Contiendas por el pasado de la Universidad Nacional del Litoral durante su primer medio siglo
Contiendas por el pasado de la Universidad Nacional del Litoral durante su primer medio siglo
Struggles for the past of the Universidad Nacional del Litoral in its first half century
Fabiana Alonso
Universidad Nacional del Litoral,
Universidad Autónoma de Entre Ríos (Argentina)
https://orcid.org/0000-0002-5956-3700
Resumen
Dado que todo acontecimiento fundador reclama un significado, las instituciones pretenden darse un pasado y configurar una imagen que pueda proyectarse a la sociedad. Este trabajo aborda las configuraciones de sentido que entre mediados de los años veinte y fines de los años sesenta buscaron darle un pasado a la Universidad Nacional del Litoral (UNL). En la segunda mitad de la década de 1920 puede identificarse el interés por instituir una genealogía que trazara una línea de continuidad entre la universidad nacional creada en 1919 y la universidad provincial (Universidad de Santa Fe, creada en 1889). Sin embargo, esta operación selectiva generó dificultades para lograr una síntesis que unificara visiones y posicionamientos en las conmemoraciones de 1940 (veinte años de la creación de la UNL) y de 1969 (cincuentenario). Asimismo, se privilegian ciertas coyunturas políticas críticas con el propósito de observar cambios de énfasis en relación con la genealogía delineada en la década del veinte. La revista Universidad, publicada desde 1935, es la principal fuente para indagar las tensiones y las divergencias entre quienes se asumieron como portavoces de la historia de la institución.
Palabras clave: Universidad; conmemoraciones; usos del pasado; memorias; significados.
Abstract
Every founding event claims a meaning, for this reason institutions give themselves a past and shape an image to be projected to society. This text analyzes the sense configurations that between the mid-twenties and the end of the sixties sought to give a past to the Universidad Nacional del Litoral (UNL). The interest in setting a genealogy that would draw a line of continuity between the national university established in 1919 and the former provincial university (Universidad de Santa Fe, 1889) can be identified in the second half of the 1920s. However, this selective strategy brought about difficulties in achieving a synthesis that would unify visions and positions during the 1940 (twenty years since the UNL creation) and the 1969 (fiftieth anniversary) commemorations. Likewise, certain critical political situations are taken into account in order to observe emphasis shifts in relation to the genealogy outlined in the twenties. Universidad, UNL magazine since 1935, is the main source to analyze tensions and divergences among those who assumed themselves as spokespeople of the institution history.
Keywords: University; commemorations; uses of the past; memories; meanings.
Introducción
La creación de la Universidad Nacional del Litoral (en adelante UNL) fue resultado de un proceso iniciado en 1912, a partir de la demanda de nacionalización de los títulos expedidos por la Universidad de Santa Fe y de la crítica a su orientación profesionalista, a los vínculos con la iglesia católica y a la permanencia de un núcleo reducido en la dirección de la universidad.[1] Desde su creación en 1919, la UNL se constituyó como una universidad regional, con el rectorado en Santa Fe (capital de la provincia del mismo nombre) y siete facultades distribuidas en dicha ciudad y en las ciudades de Rosario, Paraná y Corrientes; algunas creadas al mismo tiempo que la universidad y otras organizadas a partir de instituciones preexistentes (Bertero, 2014; Piazzesi & Bacolla, 2015).[2]
Todo acontecimiento fundador reclama un significado, por eso las instituciones pretenden darse un pasado y una imagen que pueda proyectarse en la sociedad. Pero ese pasado casi nunca resulta unívoco; ciertos énfasis particulares y las disputas en torno a determinados significados lo vuelven inestable y fluctuante (Robin, 2012). El presente trabajo aborda las configuraciones de sentido que entre mediados de los años veinte y fines de los años sesenta buscaron darle un pasado a la UNL. La mayoría de quienes intervinieron lo hicieron en calidad de testigos del proceso que desembocó en la creación de la universidad nacional; y algunos de ellos, además, como universitarios vinculados a la Junta Provincial de Estudios Históricos.[3] Entre las fuentes consultadas, la principal es la revista Universidad, que desde 1935 fue la publicación de divulgación académica de la UNL.[4] Dado que los aniversarios suelen ser coyunturas de activación de memorias y de disputas por el pasado (Jelin, 2002), seleccionamos las intervenciones de los agentes universitarios en ocasión de las conmemoraciones. Estas siempre persiguen fines pragmáticos y utilitarios pues al tiempo que celebran el pasado, construyen significados para el presente. Por eso, nuestro análisis también considerará la incidencia de ciertas coyunturas políticas relevantes para la institución.
Los inicios de una genealogía
Durante el rectorado de Pedro Martínez se dio el primer paso para situar a la UNL en una línea de continuidad con la Universidad de Santa Fe. Martínez, decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales en dos períodos y fundador de la Revista de ciencias jurídicas y sociales, fue el primer rector electo por la asamblea universitaria en 1923. Tres años después, cuando colocó la piedra fundamental en el terreno donde iba a comenzar a construirse el rectorado y la sede de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, decidió sumar la piedra colocada en 1915 en el predio de la Universidad de Santa Fe, cuyo edificio nunca llegó a construirse. En su discurso señaló:
“(…) aquella piedra fundamental dentro de la cual se guarda el acta labrada entonces, ha sido extraída de su primitivo sitio para ser depositada junto con la actual. Juntas entendí que debían colocarse, tal los unidos eslabones de una cadena, porque hay un nexo que las vincula, más aún, que las confunde y las identifica en la análoga comunidad de los propósitos y en la desinteresada solidaridad de los ideales.”[5]
En 1935, en un discurso pronunciado en la Universidad Nacional de La Plata, el rector Josué Gollan[6] suscribía la interpretación de Martínez al señalar:
“La Universidad Nacional del Litoral tiene raíces profundas en la Universidad Provincial de Santa Fe, de evolución gradual a partir de las antiguas ‘Facultades Mayores’ anexas al Colegio de los Jesuitas, creadas en 1868 durante el gobierno de Iriondo y que Gálvez convirtiera más tarde, en 1889, en Universidad Provincial”.[7]
En la misma línea, la primera edición de la revista Universidad señalaba que en 1940 se cumpliría el primer cincuentenario de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales y que, a tal efecto, se había creado una comisión para dar a conocer la obra de carácter histórico y jurídico desarrollada desde la creación de la Universidad de Santa Fe.[8] De ese modo, quedaba trazada la continuidad entre la universidad provincial y la UNL en la medida en que se ponía el foco en la enseñanza del Derecho. Esta operación selectiva dejaba al margen aspectos del proceso de creación de la UNL que, puestos de relieve por las intervenciones de otros testigos, entrarían en tensión con ella.
