Afectos, violencia política y género. Maternar y crecer en el Partido Comunista de Chile en dictadura
Afectos, violencia política y género. Maternar y crecer en el Partido Comunista de Chile en dictadura[1]
Affections, Political Violence, and Gender: Mothering and Growing Up in the Chilean Communist Party during the Dictatorship
Javiera Libertad Robles Recabarren
Red de Historiadoras Feministas (Chile)
https://orcid.org/0000-0001-7132-3286
Resumen
La tradición familiar de la cultura comunista se encuentra presente en las genealogías de la militancia: en las historias de las abuelas, los padres, madres, tíos y tías que se transmiten al calor de una taza de té. En las hebras que van constituyendo la historia de vida de las militantes en dictadura, está presente también la experiencia de la maternidad, como también para otras militantes, el crecer durante el periodo de dictadura en una familia comunista. Ambos hilos de la compleja historia del comunismo en Chile serán analizados en el presente artículo, con el fin de aportar a la historiografía comunista desde la arista de los afectos, la vida cotidiana, las herencias heredadas y las maternidades, y visualizar posibles tensiones en la experiencia militantes de las mujeres comunistas.
Palabras clave: militancia comunista; afectos; herencias; maternidad; clandestinidad.
Abstract
The familial tradition of communist culture is embedded in the genealogies of militancy: in the narratives of grandmothers, parents, uncles, and aunts, passed down in the intimacy of shared moments over a cup of tea. Within the threads that compose the life histories of women militants during the dictatorship, the experience of motherhood emerges as a significant dimension—just as, for other militants, growing up within a communist household during that same period constitutes a formative experience. This article examines both of these threads within the broader and complex history of communism in Chile, with the objective of contributing to communist historiography from the standpoint of affect, everyday life, inherited legacies, and motherhoods. It further seeks to illuminate the potential tensions inherent in the militant experiences of communist women.
Keywords: Communist militancy; affections; inheritances; motherhood; clandestinity.
Introducción
El presente artículo busca reflexionar sobre los nudos[2] críticos que constituyeron la experiencia de las mujeres comunistas en el PCCh, desde la categoría de Joan Scott (2001)[3], como puerta de entrada para explorar las formas en que se estableció la diferencia al interior del PCCh durante dictadura. Los relatos de una identidad militante homogénea, en el mito militante del hombre nuevo, se ven complejizados a través de los relatos de la militancia de otros sujetos invisibilizados en ese todo, en este caso, la experiencia de las mujeres y las niñas.
Con este fin, se buscará problematizar aquellos lugares escasamente iluminados y que son fundamentales para comprender las dinámicas de la militancia comunista. Nudos críticos como las maternidades, los cuidados, las relaciones de pareja y sus vínculos familiares, los sentimientos asociados al honor y al “deber ser” militante, entre otros. Para esta ocasión, serán analizados dos nudos que me parecen interesantes de analizar y poner en espejo: la experiencia de maternar y la experiencia de ser hija de militante, ambos en el periodo de dictadura. Ambos nudos nos muestran diversas formas de ser en el partido y de construir la experiencia militante.
Por tanto, en un primer momento se analizarán los testimonios de militantes comunistas quienes vivieron la experiencia de la clandestinidad al tiempo que criaban o se enfrentaban al problema de las tareas de cuidado. El trabajo de cuidado, a pesar de estar en un contexto de clandestinidad, no se detenía: ¿quién se encargaba de realizarlas?, ¿de qué forma se gestionaba la vida cotidiana?, ¿cuáles fueron las estrategias construidas por las militantes para transitar entre los diversos espacios que constituía la experiencia generizada de la militancia? Son algunas de las preguntas que buscarán ser respondidas.
En un segundo momento, se presentarán los testimonios de dos hijas de padres comunistas, ambos asesinados por la dictadura: ejecutado político y detenido desaparecido. El propósito de presentar sus testimonios es, precisamente, abordar el nudo de las herencias y los afectos: cómo la experiencia militante no sólo se explica por un compromiso a un proyecto político, “a la línea” del Partido Comunista en este caso, sino por otros elementos que influyen a la hora de decidir ingresar a estos espacios políticos. La tradición familiar comunista, lo que se hereda, lo que se rechaza y lo que se resignifica, también son parte de lo que constituye a los sujetos militantes.
Ahora bien, con el fin de contextualizar en qué marco general historiográfico se inscribe este escrito a continuación, se reseñará un recorrido de las principales contribuciones de la historiografía sobre el PCCh, el género y la historia. De esta forma, se entregarán algunos antecedentes que permitirán visualizar las perspectivas de análisis desarrolladas en las últimas décadas y cómo el género y el feminismo han contribuido a visibilizar nuevas problemáticas, así como las aristas que quedan por explorar.
El género en la historiografía sobre el Partido Comunista de Chile
La perspectiva de género y la historiografía de las mujeres militantes del Partido Comunista, ha tenido un importante crecimiento en las últimas décadas, lo que ha posibilitado enriquecer el campo de la historia reciente del partido en cuestión. El presente artículo busca contribuir a este propósito, ser un aporte a la historiografía del PCCh desde una perspectiva aun escasamente abordada, como es la experiencia militante de las mujeres y la infancia en las filas del PCCh durante dictadura.
La historiografía sobre el comunismo en Chile tiene décadas de estudios prolíferos desde diversas perspectivas: su cultura política, su participación en las elecciones, la influencia y participación en el movimiento obrero y en las organizaciones populares en general, su política internacional, las represiones vividas en su historia, bibliografías de sus principales dirigentes/as, etc. Este auge en las investigaciones sobre el comunismo se desarrolla especialmente a partir de la conmemoración de los 30 años del golpe de Estado, producto a su vez de los cambios en las condiciones de habla/escucha de la sociedad chilena.
En esta línea, las investigaciones de Álvarez representan un importante aporte y marca una línea de estudios sobre el comunismo chilena, trabajos que van desde el recabarrerismo como cultura política del PCCh, el análisis del origen y desarrollo de la Política de Rebelión Popular de Masas (2008, 2009, 2011), a través de un acucioso estudio de los documentos internos del partido (2003, 2006, 2008), el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (2009), la intelectualidad (2020), hasta la historia de las juventudes comunistas (2023, 2024).
Ahora bien, la historia de las mujeres y los estudios de género en la historia reciente también han experimentado una apertura y un desarrollo prolífero considerando como hito la conmemoración de los 40 años del golpe de Estado. Si la conmemoración de los 30 años repercutió en los marcos sociales de escucha y en las políticas públicas sobre derechos humanos – ejemplo de ello es la conformación de la Comisión Valech sobre prisión política y tortura-, los 40 años tuvieron el sello de visibilizar a las mujeres en la historia reciente y en las consecuencias que tuvo la represión para ellas.
El boom de memoria del 2013, como bien relata Hillary Hiner (2013), tuvo un fuerte componente de género, reflejado en el lugar que ocuparon las sobrevivientes en la denuncia y cómo tomaron la palabra pública, en la producción audiovisual y de representación, así también respecto a la academia y la producción académica. Lo que se suma a los archivos orales y documentales levantados previamente, como fue el archivo oral del Parque por la Paz Villa Grimaldi (2005) o el Archivo de Mujeres y Géneros del Archivo Nacional (2011).
Posteriormente, en un contexto regional y latinoamericano de masivas movilizaciones feministas. En este contexto se conformó la Red de Historiadoras feministas en 2017, espacio gremial que ha visibilizado las problemáticas de las diferencias de género en el campo de la historia, como también la puesta en valor de la investigación de historiadoras y, con ello, el lugar de las mujeres y la cuestión de género en la historia. Desde su fundación, la Red de Historiadoras ha llevado adelante dos congresos (2018 y 2021) y publicado un libro de difusión, Históricas: movimientos feministas y de mujeres (1850-2020), entre otras publicaciones de artículos y declaraciones públicas.
En específico respecto a la historiografía sobre el PCCh y el género, desde la primera década de los dos mil han existido autoras pioneras quienes dedicaron sus tesis de grado y pos grado al estudio de las comunistas y su participación política en cargos de representación. La escasez de abordajes sistemáticos sobre la cuestión de género en el partido fue cambiando en el tiempo también por las transformaciones vividas antedichas, teniendo como consecuencias el aumento de autoras/es que han dedicado sus investigaciones sobre el género, la presencia de las mujeres en el partido, sus dirigentas, biografías, mujeres militantes en cargos de representación, entre otras temáticas.
