Representaciones de la huelga y la represión de estibadores portuarios de Rosario (mayo de 1928)

Representaciones de la huelga y la represión de estibadores portuarios de Rosario (mayo de 1928)

Representations of the strike and repression of port dockers in Rosario (May 1928)

Marianela Scocco

Investigaciones Socio Históricas Regionales,

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas,

 Universidad Nacional de Rosario (Argentina)

mariascocco@gmail.com

https://orcid.org/0000-0002-1309-1613

Resumen

A comienzos de mayo de 1928, los estibadores portuarios de la ciudad de Rosario se declararon en huelga demandando un aumento salarial. El conflicto fue muy importante porque, en un ambiente de relativa “paz social” a nivel nacional, desencadenó una ola de huelgas que se extendieron a lo largo de todo el año, no sólo en Rosario, sino también en muchos lugares de la provincia de Santa Fe. Este trabajo se centra en el análisis de esta huelga desde la prensa escrita, tomando como ejes dos tipos de periódicos: La Capital y La Nación, por un lado, y América y Reflejos, por otro. Si bien todos ellos trataron el tema intensamente, lo hicieron desde enfoques diferentes, por lo que se contrastaron las visiones de uno y otro tipo de periódicos, encuadrando a La Capital y La Nación como “prensa seria” y a América y Reflejos como “prensa nueva” o “prensa moderna”. También se aborda, aunque subsidiariamente, algunos aspectos sobre el grado de violencia y la represión que se alcanzó en dicha huelga.

Palabras clave: huelga; prensa escrita; violencia; represión.

Abstract

At the beginning of May 1928, port dockers in the city of Rosario went on strike demanding a salary increase. The conflict was very important because, in an environment of relative “social peace” at the national level, it unleashed a wave of strikes that spread throughout the year, not only in Rosario, but also in many places in the province of Santa Fe. This work focuses on the analysis of this strike from the written press, taking two types of newspapers as axes: La Capital and La Nación, on the one hand, and América and Reflejos, on the other. Although all of them dealt with the topic intensely, they did so from different approaches, which is why the visions of both types of newspapers were contrasted, framing La Capital and La Nación as “serious press” and América and Reflejos as “new press” or “modern press”. It also addresses, although subsidiarily, some aspects of the degree of violence and repression that was reached in said strike.

Keywords: strike; written press; violence; repression.

Introducción

A comienzos de mayo de 1928, los estibadores portuarios de la ciudad de Rosario se declararon en huelga demandando un aumento salarial. El conflicto fue muy importante porque, en un ambiente de relativa “paz social” a nivel nacional (Falcón y Monserrat, 2000), desencadenó una ola de huelgas que se extendieron a lo largo de todo el año, no sólo en Rosario, sino también en muchos lugares de la provincia de Santa Fe. Esta gran movilización obrera continuó hasta diciembre, momento en el cual se produjo la primera intervención federal en esta jurisdicción a cargo del gobierno nacional, ya que Santa Fe era la única provincia que no había sufrido este tipo de arrebato durante las presidencias radicales desde 1916 (Ansaldi, 2000).

Este trabajo se centra en el análisis de esta huelga desde la prensa escrita, tomando como ejes dos tipos de periódicos: La Capital, el diario de mayor tirada de la ciudad, y La Nación, por un lado, y América y Reflejos, por otro. De estos, el único de tirada nacional editado en Buenos Aires es La Nación, el resto son diarios rosarinos. América era un diario matutino que se publicó en los años veinte en Rosario. Fue fundado bajo la égida del nuevo partido conservador representado por Lisandro de la Torre, el Partido Demócrata Progresista (PDP), por lo que solía mantener un carácter crítico hacia los gobiernos radicales, tanto provinciales como nacionales. Reflejos, por su parte, era un vespertino creado en Rosario en 1920 por su director y propietario, José M. Caffaro Rossi. Desde un primer momento mostró una cara moderna, con ediciones en cuya primera plana se publicaban varias fotografías relacionadas con una única noticia, aspecto éste no característico en diarios más tradicionales como La Capital y La Nación. Si bien todos ellos trataron el tema intensamente, lo hicieron desde enfoques diferentes, por lo que se contrastaron las visiones de uno y otro tipo de periódicos, encuadrando a La Capital y La Nación como “prensa seria” y a América y Reflejos como “prensa nueva” o “prensa moderna”.[1] 

Este artículo es un resumen de una investigación más extensa que realicé hace algunos años como trabajo de finalización del profesorado de Historia de la Universidad Nacional de Rosario.[2] Cabe mencionar que, a los estudios tradicionales consultados de Korzeniewicz (1993) y Karush (2006), se agregaron en los últimos años nuevas investigaciones que abordaron la huelga desde distintas perspectivas: la de los trabajadores (Videla y Menotti, 2013) y las entidades empresariales (Alarcón, 2019), así como también se analizó la participaron de niños y jóvenes en las huelgas generales (Menotti, 2012). Además, debido al tratamiento exhaustivo que se realizó de la huelga desde la prensa escrita, algunas líneas de investigación, entre las cuales se sitúa este artículo, la analizaron a través de las distintas variantes entre las que se dividía dicha prensa (Mauro, Cesaretti y Uliana, 2005a y 2005b: Menotti, 2011) incluso a partir del tratamiento fotográfico que hizo el diario La Capital de ella (Alarcón, 2023). Por otro lado, producto de mis intereses recientes, el papel de la represión policial ha tomado un carácter central en mis investigaciones, al mismo tiempo que se produjo la apertura y acceso a investigadores de los prontuarios producidos por la División de Investigaciones de la Policía de Rosario, alojados en el Archivo General de la Provincia (AGPSF), Sede Rosario, por lo que pude acceder a los prontuarios de algunos de los y las huelguistas.[3] 

Los objetivos del trabajo original fueron detectar las estrategias desplegadas por los diarios mencionados para abordar el tratamiento de los conflictos obreros, desde esta huelga particular, y analizar las representaciones que se desarrollaron en la sociedad en relación a estos conflictos y  las interpretaciones que la prensa hacía de ellos. Además, lo realicé desde la perspectiva del acontecimiento, soslayando un enfoque retrospectivo del pasado que intenta explicarlo desde sus resultados, para tratar de comprender a este conflicto específico desde la visión que imprimió en ese momento en la sociedad, cuando todavía no se sabían los efectos desencadenantes que tuvo.

Michel Foucault planteaba que por acontecimientación debe entenderse ruptura de las evidencias allí donde se apoya nuestro saber, nuestras aceptaciones, nuestras prácticas. Es decir, allí donde es necesario hacer surgir una singularidad que se presenta donde aparece, representando algo distinto en un contexto más o menos homogéneo, aunque es importante verlo no sólo desde las discontinuidades que presenta sino también desde las persistencias y relaciones con los hechos existentes. La acontecimientación consiste, en palabras de Foucault (1983: 220); “…en reencontrar las conexiones, los encuentros, los apoyos, los bloqueos, los juegos de fuerza, las estrategias, etcétera, que en un momento dado han formado lo que luego va a funcionar como evidencia, universalidad, necesidad”. Se debe mostrar que determinadas circunstancias no eran tan evidentes. Esto es, aplicando a nuestro caso, que no era tan evidente que se produjera una huelga de tales magnitudes en ese momento determinado, y esto a modo de hipótesis, que tampoco era tan evidente que esta huelga desencadenaría la ola de conflictos obreros que se desataron a lo largo del sur provincial en lo que restó del año 1928. Por lo tanto, dicha huelga en cuanto acontecimiento reinventó las estrategias y las prácticas que funcionaron como generalidad en las otras huelgas, de tal modo que se repitieron en ellas varias de las tácticas y experiencias desarrolladas en aquella; declaración del paro, radicalización con el correr de los días, extensión a gremios colegas de otros lugares, solidaridad obrera de otras ramas, huelgas generales, etc.