1940: una doble conmemoración, distintos énfasis
Las conmemoraciones implican formas de intervención en la esfera pública, crean escenarios en los que se recrean las memorias y se despliegan, no sin tensiones, distintas interpretaciones de aquello que se pretende recordar y celebrar (Pagano & Rodríguez, 2014). Como fuera anticipado en la revista Universidad, en 1939 el Consejo Superior resolvió conmemorar el 50 aniversario de la Universidad de Santa Fe y el 20 aniversario de la UNL. “Creada sobre la base de aquella y continuadora de una obra de cultura”, señalaba el rector Gollan en el diario local, dirigiéndose a la comisión de graduados de la Universidad de Santa Fe, a quienes invitaba a adherir a los actos organizados por la UNL.[9] Pero se produjo una divergencia entre el rector y la comisión cuando ésta organizó un servicio religioso y un acto en el Colegio de la Inmaculada Concepción en homenaje a José Gálvez, fundador y primer rector de la Universidad de Santa Fe[10].
A ambos eventos fue invitado el rector Gollan, quien declinó el convite argumentando lo siguiente:
“Asistir sería aprobar una conducta que significa desapego a la actual Universidad y también escasa valoración a la obra de Gálvez al considerarla como un acontecimiento que perdura únicamente en la memoria de los sobrevivientes de aquella época y cuya reseña se conserva en los archivos, cuando en realidad es una obra que vive en el espíritu liberal que evidentemente inspiró a su fundador.”[11]
Quedaban planteados dos modos de conmemorar. La Asociación de Egresados de la Universidad de Santa Fe ponía el foco en el inicio de los estudios superiores en la ciudad capital. Aunque el rector de la UNL reconocía que la universidad provincial había puesto en marcha una “obra cultural”, consideraba que la UNL había venido a darle otra dirección y otro sentido. Sin embargo, coincidían en exaltar la figura de Gálvez; pero si los primeros lo hacían en su carácter de impulsor de los estudios universitarios en Santa Fe, Gollan y otros universitarios lo rescataban como un agente modernizador. Así lo definió Alcides Greca, profesor en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, en el acto de colocación de una placa en memoria de Gálvez en el vestíbulo del edificio del rectorado de la UNL.[12]
Para Greca, la creación de la universidad provincial debía entenderse como parte de la obra modernizadora impulsada por el gobierno de Gálvez, en términos de administración y organización del estado provincial, colonización agrícola y transformación del sistema productivo, trazado de vías férreas y puertos. De ningún modo implicaba circunscribir su acción a la creación de la universidad provincial, sino poner de relieve la realización del progreso entendido como proceso de perfeccionamiento social e histórico, iniciado por la provincia de Santa Fe desde la segunda mitad del siglo XIX y en el que se inscribía la posterior creación de la UNL porque, en la visión de estos universitarios del litoral, el progreso no se había detenido.
También esa será la interpretación sostenida por Gollan en la edición de 1940 de la revista Universidad. Como testigo de la marcha de los estudios superiores en la ciudad de Santa Fe, sostenía que las fechas de 1940, 1920 (inicio de los cursos en la UNL) y 1890 (inicio de la Universidad de Santa Fe) podían enlazarse si se contemplaba el curso de la historia de la provincia y de la región, pero nunca desde la mirada restringida de una institución en particular. Gollan procuraba un juicio equilibrado que pusiera de relieve dos momentos: la creación de la Universidad de Santa Fe como obra de Gálvez y, luego, la Universidad Nacional del Litoral, “realización debida al empeño de hombres de tendencias liberales y renovadoras y al entusiasmo de la juventud de Santa Fe y en general del Litoral”,[13] con lo que, a diferencia de su intervención de 1935 en la Universidad Nacional de La Plata, introducía un matiz a la idea de continuidad entre ambas instituciones. Más adelante, volvía a matizar la centralidad de la Universidad de Santa Fe al acentuar el carácter regional de la UNL con la mención a las instituciones que, establecidas fuera de la ciudad de Santa Fe, se integraron a la nueva casa de estudios. En las páginas finales destacaba el carácter reformista de la universidad como “organización democrática de las Universidades”, y con la referencia a la participación de los estudiantes en los órganos de gobierno marcaba el carácter distintivo de la UNL en relación con el pasado previo a su creación.[14]
En sus dos ediciones dedicadas al aniversario, la revista Universidad mostraba las dificultades para lograr una síntesis en cuanto a visiones y posicionamientos. La cronología que unificaba la sucesión de rectores de ambas universidades y el anexo documental que reproducía el debate legislativo de 1889 para la creación de la universidad provincial pretendían mostrar la continuidad entre ambas instituciones, lo que se veía reforzado por la inclusión del discurso del último rector de la universidad provincial, Julio Busaniche, en ocasión de su participación en el acto oficial.[15]
Las intervenciones de cuatro miembros de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales contribuían al mismo propósito. El secretario de dicha unidad académica, J. Hiram Pozzo, el profesor Rodolfo Reyna y el decano Augusto Morisot señalaban que la carencia de un instituto superior para los jóvenes egresados de las aulas mayores había motivado la creación de la Universidad de Santa Fe; la actual Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL era la prolongación de la Facultad de Derecho de la Universidad de Santa Fe.[16] Por su parte, Mariano Tissembaum, presidente de la Asociación de Profesores de la UNL, fundaba la “unidad histórica” entre ambas instituciones en el hecho de que muchos estudiantes, como era su caso, habían comenzado sus estudios en la Universidad de Santa Fe y los habían concluido en la UNL. Por lo tanto, desde su punto de vista, la doble conmemoración revelaba “un proceso de continua superación ascendente en la vida universitaria de nuestra provincia”.[17] Esa visión, que se remontaba a la creación de las aulas mayores en el Colegio de la Inmaculada Concepción en 1868 para mostrar el desarrollo ininterrumpido de los estudios jurídicos en la ciudad de Santa Fe, se correspondía con la genealogía trazada por el rector Martínez en 1926 y con otras publicaciones posteriores a esa fecha.[18]
Pero otro conjunto de contribuciones marcaba diferencias y formulaba una interpretación política de la creación de la UNL. Alcides Greca ponía de relieve la intervención del legislador radical Jorge Rodríguez, oriundo de Rosario, quien había presentado el proyecto de la nueva universidad en la Cámara de Diputados de la Nación en 1917. No hacía referencia a la Universidad de Santa Fe y, en cambio, mencionaba las gestiones realizadas por otros legisladores nacionales y por Manuel Menchaca y Miguel Laurencena -gobernadores radicales de Santa Fe y de Entre Ríos, respectivamente-, las intervenciones de Rodolfo Rivarola y de Joaquín V. González y los líderes del movimiento estudiantil. La novedad radicaba en la creación de “una universidad moderna, de vastas proporciones, que satisfacía ampliamente los anhelos de tres provincias argentinas”.[19]
En el mismo sentido se expresaba Antonio Sagarna. Tras reseñar sus vínculos con los estudiantes nucleados en la Unión Universitaria de Santa Fe, el énfasis no estaba puesto en el pasado previo a 1919 sino en la superación del localismo para la creación de una universidad regional.[20] El escrito de Gabriel Del Mazo comenzaba afirmando: “La Universidad del Litoral tiene una prenda que le es propia: fue levantada por muchachos”. Si la Reforma de 1918 había instituido “formas originales de gobierno” para la universidad (cogobierno y representación estudiantil), al mismo tiempo había constituido al estudiante como agente de cambio.[21] De ese modo, los estudiantes del litoral quedaban ligados al movimiento reformista.