La mayoría de quienes han investigado sobre las mujeres en el PCCh, ya sea desde su visibilización o indagando en las relaciones sexo genéricas al interior de la organización, han experimentado la dificultad de las fuentes y la falta de registro sobre las militantes en la historia, evidenciando cómo se han omitido de forma sistemática a las mujeres en los acontecimientos históricos y en los registros oficiales, muchas apoyándose en la teoría de género y feminismos para analizar este “problema de invisibilidad” (Scott, 1992).
La tesis de maestría de Yazmín Lecourt (2005) es una muestra de esta línea interpretativa. La autora estudia las relaciones de género al interior del PCCh y se pregunta cómo las militantes llegaron a ocupar posiciones de poder dentro del partido, identificando la estrategia de la masculinización como el medio utilizado por aquellas mujeres que llegaron a destacar en la dirigencia comunista. La autora, mediante la realización de entrevistas, releva la historia de dirigentas comunistas a lo largo de la historia del PCCh, dando cuenta del vínculo entre el movimiento por el sufragio de las mujeres y las comunistas, su participación en la estructura del PCCh y cargos de representación política durante la UP, en los organismos de derechos humanos durante la dictadura y, asimismo, en las organizaciones estudiantiles de la transición. Aportando un acervo documental importante en la historiografía de las comunistas.
Al igual que Lecourt, Carolina Fernández-Niño (2009a, 2009b) fue una de las primeras en estudiar a las mujeres comunistas. La autora, en el marco de su tesis de pregrado, afirmó que las mujeres comunistas tuvieron que masculinizar su práctica política para ser reconocidas, destacando la prolongación de las divisiones de género en el PCCh. Concluyendo que las militantes se integraron en la jerarquía del partido según el grado de masculinización de su práctica política, en palabras de la autora, según los valores masculinos.
Con el fin de conmemorar los cien años de la formación del PCCh, en el año 2012 se publicó 1912 – 2012. El siglo de los comunistas chilenos, edición a cargo de Ulianova, Loyola y Álvarez (2012). De todos/as las/os autores/as de la compilación, Claudia Rojas analizó a las mujeres comunistas en la segunda mitad del siglo XX. El trabajo expone las formas que adquirió la participación de las mujeres en los partidos políticos posterior a la década del cincuenta – luego de conseguido el sufragio femenino- a través de secciones o departamentos femeninos, mostrando cómo el PCCh creó la Comisión Nacional Femenina. Expuso cómo los principales partidos de izquierda en Chile, el PCCh y el PS, creían al feminismo como una desviación pequeña burguesa, defendiendo la idea que la dominación de las mujeres se acabaría con el fin del capitalismo. Finalmente problematiza sobre cómo las mujeres tuvieron que librar otras batallas para ocupar los mismos roles que los hombres en el PCCh, superando la triple jornada laboral, doméstica y partidaria.
En este contexto del campo de estudio, se inscribió la compilación realizada por Álvarez y Loyola (2014) sobre las Juventudes Comunistas de Chile en el siglo XX, visibilizando a las juventudes como sujeto histórico. La compilación fue un aporte al estudio de las juventudes como actor social específico en el desarrollo político chileno y en la historia del PCCh y, entre los trabajos más significativos para el presente artículo, se encuentran los de Alfonso Salgado (2014) y Carolina Fernández-Niño (2014), quienes dedican sus artículos al estudio de la Revista Ramona, publicación editada por las JJCC entre 1971 y 1973.
La autora, en su artículo Revista Ramona (1971-1973). ‘…Una revista lola que tomará los temas políticos tangencialmente’ (2014), entregó importantes datos de la composición de la militancia de las JJCC durante la UP, de los objetivos que tuvo la juventud comunista en la publicación de la revista y los testimonios de antiguas militantes del periodo de la UP, visibilizando su rol tanto en la edición, como al interior de la organización.
Por su parte, Alfonso Salgado (2014) realiza un interesante estudio sobre cómo el PCCh y las JJCC abordaron la sexualidad y las relaciones de pareja durante la UP. El autor escapa de la tesis de la masculinización, analizando por medio de la revista cómo la juventud interpeló los valores de la “vieja guardia comunista” al abordar en su publicación la sexualidad y afectividad de los/as jóvenes. Asimismo, propuso relevar la dimensión generacional para pensar la construcción de transformaciones, para ir más allá de constatar el sexismo en la izquierda latinoamericana propuestas por los estudios de género y, de esta forma, visibilizar los cambios y rupturas generadas por la militancia juvenil de la época.
Asimismo, en su tesis doctoral (Salgado, 2016), el autor estudia la relación público/privado en la experiencia de los dirigentes del PCCh durante el siglo XX, focalizándose en el periodo pre dictatorial. Este enfoque posibilitó al autor tensionar el discurso político del PCCh respecto a la vida privada a partir de la experiencia de éstos, visibilizando las relaciones familiares, el lugar de las esposas de los dirigentes, visibilizando la construcción de la masculinidad comunista dentro del partido. El trabajo de investigación citado representa una contribución al campo de la historia sobre el PCCh desde un enfoque de género y de las masculinidades.
La literatura dedicada a la militancia de las mujeres en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, brazo armado del PCCh entre 1980 y 1989, ha sido menos prolífera que la escrita sobre el PCCh, a pesar de que en los últimos años ha despertado un creciente interés en tesis de grado y publicaciones académicas. Una de las investigaciones pioneras es la tesis de Manuel Idini (2005), sobre la vida cotidiana de la militancia del FPMR, representa una contribución significativa al campo de estudios al incorporar otra perspectiva de análisis de la historia del FPMR. Incluso en uno de sus capítulos abordó específicamente la cuestión de las mujeres en la organización. El autor preguntó a sus entrevistados, todos hombres, sobre la militancia de las mujeres, quienes reconocieron la desigual situación de las mujeres dentro del FPMR, apelando entre sus causas al machismo de la izquierda y al conservadurismo de la tradición militar en Chile.
En este sentido, resulta interesante que el autor haya realizado preguntas específicas sobre las mujeres, pues pese a que abundan entrevistas a ex militantes varones, es difícil encontrar entrevistados que se refieran a sus compañeras de militancia. Por otra parte, mediante un minucioso trabajo de archivo de publicaciones de la época sobre el FPMR, puso en valor las funciones que desempeñaron las mujeres. En su análisis, sin necesariamente incorporar una perspectiva de género, reconoció la diferencia y el ingreso desigual de las mujeres al FPMR, sin quitar en su interpretación la agencia política.
La periodista Cherie Zalaquett en su libro Chilenas en armas. Testimonio e historia de mujeres militares y guerrilleras subversivas (2009) realizó un estudio sobre las mujeres que integraron las FFAA y las organizaciones “guerrilleras”. Este libro presenta un avance significativo en el tema, siendo un material de consulta y referencia en todas las tesis publicadas sobre las mujeres en el FPMR. A pesar de su carácter innovador, Zalaquett estudia de forma simultánea a las FFAA y las organizaciones armadas, sin considerar la cultura política, las trayectorias militantes y cómo las identidades políticas pesaron en las formas de vivenciar la militancia
La tesis de Pamela Urra (2011) se enfocó en la posición de las mujeres dentro de la militancia armada del FPMR. Afirmó que el PCCh y el FPMR reproducían las lógicas tradicionalistas de género, relegándolas a tareas y roles propio de su sexo. La autora concluyó que hubo una instrumentalización de la militancia por parte de la dirigencia del FPMR. Al buscar visibilizar la militancia de las mujeres, niega su agencia política dentro del FPMR, interpretando en su análisis un rol pasivo de su participación y reforzando la tesis de la masculinización de su militancia.
