Repensando la Revolución: masculinidad y tácticas de lucha en la crítica de Vânia Bambirra

Repensando la Revolución: masculinidad y tácticas de lucha en la crítica de Vânia Bambirra

Rethinking the revolution: masculinity and tactics of struggle in Vânia Bambirra’s critique

Francisca Benítez Pereira

Universidad Adolfo Ibáñez;

Universidad Diego Portales (Chile)

francisca.benitez@mail.udp.cl 

https://orcid.org/0000-0001-9734-3103

Resumen

Este artículo explora la intersección entre masculinidad y violencia revolucionaria en las críticas de Vânia Bambirra a la teoría del foco de Régis Debray. Se sostiene que las contribuciones de Bambirra al debate sobre el uso de la violencia en contextos revolucionarios son parte de una propuesta política que complementa la teoría de la dependencia. En ese sentido, la autora se centra en la Revolución Cubana y analiza cómo valores marcados por la valentía han influenciado las tácticas y percepciones de la lucha revolucionaria. A través de las críticas de Bambirra a la teoría del foco y la problemática de subordinar lo político a lo militar, se examina la importancia que le otorga la autora a una educación política robusta para el desarrollo de una consciencia revolucionaria duradera. La propuesta de Bambirra por integrar la dimensión afectiva del proceso revolucionario en los militantes es fundamental para comprender cómo sus planteamientos buscaron complementar la teoría de la dependencia. La autora ofrece una estrategia y táctica política para los procesos revolucionarios que tienen como fin abandonar la situación de dependencia en América Latina.

Palabras clave: revolución; violencia; espontaneísmo; educación política; masculinidad, vulnerabilidad.

Abstract

This article examines the intersection of masculinity and revolutionary violence in Vânia Bambirra’s critiques of Régis Debray’s foco theory. It contends that Bambirra’s contributions to the debate on the use of violence in revolutionary contexts are part of a broader political proposal that complements dependency theory. Focusing on the Cuban Revolution, Bambirra analyzes how values associated with bravery have shaped both the tactics and perceptions of revolutionary struggle. By critiquing foco theory and the subordination of political considerations to military ones, the article underscores Bambirra’s emphasis on the necessity of a strong political education for the development of enduring revolutionary consciousness. Bambirra’s call to integrate the affective dimension into the revolutionary process is essential to understanding how her work sought to enrich dependency theory. The author offers a strategic and tactical framework for revolutionary movements aiming to break free from the condition of dependency in Latin America.

Keywords: revolution; violence; spontaneity; political education; masculinity; vulnerability.

Introducción

La presente investigación tiene como objetivo explorar la lectura crítica de Vânia Bambirra a la teoría del foco de Régis Debray. Este estudio se propone, en primer lugar, demostrar la relevancia de sus propuestas para replantear las tácticas y estrategias de la izquierda en ese período. En segundo lugar, analizar la relación entre afectos y militancia política. Finalmente, comprender las discusiones sobre la intersección entre masculinidad y violencia revolucionaria en las guerrillas latinoamericanas del siglo XX.

En primer lugar, se argumenta que las contribuciones de Vânia Bambirra al debate sobre el uso de la violencia en contextos revolucionarios se inscriben dentro de una propuesta política que complementa la teoría de la dependencia. Bambirra avanza desde la conceptualización de la dependencia desarrollada por Theotônio dos Santos (Dos Santos, 1972) hacia una tipología que permite operacionalizar la formación histórica concreta de la dependencia en los países latinoamericanos. El objetivo principal de esta tarea es comprender las relaciones de dependencia en la región y, sobre todo, transformarlas (Bambirra, 1971). Por esta razón, la autora aspira a contribuir al debate sobre estrategias y tácticas políticas que permitan a las sociedades latinoamericanas superar su situación de dependencia. En este sentido, el presente artículo ilumina una propuesta que se articula como un correlato político de la teoría de la dependencia, que formó parte de la Nueva Izquierda en América Latina.

En segundo lugar, se plantea que en las críticas de Bambirra a Debray se cuestionan emociones que, se proponen, eran la fuente de reconocimiento de la masculinidad guerrillera que caracterizó a la Revolución Cubana, es decir, la vida en la sierra[1]. En este contexto, el aporte de la autora radica no solo en cuestionar la centralidad territorial y su valor geográfico como escenario del peligro[2] sino que también los valores y emociones que movilizaban el ideal de militancia guerrillera de este periodo. De esta manera, la presente investigación constituye una contribución significativa al destacar a una de las mujeres intelectuales militantes de la izquierda marxista del período que cuestionó y escribió, durante su exilio, sobre este aspecto.

En tercer lugar, se sostiene que la autora demuestra cómo la propia proyección de la Revolución Cubana no dejaba espacio para considerar el miedo, la frustración y la angustia que pudieron experimentar sus militantes durante el proceso revolucionario. En este sentido, su lectura de la Revolución Cubana integra la dimensión afectiva para interpretar los procesos revolucionarios de la región y contribuir a futuros movimientos. Se sugiere que Vânia Bambirra expone las fisuras de la heroicidad revolucionaria y del martirio como formas de trascendencia por medio de la violencia. Años antes de convertirse en guerrillero, Ernesto Che Guevara había declarado que los “términos medios” son la “antesala de la traición” (Altamira, 2003). En ese sentido, en la guerrilla de la Sierra Maestra se habían decretado tres delitos revolucionarios merecedores de la pena de muerte, por un lado, y más evidentes, la deserción, la insubordinación y, por otro lado, más llamativo, el “derrotismo”. Se sostiene que, como efecto de su propuesta, se puede identificar una interrogación a las fisuras de un modelo de masculinidad que no admite más emoción que el compromiso revolucionario absoluto. Una importante contribución de esta investigación es destacar a una de las pocas militantes e intelectuales, junto a Frantz Fanon, que abordó la relación entre afectos y militancia en ese período.

Por lo tanto, en lo que sigue se revisarán las contribuciones de Bambirra al (a) debate sobre el uso de la violencia en contextos revolucionarios y su relación con la teoría de la dependencia; (b) sus críticas a la fuente de reconocimiento de la masculinidad guerrillera y la vida en la sierra como centralidad territorial y (b) la integración de la dimensión afectiva en su lectura de la Revolución Cubana y su relevancia para los procesos revolucionarios futuros.

