, pues para ellos no hay más jefe que el Coronel Machado”. Agregaba que, cuando había presunciones de un malón, “en el acto el coronel despachaba chasques y en el momento teníamos gente”, al punto tal de que “desde setenta leguas abandonan todo y se vienen”. Concluía su carta afirmando: “es el alma de esta frontera, no sé cómo le iría a otro sin recursos y sin relaciones”.[36] Como ha planteado Míguez (2003: 32), la obediencia se personalizaba y se respondía a un jefe de carne y hueso con nombre y apellido, antes que a un funcionario anónimo que cumplía un rol por su rango definido institucionalmente.

Los tratos con Calfucurá

El último aspecto que examinamos en este apartado es la relación de “amistad” que Machado buscó construir con Calfucurá en su intento por mantener la paz en la frontera. Tratar con los caciques indígenas era una de las tareas conferidas a los jefes de frontera, en pos de concertar acuerdos y reducir la conflictividad interétnica (de Jong, 2014). A mediados de marzo de 1865, el coronel recibió en el campamento de Tres Arroyos una comisión que traía una carta del cacique salinero, que pretendía ser una prueba de buena fe y amistad. Habían transcurrido tres años de la última misiva que Machado le había enviado y no perdería la oportunidad de congraciarse con el presidente al ofrecerle un tratado con el cacique que garantizara la paz en la frontera en un momento donde las relaciones diplomáticas en Sudamérica habían entrado en crisis. La guerra civil en el Estado Oriental, la invasión paraguaya a Brasil de diciembre de 1864 y la declaración de neutralidad argentina ante dicha guerra amenazaban con desatar un conflicto de dimensiones regionales que podría afectar la política institucional del mitrismo y sumirlo en una guerra internacional. En ese contexto, era una imperiosa necesidad mantener la paz interétnica.

En la carta mencionada, Calfucurá decía a Machado que quería vivir en paz y sin entrar en guerra con nadie. Enviaba al capitán Quinchiguir, junto a otros ocho indígenas, como prueba de su amistad y para los cuales solicitaba 165 yeguas de regalo. Asimismo, le pedía ropa, calzados y vicios.[37] Tras recibirlos sin autorización del gobierno, Machado se entrevistó con ellos “solo con el deseo de llenar las muy acertadas marchas del señor Presidente”. En la carta que envió a Mitre el 24 de marzo, le informaba que los emisarios buscaban conferenciar con él, para informarle que Calfucurá quería ser su “amigo”, “estar en paz” y poder enviar comisiones a la frontera. Machado aceptó recíprocamente las palabras de Quinchiguir y, según dice, los trató muy bien y los llenó de regalos –remarcando que fueron hechos por su propia voluntad y que salieron de su erario y vestuario personal–. Antes de regresar a Salinas Grandes, Quinchiguir dejó en Tres Arroyos al cuidado del coronel a su hijo para que recibiera educación y éste se comprometió a entregarle 200 ovejas a su regreso. Al finalizar la carta, Machado solicitaba autorización oficial para continuar con el trato iniciado, así como para realizar los gastos necesarios.[38] 

Se auguraba una situación que podría resultar provechosa para la carrera militar del coronel. Además de ser reconocido por Mitre como un administrador de escasos recursos logísticos y humanos en una frontera alejada,[39] podría erigirse, ahora, en un astuto negociador con el cacique más temido de la pampa. Sin embargo, la coyuntura de 1865-1866 tuvo un desenlace inesperado. La respuesta de Mitre tardó más de dos meses en llegar, porque otros problemas más graves y urgentes aquejaban al presidente. Paraguay le había declarado la guerra a la Argentina el 29 de marzo y, en respuesta, ésta haría lo propio el 9 de mayo. En un contexto donde el país reorientaba y concentraba sus recursos financieros y militares para la lucha que se avecinaba con Paraguay, la frontera debía quedar en manos de aquellos hombres que fueran capaces de arreglársela con los menores recursos posibles. Un tratado de paz con Calfucurá podría liberar hombres del ejército radicado en la frontera para combatir en el nuevo frente. Pese a los insistentes pedidos que Machado le hizo a Mitre para ser incorporado a la fuerza que iniciaba la campaña de Paraguay,[40] no obtuvo respuesta favorable del gobierno nacional, pues éste consideraba que sería más necesario al cuidado de la frontera y que continuara con sus tratativas con Calfucurá. Pero el arribo de Álvaro Barros al territorio fronterizo desencadenaría una lucha sin cuartel, que –en poco tiempo– pondría en crisis la carrera militar y el liderazgo político regional de Machado. De ello, nos ocupamos a continuación.

