“La posta es de mujer a mujer”. Participación femenina en el movimiento de derechos humanos de La Plata, Berisso y Ensenada (Provincia de Buenos Aires, Argentina)

“La posta es de mujer a mujer”. Participación femenina en el movimiento de derechos humanos de La Plata, Berisso y Ensenada (Provincia de Buenos Aires, Argentina)

“The post is from woman to woman”. Female participation in the human rights movement from La Plata, Berisso and Ensenada (Provincia de Buenos Aires, Argentina)

María Emilia Nieto

Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales,

Universidad Nacional de La Plata (Argentina)

mariaemilianieto@gmail.com

https://orcid.org/0000-0002-8078-3441

Resumen

El movimiento de derechos humanos argentino contó con una alta participación femenina: madres, hermanas, tías y esposas de las personas desaparecidas se incorporaron tempranamente a sus organizaciones. Emblema de estos agrupamientos son Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, integrados también por hermanas, esposas e hijas, agencias militantes menos visibles a pesar de cumplir también un papel destacado en la búsqueda. Por su capacidad para articular y legitimar en el espacio público la denuncia de los crímenes cometidos por el terrorismo de Estado, la bibliografía tendió a centrar su mirada en el protagonismo de las madres. A partir de entrevistas y testimonios analizamos las memorias de mujeres que se integraron a Madres de Plaza de Mayo, hermanas y esposas de detenidos desaparecidos de La Plata, Berisso y Ensenada (Provincia de Buenos Aires, Argentina). En el caso de las primeras, el objetivo es reflexionar sobre las memorias menos audibles sobre estas agencias militantes. En el caso de las esposas y hermanas, se busca dar cuenta de aquellas experiencias menos abordadas al interior del movimiento de derechos humanos.

Palabras clave: movimiento de derechos humanos; participación femenina; memorias.

Abstract

The Argentine human rights movement had a high female participation: mothers, sisters, aunts, and wives of the disappeared individuals joined their organizations early on. The emblem of these groups are Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, which also includes sisters, wives, and daughters—militant agencies that are less visible despite playing a significant role in the search. Due to their ability to articulate and legitimize the denunciation of the crimes committed by state terrorism in the public space, the literature has tended to focus on the prominence of the mothers. Through interviews and testimonies, we analyze the memories of women who joined the Mothers of Plaza de Mayo, sisters, and wives of the disappeared detainees from La Plata, Berisso, and Ensenada (Buenos Aires Province, Argentina). In the case of the former, the aim is to reflect on the less audible memories of these militant agencies. In the case of the wives and sisters, the goal is to account for those experiences that have been less addressed within the human rights movement.

Keywords: human rights movement; female participation; memories.

Introducción

El movimiento de derechos humanos argentino surgido como respuesta a la última dictadura militar (1976-1983) contó con una alta participación femenina. Madres, hermanas, esposas, hijas, tías, de detenidos/as desaparecidos/as, se incorporaron desde sus inicios a la militancia humanitaria sobre todo en aquellas organizaciones fundadas en los lazos filiales (Jelin, 2017), pero también inscribieron su participación a partir de su actuación como abogadas, psicólogas y profesionales de diversas disciplinas. Este rasgo se extendió en las organizaciones de derechos humanos de todo el país, donde la presencia de mujeres es un rasgo que se hace presente (Kotler, 2008; Morales, 2010).

Como señala Scocco (2022) para el caso de Rosario, las trayectorias de militancia en el movimiento de derechos humanos, se explican por “tres vías de acceso”: la profesional, la vincular (aquellas personas que mantienen un lazo familiar con las victimas) y la activista (personas que se encontraban ya comprometidas con otras experiencias militantes). Esto se advierte para el caso de las mujeres de La Plata, Berisso y Ensenada, que inscribieron su participación en el movimiento de derechos humanos local desde su condición de familiares de desaparecidas/os; desde su rol profesional; o por su pertenencia a experiencias de militancia anteriores, reconvertidas a ese activismo. En muchos casos, sus trayectorias muestran múltiples inscripciones y pertenencias.

Emblema de la participación de las mujeres en el movimiento de derechos humanos fueron los agrupamientos de Madres de Plaza de Mayo, constituidos por mujeres que se nuclearon desde la identidad de su condición filial materna. Conformadas en diferentes regiones del país[1], estas organizaciones, estuvieron en algunos casos integradas también por hermanas, esposas, hijas y tías de detenidos/as desaparecidos/as. A modo de ejemplo, el grupo de Madres que concurrió por primera vez a Plaza de Mayo, aquel fundante 30 de abril de 1977, estaba integrado por tres tías, Cándida, Julia y María Mercedes, hermanas de Adela Gard de Antokoletz[2]. Otro caso sugerente es el de Olga del Valle Márquez de Arédez[3], esposa del detenido-desaparecido Luis Arédez, reconocida públicamente como Madre de Plaza de Mayo de Jujuy. O Sara Mrad, hermana de una detenida desaparecida, quien se constituyó en una reconocida referente de Madres de Plaza de Mayo de Tucumán. Estos lazos filiales fueron menos visibles y quedaron por lo general subsumidos a la identidad de la maternidad, que cobró especial potencia en el espacio público para articular el reclamo ante el crimen de la desaparición.

Este trabajo busca reflexionar sobre la agencia femenina en el movimiento de derechos humanos[4] a partir del análisis de las memorias de Madres de Plaza de Mayo, esposas y hermanas de detenidos/as desaparecidos/as de la región de La Plata, Berisso y Ensenada (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Se trata de mujeres que se involucraron con esa militancia a partir de la detención-desaparición de un familiar directo (hijas e hijos, hermanas y hermanos, o esposos) y que mantuvieron un compromiso sostenido con la militancia humanitaria. En el caso de las primeras, buscamos destacar aquellas memorias menos audibles sobre estas experiencias militantes. En el caso de las esposas y hermanas, el objetivo es dar cuenta de aquellas militancias menos abordadas al interior del movimiento de derechos humanos.

Este análisis de carácter preliminar, se enmarca en mi investigación doctoral, abocada a reconstruir los orígenes de Madres de Plaza de Mayo de la región de La Plata, Berisso y Ensenada, que tuvo un despliegue significativo en la región, así como también muchas de sus integrantes aportaron, dada la cercanía geográfica, al agrupamiento de Madres de Plaza de Mayo que se nucleó en la ciudad de Buenos Aires. De la investigación realizada hasta el momento emerge, por un lado, la gran participación de madres de desaparecidos/as que se integraron a Madres de Plaza de Mayo y a diferentes organizaciones de Derechos Humanos locales (como la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Plata, Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas de La Plata, y Abuelas de Plaza de Mayo de La Plata). Por otra parte, la heterogeneidad de sus trayectorias, caracterizadas en muchos casos por itinerarios tempranos de participación social y política, previos a la desaparición de sus hijos e hijas (Nieto, 2023). Asimismo, el movimiento de derechos humanos conformado en La Plata, Berisso y Ensenada[5], contó con la numerosa participación de hermanas y esposas de desaparecidos que desde los inicios se sumaron de manera activa en la búsqueda de sus hermanos/as y parejas, en algunos casos acompañando a las Madres de Plaza de Mayo e integrando sus grupos de apoyo.

Partimos entonces de dos hipótesis. Por un lado, consideramos que, si bien se ha destacado el protagonismo de las Madres de Plaza de Mayo en la militancia humanitaria, todavía quedan dimensiones a indagar en mayor profundidad sobre esta experiencia: consideramos productivo volver a mirar esa participación con nuevas preguntas y clivajes de análisis, para analizar olvidos y/o silenciamientos en las memorias que estas mujeres construyeron sobre su propias trayectorias militantes, así como abrir preguntas en torno a los usos públicos del pasado, con respecto a su participación. Lo haremos a partir de los testimonios de Madres de Plaza de Mayo de La Plata, un colectivo que tuvo su propio desarrollo y alcanzó amplios niveles de organización y movilización en la región, así como aportó a las estrategias desplegadas en la ciudad de Buenos Aires. En segundo lugar, en relación al caso de las esposas y hermanas, que estas militancias en el movimiento de derechos humanos fueron menos visibles, a pesar de cumplir un papel destacado en la acción colectiva humanitaria, así como escasamente indagadas por la bibliografía que tendió a centrar su mirada en el protagonismo de las Madres de Plaza de Mayo, por la potencia de la figura materna para articular y legitimar en el espacio público la denuncia de los crímenes cometidos por el terrorismo de Estado. A diferencia de las madres, abuelas e hijas, las esposas y hermanas no constituyeron agrupamientos fundados en esa condición respecto de los/as detenidos/as desaparecidos/as. Sin embargo, eso no significó que estuvieran ausentes de la acción colectiva humanitaria. Muchas esposas y hermanas se integraron tempranamente a las luchas por la aparición con vida de sus familiares directos. En ambos casos, su participación fue escasamente recuperada.