La pluma de Cléa Silva: Bambirra y el Debate sobre la Lucha Revolucionaria

En 1967 la intelectual brasilera Vânia Bambirra, escribe para la revista Monthly Review un artículo dedicado a criticar la Teoría del Foco propuesta por Régis Debray en su libro ¿Revolución en la revolución?, publicado ese mismo año en su versión en español en La Habana y en su versión en inglés por la publicación del presente artículo: Monthly Review. El documento se publica dos meses después de la muerte de Ernesto ‘Che’ Guevara en Bolivia, sin embargo, en sus memorias la autora se dedicará a aclarar que el artículo fue escrito antes de su muerte, por lo tanto no se debió a una formulación mirando la derrota sino a una inesperada coincidencia (Bambirra, 1991). La aclaración es importante, puesto que en ese contexto era una discusión propia de la izquierda preguntarse por cuáles eran las formas de lucha válidas dentro de un proceso revolucionario. El debate en torno a ello se había iniciado tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959; su éxito conminó a diversos/as militantes e intelectuales de izquierda del período a oponerse categóricamente a Estados Unidos y a concentrar su apoyo a la Revolución (Alburquerque, 2011).

Asimismo, la Revolución Cubana tuvo como efecto el cuestionamiento de las nociones existentes hasta ese entonces en torno a la conformación de una consciencia revolucionaria (Gilman, 2003; Pedemonte, 2017; Rey Tristán, 2016; Rojas, 2009, 2016). Nociones que eran cruciales para dar paso a un proceso de emancipación social, política y económica dentro de las sociedades latinoamericanas y, del mundo, en general. Durante este período surge la que se ha denominado “Nueva Izquierda” por cuestionar, tras la Revolución Cubana, la conducción de los partidos comunistas tradicionales vinculada a la alianza de clases. En contraste a ello, la Revolución Cubana es una fuente de inspiración para muchos militantes e intelectuales, en tanto muestra otra alternativa –enfocada en la lucha armada– para llevar a cabo el socialismo a nivel global (Dip, 2020; Gilman, 2003; Keucheyan, 2013; Palieraki, 2008).

La cuestión por la liberación económica es fundamental para la agenda intelectual y política de Bambirra. Como parte del Centro de Estudios Socioeconómicos de la Universidad de Chile (CESO), la autora fue activa participante de uno de los que se constituyó como el principal objetivo de los grupos de estudio, a saber: comprender las relaciones de dependencia de América Latina con respecto a los centros metropolitanos. El CESO era un espacio de investigación y producción de conocimiento sobre los procesos de cambio social en América Latina único en ese momento (Cárdenas, 2015; Devés, 2004; Marchesi, 2019; Norambuena et al., 2018); congregó a intelectuales como Ruy Mauro Marini, Theotônio dos Santos y André Gunder Frank.

Vânia Bambirra transita desde la conceptualización de dependencia desarrollada por Theotônio dos Santos hacia una tipología capaz de operacionalizar la formación histórica concreta de la dependencia en los países dependientes latinoamericanos. Dos Santos proponía que “la dependencia es una situación en que un cierto grupo de países tienen su economía condicionada por el desarrollo y la expansión de otra economía” (Dos Santos, 1972: 149), lo que se manifestaba en que ciertos países reconocidos como dominantes pueden desarrollarse, mientras que otros "sólo lo pueden hacer como reflejo de esa expansión” (Dos Santos, 1972: 150) lo que afecta su desarrollo interno y los ubica en una posición de “retraso y (…) explotación de los países dominantes” (Dos Santos, 1972: 150). Tomando esta conceptualización, Bambirra se da a la tarea de comprender las relaciones de dependencia en la región, pero, sobre todo, de transformarlas. Tal como lo narra en sus memorias, haciendo alusión a su trabajo intelectual: “la conclusión lógica resultante fue que ese sistema, el capitalismo, no puede resolver sus contradicciones y, para mantenerse necesita apelar a formas más extremas de represión económica, política y social, vale decir, el fascismo. La alternativa a él sería el socialismo” (Bambirra, 1971: 34). Así, la investigación sobre el capitalismo dependiente latinoamericano buscó ser un aporte teórico y político a los procesos revolucionarios en América Latina. En este contexto, los esfuerzos de la autora por intervenir en el debate sobre las diversas formas de lucha para la consecución del socialismo son una continuación de un ejercicio teórico-político ya desplegado en su obra y expresado en la flexibilidad que intenta aportar por medio de las tipologías de países dependientes que realiza en El capitalismo dependiente latinoamericano (1971).

De este modo, por medio de este artículo, Bambirra se inscribe en un debate constitutivo del escenario político y social de los años sesenta a nivel global (Alburquerque, 2011; Gilman, 2003; Rojas, 2016), en el que estaban al centro las formas de lucha revolucionaria, la flexibilidad táctica y los dogmatismos programáticos de la izquierda de inspiración marxista. Un punto que merece ser destacado es que lo hace desde su posición de exilio y desde el Cono Sur. En primer lugar, por su posición de exiliada brasilera en Chile, la autora decide mantener su anonimato y publica el artículo por medio de su sobrenombre o “chapa” política: Cléa Silva. En segundo lugar, Bambirra se suma a este debate desde el Cono Sur; región a la que tradicionalmente se le ha asignado un rol periférico dentro de la Guerra Fría. Generalmente, el Cono Sur ha sido visto como un espacio vacío, de recepción pasiva de los procesos sociales ocurridos en otras partes del mundo tanto  en términos revolucionarios, pero este fue un espacio trasnacional crucial donde se tejieron tanto redes revolucionarias (Harmer & Alvarez, 2017; Marchesi, 2019) como contrarrevolucionarias (Casals, 2021; Harmer, 2012; Hurtado-Torres, 2019). Sin embargo, el artículo de Bambirra pone en evidencia el esfuerzo político e intelectual de militantes de izquierda de la región por entender los procesos sociales de los que eran parte, introduciendo, incluso esas interpretaciones en los canales de circulación del pensamiento metropolitano, no sólo con el fin de comprender, sino también de obtener lecciones de los eventos locales para producir alternativas políticas conducentes a nuevos procesos revolucionarios. Finalmente, como se indicó, a partir de este artículo se pueden identificar ciertas críticas sólidas hacia el espontaneísmo y la formación de cuadros dentro del proceso revolucionario socialista que debería llevarse dentro de la región.

