Controversias sobre la categoría de la superexplotación de la fuerza de trabajo y su relevancia para analizar el capitalismo contemporáneo
Controversias sobre la categoría de la superexplotación de la fuerza de trabajo y su relevancia para analizar el capitalismo contemporáneo
Controversies on the ‘superexploitation of labour-power’ category and its relevance in analyzing contemporary capitalism
Facundo Lastra
Universidad de Buenos Aires,
Instituto Interdisciplinario de Economía Política,
Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (Argentina)
https://orcid.org/0000-0002-4724-8500
Resumen
El presente artículo se propone revisar algunas de las controversias que se dieron en torno a categoría de la superexplotación de la fuerza de trabajo de la Teoría Marxista de la Dependencia de Ruy Mauro Marini. En primer lugar, se revisan los debates acerca del rol que cumple la superexplotación en el funcionamiento del capitalismo en general, revisitando los aportes de Marx sobre la temática. Luego se estudia la relación entre superexplotación y transferencias internacionales de valor con el foco puesto en las críticas que se realizaron desde el planteo de Iñigo Carrera hacia la interpretación de Marini y sus seguidores. La tercera parte del texto se enfoca en el alcance que tiene la categoría de la superexplotación para explicar la dinámica del capitalismo tanto dentro como fuera de América Latina, retomando algunos aspectos de la interpretación de Sotelo Valencia. Por último, el texto cierra con algunas reflexiones que apuntan a destacar la relevancia de la superexplotación para explicar la dinámica del capitalismo contemporáneo a la luz de los debates presentados.
Palabras clave: dependencia; superexplotación; fuerza de trabajo; capitalismo; América Latina.
Abstract
This article focuses on some of the controversies surrounding the superexploitation of labor power, a category coined by Ruy Mauro Marini, a proponent of the Marxist Dependency Theory. Firstly, the paper reviews the debates about the role that superexploitation plays in the functioning of capitalism in general, revisiting Marx's contributions on this issue. Next, it examines the relationship between superexploitation and international value transfers, with a focus on criticisms posed by Iñigo Carrera towards Marini's interpretation. The third part of the text focuses on the scope of the superexploitation category in explaining the dynamics of capitalism both within and outside Latin America, revisiting some aspects of Sotelo Valencia's interpretation. Finally, we conclude with some reflections aimed at highlighting the relevance of superexploitation in explaining the dynamics of contemporary capitalism in light of the presented debates.
Keywords: dependency; overexploitation; labor power; capitalism; Latin America.
Introducción
A más de medio siglo de vida de la Teoría Marxista de la Dependencia (TMD) y de la publicación de Dialéctica de la Dependencia de Ruy Mauro Marini podemos decir que este cuerpo teórico se convirtió en una referencia ineludible para distintos debates del pensamiento crítico latinoamericano. Podemos disentir o acordar con las interpretaciones que se desprenden de esta teoría, pero resulta innegable que la TMD estimuló distintos debates al romper y poner en cuestión al pensamiento marxista ortodoxo que persistía en la década de 1960 y 1970, como también al pensamiento social latinoamericano que había abandonado la tarea de reactualizar críticamente al marxismo para abrazar las ideas reformistas de gran parte del estructuralismo latinoamericano de la CEPAL.
Entre todos los aportes de la TMD, este artículo busca abordar la cuestión de la superexplotación de la fuerza de trabajo, una categoría presente a lo largo de toda la obra de Marini y revisada actualmente tanto por continuadores como críticos del autor. Vale resaltar que la crítica a la TMD que plantearemos en este texto, y en particular la revisión de las ideas de Marini, parten de reconocer la lucidez de un autor que pudo salirse de los moldes del marxismo clásico para renovar el pensamiento crítico latinoamericano.
La categoría de la superexplotación se basa en la idea de que la clase trabajadora, o un segmento de ella, vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario que no es suficiente para reproducirla en condiciones ‘normales’. A partir de ello, una porción de la fuerza de trabajo no logra reproducir sus atributos productivos y por ello entra en un proceso paulatino de degradación. Si bien no fue el primero en presentar esta idea, Marini fue pionero en articular la categoría de la superexplotación en el marco de una explicación sobre la dinámica del capitalismo, dentro de la TMD.
Por su centralidad en la determinación del ciclo del capital dependiente, la categoría de la superexplotación sufrió numerosas revisiones, como también fue puesta en debate tanto por críticos como adeptos de la visión dependentista. Asimismo, entre quienes rescatan su validez y centralidad, existen importantes diferencias en torno a tres nudos problemáticos que analizaremos en este artículo: 1) el rol que juega el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor en el capitalismo en general, lo que nos remite al lugar que ocupa la superexplotación en el planteo original de Marx; 2) la relación que existe entre superexplotación y la transferencias internacionales de valor; y 3) la validez o aplicabilidad de la categoría de la superexplotación para otros casos nacionales que exceden a América Latina y la periferia.
En este artículo buscamos también continuar con el debate ocurrido en los últimos años entre seguidores de la TMD y continuadores del planteo de Juan Iñigo Carrera. Como veremos a continuación, las ideas de este último autor son opuestas a la TMD en muchos puntos, pero el mismo coincide en sostener que América Latina se caracteriza por la existencia del pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor como un fenómeno generalizado. Al revisar y tomar partido en el debate entre estas corrientes, buscamos reconocer la vitalidad e importancia de la categoría de la superexplotación de la fuerza de trabajo, luego de más de medio siglo de que esta idea fuera presentada por Marini.