El trabajo se inscribe en una metodología de tipo cualitativa y se sostiene en el análisis de fuentes orales producidas en diferentes contextos y temporalidades[6]. En primer lugar, aquellas realizadas a Madres de Plaza de Mayo de La Plata: los testimonios reunidos por el Archivo oral de Memoria Abierta (los consultados son del año 2005); y aquellas entrevistas realizadas en el marco del proyecto “Relatos del futuro” (2011) del Taller de Producción Audiovisual I de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. En segundo lugar, una serie de entrevistas realizadas a hermanas y esposas de detenidos/as desaparecidos/as de La Plata, Berisso y Ensenada, durante los años 2021, 2023 y 2024, en el marco de nuestra investigación. También se consultaron entrevistas publicadas en revistas o libros, y testimonios judiciales, con el objetivo de reunir información sobre las trayectorias de estas mujeres, a nivel local, que se encuentra en general, muy fragmentada.

El trabajo con este tipo de fuentes requiere tener presente sus potencialidades y limitaciones. Se trata de producciones que ponen en primer plano la subjetividad de quien narra y que son resultado de un diálogo entre quien entrevista y quien es entrevistado (Portelli, 2016). Asimismo, se vuelve fundamental tomar en cuenta los contextos de producción de estas narraciones, inscribiendo los testimonios en los ciclos memoriales en que se producen (Lvovich y Bisquert, 2008) y atendiendo a los decible y audible en cada contexto. La consulta de las fuentes disponibles en los repositorios orales, tiene en cuenta la posibilidad de volver a aquellos documentos con el objetivo de realizar una “relectura desde el género” (Oberti, 2010 y 2015), capaz de identificar dimensiones de la experiencia y de las memorias de las mujeres, aun en aquellas fuentes que no fueron creadas desde dicha perspectiva.

Las preguntas que orientan esta investigación son: ¿Qué agencias femeninas se configuraron en el movimiento de derechos humanos? ¿Por qué algunas se tornaron más visibles que otras? ¿Cómo ha operado el género en la construcción de memorias en torno a las militancias de las mujeres? ¿Qué memorias construyen estas mujeres sobre su participación en el movimiento de derechos humanos? Partimos de una mirada que considera que el género es estructurante en la elaboración de la Historia y la configuración de las memorias, aspecto que obliga a revisar de qué modo se hacen presentes las mujeres en el espacio público y cómo es interpretada y narrada su agencia.

Historia, género y memoria: la agencia de las mujeres en el pasado reciente

Los estudios de género, de extensa trayectoria en nuestro país, se han consolidado como parte de la agenda del campo de la Historia Reciente, tornándose centrales y saliendo de su lugar periférico. Esto ha permitido revisitar el pasado con nuevas preguntas e iluminar dimensiones no reconocidas hasta el momento. Tal como recuperan D’Antonio y Viano (2018) el cruce de perspectivas entre la Historia Reciente, los estudios de memoria y los estudios de género, ha significado un aporte fundamental para desestabilizar las miradas androcéntricas desde diferentes líneas temáticas: el abordaje de las experiencias de militancia femeninas en diversos escenarios del pasado reciente, atendiendo a la participación en organizaciones sociales, políticas, partidarias, sindicales y feministas por la ampliación de derechos (Feijoó y Gogna, 1985; Filc, 1997; Barrancos, 2008; Viano, 2008; Andújar, 2014; Oberti, 2015; D’Antonio, 2016; Martínez, 2015; Noguera, 2019; Gorza, 2022); el análisis de las dimensiones genéricas de la represión así como de las prácticas de resistencia (Jelin, 2002; Sonderéguer, 2012; Álvarez, 2024); las transformaciones de la familia, la sexualidad y la vida cotidiana, a partir del cuestionamiento a las divisiones tajantes entre los ámbitos público y privado (Jelin, 2010; Cosse, 2010; Felitti, 2011; Manzano, 2017)[7]. En este marco, se han profundizado las discusiones en torno a la existencia de memorias generizadas y sus implicancias en torno a los usos públicos del pasado (Jelin, 2002; Oberti, 2010; Andújar, 2014). Así como se ha avanzado en el estudio de la represión estatal hacia las disidencias sexo-genéricas y el abordaje de sus memorias, dando cuenta del rasgo cis y heteronormativo de los marcos sociales memoriales que ha dado lugar a silencios y olvidos estructurantes, en el marco de la histórica invisibilización de las identidades no heteronormadas (Insausti, 2015; Rubino y Saxe, 2016; Prieto, 2019). Estos trabajos han demostrado las relaciones estructurantes que existen entre el género, la Historia y las memorias, en relación a la recuperación del pasado reciente argentino.

Retomando aquel trabajo clásico de Scott (1997) sobre el problema de la invisibilidad, no se trata de que las mujeres hayan sido inactivas o estuviesen ausentes de los acontecimientos históricos, sino que fueron sistemáticamente omitidas de los registros del pasado. Como señala Perrot (2009) ese silencio en las fuentes se debe a múltiples razones: la falta de registro (al diluirse en el universal masculino la existencia de otros géneros), la destrucción de huellas (por considerar que las de ellas carecen de relevancia histórica), la autodestrucción de las memorias femeninas (porque las propias mujeres las consideran insignificantes), pero también al abuso de estereotipos a la hora de designarlas y calificarlas. No es solo que hayan sido omitidas en general, en el hacer histórico, sino que cuando aparecen lo hacen de un modo particular:

En general, cuando las mujeres aparecen en el espacio público los observadores se desconciertan; las ven en masa o en grupo, lo que por otra parte corresponde en general a su modo de intervención colectiva: ellas intervienen en tanto madres, amas de casa, guardianas de los víveres, etc. Se abusa de los estereotipos para designarlas y calificarlas (Perrot, 2009:15).

La agencia femenina fue excluida del saber histórico y/o reducida a su papel en lo doméstico (como espacio “privado” y despolitizado). La respuesta feminista y de los estudios de género, consistió en rastrear nuevas memorias y recuperar a las mujeres de ese olvido por parte de la Historia. Collin (2006) lo expresó en términos de la relación entre la marca y la huella. Mientras la primera refiere a aquello que ha logrado constituirse como parte del saber histórico, la segunda refiere a esos vestigios que no alcanzan a producir una marca. La memoria alojaría esos vestigios de la agencia femenina que no llegan a constituirse como parte de la Historia, producto de las relaciones desiguales entre los géneros.

Recuperar el aporte de los sujetos femeninos a la Historia supone un ejercicio de memoria, atento a los modos en que el género condiciona los modos en que ese pasado es recuperado. Los trabajos de memoria son realizados por sujetos generizados y sus memorias se hacen presentes en la medida en que existan marcos de audibilidad para alojarlas. Las relaciones de género habilitan determinados contenidos y formas del recuerdo, así como definen socialmente qué es lo que debe ser recordado y olvidado. Troncoso Pérez y Piper Shafir (2015) proponen pensar en estos dos procesos en su mutua constitución: la generalización de la memoria y la memorización del género.  En palabras de Oberti (2010), preguntarnos ¿qué le hace el género a la memoria? y podríamos agregar ¿qué le hace la memoria al género?

El análisis sobre las memorias que las mujeres han construido sobre sus propias trayectorias y militancias en el movimiento de derechos humanos, supone problematizar aquellas memorias que se han tornado más audibles y cuáles no, de acuerdo al contexto histórico. Implica reflexionar en torno a cómo las propias mujeres se apropian de los relatos de sus propias experiencias, en el marco de acontecimientos sociales traumáticos y cómo estos aparecen en el espacio público, sobre todo a partir de los retornos democráticos (Alonso y Larrobla, 2013; Álvarez, 2024). Esto implica tener presente la temporalidad de los testimonios, sus condiciones y posibilidades de producción, así como los marcos sociales de audibilidad. La capacidad de las mujeres para tomar la palabra, pero también y en una relación articulada, para ser escuchadas.

Como hemos señalado, las mujeres integraron de manera protagónica las organizaciones de Derechos Humanos, en mayor medida por su lazo filial con los/as desaparecidos/as: madres, esposas, abuelas, hijas, hermanas, tías y se hicieron visibles en el espacio público protagonizando la resistencia a la última dictadura militar y sus crímenes (Jelin, 2017). Sin embargo, no todas las memorias tuvieron la misma audibilidad, lograron volverse públicas o se tornaron objeto de reflexión por parte de la Historia. Como ha señalado Oberti (2010), es posible una relectura desde el género sobre el pasado reciente, para encontrar en las fuentes aspectos invisibilizados que no han sido abordados antes. Esto implica tensar los discursos sobre el pasado y para ello las narraciones testimoniales, con sus luces y sombras, se tornan fundamentales.

Entre la casa y la plaza: las memorias de las Madres de Plaza de Mayo

En los albores de la última dictadura, las madres de desaparecidos/as iniciaron una experiencia singular en Argentina al agruparse para exigir la aparición con vida de sus hijas e hijos. Como ha sostenido Jelin (1985) su movilización estuvo signada por la lógica del afecto, ya que fue esta pérdida el motivo que las impulsó a ocupar el espacio público. En tanto catástrofe y acontecimiento límite (Gatti, 2011), constituyó el motivo para actuar y sobreponerse al riesgo que implicaba manifestarse públicamente y alzar la voz en el contexto represivo.