También en 1940 Alejandro Grüning Rosas, dirigente del movimiento estudiantil santafesino de la primera década del siglo XX, publicó un trabajo de sesenta páginas que se alineaba con los textos precedentes.[22] Con prólogo de Alcides Greca y dedicado a la memoria de su compañero Pablo Vrillaud,[23] el texto seguía un desarrollo cronológico desde 1912 –fecha de un acto al que señalaba como punto de partida de la exigencia de transformación de la Universidad de Santa Fe- hasta la sanción de la ley de creación de la UNL en 1919.
Grüning Rosas se explayaba en las organizaciones creadas por los estudiantes en 1914 - los centros de estudiantes de Derecho, Farmacia y Obstetricia que luego dieron origen a la Federación Universitaria de Santa Fe y plantearon la necesidad del relevo de las autoridades en funciones-; reseñaba la participación estudiantil en el Comité Pro Universidad del Litoral, la intervención en congresos de estudiantes celebrados en Paraná (1915) y en Córdoba (1918) y las relaciones mantenidas con legisladores e intelectuales, con la masonería y con los sindicatos. Igual que Gollan y Greca, caracterizaba al movimiento estudiantil como democrático, liberal, y renovador que, además de tener como referencia a las universidades nacionales argentinas, tomaba como modelo a las europeas y estadounidenses por el desarrollo que ostentaban en investigación científica.
Afín a este conjunto de intervenciones, el texto de Mario Rizzotto enlazaba 1912 –el punto de partida señalado por Grüning Rosas- y el presente definido por la participación de los estudiantes en la redacción del estatuto de la UNL y en la extensión universitaria.[24] Con una cita de Vrillaud -“Pretendemos futurizar nuestra obra. Bregamos por el despertar de un pueblo y el advenimiento de una nueva universidad”-, el texto trazaba un vínculo intergeneracional con los dirigentes estudiantiles de la segunda década del siglo XX. Al manifestarse por delegación del movimiento estudiantil de comienzos de la década del cuarenta, Rizzotto contribuía a afianzar una visión que hacía foco en el protagonismo del movimiento estudiantil.
Otra variante estaba dada por las contribuciones que provenían de algunas de las facultades creadas en 1919. Rafael Bielsa lo hacía por la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas, con sede en Rosario; José Babini, por la Facultad de Química, sede del primer instituto de investigación de la UNL y de la Sociedad Científica de Santa Fe; Francisco Pérez, en representación de la Facultad de Ciencias Médicas y Cortés Pla, por la Facultad de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales. Todos destacaban la importancia de la enseñanza científica, y no puramente profesional, la relevancia de los institutos de investigación y el desarrollo de revistas académicas. La centralidad otorgada a la producción científica los emparentaba con la crítica a la orientación profesionalista de la Universidad de Santa Fe, formulada ya en la década de 1910. A diferencia de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, las unidades académicas mencionadas no tenían un pasado lejano al cual remitirse, entonces el énfasis de estas cuatro contribuciones estaba puesto en el presente y en el futuro.[25]
En 1940, entonces, quedaron esbozadas dos líneas interpretativas. Una, formulada desde la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, privilegiaba la larga duración de los estudios jurídicos en la ciudad de Santa Fe, en términos de una tradición entendida como transmisión de un legado en el cual reconocerse (Williams, 2008). La otra enfatizaba la innovación, asociada a la institucionalización de la investigación científica y al protagonismo del movimiento estudiantil afín al reformismo.
Cambio de acento
Como todas las instituciones de educación superior, la UNL fue intervenida tres años después de esa conmemoración. Es sabido que la universidad fue un ámbito prioritario para la injerencia del gobierno militar producto del golpe de Estado del 4 de junio de 1943 (Buchbinder, 2005). A fines de julio de ese año, Gollan fue desplazado del rectorado de la UNL por Jordán Bruno Genta.[26] A partir de ese momento se sucedieron expulsiones de estudiantes y profesores y huelgas decretadas por la Federación Universitaria del Litoral. Sumado a esto, entre octubre de 1943 -cuando es desplazado Genta- y marzo de 1945 hubo seis interventores en la UNL. A partir de febrero de 1945 se inició un proceso de normalización por el que Josué Gollan y Cortés Pla fueron electos rector y vicerrector, respectivamente.