Se trató, entonces, de una ruptura en un doble sentido: por un lado, porque implicó un punto de quiebre con la situación previa; y por otro, porque constituyó los puntos de fractura de la secuencia que proponen las posiciones totalizadas.

También buscamos aproximarnos a la acontecimientación en tanto metodología y teoría desde la perspectiva de Alain Badiou (1999), para quien el acontecimiento es una anormalidad que expresa una situación, una reconstrucción retroactiva de huellas y hechos. Asimismo, Badiou distingue entre hecho y acontecimiento, refiriéndose el primero a situaciones naturales de carácter global y el segundo a situaciones históricas cuyo criterio es local.

Esta huelga asumió características significativas, que se fueron profundizando con el correr de los días. Una de ellas es el grado de violencia que alcanzó tanto en la radicalización de los huelguistas y en la represión desatada por las fuerzas de seguridad, como en la aparición de los denominados “obreros libres”, “rompe-huelgas” o “krumiros”, por su no pertenencia a alguna entidad obrera, quienes confrontaron constantemente con aquéllos, produciendo verdaderos altercados. Además, este conflicto es recordado porque durante su transcurso fue asesinada una mujer anarquista de 18 años, Luisa Lallana, que repartía panfletos en apoyo a la huelga.[4] 

Lo interesante es observar cómo esta huelga, en un primer momento aislada y poco tratada por la prensa escrita, fue tomando relevancia con el correr de los días, ganando mayor protagonismo en los diarios de la ciudad, así como también a nivel nacional, en el periódico aquí analizado. Este incremento en la visibilidad del acontecimiento a la hora de tratar el tema por los diarios se explica, en parte, por la trascendencia que toma la muerte de Luisa Lallana, a partir de la cual se agravó considerablemente el conflicto y además empezó a ser más difundido.

Las características de la prensa escrita y el tratamiento de los conflictos obreros

En Argentina, desde mediados de los años veinte del siglo pasado un nuevo periodismo comenzó a consolidarse; se trataba de una “prensa moderna”, dirigida y escrita por periodistas que habían logrado diferenciarse de los diarios del siglo XIX. Surgieron periódicos masivos y comerciales que buscaban el interés de las masas anónimas de lectores y que iniciaron un proceso de modernización tanto en los modos de presentar la información como en el uso de novedosos géneros periodísticos. Por tanto, justificaban su existencia a través de un determinado tipo de representación de lo popular, diferenciándose así de los periódicos finiseculares, que mantenían una estrecha dependencia con el sistema político, ya que sus formas de financiación dependían de las vicisitudes de las facciones políticas que los publicaron, para lo cual se buscaron nuevas formas más autónomas, como los avisos comerciales.

Los motivos del surgimiento de esta nueva prensa, como señala Sylvia Saítta (2000: 440), son varios: “…se produce el desarrollo de una estructura material y tecnológica que permite la impresión y la circulación masiva de los diarios, en el marco de una ciudad moderna en la cual los diarios interpelan a un número creciente de lectores y contribuyen al proceso de expansión de la esfera pública al pensarse como portavoces y formadores de opinión pública”. Esto está íntimamente relacionado con la consolidación de un público masivo, a partir de las campañas de alfabetización que se desarrollaron a principios del siglo XX.

Diego Mauro, Fernando Cesaretti y Hernán Uliana plantean una diferenciación entre la “prensa seria” y lo que ellos denominan “nueva prensa”. Así, emprenden su problemática intentando reconstruir esta prensa nueva en los años veinte en Rosario, postulando como objeto de su investigación a los diarios La Reacción y Reflejos.

La “nueva prensa” apuntaba a un lector en clave ciudadana, habitante de una ciudad moderna y, por lo tanto, anónimo. La información artística, deportiva y de otras actividades recreativas, sumadas a las características de la publicidad, configuraron a este nuevo lector en clave ciudadano-consumidor. Todos estos aspectos indicaban, según los autores, “la existencia de un lector miembro trabajador de los sectores populares en ascenso, nuevo consumidor de la creciente mercantilización del ocio y preocupado sólo de manera oblicua por la política” (Mauro, Cesaretti y Uliana, 2005a: 107), que estaba siendo integrado al mundo burgués a través de esta prensa. Desde su punto de vista, esta prensa entonces era una empresa económico-cultural, y es este aspecto empresarial el que le permitía la construcción de una esfera pública. Así, se convirtió en un elemento central de los procesos de integración que posibilitaron la emergencia de un público más amplio de lectores. Estaba orientada a la redefinición de un público común, recortando y reemplazando los intereses generales a temas recreativos y cotidianos, lo que le otorgaba una especificidad local-regional. No competía con la prensa de Buenos Aires a nivel de política nacional, ni con la “prensa seria” de Rosario a nivel de política local, abordando diferentes cuestiones. Es en este sentido, principalmente, que enmarco al periódico América también bajo esta categoría de “prensa nueva” ya que, si bien tenía una definición partidaria, asimismo se presentaba como una opción a aquella “prensa seria”, adoptando estrategias narrativas visiblemente diferentes. De esta forma, el mercado de lectores de dicha “nueva prensa” obtuvo de ella el registro de su propia vida cotidiana al informarse sobre las cosas que más le interesaban. “Los lectores de estos diarios los eligen porque sus contenidos específicos alimentan los canales que nutren sus propias identidades” (Mauro, Cesaretti y Uliana, 2005a: 115). Esta “nueva prensa” era, entonces, el lugar de afirmación de identidades de los sectores populares que a través de ella se redescubrieron como actores legítimos en un circuito de mutuo reconocimiento y definición. Por eso, tenía como eje su impronta localista y la cuestión identitaria, con un entrecruzamiento entre identidad y región.

Además, la “nueva prensa” no demostraba interés consciente en convertirse en una empresa disciplinadora, de control o de contención. Sus lectores se identificaban con el mundo del que participaban allí donde otros les exigían “aprendizajes”. De la misma forma, esta prensa evidenciaba discursivamente la sustitución de los modelos de ciudadano burgués y trabajador-obrero por el de ciudadano-consumidor a través del cual pensó su inserción en el espacio público de los sectores populares. “El problema de la opinión pública aparece para estos diarios sujeto al carácter de empresa-cultural a partir del cual se organizan” (Mauro, Cesaretti y Uliana, 2005a: 120). Su objetivo no es la constitución de una esfera pública, sino la obtención de ganancias. No debe pensársela tampoco asociada al paradigma de ciudadano liberal, ni como ideal de prensa obrera de un actor revolucionario con conciencia de clase. Se trata precisamente de evitar los problemas de estas categorizaciones.

Por otra parte, el diario La Capital, así como La Nación a nivel nacional, son enmarcados en la definición de “prensa seria”. Su lector era sustancialmente diferente de aquel lector de la “nueva prensa”. Estos diarios se perfilaron como “prensa seria” por sus posiciones como actores conscientes de disciplinamiento social y de sostén del sistema de valores burgueses. Sus discursos eran modernizante en el sentido de prensa sensata, honrada e independiente, y así reproducían el discurso de la elite.