El presente texto comienza analizando el rol que cumple el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor en el pensamiento de Marx y estudiando qué pistas nos brinda para entender las determinaciones generales del capitalismo. Luego, el segundo apartado analiza la relación entre superexplotación y transferencias de valor tanto en la interpretación de la TMD como en el planteo de Iñigo Carrera, para revisar los debates entre estas dos corrientes. Estos debates nos conducirán a reflexionar en torno a la validez de la superexplotación para comprender otros casos que están por fuera de América Latina a partir de la existencia de distintas variedades de superexplotación. Por último, presentamos las conclusiones.
La explotación en Marx y las interpretaciones actuales sobre la superexplotación
El primer nudo problemático que mencionamos en la introducción remite a un análisis general del capitalismo y el rol que juega la superexplotación de la fuerza de trabajo en la acumulación de capital. La centralidad que tiene la superexplotación en la teoría de Marini llevó a autores contemporáneos a afirmar que el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor es un aspecto central del capitalismo en general que se agudizó aún más hacia fines del Siglo XX. La centralidad que se le da a esta categoría para entender las determinaciones generales del capitalismo y sus transformaciones más recientes se expresa en dos ideas que analizaremos en este apartado: 1) la idea de que la categoría de la superexplotación ya habría estado implícita en la obra de Marx, y 2) la idea de que el capitalismo tiende en términos generales a superexplotar a la fuerza de trabajo, en lugar de pagar salarios equivalentes a su valor.
Estas dos nociones se observan con gran preponderancia en los principales referentes británicos de la TMD. John Smith (2016) articuló una explicación de la dinámica del capitalismo global y el proceso de internacionalización de la producción basado en la categoría de la superexplotación. Según este autor, la superexplotación es la clave para entender la internacionalización de la producción que ocurrió desde la década de 1970, cuando los avances tecnológicos permitieron que la producción de mercancías ocurriera en lugares remotos con respecto al mercado de destino. Gracias a ello, los capitales internacionales pueden superexplotar la fuerza de trabajo en el sur Global, realizar el valor contenido de esas mercancías en los países centrales, y capturar así un plusvalor adicional con fuente en los bajos salarios de la periferia. Siguiendo una línea similar, su colega Andy Higginbottom (2023) sostuvo que el concepto de superexplotación de la fuerza de trabajo se deriva de la misma obra de El Capital, y que Marini habría ido ‘más allá de Marx’ al descubrir esa categoría.
En clara contraposición con estos planteos, la revaloración de la superexplotación fue discutida recientemente por diversos autores, tanto dentro como fuera del campo dependentista. Ejemplos de ello fueron Claudio Katz (2018) que llamó a realizar una reactualización de la TMD “sin superexplotación” o Esteban Mercatante (2021), que realizó una reseña de los debates contemporáneos sobre el imperialismo, problematizando algunas de las tesis de Smith. Para evaluar estos debates detengámonos primero en delimitar qué es la explotación en el planteo original de Marx, para luego enfocarnos en la superexplotación y los debates al respeto.
Desde la perspectiva de Marx, el valor de la fuerza de trabajo se determina por el trabajo abstracto socialmente necesario para reproducirla, entendido éste como el trabajo necesario para producir los medios de vida de quien porta la fuerza de trabajo y su familia. El valor de la fuerza de trabajo consiste en el trabajo abstracto necesario para producir todos los valores de uso que forman parte del fondo de consumo de la familia trabajadora, como el alimento, la vivienda, la educación, la salud, etc. En este sentido, los costos de entrenamiento y formación determinan distintos valores para diferentes tipos de fuerza de trabajo, por lo que una mano de obra más compleja tendrá un valor más alto, ya que el trabajo necesario para formarla con esos atributos productivos es mayor.
Una cuestión que será muy importante en el debate sobre la superexplotación es que, según Marx, la fuerza de trabajo más compleja tiene la capacidad de generar más valor. Por ejemplo, podría decirse que una hora de trabajo concreto de un/a arquitecto/a genera más valor en comparación con el generado en ese mismo lapso por una fuerza de trabajo de menor complejidad, como podría ser un/a obrero/a de la construcción no calficado/a. Esto quiere decir que, en un mismo contexto histórico y social, una fuerza de trabajo de mayor valor necesariamente implica una mayor capacidad de generar valor.
No obstante, un mismo tipo de trabajo puede realizarse bajo condiciones de vida y reproducción distintas, por lo que dos individuos con atributos productivos similares pueden portar fuerzas de trabajo de diferentes valores (por ejemplo, dos trabajadores/as ubicados/as en países distintos). Esto sucede porque, además de la reproducción vital y de los atributos productivos, en la determinación del valor de la fuerza de trabajo interviene lo que Marx denominó como el ‘elemento histórico y moral’, que fue considerado por el autor como un producto histórico dependiente del ‘nivel cultural’ del país, las condiciones bajo las cuales se ha formado la clase trabajadora, sus hábitos y sus ‘aspiraciones’ (Marx, 2008: p. 208). Todos ellos son elementos que no forman parte de los atributos productivos en sentido estricto, pero sí determinan el valor de la fuerza de trabajo que porta dichos atributos en cada momento histórico y en determinada región o país.