Sus discursos plantearon un contrapunto entre la tradición democrática y liberal, en la que se reconocían, y lo que era calificado como “la más nefasta de las intervenciones” y “el avasallamiento a la autonomía”. Gollan sostuvo que venía a continuar las tareas rectorales interrumpidas por la intervención de 1943, no sin advertir que se atravesaba por un momento crítico, caracterizado por un “nacionalismo iracundo” y un “clero belicoso” que asumía rasgos de intolerancia, cuya prueba palmaria era la enseñanza de la religión católica en las escuelas públicas. “Nuestra Universidad fue, desde sus orígenes, el principal blanco de ataques de la reacción y seguirá siéndolo, porque nació de la Reforma Universitaria del 18, que en ella tiene su realización más feliz”, sostuvo Gollan.[27] El mismo representó a la UNL en las dos conferencias nacionales de rectores celebradas en julio y agosto de 1945, cuyas resoluciones hicieron hincapié en la salvaguarda del orden democrático y en la convocatoria a elecciones (Graciano, 2016). El contexto de enunciación había provocado un giro en el discurso.
Cuando en mayo de 1946, un mes antes de asumir Juan Domingo Perón la presidencia de la Nación, el gobierno decretó una nueva intervención en las universidades nacionales de Buenos Aires, Córdoba, Cuyo, La Plata, Tucumán y el Litoral, Josué Gollan y Cortés Pla fueron desplazados y permanecieron fuera del ámbito académico durante los años del peronismo en el poder. Entre 1946 y 1955, en la UNL se sucedieron cuatro interventores y tres rectores designados por el Poder Ejecutivo Nacional en virtud de la ley universitaria 13031.[28]
Una vez derrocado el gobierno peronista en 1955, las universidades nacionales iniciaron el proceso de normalización de sus órganos de gobierno y en 1957 la asamblea universitaria de la UNL eligió una vez más a Gollan, quien mantuvo el tenor de su discurso de 1945 y señaló:
“El movimiento de opinión que determinó la creación de nuestra Universidad en 1919, está íntimamente vinculado con el de la Reforma Universitaria, y las Facultades de la Universidad Provincial de Santa Fe que se le incorporaron debieron adaptarse a la nueva concepción.”[29]
En 1940, la enunciación sobre el carácter distintivo de la UNL –facultades en distintas provincias, tendencias liberales y renovadoras, acción de los estudiantes, etc.- coexistía con la genealogía que trazaba la continuidad con la universidad provincial. En cambio, tanto en 1945 como en 1957, era necesario subrayar el vínculo intrínseco entre la UNL y la reforma universitaria; es decir, había que apoyarse en otro legado, que convertía a la reforma de 1918 en elemento unificador y articulador de las luchas estudiantiles y de los valores democráticos, laicos y liberales (Requena, 2019). Quien mejor podía enunciarlo era un rector que, como Gollan, siempre había sido elegido por la asamblea universitaria y desplazado por dos intervenciones, en 1943 y en 1946. Así es como, en 1959, al referirse a los cuarenta años de creación de la UNL, señalaba que “fue presa codiciada por toda suerte de tendencias reaccionarias que la señalaron por su origen liberal y reformista.”[30]
El cambio de acento se correspondía con un texto del exgobernador Manuel Menchaca, publicado por la revista Universidad en 1961.[31] Si bien no le otorgaba mayor relevancia a la reforma universitaria de 1918 pues priorizaba una lectura local del proceso, sostenía que “la UNL no es continuidad de la Universidad Provincial, sino la Universidad Nueva a la que aspiraba la evolución y el progreso científico y natural de la Nación y especialmente el Litoral”. La formación que ofrecía la universidad provincial ya no se correspondía con las transformaciones de la región a principios del siglo XX, por el contrario, “servía de dique a la evolución rápida de la ciudad, así como a las costumbres e ideas modernas que, el progreso y la constante y abundante inmigración traían”.
A lo que consideraba una orientación conservadora en materia de educación superior, Menchaca oponía un conjunto de iniciativas que, en la primera década del siglo XX, fueron cobrando forma en la ciudad de Santa Fe, y de las que él mismo había sido uno de sus principales animadores: la filial de la Asociación Nacional del Profesorado (fundada en Buenos Aires por Estanislao Zeballos) para la renovación de la enseñanza, los comités populares para la creación del Colegio Nacional y de la Escuela Normal, el comité integrado por estudiantes de Derecho, las acciones de miembros del Centro del Libre Pensamiento y de la masonería para la creación de la nueva universidad. Asimismo, detallaba el trámite parlamentario y las negociaciones en las que él mismo había intervenido para lograr la sanción de la ley de creación de la nueva universidad.
Sostenía que entre la universidad provincial y la UNL no pudo haber existido ningún tipo de continuidad porque cada una respondía a sociedades estructuralmente diferentes. En sus propias palabras, la modernización y el progreso, propios de “un pueblo que venía realizando los destinos prácticos de un cosmopolitismo de puertas abiertas”, ya no eran compatibles con una institución como la universidad provincial que “seleccionaba su alumnado entre los jóvenes de familias de tradición o extranjeros adinerados”. Desde su punto de vista, se requería una institución de nuevo tipo y la UNL vino a satisfacer esa necesidad, gracias a la acción de las tendencias liberales y renovadoras, a las que Gollan había aludido ya en 1940.
El cincuentenario: la unanimidad imposible
Cuando se produjo el golpe de Estado de 1966, en la UNL transcurría el último año del rectorado de Cortés Pla, electo por la asamblea universitaria en 1962. Ante la anulación de la autonomía y el cogobierno, el rector y los decanos renunciaron a sus cargos.[32] Como en el resto de las universidades nacionales, el gobierno de la UNL quedó en manos de una nueva intervención que, en sintonía con los lineaminentos de la “revolución argentina”, procuraba despolitizar la vida universitaria (Buchbinder, 2005). En 1969, al cumplirse cincuenta años de la creación de la UNL, el editorial de la revista Universidad[33] retomaba la idea de continuidad; en los mismos términos habló en el acto oficial el interventor Eduardo Álvarez.[34]
Por esos días, el diario El Litoral dedicó varias páginas al aniversario, abonando la interpretación sobre la continuidad entre ambas instituciones, y entrevistó a profesores que se habían desempeñado en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL.[35] A contramano del artículo de Menchaca, publicado por la revista Universidad en 1961, que señalaba que el “elemento conservador” solo pretendía la nacionalización de los títulos, Alberto Molinas –decano electo en 1938- planteaba que era inexacto sostener que los profesores de la Universidad de Santa Fe se oponían a la creación de una nueva universidad. Sixto Bayer –quien había sido consejero directivo en 1940- sostenía que “La UNL no significó un divorcio con la vieja Universidad Provincial”, aunque admitía una serie de cambios producidos en la formación de los abogados a raíz de la incorporación de nuevas asignaturas como derecho municipal, derecho del trabajo y derecho administrativo.