La tesis de Jessy Iturriaga y Katherine Quijada (2012), para optar al grado de Licenciada en Historia y Ciencias Sociales, se abocó al estudio de la militancia de las mujeres en el FPMR con el objetivo de destacar el papel de ellas en la organización. Las autoras realizaron un trabajo detallista en la construcción de fuentes orales, llegando a entrevistar a siete ex militantes. El problema de las fuentes ha sido una constante en las investigaciones sobre la historia de las mujeres en el FPMR, de manera que el aporte de la tesis es significativo en la tarea por documentar las historias de vidas de estas mujeres. Sin embargo, las autoras decidieron no problematizar sobre las relaciones de poder dentro del FPMR, sosteniendo que las mujeres fueron integradas en igualdad de condiciones en relación con sus compañeros.
Samantha Avendaño (2015), también en el marco de su tesis de pregrado, analizó la militancia de las mujeres rodriguistas. La autora indagó sobre el problema de género dentro del FPMR preguntándose sobre el sentido de la feminidad para la mujer guerrillera. La tesis es un aporte en cuanto a las entrevistas realizadas, visibilizando la dificultad que tuvo en la elaboración de las entrevistas de historia oral. Sin embargo, la autora no problematizó a partir de los conceptos utilizados –como feminidad, masculinidad o problemas de género-, perdiendo densidad analítica en su interpretación. La reflexión sobre el uso de la categoría de género ha sido una discusión presente en la literatura feminista, quienes han problematizado sobre su banalización y limitaciones explicativas que tiene al reproducir el binomio sexo/género (Scott, 2008; Nicholson, 2003; Fraisse; 2003; Tubert, 2003).
La tesis de Solange Allendes (2018) estudió a las mujeres dentro del FPMR a partir de dos entrevistas realizadas a un hombre y una mujer ex militantes. La autora no ahonda mayormente desde una perspectiva de género la militancia en el FPMR ni tampoco en la construcción de la diferencia en las tareas desempeñadas. Sin embargo, las entrevistas realizadas son de gran riqueza y una contribución en la documentación de las historias orales de quienes militaron durante el periodo de la PRPM.
Durante el 2019 fue compilado el libro Mujeres y política en Chile, siglos XIX y XX (Álvarez, Gálvez y Loyola, 2021), el cual reunió una colección importante de trabajos sólo de autoras, haciendo un recorrido amplio sobre diversos hitos/periodos de la historia chilena. La publicación cuenta con el trabajo de la historiadora Valentina Jorquera (2021), quien analiza la participación de las mujeres en la Operación Siglo XX, acción con la que se conoció el atentado a Pinochet en 1986 a cargo del FPMR.
En el artículo, la autora no sólo visibiliza el rol de las mujeres del FPMR a través de entrevistas realizadas por ella, sino que también problematiza la organización interna de las tareas – el rol en el área logística que tuvieron las mujeres y el monopolio de las armas por parte de los hombres-, la construcción simbólica por parte de la prensa oficialista de las mujeres que participaron en la acción, entre otros elementos. El texto constituye un aporte para indagar en las relaciones sexo genéricas y en las formas de recordar de los pasajes compartidos de las entrevistas de la autora.
El libro Revolucionarias. Historia y narrativas de Mujeres Rodriguistas (2021) de Tamara Hernández ha sido uno de trabajos con mayor sistematicidad publicados en esta materia. Su enfoque, de rescate testimonial de historias de mujeres que militaron en el FPMR, posibilita interiorizar respecto a la experiencia colectiva de la militancia, desde la perspectiva de las mujeres. El objetivo de la autora a su vez es visibilizar las tareas cotidianas de las que realizaron como parte de su militancia, y profundizar sobre la percepción de ellas sobre los temas considerados socialmente rol de las mujeres: la familia, la maternidad y su conciliación con su compromiso político (p. 20).
El libro se organiza en nueve capítulos, intercalados con reseñas biográficas de militantes del FPMR a través de los testimonios de compañeros/as o personas cercanas a ellas, documentando su historia militante y personal. Cabe mencionar que, en su análisis, la autora utiliza categorías para nombrar la experiencia militante como: combatientes, revolucionarias, rodriguistas, guerrilleras, enfocándose en la experiencia en el FPMR en particular, sin ahondar en el PCCh ni la experiencia dentro del partido por parte de las militantes.
Asimismo, la tesis de pregrado de Silvana Núñez para obtener el grado de Licenciada en Historia (2022), titulada Mujer y combatiente: Caso de Esther Cabrera y su participación en el FPMR (1965-2005), también nos entrega luces respecto a la cobertura historiográfica sobre la militancia armada en el FPMR. De forma similar que en el trabajo de Valentina Jorquera (2021), quien a partir de una acción en específica del FPMR aborda la militancia política de las mujeres en el FPMR, de las “rodriguistas” como plantea la autora, Núñez lo realiza desde la historia de vida de Esther Cabrera, militante de las JJCC y, posteriormente, del FPMR, asesinada por la CNI en la Matanza de Corpus Christi (1987).
A partir de análisis de entrevistas a ex compañeros/as, prensa opositora y oficialista, realiza una reconstrucción de la vida de Esther Cabrera, joven militante del FPMR. La autora parte de la pregunta “¿cómo influyó el contexto social-político en la biografía de la rodriguista?”, para levantar un análisis de los elementos contextuales. No obstante, no termina por cerrar la propuesta con el análisis realizado, quedan en pendiente hilos de la historia de la exmilitante que serían importantes de considerar, como también el problematizar las categorías identitarias utilizadas, como es la de “rodriguista”.
Los aportes de investigaciones sobre organizaciones de izquierda en Chile, como fue el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), es importante de mencionar por su aporte al campo de la historia reciente abriendo nuevas perspectivas de análisis sobre la izquierda chilena y las militancias que optaron por la violencia política, desde el género y nuevas perspectivas de análisis de la historia. Aun cuando no sean investigaciones sobre la cultura política comunista, sus enfoques y metodologías son una contribución para el análisis del tema acá presentado.
Los trabajos de Olga Ruiz (2018a, 2018b, 2016, 2015) son de gran interés en cuanto analizó las experiencias militantes de organizaciones de la nueva izquierda latinoamericana como fueron el MIR, Montoneros y el PRT-ERP. Ahondó en las subjetividades, mandatos morales y en la vida cotidiana de la militancia y, en específico, sobre el significado que tuvo la traición en las culturas políticas de los partidos analizados, en un trabajo analítico de gran valor para el campo de estudios.
Al igual que los estudios desarrollados por Tamara Vidaurrazaga (2006, 2012, 2015a, 2015b, 2018a, 2018b, 2019a, 2019b, 2020, 2021), quien ha trabajado sobre las mujeres militantes del MIR, desde una perspectiva de género, las subjetividades políticas, la moral revolucionaria y los mandatos sexo-genéricos en el MIR y de otras organizaciones político-militares del Cono Sur como MLN-Tupamaros. En sus últimas investigaciones ha enfocado su análisis en el estudio de las “maternidades fallidas” de las militantes del MIR y la memoria de los hijos/as de esa generación.
Respecto a los estudios sobre la generación de hijos e hijas de quienes militaron, también constituyen una perspectiva analítica del periodo que cruzan los estudios de género, de cultura política y las teorías sobre los afectos y las estructuras de sentimientos, relevante para el análisis acá presentado. Este enfoque interdisciplinar ha posibilitado problematizar y denominar a nudos críticos presentes en las culturas políticas de izquierda, que eran complejos de analizar sin una perspectiva integral como esta (Ruiz, 2023).
A saber, los trabajos de Vidaurrazaga y Acevedo (2022), como de Macon y Solana (2015) sobre los afectos y sentimientos en el pasado reciente, así también la importante contribución de Sarah Ahmed (2015) sobre la política de las emociones, sin dudas han constituido un aporte para el estudio del pasado reciente y de la generación de hijos e hija, contribución en cuanto se busca analizar las herencias y legados de las familias comunistas en aquellas hijas que decidieron continuar militando en las filas del PCCh.
A modo de síntesis, las investigaciones sobre las mujeres en la historia reciente en el PCCh y en el FPMR coinciden, en líneas generales, en que hubo una fuerte presencia de mujeres en la militancia comunista a lo largo de su historia. Las autoras también coinciden en que la cultura política del PCCh contenía importantes cuotas de machismo que repercutieron en cómo las militantes se vincularon con la política. Los lugares que ocuparon en la estructura partidaria estuvieron mediados por cómo ellas pudieron lidiar con la división sexual del trabajo soterrado en las prácticas políticas al interior de la organización.