Las Madres tornaron público un crimen que buscaba volverse impune a partir de la modalidad de la desaparición. El maternalismo político (Nari, 2004) marcó el modo en que inscribieron su reclamo en el espacio público. Desde aquellas primeras plazas en soledad, lograron construir una legitimidad, e inaugurar un nuevo modo de ser madre, al articular la apelación a la maternidad, la defensa de la vida y el lenguaje de los derechos humanos (Morales, 2015).

Lo cierto es que aun cuando las Madres apelaron a sentidos propios de la maternidad, basados en cierto esencialismo, también hicieron estallar lógicas y estereotipos de género, a partir de introducir la presencia materna en el espacio público. Como señalan Feijoo y Gogna (1985), partiendo de los roles tradicionales de género y apelando centralmente a la identidad de mujer-madre-ama de casa, cuestionaron las relaciones entre los géneros y pusieron en pie un nuevo tipo de politicidad, al introducir en el accionar político una dimensión ética y afectiva. Esto transformó el modo de concebir la maternidad, que se dotó de nuevos sentidos, así como introdujo cambios en los modos de concebir las prácticas políticas. Reorganizaron de un modo singular las ligaduras filiales, con base en una experiencia asociativa, y politizaron el dolor privado, volviéndolo un tema público: “una maternidad desobediente de la cultura patriarcal y represiva del estado las convirtió además en ciudadanas críticas e indóciles” (D’Antonio, 2007:5).

La dictadura apeló inmediatamente a la persecución y la desaparición de sus principales referentes, la represión de las rondas, las detenciones en comisarías, el vallado de la plaza para impedir su ingreso y amedrentarlas. Desplegó además una campaña de desprestigio, al denominarlas como “locas” y “madres de terroristas” para descalificar sus acciones y aislarlas. A pesar de ello, las mujeres sostuvieron su presencia en el espacio público, tejieron redes de solidaridad trasnacionales y lograron que su voz se ampliara y legitimara.

Aquí nos preguntamos cómo narraron las mujeres ese proceso y qué memorias construyeron sobre su constitución en Madres de Plaza de Mayo. Nos detenemos en una serie de entrevistas y testimonios brindados durante los años 2005 y 2013, por mujeres que integraron el grupo de Madres de Plaza de Mayo La Plata, Berisso y Ensenada.

Los nucleamientos de familiares y específicamente de madres de detenidos/as desaparecidos/as, en la región, emergieron temprano al compás de la conformación del grupo de Buenos Aires. Las características locales y regionales, los espacios de sociabilidad, la escala media de la ciudad y la existencia de determinadas instituciones, propició espacios de encuentro. Así, en los años inmediatos a la dictadura se conformaron a nivel local Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas y Gremiales de La Plata (1979), Madres de Plaza de Mayo de La Plata (1977) y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Plata (1979)[8].

En estos grupos la participación de las mujeres fue central. Tanto en el caso de Madres y de Abuelas, como también en Familiares, con la destacada figura de Reyna Suárez Wilson de Diez[9], quien había sido decana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP en el año 1973. También en la propia APDH fue clave el papel de dos integrantes de Madres de Plaza de Mayo de La Plata: la abogada Alba Martínez “Ñeca”[10] y Adelina Dematti Alaye[11]. Ellas fueron quienes, junto con un grupo de padres vinculados al mundo del derecho, organizaron las primeras reuniones en la confitería del Colegio de Abogados de la ciudad.

Las Madres de Plaza de Mayo de La Plata ocuparon un lugar destacado en el activismo humanitario de la región (Bonafini, 2022). Algunas de sus referentes tuvieron, además, un peso específico en la conformación de las Madres nucleadas en Buenos Aires (es el caso de Hebe Pastor de Bonafini[12] y Adelina Dematti de Alaye). Comenzaron a agruparse para viajar a Buenos Aires y dada la capacidad de movilización del grupo y las características de una ciudad que contaba con instituciones relevantes para demandar (juzgados, iglesias, dependencias estatales, la gobernación) fueron tejiendo iniciativas locales al poco tiempo.

En sus testimonios hemos podido identificar diferentes memorias para narrar su constitución como militantes por los derechos humanos. Las primeras, que consideramos han sido más audibles, y ponen de relieve su condición de amas de casa y el proceso de politización asumido a partir de la desaparición, expresado en términos de un tránsito desde lo doméstico, asociado a la inexperticia política, hacia el escenario público, considerado el epicentro de la política.

María Luisa Sotelo de Castro, ensenadense y ama de casa, señalaba que la profesión que había elegido era ser “esposa, madre e hija”.  Su marido era peronista, había trabajado en frigoríficos y luego en Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). Luego de casarse se mudaron a La Plata. Para Luisa los inicios de su participación en Madres de Plaza de Mayo implicaron el contacto con un “afuera” que es calificado como “extraño”, ajeno.

(…) perdí a mi hijo[13] y ya nada fue igual en la casa. Porque de haber sido una mujer dedicada pura y exclusiva al hogar, de un día para el otro me encontré entre gente extraña, conociendo lugares y conociendo gente que no imaginé nunca (María Luisa Sotelo de Castro, 2005).

Zulema Castro de Peña[14], se había formado en el Conservatorio de Música y Arte Escénico, y era maestra y profesora en el Normal 3 y en la Escuela San Martín de La Plata. Ejerció durante 30 años la docencia. Tanto ella como su marido, Isidoro Peña, eran parte de espacios vinculados al Partido Socialista. A pesar de ello en su testimonio se presentaba centralmente como ama de casa:

Lo que pasa… las madres, la que está solamente en la cocina no puede saber que va a pasar, lo que estaba pasando. Yo era una de ellas que me ocupaba de la casa, de mis hijos, y de que estudiaran, que tuvieran todo a la mano, no había otra cosa, no era el padre que sabía de todo. (Zulema Castro de Peña, 2013)

Galeana Di Salvo[15], había trabajado como costurera en la Casa Beige, una famosa tienda de ropa platense, luego se desempeñó como bibliotecaria y también como secretaria de la Sala I del Hospital San Martín de La Plata.

Era una madre con seis hijos, imposible describir lo que pasaba afuera, de política no entendíamos nada. Éramos apolíticos, mi esposo y yo, nada, 6 hijos, nunca pensé que iba a estar en la política (Galeana Di Salvo, 2013).

Marta Candreva de Schunk[16], trabajaba en el comercio familiar, una carnicería en la que se ocupaba de atender la caja:

Éramos todas inexpertas, no sabíamos hacer una habeas corpus, no entendíamos nada de nada. (…) no teníamos, ya te digo, experiencia, experiencia política, no teníamos, nada, nada, ninguna preparación nada. Yo trabajaba, tenía a este chico de 19 años, el otro tenía 14 y el chiquito tenía 7, así que uno iba a la escuela, el otro al secundario, otro al jardín. Yo trabajaba con mi esposo. Así que, en aquel tiempo, en el ’70, la mujer en política no era como ahora, sabíamos que estaba el presidente, quien era el presidente, pero tener una ideología política digamos no, no, no. No teníamos, no existía, que se yo, eran pocas las mujeres, de 30 años atrás que hablaran de política, mujeres te digo de ama de casa como mi condición, lógicamente mujeres cultas, preparadas a lo mejor sí, ¿me entendés? pero a mí la política, no tenía (Marta Cándreva de Shunk, 2005).

Estos testimonios coinciden también con la mirada de Hebe Pastor de Bonafini, quien señalaba en una entrevista: “Y cuando empezamos a hacer las reuniones, sin saberImaginate: de la cocina a la Plaza, como digo yo.” (Hebe Pastor de Bonafini en Di Marco, s/f.). Hebe solía representar, cada vez que narraba los comienzos de las Madres, el proceso de politización desde la idea de pasaje “de la casa a la plaza”. En general estas memorias son las que han tenido mayor presencia en el espacio público porque efectivamente reponen la experiencia de muchas de estas mujeres.

Sin embargo, como se ha destacado en los de trabajos de D’Antonio (2006), Viano (2008) y Andújar (2014) esto no significa que muchas de ellas no tuvieran experiencias de participación en el espacio público previas, aunque el agrupamiento inauguró una forma de la política singular donde la identidad materna subordinó otras lógicas identitarias. Asimismo, debe matizarse que no las guiara ningún convencimiento ideológico. Consideramos que la iniciativa de tomar la plaza y los diferentes repertorios de acción que fueron ensayando se comprenden a la luz de la presencia de muchas mujeres con posicionamientos y saberes en torno a experiencias políticas y a la acción colectiva (Nieto, 2023). Como señala Barrancos (2008), las Madres unieron rituales domésticos y escenarios públicos, y tuvieron la sagacidad de mostrar que “sólo su condición de madres” era lo que las movilizaba. La decisión de presentarse como una organización sin ningún rasgo político buscaba impedir que su credibilidad y la eficacia de la demanda, fuese cuestionada.