Otras tres intervenciones ponían en cuestión la idea de continuidad. Antonio Villar, estudiante de abogacía en la Universidad de Santa Fe que, igual que Tissembaum, completó sus estudios en la UNL y luego fue profesor de derecho comercial, señalaba las dificultades de la nueva institución para conformar el cuerpo docente: “salvo rara excepción, los prestigiosos profesores de la Universidad Provincial se mostraron reacios a colaborar con la nueva Universidad y por tal motivo el profesorado se formó con juristas de Santa Fe, Rosario y Paraná”. Por su parte, Carmelo Piedrabuena –militante reformista y vicedecano en 1930- sostenía que la creación de la UNL representaba “la reacción más vigorosa del liberalismo santafesino de la época, contra la clase conservadora, adueñada de la Universidad de Santa Fe”. Señalaba que, junto con algunos profesores de reconocida capacidad, “la inmensa mayoría vivía enquistados en un círculo estrecho, de absoluto retraimiento mental”. Desde su punto de vista, la Facultad de Derecho de la universidad provincial era una “sucursal de los Tribunales de Justicia, que integraba gran parte de su elenco docente”.
En la misma línea se hallaba el testimonio de Luis David Bonaparte –varias veces consejero directivo-, quien hacía hincapié en las prácticas que significaron una ruptura entre ambas instituciones. A diferencia de lo que sucedía en la UNL, en la universidad provincial los estudiantes y graduados no tenían representación en los órganos de gobierno; no había elecciones para seleccionar las autoridades; los exámenes no eran públicos; no se realizaban concursos de oposición para la provisión de cátedras; la asistencia no era libre y cuando se entregaban los diplomas los graduados debían jurar “por Dios y estos santos evangelios”.
Como en 1940, la conmemoración de 1969 revelaba la imposibilidad de una visión unívoca. Ese mismo año se le encomendó a José Carmelo Busaniche que escribiera una reseña histórica sobre la creación de la UNL.[36] Su elección se debió a que era un académico oriundo de la ciudad de Santa Fe, profesor de la UNL y miembro de la Junta Provincial de Estudios Históricos. Su padre había integrado la primera planta de profesores de la UNL y era sobrino del historiador José Luis Busaniche y de Julio Busaniche, último rector de la Universidad de Santa Fe.[37]
Desde una perspectiva acontecimental e institucional, el trabajo de Busaniche retrotraía los inicios de la educación superior en la ciudad de Santa Fe a la reapertura del Colegio de la Inmaculada Concepción en 1863 y seis años más tarde, la creación de las cátedras de derecho civil, canónico y natural. Para el período previo a la creación de la Universidad de Santa Fe tomaba como fuente la Historia del Colegio de la Inmaculada Concepción del sacerdote José Reynal, escrita a fines de la década de 1880.
Consideraba el debate legislativo para la creación de la Universidad de Santa Fe, las disposiciones de los distintos gobiernos provinciales, las gestiones para la nacionalización de los títulos, la intervención estudiantil, los cambios estatutarios en la Universidad de Santa Fe y los distintos proyectos de nacionalización. Describía los grupos de opinión al interior de la universidad provincial, a favor y en contra de la creación de una universidad nacional, y los apoyos que cada uno encontraba en la prensa periódica de la ciudad: mientras el diario Santa Fe se hacía eco de las demandas de creación de una universidad que atendiera las necesidades del litoral, Nueva época sostenía que la Universidad de Santa Fe era expresión de la autonomía provincial. Busaniche interpretaba que el movimiento estudiantil había sido un factor de presión para la renuncia de las autoridades de la universidad provincial y para la adopción de los estatutos de la Universidad de Buenos Aires. A lo largo del texto, la exposición permanecía apegada a la cronología que se extendía entre 1863 y 1919; la datación fáctica basada en los documentos originales ordenaba y componía la narración. Transcribía extensos tramos de los mensajes de los gobernadores, de los discursos legislativos, fragmentos de artículos publicados en la prensa local por los rectores de la Universidad de Santa Fe e información de diarios de circulación nacional. La estrategia de escritura, basada en la exposición de una secuencia de sucesos ordenados temporalmente según una lógica antecedente-consecuente, no contemplaba las transformaciones estructurales en esas décadas, los cambios en las concepciones sobre la institución universitaria y tampoco las alianzas y configuraciones de poder producidas por la acción de académicos, estudiantes y políticos que finalmente desembocaron en la creación de la UNL. De esta manera, el trabajo realizado por encargo de la intervención en la UNL venía a legitimar por vía erudita la genealogía delineada a mediados de la década del veinte.
Recapitulación
En este trabajo se ha procurado dar cuenta de las disputas por el pasado de la UNL en distintos momentos de sus primeros cincuenta años de vida institucional. A pocos años de su creación, a mediados de los años veinte se manifestó la voluntad de inscribirla en una línea de continuidad con la universidad provincial, lo que implicaba trazar una genealogía y fijar un origen en el siglo XIX, valiéndose del argumento de la persistencia de los estudios jurídicos en la ciudad de Santa Fe y, de paso, otorgarle preponderancia a la capital de la provincia en la estructuración de la nueva universidad. Esa fue la visión que buscó imponerse desde la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, aunque no todos sus miembros la compartieron. Como se ha señalado, en 1940 y en 1969 hubo interpretaciones divergentes respecto de dicha visión. En ambos momentos, la mayoría de quienes se expresaron públicamente tendieron a ver la relación con el pasado en forma excluyente, como continuidad o ruptura.