Esta “prensa seria” se consideraba a sí misma, y era considerada por sus pares, como un referente en la orientación de una opinión pública por encima de los conflictos intraélite. Apelaba a un discurso que definía como neutral, respetando supuestamente cierta distancia con los hechos, lo que le permitía presentarse como objetiva.

Por otro lado, en otro de sus artículos (Mauro, Cesaretti y Uliana, 2005b), los autores se ocupan directamente del abordaje que realizó La Capital sobre la huelga de estibadores de mayo de 1928, objeto de este trabajo, interesados en investigar las estrategias de visibilidad que llevó a cabo el diario y las representaciones que trató de trasmitir en el sentido de modelos de comportamiento. Así, parten de la noción de visibilidad puesto que entienden que la realidad no puede ser ni totalmente inventada ni reproducida fielmente, ya que el objeto de investigación nunca es aislado sino que se integra en un horizonte que le da sentido. De esta forma, las acciones se hacen visibles sobre un trasfondo más amplio que incluye valores y normas. Pero también asumen a la visibilidad como la cantidad de espacio dedicado en las páginas del diario a un conflicto, en este caso a la huelga de portuarios. En consecuencia, La Capital tenía la intención de hacer evidente esta huelga como una anormalidad, sobre un horizonte de orden, paz y libertad, que representaba una normalidad y su estrategia editorial exhibía un innegable cambio cuantitativo con respecto a la ampliación del espacio dedicado a su abordaje, dándole una posición de mayor centralidad.  

La Capital desplegó una serie de estrategias para abordar la huelga portuaria. A pesar de que esta “prensa seria” quería mantener una postura neutral, se evidencia la publicación sistemática de cartas enviadas por distintos órganos patronales a los gobiernos nacionales y provinciales pidiendo por su intervención en el conflicto. Esto sumado a una constante alusión a las violencias desatadas por los huelguistas frente a los denominados “obreros libres”. Sin embargo, Mauro, Cesaretti y Uliana señalan que en el conflicto La Capital mantuvo una pretendida neutralidad adoptando en las escasas editoriales una postura de superioridad moral basada en el funcionamiento ideal de las instituciones y las mediaciones entre obreros y patrones. Empero, si bien es cierto que el diario presentó escasas editoriales sobre el tema, éstas son contundentes y, excusadas con el discurso dominante del orden, llamaron a la represión de los huelguistas fervientemente, aunque no sólo en las editoriales sino también en todas las notas en general. La posición que toma La Capital en el conflicto fue clara, a mi entender, sobre todo cuando se la compara con el tratamiento que hizo del tema América, bastante más ilustrativo del verdadero problema que significó esta huelga y de las demandas de los trabajadores, siendo aún más clara una posición que podríamos llamar “obrerista” adoptada por Reflejos.

Pero volviendo al artículo de Mauro, Cesaretti y Uliana, ellos indican que entre el 10 y el 25 de mayo una parte cada vez más importante de la sección local estaba dedicada a los incidentes en los cuales fueron heridos “obreros libres” por parte de los huelguistas, en detrimento de un mejor tratamiento acerca de la postura tomada por los patrones y el papel jugado por las fuerzas policiales y los gobiernos nacionales y provinciales. Lo que les interesa a los autores es “…la intención de dar visibilidad e individualizar a los “descarrilados”, “exaltados”, “criminales”, que muestra La Capital en su tratamiento del conflicto” (Mauro, Cesaretti y Uliana, 2005b: 132), y remarcan que no es sólo en estos “desviados” en quienes se puntualizaba, sino también en los obreros atacados, la mayoría miembros de la Asociación Patronal. Esto, explican, puede responder a que los estibadores del puerto en huelga eran más difíciles de individualizar, los grupos eran más numerosos y sus posibilidades de escape mayores. Sin embargo, a mi modo de ver, esto respondía a una estrategia que tenía que ver con provocar un sentimiento de compasión hacia las “víctimas”, en este caso los “obreros libres”, al publicar sus nombres, edades y lugares de residencia. Esta estrategia los diferenció claramente de los trabajadores huelguistas, que no fueron presentados como las verdades “víctimas” de un sistema que los oprimía, sino que pasaron a ser los “victimarios” en relación a las agresiones sufridas por los rompe-huelgas. Por otra parte, según el diario, entre los obreros huelguistas había “ladrones profesionales que nunca trabajaron honestamente”, a través de lo cual inserta el elemento delictivo y ocioso a estos obreros. Aquí es donde aparece el rol de la “prensa seria” en cuanto al disciplinamiento social, que incluye no sólo la represión sino también la acción integradora del Estado, su papel mediador en relación a la formación de una obrero dócil, reformista y alejado de las acciones violentas. Esta prensa construyó así una caracterización del conflicto, le dio un marco rodeado de valores pretendidamente neutrales y permitió la eclosión de un sentido común sobre el acontecimiento. El obrero huelguista se transformaba en desviado de la ciudadanía o directamente en un criminal.

De este modo, la huelga no era presentada directamente como un método ilegitimo de protesta para el mejoramiento de la situación económica obrera, sino que, lo que la convertía en censurable, era su asociación con una serie de conductas violentas que violaban otros derechos que debían ser garantizados por la sociedad liberal. Y es en este sentido que La Capital apelaba a la represión, ya que la huelga impedía la libertad de los patrones de elegir a sus empleados y de los ciudadanos de circular por las calle, cercenaba la libertad de trabajo a los rompe-huelgas, es decir, obstaculizaba el desarrollo normal de las actividades de la ciudad.

 Mayo convulsionado. La huelga día a día

A comienzos de mayo de 1928, los estibadores del Puerto de Rosario, es decir, aquellos obreros que se ocupaban en la carga y descarga de los buques y distribuían convenientemente los pesos en ellos en este caso los obreros que cargaban portland y madera a granel–, comenzaron una interrupción colectiva de la actividad laboral con el fin de solicitar un aumento de sus salarios en un peso.

Desde ese momento, empezaron a llegar desde Capital Federal y otros lugares centenares de los denominados “rompe-huelgas” o “krumiros”; “obreros libres” para la mayoría de la prensa, por su no pertenencia a alguna entidad obrera. Dichos rompe-huelga estaban adheridos a la Sociedad Patronal o bien respondían a la Asociación del Trabajo. Su llegada generó varios conflictos a lo largo del desarrollo de la huelga, de los cuales algunos terminaron trágicamente, teniendo que lamentar algunas muertes y varios heridos.

Para ese entonces, en el Puerto de Rosario trabajaban alrededor de 5.000 obreros entre los dos turnos, el matutino y el vespertino. Consecuentemente, la suma de estos “obreros libres” que arribaban para cubrirlos era muy inferior a la realmente necesaria.[5] 

Los efectos del movimiento huelguista se acentuaron aún más a mediados del conflicto, a raíz de la resolución de los ferroviarios, quienes se negaron a entrar o a sacar vagones de la zona portuaria mientras durase la situación de huelga. También se sumaron otros gremios, que en determinadas circunstancias adoptaron medidas similares en solidaridad con los obreros huelguistas.

La primera noticia sobre la huelga que dio a conocer la denominada “prensa seria”, tanto La Capital como La Nación, apareció el 4 de mayo, donde informaron sobre la medida tomada por los estibadores. En La Capital el hecho comenzó a publicarse en un pequeño recuadro en la esquina de una página perdida, para luego tomar mayor visibilidad en lo que respecta a la ampliación del espacio dedicado a su abordaje. Así, La Capital se ocupó día tras día de esta huelga que en un principio parece insignificante, pero que tomó relevancia a partir del asesinato de la joven anarquista Luisa Lallana, el 8 de mayo de 1928.