El aporte de los trabajos citados es de gran importancia por el rescate que hicieron sus autoras de testimonios de militantes comunistas que participaron en el movimiento sufragista y que han fallecido en los últimos años, por el relevamiento de valiosos acervos documentales tan difíciles de hallar cuando se busca la participación de las mujeres en la política y, así también, la construcción de datos sobre la militancia y la elaboración de fuentes orales. De alguna manera, a través de las tesis y publicaciones, se ha tejido una suerte de archivo de las mujeres comunistas que es de gran utilidad para quienes nos encontramos investigando en el presente.
Cada uno de los hilos de la historia retomados aquí, más allá de la historia propiamente partidaria, nos habla de la presencia de las mujeres en los diversos espacios de la vida, especialmente durante el periodo dictatorial, y su contribución en su lucha contra ésta. No obstante, aún queda por analizar desde una perspectiva crítica, de género, las experiencias de las mujeres militantes, la maternidad y las tareas de cuidados durante clandestinidad, el peso de las herencias militantes, visibilizar las infancias y cómo fue crecer al interior de un partido perseguido y en recomposición como fue el PCCh durante el periodo. Elementos que buscarán ser puestos en diálogo a continuación, con el fin de aportar a la reconstrucción histórica del PCCh.
Maternidad y militancias
La maternidad y la crianza de los/as hijos/as fue una de las dimensiones de la vida cotidiana alterada por las exigencias de la clandestinidad. No fueron pocas las militantes quienes vivieron su maternidad desde el exilio, otras estando detenidas en la cárcel de mujeres, en clandestinidad encargando a sus hijos/as a sus redes de confianza, entre otras experiencias. Asimismo, la función materna fue vivida de diversas formas y estuvo cruzada por cuestiones de clase, por las responsabilidades políticas de las militantes y las redes de apoyo con las que contaban.
En el presente apartado se analizará la maternidad de las comunistas durante la década del ochenta mediante los testimonios de mujeres entrevistadas por la autora y por entrevistas en prensa realizadas a militantes comunistas. Con este fin, tomaremos la definición de Cristina Palomar (2005), quien basada en estudios históricos y antropológicos feministas, la entiende como una compleja práctica social situada en un contexto de producción específico:
La maternidad es una construcción cultural multi determinada, definida y organizada por normas que se desprenden de las necesidades de un grupo social específico y de una época definida de su historia, conformando un fenómeno compuesto de discursos y de prácticas sociales condensados en un imaginario complejo y poderoso, que es a la vez fuente y efecto del género (p. 54).
La maternidad es un producto histórico y generizado, es situado y responde a las necesidades estructurales y simbólicas de un periodo. De ahí que las mujeres comunistas que fueron madres antes del golpe de Estado alcanzaron a vivir parte de su maternidad en el marco de un entramado de normas sociales que estaba viviendo transformaciones durante la década del sesenta y los años de la UP. La “maternidad-deber” estaba experimentando grandes tensiones en occidente, provocando mixturas, híbridos de continuidades y transformaciones en la función materna que, producto de la arremetida militar, se vieron truncadas de alguna manera.
Por otra parte, quienes fueron madres durante los años de dictadura tuvieron que sobreponerse a la persecución, tortura y la experiencia carcelaria, en su mayoría en soledad. Porque a pesar de las diferencias temporales que marcó el antes y el después del golpe de Estado, hubo continuidades culturales y simbólicas de la maternidad latinoamericana, mestiza, que se caracterizó por la ausencia del padre[4].
En relación con la posición del PCCh sobre la maternidad, no hubo ninguna política clara al respecto. Posterior al 11 de septiembre la dirección política en el exilio se abocó al análisis de la realidad nacional, la búsqueda de la unión con los partidos de oposición para derrotar la dictadura y a la solidaridad internacional. La crianza de los/as hijos/as de padres comunistas se resolvió de manera personal. Cada militante lo solucionó acudiendo a sus redes de apoyo. En este sentido, y a diferencia de algunas organizaciones de la Nueva Izquierda Latinoamericana, no hubo una política explícita pro natalista que promoviera el nacimiento de hijos/as como política de crecimiento orgánico del partido, los “hijos para la revolución”.
En consecuencia, mirar la función materna de manera contextualizada, posibilita comprender los diversos marcos simbólicos que entraron en juego en la maternidad de las comunistas. De forma tangencial también abre el análisis sobre la paternidad, en cómo esos discursos habilitaron que, a pesar de la íntegra moral revolucionaria pregonada por el partido, algunos padres o abandonaran a sus familias o no asumieran el rol paterno. Como se analizará a continuación, no fueron pocos esos padres que, legitimados por las necesidades políticas del partido durante la clandestinidad, no asumieron la responsabilidad de la crianza ni la gestión de lo doméstico.
Por otra parte, en los casos donde las militantes comunistas tuvieron la opción de delegar la maternidad en los padres, familias o amigas, existió una solapada condena social por parte de sus compañeros/as. Es posible que lo subyacente a esa desaprobación fueron las continuidades culturales y simbólicas que reducen la individualidad del sujeto mujer al rol de madre-esposa. Como se verá a continuación, la militancia y la maternidad constituyeron uno de los nudos que condensó una de las formas más evidentes de la tensión no resuelta entre la política y la vida cotidiana.
La militancia clandestina exigió a los sujetos militantes estrictas medidas de seguridad. Entre las que se encontraba aprehender normas de compartimentación que requerían cortar todo vínculo afectivo con sus seres queridos o viajar fuera y dentro del país por largos periodos de tiempo. Para las militantes que al mismo tiempo estaban a cargo de la crianza de sus hijos/as, tales exigencias representaron dificultades mayores. Las mujeres debían transitar en ambos espacios, buscando un balance que rara vez se lograba. Sin embargo, es en ese desbalance de lo doméstico y lo político, en la interrelación de las exigencias del trabajo político clandestino y la administración de lo cotidiano, que las comunistas irrumpieron trastocando ambas veredas de la historia.
En la mayoría de los casos estudiados la función materna no era compartida con los padres y, en su mayoría, no fue por opción de las mujeres, sino más bien por decisión de ellos. En ese contexto, como en muchas familias monoparentales, contar con una red de apoyo fue fundamental para que las mujeres continuaran militando. En el caso de Maite, cuando las acciones se radicalizaron y su hijo ya se encontraba más grande, no podía seguir llevándolo a las operaciones. Fue su madre quien asumió las tareas de cuidado mientras ella trabajaba y militaba al mismo tiempo.
Mi mamá (…) estuvo a cargo como cinco años de él. Aunque yo siempre estaba con él poh', yo llegaba día por medio aquí, compraba lo que tenía que comprar para el negocio, compraba las cosas para la casa, compraba lo que necesitaba el niño pal' colegio, nunca le faltó. Entonces yo era como una persona ordenada y mi mamá creía que yo era así ordenada, pero yo igual hacía mis cosas. Cuando yo viajaba y tenía que hacer un trabajo yo viajaba, y a la vuelta yo sabía que tenía que hacer ese trabajo y después volvía de nuevo hacer lo mismo (…) Era como vivir dos personalidades diferentes, una violenta y una bien... “mamita aquí, mamita acá” (Entrevista a Maite, 17 de marzo 2012).
El ejercicio de la violencia política en su militancia clandestina se presenta como otro nudo que recorre gran parte de la entrevista de Maite. En este punto de inflexión, en el que se cruza con su maternidad, se define y explicita que experimentó dos personalidades: una violenta, otra de madre. El tránsito entre ambos espacios, el ir y venir entre sus deberes militantes y su rol de madre y proveedora de su hogar, no fue armónico y repercutió en una suerte de dislocación de su subjetividad.
Mirado desde el género, la tensión representada en el tránsito entre los dos lugares se condensa en la oposición vida y muerte. La construcción simbólica sobre los géneros ha situado a las mujeres en la vereda de la naturaleza, quienes proveen de vida y cuidado. No obstante, como todos los mandatos morales, el deber ser de la mujer-madre-esposa ha sido transgredido a lo largo de la historia con su participación en las grandes guerras, en las revoluciones, en las revueltas o en los diversos alzamientos armados[5]. A nivel simbólico, las mujeres han transgredido la frontera de la vida, para dominar también el mundo de la muerte, no sin pagar un costo en ese tránsito.