Al explorar otros testimonios, encontramos otras memorias que reponen sentidos diferentes sobre el lugar del saber y de la política en las trayectorias de estas mujeres. Los testimonios de aquellas que ejercían la docencia en diferentes niveles del sistema educativo (maestras de inicial y primaria, otras profesoras de secundaria) dan cuenta de otras memorias no encuadradas en aquellas miradas que enfatizan en la política como algo ajeno. Herenia Martínez Cámara de Sánchez Viamonte[17], docente, destacaba:

Yo estaba al tanto de todo lo que estaba pasando, primero de lo que había pasado antes en La Plata, antes de la dictadura con la época de Calabró[18] acá, la época de las Tres A, CNU, que había un gran antagonismo, la mayoría de la CNU eran chicos universitarios y secundarios, así que sabía lo que pasaba, y yo también estaba muy en contacto con las madres que tenían sus hijos, que eran amigas mías. (Herenia Martínez Cámara de Sánchez Viamonte, 2005)

Por su parte, Elvira “Beba” Santillán de Dillon[19], abogada y docente del nivel secundario, señalaba:

Mi materia siempre fue instrucción cívica así que, te imaginás que… enseñaba todo eso, la Constitución. Eran tiempos terribles porque yo enseñaba el artículo 18 y se levantaba un alumno y me decía “ayer entraron a mi casa y se llevaron a mi hermana, profesora” me decían “no había nada, el juez no dijo nada, no había nada, venían los militares nada más”, entonces vos estabas enseñando algo que se contraponía a la verdadera realidad y yo les hablaba de la realidad a los chicos, nunca oculté nada, yo creo que hay que saber toda la verdad siempre viste, lo que vivíamos, estaba prohibido nombrar a Perón y Evita, yo los nombraba, porque hablaba… no es que fuera peronista pero hablaba de lo que había hecho Perón, del Partido político, lo que era una masa, qué sé yo, esas cosas las decía. (Elvira S. de Dillon, 2013)

Estas memorias permiten mostrar, por un lado, que el contacto de las mujeres con el ámbito público se inicia mucho antes del episodio de la desaparición. Las mujeres no se limitan a habitar el ámbito doméstico. Están en lo público, en primer lugar, porque muchas de ellas se desarrollan en diferentes trabajos y profesiones, se forman en el magisterio (en las Escuelas Normales Nacionales, de impronta femenina) y alcanzan en algunos casos puestos de jerarquía como directoras e inspectoras del sistema educativo. En esos escenarios adoptan posición sobre lo que estaba ocurriendo en el contexto represivo.

Pero, además, en algunos casos se trata de mujeres que asumieron compromisos militantes siendo jóvenes. Es el caso de Nelva A. Méndez de Falcone[20], docente, secretaria y bibliotecaria de escuelas, quien había militado en el Partido Peronista Femenino: “Nosotros entramos en el peronismo prácticamente después del 17 de octubre del 45 ya, mi esposo era de la juventud radical y él entró al peronismo. Yo no, yo entré, era nueva, yo entraba por primera vez a una idea política” (Nelva M. de Falcone, 2005). Inscribe entonces su primer contacto con la política, en los inicios del peronismo. Sobre el lugar de la política en su hogar destacaba:

Nosotros los aconsejábamos mucho [a los hijos], pero en realidad…teníamos, todos, el mismo parecer, nosotros defendíamos la justicia social. Éramos un hogar donde siempre se luchó por la justicia social y el bienestar del pueblo. Y bueno, ellos mamaron esos sentimientos y abrevaron todas esas ideas (Nelva Méndez de Falcone en Memoria Abierta, 2005).

También María Esther Biscayart de Tello[21], docente y militante anarquista, destaca el espacio doméstico como un ámbito politizado:

Mi casa era el lugar donde todo el mundo iba y mis hijos, sobre todo este hijo, que después todo el tiempo que tuve la dicha de tenerlo, mantuvo esa relación conmigo: una relación de compañeros (M. Esther B. de Tello, 2007).

La Responsabilidad, la Vida Libre, son valores que aprendieron en el hogar (...) Habían aprendido valores de sus padres, la defensa de los más desfavorecidos. Conocieron, con sus padres que eran trabajadores sociales en el departamento de extensión universitaria de La Plata, la vida de los trabajadores rurales, de los pequeños propietarios rurales, las chacras (M. Esther B. de Tello, Tribunal Oral Federal N°2, 2009).

Estas narraciones muestran a las mujeres inscriptas en redes de militancia. Lo doméstico y lo político no aparecen escindidos. Se trata de memorias menos audibles, o subterráneas, en los términos de Pollak (1989), que habilitan otro modo de pensar los procesos de (re)politización de estas mujeres y cómo se configuró su participación en el movimiento de derechos humanos, a la luz de sus experiencias y trayectorias previas.

“No terminar de ser”: las memorias de las esposas

En el año 1999, Noemí Ciollaro publicaba el libro “Pájaros sin luz” en un contexto en el que las memorias de las mujeres comenzaban a encontrar mayor escucha social. En esta investigación periodística, la autora traía a escena los testimonios de esposas y/o compañeras de varones detenidos desaparecidos. A diferencia de las voces de las madres, abuelas e hijas, se trataba de aquellas hasta el momento silenciadas en el espacio público (Saporosi, 2024). A partir de la recuperación de más de 20 testimonios, Ciorallo sostenía:

(…) contadísimas veces fuimos mencionadas por autores e investigadores entre los familiares. Como si los desaparecidos hubieran sido célibes. Como si los hijos de los desaparecidos hubieran nacido de probeta y hubieran sido criados por robots. Como si los desaparecidos solo hubieran tenido madre y los hijos de los desaparecidos, sólo abuelas. Extraño fenómeno. Porque los desaparecidos eran seres completos que amaban, tenían familias con padres, hermanos, tíos, primos abuelos; tenían mujeres, novias, parejas, hacían el amor, procreaban.” (1999: 340)

Destacaba que aquel “silencio en lo público” al que fueron relegadas, se debió centralmente a su condición de militantes-sobrevivientes y de madres-esposas. En primer lugar, porque muchas de ellas se encontraban comprometidas políticamente. Al igual que sus compañeros habían sido víctimas de la represión y se negaban a no reivindicar sus militancias (motivo que provocaba tensiones al interior del movimiento de derechos humanos). En un contexto donde no había lugar para las memorias militantes, las esposas y compañeras de los detenidos desaparecidos no encontraron escucha social ni reparación. En segundo lugar, el hecho de que muchas de ellas se encontraran maternando, abocadas a las tareas de cuidado de sus hijos/as, les había impedido tener mayor participación. Por último, desde la lógica de los lazos de sangre, en que se fundaban las organizaciones de familiares, ellas no eran consideradas de manera plena, familiares directos.

Encontramos en la historia de Cristina Diez Valdéz[22] puntos de contacto con estas memorias. Cristina es la esposa de Osvaldo Juan Valdéz, quien era trabajador de Astilleros Río Santiago (ARS), militante gremial dentro de la fábrica naval y del Peronismo de Base (PB). “Cocho”, como lo apodaban, fue secuestrado el 10 de septiembre de 1976 en su domicilio de la ciudad de La Plata, donde vivía con Cristina, embarazada de ocho meses, y con sus otras/os dos hijas/os.

(…) ahí... empezó esa especie de vida que era la única que se podía vivir, con mucho miedo, obviamente, yo recuerdo haberme parado en 13 para esperar que pasara el [colectivo] veo venir un patrullero y se me aflojaron las piernas, porque en cualquier momento podía ser que te llevaran, ¿por qué me respetaron a mí? no sé. Sabían mis antecedentes, sabía que yo no militaba, pero me recalcaron que yo tenía un documento, que me daba Cocho para que lo leyera, en la mesa de luz. Y, bueno, con respecto a ese día, después se fueron, quedó todo revuelto y como les decía, la vida dio un giro de noventa grados. (Cristina Diez Valdéz, 2021a)

Embarazada y con dos niños/as pequeños/as, Cristina inició la búsqueda de su compañero, siguiendo el derrotero que hicieron muchos de las y los familiares en su situación: recorrida por diferentes instituciones, denuncia, presentación de habeas corpus. Luego comenzó a reunirse con otros familiares en su misma situación. A lo largo de su vida integró diferentes organizaciones de derechos humanos de la región. Su primer acercamiento fue a Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas de La Plata y, unos pocos años después (tras mudarse a Berisso) se reencontró con compañeros/as de militancia de “Cocho” en el PB, quienes habían puesto en pie la experiencia del Centro Cultural Berisso y del “Taller Carlos Lebed”.[23] En el año 1983, impulsó junto con otra compañera, la elaboración del listado de las personas desaparecidas de la ciudad de Berisso, para poder brindar información a la CONADEP. Posteriormente se integró a Abuelas de Plaza de Mayo de La Plata, donde llevó adelante investigaciones claves en la búsqueda de nietos y nietas en la región. Pasado un tiempo se sumó a la Asociación Anahí (creada en 1996 y presidida por María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani). Luego se integró al grupo Unión por los Derechos Humanos, un colectivo surgido en La Plata a partir de la experiencia de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos.