A excepción del historiador José Carmelo Busaniche y del estudiante Mario Rizzotto, quienes tomaron la palabra lo hicieron en calidad de protagonistas y testigos. Sus escritos pueden caracterizarse como textos que expresan la compleja intersección entre memoria e historia (Cuesta Bustillo, 1998; Chartier, 2019). Por una parte, la enunciación que se apoya en la garantía ontológica del testimonio no es neutral, sino que está marcada por la subjetividad (Ricoeur, 2008), a tal punto que en algunos textos lo estrictamente biográfico se funde (y se confunde) con los derroteros institucionales. Por otra parte, las representaciones del pasado también están presentes en la memoria testimonial porque la enunciación de los protagonistas despliega un relato que ordena secuencialmente los sucesos, ofrece interpretaciones y pretende ser de alcance más general que las experiencias personales. Por su extensión y exhaustividad algunos textos lo logran más que otros, como son los casos de los escritos de Grüning Rosas y de Menchaca.
José C. Busaniche, quien escribió por encargo de las autoridades universitarias de la intervención de 1966, excluyó las memorias testimoniales (que estaban impresas al momento de realizar su trabajo) y se atuvo exclusivamente a las fuentes documentales. Esquivó así el problema de considerar las memorias de los protagonistas y se apartó de la discusión tan cara a los mismos, esto es, la continuidad o la ruptura que pudo haber significado la UNL respecto de la universidad provincial. La decisión metodológica de mantenerse al margen de los términos de esa discusión funciona en su trabajo como garantía de objetividad.
Cabe señalar otro factor de inestabilidad y variación, y es el hecho de que la apelación al pasado para la construcción de una identidad casi siempre está abierta a la contingencia porque el pasado cobra sentido a partir del presente (Arfuch, 2005). Esto puede advertirse en las coyunturas de 1945 y 1957, cuando se invocó a la reforma universitaria de 1918 como el acontecimiento fundante en la creación de la UNL. En 1945 ya no era eficaz apelar a la genealogía que se remontaba a la segunda mitad del siglo XIX, porque las disputas político-ideológicas del momento exigían otro tipo de definiciones a las autoridades de una universidad que comenzaba a ubicarse en la oposición al peronismo. En 1957, al normalizarse las universidades nacionales y, en el caso de la UNL, al producirse el retorno del elenco de gobierno que había sido apartado durante el peronismo, se hacía necesario reafirmar aquel vínculo. En ambos momentos, contemplarse en el espejo del reformismo universitario implicaba dejar a un lado las narrativas que ponían el peso de la interpretación en el espacio local. Si un acontecimiento puede ser conmemorado en la medida en que se le otorga un significado y a través del acto de significar se impone un orden sobre la experiencia (Halliday, 2017), el caso de la UNL en sus primeros cincuenta años de existencia muestra las dificultades para atribuir un sentido unívoco al acontecimiento fundador.
Bibliografía
Arfuch, L. (2005). Problemáticas de la identidad. En L. Arfuch (comp.); Identidades, sujetos y subjetividades. Buenos Aires: Prometeo.
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Recibido: 22/02/2023
Evaluado: 08/05/2023
Versión Final: 11/05/2023
páginas / año 16 – n° 42/ ISSN 1851-992X /2024
[1]La Universidad de Santa Fe se creó en 1889 durante el gobierno de José Gálvez a partir de las aulas mayores anexas al Colegio de la Inmaculada Concepción, de la orden de los jesuitas. Este colegio era la única institución de enseñanza secundaria en la ciudad de Santa Fe. La Universidad de Santa Fe estaba orientada a la formación de abogados, lo que aseguraba el acceso de los miembros del grupo dirigente a la profesión liberal y la formación de funcionarios para desempeñarse en los cargos jerárquicos del aparato estatal. En 1911 se creó la Facultad de Farmacia y Obstetricia. Aunque deudora del espíritu liberal e impulsada por la dirigencia provincial, la institución mantuvo líneas de continuidad con la tradición católica. En este sentido, la ley de creación estableció la incorporación de los estudios de teología “en la forma que establezca el Poder Ejecutivo de acuerdo con la Autoridad Eclesiástica”. La universidad provincial otorgaba un diploma que solo era aceptado en el territorio provincial, en Corrientes y en Entre Ríos, de ahí los sucesivos intentos por lograr la nacionalización de los títulos. Si bien el estatuto establecía la libertad de cátedra, profesores y autoridades eran designados por el gobernador.
[2] En Santa Fe, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales y Facultad de Química Industrial y Agrícola; en Rosario, Facultad de Ciencias Médicas, Farmacia y Ramos Menores, Facultad de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales Aplicadas a la Industria, Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas; en Paraná, Facultad de Ciencias Económicas y Educacionales; en Corrientes, Facultad de Agricultura, Ganadería e Industrias Afines.
[3]En los años treinta, quienes se dedicaban a los estudios históricos en el interior –la mayoría de forma amateur- conformaron organismos en las distintas provincias, teniendo como referencia la Junta de Historia y Numismática Americana presidida por Ricardo Levene. Como advierten Devoto y Pagano (2009), en la historiografía del interior es posible reconocer una de las vertientes de la Nueva Escuela Histórica, fundamentalmente en lo relativo a sus principios metodológicos. En Santa Fe, la Junta Provincial de Estudios Históricos fue creada en 1936. La mayoría de sus miembros eran abogados y católicos, con pertenencias partidarias diversas; provenían de redes familiares tradicionales; se habían educado en el Colegio de la Inmaculada Concepción -única institución de educación secundaria hasta la creación del Colegio Nacional y la Escuela Normal en la primera década del siglo XX-; los mayores habían estudiado en la universidad provincial y los más jóvenes lo habían hecho en la UNL. El desempeño en cátedras universitarias, en las altas esferas de la administración provincial y en el ejercicio privado de la profesión constituía el fundamento de su legitimación social (Coudannes Aguirre, 2009).
[4]Universidad se publicó, con interrupciones, entre 1935 y 1991. En términos generales mantuvo las siguientes secciones: artículos de diversas temáticas (entre los que se incluyen conferencias e intervenciones de rectores y decanos), temas bibliotecarios, crónica universitaria, reseñas y canje.