Bambirra y la Revolución Cubana: Análisis de las guerrillas y la conciencia Revolucionaria

El siguiente apartado busca mostrar las críticas de Bambirra a una de las fuentes de reconocimiento de la masculinidad guerrillera y la vida en la sierra como centralidad territorial. En ese sentido, el foco de su reflexión está puesto en Cuba, país que forma parte del Caribe, que en tanto espacio político, ha desarrollado una identidad y una historia únicas. Según C.L.R. James (2010), el Caribe no siguió el patrón tradicional de relaciones coloniales entre un pueblo nativo y un invasor, sino que su identidad se forjó a través de la esclavitud y la producción de azúcar. Este contexto histórico propició la emergencia de revoluciones como la de Haití y Cuba, que no solo desafiaron el dominio colonial e imperial, sino que también fomentaron una toma de consciencia nacional y la construcción de una identidad particular en la región. Las revoluciones haitiana y cubana ejemplifican la capacidad de los pueblos caribeños para emanciparse y redefinir su posición en el contexto internacional, demostrando que el ‘Tercer Mundo’ puede romper con las cadenas imperiales y establecer nuevas hegemonías políticas y sociales.

En línea con lo planteado por James, el segundo momento de toma de consciencia de una identidad nacional se puede identificar con la Revolución Cubana. Cuando un grupo de revolucionarios decide romper con la dictadura de Fulgencio Batista y comenzar un proceso revolucionario en la Sierra Maestra, la consecuente construcción de una sociedad socialista marcaría, nuevamente, el devenir político internacional, tanto de América Latina como del resto del mundo. Si la Revolución de Haití demostró que era posible para los esclavos romper las cadenas coloniales –aunque solo transitoriamente, la Revolución Cubana demostró que era posible para el ‘Tercer Mundo’ romper con las cadenas imperiales. Así, la serie de debates políticos entre detractores y simpatizantes de la Revolución Cubana marcaron un antes y un después dentro de los procesos revolucionarios en América Latina y, también, dentro de los procesos contrainsurgentes puestos en práctica por Estados Unidos en alianza con las élites locales (Casals, 2021; Harmer & Alvarez, 2017; Marchesi, 2019; Palieraki, 2008; Rojas, 2009, 2016).

Es en este contexto que la Revolución Cubana comienza a ser pensada teórica y políticamente como un camino y un ejemplo a seguir en el resto de América Latina, en especial para los sectores de la Nueva Izquierda (Castañeda, 2013; Keucheyan, 2013). Un elemento distintivo de esta revolución fue no tener un carácter socialista desde su origen, pero sí poder construir una base de apoyo popular que fue crucial en su destino. Un actor clave fue el campesinado, debido a que brindaron a la guerrilla lugares para refugiarse, comida, apoyo, etc., elementos que permitieron su sobrevivencia para lograr la revolución. Esto permitió la construcción de hegemonía, fundamental para la futura legitimidad de la conquista del poder.

Así, la Revolución Cubana es afirmada por sus participantes, con Fidel Castro a la cabeza, como un modelo autónomo de lucha social, a partir del cual Ernesto ‘Che’ Guevara comienza a desarrollar un esquema teórico-político que considera las particularidades de América Latina desde una perspectiva revolucionaria. Este esfuerzo teórico de Guevara es conocido como la ‘Teoría del Foco’; a partir de ella se han elaborado tres dimensiones de aprendizaje de la revolución:

1º Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército; 2º No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas; 3º En la América sub-desarrollada, el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo (Guevara en Pedemonte, 2017, p.147).

Estas tres tesis tuvieron efectos políticos dentro de la concepción del guerrillero y en las condiciones objetivas para llevar a cabo el proceso revolucionario. Se suscitaron una serie de debates que involucraron a gran parte de la intelectualidad de izquierda a nivel mundial. Bambirra cuenta en sus memorias que:

La polémica siempre ha sido mi fuerte, siempre me ha gustado demoler esquemas analíticos y argumentos que considero sin fundamento. En casi todos mis trabajos, ella está presente. (Bambirra, 1991, p. 27)

En esa línea se involucra en el debate sobre la Teoría del Foco. Inicialmente, escribe el artículo Los errores de la teoría del foco: Análisis crítico de la obra de Régis Debray (Bambirra, 1967), publicado con el seudónimo Cleá Silva, las razones que da sobre su anonimato son las siguientes:

No firmé ese artículo, por poseer una gran esperanza de volver pronto a Brasil. Escogí el pseudónimo de Cléa Silva, el mismo que usaba en la clandestinidad paulista. Durante un tiempo, se hizo más conocido que mi nombre (Bambirra, 1991, p.27).

La situación de exilio obliga a Vânia a abandonar su identidad: como plantea Claudio Bolzman “el exilio afecta la posición global de la persona, el conjunto de sus roles y de su estatus, su inserción como ser social en una historicidad específica” (2012, p.19). En ese sentido, la chapa que utiliza durante su periodo de clandestinidad en Brasil es lo que le permite reinsertarse en una historicidad específica, aunque de manera velada.

En el artículo mencionado, Bambirra plantea que “la revolución se forma en la lucha misma” (Bambirra, 1967, p.27), es decir: en la lucha armada, esta es una idea sostenida por Fidel Castro, Debray y Guevara, muy protagónica en las controversias de la época en torno a los caminos a seguir en pos de la revolución socialista (Gilman, 2003; Rojas, 2016). Ante la pregunta por cómo forjar una consciencia revolucionaria, Castro, Debray y Guevara responden que subordinando lo político a lo militar. Bambirra, en cambio, argumenta que la consciencia revolucionaria –lo político– no puede forjarse únicamente por medio de la lucha armada, por lo militar (Bambirra, 1967). La autora sostiene que, la guerra, es un episodio que exige, justamente, tener claridad sobre los objetivos que unifican el movimiento revolucionario, porque, de lo contrario, la guerra puede disiparse en el mismo momento en que se está librando. En sus palabras sostiene que “lo que realmente unifica no es la guerra, sino sus objetivos, la habilidad de la vanguardia para servir como centro coordinador; y esto requiere, ante todo, claridad de visión, es decir, habilidad para analizar correctamente el proceso histórico” (Bambirra, 1967: 27)