En medio de la tragedia que había significado el crimen de su marido, recuerda las primeras épocas de su militancia en Familiares como “una época muy linda, muy militante” así como señala que era un espacio en el que se sentía muy contenida. Destaca en ese marco su cercanía con muchas mujeres que se encontraban participando de Familiares, entre ellas: María Soria, Diana Montequín, Perla Diez, Mari Gusmerotti, Mari Perotti, Celina Rodríguez, y algunas Madres de Plaza de Mayo como Edna Copparoni de Ricetti y María Esther Biscayart de Tello, con quienes tenía un vínculo muy estrecho.

En Familiares, Cristina se dedicó al proceso de elaboración del listado de detenidos/as desaparecidos de Berisso, ciudad en la que vivía, y donde la represión estatal durante los ’70 había sido especialmente virulenta, orientada sobre todo a los/as trabajadores/as. Destaca como un aspecto importante el papel de las mujeres en ese proceso:

Nosotras nos fuimos moviendo en distintos domicilios, nosotras digo porque como siempre éramos más mujeres que hombres, pero lo cierto es que esos contactos los hacíamos las mujeres en general es como que tratábamos de inspirar un poco de confianza en el que veíamos y fueron situaciones así muy, muy duras algunas, muy pero muy duras, gente de muy pocos recursos, recursos económicos y con una entereza, con una... me emociona todavía de pensarlo. Una familia que tenía tres desaparecidos, ponele, no me acuerdo cuantos eran y... [suspira] salimos las dos llorando de esa casa porque eran, eran no sé cómo, que adjetivo ponerles, fueron una cosa fuera de serie. Una integridad, un reconocimiento a la militancia que recuerdo que uno de ellos trabajaba en el mercado de Abasto, en el mercado de verduras, y... bueno así como esa familia nos dio casi un ejemplo también nos cerraban las puertas. (Cristina Diez Valdéz, 2021b)

Aquí Cristina enfatiza el “nosotras” como sostén de esas actividades. La conformación de los listados de Berisso tuvo una segunda etapa hacia fines de la década de los 90, esta vez bajo el impulso de su hija Cecilia Valdéz y Sofía Caravelos, ambas integrantes de la agrupación HIJOS, en ese momento. En esta oportunidad fueron ellas dos quienes advirtieron la importancia de volver al trabajo de los listados de Berisso, en el marco de la realización de los homenajes a los/as desaparecidos/as en la UNLP, ya que consideraban que “los trabajadores no tendrían su homenaje”. Retomaron entonces el listado inicial elaborado por Cristina y pudieron ampliar el registro, sumar más casos y realizar un homenaje en la ciudad. El papel de las mujeres fue clave en el proceso de reconstrucción de estas memorias. En una ciudad donde la proporción de trabajadores/as detenidos-desaparecidos es relevante, pero no ha contado con la misma visibilidad como en el caso de los y las estudiantes.

En la entrevista realizada por Ludmila Da Silva Catela en 1997, Cristina reflexionaba sobre la militancia:

Mi marido, él sí militó. Obviamente esa militancia hizo que hoy esté desaparecido. Militaba en el Peronismo de Base y bueno, compartíamos cosas, compartimos marchas, todo lo que se puede dentro de una familia, en donde la cabeza es militante. Un militante, con grandes broncas de mi parte, porque le ponía tanto tiempo a la militancia que quedaban relegadas cosas chicas, cosas simples. (Da Silva Catela, 2001 [2014]: 101)

 

Pasados más de veinte años, en la entrevista realizada en 2021, Cristina reconoce en diferentes pasajes de sus testimonios que ella colaboraba con algunas tareas de la agrupación:

C: Sí... no pensábamos, no para nada. Ya estábamos en plena militancia de él así que era...

Entrevistadora: ¿cuándo él iba a militar qué hacías vos?

C: Cuidaba chicos (los dice de un modo irónico, riéndose)

E: ¿y cuando lo acompañabas en la militancia?

C: Lo acompañaba desde casa, qué se yo, le pasaba a máquina, porque yo había aprendido mecanografía y...entonces pasaba documentos, ese tipo de cosas, pero nada muy comprometido pero sí teníamos siempre compañeros viviendo porque teníamos una habitación vacía. (Cristina Valdéz, 2021a)

Se ha analizado que la forma en que se narran las mujeres tiende a borrar la importancia de su participación por considerar que sus acciones no son de interés (Perrot, 2009). Estos procesos se anudan en la desvalorización de la propia historia, ubicando a los varones (ya sea padres, esposos, hermanos, compañeros) como los «verdaderos» agentes políticos. Sin embargo, de aquella primera entrevista en la que se enfatiza en que la cabeza militante y de familia era su marido, en la segunda vemos una mirada crítica, cuando señala irónicamente que ella “cuidaba chicos”.

Las entrevistas a Cristina y Cecilia transcurren en un contexto diferente a aquel en el que escribe Ciorallo (1999). Ambas reflexionan teniendo presente el lugar central de las mujeres en la militancia y los silencios que en su momento operaron. Sus memorias están atravesadas por nuevos marcos sociales de escucha, que permiten otra reflexividad en torno a la agencia de las mujeres, sobre todo luego del ciclo abierto con el “Ni una menos” y el auge del movimiento de mujeres y LGTBIQ+.

Su hija Cecilia reflexiona sobre las militancias de su madre y destaca:

Y mi vieja, lo que te dice sobre la época de mi viejo es que los compañeros de mi viejo la consideraban como casi una compañera, pero no era parte del núcleo duro. Por eso también tiene esta cosa del título de no terminar de ser. Después estuvo en Abuelas sin ser Abuela. Ella tiene ahí como una conducta brutal en cuanto a la militancia en Abuelas, pero mi vieja se va a morir y nadie la va a reconocer como integrante de Abuelas. (Cecilia Valdéz, 2021).

En esta cita se condensan algunas de las dimensiones rescatadas y sistematizadas por Ciorallo (1999) en los testimonios de esposas y aparece la idea de “casi una compañera” y “no terminar de ser”, en relación a sus múltiples militancias, la que llevaba adelante acompañando a “Cocho” y luego su lugar en Abuelas de Plaza de Mayo, sin ser abuela. Esta incompletitud se anuda a su vez con las implicancias de estar criando y las dificultades para combinar este hecho, de manera plena, con la militancia.

“Hijas de las Madres”: las memorias de las hermanas

Teubal, Veiga y Bettanin (2005) sostienen que, si se las compara con otros familiares de detenidos/as desaparecidos/as, las memorias de los hermanos y hermanas han sido las menos estudiadas e historizadas. La presencia de abuelas, madres, hijas e hijos en el discurso público contrasta con la de las y los hermanos, quienes tuvieron una presencia relevante en la búsqueda. Esto, señalan, puede deberse en parte, a que históricamente el estudio de los vínculos familiares se centró en las relaciones paterno-filiales.

En el caso de las hermanas, sus memorias, al igual que las de las esposas, tampoco han sido abordadas en su especificidad. Aquí buscamos indagar en las memorias de un grupo de hermanas de detenidos/as desaparecidos/as de La Plata, Berisso y Ensenada, que no ha conformado un agrupamiento en términos políticos e institucionales, pero que se agruparon en un espacio sostenido en términos de sus vínculos de afecto. Se trata de un grupo de mujeres cuyas edades son cercanas o que pertenecen a la misma generación de sus hermanos desaparecidos (todos varones en los casos analizados). Algunas de ellas eran militantes o tenían algún tipo de compromiso político cuando se produjo la desaparición. La mayoría comenzó acompañando a sus padres y madres, y con el tiempo fueron tomando un rol activo en la militancia de derechos humanos de la región.

Marta Ungaro es hermana de Horacio A. Ungaro, detenido desaparecido en el episodio conocido como “La Noche de los Lápices”[24]. En ese momento Marta militaba en la Juventud Comunista. Por su participación estudiantil en la Facultad de Medicina, había sido expulsada y detenida en el año 1972, “la primera y única mujer expulsada de la Universidad” señala. Su militancia se interrumpió cuando se produjo la desaparición de Horacio, de allí en más, destaca haber dedicado su vida a esa causa. Si bien se abrió un escenario desconocido, Marta destaca que provenían de una “familia militante”

Mi mamá venía con su juventud y el momento que lo conoció a mi papá de militancia política, porque se conocieron en la solidaridad con la Guerra Civil Española. En una asociación que se formó antes que la Liga por los derechos humanos que se llamaba El Socorro Rojo que ayudaban a, o sea, mi papá era militante comunista hacía, había… nosotros militábamos todos los hermanos, no solamente mi hermano el más chiquito que está desaparecido que es el que tenía 17 años (Marta Ungaro, 2024).

Mientras sus padres se habían vinculado con la militancia a partir de la participación en las redes de solidaridad con la Guerra Civil Española, Marta y Nora militaron en la Federación Juvenil Comunista, y su hermano Horacio, era militante de la Unión de Estudiantes Secundarios. 