De igual forma, desde la “nueva prensa”, América comenzó el tratamiento del conflicto a partir del 4 de mayo y con la misma reiteración con que lo hizo La Capital, pero otorgándole una mayor importancia que se reveló en el compromiso con el tema y en el gran lugar que le concedió. El 8 de mayo, este diario publicó una extensa nota donde mencionaba incipientes actos de solidaridad no sólo por parte de los compañeros de los huelguistas impidiendo el acceso al puerto de los “obreros libres”, sino también de los colegas de los puertos de las localidades de San Lorenzo y Villa Constitución, donde el trabajo había quedado paralizado. Además, en esta crónica se advertía el grado de conflictividad que tomó luego la huelga, aludiendo a algunos “ataques” o “enfrentamientos” que se produjeron entre los huelguistas y los rompe-huelgas. Pero lo más significativo es que América hizo un claro resguardo de la situación de la huelga al señalar que: “las exigencias de los trabajadores son conquistas elementales sobre aumento de jornales, que es lo menos que las organizaciones obreras acostumbran a pedir en defensa de los intereses de sus asociados”.[6]

En la madrugada del 8 de mayo, en frente del Puerto se encontraba un grupo de mujeres que en solidaridad con sus padres, maridos e hijos portuarios y huelguistas, repartían un manifiesto de tendencia anarquista en apoyo a la huelga. En esos momentos, se produjo un hecho confuso entre estas mujeres y unos hombres armados, aparentemente miembros de la Liga Patriótica,[7] del cual resultó herida de muerte la joven Luisa Lallana, de 18 años de edad, a manos de uno de estos hombres llamado Juan Romero.

A raíz de este hecho trascendental, el conflicto tomó nuevas características, desatándose una ola de indignación generalizada en todos los obreros de la ciudad, que se evidenció en nuevas huelgas que, a su vez, desataron nuevos hechos de violencia. Desde este momento, la ciudad vivió uno de los acontecimientos más convulsionados de su historia representado por la clase trabajadora. Los diarios locales no estuvieron exentos de estas características que asumió la huelga, así como tampoco lo hicieron en cuanto a sus posiciones frente a ella. Desde la muerte de Luisa Lallana, la “prensa seria” y la “nueva prensa” abordaron el tema de manera muy diferente.

América, en un intento por no tomar posición, presentaba las dos versiones que circulaban acerca del hecho. Por un lado, reproducía la versión policial, la cual manifestaba que Romero, al descender del tranvía dirigiéndose al Puerto,

“…fue interceptado el paso por un grupo de obreros que sostienen el paro de los trabajos del puerto, con el fin de impedirle que entraran en este recinto. Romero con el fin de intimidarlos y que lo dejaron tranquilos se exasperó y sacando su revólver quiso disparar al aire, con tal mala suerte que la bala fue a arrojarse en la frente de Luisa Lallana”.[8] 

Pero, por otro lado, el diario mencionaba una segunda versión que afirmaba que al circular Romero por la zona “fue detenido por un grupo de obreras que repartían los manifiestos lanzados por los huelguistas. Una de ellas, la víctima, dirigiéndose a Romero le pasó un manifiesto, el cual este había arrojado despectivamente”.[9] Tras este hecho, el hombre disparó sobre el grupo de mujeres hiriendo, como ya sabemos, a Lallana, inducido por Tiberio Podestá, jefe de la Patronal, quien expresa: “Matala, que yo respondo!”.

Esta última versión es la que presentaba, sin dejar lugar a dudas, el vespertino Reflejos, acusándolos, además, a Juan Romero y a Tiberio Podestá de ser integrantes de la Liga Patriótica. La crónica aclaraba que esa era la versión que habían recogido basándose en testigos y comentarios. Así lo expresaban: “Y decimos que esta versión la hemos recogido en el lugar del hecho, por cuanto el parte diario de policía está concebido en los términos siguientes”,[10] citando a continuación la versión ya referida más arriba, desacreditándola totalmente. Dicho periódico hace un tratamiento intensivo del suceso de forma muy descriptiva, caracterizando apasionadamente a los protagonistas, tanto a los agresores como a la víctima: “HECHO EL DISPARO se escuchó un ¡ay! profundo lanzado por la boca de una de las mujeres que se encontraba en el grupo. Era Luisa Lallana”,[11] acompañado esto de ciertos apuntes cargados de indignación y desprecio.

Por último, Reflejos presentaba un discurso visiblemente clasista, oponiéndose abiertamente al sistema capitalista. Uno de sus apartados en la publicación del 8 de mayo, denominado “De Rodillas!”,[12] expresaba: “La barbarie capitalista, por intermedio de uno de sus secuaces, ha apagado brutalmente el aliento de una vida”, y continuaba con alusiones similares, escogiendo apropiadamente los conceptos y exaltando los vicios de este sistema:

“Detrás de Romero, detrás de la mano criminal, detrás de los instintos criminales que han segado en plena juventud la vida de Luisa Lallana, están esos poderosos ‘intereses creados’, el ansia de oro de la sociedad capitalista –está Mammon– que destroza, devora, masacra, tritura como un monstruo mitológico, sin reparar en preceptos morales y en sentimientos de justicia. Detrás del criminal están los CRIMINALES –y a todos nos toca un poco–, están los que avocados por un deseo inextinguible de riquezas mantiene a toda costa el ‘orden’ actual, que es la miseria de los más, y se hallan los que por inercia o por cobardía se sumergen en el anonadamiento del ‘laissez faire, laissez passer’ y cerrando los ojos a la realidad buscan el refugio de la comodidad egoísta”.[13]

Ambos diarios que enmarco en la “nueva prensa”, América y Reflejos, no sólo mencionaban la identidad política de la víctima y de sus compañeras, anarquistas ellas, sino que además reproducían textualmente el manifiesto que estas mujeres estaban entregando el día del incidente.[14] 

Por otro lado, esto último no se evidenció desde la “prensa seria”. La Nación presentaba al agresor de Lallana, como un simple obrero que se dirigía al puerto a trabajar, cuando “varios huelguistas le interceptaron el paso, pretendiendo que se adhiriera al paro”,[15] siguiendo al parte policial. Mientras tanto –continuaba el relato–, se acercaron al sitio un grupo de mujeres “que haciendo causa común con los últimos se burlaban de Romero”.[16] Éste, para “abrirse paso” e “intimidar” extrajo un revólver y quiso hacer un disparo al aire, según sus declaraciones posteriores –las cuales La Nación no ponía en duda– pero el proyectil “involuntariamente” fue a herir a la joven.

Por su parte, La Capital comentaba el hecho en su sección Noticias de Policía, es decir, en una sección diferente a la que, en general, trataba la huelga portuaria, como si la muerte de Luisa Lallana fuera un hecho aislado sin relación con los sucesos que acontecieron en Rosario con respeto a la huelga de los obreros portuarios. Además, tomaba una clara posición al desmentir la participación de Tiberio Podestá en el grave hecho. Pero no hacía ninguna alusión al paro general que se producía en la ciudad a raíz del asesinato de la joven.