El costo que se paga en general, como fue en el caso de Maite, es el de habitar un espacio de frontera. La no pertenencia a ninguno de los dos lugares, como resultado de la transgresión de uno de los roles de género fundamentales del sistema sexo-género, provocó la división de su actuar para poder cumplir con los deberes de la militancia y de la crianza. Es en el presente, en la instancia de la entrevista, donde la memoria sobre la violencia política no encuentra un espacio de contención que posibilite restaurar los efectos de la dislocación.
Las militantes que criaron a sus hijos e hijas al tiempo que militaban en la organización, tuvieron que crear estrategias y redes de apoyo que les permitieran actuar en ambos espacios. Asimismo, también hubo mujeres que delegaron la crianza en sus cercanos con el fin de resguardar la seguridad de sus hijos/as. Gladys Marín y Cecilia Magni, por las estrictas normas de seguridad y por el nivel de responsabilidad que tenían, fueron algunas de esas mujeres.
La historia de Gladys Marín (2002) estuvo marcada por cuatro años de exilio, por la desaparición de su esposo, Jorge Muñoz, en 1976 y por haber estado bajo una extrema clandestinidad estando en Chile. El mismo 11 de septiembre se despidió de sus hijos, reencontrándose recién catorce años después en la ciudad de Bariloche.
“El día del golpe no alcancé a ver a mis hijos. Ellos habían partido al colegio antes de que supiéramos la noticia. Después del once no los volví a ver. Allanaron la casa, tuvimos que separarnos, yo era perseguida, Jorge estaba clandestino y ambos decidimos que los niños se quedaran en Chile, que no experimentaran el desgarro del exilio.
(…) Volví a Chile y eso no significaba que pudiera verlos. Para vivir la clandestinidad hay que respetar muchas normas (…) No podía ver a mis hijos. Seguía contactándome con ellos por cartas que mandaba al extranjero y desde allí volvían a Chile. Ellos no tenían idea de que yo estaba en el país, tan cerca de ellos. Marta los veía casi todos los días y me contaba de sus progresos y sus vidas (p. 153 – 155)”.
En sus memorias Gladys describe cómo el exilio fue vivido con agonía. En Costa Rica recibió la noticia sobre la desaparición de su esposo. A pesar de la decisión política del PCCh de que toda la dirigencia se exiliara en Moscú o Berlín, ella hizo lo imposible para retornar y comenzar a conducir al partido desde el interior. Fue una convencida de que esa era la forma para derrotar a la dictadura, discrepando con la Comisión Política al plantear que no era posible conducir una resistencia desde el exilio.
La maternidad de Gladys fue delegada en los abuelos paternos y en su mejor amiga, Marta Friz, también comunista. En la entrevista realizada a Marta, ella recuerda cómo hubo compañeros y compañeras en el PCCh que criticaron la opción de Gladys de no salir al exilio junto a sus hijos y, posteriormente, su decisión de ingresar a Chile de forma clandestina. Gladys recordará en sus memorias la necesidad que representó volver para poder sobrevivir:
A volver me ayudé yo misma, porque era yo y mi país y mis hijos y mi esposo desaparecido y mis camaradas vivos y mis amigos desafiando a la muerte. Volví a ser una sola, terminó el desdoblamiento. A volver me ayudaron el dolor y la lucha contra el dolor y saber que había gente que me quería (p. 115).
En su narración, Gladys junto con explicar y poner en sentido su decisión de volver a Chile en clandestinidad, apela al dolor como un sentimiento que va más allá de una experiencia privada, trasciende las fronteras del cuerpo para transformarse en un discurso colectivo que busca, posiblemente, una respuesta colectiva. En este caso, la lucha contra la dictadura se enmarca en esta emoción de la mano con la búsqueda de justicia y, de alguna forma –como lo expresa Sarah Ahmed (p. 65) -, el proyecto político se convierte en demandas por las heridas sufridas, es la lucha por quienes no están y dieron su vida por los otros. Una emoción tan íntima como es el dolor se convierte en demanda política/colectiva, la herida se comparte y delinea el accionar político de los sujetos y de un partido.
En esta misma narrativa, la historia de Cecilia Magni grafica las consecuencias que tuvo el ideal revolucionario del brazo armado del PCCh, el FPMR, en la vida de las y los militantes. Proveniente de una familia de clase alta, su ingreso a la organización requirió entregarse por entero a la causa revolucionaria. Una vez clandestina mantuvo al mínimo el contacto con su familia e hija, quien vio ocasionalmente por breves minutos en algún lugar de Santiago durante ese periodo, hasta su muerte a fines de octubre de 1988.
En la entrevista publicada en Revista Hoy fue consultada por sus proyecciones a futuro, por la posibilidad de tener una “familia normal” y sobre su hija, Cecilia respondió entregando algunos antecedentes sobre la forma de vivir la función materna en clandestinidad.
“¿Y qué pasa con tus expectativas personales?
Yo soy madre. Tengo una hija. La veo casi seis meses con un montón de precauciones. Tengo las mismas expectativas que cualquier persona. Aquí la mayoría somos padres. A mi hija la cuida mi marido, así como a los hombres, las mujeres les cuidan sus hijos.
¿Tú quieres volver a constituir una familia normal?
En ese sentido sí, absolutamente. Quiero tener una casa para llegar todos los días. Tener una hija y tener otra hija. Voy a tener más hijos, igual. Bueno, si una sobrevive, claro. Pero tendría más hijos si siguiera. Es linda la experiencia. Y mi hija es lo más lindo del mundo.
Y cuando te encuentras con ella, ¿qué dice?
Para ella lo más importante es que la lleve al colegio. Es su mayor aspiración. En todo caso es una relación muy buena. Su padre la ha educado, enseñándole porque yo no estoy[6]”.
Las respuestas de Cecilia, y las historias narradas por las ex militantes, visibilizan la ausencia de reflexión al interior del PCCh y su brazo armado sobre la maternidad y la crianza. A pesar de que la mayoría de los militantes eran padres, no se abordó como una problemática necesaria de resolver para garantizar la militancia de todos y todas. Por el contrario, se resolvió en la esfera de lo privado, operando la reproducción de los roles de género.
Precisamente, las exigencias propias de la militancia junto a las implicancias que tuvo la maternidad en las mujeres hicieron que muchas de ellas postergaran ser madres en el contexto clandestino. La mayoría de las entrevistadas que postergaron su maternidad o no quisieron tener hijos/as justificaron su decisión en las condiciones de extrema compartimentación, el temor de ser detenidas ellas o sus hijos/as, la marginación de la orgánica como consecuencia del embarazo, la ausencia de redes de apoyo para la crianza.
“Las relaciones de pareja nunca las limité, digamos, siempre las tuve. Lo que si postergué y limité la maternidad y armar una casita con tacitas, ollitas, hijitos (…) El momento que yo vivía no quería, no, me moría si tuviera, si hubiese tenido un hijo y me lo hubieran tomado detenido, me lo hubieran muerto. Entonces no, no. Me cerré absolutamente a ese tema (Entrevista a Natacha, 30 de noviembre 2016)”.
Tanto para quienes decidieron ser madres antes y durante dictadura, como para quienes decidieron postergar la maternidad, la decisión fue tomada pensando en las implicancias políticas que ser madres tuvo en ese momento histórico. Compatibilizar la crianza con el trabajo clandestino, considerar las redes de apoyo que tenían o el peligro latente de ser detenidas junto a sus hijos/as, fueron factores que ellas consideraron. Las militantes eran quienes debían compatibilizar lo público y lo privado, y con su decisión transgredieron ambos límites.
Crecer en el Partido Comunista: herencias y trasmisiones
La infancia de las y los hijos de comunista durante la dictadura está mediada por las pérdidas, la represión y el cambio drástico de la vida cotidiana. Aprender a no hablar sobre los padres, las “chapas” que ellos/as usaban, a callar frente a compañeros/as de curso, el manto que cubría sus historias. Y en este aprendizaje, las emociones son parte en las formas en que los sujetos van constituyendo sus identidades, habitan sus cuerpos y sienten las heridas, el dolor, el resentimiento, pero también las risas cotidianas para sobrevivir al horror.