Aunque Bambirra no menciona en sus trabajos la obra de Frantz Fanon, en Los condenados de la tierra, publicado en 1961, el autor sostenía algo similar en relación a la lucha revolucionaria. Los objetivos debían ser claros para tener éxito en el proceso revolucionario, llevar al pueblo hacia la revolución sin mediación alguna es un riesgo que debilita a cualquier movimiento revolucionario, alejándolo de la victoria. En este punto, ambos autores consideran que el espontaneísmo promueve la inmovilidad de la consciencia de los actores revolucionarios. Sin embargo, dentro del contexto latinoamericano, la Revolución Cubana cuestionó las nociones sobre cómo se adquiere la consciencia marxista para iniciar la revolución (Pedemonte, 2017). En ese sentido, lo interesante de estos debates es que se sitúan en zonas grises: Bambirra considera que el caso cubano es excepcional y, como tal, debe tomarse como una particularidad y no como una fórmula revolucionaria de uso indiscriminado. En otras palabras, la autora se presenta crítica frente a aquellos que buscan hacer de las particularidades de la Revolución Cubana, reglas universales aplicables a toda sociedad.

Por otro lado, la autora sostiene que la vanguardia debe ser quien coordine la lucha revolucionaria, y para ello debe ser una fuerza organizada, disciplinada y coherente, es decir: un partido. Sin embargo, no es necesario, de acuerdo con Bambirra, que el partido cumpla cada una de estas exigencias: basta con que estén en proceso de construcción con la convicción de formar un partido en el futuro. De modo que, para emprender la lucha armada, es necesario “contar con una organización mínima que funcione con las características de un partido” (Bambirra, 1967, p.28), es decir: disciplina, coherencia y organización. Esto no resulta ajeno al proceso revolucionario en Cuba, debido a que Guevara narra en Pasajes de la Guerra Revolucionaria cómo fue necesario forjar “disciplina, acomodo, decisión, adaptación, etc.” ([1985]2006 p.26) durante el tiempo en la Sierra Maestra. La ausencia de estos elementos muchas veces condujo a la deserción o a la delación. Según Guevara, “la deserción se produjo por incapacidad física y moral para afrontar las inclemencias de nuestra vida” ([1985]2006 p.26)

Bambirra es clara al plantear que “solo el odio espontáneo a la explotación no conduce a la victoria” (Bambirra, 1967 p. 38). En otras palabras, la autora considera que la espontaneidad no basta para consolidar un cuadro revolucionario, porque el imperialismo siempre buscará ‘utilizar al pueblo contra el pueblo’ y para ello es necesario forjar una consciencia revolucionaria sólida, donde el pueblo sepa hacia dónde va y por qué. Frantz Fanon también sostenía que “el racismo, el odio, el resentimiento, no pueden alimentar una guerra de liberación” (Fanon, 1986, p. 69), pero, a diferencia de Bambirra, este autor integra al lumpen proletariado como actor dentro del proceso revolucionario. Fanon identifica en ellos un potencial revolucionario que debe ser incorporado a tiempo dentro de las filas insurrectas, porque, de lo contrario, serán reclutados por los colonizadores y participarán del lado del opresor. Así, el lumpen proletariado debe ser organizado desde el comienzo y, para ello, es necesario relevar el rol de la politización de las masas, considerarla como una necesidad histórica. En este sentido, Fanon y Bambirra se distancian en el lugar que cada uno asigna a la categoría raza y a las distintas clases sociales dentro de este proceso de emancipación. Aunque se refieran a procesos distintos -Argelia y Cuba-, en ambos países existe un pasado colonial, en el que la raza fue utilizada como categoría de opresión.

Una pregunta que surge a la luz de la propuesta de ambos autores es cómo es posible, entonces, resolver el problema del espontaneísmo. Para Bambirra, la educación política es el medio que permitiría forjar la consciencia revolucionaria y elevar la moral de sus partidarios durante la revolución. La autora considera a la educación política un amortiguador de la violencia que encarna cualquier proceso revolucionario, en el sentido de que contribuiría a dominar la amenaza de violencia que el revolucionario siempre percibe contra sí mismo. En palabras de Bambirra, “un revolucionario puede dominar esta amenaza de violencia a sí mismo sólo si posee una idea clara del porqué de su violencia contra sí mismo y sabe a qué está entregando su vida; en suma, cuando percibe la grandeza total de la causa.” (Bambirra, 1967, p.37). Es decir, si el o la militante no tiene una idea clara del motivo de esa violencia que experimenta a su alrededor, de la amenaza constante contra su vida, podría atentar contra el éxito de la revolución, que de esta manera se vería privada de apoyo, de fuerzas, o bien algo peor, infiltrada ante la posibilidad de que algún militante entregue información sobre las tácticas y estrategias del movimiento al opresor.

Por su parte, Guevara ([1985]2006) considera que el ‘foco armado campesino’ es el único camino posible hacia la liberación del pueblo. De acuerdo con la autora, este carácter rural y campesino se encuentra también en lo planteado por Debray. Sin embargo, Bambirra desconfía del papel coordinador que puede cumplir un foco localizado en un área rural, por lo que se muestra escéptica frente al poder que tanto Guevara como Debray le otorgan al campo (1967). Principalmente, plantea que Debray no consideró las características políticas y geográficas de América Latina, punto en el que remarca que no es posible pensar que todos los países vivirán el proceso revolucionario al igual que Cuba. Para ejemplificar esto repara en que Cuba y Brasil tienen dimensiones geográficas distintas que obligan a pensar el rol del foco según lógicas diferentes. Plantea que, en el escenario de la existencia de muchos focos a lo largo del territorio brasilero, sería incluso más necesario que nunca tener una acción coordinada entre cada foco, punto donde vuelve la preocupación por una vanguardia capaz de actuar del modo más parecido posible a un partido en condiciones de orientar el camino de la revolución. En este punto, Bambirra considera que Debray tiene una posición dogmática frente al papel de lo rural, porque el campo en sí mismo no asegura nada; es el contexto local el que guía en cuál territorio se establecerá la dirección del movimiento insurreccional, ciudad o campo.