Por otra parte, la Comisaría obrante del hecho fue la 6ta., la cual confeccionó un prontuario de Luisa Lallana para esta oportunidad, lo que demuestra que la joven no tenía antecedentes.[17] Por lo demás, el legajo no contiene fotos,[18] ni información adicional del asesinato, ni de los culpables.[19] 

Así es como el miércoles 9 de mayo Rosario amaneció conmovida por el crimen de Lallana. Espontáneamente, los trabajadores de todas las ramas económicas se sintieron llamados a manifestarse en contra, no sólo del agravio a la vida de una compañera, sino al desprecio general por la supervivencia misma de la clase obrera como tal, evidenciada en hechos como éste. Sin que se hubiera adoptado decisión alguna por parte de los sindicatos o federaciones obreras y sin que los estibadores en huelga hubieran solicitado una actitud solidaria a los demás gremios, a las doce horas del mediodía la ciudad ofrecía un aspecto de completa calma y de total paralización de las actividades. Los vendedores de diarios y los obreros de la maestranza se negaron a trabajar. El servicio de ómnibus también fue suspendido, según La Nación, porque los empresarios resolvieron pararlos tras ser víctimas de algunas agresiones y pedradas.[20] Con los tranvías ocurrió algo parecido, la empresa acordó sacar de circulación algunos de los vehículos por falta de seguridad, de este modo una buena parte del servicio de transporte fue interrumpido. Las escuelas fueron cerradas antes del mediodía, según el matutino, por sufrir distintas agresiones. Los conductores de automóviles de alquiler también se plegaron al paro y la inmensa mayoría del comercio abrió solo a medias.

El diario porteño describía ampliamente esta jornada de huelga general donde una serie de gremios adhirieron, espontáneamente en algunos casos o bajo presiones en otros, “creada en perjuicio de las actividades generales de Rosario y de su propia tranquilidad”.[21] Aunque el periódico insistía en que “grupos de huelguistas diseminados por diversos puntos del municipio acudieron a algunas fábricas para obligar a los obreros de las mismas a plegarse a un paro”,[22] sin embargo, no negaba el carácter espontáneo que tenía esta movilización popular, reconociendo que “los huelguistas estibadores no pidieron ninguna declaración a ese respecto, como tampoco cooperación para la causa que sostienen. Naturalmente, no han dejado de ver con simpatía la actitud espontánea de algunos gremios obreros”.[23]   

La Nación también describía el sepelio de Luisa Lallana:

“Encabezaban el mismo varias banderas rojas enlutadas, y al ataúd, que era conducido a pulso, seguían no menos de 1.000 compañeras de trabajo y a éstas una compacta columna de obreros que alcanzaba dos cuadras, y que según los datos de la policía sumaba 6000 personas”.[24] 

Resulta llamativo que una descripción semejante, tanto en referencia a la huelga general como al sepelio de Lallana, no se encuentre en los diarios locales.

América, por su parte, sólo presentaba una nota donde afirmaba que:

“La ciudad se ha visto envuelta en una huelga casi general y sumamente perjudicial … el suceso deja dicho bien claramente que hay una cantidad considerable de gremios en fácil pie de ocasión y que no es, lo creído por muchos, que los movimientos obreros han terminado en nuestro país y en el medio local”.[25] 

De esta forma, por su carácter antiyrigoyenista, aprovechaba dicha situación para criticar al gobierno y a lo que muchos entendían como una “política obrerista”, suponiendo que este conflicto era una “cuestión económica” en la cual convenía “a patrones y obreros que avengan intereses; que las cosas de su terreno sean resueltas en su terreno; para que el gobierno cumpla con su deber allá donde debe actuar”.[26] 

Por otro lado, cabe mencionar que desde el día 8 comenzaron a ser detenidos obreros huelguistas en diferentes oportunidades “por Atentado a la libertad del trabajo”,[27] una figura bastante común en la época. Entre los prontuarios de huelguistas que pude consultar, resalta un hecho ocurrido el mismo 9 de mayo en que un grupo de cuatro varones fueron detenidos por “lesiones y atentado a la autoridad en la Comisaría Primera”.[28] Resulta interesante apartarse por un momento del discurso de la prensa y analizar la versión policial de uno de los tantos incidentes con las fuerzas de seguridad que se produjo durante la huelga, para graficar lo que La Nación describía como “algunas agresiones y pedradas” contra el servicio de transporte.

Según una nota enviada al Comisario de órdenes obrante en el prontuario de uno de los detenidos en aquella oportunidad:

“… se eleva a la consideración del Señor Juez de Instrucción … el sumario instruido en esta Comisaría, por el delito de Atentado a la libertad del Trabajo y Lesiones contra Florentino Palacios, Manuel Saavedra, Antonio Paiva y Virgilio Verdura, hecho ocurrido el día 9 del actual, a las 9 y 30 horas, en la calle Tres de Febrero y Ayacucho, y del que resultó contusionado el oficial Inspector don Valentín Martínez de este personal, quien se acompañaba del agente chapa 117, los que concurrieron con motivo de que en las calles nombradas se asaltaban y destruían tranvías en cuya circunstancias un grupo de huelguistas como trescientos, más o menos, efectuaba disparos de revolver y al notar la presencia de los nombrados comenzaron a tirarles piedras y repetir los disparos, en cuyas emergencias y viendo que los huelguistas avanzaban hacia ellos, el agente chapa 117 hizo tres disparos de revolver la aire para contener a los exaltados, que una de las pedradas había alcanzado al precitado oficial, lesionándolo. En el tumulto y por los disparos los huelguistas resultaron heridos de bala el prevenido Verdura y un menor Martín Musto, lesiones curables en 30 días, quienes respectivamente, y tres el oficial Martínez, según diagnóstico médico. Solo se logró detener a los sujetos ya nombrados a quienes se les secuestró un cuchillo y un pedazo de alfajía, pues los restantes huyeron”.[29] 

De esta forma, el discurso policial iba en sintonía con el discurso de la “prensa seria” (o viceversa), que presentaba a los obreros huelguistas como “descarrilados”, “exaltados”, “desviados de la ciudadanía” o directamente como “criminales”.

Extensión del conflicto y la solidaridad

Dado por finalizado el primer paro general, el conflicto se extendió a otros puertos de la provincia de Santa Fe, que se solidarizaron con los obreros rosarinos. En este sentido, otro día clave fue el 13 de mayo, por los sucesos violentos que se desarrollaron fuera de Rosario, en la localidad cercana de Puerto General San Martín. Allí se produjo otro enfrentamiento –ya común en estos momentos de la huelga– entre los trabajadores federados, adheridos al paro, y los rompe-huelgas, afines a la Asociación del Trabajo, el que dejó como resultado un muerto, Ramón Romero, y varios heridos.

En este hecho podemos observar nuevamente el comportamiento disímil que presentaron los diferentes tipos de prensa aquí analizados. La Nación presentaba el suceso otra vez bajo la única responsabilidad de los obreros huelguistas. Así anunciaba que un grupo de trabajadores “fue atacado por los huelguistas”, y resaltaba la intransigencia de éstos, al decir que “el destacamento de marinería amenazó a los revoltosos, quienes lejos de manifestar temor a las armas de guerra habían recrudecido en sus actos de hostilidad, en cuyas circunstancias Correa Falcón mandó hacer fuego, resultando un muerto y varios heridos”.[30] De esta forma, La Nación le dedicaba a este hecho, no sólo un lugar en la portada, sino que continuaba con una extensa nota en las páginas siguientes. Reproducía el comunicado oficial en relación al suceso, al mismo tiempo que criticaba “la actitud pasiva de la policía” y realizaba un llamamiento a las fuerzas de seguridad para que actúen en función de evitar estos hechos, apelación que se repitió acrecentadamente en las ediciones siguientes del diario a medida que la huelga se fue recrudeciendo.

