Reseña bibliográfica

Peller, M. (2023). La intimidad de la revolución. Afectos y militancia en la guerrilla del PRT-ERP. Prometeo Editorial: Buenos Aires, 182 páginas.

El libro La intimidad de la revolución de Mariela Peller (2023) constituye un aporte novedoso para aproximarse al universo del PRT-ERP desde un prisma analítico que indaga en el vínculo entre militancia, vida cotidiana y afectos en el contexto del proceso de activación política de los años sesenta y setenta en Argentina.

El trabajo forma parte de la colección Pasados Presentes de la Editorial Prometeo dirigida por Débora D´Antonio, una valiosa colección que en los últimos años ha contribuido a actualizar y renovar el campo académico de la historia reciente. En ese campo, el libro se inscribe en una línea de investigaciones sobre los discursos y memorias de la militancia revolucionaria desde una perspectiva feminista y busca explorar esas zonas poco frecuentadas por los estudios académicos sobre las organizaciones político-militares, pero fundamentales para comprender sus idearios, su praxis y su concepción revolucionaria. Al hacerlo, no elude las clásicas discusiones sobre la política revolucionaria del PRT- ERP, pero propone observarlas desde una “lectura desde el género” para visibilizar la politicidad de la dimensión cotidiana y afectiva en la militancia. Allí radica una de las importantes contribuciones del trabajo, en la búsqueda de poner en práctica la “crítica feminista” para deconstruir ciertas dicotomías recurrentes (racionalidad/emocionalidad, público/privado, política revolucionaria/vida cotidiana) que, en muchas ocasiones, han limitado la comprensión cabal de la experiencia política del PRT-ERP.

Al recuperar el concepto de género de Joan Scott, en tanto pregunta abierta para una indagación sobre la diferencia sexual, la autora reactualiza la histórica consigna feminista, “lo personal es político”, y analiza la relación que el PRT-ERP propuso para la organización de la vida en la militancia; una “relación paradójica”, sostiene Peller, en la medida en que el partido efectivamente buscó organizar la experiencia cotidiana como parte de sus objetivos revolucionarios pero, a la vez, la ubicó en una zona relegada de la esfera política. Desde esta perspectiva, el trabajo se detiene en diferentes aspectos de la reproducción de la vida y de la división sexual del trabajo para comprender las tensiones y las lógicas de sostenimiento de los espacios de militancia durante aquella experiencia política.

El libro está estructurado en dos partes. La primera, “El tiempo de la revolución”, presenta el análisis de una serie de documentos producidos por la organización durante los años sesenta y setenta. La segunda lleva el título de “Las revueltas de la memoria” y se compone de diversos relatos testimoniales publicados desde los noventa hasta la actualidad. La autora acude principalmente a testimonios producidos por el Archivo Oral de Memoria Abierta pero también recurre a textos literarios y autobiográficos. La relación entre las dos partes constituye también un aporte metodológico relevante para encarar el trabajo con materiales diversos, producidos en tiempos desfasados y construir series analíticas. En tal caso, la autora propone una articulación compleja entre historia y memoria para profundizar en esa “relación paradójica” que entretejió los vínculos entre vida cotidiana y militancia en aquellos años.  

El capítulo 1 explora los modos en que la organización construyó y representó los cuerpos de los y las militantes a través de sus órganos de difusión, Estrella Roja y El Combatiente. “Poner el cuerpo” es la expresión que condensa un conjunto de prácticas y expectativas sobre las subjetividades militantes en el proceso revolucionario y, como tal, visibiliza la centralidad que tomaron los cuerpos en las representaciones partidarias. Sin embargo, esa centralidad, tal como lo señala la autora, no fue una decisión premeditada sino un “efecto secundario” del proceso político-militar que desarrolló la organización. La lectura desde el género, además, le permite atender al modo en que el PRT-ERP registró la diferencia sexual: de manera contradictoria, limitada y sin una reflexión crítica sobre su presencia en la militancia. Ello puede verse en el análisis sobre los “cuerpos armados” o los “cuerpos para la revolución” representados, en general, con rasgos masculinos y viriles, en contraposición a las limitadas representaciones de los cuerpos de mujeres militantes, en general, comprendidos desde los roles tradicionales asociados a la maternidad y las tareas de cuidado.  

El capítulo 2 analiza el uso político de la idea de familia y la “retórica sentimental” que desplegó la organización en torno a ella, el “corazón de la revolución”. Tomando una serie de aportes de autoras del giro afectivo, Peller explora el modo en que el discurso partidario construyó una “esfera pública íntima” (Berlant, 2011) para referir a la revolución a través de metáforas familiares, biografías personales, semblanzas revolucionarias y cartas íntimas. La incorporación de este concepto resulta un aporte relevante para comprender cómo la organización hizo público numerosos aspectos de la vida cotidiana con el objetivo de generar respuestas afectivas, al mismo tiempo que los desestimaba o “cancelaba” de su consideración política.    