Desde nuestra perspectiva, si seguimos el análisis presentado en El Capital sobre el origen de la plusvalía podemos concluir que, cuando el salario permite la reproducción de los atributos productivos de la fuerza de trabajo bajo ciertas condiciones históricas determinadas, la fuerza de trabajo se está reproduciendo de manera normal y, por ende, está siendo pagada a su valor. En este punto es importante tener en cuenta que para el capital no es necesario pagar la fuerza de trabajo por debajo de su valor para apropiar una plusvalía, sino que dicha apropiación sucede como parte de un ‘intercambio de equivalentes’, donde el capitalista compra la fuerza de trabajo por un salario igual a su valor y es la fuerza de trabajo la que genera más valor que el necesario para cubrir dicho salario.
Sin embargo, existe la posibilidad de que el salario se ubique por debajo del valor de la fuerza de trabajo ya que, como para todas las mercancías, la forma que se realiza su compra-venta es mediante la oscilación de sus precios en torno a sus valores. Pero la fuerza de trabajo, si bien es una mercancía, se diferencia del resto de las mercancías en que cuando se paga por debajo de su valor no deja de producirse, ya que la misma está portada en la corporeidad del individuo, por lo que la reproducción de la vida de un/a trabajador/a es al mismo tiempo la reproducción de su fuerza de trabajo. Por lo tanto, a diferencia del resto de las mercancías, cuando la fuerza de trabajo es pagada por debajo de su valor, la corporeidad del individuo que la porta y sus capacidades productivas se ven deterioradas. Es decir que existe un ‘límite mínimo’, debajo del cual la fuerza de trabajo “sólo puede mantenerse y desarrollarse bajo una forma atrofiada” (Marx, 2008, p. 210). Por debajo de ese límite, la realidad que le espera a quien vende su fuerza de trabajo por debajo del valor es entrar en un proceso de degradación de sus capacidades laborales y sus atributos productivos. Para la fuerza de trabajo de menor valor, la superexplotación también significa una reproducción de la vida signada por la pobreza y la miseria, viendo degradada también su condición humana.
La visión de Smith que mencionamos al comienzo de este apartado retoma estos señalamientos de Marx, pero les otorga un carácter general, sosteniendo que la superexplotación es una tendencia permanente del capitalismo[1]. Esta tendencia a pagar salarios por debajo del valor sólo habría sido revertida en lo que el autor denomina como los “países imperialistas”, gracias a la expoliación de la fuerza de trabajo del resto del planeta. Según su visión, los países imperialistas en la actualidad concentran actividades con salarios altos pero que no necesariamente generan un valor en proporción con esos salarios. Los más altos niveles de vida en los países imperialistas se explicarían entonces por la apropiación de valor en la circulación y el intercambio desigual que se da entre el ‘Norte Global’ y el ‘Sur Global’. Es importante marcar en este punto que Smith (2021, p. 55) sostiene explícitamente que no hay una relación entre el valor de la fuerza de trabajo y la generación de valor en los términos que lo planteamos más arriba al analizar la explicación de la explotación en Marx[2].
Incluso dentro de los seguidores de la TMD hubo críticos a esta revalorización de la categoría de la superexplotación. Claudio Katz hace una crítica metodológica a Smith y Higginbottom, afirmando que el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor sólo tiene un rol marginal en la obra de Marx, limitado a las etapas de acumulación primitiva y de constitución del mercado mundial. Por contraste, el objeto de estudio de El Capital fue el análisis del capitalismo inglés, centrándose en la explicación del funcionamiento de la acumulación de capital con salarios iguales al valor de la fuerza de trabajo que éste explota. Desde la visión del economista argentino, la superexplotación sólo debe ser considerada como una violación de la ley del valor que puede ocurrir de forma acotada, pero no como una ley general en sí misma del sistema (Katz, 2018, pp. 274-275).
Otra crítica muy interesante es la que presentó Mercatante en su estudio de los debates contemporáneos sobre el imperialismo, donde el autor destaca la importancia de considerar la productividad de la fuerza de trabajo para evaluar los alcances de la superexplotación. Para el autor la excesiva centralidad de la categoría de la subexplotación en Smith opaca la importancia de la explotación en los propios países centrales (Mercatante, 2021, p. 20). Siguiendo esta idea podría decirse que la riqueza de los llamados “países imperialistas” no se explica exclusivamente por la sustracción de valor por medio de la superexplotación, sino también por la propia dinámica interna de la acumulación de los países más desarrollados, en donde se pone en movimiento un trabajo más complejo que en los países de menor desarrollo productivo.
Desde nuestra perspectiva, la centralidad de la categoría de la superexplotación debe matizarse teniendo en cuenta estos señalamientos. La existencia de salarios por debajo del valor de la fuerza de trabajo puede ser un fenómeno que resulte característico para algunas regiones, países o momentos históricos, pero de ninguna manera reviste un carácter esencial en el capitalismo. Volviendo a Marx podemos decir que este autor menciona la posibilidad de que la fuerza de trabajo sea pagada por debajo de su valor en numerosos pasajes de El Capital, pero de ningún modo ello presupone que este fenómeno haya sido un aspecto central de su análisis. La investigación de Marx tuvo como principal objeto la expresión ‘pura’ de las leyes del capitalismo, tomando como referencia el caso ‘clásico’ de la industrialización inglesa. Por ello, su exposición se desarrolla dejando de lado las diferencias entre precios y valores, incluyendo en esto las diferencias entre el salario y el valor de la fuerza de trabajo. En este sentido, el autor sostiene que “La transformación del dinero en capital ha de desarrollarse sobre la base de las leyes inmanentes al intercambio de mercancías, de tal modo que el intercambio de equivalentes sirva como punto de partida” (Marx, 2008, p. 202).