Por otro lado, La Capital también dio su versión de los hechos al relatar que tras provocar a unos “obreros libres” y verse impelido por un marinero, “Romero retrocedió unos metros y con un revólver que extrajo de entre sus ropas descerrajó los seis tiros que contenía el arma. La agresión fue repetida en la misma forma y Romero recibió un balazo que le penetró la cabeza”.[31] Así, para el matutino los primeros en agredir verbal y físicamente –afirmando que el primero en disparar sería Romero– fueron los obreros huelguistas.

Por su parte, América presentaba otra versión, además de las ya citadas, distinguiéndola como más cercana a lo que pudo haber ocurrido realmente, exponiendo que en el momento en que un grupo de “obreros libres” se enfrentaron con Romero, un soldado de la marinería –que presenciaba la escena– intentó detener a Romero y éste, cuando fue palpado por aquél, intentó arrebatarle el máuser. En la lucha, Romero abandonó el máuser, dio dos pasos atrás y desenfundó un revólver. En estas circunstancias, sonaron varios disparos. “¿Quién disparó primero? –se pregunta América- Es todavía un misterio”,[32] dejando espacio para la duda.

Este acontecimiento no sólo demuestra el grado de violencia que alcanzaba la huelga por esos días, sino que además evidencia cómo este conflicto se extendió más allá del lugar en que se originó, la ciudad de Rosario, señalando la intensa relación existente entre los puertos de distintos lugares y la solidaridad que presentaban sus trabajadores entre sí.

Paralelamente a lo sucedido en Puerto General San Martín, comenzó a generarse un conflicto de los estibadores del Puerto de la ciudad de Santa Fe, que se declararon en huelga en solidaridad con sus colegas rosarinos. Al igual que en los comienzos del litigio en Rosario, en la huelga de Santa Fe, a poco de iniciada, se produjo un hecho sangriento que determinó su desarrollo.

La huelga empezó el lunes 14 de mayo, momento en el cual adhiriéndose al movimiento de los estibadores de Rosario, los obreros del Puerto de Santa Fe decretaron el paro. Dos días después, el 16 de mayo, hubo un tiroteo entre huelguistas y “obreros libres” en dicho Puerto, del que resultaron tres muertos y varios heridos. La huelga quedó así vinculada a este hecho, del que se hace mención cada vez que ésta es citada, tanto en América como en La Capital.

Por otro lado, el conflicto en Santa Fe creció, plegándose numerosos gremios, y en lo que respecta a su resolución, inmediatamente se informó que dependía del arreglo que se produjera en Rosario, ya que precisamente se había iniciado en solidaridad. Sin embargo, los comerciantes intentaron resolverlo previa y aisladamente, para que no obtenga los tintes que había adquirido en aquella ciudad. De esta forma, nucleados en una reunión en la Bolsa de Comercio junto al presidente del Departamento Provincial del Trabajo, señor Escudero, quien había ofrecido su mediación, declararon que estaban conformes en aceptar las mismas condiciones de trabajo y jornales que se establecieran en Rosario, como solución al conflicto y para que los obreros volvieran al trabajo. No obstante, los estibadores rechazaron el ofrecimiento e impusieron la firma del pliego para no perjudicar al movimiento de los estibadores rosarinos, pues, como afirmaba América “se quebraría el principio de solidaridad”.[33]

De esta forma, se llegó a la huelga general decretada por las federaciones obreras, la cual contó con la adhesión no sólo de los obreros portuarios de Santa Fe, sino también con otros gremios de la capital provincial, como los guincheros, el personal de fábricas de materias colorantes, obreros de la usina en construcción de la empresa de tranvías eléctricos, los ferroviarios del Puerto y los gráficos, entre otros.

Pese a la continuidad de la huelga, y a los grados de violencia que alcanzó, la terquedad de los exportadores se mantuvo en su empeño de no ceder a los reclamos obreros. Ante esta situación, las entidades obreras radicalizaron su postura respondiendo al llamado de los estibadores para realizar una huelga general por tiempo indeterminado. Ésta fue anunciada desde días anteriores para el lunes 21 de mayo. Así lo manifestaba América en su edición del domingo 20, información que omitió la “prensa seria”. De esta forma, la Federación Obrera Local Argentina hizo circular un manifiesto donde afirmaba que “…si el conflicto portuario no se soluciona esta semana (es decir hasta hoy), declarará la huelga general por tiempo indeterminado a partir del lunes 21 del corriente a las 6 horas”.[34]

Esta huelga se llevó cabo, como estaba previsto, el 21 de mayo. Varios gremios se plegaron al paro: panaderos, chauffeurs, albañiles, obreros municipales encargados del barrido y limpieza y canillitas, que –siguiendo la costumbre– decidieron no retirar los diarios. Tanto la FORA[35] como la USA[36] enviaron delegaciones especiales cuya misión era seguir de cerca el conflicto para lo que fuera necesario.

Simultáneamente, fue decretado el paro en el Puerto de la Capital Federal. El día anterior se había realizado en la plaza del Congreso un mitin público organizado por los consejos directivos de la Unión Obrera Local Bonaerense y de la FORA como acto de solidaridad con los obreros portuarios de Rosario y Santa Fe, y, a la vez, de protesta por los hechos violentos producidos durante el desarrollo de este movimiento.

Incluso los obreros de los talleres del matutino América se plegaron a la huelga general y el resto de los diarios tuvieron problemas en su distribución. De todos modos, es interesante el tratamiento intensivo que hizo de la huelga el diario porteño La Nación, dedicándole las portadas de ambos días y extensas notas en su interior.

En sus primeras alusiones, se pueden observar las diferentes estrategias que asumieron los diarios. Por un lado, América ponía énfasis en la solidaridad obrera y en los motivos que llevaban a esta huelga, mientras que La Nación se preocupaba por la gravedad que asumía el conflicto:

“Las resoluciones adoptadas ayer por las filiales de las centrales sindicales del país en esta localidad favorecen el pedido solidario formulado por los estibadores: hoy, habrá huelga general por 24 horas. En los centros obreros se espera que con tal resolución la causa sostenida a raíz del conflicto portuario resulte favorecida, imponiendo un arreglo a los exportadores, es decir, que, en general, la suerte de la huelga depende del efecto que tenga el paro cuya duración será hasta mañana a las 6 horas”.[37] 

Un cariz de mayor gravedad asume la huelga de estibadores del puerto, pues ella degenera en un paro general, que si bien no ha sido decretado oficialmente por las distintas agrupaciones gremiales, fue proclamado en un mitin obrero realizado esta tarde en la plaza Sarmiento por oradores delegados de la Unión Sindical Argentina y de la Federación Obrera Local … es seguro que el movimiento se extenderá a todos los gremios, no siendo difícil que, como en casos anteriores, se obligue a las empresas de tranvías y de ómnibus a guardar sus coches, quedando la ciudad totalmente aislada”.[38]

Pero el espíritu reaccionario de La Nación quedó en evidencia en la edición del 22 de mayo, donde el diario porteño describió los sucesos acaecidos en el marco de la huelga general. Así destacaba dos cuestiones que señalaba reiteradamente. Por un lado, la violencia desatada contra la propiedad privada y pública; la destrucción de letreros, vidrieras, y sobre todo, de muchos faroles del alumbrado, que dejó a la población casi a oscuras; el ataque repetido al servicio de tranvías, dejando a los distintos barrios prácticamente aislados del centro; el uso constante de armas de fuego, aunque más no sea para amedrentar. Por otro lado, la actitud de la policía, que se mantuvo como mera espectadora frente a estos graves hechos. De esta forma, La Nación adoptaba un tono denunciante y así describía, por ejemplo, a los responsables de los daños: “Los que se especializan en los desmanes son muchachitos y desocupados que, encabezados por algún exaltado, recorren en grupo las calles, obligando a las casas de comercio a cerrar sus puertas y deteniendo a los pocos vehículos que circulan, invitando a los conductores a adherirse al paro”.[39] Al mismo tiempo, no se cuidaba de responsabilizar, cada vez que podía, a la policía que no actuaba como debería: “La policía permanece impávida en todos estos actos”.[40] 

Sin embargo, la descripción de los sucesos que realizaba el matutino no terminaba ahí, sino que se prolongaba insistentemente sobre las dos cuestiones que marcamos; la violencia desencadenada y la actitud de la policía. Finalmente, el diario informaba que la USA resolvió continuar la huelga general por 24 horas más. Tal resolución se debió a los hechos violentos ocurridos durante este primer día de paro. E inmediatamente citaba a un delegado de dicha entidad que expresó que los muertos entre los huelguistas son cinco o seis y muy numerosos los heridos, no como informó la policía, que sólo había registrado la muerte de un menor.