Crisis (1865-1872)

A poco de haber recibido la declaración de guerra del gobierno paraguayo, el 16 de abril de 1865 Mitre le comunicó a Machado que quedaría al mando de las fronteras Sud y Costa Sud, ya que el jefe de la primera, Ignacio Rivas, integraría con una parte de las fuerzas de esa frontera el Ejército de Operaciones que marcharía a campaña. Asimismo, le informaba que se pondría de acuerdo con el gobernador Saavedra para que éste le encomendara, nuevamente, el mando del regimiento “Sol de Mayo” con el cual esperaba que pudiera sostener la defensa de la frontera.[41] La respuesta de Machado llegó con la descripción de un panorama bastante desolador. Sin fuerzas regulares y escaso de caballadas, nada podría hacer al asumir el mando del mencionado regimiento, pues se hallaba “en un desquicio completo” y necesitaba tiempo para reorganizarlo.[42] Se lo había adelantado a Paunero en febrero de 1865, cuando le dijo: “no cuento ya como antes con dicho Regimiento en falta de soldados de línea”.[43] Pese a ello, como una muestra más de su “patriotismo”, haría todo lo posible para organizar y sostener la frontera, aunque demandaba “la suficiente autorización para proceder a castigar la corrompida desmoralización en que están nuestros hombres al llamado de la autoridad”.[44] El 1 de mayo, con un tono más optimista, informaba al presidente que la reunión de efectivos en Azul y en Tres Arroyos, “va dando un resultado satisfactorio”, por lo que creía poder asegurar la defensa de ambas fronteras y prometía “no omitir medio alguno”;[45] intenciones que ratificaría dos semanas más tarde.[46]

Mientras Machado trataba de incrementar sus fuerzas, el 27 de mayo de 1865 el gobierno nacional designaba a Álvaro Barros 2° Jefe de las fronteras Sud y Costa Sud.[47] ¿Cómo recibió el coronel este nombramiento? Las palabras más sinceras fueron dirigidas a Rufino de Elizalde. El 4 de junio puso en tela de juicio la pericia militar de Barros. Su argumento radicaba en la nula experiencia que tenía al mando de divisiones y en que desconocía las características de los paisanos de la campaña, con los cuales jamás podría construir autoridad. Finalmente, solicitaba su intervención para que Barros fuera destinado a la Frontera Sud y que se conservara como 2° jefe de la Costa Sud a Alfredo Seguí, en quien Machado depositaba una confianza extrema.[48] Pese a no conseguir lo solicitado, al comienzo no mostró disgusto público con su nuevo subalterno. Barros le decía a Paz que creía que Machado estaba contento con su nombramiento y lo definía como “un hombre de importancia en esta Frontera” y se presentaba “completamente satisfecho bajo sus órdenes”.[49]

Sin embargo, pronto se generaron y propagaron una serie de problemas y diferencias entre ambos que dio lugar a una guerra sin cuartel en la cual intervinieron otros militares de la frontera, el gobernador de Buenos Aires Mariano Saavedra, el ministro de Guerra y Marina interino Julián Martínez y el vicepresidente de la Nación en ejercicio de la presidencia Marcos Paz. A la distancia y preocupado por los avatares de la guerra, Mitre recibía cartas de Paz y del propio Machado donde le informaban, con distintas versiones, sobre los sucesos de la frontera. Las iniciales disidencias de procedimiento ante un malón derivaron en denuncias cruzadas en las cuales Machado era acusado de corrupción en la administración de la frontera y de querer rebelarse contra el gobierno, promoviendo una sublevación. Como han planteado Barbuto & de Jong (2012), los conflictos faccionales al interior del liberalismo porteño se trasladaban a la administración fronteriza. Los detalles de estos hechos han sido analizados previamente por Poggi (1997), por lo que no nos detendremos aquí en ello. Solo agregaremos que, para Cordero (2013: 56), Machado intentó manipular la relaciones interétnicas para sostener su prestigio y poder y, al mismo tiempo, debilitar a su flamante rival. En su lugar, nos interesa analizar los instrumentos y las estrategias utilizadas por Machado para lograr salir airoso de la situación, lo cual nos permitirá ver quiénes lo respaldaban en la frontera y en el ejecutivo nacional.