[5]Discurso del rector Pedro Martínez, 23 de octubre de 1926. Recuperado de https://historiadelderechounl.wordpress.com
[6] Gollan nació en Santa Fe en 1891. Estudió en el Colegio de la Inmaculada Concepción, se doctoró en Química en la Universidad de Buenos Aires y realizó estudios de perfeccionamiento en Europa. De vuelta en Santa Fe se incorporó como profesor en la Facultad de Farmacia y Obstetricia de la universidad provincial, donde más tarde fue decano y presentó un proyecto para la formación de profesionales en Química, que no prosperó por falta de recursos. En 1923 fue electo decano de la Facultad de Química Industrial y Agrícola de la UNL. Fue rector, electo por la asamblea universitaria, en los períodos 1934-1943, 1945-1946 y 1957-1962. Su carrera académica se vio interrumpida, primero, por el golpe de Estado de 1943 y, luego, en los años de gobierno del peronismo (1946-1955).
[7] Gollan, J. (1945). La Universidad Nacional del Litoral. En Gollan, J. La Universidad al servicio de la democracia. Una experiencia en política universitaria. Santa Fe: Editorial Rosario, p. 14.
[8]Universidad, N° 1, publicación de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1935.
[9]El Litoral, Santa Fe, 20/03/1940, p. 4.
[10]José Gálvez, alumno del Colegio de la Inmaculada Concepción y abogado, desempeñó cargos en el Poder Judicial y en el gobierno de la provincia de Santa Fe y fue gobernador entre 1886 y 1890, además de senador nacional. Encabezó una facción política conocida como “galvismo”, desprendimiento del Club del Pueblo de Simón de Iriondo, y llegó al gobierno provincial gracias al apoyo del presidente Julio A. Roca. Gálvez está sepultado en el templo del colegio de la Inmaculada Concepción de la ciudad de Santa Fe.
[11]El Litoral, Santa Fe, 28/04/1940, p. 5.
[12]El Litoral, Santa Fe, 27/04/1940, p. 4.
Greca nació en San Javier, provincia de Santa Fe, en 1889. Fue abogado, periodista, director de cine, dirigente radical, legislador provincial y miembro del Centro del Libre Pensamiento de la ciudad de Santa Fe.
[13]Gollan, J. Evolución de los estudios superiores en Santa Fe y espíritu de la Universidad Nacional del Litoral. En Universidad, N° 6, primera parte, publicación de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1940, pp. 9-23.
[14]En 1935 la Asamblea Universitaria sancionó un estatuto que al año siguiente fue aprobado por el Poder Ejecutivo nacional. Dicho estatuto estableció los parámetros para la carrera académica, la investigación, la extensión, el estudio de los problemas de utilidad pública y la representación estudiantil en el Consejo Superior y en los consejos directivos de cada facultad.
[15]Busaniche, J. La Universidad Nacional continuadora de la Universidad de Santa Fe. En Universidad, N° 6, primera parte, publicación de la Universidad Nacional del Litoral, cit.
Busaniche fue uno de los fundadores de la Junta Provincial de Estudios Históricos.
[16]Pozzo, H. Bosquejo histórico de la enseñanza superior en Santa Fe; Morisot, A. La Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales; Reyna, R. José Gálvez. En Universidad, N° 6, segunda parte, publicación de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1940.
Igual que Busaniche, Reyna era miembro de la Junta Provincial de Estudios Históricos. En los años previos a la creación de la UNL, Pozzo y Morisot habían sido secretarios de la Federación Universitaria Argentina y de la Federación Universitaria de Santa Fe, respectivamente.
[17]Tissembaum, M. Discurso del presidente de la Asociación de Profesores de la Universidad Nacional del Litoral. Ídem, pp. 263-270.
Tissembaum nació en San Cristóbal, provincia de Santa Fe, en 1898. Participó de las acciones del estudiantado santafesino en pos de la creación de la UNL; fue abogado laboralista y profesor universitario; creó el Instituto de Derecho del Trabajo en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL.
[18]La misma perspectiva está presente en la Revista de ciencias jurídicas y sociales, Nº 29-30, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, UNL, 1940 y en AA.VV., Homenaje a Zenón Martínez, Santa Fe, UNL, 1944. El libro reúne contribuciones de profesores de la facultad y está dedicado a quien fuera decano de la Facultad de Derecho y rector de la Universidad de Santa Fe durante tres períodos.
[19]Greca, A. Jorge Raúl Rodríguez. En Universidad, N° 6, 1º parte, cit., p. 115.
[20]Sagarna, A. La Universidad del Litoral (desde mi ángulo). Ídem, pp. 97-106.
Sagarna nació en Entre Ríos en 1874. De profesión abogado, desarrolló una trayectoria en la docencia y en la política de su provincia. Fue profesor en el Colegio de Concepción del Uruguay y en la Escuela Normal de Paraná, donde organizó cursos de extensión para obreros y empleados. Fue ministro de Gobierno de Laurencena y decano en la Facultad de Ciencias Económicas y Educacionales de la UNL.
[21]Del Mazo, G. Institución del estudiante. En Universidad, N° 6, primera parte, cit., pp. 119-125.
Del Mazo estuvo entre los fundadores de la Federación Universitaria Argentina y la presidió entre 1919 y 1922. De militancia radical, fue el primero en sistematizar la historia partidaria. Fue profesor universitario y vicepresidente de la Universidad Nacional de La Plata. En 1927 publicó en seis tomos La reforma universitaria.
[22]Grüning Rosas, A. (1940). Creación de la Universidad Nacional del Litoral (crónica retrospectiva). Santa Fe: UNL.
Grüning Rosas nació en Rosario en 1890, fue militante radical y se graduó como procurador en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL.
[23]Vrillaud nació en Las Toscas, provincia de Santa Fe, en 1897. Como estudiante del Colegio Nacional de Santa Fe integró la comisión para la nacionalización de la universidad provincial. En 1918 ingresó a estudiar abogacía a la Universidad de Santa Fe y fue elegido presidente de la Federación Universitaria. Integró la delegación que asistió al Primer Congreso de Estudiantes realizado en México en 1921. Al año siguiente fue elegido presidente de la FUA. Siendo estudiante murió en un accidente automovilístico.
[24]Rizzotto, M. Expresión de anhelos estudiantiles en la fiesta de la Universidad. En Universidad, N° 6, 2º parte, cit., pp. 173-186.