Ahora bien, más allá de los elementos contextuales como consecuencia del golpe de Estado y de la dictadura misma, que no sólo afectaron en exclusividad a los y las hijas de militantes comunistas, el legado de los padres y actuar en conformidad a lo esperado de “ser hijo/a de” son herencias pesadas y, en muchos casos, difíciles de transitar, subvertir o reformular para esos niños/as que crecieron a la sombra o amparo de la imagen de quienes ya no están.
Una diferencia que marca, de alguna manera, lo documentado sobre otras orgánicas revolucionarias – como el MIR o Montoneros (Vidaurrazaga, 2022)-, el PCCh tiene como característica ser un partido extensivo a las familias, formando una sociabilidad comunista de una larga tradición, donde es normal encontrarse con generaciones de familias que han militado y que incluso sus nietos/as continúan en las filas partidarias de forma activa.
(…) Mi padre quien fue un dirigente sindicalista, pertenecía al Partido, mi madre también. Yo siempre destaco a mi madre porque siempre se habla de mi papá; pero mi mamá también era de una familia de viejos comunistas, los primeros viejos de acá de la zona [Lota] del Partido, de los tiempos de Lafferte ¿Me entiende? Mi madre era hija, y de la mano con mis abuelos, siempre participó en reuniones partidarias; por ende mi madre fue posteriormente -en el exilio si-, una militante activa del Partido Comunista.
El relato de Viola Carrillo[7] es un ejemplo sobre el tipo de militancia familiar presente en la cultura política del PCCh. Un detalle importante de resaltar, es cómo Viola periodiza su genealogía familiar y política desde “los tiempos de Lafferte”, posiblemente durante los cuarenta, cuando el dirigente comunista Elías Lafferte pasó a ser secretario político del Comité Central del PCCh. En otras palabras, posiciona sus orígenes en una larga tradición de militancia comunista por familia de madre y padre.
El testimonio nos introduce a las dinámicas familiares partidarias que fueron trastocadas por la irrupción militar: la cárcel, la muerte y el exilio, la clandestinidad. Durante la dictadura militar la tradición familiar se mantuvo, posiblemente con particularidades propias del contexto represivo y el peso que pudo significar heredar la tradición de un padre/madre detenidos/s desaparecidos/as, ejecutados/as o presos/as políticos/as. Los hijos e hijas de la familia Carrillo González, desde diversas líneas de acción, continuaron en su mayoría la militancia comunista.
Ahora bien, ¿qué sentires vivieron esas infancias trastocadas por la dictadura?, ¿cómo operó el “deber ser” en las identidades de las/os hijos de militantes?, ¿de qué forma emociones como el dolor y el miedo delinearon las demandas políticas de un periodo y, con ello, entregando el relevo en aquellas nuevas generaciones?, ¿esos legados densos, de años de historia, cómo fueron aceptados?, ¿se aceptaron para ser transformados o los mismos sentires que unieron, operaron en el rechazo de lo heredado? Son algunas de las preguntas realizadas a partir de los testimonios presentados a continuación.
Lenia Pizarro, hija de Sola Sierra – militante comunista, histórica dirigente de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos-, y Waldo Pizarro, militante comunista y miembro de la Dirección del PC detenida y desaparecida en diciembre de 1976, narra en el marco de la entrevista su vida y nos invita a ver, desde el presente, sus recuerdos de infancia cuando sus padres se mantenían en clandestinidad y cómo, con sólo 11 años, ya manejaba los códigos de compartimentación:
En el año 75, que nosotros nos quedamos solos con mi abuela (…) estuvimos hasta fin de año, porque teníamos que terminar el colegio. Y recuerdo que vino mi cumpleaños, yo estoy de cumpleaños en noviembre y cumplí 11 años. Y me acuerdo que, yo sabía que mi papá me iba a llamar, y mi mamá también. Y sonó el teléfono, y yo era la única que contestaba el teléfono porque sabía que iban a llamarme. Y mi papá me llama, y me acuerdo como si fuera hoy, y me dice: “buenos días señorita, supe que hoy día es su cumpleaños, quería saludarla”. Y yo le digo: “gracias caballero, que bueno que se acordó y que me está saludando”. Si era como un diálogo, ridículo. Y me dice: “mi señora le manda muchos saludos”. Y le digo: “dígale a su señora que le agradezco mucho el saludo”. Mi mamá no pudo hablar porque lloraba a moco tendido (Entrevista a Lenia, marzo 2021).
El uso de la compartimentación desde muy niña, cuando sus padres “ingresan” a la clandestinidad, es extensivo en sus recuerdos. Lenia no sólo sabe cómo comunicarse, lo que tiene que decir y callar, desde muy temprana edad fue consiente que la vida de sus padres y la suya corren peligro. La vida cotidianidad se interrumpió, su casa fue allanada, vivió con su abuela y hermanos, volvieron a vivir con sus padres de forma clandestina. Mientras esta vida con la muerte como amenaza constante, tenían que recrear una “otra” cotidianidad hacia el afuera: asistir a clases, a pesar de cambios constantes de escuela, ser la mejor estudiante y cuidadosa de la salud para que no llamaran a sus padres, aprender “los mantos” de sus papás para responder a las preguntas de adultos.
Luego de la detención de su padre el 15 de diciembre de 1976, su vida dio un vuelco a lo público, acompañando a sus madres a la búsqueda de sus padres. Este “salto” entre una esfera de la vida y otra, producto de la pérdida de su padre, se ve materializada en acompañar a su mamá en la búsqueda: comienza nuestra vida en la Vicaría, entre tribunales, huelgas y recursos de amparo.
Como mi mamá se integra a la Vicaría y nosotros junto con ella, y ahí todos los otros hijos y todos los otros familiares, y comienza nuestra vida en la Vicaría, en la agrupación
¿Recuerdas ese cambio rápido de vida?
Lo recuerdo… primero la pena que no podías contar, porque tú tenías que seguir teniendo. Esto fue en diciembre, y en marzo tenías que ir al colegio y en otro colegio, porque nuevamente nos cambiamos de casa (…) y claro, al tiro cambió. Yo me acuerdo, ocurrió eso, el 17 de diciembre mi mamá estaba presentando el recurso de amparo de mi papá. Los primeros días de enero se defendía el recurso de amparo en la Corte Suprema y fue la primera vez que conocimos la Corte Suprema y de ahí pah’ delante no sé cuántas veces fuimos a la Corte Suprema.
¿Y ustedes la acompañaban?
A todo, absolutamente a todas las cosas. Pero, ponte tú, me llamaban cosas la atención (…) y no solamente nosotros, porque otros hijos también iban. Entonces uno estaba en los tribunales, esperando harto rato, y te aburrías. Y uno cabro chico (…) te reías de cualquier tontera, y nos reíamos a carcajadas. Y nos hacían callar “no se pueden reír, no podemos demostrar que nos estamos riendo”. Y ahí yo me cuestionaba, por qué no nos podemos reír, tampoco vamos a estar aquí llorando. Claro ahora yo entiendo, porque te sacaban fotos, porque todas esas cosas las ocupaba [la prensa], pero también, nuevamente, tení que tener una conducta acorde, tení que tener la conducta de ser el hijo de la víctima (…) Y esas cosas se internalizan rápidamente sin que te las digan, o sea, había que ser de una manera” (Entrevista a Lenia, marzo 2021).
En el destacado del extracto de la entrevista, Lenia desde el presente reflexiona cómo debían modificar sus expresiones con el fin de constituir esa figura de “hijo/a de la víctima”. Porque, como bien plantea Enzo Traverso (2018), el dolor y el sujeto “víctima” pasó a ocupar un lugar central en los proyectos políticos de las izquierdas. Y este tránsito, ser la hija perfecta de la víctima, modificando sus expresiones, formas de socializar y emociones – no se debía reír, mantenerse quieta, en silencio-, también es constituyente en la experiencia política posterior: el dolor es colectivo, la lucha se inviste del dolor de esa herida.