Esto no quiere decir que el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor sea imposible de verificar como un fenómeno que persiste en el tiempo para algunos países y regiones, ni tampoco que deba ser un fenómeno a ser ignorado por el pensamiento crítico. Muy por el contrario, en lo que sigue del presente texto intentaremos demostrar lo fructífero de esta categoría para entender la situación que vive la clase trabajadora en América Latina y el mundo, a partir de revisar otros dos nudos problemáticos: la relación entre superexplotación y las transferencias internacionales de valor en América Latina, y su existencia como un fenómeno a nivel mundial.
Superexplotación y transferencias internacionales de valor
Para entender la relación entre superexplotación y transferencias de valor detengámonos brevemente en el significado que tiene la superexplotación en la versión original de la TMD. El planteo de Marini se remonta al período donde se realizó la integración plena de América Latina en el mercado capitalista mundial, bajo la forma del sistema colonial. La necesidad de materias primas y alimentos por parte de las economías europeas hizo que la región se integrara al mercado mundial como proveedora de estas mercancías desde comienzos del siglo XIX, apuntalando así la creación de plusvalía relativa por parte del capital de las naciones industriales (Marini, 1972: p. 39). En este proceso se conformó una división internacional del trabajo, en la que las economías industrializadas se especializaron en la producción de bienes manufacturados, y las colonias en la provisión de materias primas y alimentos.
Esta división internacional del trabajo, que en lo esencial perdura hasta la actualidad, resulta desfavorable para los países latinoamericanos, ya que da lugar a un ‘intercambio desigual’ entre economías dependientes e industrializadas, el cual determina a su vez un flujo internacional de valor desde el capitalismo dependiente hacia los países centrales. El intercambio desigual impacta a su vez en las formas específicas que toma la explotación del trabajo en América Latina, ya que el capital ubicado en las economías dependientes, como no tiene la potencialidad de avanzar significativamente en el desarrollo de las fuerzas productivas, tiende a compensar el flujo de valor perdido mediante una mayor explotación de la mano de obra que emplea, volcándose hacia la producción de plusvalía absoluta (Marini, 1972, p. 42-45).
La superexplotación resulta clave para entender el ciclo del capital en la economía dependiente, ya que debido a los bajos salarios las economías latinoamericanas no dependen de su capacidad interna de consumo para la realización de la producción nacional. En cambio, ellas dependen del mercado mundial para vender su producto, debido a que los bajos salarios determinan que el mercado interno sea muy pequeño. Esta traba se da especialmente en la producción de bienes de consumo masivo, que cuentan con una demanda interna muy débil. Así es que la superexplotación del trabajo crea una traba para el desarrollo local, debido a que se dificulta la realización de la reproducción ampliada de capital, cerrando así el “ciclo del capital dependiente” (Marini, 1972, p. 49).
Otra visión que retoma la idea de la superxplotación, pero desde una perspectiva diferente, es la de Juan Iñigo Carrera (2007). Este autor, si bien acuerda en que la fuerza de trabajo en América Latina tiende a pagarse por debajo de su valor, entiende que este fenómeno tiene lugar por motivos muy diferentes a los expuestos por Marini. Según Iñigo Carrera, la especificidad del capitalismo latinoamericano radica en que las economías que producen mayormente materias primas reciben una masa de plusvalor que tiene como origen los procesos de producción organizados por el capital en los países centrales (denominados estos últimos como ‘países clásicos’ por el autor). El origen de esta masa de plusvalor es la renta de la tierra, la cual surge porque en la producción de los bienes agrícolas, ganadero o de origen mineral intervienen condiciones de producción no reproducibles por el trabajo humano. Por ello, el valor de estas mercancías está determinado por la producción en las peores condiciones de producción (en el caso de la producción agraria, de la producción en las tierras menos fértiles). La renta es entonces un ‘falso valor social’ que tiene como fundamento la propiedad privada del suelo y no el trabajo aplicado.
Esto significa que los países compradores de mercancías agrarias, alimentos y productos de origen mineral ceden valor en concepto de renta de la tierra cuando compran estas mercancías en el mercado mundial. Si tomamos el caso de la producción de alimentos, la acumulación de capital en los países clásicos busca constantemente aprovisionarse de alimentos más baratos, ya que ello disminuye el valor de la fuerza de trabajo, potencia la producción de plusvalía relativa y apuntala la acumulación. Estos productos son más baratos si se los compra, por ejemplo, a un país latinoamericano. Pero igualmente, quien compra estas mercancías debe pagar un ‘sobreprecio’ en concepto de renta de la tierra, debido a que las condiciones más favorables de producción son de propiedad privada. Por lo tanto, el capital total de los países clásicos debe usar parte del plusvalor generado en sus procesos de producción para pagar dicha renta.