En Rosario la continuidad de la huelga fue decretada por las tres centrales sindicales locales. La paralización fue completa. Durante todo el día del martes no circularon tranvías, supuestamente por las agresiones sufridas en el primer día de huelga. También faltaron ómnibus, automóviles y toda clase de vehículos. La inmensa mayoría del comercio de todos los radios no abrió sus puertas por motivos similares a los ya nombrados. Salvo la parte más céntrica de la ciudad, el resto permaneció a oscuras por la falta de focos de alumbrado público y nuevos ataques a éstos. Tampoco hubo recolección de basura, por la adhesión al paro de los obreros municipales, al igual que en el día anterior. Entre tanto, no circularon los diarios locales.

Escaseó una buena parte de los artículos de primera necesidad. La población careció de pan, leche y carne por haber sido detenidos los carros y demás vehículos a la entrada de la ciudad y en las calles de acceso a las estaciones ferroviarias. Además, plegados los matarifes al paro general, no hubo faena en el matadero municipal. También faltaron la verdura y el pescado. Los pocos productos que se vendieron fueron a precios más elevados que los corrientes.

Una nota distintiva fueron los supuestos ataques por parte de los huelguistas a los bancos. Éstos tenían como objetivo convencer a sus empleados de que se adhieran al paro. Para este fin intentaron impedir el ingreso del público a las entidades financieras.

Con todo, más allá de estas apreciaciones, lo que interesa resaltar de estas ediciones con respecto a la huelga, es que se siguen encontrando actos de solidaridad, en este caso en la Federación Obrera Local Bonaerense que, como informa La Nación, dispuso la paralización de las actividades en la Capital Federal por espacio de 48 horas, en solidaridad hacia los obreros portuarios de Rosario y Santa Fe, y como modo de protesta frente a los hechos de violencia ocurridos en aquella ciudad. Por su parte, las otras dos grandes federaciones obreras que actuaban en el país, es decir, la COA[41] y la USA, no se plegaron a la huelga. Estas son, por otra parte, las únicas alusiones que se encuentran en este diario sobre la ideología de los obreros y sus federaciones.

A medida que la huelga general se radicalizaba, haciéndose cada vez más difícil controlar los actos de los obreros huelguistas, y anunciándose la continuidad de este estado de cosas hasta tanto fueran atendidas las reivindicaciones de los trabajadores, los exportadores decidieron responder a las demandas obreras y les ofrecieron el aumento de un peso sobre los salarios que ganaban al declararse la huelga[42] y vuelta normal al trabajo sin represalias de ninguna naturaleza, es decir, sin que se produzcan despedidos entre los trabajadores que se adhirieron al conflicto. Luego de esta propuesta, los estibadores realizaron una asamblea que resolvió aceptarla. Sin embargo, mantuvieron algunas reservas. Exigieron que dicho compromiso alcanzara también a los trabajadores de otros puertos, como los de Santa Fe y Puerto General San Martín, y que fueran puestos en libertad todos los detenidos durante la huelga, que ascendían, según el propio comunicado de los huelguistas, a 35.[43]

Por su parte, la Unión Obrera Local acordó ese martes 22 dar por terminada la huelga al día siguiente; el 23 de mayo a partir de las 6 horas. Pese a ello, la ciudad tardó un tiempo considerable para volver a su estado de normalidad. Sin embargo, al menos por un tiempo, la huelga de estibadores había terminado.

 Consideraciones finales

La huelga de los estibadores del Puerto de Rosario iniciada en mayo de 1928 encendió una prolongada movilización obrera en dicha ciudad y en el sur de la provincia de Santa Fe, que continúo incólume hasta diciembre, cuando se produjo la intervención federal de la provincia por parte del gobierno nacional.

Esta ola de huelgas involucró a más de veinte sindicatos distintos. A diferencia de las olas anteriores, los conflictos laborales de 1928 no formaban parte de un movimiento nacional. Éstos se diseminaron a las regiones rurales en torno a Rosario, donde los conductores de carro y los jornaleros agrícolas –los braseros– se incorporaron a los sindicatos bajo la organización de anarquistas, sindicalistas y comunistas. Pero también se sucedieron en la ciudad-puerto. En junio y julio se produjeron importantes conflictos obreros. En septiembre una nueva ola de huelgas sacudió Rosario. El 2 de diciembre de 1928, el presidente Hipólito Yrigoyen envió tropas federales para restablecer la “paz social”. Así se producía la primera intervención federal en la única provincia que había logrado evitarla a lo largo de los gobiernos radicales desde 1916.

No obstante, todos estos sucesos no podían ni siquiera imaginarse antes de la huelga de portuarios que se desarrolló en Rosario en mayo. Por lo tanto, dicha huelga se presentó como un acontecimiento en el sentido de que es una transformación que desarticuló una situación social de relativa paz para inaugurar un escenario totalmente diferente. Sin embargo, no representó solamente un quiebre con el pasado, sino que también constituyó una ruptura en la continuidad de los sucesos, una discontinuidad en el progreso moderno de la ciudad. De esta forma, instaló nuevas prácticas que desencadenaron la prolongación de la movilización obrera en la región. 

Así, si bien la prensa escrita en general coincidía en la existencia de una ruptura con la situación previa, para la “prensa seria” era imposible soslayar ese segundo sentido de la ruptura: la discontinuidad en la secuencia histórica. Es por ello que, en su horizonte del sistema de valores burgueses, la “prensa seria” asumió el rol de disciplinamiento social, dándole visibilidad al reconocimiento de cierta conducta de los actores bajo los lineamientos de lo correcto y lo incorrecto, apelando así a la represión y haciendo emerger los correctivos sociales necesarios para volver a la situación anterior, donde la sociedad se desarrollaba por sus cauces normales.

Diferente fue el papel que adoptó la “nueva prensa”. Ésta, en el tratamiento que hizo de la huelga, ya no era una mera empresa económico-cultural, únicamente interesada en un ciudadano-consumidor en tanto “prensa comercial”, como analizábamos más arriba, sino que intentó influir sobre la opinión pública –especialmente América– creando un ambiente de denuncia, sobre todo hacia al gobierno nacional pero no únicamente, que le permitió atraer a los sectores populares al intentar comprender sus demandas y necesidades. Esto le otorgó la posibilidad de distinguir una suerte de fractura, no sólo con la situación anterior al conflicto, sino también con lo que podía suceder si no eran considerados algunos recaudos que el diario postulaba. Así, América logró aquello que por su condición de tal no consiguió la “prensa seria”: vislumbrar el doble sentido de este acontecimiento.