Asimismo, y en vínculo con el apartado anterior, la cita al testimonio de Lenia también nos acerca a cómo aquellas mujeres y militantes en sus prácticas políticas en la búsqueda de sus compañeros, también tuvieron que reinventar el accionar político, “público y racional”, para imbuirlo del mundo de lo privado: los cuidados, la crianza, el dolor de la pérdida y, desde ahí, construir estrategias de lucha contra la dictadura.
Las herencias y expectativas respecto a los y las hijas de dirigentes del partido es parte de la sociabilidad comunista, tal como fue trabajado por Alfonso Salgado en su tesis doctoral (2016), donde la formación de un militante, en términos formales, también debe integrar su paternidad y responsabilidad con su familia y, por lo mismo, se exige que sean padres ejemplares y no abandonar sus responsabilidades en el hogar por las tareas partidarias[8]. No obstante, los vínculos familiares y las herencias legadas son mucho más complejas que “recibir” un decálogo de cómo actuar acorde al legado generacional que se representa, las propias experiencias de los sujetos, su contexto y vivencias, las relaciones con sus padres y madres, influyen en qué y cómo se hereda.
Este aspecto se puede apreciar en cómo los y las hijas de detenidos/as desaparecidos/as fueron convocadas/os a ingresar formalmente a la militancia en las Juventudes Comunistas por parte de la dirigencia del PCCh:
“Y ahí había muchos, muchos, muchos. Y habían compañeras de la Agrupación (…) y otras compañeras más y un compañero, que ahora no recuerdo porque era el compañero que venía de la Dirección, para formar la primera base de las Juventudes Comunistas de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. Y el ingreso de aquellos que no éramos en ese momento comunistas, a las Juventudes Comunistas. Porque, la Jota que había sido intervenida, había que reestructurarla. Y parte de la reestructuración tenía que ver con ser hijos de comunistas, porque daba confianza. Porque habíamos nacido… no podías ir a reclutar a la calle. Yo me acuerdo que éramos hartos, hartos, como 50, 70 que estábamos ahí. Y nos dieron tremendos discursos, la bandera del papá… teníamos que tomar la bandera de nuestros papás. Y ahora lo miro, y encuentro que era una carga súper grande que nos estaban entregando. Porque había algunos compañeros que no querían eso. En más, mi hermano, no quiso entrar en el año 78. No era que no quisiera ser comunista, pero era mucho” (Entrevista a Lenia, marzo 2021).
El fragmento de la entrevista de Lenia es clave para visualizar también cómo es el PCCh quien también apela a los hijos/as de detenidos/as desaparecidos/as, aquella generación de niños que crecieron a sus mamás en la búsqueda de sus familiares, en la Vicaría de la Solidaridad y en aquellos espacios de resistencias en dictadura. En este sentido, ya no es sólo la opción de continuar el legado militante de quienes ya no están, de árboles genealógicos nacidos por las uniones amparadas en la militancia comunista, sino también por la convocatoria que hace la propia orgánica del partido: tomar la bandera de sus padres. Es así que esta solicitud se realiza precisamente apelando a la herencia, los afectos y la figura heroica en la que se transformaron sus padres. De alguna forma, es la herida de la pérdida la que es tomada para influir en el ingreso a la militancia formal, en contexto de dictadura, y continuar el legado.
Es interesante cómo la entrevistada, desde el presente, reflexiona: “y ahora lo miro, y encuentro que era una carga súper grande que nos estaban entregando”, “era mucho”. Comprometerse formalmente con la militancia que en muchos casos desapareció o ejecutó a sus padres, precisamente por el proyecto revolucionario que ahora se les pedía adscribir, entrega elementos para el análisis de la cuestión de las herencias en los partidos revolucionarios y el peso en sus hombros de toda una genealogía de historia, pero también del futuro.
Asimismo, en la entrevista, Lenia relata cómo ella y su hermana –no así su hermano-, decidieron tomar esa bandera y comenzar a militar, cómo esa reunión resultó ser una suerte de catarsis colectiva, un espacio donde cada uno/a podía contar quien era su padre o madre, por fin podían hablar y ser entendidas en su dolor. Nuevamente, el dolor se colectiviza para encontrar refugio de lo vivido internamente.
La entrevistada también expone una cuestión que es relevante para comprender cómo los legados son recibidos, rechazados y/o transformados dependiendo de los afectos construidos con los progenitores y sus propias historias familiares.
“Sí, en esa reunión propiamente tal hubo algunos que lo manifestaron y manifestaron desde su rechazo hacia el partido. Desde que el partido era el responsable de que su padre, que se hayan quedado huérfanos, concretamente hablando y desde que, por culpa del partido, ellos hoy día no tienen papá y, además, no tienen mamá porque la mamá tuvo que dedicarse a la búsqueda”.
Como bien plantea Nicolás Acevedo (2022, p. 60) y Tamara Vidaurrazaga (2022, p. 29-30), las herencias no son estáticas ni inmutables, dependen de múltiples factores, como los nombrados en párrafos anteriores. Se puede adscribir o rechazar, transformar y tomar lo que requiero para un momento específico de mi vida, en sintonía con los contextos sociales de escucha y también con el transcurso de las propias experiencias de vida. Lo que se queda de manifiesto, es que independiente cómo se responde al legado, este existe y la ausencia de algún familiar, la experiencia de la clandestinidad y la sociabilidad partidaria son parte de la construcción identitaria de aquellos hijos e hijas.
Es posible también ver estos aspectos en el relato de Mónica Monsalves[9] que, al igual que Lenia, es hija de padres comunistas. Tanto su madre, como su padre militaron activamente durante el periodo de la Unidad Popular. Sin embargo, una vez ocurrido el golpe de Estado, su padre fue detenido en su trabajo en la Maestranza Ferroviaria de San Bernardo y ejecutado por las fuerzas del ejército en el Cerro Chena. En los relatos de su infancia, Mónica recuerda cómo con 14 años escapaba de su casa al cerro en búsqueda de la presencia de su padre:
Me quedaba acurrucada como un animal y pasaba la noche. Una noche pasé una noche entera en ese lugar, con el peligro de que en ese momento me encontraran los milicos (…) cuál es el sentido de estar en el lugar donde perdió la vida tu papá y es una necesidad tremenda. Yo, es de verdad que era (…) pero a mí me dio la tranquilidad, de verdad. Yo, esa noche que me quedé ahí, no sé si me habré reencontrado con él o con ellos o el dolor que estaba ahí era tremendo, pero me quedé con una tranquilidad y una paz tremenda.
El dolor movilizó a Mónica a ingresar formalmente a la lucha por la búsqueda de justicia por su padre, acompañando a su mamá desde muy temprana edad en tribunales y al Instituto Médico Legal cuando fuera necesario. La entrevistada no sólo da cuenta de cómo la historia de su padre y la herencia de su lucha también delinearon la propia, sino también las formas en que se enuncia la lucha colectiva:
(…) he llevado mi gran parte de mi juventud en esta lucha en esta agrupación, yo a esta agrupación llegué a los doce años, desde ahí que no he parado no he parado de, de, de exigir y de caminar de buscar, de arañar la tierra en busca de otros, no tan sólo la de mi padre, porque el egoísmo entre nosotras, entre las familiares nunca ha existido, nosotros no llegamos tan sólo porque era mi padre el que había sido asesinado él había sido muerto con un colectivo.
El lugar que ocupa su padre en su trayectoria de vida – su padre fue detenido y, posteriormente, ejecutado, cuando tenía tan sólo 2 años-, es el del héroe, inalcanzable en su ejemplo épico e intachable. Relata cómo la historia de sus últimos días:
(…) pone a estos once hombres en una en un lugar inalcanzable, de verdad yo a veces le decía a la, a algunos familiares, a mi madre, a mi primer compañero que tuve, mi primer novio, y decirle yo quisiera ser como mi padre pero quizás no voy a ser nunca como él, trataré quizás de hacerlo pero llegar a la altura donde él está, un gigante, un gigante que no lo voy a alcanzar nunca.
A diferencia de Lenia, la figura del padre de Mónica copa todo su relato, es su motor en su militancia en derechos humanos e ingreso a las Juventudes Comunistas, pero también influye en la decisión de optar en la década de los ochenta por la lucha armada a través de su ingreso al Frente Patriótico Manuel Rodríguez.