Sin embargo, este valor que se le ‘escapa’ a los capitales de los países industrializados no es apropiado enteramente por los terratenientes en América Latina, sino que tiene la potencialidad de ser capturado por distintos sujetos sociales, e incluso puede ser reapropiado por los capitales que perdieron dicho valor. Comenzando incipientemente en la década de 1940, y con mucha más fuerza en los años sesenta, se abre una nueva etapa para algunos países de América Latina, denominada por la literatura como de ‘industrialización por sustitución de importaciones’. En ese período se constituye una nueva forma de reflujo de renta de la tierra (que, según el autor, se mantendría hasta la actualidad) en la que el capital industrial extranjero ingresa a la región para producir a una escala restringida para el mercado interno. Iñigo Carrera los caracteriza como ‘capitales medios fragmentados’, ya que son fragmentos de ‘capitales medios’ que utilizan en Latinoamérica tecnologías ya obsoletas para competir en el mercado mundial, pero se valorizan a la tasa media de ganancia. Este capital es puesto a producir para el mercado interno o regional, aprovechando las transferencias de renta de la tierra que imperan en la región, en la forma de subsidios, sobrevaluación cambiaria, el abaratamiento de la fuerza de trabajo, entre otros mecanismos. Este ‘capital medio fragmentado’, por más de ingresar al país como portador de un supuesto ‘desarrollo’, es un capital rezagado productivamente que depende de transferencias de valor basadas en la renta para valorizarse normalmente.
Según esta interpretación, el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor se instaura en América Latina a partir de la década de 1970 en el marco de la constitución de una Nueva División Internacional del trabajo en el capitalismo mundial (Fröbel, Heinrichs y Kreye, 1980; Charnock y Starosta,2016). Desde ese entonces, se produce un salto técnico a nivel mundial que acentúa el proceso de diferenciación de la fuerza de trabajo y cambia la especificidad de muchas economías nacionales (Iñigo Carrera, 2008: 77). En este contexto, los países con un mayor desarrollo de las fuerzas productivas mantienen las partes complejas del proceso de trabajo, por lo que se caracterizan cada vez más en la realización de las partes más complejas de la producción. Por otro lado, el Sudeste Asiático pasa a ser la región que presenta las mejores características para la realización de las etapas más simples de los procesos productivos basados en la nueva base técnica
Si bien la década de 1970 significa un punto de quiebre para muchas economías que se volcaron hacia modelos de ‘industrialización tardía’ basados en los bajos salarios, la especificidad de los países latinoamericanos en el capitalismo mundial como proveedores de materias primas no ha cambiado. A su vez, al no participar del avance en el desarrollo de las fuerzas productivas que tomó forma a nivel mundial, se incrementó aún más la brecha de productividad de las economías latinoamericanas respecto de las condiciones sociales medias globales de producción. Con la acentuación de esta brecha, se refuerza la necesidad del capital ubicado en la región por fuentes de compensación al rezago productivo. Es así que el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor se volvió una nueva fuente de compensación, que tomó forma mediante la brusca caída de los salarios que se verificó en América Latina desde mediados de la década de 1970. En muchos países de América Latina, esta necesidad del capital por compensar su atraso productivo tomó forma mediante sangrientas dictaduras militares que enfocaron sus políticas represivas en distintas áreas, pero principalmente en la aniquilación de la militancia sindical industrial, incluyendo la tortura y la desaparición forzada de personas.
Fue mediante este proceso que el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor se constituyó como una base de la acumulación de capital en la región para darle cuerpo a la necesidad de compensación por su rezago productivo. La expresión concreta de este fenómeno fue la caída en los niveles de vida de la población trabajadora latinoamericana y su paulatina pauperización. Ello también llevó a una segmentación cada vez más marcada entre quienes se transformaron en sobrepoblación relativa y quienes aún consiguen emplearse en empresas más modernas.
De esta manera quedan planteadas dos formas alternativas de llegar a una visión similar sobre la explotación del trabajo, según la cual los salarios en América Latina tienden, como norma general, a ubicarse por debajo del valor de la fuerza de trabajo. La categoría de la superexplotación permite explicar el proceso de relativa pauperización de las poblaciones latinoamericanas, que han visto deterioradas sus condiciones de vida y trabajo, especialmente desde mediados de la década de 1970.
La teoría marxista de la dependencia y el planteo de Iñigo Carrera logran dar cuenta así de un proceso característico de la región que no puede obviarse. Asimismo, ambos enfoques resaltan la relación estrecha que existe entre las formas de explotación de la fuerza de trabajo y el rol que juegan las economías latinoamericanas en la división internacional del trabajo. Ya sea por el intercambio desigual o por el ensanchamiento del rezago productivo, las dos corrientes ponen el acento en esta relación. Sin embargo, a pesar de esta coincidencia, los fundamentos de dicha superexplotación son prácticamente opuestos: para la TMD el fenómeno sucede como compensación a la pérdida del valor producido por el capital fronteras adentro; mientras que, para el planteo de Iñigo Carrera, la superexplotación es una compensación a la que recurren los capitales localizados en América Latina debido a la baja productividad con la que éstos operan en la región.
La superexplotación en el capitalismo mundial
Las transformaciones que mencionamos en el apartado anterior en torno a la constitución de una Nueva División Internacional del trabajo generaron un debate en torno a la especificidad de la superexplotación de la fuerza de trabajo y a las consecuencias que ésta tiene en la acumulación de capital en América Latina. Adrián Sotelo Valencia, seguidor de la TMD, sostiene que en el último cuarto del siglo pasado se estableció un “nuevo orden internacional” y que las condiciones de explotación de la fuerza de trabajo a nivel mundial han cambiado (Sotelo Valencia, 2003). Desde la visión de este autor, la superexplotación fue, en el planteo original de Marini, una conceptualización elaborada para atender a las especificidades de las economías dependientes y no la de los países desarrollados.