Tras ser reemplazado por Barros en la jefatura de la Frontera Sud y haber reasumido la de la Costa Sud, el 12 de marzo de 1866 Machado le escribió a Mitre una larguísima carta en la que le presentaba un pormenorizado cuadro de la comprometedora situación que atravesaba la Frontera Sud, a causa –según decía– de “la falta de cooperación por parte del Gobierno Provincial y de la indolencia […] con que la ha minado el gobierno nacional”. Mientras que al primero lo acusaba de serle hostil, al segundo le reprochaba que no lo ayudaba en nada.[50] Las críticas al gobierno provincial que el ministro Martínez recibió de parte de Machado fueron trasmitidas por aquel al propio gobernador. El 5 de abril, Saavedra respondió a Martínez que consideraba inapropiadas dichas acusaciones por ser “calumniosas” y representar “una absoluta falta de respeto a una autoridad de quien depende”. La decisión del ejecutivo bonaerense fue tajante: relevar a Machado del mando del regimiento “Sol de Mayo” y, en su lugar, designar de forma interina a Álvaro Barros.[51] Apoyado por el gobernador y el ministro de Guerra, Barros no ocultaba su enemistad con el coronel y, el 12 de abril, le escribió en los siguientes términos: “la guerra entre nosotros dos ya es un hecho, que no se debe tratar de disimular, pero que por mi parte la haré con lealtad”.[52] Esta situación causó tal revuelo que se hizo eco en la prensa porteña, y como en otras tantas ocasiones, jugó su partido tomando un posicionamiento político (Sábato, 2004: 71-75). En una nota de opinión de La Nación Argentina se argumentaba que la decisión de Saavedra tenía, en realidad, razones políticas: el “benemérito coronel” no había querido plegarse a las ideas del “Club Libertad” (alsinismo), por “no ser adicto a sus ideas de exclusión y círculo” y, en cambio, representar “una de las columnas más fuertes de la nacionalidad” (mitrismo).[53]

Para complicar aún más las cosas, a fines de abril, Machado decidió poner en suspenso el cumplimiento de órdenes que recibió del ministro Martínez: debía entregar los cautivos indígenas a Barros y el mando de la Frontera Costa Sud a Juan Noguera, para luego comparecer ante el gobierno nacional en Buenos Aires (Poggi, 1997: 38-39). La “desobediencia” de Machado no fue tomada a la ligera por el ejecutivo. El 2 de mayo, el vicepresidente Paz autorizó a Martínez a “tomar todas las medidas necesarias” para hacer que aquel cumpliera las órdenes y, para ello, podría disponer de las fuerzas nacionales y de la Guardia Nacional de la provincia de Buenos Aires.[54] En una carta posterior, Paz insistía a Martínez en la necesidad de licenciar toda la fuerza que estaba en Tres Arroyos bajo las órdenes del coronel y que este último “a todo trance se presente al gobierno”.[55] Antes que usar la fuerza, Martínez recurrió a Pedro Machado, juez de paz de Chascomús y hermano menor del jefe de frontera, para que lo convenciera de presentarse al gobierno, logrando finalmente su cometido.[56]

Mientras que el coronel daba cumplimiento a la orden y dejaba el mando de la Frontera Costa Sud, comenzaron a aparecer diversas voces en su defensa. Una de las primeras vino del seno de su propia fuerza. El 18 de mayo, cuarenta oficiales del regimiento “Sol de Mayo” elevaron al ministro de gobierno provincial una petición que debía llegar a los oídos del gobierno nacional. Por medio de la misma, desmentían la noticia que circulaba en los periódicos porteños sobre la supuesta sublevación de la división que servía a las órdenes de Machado, la cual consideraban una calumnia criminal que ofendía a su honor. Argumentaban que el regimiento llevaba doce años ininterrumpidos de servicio en la frontera “sin que se le pueda recordar un solo hecho que pueda en lo más mínimo sobrar su reputación de gloria, de obediencia y de moral”. Asimismo, reconocían al coronel Machado como el jefe que siempre los había conducido a la victoria y estimulado a sostener la dignidad y el honor adquirido tras años de servicio a la nación.[57] Los oficiales no solo reclamaban una vindicación para sí, sino también para el jefe que los había comandado en tantas ocasiones.

La lealtad a Machado puesta de manifiesto en esta solicitud se corresponde con las “cualidades” que, meses atrás, Barros describía para la oficialidad del mencionado regimiento:

Un Capitán con fueros de Mayor encargado del Detall, sin conocimiento de milicias, es el Encargado de su mando, y se entiende directamente con el Coronel. Sin inteligencia en nada, hostiliza y persigue al Oficial que la tiene o se empeña en adquirir conocimientos. Por este motivo han sido despedidos algunos y otros están en vísperas de serlo. Lo que se exige de los oficiales es la adhesión a su persona y a la del Coronel, tolerando en cambio cuanto puede haber de intolerable. Siendo esto incompatible con la dignidad y la honradez, resulta que, con pocas excepciones, la oficialidad se compone de lo peor y más ignorante. Muchos de ellos, de asistentes o cuidadores de parejeros, pasan a ser oficiales.[58]

Con este panorama, no es de extrañar que Paz ordenara a Martínez que, en el transcurso de su misión a la frontera, licenciara a todos los milicianos que hallara en servicio en Tres Arroyos.[59] Durante los meses de agosto y septiembre, los comandantes confirmados para los departamentos Sud y Costa Sud, Álvaro Barros y Antonino López de Osornio, reorganizaron sus divisiones y licenciaron a varios oficiales de Línea y de la Guardia Nacional, dentro de los cuales se encontraban varios firmantes de la solicitud del 18 de mayo tratada más arriba, algunos de los cuales eran definidos por López de Osornio como “viciosos e incorregibles”.[60]