Claudia Favero es la hermana de Daniel Omar Favero, estudiante de la Facultad de Humanidades de la UNLP y militante de la Juventud Universitaria Peronista (JUP)[25]. Sus padres eran artistas y se habían vinculado con círculos de la militancia socialista, sobre todo a raíz de la influencia de unos tíos de su madre Amneris Perusín de Favero, anarco-sindicalistas (Amneris se unió a Madres de Plaza de Mayo de La Plata). Claudia también fue detenida, cuando tenía 20 años, junto con su hermano Luis (de 17 años, militante del Partido Comunista). Fue en febrero de 1977 en un allanamiento ilegal, que buscaba detener a Daniel. Tras permanecer detenidos ilegalmente en la Comisaría Quinta y sufrir tormentos, fueron liberados. Claudia se involucró en la búsqueda de su hermano y testimonió en la CONADEP, al igual que Luis, a pesar de los miedos por los riesgos que significaba:

Cuando comienza el gobierno de Alfonsín y enseguida él arma la CONADEP, Luis y yo dijimos, bueno vamos a ir a la CONADEP vamos a ir a dar testimonio… le dijimos a nuestro papá más que a nuestra mamá, nuestra mamá nos hubiese dicho que sí a cualquier cosa o que no pero que no, pero mi papá tenía siempre como un argumento, te argumentaba las cosas entonces le dijimos, bueno pensamos que vamos a ir a declarar y dice, bueno muy bien, dijo mi viejo, si ustedes quieren ahora tienen que saber que ahora van a estar fichados legalmente si van a declarar. Hasta ahora estaban, fue ilegal lo que les hicieron fue un secuestro ilegal, no está en ningún registro, ahora van a estar registrados legalmente van a estar fichados. (Claudia Favero, 2023).

La experiencia de detención y su posterior participación como testigo en la CONADEP, en los Juicios por la Verdad y en los Juicios de lesa humanidad marcaron el modo en que piensa su identidad:

(…) viste que dicen que somos sobrevivientes de los centros clandestinos de detención, de tortura y exterminio pero a mí no me gusta ser sobreviviente, esa palabra porque ellos decidieron que seamos sobrevivientes y decidieron que otros mueran, entonces lo que nosotros fuimos elaborando y además con ayuda también de otros sobrevivientes por ejemplo con Ana María [Careaga] (…) y ahí es donde yo empiezo a decir, bueno, nosotros no somos sobrevivientes, somos testimoniantes, porque eso lo decidimos desde que le dijimos a nuestro papá que íbamos a ir a la Conadep y él nos dijo, bueno, ahora ustedes son libres y bueno, y elegimos eso de ahí no dejamos de dar testimonio. (Claudia Favero, 2023)

La mayoría de estas mujeres, destaca que al momento de producirse la desaparición de sus hermanos estuvieron presentes desde los inicios acompañando a sus madres en la búsqueda. Sobre esos primeros momentos Marta Mingo, hermana de Eduardo Esteban Mingo,[26] cuenta:

Al ser la más chica, vos pensá que yo, iban para acá, yo la acompañaba, y estaba escuchando, yo creo que parte de mi vida fue estar al lado de ustedes [se refiere a las Madres] (…) Cuando yo acompañaba a mi mamá en las marchas, significaba que no se negociaba otra cosa que aparezcan con vida, que no había otra posibilidad que no sea que aparezcan con vida, con vida se los llevaron, con vida los queremos, y… ahora con el tiempo, simboliza toda la lucha de las Madres, en lo personal de la de mi mamá y… qué te puedo decir, la transmisión a los chicos. Una frase tan llena de sentimientos y de historia y de lucha. Porque en ese momento escucharlas era sentir como que te protegían las Madres ¿entendés? Yo a veces estaba al lado de ellas y veía que esas mujeres que gritaban eso, no se les ocurra tocarlos, no va a ver otra posibilidad de que aparezcan con vida (María Marta Mingo, 2005).

Con el devenir de los años, este grupo de hermanas se fueron reuniendo y nucleando por afinidad, y en el presente se denominan de manera informal “Hijas de Madres”. Como narra Claudia Favero, el nombre comenzó como un título de grupo de WhatsApp, pero constituye el modo en que se nombran e identifican.

E: ¿vos decías que una de ustedes le puso el nombre al grupo de WhatsApp?

C: María Reboredo[27], “Hijas de Madres”, pero son las que tomamos el té con Herenia [se ríe] pero después en las marchas somos muchas más, no es una agrupación política, como si fuera familiares, (…) podríamos llamarnos hermanas pero a ella le gustan las hijas de madre porque ella tiene que nombrar a la madre. (…) y somos hijas porque somos sectarias, no hijos, somos mujeres nosotras nuestro grupo y las que estamos en las marchas no digo que no haya varones hay hijos de madres, pero las que estamos juntas somos mujeres, no sé, como que la posta es de mujer a mujer, no fue pensado ni hay una postura explícita (Claudia Favero, 2023).

A diferencia de los agrupamientos de familiares cuyas identidades políticas se constituyeron en función del vínculo filial con la persona desaparecida, en este caso es la relación con la generación de las Madres de Plaza de Mayo la que marca el modo de identificarse. Esta identificación se basa en su condición de mujeres y también en la preocupación por continuar con lo que consideran “un legado” en el marco de que la mayoría de sus madres ya fallecieron.

(…) cuando marchamos acá o algunos actos llevamos los pañuelos de las madres, pero no nos ponemos los pañuelos en la cabeza, lo ponemos en el hombro, lo tenemos en la mano, hay una foto divina que estamos unas cuantas de las hijas de madres que agarramos, hicimos como si fuera una guirnalda de los pañuelos blancos y está bueno, como tomando la posta porque las madres están presentes de esa manera, con su pañuelo, es un símbolo mundial, el pañuelo de ellas. El pañuelo de mi mamá, hice una copia ya, porque viste que cuentan las madres que el pañuelo es blanco porque pensaron en un pañal entonces yo ya tenía cuando empezó mi mamá a ir a la plaza, a Cecilia mi hija y… en esa época se usaba el pañal de tela de gasa porque ahora, yo otra vez lo contaba, pero si estos chicos no saben de qué estoy hablando, deben creer que se ponían un pañal descartable bueno no, hay que aclarar las cosas porque hay nuevas generaciones que ni saben. Se usaba un pañal de gasa no había descartables entonces uno de los pañuelos de Cecilia era el pañal de mi mamá.[28] (Claudia Favero, 2023).

Las memorias de las “Hijas de Madres” abrevan en otros registros sobre lo acontecido en el momento de la desaparición de sus hermanos: ponderan el carácter familiar de la búsqueda, es decir, cómo las familias de conjunto buscaron (y no sólo las Madres); dan cuenta de la experiencia de familias militantes (en el caso de la familia de Marta Ungaro, vinculada al comunismo, de Claudia Favero, al socialismo, y de Marta Mingo, al peronismo ya que su padre y hermanos militaban en la JP); reponen otras dimensiones de la cotidianeidad que se quiebra al momento de producirse la desaparición en el seno familiar, y el modo en que acompañaron, pero también fueron ellas mismas activas y protagonistas de esas acciones. Sus identidades se ven atravesadas por su condición de hermanas de detenidos desaparecidos, hijas de Madres de Plaza de Mayo, sobrevivientes del terrorismo de Estado (o testimoniantes como señala Claudia) y militantes por los derechos humanos.

Sus memorias se encuentran actualmente atravesadas por otros marcos de escucha en relación a las experiencias de sus madres, que se inauguraron, alrededor del 2015, con el auge del Ni una Menos y la fuerte presencia del movimiento de mujeres, LGBTIQ+ y de los feminismos, en la escena pública. En ese marco las “Hijas de las Madres” revisitan las historias de sus madres, desde nuevas miradas y las nombran de otros modos. Por ejemplo, Claudia Favero señala en reiteradas ocasiones que su mamá era feminista:

E: ¿y en qué era feminista tu mamá?

C: En la manera de vivir, en la manera de vivir, la libertad que tenía, ella era independiente económicamente, ella era independiente en todo sentido, si se quería ir se iba, y si el hombre con el que estaba no la trató como ella quería se separó (se ríe) y después defensora de las mujeres, ella siempre se ponía de lado de las mujeres sí… en separaciones en lo que sea, tomaba posición sí, pero sobre todo creo la independencia, ella no dependía de nadie, no quería. (Claudia Favero, 2023)

Las memorias de las hermanas, configuradas en el presente y bajo esa enunciación, revelan que el movimiento de derechos humanos sigue produciendo identidades políticas basadas en los lazos filiales, pero además reponen el lugar del género y su función en la transmisión intergeneracional. Se trata de memorias que no han tenido el mismo protagonismo en el espacio público pero que emergen con mayor visibilidad en el presente en el marco de la pregunta sobre los legados.