Rizzotto era estudiante de la Facultad de Ciencias Matemáticas de Rosario, dirigente de la Federación Universitaria del Litoral y delegado suplente al Consejo Superior.
[25]Bielsa, R. La Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas en su vigésimo aniversario; Babini, J. La Facultad de Química de Santa Fe; Pérez, F. La Facultad de Ciencias Médicas de Rosario; Pla, C. La Facultad de Ciencias Matemáticas. En Universidad, N° 6, primera parte, cit.
Bielsa ostentaba una sólida carrera académica como decano, consejero superior y especialista en derecho administrativo; además escribía sobre cuestiones universitarias. Babini era consejero superior y director de Extensión Universitaria. En la Facultad de Química, donde fue consejero directivo y más adelante decano, era profesor titular de Matemática. Pérez fue consejero directivo y decano, entre 1937 y 1940, en la Facultad de Ciencias Médicas, que se organizó sobre la base del Hospital Centenario de Rosario. Cortés Pla fue dirigente estudiantil, profesor titular en la Facultad de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales de Rosario, decano electo entre 1934 y 1946, vicerrector de la UNL y rector electo en 1962, cargo en el que se desempeñó hasta la intervención producida por el golpe de Estado de 1966.
[26]Genta –intelectual enrolado en el nacionalismo católico y considerado por Alain Rouquié uno de los ideólogos del GOU (Grupo de Oficiales Unidos)- era docente del Instituto del Profesorado de Paraná, dictaba cursos para los oficiales del ejército y conferencias en el círculo militar. Su desempeño como interventor en la UNL formó parte del ensayo nacionalista que en Santa Fe buscó desestructurar la red que sostenía la tradición liberal democrática, representada por el Partido Demócrata Progresista, algunos sectores del radicalismo, la UNL, el Colegio Nacional y los diarios La Capital y El Litoral (Macor, 1997). El decreto 3953 del 28/07/1943, que disponía la intervención, sostenía que en la UNL existían “factores y elementos adversos a los sanos intereses de la nacionalidad”, una “infiltración de elementos extraños al ambiente estudiantil … la masa estudiantil amenazada por una demagogia extremista que perturba y desmoraliza”. Según el decreto, la situación era tolerada por los cuerpos directivos. En el discurso pronunciado en el acto de homenaje a San Martín y Rosas, el 17 de agosto de 1943, Genta sostuvo que el estatuto de la UNL mostraba absoluta indiferencia a todo sentido nacional y señaló: “Es evidente la expresión genérica, puramente abstracta y formal de cada uno de los puntos. Esta indeterminación y ambigüedad elude toda referencia a la Patria de esta Universidad y a la Cultura que en ella se comunica.” Por eso, desde su punto de vista, la UNL se había convertido en “un foco de prédica extremista”, con una juventud “desquiciada por el comunismo”.
[27]Gollan, J. La Universidad del Litoral y la reforma universitaria. En Universidad, N° 16, publicación de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1945, pp. 21–35.
[28] En 1949, el trigésimo aniversario de creación de la UNL no fue objeto de mención por parte de las autoridades universitarias. Años más tarde, en oportunidad de una disertación en el museo Mitre de la ciudad de Buenos Aires, el rector Raúl Rapela, ponía de relieve la cobertura regional de la UNL y, al mismo tiempo, adscribía a la interpretación según la cual la UNL debía entenderse como continuidad de la Universidad de Santa Fe. Rapela, R. La influencia regional de la universidad en el litoral argentino. En Universidad, N°29, publicación de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1954, pp. 7-31.
Rapela inició su actuación pública durante la intervención de 1943 en la provincia de Santa Fe; ocupó distintos cargos en el gobierno provincial hasta quedar al frente del Ministerio de Justicia y Educación, cargo que desempeñaba cuando fue designado en el rectorado de la UNL por el Poder Ejecutivo Nacional. El Litoral, Santa Fe, 20/02/1952, p. 2.
[29]Gollan, J. El gran cambio. En Universidad, N°36, publicación de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1957, pp. 17-31.
[30]Gollan, J. Funciones y deberes de la Universidad. En Universidad, N°39, publicación de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1959, pp. 5-14.
[31]Menchaca, M. La Universidad Nacional del Litoral. Antecedentes de su creación. En Universidad, N°48, publicación de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1961, pp. 145-157.
Menchaca fue el primer gobernador radical de la provincia de Santa Fe, entre 1912 y 1916, y promotor de distintas iniciativas tendientes a la secularización de la sociedad santafesina. Cabe tener en cuenta que el texto, publicado poco después de uno de los debates más intensos por los que atravesó la universidad argentina entre 1956 y 1958 –conocido como “laica o libre”-, ponía de relieve la determinación de los agrupamientos que en la ciudad de Santa Fe habían impulsado la laicización de la enseñanza en las primeras décadas del siglo XX.
[32]El Litoral, Santa Fe, 31/07/1966, p. 4.
[33]“Nuestro cincuentenario” en Universidad N° 79, publicación de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, septiembre-diciembre 1960, pp. 9-10.
[34] El Litoral, Santa Fe, 18/10/1969, p. 4.
[35] El Litoral, Santa Fe, 13/10/1969, pp. 15-17. Todas las citas corresponden a esta edición.
[36] Expediente N° 176.888. UNL, Santa Fe, 4/09/1969.
José C. Busaniche (1910-1978) nació en una familia de la élite política santafesina. Se graduó como abogado en la UNL. Desarrolló distintas funciones en el estado provincial; enseñó historia argentina en los niveles secundario y universitario. En la UNL fue profesor en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales y en la Facultad de Filosofía y Letras. Fue miembro correspondiente por Santa Fe en la Academia Nacional de la Historia y colaborador del diario El Litoral (Gori, 1998). Entre sus libros se cuentan los cuatro volúmenes de Hombres y hechos de Santa Fe y las biografías de Mariano Vera, Domingo Cullen y Domingo Silva.
[37]El trabajo recién fue publicado en 1977, durante el rectorado de Jorge Douglas Maldonado, interventor designado por la última dictadura militar.
Busaniche, J.C. Antecedentes y creación de la Universidad Nacional del Litoral. En Universidad, N° 87, publicación de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1977, pp. 11-200.