Como ya vimos, Machado también encontró importantes respaldos en ciertos sectores de la prensa. En su edición del 12 de mayo de 1866, La Nación Argentina publicó una larga solicitada de “varios vecinos de la Frontera Sud”, que se definían como “amigos y agradecidos” de Machado, en la cual se proponían defenderlo de las falsas acusaciones de ser “caudillo, revoltoso y sublevado ante la suprema autoridad”, las cuales se publicaban en la prensa. Al concluir la nota, agradecían al “distinguido coronel” por haber cuidado su vida e intereses en la frontera con acción, valor y desprendimiento.[61] En La Tribuna, representantes de los intereses de la frontera, quienes decían conocer de cerca el proceder de los indígenas, probaban “el respeto que le tienen a la lanza del coronel Machado” y solicitaban una pronta resolución del tema para garantizar la defensa de la frontera Costa Sud y poner fin a la deserción que afectaba a su división.[62]

La última carta que Machado le envió a Mitre sobre su situación data del 28 de julio de 1866. Por entonces, estaba en Buenos Aires aguardando el Consejo de Guerra que había solicitado para probar su inocencia. Con franqueza y sin medias tintas, argumentaba que “el proceder del actual Ejecutivo Nacional tiende puramente al desprestigio del Presidente de la República [Mitre] – y la razón poderosa para que se me haya hostilizado de la manera que se ha hecho, es la de ser amigo de Ud.”. Acusaba al ministro de Guerra Martínez de ser “siempre favorecedor de Barros”, a quien supuestamente lo unían secretos e influyentes “vínculos de familia”, y destacaba al ministro de Elizalde cómo el único que lo respaldaba en el Gabinete, aunque aplazara todo hasta el regreso del presidente a la capital.[63] En su respuesta, Mitre le decía que no podía hacer nada desde Paraguay, pero que a su vuelta a Buenos Aires arreglaría el asunto “del modo que sea más conveniente”, y lo alentaba a sobreponerse a las rivalidades y a seguir sirviendo al país en cuanto le fuera posible.[64]

Finalmente, Machado recibió un importante apoyo de parte de sesenta hacendados que, en agosto de 1866, presentaron una solicitud al recién asumido gobernador Adolfo Alsina a fin de que “llamar[a] sin demora la atención del Gobierno Nacional” por la situación de la frontera. Planteaban que se encontraba indefensa, a merced del ataque indígena y sin ejército regular que pudiera detenerlo. Por tal motivo, pedían al gobernador un jefe militar con suficiente fuerza para organizar y dirigir guardias nacionales en aquella frontera inhóspita. Encontraban en Machado a la persona indicada, ya que –según ellos– reunía una serie de virtudes claves para manejarse en dicho territorio: autoridad “universalmente seguida en la campaña”, convalidación del mando por parte de sus subalternos, conocimiento del territorio y experiencia en la guerra de frontera. Si bien reconocían que otro jefe podría tener mayores “aptitudes marciales”, su elección radicaba, además, en que al mandar “soldados del pueblo”, era “preciso, más que todo, buscar la adhesión y la confianza que haya de merecer el que esté a su cabeza”. No pretendían erigir un nuevo caudillo, “pero si […] centralizar en una sola cabeza la dirección de empresa tan ardua”, “reunir en un solo brazo el poder enérgico y activo con que es preciso ocurrir a la magnitud del conflicto” y “ver establecida esa unidad de acción ante la cual retroceden todas las diferencias parciales”.[65]

Muchos de estos elementos fueron utilizados por Tomás Iriarte para probar la inocencia de Machado ante los cargos que se le imputaban en el Consejo de Guerra. La absolución se dictó el 24 de octubre de 1866 y fue aprobada por el gobierno nacional tres días más tarde.[66] Terminado el proceso y superados los sinsabores de su baja, Machado siguió la sugerencia de Mitre y trató de reconciliarse con el vicepresidente Paz por medio de un intercambio epistolar que dio sus frutos.[67] El 29 de agosto de 1867, tras casi un año de estar “en disponibilidad”, regresaba a la Plana Mayor Activa del Ejército,[68] y días más tarde mostraría su gratitud a Paz.[69]

Con el fallecimiento de este último, Mitre regresó al país el 18 de enero de 1868 para hacerse cargo de la presidencia. A la semana, designó a Paunero en el Ministerio de Guerra y Marina. Machado dejaba atrás su situación de desamparo político, en la que había caído con el inicio de la Guerra del Paraguay. El 4 de febrero, felicitó a Paunero por su designación.[70] En la respuesta del día 10, éste le dijo que sería nombrado jefe de la Frontera Costa Sud, en reemplazo de López de Osornio, y le recomendaba mantener armonía con Barros, que continuaba como comandante de la Frontera Sud.[71] Tres días más tarde, fue designado para el cargo y el 4 de marzo asumió de forma efectiva el mando en el campamento de Quequén Salado.[72] Se mantuvo allí hasta el 8 de noviembre de 1868,[73] cuando debió entregar la comandancia a su reemplazante, el coronel Julio Campos, designado seis días antes por el flamante presidente Domingo F. Sarmiento, en acuerdo con su ministro de Guerra y Marina, Martín de Gainza.[74] A partir de entonces, comenzó una nueva campaña de desprestigio de parte de Barros y Campos,[75] que sumada a la de 1865-66 a la cual hicimos referencia, marginaría a Machado en el Ejército por muchos años,[76] pese a los propios descargos del coronel[77] y a los repetidos intentos de su camarada y amigo político, Ignacio Rivas, que intercedió por él ante el gobierno hasta que recibió, por medio de Gainza, una terminante contestación de Sarmiento:

Dígale al Gral. Rivas que ya le he dicho antes que no tendrá colocación en el Ejército el referido Coronel [Machado] porque antes que nada está la moral y la dignidad misma del Ejército Argentino.[78]

Consideraciones finales

En este artículo estudiamos la carrera militar de Benito Machado en la frontera sur de Buenos Aires durante las dos décadas que siguieron a la batalla de “Caseros”. Entre 1853 y 1866, desempeño funciones políticas y militares de forma ininterrumpida. Se inició como capitán de la Guardia Nacional de un partido poco habitado en el lejano sur bonaerense y llegó a ascender a coronel de caballería de línea del Ejército Argentino y a ocupar el empleo de comandante de las fronteras Sud y Costa Sud. En este tiempo, construyó su liderazgo político, militar y simbólico, como así también su autoridad territorial, poniendo en práctica instrumentos de diversa índole, tanto aquellos amparados por la ley como los que se encontraban al margen de la misma. Se erigió en un hombre necesario en la frontera por varios motivos. Primero, por su capacidad para movilizar guardias nacionales en coyunturas afectadas por conflictos políticos y por malones indígenas. Segundo, por las redes políticas que construyó en el sur de la campaña, que le posibilitaban intervenir en los procesos electorales en favor del mitrismo. Tercero, por el arrojo y la valentía con la cual combatió a los indígenas. Cuarto, por arrogarse la lealtad del regimiento “Sol de Mayo”, que fue la unidad miliciana más utilizada en la defensa de la frontera Costa Sud desde 1857 hasta 1870. Quinto, por contar con el apoyo de una parte de los hacendados de la zona donde actuaba. Finalmente, por conocer el territorio y la idiosincrasia de los paisanos que debían brindar su servicio armado en los regimientos de la Guardia Nacional.

La coyuntura de 1865-1866 fue determinante para minar la reputación de Machado frente a algunos sectores del Ejército y ante la dirigencia política no identificada con el mitrismo. El hecho de haber quedado a cargo de las fronteras Sud y Costa Sud, pero sin el respaldo político que pudieran brindarle Mitre, Paunero, Gelly y Obes y Rivas, que habían partido a la Guerra del Paraguay, y sufrir la interferencia, la desconfianza y la oposición de Barros, Martínez, Saavedra y Paz lo pusieron frente a una situación política delicada que culminó con su baja momentánea del servicio. Más allá de ser absuelto por un Consejo de Guerra, su pase a la Plana Mayor Disponible representó un duro golpe para el ascendente coronel. A partir de entonces, buscó por todos los medios reconstruir la relación con el vicepresidente en ejercicio, al punto de conseguir su reingreso a la Plana Mayor Activa. Con el regreso de Mitre y Paunero al país, en febrero de 1868 Machado recuperó su empleo de jefe de la Frontera Costa Sud y, desde allí, buscó limpiar su imagen con una administración fronteriza menos conflictiva y más prolija que en la etapa anterior. Igualmente, ello no bastó para que el nuevo presidente Sarmiento y su ministro de Guerra Gainza lo tuviesen en cuenta en el esquema fronterizo de su gestión. Pese a los pedidos de militares prestigiosos, como Rivas, para que fuese empleado en la frontera, Machado no desempeño ninguna comisión militar entre noviembre de 1868 y septiembre de 1874.

¿Qué nos muestra este caso? Por un lado, nos ayuda a poner en evidencia aspectos importantes de un orden militar y social que, si bien perviviría por varios años más, estaba en retirada. Machado fue un modesto propietario y arrendatario de la campaña que cumplió funciones administrativas, de gobierno y militares en un territorio que aprendió a conocer como la palma de su mano y, por tal motivo, se perfiló como un destacado dirigente mitrista en la frontera bonaerense. Iniciado en las milicias y formado en las guerras civiles contra el rosismo durante su exilio, logró ascender en la Guardia Nacional de Buenos Aires hasta convertirse, al cabo de una década, en coronel de caballería del Ejército de Línea y ejercer la comandancia de la frontera durante la gobernación y la presidencia de Mitre. No construyó su autoridad por ser un militar de carrera formado en la academia, que conocía el arte de la guerra y la táctica en la batalla, sino más bien se destacaba por su arrojo, su pericia en los combates de la frontera, por su capacidad para reunir y dirigir hombres, por tener aptitudes para el liderazgo, por poseer un amplio conocimiento de la frontera sur y por ser un buen administrador de la escases. Es decir, se trató de un militar de la vieja “escuela”, hecho a la fuerza de las circunstancias, al cual –como ha planteado Míguez (2010: 90-97)– el Estado de Buenos Aires, primero, y Estado nacional, más tarde, recurrieron para llevar su autoridad e institucionalidad a la frontera.