Yo no me quedé en que solamente o sea yo no tenía papá, que podría haber sido una huacha como alguien dice por ahí todavía. Algo en mí me llevaba, quizás sería esa rebeldía (…) que me llevó a mí y a muchos miles de jóvenes de esa época, a enfrentar de la manera que enfrentamos la dictadura militar. En una forma decidida, o sea, nosotros estábamos decididos y muchos de nosotros estábamos decididos hasta dar nuestra vida si fuera necesario y así yo tengo compañeros que perdieron la vida en enfrentamiento, incluso tuve una pareja (…) que cayó en un enfrentamiento.
La ausencia del padre se transformó en motor de lucha y, su ejemplo, en el legado militante que la entrevistada continuó en la lucha armada. Este giro o punto de inflexión de ser parte de una familia comunista integrante de las agrupaciones derechos humanos, acompañando a sus madres y hermanas/os, la decisión de sus hijos/as de militar, en las juventudes comunistas y, en caso de algunos, al no visualizar una salida por la vía pacífica, deciden acudir al llamado partidario de la violencia política y unirse a las filas del FPMR.
En las historias narradas, el deber ser de la identidad comunista se presentó como una decisión personal de abordar la ausencia y la pérdida del padre. El relevo de la militancia se posó en sus hombros, muchas veces debido a la confianza que había en ellas por ser hija de un héroe. Para el caso de otras familias comunistas, la trayectoria de vida de Mónica – pasar de integrar la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos, a militar en el brazo armado del PCCh-, fue parte de las experiencias de los/as hijos/as de una familia militante.
A modo de ejemplo, la familia Carrillo González fue una de ellas, donde uno de los hermanos de Viola participó en las acciones contra el dictador y fue encarcelado por las fuerzas represoras, Vasili Carrillo. El giro de la rueda de la fortuna, como en el tarot, puso a Viola, en su retorno a Chile, en la Agrupación de Familiares de Presos Políticos.
La familia Díaz Caro (Acevedo, 2022: p.60), quienes vivieron la desaparición de su padre, el dirigente comunista Víctor Díaz, es otro caso. Los tres hermanos –militantes comunistas antes del golpe de Estado-, vivieron trayectorias militantes distintas, a pesar de vivenciar la misma pérdida. Las dos hermanas fueron parte de la fundación de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, Viviana Díaz, segunda presidenta de la agrupación. Por otra parte, su hermano Víctor Díaz –heredando el nombre del padre-, salió al exilio luego de la detención de su papá, y retorna para integrar las filas del FPMR, fue apresado y se fugó de la cárcel pública en 1990. Hasta hoy no ha retornado.
Ideas finales
En los testimonios presentados, en los trocitos de vida compartidos en las entrevistas, se buscó entregar otras perspectivas, aristas y lugares para observar un periodo estudiado ampliamente, como es el periodo de la dictadura y la militancia comunista. Indagar en las emociones y afectos, la socialización del dolor, las heridas y las lesiones como constituyentes de la experiencia de ser comunista durante el periodo, sin duda es una perspectiva que enriquecerá los análisis del periodo.
El presente artículo tuvo como propósito indagar en dos nudos críticos que abren una ventana para integrar otras vivencias que constituyeron también la militancia comunista: los cuidados y la maternidad, y las herencias políticas. Escasamente visibilizada en la bibliografía sobre el PCCh, comenzar a indagar y problematizar ambos hilos de la historia, permite reconocer y poner en valor el trabajo realizado por las militantes en repensar la vida cotidiana en clandestinidad, la creación de estrategias que les permitieran su permanencia en la organización, como también desenredar ese nudo apretado entre la complejidad que fue la militancia de las mujeres, y el relato “neutro” que posiciona un solo tipo de militancia, generalmente masculina y sin presencia del mundo de lo privado en las historias sobre la clandestinidad.
Por otra parte, en el correlato de las maternidades, se encuentra el hilo de las infancias: ser hijo de militantes durante la dictadura. Repensar la tradición familiar comunista, ahora desde los relatos que nos dejó la experiencia clandestina, posibilita visibilizar otros sujetos que estuvieron presentes, como fueron las niñeces, así también cómo se configuró el proyecto político del PCCh: desde el dolor, la pérdida, convocar no por la patria socialista, sino para hacer justicia a las luchas heredadas de sus padres. El relevo de la militancia desde la herencia y el deber ser, provocando fracturas, rechazos, continuidades sin cuestionar la memoria de quienes no están, hasta la resignificación de la pérdida y las herencias.
Para finalizar, como el epílogo de un relato apenas esbozado, el ejercicio analítico acá propuesto buscó contribuir a la historiografía sobre el PCCh a través de los anteojos del género, historizando la experiencia militante desde la tarea de desenredar los nudos críticos de la cotidianidad, de las estructuras de sentimientos, los afectos y, desde esas hebras, entretejer nuevos pasajes de la historia ya ampliamente narrada sobre la dictadura, las resistencias y la represión de los/as comunistas. Aún resta por indagar otros aspectos sobre la experiencia generizada de la militancia, poner en diálogo y ahondar sobre las memorias de las mujeres comunistas, así como de quienes tuvieron que crecer durante la larga noche de la dictadura.
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Mónica Monsalves, Archivo Oral del MMDH, 07 octubre 2011
Viola Carrillo, Archivo Oral de MMDH, 13 de julio 2018
Recibido: 20/12/2024
Evaluado: 18/02/2025
Versión Final: 18/04/2025
páginas / año 17 – n° 44/ ISSN 1851-992X /2025
[1] El presente trabajo es parte de la tesis para optar al grado de Magíster en Historia y Memoria de la Universidad Nacional de La Plata, “Violencia política y género. Estudio de la militancia de mujeres comunistas durante el periodo de la Política de Rebelión Popular de Masas (1980 – 1990)”, defendida el 24 de septiembre de 2019.
[2] En términos de lo planteado por Julieta Kirkwood (1990), como aquellas complejas interrelaciones de opresiones y de posibilidades, que requieren de un análisis cuidadoso para deshacerlos (p. 213).
[3] Joan Scott plantea que: “la experiencia es, en este acercamiento, no el origen de nuestra explicación, sino aquello que queremos explicar. Este acercamiento no hace a un lado la política negando la existencia de los sujetos, sino que interroga a los procesos de creación de éstos, y al hacerlo reconfigura la historia y el papel del historiador, y abre nuevas maneras de pensar acerca del cambio” (p.32).
[4] Sonia Montesino (2018) teoriza desde la antropología sobre la significación del mito mariano en la cultura latinoamericana y cómo vino a resolver el problema del origen: madre india, padre español ausente, hijos mestizos. La autora plantea que: “ese hueco simbólico del pater, en el imaginario mestizo de América Latina, será sustituido con una figura masculina poderosa y violenta el caudillo, el militar y el guerrillero (…) Lo que ocurre es la no asunción de lo masculino en tanto hombre y lo femenino en tanto mujer. La inequidad de los sexos que estructura la cultura mestiza, nombrando a lo femenino como madre y a lo masculino como hijo, se exterioriza en esas formas de llenar la brecha que ha dejado el padre ausente” (p.34-35).
[5] Da cuenta de ello el trabajo de compilación de Nash y Tavera (2003) que recorre la experiencia de las mujeres en los conflictos bélicos desde la Antigüedad hasta el presente. Así también el libro de recopilación testimonial de Svetlana Alexiévich (2016) sobre la participación de las mujeres soviéticas en la segunda guerra mundial.
[6] Revista Hoy, N°590, del 7 al 13 de noviembre de 1988 (Destacado propio).
[7] Viola Carrillo es una de las 12 hijas/os de Isidoro Carrillo, quien fue Gerente General de la Empresa Nacional del Carbón durante la Unidad Popular y miembro del Comité Central, ejecutado político por la dictadura en 1973, y de Isabel González, ambos comunistas. Después de la detención y asesinato de su padre, salió al exilio con su familia en julio de 1974 con 6 años de edad, junto a su madre y sus hermanas/os, a la URSS.
[8] Vida en el Partido, Nro. 5, abril 1965. Santiago: Impresiones Horizonte.
[9] Mónica Monsalves, Archivo Oral del MMDH, 07 octubre 2011.