Pero en la actualidad, esta forma de explotación del trabajo se articula con los métodos de producción de plusvalía relativa de las empresas transnacionales más grandes de los centros del capitalismo mundial, que operan con un alto nivel de productividad. Entonces, estas condiciones de explotación del trabajo se encuentran ahora en un proceso de generalización, dado que a través de la mundialización del capital se están homogeneizando las condiciones de los mercados de trabajo. La homogeneización de la fuerza de trabajo crea las bases para que la superexplotación se extienda y deje de ser un fenómeno propio de las economías periféricas, marcando así la necesidad de reactualizar el concepto original formulado por Marini.
En línea con los creadores del concepto de la ‘nueva división internacional del trabajo’ que mencionamos en el apartado anterior, Sotelo Valencia afirma que los procesos de trabajo han sido transformados por la transnacionalización de los procesos productivos y la posibilidad de ubicar distintas fases de un mismo proceso de producción en diferentes lugares del mundo. De esta manera, las etapas de los procesos de trabajo que no pudieron ser totalmente mecanizadas, y que precisan mucha mano de obra de baja calificación, son ubicados en países donde la clase trabajadora está sometida a peores condiciones de explotación. Así, el nivel de empleo se deteriora en los países centrales y se crean puestos de trabajo ‘superexplotados’ en las economías más atrasadas.
Esta idea de internacionalización de las condiciones de superexplotación, si bien no está presente en Dialéctica de la dependencia, sí es compatible con los escritos que Marini publicó durante la década de 1990, apuntados a analizar los fundamentos de la globalización capitalista (Marini, 1996; Martins, 2013). En esta etapa, el autor sostuvo que la globalización imponía una ‘mundialización de la ley del valor’ y que una de las características de esta época es la descentralización de las tecnologías físicas, que permitieron transferir parte de los procesos de trabajo a la periferia buscando fuerza de trabajo más barata y recurriendo a la superexplotación.
Una visión alternativa dentro de la corriente de autores contemporáneos de la TMD es la de Jaime Osorio (2013), quien coincide en afirmar que el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor es un fenómeno que no es exclusivo de las economías dependientes, pero sostiene que eso no significa de por sí una internacionalización de la superexplotación. La reducción del salario por debajo de su valor, argumenta el autor, constituye un mecanismo que utiliza el capital en todo el mundo para aumentar sus ganancias. Sin embargo, esto no significa que cualquier economía con salarios inferiores al valor de la fuerza de trabajo presente las características de una economía dependiente y, por lo tanto, no significa que en estas economías se registre una sobreexplotación de la fuerza de trabajo. En la visión del autor, la categoría de la superexplotación es asociada exclusivamente a los países dependientes.
A su vez, el capitalismo recurre usualmente en los períodos de crisis a los bajos salarios para contrarrestar la caída de la tasa de ganancia e, incluso en períodos normales, también existe la superexplotación en el caso de las franjas más marginadas de las poblaciones en los países industrializados. No obstante, sostiene Osorio, el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor no tiene la misma significación en los países centrales que en América Latina. Desde la perspectiva de este autor, para caracterizar una economía nacional o una región es necesario entender cuáles son las formas de explotación predominantes en las distintas formaciones sociales y qué efectos tienen en la reproducción de capital. En el caso de la dependencia, la compra-venta de la fuerza de trabajo por debajo del valor determina que el consumo interno de un país periférico sea pequeño y, por lo tanto, que esté imposibilitado cualquier proceso de industrialización en base al mercado nacional. Así “puede sostenerse que la superexplotación es el fundamento de la dependencia y sólo del capitalismo dependiente, en tanto incide en las formas que asume el conjunto del proceso de reproducción del capital y genera formaciones sociales específicas” (Osorio, 2013: 66).
A nuestro entender, la crítica más significativa y fructífera de los seguidores del enfoque de Iñigo Carrera a la interpretación dependentista de la superexplotación se centra justamente en el aspecto resaltado por Osorio, es decir, en la vinculación que existe entre la superexplotación de la fuerza de trabajo y el obstáculo para la realización de las mercancías producidas dentro de un país. Este es el punto en que la categoría de la superexplotación nos permite entender los cambios más recientes del capitalismo contemporáneo y sus efectos en las condiciones de explotación de la clase trabajadora.
Como se mostró más arriba, en Dialéctica de la dependencia se afirma que el bajo poder adquisitivo de las clases trabajadoras determina que el mercado interno no logre realizar el ciclo de acumulación a escala ampliada del capital. Para afirmar esto, la TMD presupone que la reproducción a escala ampliada debe realizarse sí o sí fronteras adentro, ignorando que el mercado externo puede formar parte de dicha reproducción, como efectivamente sucedió en el caso de países periféricos que lograron procesos de industrialización tardía a costa de pagar bajos salarios en términos internacionales (Lastra, 2018 y 2014; Kornblihitt y Seiffer, 2012).
De ello se desprende que un problema de Dialéctica de la Dependencia son los límites que tiene ese texto para explicar los procesos de industrialización tardía, que se dieron en países del sudeste asiático antes considerados dependientes. En estos países, la disponibilidad de mano de obra barata tuvo un rol fundamental como vía para el desarrollo productivo, que convirtió a algunas naciones periféricas en países que actualmente producen a la vanguardia del desarrollo de las fuerzas productivas. Si se rastrea el desarrollo mismo del pensamiento de Marini, pareciera ser que él mismo pudo observar este proceso en sus últimos escritos, tal como lo resalta Sotelo Valencia.