Por otro lado, el caso sirve para ilustrar algunas cuestiones en relación a lo nacional, lo provincial y lo local durante el contexto de la construcción estatal. Machado fue una de las figuras más destacadas del mitrismo en la frontera sur. Mientras esta variante del liberalismo porteño controló el gobierno bonaerense y nacional, las acciones de este jefe militar se mantuvieron alineadas a las decisiones gubernamentales y, por lo tanto, el poder local no presentó problemas al orden político provincial y nacional. No obstante, cuando el mitrismo fue desplazado de ese lugar, de forma circunstancial por la Guerra del Paraguay, y cuando la variante autonomista del liberalismo se volvió dominante en la gobernación de Saavedra, el poder local que Machado representaba se erigió como un contrapeso de esas esferas gubernamentales. Las decisiones que tomó frente al arribo de Barros a la frontera tensaron en tal punto la relación con el gobernador, el ministro de Guerra interino y el vicepresidente en ejercicio, que llegó a ser acusado de promover una rebelión militar en la frontera sur. Ante este suceso, Machado fue defendido y respaldado por ciudadanos que representaban los intereses de la frontera, por hacendados de la campaña y por oficiales del Regimiento “Sol de Mayo”. Estos sectores referenciados en lo local alzaron su voz ante los gobiernos provincial y nacional en defensa de sus intereses y para intervenir en favor de su referente político.

Por lo tanto, mientras que desde una mirada centrada en lo nacional podría considerarse que Machado fue un instrumento del mitrismo en la frontera sur, una lectura adecuada que permita enfocar desde lo local su trayectoria militar nos posibilita plantear que, en una provincia tan vasta como Buenos Aires, los poderes locales –en este caso representados por un comandante militar– tenían intereses y una agenda propia que hacían valer, los cuales por momentos –aunque no siempre– podían corresponderse con los de la provincia y los de la nación. En este sentido, consideramos fundamental recuperar y otorgarle entidad a los poderes locales de las áreas rurales o de la frontera a la hora de problematizar la relación nación-provincias, pues a partir de su especificidad permiten discernir las variantes del proceso de construcción estatal en un nivel de aprehensión más concreto. Más que una relación entre dos actores que, con sus idas y vueltas, construyeron un orden federal, la ecuación requiere incorporar un tercer actor, el local, que no cumpla una mera función de reparto.

Tabla. Resumen de la carrera militar de Benito Machado hasta 1872

1840

Ejecución de su padre y su hermano. Emigra a Montevideo.

Feb-1843

Se enlista como soldado de la Guardia Nacional en Montevideo.

Mar-1843

Asciende a cabo de Guardias Nacionales.

Mar-1844

Asciende a sargento de milicias.

Abr-1845

Asciende a alférez de milicias.

Ene-1849

Regresa a Buenos Aires.

Feb-1849

Se emplea como encargado en la hacienda del partido de Lobería.

Ene-1853

Asciende capitán de Guardias Nacionales y participa de la batalla de “San Gregorio”.

1853

Es nombrado alcalde de un cuartel del partido de Lobería.

1854

Asciende a comandante de Guardias Nacionales.

1854

Ejerce el cargo de juez de paz del partido de Lobería.

Nov-1854

Es comisionado para organizar el regimiento N° 14 de Guardias Nacionales de caballería.

1855

Ejerce el cargo de juez de paz del partido de Lobería.

Jul-1857

Es nombrado comandante del regimiento N° 17 de Guardias Nacionales de caballería.

Oct/Nov-1857

Triunfa en los combates “Sol de Mayo” y “Cristiano Muerto”.

1858

Participa en la expedición a las tolderías de Calfucurá.

Jul-1858

Asciende a teniente coronel de caballería de línea.

Ago-1858

Asciende a coronel graduado de caballería de línea.

Nov-1858

Combate en “San Lorenzo”.

1859

Es nombrado 2° jefe de la Frontera Sud.

1859

Interviene en la expulsión de los sitiadores de Azul, tras Cepeda.

Abr-1860

Es nombrado jefe de la Frontera Costa Sud.

1861

Combate en las batallas de “Pavón” y “Cañada de Gómez”.

Oct-1863

Avanza la frontera Costa Sud hasta Tres Arroyos.

May-1864

Recibe la efectividad de coronel de caballería de línea.

Mar-1865

Retoma el intercambio epistolar con Calfucurá.