Por otra parte, dentro de los sucesos ocurridos bajo la esfera de la huelga, el asesinato de Luisa Lallana cumplió un rol fundamental por varios motivos. En primer lugar, en lo que respecta al desarrollo del conflicto en sí, este hecho no sólo desencadenó la primera huelga general en la ciudad –con las manifestaciones populares que ella trajo– sino que además recrudeció la postura de los propios huelguistas y colaboró con las adhesiones de solidaridad que recibieron de parte de otros gremios obreros. En segundo lugar, este incremento en la conflictividad social a raíz de la radicalización del movimiento demandante se vio reflejado en la visibilidad que la huelga obtuvo en los diarios, es decir, se manifestó un considerable crecimiento del espacio dedicado a ella en sus páginas. En efecto, podemos afirmar que la muerte de la joven anarquista no pasó desapercibida ni para sus compañeros ni para la prensa escrita. Lallana fue recordada por décadas como una de las tantas víctimas de un sistema opresor y represivo.

En este trabajo intenté desglosar esa representación alarmante que se tiene de esta huelga, para comenzar a comprenderla por su singularidad. Al mismo tiempo, pretendí desmitificar lo que denominamos como “prensa seria” en su discurso conciliador y moderado. Esto nos sirve tanto para otros ejemplos históricos como para nuestro presente, donde los medios de comunicación son los principales formadores de opinión, atravesados también por los artilugios que acabamos de analizar.

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Recibido: 27/02/2024

Evaluado: 10/05/2024

Versión Final: 22/05/2024

páginas / año 16 – n° 42/ ISSN 1851-992X /2024                           


[1] También se consultó para esta investigación al periódico anarquista La Protesta (disponible en https://americalee.cedinci.org/portfolio-items/la-protesta/) que se ubica dentro de la denominada “prensa obrera”, por lo que no se lo incluyó en este artículo. Un análisis más exhaustivo sobre el tratamiento del conflicto por la prensa obrera puede ver en Menotti, 2011.

[2] Una adaptación del mismo fue presentada en Scocco (2010).

[3] Sobre dicho archivo he reflexionado en Scocco (2022). Ver también Álvarez y López (2023).

[4] Según Alarcón (2019), Lallana era bolsera, es decir, se ocupaba de coser las bolsas de yute que se utilizaban para el transporte de cereales.

[5] “Los hombres traídos para reemplazar a los huelguistas no alcanzaron a cubrir ni la quinta parte de datos”. La Capital, Rosario, 11/05/1928. “En efecto, la cifra de los obreros libres oscila siempre entre los 850 a 1100 hombres. En esta época el personal de estibadores debe quintuplicar esa cantidad a fin de satisfacerse las necesidades de la exportación”. La Capital, Rosario, 17/05/1928. Por su parte, La Protesta hablaba de “500 o 600 rompehuelgas”. La Protesta, Buenos Aires, 13/05/1928.

[6] América, Rosario, 8/05/1928. En todas las citas textuales los subrayados son míos.

[7] Nacida a raíz de los sucesos enmarcados en la denominada “Semana Trágica” de 1919. Su aparición como fuerza de choque y de presión política era la expresión de las derechas para evitar el desborde del “desorden”. Se erigían como custodios de la sociedad civil ante lo que consideraban la impotencia o complicidad del Estado frente al movimiento obrero.

[8] América, Rosario, 9/05/1928.

[9] América, Rosario, 9/05/1928.

[10] América, Rosario, 9/05/1928.

[11] Reflejos, Rosario, 8/05/1928.

[12] Reflejos, Rosario, 8/05/1928.

[13] Reflejos, Rosario, 8/05/1928.

[14] También lo reprodujo La Protesta, Buenos Aires, 11/05/1928.

[15] La Nación, Buenos Aires, 9/05/1928.

[16] La Nación, Buenos Aires, 9/05/1928.

[17] Prontuario N° 2048 de Luisa Lallana. Una de las particularidades de este prontuario es que se encuentra en la sección “Fallecidos”. Los archivados allí, en su mayoría, son legajos de personas que no tenían confeccionado un prontuario con anterioridad a su muerte (aunque también hay algunos que fueron trasladados allí después de ésta). Agradezco esta referencia a Camila Martínez, trabajadora de la División Archivo de la sede Rosario, AGPSF. Y también aprovecho para agradecer su labor y predisposición constante.

[18] Aunque contiene una nota donde se solicitaba, dada la disposición del Juez de Instrucción, “que saquen unas vistas fotográficas del lugar donde fue herida de muerte la mujer Luisa Lallana”, y se informaba que se enviaría al día siguiente al fotógrafo de la repartición a fin de dar cumplimiento a dicha orden (nota N° 732, Rosario, 15/05/1928, con sellos de la Comisaría 6ta. y de la Jefatura de Policía). Luego, el Jefe de Investigaciones respondió la nota al Comisario de la 6ta., donde especificaba el envío de cuatro vistas fotográficas del lugar del hecho. Pero dichas fotos no se encuentran en el prontuario y aún no han sido halladas en otros archivos.

[19] Para un mayor detalle sobre las investigaciones judiciales del caso ver: Historia Regional (2021).

[20] Luego volveremos sobre esto.

[21] La Nación, Buenos Aires, 10/05/1928.

[22] La Nación, Buenos Aires, 10/05/1928.

[23] La Nación, Buenos Aires, 10/05/1928.

[24] La Nación, Buenos Aires, 10/05/1928.

[25] América, Rosario, 10/05/1928.

[26] América, Rosario, 10/05/1928.

[27] Prontuario N° 5964 de Teodoro Rakitsky y N° 5904 de Sedro Demetrio Raimundo de AGPSF.

[28] Nota de sobreseimiento. Juzgado de Instrucción 1° Nominación. Rosario, 18/12/1928. Prontuario N° 5968 de Antonio Paiva y N° 5965 de Manuel Saavedra.

[29] Prontuario N° 5967 de Florentino Palacios. Nota N° 830. Al señor comisario de órdenes. Rosario, 13/05/1928.

[30] La Nación, Buenos Aires, 14/05/1928.

[31] La Capital, Rosario, 15/05/1928.

[32] América, Rosario, 15/05/1928.

[33] América, Rosario, 21/05/1928.

[34] América, Rosario, 20/05/1928. Al mismo tiempo, el delegado de la Unión Sindical Argentina (USA), Aguilar, “declaró que si la actual situación no se ha solucionado para el lunes, probablemente se declare la huelga general en la provincia de Santa Fe y otros puertos, entre ellos, el de Buenos Aires”.

[35] Federación Obrera Regional Argentina, de tendencia anarquista.

[36] Unión Sindical Argentina, bajo la conducción de los sindicalistas revolucionarios.

[37] América, Rosario, 21/05/1928.

[38] La Nación, Buenos Aires, 21/05/1928.

[39] La Nación, Buenos Aires, 22/05/1928.

[40] La Nación, Buenos Aires, 22/05/1928.

[41] Confederación Obrera Argentina, de tendencia socialista.

[42] Los estibadores ganaban al producirse la huelga 7 pesos en tierra y 7.50 a bordo. Exigían en el pliego: 8 y 9 pesos, respectivamente. Los exportadores propusieron: 8 y 8.50, es decir que la diferencia es de 0.50 centavos. América, Rosario, 23/05/1928.

[43] Citado en La Nación, Buenos Aires, 23/05/1928.