Bambirra despliega estas reflexiones en medio del tenso debate sobre la guerrilla urbana y/o rural en la izquierda latinoamericana. Si bien, como plantea Aldo Marchesi (2017), durante los años sesenta muchos grupos de izquierda del Cono Sur apoyaban la idea de una revolución continental en la región, la Revolución Cubana impuso a distintas organizaciones políticas la pregunta por la renovación de las formas de lucha. En ese sentido, se cuestionaron las características atribuidas al territorio para llevar a cabo una guerrilla de tipo rural tanto en Brasil como en Uruguay, Argentina y Chile (Marchesi, 2017). Las consecuencias de este debate se reflejaron en la articulación de nuevos repertorios de lucha, como en el caso de los Tupamaros en Uruguay, los cuales, atendiendo a las particularidades de su territorio antes que a la importación acrítica de las estrategias y tácticas cubanas, abogaron por los métodos de lucha urbana. Abraham Guillén, un anarquista español exiliado en América Latina tras la Guerra Civil de su país, fue el gran teórico de la guerrilla urbana[3]. Los diferentes casos de resistencia partisana tras la Segunda Guerra Mundial contribuyeron a que las estrategias urbanas fueran consideradas como válidas en el contexto del Cono Sur.

Es fundamental, de acuerdo con Bambirra, reconocer que, si para los revolucionarios la Revolución Cubana tuvo efectos esperanzadores, para EE. UU. tuvo como consecuencia repensar la contrainsurgencia a nivel regional. La Alianza para el Progreso condensa ese movimiento estadounidense por contener el avance del comunismo en América Latina. En ese sentido, el escenario político ha cambiado y la Revolución Cubana ha marcado un antes y un después en las discusiones sobre el inicio de un proceso revolucionario en la región. Por esta razón, la autora considera que Debray subestima el poder de las fuerzas represivas y menosprecia el aparato combativo de la resistencia clandestina. El riesgo en la ciudad o en el campo existe siempre que no exista protección de un aparato combativo de la resistencia. Es decir, Bambirra considera que ni campo ni ciudad son un riesgo absoluto, sino que el riesgo estará cuando no exista una organización suficientemente capaz de sortear la represión.

Esta dimensión territorial en la táctica y estrategia revolucionaria aparece en Fanon como una relación de dominación entre campo y ciudad, que debe ser considerada al iniciar el proceso de descolonización. Fanon identifica a la ciudad como aquel espacio de comodidad y tranquilidad del colonizador: la desestabilización del sistema colonial también se juega, entonces, irrumpiendo en la ciudad para que el enemigo no tenga más alternativa que enfrentar y, eventualmente, reconocer la derrota.

Existen puntos de convergencia entre ambos autores cuando se trata de oponer espontaneísmo y politización con educación de las masas. Sin embargo, a pesar de que Fanon esté de acuerdo en este punto con Bambirra, existe una dimensión radicalmente diferente que Bambirra no incorpora del todo en esta crítica al foco revolucionario[4]; esta es la relación entre el revolucionario y la violencia. En ese sentido, Fanon considera que por medio de la revolución el militante puede conocer y aprender nuevas dimensiones y realidades, como plantea Guevara en el caso de la Sierra Maestra:

Es que las gentes de la Sierra brotan silvestres y sin cuidado y se desgastan rápidamente, en un trajín sin recompensa. Allí, en aquellos trabajos empezaba a hacerse carne en nosotros la consciencia de la necesidad de un cambio definitivo en la vida del pueblo. La idea de la reforma agraria se hizo nítida y la comunión con el pueblo dejó de ser teoría para convertirse en parte definitiva de nuestro ser (Guevara, [1985]2006 p.26).

En el caso de Fanon, esta experiencia sirve para derrumbar esencialismos. En este proceso, el militante adquiere una consciencia social y económica, de carácter nacional, que supera la consciencia inicial que lo llevó a embarcarse en el proceso de descolonización. El autor explica que la independencia nacional no es una lucha que convoque siempre a los sujetos oprimidos; durante el proceso, persisten los sujetos oprimidos que oprimen a otros. De este modo, el militante adopta una consciencia que durante el proceso, motivada por su propio desenvolvimiento, se complejiza y se vuelve capaz de identificar matices dentro de la experiencia vivida, construir y comprender identidades que pueden ser inestables, dinámicas, frágiles, etc. Tal como dice Fanon a este respecto,

La descolonización no pasa jamás inadvertida puesto que afecta al ser, modifica fundamentalmente al ser, transforma a los espectadores aplastados por la falta de esencia en actores privilegiados, recogidos de manera casi grandiosa por la hoz de la historia. Introduce en el ser un ritmo propio, aportado por los nuevos hombres, un nuevo lenguaje, una nueva humanidad. La descolonización realmente es creación de hombres nuevos. Pero esta creación no recibe su legitimidad de ninguna potencia sobrenatural: la "cosa" colonizada se convierte en hombre en el proceso mismo por el cual se libera (Fanon, 1986, p.17).

Formas de lucha y vulnerabilidad: La Revolución según Vânia Bambirra

En el escenario latinoamericano, Vânia Bambirra avecina la revolución como una larga guerra en la que existirá una confrontación directa que exigirá crear y utilizar todas las formas de lucha disponibles, es decir, no serán únicamente la ‘propaganda armada’ o la ‘autodefensa’ las que necesariamente guiarán los procesos revolucionarios en la región. No podemos deducir a priori, de acuerdo con Bambirra, las formas de lucha que tomarán lugar en la guerra contra el imperialismo en América Latina. Asimismo, para la autora es fundamental que la guerra sea coordinada a nivel continental; es más probable vencer al imperialismo si este debe desplegar sus fuerzas en distintos territorios, que si se ocupa de invadir un solo país y de dominar sus puntos clave. En esta dimensión, no disiente ni de Fidel Castro ni del Che Guevara, quien sostuvo que, a raíz del éxito cubano, “la cordillera de los Andes está llamada a ser la Sierra Maestra de América” (1963, p.8) En consecuencia, Bambirra concibe el uso de la violencia como un medio para lograr la ruptura con el imperialismo.