Reflexiones finales

La participación femenina ha sido un rasgo destacado del movimiento de derechos humanos argentino. Además del papel emblemático de las Madres de Plaza de Mayo, las mujeres integraron de manera creciente otras organizaciones, de afectados y no afectados. En estas páginas nos propusimos problematizar cómo se hizo presente esa participación, a partir del análisis de las memorias de Madres de Plaza de Mayo, esposas y hermanas de desaparecidos/as, que integraron el movimiento de derechos humanos de la región de La Plata, Berisso y Ensenada.

El análisis sobre las memorias de las Madres nos permitió dar cuenta de la presencia de ciertas memorias encuadradas en los modos en que ha sido leída la agencia femenina, que apela a cierta mirada estereotipada con eje en el origen doméstico de esas mujeres (Perrot, 2009). Sin embargo, permitió evidenciar también otros modos de pensarse en tanto Madres. Si bien se trata de memorias menos audibles, y que no suelen encuadrarse en aquellas memorias institucionalizadas, permiten una lectura en clave de repolitización de sus agencias.

Como señaló Nari (2004), el maternalismo político ha sido el modo en que en mayor medida se ha legitimado la participación de las mujeres en el espacio público, a lo largo de la historia. Es posible que este aspecto explique por qué la presencia de las esposas y hermanas, con sus singularidades en cada caso, permaneció menos visible, a pesar de haber tenido una importante actividad en los agrupamientos. En el caso de las primeras, el boom memorial abierto hacia mediados de los ´90, habilitó la emergencia en el debate público de memorias de mujeres que hasta el momento no habían encontrado audibilidad. Con esfuerzo algunas se hicieron escuchar. Las memorias de hermanas, que hemos analizado, plantean, por otro lado, un lazo identitario en tanto hijas de aquellas madres que protagonizaron la búsqueda de sus hermanos. Aparece la clave de herencia de ese legado, pero a su vez, el mismo está atravesado por la relectura de esas militancias, a la luz de nuevos marcos sociales de escucha configurados a partir del ciclo abierto por la experiencia del Ni una menos y el auge de los feminismos en las últimas décadas.

Un elemento que emerge como central es que esposas y hermanas integran, en la mayoría de los casos analizados, la misma generación de las personas detenidas desaparecidas. En algunos casos comparten también la condición de militantes y víctimas del terror estatal desplegado en la etapa. Son sobrevivientes, aunque algunas también eligen presentarse como “testimoniantes”. Este aspecto también puede echar luz sobre las dificultades para hacer espacio a sus memorias en el espacio público.

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Diez Valdéz, Cristina (a). Entrevista realizada por Di Matteo, Gisella; Nieto, María Emilia y Pighin, Daniela, La Plata, 9 de septiembre de 2021.

Diez Valdéz, Cristina (b). Entrevista realizada por Di Matteo, Gisella; Nieto, María Emilia y Pighin, Daniela, La Plata, 21 de septiembre de 2021.

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Favero, Claudia. Entrevista realizada por Nieto, María Emilia, La Plata, 17 de octubre de 2023.

Ungaro, Marta. Entrevista realizada por Nieto, María Emilia, La Plata, 1 de marzo de 2024.

Sitios Web

Huellas Digitales de la Memoria: www.huellasdelamemoria.com.ar 

Lesa Humanidad: https://derechoshumanos.mjus.gba.gob.ar/lesa-humanidad/ 

Presentes, ahora y siempre: https://www.fahce.unlp.edu.ar/facultad/secretarias-y-prosecretarias/academica/prosecretaria-de-derechos-humanos/politicas-de-memoria/nomina 

Recibido: 20/12/2024

Evaluado: 10/02/2025

Versión Final: 10º/03/2025

páginas / año 17 – n° 44/ ISSN 1851-992X /2025                           


[1] Como ha señalado Zubillaga (2021), contamos con estudios que dan cuenta del desarrollo de agrupamientos de madres de detenidos/as desaparecidos/as y filiales de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, en ciudades y localidades de todo el país, que asumieron diferentes características en su composición y definiciones políticas. Pueden consultarse los trabajos de de Kotler (2006) sobre Madres de Detenidos - Desaparecidos de Tucumán; Azconegui (2012) para el caso de las Madres de Plaza de Mayo - filial Neuquén y Alto Valle; Sccoco (2016) sobre Madres de la Plaza 25 de Mayo de la ciudad de Rosario y Zubillaga (2019, 2023) acerca de los orígenes de la Asociación Madres de Plaza de Mayo de Mar del Plata, entre otros.

[2] Las catorce mujeres que participaron de este acontecimiento fueron las madres de desaparecidos/as Azucena Villaflor, Berta Braverman, Haydée García Buelas, Delicia González, Pepa Noia, Mirta Baravalle, Kety Neuhaus, Raquel Arcushin De Caimi, María Adela Gard de Antokoletz y sus hermanas Julia Gard, María Mercedes Gard y Cándida Gard, y una joven militante del Partido Comunista que no dio su nombre (Gorini, 2006).

[3] Luis Ramón Arédez era médico pediatra y fue intendente de Libertador Gral. San Martín, Jujuy (1973-1974). Fue desaparecido el 13 de mayo de 1977. Olga se organizó con otras esposas y madres de trabajadores desaparecidos de la región y comenzó a realizar las rondas con el pañuelo blanco.

[4] Utilizamos la categoría de movimiento de derechos humanos, sin desconocer las discusiones en torno a su uso, así como considerando la heterogeneidad de organizaciones, repertorios de acción y espacios de intervención, a la que esta categoría refiere. Ver: Alonso, L. (2021). Organismos, movimientos, campos, espacios, escenarios. En torno a los debates sobre la definición de las luchas por los derechos humanos en Argentina. Historiografías, 22 (Julio-Diciembre, 2021): pp. 28-52.

[5] La escala de análisis que tomamos comprende a La Plata, Berisso y Ensenada. En tanto la dinámica represiva desplegada por el terrorismo de Estado operó en esa clave regional, también la respuesta conformada por los actores del movimiento de derechos humanos local, dirigió y proyectó su intervención hacia ese espacio regional. Si bien es cierto que la mayoría de las agrupaciones de derechos humanos de la región se nuclearon en los inicios en la ciudad de La Plata (nos referimos a los agrupamientos de la APDH, Madres, Familiares y Abuelas de La Plata), contaron con integrantes de Berisso y Ensenada, y denunciaron las desapariciones de las tres ciudades (esto puede verse en la conformación de los listados y las solicitadas publicadas ya en dictadura). El documento “No habrá manto de olvido” publicado en 1982 por Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas de La Plata (y en el que colaboraron Madres de Plaza de Mayo de La Plata), da cuenta de la preocupación por denunciar lo que estaba ocurriendo en el conjunto de la región.

[6] Aquí cabe señalar que muchas de las mujeres cuyas memorias analizamos en este trabajo, se encuentran fallecidas, lo que obliga a la consulta de fuentes que fueron elaboradas por otros investigadores e investigadoras, y no para los fines de esta investigación. Sin embargo, consideramos que tienen un gran valor testimonial, siempre que se tomen los recaudos metodológicos necesarios a la hora de su análisis.

[7] Si bien las referencias bibliográficas no son exhaustivas, buscan dar cuenta de autoras de referencia en aquellas temáticas.

[8]En los años ‘80 y ‘90, surgieron otros agrupamientos de familiares en la región. En 1985, se conformó la filial de Abuelas de Plaza de Mayo de La Plata; en 1996, María Isabel Chorobik de Mariani, “Chicha” (fundadora  de Abuelas de Plaza de Mayo y su presidenta hasta 1989) fundó junto a otras Abuelas la Asociación Anahí; en 1995, se creó HIJOS La Plata.

[9] Carmen Josefina Suárez Wilson de Diez (1914-2001), fue una reconocida militante por los Derechos Humanos de la región. Maestra y Profesora de Letras, tuvo una extensa trayectoria militante vinculada al anarquismo y luego al peronismo. Formó parte de las primeras agrupaciones de familiares que se conformaron para exigir por los presos y las presas políticas, la Comisión de Familiares de Presos Políticos, Estudiantiles y Gremiales (COFAPPEG) y la Comisión de Familiares de Detenidos (COFADE). Integró Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas de La Plata, y la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos (FEDEFAM). Ver: Baez Damiano, F. (2021). Memorias de una vida rebelde: un retrato de Reyna Diez. La Plata, EDULP.