Abr-1865

Asume la jefatura de la Frontera Sud, mantiene la de la Costa Sud y reasume el mando del Regimiento “Sol de Mayo”.

May-1865

Barros es nombrado 2° jefe de las fronteras Sud y Costa Sud.

Mar-1866

Barros asume la jefatura de la Frontera Sud y Machado permanece al mando de la Frontera Costa Sud.

Abr-1866

Es relevado del mando del Regimiento “Sol de Mayo”

May-1866

Machado deja la jefatura de la frontera y se instala en Buenos Aires para esperar el Consejo de Guerra.

Oct-1866

Es absuelto por el Consejo de Guerra

Ago-1867

Retorna a la Plana Mayor Activa del Ejército

Ene-1868

Bartolomé Mitre y Wenceslao Paunero regresar al gobierno.

Feb-1868

Es nombrado jefe de la Frontera Costa Sud.

Mar-1868

Reasume la jefatura de la Frontera Costa Sud.

Nov-1868

Entrega el mando de la Frontera Costa Sud a Julio Campos.

Nov-1868

Alta en la Plana Mayor Activa del Ejército

Sep-1871

Alta en la Plana Mayor Disponible del Ejército

Mapa. Zona de influencia de Benito Machado en el sur de Buenos Aires (1852-1868)

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Fuente: elaboración propia en base a “Registro gráfico de las propiedades rurales de la Provincia de Buenos Aires construido por el Departamento Topográfico y publicado con autorización del Superior Gobierno de la Provincia, 1864”. AGN, Mapoteca, AR-AGN-MAP01-II124.

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Recibido: 27/02/2024

Evaluado: 30/04/2024

Versión Final: 25/06/2024

páginas / año 16 – n° 42/ ISSN 1851-992X /2024                           


[1] El caudillo y el caudillismo como fenómeno político han sido temas recurrentes de la historiografía que estudia el siglo XIX en América Latina. Por razones de espacio, no podemos abordar aquí dicha cuestión, por lo que remitimos a textos que problematizan estos conceptos (Chiaramonte, 1986; Goldman y Salvatore, 1998; Ayrolo y Míguez, 2012; Aguero, 2016) y que examinan casos de caudillos en Argentina (Fradkin, 2006; de la Fuente, 2007; Schmit, 2015).

[2] A modo de ejemplo, véase Bragoni & Míguez (2010), Alonso & Bragoni (2015), Cucchi & Nicola Dapelo (2016), Míguez (2021), Bragoni, Cucchi & Lanteri (2021), entre otros.

[3] Los estudios locales también han crecido mucho en los últimos años. Entre otras, véase las compilaciones de Bandieri & Fernández (2017), Andújar & Lichtmajer (2019), Carbonari & Carini (2020).

[4] http://pasajeros.entradadepasajeros.com.ar/imagina.php?k=NjE5MTIxMi0wMDkzNDU4. Se había exiliado en Montevideo a los 17 años de edad, luego de que su padre Jacinto y su hermano Mariano fueran ejecutados en 1840, por participar en la “rebelión de los estancieros” contra Roas del año anterior.

[5] Archivo General del Ejército [en adelante AGE], legajo del coronel Benito Machado, N° 7312, folio 16.

[6] Archivo General de la Nación [en adelante AGN], Sucesiones, Jacinto Machado, N° 6807. Agradezco a Guillermo Banzato, que muy gentilmente me acercó esta fuente.

[7] AGE, legajo del coronel Benito Machado, N° 7312, folio 17.

[8] AGE, legajo del coronel Benito Machado, N° 7312, folio 17.

[9] AGN, Comandancia General de Frontera, Fuertes y Fortines, X-18-10-3. Las citas textuales de la documentación han sido adaptadas a las normas actuales de redacción.

[10] Archivo del General Mitre [en adelante AM], tomo XV, p.128.

[11] Museo Mitre [en adelante MM], Wenceslao Paunero, documento 3388.

[12] Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires (en adelante ROPBA), año 1857, pp. 158-159.

[13] AGE, legajo del coronel Benito Machado, N° 7.312, folio 15.

[14] AGE, legajo del coronel Benito Machado, N° 7.312, folio 18.

[15] ROPBA, año 1860, pp. 47-48.

[16] MM, Bartolomé Mitre inédito, documento 10019.

[17] AM, tomo XXII, p. 40.

[18] MM, Bartolomé Mitre inédito, documento 9141.

[19] MM, Wenceslao Paunero, documento 3055.

[20] AM, tomo IX, pp. 100-101.

[21] MM, Wenceslao Paunero, documento 812.

[22] MM, Bartolomé Mitre inédito, documento 9143.

[23] AM, tomo IX, p. 106.

[24] MM, Wenceslao Paunero, documento 3058.

[25] AM, tomo VIII, p. 213.

[26] AM, tomo VIII, p. 409.

[27] MM, Bartolomé Mitre inédito, doc. 10307.