Un punto llamativo y original en la crítica de Bambirra es el lugar que le asigna a la vulnerabilidad a la que se exponen los militantes durante el proceso revolucionario. Esto se manifiesta en los profundos problemas existenciales que trae la lucha armada tanto en su versión urbana como rural. La autora considera que, en primer lugar, en las ciudades se desarrollan actividades clandestinas que pueden traer una serie de reflexiones existenciales en los militantes; en palabras de Bambirra: “el riesgo de neurosis, de aislamiento, la imposibilidad de contactos humanos más profundos entre los miembros de las fuerzas guerrilleras urbanas, por ejemplo” (Bambirra, 1967, p.37). En segundo lugar, lo anterior sucede porque el carácter de las relaciones clandestinas, entre los militantes, es de mero profesionalismo. La identidad del militante debe ser ocultada para proteger la seguridad del movimiento. Esto implica que las relaciones solidarias entre compañeros solo existen porque están involucrados en una lucha común, cuya misma naturaleza les impide trascender la conexión instrumental que borra la identidad personal de cada individuo. En tercer lugar, en el caso rural, el guerrillero vive en el campo otras formas de aislamiento de la identidad, que tienen relación con el abandono de las relaciones familiares y afectivas, y la disciplina cotidiana de la guerra sumada a la neurosis producida por la constante amenaza de ser atacados.

Como plantea Alejandra Oberti, en el caso argentino “el cuerpo de los militantes, en sus dimensiones simbólica y material, era tomado en cuenta por las organizaciones revolucionarias fundamentalmente a la hora de constituirse en un medio al servicio de la revolución” (Oberti, 2015, p. 22), es decir, los cuerpos eran “armas” para la guerra, y nada más. En ese sentido, la vulnerabilidad expresada por Bambirra habla de cuerpos expuestos simbólica y materialmente a la violencia, que se ven afectados cotidianamente tanto en la ciudad como en el campo. El aislamiento social es uno de los primeros padecimientos producto de la clandestinidad impuesta en la lucha revolucionaria urbana y puede conducir a crisis existenciales. Como plantea Pía Montalva en Tejidos Blandos, la revolución “obliga a muchos a asumir una existencia clandestina que modifica radicalmente la relación de sus cuerpos con el espacio público” (2013, p. 87). Así, la relación entre indumentaria y clandestinidad revela el abandono que los sujetos deben hacer de “las ropas, corporalidades y fisonomías de origen” (ibid), es decir, de aquellos elementos corporales que construyen su identidad en tanto individuos. El cuerpo emerge en la crítica de Bambirra como la materialidad con la que limita el ‘heroísmo militante’. La suspensión de la identidad personal dado el sentido que impone la lucha política a los sujetos, los hace vulnerables, quedando expuestos a afectos contraproducentes, como el miedo, o problemas emocionales, como la neurosis. Judith Butler (2010) reconoce la relación entre cuerpo y afectos cuando define al cuerpo como un fenómeno social, vulnerable por definición debido a que su persistencia en el mundo dependería de las condiciones e instituciones sociales que lo hacen sostenible. Esto no quiere decir que el cuerpo sea una superficie pasiva, en la que se inscriben los significados y marcas sociales; el cuerpo sería “aquello que sufre, se alegra y responde a la exterioridad del mundo” (Butler, 2010, p.58). En otras palabras, el cuerpo tiene una capacidad de respuesta al mundo y esa capacidad es afectiva, de modo que la figura militante delineada por el Foquismo de Debray, se encuentra con un límite subjetivo durante la clandestinidad: crisis de pánico, neurosis, miedo, sentimientos que impiden cumplir el ideal del militante heroico de la lucha armada.

Por otro lado, las relaciones sociales que se establecen entre militantes durante la clandestinidad no contribuyen a mejorar la situación de aislamiento. La imposibilidad de establecer una relación interpersonal que logre ligarse a la identidad individual del militante termina por privarlo de lazos sociales significativos que le permitan sobrellevar emocionalmente este proceso. Es llamativo que Bambirra le otorgue un lugar a la identidad personal en medio de un contexto en el que los movimientos revolucionarios de izquierda exigían la entrega total del militante al colectivo. Pilar Calveiro (2008) sostiene que en investigaciones actuales se ha tendido a rescatar este tipo de militancias de manera ‘acrítica’ o ‘irreflexiva’, lo que produce una “sustracción de la política” al impedir revisar y matizar mejor las prácticas y acciones de estos ‘militantes heroicos’. Por otra parte, Hugo Vezzetti (2009) sostiene que, para el caso argentino, en la guerra revolucionaria los sujetos le otorgaron a su experiencia un carácter sacrificial, en el que la que “el valor supremo del combatiente es la ofrenda de la propia vida” (p. 137).

La lucha en el campo enfrenta a los militantes a otro tipo de aislamiento de la identidad: que tienen relación con la presión de la disciplina militar y la constante amenaza de ataque. En este escenario, el cuerpo opera al margen de la ciudad, camuflado, pero expuesto totalmente al enemigo en caso de ser descubierto. La idea del cuerpo como fenómeno social planteada por Butler responde también a que el cuerpo se enfrenta inevitablemente al mundo exterior y se encuentra con una ‘alteridad obstrusiva’ que anima la capacidad de respuesta afectiva al mundo. En esta línea, es posible pensar en un momento que moviliza al militante a la lucha armada. Desde el punto de vista marxista dependiente, planteado por Bambirra, podríamos interpretar que existiría una alteridad obstrusiva que se impone a la constitución del sujeto, a su emancipación, a su liberación: esa alteridad sería la burguesía. En términos Arendtianos cuando nacemos, todos nos vemos obligados a compartir la tierra con otros, es decir, “la proximidad inesperada y la cohabitación no elegida son condiciones previas de nuestra existencia política” (Butler, 2017, p. 117). El problema radica en que existen instituciones o sistemas económicos, según el diagnóstico de Bambirra, que, a partir de esta coexistencia no elegida, reclaman el mundo para sí y niegan la posibilidad de existencia, en términos sociales, de una parte de la población. Se puede plantear que esa negación ontológica moviliza a ciertos sujetos hacia una lucha por una sociedad en la que se otorgue un lugar a sus vidas. De este modo, es imposible pensar en las prácticas políticas fuera de la dimensión subjetiva que moviliza la acción revolucionaria.