Esta dimensión se retoma en el capítulo 3 al analizar los Estatutos del Partido en las Resoluciones del V Congreso de los Comité Central y Ejecutivos Posteriores (1973). La autora pone el foco en la intención del partido en delimitar la “totalidad de la vida” y de las acciones de las subjetividades militantes. Peller rastrea esa intención en los distintos artículos del documento y explicita cómo se buscó prescribir la organización del tiempo, del trabajo, de la clandestinidad y de las relaciones afectivas en la militancia. En este punto, su lectura resulta valiosa en la medida en que le permite puntualizar en todo aquello que quedó excluido de esa “totalidad” y reconstruir los puntos ciegos, o “vacíos normativos”, de ese proceso incompleto, asociados, en general, a los aspectos de la vida íntima y cotidiana. Como concluye la autora, “politizar lo personal” no es subsumirlo a la esfera política, sino permitir que lo personal “toque, contamine y transforme la política” (p. 81)  

El capítulo 4 completa este recorrido a través de un análisis detallado del documento “Moral y proletarización”, un documento paradigmático del PRT-ERP referido a las regulaciones normativas de la vida cotidiana. En este caso, la autora pone en evidencia cómo ese intento por construir una “nueva moral” para la revolución mantuvo la estructura de la “moral burguesa”, entre otros factores, por la concepción hegemónica y patriarcal respecto de las relaciones de género. Su interpretación del documento se articula con el contexto social de los años sesenta y setenta en Argentina, un período caracterizado por cambios culturales en la disposición familiar y en la división sexual del trabajo. En ese marco, Peller expone con claridad los límites de esa estructura moral que le impidieron a la organización avanzar en una verdadera crítica de la vida cotidiana, algo que el incipiente feminismo argentino de aquellos años se preocupaba por construir.  

En los capítulos 5 y 6, que componen la segunda parte del trabajo, la autora analiza las memorias de aquella experiencia política y atiende a cómo los y las militantes vivenciaron los mandatos y los códigos normativos de la vida cotidiana en el “tiempo de la revolución”. Su perspectiva retoma un conjunto de aportes teóricos sobre el testimonio que le permiten analizar, no solo las referencias fácticas al pasado, sino también los cambios, los matices y las reformulaciones sobre aquella experiencia en el presente de enunciación.  

Desde esa perspectiva, el capítulo 5 retoma el asunto del control sobre la vida cotidiana en la militancia y analiza las diversas percepciones sobre la regulación de la disciplina militante. Al indagar en los relatos memoriales, la autora rastrea cómo los y, sobre todo, las militantes mujeres describen, reflexionan y evalúan aquellas regulaciones.  Al hacerlo, su lectura destaca, por un lado, las distintas formas en que las militantes eludieron, desbordaron y, en muchos casos, desestimaron los códigos impuestos por el partido; por el otro, la reinterpretación que realizan de aquellos “vacíos normativos” que el partido dejó en sus documentos. Surgen entonces las ideas de los “excesos” y los “sinsentidos” de los códigos o “la trampa igualitarista” entre las tareas cotidianas y las tareas político-militares que se articulan con los intentos de comprensión o justificación de la lógica partidaria, en el caso de los relatos de militantes varones.

En el último capítulo, la autora indaga en las memorias sobre la violencia que los y las militantes experimentaron en sus vidas durante los años setenta. Parte de un planteo teórico que recupera los aportes de Dori Laub y Judith Butler en torno a los conceptos de vulnerabilidad y la responsabilidad y a la posición de escucha en el testimonio. En este punto, la autora especifica un aspecto importante de su abordaje, no muchas veces problematizado en el análisis de testimonios: la atención a los gestos corporales, a la presencia de un entrevistador y su género, a los silencios que se vuelven narrativos o a las diversas formas de preguntar y sostener la escucha. A lo largo del capítulo, Peller recupera varios relatos sobre la exposición a las distintas formas de violencia y, entre los aspectos que analiza, se detiene en el problema la responsabilidad respecto a la violencia revolucionaria, un asunto recurrente en las memorias de aquella militancia. Pero su lectura parte de un punto de entrada singular para comprender los dilemas éticos y políticos de este asunto: las implicancias y los peligros que experimentaron los hijos e hijas de militantes. ¿Qué hacer y cómo lidiar con la presencia de niños y niñas en los espacios de militancia durante el contexto represivo? ¿Cómo defenderse frente a la violencia represiva cuando los hijos e hijas están presentes? En el caso de las mujeres militantes, estos interrogantes surgen como parte de un relato que revisa reflexivamente las acciones y decisiones tomadas en el pasado respecto al uso de la violencia, decisiones que, como recuerdan, tensionaron las normas de seguridad del partido. Asimismo, son preguntas que les permiten recuperar la capacidad de responder u optar entre el ejercicio de la violencia, el cuidado personal y la protección de los niños y niñas, tal como la autora destaca del testimonio de Liliana Ortiz. En suma, estas voces evidencian la centralidad que tuvieron los niños y niñas durante la experiencia revolucionaria y las marcas que este asunto dejó en sus memorias. De esta manera, la autora cierra su trabajo incorporando estos dilemas a los planteos iniciales sobre la “relación paradójica” de la vida cotidiana, los afectos y la militancia.

El libro se publicó en el año 2023, un año signado por la conmemoración de los cuarenta años de la recuperación democrática en Argentina que, por diversos factores, (re)ubicó en la agenda pública una serie de discusiones sobre el proceso de memoria, verdad y justicia y sobre la idea misma de democracia. En este marco, el posicionamiento de la autora reconoce el proceso regional de avance de discursos negacionistas y reaccionarios, fuertemente conservadores y patriarcales, que han intentado cuestionar las fronteras de ciertos consensos básicos construidos socialmente. Y, frente ello, la tarea de reconstruir las alianzas y tensiones entre el feminismo y la militancia política en el pasado se vuelve una tarea central para el presente y para imaginar un futuro distinto e igualitario.

Referencias bibliográficas

Berlant, L. (2011). El corazón de la Nación. Ensayos sobre política y sentimentalismo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica  

Lucas Saporosi

Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires,

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)

lucas.saporosi@gmail.com