Por ello, desde nuestra perspectiva, en lugar de la interpretación ‘subconsumista’ sobre las consecuencias de la superexplotación presente en Dialéctica de la Dependencia y en la interpretación de Osorio, resulta más útil identificar las diferentes ‘variedades de superexplotación’ que se articulan con la especificidad de los procesos nacionales de acumulación de capital (Lastra, 2018). Según nuestra visión, para entender la articulación entre el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor y los rasgos específicos de las economías nacionales es necesario adoptar una interpretación más ‘flexible’ en comparación a la presentada por Osorio con respecto a qué puede ser entendido como parte de un proceso de superexplotación de la fuerza de trabajo y qué no. En este sentido, nos parece equivocado reducir la cuestión de la superexplotación al caso latinoamericano, sobre todo cuando hay casos novedosos de desarrollos capitalista basados en la compra-venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor. Para entender estos procesos de desarrollo basados en la superexplotación, es necesario incorporar la problemática de la diferenciación de la clase trabajadora en relación con la nueva división internacional del trabajo.
En los países de industrialización tardía, el pago a la mano de obra menos calificada por debajo de su valor tuvo un rol fundamental como vía para el desarrollo productivo, que convirtió a algunas naciones periféricas en países que actualmente producen a la vanguardia del desarrollo de las fuerzas productivas. En la visión de la dependencia de Marini, existe una fuerte vinculación entre la superexplotación y el menor desarrollo de las fuerzas productivas dentro de un país, por lo que se vuelve imposible con ese marco teórico explicar la situación de aquellas economías que han avanzado en la industrialización tomando los bajos salarios como base para su desarrollo.
Asimismo entendemos que existe el riesgo de caer en una discusión semántica con respecto al contenido de la categoría de la superexplotación, que impide ver la extensión de este fenómeno a nivel mundial y su efecto en la especificidad de las distintas regiones del capitalismo. En este sentido, cualquier compra-venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor, en tanto significa un desgaste prematuro de dicha fuerza laboral, es una superexplotación, sin importar en qué marco suceda o en qué región tenga lugar. Ahora bien, tal como afirma Osorio, si nos atenemos a la visión de Marini, y sobre todo a aquella elaborada en Dialéctica de la dependencia, la sobreexplotación está íntimamente ligada con su efecto en el ciclo de capital dependiente al bloquear el desarrollo del mercado de interno y le desarrollo nacional de las fuerzas productivas.
Así, para Sotelo Valencia la superexplotación es la compra-venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor, mientras que para Osorio es ese fenómeno junto al bloqueo de la acumulación ampliada de capital por la falta de un mercado interno que la superexplotación genera. Por ello se podría decir que la definición del último autor es la que utiliza Marini en Dialéctica de la dependencia, mientras que la concepción de la superexplotación de Sotelo Valencia se corresponde a las ideas que Marini desarrolló durante la década de los noventa. Desde nuestra perspectiva, es esta última intuición de Marini la que hay que seguir para poder entender la dinámica del capitalismo actual.
El problema de la visión de Osorio es no considerar como factible que la superexplotación sea la base de una acumulación de capital a escala ampliada, fruto de la posibilidad de realizar en el mercado mundial la plusvalía generada internamente. Si se toma esto como una posibilidad (que efectivamente ocurrió en los casos de industrialización asiática), entonces se puede entender que la sobreexplotación de la fuerza de trabajo coincida con procesos específicos de industrialización, basados en una explotación brutal de la clase trabajadora de esos países. Reconocer esto implica también reconocer que el planteo original de Dialéctica de la dependencia presenta una visión estancacionista de la superexplotación que no permite explicar algunas de las tendencias actuales del capitalismo.
Por eso es que entendemos que la superexplotación siempre se da en relación a la especificidad de cada espacio nacional de acumulación de capital. Teniendo esto en mente, podemos decir que existen distintas ‘variedades de superexplotación’ (Lastra, 2018), en las que la compra-venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor afecta de manera diferente a las distintas economías nacionales. En el caso de América Latina, la superexplotación cumple un rol compensatorio, ya que el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor sigue siendo una compensación para capitales de poca escala que ponen en movimiento un trabajo menos productivo, y que cuya productividad ha quedado aún más rezagada luego de la década de 1970. En los casos de industrialización asiática, la superexplotación cumple un rol de apuntalamiento de la acumulación, ya que la explotación brutal de la mano de obra barata ha permitido la inserción de estos países en procesos productivos globales y ha apuntalado procesos de desarrollo capitalista. Por último, la superexplotación comienza a extenderse en la clase trabajadora de las principales potencias económicas, pero ésta cumple un rol marginal en la acumulación de capital de aquellos países. En todos los casos mencionados existe, en una u otra variedad, la superexplotación de la fuerza de trabajo, pero ella está determinada por especificidades nacionales de la acumulación de capital muy diferentes.
Debido a los cambios en el capitalismo contemporáneo que estudiamos en este artículo, la importancia de los bajos niveles salariales en América Latina amerita una reactualización de la problemática de la superexplotación. Para esta tarea debemos tener en cuenta que el principal aporte de Marini fue marcar la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor como un rasgo específico de las economías latinoamericanas, mientras que es necesario revisar críticamente su teoría sobre el desarrollo del capitalismo en América Latina.