Butler (2010) sostiene que la guerra refiere a una operación de distinción de poblaciones entre aquellas que merecen ser lloradas y aquellas a las que se les niega la posibilidad de duelo. Por esta razón, sostiene que existen marcos interpretativos que operan como la guerra, debido a este gesto de exclusión que tiene como consecuencia la distribución desigual del duelo. Esta distribución desigual revela que el contenido de un ‘nosotros’ requiere haber reconocido a esas vidas como tales, para poder reconocer, en consecuencia, su pérdida o su daño. En ese sentido, el duelo está sometido a operaciones de regulación afectiva que a veces impiden que esas vidas sean lloradas. En casos como los procesos de descolonización planteados por Frantz Fanon, se buscaría, justamente, convertir esa historia de exclusión en acción, en llevar el caos al orden colonial, de manera de reconfigurar la vida, la pertenencia de los sujetos a la sociedad y la plena condición humana de los mismos.

La guerra pretende negar la precariedad de los cuerpos, es decir, el hecho de estar sometidos los unos a los otros, que somos vulnerables a la destrucción de los otros y que, por lo tanto, necesitamos protección a través de condiciones y acuerdos que reconozcan la precariedad común. Bambirra nos aproxima a reflexiones de este tipo, novedosas en su contexto por ser capaces de reconocer esa precariedad común a la que los seres humanos están expuestos. A diferencia de Butler, Bambirra no busca hacer una ontología de lo humano, pero sí busca comprender de qué manera el humano que proyecta la vanguardia es (o no) el humano que vive la revolución.  En ese sentido, es interesante mirar, a la luz de los procesos revolucionarios, el hecho de que la congregación de los cuerpos en una revolución expresa la voluntad de ser reconocidos por la sociedad, al tiempo que reivindica ‘la dimensión social del cuerpo’ (Butler, 2017, p. 155) puesta de relieve en su precariedad y en su capacidad de resistencia a través de su exposición y resistencia al peligro.

De acuerdo con Bambirra, la violencia es constitutiva del proceso revolucionario, porque la amenaza a la vida es inevitable, razón por la que el militante debe aprender a mantener la moral en alto. La solución de Bambirra radica en la educación sobre otros procesos revolucionarios exitosos; así se puede mantener viva la esperanza y claridad en los objetivos que convocaron a todos a esta guerra contra el imperialismo. De lo contrario, es posible perder la ‘grandeza total de la causa’ y dejarse arrastrar por sentimientos y emociones como la ansiedad, la neurosis, el pánico, el abandono, etc. Por lo tanto, la violencia es para Bambirra un medio dentro del proceso revolucionario que opera en constante tensión entre las ideas políticas que movilizan su acción y los efectos que tiene la violencia a nivel individual sobre los sujetos. En ese sentido, la autora pone de manifiesto la individualidad como elemento que debe ser reconocido no solo dentro de la sociedad socialista, sino también dentro del proceso revolucionario. La tensión, entonces, debe ser mediada por la educación política para dar sentido a la vulnerabilidad a la que se exponen los individuos en esta experiencia revolucionaria.

En la propuesta de Bambirra se manifiestan al menos dos elementos: aparece como problemático el predominio del campo por sobre la ciudad y el silencio ante la evidente vulnerabilidad emocional a la que se enfrentan los militantes dentro del proceso revolucionario.

Para profundizar y cerrar ambos puntos es necesario volver a la biografía de Vânia Bambirra. Dentro de su ambiente académico, Vânia es la única mujer que participa del grupo de estudio de relaciones de dependencia. Y dentro del ambiente político, durante su exilio en Chile, Vânia se aventura e inscribe dentro del debate político global sobre la violencia revolucionaria. Es decir, Vânia produce, desarrolla y enuncia ideas dentro de un campo de dominio masculino, pero disputa y revela dimensiones que la masculinidad guerrillera de ese entonces tiende a invisibilizar. Con esto me refiero a que, en el caso de la tensión que existe entre la guerrilla rural y la urbana, Vânia desplaza el protagonismo asignado al campo para revelar las tensiones, riesgos y dificultades que experimentan los militantes en la clandestinidad urbana.

Si bien la clandestinidad urbana tiene mucho de su biografía, por vivir dos años de esta en Sâo Paulo, existe un intento por redistribuir el reconocimiento dado a la lucha revolucionaria en las ciudades. De acuerdo con Lorraine Bayard de Volo, “la sierra era el campo de batalla privilegiado” (2018, p. 37)  en la Revolución Cubana; en este espacio se confirmaba el estatus masculino de los hombres que en ella luchaban, aun cuando en los hechos “los rebeldes y civiles del llano a menudo son los más afectados por la represión, en comparación con los guerrilleros menos accesibles”, como los de la Sierra (Bayard de Volo 2018, p.30). Por lo tanto, en esta línea, la Sierra fue la fuente de reconocimiento de la masculinidad guerrillera que caracterizó a la Revolución Cubana. Bambirra disputa su centralidad territorial, al mismo tiempo que su centralidad como locación del peligro y, por lo tanto, del ideal de masculinidad guerrillera.

De manera que el silencio que revela Bambirra alrededor de la vulnerabilidad tiene como correlato la imagen de los barbudos de la Sierra que proyectaba una masculinidad idealizada que giraba en torno a la valentía y la virilidad. En otras palabras, la proyección de esa masculinidad no dejaba espacio para considerar el miedo, la frustración y la angustia que pudieron vivir durante el proceso revolucionario. El gesto de Vânia es significativo: se involucra en la discusión sobre la violencia revolucionaria de América Latina, pero propone una lectura del proceso distinta a la mirada masculina vigente en esa época: habla en un campo masculino, sobre uno de los temas que involucra principalmente a los hombres y además amplía la complejidad del proceso revolucionario traspasando el binario campo/ciudad y valentía/miedo. Esto lo hace al integrar las emociones y la vulnerabilidad – contraria a la masculinidad guerrillera – para interpretar los procesos revolucionarios de la región y aportar a los que están por venir.