[10] Alba Martínez (1932-2017) nació en Mendoza y se mudó a La Plata a estudiar Derecho. Militó en la agrupación Unión Universitaria, en 1949. Se recibió de abogada y trabajaba en su propio estudio. Tuvo dos hijos, Pablo Luis Pernas y Graciela Eugenia Pernas. Graciela fue detenida y desaparecida el 19 de octubre de 1976 junto a su compañero Julio César Poce, ambos militaban en militaba en la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO). Ver: Huellas de la Memoria, https://www.huellasdelamemoria.com.ar/graciela-eugenia-pernas-martino-de-poce/ 

[11] Adelina Dematti de Alaye (1927-2016), nació en Chivilcoy y allí egresó como maestra y Profesora de educación preescolar. Fue maestra de educación inicial, directora, preceptora e inspectora de enseñanza preescolar (Nieto, 2023). Adelina fue una de las fundadoras de Madres de La Plata y cumplió un rol muy activo en diferentes comisiones y organizaciones de derechos humanos de la ciudad, entre ellas la APDH-La Plata, la Comisión Provincial por la Memoria, así como integró la Secretaría de Derechos Humanos de la Municipalidad de La Plata. Su hijo Carlos Esteban Alaye,  era estudiante de Psicología en la Universidad Nacional de La Plata, obrero metalúrgico, delegado gremial y militante de Montoneros. Tenía 21 años cuando fue detenido y desaparecido en Ensenada el 5 de mayo de 1977. Ver: Huellas de la Memoria, https://www.huellasdelamemoria.com.ar/carlos-esteban-alaye/ 

[12] Hebe Pastor de Bonafini (1928-2022) nació en el barrio El Dique de Ensenada. Era ama de casa. Fue una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo. Sus hijos, Jorge Omar Bonafini, (detenido-desaparecido el 8 de febrero de 1977 en La Plata) y Raúl Alfredo Bonafini (detenido-desaparecido el 6 de diciembre de 1977 en Berazategui) eran trabajadores y militantes del Partido Comunista Marxista-Leninista (PCML). Ver: Bauducco, G. (2017). Hebe. La otra mujer. Buenos Aires, Ediciones de la Urraca.

[13] Miguel Ángel Castro Sotelo estudiaba medicina y militaba en la Juventud Universitaria peronista. Tenía 23 años cuando lo detuvieron y desaparecieron el 22 de diciembre de 1976. Sus restos fueron hallados en el Cementerio de Avellaneda e identificados por el Equipo de Antropología Forense (EAAF) en el año 2016. Ver: Sitio web “Huellas Digitales de la Memoria”, https://www.huellasdelamemoria.com.ar/miguel-angel-castro-sotelo/ 

[14] Sus hijos, Jesús Pedro Peña Castro (detenido-desaparecido el 26 de junio de 1978) e Isidoro Oscar Peña Castro (detenido-desaparecido el 10 de julio de 1978) militaban en el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo. El EEAF identificó los restos de ambos en el año 2007. Ver: Sitio web “Huellas Digitales de la Memoria”, https://www.huellasdelamemoria.com.ar/pena-isidoro-oscar-castro/ 

[15] Su hijo Pedro Alfredo Disalvo estudiaba en la Facultad de Ciencias Médicas y militaba en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Fue secuestrado y desaparecido el 1 de julio de 1977. Ver: Sitio web “Huellas Digitales de la Memoria”, https://www.huellasdelamemoria.com.ar/pedro-alfredo-di-salvo/ 

[16] Su hijo José María Schunk Candreva militaba en la Juventud Guevarista. Tenía 18 años cuando fue secuestrado en su domicilio el 20 de septiembre de 1976 y permanece desaparecido. Ver: Sitio web “Huellas Digitales de la Memoria”, https://www.huellasdelamemoria.com.ar/jose-maria-schunk/page/16/?et_blog 

[17] Herenia Julia Martínez Cámara de Sánchez Viamonte, Madre de Plaza de Mayo de La Plata, nació en La Plata el 11 de noviembre de 1926 y falleció el 7 de septiembre de 2024. Su hijo, Santiago Alejandro Sánchez Viamonte Martínez Cámara, había ingresado a la Facultad de Arquitectura y Urbanismo en 1972 y militaba en el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML). Fue detenido y desaparecido el 24 de octubre de 1977 en Mar del Plata, junto con Cecilia Eguía, con quien estaba casado y tenía dos hijas. Ver Sitio web “Huellas Digitales de la Memoria”,https://www.huellasdelamemoria.com.ar/sanchez-viamonte-santiago-alejandro-martinez-camara/ 

[18] Se refiere a Victorio Calabró, dirigente sindical de la UOM, ligado al vandorismo y a la derecha peronista. Fue electo vicegobernador acompañando la fórmula del Dr. Oscar Raúl Bidegain (por el Frente Justicialista de Liberación) en marzo de 1973, y asumió como gobernador 9 meses después, tras su renuncia. Ver: Antúnez, D. (2013). El gobierno bonaerense de Victorio Calabró: entre la intervención federal y el golpe de Estado. PolHis. Año 6. Número 12. Segundo semestre, pp. 174-193.

[19] Su hijo Gastón Dillon, era estudiante de Medicina en la Universidad Nacional de La Plata, militaba en la Juventud Universitaria Peronista y en Montoneros. Fue secuestrado y desaparecido el 2 de mayo de 1980. Ver: Sitio web “Lesa Humanidad”, https://derechoshumanos.mjus.gba.gob.ar/victima/2251-dillon-gaston/ 

[20] Su hija María Claudia Falcone era estudiante secundaria del Bachillerato del Bellas Artes y militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Fue secuestrada el 16 de septiembre de 1976 en el marco del operativo que luego se conoció como “La Noche de los Lápices”. Ver: Sitio web “Huellas Digitales de la Memoria”, https://www.huellasdelamemoria.com.ar/maria-claudia-falcone/

[21] Sus tres hijos, Marcelo Rodolfo Tello Biscayart, Pablo Daniel Tello Biscayart y Rafael Arnaldo Tello Biscayart se encuentran desaparecidos. En el año ’76 María Esther tuvo que exiliarse en Francia perseguida por su militancia en la organización anarquista Resistencia Libertaria, donde militaba junto a sus hijos (Nieto, 2023).  Ver: Sitio web “Huellas Digitales de la Memoria”, https://www.huellasdelamemoria.com.ar/pablo-daniel-tello-biscayart/ y Sitio web “Presentes ahora y siempre” (FaHCE, UNLP), https://www.fahce.unlp.edu.ar/facultad/secretarias-y-prosecretarias/academica/prosecretaria-de-derechos-humanos/politicas-de-memoria/nomina/personades-240323201642243479

[22] En el año 2021 junto con Daniela Pighin y Gisela Di Matteo, realizamos una serie de entrevistas a Cristina Diez Valdéz y su hija Cecilia Valdéz, a quiénes agradecemos mucho esos encuentros. Los mismos tuvieron el objetivo de conocer sus trayectorias y reconstruir parte de las acciones del movimiento de derechos humanos en clave regional.

[23] Se trata de una experiencia de apoyo integral a las infancias impulsada por integrantes del Peronismo de Base en Berisso y por algunas/os militantes que habían formado parte del Taller de la Amistad de La Plata. Ver: Pighin, D. (2023). A nosotros nos sostenían los pibes, y nosotros a ellos. El Taller de la Amistad de La Plata: un proyecto político-humanitario para hijas e hijos de víctimas del terrorismo de Estado (1981-1993) (Tesis de posgrado). Universidad Nacional de General Sarmiento. Instituto de Desarrollo Humano. Memoria Académica. 

[24] Horacio Ángel Ungaro, militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Tenía 17 años cuando fue secuestrado, el 16 de septiembre de 1976 junto a su amigo y compañero Daniel Alberto Racero. Ver: Sitio web “Huellas Digitales de la Memoria”, https://www.huellasdelamemoria.com.ar/horacio-angel-ungaro/ 

[25] Daniel Omar Favero Perusin tenía 19 años, estudiaba Letras en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP) y militaba en la JUP. Fue secuestrado junto a su compañera María Paula Álvarez en su domicilio, el 25 de junio de 1977. Ambos continúan desaparecidos. Ver: Sitio web “Huellas Digitales de la Memoria”, https://www.huellasdelamemoria.com.ar/daniel-omar-favero/ 

[26] Eduardo Esteban Mingo Hariyo, estudiaba en la Facultad de Ingeniería, era militante de la Juventud Peronista (JP) y trabajador de Gas del Estado. Fue secuestrado en la mañana del 24 de junio de 1977, en La Plata y permanece desaparecido. Ver: Sitio web “Huellas Digitales de la Memoria”, https://www.huellasdelamemoria.com.ar/eduardo-esteban-mingo/ 

[27] María Reboredo es la hermana de Alfredo Mauricio Reboredo. Alfredo era militante de la UES, responsable de esta organización en la Escuela Técnica N°1 de Berisso, donde estudiaba para instalador electricista y albañil. Jugaba al rugby en La Plata Rugby Club (es uno de los 20 desaparecidos del club). Fue secuestrado por una patota en la vía pública, el 29 de enero de 1977 y permanece desaparecido. Su madre María Amelia de Cucco (Madre de Plaza de Mayo de La Plata) y su padre Julio Víctor Reboredo (juez de la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata y uno de los impulsores de los Juicios por la Verdad) fueron destacados militantes del movimiento de derechos humanos de la región. Ver: Sitio web “Huellas Digitales de la Memoria”, https://www.huellasdelamemoria.com.ar/alfredo-mauricio-reboredo-de-cucco/ 

[28] Se refiere a que su madre utilizó como su primer pañuelo, el pañal de una de sus nietas.