Reflexiones finales sobre una categoría tan útil como controvertida
Se podrían enumerar muchas propuestas, hipótesis y categorías de la TMD y Ruy Mauro Marini que sirvieron como inspiración para el pensamiento crítico latinoamericano, ya sea para su crítica o actualización; como la categoría del ‘sub-imperialismo’ o la hipótesis sobre el ‘Estado de contrainsurgencia’, por sólo enumerar algunas. El recorrido realizado en este artículo mostró que la categoría de la superexplotación tuvo un efecto en ese mismo sentido, siendo una fuente de inspiración para recientes esfuerzos tanto de criticarla como de reactualizarla, a veces incluso cambiando el significado original que el autor le quiso dar.
En los intentos de reactualización, la interpretación sobre la superexplotación de la fuerza de trabajo generó polémicas incluso dentro de los seguidores de la TMD. Tanto es así que a lo largo de este texto encontramos dentro de una misma corriente de pensamiento a autores que siguen fielmente la interpretación de Dialéctica de la Dependencia como Osorio, quienes retoman los escritos más tardíos de Marini para resaltar la mundialización de la superexplotación tal como lo hace Sotelo Valencia, hasta quienes directamente proponen desechar la categoría como en el caso de Claudio Katz. Nuestra interpretación sobre la problemática, si bien no sigue el planteo general de la TMD, toma algunas de las intuiciones de Sotelo Valencia, quien señaló acertadamente la tendencia hacia la internacionalización de la superexplotación, como también su carácter marginal con respecto a los procesos de producción de plusvalía relativa en los países de mayor desarrollo productivo.
En nuestra interpretación del fenómeno de la superexplotación encontramos que esta categoría es muy útil, en primer lugar, para explicar las tendencias recientes hacia el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor en América Latina a partir de mediados de la década de 1970 en el marco de la instauración de una Nueva División Internacional del Trabajo. La profundización del atraso tecnológico que significó este proceso para nuestra región llevó a que el capital redoble su necesidad de compensación por su atraso tecnológico, presionando hacia la baja de los salarios.
Esta necesidad tomó forma mediante un proceso de aniquilación del pequeño capital ubicado en América Latina y la conversión de un amplio conjunto de la población trabajadora en ejército industrial de reserva. En este contexto, se consolidó el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor en la región, llevando a un paulatino proceso de pauperización y degradación en las condiciones de vida de la población. Desde la teoría del valor de Marx, esto sólo puede explicarse mediante la existencia salarios que constantemente se ubican por debajo del valor en un progreso de degradación de la fuerza de trabajo.
Saliendo de las fronteras latinoamericanas, otro aspecto en el cual la categoría de la superexplotación significa un gran aporte es en la explicación de la dinámica del capitalismo mundial luego de la década de 1970. En el presente artículo sostuvimos que existen diferentes ‘variedades de superexplotación’ acorde a la articulación que existe entre la especificidad del capitalismo a nivel nacional y las formas que toma la explotación de la fuerza de trabajo. En esta clave es posible identificar casos en los que la superexplotación cumple un rol compensatorio para el capital por su atraso productivo (como en América Latina), casos en los que la superexplotación sirve como apuntalamiento de la acumulación de capital (la industrialización del Sudeste Asiático), y casos como los de Europa y Estados Unidos en los que el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor se va extendiendo dentro de la clase trabajadora, pero cumple un rol marginal para la acumulación de capital de esos países.
Asimismo, al comienzo de este artículo marcamos una cuestión que a nuestro entender es central para entender a la categoría de la superexplotación: si bien sostenemos que ésta es una categoría útil para explicar las tendencias contemporáneas del capitalismo, ello no quiere decir que la superexplotación tenga un carácter ‘esencial’ en la acumulación de capital a nivel mundial. Siguiendo el planteo original de Marx, el desarrollo del capital y su potencia para revolucionar las fuerzas productivas se basa en el pago de salarios a su valor y a la extracción de plusvalía en el marco de un intercambio entre equivalentes. La categoría de la superexplotación implica una actualización crítica y novedosa de las ideas de Marx para América Latina, pero debe ser tomada con el cuidado de no construir una generalidad a partir de un fenómeno específico.
La principal virtud de Marini fue intentar hacer un uso crítico de la obra de Marx en este mismo sentido y lograr identificar casos específicos en donde la fuerza de trabajo se paga sostenidamente a un salario que no permite una reproducción normal, sino que ésta se reproduce de forma ‘atrofiada’. Con esta categoría se puede articular una explicación sobre cómo una gran mayoría de la población trabajadora en América Latina fue perdiendo paulatinamente sus aptitudes productivas y poco a poco se fue consolidando como sobrepoblación relativa desde el punto de vista de la acumulación de capital a nivel mundial.
Otra virtud del sociólogo brasileño y de la TMD fue proponer una interpretación de la especificidad latinoamericana en estrecha relación con las leyes de acumulación del capital y el rol que nuestra región ocupa en la división internacional del trabajo, cuestiones muchas veces ignoradas dentro del mismo pensamiento crítico latinoamericano. A más de 50 años de este esfuerzo teórico, no hay mejor forma de honrar este legado que reproducir dicho esfuerzo y utilizar críticamente las categorías del marxismo y del pensamiento latinoamericano para entender, explicar y transformar nuestro presente.
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Recibido: 10/06/2024
Evaluado: 15/08/2024
Versión Final: 21/09/2024
páginas / año 17 – n° 43/ ISSN 1851-992X /2025
[1] Esta idea no es nueva y también aparece en autores que no forman parte de la tradición dependentista, como Topalov (1978) aunque con un enfoque diferente.
[2] Esta cuestión también fue central en los debates que Smith tuvo con David Harvey y Alex Callinicos, que quedarán por fuera de los alcances de este artículo.