Finalmente, Bambirra sostiene que “un revolucionario es aquel que sabe vivir para el futuro: si no está capacitado para ello no es revolucionario” (Bambirra, 1971, p. 43). Es decir, la justificación de la violencia y el sentido de padecer sus consecuencias se articulan en una estrecha relación con el porvenir: la revolución contiene una carga emocional que se proyecta temporalmente hacia un futuro socialista por el que hay que saber vivir.  Consecuentemente, en términos generales, con la Revolución Cubana, el Caribe sostiene el porvenir para los revolucionarios de la región y del Tercer Mundo. Asimismo, impulsa la reorganización de identidades y posiciones políticas frente al imperialismo y las relaciones de dependencia en América Latina.

Vânia Bambirra avecina la revolución como una larga guerra que exigirá crear y utilizar todas las formas de lucha disponibles. No podemos deducir a priori, de acuerdo con Bambirra, las formas de lucha que tomarán lugar en la guerra contra el imperialismo en América Latina. Tanto el campo como la ciudad pueden ser campos de batalla privilegiados en determinados contextos revolucionarios. Asimismo, la dirección política del movimiento no puede reducir sus esfuerzos al espontaneismo: debe promover la educación política de los militantes para asegurar la unidad del movimiento. La lectura de una mujer activista como Vânia Bambirra, por lo tanto, tensiona las interpretaciones de sus contemporáneos sobre el rol de la vanguardia, el predominio de la guerrilla urbana por sobre la rural y la formación de la consciencia revolucionaria.

La intervención de los intelectuales muestra cómo el camino que iría tomando la Revolución Cubana estaría inserto en un complejo entramado de tensiones y visiones heterogéneas sobre cómo alcanzar el socialismo y cómo difundir sus valores a través de la sociedad. Esto reveló la tensa relación entre los valores de la URSS y Cuba, debido a que los contextos revolucionarios se articularon de distinta manera y la forma de vincularse con la revolución en muchos casos radicaba solo en una praxis revolucionaria, mas no una teoría revolucionaria; oponiéndose a la visión leninista.

Por lo tanto, las miradas ofrecidas por ambos autores iluminan la comprensión del Caribe y, en particular, de Cuba y su revolución, porque prestar atención a la historicidad del territorio, a la historia de sus relaciones sociales, a la toma de posición frente a la revolución, como, por ejemplo: la exigencia del reconocimiento de la autonomía de la revolución frente a otras revoluciones, al reconocimiento de su radical ‘creatividad’ frente a las decisiones y formas que tomó la revolución antecediendo a las que vendrían en América Latina, etc., permite dotar de agencia a una sociedad usualmente desplazada por el valor asignado a las potencias mundiales y, seguido de esto, comprender el complejo entramado de relaciones, disputas y agencias que produjo el proceso revolucionario cubano tanto para Cuba, como para el resto del mundo.

Conclusiones

Este artículo ha explorado las críticas de Vânia Bambirra a la teoría del foco de Régis Debray, se ha destacado la intersección entre masculinidad y violencia revolucionaria en las guerrillas latinoamericanas del siglo XX.

En primer lugar, Bambirra desafía la teoría del foco de Debray al argumentar que no es posible determinar a priori las formas de lucha que se emplearán en la guerra contra el imperialismo en América Latina. Sostiene que la revolución es un proceso dinámico que debe adaptarse a las condiciones locales y temporales específicas, y que debe coordinarse a nivel continental para aumentar las posibilidades de éxito. En segundo lugar, la autora critica la idealización de la valores, que se sostienen, forman parte de la masculinidad guerrillera, marcada por la valentía y virilidad, y señala que esta perspectiva ignora la vulnerabilidad y los problemas existenciales que enfrentan los militantes, tanto en entornos urbanos como rurales. Bambirra destaca la importancia de reconocer y abordar las emociones y la identidad personal de los revolucionarios para mantener la moral y la cohesión del movimiento. En tercer lugar, Bambirra enfatiza la necesidad de una educación política sólida para desarrollar una consciencia revolucionaria duradera. Con ello, argumenta que la lucha armada debe estar acompañada de una clara comprensión de los objetivos políticos y sociales, evitando el espontaneísmo y asegurando una dirección coherente y organizada.

Finalmente, uno de los principales hallazgos de esta investigación es identificar cómo la integración de la dimensión afectiva en la lectura de los procesos revolucionarios es fundamental para Bambirra. Al mismo tiempo, la autora sostiene que la violencia es un medio inevitable en la revolución, pero que debe ser contextualizada y gestionada a través de la educación política para mantener la esperanza y la claridad de propósito entre los militantes. En ese sentido, Bambirra reinterpreta la Revolución Cubana al cuestionar su centralidad territorial en la Sierra Maestra y al resaltar la importancia de las luchas urbanas. Su análisis revela las tensiones y desafíos que enfrentan los militantes en la clandestinidad y la necesidad de adaptar las tácticas revolucionarias a diferentes contextos geográficos y sociales.

En consecuencia, las contribuciones de Vânia Bambirra al debate latinoamericano sobre la situación de dependencia y las formas de lucha para su superación, ofrecen una perspectiva crítica y matizada sobre la violencia revolucionaria, la masculinidad guerrillera y la importancia de una educación política sólida. La perspectiva de Bambirra, destaca la complejidad de los procesos revolucionarios y la necesidad de reconocer y abordar las dimensiones emocionales y personales de los militantes para lograr una revolución exitosa y duradera en América Latina.

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Recibido: 01/06/2024

Evaluado: 30/07/2024

Versión Final: 21/09/2024

páginas / año 17 – n° 43/ ISSN 1851-992X /2025                           


[1] Vânia Bambirra no abordó directamente el tema de las masculinidades en su obra; lo que se ofrece en este trabajo es una interpretación de sus propuestas desde esta perspectiva.

[2] Estos debates se estaban dando a luz del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, un ejemplo de guerrilla urbana en la region, ya creado en 1966 (Marchesi, 2019)

[3] En 1966, Abraham Guillén publica el libro Estrategia de la guerrilla urbana, en él asegura que “en una guerra revolucionaria, cuando la masa urbana sea mayor que la masa rural, el centro de gravedad de la lucha debe descansar en las luchas urbanas: las grandes ciudades son bosques enormes de cemento, donde se pueden emplear correctamente todos los artificios de la guerra de guerrillas” (1966, p.62)

[4]