[28] Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires [en adelante AHPBA], Ministerio de Gobierno, 1865, legajo 6, documento 604.

[29] MM, Bartolomé Mitre inédito, documento 10309.

[30] AM, tomo XXII, p. 34.

[31] AGN, Sala VII, Fondo Rufino de Elizalde, folio 731.

[32] MM, Wenceslao Paunero, documento 3060. Subrayado en el original.

[33] MM, Bartolomé Mitre, documento 10308.

[34] AGN, Sala VII, Fondo Rufino de Elizalde, folio 743.

[35] AM, tomo XXIV, p. 26.

[36] MM, Wenceslao Paunero, documento 1344.

[37] AM, tomo XXIV, pp. 95-97.

[38] AM, tomo XXIV, pp. 94-95.

[39] AM, tomo XXIV, pp. 64-65 y pp. 67-68.

[40] AM, tomo XXIV, p. 68.

[41] Defensa pronunciada por el general D. Tomás Iriarte ante el Consejo de Guerra de Oficiales Generales instalado para juzgar al coronel Don Benito Machado, Comandante en Gefe de la Frontera Costa Sud. Buenos Aires: Imprenta de Mayo, 1866 [en adelante Defensa…], pp. 43-44.

[42] AM, tomo XXIII, p. 120.

[43] MM, Wenceslao Paunero, documento 3060.

[44] AM, tomo XXIII, pp. 120-121.

[45] AM, tomo XXIV, p. 68.

[46] AM, tomo XXIV, pp. 68-69.

[47] Registro Nacional de la República Argentina (tomo V: 1863 a 1869), año 1865, p. 217.

[48] AGN, Sala VII, Fondo Rufino de Elizalde, legajo 14, folios 745-746.

[49] Archivo del Coronel Doctor Marcos Paz [en adelante AMP], tomo IV, documento 1028, p. 84.

[50] MM, Bartolomé Mitre inédito, documento 6724.

[51] Servicio Histórico del Ejército [en adelante SHE], Frontera con los indios, año 1866, documento 809.

[52] MM, Bartolomé Mitre inédito, documento 16083.

[53] La Nación Argentina, 13 de abril de 1866.

[54] Registro Nacional de la República Argentina (tomo V: 1863 a 1869), año 1866, p. 269.

[55] AMP, tomo III, documento 955, p. 301.

[56] AMP, tomo V, documentos 1390 y 1398, pp. 140-141 y 147-149.

[57] MM, Bartolomé Mitre inédito, doc. 16095.

[58] AMP, tomo V, documento 1283, p. 24.

[59] AMP, tomo III, documento 955, p. 301.

[60] SHE, Frontera con los indios, año 1866, documentos 849, 871, 894 y 3574.

[61] La Nación Argentina, 12 de mayo de 1866.

[62] La Tribuna, 20 de junio de 1866.

[63] MM, Bartolomé Mitre inédito, documento 6723.

[64] AM, tomo VI, p. 118.

[65] Defensa…, pp. 87-90.

[66] Defensa…, pp. 41-42.

[67] AMP, tomo VI, documentos 1731, 1735, 1736, 1737 y 1744, pp. 179, 181-183 y 190.

[68] AGE, legajo del coronel Benito Machado, N° 7312, folio 1.

[69] AMP, tomo VI, documento 1875, p. 331.

[70] MM, Wenceslao Paunero, documento 3061.

[71] MM, Wenceslao Paunero, documento 3062.

[72] AHPBA, Inspección General de Milicias, legajo 8, año 1868, documento 1131.

[73] AGE, legajo del coronel Benito Machado, N° 7312, folio 1.

[74] SHE, Frontera con los indios, año 1868, documento 4674.

[75] AGN, Sala VII, Colección del Museo Histórico Nacional, Archivo de Martín de Gainza, legajo 33, documento 3981; legajo 34, documentos 4063 y 4114. Además, en el año 1872 Álvaro Barros publicó Frontera y territorios federales de las pampas del sud, libro en el cual dedica varias páginas del capítulo 6 a esmerilar, aún más, la mancillada reputación de Machado.

[76] Desde el 9 de noviembre de 1868 hasta el 30 de agosto de 1871, revistará en la Plana Mayor Activa del Ejército, sin ejercer ningún tipo de función militar. El 1 de septiembre de 1871, pasará a la Plana Mayor Disponible hasta la consumación de su baja del Ejército, el 11 octubre de 1874, por participar de la revolución mitrista. Su regreso a la Plana Mayor Activa, recién será el 1 de enero de 1884. AGE, legajo del coronel Benito Machado, N° 7312, folios 1 y 2.

[77] AGN, Sala VII, Colección del Museo Histórico Nacional, Archivo de Martín de Gainza, legajo 63, documento 10451.

[78] AGN, Sala VII, Colección del Museo Histórico Nacional, Archivo de Martín de Gainza, legajo 40, documento 6066.